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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.23 Santiago del Estero dic. 2014

 

ETNICIDADES: TERRITORIOS Y SUJETIVIDADES

Etnicidad y clase social entre migrantes paraguayos en la industria de la construcción del Área Metropolitana de Buenos Aires*

Ethnicity and class among Paraguayan immigrants in the construction industry of the Metropolitan Area of Buenos Aires 

Etnia e classe social entre os migrantes paraguaios na indústria da construção da Grande Buenos Aires

 

Álvaro Del Águila**

**  Licenciado en Ciencias Antropológicas (Universidad de Buenos Aires). Licenciado en Higiene y Seguridad en el Trabajo (Universidad de Morón). Doctorando en Antropología (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires). Becario Tipo I del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET - Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín). Miembro del Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay (Instituto de Estudios sobre América Latina y el Caribe, Facultad de Ciencias Sociales, UBA). Email: alvarodelaguila@hotmail.com 

 


RESUMEN

Este trabajo pretende contribuir al análisis de las relaciones de clase y etnicidad que tienen lugar al interior de la industria de la construcción argentina. A pesar de la importancia que reviste el sector en tanto "nicho" laboral aglutinador de gran parte de la fuerza de trabajo proveniente de países limítrofes, es poco lo que se sabe aún sobre la cultura de estos trabajadores y sobre el modo en que desarrollan su vida y trabajo. A partir del trabajo de campo etnográfico realizado en diferentes obras en construcción entre 2006 y 2012, el presente artículo se propone analizar la conformación de un grupo etno-laboral específico al interior de la industria, en vinculación estrecha al origen rural de gran parte de los migrantes. Al mismo tiempo, se pretende indagar respecto de las dimensiones que adquiere la explotación de la fuerza del trabajo migrante en el sector, haciendo hincapié en las construcciones discursivas minusvalorizantes que se esgrimen respecto de éstos y que suelen operar como mecanismos legitimadores de su explotación laboral.

Palabras clave: Industria de la construcción; Migración; Paraguay; Clase social; Etnicidad

ABSTRACT

This paper aims to contribute to the analysis of class and ethnic relations within the construction industry in Buenos Aires, Argentina. The construction industry constitutes an important employment niche for migrants from neighboring countries, yet we know very little about the culture, life, and work of immigrants in this industry. Based on ethnographic work conducted in several construction sites between 2006 and 2012 this paper analyzes the formation of a specific ethnic and class group among construction workers, a group with strong ties to their rural origins. This paper also analyzes the dimensions of exploitation of this labor force, emphasizing in particular the derogatory discourse construction used to refer to and describe immigrant workers. These discourses usually serve as legitimating devices for their exploitation.

Keywords: Construction industry; Immigration; Paraguay; Class; Ethnicity

RESUMO

Este trabalho tem como objetivo contribuir para a análise das relações de classe e etnia que ocorrem dentro da indústria da construção Argentina. Apesar da importância do setor como um unificador "nicho" do trabalho de grande parte da força de trabalho dos países vizinhos, ainda se sabe pouco sobre a cultura destes trabalhadores e como eles desenvolvem a sua vida e obra. A partir do trabalho de campo etnográfico realizado em diferentes locais de construção, entre 2006 e 2012, este artigo analisa a formação de um grupo étnico-trabalho específico dentro da indústria, em estreita ligação com a origem rural de grande parte da migrantes. Ao mesmo tempo, é para perguntar como para o tamanho que adquire a exploração força de trabalho migrante no setor, com destaque para as construções discursivas minusvalorizantes justificativas feitas sobre estes e eles geralmente funcionam como legitimar mecanismos de exploração do trabalho.

Palavras-chave: Indústria da construção; Migração; Paraguai; Classe social; Etnia


 

SUMARIO

1. Introducción: la industria de la construcción en el marco de las nuevas relaciones laborales. 2. Los mercados de trabajo étnicamente segmentados y la segmentación étnica del lugar del trabajo. 3. Antecedentes locales de la investigación. 4. Consideraciones metodológicas. 5. Relaciones de clase y movilidad social en la industria de la construcción. 6. Configuración y explotación de la identidad étnica en la obra. 7. Reflexiones en torno al uso del guaraní en la industria de la construcción del AMBA. 8. Disputas sobre el significado del trabajo y la identidad en la obra. 9. Consideraciones finales. 10. Bibliografía

*****

Introducción: la industria de la construcción en el marco de las nuevas relaciones laborales

Sin lugar a dudas, la industria de la construcción representa uno de los sectores productivos de mayor envergadura a nivel mundial. De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo, en 1998 había más de 111 millones de trabajadores de la construcción en todo el mundo, la mayor parte de ellos procedentes de países de ingresos bajos y medianos (OIT, 2001). Al mismo tiempo, la distribución del empleo en la industria de la construcción era casi exactamente inversa a la distribución de la producción: los países de ingresos altos generaban el 77 por ciento de la producción mundial de la industria de la construcción con un 26 por ciento del empleo total. Al resto del mundo (los países de ingresos bajos y medianos) le correspondía sólo el 23 por ciento de la producción mundial pero un 74 por ciento del empleo total (OIT, 2001:7).
Actualmente, los trabajadores de la construcción representan entre el 5 y el 10 por ciento del total del mercado de trabajo en casi todos los países del mundo (Thiel, 2012:3). A pesar de ello, es poco lo que se sabe aún sobre su cultura y sobre el modo en que desarrollan su vida y su trabajo. Esto puede vincularse al hecho de que la industria de la construcción posee ciertas características que la hacen extremadamente difícil de analizar. Una de ellas tiene que ver con cierta complejidad interna que le es propia (en tanto y en cuanto implica tareas muy diversas, como son diseño, construcción y servicios de mantenimiento) lo que la convierte en un sector en el que se conjugan distintos tipos de trabajos y oficios. Esto ha llevado a algunos autores a afirmar que cualquier análisis cabal de la industria debe partir de considerarla como un conjunto relacionado pero relativamente heterogéneo de sub-industrias (Pink, Tutt, Dainty y Gibb, 2010), caracterizado por cierta "fragmentación estructural" (Pink, Tutt and Dainty, 2013:2) respecto de
los modelos de trabajo y de organización a los que da lugar. A pesar de ello, y más allá de las características "intrínsecas" que pudiera tener la industria de la construcción como tal, es preciso re-pensarla aquí en el marco de las nuevas relaciones laborales surgidas a partir de las re-configuraciones del modo de producción capitalista en las últimas décadas.
La enorme polisemia que suele disfrazarse bajo el término "globalización" ya ha sido analizada por distintos autores (Comas D´argemir, 1995; Canclini, 1999; Appadurai, 2001) quienes han señalado las diversas desigualdades que suele encubrir el aparente "pasaje natural" desde las sociedades modernas industriales a las "globalizadas", basadas en la interconexión transnacional de redes, mercados, identidades y riesgos. A pesar de ello, como destaca García Canclini, la globalización suele ser imaginada "con más facilidad para los mercados que para los seres humanos" (García Canclini, 1999: 78).
En relación a esto, es posible decir que aún persiste cierta falta de consenso respecto a qué significa "globalización", así como respecto a cuáles serían sus consecuencias principales. Por un lado, encontramos aquella perspectiva que considera que el avance de las fuerzas globales va seguido de una inevitable pérdida de capacidad por parte de los Estados para regular y administrar sus territorios y poblaciones. Como lo explica de la Garza Toledo, según esta perspectiva, todos estaríamos sujetos a la disciplina del mercado global, habría una desnacionalización de la economía y de las redes transnacionales de producción, mercado y finanzas, un anacronismo con la división entre norte y sur, una hibridación de las culturas; se borraría de hecho el límite entre global y local y las grandes corporaciones no tendrían referente territorial. Con esta globalización se produciría una compresión del mundo, del espacio y el tiempo, con la aniquilación del espacio y generalización del tiempo, anulando con esto la separación entre mundos de vida, creándose un solo sistema (de la Garza Toledo, 2001: 14).
En el extremo opuesto, encontramos a quienes sostienen que la globalización puede llegar a actuar como un estímulo y hasta reforzar el orden político. Quienes defienden esta visión reconocen que, si bien la globalización implica un proceso caracterizado por el aumento de la competencia en los mercados (lo que implica la continuación de los ajustes del sistema productivo de los países, las regiones y las ciudades), "las empresas no compiten aisladamente sino que lo hacen juntamente con el entorno productivo e institucional del que forman parte" (Vázquez Barquero, 2000: 4). En este sentido, el aumento de la competencia en los mercados implicaría a su vez que "la competitividad de las empresas dependa cada vez más del funcionamiento de la red de instituciones que estructuran el entorno en el que las empresas están radicadas" (Vázquez Barquero, 2000: 6).
Respecto de la convergencia hacia un solo modelo de producción y tipo de trabajador, en América Latina esta visión se ha demostrado falsa (Castells, 1999 citado en de la Garza Toledo, 2001:16). Por el contrario, lo que se reconoce es cierta polarización de los aparatos productivos. Siguiendo a de la Garza Toledo, estaríamos, al menos, frente a dos perfiles: el conservador, que sustituye maquinaria y equipo, profundizando el taylorismo, con baja flexibilidad y utilizando un perfil tradicional de fuerza de trabajo, y otro flexibilizante que, "con eje en las nuevas formas de organización del trabajo [.] emplea una mezcla entre fuerza de trabajo tradicional y una nueva fuerza de trabajo más joven [.] no calificada y de alta rotación externa" (de la Garza Toledo, 2001: 16).
De esta forma, si bien lo "global" está presente en las políticas generales de las empresas multinacionales y en las doctrinas sobre recursos humanos, no deja de "ser adaptado por las multinacionales y en especial por las empresas nacionales modernas a las condiciones locales" (de la Garza Toledo, 2001: 16).
Otro punto que adquiere interés en este contexto es el relativo a la "dialéctica de la identidad" (Castells, 1998; Hall, 2003) entre los trabajadores. La pregunta respecto de si el espacio de trabajo sigue siendo importante en los procesos de conformación de subjetividades e identidades adquiere ahora nuevos matices. Aún cuando no es posible sostener que el ámbito laboral continúa siendo el centro en la formación de la identidad colectiva, tampoco puede afirmarse que el mundo del trabajo se ha tornado irrelevante en los procesos de conformación de identidades y acciones colectivas. Si bien en el contexto de la globalización, para la mayoría de la población latinoamericana, las identidades relativas al espacio de trabajo pueden parecer"fragmentadas".
Este sentido de la fragmentación tiene una parte importante de homogeneidad: la precarización. El no tener relaciones cara a cara por trabajar en pequeñas unidades no implica que no pueda haber elementos de identidad al menos potencial, la posible identidad de los perdedores, de los precarios frente a una polarización social elevada. Sin embargo, esta identidad potencial de los precarios no podría tener como centro solamente el lugar micro del trabajo, sus unidades productivas y sus pequeños propietarios que serían a su vez precarios, sino la sociedad global de la exclusión, la globalización excluyente y el neoliberalismo (de la Garza Toledo, 2001: 19)
En este sentido, intentaremos dirigir nuestro análisis hacia la línea de indagación inaugurada por de la Garza Toledo, quien propuso que "tendrá que ser probada, en cada tipo de trabajador, la eficiencia identitaria del espacio del trabajo, sin suponer que lo laboral es marginal siempre en la conformación de dichas identidades o que estas son ahora imposibles" (de la Garza Toledo, 2001: 16).

Los mercados de trabajo étnicamente segmentados y la segmentación étnica del lugar del trabajo
En este apartado abordaremos dos conjuntos de cuestiones. En primer lugar, intentaremos explicitar el sentido que damos a las nociones de etnicidad, clase social y nacionalidad, categorías que se han prestado a muy diversas utilizaciones. Una vez hecho esto, buscaremos recuperar los análisis pioneros referidos a los mercados segmentados (Wolf, 1982) y a los contextos productores de etnicidad (Fenton, 1999) para intentar referirlos luego a nuestro trabajo.
Retomando los planteos originales de Barth [1969], los "grupos étnicos" pueden ser pensados como "categorías de adscripción e identificación que son utilizadas por los actores mismos y tienen, por lo tanto, la característica de organizar la interacción entre los individuos" (Barth, 1976: 10). Es así que un grupo étnico "se conforma en torno a una identidad diferenciada y contrastiva, como un sistema que define las relaciones sociales entre los miembros del grupo y los que no lo son" (Bonfil Batalla, 1979:36). De esta forma, la principal contribución de Barth consistió en "mostrar a la etnicidad como un proceso de identificación subjetivo y variable en el tiempo a través del cual un grupo social utiliza rótulos étnicos para definirse en contraste con otros grupos sociales" (Hidalgo, 1992:9). A través del hincapié en la"dinámica" de los procesos de identificación de un grupo, Barth consiguió borrar "de un plumazo" las nociones antropológicas de cultura como entidad limitada y de etnicidad como generadora de lazos primordiales, reemplazándolas ahora por una visión centrada en la interrelación entre los agrupamientos.
En Latinoamérica, las ideas de Barth fueron revisadas a la luz de los grandes movimientos sociales del siglo XX, dando lugar a grandes avances conceptuales. Destacaremos en este sentido la importancia de los aportes de Díaz Polanco (1988) en lo referente al debate en torno a las distinciones entre etnia, clase social y nacionalidad. En primer lugar, el autor plantea que, una vez conformados los sistemas sociales clasistas, "la etnicidad debe ser considerada como una dimensión de las clases, o como un nivel de las mismas" (Díaz Polanco, 1988: 62). Desde este punto de vista, el enfoque de Díaz Polanco representa un importante avance en relación al planteo original de Barth, en el sentido de que para éste último, las fronteras étnicas serían modificadas a través de relaciones de interacción simétrica entre distintos grupos étnicos.
El aporte de Díaz Polanco es también iluminador en otros sentidos. Desde lo epistemológico, al proponer un abordaje que contemple la relación entre etnicidad y clase social:

Se debe partir de otra estructura [la estructura de clases] para entender la naturaleza y reproducción del complejo étnico, postulando que el fenómeno cultural y social que este último implica está determinado por aquella estructura clasista; no en el sentido de que la primera produce al segundo, sino en el sentido de que en el movimiento de una podemos encontrar la clave de la constitución y reproducción del otro (Díaz Polanco: 1988: 64).

Este enfoque ayuda a comprender que todo grupo social desarrolla una dimensión étnica, y que si algunos grupos sociales no son considerados "étnicos", esto simplemente se debe a que (se) ha priorizado en su definición "formas distintas de identidad al enfatizar dimensiones de otro orden" (Díaz Polanco, 1988: 63). En este sentido, el acto de denominar "étnicos" a algunos grupos y no a otros encubre decisiones claramente ajenas a las características objetivas del grupo. Desde este punto de vista, un grupo étnico se caracterizaría por ser un complejo que ha desarrollado una solidaridad social o identidad social más o menos acentuada, a partir de ciertos componentes particulares, sin por ello excluir otros. Si bien estos procesos son producto de configuraciones internas, no es menos cierto que existen fuerzas sociales que hacen proclive la "etnicización"1 de ciertos grupos y no la de otros.
Otro aporte del trabajo de Díaz Polanco se vincula a la diferencia que existe entre las categorías de etnicidad y de nacionalidad. Para dar cuenta de la complejidad que adquiere una diferenciación clara entre ambos conceptos, baste con recordar que el término "etnicidad" proviene de la palabra griega Ethnos, por la cual se designaba a la nación en el sentido original de grupo caracterizado por una ascendencia común. En este sentido, en algunos trabajos de la sociología estadounidense es común encontrar el uso del término "grupo étnico" para referirse a cualquier minoría discernible dentro del marco estatal mayor, entendiendo por "conflicto étnico" a todo aquél que presenta aspectos relacionados con lo religioso o lo lingüístico (Theodorson, 1969). De esta forma, y frente a un panorama de uso indiscriminado del término, Díaz Polanco ofrece una clarificación bastante alentadora, al afirmar que la identidad nacional "representa una estructura compleja de clases sociales en relaciones recíprocas asimétricas" (Díaz Polanco, 1988: 69) que, al mismo tiempo, darían lugar a un terreno sobre el cual se desarrolla una forma particular de identidad, de naturaleza política. Siguiendo al autor, podríamos entonces concebir a la nacionalidad como una construcción propia de las sociedades clasistas, que desarrolla una identidad política sobre la base de ciertos componentes construidos como étnicos.
Este enfoque nos permitirá captar más adelante el rol decisivo que una "situación de estratificación" (Robins, 1999) cumple sobre los grupos étnicos, cuando uno de éstos controla los medios de producción que son utilizados por otro durante el proceso productivo. Lo que se señala entonces es el carácter de la diferencia étnica como desigualdad, su íntima relación con la clase, y su generación dentro de momentos históricos específicos (Comaroff y Comaroff, 1992). La etnicidad así entendida tiene siempre su origen en fuerzas históricas específicas, fuerzas que son al mismo tiempo estructurales y culturales. Es por ello que la etnicidad siempre es producto de condiciones históricas particulares2.
Esta misma vía de indagación será años después desarrollada por Trinchero (2000), aunque en otras coordenadas espacio-temporales, para el análisis de lo que él denominó identidades políticamente estigmatizadas. Siguiendo al autor, consideramos que es desde la historicidad de las relaciones de los grupos minoritarios en la estructura de la sociedad global de donde surge la clave distintiva de lo étnico, a partir de los procesos de formación social de fronteras3. En clara convergencia con la propuesta de Díaz Polanco sobre la relación entre etnia y clase social, Trinchero señala que el estudio de las etnicidades interesa en tanto resultado de relaciones interétnicas al interior de un proceso de constitución de las relaciones de clase y de la forma Estado-nación que expresa dichas relaciones. Como comenta Bari, esta perspectiva permite conocer "la mediación del poder en la ubicación de cada "grupo" en la estructura social y las
identificaciones políticas e ideológicas que reproducen dicha estructura social" (Bari, 2002: 8). La etnicidad entonces se generaría en las respuestas de los sujetos sociales concretos como un emergente de las relaciones entre la dinámica contradictoria y heterogénea de los procesos de valorización al interior del modo de producción capitalista (Trinchero, 2000: 360). De esto se sigue que, si las clases sociales se explican por las relaciones sociales de producción, en una sociedad de clases en la cual existe una estructura dominante que contiene a las diferentes unidades étnicas minoritarias, las relaciones de clase condicionan directa o indirectamente a las relaciones interétnicas, en torno a un eje dinámico de explotación y de dominación económica y social.
A nuestro entender, este punto de vista resulta coherente con lo que ya fuera señalado por Wolf (1997) en relación a los procesos culturales. De acuerdo al autor, en lugar de hablar de "una" cultura, se debe hablar de "una serie de procesos que construyen, reconstruyen y desmantelan materiales culturales, en respuesta a determinantes bien identificables" (Wolf, 1997: 468). En este sentido, una de las dimensiones complementarias del proceso de transformación/expansión capitalista es la de dar lugar a continuas fragmentaciones y sucesivas recomposiciones étnicas (Regalsky, 2003: 18). De esta forma, la aparición en escena de "grupos étnicos" parece tener que ver con el proceso político de establecimiento de nuevas formas de dominación. Es por ello que debe considerarse al concepto de etnicidad, en sí mismo, como un producto histórico (Regalsky, 2003: 18) y político. Siguiendo a Regalsky, propondremos entonces aquí pensarla como un proceso de "politización de las diferencias culturales" (Regalsky, 2003) antes que como una serie de características específicas del agrupamiento. Estas diferencias sobre las que se yergue lo étnico son diferencias que, fundamentalmente, son interpretadas como tales por alguien en función de algún propósito específico. En otras palabras, cuando estamos frente a "lo étnico", estamos frente a un movimiento identificatorio que persigue una intención interna y/o externa de definición política, y no frente a rasgos ni formas de ser características. Como adelantara Fenton (1999) se trata entonces de identificar procesos históricos y contextos productores de formas variables de etnicidad o, dicho de otro modo, "prácticas variadas de etnicización y racialización de colectivos que aparejan formas sui generis de desigualdad" (Fenton, 1999 citado en Briones, 1998: 56)
Respecto de las implicancias de estos enfoques en el ámbito del trabajo, como sugiriera años atrás Wolf, la variación entre unidades industriales con diferentes relaciones de capital afecta el mercado de trabajo produciendo variaciones en la demanda cualitativa y cuantitativa del trabajo, dando por resultado un mercado de trabajo no homogéneo, sino "segmentado" o "diferenciado" (Wolf, 1982). Esto sucede ya que todo modo de producción "re-crea la relación básica entre capital y fuerza de trabajo" (Wolf, 1982: 460). Al hacer esto, re-crea también la heterogeneidad de la fuerza de trabajo producida, fundamentalmente, "ordenando jerárquicamente a los grupos y categorías de trabajadores y produciendo continuamente y recreando simbólicamente marcadas distinciones "culturales" entre ellos" (Wolf, 1982: 460). El autor nos muestra cómo estas dinámicas estructuran el mercado de trabajo,
Por una parte, las categorías de raza sirven primordialmente para excluir gente de todos, excepto de los más bajos peldaños del ejército industrial y, por otra, las categorías étnicas expresan las formas en que esas poblaciones particulares se relacionan con ciertos segmentos del mercado de trabajo. Estas categorías provienen de dos fuentes, una externa al grupo en cuestión, la otra interna. Según cada porción entraba al proceso industrial, los de fuera podían categorizarlo en términos de supuesto origen y de su supuesta afinidad con un segmento particular del mercado de trabajo [.] Estas "etnicidades" no son, pues, relaciones sociales "primordiales". Son producto histórico de la segmentación del mercado de trabajo bajo el modo capitalista (Wolf, 1982: 461).
Antes de cerrar este apartado, haremos una breve referencia a la utilización de la categoría de etnicidad para analizar las dinámicas sociales que tienen lugar al interior del espacio de trabajo. A grandes rasgos, podría operarse una distinción entre aquellos enfoques que han abordado la relación etnicidad-trabajo atendiendo a los fenómenos identitarios que tienen lugar como producto del trabajo socialmente compartido entre sujetos simbólicos, y aquellos que han optado por concebir al ámbito del trabajo como fundamentalmente creado y sostenido a partir de relaciones de interacción étnica. Sólo algunos pocos autores han intentado sintetizar ambos
enfoques al proponer que "los sistemas de trabajo pueden ser creados o mantenidos por la etnicidad y, al mismo tiempo, la etnicidad puede ser un producto de la estructura del trabajo" (Wallman, 1979: 6).
Aquellos autores que priorizan el análisis de la relación etnicidad-trabajo como construcción simbólica y material que tiene lugar alrededor del hecho del trabajo, entienden a lo étnico como un producto o como una implicación necesaria de los agrupamientos humanos, en este caso, relacionada con el hecho de compartir cotidianamente los individuos un mismo ámbito de trabajo y ciertas relaciones de producción. Autores que han desarrollado este enfoque han sido Bourgois (1989) y Fenton, S. (1999).
Luego encontramos a quienes han enfatizado el papel que el trabajo tiene como ámbito que es sostenido y al cual se accede a partir de la adscripción étnica. Una particularidad de este énfasis radica en la comprensión de la etnicidad como recurso de los actores para acceder al trabajo, planteando que ésta es la causa por el cual surgirían "ámbitos laborales etnicizados" o por la que suele relacionarse a ciertas pertenencias étnicas (y nacionales) con determinadas profesiones u ocupaciones en las sociedades actuales. Representantes de esta otra vertiente de análisis han sido Wallman (1979) y Vargas (2005).
Nuestro acercamiento buscará situarse en la confluencia de ambos enfoques para abordar la situación de los trabajadores paraguayos en la industria de la construcción del AMBA. Por tratarse de un caso en el cual lo étnico adquiere dimensiones específicas en relación al modo dominante de extracción del plusvalor, las nociones de "mercado segmentado" (Wolf, 1982) y de "contextos productores de etnicidad" (Fenton, 1999) nos serán de suma utilidad en el análisis de las características que adquieren los procesos.

Migración y trabajo - antecedentes de la investigación
A continuación, intentaremos situar nuestra investigación en el marco de las discusiones propias de los estudios sobre migración y trabajo. Si bien por cuestiones de extensión no podremos realizar un análisis pormenorizado de los enfoques, buscaremos presentar sintéticamente las principales líneas teóricas, para enfocar luego en el caso puntual de la migración laboral paraguaya hacia la Argentina.
Comenzaremos diciendo que, desde hace ya unos años, persiste cierto consenso respecto a la falta de una teoría unificada y coherente que explique la migración internacional. Con lo que se cuenta, en cambio, es con "un conjunto fragmentado de teorías generalmente desarrolladas en forma aislada unas de otras, y algunas veces, segmentadas por límites disciplinarios" (Massey et. al., 1993: 4).
Nos ocuparemos fundamentalmente de aquellos acercamientos que se han preocupado por explicar el porqué del inicio de las migraciones internacionales laborales. Frente a esta pregunta, han surgido básicamente dos conjuntos de respuestas: las de la "economía neoclásica" y las de la "nueva economía de la migración". La primera puso el énfasis en los diferenciales de salarios y de condiciones de empleo entre los distintos países, y en los costos de la migración; y en general puede decirse que concibe al movimiento migratorio como una decisión individual tomada por un actor racional orientada a maximizar la relación costo/beneficio en su inversión de trabajo. Como exponentes de esta corriente de pensamiento encontramos a todos los continuadores de la teoría de Lewis (1954), como ser Borjas (1990) o Harris y Todaro (1976). El correlato a nivel macro de la teoría neoclásica, adjudica entonces el movimiento de personas a las diferencias geográficas en la oferta y demanda de trabajo. Su argumento sostiene que aquellos países con una elevada dotación de trabajo en relación al capital tienen un bajo salario de mercado, mientras que los países en los que la fuerza de trabajo es escasa en relación al capital disponible, se caracterizan por un nivel salarial alto. A través del movimiento de personas, estas diferencias tenderían a equilibrarse en el futuro. Aquello que sucede con las personas sucede, para este enfoque, también con el capital, que migrará entonces desde los países ricos hacia las regiones con poco flujo de capital de inversión.
En oposición a esta visión, la "nueva economía de la migración" (Stark y Bloom, 1985; Taylor, 1986; Stark, 1991) considera las condiciones de una variedad de mercados, y no sólo de los laborales. Desde este enfoque, la migración responde a "una decisión tomada por un hogar para minimizar los riesgos para el ingreso familiar, o para superar las limitaciones de capital en
las actividades productivas familiares" (Massey et. al., 1993: 2). Esta línea de análisis no considera entonces a actores individuales aislados sino a conjuntos (mayores o menores) de personas relacionadas entre sí (en relaciones culturalmente definidas), que actuarían no sólo con la finalidad de maximizar los ingresos esperados, sino también buscando minimizar los riesgos mediante la diversificación en la asignación de recursos entre sus miembros. De esta forma, por ejemplo, algunos miembros de la unidad doméstica podrían ser enviados a trabajar al exterior mientras que otros podrían continuar trabajando en las actividades de la economía local. Esto no necesariamente sería ocasionado por un diferencial favorable de salarios en el exterior sino, por ejemplo, podría originarse en un exceso de individuos disponibles para dedicarse a las tareas productivas de un hogar. Así, esta corriente plantea que la unidad de análisis apropiada para el estudio de los movimientos migratorios no la constituye el individuo, sino el grupo social (en general, el "hogar" o la unidad doméstica).
Por otro lado, existen teorías como la del "mercado de trabajo dual" (Piore, 1979) o la teoría de los "sistemas mundiales" (Wallerstein, 1979) que generalmente no enfocan en los procesos de decisión a nivel "micro", poniendo énfasis, en cambio, en la existencia de motores estructurales de carácter más amplio para las migraciones. La primera corriente ha entendido a la migración como un producto de los requerimientos estructurales de las economías industriales modernas, y en consecuencia, sugirió que no sería causada tanto por los factores push o "expulsores" de los países remitentes (bajos salarios o desempleo) como por los factores pull o "atractores" de los países receptores (una necesidad crónica e inevitable de trabajadores extranjeros). A diferencia de esta última, la teoría de Wallerstein, desarrollada por distintos autores (Portes y Walton, 1981; Petras, 1981; Sassen, 1988), considera a los movimientos migratorios no como una consecuencia de la bifurcación del mercado laboral al interior específico de las economías nacionales, sino como una consecuencia natural de la globalización económica y de la penetración del mercado a través de las fronteras de los países. Esta línea de indagación observa que, a nivel mundial, la concentración (sobre-representación) de algunos migrantes en categorías laborales de baja calidad se ha incrementado y su pobre presencia en los mejores trabajos (sub-representación) se ha seguido intensificando (Herrera Lima, 2005). En este sentido, el movimiento de personas que atraviesan los límites de los estados - naciones sería una característica del desarrollo de un "mercado mundial" que, a partir del siglo XVI, habría ido dando lugar a rupturas y dislocaciones, relacionadas con el desarrollo histórico del capitalismo. De esta manera, la "teoría de los sistemas mundiales" argumenta que la migración internacional "sigue a la organización política y económica de un mercado global en expansión" (Massey et. al., 1993: 18). Si bien no podremos extendernos aquí en un análisis detallado, es preciso decir que en los últimos años estos enfoques han sido profundamente complejizados4.
En relación puntual al caso argentino, se ha escrito mucho acerca de las inserciones laborales de migrantes provenientes de países limítrofes a partir de la década de 1960. Sin embargo, no parece haber ocurrido lo mismo con el período anterior. Esto parece deberse, por un lado, a la escasez de información fidedigna sobre el período previo y por otro, a la poca cantidad de migrantes limítrofes en las ciudades durante esos años en comparación a la de migrantes transatlánticos5.
Distintos autores (Marshall y Orlansky, 1983; Balán, 1990; Maguid, 1997) han coincidido en señalar que, en un primer momento, los migrantes limítrofes habrían respondido a las demandas coyunturales de mano de obra o a trabajos temporarios en cosechas, principalmente en las áreas limítrofes o fronterizas. Para Maguid (1997), un segundo momento se habría iniciado cuando los migrantes comienzan a cubrir, a partir de 1947, los puestos de trabajo en las industrias regionales y mineras que empiezan a ser abandonados por los migrantes internos que dejan sus provincias natales para trasladarse hacia la capital y el Gran Buenos Aires. A partir de 1960, con la caída de los precios de los productos regionales y la incorporación de tecnología de
mecanización de la cosecha en el noroeste, la migración limítrofe habría cambiado de rumbo, buscando nuevas oportunidades en el Área Metropolitana de Buenos Aires (en adelante, "AMBA"), en los rubros de la construcción, la industria manufacturera y el servicio doméstico, por estar estas tareas mejor remuneradas que en el resto de las provincias argentinas o en sus propios países (Balán, 1990; Maguid, 1997). Trabajos más recientes (Bruno, 2008) han mostrado cómo este patrón de inserción laboral y de residencialidad se ha visto modificado en las últimas décadas, cuando la migración limítrofe comienza a dirigirse de forma directa hacia las grandes ciudades del país, en general, sin hacer escalas previas en otras provincias de la Argentina.
Con respecto a la inserción laboral de migrantes limítrofes en la industria de la construcción, varios autores coinciden en señalar que el rápido y continuo desarrollo de la construcción residencial privada a partir de 1960, empleó grandes cantidades de mano de obra adicional en el corto plazo, sobre todo paraguayos y bolivianos que se fueron sumando a los migrantes internos y nativos del área que se estaban reubicando en esta rama a causa de su carácter dinámico y expansivo (Marshall, 1977; Benencia y Karasik, 1995, Marshall y Orlansky, 1983).
De esta forma, al menos en principio, las condiciones económicas de push & pull podrían por sí mismas explicar el movimiento de personas en busca de mejores salarios. Como fuera dicho, con anterioridad a 1960 los paraguayos venían incorporándose en la zona del nordeste argentino, principalmente en las tareas de la cosecha estacional de la yerba mate en Misiones y del algodón en Formosa (Balán, 1990), pero también en las oportunidades de empleo agrario en la producción de caña de azúcar, tabaco y té (Cerrutti y Parrado, 2003). Sin embargo, los motivos del incremento en el flujo migratorio paraguayo difícilmente puedan ser explicados sólo a partir de este "cuadro de oportunidades"6 que comienza a abrirse para ellos en el AMBA a partir de 1960. Como señaló un sociólogo paraguayo, "el modelo explicativo es coherente y bonito" (Carrón, 2008: 99) pero no da cuenta de la constelación de causas que enmarcan la migración paraguaya hacia la Argentina. Entre otros factores, el modelo no estaría considerando la centralidad del régimen de tenencia de la tierra en Paraguay y sus implicaciones, que permitirían así explicar la deteriorada situación de los pequeños campesinos, la falta de tierra y su baja productividad crónica, la imposibilidad de ampliar la frontera agrícola, y la desocupación y subocupación que resultan de ello7.
Intentaremos entonces enmarcar nuestro análisis sobre los migrantes paraguayos en la construcción del AMBA en el proceso histórico particular (y más general) de la migración paraguaya hacia la Argentina. Pero antes de ello, explicitaremos las características que adquiere nuestro abordaje.

Consideraciones metodológicas
Como Técnico en Higiene y Seguridad en el Trabajo, el autor de este artículo ha trabajado ininterrumpidamente en obras en construcción a lo largo de más de una década. Lamentablemente, sólo una pequeña parte del tiempo transcurrido en las obras durante esos años puede ser considerado, propiamente, trabajo de campo etnográfico8. En términos metodológicos, y en coincidencia con la experiencia de Applebaum (1981), podría decirse que el autor primero actuó como participante para recién luego convertirse en observador
participante. Es posible entonces decir que el rol del investigador no respondió al modelo "canónico" de construcción y acceso al campo. Esta situación definitivamente influyó alterando las disposiciones de los sujetos a participar de la investigación (como entrevistados). Se buscó "controlar" esta dimensión del trabajo de campo mediante una actitud de "vigilancia epistemológica" (Bourdieu, 1993) permanente, atendiendo a los condicionantes desde los cuales el investigador y los entrevistados produjeron la investigación. En este sentido, y puntualmente en relación a las entrevistas, esto implicó un esfuerzo particular por captar e interpretar las valoraciones que los sujetos entrevistados hacían de la situación comunicativa.
Por lo anterior, quisiéramos dejar en claro que el tipo de discurso elaborado por los sujetos durante las entrevistas fue interpretado por nosotros como "extraordinario", en el sentido de que nunca podría haber sido producido más allá de las inevitables condiciones contextuales de la situación comunicativa particular. A pesar de ello, consideramos que no por ser "extraordinarios" estos discursos dejan de constituir herramientas invalorables para abordajes cualitativos que buscan captar la configuración que adquieren ciertas representaciones sociales en los actores.
Con respecto a la construcción de la muestra, el primer recorte se efectuó al nivel de las obras. El criterio utilizado fue el de realizar trabajo de campo en aquellas obras en las que la fuerza de trabajo mayoritaria fuera de origen paraguayo. El recorte inicial así planteado para nuestro trabajo fue central y acotó en gran medida los ámbitos de indagación posteriores. Entre 2006 y 2012, se visitaron alrededor de 25 obras que reunían estas características, distribuidas en distintos puntos del AMBA.
Con respecto a los informantes, el criterio de selección operado es más difícil de explicitar por fundarse en cuestiones inherentes al propio trabajo de campo. Existen diversos motivos por los cuales un "informante potencial" se convierte efectivamente en un "informante real". Por cuestiones de espacio, diremos que la relación etnográfica que dio lugar a las entrevistas que aquí se presentan fue sostenida con personas con perfiles muy diversos respecto de: su participación política, su experiencia en la sociedad de destino, sus ocupaciones previas, su edad, la cantidad de años en Buenos Aires, su rol en el proceso productivo, entre otros9.
Por último, la investigación que a continuación se presenta posee otras limitaciones propias del abordaje y la generalización etnográfica. Una limitación casi obvia tiene que ver con el hecho de que no todo varón paraguayo que migra hacia Buenos Aires se inserta laboralmente en la industria de la construcción. Al mismo tiempo, tampoco es cierto que todo trabajador paraguayo que sí se inserta en dicha industria provenga de ámbitos rurales. Sin embargo, y como intentaremos demostrar a lo largo del trabajo, la presencia en la construcción del AMBA de migrantes provenientes de zonas rurales del Paraguay es altamente significativa en comparación a la de otros migrantes, lo que torna relevante la indagación sobre su inserción laboral en el sector.

Relaciones de clase y movilidad social en la industria de la construcción
A pesar de la importante proliferación de estudios que en los últimos años se han dedicado a analizar la industria de la construcción en otras latitudes (Applebaum, 1981; Chan and Raisanen, 2009; Cremers and Janssen, 2006) y a los trabajadores que allí se desempeñan como fuerza de trabajo (Chan, Clarke y Dainty, 2010; Ness, 2011), puede decirse que es poco aún lo que se ha estudiado desde la Argentina. Si bien existen algunos trabajos que han analizado la presencia de trabajadores migrantes en la industria (Aruj y Di Santo, 2002; Aruj, 2012), éstos se han enfocado en las características más generales de la cuestión, fundamentalmente en cómo la presencia de mano de obra migrante impacta en el mercado de trabajo argentino. Una excepción a lo anterior la constituyen los trabajos de Marta Panaia (1985, 1990, 1991, 1994, 1996, 2004) quien se ha dedicado durante años a la temática, y cuyo análisis resultará de suma utilidad para nuestro abordaje.
En Argentina, de acuerdo a los datos aportados por el Instituto de Estadísticas y Registro de la Industria de la Construcción (IERIC), se estima que la cantidad de trabajadores registrados en
la construcción hacia el mes de Noviembre de 2012 alcanzaba los 400.626 en todo el país (IERIC, 2013). Entre ellos, la Región Metropolitana representaba casi el 40% de los puestos registrados en la Industria (IERIC, 2013). Si bien las cifras presentadas ya de por sí tornan relevante un análisis en profundidad del sector, a esta situación deben sumarse los hallazgos de autores (Panaia, 1985, 1990) que entienden a la industria como un ámbito productivo donde algunas condiciones de informalidad se encuentran casi naturalizadas10.
Por otra parte, y si bien existe un gran número de investigaciones que han abordado etnográficamente la inserción laboral de migrantes limítrofes en otras actividades productivas (Benencia, 2006; Courtis y Pacceca, 2010; Pizarro, 2009; Trpin, 2006, entre otros), resulta notoria la ausencia de acercamientos de tipo etnográfico al mundo de las obras en construcción. La excepción en este sentido la constituyen el trabajo etnográfico de Vargas (2005) y algunos de nuestra propia autoría (Del Águila, 2009, 2014; Bruno y Del Águila, 2010) a los que también referiremos.
Siguiendo la línea de pensamiento inaugurada por de la Garza Toledo, afirmaremos aquí que el modo de considerar la labor desarrollada por los trabajadores al interior de la industria difícilmente pueda ser incluida dentro de una definición abstracta de lo que es trabajo, es decir, una definición que piense al trabajo frente a lo que no lo es (de la Garza Toledo, 2001). Por el contrario, nos interesará aquí pensar a la industria a partir de un concepto de trabajo ampliado (de la Garza Toledo, 2001), en el sentido de que "sus significaciones son construcciones sociales que implican determinadas relaciones de poder y dominación, relaciones de fuerzas que pueden hacer variar los significados de los conceptos" (de la Garza Toledo, 2001: 5). Al respecto, el autor señala que
A un concepto de trabajo ampliado debe seguir otro, de sujetos laborales ampliados. Las concepciones estrechas de trabajo y de sujeto laboral suponen que los sujetos laborales son aquellos cuya acción colectiva depende fundamentalmente de la experiencia, la organización, las demandas laborales, específicamente en torno de la relación capital-trabajo, esta es la concepción estrecha de trabajo y de sujeto laboral. La concepción ampliada, por su parte, implica que puede haber eficiencia identitaria también en los trabajos no capitalistas e implicar a otros sujetos no clásicos dentro de la propia relación laboral, como el cliente, con sus demandas y formas de lucha y organización, pero también que los sujetos se pueden constituir en territorios y tiempos no laborales, o bien a lo largo de trayectorias laborales sinuosas, aunque
teniendo un pie, o una uña de vinculación con lo laboral en sentido ampliado (de la Garza Toledo, 2001: 9)
Panaia definió a la industria de la construcción como un sector tradicional, casi artesanal, "donde distintos factores contribuyen a bloquear su modernización, como el peso del Estado-empresario, la política de inversiones públicas y el alejamiento de las fronteras tecnológicas tradicionales" (Panaia, 1990: 135). Al momento de realizar su investigación, la autora señalaba que el sector carecía de "instrumentos crediticios aptos y adecuados" para llevar adelante los emprendimientos, con lo cual, y ante la necesidad de efectuar grandes inversiones iniciales, se veía crónicamente afectado por restricciones fuertes a su crecimiento real. Estas características, de acuerdo a Panaia, serían las que más habrían determinado el carácter de la actividad, configurándola como un sector sujeto a ciclos pronunciados, expuesto a las crisis económicas y altamente propenso a estructuraciones específicas del mercado de trabajo, la configuración empresaria y las políticas de gestión de la mano de obra a ella asociadas.
Su análisis parte de considerar que, en general, los enfoques macroeconómicos no logran dar cuenta de las múltiples configuraciones que adoptan el trabajo, la técnica y la organización en situaciones de transición como la argentina, caracterizada por una industrialización de tipo tardío y periférico. A partir de esto, propugna por un análisis de tipo sectorial, "mesoeconómico", y en especial, por un análisis en profundidad de aquellos sectores de la industria conocidos por las ciencias del trabajo como "no fordistas", entre los cuales se suele ubicar a la industria de la construcción. De acuerdo a la autora, en este tipo de sectores, la concepción típica del trabajo y de la relación salarial muchas veces mantiene grandes diferencias en relación a la media de industrias. Según lo explica, a diferencia de los países centrales, en la Argentina, la expansión del taylorismo y del fordismo nunca fue tan pronunciada, en parte, a causa de cierta preeminencia de la empresa "de origen familiar" (Panaia, 1985: 2). Por otra parte, afirma que el escaso empleo de tecnologías mecanizadas, junto al predominio de procedimientos manuales tradicionales, hicieron de la construcción de edificios un "submercado económico" en el que aún "prevalece el uso intensivo de la mano de obra" (Panaia, 1995: 3).
Un punto que resulta central de su análisis para nuestro trabajo tiene que ver con los modos por los cuales la industria de la construcción argentina logra sobreponerse a los obstáculos financieros a los que se enfrenta cíclicamente. Frente a la evidencia del crecimiento notable de la actividad durante la década de 1980, la autora sostiene que el mismo sólo puede explicarse por un incremento de actividades constructivas subterráneas "que escapan a las registraciones oficiales y los mecanismos legales de contratación de la mano de obra" (Panaia, 1990: 137).
Para comprender cabalmente la relación que vincula a la industria con los flujos migratorios provenientes del Paraguay, recuperaremos el análisis de Bruno (2008), quien estimó que la inserción laboral de cuatro de cada diez trabajadores paraguayos varones que migran hacia la Argentina tiene lugar en la industria de la construcción de la Ciudad de Buenos Aires y su Área Metropolitana. Esta situación resulta de gran significación si se la contrasta con la participación nativa en el sector. De acuerdo al autor, sólo uno de cada diez argentinos nativos trabaja en una obra (Bruno, 2008).
Siguiendo a Maguid (2001), la tendencia de los migrantes limítrofes a insertarse en la industria de la construcción vendría insinuándose ya desde la década de 1960. De acuerdo a la autora, el fenómeno habría respondido a un proceso de "inserción selectiva" de los migrantes en un mercado flexible y desventajoso en cuanto a salarios y a condiciones de empleo.
Un acercamiento etnográfico más reciente (Vargas, 2005) permite relativizar en parte el alcance de la "inserción selectiva" del migrante en los escalafones peores pagos, de menor calificación y de mayor vulnerabilidad en la industria. Vargas entiende que, en los últimos años, dicha "inserción selectiva" habría comenzado a dar lugar a un "proceso de segmentación etno-nacional vertical" (Vargas, 2005: 27), por el cual los trabajadores provenientes de países limítrofes ya no cubrirían solamente los estratos ocupacionales más bajos de una obra sino, cada vez más, todas sus jerarquías.
A pesar de ello, y como afirmáramos en otras oportunidades (Del Águila, 2009), aun cuando resulta difícil negar la existencia de procesos de movilidad social ascendente entre los migrantes al interior de la industria, a nivel general, éstos procesos parecen revelarse como
sumamente incipientes. La evidencia de un rubro donde existen migrantes con cargos de capataces o roles de contratistas habla más, a nuestro entender, de una especialización laboral que éstos han ido desarrollando a través de la experiencia histórica de trabajo en la sociedad argentina, antes que de una posibilidad de movilidad social ascendente efectiva y real. Es innegable la existencia de cargos de jerarquía que son actualmente ocupados por migrantes limítrofes en la industria. Sin embargo, dicha situación no permite hablar aún, a nuestro entender, de una pauta de des-marcación étnica del migrante en el rubro. Por el contrario, si un trabajador proveniente de Paraguay (o Bolivia, o Perú) ocupa hoy el puesto de capataz en la industria de la construcción argentina esto es porque, con seguridad, ocupó alguna vez el de ayudante no calificado en la misma industria. Lo que queremos decir es que, el proceso de"segmentación etno-nacional vertical" descrito por Vargas parece responder más al proceso histórico particular de desempeño laboral de los migrantes limítrofes en el rubro antes que a una transformación positiva de las valoraciones sociales respecto de su fuerza de trabajo. En otras palabras, no estaríamos frente a un proceso de "apertura social" de la industria hacia el migrante, sino frente a una tendencia hacia la "paraguayización"11 de algunos roles en la cadena de mando (capataces) o el sistema de producción (contratistas), pero siempre e indudablemente en beneficio del capital nativo. Dicho de otra forma, no estaríamos frente a una modificación en la estructura de movilidad social del migrante en el rubro, sino ante un reacomodamiento de los roles en el proceso capitalista de producción, de cuyos beneficios el migrante continúa siendo socialmente excluido.
Por otro lado, y siguiendo a de la Garza Toledo (2001) en su concepto de trabajo ampliado, diremos que es preciso considerar la experiencia migratoria más amplia de estos sujetos, ya que no es sólo a partir de su realidad laboral que éstos construyen identidad. La pregunta, entonces, en nuestros términos, apuntaría hacia los modos por los cuales, históricamente, los migrantes paraguayos en la industria de la construcción son construidos como un grupo subalterno en el marco de la sociedad receptora.
Partiremos entonces de considerar que la fuerza de trabajo provista por el migrante paraguayo representa una fuerza de trabajo pasible de ser explotada de una forma particular por el empresariado de la construcción. Una primera dimensión a considerar respecto de esta explotación es aquella que, en otras oportunidades, hemos optado por conceptualizar como"proceso de proletarización étnica" (Del Águila, 2009). El concepto busca describir el proceso por el cual el trabajador paraguayo proveniente fundamentalmente de economías rurales (o de pequeños núcleos urbanos) realiza el proceso de entrega de su fuerza de trabajo (y del producto de ésta) a cambio de un salario. La particularidad del fenómeno se vincula a que la "metamorfosis" que experimenta el sujeto (de trabajador rural orientado a la subsistencia a obrero asalariado) sucede fuera del Paraguay, fomentada por una demanda de fuerza de trabajo desde Argentina. Es a través de este mecanismo que el capitalismo argentino aprovecha una mano de obra que no ha sido "criada" bajo las relaciones de producción propias, ahorrándose así los gastos que implicaron la producción de esa fuerza de trabajo desde la niñez. Este proceso tiene lugar, entre otros escenarios posibles, al interior de la industria de la construcción del AMBA. De acuerdo a Meillasoux (1972) la ventaja que obtiene de este tipo de situaciones un determinado sector capitalista tiene que ver con el aprovechamiento (la apropiación) del producto de los mecanismos de reproducción social ampliada que funcionan con eje en la esfera doméstica de sectores orientados a la subsistencia. De este modo, lo que el empresariado local explota es un modo de producción que aún subsiste en el campo paraguayo, como reproductor de fuerza de trabajo barata, es decir, como reservorio o ejército de mano de obra pasible de ser impelido a migrar cuando las fuerzas del mercado así lo requieran. Es por esto que, como
sugiriera Meillasoux (1972: 89), a través de la explotación de la fuerza de trabajo del sujeto migrante, lo que en realidad tiene lugar es un proceso de explotación de la comunidad doméstica que nutrió su fuerza de trabajo.
Otra de las dimensiones que configuran dicha vulnerabilidad tiene que ver con el propio proceso productivo. El proceso de producción en una obra suele demandar fuerza de trabajo "libre", en el sentido de que es preferible que el trabajador no posea ataduras sociales de ningún tipo (que puedan dar lugar a licencias familiares o por estudios) y que, llegado el caso, ante la urgencia por terminar una tarea, le impidan responder a los requerimientos del trabajo. Lo anterior responde a ciertas características particulares del desarrollo de la organización del proceso productivo en la construcción que hacen sumamente usual el hecho de que los trabajadores deban someterse a extensiones habituales de la jornada de trabajo, ya sea a causa de que no pueda cortarse el "llenado" de una losa de hormigón (puesto que el material se echa a perder si no se lo vuelca a tiempo), o de que un camión de hierro se retrasó y que debe esperárselo para ingresar los materiales a la obra, entre otras posibles circunstancias. Por lo anterior, puede presumirse que un joven migrante recién llegado, por ejemplo, a Buenos Aires, quien aún no posee obligaciones familiares ni compromisos a los que atender, está en mejores condiciones de responder de forma efectiva a dichos requerimientos que un trabajador nativo de la misma edad. En el relato de los jóvenes migrantes, estas situaciones de sobre-extensión de la jornada laboral suelen aparecer como "deseables", en razón de cierta primacía del "fetichismo del salario" (Leite Lópes, 1979; citado en Ribeiro, 2006: 99) por la que la sobre-extensión de la jornada de trabajo es pensada como una "oportunidad de hacer más horas y ganar más dinero". Está de más decir que, a los ojos del empleador, sin lugar a dudas resulta más rentable extender la jornada laboral de un mismo trabajador que contratar a un obrero adicional para cubrir el trabajo faltante.

"La gente que vino de lugares más cercanos a Asunción no se dedicó a la construcción, sino a otros oficios como ser el de la tapicería o la zapatería. en las obras de acá, [.] (Los contratistas) le dicen a la gente que venga a trabajar, que les pagan quince pesos por día, en guaraníes, pero que les dan la comida y el alojamiento (en la obra). Después, les tiran unos colchones finitos como un papel y van al supermercado y les compran esos huesos, esos que la gente compra para los perros, lo que nadie quiere, y eso les dan" (Entrevista realizada al contratista paraguayo Benítez12, Septiembre 2008).

En estas circunstancias, la ausencia de la esfera doméstica como ámbito de reproducción social de la fuerza de trabajo es aprovechada por el empresariado para disponer de forma más eficaz de la capacidad laboral del trabajador migrante. Un ejemplo concreto de esto es el alojamiento de trabajadores en la obra, hecho que, como mostró Ribeiro (2006), se instituye en una extensión de la lógica empresarial, al organizar en forma oculta la subordinación de los tiempos libres (o de reproducción de la fuerza de trabajo) de los obreros a la esfera productiva13.
En relación a lo vinculado a la salud y la seguridad en el trabajo, no hemos podido aún comprobar si la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT) elabora estadísticas que relacionen la siniestralidad laboral con la nacionalidad del trabajador. Lamentablemente, podemos presumir que el grado de ocurrencia de accidentes a migrantes es bastante superior a la media de siniestralidad laboral entre nativos. Y esto porque los accidentes de trabajo son hechos multi-causados, que siempre se vinculan a la calificación del personal y a la inversión que en éste se hace en términos de recurso humano. Es de presumir entonces que, ante mayor precariedad en las relaciones sociales de producción (trabajo no registrado, informalidad, etc.) la situación del trabajador migrante sea de mayor vulnerabilidad ante posibles siniestros y/o
condiciones perniciosas de trabajo. De acuerdo a Bilbao (1997), el accidente de trabajo "es el final visible de una sucesión de acontecimientos que describen un entorno penoso para determinados individuos" (Bilbao, 1997; cit. en Benencia, 2009). En nuestro país, la Ley de Higiene y Seguridad Nacional Nº 19.587 exige el asesoramiento y la capacitación de los trabajadores en relación a los riesgos a los que se encuentran expuestos, y a los modos eficaces para atenuarlos o eliminarlos. Aunque no contamos con información respecto de este punto, puede presumirse entonces que el status migratorio14 del trabajador trae consigo aparejada una mayor desprotección en lo relacionado a su seguridad y salud laboral. A pesar de que la Ley Nacional de Migraciones N° 25.871 en su decreto reglamentario 616/10 estipula que deberá proveerse de un intérprete en aquellos casos en los que el migrante no comprenda sus derechos y obligaciones, luego de varios años de trabajo en la construcción, no hemos conocido ningún caso en el que esto haya sucedido. En más de una oportunidad, pudimos percibir que algunas indicaciones dadas a los trabajadores en materia de prevención no estaban siendo comprendidas correctamente. Es por ello que nos interesará dedicar un apartado en este trabajo a mostrar cómo el idioma puede llegar a constituirse en un obstáculo para comprender, entre otras cosas, las medidas de seguridad exigidas para tareas que entrañan alto riesgo.
Por último, permítasenos llamar la atención sobre otra de las dimensiones en las que se evidencia cierto grado de desprotección de los migrantes en tanto trabajadores. En este caso, en lo que tiene que ver con la escasa participación que éstos tienen en los gremios y sindicatos en términos relativos. En el caso específico de la UOCRA (Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina) esta situación resulta evidente. Recordemos que, de acuerdo a lo relatado por Grimson (2006), la UOCRA se sumó al discurso oficial hacia fines de la década de 1990, llevando a cabo campañas xenófobas contra el trabajo de los migrantes. El modo por el cual se criminalizó al migrante durante estos años se habría reflejado en los discursos de muchos líderes sindicales para quienes "la responsabilidad por la falta de trabajo, los accidentes laborales y los bajos salarios no sería, ni responsabilidad del gobierno ni de las empresas ni del sindicato, sino culpa de los "bolitas" y los "paraguas" que les robarían el trabajo a los trabajadores argentinos" (Grimson, 2006:83).

Configuración y explotación de la "identidad étnica" en la obra
Retomando a Panaia (1990: 139), la industria de la construcción se caracteriza por exigir un margen de autonomía relativamente alto por parte de los trabajadores para que el proceso de trabajo en grupo se integre y pueda funcionar como un equipo que economiza en términos de la tarea grupal. De acuerdo a la autora, este principio de autonomía resulta indispensable a la producción variable, ya que:
Se contrapone a la economía de control de tiempos que exige una detallada prescripción en el puesto, la tarea, el gasto y sobre todo la ejecución. Aquí el rendimiento del equipo depende del funcionamiento global y no de una suma de rendimientos individuales. De allí que el saber obrero valorado en el mercado no depende solamente de sus conocimientos prácticos y técnicos, sino de su capacidad de integración grupal (Panaia, 1990: 139).
Esta particularidad que adquiere el trabajo en el sector permite en parte explicar la importancia que adquiere la formación de "cuadrillas de trabajo" en la industria, y el motivo por el cual generalmente se busca desde los mandos superiores organizar el trabajo alrededor de patrones basados en la confianza (que suele a su vez apoyarse en componentes étnicos, familiares o de paisanaje entre los trabajadores). Como señalara Panaia, la particularidad de este
modelo de organización del trabajo en las obras se vincula al hecho de que, en este tipo de procesos de trabajo variable, adquieren gran relevancia las nociones de trabajador colectivo y de calificación colectiva, más allá de la calificación individual de cada uno de los componentes del grupo (Troussier, 1984 cit. en Panaia, 1990: 139). En este sentido, puede considerarse que existe un factor de producción adicional que es aprovechado por el empresariado, y que es aquél que se vincula a la confianza que establecen los trabajadores entre sí, confianza que es organizada y fomentada en beneficio del proceso productivo.
Para clarificar esta cuestión, nos referiremos al análisis realizado por Patricia Vargas (2005) en relación a las modalidades que adquieren los procesos de demarcación interétnica al interior de una obra en construcción. La autora afirma que:
La industria de la construcción produce a la nacionalidad como una forma de expresión de identidad étnica, es decir, como un modo de organizar las diferencias a través de la adscripción a valores y prácticas considerados básicos que, actualizadas en el contexto laboral, coadyuvan al sostenimiento de una forma específica de dominación y explotación (Vargas, 2005: 104).
Así, la capacidad humana de asociarse simbólica y materialmente a través de la etnicidad es aprovechada y organizada en beneficio del proceso productivo. En esta clase de agrupamientos, entre otras cosas, es común que un trabajador "cubra" el trabajo de otro ante una urgencia, o ante la necesidad de éste de ausentarse de la obra por algún motivo. En pocas palabras, un grupo de trabajadores étnicamente vinculado generalmente resulta más capaz de responder a las demandas del proceso productivo que una serie de individuos no vinculados entre sí más que por el mero hecho de compartir una tarea común. En este sentido, en la línea inaugurada por Wolf (1982) y Fenton (1999) propondremos considerar a la etnicidad de los trabajadores como un componente más del plusvalor que se extrae de su trabajo, como una dimensión más del proceso de creación de una fuerza de trabajo subalternizada funcional al proceso de acumulación.
Para intentar demostrar estas cuestiones, presentaremos a continuación algunas reflexiones respecto del uso del guaraní entre los trabajadores, y de cómo éste participa de forma significativa en los procesos de demarcación inter-étnica que tienen lugar en el ámbito de las obras en construcción. Nuestro interés por analizar el uso de la lengua en el lugar de trabajo se vincula al hecho de que, muchas veces, éste "expresa" algunas contradicciones internas del proceso de producción. Buscaremos captar entonces el modo en que se ponen en juego las identidades en el lugar de trabajo a partir de la presencia y el uso de una lengua "minoritaria15", así como también mostrar cómo su manipulación resulta, en algunos casos, funcional al proceso de producción capitalista.




Reflexiones en torno al uso del guaraní en la industria de la construcción del AMBA

"Nosotros no tenemos una discriminación racial porque somos criollos de la misma forma, somos criollos mezcla de europeos, salvo que el paraguayo empiece a hablar, es difícil que te des cuenta que es paraguayo" (Entrevista a Arsenio, periodista paraguayo, Febrero 2011).

El trabajo de campo realizado en obras en construcción16 revela que, en la mayor parte de los casos, los obreros provenientes del Paraguay manejan el castellano y el guaraní, aunque en distintos grados, de acuerdo al individuo del que se trate y su procedencia. A pesar de ello, y tal como señala Hecht (2011) para otro contexto de bilingüismo, resulta evidente el hecho de que las dos lenguas no se utilizan de igual manera, sino que por el contrario, "parecen tener usos en diferentes eventos y situaciones comunicativas cotidianas" (Hecht, 2011:46).
Una primera distinción entonces tiene que ver con que el guaraní suele aparecer en situaciones en las cuales el Otro (nativo, no guaraní parlante y casi siempre superior en la jerarquía laboral) está momentáneamente ausente. En este sentido, la utilización del guaraní parece cumplir algún rol, al menos en principio, en la demarcación del Otro como tal, en el sentido de que no es posible comunicarse ni "socializar" con éste a través de dicha lengua. Por el contrario, el guaraní es utilizado de forma fluida por los trabajadores que sí lo comprenden. De esto puede desprenderse sencillamente que el guaraní sirve para comunicarse con algunas personas y no con otras. En este sentido, la utilización del guaraní no parece implicar simplemente una forma de comunicación "alternativa" al castellano, por la que en principio se podría optar, sino que su uso también nos estaría informando acerca de la materialización de un proceso simbólico de construcción-interpretación de ciertas diferencias entre las personas. A partir de lo anterior, es posible destacar como una primera dimensión del uso de la lengua de origen, aquella por la cual ésta parece contribuir al proceso de demarcación que distingue entre quienes "son guaraní parlantes17" (y forman parte) de un grupo y aquellos que "no lo son" (y, por tanto, no forman parte) de él.
Como fuera demostrado en otros casos, el uso de la lengua materna o de origen suele vincularse fuertemente a cuestiones de "transmisión" de "contenidos culturales, saberes, valores, hábitos, actitudes, normas y costumbres" de generación en generación (Hecht, 2011:47), no solamente al interior de un núcleo familiar sino también dentro de lo que podría considerarse un pequeño "grupo etno-laboral". En este sentido, gran parte de lo que un trabajador rural aprende sobre el oficio de construir, le es transmitido por otros compatriotas con mayor experiencia en el rubro. Nos referimos, por ejemplo, a ciertas propiedades de los materiales de trabajo, formas de realizar tareas de relativa complejidad, etcétera. En general, el
trabajo de campo revela que una parte importante de este proceso de "socialización en el oficio" se realiza en guaraní. Siguiendo a Hecht:
El lenguaje puede ser examinado tanto como un medio para convertirse en un miembro competente de la comunidad, como una herramienta a través de la cual un niño o un novato - en el caso de los individuos mayores - adquieren durante su vida conocimientos y prácticas de alguien con más experiencia (Hecht, 2011:48).
Aunque no hemos podido ahondar demasiado en la cuestión, existen indicios que nos llevan a considerar que es posible establecer cierta relación entre la utilización eficaz del guaraní y el proceso de convertirse en miembro del "grupo étnico de trabajo".

"Tenemos una generación muy cercana a la nuestra. esto de que no hay que perder la identidad en un país, esté donde esté, no hay que perder. (...) a ver. el habla guaraní, por ejemplo. lo van perdiendo automáticamente al nacer acá.va perdiendo esa costumbre. y le parece un poco todavía como si quisiera dejar de lado. las personas de nuestra edad, tenemos que tratar de ver. de algún modo. que no se pierda esa costumbre." (Entrevista a Gualberto, colectivero paraguayo, Febrero 2011).

En el relato de nuestro informante, se deja entrever cierta preocupación respecto del creciente "abandono" del guaraní por parte de los hijos de migrantes nacidos en la Argentina. A pesar de ello, surgen miradas distintas sobre la conveniencia de mantener viva la comunicación en el idioma materno. Si bien algunos trabajadores son conscientes de que a través del guaraní se transmiten cuestiones vinculadas a la cultura y la identidad y que, por lo tanto, su desaparición en el contexto migratorio redundaría en un empobrecimiento cultural, otros destacan cuestiones bien distintas en relación al mismo proceso:

"O sea, acá, yo estoy bien. por eso yo le decía a muchos de mis paisanos. muchachos, hablemos en castellano. yo me acuerdo les decía. porque a nosotros en casa papá, cuando estaba papá no se tenía que hablar en guaraní. castellano, todo castellano. y acá hay paisanos que vienen y no te saben decir hola en castellano. claro, me entendés. no serán la culpa, no tendrán la culpa del todo. en parte sí. vienen y no te saben decir hola. me entendés. y eso a mí me da bronca." (Entrevista a Esquivel, uno de los pocos obreros paraguayos provenientes de Asunción contactados durante el trabajo de campo, Enero 2009).

Esta segunda reflexión deja entrever cómo el guaraní también puede ser pensado como un obstáculo para la comunicación, en el sentido de constituir una distancia que se establece entre el obrero migrante y los empleadores. Al mismo tiempo, resulta interesante ver cómo desde temprana edad, ya en el seno del núcleo doméstico, el uso del guaraní adquiere valoraciones distintivas, en muchos casos vinculadas al futuro desarrollo profesional de los niños en la vida adulta. En relación a esto, y como señala Novaro,
Distintas investigaciones muestran cómo se registra en muchos migrantes una tendencia a asociar el quechua (en nuestro caso, bien podría ser el guaraní) al pasado, el campo y la pobreza, mientras que el español representa posibilidades de ascenso social, formación sistemática y progreso (Novaro, 2011: 189)
En el apartado siguiente, intentaremos mostrar cómo esta visión suele expresarse en ciertas prácticas concretas de demarcación de la diferencia, tanto entre los migrantes como entre los nativos.

Disputas por el significado del trabajo y la identidad en la obra
Partiremos aquí de considerar que existen ciertas contradicciones del proceso de producción que se expresan a través de una discurso minusvalorizante respecto de la lengua de los obreros migrantes, y que actúan como legitimadoras de su explotación, en tanto y en cuanto los construye como seres "subalternizados desde origen".

"El tema del idioma es que, nosotros los paraguayos, hablamos mal el castellano porque pensamos en guaraní... por ahí por eso a veces no se le entiende al paraguayo lo que habla..." (Notas de campo a partir de una conversación informal sostenida con Cándido, capataz paraguayo de una obra. Julio, 2012).

Tal como lo explica nuestro informante, el "problema" de la comprensión mutua entre los usuarios del guaraní y los nativos de una obra, suele ser un asunto al que los actores otorgan cierta importancia. Las palabras de nuestro informante revelan que, en general, se ha aceptado que los paraguayos "hablan mal". Nativos y migrantes parecen coincidir respecto a este punto. Muchos guaraní parlantes han internalizado acríticamente esta lectura hegemónica sobre el uso del guaraní, y suele ser motivo de bromas y risas por ambas partes cuando una idea es expresada de forma "cómica" por un paraguayo. En relación a esto, puede decirse que, tal y como sugirieron García Palacios y Borton (citados en Hecht, 2011: 55) para otro contexto, los nativos de una obra tienen un discurso ambiguo con respecto a cómo conciben las identificaciones étnicas de los obreros paraguayos "pasando, a veces alternativa y a veces conjuntamente, por la curiosidad folklórica, la negación e inclusive la connotación negativa"18.

"El idioma es un pequeño, un pequeño inconveniente, grave inconveniente. porque el ciudadano paraguayo, la manera de comunicarse es netamente en guaraní, en un porcentaje altísimo. y más todavía si viene del campo. entonces, integrarse prontamente a esta gran ciudad le resulta difícil. el idioma, las características de vida muy diferentes.para él.en ese sentido (...) El ciudadano paraguayo. hasta los años 80, creo que la población del campo creo que era del 80 por ciento. ahora creo que es un 50 por ciento. entonces, en ese sentido es un problema. en Paraguay, en el campo puntualmente está totalmente carente de montones de situaciones para una integración a una cultura diferente. entonces, tiene graves problemas para integrarse aquí. desde el primer momento. por suerte, por ser muy trabajador el paraguayo en forma pronta lo aceptan" (Entrevista a Miguel, miembro de una organización social paraguaya de Quilmes, Febrero 2011).

En algún sentido, esta "dificultad para integrarse" a la que refiere nuestro informante se relaciona con lo que Ribeiro (2006), denominó "apariencia de solidaridad" (Ribeiro, 2006:164). Muchas veces, las relaciones jocosas, de leve burla mutua entre migrantes y nativos, sirven para transmitir la sensación de relaciones supuestamente igualitarias (por ejemplo, los ingenieros y contratistas suelen mantener buenas relaciones personales informales con los operarios). De acuerdo a Ribeiro, este modo de relacionarse usualmente resulta funcional al desarrollo de la producción en el ramo de la construcción. En palabras del autor, la apariencia de solidaridad "actuaría como un incentivo de la cooperación entre los trabajadores individuales en sus grupos, o como un incentivo a la cooperación de los diversos grupos entre sí ya que, a través de recursos como éste, se ajustan más a la jerarquía propia de la actividad productiva" (Ribeiro, 2006: 164). En este sentido, la "dificultad para integrarse" parece tener, al menos, dos dimensiones (una de las cuales suele ser sistemáticamente ocultada): aquella que depende de los migrantes y de su capacidad individual para integrarse, pero también aquella que depende de la voluntad de los nativos por permitir que éstos se integren. En este sentido, nuestro análisis lleva a considerar que, en determinadas circunstancias, resulta funcional hacer sentir al migrante como integrado, mientras que en otras, la integración es firmemente obstaculizada. Retomando a Novaro, en algunas circunstancias, y a pesar de las intenciones conscientes de los actores, paradójicamente "las distancias entre unos y otros se hacen más visibles y en este proceso posiblemente se reafirman" (Novaro, 2011:184).
Como comentáramos, son motivo usual de risas algunas de las expresiones utilizadas por los obreros paraguayos, y suele imitarse graciosamente su tonada a través de una "estereotipación" de su modo de hablar. Sin embargo, en otras oportunidades, los migrantes también son objeto de una abierta subestimación cultural en base a su "mal uso" del castellano:

"Mal o bien, el campesinado tiene su tonada.tiene su forma de interpretar la letra, etc. eso no es porque no sepa hablar.sino es el estilo.así como tenemos acá el cordobés por ejemplo tiene una tonada, el santiagueño, el formoseño.o el mismo correntino.entonces, en eso, hay que dar un poco de tranquilidad para la gente.el propio porteño, que vive acá, que su idioma es bastante cerrado también.no es para reírse, con la tonada de los paraguayos.nosotros tenemos tonada pero los otros países sudamericanos tienen su tonada también así que, si vamos a reírnos de eso, vamos a reírnos de todos." (Entrevista a Don Ponciano, trabajador de la construcción durante muchos años, actualmente jubilado, miembro de una organización social paraguaya de Quilmes, Febrero 2011).

Las dificultades para sostener un proceso comunicativo eficaz entre unos y otros no siempre se superan satisfactoriamente. Relataremos a continuación un incidente surgido cuando un contratista argentino decidió echar al capataz paraguayo de una obra, porque "no le entendía lo que decía". De acuerdo al contratista, la situación habría llegado al punto en que los malos entendidos estaban repercutiendo negativamente en el avance de la obra. En relación a esto, y puesto que tuvimos la oportunidad de conversar varias veces tanto con el contratista como con el capataz, podemos afirmar que, más que tratarse de diferencias relacionadas con la lengua, los problemas entre ambos parecen haber tenido más que ver con los modos en que uno y otro concebían las tareas y el trabajo a realizar. De esta forma, mientras que el capataz paraguayo (recién llegado del Paraguay, con experiencia laboral en la construcción, pero en Paraguay) pretendía dirigir la cuadrilla de trabajo de una forma particular, realizando las tareas (picado de superficies, revoques, aplicación de siliconas y otros productos) de una forma específica, el contratista consideraba que esto debía ser resuelto de otro modo. En este sentido, lo que terminó por ser nombrado como un problema de comunicación surgido del "mal uso del castellano" por parte del capataz, en realidad, parece haber tenido más que ver con visiones distintas sobre el modo y la capacidad de la cuadrilla de trabajo para producir.
A través de esta situación se aprecia cómo, en algunas oportunidades, el uso del guaraní suele ser presentado como "prueba" de inferioridad, como un aspecto de las personas que los torna menos competentes en general. Si se quiere, el uso del guaraní funciona como el primer argumento, la "evidencia más evidente" de las limitaciones del Otro para cumplir en tiempo y forma con las tareas asignadas. En otras palabras, ante un error cometido por un obrero, la primera y más efectiva explicación es aquella que lo culpabiliza en tanto no hablante de la lengua hegemónica y, por lo tanto, limitado cognitivamente para comprender el modo en que "se hacen bien las cosas".

"En el caso de.los hombres, sobre todo con el habla.como la mayoría viene del campo, son discriminados por su lengua, por su idioma.eran maltratados porque no sabían hablar el castellano.y se dieron casos, por ejemplo, en el trabajo, en que eran maltratados verbalmente. por no entender, supuestamente, y por eso eran "bruto", "burro" o lo que sea.(...) Dentro de eso hay una diferencia. entre cualquier otro migrante de la Argentina, con el paraguayo, en qué sentido. cuando el migrante paraguayo vino a la Argentina, hace cuarenta, cincuenta años atrás. se mimetizó con el argentino, no quiso demostrar que era paraguayo porque era discriminado cuando decía que era de Paraguay. entonces ocultaba su nacionalidad, su propia identidad.entonces, trataba de parecerse al porteño lo más posible. entonces, hay mucha gente que no se involucra con la colectividad para que no lo relacionen con los paraguayos directamente." (Entrevista a Horacio, quien se desempeñó varios años como trabajador de la construcción. Es fundador de una asociación cultural paraguaya en el partido de San Martín, Marzo 2011).

La subestimación proyectada sobre el migrante, en algunos casos, pudo haber dado lugar a la estructuración de discursos ocultos (o llamamiento al silencio) como forma de resistencia19.
A partir del trabajo de campo si es posible afirmar que el guaraní se relaciona con la organización cooperativa del trabajo al interior de la obra. Aunque por cuestiones de espacio no nos extenderemos aquí, como señaláramos anteriormente, la cooperación entre los trabajadores no sólo repercute positivamente sobre el proceso de trabajo generando un mejor clima y una mayor tolerancia colectiva a superexplotación que experimentan. Al mismo tiempo, también esta cooperación se convierte en un factor de producción, es decir, en un aporte concreto al proceso de producción que redunda en una mayor capacidad productiva de la cuadrilla. El guaraní en estos casos funciona como un componente insoslayable de los procesos de trabajo y de cohesión interna del grupo.

Consideraciones finales

(Sobre los migrantes bolivianos o peruanos) "creo que cierto atisbo de racismo ya lo padecen, nosotros no padecemos, una ventaja que tenemos para integrarnos. Otro, la cultura del trabajo y... algo desventajoso y de padecimiento en Paraguay que tantos años de represión ha generado un ser social domesticado entonces el paraguayo viene tranquilamente y trabaja y le pone el lomo y se abre camino, tradicionalmente ¿no? Entonces siempre fue guapo, tanto en la obra como en el servicio doméstico, es valorado, o sea su servicio es muy requerido, eso es una ventaja que también tiene... Bueno, ahí se integra bastante bien con el provinciano. Yo creo que, en el barrio, el paraguayo está bien integrado con el santiagueño, correntino. Están en la lucha por la capilla en los barrios, por entubar las cloacas, están siempre codo con codo" (Entrevista a Arsenio, periodista paraguayo, Febrero 2011).

A partir de los temas tratados en este trabajo, intentaremos realizar unas últimas reflexiones respecto de la complejidad que reviste el intento de separar analíticamente clase social y etnicidad en el ámbito concreto de las obras en construcción. Para ello acudiremos a las nociones de mercados segmentados de trabajo (Wolf, 1982) y de contextos productores de etnicidad (Fenton, 1999, Comaroff y Comaroff, 1992) para intentar explicar el sentido que se otorga a la identidad étnica en la industria. Como mostrara Wolf, las relaciones sociales de producción alteran los modos por los cuales se reconfiguran los límites étnicos, de modo divergente en una economía doméstica que en una economía capitalista. De esta forma, la etnicidad no "migra" del modo en el que lo hacen las personas (Del Águila, 2009). Presuponer determinadas características étnicas impide ver los verdaderos procesos de redefinición de la identidad que pueden estar teniendo lugar en el propio ámbito de trabajo.
Al igual que en otros espacios laborales, en la construcción las diferencias étnicas se intersectan con las diferencias de clase, yuxtaponiéndose y complejizándose. En este sentido, y tal como señalara Wolf (1982), las disputas al interior de la clase obrera suelen reforzarse aún más a través de llamamientos a distinciones "raciales" y "étnicas". Tales mecanismos cumplen la función de ubicar a los trabajadores en diferentes categorías jerarquizadas del mercado de trabajo; relegando a las poblaciones estigmatizadas a los niveles más bajos y aislando de la competencia a los niveles más altos. Como sugiriera Wolf, el capitalismo no ha logrado aún crear "todas las distinciones étnicas y de raza que sirven para diferenciar categorías de trabajadores. Sin embargo, es el proceso de movilización del trabajo dentro del capitalismo lo que comunica a estas distinciones sus valores efectivos" (Wolf, 1982: 460). Es así que, en su eterna búsqueda de mano de obra barata y abundante,

La acumulación capitalista sigue engendrando nuevas clases trabajadoras en muy diversas regiones del mundo. Recluta a estos trabajadores en una amplia variedad de entornos culturales y sociales y los inserta en jerarquías variables políticas y económicas. En virtud de su sola presencia, las clases trabajadoras cambian estas jerarquías y son cambiadas a su vez por las fuerzas a las que están expuestas. Por ello, en un nivel, la difusión del modo capitalista crea por doquier una unidad más amplia mediante la reconstrucción constante de su característica relación capital-trabajo. En otro nivel, crea también diversidad, pues aunque unifica, acentúa la oposición y segmentación sociales. Dentro de un mundo más y más integrado, presenciamos el crecimiento de diásporas proletarias más y más diversas (Wolf, 1982: 464).

En este movimiento, y a pesar de que existen rivalidades y comportamientos discriminatorios que se apoyan en las diferencias étnicas y nacionales al interior del grupo de trabajadores, también existen solidaridades que logran construirse. Por el contrario, la diferenciación étnica se hace más evidente en la relación entre los trabajadores migrantes y el jefe de obra, los arquitectos y otros nativos que cumplen roles no manuales en la industria. La industria de la construcción aparece así como un espacio laboral productor de etnicidad (Fenton, 1999). Como quisimos mostrar, muchas veces las diferencias étnicas sólo se evidencian a partir de situaciones conflictivas en la obra. De esta forma, algunos conflictos vinculados a antagonismos de clase terminan por ser interpretados en clave étnica, como conflictos "étnicos". Es a través de ésta y de otras múltiples maneras que la clase social y la etnicidad se reconfiguran mutuamente en el ámbito laboral de una obra en construcción, siempre bajo las condiciones decisivas que les imprime el proceso de producción capitalista.

Notas

*  Nuestro especial agradecimiento al Dr. José Itzigsohn quien generosamente revisó el borrador de este trabajo. 

1 Como aclaración, vale la pena señalar en este punto que evidentemente la dinámica histórica de los grupos étnicos no es la misma que la de las clases sociales. Sin embargo, los modos de identificación no parecen funcionar de forma "excluyente", pudiéndose actualizar uno u otro en un determinado contexto específico. 

2 En palabras de Wallerstein, "la conciencia étnica está eternamente latente en todas partes. Pero únicamente se percibe cuando los grupos se sienten amenazados con la pérdida de privilegios adquiridos previamente o, al contrario, cuando piensan que es un momento políticamente oportuno para conseguir privilegios negados por mucho tiempo" (Wallerstein, 1979: 184). 

3 "La noción de formación social de fronteras en tanto ámbito de expansión de determinadas relaciones de producción, constituye más que un límite, un proceso de conexión (valorización) entre espacios caracterizados por dinámicas productivas y reproductivas heterogéneas" (Trinchero, 2000: 39-40). 

4 Ver por ejemplo el concepto de transmigración (Pries, 2000) y el de transnacionalidad del espacio social (Macías Gamboa y Herrera Lima, 1997). 

5 Es importante en este punto destacar que desde el comienzo de la historia censal moderna en 1869 hasta la actualidad, los migrantes limítrofes en conjunto siempre han representado entre un 2 y un 4 por ciento de la población total del país.  

6 Benencia (2003:18) señala que la emigración paraguaya presenta un flujo constante desde mediados de siglo XX pero que tanto el volumen como la naturaleza del mismo responde a causas de distinta índole, alternándose o bien combinándose factores políticos y económicos, dependiendo de las características del contexto del país de origen y de acogida. 

7 Sin considerar tampoco los factores "extraeconómicos", y de índole política como la Guerra del Chaco en 1932, la Guerra Civil de 1947 o el golpe militar de 1954, que "sumaron opositores y exiliados de otra extracción social al flujo tradicional de personas en búsqueda de trabajo" (Marshall y Orlansky, 1983: 14). 

8 La etnografía consiste en "elaborar una representación coherente de lo que piensan y dicen los nativos, de modo que esa descripción no es ni el mundo de los nativos, ni cómo es el mundo para ellos, sino una conclusión interpretativa que elabora el investigador [.] (producto) de la articulación entre la elaboración teórica del investigador y su contacto con los nativos" (Guber, 2001:15). 

9 Para esta y otras cuestiones relativas al trabajo de campo y la selección de informantes, ver Guber (2001). 

10 El concepto de informalidad ha sido definido por Alejandro Portes como "la suma de las actividades productoras de ingresos en las que se involucran los miembros de un hogar, excluyendo los ingresos provenientes del empleo contractual regulado" (Portes, 1995: 86-87). El autor afirma que a lo largo del siglo XIX no parece haber existido una diferenciación tajante entre lo que hoy consideramos actividades económicas formales e informales (Portes, 1995). Muy por el contrario, en más de un sentido puede decirse que la informalidad parece haber sido la norma en las relaciones de producción capitalistas anteriores al siglo XX. Una de las transformaciones que se experimentan durante la expansión capitalista posterior se vincula al gran incremento del número de trabajadores que comienzan a depender cada vez más de un salario regular para subsistir. Wallerstein (1979) identificó a este proceso como parte de una "tendencia secular hacia la proletarización" (citado en Portes, 1995: 35), fundamentalmente vinculada a dos factores: el "imperialismo" (entendido como la posibilidad de transferir la explotación a las colonias) y el requisito capitalista de actualizar los beneficios monetarios por medio de la expansión del mercado doméstico (Portes, 1995: 35). Sin embargo, es preciso señalar que el proceso de proletarización por el cual cada vez más fuerza de trabajo se incorpora formalmente al modo de producción capitalista también se vincula a las victorias obtenidas por los trabajadores organizados en su lucha por combatir la explotación. Desde este punto de vista podría decirse que, hasta que la resistencia organizada de los trabajadores no obligó a los patrones a limitar la explotación que sobre ellos se ejercía, el capitalismo hizo un aprovechamiento informal del trabajo asalariado. A pesar de lo anterior, el proceso de proletarización creciente no siempre fue acompañado por un proceso de inserción en relaciones de producción formales. Por el contrario, la subsunción del modo de producción doméstico y de subsistencia a las relaciones capitalistas de producción, sólo en una pequeña parte de los casos trajo aparejado un proceso de proletarización formal. En otras palabras, si bien en parte el sistema salarial se extendió hasta abarcar a un gran número de trabajadores en el mundo, la mayor parte de ellos permanece aún dentro del sector no regulado de la economía, como fuerza de trabajo flexible y desprotegida. 

11 Benencia (2006) ha analizado de forma pionera los procesos de movilidad social entre migrantes bolivianos en la horticultura bonaerense, entendiéndola como un proceso de "bolivianización" del rubro. Sin embargo, los procesos de movilidad ascendente que el autor describe (la "escalera boliviana") mantienen importantes diferencias respecto al caso de los migrantes paraguayos en la industria de la construcción. Como argumentamos aquí, el trabajo en la construcción no permite hablar de una movilidad ascendente tan clara como en los casos retratados por Benencia y, por el contrario, resulta mucho menos generalizable.  

12 En todos los casos, se utilizarán seudónimos para proteger la identidad de los entrevistados. 

13 Al pernoctar en la obra, los trabajadores se ahorran los gastos de traslado hacia sus domicilios pero, al mismo tiempo, el empleador se evita los costos de contratación de serenos y cuidadores nocturnos. Más allá de que sencillamente es ilegal pernoctar en el lugar de trabajo bajo esas condiciones, es importante señalar que hacerlo repercute negativamente sobre los trabajadores en términos psicofísicos y de salubridad laboral. 

14 Podrá con razón argumentarse que la situación de desprotección aquí descripta no es privativa de los migrantes internacionales y que, por el contrario, muchas de las condiciones de trabajo que se exponen son compartidas también con migrantes internos. Si bien consideramos que esta observación es totalmente acertada, en este trabajo nos interesa enfatizar en los procesos por los cuales estos espacios laborales comienzan a ser cubiertos, cada vez más, por migrantes limítrofes. Al mismo tiempo, existen ciertas dimensiones de la experiencia de los migrantes limítrofes (poca experiencia en la participación sindical, procesos de exclusión de la participación sindical, socialización en otro idioma en origen, ausencia de la esfera doméstica, desconocimiento y/o temor a hacer reclamos por irregularidad en documentación migratoria, entre otras cuestiones) que consideramos agravan la vulnerabilidad que experimentan estos trabajadores. Algunas de estas dimensiones serán abordadas en este trabajo. 

15 En sentido estricto, y tomando como universo de análisis a la obra en construcción como "tipo ideal", en muchos casos, el guaraní bien podría ser considerado como lengua "mayoritaria", ya que no es raro hallar una mayoría de "guaraní parlantes" frente a una minoría de "no - guaraní parlantes". Sin embargo, entendemos que la oposición mayoritaria/minoritaria no responde (a pesar de lo que llevan a pensar tales designaciones) a cuestiones numéricas. Presentar al guaraní como lengua mayoritaria contribuiría a encubrir aún más las relaciones de poder que se establecen entre los usuarios de una o u otra lengua y el sistema de producción. Consideramos que lo anterior merece ser señalado, ya que el hecho de que ésta lengua, numéricamente mayoritaria, sea interpretada como una lengua socialmente minoritaria nos informa tanto acerca de la estructuración de la división del trabajo al interior de la industria como de la valoración que se hace del trabajo de unos (ingenieros, arquitectos, técnicos, organismos de control) y otros (obreros, migrantes), entre otras cuestiones posibles. Es así entonces que, tal y como fuera señalado por otros autores, por lengua minoritaria entenderemos aquí a aquella que "se caracteriza por su minusvaloración, desigualdad y asimetría social por carecer de los derechos que poseen la/s otra/s lengua/s denominadas oficiales o hegemónicas en cuanto están reconocidas por el Estado para la comunicación habitual y legal de la vida ciudadana" (Messineo, 2000; Sichra y López, 2003 citados en Hecht, 2011). 

16 Incluimos en este trabajo fragmentos de entrevistas realizadas a trabajadores paraguayos de la construcción, pero también a antiguos obreros paraguayos que con los años, lograron insertarse en otros rubros. Asimismo, presentamos también algunos fragmentos de entrevistas realizadas a otros paraguayos que, por haber reflexionado sobre la situación de sus compatriotas en la Argentina, resultan de importancia para nuestro análisis. Algunos de los fragmentos de las entrevistas que se presentan aquí forman parte de un trabajo realizado por el autor en el marco del Programa Latinoamericano de Cooperación en Migraciones Internacionales (PLACMI): Componente Fortalecimiento Institucional de los Gobiernos de la Región: Diagnóstico de las Asociaciones Paraguayas en Argentina, realizado durante 2011a pedido de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM-OIM). 

17 Optamos por definir como "guaraní parlantes" a los trabajadores que utilizan dicha lengua, en lugar de hablar de ellos simplemente como "paraguayos", ante la evidencia de algunos trabajadores que, o bien por ser nativos de algunas provincias del NE argentino, o bien por ser argentinos hijos de guaraní parlantes, manejan con fluidez la lengua. Otro de los motivos tiene que ver con el hecho de que no todo paraguayo habla guaraní con fluidez. Hemos conocido casos de personas provenientes de ese país que no entienden más que unas pocas palabras en dicha lengua. Sin embargo, este último caso es sumamente raro en la industria de la construcción. Prácticamente todo paraguayo que se desempeña como obrero de la construcción comprende y utiliza el guaraní. Esto parece relacionarse en gran medida con la fuerte adscripción y procedencia rural de la mayor parte de los obreros. Aquellos otros casos a los que nos referimos se relacionan más a paraguayos provenientes de Asunción, capital del país, y que en general han tenido educación formal terciaria o universitaria. Éstos últimos no suelen desempeñarse en la construcción. Aunque en ambos casos oriundos del Paraguay, estaríamos entonces ante dos sujetos sociales distintos en función de su posición de clase en origen y destino. 

18 Estos procesos podrían ser pensados como operaciones de "etnicización", "des-etnicización" y "re-etnicización" de los migrantes en la industria. Para una profundización de estas categorías y su aplicación pare el caso de la migración paraguaya y su relación con los Estados Argentino y Paraguayo, se recomienda la lectura de Halpern (2009).  

19 Por ejemplo, la utilización de términos despectivos en guaraní hacia los superiores no guaraní-parlantes. Se abre así una línea de indagación a futuro que permita pensar al uso de guaraní como discurso oculto y forma de resistencia (Scott, 2000). Para un análisis del "silencio" y a las posibilidades del discurso subalterno, ver Spivak (1998). 

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Recibido: 07.03.13
Revisión editorial: 09.06.14
Aprobado definitivamente: 17.07.14