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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.22 Santiago del Estero jun. 2014

 

PROGRAMAS DE TRABAJO Y ESTRATEGIAS SINDICALES

Constitución y redefinición de identidades políticas: La Central de Trabajadores de la Argentina (2000-2005) *   

Constitution and redefinition of political identities: The argentinian workers´ central (2000-2005). 

 

María Virginia Quiroga*

* Dra. en Estudios Sociales de América Latina, (Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba-Argentina). Becaria Postdoctoral del Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET-Argentina). Correo: mvqui@hotmail.com

 


RESUMEN

El presente trabajo indaga en torno a la emergencia y consolidación de la identidad de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA). Se considera a ésta como una instancia sindical alternativa, que articuló sectores diversos -no exclusivamente asalariados- que reaccionaron ante la profundización del modelo neoliberal y sus formas de concebir la política y lo político1. No obstante, pese a su importante capacidad de convocatoria y movilización, la Central experimentó cierto repliegue y fragmentación a partir del año 2003.
Para el análisis se parte de la noción de identidad política trabajada por Ernesto Laclau, quien la entiende como fijación parcial de una configuración discursiva resultante de una práctica articulatoria de sentido (Laclau, 2000 y 2004). En esa misma línea, Gerardo Aboy Carlés sostiene que la identidad política implica un doble proceso de homogeneización y diferenciación a la vez (Aboy Carlés, 2001 y 2011) en el marco de una relativa estructuralidad. De allí que se intenta aprehender la identidad política de la CTA a partir de tres dimensiones: representativa, de la alteridad, y de las tradiciones.

Palabras clave: Identidad política; Sindicalismo; Tradiciones; Demandas; Antagonismos

ABSTRACT

The aim of this paper is to analyze the emergence and consolidation of the CTA´s identity,as an alternative trade union. The CTA articulated a variety of sectors -not just formal workers- which reacted to neoliberalism and its ways of understanding policy and politics. However, despite its formidable ability to bring workers together, the CTA suffered desmobilization and fragmentation since the year 2003.
This analysis is based on the category "political identity", articulated by Ernesto Laclau, understood as a parcial fixation of a discursive configuration which is produced by an articulatory practice (Laclau, 2000, 2004). In that sense, Gerardo Aboy Carlés states that a political identity inolves a double process: homogenization and differentiation (Aboy Carlés, 2001, 2011) in the middle of a relative structurality. Therefore, we try to understand the CTA´s political identity from three dimentions: representative, otherness and traditions.

Keywords: Political identity; Labor unions; Traditions; Demands; Antagonism.


 

SUMARIO

Consideraciones iniciales. 1. La dimensión de las tradiciones: legados y promesas para crear una nueva institucionalidad. 2. La dimensión representativa: la protesta-propuesta de la CTA. 3. La dimensión de la alteridad: de oposiciones fuertes a fronteras políticas borrosas. Conclusiones Bibliografía.

*****

 

Consideraciones iniciales

La categoría "identidad" ha sido utilizada en múltiples investigaciones provenientes de disciplinas y tradiciones diversas. En este trabajo se plantea una noción de identidad ligada a la teoría de la hegemonía, que la entiende asumiendo su sentido relacional y contingente. Así, la constitución de una identidad política implica "el establecimiento de un límite que excluye una alteridad y que tiene como manifestación discursiva la presencia de un antagonismo que es precisamente el testimonio de la imposibilidad de constitución de identidades plenas" (Laclau, 2000: 160). Pero, a la vez, dicho proceso también requiere la construcción de la homogeneización al interior de cada identidad particular, que complementa la diferenciación externa de la que se hablaba. Ello remite al proceso de construcción de equivalencias de demandas en torno a un significante que sobredetermina el campo de demandas que reúne2, la particularidad que subvierte su contenido literal (Aboy Carlés, 2001).
Así, la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) se concibe como una instancia de articulación de demandas múltiples en torno a un discurso de construcción de alternativas de resistencia al modelo económico y social profundizado en Argentina durante la década de los 90. El proceso de homogenización interna implicó, entonces, la amalgama de distintos gremios - principalmente de trabajadores estatales- y de trabajadores informales o recientemente desempleados. Por su parte, la diferenciación externa supuso el trazado de fronteras políticas con el burocratismo sindical peronista de la Confederación General del Trabajo (CGT) y su connivencia con el menemismo. A su vez, estos procesos no se dieron en el vacío sino en el
marco de herencias, apropiaciones y reocupaciones que gravitan en tanto tradiciones; y que, según Aboy Carlés (2011), delinean un campo parcialmente estructurado y sedimentado.
En adición a las dimensiones en que puede aprehenderse una identidad política, se han reconocido algunos aspectos más acotados que se pensaron especialmente en función de los objetivos del presente trabajo y pretendieron hacer más operativa dicha categoría. En primer lugar, la dimensión de las tradiciones ha sido desagregada en dos subdimensiones claves. Por un lado, los legados político-ideológicos que podrían identificarse como parte del ideario de la CTA y conformarían un horizonte parcialmente estructurado que recepta ciertas herencias del pasado. Por otro, la promesa de plenitud que toda identidad conlleva en sí misma, en tanto una particularidad asume la representación de un sentido más universal que crea potencialidad inclusiva a partir de referencias a la dislocación y a la estructuralidad relativa del contexto.
En segundo lugar, la dimensión representativa es trabajada a partir de dos subdimensiones: demandas y repertorios. Es decir, se identifican cuáles fueron las demandas presentadas por la CTA ante el Estado, rastreando su contenido y, a la vez, indagando si trascendieron sus asuntos específicos para adquirir un carácter más universal o si permanecieron como reivindicaciones acotadas y sectoriales. Además, se indaga sobre cuáles fueron las metodologías empleadas o repertorios de acción, para lo cual rememoramos la tipología de Sidney Tarrow (1998)3.
En tercer lugar, y atendiendo a la dimensión de la alteridad, se buscó identificar quién o quiénes se significan en tanto antagonistas, colocándolos en lugar del otro a erradicar. Se rastreó también la articulación con los gobiernos de turno; es decir, si una determinada gestión se definió como adversaria de la organización o no, reparando en las lógicas políticas que asumió la CTA y su lectura de las instancias político-institucionales4. Entre las principales apreciaciones podría adelantarse que la CTA identificó como claros antagonistas al menemismo y al modelo sindical de la CGT, luego las oposiciones fueron menos confrontativas y encontró amplias dificultades para posicionarse ante la gestión de Néstor Kirchner. A continuación analizaremos cada una de estas cuestiones con mayor detenimiento.

1. La dimensión de las tradiciones: legados y promesas para crear una nueva institucionalidad

Las tradiciones compartidas dan cuenta de apropiaciones y relecturas de determinados acontecimientos y actores de la historia que se entrecruzan -y a veces tensionan- con interpretaciones sobre diversos legados político-ideológicos, y van delineando una "épica" propia de cada organización. Tal como explica Maristella Svampa (2011), las tradiciones -que ella denomina "matrices político-ideológicas"- se configuran como líneas directrices que organizan el modo de pensar la política y el poder, así como la concepción del cambio social. Y luego aclara: "si bien cada matriz político-ideológica posee una configuración determinada, los diferentes contextos nacionales, así como las tensiones internas, las van dotando de un dinamismo y una historicidad particular" (Svampa, 2011: 18).
Los ejes que se reiteraron a lo largo de la historia de la CTA (trabajo, soberanía, democracia participativa, autonomía y redistribución de la riqueza) se constituyeron como base de su propuesta y podrían apreciarse en sucesivas expresiones de dirigentes y militantes; como así también, en consignas o lemas de numerosas actividades. Los mencionados tópicos se enlazaron
con ciertos legados del pasado, en tanto corrientes de pensamiento y reivindicación de experiencias concretas; pero también, con un horizonte de futuro que prometía el advenimiento de un porvenir pleno capaz de superar las falencias del ayer.
En la discursividad de CTA se identifican reclamos por la presencia del Estado en defensa de los trabajadores, lo que permitiría -incipientemente- vislumbrar la conexión que se delineó entre muchos dirigentes de la Central y las filas del peronismo histórico. Así, se reivindicaba tal experiencia; aunque mayormente asociada a la vertiente de izquierda en los años sesenta y setenta, y rechazando las políticas del menemismo:

"Diría que todo el proceso que va desde los 80 hasta comienzos de los 90, está signado por una estrategia que piensa en términos de la recuperación del peronismo (...) De alguna manera lo que (...) decreta el final de esta discusión es el techo de Ubaldini y la política de Menem. Menem es la clausura definitiva de cualquier perspectiva o intento de transformar el peronismo en lo que alguna vez para algunos fue..." (Entrevista a Lozano en Gurrera, 2005: 32).

En este sentido, la retórica de la CTA que adjudicaba al Estado y al trabajador lugares centrales en el cambio social remitiría al legado nacional-popular del peronismo. El sindicato se pensó como instancia de representación y mediación necesaria para participar en la gestión pública y se operó una ampliación de las referencias desde la clase trabajadora al campo popular en un proyecto inclusivo. Asimismo, el Estado se erigió en tanto interlocutor fundamental de la CTA; se reclamaba su mediación en la relación entre capital y trabajo, y se reconocía su rol como actor protagónico de la recomposición social.
No obstante, Mirza (2006) aclara que dentro de la heterogénea plataforma que compone a la CTA existirían distintas corrientes ideológicas y también debates en torno a cuáles constituirían las mejores estrategias de acción, desde la interpelación directa al Estado por redistribución hasta la decisión de impulsar una herramienta política al estilo del Partido dos Trabalhadores (PT) brasileño o del mismo Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia. La heterogeneidad de los militantes que conforman a la CTA ha sido también un tema recurrente durante las entrevistas realizadas, donde se hizo continua alusión a la diversidad de corrientes políticas pero también a la vocación común de construir una herramienta de lucha a través de la consecución de la unidad de clase. En ese sentido se expresó por ejemplo el dirigente Horacio Fernández5:

"La herramienta de unidad de clase sigue siendo fundamental también en la construcción del movimiento. No es que hay dos caminos, hay uno: la construcción del movimiento sí y solo sí hay unidad de la clase trabajadora y también es real que hay unidad de la clase trabajadora si hay unidad en el campo popular." (Entrevista a Fernández, 2009).

Las declaraciones de Fernández (2009) reafirman la importancia de pensar en la unificación de las clases a partir de la herramienta sindical. La persistencia de la noción de clases y del clivaje entre capital y trabajo, en la construcción discursiva de la CTA, dejarían entrever ciertas influencias del marxismo. En consonancia con ello, la Central sostuvo la necesidad de proyectar una alternativa de poder capaz de impulsar una nueva coalición política y social que no sólo enunciara, sino que garantizara, la transformación de la sociedad toda:

"Necesitamos construir un contrapoder que haga posible resolver en base a esas necesidades que mencionamos: el pan, el trabajo, la soberanía, la democracia. Y creemos que la crisis de representatividad no se resuelve cambiando el representante, sino construyendo y distribuyendo poder entre los representados, porque acá lo que se discute es quién va a gobernar. Y tenemos que construir la fuerza capaz de hacer que alguna vez en nuestra patria volvamos a gobernar los argentinos con un proyecto de nación." (Discurso de De Gennaro, 2002).

En la cita precedente se apela a la construcción de un "contrapoder" como alternativa a las fuerzas políticas tradicionales que, para la CTA, parecen no comprender la magnitud de la crisis de representación, en tanto continuarían pensando en los nombres para gobernar y no en verdaderos proyectos nacionales. De este modo, en palabras de Víctor De Gennaro6, el objetivo principal de la Central no se definió por el anhelo de ocupar las instituciones existentes; sino que entendió la disputa de las mismas en un proceso más vasto de creación de una nueva institucionalidad7, que se daría sí y solo sí se lograba consolidar la herramienta CTA.
La iniciativa de la Central de lanzar un movimiento político de liberación en el Sexto Congreso Nacional de Delegados -en Mar del Plata hacia diciembre de 2002-guardaría estrecha relación con la promesa de plenitud a la que se aspira. Es esta idea de involucrarse en la construcción a largo plazo de un proyecto alternativo y propio del campo popular lo que le otorgó potencialidad inclusiva; lo que permitió que los trabajadores de distintas ramas, los desocupados y los precarizados se nuclearan bajo una misma agrupación, y que además se acercaran otras organizaciones sociales que no tenían como fin principal la defensa de los intereses de los trabajadores. No obstante, este posicionamiento revistió algunas contradicciones. Mientras se enunciaba que el objetivo del movimiento político de la CTA no era lanzar candidaturas, ni ocupar instituciones existentes; algunos de sus dirigentes y militantes se presentaron como candidatos para ocupar cargos electorales8, especialmente durante las elecciones del año 2003.
La definición de una determinada lógica política también despertó discrepancias al interior de la CTA. Mientras el entonces Secretario General Víctor De Gennaro argumentó que el movimiento no suponía una opción electoral y relativizó las diferentes interpretaciones al sostener que la CTA en su conjunto respetaba el sentido de la autonomía9; los entrevistados pertenecientes a la agrupación Barrios de Pie manifestaron profundas diferencias postulando la necesidad de participar en las contiendas electorales10. Con la Federación Tierra y Vivienda (FTV) también se mantenían fuertes disputas en torno a la cuestión de la autonomía, para Luis
D´Elía11, a partir del 2003, sostener la independencia de un gobierno con contenido popular constituía una opción equivocada.12
En síntesis, la CTA por un lado apostó a la consecución de un horizonte pleno que se visibilizaba como construcción de poder popular; y por otro, pareció contribuir a la reconstrucción del sistema político vigente, con la participación electoral vía partidos políticos tradicionales. De este modo, se complejiza entender cómo efectuaría el paso de la movilización reivindicativa a la acción política transformadora.

2. La dimensión representativa: la protesta-propuesta de la CTA.

La dimensión representativa de una identidad política refiere a las demandas que se presentan y los repertorios utilizados para ello, aludiendo al proceso que Aboy Carlés (2011) denomina como homogenización interna. En el caso de la CTA cabría hablar de "protesta-propuesta" tomando la idea de Martín Armelino (2004), ya que se trata de acciones que, así como portan un reclamo, también proponen explícitamente una vía de resolución sobre aquello que se está pidiendo. O sea, si bien hay una demanda que hace explícito un problema, también se ofrecen posibles respuestas al mismo.
En general pudo apreciarse que las principales demandas y propuestas de la Central se desarrollaron en torno a las problemáticas del desempleo y la pobreza, y en varias ocasiones lograron la convocatoria extensiva a otras organizaciones sociales más o menos formalizadas, lo que para Mirza (2006: 24) "pondría en evidencia su capacidad de articulación". En esta línea, la CTA se presentó como alternativa al sindicalismo tradicional, dando cuenta de los cambios en el contexto argentino a partir de la profundización neoliberal. En ese proceso articulatorio, se hizo más popular (abarcando no sólo a los empleados públicos -en su gran mayoría clases medias- sino también a trabajadores precarizados y desempleados).
En cuanto a los repertorios de acción, se privilegió la metodología propia de la acción sindical recurriendo especialmente a huelgas y movilizaciones. No obstante, la Central se valió también de forma recurrente de la realización de piquetes y bloqueos, encabezados por sus organizaciones barriales y comunitarias. Rememorando la tipología de Tarrow (1998) podría identificarse a estos repertorios como "convencionales", en tanto para el autor resultan previstos y esperados por las elites. Aunque también se destacaron otras iniciativas más "disruptivas", como por ejemplo la Marcha de las Siete Columnas o los sucesos relacionados al Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO) -que se analizan a continuación-; éstos agregaron notas creativas a los repertorios clásicos, incluyendo acciones novedosas y capaces de atraer la atención de sectores diversos y en especial de los medios de comunicación.
Más allá de las numerosas actividades en las que se vio envuelta la CTA durante el período 2000-2005 (movilizaciones para reivindicar el día del trabajador, para repudiar el golpe de Estado de 1976; marchas en apoyo a distintos sucesos que se desataron al interior del país; fuertes reacciones ante la represión o en repudio a medidas puntuales del gobierno; entre otras iniciativas) se destacan aquí dos reivindicaciones en particular. Por un lado, la lucha por obtener la personería jurídica, íntimamente asociada al reclamo por libertad y democracia sindical que se mantiene desde los inicios de la CTA hasta nuestros días; y por otro, el lanzamiento del
FRENAPO como una de las iniciativas más amplias de la Central, que puso en evidencia su fuerte capacidad de convocatoria y, a la vez, sus dificultades para capitalizar ese momento de fortaleza político-social.
En primer lugar, nos centramos en la demanda por el reconocimiento de la personería jurídica de la CTA. En relación a ello, caben señalar algunos antecedentes históricos desde su propia conformación que marcaron distinciones con la CGT en tanto sindicato único reconocido por la Ley de Asociaciones Sindicales (Ley Nacional nro. 23551). Es decir, la Central nació con una fuerte identidad de resistencia; en sus comienzos el traspaso de la CGT a la CTA implicaba dejar de lado ciertas protecciones legales para acercarse a una organización confrontacionista y no reconocida oficialmente, que realizaba marchas y plenarios en las calles. Las elecciones por voto directo de autoridades nacionales y la decisión de constituirse como Central, alentaron el reconocimiento parcial por parte del Estado, a través de la resolución nro. 325/97 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social que aprobó la inscripción gremial de la CTA en el año 1997 (Gurrera, 2002: 12). Nótese que se habla aquí de "reconocimiento parcial", en tanto se le otorgó la inscripción gremial a la CTA pero se persistió en la negativa de concederle la personería jurídica. Es decir, sólo algunos de los gremios integrantes de la CTA cuentan con el reconocimiento oficial, entre los que se destacan la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) por ejemplo; pero las federaciones y muchas de las organizaciones barriales o de trabajadores informales no gozarían de tal condición, ni la misma Central en su conjunto ha logrado a lo largo de los años obtener la reclamada personería jurídica.
La demanda por la personería se ha presentado en las distintas movilizaciones efectuadas por la CTA, principalmente ante el Estado y también reclamando la mediación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Incluso se recurrió a repertorios novedosos, como por ejemplo la instalación en mayo de 2003 de una carpa frente a la sede argentina de dicha organización para alentar el tratamiento del caso en la 91º Conferencia de la OIT que comenzaría el lunes 2 de junio en la ciudad de Ginebra (Suiza). Asimismo, en la construcción discursiva de la Central, esta demanda fue presentada en estrecha vinculación con las reivindicaciones en torno a la democratización y la libertad sindical. De este modo, el reconocimiento de la existencia de dos modelos sindicales en la Argentina -CGT y CTA- presuponía la necesaria modificación de la ley 23551 y se constituía como un eslabón necesario en la democratización del país.
En relación a las apreciaciones precedentes, la articulación de la demanda puntual por la personería jurídica con los cuestionamientos más profundos sobre los alcances de la democracia, alentó la convocatoria de las diferentes expresiones nucleadas en la Central e incluso el apoyo de sectores ajenos a la misma. Esa articulación se basó en la presunción de que negar la personería jurídica a la CTA -a partir del sostenimiento de la unicidad sindical- implicaba desconocer la pluralidad de los actores colectivos organizados en el contexto argentino y cercenaba o condicionaba la libertad del trabajador a la hora de elegir su representación gremial. En este sentido, se fue desarrollando un proceso de construcción de equivalencias13 entre distintas expresiones de la CTA (ATE, CTERA, FTV, para citar algunos ejemplos) frente a la insatisfacción de la demanda por el reconocimiento de la personería jurídica (en estrecha vinculación con las reivindicaciones por democracia y libertad). Ello conllevó también al trazado de una frontera con los gobiernos responsables de tal insatisfacción, los cuales contaron con la supuesta complicidad de la CGT.
Prosiguiendo con esta línea de interpretación, los dirigentes de la CTA Juan Carlos Giuliani14 y Marta Maffei15 coincidieron en que los diferentes gobiernos del período acompañaron o cedieron ante la intención de los grupos económicos de poder que presionaron para que se negara la personería jurídica a la Central. A esto se sumarían las intenciones de la CGT16 que preferiría no tener competidores en el terreno sindical. En el año 2005, fue el gobierno de Néstor Kirchner el que negó la personería jurídica a la CTA, argumentando que existían impedimentos legales amparados en la Ley de Asociaciones Sindicales que mencionábamos antes; de modo que tal reivindicación continúa vigente en la actualidad17.

"El gobierno, tanto de Néstor como de Cristina Kirchner ha tenido con nosotros una actitud dual, te invita a los actos formales, a la casa de gobierno, sienta al Secretario General nuestro al lado del de CGT, pero mientras tanto seguimos siendo ilegales o clandestinos." (Entrevista a Giuliani, 2008).
"La personería, más allá de las sentencias y presentaciones, no les importa; el gobierno se mantiene y éste peor porque apuesta -a mi criterio- a disciplinar a la CTA haciéndole creer que si no produce mucho ruido va a obtener su personería." (Entrevista a Maffei, 2008).

El sentido de estas reflexiones señalan los gestos ambiguos de la administración kirchnerista para con la CTA, combinando instancias de mayor reconocimiento y apertura de canales de diálogo; con otras de distanciamiento y preferencias por organizaciones más afines, como por ejemplo la CGT. Así, el accionar de este gobierno conllevó importantes consecuencias al interior de la Central, generando dificultades para trazar fronteras políticas y conformar cadenas de equivalencias.
En segunda instancia, se aborda la demanda por trabajo y redistribución de las riquezas plasmada en el lanzamiento del Frente Nacional Contra la Pobreza (FRENAPO), de julio de 2001. Esta iniciativa planteaba la constitución de una extensa plataforma de trabajo capaz de organizar diversas actividades de amplia difusión orientadas a buscar soluciones para las problemáticas del desempleo y la pobreza, o al menos menguar sus consecuencias. Con este objetivo desde el FRENAPO se propuso la implementación de un Seguro de Empleo-Formación que consistía en 380 pesos para jefas o jefes de familia desocupados y una asignación familiar de 60 pesos por hijo para todos los trabajadores.
El FRENAPO reunió la participación de diversas expresiones del campo popular, personajes de la cultura, intelectuales, representantes de organizaciones sociales y religiosas, y también exponentes de los partidos políticos. Se trataba de "la expresión más alta de la construcción política de la CTA" (Declaraciones de Juan González18 en CTA, 2006: 18). Fue la misma Central la que convocó y lideró la puesta en marcha del FRENAPO, propuesta que se transformaría en superficie de inscripción de otras reivindicaciones del campo popular.
El rol protagónico desempeñado por la CTA en la construcción de una cadena de equivalencias respondió a la legitimidad que había ganado hacia fines de la década de los 90 en abierta oposición a las políticas del menemismo. Éstas habían sido identificadas como responsables del agravamiento de las condiciones de desempleo y pobreza -ante lo que reaccionaba la propuesta del FRENAPO-. Asimismo, la Central fue construyendo un discurso alternativo al sindicalismo tradicional, puesto que se ponía a tono con el nuevo contexto argentino signado por la precarización y la falta de oportunidades laborales; y, en ese marco, entendía que las demandas no debían circunscribirse a las reivindicaciones en torno al trabajo en su sentido más acotado. Esto es importante porque permitió la extensión de la convocatoria de la CTA en torno a ejes más amplios, el no rotundo a la pobreza, al hambre y a la exclusión, que encontraron cabida en la iniciativa del FRENAPO y las propuestas que de allí surgieron.
En lo que concierne a los repertorios de acción, podría notarse una amplia variedad, desde que se delineó el FRENAPO hasta su presentación en el Congreso. Estos repertorios buscaban suscitar apoyos y "presionar" para el efectivo tratamiento de las demandas. De este modo, cabría citar la Campaña Nacional por Empleo, la Marcha Grande por el trabajo, la Marcha de las Siete Columnas, la Consulta Popular, entre otras. Se destaca, especialmente, la consulta popular realizada en diciembre de 2001 y organizada por la Central y los distintos sectores nucleados en el FRENAPO. Dicha iniciativa buscaba adhesiones para la instrumentación del Seguro de Empleo-Formación y como resultado alcanzó más de 3 millones de votos de apoyo.
Las distintas voces consultadas durante el trabajo de campo coincidieron en la necesidad de profundizar la apuesta del FRENAPO y la falta de decisión política para ofrecer una alternativa frente a los sucesos que se desataron apenas terminada la mencionada consulta. En este sentido, resulta pertinente el análisis que efectúa Martín Armelino: "La CTA no pudo capitalizar -al menos en el espacio público-político- el protagonismo alcanzado por haber organizado, coordinado y liderado la acción política más importante hasta ese momento" (Armelino, 2004: 15). No obstante las limitaciones señaladas, cabe rescatar que el FRENAPO expresaba una fuerte crítica al gobierno de turno acusándolo de reproducir las condiciones de pobreza y desempleo, y dejaba en evidencia su incapacidad para el diseño de políticas públicas que prestasen solución a dichas problemáticas. Era la CTA la que le estaba diciendo al gobierno qué hacer para brindar soluciones ante la desocupación y la pobreza. En consonancia con ello, planteaba la instrumentación del Seguro de Empleo-Formación a través de una Consulta Popular que la gestión de la Alianza se había resistido a realizar.

3. La dimensión de la alteridad: de oposiciones fuertes a fronteras políticas borrosas

Desde el surgimiento de la CTA, las organizaciones nucleadas en torno a ella expresaron su oposición al modelo instaurado durante la presidencia de Carlos Menem (1989-1999) y a la estrecha relación de este gobierno con la CGT. Podría pensarse que por ello se hizo fuerte hincapié en la autonomía como pilar fundamental, y como una fortaleza que colocaba a la Central en tanto instancia diferente y superadora del sindicalismo tradicional peronista. En este sentido resultan elocuentes las palabras de Marta Maffei, quien recordó durante la entrevista:

"La CTA surge en un momento histórico importante en la República Argentina, cuando el neoliberalismo avanzaba en forma avasallante y la CGT estaba literalmente plegada al modelo (...) surge en un momento estratégico, con un planteo muy claro de no embanderamiento ni político ni partidario pero autonomía también de los grupos económicos y del poder de dominación..." (Entrevista a Maffei, 2008).

La CTA otorgó un incipiente apoyo al gobierno de la Alianza (1999-2001), pero no dudó en marchar o realizar paros para repudiar aquellos hechos que interpretó como un atropello de derechos por parte de este proyecto. Es decir, se trató de un acercamiento pero no de carácter incondicional sino más bien crítico. A modo de ejemplo podrían citarse la huelga nacional apenas asumido el nuevo gobierno, el lanzamiento del FRENAPO y la realización de la Consulta Popular para la implementación del Seguro de Empleo-Formación. Otro punto de tensión entre la Alianza y la CTA se desarrolló en torno a la reforma de la Ley Laboral nro. 2555, cuya aprobación fue resistida por la Central en tanto continuaría con el ajuste y el deterioro de las condiciones de trabajo que signaron la reformas neoliberales durante la década de los noventa. A su vez, el proceso de votaciones del proyecto de ley en el Congreso fue sospechado de actos de corrupción que se denunciaron posteriormente.
Las declaraciones del entonces presidente Fernando De la Rúa, transmitidas por cadena nacional, frente al paro realizado conjuntamente por la CGT y la CTA hacia junio del año 2000 -como manifestación del descontento ante la mencionada reforma laboral- constituirían una muestra de la descalificación que realizaba el gobierno de los actores movilizados. La medida de fuerza de la CTA no se describió como opuesta al gobierno, sino "al país". Además, los intereses de las organizaciones sindicales -"cómplices del modelo"- no serían generales ni orientados al bien común, sino que se calificaban como "sectoriales":

"Durante estos diez años las cúpulas sindicales fueron cómplices silenciosas del abandono y la desprotección de los trabajadores. Hacerle un paro al país no ayuda al país; llamar a la rebelión fiscal, perjudica a los que menos tienen. No es bueno que se utilice el sufrimiento y la impaciencia de la gente para defender intereses sectoriales." (Discurso de De la Rúa, 2000).

Luego, los sucesos de diciembre de 2001 representaron una situación de crisis que marcó un antes y un después en la vida política argentina, de allí su caracterización como "evento dislocador"19. La CTA formó parte de los grupos movilizados en aquellas jornadas, que expresaron su disconformidad ante un gobierno y un sistema político que se mostraba incapaz de dar satisfacción a sus demandas. No obstante, tras la caída de De la Rúa, la Central evidenció dificultades para capitalizar su momento de fortaleza política; el cual se había manifestado, por ejemplo, en las amplias articulaciones en torno al FRENAPO.
Frente al gobierno de Eduardo Duhalde la CTA asumió una postura crítica, especialmente en lo que concierne a la implementación del Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados. En primer lugar, se denunció que la individualización de la contraprestación lesionaba la capacidad de convocatoria y de movilización de las organizaciones del campo popular. En segunda instancia, se manifestó la insuficiencia del mencionado plan, ya que continuaría tratándose de una política focalizada que no lograba atender a la demanda de universalidad, ni encarar una genuina redistribución de la riqueza. Finalmente, la creación del PJJHD dejaba a la CTA sin una de sus principales banderas; en tanto el gobierno comenzó a hacer eco de una de sus reivindicaciones más notorias y con mayores adhesiones: el Seguro de Empleo-Formación.
Luego, la Central también acompañó las manifestaciones de descontento de numerosos colectivos organizados en torno a la creciente represión y judicialización de la protesta social por parte del gobierno duhaldista. En este sentido, Maristella Svampa (2004) señala que de cara a las elecciones de 2003 se incrementaron las persecuciones contra los actores sociales movilizados:

"Como fuera señalado y denunciado por múltiples organizaciones sociales, estas acciones represivas apuntaban tanto a instalar la idea de que las elecciones generales venían a clausurar un ciclo social y político, así como pretendían borrar las `marcas´ visibles de la autoorganización y autogestión de la sociedad" (Svampa, 2004: 5).

En este marco, la CTA manifestó su rechazo a las elecciones presidenciales anticipadas para abril de 200320. Para la Central se trataba de una convocatoria "restringida y trucha", que pretendía institucionalizar las políticas regresivas y el control represivo de la protesta social (Lozano, 2006). En definitiva, el período de gobierno de Duhalde fue percibido como un contexto de fuerte embestida contra la movilización social. Así, las agrupaciones más contestatarias se enfrentaron a un panorama complicado para impulsar marchas o bloqueos; mientras otras organizaciones fueron acercándose al gobierno, en tanto ello generaba un clima más favorable para acceder a los planes sociales.
Resultaría preciso señalar que el caso de la FTV mostró algunas diferencias con respecto a la postura crítica de la CTA, ya que a partir de enero de 2002 dicha federación comenzó a participar de las instancias de concertación propuestas por el duhaldismo, denominadas"Diálogo Argentino". La FTV evidenciaba así una postura de mayor acercamiento al gobierno. De este modo, comenzaban a vislumbrarse las rupturas que se profundizarían luego con la corriente de CTA que defendía a la autonomía como bandera y se oponía a la recomposición de las viejas estructuras de poder.
En lo que concierne al período de gestión de Néstor Kirchner (2003-2007)21, pudo notarse cierto repliegue del accionar de la Central en su conjunto; en tanto ésta presentó dificultades para articular una postura más bien homogénea frente al nuevo gobierno. Tal como ejemplifican las citas que se incluyen a continuación, el propio presidente hacía eco de elementos que ya formaban parte de la discursividad de la CTA y otras organizaciones y movimientos sociales; como la distribución de la riqueza, la soberanía popular o la problemática del desempleo. Asimismo, desde las declaraciones presidenciales se colocaba a la Central a la par de la CGT, haciendo una convocatoria extensiva a ambas para trabajar de forma conjunta con el gobierno:

"Trabajando solidariamente sin importarnos a qué partido pertenecían, trabajando con los trabajadores, con la Confederación General del Trabajo y con la Central de Trabajadores Argentinos, juntos todos más allá de cualquier diferencia, pensando en la patria, en la unidad, en el trabajo, en la equidad, en la justicia y en la inclusión social." (Discurso de Kirchner, 2003).
"El desempleo es la herida más dolorosa que puede sufrir una nación. De allí que nuestra prioridad está puesta en generar políticas activas de empleo para quienes sufren en carne propia ese flagelo". (Discurso de Kirchner, 2004).

En adición a las interpretaciones precedentes, cabe resaltar que el kirchnerismo no planteaba a la movilización social como antagonista; sino que a nivel de retórica se colocaba de su lado y la fomentaba contra los verdaderos enemigos de la Argentina, aquellos cómplices de la dictadura militar y el "viejo pasado neoliberal". Esta nueva situación, en la cual se vislumbraba cierta afinidad con el gobierno, complejizó el panorama al interior de la CTA. Algunas de sus agrupaciones manifestaron amplio apoyo al oficialismo, identificándolo como consecuencia del proceso de movilización ascendente; otras, expresaron críticas pero más bien moderadas. En este sentido, los exponentes de algunas organizaciones integrantes o que habían integrado recientemente a la CTA, manifestaron su afinidad y optimismo con el nuevo gobierno. Así, Humberto Tumini22 de Barrios de Pie expresó:

"El gobierno de Kirchner es, en una medida no desdeñable, fruto de ese proceso... el fruto de la crisis de los partidos tradicionales...Se abre una nueva etapa: un gobierno que enarbola un proyecto nacional; con todas las limitaciones que puede tener, pero que evidentemente produce una ruptura con el neoliberalismo precedente." (Tumini en Gómez y Massetti, 2009: 16).

En una línea similar Luis D´Elía, de FTV, argumentó:

"Nosotros nos metimos con los K, con conciencia de que esto era un proceso de avance y acumulación del pueblo argentino. El gobierno se pone al hombro las grandes aspiraciones, las esperanzas del pueblo que vienen de su historia y empieza a resolver en materia económica, memoria, verdad y justicia. Eso hace que construya una mayoría que le está costando mucho a la derecha debilitar." (D´Elía en Gómez y Massetti, 2009: 38 y 39).

Como contracara y a la vez como complemento de la retórica "progresista" y la apertura de espacios de negociación y diálogo con las organizaciones sociales23; durante el gobierno de Néstor Kirchner se persistió con la judicialización y estigmatización de la protesta social24. En el sentido de identificar ciertas ambigüedades por parte del kirchnerismo, podría advertirse una clara paradoja en su relación con la CTA, en tanto se le otorgaba reconocimiento al sentarla a la par de los representantes de la CGT25 -por ejemplo en el Consejo del Salario26 - aunque se persistía en la negativa de otorgarle la personería jurídica.
A partir de los señalamientos precedentes podría notarse que la Central efectuó críticas a determinados gobiernos, identificándolos en tanto adversarios, y expresó su pretensión de mantenerse alejada -léase autónoma- de las contiendas electorales. Sin embargo, no realizó una denostación o rechazo de las instancias político-institucionales; muchas de sus propuestas se
formularon como proyectos ante el Congreso y varios de sus integrantes presentaron candidaturas para ocupar cargos. En este sentido, Gurrera (2002) destaca que la Central nunca percibió como una amenaza el reclamo de subsidios por desempleo que llevaron adelante las organizaciones que la integraban, ni renunció a la participación política electoral; sino que más bien lo hizo por afuera de las estructuras del Partido Justicialista (PJ) y se abstuvo de brindar apoyo explícito e incondicional a las demás opciones27.
Por su parte, Maristella Svampa (2007) advierte que tras el llamado a la construcción del movimiento político, social y cultural en diciembre de 2002, muchos de los referentes28 de CTA lanzaron sus candidaturas a través de diversos partidos en una suerte de "diáspora política". En esa línea vale destacar que, más allá de la participación individual de algunos dirigentes en opciones políticas externas a CTA y su inclusión en el poder institucional, se reivindica la autonomía como Central y la equidistancia de los partidos políticos tradicionales, en especial del PJ29.
En definitiva, la presentación de miembros de la CTA a elecciones provocaría un cambio en la relación con el Estado que podría interpretarse en términos positivos para la Central en tanto puede colocar sus demandas en el Congreso y se retroalimenta con los debates y proyectos que allí se presentan:

"Dentro de la fragmentación que todavía subsiste en la militancia popular, es muy posible que participemos en dos o tres expresiones, y eso no nos tiene que asustar; y es más, el espacio institucional que estamos logrando aprovecharlo (...) Los diputados que más o menos participan de distintas opciones pero que están del mismo lado del mostrador tienen que tratar de concertar políticas comunes." (Entrevista a Giuliani, 2008).

Es decir, Juan Carlos Giuliani, por ejemplo, cree que esa heterogeneidad al interior de la Central refleja la incapacidad que aún existe para crear una alternativa unificada. En esta misma línea de interpretación se inscribió el discurso de la CTA que, pese a la decisión de no presentar candidatos propios, no cuestionó -al menos institucionalmente- la participación de quienes reivindicaban su pertenencia a la misma y se candidateaban a través de expresiones políticas ya consolidadas30.
Desde otro punto de vista, este hecho podría verse como generador de cierta fragmentación al interior de la Central, debido a la falta de posturas comunes. Además, comenzarían a entrecruzarse otras instancias, los partidos, a los que responderían los parlamentarios y que podrían restar fuerza a la identidad y reivindicaciones propias de la Central. De esta manera, podría percibirse que el discurso de la CTA es colocado bajo la presión de distintos discursos que la interpelan. Esa presión conlleva a que no se pueda articular una respuesta más homogénea y se disperse la representación política. En este sentido, la Central no logró
presentarse ella misma como respuesta para la recomposición de la Argentina post 2001; ni logró, luego, una inserción protagónica en el entramado de la identidad kirchnerista31.
En definitiva, la creación del movimiento político de CTA en diciembre de 2002 y el proceso eleccionario abierto en abril de 2003, suscitaron múltiples interpretaciones al interior de la Central. Las mismas evidenciaron, no sólo las dificultades para trazar una frontera política, sino también los diferentes posicionamientos con respecto a la lógica política que se debería asumir. La FTV quería aprovechar la oportunidad para lanzar una iniciativa electoral propia; es decir, la constitución del Partido de los Trabajadores Argentinos (rememorando la experiencia brasilera). Barrios de Pie también apostaba a la participación política electoral y no acordó con el sentido que la dirigencia de la Central pensaba otorgar al movimiento político en construcción32. Para la CTA no bastaba con cambiar los actores sino que era necesario modificar las reglas de juego.

Conclusiones

A partir de la comprensión de la noción de identidad política, y su desagregación en dimensiones y subdimensiones, se procedió al análisis en un caso empírico concreto: la CTA, centrándonos en el período 2000-2005. Recordamos que se distinguió la dimensión representativa (referida a las demandas que se presentan y los repertorios utilizados para ello), la dimensión de la alteridad (en términos de quién o quiénes se definen como el Otro, el antagonista, y los modos en que la organización se ha relacionado con los gobiernos del período de estudio), y la dimensión de las tradiciones (en tanto legados político-ideológicos que gravitan en torno a las identidades y el horizonte de futuro que se vislumbra como promesa de plenitud). A cada una de estas dimensiones y subdimensiones se les dedicó, especialmente, un apartado del presente artículo.
Es preciso señalar que la operacionalización de la categoría "identidad política" responde a fines analíticos; en tanto las fronteras entre dimensiones no resultan fácilmente identificables, ya que muchas veces éstas se superponen y contaminan mutuamente. En consecuencia, ninguna dimensión es cerrada en sí misma; sino que admite matices diversos, y presenta temas y problemas compartidos -y disputados- con lo que podría considerarse el campo propio de otra dimensión. En adición a ello, un análisis delimitado en dimensiones y subdimensiones resulta pertinente para aprehender las identidades en toda su contingencia; es decir, no sólo para abordar la etapa constitutiva -que abarca momentos de emergencia y consolidación-, sino también su redefinición -que implica desplazamientos, dislocaciones e intentos de sutura-.
De este modo, al referirnos a la identidad política de la CTA, se identificaron continuidades y rupturas durante el período 2000-2005, en cuanto a la construcción de equivalencias y al trazado de fronteras; como así también, en relación a las tradiciones e idearios predominantes. En consonancia con los señalamientos precedentes, advertimos que no se trata de una identidad esencial ni acabada; sino que admite heterogeneidades y desplazamientos. En el plano de las tradiciones, la CTA mostró estrechas cercanías con el ideario nacional- popular manifiesto en el peronismo de mediados del siglo XX. Dicho legado persistió como discurso creíble y disponible, y gozó de renovado auge con la llegada de Néstor Kirchner al poder. La Central arengó en pos de la construcción de poder popular preservando la autonomía
(de la patronal, del Estado y de los partidos políticos); no obstante privilegió los repertorios del sindicalismo tradicional, junto con la participación individual de sus referentes vía partidos ya establecidos.
En cuanto a la dimensión representativa, los actores nucleados en la CTA demandaban el accionar del Estado para incorporarse a la estatalidad y ciudadanía vigente; constituyendo así un pedido o solicitud por el restablecimiento de derechos perdidos o profundamente lesionados durante la década de los 90. Luego, hacia comienzos del período analizado, la Central desarrolló una participación activa que involucró a las diferentes expresiones que la conformaban en torno a las demandas por democratización, libertad sindical, mejoras en las condiciones laborales, soberanía popular, entre otros significantes. No obstante, hacia el año 2003 -aproximadamente- fue replegándose; por lo que predominaron marchas o paros organizados por ramas de actividad o por provincia, e incluso FTV y Barrios de Pie hicieron oficial su apoyo al gobierno de Néstor Kirchner
En lo que respecta a la construcción de antagonismos, la CTA mantuvo fuertes oposiciones con el menemismo y adoptó una posición relativamente crítica durante las presidencias de De La Rúa y de Duhalde -con mayor profundidad en este último caso-. Sin embargo, a partir del 2003, la Central no pudo trazar una frontera política clara con un gobierno que recuperaba buena parte de sus demandas y abrevaba en una tradición política -de alguna manera- compartida, el peronismo, con fuerte impronta del legado nacional-popular. En definitiva podría apreciarse que, a partir de la imposibilidad de cristalizar la equivalencia de demandas bajo un significante común y de trazar una frontera política que dicotomice el espectro político, se dificultó la construcción de una alternativa que resultara capaz de disputarle al discurso dominante la imposición de sentidos y lugares.
Por último, se ratifica que la constitución y redefinición de una identidad política, en este caso de la CTA, puede analizarse a partir del abordaje de las prácticas articulatorias con el discurso estatal y con las tradiciones y configuraciones internas. Así, el devenir de la Central en el contexto argentino reciente no podría comprenderse sin el análisis de los factores estructurales (que aumentan o disminuyen la "oportunidad política") y remiten al accionar del Estado; pero tampoco desconociendo o restando importancia al proceso de acumulación programática y articulación de agendas.

Notas

* Este artículo retoma en gran parte las investigaciones desarrolladas en el marco de la tesis doctoral aprobada en noviembre de 2012: "Constitución y redefinición de identidades políticas en experiencias de movilización social. La CTA en Argentina y el MAS-IPSP en Bolivia (2000-2005)", en el marco del Doctorado en Estudios Sociales de América Latina (Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba-Argentina). Agradezco al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET-Argentina) por el financiamiento para el desarrollo de dicho posgrado, como así también las observaciones pertinentes del Dr. Sebastián Barros en el proceso de redacción de estas líneas.

1 Con esta distinción se alude a la política como categoría que designa prácticas ónticas de la acción política convencional y gubernamental (política partidaria, acciones de gobierno, competencia electoral, creación de legislación, entre otras); mientras que lo político designa la dimensión ontológica en tanto modo o proceso de institución discursiva de la comunidad (Marchart, 2009). En este marco, mientras las prácticas ónticas refieren al conocimiento externo de un objeto determinado; la ontología se centra en el mismo proceso de constitución de lo real.

2 Vale aclarar que dicha homogeneización no refiere a la conformación de una realidad acabada y totalmente homogénea; sino que las diferencias se atemperan pero conviven y se tensionan en una identidad.

3 Para el análisis de esta dimensión se construyó un registro de demandas y repertorios sobre la base de periódicos nacionales, agencias de información, página web de la CTA y el registro de la conflictividad social que presenta la revista OSAL de CLACSO. Se trabajó con dos demandas fundamentales que representarían iniciativas trascendentales en la historia de la Central.

4 Para el análisis de esta dimensión se recurrió a los documentos propios de la organización, como así también a los discursos de sus principales líderes y a las entrevistas realizadas durante el trabajo de campo que involucró la tesis de posgrado antes mencionada.

5 Proveniente de las filas de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), Secretario General de CTA Neuquén. Entrevistado por la autora de este trabajo en Buenos Aires, marzo de 2009.

6 Secretario General de CTA en todo nuestro período de estudio. A partir de 2006, Secretario de Relaciones Institucionales de la Mesa Nacional de CTA, y a partir de diciembre de 2011 asumió como Diputado Nacional por Unidad Popular (UP).

7 En cuanto a la demanda por la creación de una nueva institucionalidad, resultarían también elocuentes las palabras de Horacio Fernández: "[Necesitamos] claramente crear otras instituciones porque éstas tienen la particularidad de que el pueblo vota cada 2 o 4 años y los dueños de la guita votan todos los días. Necesitamos generar otras instituciones, que la participación de los representantes sea activa y no delegativa". (Entrevista a Fernández, 2009).

8 En este sentido cabe destacar un hecho que, si bien excede los alcances temporales del presente trabajo, reviste importancia para el análisis aquí desarrollado. A fines del 2011 se lanzó la iniciativa de la Unidad Popular (UP) como expresión político-partidaria ligada a la CTA, por la cual Víctor de Gennaro asumió como Diputado Nacional.

9 "Hay algunos que se confunden y creen que, en realidad, nuestra aspiración es transformar a la CTA en partido. ¡Qué poco que conocen a la CTA! ¡Qué poco que conocen a cada compañera y compañero de aquí! Los que dicen eso no valoran que esta Central definió con toda autoridad, de palabra y en la práctica, que es legítimo que cualquier compañera y compañero tenga su visión ideológica y partidaria, porque ese es su derecho. Pero esta Central definió que su autonomía -de los patrones, del Estado y de los partidos políticos-, es estratégica y por eso jamás se dividirá por seguir o subordinarse a ningún partido político." (Discurso de De Gennaro, 2002: 3).

10 "Le plantemos a De Gennaro que era un momento propicio para que él saltara a jugar en la política; ellos no lo veían así. Venían desde hacía tiempo con la idea de la construcción del espacio político-social en un plazo más largo (...) Nosotros fuimos muy críticos de esto, (...) lo planteamos y perdimos esa discusión al interior de la Central." (Entrevista al militante F. Orsato, 2009).

11 Dirigente de la FTV, afín al kirchnerismo y funcionario del gobierno para el período 2003-2006.

12 "No estoy peleado con la CTA. Rescato y valoro muchísimo su concepto de central de trabajadores y no de sindicatos, su concepto de un afiliado un voto. Estoy peleado con Víctor [De Gennaro] que no entiende los tiempos... cuestiono su concepto de autonomía, porque cuando un gobierno tiene contenido popular, ¿hasta qué punto podés ir con la autonomía? (...) Además en estas cosas a veces hay un gorilismo que me da por las pelotas. Para ellos un movimiento es una reunión de 25 grupos que adhieren a los que la tienen clara y no un proceso de construcción histórico, contradictorio..." (Declaraciones de D´Elía en Gómez y Massetti, 2009: 39 y 40).

13 La equivalencia alude al proceso en el cual comienza a darse cierta solidaridad entre determinados discursos a partir de la negación de la satisfacción de algunas demandas. En otras palabras, cuando las múltiples demandas no son satisfechas por los canales administrativos, la insatisfacción podría abonar la emergencia de un sentido de "frustración múltiple [que] disparará lógicas sociales de un tipo completamente diferente" (Laclau, 2005: 37).

14 Ex Secretario General CTA-Córdoba y miembro de la Mesa Nacional de CTA a partir del año 2006. Entrevistado por la autora en Río Cuarto, 2009.

15 Ex Secretaria General de CTERA e integrante en varias oportunidades de la Mesa Nacional. Entrevistada por la autora en San Salvador de Jujuy, 2008.

16 Vale aclarar que durante este período también podría identificarse una división al interior de la CGT. Hacia comienzos del siglo XXI, nos encontramos con la CGT oficial (liderada por Rodolfo Daer) y la CGT disidente (encabezada por Moyano). En 2004, la unificación fue a través de un triunvirato (Hugo Moyano; Susana Rueda y Luis Lingieri); hasta la elección en julio de 2005 donde Moyano fue elegido Secretario General de la CGT, representando la facción más afín al gobierno kirchnerista.

17 En noviembre de 2008 parece haber habido un avance en la lucha por el reconocimiento jurídico, puesto que la Corte Suprema dictó un fallo a favor de ATE en el que determinó que no es necesario estar afiliado a un gremio con personería gremial para ser delegado.

18 Ex Secretario General de ATE y hacia el año 2006 asumió como Secretario de integración latinoamericana de la Mesa Nacional de CTA.

19 Para un análisis de las prácticas que hicieron posible y constituyeron el 2001 en tanto "evento dislocador" en la historia reciente de Argentina, como así también de los espacios de discusión política que se han disputado las interpretaciones de dichos sucesos; puede consultarse el artículo de Magrini y Quiroga (2012).

20 En primera instancia se estableció que Eduardo Duhalde terminaría el período de mandato de Fernando De la Rúa (hasta diciembre de 2003), pero Duhalde decidió adelantar las elecciones para el 27 de abril de 2003. En otro trabajos se ha hecho referencia a las influencias de la represión en Puente Pueyrredón, que se cobró las vidas de Kosteki y Santillán, en este adelantamiento electoral (Magrini y Quiroga 2012; Quiroga, 2010).

21 En este trabajo tratamos sólo hasta el año 2005.

22 Humberto Tumini es uno de los principales referentes de la organización Libres del Sur -que nuclea a la agrupación antes conocida como Barrios de Pie-. Se desempeñó como funcionario en el Ministerio de Desarrollo Social durante la gestión de Néstor Kirchner, abandonando posteriormente el cargo por profundizarse sus diferencias con dicho gobierno.

23 Incluso, los militantes de organizaciones más afines al gobierno, aclararon durante las entrevistas que no sólo se trataba de espacios de coordinación sino de gestión concreta, de verdadera participación en el manejo del Estado.

24 Pese a que el gobierno kirchnerista manifestó no responder a las protestas sociales con represiones, el poder judicial avanzó hacia una creciente judicialización de los conflictos; así, por ejemplo, en abril de 2004 la justicia dictó un fallo en el que sostuvo que interrumpir el funcionamiento de los medios de transporte era un delito, aún cuando se hiciera en defensa de derechos constitucionales (Osal nro.13, 2004: 125). En adición a ello, se registraron numerosos hechos de violencia y represión en las provincias, entre los que podrían citarse: el asesinato de la Secretaria General de AMMAR-CTA Sandra Cabrera, en Rosario en enero de 2004; el 26 de junio de ese mismo año fue asesinado Martín Cisneros, militante del "Comedor Los Pibes", organización comunitaria del barrio de La Boca, que integraba la FTV-CTA; el brutal asesinato del militante de la organización barrial jujeña Túpac Amaru-CTA Esteban Armella en noviembre; la detención de Raúl Castells del MIJD; la continuidad de los procesamientos judiciales iniciados en la era Duhalde; el inicio del juicio oral y público a los dirigentes de la CTA de Zapala y Cutral Có; la represión a grupos de desocupados durante el desalojo de la empresa Oil ONS en Santa Cruz; en julio de 2005 la estigmatización de la huelga de los trabajadores no profesionales del Garrahan a través de las declaraciones del entonces ministro de salud Ginés Gonzales García que los calificó de "terroristas sanitarios"; entre otros hechos.

25 Otro ejemplo de dicho reconocimiento sería la interpelación a la CTA por parte del gobierno, colocándola en pie de igualdad con la CGT. En ese sentido se orienta el fragmento del discurso de Néstor Kirchner citado párrafos más arriba.

26 El Consejo del Salario implicó que por primera vez en once años se negociara entre sindicalistas, empresarios y gobierno. La reunión fue llevada a cabo en agosto de 2004, y no estuvo exenta de pujas por el reparto de los lugares para cada organización. La CGT aceptó reducir de 16 a 12 su representación para avalar la presencia de tres delegados de la CTA y uno de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Además se presentaron 16 representantes por la parte patronal repartidos entre la Unión Industrial Argentina, el sector rural, el comercio, la construcción, los bancos y dos entidades intersectoriales. Por el Estado se incluían al ministro de trabajo Tomada y un asesor de la Jefatura de Gabinete y otro del Ministerio de Economía, así como el presidente del Consejo Federal del Trabajo.(Clarín, 26/08/2004).

27 Los ejemplos de los dirigentes Edgardo Depetri y Luis D´ Elía contradecirían este postulado, ya que manifestaron su expreso e incondicional apoyo al gobierno de Néstor Kirchner. Además, el primero se desempeñó como diputado por el Frente para la Victoria (FPV) y el segundo fue funcionario del gobierno en el marco del Ministerio de Desarrollo Social.

28 No se trataba de cualquier militante, sino de figuras claves de la CTA y su historia. Fueron integrantes en algún momento de la conducción nacional e inclusive cuatro de ellos figuran en el listado de asistentes al primer encuentro en Burzaco (Lozano, Maffei, Basteiro y Bisutti). Ver documento CTA, 1991.

29 Nótese que se trata de candidaturas por fuera de la estructura del Justicialismo. No obstante, luego de 2003 habrá varias candidaturas a través del FPV y fuerzas afines al kirchnerismo.

30 Incluso en el séptimo congreso nacional de delegados, en marzo de 2006, la CTA modificó su estatuto avalando la compatibilidad entre la ocupación de cargos directivos de la Central y puestos políticos en el gobierno nacional, provincial o municipal.

31 Con ello se pretende señalar que la CTA no logró una incidencia protagónica en la definición de las políticas públicas durante los años de gobierno kirchnerista involucrados en este artículo, si lo comparamos por ejemplo con la CGT, con las organizaciones de derechos humanos e inclusive con la misma FTV.

32 De esta postura darían cuenta, por ejemplo, las declaraciones del dirigente Tumini: "Ya hacia mayo de 2001 se le había planteado a la dirigencia de la Central: Hay que armar una opción que sea capaz de recoger una parte importante de votos para el escenario que se abre. Pero Víctor planteó que había que seguir los tiempos, armar el FRENAPO" (Tumini en Gómez y Massetti, 2009: 88).

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Documentos:

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- CTA (1991): Encuentro de organizaciones y dirigentes sindicales en Burzaco.

Ley nro. 23551: Ley de Asociaciones Sindicales en Argentina.

Entrevistas:

Realizadas por terceros:

Gómez, Marcelo y Massetti, Astor (2009): Los movimientos sociales dicen: conversaciones con dirigentes piqueteros. Nueva Trilce, Buenos Aires.

Realizadas por la autora:

Fernández, Horacio (2009), abril, sede CTA, Buenos Aires.

Giuliani, Juan Carlos (2008), noviembre, sede del CISPREN, Rio Cuarto

Maffei, Marta (2008), octubre, Constituyente Social, San Salvador de Jujuy.

Orsato, Franco (2009), marzo, UNRC, Río Cuarto.

Páginas web:

www.bibliotecacta.org.ar

www.clacso.org.ar

www.clarin.com.ar

www.cta.org.ar

Periódicos y revistas:

Clarín 26/08/2004

OSAL nro. 13, junio de 2004

Recibido: 27.03.13
Aprobado: 30.06.13