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Trabajo y sociedad

versão On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.25 Santiago del Estero dez. 2015

 

DIMENSIONES DEL TRABAJO: IMAGENES Y MAGNITUDES

Historia reciente del trabajo y los trabajadores. Apuntes sobre lo tradicional y lo nuevo, lo que cambia y permanece en el mundo del trabajo

Recent history of the work and the workers. Notes about the traditional and the new, what changes and remains in the world of work  

História recente do trabalho e dos trabalhadores. Notas sobre o tradicional e o novo, o que muda e o que permanece no mundo do trabalho 

 

Roxana Albanesi*

* Docente e investigadora en el Departamento Socioeconómico de la Facultad de Ciencias Agrarias. Miembro del Grupo de Estudios Agrarios de la Universidad Nacional de Rosario. El presente artículo es una síntesis de las reflexiones teóricas que orientan mi trabajo de tesis doctoral "La construcción de estrategias sociales de ingresos. Historia de trabajadores en el área agrícola del sur santafesino" radicado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y realizado bajo la dirección de Silvia Cloquell. E-mail de la Autora de este articulo ralbanes@unr.edu.ar

 


RESUMEN

Referirse al trabajo es hacer mención a un concepto complejo y multifacético. A su vez, los trabajadores constituyen un grupo social heterogéneo cuya ubicación en la estructura social es diversa. En este artículo se buscar reflexionar acerca de las características actuales del trabajo. Se presenta una breve reseña histórica que remite a las diferentes formas que asume la relación capital-trabajo en el tiempo para detenerse, con mayor profundidad, en las transformaciones ocurridas desde la crisis del capitalismo industrial hasta nuestros días. La reflexión acerca de lo que cambió y lo que permanece como tendencias en el mundo del trabajo depende de la periodización con que se aborde la cuestión. La evolución general del capitalismo muestra que la informalidad, la precariedad, la inestabilidad son condiciones clásicas del trabajo cuando se encuentra sujeto a mercados autorregulados. Las diferencias quedan claramente identificadas cuando se toma como referencia el período del Estado de Bienestar. Desde esta perspectiva temporal, la desigualdad de los ingresos entre diferentes ramas y al interior de un mismo grupo no constituye una novedad, pero sí lo son la degradación de las condiciones de trabajo y la desprotección social. En la historia reciente, esta situación es percibida por los trabajadores como un incremento de la vulnerabilidad y de los riesgos. El desempleo como realidad o como amenaza permanente, las condiciones flexibles del trabajo, el debilitamiento de la creencia en soluciones colectivas, la resignación social, la organización de estrategias individuales e individualistas, son rasgos distintivos de la historia reciente de los trabajadores.

Palabras clave: Trabajo; Capital; Transformaciones; Heterogeneidad.

RESUMO

Fazer referência ao trabalho é fazer menção de um conceito complexo e de muitas facetas. Por sua vez, os trabalhadores constituem um grupo social heterogêneo cujo lugar na estrutura social é diversa. Neste artigo procuramos refletir sobre as características atuais do trabalho. Se apresenta uma breve resenha que remete às diferentes formas que assume a relação capital-trabalho no tempo para se deter, com uma maior profundidade, nas transformações ocorridas desde a crise do capitalismo industrial até os nossos dias.
Refletir sobre o que mudou e o que permanece como tendência no mundo do trabalho depende do período com o que se aborde a questão. A evolução geral do capitalismo exibe que a informalidade, a precariedade e a instabilidade são condições clássicas do trabalho quando está sujeito aos mercados autorregulados. As diferenças ficam claramente identificadas quando se têm como referência o período do Estado de Bem-estar. Deste ponto de vista temporal, à desigualdade de renda entre os diferentes grupos e dentro de cada um deles, hoje temos de considerar uma nova situação: a degradação progressiva das condições de trabalho e a falta de proteção social. Na história recente, esta situação é percebida pelos trabalhadores como um aumento da vulnerabilidade e dos riscos. O desemprego (como uma realidade ou como uma ameaça permanente), as condições flexíveis do trabalho, o enfraquecimento da crença nas soluções coletivas, a resignação social, e a organização de estratégias individuais e individualistas são traços marcantes da história recente dos trabalhadores.

Palavras chave: Trabalho; Capital; Transformações; Diversidade.

ABSTRACT

Referring to work is mentioning a complex multifaceted concept. At the same time, workers form a heterogeneous social group whose place in social structure is diverse. This article intends to reflect on the present characteristics of work. It presents a brief summary which refers to the different forms taken by the capital-work relation throughout time studying in depth the transformations occurred from the crisis of industrial capitalism to our time.
The reflection on what has changed and what remains as tendencies in the world of work depends on the periodization used to approach the matter. The general evolution of capitalism shows that informality, precariousness and instability are classic working conditions when work is tied to self-regulated markets. The differences are clearly identified when taking as reference the Welfare State period. From a chronological point of view, the inequality of income between different branches and within a group itself is nothing new, but the degradation of working conditions and the lack of social protection are. In recent history, this situation is perceived by workers as an increase on vulnerability and risks. Unemployment –either as a reality or as a permanent threat–, flexible working conditions, weakening of the belief in collective solutions, social resignation and organization of individual and individualistic strategies are distinguishing features in workers’ recent history.

Key words: Work; Capital; Transformations; Heterogeneity.


 

SUMARIO
1. Acerca de los diferentes sentidos otorgados al concepto de trabajo 2. Transformaciones en la relación trabajo- capital. Las regulaciones y sus consecuencias 3. Las "nuevas" condiciones de la relación capital- trabajo a partir de la crisis del capitalismo industrial 4. Características del trabajo en el capitalismo posindustrial 5. El diverso y cambiante mundo del trabajo desde el centro y en las fronteras del espacio social 6. Algunas reflexiones sobre lo tradicional y lo nuevo, lo que cambia y permanece en el mundo del trabajo 7. Bibliografía

***** 

1. Acerca de los diferentes sentidos otorgados al concepto de trabajo

A lo largo de la historia se suscitaron diversas nociones de trabajo que se remontan a los textos bíblicos del Antiguo Testamento y a los filósofos de la Grecia Clásica1. Trabajo es una categoría radicalmente histórica cuyas diversas acepciones expresan las diferentes connotaciones materiales, políticas, sociales, éticas y religiosas puestas en consideración por diversas sociedades a lo largo del tiempo. Ciertas culturas acentuaron las cuestiones positivas y vitales vinculadas al trabajo, como autonomía, creatividad, superación, mientras que otras, encontraron en él sólo sumisión, condena, servidumbre, inferioridad2.
Desde siempre los hombres trabajan, es decir, crean y reproducen su existencia operando en la naturaleza, tomando de ella y transformándola conscientemente. A lo largo de la historia, en períodos precapitalistas, tomar y utilizar alguna fracción de la naturaleza, incluido el propio cuerpo humano, significó "apropiarse". El trabajador -fuese éste miembro de la tribu o siervo, indistintamente- se comportaba como propietario de su fuerza de trabajo, de sus condiciones naturales de producción. Esta "propiedad" era entendida como la presunción y la naturalización de que el trabajo le pertenecía a quien lo realizaba en tanto estaba implícita en su propia existencia, que era casi una prolongación de su propio cuerpo, pues era su acción en pos de satisfacer diversas necesidades individuales y colectivas. Este sentido de propiedad se ubica en las antípodas del que le otorgó posteriormente el capitalismo (Karl Marx citado en Hobsbawn, 2009).
Por su condición de seres sociales, los hombres desarrollaron la cooperación y la división social del trabajo. Esta organización propició la formación de un excedente y su intercambio. Pero inicialmente, la producción y el intercambio tuvieron como única objeto el "uso", es decir, el mantenimiento del productor y de su comunidad.
En las formaciones económicas precapitalistas el individuo era propietario de su trabajo y de los recursos naturales que usaba en el proceso de producción. Al comportarse con la tierra como algo suyo tenía en la propiedad de la tierra un modo objetivo de existencia desarrollado
históricamente como miembro de una comunidad. Si como individuo aislado no podría tener lenguaje, tampoco podría tener propiedad del suelo. "La propiedad3 significa entonces pertenecer a una tribu (entidad comunitaria) (tener en ella existencia objetiva-subjetiva)" (Marx; 2009: 89). Al decir de Polanyi, antes del siglo XIX la economía humana se arraigaba siempre en la sociedad. La economía estaba subordinada a la política, la religión y las relaciones sociales. La ganancia y el beneficio obtenido en el intercambio no desempañaron jamás una parte tan importante de la economía humana como lo fue con posterioridad. Aunque la institución del mercado era común en casi todas las sociedades de la antigüedad su papel era sólo incidental en la vida económica (Polanyi; 2011).
A fines del siglo XVIII en Europa la noción de trabajo podía reunir múltiples alcances. Desde el sentido trascendente en la doctrina calvinista; la visión antropológica individualista heredada de Hobbes y de Locke; la asociación con una concepción laica de progreso exaltada por los enciclopedistas franceses hasta la visión economicista, de prioridad utilitaria, de la economía política clásica. Estos y otros antecedentes políticos e ideológicos, fueron estructurando un concepto de trabajo que –en su seno – expresaba ambivalencias. Por un lado, partiendo de una valoración positiva del afán de lucro, todo trabajo era considerado bueno en tanto fuente de riqueza, disfrute y progreso. Además, otorgaba la posibilidad de salir de la relación de vasallaje o de la jerarquía del orden artesanal y "liberar" de estas ataduras al trabajador (Hopenhayn; 2006). Por otro lado, el trabajo quedaba circunscripto al aspecto económico haciendo abstracción tanto de la persona que lo ejecutaba como del sentido que esta persona podía darle. La teoría de valor-trabajo de Adam Smith y las interpretaciones de sus discípulos convirtieron al trabajo en una unidad de medida, un cuadro de homogeneización de esfuerzos, un instrumento que permitía comparar las mercancías. Desde esta perspectiva, la esencia del trabajo es el tiempo. El trabajo es construido, instrumental, abstracto, mercantil y extraíble de la persona y, por lo tanto, cosificado (Medá; 2007).
Las relaciones en que se insertaron los hombres como resultado de la especialización del trabajo -y en particular, del intercambio- se fueron progresivamente modificando y complicando, hasta que la creación del dinero y, con él, la producción de mercancías y el intercambio, proporcionaron una base para procesos antes inimaginables, incluyendo la acumulación de capital y el predominio del mercado sobre la sociedad. Sumada a esta cuestión, se produjo un alejamiento creciente de la relación con la naturaleza desarrollada en forma espontánea, una separación del trabajo con respecto a las condiciones objetivas de su realización, al medio de trabajo y al material de trabajo. Su diferenciación definitiva se obtuvo bajo el capitalismo, cuando el trabajador fue reducido a simple fuerza de trabajo sujeta a la economía de mercado4.
La existencia de los mercados autorregulados desde fines del siglo XVIII representó una transformación completa de la estructura de la sociedad. Ni bajo las condiciones tribales, ni feudales, ni mercantilistas hubo un sistema económico separado de la sociedad. La sociedad del siglo XIX, en el que la actividad económica estaba aislada y se imputaba a una motivación claramente económica, constituyó en efecto una excepción singular. Una economía de mercado sólo puede existir en una sociedad de mercado y debe comprender todos los elementos de la industria, incluidos la mano de obra, la tierra y el dinero. "Pero la mano de obra y la tierra no son otra cosa que los seres humanos mismos, de los que se compone toda sociedad, y el ambiente natural en el que existe tal sociedad. Cuando se incluyen tales elementos en el
mecanismo de mercado, se subordina la sustancia de la sociedad misma a las leyes del mercado" (Polanyi; 2011:122). El autor define a las mercancías como objetos producidos para su venta en el mercado. En cambio, el trabajo es sólo otro nombre para una actividad humana que va unida a la vida misma, la que a su vez no se produce para la venta sino por razones enteramente diferentes; ni puede separarse esa actividad del resto de la vida, almacenarse o movilizarse. Por lo tanto, la descripción de la mano de obra como mercancía es enteramente ficticia. Sin embargo, con el auxilio de esta entelequia se organizaron los mercados de trabajo y se transformaron la oferta y la demanda de trabajo en magnitudes reales y se inhibieron las regulaciones como aquellas intervenciones que pondrían en riesgo el sistema. Separando al hombre de su actividad. Marx afirmó "El poner al individuo como trabajador, en esta desnudez, es en sí mismo un producto histórico" (2009:68), lo que necesita explicación no es la unidad del hombre con las condiciones naturales, es decir, su metabolismo con la naturaleza, sino su separación, separación que por primera vez es puesta plenamente en la relación entre trabajo asalariado y capital.
Así, el trabajo impuesto externamente, organizado desde fuera, comprado y vendido como mercancía, es el resultado de una época histórica y un modo de producción, pero no es éste un atributo propio del trabajo ni el sentido que el mismo necesariamente tiene que tener en la vida social. Sin embargo, el análisis histórico sobre trabajo en el capitalismo nos remite a esta particular separación y a las formas diferentes que asume la relación capital-trabajo en el tiempo, vínculo donde también intervienen los estados nacionales en las instancias de acumulación.
Con el advenimiento del capitalismo industrial maduró el proceso de subordinación del trabajo a los designios del capital. La nueva división del trabajo, el régimen de asalariados y la inseguridad en los empleos fueron algunos de los rasgos sobresalientes del trabajo.
Hegel y Marx en el siglo XIX destacaron al trabajo como acto esencial, inherente o propio de la condición humana, como acto de creación. Paradójicamente en la misma época el trabajo asalariado se desarrolló bajo condiciones estructurales de injusticia, desprotección e inseguridad. La mecanización y profundización de la división del trabajo provocó la generalización de trabajos cada vez más fragmentados, atomizados y especializados para los cuales no eran necesarias motivaciones autónomas de los trabajadores sino, por el contrario, una aceptación o resignación de participar mecánica y repetitivamente en la rutina de trabajo.
Si bien Marx señaló la necesidad del trabajo para mantener el metabolismo social entre humanidad y naturaleza; a su vez advirtió que -bajo el imperio de la mercancía- la actividad necesaria y vital se transforma en actividad impuesta, exterior, forzada y compulsiva (Antunes; 2005). Marx asumió las ambivalencias del concepto como expresión de las contradicciones históricas que el trabajo mantiene con el capital, lo señaló como la actividad humana propiamente dicha, aquella que distingue al hombre del animal. Pero en el capitalismo, el trabajador cesa de ser hombre y se convierte en actividad abstracta, cada vez más dependiente de las fluctuaciones del mercado laboral y de la discrecionalidad del capitalista. En este contexto, el trabajo pierde toda apariencia de actividad propia, tiene un carácter mutilador. Sin embargo, este proceso generó también profundas transformaciones sociales pues hizo nacer una nueva clase social, la de los proletarios. El trabajo se transformó entonces en un hecho social, determinando el lugar de los individuos en la sociedad y transformándose en el fundamento del orden social.
En la sociedad imaginada por los pensadores del siglo XIX, y en particular por Marx, la producción, y consecuentemente el trabajo, eran soñados como el lugar central donde se haría efectiva la alquimia de lazo social en una filosofía de la humanización operada principalmente a través del trabajo. Éste se volvería libertad creadora cuando el asalariado fuese abolido y la abundancia lograda (Medá; 2007) La utopía de redimir el trabajo perseguía, superar un determinado tipo de trabajo, el trabajo capitalista "extraño y exterior"5 para transformarlo en acto creativo, autónomo.
Hoy puede afirmarse que el trabajo capitalista predomina de manera contundente: "Por trabajo capitalista nos referimos a una forma particular de trabajo que obtiene reconocimiento social e institucional a partir de la retribución de dinero bajo la forma de salario. "Esta forma de trabajo está basada en una particular interdependencia social en la que los trabajadores no consumen lo que producen, pero trabajan para consumir lo que es producido por otros en un proceso reforzado y facilitado por el poder abstracto y generalizado del dinero-mundial. En este mundo moderno … el trabajo capitalista es el principio organizador de todos los aspectos de la vida humana. Lo que ‘hacemos para vivir’ define y da sentido, propósito y dirección a nuestra vida individual cotidiana y a las instituciones donde las personas pasan sus vidas, conformando las bases para la integración e interdependencia social y cultura" (Dinerstein y Neary; 2009:9 y 10). Sin embargo, este trabajo capitalista no se agota en la forma de trabajo asalariada, es actividad que "tiene como meta poner en forma capacidades o algo dado para hacerlo utilizable, es objeto de una contraparte monetaria y aumenta la utilidad general y la producción. Es el trabajo autónomo o asalariado, lo que la colectividad reconoce como tal y contra lo cual se obtiene un pago" (Medá; 2007:27). Además, el trabajo asalariado abarca a todas las personas que venden su fuerza de trabajo a cambio de una paga, no se vincula a la estabilidad ni a la protección de la relación salarial, incluye por lo tanto a todos los trabajadores precarizados, parciales e informales.

2. Transformaciones en la relación trabajo- capital. Las regulaciones y sus consecuencias

El crecimiento económico capitalista se funda en una brecha entre aquello que la fuerza de trabajo crea y lo que ella obtiene. Por tanto, el capitalismo se basa en una relación de clase entre el capital y el trabajo. Así como el control sobre la fuerza de trabajo es esencial para el rendimiento capitalista, la dinámica de la lucha de clases sobre el control de la fuerza de trabajo y el salario es fundamental para la trayectoria capitalista. En esta cuestión el cambio tecnológico y organizativo desempeñó siempre un papel clave en la dinámica de la lucha de clases al facilitarle al capital los procesos de acumulación.
Marx demostró que las condiciones necesarias del modo de producción capitalistas eran contradictorias y conducían inevitablemente a la crisis. Los capitalistas tienden a ampliar la cantidad y el valor total de las mercaderías en el mercado y –al mismo tiempo- intentan maximizar sus beneficios manteniendo los salarios bajos, lo que restringe la capacidad de compra de los trabajadores. Esta contradicción ha producido en la historia crisis -definidas como falta de crecimiento- de manera periódica. Las crisis se asocian a fases de hiperacumulación como una condición en que la oferta del capital ocioso y la oferta de trabajo ocioso convergen, sin que se encontraran la manera de unirlas en una tarea socialmente útil. Como estas crisis son inherentes al sistema, se trató de ver cómo la tendencia a la hiperacumulación podía ser contenida o conducida de forma tal que no amenazara al orden social capitalista. Para que ello ocurra será siempre necesaria la intervención de algún sistema de regulación (Harvey; 1998).
Durante la expansión geográfica del capital a lo largo del siglo XIX, la acumulación podía realizarse en los nuevos territorios y en nuevas capas sociales que asumían el consumo del excedente de la producción. En este contexto no resultaba necesaria una capacidad de consumo mayor para la clase trabajadora que la que garantizara su subsistencia y reproducción.
"Los obreros debían ser pobres… el máximo apropiado para la clase trabajadora eran buenos alimentos dignos, en cantidad suficiente (preferentemente con una dosis menos que suficiente de bebidas alcohólicas), una modesta vivienda atestada y unos vestidos adecuados para proteger la moral, la salud, el bienestar, sin riesgos de una correcta emulación de la ropa de sus superiores… Era innecesario, desventajoso y peligroso que los salarios superasen este máximo" (Hobsbawm; 1998:227). La inestabilidad laboral, la inseguridad, la incapacidad de un ahorro para enfrentar los años de vejez o el tiempo de la enfermedad eran rasgos típicos de la vida de los trabajadores.
De forma constante se experimentaba con nuevas pautas organizativas que madurarían a inicios del siglo XX -con la difusión del taylorismo- con el fin de maximizar la eficiencia de la mano de obra y aumentar su productividad.
Posteriormente Henry Ford agregó su reconocimiento explícito de que la producción en masa implicaba una necesidad de consumo masivo y un nuevo sistema de reproducción de la fuerza de trabajo. Gramsci (citado por Harvey; 1998) afirmó que el fordismo era un esfuerzo sin precedente para crear un nuevo tipo de trabajador y un nuevo tipo de hombre, los nuevos métodos de trabajo "son inseparables de un modo específico de vivir y de pensar, y de sentir la vida". López y Pérez (1990) definieron al fordismo como un régimen de acumulación intensiva, basado sobre la existencia de un círculo virtuoso que vinculaba los aumentos de productividad (obtenidos esencialmente por economías de escala a nivel de la producción) a crecimientos de salario (vía mecanismos de negociación colectiva). Otros autores pusieron en dudas la aseveraciones anteriores y lo consideran el proceso de trabajo que, junto con el taylorismo, predominó en la gran industria a lo largo del siglo XX "… entendemos por fordismo, fundamentalmente6 la forma por la cual la industria y el proceso de trabajo se consolidaron a lo largo de este siglo (XX), cuyos elementos constitutivos básicos fueron dados por la producción en masa, a través de la línea de montaje y de los productos más homogéneos; a través del control de los tiempos y movimientos por el cronómetro fordista y la producción en serie taylorista; por la existencia del trabajo parcelado y por la fragmentación de funciones; por la separación de ejecución y elaboración en el proceso de trabajo; por la existencia de unidades fabriles concentradas y verticalizadas y por la constitución/consolidación del operario-masa, del trabajador colectivo fabril…" (Antunes; 2003:20).
Harvey señaló que –al inicio del proceso- hubo dos grandes impedimentos para la difusión del fordismo: uno, la difícil adaptación de los trabajadores a una propuesta de trabajo cotidiano basado en la pura rutina sin necesidad de contar con habilidades artesanales y dos, las modalidades y mecanismos de intervención estatal. Fue necesario el casi colapso del capitalismo en la década del 30 y la Segunda Guerra Mundial para que -en los años 50- las sociedades capitalistas madurarán nuevas perspectivas acerca de los poderes y funciones estatales (Harvey; 1998).
"El fordismo dependía de que el Estado nacional asumiera un rol muy especial dentro del sistema global de regulación social" (Harvey; 1998:159). Es por eso que, esta etapa fue posible dado que -en la nueva estrategia de acumulación- cobró una importancia central aumentar la capacidad de consumo de la población y para ello, por un momento en la historia del capitalismo, se abandonó la concepción del trabajo como mera mercancía comprada y vendida en el mercado y se otorgó gran importancia a la regulación estatal. El Estado contribuyó a la construcción de una demanda que limitó las fases de depresión gracias a mecanismos que aseguraban cierto nivel de consumo a través de seguros de desempleo, leyes de salario mínimo, extensión del sistema de seguridad social, entre otros.
En América Latina y Argentina en particular se comprobó que cambios similares en la relación capital, trabajo sindicalizado y Estado se llevaron a cabo desde los años 40 y 50 del siglo pasado. La intervención del Estado para el desarrollo de la industrialización implicó la necesidad de estimular el mercado interno sólo posible con el incremento de trabajadores asalariados y el mejoramiento de sus ingresos y condiciones materiales de vida.
Fue precisamente a mediados del siglo pasado donde la intervención de los Estados, en acuerdo con la dinámica del capital y de los sindicatos, generó condiciones materiales y sociales radicalmente diferentes en los trabajadores con incidencias significativas en la construcción de sus subjetividades. Surgió la "sociedad salarial" (Castel; 2010), sociedad de pleno empleo de tiempo completo, estable y enmarcado en el derecho laboral y la protección social. La regulación fue un conjunto de mecanismos que aseguraban la reproducción del régimen de acumulación capitalista pese a las tendencias contradictorias que son inherentes a la dinámica de dicho modo de producción.
La difusión de los acuerdos impulsados por el fordismo se realizó de manera desigual. Los Estados Unidos operaron como banqueros mundiales a cambio de una apertura de los mercados mundiales de bienes y de capitales al poder de las grandes corporaciones. Y cada Estado imprimió su propia modalidad al manejo de las relaciones laborales, la política monetaria y fiscal, las estrategias de inversión pública y bienestar, limitado en el plano interior por el estado
de las relaciones de clase y en el plano exterior por su posición jerárquica en la economía mundial.
Aún dentro del fordismo, la negociación salarial estaba limitada a ciertos sectores de la sociedad y a ciertos países. O´Connor (citado por Harvey; 1998) indicó que los mercados laborales tendieron a dividirse entre un sector "monopólico" y un sector "competitivo" mucho más variado donde la fuerza de trabajo estaba lejos de ser privilegiada.
Desde siempre, a lo largo de la historia del trabajo capitalista, se comprueban heterogeneidad de situaciones y diversidad de actores dentro del amplio mundo del trabajo. Los rasgos destacados en cada etapa constituyen tendencias pero las mismas no niegan la diversidad de situaciones halladas al interior de la clase.

3. Las "nuevas" condiciones de la relación capital- trabajo a partir de la crisis del capitalismo industrial

A partir de la crisis del taylorismo-fordismo surgen diferentes enfoques referidos al futuro del trabajo. Las posiciones se dividieron en dos grandes grupos. Las teorías más optimistas vieron en las nuevas tecnologías, en la organización más flexible del trabajo y en el advenimiento de la sociedad del conocimiento la posibilidad de lograr un consenso participativo entre el capital y el trabajo para incrementar la productividad, la calidad productiva y mejorar las condiciones de trabajo y de vida (Entre aquellas teorías puede mencionarse los enfoques regulacionistas, los neo-schumpeterianos, la teoría de la especialización flexible, entre las principales corrientes). A estas visiones optimistas se le contrapusieron objeciones teóricas y empíricas. Se verificó que no existe una única estrategia empresarial, pues sólo una parte de las empresas emprendieron re-estructuraciones tecnológicas u organizacionales y no todas han recalificado la mano de obra con actividades más creativas e integradas. Asimismo, continúan existiendo estrategias empresariales que se mueven dentro de los parámetros del taylorismo-fordismo. En éstas, el control autoritario del trabajo y la prolongación de la jornada es la base de su competitividad. Las visiones más críticas de este proceso de cambio ponen el acento en la tendencias precarizantes, inseguras, polarizadoras e intensificadoras del trabajo (De La Garza; 2007)
Hacia los años 80 comenzaron a aplicarse medidas de corte neoliberal en la mayoría de las naciones industriales. La crisis de los años 70 brindó la oportunidad para que las corrientes conservadoras propagaran el cuestionamiento hacia la excesiva presencia estatal en la economía. En esta versión, la recesión se explicaba por las extendidas reglamentaciones gubernamentales que obstruían supuestamente la acción de las fuerzas del mercado; y la inflación era causada por la desmedida extensión de los gastos públicos que llevaban a crecientes déficits fiscales y a una incontrolada expansión monetaria. Se argumentaba que se habían "politizados" temas que deberían haber sido reservados a la acción del mercado (vivienda, salud, educación, seguridad social) y que el Estado había intervenido indebidamente en la esfera productiva nacionalizando empresas o entregando subsidios, es decir, se cuestionaba toda la trama social creada por el Estado de Bienestar(López y Pérez; 1990).
El nuevo contexto político y económico permitió la construcción de estrategias empresariales que deterioraron el compromiso de estabilidad y aceptación de regulación pautadas en los años anteriores. Reapareció la idea de que la rigidez en el mercado laboral, cuya protección no permitía el ajuste a la baja de los salarios, era el origen del desempleo en las economías capitalistas.
El cambio tecnológico, la automatización, la dispersión en zonas geográficas con mayores posibilidades de acelerar el giro del capital fueron prácticas jerarquizadas por las grandes corporaciones que buscaron fortalecer procesos de "acumulación flexible" y de "compresión espacio- temporal". Los horizontes temporales para la toma de decisiones se contrajeron, mientras que la comunicación satelital y los progresos en las tecnologías de transporte permitieron la extensión de las decisiones a un espacio cada vez más amplio y diversificado (Harvey; 1998).
En el capitalismo globalizado, el salario adquirió una nueva dimensión: antes de la aparición del fordismo el salario era visto unilateralmente como un costo; la crisis de los años
treinta exigió la incorporación de la perspectiva de considerarlo como un componente de la demanda agregada esencial para garantizar la acumulación del capital. Pero cuando el mercado externo se transformó en el principal objetivo, al salario se le agregó la dimensión "internacional" como elemento de determinación del nivel de competitividad de una economía nacional. La estrategia planteada fue la de limitar los aumentos de salario para conseguir un mayor grado de competitividad en los mercados externos (López y Pérez; 1990).
Los cambios provocan un intenso debate acerca del alcance de las transformaciones del capitalismo mundial. Sztulwark y Míguez señalan tres posiciones con relación a la etapa; una que identifica los cambios basados en nuevas tecnologías de la información y la comunicación y un nuevo modelo "flexible" de la organización del trabajo, pero ubican estos cambios en el marco de la continuidad del capitalismo industrial; la segunda que plantea una ruptura histórica en la configuración del capitalismo por la cual el capitalismo financiero asume el comando del proceso económico subordinando al capital industrial y una tercera línea de interpretación que concibe la ruptura histórica -en términos de cambios en el proceso de acumulación- respecto al capitalismo industrial. Para estos autores se asiste a un pasaje de las pautas de acumulación del capitalismo industrial hacia un nuevo tipo de acumulación que se refiere al conocimiento. El conocimiento participa del proceso de creación de valor a través de su incorporación en los dos componentes fundamentales del mismo: los medios de producción y el propio trabajo vivo (Sztulwalrk y Míguez, P; 2012).
Más allá del debate que busca identificar rupturas y continuidades en la evolución capitalista; el dominio del capital financiero, la búsqueda de nuevas formas de acumulación y la importancia del conocimiento en la creación de valor- expresada en los cambios generados por la informática y las telecomunicaciones- se constituyeron en rasgos sobresalientes de una etapa donde- dependiendo de regiones y países- el modelo fordista fue desplazado total o parcialmente.
Dentro de las experiencias de "acumulación flexible" fue el toyotismo o modelo japonés el que propagó algunos de sus puntos básicos a todo el mundo. Ohno7, su mentor, frente a la cuestión de cómo elevar la productividad cuando las cantidades demandadas no aumentaban, señaló que la alternativa se encontraba en la producción a bajo costo de volúmenes limitados de productos diferenciados y variados. Un sistema concebido "al revés" de lo planteado por Taylor y Ford en los Estados Unidos. Propuso pensar, no en la producción de gran volumen sino en lo pequeño; no en la estandarización y uniformidad del producto, sino en su diferencia, su variedad, éste es el "espíritu Toyota". Para ello fue necesaria la organización de la "fábrica mínima" reducida a las funciones, los equipos y el personal estrictamente requeridos para satisfacer la demanda diaria o semanal. Desapareció el stock, y junto a la eliminación de las existencias, también se eliminó el exceso de personal y de equipo.
La fábrica mínima, delgada, transparente, flexible debía ser capaz de absorber las fluctuaciones cuantitativas y cualitativas de la demanda. Ohno buscó la productividad ya no en la producción en serie, sino internamente, en la flexibilidad del trabajo, en la des-especialización de los obreros calificados y en el mayor rendimiento posible del trabajo vivo centrado, no en la repetición de las tareas, sino en su ampliación (Coriat; 1992).
Una de las tendencias básicas de la organización del trabajo durante el capitalismo industrial fue la separación de las tareas de concepción de las de ejecución. De acuerdo con los principios de Taylor el trabajo mental debía ser removido del taller y concentrado en la gerencia. De esta forma, el trabajo era desprovisto de complejidad. El fordismo, al incorporar la cadena de montaje, profundizó aún más la separación entre las tareas de concepción y las de ejecución. Además, el creciente grado de desarrollo de los bienes de capital apuntaba precisamente a reducir el peso del trabajo vivo en los procesos de producción, lo que se traducía en una mayor automatización de los procesos industriales. La innovación tecnológica era progresivamente eliminada de la fase de producción-ejecución y el trabajo intelectual se volvió prerrogativa de un componente minoritario de la fuerza de trabajo.
El salto fundamental de los últimos años fue el conjunto de dispositivos electrónicos-informáticos con base en las computadoras que permitieron una revolucionaria capacidad de almacenamiento, procesamiento y transmisión de la información. Las transformaciones del taylorismo y fordismo se dieron en sociedades específicas y se difundieron en áreas geográficas relativamente limitadas y a un ritmo lento, si se lo compara con la transformación en curso que se extendió a la mayor parte del planeta desde los años 80. Se trata de cambios que supusieron el desplazamiento de toda cultura hacia formas de producción, distribución y comunicación mediatizadas por la computadora (Sztulwark y Míguez; 2012).
La automatización, la robótica y la microelectrónica invadieron el universo fabril y permitieron el fortalecimiento de esta modalidad de fábrica que reduce personal, desconcentra actividades y la deriva en empresas pequeñas y medianas, a las que articula. Surge así el universo de empresas "subcontratistas", "tercerizadas".
Esta etapa se caracterizó también por intensos procesos de aceleración de los tiempos de rotación en la producción y en el consumo promoviendo transformaciones en las modas e induciendo a necesarios cambios culturales.
El toyotismo penetró, se combinó o sustituyó al patrón fordista. La estructura ocupacional cambió dando lugar a un desplazamiento de la importancia del trabajo fabril y al aumento del empleo en el sector servicios.

4. Características del trabajo en el capitalismo posindustrial

La acumulación flexible implicó altos niveles de desempleo "estructural", rápida destrucción y reconstrucción de calificaciones, módicos aumentos (si los hubo) en el salario real y el retroceso del poder sindical, uno de los pilares políticos de la etapa anterior.
El poder sindical asociado a trabajos estables se mostró limitado para aglutinar a los trabajadores precarios y temporarios de la economía informal. La flexibilización del trabajo y la desregulación de las condiciones afectaron las conquistas del movimiento sindical que -sin apoyo estatal - fue incapaz de atenuar la tendencia. Disminuyeron las tasas de sindicalización y las huelgas a nivel mundial.
Los empleadores, enfrentados a la volatibilidad del mercado y aprovechando la debilidad del poder sindical y los niveles de desempleo y subempleo, impulsaron contratos laborales mucho más elásticos en horarios, cantidad de horas trabajadas y diversidad de tareas. Gran parte del otrora empleo regular fue desplazado hacia contratos o subcontratos de trabajo temporario o de medio tiempo. Los cambios fueron tan profundos que no sólo se afectaron las condiciones materiales sino que tuvieron profundas repercusiones en la subjetividad y afectó la forma de ser de los trabajadores (Antunes; 2003).
Frente a las transformaciones que acontecían, algunos autores señalaron el fin del trabajo o el fin de la organización social basada en el salario. Las teorías del fin de la sociedad del trabajo expresaron el fin del trabajo como actividad estructurante de la identidad colectiva; el fin de la clase obrera como potencial opositora a la sociedad capitalista y portadora de proyectos alternativos.
André Gorz señaló que se asistía al final de la cultura obrera y del humanismo del trabajo que constituyó la gran utopía de los movimientos sociales y sindicales: "el individuo socializado por el consumo no es ya un individuo socialmente integrado sino un individuo incitado a querer ser él mismo distinguiéndose de los otros y que no se les parece más que por su negativa a asumir mediante una acción común la condición común" (Gorz; 1997:69)8. El autor fue más lejos al afirmar que ese fenómeno no se reduciría a un simple deslizamiento ideológico de los trabajadores hacia las posiciones pequeño burguesas, sino que sería más bien la consecuencia lógica de una disminución constante y progresiva del peso social de los trabajadores y de la clase obrera en la sociedad moderna. Al apoyarse en investigaciones y estadísticas que daban testimonio de esta evolución9 - provocada en gran parte por la automotización, la robotización y la revolución microinformática - Gorz desplegó una visión que resultó cercana a aquellos que
preconizaron el "fin de la sociedad del trabajo" y extrajo conclusiones radicales. Afirmó que la funcionarización y tecnificación del trabajo hicieron estallar la unidad del trabajo con la vida: "Desde antes del agravamiento de la crisis presente, el trabajo progresivamente ha dejado de asegurar una integración social suficiente. La progresiva disminución del volumen de trabajo socialmente necesario acentuó esta evolución y agravó la desintegración de la sociedad. Ya sea que adopte la forma de desempleo, de la marginación y de la precarización o la de una reducción general de la duración del trabajo, la crisis de la sociedad basada en el trabajo (en el sentido económico) obliga a los individuos a buscar en otra parte que no sea en el trabajo fuentes de identidad y de pertenencia social, posibilidades de desarrollo personal, actividades cargadas de sentido, mediante las cuales pueden ganar la existencia de los demás y de sí mismos" (Münster, 2009:41).
Los altos niveles de desempleo dieron lugar al pensamiento de que el capitalismo podía estar extinguiendo los empleos, o que el crecimiento del empleo era menor al de la fuerza laboral y, por lo tanto, la cantidad de trabajadores y las horas de trabajo necesarias continuarían disminuyendo. Sin embargo, esta circunstancia no es suficiente para considerar que el trabajo ha perdido importancia para el capital. Se debe incorporar la magnitud del trabajo precario y la del trabajo no asalariado. En el Sur, la falta de trabajo asalariado no necesariamente ha significado una reducción del trabajo sino todo lo contrario, un incremento de actividades comprendidas dentro del sector informal (Clarke; 2009).
Castel señaló que, ya a partir de la década del 1930, la clase obrera en Francia tenía "cosas que perder", de esta manera, con la consolidación del Estado de Bienestar en países de capitalismo avanzado el sector asalariado obrero fue vaciado de sus potencialidades históricas. En la segunda mitad del siglo XX se verificó un incremento de asalariados no obreros y comenzó a peligrar la coherencia interna de la clase. En la década del 70 aparecieron las diferencias entre los núcleos de trabajadores protegidos y los trabajadores precarios y también los obreros y los de tareas "infraproductivas" (mantenimiento, entrega, embalaje, custodia). Hubo también un desarrollo de segmentos profesionales con títulos y diplomas. Señala entonces que la lucha se desarrolla por los puestos de trabajo y las categorías y ya no fue una "lucha de clases" (Castel; 2004). Sin embargo, el autor afirma, en una obra posterior, que el análisis de las transformaciones de las últimas décadas y las estadísticas demostraron que no hubo una baja significativa de la proporción general de asalariados, lo que sí se observó fue una transformación profunda de la condición salarial. Hubo caída de empleos de tiempo completo y a la vez creció el sobre-empleo. La desocupación no suprimió las horas extras, tanto en los trabajos precarios para compensar la caída del poder adquisitivo, como en los trabajos más calificados donde se exige disponibilidad constante y compromiso con los valores de la empresa. La desocupación y el miedo al despido se conjugaron generando sufrimiento e implicación excesiva en el trabajo, así –bajo estas nuevas condiciones -se espera que el trabajador tenga capacidad para reciclarse, para adaptarse a nuevas tecnologías, ser competitivo, adelantarse a los cambios de la empresa. La gran transformación consistió en la constitución de una sociedad salarial degradada donde cada vez más los trabajadores no tuvieron la certeza de seguir siéndolo. Se produjo un desplazamiento de la figura del "asalariado" estable y protegido a la del "precariado", trabajador sin prerrogativas (Castel; 2010).
En la sociedad salarial degradada de las últimas décadas puede existir actividad plena sin pleno empleo y el Estado no deja de estar presente pero con intervenciones diferentes a la etapa anterior. Por ejemplo, la existencia de salarios tan bajos que necesitan la asistencia social para sobrevivir; la posibilidad de los empleadores de realizar contratos cortos de trabajo o la aceptación de actividades por debajo del empleo (pasantías, por ejemplo).
La subcontratación también permitió la emergencia de pequeñas empresas y el regreso de viejos sistemas de trabajo doméstico, artesanal, familiar y paternalista. Esto es, el renacimiento de las formas de producción a destajo, el crecimiento –como consecuencia- de economías clandestinas, "en negro". Nuevas estrategias de supervivencia para los sectores desempleados. Estos emprendimientos no favorecieron instancias de sindicalización y sí la "beneficencia paternalista" del organizador o intermediario de estas modalidades de trabajo. La producción en series pequeñas –opuestas a la escala del sistema fordista- y la subcontratación permitieron
superar rigideces del fordismo y satisfacer las cambiantes necesidades del mercado. También el empleo autónomo tuvo un resurgimiento en esta etapa.
La heterogeneidad de formas que asumió el trabajo y las relaciones salariales a partir de la crisis del capitalismo de finales del siglo pasado no son novedosas en absoluto. Los trabajadores siempre fueron un universo heterogéneo, a lo largo de la historia del capitalismo siempre ha sido posible establecer diferenciaciones en su interior. Hobsbawm lo planteó para el siglo XIX en las ciudades industriales al identificar al grupo que buscaba asimilarse a la burguesía, a los trabajadores calificados; al grueso de los trabajadores y los pobres, el ejército de reserva y de errática inserción laboral en condiciones de vulnerabilidad extrema (Hobsbawm; 1998).
Gorz señaló dos tendencias en la relación capital – trabajo a fines del siglo XX. Expresó la constitución de una sociedad partida en dos, una sociedad dual donde el empleo de por vida, la integración social de los trabajadores fueron privilegios que finalmente quedaron reservados a una elite. Afirmó que el cambio técnico segmentó y desintegró a la clase obrera. Por un lado, el nuevo tipo de trabajador (autónomo, responsable, rápido) manifestó un cambio de paradigma que se reflejó en una parte de la industria y –como contrapartida- una gran parte de los trabajadores se ocuparon empleos precarios, inseguros, descalificados o se transformaron en desempleados (Gorz; 1997).
Harvey también identificó una estructura del mercado laboral fragmentada donde existe un núcleo compuesto por empleados de tiempo completo, con condiciones de permanencia y que resultan indispensables para el futuro de la organización en el largo plazo. Se espera que este grupo- que goza de seguridades, beneficios e ingresos superiores a la media- sea adaptable, flexible y, si es necesario, geográficamente móvil. Y la periferia que abarca a dos subgrupos diferentes. El primero formado por trabajadores de tiempo completo con capacidades fácilmente utilizables y menos calificados, con pocas capacidades de hacer carrera en las empresas, de alta rotación. Y el segundo, empleados de medio tiempo, temporarios, personal con contrato de tiempo acotado, subcontratados, con menos seguridad y estabilidad que el primer grupo. Este último es el que ha crecido en los últimos años mientras que se ha reducido el número de trabajadores pertenecientes al núcleo (Harvey; 1998).
Castel -en dirección similar a los autores anteriores y analizando a la sociedad francesa- describió a la sociedad de plena actividad como un heterogéneo conjunto compuesto por diferenciados sectores, uno de trabajadores con empleo estable y protegido, un grupo mayor con asalariados pobres que necesitan la asistencia social para compensar sus escasos ingresos y un grupo de no empleados donde se encuentran los desocupados pero también aquellos que realizan trabajos independientes, actividades informales con un cierto grado de asistencia social. Imaginó el mundo de los trabajadores como una pirámide donde en la cúspide están las ocupaciones buscadas y prestigiosas y en la base –la mayoría de los trabajos- con ocupaciones precarias retribuidas al límite de la supervivencia. Lo más significativo del proceso no es tanto la desigualdad de ingresos sino la erosión al derecho del trabajo y a la protección social. Ello promueve una re-mercantilización de la relación laboral, juego meramente competitivo que pauperiza a los perdedores y vuelve opulentos a los ganadores. La mayor parte de las actividades se desarrollan fuera del salario protegido y en los últimos años significaron un acercamiento a situaciones similares a las del proletariado de los inicios de la industrialización y hasta situaciones más antiguas, pre-industriales (Castel; 2010).
Sennet advierte que en el "capitalismo de corto plazo" o "capitalismo impaciente" se concibe a las empresas como redes, en la red no están definidas rígidamente las tareas sino que la red redefine constantemente su estructura, esto significa que los ascensos y despidos tienden a no estar estipulados en normas claras y fijas. Las redes están marcadas por vínculos débiles y formas fugaces de asociación de los trabajadores en equipo, pero el equipo suele pasar de una tarea a otra y el personal que lo forma cambiar en el proceso. Ante el breve período de tiempo que tiene los conceptos comerciales, el diseño de los productos, el equipo de capital y toda clase de conocimientos, el desapego y la cooperación superficial de los empleados son un comportamiento más adecuado que los lazos construidos en base a valores de lealtad y servicio (Sennet; 2000).
Antunes señala que la vigencia de la esfera informacional de la forma-mercancía implica la expansión del trabajo dotado de mayor dimensión intelectual, una ampliación de las formas de
trabajo inmaterial. Sin embargo, ello no implica –desde su perspectiva- una sustitución del trabajo por la tecnología informacional sino una mayor interrelación e interpenetración entre las actividades productivas y las improductivas, entre actividades fabriles y de servicios, entre actividades manuales y de concepción. A pesar de que aumentaron los trabajos vinculados a los servicios, ello no puede –según su tesis- llevar a la afirmación de una sociedad posindustrial porque el sector servicios permanece dependiente de la acumulación industrial propiamente dicha. Al interior de la clase trabajadora –en forma paralela a la reducción cuantitativa del trabajador industrial- se dio una transformación cualitativa en la forma de ser del trabajo donde se dio de manera simultánea una mayor calificación del trabajo, por un lado y –a la vez- una mayor descalificación del mismo. Así, la sustitución del trabajo vivo por muerto llevó a la necesidad de lo que Marx llamó "un trabajador supervisor y regulador del proceso de producción" que no produce los objetos materiales directamente sino que supervisa el proceso productivo con máquinas computarizadas, programadas y las repara de ser necesario. Pero a la vez, la búsqueda de trabajadores multifuncionales llevó a que los trabajadores calificados enfrentaran un movimiento de des-especialización que redujo su poder de negociación (que le venía precisamente de dicha calificación). Coexisten junto a este grupo el universo de trabajadores no calificados y precarizados, disponibles para tareas sencillas que llevan a cabo de forma discontinua e inestable, ellos pueden dinámicamente entrar y salir de su condición de trabajadores en un período corto de tiempo (Antunes; 2003).
Hay un proceso contradictorio y multiforme dentro de ese heterogéneo universo que puede ser denominado mundo de trabajo. Se complejizó, se fragmentó y se hizo aún más heterogénea la clase que vive del trabajo. Por un lado se dio un proceso de intelectualización del trabajo manual y por otro, radicalmente inverso, de descalificación del trabajo intelectual y hasta de subproletarización intensificada en el trabajo precario, informal, parcial, etc. Proceso que se desarrolló en un contexto político, económico, cultural que favoreció el crecimiento del individualismo exacerbado y la resignación social como rasgos distintivos de la historia reciente de los trabajadores (Antunes; 2003). En la estratificación de asalariados el desempleo y la precariedad afectaron de distintos modos. La proporción de ejecutivos desocupados es menor que la de obreros y los obreros calificados tiene mayor estabilidad que los no calificados. Se desarrolló una competencia entre los diferentes estratos salariales que quebraron homogeneidades internas y rompieron solidaridades que descansaban en condiciones colectivas de trabajo compartidas por amplios conjuntos de trabajadores. Las transformaciones impulsaron procesos de competencia entre iguales, trabajadores de una misma posición fueron llevados a exaltar sus diferencias más que a apoyarse en lo que tienen en común. Se impulsó el despliegue de estrategias individuales más que colectivas.
Otra dimensión del cambio operado en el trabajo fueron las nuevas formas de organizar el tiempo y -en especial- el tiempo del trabajo. El lema "nada a largo plazo" expresa con claridad como una carrera laboral desarrollada en una o dos empresas y calificaciones consideradas válidas para toda una vida laboral se debilitaron. "Nada a largo plazo" es el principio que corroe la confianza, la lealtad y el compromiso mutuo e incrementa el riesgo. En una sociedad que intenta desregular el tiempo y el espacio el riesgo es -en el fondo- moverse de un lugar a otro, ser flexible. Pero esta flexibilidad puede significar vivir en constante estado de vulnerabilidad, de ansiedad e impacta en el carácter "diría que el capitalismo de corto plazo amenaza con corroer el carácter, en especial aquellos aspectos del carácter que unen a los seres humanos entre sí y brindan a cada uno de ellos una sensación de un yo sostenible…" (Sennett; 1998:25)

5. El diverso y cambiante mundo del trabajo desde el centro y en las fronteras del espacio social

La clase obrera existe, no se presentó en las últimas décadas como portadora de una alternativa global de organización social, pero continuó vigente su importancia social y política. Las últimas transformaciones modificaron en profundidad la relación capital-trabajo favoreciendo la existencia de una sociedad con mayor predominio de los vulnerables e incrementando el riesgo social, así "cuando los marginales proliferan, la mayoría es la que corre el riesgo de volverse marginal" (Castel, 2010:252).
Los desempleados permanentes u ocasionales, la población vinculada a tareas informales o enmarcadas en el vagabundeo, la criminalidad y el ejercicio de oficios considerados infames han ocupado desde siempre un lugar en el espacio social. El marginal suele desplazarse en los territorios o vivir en los espacios urbanos más degradados, es en el margen donde puede desplegar sus talentos. Tiene su origen en la precariedad de las situaciones de trabajo y la fragilidad de las inscripciones sociales.
El proceso general de desestabilización de la cuestión salarial acercó a la marginalidad a trabajadores antes plenamente integrados. Pero no se trata de un hecho irreversible, no significa quedar afuera sino entrar y salir, es el desarrollo de lo que podría llamarse la cultura de la precariedad o de lo aleatorio. No es sinónimo de exclusión aunque finalmente pueda conducir a ella, implica que la existencia ya no está estructurada por el empleo estable y muchos trabajadores dejaron de organizar sus vidas en torno de la necesidad de acceder a él. Ello no significa que sean desempleados permanentes, en muchos casos se trata de "pellizcar la masa de no empleo inventando formas nuevas de subempleo" (Castel, 2010:134)
Entre los trabajadores plenamente integrados y los marginales hay espacios intermedios donde se experimentan modos de actividad desfasados respectos de las formas de trabajo clásico, a veces se zozobra en la delincuencia pero, en otras ocasiones, buscan alternativas a la sociedad salarial e innovan. Es imposible trazar fronteras firmes entre las diversas zonas de integración, así sujetos integrados devinieron en sujetos vulnerables y los vulnerables muchas veces en sujetos excluidos como efecto de procesos que se originan en el centro y no en la periferia de la vida social. Sin embargo, muchas veces se denomina excluidos a sujetos vulnerables cargados de la degradación de las relaciones de trabajo y de desprotección; como ya se ha dicho se trata de marginados, precarizados, vulnerables que sufren déficit de integración (respecto al trabajo, la educación, el alojamiento, la cultura), que están amenazados de exclusión por las nuevas condiciones del capital y el abandono total o parcial de los Estados con relación a los compromisos anteriores de regulación.
Buscando fortalecer contemporáneamente el concepto marxista de clase trabajadora Antunes afirma que "la clase-que-vive-del-trabajo, la clase trabajadora hoy incluye a todos aquellos que venden su fuerza de trabajo, teniendo como núcleo central a los trabajadores productivos" (2005:91). Según este autor, queda comprendido en esta categoría la totalidad del trabajo social, la totalidad del trabajo colectivo asalariado y el proletariado industrial es su núcleo principal. Sin embargo, la clase que vive del trabajo engloba también a los trabajadores improductivos, aquellos cuya forma de trabajo es utilizada como servicios, ya sea para uso público o para el capitalista, son aquellos en quienes, según Marx, el trabajo es consumido como valor de uso y no como trabajo que crea valor de cambio. El trabajo improductivo abarca un amplio abanico de asalariados: bancos, comercios, turismo, servicios públicos, etc. y constituye en general un segmento asalariado en expansión en el capitalismo contemporáneo. Este autor avanza aún más en la amplitud que otorga al concepto de clase trabajadora al incorporar dentro de ella a los que están desempleados considerando que éstos fueron expulsados del proceso productivo y del mercado de trabajo por la reestructuración del capital y que hipertrofian el ejército industrial de reserva en la fase de expansión del desempleo estructural (Antunes; 2005). La anexión de los desocupados como miembros de la clase resulta discutible, aún desde la misma perspectiva del autor cuando resalta la creación de plusvalía y la valorización del capital como funciones centrales de los trabajadores en su relación con el capital, roles que los desocupados no pueden llevar a cabo. Este mismo autor, a diferencia de otros, excluye a los que denomina "gestores del capital", empleados jerárquicos que detentan la función del control del proceso de trabajo y de reproducción del capital en el interior de las empresas y que reciben ingresos elevados. Sin embargo, más allá del rol específico que ejecutan en las empresas, su vínculo es también una relación salarial. Como ya se ha expresado, también este sub grupo ha sufrido importantes transformaciones en las últimas décadas, estando sujeto – y en ocasiones con mayor intensidad que los trabajadores menos calificados- a procesos de multifuncionalidad, flexibilidad horaria, traslados periódicos, imbricación del trabajo en su vida cotidiana, y despidos. Por esta razón, puede ubicárselos en la cima de la pirámide salarial, ocupando un lugar central en la trama de los trabajadores o siendo parte de la elite de trabajadores profesionales, pero ello no implica sustraerlos de las condiciones de felxibilización
y del incremento del riesgo que forman parte de las estrategias de corto plazo de las empresas en la actualidad. No están separados totalmente del universo de trabajadores, aun cuando –en parte- su subjetividad vaya en esa dirección.
A la caracterización realizada hasta el momento puede sumarse el significativo aumento del trabajo femenino en las últimas décadas. Hasta la segunda mitad del pasado siglo se debatió y reflexionó sobre un concepto asexuado del trabajo, donde el sujeto universal del trabajo era el hombre. Esto fue fuertemente interpelado desde los años 70 y se introdujeron al debate otras dimensiones como el trabajo doméstico y de la esfera de la reproducción (Hirata y Zariffian; 2007). Estudios realizados en este sentido dan cuenta que la fuerza de trabajo femenina, tomando en cuenta edad, estado civil y calificación, varía considerablemente según cada país existiendo diferencias en las prácticas discriminatorias en función de la evolución de las relaciones sociales de los sexos en el conjunto de la sociedad considerada.
Otras cuestiones que cobraron importancia en el estudio de las transformaciones del mundo del trabajo en las últimas décadas fueron las diferencias étnicas y generacionales. Se aprecia un proceso de exclusión creciente de los jóvenes, contratados en su inmensa mayoría en trabajos informales y precarios y de los trabajadores considerados "viejos", por lo general herederos de una cultura de trabajo típicamente fordista, no adecuada a la polivalencia y multifuncionalidad requerida en la era toyotista.
En este heterogéneo universo de trabajadores no han faltado teorías optimistas que depositan su mirada en la cúspide de la pirámide ocupacional, en aquellos trabajadores que"pueden" vivir las nuevas condiciones como oportunidad. Según estos enfoques, las nuevas tecnologías, la organización flexible del trabajo y el advenimiento de la sociedad del conocimiento constituyen posibilidades de lograr un consenso participativo entre el capital y el trabajo. Estos acuerdos permiten incrementar la productividad y la calidad productiva y –a su vez- mejorar las condiciones de trabajo y de vida (los enfoques neo-schumpeterianos y la teoría de la especialización flexible, entre las principales corrientes). A estas visiones optimistas se le contraponen objeciones teóricas y empíricas. Se verificó que no existe una única estrategia empresarial, sólo una parte de las empresas emprendieron re-estructuraciones tecnológicas u organizacionales y no todas han recalificado la mano de obra con actividades más creativas e integradas. Continúan existiendo estrategias empresariales que se mueven dentro de los parámetros del taylorismo-fordismo y en éstas el control autoritario del trabajo y la prolongación de la jornada es la base de su competitividad. Además, las visiones críticas de este proceso de cambio ponen en evidencia las tendencias precarizantes, inseguras, polarizadoras e intensificadoras del trabajo asalariado de las últimas décadas (De La Garza; 2007).

6. Algunas reflexiones sobre lo tradicional y lo nuevo, lo que cambia y permanece en el mundo del trabajo

La noción de trabajo es producto de la yuxtaposición de diversas dimensiones: como actividad inherente a la condición humana, como factor de producción, como sistema de distribución material y como organizador de la vida social. Por ello, además de un valor económico, posee un valor social, cultural y simbólico.
La consolidación de las relaciones capitalistas transformó al trabajo asalariado en uno de los principales fundamentos del orden social. A lo largo del proceso histórico pueden distinguirse ciclos donde las modalidades de acumulación y las crisis reformularon la relación capital-trabajo, dando lugar a distintas condiciones de trabajo en cada etapa.
Los avances tecnológicos de las últimas cuatro décadas han permitido la re-estructuración de la organización laboral en la empresa, debilitando la necesidad de mano de obra, en particular de trabajadores no calificados y dando lugar a una modalidad de empresa "mínima". Estas circunstancias han provocado desempleo y colaborado con la flexibilización de las condiciones de trabajo asalariado. Sin embargo, las transformaciones no han eliminado otras formas posibles de trabajo, no han desalojado la presencia de trabajadores de características "fordistas", o con rasgos precapitalistas, como lo evidencia el crecimiento del trabajo autónomo, no asalariado y el trabajo familiar.
Los trabajadores, en todo tiempo y lugar, constituyen un multifacético universo. En el presente se expresan condiciones laborales definidas por la incidencia de la concentración y transnacionalización del capital y el avance de la informática y la robótica. Las ocupaciones son afectadas por las divisiones espaciales de las actividades económicas a nivel global y se encuentran bajo la vigencia de políticas, que pueden abarcar la problemática de la generación de trabajo y/o asistir socialmente a los sectores más vulnerables, pero escasamente son garantes de derechos laborales y sociales vinculados al ingreso necesario y a la estabilidad de los trabajadores, rol típico del período del Estado de Bienestar.
En las últimas décadas, numerosas investigaciones empíricas constatan agencias individuales de construcción de ingresos donde se combinan actividades asalariadas-no asalariadas, formales-informales, permanentes-transitorias, legales-ilegales, sindicalizadas-no sindicalizadas. Las mismas dependen del contexto político y económico, pero también de la particular ubicación de los trabajadores en el campo económico, social y cultural que generan abanicos de posibilidades y límites diferentes.
La reflexión acerca de lo que cambió y lo que permanece como tendencias sobresalientes del mundo del trabajo depende de la periodización con que se aborde la cuestión. Un análisis de la evolución general del capitalismo muestra que la informalidad, la precariedad, la inestabilidad no son situaciones nuevas, sino condiciones clásicas del trabajo cuando se encuentra sujeto a mercados autoregulados. Las diferencias quedan claramente identificadas cuando se toma como referencia el período correspondiente al Estado de Bienestar, aún en países y sociedades dondeéste no se desarrolló plenamente, pero se establecieron políticas de seguridad social y laboral que modificaron las condiciones tradicionales de la mayor parte de los trabajadores. Desde esta perspectiva temporal, la desigualdad de los ingresos entre diferentes ramas y al interior de un mismo grupo no constituye una novedad, pero sí lo es la degradación de las condiciones de trabajo y la desprotección social de un vasto sector de trabajadores.
En las décadas del 80 y 90 del siglo pasado, numerosos hijos de una generación de trabajadores estables que desarrollaron su actividad en no más de una o dos empresas con ingresos suficientes, debieron enfrentarse con una oferta de trabajos intermitentes y precarios o–en empleos más calificados- someterse a procesos altamente cambiantes y competitivos. En la historia reciente, esta situación es percibida por los trabajadores como un incremento de la vulnerabilidad y de los riesgos, referenciándose en la memoria del trabajo seguro y protegido del período anterior.
El desempleo, como realidad o como amenaza permanente, las condiciones flexibles del trabajo, el debilitamiento de la creencia en soluciones colectivas, la resignación social y la organización de estrategias individuales e individualistas son rasgos distintivos de la historia reciente de los trabajadores.
La dualidad o ambivalencia del sentido del trabajo se mantiene a lo largo de su historia, es el trabajo deseado-aborrecido, el que permite obtener un sustento material y la integración a un orden social pero –a su vez- puede alienar por sus condiciones y perspectivas. En el siglo XIX, los sueños de Marx, Engels y otros pensadores se enfocaban en la posibilidad de abolir el trabajo asalariado y transformarlo en un acto autónomo y creativo. A inicios de siglo XXI, a modo de esbozo de una hipótesis, puede plantearse que el sueño actual de gran parte de la clase que vive del trabajo no es el de superar su condición de trabajador sino el de serlo bajo las condiciones de una sociedad salarial no degrada, donde los ingresos sean redistribuidos de forma más equitativa y la estabilidad sea una posibilidad de trabajo y de vida.

Notas

1 La base material de la Polis griega fue el esclavismo, en este modelo de sociedad la fuerza de trabajo no constituyó un tema digno de reflexión. Los pensadores griegos desvalorizaban el trabajo porque para su concepción era sólo trabajo manual y lo asociaban con la esclavitud. El esclavo, como objeto de propiedad, escapó del pensamiento antropológico que dominó la filosofía sofística y socrática. Puede encontrarse un antecedente de este desprecio en la Grecia de Homero, pero no en toda la Grecia Arcaica. En El trabajo y los días de Hesíodo el trabajo es considerado expiación y exigencia social para todos los individuos y se condena el usufructo del trabajo ajeno. También la valoración positiva del trabajo reaparece en los sofistas tres siglos más tarde. En la religión de misterios, campesinos desposeídos y vencidos, exaltaron el trabajo que los unía a la tierra, advirtiendo sus transformaciones y sintiendo en ellas la acción de lo divino. El trabajo adquirió un sentido sagrado y también moral. También entre los hebreos la noción de trabajo estaba teñida de ambivalencias. El hebreo creía conocer la causa de esta obligación de trabajar pues sentía como deber de cada uno expiar el pecado cometido por sus antepasados en el paraíso perdido, dándole así un sentido histórico a la noción de trabajo. A su vez, este sentido histórico de los hebreos dio lugar a las nociones de cambio, finalidad y voluntad de transformación. Desde esta nueva perspectiva, sin negar la venida del Mesías, el Reino de Dios emergerá gracias a la buena voluntad y al trabajo del hombre realizado solidariamente. La ambivalencias encontradas en ambas culturas será recurrente en la reflexión sobre el trabajo en ulteriores fases de desarrollo de Occidente (Hopenhayn, 2006)

2 La etimología de la palabra deriva de trabajar y ésta del latín tripaliare que viene de tripalium (tres palos) haciendo referencia a un yugo, indica sufrimiento y se aplicó a cualquier actividad que provocaba dolor en el cuerpo debido al esfuerzo físico.
Trabajo es una palabra que refiere a hacer algo y a algo hecho y su gama de aplicaciones ha sido enorme. En nuestros días su especialización predominante designa el empleo regular y pago pero no en un sentido excluyente. En la evolución histórica del término hay una interesante relación entre trabajo y labor, esta última palabra tenía un fuerte sentido medieval de dolor y faena.
La especialización de trabajo como referencia al empleo pago es el resultado del desarrollo de las relaciones productivas capitalistas. Tener trabajo o estar sin él es tener una relación definida con alguna otra persona que controla los medios del esfuerzo productivo (sólo en este sentido puede decirse que una mujer que maneja su casa y cría a sus hijos no trabaja). Así, trabajo pasó a expresar la relación social predominante (Williams; 2003)

3 La distinción en bastardilla corresponden a Marx, según sus manuscritos

4 Una economía de mercado es un sistema económico controlado, regulado y dirigido sólo por los precios del mercado; el orden de la producción y la distribución de bienes se encomienda a este mecanismo autorregulado. Una economía de esta clase deriva de la expectativa de que los seres humanos se comporten de tal manera que alcancen las máximas ganancias monetarias, como si esta fuese la única finalidad de la actividad económica humana. La autorregulación supone que toda la producción se destine a la venta en el mercado, no sólo la mercancía sino también la mano de obra, la tierra y el dinero, cuyos precios se llaman respectivamente precios de las mercancías, salarios, renta e intereses. Con relación al Estado y su política, nada debe inhibir la formación de mercados, ni que se formen ingresos sino es a través de las ventas. De esta manera, el mercado se convierte en el único poder organizador de la esfera económica. (Polanyi, K; 2011)

5 Doble acepción o traducción posible de la palabra "alienado" utilizada por Marx (Antunes; 2009 comunicación oral)

6 El destacado corresponde al autor

7 Ingeniero en jefe y luego director de las fábricas Toyota, creador del método Kan Ban también conocido como toyotismo o sistema toyota

8 El destacado corresponde al autor.

9 Cabe aclara que las mismas se realizaron en los cinco países más industrializados del mundo. 

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Recibido: 03.11.14
Recibido con modificaciones: 11.02.15
Aprobado: 22.03.15

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