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Trabajo y sociedad

versão On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.22 Santiago del Estero jun. 2014

 

PROGRAMAS DE TRABAJO Y ESTRATEGIAS SINDICALES

Trayectorias de inserción laboral de mujeres jóvenes pobres: El lugar de los programas de Formación Profesional y sus abordajes de género 

Labor insertion trajectories of poor young women: the place of Vocational Training programs and its approaches to gender 

 

Verónica Millenaar*

* Magíster en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de General Sarmiento y el Instituto de Desarrollo Económico y Social (UNGS-IDES). Realiza sus estudios de Doctorado en Ciencias Sociales en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Investigadora asociada en el Programa de Estudios sobre Juventud Educación y Trabajo (PREJET-IDES). E-mail: veronicamillenaar@argentina.com

 


RESUMEN

El artículo analiza las trayectorias de inserción laboral de un grupo de chicas en situación de pobreza que egresaron de distintos Programas de Formación Profesional (FP) en el Área Metropolitana de Buenos Aires, entre los años 2008 y 2010. El foco de análisis está puesto en examinar sus vínculos con el trabajo y las estrategias respecto de sus procesos de inserción, para observar, en qué medida la participación en los cursos de FP permite disminuir las múltiples inequidades a las que se enfrentan de cara al mundo laboral. Se argumenta que, a pesar de los condicionamientos sociales y de género compartidos, la incidencia de los cursos y los modos que tienen las jóvenes de apropiarse de esa formación son múltiples y variados, y resultan de una compleja trama entre sus subjetividades, los abordajes de género de las instituciones y las características estructurales del mercado de trabajo.

Palabras clave: Mujeres jóvenes; Pobreza; Género; Inserción laboral; Formación Profesional

ABSTRACT

The article analyzes the trajectories of labor insertion of a group of girls in poverty who graduated from different Vocational Training Programs (VT), in the Metropolitan Area of Buenos Aires, between 2008 and 2010. The article focuses on their links to work and strategies employed, regarding their processes of insertion into the labor market, to observe the extent to which participation in VT courses reduce the multiple inequities when facing the sphere of labor. We argue that, despite the social and gender conditionings, the incidence of those courses and the way young women benefit from such training experiences are different, and this is a result of the complex linkage between their subjectivities, the approach to gender of institutions and the structural characteristics of the employment market.

Keywords: Young women; Poverty; Gender; Labor insertion; Vocational training


 

SUMARIO

Introducción. I. La investigación desarrollada. II. Jóvenes mujeres, entre las desigualdades sociales y de género. III. La FP: sus abordajes de género y horizontes de intervención. IV. El lugar de la FP en las trayectorias: estrategias y vínculos con el trabajo y la capacitación- Reflexiones finales -Bibliografía

*****

 

Introducción

Desde hace unas décadas, la inserción laboral juvenil es considerada una problemática de investigación relevante. Principalmente, el foco ha estado puesto en las características de la inclusión al trabajo de aquellos más pobres, mostrándose cómo la desigualdad social incide en las oportunidades de empleo y en las estrategias y vínculos que tienen los jóvenes con la esfera laboral. Desde este marco, cuando se analiza la experiencia particular de las mujeres, se muestra que esa desigualdad se encuentra constituida por una multiplicidad de inequidades, entre las cuales, además de la pobreza, se encuentra también el género. Si bien la inserción laboral se ha vuelto un proceso difícil para todos los jóvenes en la Argentina, para las chicas pobres, la multiplicidad de inequidades se traduce en obstáculos muy complejos de sortear y revertir.
Estudios anteriores han mostrado las dificultades de las mujeres jóvenes en situación de pobreza a la hora de enfrentarse al mundo laboral (Carrasquer Oto, 1997; Goren, 2000; Silveira, 2001). En la Argentina, esto puede observarse de un modo persistente, incluso en períodos de reactivación del empleo, como el que se vivió en el país los últimos años. El mercado de trabajo resulta un territorio que discrimina a las mujeres y les ofrece un abanico de posibilidades laborales reducido y de menor valorización social y económica (Novick, Rojo y Castillo, 2008). Se observa que las mujeres más pobres se inserten en oficios tradicionalmente asociados al mundo femenino, caracterizados por sus bajas remuneraciones, peores condiciones y mayor desprestigio. En el caso de las jóvenes, estas discriminaciones se traducen en elevadas tasas de desempleo, inactividad, sub-ocupación y precariedad laboral (Vezza y Betranou, 2011)1.
Ante este escenario, en los últimos años se ha avanzado en el desarrollo de políticas de capacitación y Formación Profesional, como forma de contribuir a la inserción laboral de los sectores en desventaja, entre los que se encuentran incluidas las mujeres pobres (Maurizio, 2010). A tal efecto, en nuestro país ha habido experiencias interesantes de incorporación de perspectivas de género en estas políticas2. Sin embrago, el conjunto de la Formación Profesional (FP) resulta una suma de dispositivos de gran heterogeneidad y de propuestas formativas diferentes, y la inclusión de perspectivas de género en este terreno no aparece como una tendencia instalada (Millenaar, 2012).
¿Qué lugar adquiere la Formación Profesional en las trayectorias laborales de mujeres jóvenes pobres? ¿Contribuye a redefinir el entramado de múltiples inequidades que confluyen en sus
procesos de inserción al trabajo? En el marco de un estudio sobre trayectorias juveniles de inserción laboral3, realizado entre 2008 y 2010 en el área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), el objetivo de este artículo será mostrar cómo inciden diferentes programas de FP en el acceso y las oportunidades laborales de jóvenes mujeres, y en qué medida esto permite revertir el peso de provenir de un hogar con capitales educativos bajos y enfrentar los obstáculos y discriminaciones del mercado de empleo.
Se presentarán a continuación las características metodológicas de la investigación y se avanzará en una reflexión en torno a las interrelaciones entre las desigualdades sociales y de género, a partir del marco de la problemática vinculada a la inserción laboral de mujeres jóvenes. Se describirán las propuestas de incorporación de perspectivas de género en las políticas de capacitación para el empleo y se examinará de qué modo éstas se evidencian en los programas de FP a los que accedieron las jóvenes estudiadas. Luego, en base al análisis de trayectorias desde un enfoque biográfico, el artículo examinará los vínculos y estrategias respecto del trabajo y la capacitación desplegados por las jóvenes, y cómo estos se ponen en juego en sus procesos de inserción laboral. Argumentaremos que, a pesar de los múltiples condicionamientos, la incidencia de los cursos y los modos de que tienen las jóvenes de apropiarse de esa formación resultan diversos, y se encuentran vinculados tanto a sus disposiciones frente a la actividad laboral e ideologías de género, como así también a los propios abordajes de género de las instituciones y características de los empleos a los que acceden.

I. La investigación desarrollada

El estudio que se presentará a continuación se basa tanto en mi tesis de Maestría en Ciencias Sociales (UNGS-IDES), como en un proyecto de investigación más amplio (PICT-ANPCyT) desarrollado por el Programa de Estudios de Juventud, Educación y Trabajo (PREJET-IDES) del que formo parte. Los datos que se presentan en este artículo surgen de entrevistas a jóvenes mujeres que participaron de distintos programas de FP4. Los dispositivos de formación seleccionados incluyen todo el abanico de ofertas de FP según la clasificación efectuada por Jacinto (2010): 1) centros de FP públicos (modelo escolar puro); 2) centros de FP gestionados de forma "mixta" por organismos públicos y de la sociedad civil (modelo con anclaje territorial y/o religioso); 3) cursos ofrecidos por ONGs que se caracterizan por estar vinculadas a empresas (modelo con participación de actores sociales del trabajo). En total, se incluyeron 7 dispositivos. Del total de jóvenes estudiadas, 4 participaron de algún dispositivo del primer modelo, 13 participaron de dispositivos incluidos en el segundo modelo y 7 de dispositivos del tercer modelo.
El proceso de investigación incluyó, en un primer momento, entrevistas institucionales, en cada uno de los programas seleccionados, a sus Directores y, en algunos casos, también a sus docentes. A partir de estas entrevistas institucionales, indagamos las características de las propuestas formativas y en qué medida incluyen un enfoque de género. En un segundo momento, la investigación avanzó en la realización de entrevistas abiertas y semiestructuradas a
24 jóvenes, que habían participado de esos programas entre 1 y 3 años antes. Estas jóvenes, de entre 18 y 29 años de edad, provienen todas de hogares con capitales educativos bajos5 y residen en barrios populares del AMBA.
El análisis que a continuación se presenta está centrado tanto en las características de los enfoques de género de los dispositivos, como en las trayectorias de inserción laboral de las jóvenes, para observar la sucesión de sus recorridos educativos y laborales e incidencias de la capacitación, considerando tanto sus condiciones objetivas (principalmente capitales educativos y características de los empleos en los que se insertan), como también sus elaboraciones subjetivas (disposiciones a la actividad laboral e ideologías de género).

II. Jóvenes mujeres, entre las desigualdades sociales y de género

Hemos planteado que los procesos de inserción laboral de mujeres jóvenes pobres se caracterizan por verse obstaculizados a partir de la compleja trama de inequidades sociales y de género. ¿Pero cómo comprender dicho entramado de desigualdades en el análisis de sus trayectorias laborales? ¿Se trata de concebirlo de forma acumulativa, que nos llevaría a sumar matemáticamente las diferentes desventajas a las que se enfrentan (ser jóvenes/mujeres/pobres)?
Estas preguntas nos remiten, en principio, a una historia de largas discusiones respecto de las interrelaciones entre la clase social y el género, que pueden reconocerse en los principales núcleos problemáticos abordados por la teoría feminista (MacKinnon, 1989). Las posturas han sido diversas: por ejemplo, desde el marxismo-feminista se ha comprendido que la opresión de la mujer resulta un aspecto subordinado y derivado de las relaciones de clase social, enfatizándose en las imbricaciones entre el sistema capitalista y patriarcal. Desde otros enfoques, se introducen diferentes elementos (como la sexualidad, la maternidad, el deseo sexual) para complejizar el análisis de dicha interrelación y plantear que las estructuras simbólicas de la diferencia de género resultan las formas predominantes de la desigualdad. De todos modos, discusiones más recientes del feminismo han buscado superar la comprensión de la dominación como una problemática que comparten todas las mujeres por igual y de forma universal, para entender que la posición de cada colectivo de mujeres se encuentra imbricada en relaciones de desigualdad y poder más amplias y complejas (Dorlin, 2008).
Es por esto que, desde una perspectiva procedimental, se ha sugerido que el abordaje de la trama de desigualdades sociales y de género requiere de un enfoque cualitativo y situado para comprender más profundamente los interjuegos que se producen entre esas distintas formas de inequidad (Oliveira, 2007). Si bien es cierto que, en la esfera laboral, la dinámica persistente de la división sexual del trabajo se cruza con las desigualdades sociolaborales del mercado de empleo, esto se produce de formas específicas en diferentes grupos de mujeres de acuerdo a su origen social.
Las investigaciones que abordan específicamente el problema de inserción laboral en los sectores de pobreza sugieren que el entrelazamiento entre desigualdades sociales y de género involucra tanto segmentaciones estructurales como simbólicas: además de las exclusiones y discriminaciones en las oportunidades de empleo que se ofrecen a las chicas, las trayectorias femeninas se diferencian respecto de las de los varones porque se ven orientadas por mandatos de género que asignan roles específicos a los sexos en relación al trabajo (Flahault, 2006). Se ha observado esto, por ejemplo, en el caso de mujeres jóvenes pobres que logran terminar la secundaria (Miranda, 2010). A pesar de que se evidencia una expansión del acceso al nivel secundario en los últimos años y una "democratización" de su alcance, las tasas de desocupación y la posibilidad de acceder a empleos de calidad no mejoran en los jóvenes pobres
a partir de la adquisición de ese título, y las que se encuentran en mayor desventaja son las mujeres. El acceso creciente al diploma secundario no siempre modifica los mandatos de género tradicionales que confinan a las chicas a actividades domésticas y de crianza, a pesar del diploma obtenido. Asimismo, se reconoce, por ejemplo, el diferencial de oportunidades, salarios y estabilidad de los empleos entre chicos y chicas que tienen el mismo título educativo y la misma formación (Couppie y otros, 2006). Incluso, se señala que a las jóvenes les resulta prácticamente imposible acceder a ciertos puestos de trabajo asociados al mundo masculino por más que la formación recibida las habilite a emplearse en ellos (Silveira, 2001).
En este sentido, cuando el foco está puesto en la trama de la desigualdad, tanto en su expresión estructural como simbólica, se asume que el entrelazamiento entre pobreza y género deriva en mayores obstáculos y exclusiones para las jóvenes. Sin embargo, también se señala que, incluso entre aquellas que comparten los mismos condicionamientos, las disposiciones al trabajo no sonúnicas e idénticas (Nicole-Drancourt, 1992). En el estudio que aquí presentamos, hemos podido reconocer que las jóvenes presentan distintas disposiciones al trabajo e ideologías de género. Estas últimas pueden pensarse como las "reglas implícitas del sentimiento" respecto del trabajo y de otros proyectos vitales; sentimientos que no son fijos ni permanentes, pero que tienen consecuencias en las prácticas que se despliegan en torno a la esfera laboral (Hochschild, 2008). De este modo, desde una perspectiva cualitativa y situada, el análisis de los vínculos al trabajo de las jóvenes pobres y las estrategias específicas desplegadas en sus procesos de inserción, ofrece la posibilidad de comprender, desde un punto de vista más cercano a sus experiencias, el modo en que las tramas de la desigualdad encarnan en sus trayectorias, configurando recorridos laborales diversos. Más específicamente, permite comprender las motivaciones y expectativas con las cuales estas jóvenes se vinculan a los dispositivos de capacitación, los recursos y aprendizajes que adquieren allí y los aprovechamientos que logran hacer de ellos en sus trayectorias.

III. La FP: sus abordajes de género y horizontes de intervención

Dentro de las políticas orientadas a facilitar los procesos de inserción laboral se destaca la FP, que precisamente ha ampliado sus matrículas de grupos etarios juveniles los últimos años y que, además, convocan de un modo creciente a las mujeres (Millenaar, 2012). La investigación de la que se deprende este artículo ha mostrado, como hallazgo principal, que la participación en cursos de FP contribuye a la activación y empleabilidad de los jóvenes pobres (varones y mujeres), sobre todo cuando a esos cursos se les suma la terminalidad de la escuela secundaria (Jacinto y Millenaar, 2010). Sin embargo, también pudieron constatarse diferencias en las trayectorias femeninas y masculinas en relación a las oportunidades de empleo luego de esos dispositivos. Comparando la población de varones y mujeres estudiados, pudo observarse que los varones, luego del dispositivo, tendieron más que las mujeres a pasar a empleos registrados, en establecimientos más grandes, y a ocupaciones de mayor nivel de calificación e ingresos más altos. Los empleos posteriores al dispositivo muestran que las mujeres se concentran en ocupaciones no calificadas y están más afectadas por la falta de beneficios sociales, por la subocupación y por bajos ingresos (Jacinto y Chitarroni, 2010; Millenaar y Jacinto, en prensa).
Esto se asocia a lo que suele plantearse: que la capacitación laboral no alcanza para acercar a las mujeres a los puestos de trabajo asociados a segmentos de calidad. Incluso, en ocasiones, la formación profesional refuerza la inserción de las mujeres en tareas de menor remuneración y mayor precarización porque se les ofrece capacitación en empleos vinculados a las tareas típicamente femeninas que presentan esas características (Goren y Barrancos, 2002). En términos teóricos y propositivos se ha planteado que, para incluir una perspectiva de género, la formación profesional debería incorporar no solo el desarrollo de las competencias básicas y actitudinales que permitan mejorar la inserción laboral de las mujeres en puestos de mayor jerarquía y remuneración, sino también la concientización en torno a sus derechos, que
propicien la revisión crítica de los encasillamientos sociales que exigen roles diferentes según el género (Silveira, 2001).
Pero sumado a la constatación general en torno a que los cursos producen incidencias más visibles entre los varones que entre las mujeres, hemos podido reconocer, al interior del grupo femenino, que algunas de sus trayectorias muestran importantes modificaciones en sus oportunidades de empleo, como así también en otras esferas de la vida, como el estudio y la familia. Esto podría responder a las orientaciones de los cursos, que como hemos señalado, se caracterizan por su heterogeneidad.
En efecto, hemos analizado los programas de FP por los que pasaron las jóvenes estudiadas para observar si incluían una perspectiva de género en su propuesta de formación, según lo propuesto por Silveira (2001). Si bien se reconocen diferencias en torno a sus objetivos y estrategias de intervención, pudimos constatar que ninguno de ellos incorpora esta perspectiva de modo explícito dentro de su proyecto institucional. Sin embargo, nos propusimos igualmente distinguirlos en base al modo en que orientan sus ofertas de capacitación.
Así, pudo reconocerse un primer grupo (abordaje "igualitario") que no diferencia su oferta de capacitación por sexo y ofrece cursos en tareas no asociadas al mundo masculino o femenino. Estos cursos suelen estar orientados al empleo en el sector servicios, al desarrollo de las competencias básicas o de las tecnologías de la información, que convocan a mujeres y varones por igual. La característica de estos dispositivos es que la estrategia de formación se encuentra dirigida a mejorar la empleabilidad de varones y mujeres. Es decir, se apunta a que, desde una perspectiva centrada en el sujeto, los chicos y las chicas suplan sus "déficits" de calificación y mejoren sus propias chances en el acceso al empleo.
Un segundo grupo (abordaje "diferenciado") ofrece cursos asociados a tareas típicamente femeninas o masculinas, aunque no muestren impedimentos en la inscripción de varones o mujeres en ellos. Por lo general, ofrecen, por un lado, cursos de costura, cocina, peluquería, cuidado de ancianos, etc., orientados hacia las mujeres y, por el otro, cursos de electricidad, plomería, carpintería, soldadura, etc., orientados a los varones. La característica de este segundo grupo de dispositivos es que trabajan de un modo específico con el público de mujeres y varones, dada su lógica diferenciada. En el caso de las mujeres, la formación no solo apunta a enseñar un oficio, sino también a reflexionar acerca de sus derechos y del valor del trabajo en general, con el fin de que las jóvenes asocien ese oficio a una oportunidad de ocupación. Estos dispositivos intervienen principalmente desde la retórica de los derechos.
La mayor parte de los programas estudiados corresponde al primer grupo, que incluyen las propuestas más "escolares" de FP, algunos centros "conveniados" y las ONGs que vinculan a sus egresados a empresas específicas. Los programas del segundo grupo concentran a los centros de FP que tienen un anclaje territorial y/ o religioso. Esta clasificación respecto de los abordajes de género y orientaciones de la intervención de los programas será tenida en cuenta en el análisis de las trayectorias de las jóvenes que realizaremos a continuación.

IV. El lugar de la FP en las trayectorias: estrategias y vínculos con el trabajo y la capacitación

Si bien el grupo de mujeres jóvenes estudiadas comparte características comunes, también presenta algunos contrastes. En primer lugar, no todas lograron terminar la escuela secundaria. Al momento de la entrevista, solo 10 contaba con ese título (cuadro 1). En general, las jóvenes que lograron terminar el secundario, relataron una trayectoria educativa continua, sin interrupciones, como así también un fuerte apoyo simbólico y material de parte de sus familias para sostener el estudio. Teniendo en cuenta los capitales educativos bajos de sus padres, se destaca, en estas jóvenes, el esfuerzo familiar y las expectativas de ascenso social vinculadas a la educación secundaria. Estas chicas también se caracterizan por contar con escasa experiencia laboral previa a la asistencia al programa de FP (cuadro 1).

Cuadro 1. Situación laboral previa al programa de FP, según nivel educativo

Por su parte, las jóvenes que no completaron el secundario relatan mayores obstáculos y dificultades para sostenerse en la escuela, como así también la necesidad de trabajar a una edad temprana para colaborar con la economía familiar o para solventar los propios gastos. Como puede observarse en el cuadro 1, casi la totalidad de estas jóvenes se había empleado en el mercado laboral informal, realizando las siguientes tareas: cuidado de niños, tareas de limpieza, empleadas en algún comercio (kioscos, ferreterías, verdulerías) o camareras. Asimismo, la mayor parte de estas chicas ya son madres (cuadro 2). De todos modos, si se observa al interior del grupo que no completó el secundario, se pueden reconocer contrastes en los vínculos y estrategias respecto del trabajo, como así también en sus ideologías de género (volveremos sobre esto más adelante).

Cuadro 2. Maternidades, según nivel educativo

Entonces, desde una mirada general y enfatizando tanto en las características objetivas como subjetivas de las trayectorias de las jóvenes, pueden reconocerse tres grupos diferenciados: 1) aquellas que logran terminar el secundario sin necesidad de trabajar, se vinculan al dispositivo luego de terminar a escuela y no presentan percepciones consolidadas respecto del proyecto laboral; 2) aquellas con secundario incompleto, que comienzan a trabajar a temprana edad (15 / 16 años), se vinculan al dispositivo contando con experiencia laboral continua y comparten la idea de que el trabajo es central en sus vidas; 3) aquellas con secundario incompleto, que también comienzan a trabajar tempranamente y se vinculan al dispositivo contando con experiencia laboral (en este caso esa experiencia no fue continua), pero comparten la idea de que el trabajo extra-doméstico no es un proyecto central en sus vidas. Describiremos los vínculos y estrategias respecto del empleo y la capacitación de las jóvenes de cada uno de estos grupos y observaremos de qué modo los dispositivos contribuyen a disminuir sus inequidades.

a. Primer grupo: sumar líneas al currículum

Si observamos al interior del primer grupo, podemos reconocer que la mayoría de las jóvenes comparte una percepción acerca del trabajo como un proyecto necesario en la etapa posterior al secundario, pero subsidiario del proyecto educativo. Las jóvenes de este grupo se acercan a los cursos a partir de lógica pragmática que les indica que, para seguir estudiando, deben necesariamente obtener un empleo dada su condición económica. Sin embargo, estas jóvenes son conscientes de que el título secundario no es suficiente para obtener un empleo y requieren de alguna complementación para contar con mejores oportunidades laborales. Es por eso que, en este grupo, ante la pregunta acerca de las motivaciones para acceder a los cursos, las respuestas giran en torno a la expectativa de "tener un título más", "sumar líneas al currículum", "tener algo que reemplace la falta de experiencia laboral".
Las jóvenes reconocen que el hecho de no tener experiencia laboral, sumado a la escasez de "contactos", les generará un escenario difícil para conseguir un empleo que presente características de estabilidad y buen salario. De esta manera, las chicas reconocen sus desventajas respecto de jóvenes de otra clase social, que comparten el mismo capital educativo. El acercamiento a los cursos es la estrategia que se dan para salir "mejor armadas" al mercado de trabajo.
Sus percepciones respecto de trabajo se vinculan a una ideología de género que no se encuentra del todo consolidada: el proyecto laboral aun no es central en sus vidas, ni tampoco comparten una visión homogénea acerca del estatuto del trabajo para las mujeres en general. Dada la posibilidad de haber finalizado el secundario, la mayoría tiene expectativas de acceder a más estudios, pero no coinciden en una visión acerca de la importancia de trabajar. La decisión respecto del trabajo, la maternidad y la familia es, para estas jóvenes, "algo que se dará más adelante".
Una vez que terminan la capacitación, estas jóvenes se vuelcan al mercado de trabajo, evidenciándose un significativo cambio de condición laboral en todas hacia la activación. Asimismo, la mayor parte logra pasar a la ocupación rápidamente luego de los cursos (cuadro 3). De todos modos, las ocupaciones no son las mismas para todas las jóvenes. Como mencionamos anteriormente, las chicas participaron de diferentes dispositivos, con orientaciones diversas. En este grupo en particular, se observa que quienes asistieron a programas orientados desde un abordaje "igualitario" (es decir, que ofrecen formación no asociada a empleos típicamente femeninos o masculinos y centran su intervención en la empleabilidad) y, sobre todo, cuando estos programas tienen algún tipo de apoyo en la inserción laboral de sus egresados, los empleos a los que acceden presentan características de mayor calidad: son registrados y con contratos a tiempo indeterminado (generalmente en empresas del sector servicios, como camareras o empleadas de comercio). De las 10 jóvenes que terminaron el secundario, 4 acceden a un empleo de estas características. Las otras 6 jóvenes, si bien acceden a diferentes empleos luego del dispositivo, éstos no presentan características de formalidad y, en algunos casos, ni siquiera se vinculan directamente a la formación recibida en los cursos.

Cuadro 3. Jóvenes del primer grupo: situación laboral posterior a la FP, según tipo de programa

Queremos resaltar, en particular, que algunas de las jóvenes manifiestan no haber tenido las mismas posibilidades que sus compañeros varones, porque en las empresas "los prefieren a ellos". Esto se menciona también entre las jóvenes que asistieron a programas con abordaje igualitario. A pesar de que todos reciben la misma formación y en los cursos se comparte la idea de que varones y mujeres tienen las mismas oportunidades, la experiencia laboral posterior enfrenta a las chicas a una realidad difícil. En algunos casos, se relata que las empresas con las cuales el dispositivo tiene vínculos sólo contratan varones y, por lo tanto, ellas se vieron discriminadas de algunas búsquedas laborales. En otros casos, se mencionó que las empresas ubicaron a mujeres y varones ingresantes en tareas diferentes, a pesar de que ambos entraron luego de la formación a puestos de trabajo similares.
Yo entré ahí, pero después me dijeron que necesitaban un hombre. Así que trabajé un mes. Yo pensé que estaba todo bien... pero después no.... Me puse re mal, fue como un balde de agua fría (Primer grupo, 20 años)

b. Segundo grupo: mejorar la trayectoria laboral

Como anticipamos, un segundo grupo que no cuenta con secundario completo, se caracteriza por haber iniciado su trayectoria laboral tempranamente y haberla continuado sin interrupciones desde entonces. Las chicas de este segundo grupo comparten un relato de su propia historia como una cargada de dificultades económicas y familiares a la cual debieron hacerle frente y, a partir de esto, "hacerse fuertes". Estas jóvenes se insertan en empleos precarios de características informales y con una alta rotación laboral, aunque se observa en todas cierta acumulación en el tiempo: si bien pasan por varios empleos, estos resultan similares entre sí, permitiéndoles construir un oficio y acumular aprendizajes.
A la capacitación asisten para "tener mejores trabajos", "tener el certificado de lo que ya sé hacer", "tener un trabajo en blanco". En este sentido, las chicas de este grupo, se vinculan a la FP con dos estrategias concretas: adquirir un certificado de los saberes acumulados, y también contar con un título que les permita mejorar la trayectoria laboral ya iniciada. A pesar de que todas coincidan en su "deuda pendiente" respecto del secundario y en la desigualdad que produce no contar con este título, ellas asumen que, dada la acumulación de experiencia laboral en algún oficio específico, es más estratégico procurarse un certificado de formación profesional. En la vinculación con el dispositivo aspiran a producir en sus trayectorias laborales una mejora inmediata, en comparación con los empleos que ya venían teniendo. Esto les permitirá también, en un futuro, mejorar sus carreras profesionales.
La característica común de estas jóvenes es que otorgan centralidad al proyecto laboral. Si bien para ellas el trabajo es una necesidad, dadas sus condiciones económicas, los esfuerzos acumulados en este terreno las llena de orgullo y vinculan su "fuerza de voluntad" al hecho de compartir una ideología de género que sostiene la igualdad entre varones y mujeres. Ambos géneros pueden y deben desarrollarse profesionalmente por fuera del hogar. Esto no resulta para ellas materia de discusión, incluso siendo algunas ya madres.
La capacitación es para estas jóvenes una experiencia muy valorada porque se aprovechan los aprendizajes, vínculos con los docentes y oportunidades que esa instancia les abre. Es de destacar que de las 6 jóvenes de este grupo, todas asistieron a programas con características de abordaje igualitario, coincidiendo esta elección con sus motivaciones respecto del proyecto laboral. Los cursos que deciden realizar no se asocian a tareas típicamente femeninas (por ejemplo, estudian gastronomía, ventas o informática). Sin embargo, el mejoramiento en la trayectoria laboral solo es reconocible entre aquellas que se vieron apoyadas por los dispositivos, facilitándoles el acceso a un empleo formal (se recuerda aquí que no todos los dispositivos clasificados como de abordaje igualitario brindan esta posibilidad).
De este modo, la situación laboral posterior a los cursos encontraba a todas las jóvenes de este grupo ocupadas, pero solo a 3 en empleos registrados, obtenidos gracias a los apoyos institucionales (cuadro 4). Esto resulta significativo si se recuerda que estas jóvenes no tienen el título secundario. La oportunidad de mejorar la trayectoria constituye un quiebre que es relatado como un "cambio de vida", por el hecho de contar ahora con un buen sueldo y estabilidad.

Cuadro 4. Jóvenes del segundo grupo: situación laboral posterior a la FP, según tipo de programa

La oportunidad de acceso a un empleo formal para algunas jóvenes de este grupo no incluye la obtención de un salario en igualdad de condiciones que sus pares varones. Sí se evidencia una ruptura en las tendencias de segregación horizontal: las chicas logran insertarse en empleos que se encuentran asociados al mundo masculino (como vendedoras en tiendas de renombre, mozas en restaurantes u hoteles o empleadas en alguna pyme). De todos modos, no dejan de referenciar las características de sus propias personalidades como "mujeres fuertes", que soportan condiciones duras. Para sostenerse en los empleos obtenidos, las jóvenes deben afrontar la flexibilidad horaria y laboral que caracteriza a esos puestos de trabajo y que traen complicaciones a la dinámica familiar y a la posibilidad de iniciar nuevos proyectos vinculados al estudio.
En este sentido, la capacitación resulta efectiva en cargar a las jóvenes de discursos que legitiman las exigencias contemporáneas del mercado laboral capitalista. Las chicas de este grupo se apropian de esos discursos sin cuestionamientos como una estrategia para "habitar" ese mundo laboral del sector servicios: hablar y mostrarse en coherencia con esos argumentos las vuelve trabajadoras más competitivas, proactivas, serviciales, según las exigencias actuales. Pero esto implica que, por momentos, en sus relatos parezcan autoexplotarse a sí mismas y disponerse como trabajadoras sin otros compromisos más allá del laboral. Las jóvenes mantienen sus empleos a costa de endurecer su carácter, "comportarse como hombrecitos" y aceptar pagas menores que los varones. Porque a las mujeres, nadie "les regala nada".

- Puede ser que prefieran varones...Pero que una mujer haga un trabajo de un hombre, depende qué trabajo sea, va a depender de la mujer.
- ¿Pero de qué va a depender?
- Y de la voluntad que le pongas. Es eso. Nadie te va a regalar nada.
- ¿Y vos te llevás bien con los varones?
- Si, re-bien. Soy un hombrecito más (Segundo grupo, 20 años)

c. Tercer grupo: hacer algo para mí

El tercer grupo se caracteriza, como el anterior, por no haber podido completar el secundario y haber accedido al trabajo por necesidad, a una edad temprana y antes del curso de FP. Sin embargo, a diferencia del segundo grupo, estas jóvenes relatan experiencias laborales sacrificadas, no agradables, en las cuales no acumularon aprendizajes y, apenas pudieron, decidieron dejarlas voluntariamente. Estos trabajos se sucedieron de modo intermitente, entre períodos de desocupación e inactividad. En efecto, entre las jóvenes del tercer grupo, la idea que se tiene del trabajo está asociada a la necesidad y obligación: todas comparten que, si se cuenta con la posibilidad, es mejor no emplearse, en tanto el proyecto principal de todas está centrado en la familia, las tareas de crianza de los hijos y de organización del hogar (la mayoría de las jóvenes del grupo ya son madres o tienen intenciones de serlo pronto). Las chicas comparten una ideología de género tradicional y se sienten a gusto con el proyecto de maternidad de forma exclusiva.
En este grupo, la motivación para acercarse al dispositivo es distinta a lo observado en el resto de las jóvenes. La intención aquí es aprender un oficio que les sirva para las tareas diarias ("para saber arreglarle la ropita al nene", "aprender a cocinar"), como así también para realizar una tarea que constituya, en el presente, una actividad propia ("hacer algo para mi"). Las jóvenes valoran ampliamente los aprendizajes y vivencias en los cursos, porque las conecta con otras mujeres en situaciones similares permitiéndoles adquirir nuevos vínculos, además de una formación en un oficio. La mayoría participó de algún programa con abordaje diferenciado (en cursos de costura, cocina, cuidados de ancianos), precisamente porque buscaban formación en tareas asociadas a su rol como madres y esposas.
Respecto de la situación laboral posterior al dispositivo, se observa que si bien muchas de ellas se vuelcan a la actividad, e incluso se ocupan en algún empleo impulsadas por lo aprendido en los cursos de FP, la trayectoria laboral no se modifica, en tanto esos empleos se realizan por períodos cortos o en pocas horas. Estas tareas las consideran acordes a su presente, en la medida en que necesitan estar más tiempo en sus hogares. Se evidencia entonces que la situación de emplearse a tiempo completo en un empleo registrado no era algo que efectivamente buscaran al inscribirse en los cursos.
Puede observarse que, en 3 de los casos de este grupo, las jóvenes participan de un programa con abordaje igualitario, que además brinda apoyos a la inserción. Entonces, los empleos a los que acceden resultan puestos de trabajo registrados y con contratos estables. Sin embargo, estas jóvenes, luego de un tiempo, renuncian a ellos por no poder compatibilizar las tareas domésticas con las exigencias de trabajo. En el resto, la situación laboral posterior al dispositivo las encuentra en la inactividad o subocupadas en empleos no registrados y realizando tareas poco calificadas (cuadro 5).

Cuadro 5. Jóvenes del tercer grupo: situación laboral posterior a la FP, según tipo de programa

Pueden destacarse, en algunas de las jóvenes, cambios en sus posiciones al interior del hogar, motivadas por los discursos de los dispositivos en torno a los derechos de la mujer (esto es trabajado sobre todo en aquellos programas de abordaje diferenciado). Las jóvenes relatan el hecho de "haber abierto los ojos" y "valorar lo que saben". La posibilidad de hablar "cosas de mujeres" permite poner en discusión las propias conductas respecto de la vida y de la relación con el otro género. Esto se traduce, en algunas de las chicas, en un cambio de posición respecto de sus maridos, con quienes se animan a negociar la posibilidad de encarar un proyecto propio. Pero, este proyecto se vislumbra con más facilidad en la oportunidad de retomar estudios o continuar formándose en la FP. Porque generalmente, la negociación respecto del proyecto laboral se detiene cuando se consideran las oportunidades de empleo reales a las que podrían acceder, dados los condicionamientos sociales y de género que las atraviesan. Incluso cuando obtienen un empleo de pocas horas (en limpieza, en algún taller de costura o cuidando enfermos) esto produce tensiones al interior del hogar porque las condiciones insalubres de esos trabajos, los bajos salarios y la falta de apoyos para continuar sus compromisos respecto de la crianza de los hijos involucra un costo demasiado alto. Ante esto, las chicas deciden volver a la inactividad. Si el trabajo genera problemas en la organización doméstica, se declara que "ya basta".

Dejé el trabajo por la nena, porque se me enfermaba y dije "ya basta" (...) Mi marido ya me había dicho que si le pasaba algo, tenía que dejar porque la nena es muy chiquita (...) Porque de la casa de mis suegros la tenía que traer para lo de mi mamá. Y son unas cuantas cuadras y a la madrugada, con frío... porque a las 6 ya tenía que estar en el trabajo. Tenía que salir con la nena, todo, para dejarla todo el día (...) Prefiero estar con mi nena. Prefiero estar en casa con ella y que mi marido trabaje (Tercer grupo, 20 años)

Reflexiones finales

De acuerdo a lo planteado, proponemos recapitular los hallazgos presentados a partir de una pregunta que se señaló al comienzo: ¿permite la participación en cursos de FP la posibilidad de disminuir las múltiples inequidades a las que se enfrentan las jóvenes mujeres en sus procesos de inserción laboral? Conviene recordar que, desde una mirada comparativa respecto de trayectorias femeninas y masculinas, puede constatarse que las jóvenes mujeres obtienen menos beneficios del título y de la formación de FP que sus compañeros varones. Las diferencias se observan, principalmente, en relación a la "calidad" de los puestos de empleo a los que se accede luego del dispositivo (las chicas cuentan con menores salarios, menos contratos en empleos registrados y ocupaciones menos calificadas). En el marco de esta desigualdad de género, que se entrelaza a la desigualdad social que supone provenir de hogares con capitales educativos bajos, quisimos observar en profundidad las trayectorias de las jóvenes con estas características para reconocer los efectos posibles de la capacitación.
Pudimos observar que un grupo de las jóvenes entrevistadas alcanzó a completar el nivel secundario, volviendo necesario un análisis diferenciado de sus trayectorias, en la medida en que ese título, sumado al curso de FP, las ubica en una mejor posición respecto del trabajo, tal como se ha señalado anteriormente (Jacinto y Millenaar, 2010). Se ha podido reconocer que las jóvenes que completaron el secundario, también se caracterizan por haber transcurrido sus trayectorias educativas de un modo continuo, no habiendo necesitado trabajar durante esa etapa. Esto las coloca de una particular manera frente a la FP: resulta para ellas una estrategia para obtener un empleo, en el marco del proyecto central vinculado a la continuidad de sus estudios.
Por su parte, en el caso de las jóvenes que no alcanzaron el secundario completo, pudimos observar, a su vez, dos grupos diferenciados en su interior: aquellas que comienzan su inserción laboral a una temprana edad de modo ininterrumpido y percibiendo cierta acumulación en sus trayectorias, que las impulsa a inscribirse en la FP como una estrategia para mejorar su situación laboral; y aquellas entre las cuales el trabajo se realiza de modo intermitente y el curso de FP tiene un sentido más vinculado a la formación "pura" y la socialización.
Ahora bien, si se comparan las trayectorias de todas las jóvenes en relación a la ocupación luego de la FP, puede observarse que el título secundario, si bien es una condición necesaria, resulta insuficiente para acercar al empleo formal a las jóvenes pobres. Aun cuando es en el grupo de las que terminaron ese nivel en donde se reconocen más ingresos a empleos registrados, el secundario no beneficia del mismo modo a todas las jóvenes. Además, al acceso a un empleo formal también ocurre en algunas del segundo grupo que no contaban con el secundario terminado. ¿Es sólo la posibilidad de contar con el título secundario lo que permite mayores accesos al empleo registrado? ¿O es que también debe considerarse la orientación de los programas, que reflejan diferentes horizontes de intervención y abordajes de género? En el cuadro a continuación, se observa de modo sintético la situación laboral posterior a la FP de todas las jóvenes, notándose el efecto en relación al acceso y las oportunidades laborales que produce la orientación de los programas; y que, en alguno de los casos, se suma al título secundario. Las jóvenes que asisten a cursos con abordajes igualitarios (no asociados a tareas típicamente femeninas o masculinas), ingresan en empleos de mayor calidad. Por el contrario,
cuando las jóvenes que cuentan con secundario asisten a programas de abordaje diferenciado, el acceso al empleo no se da en el mercado laboral formal (cuadro 6).

Cuadro 6. Jóvenes de los tres grupos: situación laboral posterior a la FP, según tipo de programa

Sin embargo, hay que señalar que la orientación del dispositivo tampoco actúa por sí sola. También deben considerarse los vínculos y estrategias respecto del trabajo de las jóvenes, porque es a partir de ellos que se decide asistir al curso, se valoran los aprendizajes allí obtenidos y se aprovechan esos aprendizajes de diversos modos en las trayectorias posteriores. Puede pensarse que cada programa de FP refuerza una orientación particular de acuerdo al tipo de público que pasa por sus aulas. Aquellos que presentan abordajes diferenciados probablemente convoquen en mayor medida a mujeres alejadas del empleo formal y, por lo tanto, sea más significativo trabajar con ellas cuestiones vinculadas a los derechos y al valor del trabajo. Por el contrario, aquellos dispositivos que presentan abordajes igualitarios, quizás más frecuentemente convoquen jóvenes con intenciones de obtener un empleo y/o con experiencia laboral acumulada y, por lo tanto, sea más significativo trabajar con ellas en el mejoramiento de su empleabilidad.
De este modo, el estudio aquí propuesto permite argumentar que el análisis de las incidencias de la FP en las trayectorias laborales de mujeres jóvenes no solo debe incluir el registro de los efectos en materia de acceso y oportunidades laborales en dichas trayectorias, sino que también cobran relevancia la orientaciones de las propuestas formativas, y el lugar y el sentido que adquieren esas propuestas en el marco de los vínculos y estrategias de las jóvenes respecto del trabajo. Puede resultar demasiado acotado un enfoque centrado en la comparación entre los empleos antes y después de los programas de FP -que llevarían a establecer que algunos de ellos resultan más "efectivos" que otros-. Las incidencias deben comprenderse en un sentido más amplio; porque se asocian, no solo a la orientación de los programas formativos y a las condiciones objetivas de las mismas jóvenes, sino también a sus subjetividades, principalmente en relación a los sentidos diversos que se tejen respecto del trabajo. Lo que para algunas jóvenes resulta "efectivo" como forma de revertir el peso de las inequidades sociales y de género, para otras, quizás, no lo sea tanto.
Así, una investigación cualitativa y situada permite analizar más profundamente el entrelazamiento entre las desigualdades sociales y de género. Esto se enriquece desde una
mirada centrada en las estrategias y vínculos desplegados en las trayectorias, en la medida en que involucra diferentes niveles de observación: por un lado, la sucesión de eventos laborales que reflejan diferentes subjetividades en las jóvenes; por otro, las orientaciones y abordajes de género de las propuestas formativas; por último, las condiciones (y condicionamientos) estructurales del mercado de empleo. La desigualdad social y de género encarna de variadas maneras en las trayectorias femeninas estudiadas produciendo, a su vez, recorridos laborales múltiples, y diferentes estrategias de vinculación a la FP.

Notas

1 La participación en el mercado laboral es menor en el caso de las mujeres jóvenes (35% respecto del 55% en los varones) y la tasa de desocupación es 1,4 mayor en relación a la de los varones. Por otro lado, el desempleo e imposibilidad de acceso a un trabajo "decente" (según definiciones de la OIT) son más importantes entre los sectores juveniles de menores ingresos. Las mujeres jóvenes pobres presentan características de mayor vulnerabilidad, sobre todo en cuanto a la inactividad (Vezza y Betranou, 2011).

2 Un ejemplo es el Programa FORMUJER (Programa Regional de Fortalecimiento de la Formación Profesional y Técnica de Mujeres de Bajos Ingresos) desarrollado entre 2000 y 2004.

3 Proyecto PICT-ANPCYT desarrollado por el Programa de Estudios sobre Juventud y Trabajo (PREJET-IDES) y coordinado por Claudia Jacinto: "Trayectorias educativos-laborales de jóvenes pobres. La incidencia de políticas y programas de inclusión social". En el marco de ese estudio amplio, este artículo presenta el análisis de las experiencias de mujeres con características de mayor vulnerabilidad que asistieron a cursos de FP y se basa en los hallazgos de mi tesis de Maestría en Ciencias Sociales UNGS-IDES (2012), titulada "Incidencias de la capacitación para el trabajo en las trayectorias laborales de mujeres jóvenes de bajos recursos", dirigida por la Dra. Claudia Jacinto.

4 La Formación Profesional (FP) se incluye en el sistema educativo argentino como parte de la "educación no formal" para adultos y jóvenes que hayan terminado la primaria. Se orienta a brindar formación específica para el trabajo en una diversidad de oficios, principalmente del mundo productivo y de servicios. La oferta es diversa de acuerdo a la gestión de las distintas jurisdicciones del país.

5 Es decir, los padres de las jóvenes alcanzaron a completar la primaria. El capital educativo bajo del hogar de origen suele asociarse a la condición de pobreza.

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Recibido: 19.12.12
Revisión editorial: 21.03.13
Aprobado definitivamente: 02.05.13