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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.29 Santiago del Estero jun. 2017

 

MUNDOS Y DIMENSIONES RURALES

Resistencia obrera y popular en Tucumán en los inicios de la dictadura de  Onganía: asesinato de Hilda Guerrero de Molina y  pueblada en Bella Vista 

Workers and popular resistance in Tucumán in the beginnings of the dictatorship of Onganía: murder of Hilda Molina Guerrero and popular uprising in Bella Vista 

Resistência operaria e popular em Tucumán no começo do ditadura de Onganía: assassinato de Hilda Guerrero de Molina e levantamento popular 

 

Silvia Nassif*

* Doctora en Historia, egresada de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesora y Licenciada en Historia, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, año 2009. Tesis de doctorado: “Las luchas obreras tucumanas durante la autodenominada Revolución Argentina (1966-1973)”, defendida el 17/03/2015.Integrante del Instituto de Investigaciones Históricas “Dr. Ramón Leoni Pinto” de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán. Becaria Pos-doctoral de CONICET. Correo: nassifsilvia@gmail.com

 


RESUMEN

Al comenzar el año 1967 la provincia de Tucumán se encontraba sumida en una profunda crisis económica y social. Había pasado poco tiempo desde la instauración del gobierno dictatorial encabezado por Juan Carlos Onganía y del decreto de agosto de 1966 de intervención y cierre de ingenios azucareros tucumanos. Mientras que a nivel nacional un importante sector del sindicalismo mantenía expectativas en la dictadura, los obreros azucareros nucleados en la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA) organizaron distintas medidas de fuerza.
Fue en ese contexto en el que Hilda Guerrero de Molina, miembro de la Rama Femenina del peronismo y esposa de un obrero azucarero despedido, resultaría asesinada a escasos metros del sindicato del ingenio Bella Vista en enero de 1967. Este crimen generó una verdadera “pueblada” en aquella localidad azucarera, la primera ocurrida durante esta dictadura. Desde aquel momento, Hilda quedó en la memoria popular como uno de los ejemplos de las luchas de aquel tiempo, permaneciendo su recuerdo hasta nuestros días. Sin embargo, a pesar de su relevancia histórica, poco se conoce sobre este suceso.
En el presente artículo se reconstruyen las circunstancias en las que Hilda fue asesinada por un policía, precisamente cuando la FOTIA llevaba adelante un coordinado plan de lucha para evitar el cierre de los ingenios por parte de la dictadura. Se demuestra la falsedad de la versión dada a conocer por la Jefatura de Policía de la provincia y se analiza el alcance de este suceso.

Palabras clave: Hilda Guerrero de Molina; FOTIA; Movimiento obrero; Dictadura “Revolución Argentina”; Pueblada.

ABSTRACT

In the first months of 1967, the province of Tucumán, Argentina, was sunken in a deep economic and social crisis. In the very early stages of the dictatorship of the self-proclaimed Revolución Argentina headed by the de facto president general Juan Carlos Onganía a decree in August 1966 declared the intervention and closure of sugar mills in this province. Despite a significant portion of national trade unions depositing their expectations in the dictatorship, local sugar workers at the Tucuman Sugar Industry Workers Federation (FOTIA) organised actions to protest this situation.
It was in this political context that in January 1967 Hilda Molina Guerrero, wife of a laid-off sugar worker and member of the female branch of the Peronist party, was murdered just a few meters away from the Bella Vista Trade Union premises. This crime in the sugar town of Bella Vista gave way to a true “pueblada” (uprising), the first one to take place since the establishment of the dictatorship. From that moment on, Hilda remained int the popular consciousness as a symbol of the struggles of this period and she is a part of the collective memory to this day. However, and despite its historical importance, little is known about the facts that led to this event.
This work reconstruct the circumstances in which Hilda Molina Herrero was killed by a member of the police force, just as the union, FOTIA, was carrying out a coordinated plan to prevent the closure of the mills by the dictatorship. We demonstrate the lack of veracity of the official version released by the Police Headquarters of the Tucuman province and we analyse the full relevance of this event.

Keywords: Hilda Molina Guerrero; FOTIA; Labour movement; Self-appointed dictatorship “Argentina Revolution”; “Pueblada”; Popular uprising.

RESUMO

No começo do ano 1967, a província de Tucumán atravessava uma profunda crise econômica e social. Pouco tempo havia se passado desde o início do governo ditatorial chefiado por Juan Carlos Onganía e do decreto de intervenção e fechamento de engenhos açucareiros tucumanos, de agosto de 1966. Enquanto um importante setor do sindicalismo, em nível nacional, tinha expectativas na ditadura, os fatos da realidade levaram a um crescente confronto com os operários da Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA), que organizaram diferentes protestos e demonstrações de força.
Naquele contexto, e a poucos metros do sindicato do engenho Bella Vista, foi assassinada Hilda Guerrero de Molina, em janeiro de 1967. Hilda era militante da ala feminina do peronismo e esposa de um trabalhador açucareiro demitido. O crime produziu um grande levantamento popular naquela cidade, o primeiro durante esta ditadura. A partir daquele momento Hilda transformou-se em exemplo das lutas desse tempo, permanecendo até hoje na memória popular. Contudo, e apesar da relevância histórica, o fato é pouco conhecido.
No presente artigo reconstruímos as circunstâncias nas quais Hilda foi assassinada por um policial, no momento em que a FOTIA fazia um Plano de Luta para evitar o fechamento dos engenhos por parte da ditadura. Por outro lado, demonstramos a falsidade da versão informada pelo Chefe da Polícia sobre o fato e, finalmente, analisamos o alcance que este teve.

Palavras chave: Hilda Guerrero de Molina; FOTIA; Movimento operário; Ditadura da “Revolución Argentina”; Levantamento popular.

Licencia Creative Common: https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/legalcode


 

SUMARIO

Introducción. Primeros meses de Onganía: los conflictos de los obreros azucareros. Oposición temprana a la dictadura de Onganía: El plan de lucha de la FOTIA de enero de 1967. Rebelión en Bella Vista: La primera “pueblada” a la dictadura de Onganía. Un epílogo: La familia de Hilda Guerrero de Molina, el cierre del ingenio Santa Lucía, crisis y Centros Clandestinos de Detención. Reflexiones finales. Referencias bibliográficas.

*****

Introducción1

La mataron porque reclamaba como tantas otras
mujeres de los trabajadores azucareros, porque pedía
que se pague a los hombres para que puedan dar de
comer a sus hijos... Fue un asesinato
.”
Pablo Guerrero (hermano de Hilda Guerrero de
Molina)

Ante la instauración de la dictadura autodenominada “Revolución Argentina”, en los sectores populares reinó cierto clima de desconcierto y confusión. La orientación dada por Juan Domingo Perón desde Madrid de “desensillar hasta que aclare” había calado hondo en el gremialismo, en particular en los sectores influenciados por José Alonso entre los que se destacaba la dirigencia peronista que conducía la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA).
No obstante, dos semanas después del golpe de Estado, en Tucumán se reanudaron los conflictos obreros en las localidades azucareras. Cabe tener presente que la agro-industria azucarera constituía la principal actividad económica y que desde 1965 la provincia atravesaba una profunda crisis económica, política y social, producto del contraste entre una cosecha exitosa y las limitaciones para la venta de azúcar.
En ese contexto, previa militarización de una parte de la provincia por fuerzas de la Policía Federal, especialmente la zona de los ingenios, el 22 de agosto de 1966 el interventor de Tucumán, Fernando Eugenio Aliaga García, dio a conocer el Decreto-Ley Nº16.926, firmado por Juan Carlos Onganía y el ministro de Economía, Néstor Salimei. Por éste se intervenían los ingenios Bella Vista, Esperanza, La Florida, Lastenia, La Trinidad, Nueva Baviera y Santa Ana, todos ellos situados dentro de la provincia. Esto fue sólo el comienzo de una nueva etapa que implicó un proceso de concentración monopólica de la producción azucarera en beneficio de un sector del empresariado y la destrucción de una parte considerable de las fuerzas productivas de la provincia. Así, durante la “Revolución Argentina” se cerraron 11 de los 27 ingenios existentes, agravando las condiciones de vida de la mayoría de la población tucumana, dejando sin trabajo entre 40.000 a 50.000 obreros –sólo contando a aquellos desocupados directos de la agro-industria azucarera- y con la emigración de la provincia de más de 200.000 personas. Ante esta situación de crisis generalizada, una de las respuestas del gobierno dictatorial fue el llamado “Operativo Tucumán”, cuyo propósito consistió en generar una suerte de paliativo a las funestas consecuencias de su política azucarera sobre la población, que obtuvo magros resultados.2
En este artículo nos proponemos indagar en uno de los momentos más álgidos de la resistencia obrera y popular en Tucumán contra la política de cierre de ingenios de la
denominada “Revolución Argentina” a principios del año 1967, en el que resultó asesinada Hilda Guerrero de Molina, una mujer que fue parte de la organización de las ollas populares, y que a partir de su asesinato se convirtió en una referente para amplios sectores de las luchas de aquel período. También lo había sido en aquel momento, como quedó de manifiesto en el “Mensaje a los trabajadores y el pueblo” de la CGT de los Argentinos de mayo de 1968, conocido como el “Programa del 1º de Mayo”, en el que se la mencionó como heroína y mártir de la clase trabajadora junto al obrero metalúrgico Felipe Vallese.3 Sin embargo, muy poco se conoce de Hilda Guerrero de Molina y existe confusión sobre las circunstancias en las que fue asesinada.
Partimos del supuesto de que la falta de claridad respecto a ese crimen y los escasos datos acerca de lo que ese asesinato detonó en la población fueron en gran medida producto del accionar del régimen dictatorial. Así, en el momento en el que ocurrió el asesinato de Hilda Guerrero de Molina el gobierno a través de la prensa local intentó sembrar confusión acerca de cómo habían sucedido los acontecimientos y también sobre los responsables del crimen, información que luego será reproducida en algunos trabajos académicos. Por otra parte, los estudios que hacen referencia a este suceso señalando la responsabilidad de las fuerzas represivas dictatoriales, si bien valiosos, son parciales y no terminan de esclarecer el hecho ni de dimensionar sus consecuencias.4
Con el propósito de aportar al conocimiento de las luchas obreras y populares de este período en el que sucedió el asesinato de Hilda Guerrero de Molina, en este trabajo realizamos una reconstrucción pormenorizada e integral de las condiciones en las que este hecho ocurrió. Demostramos la falsedad de la versión difundida en aquel momento por la Jefatura de Policía y los medios de prensa locales, que daban a entender que este hecho había sido producto de una disputa entre peronistas y sectores de izquierda. De este modo, además, contradecimos el balance de las fuerzas represivas de que esta muerte fue producto de una “violencia social”, poniendo de relieve que lo que predominó entre los distintos sectores obreros que allí se encontraban fue la unidad contra la dictadura.
Este trabajo refuerza la hipótesis de que dadas las características de la industria azucarera y su peso en la economía de Tucumán la clase obrera azucarera tuvo un rol destacado contra la política de cierre de ingenios de la denominada “Revolución Argentina”, logrando en determinados momentos aglutinar y dirigir con su acción sindical al conjunto de las fuerzas sociales. Asimismo en la confrontación con la dictadura, la lucha de la clase obrera se desarrolló–en un movimiento sinuoso- desde las huelgas en defensa de sus fuentes de trabajo hasta el cuestionamiento abierto al gobierno dictatorial, pasando de una lucha económica a una lucha política, que culminó con levantamientos populares como, por ejemplo, en la “pueblada” ocurrida en la localidad de Bella Vista en enero de 1967.5
Al mismo tiempo el análisis de los hechos tucumanos durante los primeros meses del Onganiato nos permite repensar la periodización de las luchas populares en la Argentina durante la dictadura de la “Revolución Argentina”. En este artículo sostenemos que el proceso de radicalización política y social en Tucumán comenzó antes del golpe de Estado de 1966, en gran medida por la crisis azucarera, la que se profundizó con la política de Onganía de cierre de ingenios y destrucción de fuentes de trabajo. Por ello las luchas de los obreros tucumanos se anticiparon y abonaron al alza o auge de luchas a nivel nacional que se desencadenó con el Cordobazo de 1969. La continuidad de dicho proceso una vez instalado el gobierno que encabezó primero Juan Carlos Onganía convierte la lucha de los obreros azucareros tucumanos, al igual que lo sucedido con los portuarios y los ferroviarios, en un caso de oposición temprana a la dictadura, en un contexto nacional en el que predominó el repliegue de las luchas populares.
La reconstrucción de estos acontecimientos de la historia reciente de la Argentina establece un significativo desafío metodológico debido a la dificultad de acceso a las fuentes, que resultan escasas y se encuentran de manera fragmentada. Una parte importante de los documentos (actas de los sindicatos, panfletos, entre otros) fueron destruidos. En particular ha sido devastado por las diferentes intervenciones militares el archivo de la FOTIA, una de las federaciones más importante a nivel nacional. Entonces para la elaboración de este trabajo hemos recurrido a la información publicada en la prensa local y nacional, otros documentos y bibliografía. Por estas razones, también recurrimos a la recolección de testimonios orales, a través de la realización de entrevistas semi-estructuradas a protagonistas obreros de aquella época y a familiares de Hilda Guerrero de Molina.6

Primeros meses de Onganía: los conflictos de los obreros azucareros

Como en gran parte de la Argentina, ante la instauración del régimen primó cierto clima de desconcierto y confusión en los sectores populares. A su vez, la situación en la provincia era compleja: el gobierno radical no había podido dar una respuesta satisfactoria a la crisis azucarera, mientras se habían acrecentado los rumores de la posible intervención federal, azuzados por los medios de prensa de Buenos Aires. En un contexto teñido además por la agudización de los conflictos sociales, a las cotidianas protestas de los azucareros se les había unido el paro por tiempo indeterminado de los docentes de la Asociación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP), desde el 25 de junio de 1966. A todo ello se sumaron las declaraciones del líder exiliado en Madrid, con gran incidencia en la gran masa peronista: “desensillar hasta que aclare”, abriendo un compás de espera y expectativas con respecto a la dictadura.7
Al poco tiempo del golpe de Estado y a pesar de los recibimientos populares a Onganía el 9 de Julio, en el marco de las conmemoraciones por el Sesquicentenario de la declaración de la Independencia, los conflictos en la provincia continuaron su curso. Al retraso en el cobro de los salarios de los obreros azucareros se sumaba la disminución de los puestos de trabajo para los obreros temporarios por parte de las empresas, con el pretexto de la reducción en los cupos azucareros. Entre la visita de Onganía a Tucumán y el 22 de agosto de 1966, día en el que se anunció el decreto de intervención a los ingenios azucareros tucumanos, se desarrollaron cinco conflictos protagonizados en su totalidad por los obreros azucareros, con el apoyo de sus respectivos sindicatos (Santa Lucía, La Trinidad, Mercedes, San Ramón y San Juan). Todos ellos se originaron a causa del retraso en el cobro de los salarios. Los trabajadores
responsabilizaban principalmente a las respectivas patronales y emplearon como modalidad huelguística la parálisis de las tareas de la producción. La duración de las mismas osciló entre 1 a 14 días. Así, dos semanas después de la instauración de la dictadura los conflictos de los trabajadores afloraban nuevamente en los diferentes ingenios azucareros.
A principios de octubre de 1966, en pleno proceso de discusión del laudo azucarero, se realizó el congreso nacional de los trabajadores azucareros nucleados en el Frente Único Nacional de Trabajadores Azucareros (FUNTA), en el que participaron organizaciones obreras de Tucumán, Salta, Jujuy, Santa Fe, Chaco y Misiones. Allí formularon un programa reivindicativo y se opusieron a la política dictatorial de cierre de ingenios tucumanos. Finalmente, los resultados del laudo azucarero no cumplieron con las expectativas de los obreros y, sumado a la incertidumbre que pesaba sobre los obreros de los ingenios intervenidos, condujeron a los paros azucareros a escala nacional de octubre. Tiempo después el abogado de la FUNTA, Luis Cerrutti Costa, señalaría que precisamente a partir de aquel congreso, luego de la tregua dada al gobierno, el pueblo tucumano estaba nuevamente “…en lo mismo: la lucha. En esta lucha se insertan los paros de 24 y 48 horas (…) realizados con gran apoyo y el equivalente silencio de la seria prensa.”8
El 11 de octubre se llevó a cabo un paro por 24 horas. El 18 de octubre, luego de que se efectuaran asambleas en todos los sindicatos azucareros de Tucumán, se realizó un paro de 48 horas. Según la FOTIA el paro fue acatado en todos los ingenios de la provincia. El paro recibió el apoyo de los estudiantes. Esta huelga, según la socióloga Silvia Sigal, tiene una importancia fundamental para comprender el comportamiento de la clase obrera azucarera tucumana. Para ella fue “…la última huelga exitosa de la FOTIA, en la que convergen por última vez hasta hoy los intereses de los trabajadores de ingenios abiertos y de ingenios intervenidos: solución al problema de los cierres de ingenios y revisión del laudo arbitral…”. Ciertamente, dos años después, el 11 de julio de 1968 la FOTIA declaró un paro de 24 horas por las mismas razones y sólo tres de los ingenios en actividad acatarán el paro. Así, para Sigal, entre octubre de 1966 y julio de 1968 “…se consuma no sólo la crisis de la capacidad de articulación de FOTIA (…) sino también su crisis de unidad y conducción interna: por una parte un sector importante de trabajadores agrícolas se organiza fuera de la FOTIA, acusándola de defender exclusivamente a los trabajadores fabriles del azúcar; por la otra se enfrentan sindicatos de ingenios abiertos –que logran controlar la conducción sindical- y sindicatos de ingenios cerrados, que se integran en frentes comunales de defensa de las fuentes de trabajo bajo la dirección o en alianza con sacerdotes y dirigentes vecinales.”9
Esta tesis así como las consecuencias que se derivan de ella deben ser relativizadas: Si bien es cierto que el movimiento obrero fue golpeado al no lograr impedir el cierre de 11 ingenios azucareros, la confluencia entre los trabajadores de ingenios intervenidos con los que no lo estaban no sólo ocurrió en las huelgas de octubre de 1966 sino que volverían a converger también en el paro del 14 de diciembre del mismo año. Y posteriormente confluirían nuevamente en la pueblada de Bella Vista ocurrida en enero de 1967.
En ese contexto la cúpula de la CGT nacional discutía la posibilidad de realizar un paro. Cabe recordar que Onganía en noviembre de 1966 había explicitado cuál sería su plan económico, basado en la profundización de las políticas tendientes a la “racionalización”
económica. Ese sinceramiento del gobierno habría posibilitado que los delegados de los gremios en conflictos como portuarios, ferroviarios y azucareros, pudieran presionar para la concreción de un paro nacional.
El 14 de diciembre se llevó a cabo el paro nacional, que contó con elevados niveles de ausentismo. En Tucumán las adhesiones al paro fueron múltiples: estatales, ferroviarios, municipales, comerciantes, tintoreros, entre otros. Ambas CGT provinciales destacaron el alto grado de disciplina del movimiento obrero.10
Todo ello transcurría en el caliente diciembre tucumano. Prontamente estallaría la conflictividad social en los pueblos del interior de la provincia. Durante los años 1967 y 1968, las protestas se desarrollaron principalmente en aquellos pueblos azucareros, motorizados por la desocupación y amenazados por el hambre que carcomía la vida de los pobladores. Uno de los epicentros del conflicto ocurrió en la localidad de Bella Vista, registrándose considerables enfrentamientos con las fuerzas represivas y el asesinato de Hilda Guerrero de Molina.

Oposición temprana a la dictadura de Onganía: El plan de lucha de la FOTIA de enero de 1967

Luego del paro nacional de diciembre de 1966, el 3 de enero de 1967 se reunió un Plenario de delegados seccionales de la FOTIA. Los plenarios o congresos de delegados eran una de las instancias organizativas más importantes de la Federación de las que participaban los delegados elegidos en cada una de las fábricas y de los surcos. En estos encuentros se discutían los distintos posicionamientos y las medidas a seguir por el conjunto de los obreros azucareros. En esos momentos la dirección de la FOTIA estaba hegemonizada por el peronismo, a través de la figura de su secretario general Atilio Santillán. Ello no impidió el desarrollo y la convivencia con otras corrientes políticas, como radicales, comunistas, trotskistas y socialistas, coincidentes con las representaciones y agrupamientos existentes a nivel nacional.
Este plenario se realizaba en medio de las ollas populares y de los nuevos anuncios de cierres de ingenios. En aquel plenario Atilio Santillán tomó posición en contra de la política de la dictadura. En la reunión los dirigentes del ingenio Los Ralos denunciaron el desmantelamiento y cierre de esa fábrica. Las instalaciones del ingenio estaban clausuradas y fuertemente custodiadas por la policía. El sindicato denunció que la empresa estaba desmantelando la fábrica, sacando motores eléctricos y otros materiales importantes para su funcionamiento.11
El plenario elaboró una declaración en la que, luego de justificar su inicial posición proclive al entendimiento con el gobierno, evaluaba que ya se habían “…‘cerrado todos los caminos para el diálogo’…”. Puntualizaba que los trabajadores no aceptarían el intento de hundir al pueblo tucumano en la miseria, responsabilizando al gobierno “…‘de todo lo que pueda ocurrir en el proceso de legítima defensa social...”. Por esos motivos exigía: la revisión total de la política azucarera oficial, el pago de todas las deudas salariales y sociales; una profunda reactivación agro-industrial sin cierres ni desmantelamientos; una ley azucarera con participación obrera de
la producción y por la defensa de la legislación social para impedir despidos masivos.12 Además exigían el retiro de la Policía Federal que aún continuaba custodiando la zona de los ingenios intervenidos.
Asimismo estableció un plan de lucha que constaba de dos etapas: La primera, de “esclarecimiento”, se efectuaría el 10 de enero y consistía en la realización de asambleas en todos los sindicatos de base con el propósito de poner en conocimiento y debatir el plan de lucha, para desembocar en la segunda etapa, el 12 de enero, en el que se preveía la ejecución de una huelga de 24 horas con movilizaciones desde los pueblos de ingenios hasta la Capital de la provincia, acordando dos puntos principales de concentración, uno en Bella Vista y otro en la Banda del Río Salí. También se conformó una “comisión de movilización” integrada por dirigentes de los distintos sindicatos azucareros: Amaya (La Fronterita), Romano (Esperanza), González (Los Ralos), García (Santa Lucía), Fote (San José) y Torres (Amalia).
Comenzaba así uno de los planes de lucha más significativos en contra de la política de la dictadura que constituyó una de las primeras incorporaciones a la resistencia activa a la dictadura a nivel nacional junto con los obreros portuarios y ferroviarios. Los hechos más destacados sucederían en las localidades tucumanas de Santa Lucía y Bella Vista, amenazadas por el cierre de sus respectivos ingenios.
La situación era verdaderamente explosiva. Así lo registraba la propia CGT nacional. Una delegación de la misma, encabezada por Francisco Prado, se entrevistaba con el nuevo ministro de Economía, Krieger Vasena, y le entregaba un memorándum, cuyo punto 13 hacía referencia explícita al conflicto azucarero: “El grave problema que desde hace tiempo afecta a los trabajadores del azúcar, lejos de superarse tiende a agudizarse cada día más. Los cierres de ingenios, los despidos masivos y la falta de pago de los jornales los ha colocado ya en la más desesperante miseria, al punto tal que para subsistir se acude al medio indignante de la ‘olla popular’.”13

A) Primera etapa del plan de lucha y represión en Santa Lucía, 10 de enero

En la localidad de Santa Lucía, departamento de Monteros, funcionaba desde 1882 el ingenio Santa Lucía. El mismo se encontraba a 55 kilómetros de la Capital de Tucumán. El ingenio en esos momentos era propiedad de la firma Avellaneda-Terán y representaba la principal fuente de trabajo de aquella localidad.
En el contexto del plan de lucha establecido por la FOTIA comenzaron las movilizaciones en los pueblos azucareros amenazados por la desocupación. En Santa Lucía los conflictos tomaron un cariz especial debido al intento solapado de la empresa de desligarse del pago de los beneficios correspondientes a los trabajadores permanentes al intentar modificar el tipo de relación de dependencia que mantenía con más de 400 obreros. Los obreros afectados veían peligrar también sus puestos de trabajo pues consideraban que la medida era un despido encubierto, en un contexto de incertidumbre generalizada sobre el porvenir de la industria azucarera. En ese sentido, el hijo mayor de Hilda Guerrero de Molina, Juan Molina refiriéndose al asesinato de su madre, relató tiempo después que “…el problema se originó el día 13 de diciembre [de 1966], en que llegaron cartas a los obreros del Santa Lucía, en total 444, entre ellos mi padre...”.14
Asimismo, otra de las hijas de Hilda Guerrero, Josefa, señala que si bien el ingenio cerró definitivamente en agosto de 1968, lo fueron cerrando por partes:

“Iban despidiendo a la gente: un mes despedían una cantidad, al otro mes despedían otro poco más. Eso fue antes del cierre definitivo…
Y una de las últimas parece que ha sido la camada donde estaba mi papá… Cuando Onganía mandó a cerrar los ingenios…”.15

La crónica del diario Noticias de Tucumán señalaba que, según la información recogida de los voceros de la empresa, “…surgió la casi evidencia de que los caminos han quedado ya cerrados a una probable conciliación. Para la empresa, el problema es una cuestión completamente terminada (…) ‘no tenemos posibilidades de mantener en las actuales condiciones a un grupo de nuestros obreros y les ofrecemos lo mejor que podemos para que se queden con nosotros y no pierdan posibilidades de trabajo’.” Por su parte los dirigentes sindicales señalaban que la empresa les adeudaba además la segunda quincena de noviembre, las dos de diciembre, vacaciones, aguinaldo, retroactividad del aumento al 13% y el aumento último del 18%.16
En este contexto se llevó a cabo la primera etapa del plan de lucha establecido por el plenario de la Federación de los obreros azucareros. El 10 de enero de 1967, en el sindicato del ingenio Santa Lucía, donde funcionaba desde diciembre una olla popular, se llevó a cabo una asamblea de los trabajadores, con la presencia de una delegación de FOTIA y FUNTA. Al finalizar la asamblea los obreros decidieron marchar. La columna de trabajadores avanzó por una de las avenidas próximas al ingenio mientras la policía patrullaba la zona. Un grupo armado de gendarmes tomaba ubicación en el portón de acceso a la fábrica, en tanto otro se apostaba en las dependencias internas del ingenio.
Los obreros marchaban acompañados por sus familias, entonando el Himno Nacional argentino, cuando la represión comenzó: “…se escuchó el estampido de una bomba de gas que sembró confusión. Se sucedieron otras bombas, mientras que los manifestantes corrieron en distintas direcciones, reaccionando algunos mediante piedras arrojadas a los gendarmes”.17
Según la FOTIA la represión había durado alrededor de 40 minutos y habían resultado heridos y conducidos al hospital del ingenio: Hilda Guerrero de Molina, Cecilio Álvarez, Manuel Torres, Claudio Ahumada y Néstor Pérez. También afirmó que la policía había destruido la bandera argentina que portaban los trabajadores, además de atropellar y herir a los obreros que se refugiaban en la Iglesia parroquial, haciendo estallar bombas lacrimógenas en el interior del recinto. La Federación denunció por esta represión al gobierno que probaba estar “…al servicio del gran monopolio azucarero y de los intereses de la oligarquía…”, y declaró su decisión “…inquebrantable de lucha y de ‘seguir desarrollando el plan de acción hasta lograr los objetivos...”. También el sindicato de obreros de Santa Lucía coincidió con lo expresado por FOTIA.18
Tiempo después, Luis Cerrutti Costa, asesor legal de FUNTA, describió los hechos: frente a la represión hasta los niños se defendieron tirándole piedras a la policía, y entre los contendientes se destacaba Hilda Guerrero de Molina, quien animaba a sus compañeros, incitándolos a avanzar. “En un instante de lucha, dos policías pretendieron quitarle la bandera argentina. Pero Hilda, bajita y regordeta, con facciones llenas de ángel, peleó como una leona, logró recuperarla, se envolvió el cuerpo con el lienzo azul y blanco y marchó hacia adelante.”19
En ese sentido, una de las hijas de Hilda señaló que en aquella oportunidad “…los policías
les habían pegado a todas las mujeres de la Rama Femenina que se juntaban en el sindicato de Santa Lucía donde hacían las ollas populares. Había habido una manifestación muy grande habían roto las oficinas del ingenio, las cosas de la administración, la Policía Volanta reprimía muy fuerte. Mi mamá estaba herida y renga.”20
La empresa intentó justificar la represión señalando que en la manifestación se había observado “…a numerosas personas completamente extrañas a la zona y al ingenio’.” No obstante, la golpiza a Hilda Guerrero de Molina, esposa de uno de los trabajadores afectados, desmentía esa aseveración. En sintonía con las declaraciones de la empresa, el interventor Aliaga García manifestó que aquellos incidentes habían sido “…‘provocados por agitadores extragremiales llegados de otras provincias’…”.21 Las personas “extrañas” o de “otras provincias” no eran más que los dirigentes de FUNTA, organización de los obreros azucareros a nivel nacional, quienes participaban activamente del plan de lucha. Igualmente, la policía alegó que “…se vio obligada a intervenir por haber sido provocada de palabra y de hecho al no permitir una marcha con antorchas, a la que elementos extragremiales, presumiblemente de otra provincia, incitaban desde vehículos y que al intervenir la policía se dieron a la fuga’.”22
Después de la represión en Santa Lucía se vivía una tensa calma y se temía, afirmaba el diario Noticias de Tucumán, que en las horas siguientes pudieran desencadenarse nuevos“hechos de violencia”. También averiguaciones recogidas en diferentes sectores –incluso la policía- daban cuenta de un clima de agitación que podría tener derivaciones imprevisibles.23 El gobierno, temiendo que la situación se tornara incontrolable, envió gran cantidad de efectivos a patrullar las inmediaciones del ingenio, el local sindical y el camino que une Tafí del Valle con la ruta nacional Nº38, donde está ubicada la localidad de Santa Lucía.
La represión en Santa Lucía generó la indignación de vastos sectores. Por su parte, la Federación Universitaria del Norte (FUN), también en conflicto por la política de la dictadura de intervención a las universidades, se solidarizó con los trabajadores y participó activamente de las protestas, generándose una importante unidad obrera-estudiantil. Así, la FUN llamó al pueblo a apoyar a los azucareros, advirtiendo que los obreros habían actuado en defensa de sus conquistas enfrentando la política del gobierno y que junto con los portuarios y ferroviarios oponían una firme resistencia “…a las fuerzas que pretenden avasallar y someter a la clase obrera.”24 También se solidarizaron con los trabajadores de Santa Lucía: la CGT nacional, los empleados de comercio, ATE, empleados públicos, la agrupación ferroviaria Unidad y Recuperación, cerveceros, vitivinícolas. En particular la Federación de Empleados de la Industria Azucarera (FEIA) condenó la actitud policial.
La FUNTA decidió un paro de dos horas para el día siguiente en apoyo a los reclamos de FOTIA. Mientras, la Jefatura de Policía comunicaba a la población: “…ante versiones extraoficiales según las cuales directivos de la FOTIA han dispuesto la realización de actos públicos y posteriores marchas a esta Capital y ciudades del interior de la provincia, en fecha próxima, se hace saber a la población en general y en especial a la gente de trabajo, que bajo ningún concepto permitirá la realización de reuniones públicas y/o marchas, y que para el cumplimiento de tal disposición se adoptarán las medidas correspondientes a fin de garantizar el orden y la tranquilidad pública.”25
Más allá de esas amenazas las protestas continuaron, tomando un carácter más masivo aún, en sintonía con la agudización del malestar de los trabajadores. Ello llevó a la generalización de la lucha azucarera en esta etapa de resistencia frente a la ofensiva dictatorial.

B) Segunda etapa: El paro del 12 de enero de la FOTIA y el asesinato de Hilda Guerrero de Molina

El 12 de enero de 1967, dos días después de la represión en Santa Lucía, frente a la segunda etapa del plan de lucha de la FOTIA, que incluía el paro activo de 24 horas con marchas desde los ingenios hacia San Miguel de Tucumán, el gobierno en las localidades del interior había desplegado un vasto operativo policial para impedir que los contingentes obreros llegaran marchando a la Capital, apostando efectivos en los accesos principales.26
La huelga coincidía con la medida de lucha de los ferroviarios que tuvo un importante nivel de acatamiento en general y en la provincia en particular, durante el cual circuló solamente un tren que conducía alimentos perecederos hacia Salta.27 Mientras, FUNTA había decretado en todas las zonas azucareras del país un paro de 2 horas, de 18 a 20 horas. En Tucumán el paro azucarero fue acatado por todos los obreros de los ingenios y fue acompañado de asambleas y reuniones en los distintos sindicatos.28
Ese día a la mañana el interventor de la provincia viajó a Buenos Aires, quedando a cargo del gobierno Gastón Lacaze. En el aeropuerto provincial militantes del peronismo colgaron un cartel que decía “…‘El hambre del pueblo no se resuelve con viajes. Rompa con la oligarquía azucarera o renuncie’. Firma Juan Pueblo.”29
A pesar del despliegue de las fuerzas represivas, los obreros junto a sus familias se ingeniaron para llegar a los puntos acordados. Una de las postas era el sindicato del ingenio Bella Vista, desde donde las delegaciones de los ingenios del sur se reagruparían y realizarían una asamblea zonal; luego tenían la intención de partir hacia la Capital. Integrando aquellas delegaciones, viajó desde Santa Lucía Hilda Guerrero de Molina, caminando en el medio de la noche, atravesando los cañaverales y burlando la vigilancia policial. Según el testimonio de Jorge Guerrero, a las 21 horas del día 11 de enero salieron de Santa Lucía hacia Bella Vista aproximadamente 50 personas, dividiéndose en grupos. Para llegar tuvieron que atravesar los cañaverales y cruzar el río Famaillá, llegando a las 6 de la mañana del día siguiente a Bella Vista, luego de 9 horas de intensa caminata. Jorge describía: “Era impresionante la cantidad de gente que se estaba juntando. El grupito nuestro era la Hilda, su marido el ‘Flaco’ Molina (…) su hermana Rosa, Viejo Nieva y yo.”30
El 12 de enero se convirtió en una jornada signada por la movilización y la represión. Una de las víctimas fatales de ese día fue Hilda Natalia Guerrero de Molina de 36 años de edad, oriunda de Santa Lucía y madre de cuatro hijos: José Manuel, 5 años, Josefa del Valle, 6 años; Magdalena del Tránsito, 16 años y Juan Andrés, 18 años.31 Su tercera hija, Josefa, en aquel momento tan sólo una niña, la recuerda como una ama de casa que ponía inyecciones y militaba en el Partido Peronista.32 Hilda, como muchas mujeres tucumanas, ante la situación de desgracia que atravesaba su pueblo decidió no quedarse en su casa y salió a defender a su familia. Por su
parte, la escritora Lucía Mercado, también santaluceña, destaca que Hilda integraba la Rama Femenina Peronista con Aidé de Aguilar, Berta Argañaraz, Elena Orellana, Natalia Rearte, Fany Mercado, Virginia Chocobar y otras mujeres. Juntas organizaban las ollas populares para pelearle al hambre.33
Las ollas populares fueron un instrumento de lucha utilizado históricamente por los obreros. En ese sentido, un obrero ferroviario, refiriéndose a otras manifestaciones para evitar el cierre de los talleres ferroviarios de Tafí Viejo, pero cuya reflexión también resulta aplicable a las ollas populares que pulularon por los pueblos azucareros del interior de Tucumán a mediados de los ’60, indica las ventajas de las mismas frente a otras modalidades de lucha:

“…Una huelga de hambre le favorece al enemigo porque se muere el luchador… Si vos haces una huelga de hambre y no la dejas de hacer nunca y seguís y seguís te agarra la desnutrición hasta que te morís… (…) Y si no te mueres quedas famélico, débil como soldado de lucha… Mientras que en la olla popular se alimenta el soldado, el luchador tiene alimento, se alimenta a la gente que participa...”
“Pero molesta, es un grano que está ahí molestando. Y de eso se trata la lucha, vos tenes que molestar al poder… tenes que ser un problema para el poder… En las ollas se genera el clima para la discusión, para el debate, para la elaboración de planes, y el soldado está bien alimentado, no está débil ni famélico, no ésta por morirse desnutrido ni nada…”.34

Los obreros azucareros también organizaron ollas populares como una medida defensiva para enfrentar el hambre y la política dictatorial de cierre de ingenios. En la organización de las mismas las mujeres asumieron un rol destacado, como fue el caso de Hilda Guerrero de Molina.35
Julio Lescano, en ese momento obrero y dirigente sindical del ingenio Bella Vista, protagonista de aquellos acontecimientos, detalla una conversación que tuvo con Atilio Santillán el día previo a la movilización:

“Viene Atilio con el dirigente Amaya del Fronterita y me dice: ‘Usted sabe que mañana hay movilización’. Le digo que sí y que había reunión en el sindicato y que me habían invitado los delegados. ‘Váyase’, me dice, ‘lo único que le pido es que Usted les diga a los delegados que nadie lleve ni un guillete siquiera. No quiero armas, no quiero lío, no quiero nada, que sea en forma pacífica, van a venir gente de distintos ingenios’…
Vamos con los delegados. Había como 20 delegados de campo y de fábrica, muy bien preparados los changos, muy politizados eran los muchachos de aquí. Les hablo de la visita de Atilio y me dice uno del campo: ‘yo estoy de acuerdo, yo ya le he dicho a mi gente que no vaya nadie a querer llevar ni un machete siquiera’.
Al otro día, a las siete menos veinte de la mañana me despiertan: ya estaba llegando la gente de Santa Lucía, y me cuentan: ‘¿sabes cómo viene la gente de maltratada? ¡Pobrecita, embarrada, rota la ropa! (…) La policía los ha atacado en el camino, han tenido que cruzar por el campo, han cruzado el río…”.
Estaba la gente afuera, como 70 - 80 personas de Santa Lucía y ahí la conozco a Hilda. Ella estaba con un pantaloncito color clarito, una camisita, una boinita y una bandera argentina cruzada en el pecho y todo el pantalón sucio, la zapatilla sucia. La hermana también chiquita no más, había gente vieja, gente joven, familias, pero ella era dirigente… Cuando la veo en esa situación le digo: ‘ya van a tomar el desayuno aquí señora, ¿cómo se llama usted?’, ‘Hilda Guerrero’, me dice y me da la mano, ‘esta es mi hermana, el es mi sobrino’, y ha empezado a arrimarse la gente. Pasaban adentro del sindicato.
Como al rato llega la gente de Mercedes, de Lastenia, de a grupos… de San Ramón y llegan los de San José, con Fote a la cabeza… La gente de San José ha venido con el exclusivo propósito de armar lío (…) Los hallo con esa bomba que le decían molotov y les digo: ‘che, dejen de macanear aquí. Atilio ha ordenado…’. Me dicen ‘No, Atilio ha ordenado una cosa, nosotros somos dueños’. ‘Ustedes no son dueños, aquí los dueños del acto somos nosotros’. Y los he llamado a los monos míos, bueno los convenzo y se quedan…”.36

Por su parte, otro protagonista de aquel suceso, Hugo Santillán, hermano de Atilio, en ese momento revisor de cuentas del sindicato de Bella Vista, describe:

“Eran las 7 de la mañana golpean las manos en mi casa, me levanto…
Enseguida vino un grupo numeroso a la puerta del sindicato, porque se había resuelto hacer una marcha tomando como centro Bella Vista, donde iban a venir de Nueva Baviera, de los ingenios cerrado, de Santa Ana.
Esa decisión fue entre los sindicatos, entre los dirigentes de los sindicatos de ingenios cerrados: concentrarse en Bella Vista la zona sur que era Santa Ana, Nueva Baviera, San Ramón, Santa Lucía, a los efectos de marchar hacia la Capital. Y de este otro lado lo mismo, con Amalia, con Lastenia, con Delfín Gallo...
Entonces la policía desde temprano vio que la gente estaba llegando a Bella Vista, los de Santa Lucía, entre ellos la Hilda Guerrero de Molina. Entonces abrimos el sindicato, entraron. Fuimos a comprar pan, hicimos mate cocido.
En ese momento gente comunista ha entrado a repartir volantes, entonces junto con otro compañero les quitamos los volantes a los obreros, los quemamos a todos, y les dijimos con toda claridad que se retiren que no era político ni nada por el estilo, era sólo en defensa de la fuente de trabajo.”37

Hacía tiempo que las diferencias entre el grupo liderado por Leandro Fote, del ingenio San José, vinculado al Partido Revolucionario de los Trabajadores, y los sindicalistas peronistas del Bella Vista se habían profundizado. El grupo del ingenio San José era muy crítico de la conducción de la FOTIA y, en particular, de Atilio Santillán a quien señalaban como aliado del alonsismo y responsabilizan por utilizar su misma metodología de confiar en las negociaciones y en el gobierno. No obstante y más allá de las diferencias, en aquel momento ambas corrientes confluyeron en enfrentar las políticas de la dictadura y la represión.38
Como se describió hasta aquí, a partir de los testimonios de Lescano y Santillán, durante la mañana del día 12 se manifestaron desacuerdos entre ambos sectores de militantes obreros respecto a la modalidad de la protesta. Mientras el grupo del ingenio San José quería manifestarse de una manera más contundente con elementos de combate callejero, el grupo local preconizaba una manifestación pacífica. Sin embargo esas discrepancias no pasaron a mayores. Pasado el mediodía, según lo difundido de forma ambigua por los dos diarios más importantes de la provincia junto con otras versiones, se habría generado un episodio “confuso”. El diario La Gaceta de Tucumán relataba una de ellas: alrededor de las 15 horas en las cercanías de la comisaría de Bella Vista, se habría originado una discusión entre el tesorero del sindicato del ingenio San José, Juan Carlos Díaz, y un dirigente de la FOTIA del ingenio Santa Lucía, y que ello se había solucionado gracias a la intervención policial que se llevó detenido a la
comisaría a Díaz, a quien además se le habría secuestrado un arma de fuego. La versión recogida por el diario señalaba que el hecho habría sido presenciado por los obreros, quienes, en la creencia de que Díaz había sido arrestado por su calidad de activista gremial, se dirigieron a la comisaría para reclamar su libertad. Y a partir de allí ocurrieron los acontecimientos represivos en los que manifestantes corrieron hacia el sindicato y sucedió la muerte de Hilda.39
La versión de la Jefatura de Policía señalaba que a las 15.15 horas habría ocurrido un“lamentable incidente” entre policías y manifestantes armados. Describía que un grupo de 20 policías vigilaba a unas sesenta personas cuando “…un hombre (…) se dirigió al grupo de policías proliferando palabras insolentes y haciendo disparos con su arma: fue detenido” (sic). Luego, según ese relato, los manifestantes agredieron a la policía. “Las fuerzas del orden se vieron atacadas con proyectiles…”, resultando herido con un arma de fuego el policía de la montada, Cervando Hernández. Según las fuerzas represivas ese habría sido el motivo por el que “…ante la gravedad de la agresión (…) los empleados del orden debieron hacer uso de sus armas reglamentarias, no disparando en ningún momento con las automáticas.”40
Evidentemente, el objetivo del comunicado de la Jefatura y de la crónica periodística era ocultar la responsabilidad de la policía, adjudicándole el hecho a una trifulca entre los propios obreros. Asimismo, se minimizaba lo sucedido, disminuyendo la cantidad de manifestantes y omitiendo que los trabajadores participaron junto con sus familiares, entre ellos niños y mujeres. Tanto la Jefatura de Policía como los medios de prensa locales intentaron estigmatizar a los manifestantes y, en particular, a los referentes obreros. Ello en un contexto internacional, en el que desde mediados de los años ’60 se afirmaba la política estadounidense que promovía, junto con los distintos sectores dominantes locales, la Doctrina de la Seguridad Nacional con la utilización de las Fuerzas Armadas como garantes de la lucha contra el comunismo y la revolución. En la Argentina el golpe de Estado de 1966, encabezado por el general Juan Carlos Onganía, formó parte de ese proceso.
Sin embargo, ante aquella declaración de la Jefatura quedaban dos cuestiones fundamentales sin responder: ¿Quién jaló del gatillo que hirió de muerte a Hilda Guerrero de Molina en Bella Vista? ¿Fue una mera jugarreta del destino que ella –quien dos días antes había recibido golpes de la policía en Santa Lucía- haya recibido el disparo o había detrás de aquel tiro una intencionalidad?
Luis Cerrutti Costa echa luz sobre el asunto señalando que “…un hecho intrascendente iba a convertirse en el episodio que encendiera la chispa”. A un grupo de dirigentes que habían llegado a Bella Vista en auto se les descompuso el motor frente a las puertas de la comisaría. Los hombres “…se bajaron del vehículo para revisar el motor. Dice la policía que al agacharse uno de los conductores para iniciar la revisación se le cayó un revólver. Pero nadie ha podido confirmar tal aserto y en último caso, el hecho no implicaba ninguna cosa fuera de lo común”. La policía rodeó el auto y los detuvo en la comisaría, “…tales detenciones constituyeron una grave provocación policial.” Así la noticia generó gran indignación y algunos manifestantes decidieron ir a protestar frente al destacamento policial.41
A partir de ese momento, según Cerrutti Costa: “…el destacamento policial que estaba bien reforzado, incluso se encontraba presente la agrupación que dos días antes se había enfrentado con los obreros de Santa Lucía, no mantuvo en su conducción la serenidad que requería el caso. En un estado de nerviosidad impropio al ámbito policial y seguramente con precisas instrucciones de represión, no dio tiempo a la delegación a que se aproximara a la comisaría.” Los manifestantes fueron dispersados. Sin embargo la policía continuó su ataque, avanzando
hacia el sindicato, tirando gases hacia el interior donde se encontraban niños y mujeres, entre ellas Hilda Guerrero de Molina.42
Hilda, junto a otras mujeres, había estado cuidando el fuego encendido en la sede del sindicato de Bella Vista. Allí habían calentado mate cocido y preparado los sándwiches que fueron repartidos entre los trabajadores y los niños.
Julio Lescano prosigue su relato:

“A la 1 de la tarde me dicen: ‘che, los de Fote están por asaltar la comisaria’. Nos vamos con un grupo de muchachos, llegamos y era cierto, había como 20 de San José. La policía ya había puesto una barricada, me cruzo y hablo con el comisario…
Los llevamos a esa gente del San José adentro del sindicato y les digo: ‘les pido por favor dejen de macanear, es la última vez, les pido por favor’. Llega otra delegación ya había mucha gente y entramos adentro del local de sindicato y de golpe y porrazo entra una mujer corriendo y gritando: ‘le están pegando al Negro Mayul’ (el Negro Mayul era el arquero de Bella Vista). Lo tenían en la puerta del sindicato pegándole con una itaca, 6 policías de infantería que habían mandado de refuerzo de Tucumán; habían venido como 70 tipos, entre ellos esta Cervando… De golpe: ‘pum, pum, pum’, los gases lacrimógenos por la ventana, estaba lleno de mujeres y chicos ¡Era un pandemonio adentro del local!
Y empezamos a sacar a la gente por el fondo a las mujeres. Y le digo yo a Hilda, ‘Hilda anda por acá, allá vas a hallar la plaza, corre para el lado del cerro, ahí escóndete, ahí nadie te va tocar, métanse en la escuela, ándate con todas las mujeres, ¡anda, raja!’. Se van y nosotros entretenemos a la policía afuera, les damos lugar a que salgan todas las mujeres que había adentro del local y se van.
Y salimos y empieza la batalla campal ahí frente del local del sindicato, nosotros sin nada, con manos limpia y ellos con balas de goma, con gases, y garrotazo. (…) Llegamos a la esquina de la municipalidad y había más o menos 30 policías de infantería, todos calzados (…) me pongo atrás del monumento de la Madre –que todavía está en la plaza-conjuntamente con tres dirigentes, uno era el hermano de Atilio. En la esquina había unos árboles chicos y veo que una mujer saca la cabeza de atrás del árbol y la veo que da vuelta así y cae…
Nos vamos corriendo ¡era la Hilda! Ahí cuando ella ha sacado la cabeza parece que el rebote de la bala le ha entrado. Entonces vamos corriendo, la hemos levantando, iba corriendo la hermana y otro muchacho más. Hemos tardado 2 minutos hasta el hospital (…) la ponemos la camilla…
‘Ya está con muerte cerebral’, dijo el médico.”43

Por su parte, Hugo Santillán describe que:

“Tipo 11 no llegaban los demás, nos anoticiamos que el Ejército y la policía los había hecho volver a los que venían en caravana. Entonces tipo 2 de la tarde se originan los pequeños enfrentamientos con la policía. Nos azuzaban, es decir, nos provocaban. Entonces nosotros, por indicación de Atilio y de la Comisión Directiva, nos quedamos en el molde.
Después cuando empezó a llegar la gente a Bella Vista ya éramos muchos y nos tiraron gases. Entonces nos desparramamos, nos fuimos atrás del sindicato, ahí estaba un grupo con Laureano Andrada que era dirigente del sindicato, Víctor Manuel Ocaranza que era del sindicato, Julio Lescano, y yo, había un grupo como de 30 - 40 personas. Y vino la policía le pegó a uno de los compañeros y ahí reaccionamos nosotros, y se armó la pelea.
Cuando nosotros los llevábamos ya en retirada a ellos, uno de apellido Figueroa sacó el arma y nos hizo el disparo, nos tiró a nosotros porque evidentemente pasó, cortó la hoja y los gajos de los naranjos, tiró a la cabeza (…) la bala pasó y fue a incrustarse en la cabeza de Hilda Guerrero de Molina en la vereda de la escuela García Fernández que está al otro lado de la plaza.
Después intervino el Juez. El Juez los hace poner en el patio de la comisaria a todos los policías actuantes y ahí Víctor Manuel Ocaranza y Laureano Andrada lo señalan al policía que había tirado, y después siguió su curso, no sabemos si ha sido castigado el policía”.
“En ese momento había hondas, y la mayoría era a puño limpio. Nosotros no íbamos al choque de ninguna especie nosotros íbamos a ir a una marcha en reclamo que se revea la medida que se había tomado con los ingenios…”.44

Así los relatos de Lescano y Santillán, dirigentes del sindicato local y protagonistas presenciales del homicidio, muestran que aunque se habían manifestado aquellas diferencias con los del San José, ellas habían sido zanjadas por ellos mismos con anterioridad a la represión policial. Ambos señalaron también que la bala que mató a Hilda provino de las filas policiales. Por esta razón, la insinuación de la Jefatura de Policía sobre el “confuso episodio” de una pelea entre grupos de trabajadores no fue más que una justificación de su accionar represivo, quedando descartada como explicación de los hechos. En ese mismo sentido, se expresó el día después del crimen FUNTA, advirtiendo que el comunicado policial era falso “…‘ya que en ningún momento iniciaron atropellos los trabajadores, fue la represión policial que atacó y diezmó a los compañeros, que lógicamente reaccionaron al ver caer a (…) Molina’.”45
Desde Buenos Aires, el interventor de la provincia expresó que “…la noticia lo había sorprendido y afectado profundamente, y que atribuía a agitadores extraños al medio los desgraciados episodios que se habían producido.” Por su parte, el interventor interino Lacaze señaló que en el puente Lucas Córdoba se había detenido a unas 35 personas y que “…curiosamente, se había registrado un herido de bala, ya que la policía no utilizó las armas.”46 Las apreciaciones de ambos funcionarios fueron posteriormente refutadas por el sindicato del ingenio La Fronterita, reprochándoles que “…‘aquí los únicos extraños a Tucumán son quienes gobiernan. Ellos son los ocupantes de una provincia invadida (…) que han efectivizado un proceso de hambreamiento y de miseria’.”47
Siguiendo con los sucesos de Bella Vista del día 12, aproximadamente una hora después del disparo a Hilda, a las 16 horas, llegaron algunos dirigentes de FOTIA, entre ellos Atilio Santillán, quien se entrevistó con el comisario Pérez. Luego los trabajadores realizaron una asamblea en la vereda del sindicato, donde armaron una tarima, desde la que hablaron Romano de Bella Vista, Fote de San José y Santillán. “Los oradores se refirieron a la crisis azucarera y a los últimos acontecimientos, censurando severamente la actitud de la policía y responsabilizando por los hechos al gobierno de la provincia.”48 Cabe advertir que el escenario compartido entre Fote y Santillán una hora después del desencadenamiento de la represión mostraba a las claras que la misma no fue dirigida a evitar un conflicto entre dos sectores de sindicalistas como alegó la policía. Más allá de las reales diferencias, en aquel momento frente a la dictadura primó la unidad de acción entre las distintas corrientes del movimiento obrero tucumano.
Mientras se llevaba a cabo aquel acto moría Hilda durante la intervención quirúrgica de emergencia que le practicaban en el Hospital Padilla de San Miguel de Tucumán, alrededor de las 17.40 horas.49
A las 18.30 horas había llegado a Bella Vista el Juez de Instrucción de feria, León Lohezic. Ante él y el jefe policial Pérez, se presentaron a dar testimonio los dirigentes gremiales Víctor Ocaranza, Laureano Andrada, Pedro Camut, Hugo Santillán y Antenor Díaz. Por orden de Pérez, los agentes que actuaron en los hechos se formaron delante de ellos. Ocaranza y Andrada coincidieron en responsabilizar a un oficial de la Guardia de Infantería, de apellido Figueroa. Por su parte, Camut señaló que los policías de apellidos Almaraz y Gómez incitaban a sus com- pañeros para que dispararan sobre los manifestantes. El Juez dispuso que se detenga a Figueroa.50
Asimismo el diario La Gaceta señaló que cuando el cronista preguntaba a los obreros en qué circunstancias había sido herida Hilda, su hermano “…casi a los gritos y dominado por la
emoción, dijo: ‘La mataron porque reclamaba como tantas otras mujeres de los trabajadores azucareros, porque pedía que se pague a los hombres para que puedan dar de comer a sus hijos... Fue un asesinato’.” Otro trabajador, Juan Bautista Nieva, tenía la camisa manchada con sangre y comentaba “…‘Los policías cargaron contra nosotros vandálicamente. No respetaron ni a las mujeres ni a los niños. Nos llenaron de gases y luego nos dispararon. Vi caer a la señora y me acerqué’.”51
El día posterior al asesinato, la FOTIA puntualizaba a través de una declaración, firmada por Miguel Soria, que el día 10 de enero en el ingenio Santa Lucía, “…la señora de Molina (…) portaba una bandera durante la manifestación. (…) ‘la policía trato de arrebatarle la bandera, pero no pudo’.” La declaración señalaba que “…en Bella Vista, la señora de Molina fue reconocida y que ‘la pistola de un policía apuntó a la cabeza de la abanderada a quien no pudiera arrancar la insignia nacional dos días antes’, cayendo entonces muerta”. Finalmente, la Federación denunciaba que aquel disparo no había sido casual sino dirigido deliberadamente contra Hilda, a quien consideraba “mártir”.52
El hijo mayor de los Molina también había estado presente aquel 12 de enero y relacionó igualmente el asesinato de su madre con los acontecimientos del día previo en Santa Lucía donde también le habían pegado. Juan Molina declaró: “Mi madre (…) había sido herida, golpeada con un palo por un policía en el ingenio Santa Lucía para arrebatarle una bandera…”. El autor del crimen había sido reconocido: Gabriel Felipe Figueroa, y su nombre se había dado a conocer públicamente pues dos dirigentes del ingenio Bella Vista lo identificaron como el autor material del crimen. Juan concluyó: “Es como si la hubieran tenido signada, marcada ya, y de ahí que no es un accidente en el cual los policías se hayan defendido de obreros que los atacaban con piedras, palos y otras cosas, fue un crimen alevoso como si se hubiera marcado a la persona…”.53 Por su parte, su hija Paloma Guerrero afirmó “Mi abuela tenía miedo, mi mamá estaba marcada, amenazada por la policía porque en las manifestaciones era la que más gritaba, nunca faltaba, vivía en el sindicato y en las ollas populares…”.54
Los llamados “incidentes”, es decir, la abierta represión policial, ocurrieron en distintos lugares de la provincia. La revista Última Línea señalaba sobre la planificación de las operaciones represivas: “Ya el 9, mientras FOTIA pedía la revisión total de la política azucarera, Gastón Lacaze y el jefe de policía preparaban una represión juzgada inevitable. El saldo: un muerto, varios heridos, actos públicos obreros que, siguiendo la táctica de los viet-congs, estremecen la provincia entera, un día aquí, otro allá.”55
Como se recordará, un propósito del paro del 12 de enero era desarrollar una marcha con destino final en la Capital de Tucumán. Para ello se habían dispuesto puntos de encuentro. Uno en Bella Vista, para los obreros que venían desde el sur y el otro punto era en el ingenio Concepción, el más importante de la provincia tanto por la cantidad de mano de obra que empleaba como por los volúmenes de producción. En ese sentido, que se haya elegido este ingenio como punto de encuentro, a escasos kilómetros de la Capital, demuestra la unidad de los obreros azucareros y la solidaridad de los trabajadores que mantenían sus fuentes de trabajo con aquellos que la habían perdido –como los obreros del Santa Lucía- o quienes veían peligrar su fuente de trabajo –como los trabajadores del Bella Vista-.56
Precisamente uno de los objetivos de la dictadura era evitar, a cualquier costo, aquella confluencia de los obreros azucareros en San Miguel de Tucumán, y no se dudó en utilizar una represión brutal que implicó el asesinato de Hilda Guerrero de Molina.
En el ingenio Concepción ese mismo 12 de enero se realizó una asamblea obrera a las 19 horas. Los obreros decidieron continuar con lo planificado, emprendiendo la marcha rumbo a la Capital. Según la policía los manifestantes eran 150. Por su parte los dirigentes sindicales señalaron que eran más de 2.000 trabajadores.
Cuando los obreros llegaron al puente Lucas Córdoba, en esos momentos único acceso que comunicaba la Banda del Río Salí con San Miguel, se encontraron con los policías de infantería y de la montada, quienes ordenaron que retornaran a sus hogares. Allí los obreros entonaron el Himno Nacional y los policías dispararon con gases lacrimógenos, logrando finalmente dispersar a los trabajadores. La policía detuvo a unos 25 trabajadores que fueron llevados a la comisaría.57

Rebelión en Bella Vista: La primera “pueblada” a la dictadura de Onganía

Un elemento poco señalado en los diarios locales y en las reconstrucciones posteriores fue lo ocurrido en Bella Vista después del crimen. Allí los obreros y demás pobladores continuaron manifestando su profundo descontento y repudio ante el asesinato de Hilda Guerrero y también en contra de la política de la dictadura que pretendía cerrarles el ingenio, dejándolos sin su principal fuente de trabajo. Así, el asesinato de aquella mujer lejos de calmar los ánimos sirvió como aliciente para la protesta.
En ese sentido, Julio Lescano relata que después del acto realizado en el sindicato:

“Toda la noche hubo peleas en las calles, la policía con la gente nuestra; y eso que a la gente nuestra le hemos pedido que se calme pero la gente estaba enloquecida, han volcado tres autos de la policía, tiraban de esos miguelitos…
Era gente obrera que salió, gente pobre que había visto lo que había hecho la policía, porque la policía ha estado terriblemente pero la gente ha estado bien… Y de ahí ha terminado, gracias a Dios ha terminado.” 58

Cerrutti Costa señaló refiriéndose a la represión en la que murió Hilda: “Ese no fue el final de la batalla. Heridos de rabia y de impotencia los hombres, las mujeres y los niños, acribillaron con piedras y con trozos de hierro a la policía exacerbada.” La policía tuvo que retroceder hacía la comisaría “…se encerró en la misma como en una fortaleza, y durante 10 horas el pueblo perteneció íntegramente a los trabajadores.” El mismo hecho fue señalado por María Seoane “La multitud, enardecida, cargó nuevamente contra las fuerzas represivas, obligándolas a refugiarse en el local policial. Bella Vista quedó, por horas, en manos de la gente.” De modo similar Gregorio Levenson y Ernesto Jauretche indican que luego del asesinato “…la lucha continuaba en la zona, que por un lapso de diez horas estuvo en control total de los manifestantes.”59
Así la represión policial a la marcha que se preparaba en medio de la huelga obrera y el posterior asesinato dieron lugar a la primera “pueblada” en Tucumán desde la instauración de la dictadura de Onganía. Los trabajadores junto a un sector de la población de Bella Vista se rebelaron y enfrentaron durante horas a la represión policial y en ella a los planes de la
dictadura. Entonces, no se trató solamente de una lucha económica en defensa de las fuentes de trabajos sino que ésta se transformó en una rebelión, que al enfrentar abiertamente a las fuerzas policiales (llegando inclusive a rebasarlas por algunas horas), cuestionó abiertamente a la política dictatorial, al tiempo que recibiría múltiples solidaridades. A partir de allí, esa modalidad se repetiría a lo largo del período, siendo la de mayor envergadura en Tucumán la rebelión en la localidad de Villa Quinteros en abril de 1969 y luego los Tucumanazos.60
Luego de estos hechos la FOTIA resolvió extender un día más la huelga y declaró “…duelo para toda la familia azucarera’.” La Federación obrera acusaba al gobierno por haber prohibido, contra las leyes, toda clase de manifestaciones obreras, incluso las asambleas “…‘con el propósito de sembrar el desorden, el caos y la violencia en Tucumán’.” Ello había quedado demostrado en los sucesos del 12 de enero. “Sin ninguna causa, sin una sola provocación (…) en Bella Vista y en la Banda del Río Salí la policía ha baleado a los trabajadores…”. Por ello concluía: “…‘El crimen premeditado, que fue anunciado sádicamente con gran anticipación, no podrá impedir que los trabajadores azucareros cumplamos con la responsabilidad de crear las condiciones para una vida mejor, con plena ocupación y permitiendo que la República se realice en plenitud, sin concepciones pretorianas y dictatoriales para el manejo de la cosa pública’.”61
Por su parte el sindicato del ingenio Bella Vista, repudió la represión, señalando:“…‘mientras se desarrollaba en nuestro sindicato una pacífica asamblea, con intervención de afiliados de varios sindicatos azucareros, fuimos víctima de un atropello policial incalificable. Fuerzas policiales (…) con armas largas y gases lacrimógenos, atacaron a la multitud reunida para considerar los graves problemas que afectan a todos los trabajadores azucareros y para reclamar inmediatas soluciones concretas.” También denunciaba el ataque policial al sindicato destruyendo muebles, máquinas de escribir y diversos útiles, “...al extremo de que podemos afirmar que nuestro sindicato fue materialmente destruido por la acción policial.”62
Cabe tener presente que el asesinato de Hilda ocurrió en la zona del ingenio del que era originario Atilio Santillán tanto como trabajador como luego en su condición de secretario general del sindicato, y los hechos ocurrieron precisamente en el momento en que la conducción de la FOTIA había tomado posición en el plenario de principio de enero de forma unánime en contra de las políticas de la dictadura, a contracorriente de la posición mayoritaria del movimiento sindical a escala nacional. Por todo ello es factible considerar que la alevosía con que fue llevada a cabo la represión, el asesinato de Hilda Guerrero y los posteriores destrozos al local del sindicato de Bella Vista no fueron una contingencia sino un claro mensaje político a la conducción de la FOTIA y en especial a Santillán.
Balanceando la organización de aquella jornada de lucha, tiempo después el Partido Revolucionario del Pueblo (PRT) destacaba que había tenido un significativo protagonismo la comisión de movilización de la FOTIA. Según el PRT luego de varias discusiones en el seno de la Comisión Directiva de la FOTIA se había logrado un plan de lucha con actos y asambleas por cada fábrica o surco. “Era lo que llamábamos una etapa de calentamiento porque no había, por la crisis y por el receso, ninguna posibilidad de herir económicamente a la patronal y al gobierno.” El PRT destacaba que sus militantes habían ido preparados para enfrentar y resistir a las fuerzas represivas con hondas y cócteles y que luego los trabajadores “…enardecidos por la muerte de una compañera, frenaron a los policías locales y los hicieron replegarse hasta la comisaría, quedando prácticamente en manos del movimiento obrero la ciudad y todas sus instituciones por unas horas.” Además, en Concepción también había habido intentos de rechazar la represión y tiroteos, “…impulsados también por gente de nuestro equipo político.”63 Como se puede observar tampoco el PRT mencionaba como supuesto origen de la represión aquella confrontación entre los dirigentes del ingenio San José con los dirigentes peronistas del
Bella Vista.
Frente a la magnitud de la represión, el propio secretariado de la CGT nacional se vio presionado a realizar una sesión extraordinaria. Allí se resolvió condenar públicamente la brutal agresión policial pidiendo el esclarecimiento de los hechos. De todos modos la central obrera no pasó a la acción, quedándose nuevamente en el terreno verbal. Así el órgano oficial de la CGT señalaba: “Los trabajadores argentinos tienen otro mártir; se lo brindó la intemperancia policial en una reacción absurda. Mejor: fue el desquicio económico de una provincia principalísima lo que originó el drama sangriento que conmovió al país por su injusticia.” “Hilda Guerrero de Molina se constituyó, así, en síntesis de las contradicciones de este gobierno; y de los gobiernos que de tal manera administraron los intereses de Tucumán, que paradojalmente transformaron su industria básica en la directa causa de su derrumbe.” “Tucumán es el polvorín argentino. Lo dicen todos a diario. Hay que detener la explosión con medidas sensatas. ¡Y a tiempo!”.64
La dirección de la CGT continuaba manteniéndose expectante ante la dictadura aún luego de la feroz represión desplegada contra el movimiento obrero tucumano. Sin embargo la resistencia a los planes de “racionalización” económica prontamente se generalizaría por todo el país.
La dictadura no había escatimado recursos para cumplir su cometido de aplacar la protesta en los pueblos azucareros tucumanos. El movimiento sindical azucarero, luego de unos meses de oscilación entre expectativas y medidas de luchas –como los paros de octubre y de diciembre de 1966-, retomó la pelea en defensa de las fuentes de trabajo. La lucha obrera y el asesinato ocurridos en Tucumán despertaron la solidaridad de amplios sectores y ese movimiento se convirtió en uno de los procesos de lucha obrera que tempranamente alimentó la oposición a la dictadura.65
El 13 de enero, día posterior del asesinato de Hilda Guerrero de Molina y de la pueblada en Bella Vista, fue un día de paro y duelo para FOTIA y FUNTA. Se adhirieron ambas CGT Regionales, obreros gastronómicos, empleados de la carne y centros estudiantiles. La FUNTA en asamblea había decidido solicitar el inmediato relevo del gobernador Aliaga García y el jefe de policía, teniente coronel Mario Alberto Mazza.
Hilda Guerrero de Molina fue velada en su casa de Santa Lucía. Una de las coronas llevaba el nombre de Juan Domingo Perón. La crónica del diario La Gaceta describía: “Compungidos rostros campesinos desfilaron ayer por la casa mortuoria. Hasta allí había sido trasladada la ‘olla popular’ que desde mediados de diciembre del año pasado funcionaba en esa población.”66 En un cortejo fúnebre de 7 kilómetros una gran multitud acompañó el féretro cubierto con una bandera argentina hasta el cementerio de Acheral. El gobierno reconoció que en la manifestación había alrededor de 2.500 personas.67 La columna estuvo integrada por dirigentes de la FOTIA, FUNTA, CGT, trabajadores, estudiantes, mujeres y niños. Durante el acto no se produjeron incidentes “…pero un clima tenso se vivió cuando el cortejo pasó frente al local de la comisaría...”.68
La FUNTA “…dispuso además que en los edificios de los sindicatos permanezca izada a media asta la bandera nacional y que a las 10, mientras se efectúe el sepelio (…) los pitos de todas las fábricas azucareras del país sean accionados durante cinco minutos, en señal de adhesión al duelo.”69 Así el ulular de las sirenas que cotidianamente era signo de trabajo y vida,
se convirtió en esa ocasión según los testimonios en un signo de duelo y de lamento colectivo que resonó en los ingenios de todo el país.
El crimen de Hilda Guerrero de Molina quedó impune. El mismo día del entierro la Jefatura de Policía en un comunicado explicó que aunque Gabriel Felipe Figueroa había sido individualizado por dos testigos como el autor del crimen de Hilda, éste no se encontraba en esos momentos en la escena del crimen. Por su parte, Paloma, hija de Hilda, tiempo después, señaló que nunca se investigó el asesinato de su madre.70

Un epílogo: La familia de Hilda Guerrero de Molina, el cierre del ingenio Santa Lucía, crisis y Centros Clandestinos de Detención

La represión de la policía en los homenajes posteriores a Hilda fue recurrente y se manifestó prontamente.71 Por otra parte, la figura de Hilda trascendió los límites provinciales. Así, en 1969 se fundó en la ciudad de Córdoba un Centro de Estudios denominado “Hilda Guerrero”. Los integrantes de aquel grupo justificaron la elección de ese nombre, explicando que: “Ella resume lo que queremos. Ella que es un mártir de la Liberación, nos recordará a todos los que dieron su vida, su sangre por el Hombre. Desde Camilo al Che, sin olvidar a nadie. Ella, ésta mujer simple y solidaria; ella, cuya sangre y carne están ya fundida con la tierra de la patria, nos señalará el arduo camino. Ella será nuestro distintivo y nuestro símbolo”. También la socióloga Ana Julia Ramírez señala: “Hilda Guerrero de Molina será considerada una mártir por las fuerzas revolucionarias que pocos años más tarde se lanzan de lleno la lucha armada. Ya en 1970 un Comando con su nombre, presumiblemente vinculado al ERP, realiza algunas operaciones importantes en Tucumán.” De todos modos, resulta necesario advertir que la figura de Hilda Guerrero de Molina no fue una referencia solo para las “fuerzas revolucionarias” sino que fue enarbolada por distintas corrientes político-ideológicas, desde las diversas variantes del peronismo hasta la izquierda revolucionaria. La figura de Hilda Guerrero de Molina se transformó en realidad en el ejemplo de la lucha obrera y antidictatorial de ese período.72
La muerte de Hilda Guerrero de Molina generó un daño irreparable a su familia. Su segunda hija, Paloma Molina relata: “…Lo malo de la muerte de mi mamá es que se desarmó mi familia. Al mes mi papá consigue trabajo en la ciudad y se va, mi hermano Pichín consigue
trabajo en Concepción y se va de la casa. Venían sábado y domingo, el lunes se iban. A los seis meses mi abuela que vivía con nosotros se muere y quedo yo como jefa del hogar. Yo de dieciséis, mi hermana de seis y el más chico de cinco años. Mis hermanos se van a vivir con mi papá que se había vuelto a casar. No teníamos plata, yo quería estudiar algo, así al otro año opto por venir a vivir a Buenos Aires. Aquí tenía trabajo y podía estudiar de noche el secundario.”73
Por su parte el hijo mayor de Hilda, Juan Andrés “Pichín” Molina, había protagonizado los hechos en los que las fuerzas dictatoriales asesinaron a su madre y que lo marcarían de por vida. Un año y medio más tarde, Juan Molina en un testimonio subrayaba que las alternativas planteadas por la dictadura para los obreros que se habían quedado sin trabajo eran insuficientes. Ello era parte, entendía, de “…un proceso caduco, un proceso miserable, en el cual el obrero no gana lo que tiene que ganar ni gana lo que trabaja. La única salida, la salida verdadera, lo digo como obrero, como revolucionario, como argentino, es que el pueblo se levante en armas, ya que acá no hay otra solución. Ya hemos arreglado con numerosos compañeros, no sólo de este ingenio sino de muchos ingenios que hay que levantarse en armas, ya sin mártires, ya sin héroes, ya por una causa, una causa de dignidad humana: la recuperación de nuestros derechos sociales, la recuperación de nuestros ingenios, y de una vez por todas la liberación.”74 Juan Molina al igual que otros jóvenes, pasaría del peronismo al PRT-El Combatiente liderado por Mario Roberto Santucho y organizador del ERP. Durante la siguiente dictadura, Pichín sería secuestrado y desaparecido el 29 de junio de 1976, a los 27 años de edad.75
Los hechos de la resistencia antidictatorial en Tucumán en este período en conjunción con los cierres de ingenios y sus secuelas de desocupación y éxodo fueron el escenario social en el que germinaron diversos fenómenos políticos colectivos: por un lado una reactivación de la histórica identidad peronista de importantes sectores obreros. Por el otro lado un proceso de radicalización hacia la izquierda, particularmente de sectores juveniles.76 Así es preciso indagar en la experiencia social de los años previos y posteriores del golpe de 1966 para comprender de un modo más profundo el proceso político tucumano de los años siguientes.
Finalmente, el ingenio Santa Lucía cerró para siempre en agosto de 1968. La clausura del ingenio significó la pérdida de puestos de trabajo para los más de 3.000 trabajadores que habían sido empleados en época de zafra: 150 empleados, 1.000 obreros de fábrica y 2.000 de campo. La mayoría de esos trabajadores procedían de los 10.000 habitantes que poblaban entonces Santa Lucía y Acheral. Cuatro años después del cierre, en 1972, representantes de la comunidad de Santa Lucía estimaban que la mano de obra se había reducido a 325 obreros permanentes que trabajaban en una finca cañera –una de las más importantes de la provincia-, 615 que operaban transitoriamente, 65 que empleaba la empresa Alcogas y 15 ocupados en una cooperativa que explotaba un aserradero.77
De ese modo, en Santa Lucía, dos tercios de los trabajadores que habían sido empleados en 1965 perdieron sus puestos de trabajo en 1972. Esta disminución en los niveles de empleo se manifestó más agudamente entre los obreros del surco cuyos empleos se vieron reducidos a más de la mitad de los de 1965. Estos números aportan nuevos elementos para comprender la falacia del “Operativo Tucumán” en la creación de nuevas industrias y en la generación de puestos de trabajo en los pueblos afectados por el cierre de los ingenios azucareros y, a su vez, muestran el
impacto de la crisis económica y social que se vivió en estas localidades.
Tiempo después, en febrero de 1975, Tucumán sufrió una nueva intervención militar con el “Operativo Independencia” a través del decreto N°261/75 firmado por la presidenta María Estela Martínez de Perón, que permitió el despliegue del Ejército en la provincia luego de la instalación de la “Compañía Ramón Rosa Jiménez” del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En ese período las instalaciones del ex ingenio fueron utilizadas como base militar. En los sótanos, construidos a fines del siglo XIX, funcionó un Centro Clandestino de Detención por el que pasaron una importante cantidad de personas, entre ellos obreros azucareros.78
Por otra parte, producto de la lucha se impidió el cierre del ingenio Bella Vista. A principios de los ’70 el mismo fue parte de la Compañía Nacional Azucarera Sociedad Anónima (CONASA) hasta su privatización en 1979 quedando en manos del grupo Minetti hasta nuestros días. Cabe advertir que también en el ingenio Bella Vista actuaron las fuerzas represivas durante la última dictadura, como consta en los relatos de obreros y también en el informe elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), publicado por primera vez en 1984.79
Por su parte el recorrido de Hilda Guerrero de Molina condensó en su figura la emergencia de la lucha popular antidictatorial y el papel de las mujeres ante la amenaza dramática de la desocupación y el hambre. Hilda peleó en defensa de las fuentes de trabajo y de su propia familia. Su asesinato quedó impune puesto que los verdaderos autores intelectuales y materiales no fueron encarcelados. Pero la dictadura no logró impedir que el repudio a su asesinato y el nombre de Hilda se convirtieran en una referencia nacional.
En la actualidad, en la sede de la FOTIA se exhibe una reproducción del mural realizado en los años ’70 por el artista plástico Efraín Fernando Villa, quien tiempo después será secuestrado-desaparecido durante la última dictadura militar. El mural fue destruido por el Ejército en 1976 durante la intervención de la Federación en el gobierno de facto de Antonio Domingo Bussi. En cierta medida aquel mural se convierte en un testimonio histórico de cómo ocurrieron los acontecimientos en los que fue asesinada Hilda: la escena trascurre en las inmediaciones de un ingenio azucarero en el que se grafica a las fuerzas represivas disparando contra un grupo de personas que se defiende con hondas, enfrentándolos, y en el centro yace una persona que pareciera ser una mujer. En el extremo superior izquierdo del mural se encuentra una foto de Hilda y una leyenda que proclama: “Compañera Hilda Guerrero de Molina, muerta luchando por su clase, su patria y su pan.”80

Reflexiones finales

Las luchas obreras tucumanas constituyen una muestra de oposición temprana a las políticas dictatoriales junto con las de los trabajadores ferroviarios y portuarios, viejos pilares del modelo agro-exportador en la Argentina desde fines del siglo XIX. En el caso de Tucumán el proceso de “racionalización” y modernización del Onganiato con el cierre de ingenios azucareros, abarcaba a la columna vertebral de la economía provincial, afectando por ello a la mayoría de la población. Por esta razón la protesta obrera y popular no podía ser aislada fácilmente.
Uno de los hechos tempranos de resistencia obrera a la dictadura de Onganía más contundentes se desencadenó en Tucumán a partir del plan de lucha que impulsó la FOTIA en enero de 1967. Fue necesario realizar una pormenorizada reconstrucción de estos acontecimientos para demostrar, en primer lugar, que el asesinato de Hilda, a metros del sindicato de Bella Vista, no fue generado por la pelea entre dos grupos de obreros como intentaba descalificar la crónica policial y periodística –tomada posteriormente por algunos investigadores- sino que fue producto de la represión de la dictadura a la huelga y movilización obrera. En segundo lugar, se ha descripto el protagonismo de Hilda en la organización de las ollas populares y en especial de la jornada del día 10 de enero, dos días antes de su asesinato, demostrando su activa participación en las manifestaciones, razón por la que se mantienen las sospechas de que la bala que salió de las filas policiales y le pegó en la frente habría sido dirigida a ella.
La apretada geografía provincial permitía la estrecha interconexión entre los distintos conflictos sociales, entre el ámbito rural y el urbano. Así, los obreros intentaron llegar a San Miguel de Tucumán unos desde el sur de la provincia, concentrándose en el sindicato de Bella Vista, ingenio amenazado de cierre por Onganía, tierra de Atilio Santillán, y otros desde el noreste, reunidos en el sindicato del ingenio Concepción, el más importante de la provincia. La estrategia obrera de llegar a la Capital de la provincia ya había sido utilizada por los obreros azucareros en varias oportunidades con distinta suerte, desde el 17 de octubre de 1945 hasta las marchas de los años ’60 previas al Onganiato. Converger en San Miguel de Tucumán, lugar de residencia del poder económico y político de la provincia, significaba desocultar las penurias que en el interior quedaban relegadas y, más aún, la posibilidad del empalme de la protesta obrera con otros sectores sociales en lucha, como el movimiento estudiantil y los docentes nucleados en el gremio de ATEP. La posibilidad de protagonismo de los obreros y la confluencia popular fue lo que la dictadura se propuso evitar, costara lo que costara, hasta la vida de una mujer, precisamente la vida de una mujer como Hilda Guerrero de Molina - miembro de la rama femenina del peronismo y esposa de un “ex” obrero azucarero-, que ya se había enfrentado anteriormente a las fuerzas represivas.
La historia de la familia de Hilda resume la historia de muchas familias argentinas del período. Sucesivas políticas represivas antipopulares y antinacionales impulsaron a muchos de sus integrantes, especialmente los más jóvenes, a la rebelión, canalizándola a través de distintas alternativas desde el peronismo combativo hasta la izquierda revolucionaria, en su vía guerrillera o en su perspectiva insurreccional. Sobre ellos el Estado descargó todo el peso del aparato represivo.
Las consecuencias del asesinato de Hilda fueron particularmente puestas de manifiesto en este trabajo, debido a que ello generó un estallido sin precedentes en la localidad de Bella Vista, convirtiéndose en una de las primeras rebeliones obreras y populares a la dictadura de Onganía. En ese momento, la lucha obrera por las reivindicaciones económicas en defensa de las fuentes
de trabajo se transformó en una lucha en contra de la política represiva y antipopular del gobierno, elevándose en una lucha masiva y antidictatorial. Ese viraje de la FOTIA fue a contracorriente de la posición adoptada por las cúpulas cegetistas a escala nacional que aún fomentaban expectativas en la dictadura y desmentía aquellas ilusiones. En Tucumán se fue formando un frente anti-dictatorial con distintas tendencias políticas, una confluencia de diferentes sectores sociales en las calles, en los reclamos tácticos y logrando a veces unidades programáticas.
Este caso de oposición temprana a la dictadura aporta mayores elementos que completan una cronología sobre las luchas populares durante la dictadura de la “Revolución Argentina”. Así, en un contexto de repliegue de las luchas obreras a nivel nacional, dos años antes del Cordobazo de mayo de 1969, se produjo en enero de 1967 en Tucumán la primera pueblada contra el régimen de Onganía. Este hecho de rebelión protagonizado por la clase obrera y demás sectores populares abonó a los estallidos sociales posteriores como el Cordobazo. Esos levantamientos populares del ‘69 implicaron una nueva etapa y un salto cualitativo en la conformación de un amplio frente social antidictatorial, iniciándose un auge generalizado de luchas que, aunque sinuosamente y a través de distintos períodos, fue adquiriendo cada vez mayores proporciones.

Notas

1 Este artículo, con modificaciones, es parte de mi tesis doctoral titulada “Las luchas obreras tucumanas durante la autodenominada Revolución Argentina (1966-1973)”, defendida en la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 17 de marzo de 2015. Se agradece especialmente los comentarios y sugerencias de los/las evaluadores de la revista Trabajo y Sociedad.

2 Un análisis sobre los resultados de la política de “racionalización” económica de la “Revolución Argentina” en la estructura económica de la provincia, haciendo especial referencia en sus consecuencias para los sectores obreros y los medianos y pequeños productores cañeros, y acerca del “Operativo Tucumán” consultar en Silvia Nassif, “Ni trabajo ni diversificación agro-industrial. El impacto del cierre de los ingenios tucumanos durante la dictadura de la ‘Revolución Argentina’ (1966-1973)”, Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, Centro Interdisciplinarios de Estudios Agrarios, Facultad de Ciencias Económicas, UBA, Nº 43, 2° semestre de 2015, pp. 93-124.

3 “En todos los países del mundo ellos han señalado el camino de la liberación. Fueron masacrados en oscuros calabozos como Felipe Vallese, cayeron asesinados en los ingenios tucumanos, como Hilda Guerrero.” CGT de los Argentinos, Mensaje a los trabajadores y el pueblo, Programa del 1º de Mayo, Mayo de 1968.

4 En 1968, un año después del crimen, el abogado Luis Cerrutti Costa, asesor legal de las organizaciones gremiales de los azucareros, elaboró una somera crónica que aporta nuevos elementos, indicando el accionar represivo de la policía, ver Luis B. Cerrutti Costa, Tucumán. Argentina. Latinoamérica, Buenos Aires, Ed. Estuario, 1968. En ese mismo sentido, se menciona sucintamente el hecho en Gregorio Levenson y Ernesto Jauretche, Héroes. Historias de la Argentina revolucionaria, Colihue, 1998.

5 Para la conceptualización de estos hechos partimos de los aportes de Beba Balve y otros, Lucha de calles, lucha de clases, Buenos Aires, Ediciones La Rosa Blindada, 1973; Nicolás Iñigo Carrera, “Algunos instrumentos para el análisis de las luchas populares en la historia reciente”, en Margarita López Maya y otros (comps.), Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina, Buenos Aires, CLACSO, 2008, pp. 77-94. En cuanto a la caracterización de las puebladas nos apoyamos en el trabajo de Rubén Laufer y Claudio Spiguel, en el que si bien analizan principalmente el Santiagueñazo de 1993, realizan a su vez un análisis histórico de las puebladas desde las décadas de los ’60 y ’70: Rubén Laufer y Claudio Spiguel, “Las ‘puebladas’ argentinas a partir del ‘santiagueñazo’ de 1993. Tradición histórica y nuevas formas de lucha”, en Margarita López Maya, Lucha popular, democracia, neoliberalismo: protesta popular en América Latina en los años de ajuste, Caracas, Universidad Central de Venezuela/Nueva Sociedad, 1999, pp.15-43.

6 Una breve síntesis sobre algunos aspectos de la metodología de investigación vinculada a la utilización de la historia oral en el análisis del movimiento obrero en los años ’60 y ’70 en Tucumán consultar en Silvia Nassif, “El aporte de la historia oral al conocimiento científico. Reflexiones a partir de una investigación sobre el movimiento obrero tucumano en los años ’60 y ’70”, Historia, Voces y Memoria, Revista del Programa de Historia Oral, Instituto Interdisciplinario de Estudios e Investigaciones de América Latina (INDEAL), Filosofía y Letras de la UBA, Nº 9, 2016, pp. 33-40

7 Cabe recordar que el 28 de junio Perón le había concedido una entrevista al enviado especial de Primera Plana, en la que el líder del peronismo expresó sus expectativas en el golpe, justificándolo por la “corrupción” del gobierno de Illia. La entrevista apareció en la edición especial de Primera Plana, 30 de junio de 1966.

8 Cristianismo y Revolución, octubre-noviembre de 1966. Al momento del golpe Cerrutti Costa era “…un socialcristiano –antes peronista-, que fuera asesor de la Unión Obrera Metalúrgica.” Claudio Panella y Mario R. Gasparri, El Congreso normalizador de la CGT, Buenos Aires, Corregidor, 2008, 12. Tiempo después, se desempeñó como asesor de FUNTA (Frente Único Nacional de Trabajadores Azucareros), participando de las luchas del período. También expuso frente a los obreros en el local de la FOTIA en distintas ocasiones, como por ejemplo durante las “jornadas de solidaridad y soberanía”, organizadas por la CGT de los Argentinos, oportunidad en la que disertó sobre “Los trabajadores y la soberanía nacional”.La Gaceta, 23 de noviembre de 1968. Posteriormente, actuó como coordinador de la Junta Promotora del MAR (Movimiento de Acción Revolucionaria). Cristianismo y Revolución, 1° quincena de julio de 1970.

9 Silvia Sigal, “Crisis y conciencia obrera: la industria azucarera tucumana”, en Revista Latinoamericana de Sociología, Nº2, Buenos Aires, julio 1969, 65. Ver también de la autora, Acción obrera en una situación de crisis: Tucumán 1966-1968, Buenos Aires, Instituto Torcuato Di Tella, Centro de Investigaciones Sociales, 1973, pg. 20.

10 Cabe destacar que la Federación Universitaria del Norte (FUN) apoyó el paro de los trabajadores. La Gaceta, 14 de diciembre de 1966. Según el vespertino Noticias de Tucumán, el paro se había iniciado con la ejecución de varios “atentados terroristas” contra vehículos de transporte en Buenos Aires, constituyéndose además en la primera manifestación de fuerza que afrontaba el gobierno y que contaba “…con el apoyo de todas las organizaciones gremiales que nuclea la central obrera y sus efectos abarcan a un gran sector laboral de esta capital y de Gran Buenos Aires.” Noticias, 14 de diciembre de 1966.

11 La Gaceta, 4 de enero de 1967. Ver también Estudios Sindicales, año 2, Nº 7, 1° quincena de enero 1967. Finalmente, a pesar de las manifestaciones obreras, la firma propietaria del ingenio Los Ralos (Avellaneda–Terán) decidió cerrar la fábrica. Como parte del supuesto plan de la dictadura de radicaciones de nuevas fábricas para reabsorber la mano de obra desocupada, en su lugar se inauguró la hilandería “Textil Escalada”. Sin embargo, la medida resultaba insuficiente. Aquel ingenio azucarero había ocupado en su momento a más de 2.000 personas mientras que en la nueva hilandería trabajaban cerca de 120 obreros. De todos modos la historia no acabó allí ya que al poco tiempo la empresa propietaria de la textil intentó cerrar la hilandería, generando una nueva lucha por parte de los obreros en defensa de la fuente de trabajo.

12 La Gaceta, 4 de enero de 1967.

13 CGT, “Entrevista de la CGT con el Señor Ministro de Economía y Trabajo”, Comunicado de Prensa Nº7/67, 10 de enero de 1967.

14 “Las voces del pueblo: testimonio de Juan Molina, hijo de Hilda Guerrero de Molina, asesinada por la policía Tucumana”, octubre 1968.

15 Entrevista a Josefa del Valle Molina, hija de Hilda Guerrero de Molina, realizada por Silvia Nassif, San Miguel de Tucumán, 3 de agosto de 2013.

16 Noticias, 12 de enero de 1967.

17 La Gaceta, 11 de enero de 1967. Por su parte, FUNTA señaló luego que “…‘piquetes de la policía fuertemente armados, trataron de impedir la pacífica manifestación (…) no obstante los obreros rompieron el cordón policial y realizaron la marcha tal como estaba programada…”. La Gaceta, 12 de enero de 1967.

18 La Gaceta, 11 de enero de 1967. Cabe tener presente que Claudio Ahumada fue secuestrado y desaparecido durante la última dictadura militar el 2 de mayo de 1976. Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación - Secretaría de Derechos Humanos, Listado de víctimas del accionar represivo ilegal del Estado argentino. Víctimas de desaparición forzada y asesinato en hechos ocurridos entre 1966 y 1983.

19 Asimismo el asesor testimoniaba que “…estos episodios se han repetido constantemente en toda la tierra tucumana y también en Jujuy, donde hombres, mujeres y niños han enfrentado con coraje civil y sin más armas que sus manos a las policías bravas que se les han cruzado en el camino.” Luis B. Cerrutti Costa, 1968, pp. 15-18.

20 Testimonio de Paloma Guerrero, 2002, citado en Lucía Mercado, Santa Lucía de Tucumán: La Base, Buenos Aires, edición del autor, 2005, pg. 16.

21 Noticias, 12 de enero de 1967.

22 La Gaceta, 12 de enero de 1967.

23 Noticias, 11 de enero de 1967.

24 La Gaceta, 12 de enero de 1967.

25 La Gaceta, 11 de enero de 1967.

26 Estudios Sindicales, año 2, Nº 8-9, 1° quincena de febrero 1967.

27 La Gaceta, 3 de febrero de 1967.

28 Por su parte “La Policía de la Provincia proporcionó una detallada referencia sobre los alcances tenidos por el paro (…) Indicó, así, que el paro fue total en Aguilares, Bella Vista, Concepción, San José, Santa Lucía, Santa Bárbara, Santa Rosa, Cruz Alta, La Corona, San Pablo, La Fronterita, La Providencia, San Juan y Leales (...) y señala que el personal está de vacaciones en Ñuñorco, Marapa, Amalia y San Ramón.” La Gaceta, 13 de enero de 1967.

29 La Gaceta, 13 de enero de 1967.

30 Testimonio de Jorge Guerrero, 2000, citado en Lucía Mercado, 2005, pg. 14. Cuando se conoció que la ruta estaba bloqueada por vehículos y efectivos policiales: “En medio de la turbación y el desaliento surgió la voz de Hilda: ‘¡Por los cercos! Cortando alambres y atravesando el campo, como en el '45’ (ella era profunda, visceralmente peronista). Y para impedir cualquier vacilación agregó: ‘¡Con los dirigentes a la cabeza o con las cabezas de los dirigentes!’”. Graciela González de Jeger, A boca de jarro. Escritos en el Periódico de Madres y otros textos, Ediciones de Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2010, pg. 115. Una recreación de esta manifestación fue representada en la película dirigida por Gerardo Vallejo, El rigor del destino, 1985.

31 La Gaceta, 14 de enero de 1967.

32 Entrevista a Josefa del Valle Molina, San Miguel de Tucumán, 3 de agosto de 2013.

33 http://www.copenoa.com.ar/La-han-muerto-a-la-Hilda.html [consultado el 19 de abril de 2013]. Por su parte, Berta Argañaraz señala “Yo era de la Rama Femenina, del primer grupo que hicimos con doña Aidé de Aguilar cuando ha venido el General (Perón), 1945, soy la única que queda, la Hilda jovencita andaba con nosotros, aquí ‘se ibamo’ a pedir mercadería a la gente y hacíamos las ollas populares.” Testimonio de Berta Argañaraz, 2004, citado en Lucía Mercado, 2005, pg. 19.

34 Entrevista a Miguel Herrera, ex obrero ferroviario de los Talleres de Tafí Viejo, realizada por Silvia Nassif, Buenos Aires, 31 de julio de 2015.

35 Imágenes de aquellas ollas populares fueron tomadas por el Grupo Cine Liberación en un cortometraje dirigido por Gerardo Vallejo en el que se utiliza una versión del Himno Nacional Argentino rayada hacia el final para musicalizar las imágenes de la olla popular, posiblemente tomadas en la localidad de Los Ralos. En una de las imágenes se muestra un cartel que dice “Olla popular, hambre y miceria en las familias obreras de San Miguel…” (sic.). Gerardo Vallejo, Olla popular, 1966.

36 Entrevista a Julio Lescano, ex obrero de fábrica del ingenio Bella Vista, peronista, realizada por Silvia Nassif y Abel Nassif, Bella Vista - Tucumán, 14 de marzo de 2013. A mediados de los años ’70 Julio Lescano junto a Benito Romano serán elegidos directores obreros de la Compañía Nacional Azucarera Sociedad Anónima (CONASA).

37 Entrevista a Hugo Aldo Santillán, ex obrero de fábrica del ingenio Bella Vista, dirigente del sindicato, militante peronista, hermano de Atilio Santillán, realizada por Silvia Nassif, San Miguel de Tucumán, 19 de marzo de 2013.

38 Según la periodista María Seoane, hasta el propio Mario Roberto Santucho, posterior dirigente máximo del PRT-El Combatiente y el Ejército Revolucionario del Pueblo, había participado de aquella manifestación. Ese hecho lo habría marcado, ya que allí habría escuchado a un sector de la población el pedido de la toma de armas en su propia defensa. María Seoane, Todo o Nada. La historia secreta y la historia pública del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho, Buenos Aires, Plenario, 1991, pg. 97. Sobre la polémica con Atilio Santillán por parte del PRT ver, Ernesto González, (coord.), El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, T. 3, V. 2, Buenos Aires, antídoto, 1999, pp. 151-157.

39 La Gaceta 13 de enero de 1967. Por su parte, Silvia Sigal, 1973, pp. 43-44, utilizando una parte de la información periodística afirma que lo sucedido fue parte de “…una confusión proveniente del choque entre dos grupos de afiliados, se produce una concentración de trabajadores frente a la comisaría local para reclamar la libertad de uno de sus dirigentes supuestamente detenido: el encuentro con las fuerzas policiales deja como saldo varios heridos y un muerto…”.

40 Noticias, 13 de enero de 1967.

41 De modo similar, en la reconstrucción del caso de Hilda realizada por Gregorio Levenson y Ernesto Jauretche, 1998, pg. 33, se indica que “unos obreros fueron detenidos y alojados en la comisaría local. Una delegación numerosa de trabajadores y familiares se acercaron para gestionar su libertad, pero fueron recibidos a golpes y gases, por lo que debieron replegarse y atrincherarse en el sindicato.”

42 Luis B. Cerrutti Costa, 1968, pp. 19-25.

43 Entrevista a Julio Lescano, Bella Vista - Tucumán, 14 de marzo de 2013.

44 Entrevista a Hugo Aldo Santillán, San Miguel de Tucumán, 19 de marzo de 2013.

45 La Gaceta 14 de enero de 1967.

46 La Gaceta, 13 de enero de 1967.

47 La Gaceta, 17 de enero de 1967.

48 La Gaceta, 13 de enero de 1967.

49 Noticias, 12 de enero de 1967. También habían resultado heridos Ramón Graneros de 49 años de Bella Vista, con herida de bala en el costado izquierdo del tórax, José Emilio Suarez de Bella Vista y René Rolando Torres de Santa Lucía. La Gaceta, 13 de enero de 1967.

50 Consultar La Gaceta, 13 de enero de 1967. Allí también el doctor Lohezic habría dispuesto la libertad de los detenidos Díaz y Ramón Vicente Martínez, ambos detenidos durante la represión.

51 La Gaceta, 13 de enero de 1967.

52 La Gaceta, 14 de enero de 1967. Cabe recordar que Miguel Soria, vinculado al PRT, había sido el secretario general del ingenio Concepción hasta fines de diciembre de 1966. Tiempo después, en marzo de 1967, la patronal azucarera aprovechó para despedirlo de la fábrica, pasando a trabajar como empleado de la FOTIA. Pocos días antes del golpe de Estado de 1976, Miguel Soria sería secuestrado de su domicilio, encontrándose desaparecido hasta la actualidad. Secretaría de Derechos Humanos, Listado de víctimas del accionar represivo ilegal del Estado argentino. Víctimas de desaparición forzada y asesinato en hechos ocurridos entre 1966 y 1983.

53 “Las voces del pueblo: testimonio de Juan Molina, hijo de Hilda Guerrero de Molina, asesinada por la policía Tucumana”, octubre 1968.

54 Testimonio de Paloma Guerrero, 2002, citado en Lucía Mercado, 2005, pg. 16.

55 Última Línea, febrero de 1967.

56 Más información sobre el papel desempeñado por el sindicato del ingenio Concepción durante los años ’60 y ’70 consultar en Programa Verdad y Justicia de la Nación, Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad. Represión a trabajadores durante el terrorismo de Estado, Tomo I Buenos Aires, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Infojus, 2015, pp. 46-77.

57 La FOTIA denunció que los dirigentes Benito Romano, Francisco J. Aguirre y otros más habían sido heridos en esos incidentes. Según el relato de Andrés Alvero y César Cabrera ya habían parlamentado con el oficial de la policía a cargo de los efectivos y se había acordado que los trabajadores regresarían a Concepción; sin embargo mientras los dirigentes exhortaban a los obreros a acatar la disposición policial y todos entonaban el himno, fueron salvajemente reprimidos. La Gaceta, 13 de enero de 1967.

58 Entrevista a Julio Lescano, Bella Vista - Tucumán, 14 de marzo de 2013.

59 Gregorio Levenson y Ernesto Jauretche, 1998, pg. 33. Luis B. Cerrutti Costa, 1968, pp. 25-26. María Seoane, 1991, pg. 97,

60 Sobre la pueblada de Villa Quinteros en abril de 1969 y los Tucumanazos de noviembre de 1970 y de junio de 1972 consultar Silvia Nassif, Tucumanazos. Una huella histórica de luchas populares. 1969-1972, Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2012; también Emilio Crenzel, El Tucumanazo, Tucumán, UNT, 1997.

61 Estudios Sindicales, año 2, Nº 7, 1° quincena de enero 1967.

62 La Gaceta, 13 de enero de 1967.

63 Partido Revolucionario de los Trabajadores, “Informe de actividades Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores – PRT, III”, 1967.

64 Confederación General del Trabajo de la República Argentina, Órgano Oficial, quinta época, 16 de febrero de 1967. Estudios Sindicales, año 2, Nº 8-9, primera quincena de febrero 1967.

65 De este modo, estos sucesos permiten entonces matizar el juicio de la socióloga Silvia Sigal en un estudio precursor. Como ya se señaló, la autora indica que el período comprendido entre la huelga de octubre de 1966, “la última huelga exitosa decidida por la FOTIA”, y el paro del 11 de julio de 1968, con escasa participación de los obreros azucareros, constituye la consumación de la crisis en la capacidad de movilización y de la conducción interna de la Federación, paralelamente a la diferenciación de la acción obrera a partir de una línea divisoria entre ingenios que sobrevivieron la crisis y aquellos que debieron cerrar. Silvia Sigal, 1973, pg. 20.

66 La Gaceta, 14 de enero de 1967.

67 Noticias, 15 de enero de 1967

68 La Gaceta, 15 de enero de 1967.

69 La Gaceta, 14 de enero de 1967.

70 Testimonio de Paloma Guerrero, 2002, citado en Lucía Mercado, 2005, pg. 18. Textualmente decía el comunicado: “…‘la Jefatura de policía hace saber a la opinión pública que cuenta con suficientes elementos de prueba para refutar categóricamente la apresurada acusación que se formula, en razón de haberse documentado con toda exactitud el desplazamiento de los efectivos que intervinieron en los sucesos (...) se fundamenta con plena convicción este desmentido dada la circunstancia de que el oficial Figueroa partió desde esta Capital integrando un contingente de refuerzos, recién a las 16.25, lo que demuestra con toda evidencia que mientras esta dotación se encontraba en trayecto y aún no había llegado a destino, la víctima ya ingresaba a las 16.50 en el hospital Padilla, de donde se deduce claramente que los acontecimientos que habían determinado su lamentable fallecimiento, ocurrieron mucho antes de que el oficial Figueroa llegara a Bella Vista.” La Gaceta, 14 de enero de 1967.

71 Por ejemplo, a fines de enero de 1967 luego de que se oficiara una misa ante unas 250 personas en su memoria en la iglesia de La Merced de la Capital de Tucumán auspiciada por la FOTIA, 80 personas marcharon e intentaron atravesar la plaza Independencia para ir a colocar una ofrenda floral en la Casa Histórica. La policía les impidió el paso aduciendo que no tenían permiso; igualmente un pequeño grupo, dirigido por el peronista Ernesto Andina Lizárraga intentó continuar, enfrentándose con la policía montada. La Gaceta, 27 de enero de 1967.

72 Ana Julia Ramírez, “La protesta en la provincia de Tucumán, 1965-1969”, Ponencia presentada en XXVII Lasa International Congress, Montreal, julio 2007, pg. 19. Sobre el Centro de Estudios “Hilda Guerrero” en Córdoba ver Cristianismo y Revolución, junio de 1969. La imagen de Hilda Guerrero de Molina asociada a las luchas contra la política de la dictadura continúa hasta la actualidad, como se pudo apreciar en el acto conmemorativo a cincuenta años de su asesinato, realizado el 12 de enero de 2017 del que participaron pobladores de Santa Lucía y Bella Vista junto a representantes de distintas corrientes políticas del peronismo y de la izquierda. Ver La Gaceta, 13 de enero de 2017. Además su figura fue mencionada en audiovisuales -como el ya mencionado de Gerardo Vallejo-, y también en poemas y en letras de canciones como las elaboradas por Luis Alberto “Lucho” Díaz, Guerrillera del azúcar y, más recientemente, en 2016, por el grupo musical tucumano “La Macheta”, Hilda.

73 Asimismo su hija describe que “…después de la muerte mi papá quemó todos sus documentos, sus papeles, las fotos de mi mamá, los adornos que ella tenía, al diablo con todo. Ninguno de nosotros los hijos tiene una foto de ella, yo no sé cuándo nació.” Testimonio de Paloma Guerrero, citado en Lucía Mercado, 2005, pp. 22-23.

74 “Las voces del pueblo: testimonio de Juan Molina, hijo de Hilda Guerrero de Molina, asesinada por la policía Tucumana”, octubre 1968.

75 Secretaría de Derechos Humanos, Listado de víctimas del accionar represivo ilegal del Estado argentino. Víctimas de desaparición forzada y asesinato en hechos ocurridos entre 1966 y 1983.

76 Respecto a los procesos de radicalización y la denominada “nueva izquierda” ver María Cristina Tortti (dir.), Mauricio Chama y Adrián Celentano, (codires.), La nueva izquierda argentina (1955-1976). Socialismo, peronismo y revolución, Rosario, Prohistoria, 2014.

77 Datos extraídos de un memorial entregado por representantes de la comunidad de Santa Lucía al presidente de facto Alejandro A. Lanusse en su visita a Tucumán, ver La Gaceta, 2 de mayo de 1972.

78 “El lugar había sido descripto por varios sobrevivientes. Y una inspección ocular, en septiembre pasado, había dado cuenta de su existencia, pero nunca se había podido acceder. Hasta que la erosión de la tierra dejó un hueco y la semana pasada se pudo entrar por un acceso alternativo.” Agencia Nacional de Noticias Jurídicas, 6 de junio de 2014. http://infojusnoticias.gov.ar/provinciales/el-centro-clandestino-que-funciono-en-el-sotano-de-una-base-militar-1819.html, [consultado el 18/08/2015]. Sobre la base militar consultar el trabajo de Lucía Mercado, 2005. Acerca de la represión estatal durante el Operativo Independencia ver Artese Matías y Roffinelli Gabriela, “Guerra y genocidio en Tucumán. 1975-1983”, en Inés Izaguirre, Luchas de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina. 1973-1983, Bs. As., Eudeba, 2012, pp. 311-336. También Jemio Ana y Pisani Alejandra, “Las explicaciones sobre el proceso genocida en los discursos de pobladores de Famaillá, Tucumán. 1975-1983”, Historia, Voces y Memoria, Filosofía y Letras-UBA, Bs. As., 2012.

79 Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, Nunca Más: informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, Bs. As., Eudeba, 2013, pg. 218. También, Roberto Núñez, describe en la sección “Carta de Lectores” del diario La Gaceta, que con la llegada del Ejército y el gobierno militar se “…sembró pánico y miedo en los habitantes. Destruyeron el chalet, una reliquia histórica, orgullo de los obreros, al tomarla como base de operaciones militares y cerraron el acceso principal, la avenida del Trabajo, única salida al exterior, dejando a los habitantes en un embudo sin salida, en el barrio El Cuadro. Ochenta y seis familias fueron expulsadas con topadoras como si fueran animales. Estos genocidas destruyeron todo un sistema de trabajo y seguridad social.” La Gaceta, 2 de julio de 2015.

80 En 2014 en Tucumán se inauguró el Museo de la Industria Azucarera en las antiguas instalaciones de la casona del obispo José Eusebio Colombres. En uno de los paneles explicativos se afirma: “Símbolo y mártir de esa lucha es Hilda Guerrero de Molina (…) asesinada por la represión policial en Bella Vista.” El hecho de que los obreros y sus luchas hayan sido mencionados en los paneles del museo generó la indignación de algunas personas. Una parte de la polémica se llevó a cabo a través de las cartas de lectores en La Gaceta, el diario más importante de la provincia. En una de ellas un lector se mostraba molesto, por ejemplo, porque “La labor pionera de Wenceslao Posse queda menoscabada, no hay una sola mención de Alfredo Guzmán, el más grande industrial y mecenas en la historia de la provincia y tal vez de la Argentina… eso sí, hay grandes carteles y fotografías de los líderes obreros y sindicales, desconociendo todo lo que en materia laboral, esos propios industriales que ahora se ignora, consiguieron…”. Consultar la carta de lectores firmada por Félix Alberto Martínez, La Gaceta, 3 de octubre de 2014.

Referencias bibliográficas

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9. Jemio, Ana y Pisani, Alejandra, “Las explicaciones sobre el proceso genocida en los discursos de pobladores de Famaillá, Tucumán. 1975-1983”, Historia, Voces y Memoria, Filosofía y Letras-UBA, Bs. As., 2012.

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Fuentes

Prensa

Agencia Nacional de Noticias Jurídicas

Cristianismo y Revolución

Estudios Sindicales

La Gaceta de Tucumán

Noticias de Tucumán

Primera Plana

Última Línea de Tucumán

Documentos

Confederación General del Trabajo de la República Argentina, Órgano Oficial, quinta época, 16 de febrero de 1967.

CGT de los Argentinos, Mensaje a los trabajadores y el pueblo, Programa del 1º de Mayo, Mayo de 1968.

CGT, “Entrevista de la CGT con el Señor Ministro de Economía y Trabajo”, Comunicado de Prensa Nº7/67, 10 de enero de 1967.

“Las voces del pueblo: testimonio de Juan Molina, hijo de Hilda Guerrero de Molina, asesinada por la policía Tucumana”, octubre 1968.

Partido Revolucionario de los Trabajadores, “Informe de actividades Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores - PRT, III”, 1967.

Audiovisuales

Vallejo, Gerardo, El rigor del destino, 1985.

Vallejo, Gerardo, Olla popular, 1966.

Testimonios orales

Entrevista a Hugo Aldo Santillán, ex obrero de fábrica del ingenio Bella Vista, dirigente del sindicato, militante peronista, hermano de Atilio Santillán, realizada por Silvia Nassif, San Miguel de Tucumán, 19 de marzo de 2013.

Entrevista a Josefa del Valle Molina, hija de Hilda Guerrero de Molina, realizada por Silvia Nassif, San Miguel de Tucumán, 3 de agosto de 2013.

Entrevista a Julio Lescano, ex obrero de fábrica del ingenio Bella Vista, peronista, realizada por Silvia Nassif y Abel Nassif, Bella Vista - Tucumán, 14 de marzo de 2013.

Entrevista a Miguel Herrera, ex obrero ferroviario de los Talleres de Tafí Viejo, realizada por Silvia Nassif, Buenos Aires, 31 de julio de 2015.

Recibido: 21.03.16
Recibido con modificaciones: 01.03.17
Aceptado: 10.03.17  

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