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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.19 Santiago del Estero jul./dic. 2012

 

DISEÑO DE IDEAS Y CONSTRUCCIÓN DE CONOCIMIENTO

Leer a Bernardo Canal Feijoo*

 

Ana Teresa Martínez**

* El presente texto de Ana Teresa Martínez es su estudio preliminar al volumen Ensayos sobre cultura y territorio que reúne dos libros nunca reeditados de Bernardo Canal Feijóo (Santiago del Estero, 1897-Buenos Aires, 1982): De la estructura mediterránea argentina, escrito entre 1938 y 1943 y publicado en una edición de autor en 1948, y Teoría de la ciudad argentina, publicado por la Editorial Sudamericana en 1951. Se trata de dos libros poco conocidos pero fundamentales en el corpus del ensayo de interpretación nacional. El volumen fue publicado por la Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, Colección Las ciudades y las ideas, Serie Clásicos latinoamericanos. Se reproduce con la autorización de la UNQ.
** Agradezco las observaciones, sugerencias y aportes que hicieron a una versión preliminar de este texto Alejandro Auat, Alberto Tasso, Judith Farberman, Santiago Martinez, Carlos Zurita y Adrian Gorelik.  

"El norte venía del fondo de la madurez del día (...)
Pesadilla arquitectónica de las polvaredas
Que se desploman arrastrando el paisaje(...)
Sabido es que todo acaba hacia el norte,
Y todo aspira al sur"
Bernardo Canal Feijoo (Viento Norte. 1932)

El 4 de agosto de 1930 Bernardo Canal Feijoo presentaba en el Parque Club de Santiago del Estero, su ciudad natal, su tercer libro de poesías: La rueda de la siesta. La foto de ocasión, lo muestra a sus 33 años -con apariencia más joven-, elegantemente vestido de traje oscuro con chaleco, exhibiendo una frente ancha resaltada por el peinado a la gomina, sombrero en mano, zapatos de charol, portando unos papeles plegados bajo el brazo (tal vez los manuscritos de las poesías a leer), con una actitud tiesa que no disimula su estatura menor al promedio, y una semi-sonrisa de hombre alerta, aún en esa circunstancia de celebración. Aparece rodeado por catorce hombres, todos de pie en la puerta de la sede del Club, agrupados aprovechando los desniveles de la escalera (como en una foto de viejos colegas de colegio, pero donde puede leerse cierta jerarquía generacional y social), entre quienes están una buena parte de los hombres de letras, de leyes, de "pensamiento" de la época en Santiago del Estero. Los rostros de Antonio Bravo Zamora (de linaje antiguo, director en ese momento de la Biblioteca Sarmiento), Jorge Farias Gomez (disertante en la ocasión), Roldán Benavidez (músico de Atamisqui participante en la "velada") y Horacio Rava, son los únicos del grupo que acusan ascendencia mestiza. Contrasta la apariencia de Rava, con el saco abierto, dejando ver la tirantez arrugada del chaleco sobre el vientre, en una expresión casi bonachona, frente a la prestancia impecable del conjunto. Canal, sosteniendo el sombrero con la mano derecha, y tomando ésta con la izquierda, separado por una distancia prudente pero suficiente de todo el resto, se asume como el inequívoco centro de la escena. A sus flancos, fumando relajadamente sus "puros", el Dr Santiago Dardo Herrera (legislador radical por entonces) y Don Luis Suarez (presidente de la Cámara de Comercio e Industria), y atrás, a partir del primer escalón, una parte significativa de la Asociación Cultural "La Brasa", entre los cuales además de Rava (abogado y escritor), se los ve a Christensen (abogado y dramaturgo), Mariano Paz (abogado y escritor), Oscar Juarez (abogado y poeta), Orestes di Lullo (médico e historiador) y amigos personales del homenajeado, como Victor  Alcorta y Elias Llugdar (ambos diputados nacionales por líneas diferentes del radicalismo).1 La foto, donde se puede percibir con bastante claridad el carácter social de la reunión, pone en escena a la vez el tipo de entorno en que Canal Feijoo se movía en Santiago del Estero y la "naturalidad" de su temprano liderazgo.
Leer a Bernardo Canal Feijoo es leer a un intelectual que nació y desarrolló -a diferencia de Ricardo Rojas, por ejemplo- una buena parte de su vida y de su producción intelectual en su Santiago de origen, donde vivió y trabajó hasta sus cincuenta, edad a la que migró definitivamente. La única ausencia hasta ese momento, fue la de sus estudios de derecho en Buenos Aires, que concluyó a los 21 años. Si ese breve lapso le proveyó de interlocutores, de lecturas y de una formación específica, no se puede olvidar que hasta los cincuenta años de edad, su contexto, su cotidiano lugar social y vital, el espacio de sus preocupaciones y compromisos, fue Santiago del Estero. Aunque Canal tuvo siempre diálogo con los intelectuales de todo el país e hizo un esfuerzo enorme por transferir esas vinculaciones a la sociedad santiagueña, la significación de su trabajo, y especialmente de los textos que presentamos aquí, debe ser leída en un constante doble registro: no se comprenderá de qué está realmente hablando ni cuáles son sus preocupaciones de fondo, si se olvida esta etapa fundamental (es decir, la que puso los fundamentos de su modo de percibir y de pensar) en la que nació, creció y maduró en la provincia. El doble registro que esconde su palabra es el de su doble simultáneo contexto de problemas y de interlocutores: el mundo santiagueño con su proximidad y su inminencia, y su relación con el país, hipostasiado en Buenos Aires.
Para explorar el primero, hay que tener en cuenta que su vida en Santiago coincide casi exactamente con el desarrollo del ciclo de lo que se ha llamado el sistema productivo "agro-forestal" de Santiago del Estero, que se extiende aproximadamente de 1890 a 1940.2 Nacido en 1897, Canal fue testigo durante su infancia de una etapa de optimismo desmesurado sobre el futuro de la provincia, donde a pesar de las crisis políticas sucesivas, aún se esperaba de la agricultura de riego (que se ampliaba por la construcción del sistema de canales sobre el río Dulce), de la industria azucarera local (se instalaron entre 1880 y 1890 trece ingenios azucareros en la provincia) y de la explotación forestal (que comenzaba a profundizarse por entonces), un desarrollo económico y social a la medida del que aún se preveía para el país.3 Canal vivió también durante su juventud en los años 1920 una ciudad capital de Santiago en pleno proceso de modernización urbana (que completaba un desarrollo ya iniciado en tiempos de Absalón Rojas, a fines del XIX). Pero el hombre adulto participó de una sucesión de frustraciones, voces de alarma y tomas de conciencia que fueron vividas intensamente por su generación a lo largo de la década de 1930, y que en su provincia alcanzaron un carácter especialmente dramático que se puede leer en la crudeza de los datos estadísticos, así como en la experiencia cotidiana de decadencia de la economía y la sociedad provincial. Esta realidad parece haberlo conducido a encontrar el centro de su palabra. Buena parte de ésta fue dicha luego de su propio éxodo a Buenos Aires y desde allá, pero definitivamente marcada por una experiencia que sería algo así como la matriz de su percepción de la "constitución" Argentina. En los años sucesivos, aún cuando no hablara de Santiago y más bien extendiera sus preocupaciones a los problemas latinoamericanos, lo haría desde un "miraje" que se construyó en esta etapa.
Las dos obras que reedita esta vez la Universidad Nacional de Quilmes, fueron publicadas en los años del final de aquel proceso agro-forestal, que coinciden con los de la salida de Canal de su provincia. Constituyen como un pívot: La estructura mediterránea argentina (en adelante EMA) es un texto publicado en 1948, apenas instalado en Buenos Aires, pero consiste en una serie de notas que se escalonaron a lo largo de diez años, desde 1938. La Teoría de la ciudad argentina (en adelante TCA), en cambio, libro publicado en 1951, supone un retorno sobre los mismos temas sólo tres años después, en una etapa crucial de la vida nacional, y cuando desde ese mismo lapso vive Canal fuera de Santiago. Las dos obras se entrelazan, como veremos, en el juego de ampliación de una misma problemática.4

La Brasa en la sociedad de Santiago.

Como varios de los intelectuales "con oficio conocido" que aparecen en la foto mencionada, Canal estaba ligado a viejas familias de la elite local por parte de su madre, Herminia Corvalán (quien aparece relacionada aún a los espacios femeninos de la beneficencia en la década de 1920) y su padre era un español, a quien difícilmente podríamos calificar de "inmigrante".5 Bernardo, "el de la palabra precisa" -como lo llamara Capdevila-, con un tío procurador en 1898, el padre secretario del Centro Español en el mismo año, y el hermano mayor médico, parece tener una familiaridad de origen con el mundo de la lectura y la escritura, que en 1897, el año de su nacimiento, estaba lejos de ser universal en Santiago del Estero.6 Cuando en 1925, a impulsos de Canal y con el entusiasmo de varios otros, se constituyera la Asociación Cultural "La Brasa", Santiago era una ciudad pequeña (25.000 habitantes había dicho el censo de 1914), capital de una provincia que acusaba el 86% de población rural (contra el 47,3% de la media nacional) así como un analfabetismo del 63,2% (frente al 35,9% del país) y cuyo periódico más importante (de los tres existentes) imprimía apenas 3.000 ejemplares. La Brasa no era el primer grupo que intentaba animar allí un movimiento cultural, pero es el que parece haberse constituido en el momento apropiado: cuando -como decía presumiblemente Canal en el volante que le sirvió de manifiesto- "la inquietud", el "problema de porvenir" de la cultura estuvo planteado "entre muchos", 7 y aún no existían, como dos décadas más tarde, los soportes institucionales que pudieran responderle. Por eso, aunque este primer emprendimiento de Canal y sus amigos, tenía algo del estilo de los grupos literarios vanguardistas que se constituían en Buenos Aires por aquellos años, no puede ser entendido si no se lo piensa simultáneamente en el contexto local. Se trata de una Asociación Cultural cuyas actividades parecían responder a una triple necesidad: alentar toda producción cultural (desde las ciencias a la música, pasando por la poesía o la caricatura); ponerla en contacto con un mundo lo más amplio posible (eran numerosas las conferencias, donde los temas podían ir de las ciencias naturales a la teosofía, de la poesía o la medicina a la historia) y vincularla, vinculando a Santiago, con otros centros y grupos de producción cultural (muchas de esas conferencias fueron ofrecidas también por visitantes que el grupo traía a la ciudad, desde el conde de Keyserling a Salvador Massa; de Waldo Frank a Arturo Capdevilla).
La heterogeneidad en edades, disciplinas, enfoques y sobre todo posturas políticas, parece haber generado más de un desacuerdo y varios impasses en los alrededor de veinte años en que la Asociación se mantuvo activa. Estos hombres, que continuaban a medio camino entre notables de provincia e intelectuales definidos por una actividad específica de producción cultural, aparecen en campos opuestos durante batallas políticas e incluso judiciales importantes, como la intervención federal a la caída de Yrigoyen en 1930, o las discusiones sobre la enseñanza religiosa en la escuela pública durante la reforma de la constitución provincial de 1939, donde varios de ellos fueron convencionales. No obstante, en esta sociedad pequeña de inter-conocimiento no había más remedio que seguir saludándose a pesar de las diferencias, y la fórmula libre y plural de La Brasa (sin "comisión directiva ni estatuto", "sin necesidad de quorum para sesionar"), que no impedía sino más bien alentaba la generación de iniciativas paralelas, le permitió reconstituirse más de una vez y continuar con la tarea que se había propuesto, poniendo el acento en actividades diversas o abriendo espacio para nuevos liderazgos, como el que asume Horacio Rava a partir de los años 1930 con la revista Vertical, que marcó en su momento un nuevo acento intelectual y político.8
Canal Feijoo, el folklore y la "constitución" argentina.
Desde este contexto vital santiagueño, Canal Feijóo fue sobre todo ensayista, pero también poeta y dramaturgo, aunque se ganara la vida como abogado del Banco Hipotecario y dedicara grandes esfuerzos a la promoción y gestión del desarrollo cultural local. Como dice Alberto Tasso, Canal estaba "no instalado en una institución sino en una preocupación."9 No había en Santiago las instituciones necesarias, por eso buscó el modo de generarlas y recorrió esa preocupación escandiéndola en géneros que le permitieran decir sus intuiciones. El ensayo, ese amplio espacio discursivo que más que un género parece un lugar epistemológico previo a la distinción de géneros y disciplinas, donde su preocupación podía decirse a la vez e indiferenciadamente en el lenguaje de las ciencias, la poesía o la filosofía y donde los saberes positivos tienen permiso para codearse sin vergüenza con las intuiciones de origen más impreciso, fue su lugar natural. Y esto no porque escribiera apurado (de hecho, releía, corregía, en algunos casos "cincelaba" sus textos) sino porque -en una posición que no era extraña en el contexto filosófico de la época- parecía preferir un lugar epistemológico que no le pusiera límites en el juego entre la erudición y la imaginación.
Durante sus años de estudios en Buenos Aires, mientras el ambiente político estaba marcado por al ascenso del Yrigoyenismo, desde el ámbito cultural, las conferencias de Ortega y Gasset de 1916 y las movilizaciones por la reforma universitaria de 1918 coinciden en un talante y un lenguaje que alimentarán a las vanguardias y al grupo de Sur, a los que se vinculará Canal Feijoo largamente. En 1918 se recibía de abogado y presentaba una tesis titulada: "La unidad de procedimientos judiciales en la República" donde, como hace notar Luis Alejandro Auat se advierte la influencia de Juan A. García.10 Esta asunción temprana de una concepción historicista y sociológica del derecho, le permitirá más tarde, en sus estudios sobre la "constitución" argentina, aludir simultáneamente al instrumento jurídico y a la "morfología" social, histórica y cultural del país, así como a la "forma" que toma en la conciencia de los argentinos. En este nudo podrá atar años después también sus reflexiones sobre la geografía, la organización del espacio nacional, la planificación y el paisaje. El nacionalismo no necesita así en Canal elegir entre la constitución y la cultura: ambas deben encontrarse para que la constitución sea un instrumento adecuado, pero al mismo tiempo, así planteado el problema de constitución nacional, le permite no traicionar convicciones políticas liberales que conviven en su reflexión con cierto organicismo sociológico.
De retorno en su provincia, la amistad con Emilio y Duncan Wagner, aristócratas alsacianos instalados en Santiago y devenidos en arqueólogos, respectivamente 29 y 33 años mayores en edad que Canal, es otro dato a nuestro juicio importante. Al exhumar finísima cerámica indígena de un tipo hasta entonces poco conocido e inclasificado, los hermanos imaginaron una Civilización Chaco-santiagueña, desaparecido misteriosamente antes de la llegada de los españoles a América, cuyos orígenes la emparentaban con la Troya de Schlieman. Esta experiencia y esta amistad (que se extendió hasta la muerte de ambos hermanos en 1940 y 1949 respectivamente) lo ponía en contacto a la vez con el lejano mundo de la aristocracia europea, y con una cultura que yacía "bajos sus pies" y le permitía abrir el pasado de América a la universalidad precisamente por la vía de lo más local: el folklore como presente de un pasado americano que no sólo valía tanto como el europeo, sino que estaba vinculado a aquel por la raíz.11 Sus principales estudios sobre el folklore se ubican entre estos años y la década de 1940, aún cuando sean retomados luego en 1951 en Burla, credo y culpa, una especie de síntesis final de esta línea de trabajo. Pero además, incluso dejando al margen de los aspectos más exaltados de las teorías de los Wagner, las evidencias de un pasado prehispánico local de mucha mayor antigüedad y refinamiento del que la arqueología de la época parecía suponer, invitaban de un modo nuevo a mirar de cerca las expresiones contemporáneas de la cultura popular. Si tal vez aquella Civilización "multimilenaria" se había desplegado en algún momento desde las llanuras santiagueñas hacia las andinas y si había logrado constituir un Imperio de alta cultura, ¿qué le impedía a Canal pensar en términos de una "civilización rural", ese "contrasentido para la filosofía de la historia argentina", como dice en EMA?
Clivajes en el campo.
La polvareda es "pesadilla arquitectónica" que se desploma "arrastrando el paisaje", había dicho Canal Feijoo en su poema Viento Norte.12 Los hermanos Wagner no habían encontrado para su Civilización ni un vestigio de arquitectura; la historia colonial de Santiago se desplegaba entre las "actas sin acto", las inundaciones producidas por un río difícil de domar y los derrumbes del cabildo y la catedral, que terminaron desposeyendo a la provincia de sus instituciones y de su primacía.13 Para Canal también el rancho, la vivienda rural de los santiagueños, se confundía con el paisaje sin lograr empinar la diferencia de su propia forma: los santiagueños son "a-arquitectónicos" decía nuestro autor, el amigo del arquitecto húngaro Jorge Kalnay, a mediados de los años treinta.14 Sin embargo, allí habían estado unos y otros habitando el territorio y habían sido capaces de cultura. Aunque de población desafiada siempre por el medio, la llanura chaco-santiagueña no era ni había sido un desierto, aunque ahora sí -al menos a los ojos de Canal- peligrara de sufrir una especie de reducción a la barbarie.
A lo largo de la década de 1930, el sentimiento de desazón que atravesó a la ensayística nacional tuvo en el caso de Canal Feijoo el doble rostro de la decepción por todo lo que no había ocurrido en el país y a la vez la urgencia de lo que hacía crisis ante sus ojos, de un modo que podía ser definitivo: la modernidad periférica que en Santiago había tenido sus expresiones económicas en la industria azucarera (que quebró estrepitosamente), la agricultura de riego (que ya mostraba sus límites en la salinización del suelo) y el obraje (con su combinación de agotamiento natural y sus consecuencias sociales) -y cuyo símbolo había sido el ferrocarril- mostraba ahora su peor perfil: la capacidad de generar verdaderos desiertos, si no se hacia nada por evitarlo. Esta paradoja de la modernidad periférica vinculaba la ensayística de la época (y la de nuestro autor) a la de Alberdi y Sarmiento.15 Cuando Canal Feijoo publicó De la estructura mediterránea argentina en 1948, la reflexión sobre las consecuencias nefastas de lo que él llamó "industria anti-forestal" (EMA:76) había sido planteada ya por otros intelectuales santiagueños.
Debemos tener en cuenta que para los años 1940 el grupo inicial de intelectuales de La Brasa, sin desaparecer como entidad, se había complejizado. Desde 1927, las diferencias políticas, en un contexto en el que no sólo se trataba de tomas de posición discursivas, sino también de actuaciones concretas en el campo político, en tanto funcionarios ejecutivos, judiciales o legisladores, había generado diferencias.16 De hecho, en 1932 y 1934, Canal intenta una nueva revista: Ñan, de la que publica dos números, para los cuales no consigue más artículos que los propios. La etapa de esta década aparece liderada por Horacio Rava en torno a la revista Vertical, más relacionada con las izquierdas intelectuales de la época que con Sur.17 En el contexto de la Segunda Guerra Mundial el clivaje al interior de los intelectuales santiagueños se insinúa separando a nacionalistas vinculados al catolicismo militante, cercanos al peronismo naciente (de los cuales el más importante será Orestes Di Lullo), de liberales y socialistas que aglutinarán a lo más significativo de la asociación, donde Canal tendrá siempre una importante ascendencia intelectual.
Pero no sólo hay más intelectuales y posiciones más definidas, sino que para entonces se han multiplicado también las instituciones vinculadas a la cultura (las soportadas por el Estado o desde el ámbito privado), permitiendo ahora la constitución de un discernible campo intelectual, donde hay agentes y posiciones determinables a partir de lugares y discursos social e institucionalmente identificables, donde se juegan intereses y tomas de posición referidas al mundo cultural, que refractan en su propia lógica problemáticas que también aparecen o provienen de otros espacios, especialmente el político. Además de La Brasa, existen en Santiago el Museo Histórico Provincial, dirigido por Orestes Di Lullo, continúa trabajando la Sociedad Sarmiento (presidida largamente por Bernardo Canal Feijoo, sostén de la biblioteca del mismo nombre) y se funda ese mismo año la filial local del Colegio Libre de Estudios Superiores, que funcionará en la misma biblioteca y tendrá como secretario general a Horacio Rava.18 Es precisamente en el contexto del Colegio Libre de Estudios Superiores que se va a gestar el Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino (PINOA) en 1947, tema de los últimos capítulo de EMA, donde se concentran sus núcleos significativos.19
En este espacio diverso es donde Canal se anima a decir en su libro que la llamada industria forestal, "no es una industria sino pura y simplemente un problema social" (EMA:111) y a señalar las consecuencias en términos de desorganización del espacio habitado de la provincia por el trazado de un ferrocarril que, "concebido para intereses de otras partes", evitaba pueblos centenarios para abreviar vías (en un principio, incluso la misma capital de la provincia). Pero no era el primero en escribirlo. En 1937 Orestes Di Lullo había publicado El bosque sin leyenda, como respondiendo a la pregunta que quedaba abierta al final de El país de la selva.20 En 1942 apareció Tolvanera, la durísima novela social del maestro rural Carlos Bernabé Gomez y 1943 fue también el año de una compleja batalla del entonces director del Departamento del Trabajo, Amalio Olmos Castro, por la aplicación de las leyes de protección laboral a los llamados obreros forestales (en realidad braseros que trabajaban a destajo), que llevarán a la luz pública ya no una situación social novelada, sino el resultado de inspecciones estatales y denuncias administrativas y judiciales que fueron finalmente acalladas, primero en medio de la compleja red de alianzas y rupturas, negociaciones y reacomodos que marcaron el nacimiento del peronismo en la provincia, y poco después por una decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.21
En las primeras páginas de EMA, las observaciones de Canal Feijoo sobre los éxodos campesinos y los obrajes, están escritas en el momento que el texto de Di Lullo viene de aparecer, y Canal parece tenerlo como referente contrapuesto: "no estoy dando argumentos sentimentales" aclara, "pretendo estar palpando hechos" (EMA:45) y con ello parece responder a la "defensa sentimental" que Di Lullo se propone en su texto. Pero además piensa que "hasta donde estaba muy bien, antes de haber entrado a estar tan mal, el mundo pudo todavía haber estado bastante mejor", en alusión velada a la imagen bastante idealizada del "obraje de antaño" que despliega Di Lullo en su libro, aquellos obrajes coloniales donde las poblaciones indígenas eran destinadas a la producción de tejidos22. El discurso de tinte nacionalista, y de cierto conservadurismo católico de Di Lullo era minoritario entre los intelectuales santiagueños, pero, como en el resto del país, iba ganando espacio político a lo largo de la década. A Canal también le preocupa que se vea en el ferrocarril una especie de causa eficiente sustancializada de toda destrucción -como se repitió posteriormente en la historiografía local-, por lo que esa creencia puede acarrear de discurso antimodernizador y porque ofrece una respuesta demasiado fácil, que exime de la autocrítica hacia las responsabilidades internas, convirtiendo a la provincia en una simple víctima y despojándola de su condición de sujeto. Es el mismo razonamiento por el cual le parecerá ridículo -discutiendo esta vez también con Martinez Estrada- "seguir acusando que las provincias mueren de la demasía de Buenos Aires, cuando no se muestran capaces de vivir de si mismas"(EMA: 121), o enarbolar un localismo miserabilista para contraponerlo en términos idénticos pero invertidos, a lo que se percibe como "centralismo porteño". Como veremos, la reflexión de Canal Feijoo de estos años buscará comprender la complejidad de los desarrollos históricos desde una "pasión mediterránea" que no deja de pensar su complementariedad con el "litoral" alberdiano y el proceso por el cual la constitución en cuanto configuración y fisonomía del país se fue deslizando hacia el fracaso.23

El PINOA: de Santiago a la región

La organización y el desarrollo del PINOA, como planteaba Mercedes Tenti y ha mostrado más recientemente Jorge Pantaleón, ponen en escena un debate sobre la demarcación y la organización del espacio, donde se juegan intereses económicos y políticos nacionales y locales, especialmente los de las provincias de Salta y Santiago del Estero.24 El evento estuvo atravesado por dos tensiones fundamentales, ambas visibles en los textos que Canal publica en EMA. La primera fue una disputa interna al campo naciente de los economistas y planificadores: la pugna por adoptar un tipo de política de planificación, donde las opciones se vinculaban a modelos que tenían referentes en el contexto internacional de la inmediata postguerra: la "comunista", en aplicación en la URSS, donde el papel exclusivo le cabía al Estado; la "democrática", que tomaba como modelo la tarea de planificación del valle del Tenessee en los EEUU, y que era la preconizada por los impulsores del PINOA, y la llamada "totalitaria" o fascista, que partía de modelos aplicados en Alemania.25 La discusión técnica entre modelos estaba así amplificada desde su dimensión política y sobredeterminada en un contexto en que una buena parte de la intelectualidad del país, especialmente la que hablaba desde las universidades, se ubicaba en la oposición al nuevo gobierno. Los propulsores del PINOA desde Santiago del Estero, entre quienes figuraba el planólogo tucumano José Figueroa Román, planteaban un modelo en el que la sociedad civil -sobre todo los técnicos y los intelectuales- tuvieran un rol importante. De hecho, el PINOA, a diferencia de una anterior reunión de gobernadores realizada en Salta en 1926 con el fin de coordinar políticas entre las provincias de la región, era un Congreso convocado por un grupo de personas en tanto particulares y no como representantes de instituciones. El Congreso se planteaba como "una iniciativa privada, a-política, abierta a la colaboración de autoridades públicas, instituciones y personas de buena voluntad, y en cuya Comisión de Honor figuran las altas autoridades de la provincia invitante".26
El otro conflicto que atravesó al PINOA fue el del aprovechamiento de los ríos. Un proyecto preconizado por los salteños, que comprendía tres grandes diques en su territorio, amenazaba en ese entonces -según las advertencias de los ex diputados vinculados a La Brasa y al Colegio Libre de Estudios Superiores, Antonio Castiglione y Rodolfo Arnedo- con dejar sin agua una buena parte del curso del río Salado en Santiago del Estero. En el emblema del Congreso, colocado en el rincón superior izquierdo de la convocatoria, la joven desnuda del cuadro de Ingres (La fuente, 1848) de pie sobre las montañas del Norte argentino, vertiendo su cántaro, apuntaba, como decía la convocatoria, a "idealizar nuestro concepto de la unidad orgánica y viva" de la región, "la interdependencia invisible de sus partes", con una imagen que, siendo una conocida alegoría del nacimiento de los ríos, bien podía recordar a la vez a las mujeres de la "civilización chaco-santiagueña", pero sobre todo insinuaba algo no dicho explícitamente en el texto: el aprovechamiento de los ríos sería un tema central. 27
El mapa que preside EMA así como el de TCA nos ubican desde el inicio en el registro ya señalado por Gorelik de "la imaginación territorial" es decir, de las formas simbólicas en las que los ensayistas de las décadas de 1930 y 1940 expresaron búsquedas de identidad a través de metáforas espaciales.28 Hay que notar que si bien Canal ilustra con frecuencia sus textos con láminas, dibujos o fotografías, sólo tres de sus numerosos ensayos están presididos por un mapa, y estos son los dos primeros.29 En efecto, en ellos la reflexión sobre la historia "constitucional" argentina se vuelve reflexión sobre la cartografía, no sólo porque la necesidad de la planificación del territorio es una convicción más o menos generalizada a partir de los años 1940, sino porque en estos nuevos términos resuena con renovadas inflexiones la reflexión organicista sobre el paisaje, la geografía y la cultura del ensayismo argentino.30 Conocemos la reacción de Canal Feijoo frente al determinismo de la "radiografía fatídica" de Martinez Estrada.31 Ya por entonces oponía a los argumentos de "magia infrahumana" el análisis de "la etapa histórica universal en que le tocó entrar a la existencia internacional a nuestro país" y planteaba tanto los problemas como las soluciones en términos de planificación, de arraigo de la población, de un esfuerzo por "esculpir la realidad" con nueva fisonomía (y por tanto con un nuevo rostro y carácter) para superar sus lastres, que no eran para él sino producto de la improvisación y la imprevisión.
La urgencia y la preocupación que atraviesa a la vez EMA y TCA proviene de estar escritos en un momento en que en la nación eran imaginables posibilidades diferentes para la organización del territorio y en el que Santiago del Estero a la vez aparecía con un futuro dudoso, acechado por un nuevo desierto, generado por una "estúpida política", es decir, por una causa histórica vinculada a una incapacidad de ver. Canal insiste con frecuencia en el uso de un galicismo: "miraje", un modo un tanto llamativo de hablar de "perspectiva" y de punto de vista, pero apuntando a la posición del sujeto que mira, así como a la amplitud de lo que es posible ver desde ese punto de vista, no sólo en términos de un campo visual, sino de la experiencia que lo estructura, algo así como un esquema de percepción, la anticipación históricamente construida que orienta una práctica del espacio. Así, el problema de la organización territorial del país consiste en "un inveterado error de miraje conjuntivo"(EMA:91). Si Argentina tenía inscripto en su geografía un inevitable movimiento de aspiración al sur, porque los ríos interprovinciales del litoral, sobre cuyo modelo se miraron y comprendieron todos los demás, seguían por simple inercia aguas abajo, la respuesta al reto de lograr una apropiación completa del territorio comenzaba por cambiar de miraje, por imaginar la posibilidad de revertir un movimiento aguas arriba. Si bien desde la colonia española, el plano inclinado del espacio ocupado orientaba hacia "las puertas de la tierra" a fin de comunicar el país mediterráneo con Europa, el agotamiento del modelo agroexportador y las consecuencias de una modernidad exocéntrica, remitían en el "interior" a recuperar otras viejas prácticas del espacio que al menos en el norte conocían los varios siglos de colonia española: la articulación de viejos pueblos que habían quedado ignorados primero por el ferrocarril y luego por el idéntico trazado de las carreteras. Pero no se trataba simplemente de recuperar lo viejo, sino de reinventar un "miraje", y los ríos trans-provinciales proporcionaban la arquitectura para posibilitar esta práctica: ríos que no eran caminos móviles para seguir su inercia yéndose a otra parte, sino vivificadores del espacio que atravesaban, si es que lograban "quedarse a hacer algo".

La voluntad constructiva o la inercia depredadora.

El "interior" aparece aquí no sólo como problema social, sino como espacio que tiene una entidad propia, que no cabe bajo ese nombre genérico, limitado con frecuencia a dar otra denominación fantasmal al "desierto"; espacio que tampoco se limita a un paisaje que admirar, ni a una reserva de "telurismo" o de "folklorismo" (como lo llamaría Canal). El regionalismo de Canal apela a la imaginación territorial porque demanda una constitución que ya no sólo sea un texto performativo de una primera organización política -como lo había sido en la etapa pre-constitucional-, sino también un mapa dotado de fuerza performativa que permita repensar la distribución de la población, la economía, los recursos, para orientarlos a partir de una apropiación ciudadana que los volviera efectivos: "El sentimiento patriótico de la totalidad geográfica, si no es un sobreentendido cartográfico, es un milagro" (EMA:62), reflexionaba Canal.
A la provincia de Santiago del Estero alguna vez le había "sobrado" mapa al ampliar sus fronteras políticas hacia el norte casi hasta duplicar su superficie en 1904, incorporando una extensa zona al norte del Río Salado, que algunas décadas antes no era sino la línea de fortines que cuidaba las estancias ganaderas de las incursiones indígenas y que a partir de entonces sería escenario de una de las nuevas fronteras móviles de la explotación obrajera (porque también hubo obrajes hacia el sur y hacia el oeste). La apropiación de aquel exceso, se había realizado del peor modo. EMA, escrito entre 1938 y 1947, nos remite a la segunda guerra mundial, que tuvo un significado preciso para Santiago: la "industria" forestal, que había llegado a una etapa de agotamiento hacia 1930, reaparece con fuerza a partir de 1939, pero ahora ya no para proveer durmientes de quebracho centenario al tendido del ferrocarril, o postes para los alambrados de la pampa, esta vez se trata sobre todo de leña y carbón, principalmente para el funcionamiento de los ferrocarriles que ya no pueden obtener la hulla inglesa, y esta extracción supone un corte cada vez menos selectivo en calidad y edad de los árboles, es decir, implica una política de arrasamiento de lo que quedaba del bosque.32 El obraje "ha tenido forma y contenido de tala. Tras el obraje queda el baldío, el yermo total, terrestre y celeste (disminución de la humedad atmosférica, desorden en el régimen de las lluvias, mayores extremos de calor en verano y de frío en invierno), el desierto absoluto que ya ni las fieras pueden habitar; queda lo que se ve desde el tren al pasar por la provincia..." (EMA:42)
Pero el arrasamiento del bosque supone además, como anticipaba Rojas y comprobaba Di Lullo, la destrucción de la vida social del campo, de aquella "civilización rural" que ahora Canal buscará menos en términos de folklore, posiblemente para no inventar un "folklorismo" que olvida que se ha asido a un folklore del pasado, produciendo así su propio "desencuentro con una nueva realidad".33 Si al comenzar a redactar las primeras notas, Canal se había propuesto escribir una sociología mediterránea argentina, donde ciudad y campaña se pudieran comprender en sus relaciones recíprocas, en 1948 lo que publica es un estudio de "los fenómenos de crisis, desintegración y liquidación de la ruralidad"(EMA:15). Si esa civilización había existido alguna vez, ya no era posible encontrarla. La "gran columna de silencio" del Lunario de Lugones a la que compara el fenómeno de la migración rural santiagueña, más que una ordenada fila luce como "un cuadro general de desmovilización y de desbande", "una dispersión" (EMA:20). El "año redondo" de la migración estacional en la que el campesino "se desquerencia" tiene a los ojos de Canal, el carácter de un desentendimiento del propio lugar, en el que se pierden raíces hacia abajo y constructividad hacia adelante.34 El punto de partida y llegada de la migración pierde densidad, porque deja de ser el lugar donde se hace algo. Como los ríos desatendidos en su curso, este migrante de estación ampliada (la ausencia se extiende de seis a ocho meses) queda obligado a estar siempre yendo a otra parte. Campesinos sin tierra, que han perdido "la propiedad y la posesión", si migran es porque esta tierra no tiene "la facilidad de la pampa", no da nada de sí cuando no está regada, y cuando lo está, deja de quedar al alcance de sus empobrecidos ocupantes, que lo son a la manera del tránsito y la precariedad.35 Por eso, el éxodo, más necesidad que elección en esas circunstancias, "sólo hace miseria, es decir, fabrica su principio de razón" (EMA 32). Y al fabricar miseria, ahora sí, produce desierto en su más temido sentido: "cien mil campesinos reunidos en torno a los obrajes no logran hacer un pueblo"(EMA: 81). Por eso la crisis de la industria "antiforestal", "no tendrá que tratarse ya del problema trivial de tener que procurar nuevos trabajos a la masa en vacaciones forzosas, sino del problema infinitamente menos temporal y no meramente paliativo, de procurarle las bases de una reinstalación radical en la tierra, de una reasunción vertical de la tierra, por la raíz (la propiedad) y por la copa (las formas institucionales gregarias, desde la familia hasta los órganos de su propio gobierno)" (EMA 84). La política de una planificación integral como reorganización del espacio habitado y habilitación del espacio desertificado, deberá entonces a la vez estudiar el aprovechamiento del agua, la demografía, la propiedad de la tierra, la organización social y política.36
El "exceso de mapa" -esta vez nacional- que Canal señala para ese momento, está en la Patagonia, ampliación que si bien se había producido nominalmente en 1880, recién a lo largo de la década de 1930 fue objeto de políticas efectivas de apropiación. Canal se lamenta que en 1946 los argentinos se interesan más "en la patagonia, toda hipótesis, que en el Norte, todo crisis" (EMA 104), donde las provincias "sobran", pero en un sentido diferente, ya no como promesa, sino como frustración. Vista a la luz de la experiencia del norte santiagueño, la nueva mirada del país puesta sobre la Patagonia parece animada de una especie de inercia depredadora más que de una voluntad constructiva.
Si la Constitución de 1953 había sido el producto de un miraje que no surgía de Buenos Aires sino de los hombres del interior (y del único interior que existía por entonces, que era el del norte), y éstos habían seguido la inercia de los ríos que corrían hacia el sur, con la esperanza de "apoderarse" (EMA:90) de la capital para que sirviera a los intereses del conjunto, y si el "pietre positivismo" posterior, animado por una visión mágica del progreso, había desmontado sistemáticamente la organización del espacio de los tres siglos de la colonia, sin sustituirlo por ninguna otra realidad, la nueva etapa de la vida nacional suponía que otra vez los hombres del "interior" se hicieran responsables de su espacio, pero ahora para darle arquitectura y organicidad interna. El concepto de región aparece aquí como la perspectiva y la anticipación de una posibilidad inscripta a su vez en la naturaleza y en prácticas reales existentes desde antes de la conquista española, para estructurarse en la constitución de una organización territorial que supere las estrecheces de los poderes locales, políticamente configurados en "provincias". Y en este punto Canal no ahorra reproches tampoco a sus coprovincianos: "El uso o desuso bizco que ha hecho del río Salado la provincia de Santiago, ha tullido todo el tracto que atraviesa la provincia de Santa Fe y ha matado la colonización dentro de sus propios límites" (EMA:117, cursivas mías). La región supone así la voluntad política local de organizar un espacio más amplio, que abra además el miraje de cada provincia a una relación con la nación de pretensiones más complejas y productivas que la negociación de las "paradójicas 'ayudas federales'" (EMA:122).37
En realidad, de las provincias "ninguna está organizada para su realidad" porque "todas producen lo necesario para exportar y dejar a su propia población muerta de necesidades"(EMA:69). Ni la zafra azucarera ni aún menos el obraje habían constituido sistemas productivos capaces de reunir en torno a sí otra cosa que "suburbios periódicos". La población se descuajaba, sin poder estructurar nada nuevo en ninguna parte y la dependencia respecto del presupuesto nacional que se hizo patente por estos años, diluía aún más las posibilidades de recuperación autónoma.
En el "miraje" de la organización nacional, los ríos sólo habían sido vistos "como medios de comunicación, como medios de 'escapar de la soledad', que decía Alberdi; de unificar por sobre las espantosas distancias, por sobre el desierto, inconmensurable, abierto, del bruto sólo guarida, que decía Echeverría, la masa del país; de vencer la funesta 'desasociación' que decía Sarmiento" (EMA:94). Y en ese esquema, a Santiago del Estero le había tocado ser un lugar de paso, un límite ancho e inútil entre las provincias ricas del norte y las del sur, destinado por eso a ser visto "desde el ferrocarril". La eficacia de aquel miraje la había condenado a realizarlo. Por contraposición, ahora había que mirar a los ríos como "órganos de estabilización, de demora localizada, de morosa y amorosa fecundación, como anti-caminos". Articular Santiago al resto del norte, suponía ir mucho más allá de intentar "recuperar la vieja sociedad pastoril y patriarcal", como parecían pretender los conservadurismos en ascenso dentro del peronismo local. Lo que hacía falta era una planificación integral, donde la provincia "sea sujeto" y no "sólo objeto" de políticas. Sin ella no sería posible salvar a este ancho límite, que separaba y unía a la vez a la región, de convertirse en una tierra de nadie. Por eso Santiago era una provincia "ultraprovincial". Si Canal decía provocadoramente que Santiago no poseía ni sus ríos, ni sus tierras, ni su población (EMA142) era porque ella, por su posición y su historia, menos que ninguna otra provincia, podría ser comprendida ni organizada prescindiendo de sus articulaciones con la región. Había que ir del mapa como croquis, a la construcción de un mapa performativo que tuviera en cuenta el espacio practicado y el practicable. Esto es lo que parece proponerse en TCA.

Una teoría de la ciudad después del éxodo: de la región al Buenos Aires/nación.

El PINOA constituyó un éxito efímero. En los fragmentos que Canal recoge en EMA, tiene cuidado de presentar la argumentación con que se plantea durante el Congreso la oposición a la idea de región. De hecho, al finalizar el evento se constituye el Instituto de Planificación Integral del NOA, y el gobernador Mittelbach parece dispuesto a asumir la política sobre recursos hídricos propuesta. Pero Anibal Oberlander, ministro de gobierno comprometido con las ideas del evento, renuncia en medio de una poco clara crisis política y en enero de 1948 es intervenida la provincia. En 1949 Carlos Juárez, un joven dirigente de Acción Católica, asume por primera vez la gobernación, luego de arrebatarle la candidatura al prestigioso Di Lullo. Su discurso a la legislatura, además de tratar de calmar los malestares que precedieron a la imposición de su nombre, deja en claro que toda obra hídrica de magnitud será dejada en manos de la Nación. En 1958 Canal explicará que "no alcanzó a dar frutos; el gobierno nacional se interpuso, y los provinciales no estaban en condiciones culturales y morales de interesarse en el empeño".38
En todo caso, cuando EMA es publicado, Canal Feijoo ya vive en Buenos Aires, y su siguiente libro, más sistemático, dos años después, parece volver sobre la experiencia santiagueña con nuevos matices: Santiago se ha convertido mucho más claramente en un caso extremo del problema fundamental del país, y en este contexto, desde la gran ciudad "cabeza de bandada" e "hipóstasis de la nación", su reflexión sobre el espacio regional se ha convertido en una historia de la apropiación del espacio nacional.
La apropiación del territorio en etapas que describe TCA -como ya ha sido señalado por A. Gorelik- puede ser vista como una sucesión de mapas. Cada uno de los mapas son construidos por Canal a partir del desciframiento de la lógica que habría presidido ciertas prácticas del espacio, por oposición a los mapas de la voluntad abstracta de la representación del mundo natural o de la mera decisión política formalista.
Situado ahora Canal con los pies del otro lado de la fractura entre "Buenos Aires" y "el interior", constata que efectivamente, no hay un "otro lado" sino un gran equívoco de graves consecuencias para ambos. La historia argentina comienza como una historia de ciudades y la práctica del espacio urbano comienza siendo en el país un acto voluntarista y ritual de trazar la cuadrícula en un suelo decretado vacío, para la construcción precaria de ciudades mediterráneas, que si proceden de una lógica conjuratoria y estática, atravesada por la voluntad de repetición que se dice en la toponimia (Nueva Córdoba, Nueva Rioja, etc.), se verán sometidas a la "alquimia" cultural y el mestizaje. El desamparo de un conquistador que en los confines del imperio se convierte en colonizador, no tiene más remedio que confiarse a los lares del indígena y ponerse a la guarda de su "alma tribal y totémica"(TCA:30): las tonadas actuales, características de cada espacio provincial, serían testigos de la lógica de estos emplazamientos en áreas indígenas específicas.39 Superponiendo a un mapa etnográfico de Antonio Serrano el orden cronológico de las fundaciones españolas, se insinúa el movimiento que desde el centro santiagueño describe un círculo hacia el sur (Córdoba), el oeste (Mendoza), el norte (San Juan), el noreste (Tucumán) para cerrar ese primer movimiento fundador hacia el sureste en Santa Fe. Si la superposición nos señala los vínculos entre las nuevas ciudades y la distribución de etnias y lenguas que explicarían las actuales tonadas, la parábola que describe el movimiento fundacional muestra los puntos de la implantación española como un ademán estratégico de definición de espacio y de trazado de límites de un área de influencia. Buenos Aires, la séptima fundación, una vez demarcado el espacio mediterráneo, trata de darle una salida que lo comunique hacia el exterior: "puertas de la tierra", requeridas por los hijos de españoles (que ya son hijos de la tierra), marcadas desde el inicio por la ilegitimidad capaz de imponerse de hecho y por la voluntad de independencia. Luego viene el segundo ciclo de fundaciones, que consolida las posiciones mediterráneas, pero la existencia del puerto de Buenos Aires programa ya un movimiento centrífugo y moderno irreversible.
En el centro del primer movimiento dispersivo, Santiago del Estero, varias veces definida por Canal por su insularidad (Cf. Nivel de historia, pp 92ss) y su aislamiento, aparece como el centro progresivamente debilitado de una inicial y precaria malla en tensión, que se fue "escurriendo" hacia el litoral en la medida en que el nuevo mapa pre y proconstitucional pugnaba por apropiarse de la "ciudad cabeza de bandada" a fin de consumar su necesaria salida al atlántico. Esta nueva práctica del espacio será el objeto de una lucha entre ciudades que determina el largo y agotador período de guerras cancelado en 1853, y que tendió los hilos maestros de una telaraña que nunca terminó de articularse, y que en la década de 1940 se reforzó, defraudando la promesa de corregir con caminos los trazados del ferrocarril.40 Presentado por Canal como un mapa de necesidad biológica, una configuración inevitable, sin la cual no habría autonomía posible, sino condena al puro y simple aislamiento, la historización del proceso de construcción del mapa nacional, le permite ir más allá del paradigma de las "dos argentinas": no hay dos, sino una sola que no termina de constituir una fisonomía acorde con sus posibilidades de desarrollo. El paradigma de las "dos argentinas" contrapone Buenos Aires al interior, mientras que la lectura histórica de Canal muestra un proceso de constitución de ciudades en el que ambos polos son inescindibles en su tensión, porque no pueden ser uno sin el otro. La ciudad mediterránea ambicionó desde el inicio su salida al mar y por eso Buenos Aires, como dirá en 1977, estaba vocacionada desde el inicio a ser una "ciudad bifronte": ciudad hacia el interior, puerto hacia Europa.41
La preocupación de Canal sigue siendo la de "nominalizar lo real" y "realizar lo nominal", ponerle nombres a las cosas asumiendo su inminencia para delimitarla, pero luego dar eficacia histórica a la voluntad constitucional para que no se agote en un mero voluntarismo. La nominalización de la ciudad preconstitucional necesita la performatividad espacial que no puede venirle sino de un sentido de la práctica del espacio y su conversión en territorio. Esta configuración estaría reclamando, en los tiempos postconstitucionales, un tercer movimiento aguas arriba, un tercer mapa que es más bien una promesa, que rearticule los nudos de la malla de la estructura mediterránea del país, sin la cual la capitalía de Buenos Aires no tiene qué capitanear. La configuración que surgió de la constitución de 1853 no fue para Canal un error, pero es a sus ojos en 1951 un anacronismo.
Este movimiento, que va de la constitución a la planificación, a la organización, a través de una técnica de gestión, de un territorio multicéntrico pero articulado, puede estar atravesado de voluntarismo, pero no de un modo diferente al de la historia misma de la república, que Canal relata.42 Tal vez esta ingenuidad que parece esperar mágicamente ahora de la tecnología y el planeamiento -como antes del ritual o de la legislación- una eficacia histórica a contramano de las prácticas culturales y políticas realmente afianzadas y en consolidación ante sus ojos, no sea más que la expresión de la impotencia de la palabra desarmada que viene de un campo intelectual marginal, aunque en el PINOA haya tratado por un momento de construir la red de alianzas políticas e institucionales que le permitieran delinear un proyecto regional. El éxodo definitivo a Buenos Aires que acababa de concretar Bernardo Canal Feijoo cuando publica estos textos, tal vez sea el producto de una toma de conciencia de las dificultades de generar cambios desde los espacios marginales, pero es seguro también un acto a contracorriente de su simultánea propuesta de recuperación del país aguas arriba.

Reeditar es resucitar.

Retomando un proverbio Kabyl, Pierre Bourdieu recuerda que "citar es resucitar". Reeditar textos de autores de mediados del siglo XX supone de alguna manera retomar también los problemas que plantearon en su carácter de irresueltos, con esperanza de encontrar en sus páginas potencialidades no pensadas. En el caso de los ensayistas, esta recuperación tiene un atajo. En una coda al final de su artículo Mapas de identidad, Adrian Gorelik sugería que intentar comprender estos mapas de los ensayistas de mediados del siglo XX, más que en sus contenidos, en sus "procedimientos y resultados", podría ayudarnos a entender por qué el ensayo de interpretación en Argentina explora mucho más un no ser, la evidencia de una falta y de una frustración, que el sentido de la afirmación del país. Leerlos hoy supone no sólo escuchar su palabra, sino recuperar a la distancia el movimiento en que se inscribe y que la escribe: es decir, su poder de construir imágenes identitarias a largo plazo, otorgado por su razón histórica de ser: ninguna palabra tiene performatividad si no hay un juego social de construcción de creencias que la produce y sostiene como creíble. Reeditar a un autor como Bernardo Canal Feijoo, que en los dos libros que aquí presentamos, pensó el territorio nacional con la urgencia de una tarea a realizar, es volver a poner sobre la mesa -el escritorio de la academia, pero también la mesa de los espacios de decisión política y de la reflexión ciudadana- temas que lejos de ser curiosidades históricas, continúan teniendo la urgencia del agravamiento. Resucitar la voz de Canal en dos libros escritos en el momento en que él mismo, a los 50 años de edad, define su éxodo de Santiago del Estero a Buenos Aires, preguntándonos por la génesis de la fractura que a la vez lo atrae y lo expulsa, tiene hoy el valor de volver a darnos a pensar las representaciones de una voluntad constructiva del territorio nacional y de las inercias depredadoras de la concentración y el fracaso. Inercias inscriptas en las leyes, en la economía y la política, pero también en las percepciones y prácticas del espacio, en el miraje, hubiera dicho Canal.

Santiago del Estero, verano de 2010

Notas

1 "Poetas con oficio conocido" llamó sagazmente a los hombres de La Brasa un informante de Marta Cartier de Haman. Cf. Marta Cartier de Haman, La Brasa: una expresión cultural santiagueña, Santa Fe, Colmegna, 1976.

2 Volviendo a mirar la problemática de los obrajes forestales, recientemente Alberto Tasso, sin desmentir sus consecuencias negativas de conjunto, ha puesto el acento en la complementación de esta actividad con otras actividades productivas de la provincia. Cf. Alberto Tasso, Ferrocarril, quebracho y alfalfa, Córdoba, Alción, 2007.

3 Para la agricultura de riego y la industria azucarera ver, entre otros, Mercedes Tenti, "Cien años de historia" en VVAA Retrato de un siglo, Santiago del Estero, El Liberal, 1998 y Luis Alen Lascano, Historia de Santiago del Estero, Rosario, Plus Ultra, 1996. Respecto de la problemática de la explotación forestal, según estudios recientes, que amplían aún los cálculos de las memorias descriptivas de Lorenzo Fazio y de Gancedo en la época, se puede afirmar que "a comienzos del siglo XX el 83% de la superficie de la provincia estaba cubierta de bosques de madera dura alternados con pastizales" Alberto Tasso, op. cit, p. 180.  

4 Para una cronología de las obras de Canal Feijoo vinculadas a acontecimientos nacionales y provinciales, así como para una bibliografía completa del autor, Fernán Gustavo Carreras, Autoafirmación y autocomprensión del sujeto argentino en la obra de Bernardo Canal Feijóo.

5 Llegó posiblemente atraído a Santiago por la trayectoria exitosa del tío, Javier Feijoo, quien, habiendo arribado en 1865, poseía pocos años después la barraca de frutos más importante de Salavina (una de las regiones más productivas de la provincia por entonces) y se integró rápidamente a la elite por matrimonio y prosperidad.

6 En 1927 Arturo Capdevila visitó Santiago con la poca fortuna de que su conferencia tuvo lugar en un día tórrido de viento norte. Regresado a Buenos Aires, publicó en el diario La Nación una nota crítica sobre la poca concurrencia a su disertación y sobre el escaso desarrollo cultural en la ciudad. Allí contrastaba al joven Canal-Feijóo "el de la palabra precisa" y sus "compañeros de brega", que intentaban realizar una obra imposible en un medio hostil. La nota de Capdevila provocó una ola de respuestas airadas en el diario local El Liberal y un comentario irónico de Canal Feijóo en la revista La Brasa. cf. La Brasa, año 1, N 3. 1927. (Reedición facsimilar. Secretaría de Cultura de Santiago del Estero, 2010) Pero el contraste no era del todo infundado. Sólo diez años antes del nacimiento de Canal había asumido Absalón Rojas (padre del escritor Ricardo Rojas) el gobierno de la provincia, luego de haber estado vinculado a las esferas del poder desde la caída de los Taboada, los caudillos mitristas que venían constituyendo oposición al gobierno central desde los tiempos de Sarmiento. Expresión local del roquismo ideológico y político, Rojas a lo largo de su extensa influencia sobre Santiago desde diferentes cargos ejecutivos o legislativos, había puesto empeño particular en desarrollar la instrucción primaria, así como lo hicieron varios de sus sucesores (vinculados o no a su línea política) en la convulsionada década de 1990, que conoció tres intervenciones federales a la provincia (1892, 1895, 1898). Sin embargo, en 1895 la tasa de analfabetismo de Santiago seguía siendo la más alta del país: el 85,6% frente al 53,3% nacional. Cf. Luis Alen Lascano, Historia de Santiago del Estero, op. cit.

7 Ana Teresa Martínez, "Entre el notable y el intelectual. Santiago del Estero 1920-1930", en Revista Andina 37, Cuzco, 2003.  

8 Ana Teresa Martínez, "¿Un campo intelectual en Santiago?" en Martínez, Taboada, Auat, Los hermanos Wagner, entre ciencia mito y poesía, Santiago del Estero, UCSE, 2003.

9 Alberto Tasso, "Biografía y clima de época en el pensamiento de un creador" en VVAA Quien fue Bernardo Canal Feijoo, Santiago del Estero, Barco, 1997, p.17.  

10 Luis Alejandro Auat, "Santiagueños, ¿hasta dónde y desde cuándo?" en Martínez, Taboada, Auat Los hermanos Wagner, entre ciencia mito y poesía, op. cit, p. 284

11 Canal fue el principal sostén de la empresa en la búsqueda de contactos y financiamiento para las excavaciones, divulgación y publicación de resultados. También fue el traductor (los hermanos escribían en francés) y prologuista (con su amigo Mariano Paz) del libro de arqueología más (literalmente) monumental y lujoso que conoció por muchos años la disciplina en Argentina. La vinculación entre los hermanos Wagner y Canal Feijoo, así como con los arqueólogos y antropólogos argentinos, puede verse en el libro ya citado de Martínez, Taboada, Auat Los hermanos Wagner, entre ciencia mito y poesía, mientras que una versión más breve de la teoría de los hermanos y su significado en Argentina y Santiago en "The Wagner brothers: French archaeologists and original myths in early 20th century Argentina". En Nathan Schlanger and Jarl Nordbladh. en Archives, Ancestors, Practices. Archaeology in the Light of its History, Oxford/New Cork, 2008. (cap. 20). Es de notar que, a pesar de la crítica despiadada de los arqueólogos argentinos de la época a la teoría de los Wagner, Canal continúa recuperando hasta 1976, como también hace notar Beatriz Ocampo, las tesis de los hermanos en su ensayo sobre Lugones Cf. Beatriz Ocampo. La nación interior. Buenos Aires, Antropofagia, 2004.

12 Bernardo Canal Feijoo, "Viento norte", en Sol Alto, op. cit, pp. 45-48.  

13 La ausencia de arquitectura es objeto de reflexión entre otros lugares, en Bernardo Canal Feijoo, Ñan 1, Santiago del Estero, 1932; las "actas sin acto" son retomadas varias veces en su obra y se refieren al hecho se reunirse el cabildo y elaborar un acta para dejar constancia de la reunión, "sin asunto que tratar" (TCA:60), evidencia de la exigüidad de la vida urbana. Estas dificultades y esta obstinación son objeto reiterado de la reflexión de Canal. No faltaban causas naturales: el emplazamiento de la ciudad debió moverse más de una vez a causa de las crecidas y cambios de curso periódicos del río Dulce y las inundaciones (que derribaron varias veces el cabildo y la catedral) continuaron invadiendo con cierta frecuencia la ciudad hasta la década de 1920, cuando se consolidó el Parque Aguirre en tierras ganadas al río. Canal reflexiona sobre este crecimiento obstinado de la ciudad hacia el Norte en Nivel de historia, Ñan 2, 1934. Fundación colonial más antigua del país, Santiago fue la proveedora de los grupos de españoles que fundaran las ciudades del NOA hasta Córdoba, razón por la cual fue distinguida con el título honorífico de Madre de Ciudades por Felipe II. La ciudad iría perdiendo paulatinamente su primacía para pasar a depender primero de Córdoba y luego de Tucumán. La historiografía local aduce razones vinculadas a las dificultades del emplazamiento y del clima. De hecho, entre las razones que aduce el obispo Mercadillo para pedir al rey el traslado de la sede del obispado, se incluye "un calor indigno de cristianos", y reiteradamente las inundaciones y la mala calidad del adobe elaborado con una tierra impregnada de salitre, son señaladas como causas de derrumbe de los edificios públicos. Este relato de la pérdida progresiva de poder y prerrogativas de la ciudad constituye hasta hoy parte de un discurso identitario sobre Santiago de rasgos frecuentemente reivindicativos. Para una lectura ecuánime del proceso ver la ponencia de Sonia Tell e Isabel Castro Olañeta, De Santiago del Estero a Córdoba: proyectos y conflictos en torno al traslado de la catedral, presentada en el VIII Encuentro de Jóvenes Investigadores, Santiago del estero, octubre de 2008. Para un estudio minucioso del papel del río en la historia santiagueña de la colonia temprana, Silvia Palomeque, Santiago del Estero y el Tucumán durante los siglos XVI y XVII. La destrucción de las 'tierras bajas' en aras de la conquista de las 'tierras altas' en Silvia Palomeque (dir) Actas del Cabildo Eclesiástico, Obispado del Tucumán con sede en Santiago del Estero 1592-1667, Córdoba, Ferreyra Editor, 2005.

14 Este carácter a-arquitectónico de los santiagueños es también reiterado en la reflexión de Canal Feijóo de estos años (Cf. Ñan 1, op cit, pp 29ss), que son también los de su amistad con Jorge Kalnay, autor en Santiago durante los años 1930 del proyecto del mercado Armonía y de la casa del gobernador Juan B. Castro (hoy restaurada como centro cultural). Kalnay fue, como veremos, inspirador y coorganizador con Canal del PINOA. Para mayor información sobre su influencia por esos años en la arquitectura argentina y del NOA, Cf. Adrián Gorelik, A. "Mapas de identidad" en Miradas sobre Buenos Aires. Historia cultural y crítica urban,. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004 y Jorge Pantaleón. Una Nación a medida. Creencia económica y estadística en la Argentina (1918-1952), La Plata, Al margen-IDES, 2009.

15 Cf. A. Ballent y A. Gorelik, "Pais urbano o país rural: la modernización territorial y su crisis" en A. Cattaruzza, (dir) Crisis económica, avance del estado e incertidumbre política (1930-1943), tomo VII de la Nueva Historia Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 2001. Para el pensamiento de Alberdi dentro de la obra de Canal, se puede consultar el texto de Fernán Gustavo Carreras anteriormente citado.  

16 Por ejemplo, en 1930, un miembro de La Brasa es el fiscal denunciante de dos ministros del gobernador depuesto, también brasistas, y el juez que los absuelve es otro de los firmantes del manifiesto. El caso da una pauta de la complejidad que supone una mínima autonomía del campo intelectual en sociedades donde el grupo de letrados necesariamente cumple funciones múltiples.

17 Cf Martinez, Taboada, Auat, op cit.

18 Hacia la década de 1940, La Brasa se halla convertida en una Sociedad que continúa organizando conferencias financiadas por un fondo fijo al que contribuyen varios de los antiguos miembros, además de un importante número de nuevos. Daniel Guzman realiza actualmente un trabajo de relevamiento aún en curso, de las actuaciones de los grupos de intelectuales de los años 1940, utilizando como insumo sobre todo las revistas culturales, en el contexto del proyecto de investigación "Historia de las ideas políticas y filosóficas en Santiago del Estero en el siglo XX", dirigido por el Dr. Gustavo Carreras, en la Universidad Nacional de Santiago del Estero. Sus resultados parciales, generosamente puestos a disposición, son la fuente principal de este punto de nuestro estudio.

19 A partir de la recopilación que viene haciendo Daniel Guzman, se puede inferir que aquí se concentran los intelectuales más vinculados al liberalismo ideológico, mientras que el museo comienza a nuclear a algunos escritores de corte nacionalista. El PINOA fue en este sentido una iniciativa que concentró los esfuerzos de la Sociedad Sarmiento, de La Brasa y del Colegio durante estos años. (Cf Daniel Guzman, "La Brasa: la tensión entre la región y el mundo. 1941-1951" mimeo, Santiago del Estero, 2009.)  

20 Di Lullo se propone mostrar qué ha ocurrido luego de treinta años del "Hachas cantad!" de Rojas. Considerar ahora al país de la selva, con "criterio económico y social" le lleva a oponer su grito de "Bajad las hachas!" para conservar el bosque a fin de realizar una explotación más racional, y recuperar la economía agro-pastoril y las industrias que se le asociaban, preservando a la población rural de la destrucción moral y física a la que la vienen sometiendo los obrajes forestales. Cf. Orestes Di Lullo, El bosque sin leyenda, Santiago del Estero, UCSE, 1999 (Santiago del Estero, Arcuri y Caro, 1937)

21 Cf. Carlos Bernabé Gomez, Tolvanera. El drama de los antiguos obrajes santiagueños, Buenos Aires, Rescate, 1978 (Santiago del Estero, Yussen, 1942). Para la problemática de los obrajes en Santiago del Estero ver entre otros Raúl Dargoltz, Hacha y quebracho, Santiago del Estero, Conciencia nacional, 1991 y Alberto Tasso, op cit. Para el caso de las inspecciones a los obrajes y los conflictos por la aplicación de leyes del trabajo en la década de 1940, Ana Teresa Martínez, "Obrajes, leyes del trabajo y prácticas políticas", op cit; "Estado, economía y política en Santiago del Estero 1943-1949" en Andes 19, Salta, 2008 y "La prehistoria del peronismo en Santiago del Estero. Laborismo, radicalismo y política criolla en las elecciones de 1946" en Quinto Sol 12, Santa Rosa, 2008.

22 Importa destacar que Di Lullo fue por otra parte un excelente folklorista, que recogió en terreno creencias, fiestas populares, cocina, medicina, cancionero del mundo rural de Santiago. Para la lista completa de estas obras Cf Beatriz Ocampo, op.cit.

23 Para la expresión de "pasión mediterránea" referida a Canal Feijoo, Cf Octavio Corvalán, Bernardo Canal Feijoo o la pasión mediterránea, Santiago del Estero, UNSE, 1988.  

24 Para conocer más sobre el PINOA, se puede ver Mercedes Tenti. "La planificación regional en el Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino (PINOA)", ponencia presentada en el Undécimo Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina, Córdoba, 20 al 22 de septiembre de 2001. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia; Pantaleón, Jorge. op. cit. especialmente el capitulo 4: "La invención de la región del Noroeste Argentino", textos de los que somos tributarios sobre este punto.

25 Según Jorge Pantaleón, Figueroa Román había viajado a la URSS a estudiar in situ la planificación comunista. Para profundizar sobre la planificación "democrática" y su relación con los trabajos de Lewis Munford, ver Gorelik, A. "Mapas de identidad", op. cit. Para pesar la vinculación de la llamada "planificación totalitaria" con los modelos del gobierno de Perón, Pantaleón hace notar que el ministro de la presidencia de Perón, recién asumido el gobierno, era en ese entonces José Figuerola, uno de los discípulos del social católico Alejandro Bunge que habían ingresado a puestos importantes en el Estado luego de la revolución de 1943. Figuerola había llegado al país en 1931 y era un ex colaborador del ministro de trabajo del gobierno falangista de Primo de Rivera e impulsaba en Argentina por entonces el Plan Quinquenal y el IV Censo Nacional (el primero que se hacía desde 1914), llamado por los opositores "el censo de Perón".

26 Primer Congreso Regional de Planificación Integral del Noroeste Argentino. Hoja de convocatoria, mayo de 1946.  

27 La afinidad del cuadro de Ingres con la Civilización Chaco-Santiagueña, remite a que Duncan Wagner había desplegado en 1937 ampliamente su imaginación para pintar en una conferencia, un cuadro del "rol de la mujer en una civilización prehistórica de la Argentina". Inicialmente pronunciada en francés en el Jockey Club de Buenos Aires, el texto fue vertido al español y publicado en separata, incluida una ilustración altamente idealizada de las mujeres indígenas. La alfarería, destacable por la delicadeza y precisión de sus formas, constituía para Duncan una tarea central en la vida de estas mujeres imaginadas.

28 Las posibles vinculaciones de la reflexión de Canal con lecturas de Juan Alvarez, en Adrián Gorelik, op. cit.

29 El tercero, será Fundación y frustración en la historia argentina, Buenos Aires, Juarez editor, 1977, donde Canal vuelve una vez más sobre los temas de EMA y TCA.

30 Para los sentidos del término "constitución" en estos textos de Bernardo Canal Feijoo, cf Adrián Gorelik, op cit

31 Bernardo Canal Feijoo, "Radiografías fatídicas" en Sur, 37, Buenos Aires, 1937 y el análisis de A. Gorelik ya citado.  

32 Cf Ana Teresa Martínez "Obrajes, leyes del trabajo y prácticas políticas", op. cit.

33 Bernardo Canal Feijoo, Nivel de historia y otras proposiciones. En Ñan 2, Santiago del Estero, 1934 pag 95.

34 Cf "Año redondo: gesta del santiagueño" en Sol Alto, Buenos Aires, La facultad, 1931.  

35 El problema de la posesión y la propiedad de la tierra lo trató Canal en Pasión y muerte de Silverio Leguizamón, la obra teatral publicada en 1937 que precisamente relata la historia de un poseedor despojado, que -salvando las distancias temporales por las que Canal solía saltar sin muchos cuidados historiográficos- podría responder perfectamente a la descripción que hace aquí: "(el campesino) era sólido de su adhesión al lugar, como los árboles, como los animales de mero instinto, en base a sentimientos de adaptación climática y de querencia, no de voluntad jurídica de dominio. Por eso resultó al fin fácil presa de despojo" (EMA 55). Hoy, a fines del año 2009, en otro contexto, en que la mano de obra "agregada" como parte de la propiedad ya no es ni siquiera una riqueza potencial en tanto mano de obra segura, la problemática rural santiagueña se ha complicado aún más: la introducción últimamente del cultivo de la soja en amplias zonas, amenaza a la vez con un nuevo ciclo de desertificación y reavivó una enorme conflictividad en un campo donde vive el 30% de la población, en general dispersa, poseedores desde generaciones, sin títulos de propiedad, que viven del ganado menor y de la migración a las cosechas demandantes de braseros de todo el país.

36 No podemos extendernos aquí al respecto, pero si Canal por momentos parece esbozar cierta actitud discriminatoria hacia los inmigrantes árabes, el contexto de estos años es el del punto de llegada de un proceso que comenzó por la vinculación al comercio trashumante en las zonas rurales, luego a las proveedurías de los obrajes, para ser en muchos casos propietarios de los mismos en las últimas etapas de su productividad.(Cf Alberto Tasso. Aventura, trabajo y poder. Sirios y libaneses en Santiago del Estero. Buenos Aires, Indice. 1988) Este proceso, como insinúa Canal, se articuló en los años 30 con el sistema político, en la medida que junto con las redes de presión en torno al manejo del agua de riego, otra red importante parece haberse constituido a partir del rol político que asumieron estos comerciantes rurales, sustituyendo en él a antiguos patrones locales. El ascenso de Rosendo Allub como dirigente radical resulta paradigmático, así como su presencia en la posterior configuración del peronismo local.  

37 Un estudio de los presupuestos provinciales por estos años los señalan como el punto de inflexión en que la provincia pasa a depender casi completamente de fondos de la nación, hasta el día de hoy. Cf. Ana Teresa Martínez, Estado, economía y política en Santiago del Estero 1943-1949 op. cit.  

38 Bernardo Canal Feijoo, La frustración constitucional, Buenos Aires, Losada, 1958, p 93.

39 A lo largo de sus textos de los años 1930 y 1940 Canal parece evolucionar desde la afirmación del vacío cultural de unas poblaciones "primitivas" y "sin historia", que ya no conservarían nada de aquella gloria de la Civilización Chaco-santiagueña como expresa en Ñan I y II y como surgiría de las teorías de los Wagner, a preguntarse por los portadores de la continuidad del quechua, las técnicas textiles, los relatos míticos y otras expresiones del folklore que recogía a través de su informante José Gomez Basualdo, en los que ve claramente la raíz indígena, como en Ensayo sobre la expresión popular artística en Santiago, editado en 1937. En los textos de la década de 1970 parece haber vuelto a aquella idea del primitivismo de los habitantes de la región.  

40 "Agua y caminos" era la síntesis del diagnóstico de necesidades de Santiago del Estero que hacía Olmos Castro en sus informes a comienzos de la década de 1940 y fue el lema con que ganó sus primeras elecciones Carlos Juárez en 1949.

41 En 1977 Canal explora más detenidamente las corrientes de ideas que desde la Conquista diferenciaron el movimiento de fundaciones de la ciudad mediterránea respecto de aquel que buscaba instituir a Buenos Aires, pero ésta seguirá siendo una ciudad de doble rostro, porque no puede ser sin el interior que organiza. La diferencia en este texto es que la fundación de Brasilia le aparece como un paradigma planificador que parece profundizar su convicción del anacronismo constitucional en Argentina y abrirle la posibilidad de pensar una capital en otro lugar que no sea Buenos Aires. Cf. Fundación y frustración en la historia argentina, op cit.

42 Para una reflexión crítica sobre el carácter voluntarista de esta tarea en Canal, ver Fernán Gustavo Carreras Autoafirmación y autocomprensión del sujeto argentino en la obra de Bernardo Canal Feijoo, Río Cuarto, Ediciones del Icala, 2007.  

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