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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.27 Santiago del Estero jun. 2016

 

INFORMALIDAD, CONFLICTIVIDAD SOCIAL E INMIGRACION

Inmigración latinoamericana, mercado de trabajo y modelos de acumulación en la Argentina contemporánea. Un análisis comparativo entre los años 90 y 2000 

Latin‐American immigration, labor market and accumulation models in contemporary Argentina. A comparative analysis between the 90´s and the 2000´s 

Imigração latino‐americana, mercado de trabalho e modelos de acumulação na Argentina contemporânea. Uma análise comparativa entre os anos 90 e 2000  

 

Nicolás Herrera* y Gastón Ángel Varesi**

* Licenciado en Sociología, FaHCE-UNLP. Centro Interdisciplinario de Metodología de las Ciencias Sociales (CIMeCS), Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdHICS), CONICET. Contacto: herreranicolas@hotmail.com
** Doctor en Ciencias Sociales, FaHCE-UNLP. Centro Interdisciplinario de Metodología de las Ciencias Sociales (CIMeCS), Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdHICS), CONICET. Contacto: gastonvaresi@hotmail.com

 


RESUMEN

El artículo analiza -de manera comparada- la inserción de los inmigrantes latinoamericanos en el mercado de trabajo argentino entre los años 90 y los 2000. En la primera parte del mismo repasamos aquellas perspectivas teóricas sobre los modelos de acumulación, el (des)empleo y el carácter laboral de las migraciones internacionales que nos permitieron enmarcar nuestro objeto de estudio. Respecto a estas últimas teorías, entendemos que han prestado escasa atención a los cambios y/o continuidades que produce el pasaje de un modelo de acumulación a otro en la situación laboral de los inmigrantes. Incorporando dicha dimensión analítica, nuestra investigación pretende realizar un primer aporte.
Luego de llevar a cabo una aproximación de largo plazo sobre la relación entre inmigración y mercado de trabajo en Argentina, en la segunda parte del artículo utilizamos un conjunto de datos estadísticos para analizar las rupturas y continuidades que existieron en la situación laboral de los inmigrantes latinoamericanos durante los años 90 y los 2000. Finalmente el artículo presenta una serie de conclusiones que permiten recuperar una lectura de conjunto acerca de cómo impactaron laboralmente, sobre dicha población, ambos modelos de acumulación.

Palabras clave: Inmigración latinoamericana; Mercado de trabajo; Modelos de acumulación

ABSTRACT

The article analyzes -in a comparative manner- the integration of Latin-American immigrants in the Argentinian labor market, between the 90's and the 2000's. In the first part we review theoretical perspectives on models of accumulation, (un) employment and the labor nature of international migration, that allowed us to frame our study object. Regarding these theories, we understand that they have paid little attention to the changes and / or continuities, produced on the employment situation of immigrants by the passage from one accumulation model to another. Incorporating this analytical dimension, our research tries to make a first contribution. After carrying out a long-term approach on the relationship between immigration and labor market in Argentina, in the second part of the paper, we use a set of statistical data to analyze the ruptures and continuities that occurred in the Latin American immigrants' labor situation during the 90s and 2000s. Finally the article presents a series of conclusions that allow to recover a wide-ranging reading about how both models of accumulation impacted, occupationally, on this population.

Keywords: Work; Emerging factors; Suffering-happiness

RESUMO

O artigo analisa -de maneira comparada- a integração dos imigrantes latino-americanos no mercado de trabalho da Argentina entre os anos 90 e 2000. Na primeira parte abordamos aquelas perspectivas teóricas sobre modelos de acumulação, (des) emprego e a natureza da migração internacional do trabalho que nos permitiram enquadrar o nosso objeto de estudo. Respeito dessas teorias, entendemos que elas prestaram escassa atenção sobre as alterações e / ou continuidades sobre a situação de emprego dos imigrantes produzidas pela passagem de um modelo de acumulação para outro. Incorporando essa dimensão analítica, nossa pesquisa tenta fazer uma primeira contribuição.
Depois de realizar uma abordagem de longo prazo sobre a relação entre imigração e mercado de trabalho na Argentina, na segunda parte do artigo, usamos um conjunto de dados estatísticos para analisar as rupturas e continuidades que existiam na situação de emprego dos imigrantes latino-americanos durante os anos 90 e 2000. Finalmente o artigo apresenta uma série de conclusões que permitem recuperar uma leitura de conjunto sobre como impactaram ocupacionalmente, os dois modelos de acumulação, sobre essa população.

Palavras-chave: Imigração latino-americana; Mercado de trabalho; Modelos de acumulação

Licencia Creative Common: https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/legalcode


 

SUMARIO.
Introducción. 1. Modelos de acumulación, teorías sobre el (des)empleo, y enfoques conceptuales sobre la inserción laboral de los inmigrantes. 2. Inmigración y mercado de trabajo en la Argentina. 2.1. Los orígenes de una relación. 2.2. Los años 90: avance de la precarización laboral y el desempleo. 2.3. Los años 2000 y el modelo post-convertibilidad. 3. Conclusiones: una visión comparativa. Bibliografía.

*****

Introducción

El estudio de la relación entre inmigración y dinámicas político-económicas en la Argentina constituye un eje de debate histórico en las ciencias sociales de nuestro país; donde la caracterización de su perfil inmigratorio, el estudio de la participación de los inmigrantes en diferentes ámbitos de la sociedad, los vínculos que ella establece con la política pública o su inserción en el mercado de trabajo son solo algunos de los temas que lo atraviesan. Siguiendo esta última línea, el presente artículo tiene como objetivo analizar la inserción de los inmigrantes latinoamericanos en el mercado de trabajo argentino durante los años 90 y los años 2000. Realizado de manera comparada entre ambos períodos y en base a una metodología de tipo cuantitativa1, el análisis permite visualizar un conjunto de rupturas y continuidades en la situación laboral de la población objeto de estudio a la luz de los cambios existentes en los modelos de acumulación vigentes durante ambos períodos.
Es necesario aclarar que por inmigración latinoamericana nos referimos a la migración proveniente de países limítrofes más Perú2, ya que en 2010 esta población representaba al 94,2% de los inmigrantes americanos en Argentina3. A su vez es necesario indicar que, debido a que el 74,68% de dicha población se encontraba en 2010 radicada entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (19,13%) y la Provincia de Buenos Aires (52,55%)4, nuestro análisis estará mayoritariamente referido a este espacio geográfico. Por último, cuando hablamos de mercado de trabajo estaremos haciendo referencia a los segmentos laborales que poseen mayor concentración de inmigrantes latinoamericanos: construcción, industria textil, confección y calzado, comercio al por menor, servicio doméstico y producción hortícola5.
Respecto a su estructuración, la primera parte del artículo repasa una serie perspectivas teóricas sobre los modelos de acumulación, el (des)empleo y el carácter laboral de las migraciones internacionales que enmarcan su objeto de estudio y unifican conceptualmente la estructura de texto. Señalando la escasa atención que algunas de estas teorías ha prestado a los cambios y/o continuidades que el pasaje de un modelo de acumulación a otro produce en la situación laboral de los inmigrantes, la primera parte del artículo finaliza incorporando esta dimensión analítica.
Tras realizar una aproximación de largo plazo sobre la relación entre inmigración y mercado de trabajo en Argentina, la segunda parte del artículo se aboca a indagar la relación entre el modelo de acumulación vigente durante los años 90, su mercado de trabajo y la inserción ocupacional de la inmigración latinoamericana. Indicando las rupturas que dieron lugar a un nuevo modelo de acumulación a partir del año 2002, el apartado se cierra presentando los rasgos de dicho modelo y analizando la relación entre inmigración latinoamericana y mercado de trabajo durante este período.
Finalmente, arribamos a una serie de conclusiones que permiten recuperar una lectura de conjunto sobre las preguntas que inspiran este trabajo: ¿Qué características presenta la inserción laboral de los inmigrantes latinoamericanos en Argentina durante los años 90 y los 2000?¿Cómo impacta laboralmente sobre esta población el desarrollo de los modelos de acumulación establecidos en los períodos mencionados? ¿Qué rupturas y/o continuidades se observan en la situación laboral de los inmigrantes latinoamericanos a partir del tránsito de un modelo de acumulación a otro?

1. Modelos de acumulación, teorías sobre el (des)empleo y enfoques conceptuales sobre la inserción laboral de los inmigrantes

Asumiendo que no existe un acuerdo académico unívoco en torno al uso y definición del concepto modelo de acumulación6, entendemos que el mismo se vuelve central para describir el proceso de reproducción ampliada del capital que se produce cuando se articulan una serie de políticas económicas (como componente de la política pública que nos lleva a preguntarnos por el Estado y sus proyectos societarios), ciertas variables económicas (que permiten ver los rasgos y desempeño del proceso económico) y un conjunto de agentes económicos constituidos en clases y fracciones sociales (según el lugar que ocupan y la función que cumplen en el proceso productivo). Así, todo modelo de acumulación se caracteriza por un funcionamiento regular y relativamente coherente durante un período determinado de tiempo que vincula relacionalmente políticas económicas, variables económicas y fracciones de clases, dando lugar a una forma singular de la reproducción ampliada del capital. En tal sentido la reproducción ampliada del capital dispone una reproducción ampliada de las clases sociales (Poulantzas, 1981), la cual constituye al mismo tiempo una reproducción de los lugares (en el sentido de la posición en la estructura) y la distribución de los agentes en dichos lugares. Ahora bien, en tanto espacio que reproduce y distribuye los lugares subalternos en la estructura social, el mercado de trabajo es un ámbito clave en el cual analizar la reproducción ampliada de capital; especialmente en aquellos momentos donde evidencia una de sus mayores contradicciones: el desempleo.
Tratando de explicar las causas del desempleo en las sociedades capitalistas y elaborar posibles soluciones, dos grandes escuelas de pensamiento se disputaron las argumentaciones económicas más convocantes. Postulando la existencia de una tendencia hacia el pleno empleo potenciada por el libre juego de las leyes de oferta y demanda, la Teoría Clásica señaló que el punto de encuentro entre ambas curvas -fijando un precio al salario- sería quien impusiera la pauta a tener en cuenta en momentos de desempleo: la solución de este problema pasaría, únicamente, por una baja en el precio del salario. Contrariamente, la Teoría Keynesiana entendió que este fenómeno es causado por una "demanda efectiva insuficiente como para provocar un volumen de producción que necesite el pleno empleo de la mano de obra disponible" (Pérez y Neffa, 2006: 116). Si para un enfoque el desempleo está dado por el (alto) precio del salario (ubicándose por encima de su productividad marginal), para el otro la causa del desempleo se encuentra en una falta de inversión que imposibilitaría trasladar la demanda de empleo sin necesidad de bajar el precio del salario. En el fondo, mientras la primera teoría ensayó la solución a partir de la libre competencia entre oferta y demanda que logre ajustar el precio del salario en el nivel donde la oferta absorba a la demanda; la segunda teoría postuló la solución al problema del desempleo en la intervención del mercado vía ampliación de la inversión: aquí, el Estado se vuelve un actor central para incentivar la oferta de empleo.
Corriendo el foco desde un espacio centralmente económico y otorgándole densidad política al problema, la Teoría Marxista entendió al desempleo como un no-lugar en la estructura social: el desempleo conforma un ejército de reserva (Marx, 2002) que alecciona al conjunto de las clases subalternas modificando las relaciones de fuerzas a favor del capital y, al mismo tiempo, habilita su avance sobre las condiciones de trabajo y la distribución del ingreso.
Atravesadas por estas discusiones económicas sobre el (des)empleo, una serie de teorías que analizaron el carácter laboral de la migración internacional buscaron dar cuenta del lugar que ocupan los inmigrantes en el mercado de trabajo. Durante las décadas del 60 y 70 -en diálogo con la Teoría Clásica y bajo los supuestos de la elección racional, la maximización de utilidades, los rendimientos netos esperados y la movilidad de factores económicos- se buscó explicar la migración laboral considerándola una redistribución espacial en los factores de producción, la cual sería generada como respuesta a un diferencial en los precios relativos de los contextos de origen y destino. En términos más claros, las migraciones laborales estarían dadas por una desigual distribución espacial del capital y el trabajo: mientras en algunos países el factor trabajo es escaso en relación al capital (y por consiguiente su precio, a nivel de los salarios, es elevado) en otros ocurre exactamente lo contrario. Así -plenamente informados, racionalmente utilitarios e individualmente concebidos- los trabajadores tenderían a ir desde los países en los cuales la mano de obra es abundante y los salarios bajos, hacia países donde la mano de obra es escasa y los salarios elevados. Este movimiento poblacional contribuiría no solo a la redistribución de los factores de producción sino que además equipararía los salarios a nivel global, corrigiendo las desigualdades iniciales (Ranis y Fei, 1961; Todaro, 1969).
A fines del siglo XX otra lectura sobre las migraciones laborales se constituyó concibiendo la existencia de "economías duales" a nivel nacional e internacional (Lewis, 1954). Dichas economías poseerían un sector moderno conectado con el mercado internacional y otro sector tradicional que dependería de la economía de subsistencia local para sobrevivir. En este esquema, cuando el sector moderno se expande atrae mano de obra del sector tradicional (donde su productividad se acerca a cero), pero como la oferta de mano de obra sería infinita permitiría al sector avanzado expandirse sin aumentar los salarios asegurándose una tasa de rentabilidad alta. Frente a él, para el sector tradicional la emigración de mano de obra es la única forma de expulsar el excedente de la misma y obtener, así, una relación de producción capital-trabajo más alta. De esta manera ambos sectores se beneficiarían de las migraciones produciendo un desarrollo laboral que permitiría poner fin al atraso económico.
Como puede verse ambas teorías buscaron conectar migración y mercado laboral desde una mirada armónica y no conflictiva de la relación capital-trabajo, pero la comprobación evidente del error en varios de sus postulados llevó a su posterior descrédito: las desigualdades a escala nacional e internacional no fueron eliminadas por la migración, y la relación de ésta con el mercado laboral pasó a ser analizada en términos de conflictividad. Con claras resonancias de los postulados marxistas y agregando la dimensión político-cultural al análisis, la Teoría de la Dependencia postuló que la evolución del capitalismo había dado lugar a un orden internacional compuesto por países centrales (industrializados) y países periféricos (agrícolas) vinculados por relaciones desequilibradas y asimétricas, donde el avance de los primeros dependía necesariamente de la explotación de los segundos (cuya condición de subordinación impedía, a la vez, su propio desarrollo). En este contexto la teoría de la dependencia puso el ojo en "la fuga de cerebros" que la desigualdad entre países acarreaba.
Sin ser las únicas teorías que pensaron el nexo entre migración y mercado de trabajo, nos parece que un análisis que conecte la relación entre ambos no puede dejar de ponerse en diálogo con ellas. Sabiendo que no podemos ocuparnos aquí de todas sus dimensiones, ni de vincularlas con otras sumamente importantes (Piore, 1979; Stark 1991), entendemos que las mismas aportan un piso mínimo para preguntarnos por una dimensión que ellas han dejado escasamente abordado: en su énfasis por analizar los motivos económicos de la migración internacional y el ajuste/conflicto entre sectores del mercado de trabajo, estas teorías prestaron poca atención a los cambios y/o continuidades que se dan a lo largo del tiempo en la situación laboral de los inmigrantes cuando -a lo largo de dicha temporalidad- se produce el pasaje de un modelo de acumulación a otro en el país de destino. La mirada de autores como Chiswick (1977, 1978, 1979) o Borjas (1995) indica que conforme se prolonga el tiempo de residencia de los inmigrantes en un mismo país y éstos aumentan sus capacidades e inversión en capital humano, su inserción en el mercado laboral tiende a asemejarse cada vez más a la del trabajador autóctono. Rescatando su mirada temporal y sumando un cambio en los modelos de acumulación en el país de destino, buscaremos en los apartados siguientes problematizar la postura de estos autores.

2. Inmigración y mercado de trabajo en la Argentina

2.1. Los orígenes de una relación

Históricamente ciertas áreas del mercado de trabajo argentino se nutrieron de población inmigrante como forma de superar su déficit coyuntural de mano de obra; haciendo de ésta un aporte valorado y la solución a un problema recurrente. Así, por ejemplo, en el marco de una división internacional del trabajo donde Argentina produjo y abasteció de materias primas al mercado europeo, el proyecto político-económico de La Generación del 80 propició el arribo de inmigrantes europeos a un litoral pampeano que expandía aceleradamente su área agrícola-ganadera. Entre 1880 y 1920 se asistió a un nuevo crecimiento de la migración de ultramar como consecuencia de una política migratoria destinada a incorporar la mano de obra que sostuviera el crecimiento económico argentino de aquel período. En ambos casos se trató de una inmigración planificada desde el Estado, instaurada en el marco de una política demográfica destinada a contribuir al desarrollo económico por vía de la mano de obra inmigrante (Benencia y Gazzotti, 1995).
En cambio la inmigración limítrofe se distingue por tener históricamente un carácter espontáneo y no programado estatalmente, pero constante a lo largo del tiempo. Desde el primer censo de población (1869) hasta el último (2010) su proporción respecto al total de la población osciló entre un 2 y un 3,1% (este último valor ascendería al 3,5% agregando la inmigración peruana)7. A su vez hasta los años 60, esta inmigración estuvo mayoritariamente vinculada a la provisión de mano de obra para el trabajo agrícola en distintas economías de frontera: los migrantes paraguayos en las cosechas de algodón y yerba mate de Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones; bolivianos en el tabaco rubio de Salta y Jujuy, caña de azúcar en Tucumán, horticultura en Mendoza; los chilenos en la Patagonia con tareas de esquila, en el Valle de Río Negro con la recolección de pera y manzana o con la explotación de petróleo. La crisis de dichas economías en la década del 60, la reestructuración de los mercados de trabajo regionales relacionada con el creciente avance de la agroindustria, la incorporación de tecnología y la sustitución de cultivos incentivando la migración interna de dicha población hacia áreas con mayor posibilidad de absorber empleo, centralmente Capital Federal y el Conurbano Bonaerense (Benencia y Gazzotti, 1995).
Así, la tasa de ingreso constante a lo largo del tiempo y su migración interna hacia Buenos aires, fueron factores centrales para que a partir de los años 60 los inmigrantes latinoamericanos radicados en Argentina comenzaran a ser más visible el mercado laboral de Buenos Aires. Mercado de trabajo que, además, para esos años había dejado de recibir inmigrantes europeos8 y aquellos que habían ingresado a él durante el período 1880-1920 comenzaban a retirarse haciendo que los inmigrantes latinoamericanos sean aún más visibles.

2.2. Los años 90: avance de la precarización laboral y el desempleo

Teniendo como preludio el hito disciplinador de la crisis hiperinflacionaria9 de 1989 y el avance de las ideas neoliberales que por entonces comenzaban a ser articuladas bajo el Consenso de Washington10, un nuevo modelo de acumulación comenzó a cobrar forma. La sanción de Ley de Emergencia Económica n° 23.697 (que estableció la reducción de subsidios, los reintegros impositivos y otras trasferencias a los grupos económicos locales con el fin de disminuir el gasto fiscal) junto con la Ley de Reforma del Estado n° 23.696 (que fijó los criterios de privatización de las empresas estatales) instituyeron entre agosto y septiembre de 1989 las bases para la configuración de un modelo de acumulación que encarnó la forma más acabada del neoliberalismo en Argentina. Éste sería popularmente conocido, por una medida de política cambiaria, como el "modelo de la convertibilidad".
Dicha política cambiaria apuntó a generar confianza en la moneda nacional cortando el efecto "psicológico" de las corridas cambiarias al suplantar al austral por una nueva moneda, el peso, convertible en dólares, fijando el tipo de cambio $1=US$1 a partir de una ley que incluía también el compromiso del gobierno a no emitir más moneda que la que pudiera respaldar con divisas en las reservas del Banco Central. Si, por un lado, se logró desmantelar el mecanismo inflacionario de la pérdida de confianza en la moneda generando una contundente estabilización de precios, por otro, el cambio de moneda realizado implicó una sobrevaluación del peso respecto al dólar que, en el marco de una apertura externa con fuerte reducción arancelaria a las importaciones, perjudicó la competitividad de la producción argentina de bienes transables. Además, una vez finalizado el ingreso de recursos proveniente de la privatización masiva de empresas estatales11, con cuentas fiscales en creciente deterioro y una escasa evolución de las exportaciones, la economía contrajo una fuerte dependencia del ingreso de divisas para sostener un tipo de cambio fijo que sólo logró realizarse vía el incremento del endeudamiento externo. La ampliación de la liberalización económica con creciente desregulación del mundo de las finanzas promovió un auge del ciclo de valorización financiera12 en tanto las mayores tasas de rentabilidad de la economía terminaron de desplazarse desde la producción de bienes hacia la especulación financiera y el negocio de las privatizadas. Si por un lado, el modelo de la
convertibilidad afectó gravemente a la industria y a través de ella al empleo industrial13, por otro habilitó la expulsión de miles de personas que trabajaban en las antiguas empresas del Estado; haciendo saltar los índices de subocupación, desocupación y "flexibilizando" el mercado de trabajo.
En este contexto miembros del gobierno argentino y algunos medios de comunicación anunciaron que estaba llegando al país una nueva oleada de inmigrantes latinoamericanos, comparable -en sus términos-, a la inmigración ultramarina que arribó al país entre fines del siglo XIX y principios del XX. Señalamiento que se vuelve falaz con solo constatar que entre 1991 y 2001 el porcentaje de inmigrantes limítrofes sobre la población total, no sólo no aumentó, sino que disminuyó un 0,1%14. Si en un principio esta construcción discursiva pretendió fundamentar la demostración acerca de que la Argentina había ingresado al Primer Mundo -"Alemania tenía sus inmigrantes turcos, Estados Unidos mexicanos y la Argentina, bolivianos" (Grimson, 2006:69)- con el correr de los años lograría constituir a la inmigración latinoamericana como un problema social.

"el gobierno anunciaba que los problemas crecientes de desocupación y la expandida sensación de inseguridad eran una consecuencia de esta inmigración. La exorbitante cantidad de inmigrantes de países limítrofes habría disparado, según la versión oficial, la tasa de desempleo y de delitos" (Grimson, 2006:69)

Siguiendo esta línea argumental diversos trabajos académicos (Oteiza, Novick y Aruj, 1997; Grimson, 1999; Caggiano, 2005) han mostrado que los inmigrantes latinoamericanos fueron interpelados durante los años 90 como una amenaza para la sanidad y el orden público, pero centralmente para el empleo. La falsedad de dicho argumento -el cual oculta las causas estructurales de la crisis económica producida por los rasgos del modelo de acumulación en curso- queda en evidencia si miramos conjuntamente los lineamientos generales de la política económica estatal y la situación laboral de los migrantes latinoamericanos15.
Desde principios de la década del 90 la apertura comercial, la desregulación financiera, la privatización de los servicios público y la sobrevaluación de la moneda implicaron medidas perjudiciales para la creación de empleo y un fuerte abaratamiento relativo de los productos importados frente a los de fabricación local. Esta situación supuso la imposibilidad de competir para buena parte de una industria nacional (Campos, González y Sacavini, 2010) donde la pérdida de competitividad16 redundó en una disminución de la demanda de mano de obra (Arceo et al, 2008) y el consecuente aumento de la tasa de desocupación:

"para octubre de 1991 el porcentaje de desocupados sobre el total de la Población Económicamente Activa (PEA) era del 6,8 %; ya en octubre de 1993 se ubicó por encima de los dos dígitos y se mantuvo desde entonces por arriba de este nivel. En octubre de 2001 alcanzó el 23,8%. Al mismo tiempo, se elevó continuamente la tasa de subocupación, que pasó de 7,4 en octubre de 1991 a 15,4% diez años después" (Campos, González y Sacavini, 2010:53)

Por su parte la imposibilidad de utilizar la política cambiaria limitó la intervención económica sobre los precios relativos y la asignación de recursos (Castellani y Gaggero, 2011). Si a esto agregamos que se produjo un avance de las empresas extranjeras sobre las nacionales, de las privadas sobre las estatales y de las de servicios sobre las industriales, entendemos porqué el modelo de acumulación consolidado durante dicha década estableció un marco de desocupación generalizada, precariedad en el empleo y elevados niveles de pobreza para gran parte de la población (Pérez, Féliz y Toledo, 2010).
En términos del mercado de trabajo, la política económica aplicada posibilitó la caída de los salarios reales, el deterioro de la calidad laboral y un aumento de su explotación que sólo elevó el nivel de productividad vía el aumento de las horas trabajadas. Así, es claro que fueron los trabajadores quienes absorbieron la crisis del mercado de trabajo (Féliz y Pérez, 2007; Campos, González y Sacavini, 2010). Por su parte la instalación de patrones de "flexibilidad" laboral promovió la desregulación de este mercado quitándole estabilidad mediante la creación de contratos precarios y breves, descentralizando la negociación colectiva de salarios, limitando el derecho a huelga o disminuyendo la indemnización por despido. En este sentido Godio define la flexibilidad laboral como

"la formulación actualizada de la tesis neoclásica del mercado como asignador de recursos, y de la necesidad del capital de contar con normas laborales que faciliten la entrada y salida de trabajadores de la empresa sin altos costos indemnizatorios y sociales, la reintroducción del salario por desempeño (productividad) y la aceptación por los colectivos de trabajadores de la exclusiva autoridad empresaria de la gestión" (2001:160).

Enfrentado a dicho contexto laboral, el perfil sociológico de los inmigrantes latinoamericanos muestra una población mayoritariamente joven y económicamente activa, con un índice de feminización creciente y un nivel educativo inferior al de la población nativa17. Estos datos se vuelven de sumo valor para entender su inserción en el mercado de trabajo. En líneas generales vemos que la inmigración latinoamericana posee:

- Una mayor tasa de actividad global respecto a la población total: 62,8% para los migrantes limítrofes y 56,4% en el total de la población. Dato que refuerza la idea acerca del carácter laboral de la inmigración.
- Una tasas de desocupación inferior para los residentes con menos de 5 años de permanencia en el país, que para el conjunto de la población nativa. Ello puede deberse a la característica ya conocida de que los migrantes recientes tienen "menos exigencias" respecto a las condiciones de trabajo y aceptan trabajar por salarios menores que los nativos, e incluso que los migrantes ya instalados.
- En relación a los espacios laborales donde se encuentran empleados de modo sobre-representado respecto a la población nativa, tales como la construcción y el servicio doméstico, los mismos explicaban sólo el 18% de la desocupación en octubre de 199418. De lo anterior puede inferirse que la menor desocupación de los migrantes recientes insertos en estas áreas se debe a que las mismas no eran expulsoras de población ocupada, como la industria o el comercio (que explicaron el 50% de la desocupación de quienes sí tenían ocupación anterior).
- Respecto a las condiciones de trabajo, medidas en horas semanales trabajadas, los inmigrantes latinoamericanos tienen un porcentaje mayor de sobreocupados (45%) que la población total (41%).

De este modo podemos señalar que el impacto de los migrantes latinoamericanos sobre el mercado de trabajo fue muy escaso en términos globales: como bien señala Grimson (2006) si se elimina del análisis a los que se establecieron en el área metropolitana a mediados de los 90 se registra una disminución de apenas 1,3 por ciento de la tasa de desocupación de octubre de 1994. Asimismo, si comparamos los incrementos de la desocupación por provincias con respecto a la participación de la migración limítrofe en ellas, se observa que las provincias donde más se incrementó la desocupación (como Corrientes, Chaco, La Pampa, con más de un 100%) tenían una escasa participación de población migrante (entre 0,60 y 0,80 %).
Si salimos de la EPH y vemos algunos datos censales del INDEC, el panorama es aún más claro:

- En 1991 los inmigrantes limítrofes eran el 2,6% de la población total, mientras el índice de desocupación superaba el 5%. Para que el incremento de la desocupación (que en 1996 superó el 17%) se debiera a una "ola inmigratoria", el número de residentes extranjeros debería haberse triplicado en 5 años, lo cual es irreal ya que la misma se mantuvo por debajo del 3% durante dicho período.

- Mientras de 1989 a 1994 llegaron a Capital Federal y el Gran Buenos Aires casi 80.000 nuevos inmigrantes, constituyendo el 9,5% del total de extranjeros, entre 1993 y 1998 ingresaron 54.764 nuevos inmigrantes, constituyendo solamente el 6,3% del total. En 1998 en el Área Metropolitana de Buenos Aires sólo había 5.546 extranjeros más que en 1994 en condiciones de trabajar. Por lo tanto la presión de los inmigrantes sobre el mercado laboral de dicha área se redujo considerablemente.

Por último, si atendemos a los datos provistos por la Dirección General de Empleo y Estadísticas Laborales (DGEyEL) cabría decir que: en relación al empleo registrado durante el período comprendido entre 1995 y 1998, el de los inmigrantes creció un 13% mientras que entre los nativos se incrementó un 22%. En cambio, entre 1998 y 2001 la contracción porcentual de los puestos formales ocupados por inmigrantes triplicó la pérdida de empleos por parte de los trabajadores nacionales (-13% y -4%, respectivamente). El resultado del período analizado muestra que la cantidad de trabajadores inmigrantes con empleos registrados terminó siendo menor en 2001 que en 1995 (2% por debajo del nivel inicial) lo cual refleja no sólo las restricciones que enfrentaron la personas nacidas en el exterior para incorporarse a la economía formal, sino también que cuando los inmigrantes accedieron a puestos formales lo hicieron en empleos sumamente inestables que se perdieron rápidamente al iniciarse el período de estancamiento económico.
Estos datos ayudan a entender que la construcción discursiva sobre el inmigrante latinoamericano como problema social (causal del desempleo) posibilitó velar el impacto de las transformaciones objetivas del modelo de acumulación sobre la estructura social argentina. Asimismo, nos muestran que a la modificación de los lugares ocupados por las clases subalternas en dicha estructura (en el sentido de Poulantzas) se le sumó una creciente fragmentación y precarización laboral que logró finalmente ligarlos en aquel "no-lugar" del mercado de trabajo: el del desempleo.

2.3. Los años 2000 y el modelo post-convertibilidad

Tras una década en la cual la vigencia del modelo de acumulación antes descripto fue hegemónica, finalmente las propias contradicciones gestadas en su interior conllevaron un profundo deterioro de las variables económicas19. Esto exacerbó el enfrentamiento entre las distintas fracciones sociales -tanto a nivel de las clases dominantes que se dividieron según los distintos proyectos de salida, como a nivel de las clases subalternas- desplegando un escenario de conflictividad que culminó en la rebelión popular de diciembre de 2001 y la renuncia del entonces presidente De la Rúa. Tras la caída de varios presidentes en escasos días, en enero del 2002 el gobierno de Eduardo Duhalde aplicó la Ley de Emergencia Pública y Reforma del Régimen Cambiario nº 25.561 estableciendo un conjunto de políticas que dieron origen a un nuevo modelo de acumulación. Entre dichas medidas de política económica se destacó una fuerte devaluación de la moneda, la cual incrementó la competitividad de las exportaciones argentinas e inauguró una potente y prolongada dinámica exportadora protegiendo la producción local de bienes vía el encarecimiento de las importaciones, así como un proceso inflacionario que licuó gravemente el salario real desplomando el costo laboral en favor del empresariado (Varesi, 2011).
Sin embargo es a partir de 2003 que -con el gobierno de Néstor Kirchner- el incremento de la inversión pública y privada posibilitó dinamizar fuertemente la economía nacional. Entre dicho año y el 2007 la inversión pública se expandió un 539%20 orientándose a obras de infraestructura, viviendas, energía y re-estatización de empresas. Así, la inversión de carácter público creció a un ritmo mayor que la privada, aunque ambas mostraron un alto dinamismo:

"Entre 2003 y 2008, la tasa anual acumulada de crecimiento fue de 8,5%, un nivel inédito en la historia de nuestro país (…) La demanda interna fue el principal motor detrás de esta expansión. El consumo privado creció a una tasa anual acumulativa de 8,3% entre 2002 y 2008, rompiendo con la tendencia decreciente de los cuatro años previos. La inversión lo hizo al 22, 2% anual acumulativo" (…) Así, "desde 2003 la Inversión Bruta Interna Fija comenzó a recuperar su participación en el producto, llegando a alcanzar en 2008 un nivel equivalente al 23,3% del PIB" (Campos, González y Sacavini 2010:58)

Junto a este incremento de la inversión el nuevo modelo comenzó a desplazar el eje a partir del cual se articulaba el anterior, corriéndolo de la valorización financiera y el sector servicios a los sectores productivos y exportadores; quienes presentaron su más alta rentabilidad durante la post-convertibilidad. Entre 2003 y 2007 la industria creció, en promedio, por encima del PBI (10,3% vs 8,8% anual) mostrando una recuperación más pronunciada que la registrada en la salida de sus anteriores crisis (Varesi, 2013). Asimismo la recuperación y creación de más de 87 mil PyMEs hacia el año 2007 -que triplicaron los márgenes de rentabilidad respecto de los años 90 (Kulfas, 2011)- brinda un dato de enorme relevancia ya que este sector explicó la producción de cerca del 50% del PBI nacional y más de la mitad de los empleos del país (Sevares, 2010).
El aumento de la inversión público/privada y el perfil productivo del modelo acarrearon un notable nivel de recuperación económica que, en oposición a lo ocurrido en la década del 90, tuvo un fuerte impacto sobre el mercado laboral y los índices de ocupación: se crearon más de 4 millones de puestos de trabajos21 y la desocupación pasó del 23,3% en 2002 al 7,2% en 2007. Además, la recomposición del empleo fue articulada con un conjunto de políticas de ingresos tales como el aumento del salario mínimo y la multiplicación de los convenios colectivo de trabajo que tuvieron un fuerte impacto en el desempeño del mercado laboral y la recomposición de los ingresos populares, principalmente en relación al año 2002 cuando la fuerte devaluación deterioró un tercio del salario real promedio (Varesi, 2013).
Sin embargo, si volvemos a centrar nuestro análisis en la situación laboral de la población inmigrante de origen latinoamericano -quienes en 2010 mostraban un perfil sociológico casi
idéntico al de 200122 - el mercado de trabajo argentino continuó mostrado un comportamiento selectivo para su incorporación en determinadas ramas de actividad: para 2009 la construcción, el trabajo doméstico, el comercio y la industria de confección y calzado absorbieron al 63% de los inmigrantes ocupados, frente al 38% de fuerza de trabajo nativa. Si recordamos que en 2003 dichas ramas de actividad ocupaban al 60,4 % de los inmigrantes con trabajo podemos afirmar que durante el transcurso de estos siete años no solo se refleja una escasa movilidad en la estructura ocupacional de los inmigrantes, sino que incluso vemos una profundización de este patrón sectorial. El cual además se presenta para ambos sexos. Los varones migrantes se ocupan principalmente en la construcción, donde se localiza 1 de cada 3 trabajadores sudamericanos. En cambio 4 de cada 10 mujeres migrantes se ocupaban en el servicio doméstico en 2009, y 2 de cada 10 en el comercio. La presencia de trabajadores y trabajadoras sudamericanos en la industria textil, de confecciones y calzado no es tan significativa en el total de ocupados migrantes (5,8% y 6,6%), pero se distingue por ser la rama de actividad donde hay una mayor presencia de migrantes latinoamericanos con respecto a la población nativa. Asimismo entre 2003 y 2009 esta inserción laboral según sexo se ha mantenido e incluso ampliado, ya que el porcentaje de inmigrantes varones en la construcción creció entre ambos períodos y lo mismo ocurrió en el caso de las mujeres en el trabajo doméstico23.
Además de esto vemos que la expansión del empleo asalariado registrado entre los inmigrantes fue impulsada en mayor medida por las inserciones productivas no tradicionales para este grupo. En efecto, cuando analizamos la variación entre 2003 y 2009 del porcentaje del empleo asalariado registrado en la población inmigrante con ocupación, se advierte que en los sectores de inserción tradicional el crecimiento del indicador osciló entre 1 y 4 puntos porcentuales. En cambio, en las actividades con poca incidencia de inmigrantes el porcentaje de empleo registrado creció 12 puntos porcentuales. Una excepción importante a este fenómeno es el trabajo doméstico, donde la participación del empleo formal en la población ocupada pasó del 9% en 2003 al 22% en 2009 (un crecimiento de 13 puntos porcentuales en seis años)24. Este dato se encuentra vinculado con los esfuerzos de las nuevas políticas públicas orientadas a dicho sector y el rol de la Agencia Nacional de Recaudación Tributaria (AFIP) para promover el "blanqueo" del trabajo doméstico.
Al considerar el tamaño del establecimiento y la tasa de empleo no registrado en ellos nos damos una idea más clara acerca de las condiciones de informalidad y precariedad ocupacional en la que se encontraba la población objeto de estudio25: más de la mitad de los asalariados migrantes trabajan en establecimientos de hasta cinco personas frente a un 29% de los nativos. A este valor se llega por el altísimo porcentaje de mujeres migrantes que trabajan en establecimientos pequeños: 72% frente a 32% de sus compatriotas varones y 36% de las argentinas26. La tasa de empleo no registrado -calculada por el porcentaje de asalariados a quienes no se les efectúan descuentos jubilatorios para la seguridad social27- muestra una situación desventajosa para los migrantes latinoamericanos con respecto a los no migrantes: el 59% de los varones y el 72% de las mujeres están en empleos precarios, no registrados.
Otro indicador que refuerza la idea acerca de que los inmigrantes latinoamericanos continúan sufriendo peores condiciones de empleo que la población nativa está dado por la
cantidad de horas de trabajo semanal. Aquí vemos un comportamiento diferencial por sexo: la mayoría de los varones (53,9%) tiene un horario de trabajo excesivo (de más de 45 horas semanales) más que la cuota de nativos en esa situación (47,2 %), y la mitad de las mujeres migrantes trabajan menos horas que una jornada normal, aunque en esto comparten cuotas similares con las nativas.
Asimismo cuando observamos la remuneración que los migrantes obtienen por su trabajo encontramos que los nativos perciben ingresos superiores en un 30% respecto a aquellos, y la brecha se mantiene tanto cuando se considera el total de ingresos mensuales como cuando se controla la carga horaria. Dicho indicador se profundiza en el Gran Buenos Aires donde los no migrantes tienen ingresos un 40% más alto que aquellos. Evaluando si al mismo nivel de complejidad laboral corresponde la misma retribución independientemente de la condición migratoria, vemos que las mayores diferencias en los ingresos por hora de los trabajadores nativos se detectan con respecto a las ocupaciones de calificación profesional o técnica, donde su salario supera al de los inmigrantes en un 20%. En las ocupaciones de calificación operativa la brecha es del 10% y en las ocupaciones sin calificación desaparecen las diferencias salariales entre migrantes y nativos.
Finalmente -y frente a esta serie elementos que nos permiten indicar un conjunto de continuidades en la situación laboral de los inmigrantes entre los períodos objeto de estudio-podemos señalar que entre el año 2002 y el 2010 la cantidad de trabajadores inmigrantes con empleos registrados en el sector privado de la economía se incrementó un 91% mientras que el empleo formal entre los nativos creció un 68%. La diferencia surge en 2007 cuando se acelera el crecimiento de los extranjeros con empleos formales: este fenómeno que podría estar vinculado con la implementación del programa Patria Grande un año antes, el cual permitió regularizar la situación migratoria de cientos de miles de extranjeros, brindó además las condiciones legales necesarias para que los mismos accedan a empleos formales. En síntesis, y como resultado de este proceso, en 2010 la cantidad de trabajadores inmigrantes con empleos registrados se encontraba un 35% por arriba del nivel máximo alcanzado durante la convertibilidad (1998)28.

3. Conclusiones: una visión comparativa

Señalamos al principio de este artículo el lugar -complementario y no competitivo respecto a la población nativa- que ocupó históricamente la inmigración latinoamericana en el mercado de trabajo argentino; así como el aporte que ella ha hecho para superar el déficit de mano de obra coyuntural en ciertas áreas de aquel. Sin embargo, durante buena parte de la década del 90 esta población fue señalada como la causa del mayor problema social del momento: el desempleo. Señalamiento infundado ya que, como vimos, mientras la tasa inter-censal de inmigrantes latinoamericanos arribados a la Argentina desde 1869 al 2010 casi no ha variado, la tasa de desempleo se triplicó entre 1992 y 1996. Mientras en la década del 90 no existió un boom inmigratorio, si hubo una drástica transformación del mercado de trabajo ligada al desarrollo de un modelo de acumulación donde el Estado solo intervino para dejarlo funcionar con sus propias reglas de oferta y demanda. Aquí la postura de la economía clásica -en torno a la propia regulación del mercado y la baja de salarios como argumento central para combatir el desempleo- fue recurrentemente usada por el liberalismo argentino generando un deterioro de los ingresos y condiciones laborales del conjunto de la población.
Entender que dicha inmigración fue falazmente señalada durante los años 90 como una de las causas explicativas del desempleo nos permite plantear que es el modelo de acumulación -en tanto momento particular del proceso de reproducción ampliada del capital- donde se definen los lugares que componen la estructura social. Y dichos lugares, particularmente para las clases subalternas, se encuentran ligados con los rasgos del mercado de trabajo. El proceso desindustrializador y el achicamiento del Estado conformó durante los años 90 un "no-lugar" en el mercado de trabajo argentino: el del desocupado en tanto ejército de reserva. Proceso se vio reflejado en la situación laboral de los inmigrantes latinoamericanos, para quienes el empleo
registrado creció menos que el de los nativos en la fase expansiva y cayó más que aquél durante el período de estancamiento económico.
En contraste con aquella situación, a partir del año 2003 el modelo de acumulación instaurado logró mejorar -en términos generales- la situación económica del país y, consecuentemente, del mercado de trabajo. El incremento de la inversión pública y privada, el perfil productivo del modelo y las políticas activas en materia de salario mínimo y convenios colectivos de trabajo -en sintonía con la teoría keynesiana- impactaron sobre la situación laboral de los inmigrantes latinoamericanos marcando algunas rupturas respecto a lo sucedido en el modelo de acumulación vigente durante la convertibilidad. Así, por ejemplo, la cantidad de empleos registrados que ocuparon los trabajadores inmigrantes llegó a estar muy por encima del máximo alcanzado durante la convertibilidad. Situación que obviamente conlleva el acceso a un conjunto de derechos y beneficios que el empleo no registrado desconoce.
Sin embargo notamos que, mayoritariamente, la situación de los inmigrantes latinoamericanos muestra una serie de continuidades, las cuales repercuten directamente en el lugar que ocupan en el mercado de trabajo argentino. Así, por ejemplo, se acentuó su patrón de representación en segmentos del mercado de trabajo que (además) pertenecen a áreas vulnerables de la economía. El mantenimiento del patrón de inserción laboral de los trabajadores inmigrantes en estas ramas de actividad, incluso durante una fase de crecimiento y expansión, parece sugerir que la estructura ocupacional local tiene definidos una serie de segmentos particulares y específicos para trabajadores no nativos.
Por otra parte los inmigrantes latinoamericanos continúan teniendo menores tasas de registración laboral que la población nativa, cobran salarios más bajos y trabajan más horas. En este sentido la hipótesis de algunas teorías que abordaron el carácter laboral de la inmigración internacional señaladas en los apartados iniciales de este artículo, podrían estar equivocando su lectura respecto a que con el paso del tiempo los inmigrantes logran equiparar su situación laboral con la que poseen los trabajadores nativos.
En esta línea cabría señalar que a pesar de los avances contra la desocupación, la pobreza y la indigencia29, los indicadores sobre distribución del ingreso nos recuerdan que la participación de los asalariados en los ingresos totales para 2007 era aún inferior a la existente en 2001 y que recién en 2010 se alcanzó el 38% exhibiendo una mejora de 4 puntos porcentuales respecto de 2001, y sólo 2 puntos porcentuales respecto de 1995 (Basualdo, 2011). Estos datos -centrales para pensar la relación entre capital y trabajo- nos llevan a señalar que el primero se encontró en la primer década del siglo XXI en mejores condiciones que el segundo, y si bien visualizamos un modelo de acumulación que logró correr su eje desde la especulación financiera y los servicios hacia la producción de bienes, la tasa de ganancia de la cúpula empresarial era aún mayor a la de los años 9030.
Para finalizar, creemos que es necesario tomar nota de las condiciones laborales de los inmigrantes latinoamericanos debido a que seguramente, siendo el sector más vulnerable del mercado de trabajo argentino, nos permite presentar con mayor claridad sus debilidades, contradicciones y abusos. Asimismo, debemos hacer el esfuerzo desde el campo académico por no reproducir la ceguera cromática con la cual mayoritariamente hemos sido criados -en un país que se cree descendido de los barcos y conformando un crisol de razas europeas (Segato, 2007)- y poder ver a "ese otro" que el mito fundacional de la nación sólo menciona para constituirse en su antagonismo: los inmigrantes latinoamericanos (en nuestro caso de estudio, aunque esto incluye también a los pueblos originarios y afrodescendiente) no son únicamente los excluidos del mito de origen, sino que si éste los incluye es para auto-afirmarse y destinarlos a un espacio
socialmente degradado. Tal vez, en una vuelta incómoda, hablar de ellos no haga más que ponernos frente al espejo de lo que (también) somos como sociedad. Así, quedarnos en el cambio fundamental de un modelo de acumulación a otro -o en el imprescindible giro político que implica dejar de pensar a la inmigración como problema social y asumirnos culturalmente desde la diversidad- puede hacer que hayamos dejado de ver la reproducción de viejas formas de desigualdad.

Notas

1 Las principales fuentes utilizadas son los Censos Nacionales de Población y Vivienda y la Encuesta Permanente de Hogares (INDEC). El uso de la EPH es de singular relevancia debido a la importante concentración de población migrante latinoamericana en el área que la misma cubre.

2 El volumen que adquiere la inmigración proveniente del Perú hacia Argentina durante las últimas dos décadas del s. XX y la primera del s. XXI, ha llevado a que la misma sea considerada parte imprescindible de los análisis sobre la relación entre inmigración reciente y mercado de trabajo local (Cerruti, 2009). Solo a modo de ejemplo mencionamos que durante el período 1980-2001 esta inmigración creció un 931% (pasando de 8.561 a 88.260 personas) y en 2010 era el 4to país de origen entre los inmigrantes americanos en la Argentina (Censos Nacionales de Población y Vivienda, INDEC, series 1980, 2001 y 2010).

3 Constituido por un 36,4% de paraguayos, un 23,5% de bolivianos, un 13,0% de chilenos, un 10,6% de peruanos, un 7,9% de uruguayos y un 2,8% de brasileños (Censo Nacional de Población y Viviendas, INDEC, 2010).

4 Fuente: Censo Nacional de Población y Viviendas, INDEC, 2010

5 Según se desprende del informe compilado por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, y la Organización Internacional del Trabajo (2011).

6 Tomamos como antecedentes el concepto de régimen de acumulación desarrollado por Basualdo (2007) y el trabajo de Torrado (1992) para construir una definición particular del concepto modelo de acumulación (Varesi, 2013). En la definición desplegada por Basualdo aparecen un conjunto de elementos sumamente relevantes: el Estado, al que nos aproximaremos a través del análisis de la política económica y su rol destacado en la construcción de hegemonía; las variables económicas; la estructura económica, formada por los lugares que definen al proceso productivo, y las relaciones que emanan de dichas posiciones estructurales en las cuales se asientan los agentes que construimos como fracciones de clase, aproximándonos a las "luchas entre bloques sociales" desde el análisis de relaciones de fuerzas. Por su parte, Torrado define al concepto de modelo de acumulación señalando que el mismo "remite a las estrategias de acción (objetivos, proyectos y prácticas políticas) relativas a factores fundamentales que aseguran la acumulación capitalista (…) y que son dominantes en una sociedad concreta en un momento histórico determinado" (Torrado, 1992:29).

7 Fuente: INDEC, Censos Nacionales de Población y Vivienda, 1869 a 2010.

8 El Mercado Común Europeo se enfocó en que los déficits de mano de obra registrada en algunos de sus países se resolvieran con la incorporación de desempleados nacidos en otros de sus países miembros.

9 Bonnet (2008) se refiere a este proceso en términos de violencia hiperinflacionaria con el fin de captar la magnitud y profundidad que adquiere la crisis, en tanto la pérdida de referencia de la moneda y los precios ponen en juego la capacidad de una sociedad capitalista de llevar adelante el proceso de acumulación y, en este sentido, de reproducirse, generando una expropiación extraordinaria de los grupos que logran especular exitosamente apropiándose de ingentes recursos proveniente de los trabajadores y de otras empresas, profundizando la concentración del capital. Así, según Aronskind (2001), las repercusiones políticas y sociales que tuvo este proceso pueden verse en que la profunda aversión a la inflación y el deseo de estabilidad, crearon condiciones para la aceptación pública a aceptar medidas drásticas para enfrentar la crisis.

10 Según Bresser Pereira (1991) el Consenso de Washington partía de una caracterización de las crisis latinoamericanas que veía sus causas en el excesivo tamaño del Estado devenido en proteccionismo, a través de los regímenes de sustitución de importaciones, con crecientes regulaciones y desarrollos de empresas estatales acusadas de ineficaces. A esto se le sumaba el "populismo económico" definido por la incapacidad de controlar el déficit público y los reclamos salariales. Junto a este diagnóstico se pregonaban un conjunto de recetas tendientes a transformar la relación entre Estado y mercado, implicando la reducción del Estado mediante privatizaciones, control de déficit público mediante la reducción de los subsidios, a lo que se sumaba una mayor liberalización comercial y desregulación económica y la apertura irrestricta a las inversiones extranjeras directas, con firme garantía del derecho de propiedad, entre otras medidas.

11 En el caso de las privatizaciones puede observarse cómo la acción estatal jugó decididamente a favor de articular a las principales fracciones de la clase dominante buscando poner fin a la crisis interburguesa que caracterizó el período hiperinflacionario, promoviendo un negocio con rentas de privilegio y nulo riesgo empresario a consorcios con tres tipos de agentes: agentes del capital financiero que podían cambiar deuda por acciones de las empresas públicas, los grupos económicos locales que resignificaron su relación de privilegio como contratistas de las empresas estatales para pasar ahora a poseerlas, y a grandes empresas extranjeras, por lo general, con desempeño internacional en las áreas privatizadas. Para garantizar la máxima rentabilidad a estos consorcios, el Estado mismo se encargó de aplicar fuertes aumentos tarifarios y expulsión masiva de mano de obra de las empresas públicas (a través de distintos mecanismos que engrosaron la deuda estatal) previo a su traspaso al capital privado. Estos aumentos en las tarifas, que perjudicaron principalmente al conjunto de las clases subalternas, también afectaron la estructura de costos de los sectores de producción de bienes transables que, sumado a la sobrevaluación del peso y la apertura económica, conllevaron la profundización del sesgo desindustrializador del modelo.

12 Como señala Basualdo (2011), el endeudamiento público se acrecentaba para proveer las divisas necesarias a este ciclo de valorización financiera que se operó en el diferencial positivo entre las tasas de interés interna y externa, en el cual los grupos económicos contraían deuda a bajas tasas en dólares en el exterior, las volcaban como activos financieros en el mercado local a tasas mayores y, luego de realizado el diferencial de interés, se extraían las divisas culminando el ciclo en la fuga de las mismas al exterior, aumentando la vulnerabilidad externa de la economía, y contrayendo nueva deuda para volver a comenzar.

13 Esto se constata en la retracción exhibida por el producto bruto industrial en relación al PBI, que pasó del 18,8% en 1989 al 15,3% en 2001 y una tasa anual media con caída del empleo industrial del -4,2% entre 1991 y 2001.

14 En 1991 el porcentaje de inmigrantes limítrofes sobre la población total era del 2,6% mientras que una década después, en 2001, llegó al 2,5% (Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población y Vivienda, serie 1991-2001).

15 Trabajaremos este tema con los datos del Censo Nacional de Población y Vivienda (INDEC, 1991) y la Encuesta Permanente de Hogares (1994), informes de la Organización Internacional del Trabajo para la Argentina y el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de Argentina (2011), y datos publicados por la Dirección General de Empleo y Estadísticas Laborales (DGEyEL) para el período 2002-2010.

16 La manera de mejorar la inserción de los productos locales en el mercado mundial podía ir vía aumento de la productividad del capital (incrementos en la inversión en tecnología, cosa que se hizo muy poco y por un breve período) o del trabajo, vía aumento de su explotación (lo cual se hizo de manera brutal y extendida desde mediados de los años 90 hasta el final del modelo de la convertibilidad).

17 (INDEC, Censo Nacional de Población y Vivienda, 2001)

18 Observando los inmigrantes latinoamericanos, para el caso de las mujeres, el servicio doméstico representa 60% de todas las ocupadas para mediados de los 90; y en el de los hombres la construcción representa el 45% de todos los ocupados.

19 El agotamiento del modelo de la convertibilidad se vinculó a varios factores. El modelo poseía cualidades que lo hacían intrínsecamente deuda-dependiente debido a que precisaba de divisas para mantener la paridad 1 peso -1 dólar del tipo de cambio fijada por ley. Esto se vincula con que en las condiciones de escaso dinamismo de las exportaciones y apertura comercial, en el marco de la sobrevaluación de la moneda local, y una tendencia constante al déficit fiscal (entre otras causas, por la privatización del sistema de jubilaciones y pensiones), se apeló incesantemente al endeudamiento público. La vulnerabilidad externa, evidenciada en el desequilibrio de la cuenta corriente, se vio agudizada por la profundización del proceso de fuga de capitales, y llegó a poner en cuestión la posibilidad de mantener el esquema cambiario fijo y convertible que actuaba como un eje articulador del modelo entonces vigente (entre otros motivos, por la incapacidad de seguir re-financiando el endeudamiento público que aceitaba el sistema). En este contexto, distintas fracciones del capital comenzaron a pujar por distintas opciones de salidas del modelo, mientras que el deterioro de las condiciones de vida de las clases subalternas alentaron un importante avance de la conflictividad social.

20 Datos provistos por el Ministerio de Economía (2009), en su "PLAN NACIONAL DE INVERSIONES PUBLICAS 2009 – 2011". El total de Inversión Pública (nacional y provincial) pasó de unos 4.808 millones a 30.795 millones de pesos corrientes.

21 Además, la fuerte creación de empleos industriales marca un punto de quiebre respecto de las dinámicas características del modelo previo de acumulación, presentando una tasa anual media de creación de empleos industriales del 5,8% entre 2003 y 2008, contrastante con el -4,2% del período 1991-2001 (Tavosnanska y Herrera, 2009).

22 Léase una población mayoritariamente joven y económicamente activa, con un índice de feminización creciente y un nivel educativo inferior al de la población nativa (INDEC, Censo Nacional de Población y Vivienda, 2010).

23 Dirección General de Estudios y Estadísticas Laborales (DGEyEL) sobre datos de la EPH entre 2003 y 2009.

24 Dirección General de Estudios y Estadísticas Laborales (DGEyEL) sobre datos de la EPH entre 2003 y 2009.

25 Datos de la DGEyEL, Ministerio de Empleo y Seguridad Social, EPH e Indec para el 2do semestre del 2006.

26 Esto se vincula también a que las PyMEs presentan una tasa de informalidad laboral cercana al 60% para el año 2007, valor mucho más alto que el promedio de la economía en su conjunto (Varesi, 2013).

27 Este indicador ha mostrado estar fuertemente asociado con la ausencia de otros derechos laborales, como el de percibir aguinaldo, vacaciones pagas y cobertura de salud, por lo que se utiliza en Argentina como indicador de condiciones de empleo precarias, propias del empleo no registrado.

28 Fuente: Dirección General de Empleo y Estadísticas Laborales (DGEyEL) para el período 2002-2010

29 La pobreza, "que había alcanzado picos históricos al inicio del modelo post-convertibilidad llegando en octubre de 2002 al 57,5% de la población, comenzó un continuo descenso hasta el 26,9% en el segundo semestre de 2006. La misma tendencia a la baja se encuentra aún más acentuada en materia de indigencia, que pasó del 27,5% al 8,7% en el mismo periodo, reduciéndose cerca de un 70%" (Varesi, 2013:304).

30 Esto se vincula con la permanencia, como sostiene Castellani (2010), de ámbitos privilegiados de acumulación que mantienen variadas transferencias de fondos públicos al capital concentrado local vía subsidios, obra pública, desgravaciones impositivas y que muestran -según la autora- que el Estado ha intervenido en la economía favoreciendo a sectores de poder económico concentrado y sin aumentar, en diversos aspectos, la calidad de sus intervenciones.

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Recibido: 01.04.2015
Recibido con modificaciones: 08.06.2016
Aprobado: 16.06.2016

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