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Trabajo y sociedad

On-line version ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.22 Santiago del Estero June 2014

 

ESCRITURAS, TRADUCCIONES, EDICIONES:  PODER SIMBÓLICO Y POLITICO

Los "escritores de provincia" como tema: Mediadores culturales y circuitos literarios "periféricos" (Córdoba, 1940-1960)*

The "provincial writers": Cultural mediators, institutions and "peripheral" literary circuits (Córdoba, 1940-1960) 

 

Ezequiel Grisendi**

** Miembro del Programa Cultura Escrita, Mundo Impreso, Campo Intelectual (CEMICI), Instituto de Antropología de Córdoba-UE-CONICET/ Universidad Nacional de Córdoba. Becario del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Doctorando en Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Correo electrónico egrisendi@gmail.com 

 


RESUMEN

El proceso de especialización del campo cultural y el surgimiento de diversos tipos de figura intelectual debe ser comprendido a partir de las dinámicas propias que cada zona de la producción de bienes simbólicos y de su inserción en una geografía política y cultural de amplios alcances. En este caso, analizamos la relación entre algunos mediadores culturales de notable actividad y la formación es espacios de sociabilidad literaria en Córdoba entre comienzos de la década de 1940 y fines de los años cincuentas. En nuestra argumentación, importan señalar las formas efectivamente producidas por quienes denunciaban y reclamaban por el estatuto de los escritores en espacios provinciales, algunas vías de acción llevadas adelante en torno al debate sobre la profesionalización del "hombre de letras" y atender a los emprendimientos editoriales que promovieron a fin de difundir su producción en circuitos de variado alcance. La definitiva concentración de los medios de consagración literarios en Buenos Aires, la inestable situación de los principales agentes de los circuitos provinciales y la progresiva renovación de los "criterios de valor estético" a lo largo de la década de los cincuentas, desactivaron gran parte de las experiencias aquí relevadas.

Palabras clave: Mediadores culturales; Circuitos literarios; Instituciones; Córdoba.

ABSTRACT

The specialization process of the cultural field and the emergence of various types of intellectual figure must be understood from the dynamics of each area of production of symbolic goods and their role in political and cultural geography, broadly construed. In this case, we analyzed the relationship between some cultural mediators and the formation of literary social spaces in Cordoba between the early 1940s and the late fifties. In our argument, it is important to note the forms actually produced by those denouncing and complaining about the status of writers in provincial areas, to note certain courses of action taken in the debate on the professionalization of the "man of letters" and to attend to the editorial ventures that promoted in order to spread their production circuits of varying scope. The final concentration of the means of literary consecration in Buenos Aires, the unstable situation of the main agents of the provincial circuit and the progressive renewal of the "aesthetic criteria" over the decade of the fifties, largely defused the experiences surveyed here.

Keywords: Cultural mediators; Literary Circuits; Institutions; Córdoba.


 

SUMARIO

Introducción. "Provincializar la literatura": El canon, de Romagosa a Lugones. Avatares del "joven escritor de provincia". Situar la periferia literaria: las revistas Cristal y Laurel. Hoja de poesía. A modo de cierre. Bibliografía.

*****

 

Introducción

Una zona cultural de notable atractivo para explorar los contornos asumidos por los diferentes tipos intelectuales es la del periodismo. En especial, porque ese ámbito parece sintetizar modos de comunicación entre los universos de la cultura y la política y, a su vez, porque los agentes comprendidos en ese espacio conjugaron variados perfiles profesionales (narradores, cronistas, editores, poetas, redactores, críticos) que se tradujeron, de diferente manera, en disposiciones respecto de su propia práctica como así del lugar que la ciudad o la provincia tenían en un mapa geográfico-cultural más amplio. Si bien el problema del regionalismo literario ha sido visitado a partir de perspectivas que remarcaron su carácter nacionalista-localista o su desfasaje respecto del estado de situación de las estructuras económicas modernizadas de algunos centros urbanos en relación a otros territorios (Prieto, 1968a; Candido, 1972), las coordenadas de una geografía cultural sensible a los contactos culturales y a los efectivos fenómenos de intercambio entre ciudades, busca recomponer las fronteras regionales en su historicidad y dislocada ubicación en mapas culturales más complejos (Agüero y García, 2010: 21-22). La pregunta por las jerarquías geográfico-culturales no puede suponer un marco referencial presentista sino, por lo contrario, insertarse en una profundidad temporal que evite la reificación de los lugares de producción simbólica1.
Un interés supletorio representa, en este caso, la tensión que esa fronteriza figura del "periodista cultural" supone en la construcción de saberes no lo suficientemente "amateurs" ni excesivamente "sabios" (Schwarz, 1998-1997). El largo proceso de especialización del trabajo intelectual, sin embargo, no debe impedir atender a las figuras que, a contrapelo, parecen haberse implantado de forma paralela en múltiples áreas de la cultura. Interrogar esas modalidades bien puede evidenciar dinámicas culturales particulares y, a su vez, iluminar procesos de contacto entre comunidades intelectuales a escala nacional o regional, fenómeno que, por otra parte, en nada permaneció ajeno a la práctica periodística moderna (Collini, 2006:
451ss). La figura del "escritor-periodista" es, en este sentido, una variante de politización al interior del campo literario donde, distanciándose de aquellas posiciones auto-representadas como "apolíticas" o más abiertamente "estéticas", combina géneros (poesía, nota periodística, reseña crítica, prosa, dramaturgia), formatos de difusión (revistas culturales, folletines, prensa de pequeña tirada, pasquín, grandes diarios) y acciones de institucionalización (sindicalización, asociaciones culturales, sociedades de fomento) sin las restricciones simbólicas (y materiales) que "los literatos puros" suelen aducir (Sapiro, 2003:646)
En el espacio cordobés, muchos de quienes se dedicaron a la labor periodística tuvieron estrechas vinculaciones con la literatura. En parte porque la primera actividad suponía una derivación de la segunda en clave de "escritura para el mercado"; en parte porque los mismos agentes recorrían espacios comunes (veladas literarias, redacciones de diarios, presentaciones de libros, casas editoriales); en síntesis, el espacio literario cordobés muestra esa doble dependencia entre escritura periodística y el proceso de profesionalización del escritor. La primera, legitimada en el espacio público desde fines del siglo XIX, vino a constituir en el campo literario, la condición "...para llegar al mundo de los libros..." (Laera, 2008:495). Sin embargo, ese derrotero lejos estuvo de ser lineal y adoptó cambiantes configuraciones, imponiendo ritmos y normas a los "hombres de letras". Los nombres de José Manuel Izaguirre y Julio Carri Pérez, entre otros, dan cuenta de esa duplicidad entre escritor y periodista en Córdoba en el giro de siglo XIX al XX (Agüero, 2010: 332).
El proceso que aquí pretendemos analizar se recorta sobre un período temporal diferente (desde comienzos de los cuarentas a mediados de los sesentas), donde la problemática de la "autonomía del escritor" tuvo desiguales modulaciones. En primer lugar, la diferenciación de los dominios de la cultura guardó un lugar marginal a quienes reclamaron "poder vivir de la literatura" y su desamparo devino reclamo constante de un creciente grupo de escritores ante las autoridades estatales, tanto provinciales como nacionales; en segundo lugar, mientras que los periodistas conseguían, no sin variados obstáculos, organizarse gremialmente, los escritores veían como esa chance les resultaba poco beneficiosa. Aún a mediados de la década de 1950, un gran número de quienes hacían de la literatura una práctica subsidiaria de otra ocupación profesional (periodistas, jueces, abogados, médicos, profesores universitarios) continuaban ocupando los lugares de privilegio en el espacio literario por sobre aquellos que procuraban devenir en"escritores profesionales". Así, "Los escritores de provincia" actuó como uno de los ejes centrales en las reflexiones de un heterogéneo grupo de hombres cuyas preocupaciones literarias se traducirían, al mismo tiempo, en prácticas igualmente variadas en sus alcances profesionales y políticos. La centralidad de la poética y la narrativa regionalistas lejos de vivir un momento"epigonal" (Romano, 2004: 623) significó, para ellos, el punto de toque de las reivindicaciones en términos de un "federalismo cultural". Exploraremos aquí algunas figuras asociadas a este momento, los circuitos de circulación (publicaciones y empresas editoriales) y las opciones institucionales constituidas.

"Provincializar la literatura": El canon, de Romagosa a Lugones

En octubre de 1939, en el marco del segundo Congreso Nacional organizado por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en la ciudad de Córdoba, Juan Filloy reclamaba la necesidad de "...provincializar la literatura nacional; porque quien diga que tenemos un arte propio, miente. Arte mestizo, sí". El diagnóstico de Filloy, por caso, vino a evidenciar un tópico que, si bien no enteramente novedoso, si ganaba profundidad en un contexto de dispar suerte para "los escritores del interior": a la vez que se asistía a la ampliación de la industria editorial en Argentina (De Diego, 2006: 91) las opciones de dedicación plena al oficio de escritor profesional parecían reservadas a quienes frecuentaran, asiduamente, el espacio cultural porteño, destino de consagración literaria nacional.
El "mestizaje" de formas artísticas que denunciaba Filloy para el caso de las provincias se recostaba sobre la posición de jerarquía que sobre el espacio literario nacional ejercía Buenos Aires, hecho que les impedía contar con un "arte propio". La oposición planteada entre "capital" e "interior" no permite, igualmente, visibilizar cuales eran los mapas de circulación de bienes simbólicos efectivos en ese territorio más o menos homogeneizado como "interior". La polaridad de la afirmación de Filloy maximizaba el efecto dominante de la metrópolis cultural porteña pero poco decía de la dinámica de intercambio entre provincias o ciudades "periféricas". Resulta sugerente que fuera justamente Filloy quien presentara ese diagnóstico el cual, de cierta forma, lo exceptuaba: desde comienzos de los años treintas, la producción literaria de Filloy circulaba en la ciudad de Buenos Aires, publicada por la imprenta de los hermanos Ferrari2.
Filloy concluía su intervención sosteniendo que "...para nacionalizar nuestras letras es menester provincializarlas; insurgir en montonera contra la absorción metropolitana" (SADE, 1940); la"insurrección literaria" convocada por el entonces juez en Rio Cuarto, apuntaba a un fortalecimiento de las "letras de provincia" y de sus escritores ante la avanzada de Buenos Aires, a "provincializar la literatura nacional". Sin embargo, ¿cuáles eran esas "letras provinciales"? ¿A través de qué medios institucionales podía efectuarse la "provincialización"?¿Quiénes eran los "auténticos" autores de cada provincia? ¿Quién decidía sobre la formación de ese canon? Aquella desigualdad política evidente, al igual que las "formas de dominación literaria", no clausuraron experiencias de desarrollo cultural regional cuyas coordenadas permitieron contactos entre otros centros de producción literaria (Casanova, 2001:57).3
La dimensión regional de la literatura en Argentina en torno a los años cuarentas pareció delimitada "...fundamentalmente, por sus propósitos temáticos y por la abierta intencionalidad con que sus autores buscan destacar el paisaje, el hombre y las costumbres características de un lugar..." (Prieto, 1968b). El señalamiento es válido en tanto el reconocimiento estético de esa literatura fue de menor cuantía antes que su supuesto interés "etnográfico". Aquellas predilecciones temáticas parecen sugerir que en Córdoba, por esos mismos años, la actualidad y el vigor de los tópicos nativistas no parecen haber claudicado. Es que en el relato producido sobre la historia de la literatura provincial, los antecedentes de la "tradición poética" se remontan al "primer poeta argentino" nacido en la ciudad de Córdoba: Luis José de Tejeda (Degoy, 1995) y sus sucesores, desde Leopoldo Lugones a Arturo Capdevila, se habrían destacado por "desentrañar" la esencia de Córdoba a través de sus versos.
La formación de un "corpus" de lecturas canónicas de la literatura provincial fue parte de un proceso de extensa duración pero que encontró, en las operaciones de Carlos H. Carreño, una
renovada conjugación. Sin reconocimiento académico a nivel universitario4 y figura marginal de los círculos literarios nacionales, Carreño cobró una inusitada notoriedad, en tanto periodista y colaborador usual de los periódicos cordobeses La Voz del Interior y Córdoba, y por su dedicación múltiple a la dramaturgia, la poesía y el ensayo crítico desde inicios de la década de 1930. En tal sentido, en 1932 conseguiría editar (con los costos de la tirada a su cargo), un breve libro titulado "Letras Cordobesas. Estudio para la historia de la literatura de Córdoba", en lo que sería uno de los primeros esfuerzos de antología poética local. Recopilación de lo que, entendía Carreño, representaba lo más significativo de la literatura cordobesa, no deja, pese a las limitaciones, de evidenciar el esfuerzo promovido por fundar cierto "orden de lectura" o"sistema de autores" propios de una literatura cuya vertebración es el espacio de la provincia. En palabras de Carreño,

Fue en un principio mi deseo de reunir en este pequeño volumen, una expresión conjunta de los diversos valores intelectuales que se cuentan en el ambiente, pero a consecuencia de la falta de documentación, en el momento de realizar estos rápidos esbozos...he debido pasar por alto varias figuras significadas que cuentan con prestigios suficientemente merecidos en nuestro medio literario y de ellos cuales prometo ocuparme en oportunidad más propicia. Además, las exigencias de mi labor periodística, me han obligado a trabajar apresuradamente, no dándome tiempo para profundizar en determinadas observaciones... (Carreño, 1932: 81)

La intención de historizar esa "literatura cordobesa", en todo caso, se cumple defectuosamente cuando el criterio adoptado repone los "valores intelectuales" vigentes a comienzos de los años treintas. Entre los reconocidos autores locales, se destacan los nombres de hombres vinculados a la prensa periodística local, entre ellos, Amando J. Roldán, Gontrán Ellauri Obligado y Godofredo Lazcano Colodrero5. Con éste último, Carreño compartió algunas iniciativas culturales como "los viernes del Museo", espacio de sociabilidad entre poetas, fomentada por Lazcano Colodrero en la sede del Museo Histórico provincial "Marqués de Sobremonte", del cual era su director. Identificado como periodista y como crítico literario, Carreño continúo con sus labores a lo largo de la década, con publicaciones varias en el medio cordobés6 6 y con una presencia activa en diversos espacios culturales7. A comienzos de década de 1940, Carreño fue nombrado como secretario de la filial cordobesa de la SADE, presidida por Lazcano Colodrero. En esa función fue uno de los encargados de promover las regulares visitas a Villa de María de Río Seco, pueblo natal de Lugones. Durante el Congreso de la SADE de 1939, la visita había servido de homenaje al cumplirse un año del fallecimiento de Lugones y de allí en más, la peregrinación al "sitio de culto" representó una de las actividades regulares de la filial cordobesa de la SADE. Al conmemorarse dos años de la desaparición de Lugones, la visita se repitió con el auspicio de la SADE, del Círculo de la Prensa de Córdoba y del gobierno provincial.
El 19 de febrero de 1944, la excursión a Villa de María en homenaje a Lugones congregó a quienes partieron desde la ciudad de Córdoba "rumbo al Norte", como lo hacían todos los años. El derrotero incluyó una serie de "recuerdos históricos" tales como la "Posta de Sinsacate, velatorio de Facundo, Barranca Yaco!, algarrobo de Facundo y de San Martín." El momento central de aquél evento fue "...la velada literaria...", dirigida por Lascano Colodrero y con la lectura de trabajos premiados, entre ellos, el de Raúl G. Villafañe "Boceto sobre Lugones", primer premio en prosa, medalla de oro del certamen organizado por la SADE Córdoba y el diario La Nación. El discurso de Carreño, redundaba en las referencias votivas de Lugones pero, al mismo tiempo, remarcando el carácter "tutelar" de su figura para los poetas del interior. En su perfil había cristalizado, según Carreño, la cualidad del escritor que, aún expuesto al "...torbellino de las urbes febriles..." no dejaba de lado su origen en Villa de María del Río Seco. De igual manera Villafañe y Gutiérrez, otro de los escritores premiados por el concurso, destacaban aquella dimensión de la vida del poeta, en tanto efigie de los escritores del interior en el espacio nacional (Carreño, 1950).
Este interés en los homenajes a Lugones a lo largo de la década de 1940 permite señalar que la actividad como promotor de un "canon provincial" por parte de Carreño no sólo se limitó a la publicación de antologías sino, desde su accionar institucional, de consolidar algunas figuras destacadas de la historia literaria provincial. Otro caso similar, aunque de menor alcance, lo representó el nombre de Carlos Romagosa. Al igual que Lugones, Romagosa conjugaba las labores de periodista y escritor cuyo éxito en el medio literario porteño serviría para la llegada de Lugones a Buenos Aires:

Carlos Romagosa...se caracterizó siempre por su generoso mecenazgo para con todo joven con levantadas inquietudes. Fue el autor de Vibraciones fugaces quie dio el espaldarazo más notable a Leopoldo Lugones para que este ascendiera al Parnaso argentino (Carreño, 1957: 34).

Referencia ineludible para Carreño y, por su intermedio, para todo buen escritor que quisiese triunfar en el espacio nacional, Romagosa era retratado como el más excelso "bardo cordobés" y un "adalid en el campo del periodismo" por sus colaboraciones en los diarios "El interior", "La constitución" de Evaristo Carriego, "La libertad" de Pedro C. Molina y "La patria" de Ángel F. Ávalos. (Carreño, 1957:31). El erudito trabajo de Carreño se valió de cartas, discursos parlamentarios e intervenciones en asociaciones culturales que permanecían inéditas. La recuperación de los nombres de Lugones y Romagosa implicaba para Carreño una contribución a la historia de la literatura cordobesa y, en sus términos morales, a trazar un perfil modelo de "escritor del interior". Sin embargo, y conforme avance la década de 1950, Carreño retomaría la práctica de las antologías literarias, reactualizando el "canon" ofrecido veinte años antes, pero su posición de periodista cultural y poeta de prestigio, habilitaron un emprendimiento de difusión tal como la creación de un sello editorial bajo el nombre Centro8. Paralelamente, el acercamiento con otros círculos de poetas cordobeses a lo largo de la época, llevarían a Carreño a replantear su inserción en la SADE e, inclusive, a alejarse en favor de otra institución.

Avatares del "joven escritor de provincia"

Desde 1950, Carlos Carreño dinamizaría gran parte de sus publicaciones a través de su propio medio editorial, Centro. Como forma de continuación de su labor de crítico, publicó "Letras de Córdoba" en 1951, bajo los mismos parámetros que su antecesor: selección de algunos autores cordobeses destacados, exposición de la respectiva obra y el mensaje edificante para los "nóveles escritores". Pero en esta ocasión, esta reflexión ocupaba el centro de las preocupaciones de Carreño. El primer ensayo del libro, titulado "El problema del escritor joven en provincias", retoma, en parte, una de sus editoriales publicadas en el diario Córdoba en junio de 1949. En ésta, el eje de su exposición plantea la dispar suerte que, en espacios de provincia, corren los escritores que no poseen de ningún apoyo económico por parte del Estado. De este modo, la práctica literaria estaría resguardada a aquellos cuya posición social acomodada les habilita a "no depender de los magros ingresos de la venta de sus libros". El contraejemplo en el caso cordobés parecía ser, para Carreño, el de los periodistas que, como él, hacían del trabajo en las redacciones, un modus vivendi. "Refiriéndonos al caso loca, mucho y bien se ha hecho por el periodista. Y el escritor? Acaso le es menos?". Los puntos de la crítica de Carreño eran dos: por un lado, el desinterés del Estado (nacional y provincial) por beneficiar la dedicación de los escritores a su metiér; pero, y relacionado con la anterior, la desigualdad de recursos y posibilidades. Una vez que éste tiene su libro publicado, queda "entre la estrella y la charca" (Carreño, 1949). Desocupado, desprotegido, el escritor joven de provincia parece fuera del mercado laboral.
En la reelaboración de aquél texto, Carreño reclaman al Estado, y los gobiernos provinciales, la creación de instituciones que contengan, al menos inicialmente, a los escritores. La filial cordobesa de la SADE, sabe Carreño, no proporciona salidas a ese problema y la entidad en su sede nacional, bajo la presidencia de Jorge Luis Borges, se veía envuelta en profundos conflictos con la administración peronista (Fiorucci, 2001:113). Abocada a su preservación en tanto "foro cultural" y lejos de la posición más "gremialista" que había asumido durante la presidencia de Leónidas Barletta, la SADE se desdibujó en gran medida para los reclamos deéstos escritores y periodistas que, como Carreño, abogaban por una institución provincial ("una Comisión de Cultura") que reparara el estado de los "abandonados" escritores de provincia.
La solución parcial que imaginaba Carreño era la de insertar a los escritores en la administración pública. Como alguna vez lo hiciera Lugones en su llegada a Buenos Aires:

Tratándose de un escritor pobre, en provincias abundan, hay en la administración pública dependencias especiales para ubicar a escritores, que también necesitan ganar el pan de cada día. Y no sólo en puestos directivos. Tenemos museos, bibliotecas, archivos, oficinas de turismo, boletines oficiales, que deberían ser llenadas exclusivamente con personal especializado, en vez de llevar a ellos a gente sin una inquietud afín al puesto que desempeñan... (Carreño, 1951:18).

Para Carreño, el estatuto del escritor de provincia, aún más postergado que los artistas (que poseen becas de perfeccionamiento en el exterior), debe ser recuperado a partir de un fuerte accionar estatal. No ve ni en el mercado ni en las asociaciones nacionales (bajo la dirección de Buenos Aires), ninguna posibilidad de fomentar el cambio. La verdadera transformación de esa situación podría generarse en "...el intercambio cultural entre provincias, a fin de profundizarnos más y conocernos mejor...sin esperar los congresos de escritores..." (Carreño 1951:19) que bajo la mirada de Carreño, nada aportan en ese sentido. Tales consideraciones, posicionarían al periodista y escritor cordobés cada vez más lejos de las actividades del espacio nacional de la SADE, entrando en un contacto más cercano con un grupo de poetas jóvenes, nacidos especialmente en el interior de Córdoba y otras provincias. En su antología de la poesía lírica de Córdoba (Carreño, 1953), era justamente esta nueva generación la que era presentada con elogios por Carreño.

Situar la periferia literaria: las revistas Cristal y Laurel. Hoja de poesía.

La historia literaria de Córdoba ubica en los inicios de los años cuarentas el surgimiento de un grupo de poetas que vendrían a representar una importante renovación estética. Confesos deudores de Arturo Capdevila y Lugones, por un lado, y sensibles a nuevos lenguajes poéticos, por otro, esta "generación" fue presentada como los "antecesores" de la poesía de "ruptura" que caracterizaría a la década de 1960 (Arán y Barei, 1985:34).
Desde mediados de los años cuarentas, un grupo de poetas menos vinculados al periodismo y a los círculos de la filial cordobesa de la SADE, comenzaron a fomentar espacios de publicación local que, pese a su escasa circulación inicial, ganaron un prestigio relativo en el escenario provincial. Posteriormente, reunidos en torno a la figura de Alberto J. Díaz Bagú9, conformaron el emprendimiento editorial Cristal, revista literaria de aparición mensual cuya breve duración (desde mayo a septiembre de 1944) evidencia, en parte, los proyectos estéticos de sus colaboradores y los problemas para el sostenimiento en el tiempo de ese proyecto. Cristal reunió una red de escritores de relativa importancia en el espacio cultural cordobés entre quienes se contaban, exceptuando al propio Díaz Bagú, Alejandro Nores Martínez, Malvina Rosa Quiroga, Bernabé Serrano, Jorge Vocos Lescano y Emilio Sosa López. El perfil ecléctico de la publicación (poesía, ensayos filosóficos, crítica literaria y reproducción de imágenes) delineaba un contorno versátil tal como lo reclamaban sus editores desde el inicio de la revista. El texto de presentación, casi un manifiesto, no parece recortarse sobre un conjunto delimitado y coherente de principios estéticos o filosóficos sino, más bien, a partir de una suma de voluntades y carencias:

Como corolario de la unificación de propósitos e inquietudes, un grupo de escritores cordobeses presentamos a la consideración de la intelectualidad argentina, Cristal. Revista literaria en el más amplio sentido del vocablo, nace de una necesidad bien justificada en el ambiente.
Con pretensiones pero sin presuntuosidad, acepta confiada y por adelantado el fallo de la crítica y público.
No ofreceremos a los lectores un programa de frases. Lo que es o lo que será, ha de verse en lo que perdure. En la poética sugerencia de su nombre está el reclamo de su identidad. (Cristal, 1944, nr. 1, pg. 3).

Paralelamente, entre sus emprendimientos editoriales paralelos a la revista surgió, con el nombre de Ediciones Presencia, el sello que se concentraría en la difusión de la obra poética de algunos de los escritores asociados a Cristal. La mayoría del catálogo de Presencia fue publicado entre 1947 y 1948, editando textos de Efraín Bischoff, Alberto F. Arbonés y Alejandro Nores Martínez.
El peronismo representó un cese en la actividad de muchos de los escritores y la acción editora del grupo de Díaz Bagú se vio drásticamente reducida10. Algunos de ellos, como Sosa López,
frecuentaron el espacio del Ateneo Filosófico, ámbito intelectual organizado, entre otros por Adelmo Montenegro, como circuito de actividades culturales alternativo a los ofrecidos por la universidad. Si bien algunos de los miembros de este colectivo habían seguido carreras universitarias durante los años peronistas, la gran mayoría de éstos jóvenes poetas se declaraban abiertamente "antiacademicistas", tal vez con la excepción de Sosa López o Quiroga. Luego de 1956, y bajo el nombre de Ediciones Díaz Bagú, recomenzó la actividad impresa de este grupo y la apuesta más decidida para intervenir en el espacio cultural provincial y regional tomo forma en una publicación literaria de tiraje regular. "Laurel. Hojas de poesía" fue la revista que nucleó, a fines de la década de 1950 a un numeroso grupo de escritores y cuyo alcance se diagramó para una circulación amplia. El primer número de "Laurel" fue presentado en febrero de 1957 bajo el lema "Desde Córdoba a los cuatro vientos". La franca intención del grupo "Laurel" de relacionarse con otros círculos de escritores se expresó, por un lado, en la publicación de poemas de autores no cordobeses sumado a los viajes que efectuarían parte de sus integrantes a otras provincias11. El caso más significativo es el contacto con el Grupo Calíbar de La Rioja12 y, principalmente, con Ariel Ferraro.
Si Carreño denunciaba la falta de medios para que los jóvenes poetas pusieran en circulación su producción, Laurel se presentaba como una suerte de remedio al "...círculo vicioso" donde el escritor "...no publica porque no es conocido y no es conocido porque no publica..."13. En el espacio de publicaciones literarias en Córdoba durante la década de 1950 conviene señalar que Laurel pertenecía al grupo de revistas locales que como Derroteros (dirigida por Francisco Colombo), Saeta, Córdoba Literaria, Cara Verde o Mediterránea tuvieron existencias efímeras pero construyeron un circuito de contacto entre distintos grupos de varias ciudades argentinas14. El colectivo que se reunió en torno a Laurel hizo de la denuncia de las condiciones del escritor de provincia, parte central de su discurso. La característica de general de su línea poética se definía como "apolítica", más bien en sentido partidario, pero desde sus editoriales, los reclamos por un verdadero "federalismo cultural" fueron constantes. "La cabeza de Goliat, a la que no ha en impacto o mella nuestros David comprovincianos, sigue firme", tal el diagnóstico de Diaz Bagú ente el estado de los jóvenes aspirantes a escritores de provincia. "Nuestros escritores mayores, y la mayoría de nuestros contemporáneos, solo piensan en la capital federal, en la misma relación con que los de Buenos Aires piensan en París..." (Díaz Bagú, 1957c). La persistencia de ese imaginario territorial de desigualdad entre las provincias y el interior fue parte integral de la denuncia que Laurel planteó en un arco que integrara "todos los colegas de provincia", capaces de organizarse en una institución independiente del control de Buenos Aires. En su editorial inicial, expresaba:

Laurel, Hojas de Poesía, nació en Córdoba, pero sus aspiraciones - más ambiciosas -, se extienden a representar de algún modo, y particularmente, a todos los poetas y provincias del interior, sin la hostilidad de Capital Federal, antes bien facilitando el intercambio cultural... (Díaz Bagú, 1957ª).

Como resultado de la acción de Díaz Bagú y su grupo, Carreño junto con un reducido núcleo de intelectuales formarían la "Sociedad de Escritores Cordobeses", buscando reconstruir el perfil gremial del cual carecían otras asociaciones. De brevísima existencia, la misma devino en un espacio ampliado que integrará a mayor número de escritores, ya no sólo cordobeses, cuyas aspiraciones fueron más ambiciosas. Las expectativas de reparación de la situación de los escritores del interior, sumarían esfuerzos en una institución cuyo derrotero no se apartará demasiado de la filial Córdoba de la SADE pero si, y definitivamente, de su sede central. En 1959, se organizó la Sociedad Argentina de Letras, Artes y Ciencias (SALAC), como espacio que fomentaría aquellos ideales de dar lugar a los escritores postergados del interior. A la expansión de filiales de SALAC en todo el país, visto como un éxito por sus fundadores, le siguió un relativo estancamiento y una marginalización, en gran medida, debido a su escasa especificidad ya que, pese a conseguir la personería jurídica en 1960, se vio imposibilitada de competir con el prestigio que la SADE nacional ostentaba casi sin parangón. En ese sentido, la estrategia de vincular a escritores de diversas provincias y localidades de todo el espacio nacional, sin importar su grado de visibilidad, parece haber sido exitosa en la construcción de circuitos espacialmente muy vastos y de notable actividad, a través de circuitos esquivos a la capital porteña.
De igual manera, la SALAC construyó, como una de sus mayores fortalezas, el promocionar la edición de libros de poesía y narrativa con el apoyo del gobierno provincial. Entre sus socios principales se incluyeron, los mencionados Carreño y Díaz Bagú, pero si no pudo asumir un estatuto claro de defensa gremial del escritor tampoco pudo competir con la legitimidad literaria que a lo largo de la década de 1960 se concentraría en otros espacios (la universidad) y en otros lenguajes literarios que marcarían a la producción por la SALAC auspiciada, como parte del pasado. La renovación de la literatura a mediados de los sesentas, sin embargo, no diluyó del todo la presencia de Díaz Bagú y de otros numerosos grupos de poetas. Sin dudas, las vías de presentar el estado del escritor del interior mutaron a lo largo de esos años. La experiencia de SALAC y de Carreño en sus intentos de organizar los límites de una "literatura provincial" y de un espacio gremial para los escritores del interior fueron, en todos los casos, productos variables de experiencias imaginadas como meramente locales pero que, en todos los casos, pusieron en relación más de una escala espacial.

A modo de cierre

Aunque eficaz en el rango discursivo de la divulgación, los alcances analíticos de comprender las áreas culturales y sus dinámicas en términos de tradición versus modernidad, adjudicando cada una de esos términos a realidades territoriales fijas, han sido puertos en revisión, especialmente, a partir de la problematización de la relación entre centros y periferias y mediante la restitución de circuitos de contacto cultural históricamente construidos (Ginzburg y Castelnuovo, 1979).
La singularidad de la relación que entre crítica literaria, poesía y periodismo en Córdoba no es un fenómeno dado y, como se ha intentado señalar, guarda conexiones con procesos acaecidos en otros territorios sin ser, necesariamente, un reflejo de éstos. Es que la excepcionalidad que se pretende apuntar va a contrapelo de la representación "nativa" para sugerir que, la densificación del análisis de ese momento previo a los años sesentas y a su "vanguardia intempestiva" (Oviedo, 1999), contribuye a esclarecer algunos ritmos de la escena cultural cordobesa sin reducir ésta a los fenómenos del efecto pasado y presente (Barbeito, 2011). Innegable resulta a la observación el proceso de máxima vinculación entre política y literatura en la década de 1960 pero, en todo caso, no puede ser un presupuesto interpretativo de la misma manera que ese "ápice de modernidad" no debiera suponer una fase tradicional anterior que viene justamente a clausurar. Son más bien los contextos significativamente delimitados los que contribuyen a evitar la secuencia tradicionalismo-modernidad o interior profundo-capital cosmopolita (Agüero
y García, 2010). Los intelectuales de provincia, entonces, resultan mediadores de esas experiencias culturales geográficamente situadas y socialmente más complejas que ponen en tensión la unicidad de esos procesos y los meros alcances locales o provinciales de los mismos. Más bien una relectura espacialmente extensiva de esas dinámicas pueden revelar sentidos y acciones de mediación cultural de variada intensidad (Lomnitz, 1999:121-122).

Notas

* Una primera versión de este trabajo fue presentada en las jornadas académicas "Los otros intelectuales: curas, maestros, intelectuales de pueblo, periodistas y autodidactas", organizadas por el Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes, los días 13 y 14 de septiembre de 2012, con la coordinación de Flavia Fiorucci y Paula Laguarda. Asimismo, el texto fue beneficiado por los generosos comentarios de Ana Teresa Martínez.

1 En este sentido, es importante señalar que esos lugares de producción habilitan a una lectura no necesariamente localista y donde las relaciones de dominación de los centros sobre las periferias antes que ser esencializadas deben ser problematizadas empíricamente. Cfr. Rivas, 2008.  

2 Desde Periplo (1930) hasta Finesse (1939), se sucedieron 7 libros de Filloy, todos impresos por Ferrari en Buenos Aires. La procedencia social y la dotación de un elevado capital cultural de Filloy, sumadas a su actividad profesional (miembro del Poder Judicial de Córdoba) parecen haber contribuido a una serie de disposiciones intelectuales particularmente heterodoxas. Nacido en Córdoba en 1894, egresa de la Facultad de Derecho con el título de abogado a comienzos de la década de 1920, desplazándose a la ciudad de Río Cuarto. Allí se desempeñó como funcionario judicial y colaboró regularmente con el periódico El Pueblo. Sobre la trayectoria de Filloy véase la entrada biográfica de Valentina Cervi disponible en http://culturasinteriores.ffyh.unc.edu.ar/ 

3 Importa señalar que las formas de dominación literaria deben permitir un análisis que combine las dimensiones relacionales entre el espacio metropolitano y la dinámica local de la vida cultural. Tal como en los casos de Santiago del Estero (Martinez, 2007) y Tucumán (Martínez Zuccardi, 2012), la organización de los grupos intelectuales locales, sus opciones estético-políticas y su régimen de contacto con otros espacios regionales no responden de manera automática con los que sus pares metropolitanos efectuaron. Antes que correspondencias directas, aún en casos de "periferias de periferias", es preciso restituir el horizonte de prácticas culturales concretamente localizadas y su relación con otras áreas de la vida social. 

4 Los datos biográficos de Carlos H. Carreño son escasos y de difícil acceso. Nacido en los primeros años del siglo XX, en uno de sus libros publicado a mediados de la década de 1950, se indicaban los "...más de 25 años con el periodismo profesional..." que el autor acreditaba (Carreño, 1953). Con mayor seguridad podemos afirmar que, aunque nacido en la ciudad de Córdoba, su familia sería originaría de La Rioja Pese a la carencia de algunos datos, la reconstrucción de las trayectorias de Carreño y Díaz Bagú se redujo a los elementos fundamentales para completar un marco general que deberá ser ampliado a partir de otras trayectorias sociales de los agentes del espacio literario cordobés como manera más completa de mapear la morfología social de los circuitos aquí descriptos. 

5 5 Godofredo Lazcano Colodrero Carranza nació en 1900, en el seno de una familia tradicional de Córdoba. El más joven de 3 hermanos, fue educado en el Colegio Nacional de Montserrat se dedicó profesionalmente a la escribanía y permaneció cercano políticamente al Partido Conservador. Su padre, Javier, falleció en 1920, fue notable profesor de aquél Colegio, miembro del Club el Panal y editor durante breve período del periódico "El Eco de Córdoba" durante 1886. 

6 Dos trabajos de Carreño se destacan: un libro de poemas Canciones Olvidadas (1938, Impr. Pereyra) y Benito Pérez Galdós (1943, Talleres Gráficos Litvack). 

7 Entre los espacio culturales frecuentados en esos años por Carreño cuenta la Biblioteca Córdoba, de la cual fuera director. 

8 Se registra la publicación de una revista bajo el mismo nombre Centro con la dirección de Carlos Carreño pese a que no ha sido posible acceder a la consulta de número alguno. Asociada a esa editorial se consigna la "Imprenta Selva", ambas ubicadas en la misma dirección postal: Bedoya 1158. 

9 Alberto J. Díaz Bagú nació en La Carlota, provincia de Córdoba, en 1919. Si bien cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, sus actividades se concentraron en la docencia a nivel secundario y en el ingreso a dependencias estatales en el ámbito cultural (Museo Histórico Marqués de Sobremonte, Comisión Provincial de Cultura, Teatro Rivera Indarte y Teatro Griego). Fue Director de Cultura de la provincia de Córdoba. 

10 A lo largo de la década peronista, la actividad de edición del grupo liderado por Díaz Bagú, como la de numerosas revistas literarias, se vio reducida cuando no interrumpida. La figura de Juan Antonio Ahumada, escritor y poeta, fue de principal visibilidad durante esos años, no sólo en la prensa periódica sino en la universidad donde publicó novelas y trabajos de enseñanza de la literatura. 

11 La presencia del poeta puntano Antonio Esteban Agüero en los primeros números de la revista y sucesivas notas de intercambio con otros poetas de San Luis evidencian esa vinculación. 

12 La Noticia sobre el Grupo Calíbar y su acción cultural en La Rioja se presenta en el número 20 de Laurel. En 1959 co-organizarían el grupo Laurel y Calíbar un Simposio nacional de poesía en la ciudad de La Rioja. 

13"Páginas literarias", Laurel, nr. 11, diciembre de 1957. 

14 El intercambio de publicaciones y poemas llevado a cabo por Laurel se observa en vinculación a revistas como Azor y Egloga (Mendoza), Signo (Tucuman), Generación (Santa Fe) o Refugio (San Juan). Cara Verde fue dirigida por Armando Zárate y la revista Mediterránea por Alcides Baldovín, con participación de su hermana Glauce y colaboraciones de Daniel Moyano. 

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Recibido: 06.12.12
Revisión editorial: 11.04.13
Aprobado definitivamente: 10.06.13