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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.29 Santiago del Estero jun. 2017

 

MUNDOS Y DIMENSIONES RURALES

La serenata Cafayate.“Un regalo para el pueblo” en el proceso de transformación de la fisonomía tradicional

Serenade to Cafayate. “A Gift to the People” ” in the Transformation Process of the Traditional Physiognomy

A serenata para Cafayate.“Um presente para o povo” no processo de transformação da fisionomia tradicional 

 

Andrea Jimena Villagrán* Irene López** 

* Dra. en Antropología, investigadora del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (ICSOH, UNSa-CONICET). ajvillagran@gmail.com
** Dra. en Letras, investigadora del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta - Conseejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (ICSOH, UNSa-CONICET) irenlopez@hotmail.com

 


RESUMEN 

La Serenata Cafayate, que se realiza desde 1974 hasta la actualidad, es abordada en este trabajo como un evento de enorme potencial analítico, en tanto su indagación abre interrogantes de diversa índole y posibilita la exploración de múltiples dimensiones. Éstas remiten al ámbito del trabajo, de las relaciones sociales, de las celebraciones y de los sentidos que el mismo condensa. Teniendo en cuenta la perspectiva ofrecida por la teoría de los intercambios, como también las nociones de hecho social total y variaciones estacionales de M. Mauss [1904-1905(1971)] y [1921(2010)], la Serenata puede ser comprendida -más allá de su carácter festivo y su condición de espectáculo folklórico- como parte de una trama compleja de transformaciones operadas en un contexto de re-estructuración productiva y de organización del trabajo, que impactan en los diversos ámbitos de la vida y, fundamentalmente, en el modo en que se entablan las relaciones entre patrones-propietarios y trabajadores-peones. En el marco de ese proceso se manifiesta el agotamiento de un “sistema tradicional” de relacionamiento y tiene lugar una progresiva redefinición de posiciones sociales a la par de una reconfiguración de roles. El artículo muestra una serie de significativos desplazamientos en el orden social, económico y cultural ya que la Serenata concentra y resignifica un conjunto de prácticas que la anteceden, desarrolladas en ámbitos privados, al interior de las fincas y en espacios propios de las élites, hacia un espacio que va conformándose como público al mismo tiempo que se configura un sujeto colectivo o “pueblo” al cual el espectáculo se destina bajo el sentido de un “regalo”. 

Palabras clave: Evento; Procesos sociales; Patrones y peones; “Regalo” 

ABSTRACT

La Serenata a Cafayate (Serenade to Cafayate), held since 1974 up to this date, is tackled in this work as an event with enormous analytical potential, inasmuch as investigating about it raises different questions and enables the exploration of multiple dimensions. These dimensions refer to the spheres of work, of social relationships, of celebrations, and the senses they concentrate. Taking into consideration the perspective offered by the social exchange theory, as well as the concepts of total social fact and seasonal variation of M. Mauss, the Serenade can be understood -beyond its celebratory and folkloric show nature- as part of a complex structure of transformations occurring in a context of productive restructuring and labor organization which impact on the diverse spheres of life and, mainly, in the way the relationships between employer-landowners and employees-farm worker are established. Within the framework of that process, the exhaustion of a “traditional system” of interrelation becomes evident and a progressive redefinition of social status takes places along with a role reconfiguration. The article shows a series of significant displacements on the social, economic, and cultural orders since the Serenade concentrates and reframes a set of practices which precedes it, developed in private spheres, within the farms and in forums common to the elite, towards a space that is becoming public at the same time that a collective subject, the “people”, is formed. It is for this collective subject that the show is held, in the sense of a “gift”.

Key Words: Event; Social processes; Landowners and farm workers; "Gift"

RESUMO

A Serenata para Cafayate, que se realiza desde 1974 até a atualidade, é abordada nestetrabalho como um evento de enorme potencial analítico, por quantosuaindagação abre interrogantes de diversa índole e possibilita a exploração de múltiplasdimensões. Estas remetemaoâmbito do trabalho, das relaçõessociais, das celebrações e dos sentidos que o mesmo condensa. Tendoemconta a perspectiva oferecida pela teoria dos intercâmbios, como também as noções de fato social total e variaçõessazonais de M. Mauss [1904-1905(1971)] e [1921(2010)], a Serenata pode ser compreendida -além de seu carácter festivo e da suacondição de espetáculo folclórico- como parte de una trama complexa de transformações operadas emum contexto de reestruturaçãoprodutiva e de organização do trabalho, que impactam nos diversos âmbitos da vida e, fundamentalmente, no modo em que se entabulam as relações entre patrões - proprietários e trabalhadores –peões. No marco desseprocesso se manifesta o esgotamento de um “sistema tradicional” de relacionamento e tem lugar umaprogressivaredefinição de posiçõessociais a par de umareconfiguração de papeis. A matériamostraumasérie de significativos deslocamentosnaordem social, econômica e cultural já que a Serenata concentra e dáumnovo significado a um conjunto de práticas que a antecedem, desenvolvidasemâmbitos privados, ao interior das fincas e emespaçospróprios das elites, para umespaço que vai conformando-se como público aomesmo tempo que se configura umsujeitocoletivo “povo” para quem o espetáculo se destina sob o sentido de um “presente”.

Palavras clave: Evento; Processossociais; Patrões e peões; “Presente”

Licencia Creative Common: https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/legalcode


 

SUMARIO 

Unregalo para el pueblo; 2. Los festivales y el festejo de los frutos de la tierra; 3. Guitarreadas, veladas y serenatas; 4. El festejo de la vendimia. De la Finca a la plaza; 5. “La decadencia vallista”. Rupturas, “salidas” y redefiniciones; 6. Movilidad estacional: braceros y veraneantes; 7. Conclusiones; 8. Bibliografía; 9. Fuentes y documentos.

***** 

La Serenata a Cafayate, cuya primera edición tuvo lugar entre los días 8 y 9 de febrero de  1974, es reconocida actualmente como un suceso trascendente en el plano cultural y musical. Con este evento Salta se incorporó desde entonces a “la agenda” nacional de Festivales Folklóricos, posibilitando una amplia promoción y visualización de Cafayate como el destino turístico que -por excelencia- representa a la provincia en el menú de los atractivos del norte del país, que se oferta en guías, revistas y folletos como “la tierra del sol y del buen vino”. 
Más allá del reconocimiento y difusión que logró la Serenata como un evento de música y  danza folklórica, nos interesa analizar su vínculo con la principal actividad económica de la región, la vitivinicultura, con un momento especial de ésta -el de la recolección de los frutos y su celebración- y en términos más amplios con una serie de desplazamientos y rearticulaciones sociales y sus implicancias. Dentro del ciclo productivo, la vendimia es la instancia de mayor demanda y de concentración de trabajadores, dado que se trata de una tarea desarrollada exclusivamente de modo manual, que se inicia una vez maduras las vides y se extiende entre los meses de febrero y marzo principalmente. Esto advierte sobre la necesidad de indagar sobre las relaciones que se entablan entre la forma que adquiere la vida social, los ritmos y tiempos productivos (la vida económica)y las estaciones del año. La importancia de tal vínculo constituye el nudo central del Ensayo sobre las variaciones estacionales de Mauss y Beuchat1 [1904-1905 (1971)], que pone el acento en la interrelación entre el modo en que se componen los grupos, la forma en que habitan el espacio, su concentración o dispersión y sus cambios de acuerdo a las estaciones del año. La intensidad y los ritmos son dimensiones centrales para la comprensión de las dinámicas de la vida colectiva en relación a la temporalidad, a los ciclos naturales y factores medio ambientales. 
Para el caso que aquí nos ocupa2, el diálogo con esta perspectiva permite considerar la movilidad y desplazamiento de los trabajadores, así como su concentración y dispersión de acuerdo a los ciclos del proceso productivo de la vid y las estaciones del año, pero sin perder de vista la incidencia de una temporalidad diferente a la cíclica, marcada por el curso de procesos histórico-sociales. La Serenata adquiere gran potencial analítico ubicada en el contexto de transformaciones sobre la organización del trabajo y la producción, re-estructuraciones que impactan en los diversos ámbitos de la vida y fundamentalmente en el modo en que se entablan las relaciones entre patrones-propietarios y trabajadores-peones. La década del 70 constituye un punto de inflexión en ese sentido, porque se ensayan innovaciones tendientes a optimizar los cultivos y su rendimiento y se aplican lineamientos que apuntan a “modernizar” el “sistema tradicional” de la vitivinicultura, a la vez que se avizoran alternativas para “desarrollar económicamente” la región de los Valles Calchaquíes. 
Desde la clave interpretativa que la teoría de los intercambios habilita, este “sistema tradicional” puede entenderse como una red a través de la cual patrones y peones interactuaban en el continuo flujo de dar, recibir y devolver. Circulaban entre ellos “bienes” de distinto carácter, conformando una malla que se afirmaba en torno a una entrega inicial, consistente en la provisión de casa y trabajo a cuenta de los patrones. Dicha concesión definía el ingreso de los
peones a la finca en carácter residente, sellándose así un “trato”, un “acuerdo”.3 Mauss [(1925) 2010] sostiene que las relaciones de intercambio implican don y contra don, es decir, una red que envuelve los actos de dar, recibir y devolver, que operan en base a la contracción de derechos y obligaciones morales recíprocas entre las partes. Así, este enfoque pone el acento en que tras el carácter voluntario, desinteresado y gratuito de ciertos presentes, entregas, regalos y prestaciones se esconde un trasfondo obligatorio –cuyo incumplimiento puede quedar sujeto a castigos y sanciones.  
Todo ello se afirma en el supuesto central de que las personas que intervienen en los actos de cambio son siempre, -y ante todo podríamos agregar- personas morales, que ponen en juego su status, honor y prestigio en esos actos [Mauss 1925 (2010:75)]. Esa obligatoriedad constituye la base de una forma de contrato social, que se despliega en el círculo del don -que implica el compromiso y la predisposición tanto a dar como a recibir y devolver, y ese deber de dar -y de saldar las deudas pendientes- envuelve y mantiene unidas a las personas en cadenas de reciprocidades que no tienen caducidad prefijada.  
Un aspecto central de esta perspectiva, y sugerente en particular para el caso que aquí nos ocupa, es que pone de relieve que tal obligatoriedad4 se despliega al nivel de los supuestos tácitos que regulan los intercambios, haciendo que se presenten bajo el carácter de libres y voluntarios –y también desinteresados-. Esto invita a considerar las direcciones en que circulan esos bienes o entregas –desde dónde parten y hacia quiénes se dirigen- y a prestar atención a las posiciones entre quienes entregan, reciben y devuelven.  
En la línea que estas consideraciones trazan es posible analizar los actos de cambio partiendo del reconocimiento de las condiciones diferenciales de poder entre los intervinientes, donde bajo la forma de reciprocidades, pueden reforzarse relaciones de dominación. Esta cuestión ha sido especialmente desarrollada desde la reinterpretación de la teoría de los intercambios que propone Lomnitz (2005)5, quien destaca el carácter negativo de este tipo de reciprocidades, su aspecto coercitivo y la capacidad para producir y reproducir desigualdad y asimetría entre las partes. 
A partir de estas orientaciones teóricas, intentamos demostrar que la Serenata demarca un punto de inflexión en estos intercambios entre patrones y peones dado que suceden transformaciones tanto en su sentido como en su constitución. Mientras se están desarticulando aspectos centrales de los engranajes sobre los que se asientan, a la vez esos intercambios se magnifican y re-significan, proyectándose sobre un espacio mayor al de la Finca e implicando a distintos sujetos. En ese contexto, los peones son invocados en tanto integrantes de un sujeto colectivo -“trabajadores”/cosecheros-, convocados a integrarse al circuito de intercambios y de obligaciones recíprocas a partir del genérico “pueblo”. Asimismo, este suceso cobra centralidad en tanto allí se articulan de un modo único y novedoso – sobre un escenario y bajo la forma de espectáculo para un público amplio- prácticas fuertemente arraigadas, que remiten a modos privados de celebración, cortejo o agasajo –puertas adentro de las casonas señoriales de los
patrones o en el interior de sus fincas.  
Por las implicancias antes reseñadas y la diversidad de variables que intervienen, sostenemos que la Serenata puede ser conceptualizada como hecho social total. Estos fenómenos, tal como los entiende Mauss [(1925) 2010:70], reúnen y expresan “de golpe y de una sola vez” todo tipo de instituciones, permitiendo así explorar lo que éstas comportan en términos jurídicos, estéticos, políticos y económicos.  

1. Un regalo para el pueblo

La idea de realizar una celebración de carácter festivo germina en un ambiente de amistad y bohemia propiciada por cierta afinidad entre “pares” en reuniones nocturnas, veladas y guitarreadas –regadas con abundante vino- donde se estrechaban lazos entre distintos actores: bodegueros, músicos, poetas, periodistas y diversos comerciantes locales. A ese círculo remiten los vínculos entre el bodeguero Arnaldo Etchart y los periodistas César Perdiguero y Tomás Mena “Tombolito” -que luego reportaron para el Diario El Tribuno la realización del evento; la cercanía con poetas como Walter Adet, Raúl Aráoz Anzoátegui, Carola Briones, Juan José Coll, Jaime Dávalos, Antonio Nella Castro y Manuel J. Castilla –muchos de los cuales colaboraron como jurados en los concursos impulsados en las cuatro primeras ediciones de la Serenata; como así también con diversos emprendedores locales, entre ellos Cristina y José Antonio Román, propietarios del Hotel Gran Real –inaugurado el mismo año de la 1º Serenata- y dueños de locales de gastronomía como “El rancho” –quienes apoyaron la realización del evento y participaron activamente en las primeras ediciones del mismo (Ceballos, 2010). 
Los gestores de la Serenata enfatizaron el carácter de “obsequio” y “agasajo” de este evento hacia el pueblo de Cafayate. En las voces de algunos de los actores que participaron de su edición inaugural, y las que luego le sucedieron durante la década de 1970, se entreteje un discurso “mítico” que enfatiza el carácter romántico, desinteresado y altruista de este evento que se dimensiona como una “gesta”, construyendo una imagen idealizada de los sucesos y una visión encomiable de los sujetos que promovieron esta celebración, entre ellos principalmente de Arnaldo Etchart. Esto puede leerse a través de diversos registros, como el libro Serenata a Cafayate, una historia musical de Eduardo Ceballos (2010) y en diversos soportes destinados a la promoción turística, donde se representa a Cafayate como centro del espacio calchaquí, en una particular asociación entre vino, cultura, paisaje y folklore.6  
Resulta particularmente significativo desentrañar los sentidos condensados en torno a la noción de “regalo” con la cual se presentó a la Serenata, advirtiendo que en ese momento se estaban sucediendo significativos desplazamientos respecto a prácticas sociales que la anteceden y que se re-articulan en ese contexto espectacular. Entre estas puede identificarse la costumbre de ofrecer serenatas románticas, las guitarreadas y veladas y el festejo de la culminación de la cosecha de uvas -las fiestas de la vendimia, realizadas en el interior de las fincas en los meses de febrero y marzo, cuando los trabajadores-peones junto a los patrones celebraban el cierre de un ciclo. En ese ámbito reducido, circulaba el producto del trabajo agrícola, el vino en abundantes cantidades acompañado de un asado, música y hasta baile en algunas ocasiones. Para ese festejo se carneaban animales de los “potrerizos” de la finca y esa carne se repartía y compartía entre los asistentes. Aún hoy circulan relatos de trabajadores que añoran la abundancia con la que se celebraba el fin de intensas y extendidas jornadas de labor manual, ocasión en la que “los patrones” proveían “generosamente” de comida y bebida y festejaban junto a sus
empleados/peones. Todo ello era entendido como una forma de “agasajo” a los cosecheros. 
No es casual, por tanto, que la Serenata se instituyera en las mismas fechas de estos festejos y que se pensara originalmente como una “preparación para la Vendimia” (Ceballos, 2010). Arnaldo Etchart, mentor y artífice principal de la Serenata, afirma que uno de sus propósitos al gestar este evento era celebrar “la vendimia [y] dedicarle una fiesta a los obreros y las obreras de la vid”7, ofreciendo un “premio al incansable trabajador de las viñas, a las bellas niñas y por extensión a toda la población de Cafayate y de los valles” (Ceballos, 2010: 19). Las asiduas veladas musicales en su residencia también motivaron su idea de hacer extensivo el convite a todo el pueblo, como forma de “regalo” y agasajo: 

lo tenía que trasladar al pueblo: obreros y obreras de la viña se merecían un par de noches de fiesta, canto, guitarreada, se hizo en el baldío de la Muni (sic) donde está el banco Macro, fue la primera serenata, entrada gratis, quien pagaba [a] los artistas era yo a través de la bodega Etchart, el pueblo era el protagonista y no pagaban entradas.8

De esta manera observamos que “Don Arnaldo”, como suelen llamar conocidos y amigos  al destacado empresario y bodeguero, desempeñó un papel central para que ese evento fuese posible. La organización y los gastos corrieron principalmente por su cuenta, como también la “inversión” en la edición y publicación de los poemas seleccionados en los concursos que se realizaban en el marco de la Serenata9. Para entonces ya estaba ubicado como una figura destacada y gozaba de buena cuota de reconocimiento público a nivel local y provincial, dado que la dirección de su bodega10 no le marcaba un campo único de desempeño. Su accionar trascendía la función de comandar y administrar negocios, desarrollando iniciativas de tipo artístico-culturales que lo acercaron al ambiente de la bohemia provinciana en el que coincidían músicos y poetas11. Su perfil polifacético fue reconocido en un homenaje realizado por la revista Vinicius en 2014, donde se lo define como un pionero de la industria del vino y como “un personaje con diversas facetas (…) Arnaldo, fue un temprano luchador que entrelazó su trabajo con el placer por la música, la poesía y una vocación política que desarrolló por poco tiempo”.12 Sin embargo, no sólo fue pionero y visionario en entablar el vínculo indisociable entre vino y turismo mediante la promoción de la Serenata, sino también de hacer el viraje necesario hacia la producción de los vinos de alta gama y de altura, exclusivos para exportación y anticiparse a la reconversión hacia el modelo de “la nueva vitivinicultura” donde prima la búsqueda de calidad. Por ello, hacia el año 1996, vendió su marca junto a su principal finca y bodega de Cafayate a una empresa transnacional, apostando e invirtiendo en la bodega San Pedro de Yacochuya situada en las afueras de Cafayate. Su amistad con el afamado enólogo francés Michel Rolland desde 1987 lo llevó a obtener importantes distinciones y premios en certámenes internacionales de vino. Ese recorrido que lo consagra al éxito y la fama puede reconstruirse desde el presente; sin embargo, en el momento en que se proyectaba la realización de la Serenata todas estas transformaciones, que coronan su espíritu visionario y emprendedor, apenas asomaban dentro del horizonte de lo posible.  
Desde esta apuesta e inversión en la producción de “bienes” que aportan prestigio, reconocimiento y distinción, Etchart irá perfilándose como un referente en materia cultural. Se proyectará además como “benefactor” del pueblo de Cafayate, esperando obtener apoyo y adhesión a su candidatura como vice-gobernador en la fórmula del partido justicialista encabezada por Roberto Romero para su re-elección en el año en el año 1991.13 
La primera edición de la Serenata fue realizada en un clima político propicio para este tipo de eventos. En ese momento, la provincia de Salta estaba bajo el mandato del Gobernador Miguel Ragone quien, aún en una polémica vinculación con algunos sectores del ala más conservadora del peronismo, llevaba un año en una gestión de “carácter indiscutidamente popular”. El principal periódico local, El Tribuno, había adoptado también un carácter“popular”. Ello se ponía de manifiesto principalmente en el tipo de eventos que se promocionaban desde su Agenda Cultural. Días previos a la concreción del evento, el gobernador Miguel Ragone recibió a Arnaldo Etchart, al presidente del directorio de Radiodifusora Salta, Juan Antonio Urrestarazu Pizarro y al concesionario de la Hostería de Cafayate, Sr. Andrés Pizza. En esa reunión, los organizadores comunicaron que lo recaudado en los Fogones Criollos sería destinado en beneficio del Hospital de Cafayate, del Asilo de Ancianos y de la Liga de Madres de Cafayate, mientras que los ingresos producidos por el alquiler de camas en las escuelas, sería para su cooperadora (Ceballos, 2010: 20). 
Esto permite advertir que la Serenata, presentada como “regalo” de un patrón y empresario para el “pueblo”, también reviste el carácter de un emprendimiento de provisión de beneficios que involucra a distintas instituciones estatales y reúne diversas voluntades. Las gestiones realizadas en ocasión de la primera Serenata evidencian que el mentor de ese evento moviliza vínculos, redes e influencias y recibe apoyo y aportes de sectores públicos y privados para hacerla posible. 
Sin embargo, pese al énfasis sobre el carácter individual de esta iniciativa –y sobre el gesto desinteresado y solidario de su promotor y gestor-, el evento requiere problematizarse en virtud de que condensa y reúne una serie de elementos distintivos y múltiples dimensiones que lo tornan socialmente significativo. 

2. Los festivales y el festejo de los frutos de la tierra 

Si bien en la Serenata convergen expectativas e intereses locales, su realización se enmarca en un clima de época. En los años 70 los festivales de folklore contaban ya con más de una década de exitosas ediciones, constituyendo eventos fundamentales para la difusión, consumo y práctica de la música y las danzas folklóricas. Chamosa (2014) reseña su desarrollo estableciendo algunas diferencias entre las fiestas nacionales y los festivales de folklore. El primer modelo que identifica es el de la Fiesta Nacional de la Vendimia en Mendoza cuya edición inicial se realizó en 1936, siendo su principal característica conjugar la celebración y el espectáculo con la promoción de un producto agrícola, en este caso la vid. Similar característica adquirió la Fiesta de la Zafra en Tucumán, organizada por primera vez en 1942. Ambos eventos permitían mostrar “el progreso alcanzado por los distintos pueblos vinculados a la industria” (Chamosa, 2012: 125). Un modelo diferente es el que instauró Cosquín en 1961, exclusivamente dedicado a la música y las danzas del folklore. Además del espectáculo ofrecido por los más relevantes conjuntos e intérpretes del género y las delegaciones provinciales en el escenario mayor, se desarrollaban paralelamente peñas, ferias de artesanías y un Ateneo para el debate de aspectos conceptuales sobre el estudio del folklore. 
Según Chamosa, el Festival de Cosquín fue producto de una síntesis entre el nacionalismo romántico y el desarrollismo, a la vez que constituyó un momento de coincidencia entre “el crecimiento del turismo interno y el boom del folclore” (2014). Por ello, su organización fue resultado de una colaboración equilibrada entre sociedad civil, estado y actividad privada (2014). Asimismo, en él se concentraban estrategias y acciones ligadas a la producción y comercialización de bienes culturales14 en conjunción con la promoción del turismo, en la medida en que propició que una pequeña localidad, declarada “Capital Nacional del Folclore”, se convirtiera en un polo de atracción y centro cultural, incentivando la economía regional. El éxito obtenido por este festival impulsó a que la experiencia se replique, desarrollándose eventos similares en distintas regiones del país. 
Salta también había sido escenario de festivales folklóricos que luego no tuvieron continuidad. En abril de 1961 en la ciudad capital se llevó a cabo el 1º Festival del Folklore del Noroeste. Posteriormente durante 1965, 1966 y 1967 se realizaron tres ediciones de un evento de gran magnitud, el Festival Latinoamericano de Folklore, que convocó delegaciones de Bolivia, Chile, Perú, Paraguay, México y Brasil. 
Entre los antecedentes de estas celebraciones en la zona de los Valles Calchaquíes, se encuentra la fiesta de la Pachamama en Amaicha (Tucumán), cuya inauguración en 1947 coincidió con la época del carnaval. Si bien en sus inicios ésta habría sido fruto de una iniciativa local, para Chamosa es representativa de una forma de intervención cultural que subordinó las manifestaciones locales a las políticas diseñadas desde el gobierno nacional, que financió y fagocitó estos sucesos, revistiéndolos de un carácter singular: “Como signo de la peronización de la celebración local, los festejos a la Pachamama se iniciaban y cerraban con el canto del Himno nacional y la marcha peronista (2012: 128).  
En Animaná, localidad próxima a Cafayate, se desarrolló una primera experiencia local que combinó el formato del festival, ya extendido, con la celebración de la cosecha de la vid. En la actual folletería turística, este pueblo se promociona como sede de la Fiesta provincial de la Vendimia, un festejo cuya edición inaugural como “vendimia popular” se llevó a cabo en 1969 con la participación del pueblo y de comunidades vecinas. Bajo iniciativa del entonces presidente del Club SportivoAnimaná, su propósito fue- a diferencia de los festejos que se realizaban puertas adentro de las fincas y que eran exclusivos de cosecheros y patrones-, reunir y hacer partícipe de esta celebración a todo “el pueblo” -que aún estaba en proceso de
conformación-.15 La reseña que difunde la Municipalidad de Animaná sobre aquel suceso informa que se desarrolló durante dos días en el mes de marzo, en los cuales se lucieron distintas figuras provinciales de la canción folklórica y un intérprete de Brasil. Los artistas actuaron en un pequeño palco y ofrecieron al público un repertorio de música andina. La segunda jornada del festival estuvo destinado a la exposición de productos locales como sandías, melones, tomates, choclos, zapallos, harina de trigo y maíz, cebolla y pimentón. La imagen más elocuente de aquellos festejos parece haber sido la escultura de una figura humana confeccionada en base a toneles, desde donde dos válvulas dispensaban vino a los visitantes (provisto por la Bodega Michel). El desfile de las comunidades participantes habría permitido dar muestra y exhibir los productos de cestería de symbol, hilados de lana y también “recuas de llamas, ovejas y cabras”. Luego de esa primera edición, este evento no tuvo continuidad y recién volvió a realizarse en el año 1986, cuando se institucionalizó a nivel municipal como la primera Fiesta Provincial de la Vendimia, manteniéndose vigente desde entonces su realización.  
En dimensiones y proyecciones diferentes, todas estas festividades conjugaban diversas motivaciones e intereses. Agasajo de patrones a peones en un caso, iniciativas de promoción del turismo en su mayoría, y espacio de activación y expansión del consumo de ciertos productos culturales.  
La Serenata a Cafayate tomó algunos elementos del modelo de festivales ya difundidos a nivel nacional, un espectáculo que conjugaba música y danza folklórica, aunque con distintivas particularidades.Entre ellas, que su interés no estaba centrado en la promoción de un producto agrícola sino en la de un espacio geográfico y sus cualidades, a la vez que ello constituía el punto de partida para propiciar el desarrollo de infraestructura de alojamiento, de locales de gastronomía y un tipo singular de objetos como las artesanías. En cuanto a sus proyecciones, el escenario de la Serenata permitió entregar un “canto” que ya no tenía como destinataria a una dama, con la intención de seducirla, sino rendir homenaje a un espacio –a “la región calchaquí”- y “agasajar” a un sujeto colectivo –enunciado como “pueblo”.  

3. Guitarreadas, veladas y serenatas 

No obstante los aspectos novedosos de la Serenata, en tanto evento singular, distintas iniciativas y experiencias en la provincia y en la región la anteceden y hacen posible. Esta celebración extiende y articula con nuevos sentidos diversas prácticas locales arraigadas como la “guitarreada”, la costumbre de cortejar mediante el canto romántico a las “señoritas” y el festejo del fin de la vendimia. Cada una de éstas remite a espacios y situaciones particulares, que se inscriben de distinto modo en la trama de la vida.  
El reunirse a cantar y tocar la guitarra en ruedas donde el instrumento circula de mano en mano alternándose tanto en su ejecutante como en los cantantes, parece remontarse al mundo de “la campaña”, al espacio rural donde los gauchos –peones rurales y campesinos -luego de las labores, cuando se ponía el sol se juntaban a cantar. Para el espacio de la Pampa hay referencias a las pulperías como el ámbito de reunión en donde los grupos de hombres bebían, cantaban y también realizaban distintas actividades que luego integrarán el repertorio de “destrezas criollas”, como el juego de la taba. Una de las primeras referencias acerca de las prácticas musicales y el tiempo de ocio en el ámbito rural se encuentra en un libro de viajes de 1773, El lazarillo de ciegos caminantes,16 donde se describe una reunión en la que se cantan coplas “al
son de la mal encordada y destemplada guitarrilla” (en Rueda, 2015). 
Desde fines del s. XIX y primeras décadas del XX se produce una expansión de las prácticas rurales hacia ámbitos urbanos, desarrollándose distintos espacios de socialización, entre ellos los denominados centros tradicionalistas, patios criollos y peñas folklóricas que, en Buenos Aires, oficiaban como punto de encuentro para los migrantes provincianos (Varela, 1980; Gravano, 1985).  
Entre los diferentes espacios de socialización y esparcimiento, hacia mediados de siglo XX se destaca en la ciudad de Salta el denominado “bodegón” o “boliche” en zonas marginales, que “constituía una mezcla de restaurante (era necesario pagar por lo menos una parte de lo que se consumía), casa de familia (frecuentemente eran padres e hijos quienes atendían) y club social (eran siempre los mismos pocos lugares donde las mismas personas sabían que podían encontrarse)” (Neiburg, 2003: 13). Uno de esos lugares, el boliche Balderrama, adquirió reconocimiento público gracias a una zamba que le dedicaron Leguizamón y Castilla, ícono de la música folklórica nacional. Este lugar, en principio, funcionaba como una picantería17 fundada por Antonio Balderrama y su esposa Remigia Zurita. Hacia 1954, sus hijos Juan, Celestino y Darío abrieron el local ubicado en calles San Martín y Canal del Esteco, donde actualmente sigue funcionando. Tal como retrata la famosa zamba, este era un espacio preferido por la bohemia salteña de esos años, en el que las noches se extendían hasta el amanecer entre canciones, vino y alguna comida. 
En los 60, durante el llamado “boom” del folklore, proliferaron las “peñas”, espacios destinados al canto y el baile.Molinero señala que con estos espacios el folklore se hizo familiar y extendido (2011: 97). Este mismo autor distingue en esa década la aparición de una modalidad de peña, ya no bailable, sino de “espectáculo”, aunque algunas de ellas conservaran un cierto grado de “micrófono abierto” para los asistentes (99). Éstas iban generando “un círculo de habitués, con múltiples relaciones (entre artistas, y entre éstos y su público) que reforzaba lazos de pertenencia grupal” (100).Esto mismo señala el guitarrista Juan Falú respecto de las peñas en Tucumán (Orquera, 2010). 
Los festivales y las peñas constituían espacios públicos para la práctica y el consumo del folklore. Además, se desarrolló por la década del 60 un espacio diferenciado, privado y a la vez grupal, las “guitarreadas”, que consistían en reuniones -generalmente de jóvenes- en casas particulares en las que el canto con guitarra era el paso obligado –y más esperado- luego de un almuerzo o cena. Esta costumbre fue cultivada en todos los sectores sociales que “la tomaron como experiencia casi rutinaria, por varios años.” (Molinero, 2011: 103). 
Interesa particularmente distinguir una modalidad de este tipo de reuniones en el espacio local y aún regional, en la forma de veladas llevadas a cabo en las grandes y lujosas casonas rurales – y también de los alrededores de la Ciudad- de las familias de la élite local que albergaban encuentros de este carácter, charlas con música, asado y vino. En el seno de las élites se torna particularmente significativa esta práctica en tanto forma exclusiva y restringida de sociabilidad entre anfitriones y músicos, poetas, pintores y escritores. Por un lado, los artistas disfrutaban de
la generosidad de extensas veladas y, por otro, la presencia de éstos confería de un aura de distinción a quien organizaba esos encuentros y recibía en su casa ilustres visitantes.  
Existen numerosas referencias en torno de aquellos anfitriones que ofrecían sus residencias para estas veladas, tanto en Salta como también en Tucumán y Jujuy. Perassi (2015) destaca el importante rol que desempeñaron estas reuniones desde la década de los años 30, en tanto ellas albergaban a distinguidos artistas de la región, propiciando formas de intercambio y conocimiento entre diversos actores. Entre las residencias más visitadas se encontraba la de Yolanda Pérez de Carenzo en Lozano, pueblo ubicado camino a la Quebrada de Humahuaca. Por allí estuvieron músicos, poetas, escritores y pintores, recibidos por la “niña Yolanda” a la que rinde homenaje una de las más conocidas zambas de G. Leguizamón y M. Castilla, “Zamba de Lozano” compuesta en 1963. Este tipo de veladas también eran frecuentes en Salta, siendo uno de los más reconocidos anfitriones Guillermo “Pajarito” Velarde Mors quien desde 1930 y hasta 1965 –año de su muerte- convocó en su domicilio, en Pueyrredón 106,18 a diversas figuras del ambiente local y destacados visitantes de otras provincias. En Tucumán también hay referencias acerca de estas reuniones en casas particulares, donde coincidían músicos, poetas y otros actores del ambiente cultural (Orquera, 2015: 284). De esas reuniones surgieron numerosas canciones, escritas como “retribución” hacia quienes actuaban como generosos anfitriones19.  
Las residencias de la reducida élite cafayateña, fueron espacio propicio para este tipo de encuentros, especialmente en el período estival. Arnaldo Etchart recuerda que habitualmente“invitaba artistas y se hacían asados, empanadas, [y había] abundancia de vinos (…) se armaba en los jardines de la bodega, de la casa, eran amigos que yo invitaba”.20 Así, las galerías señoriales eran testigo de largas noches en vela. En algunos ejemplares de la revista Anacreonte–publicada por la Fundación Carmen Rosa Ulivarri de Etchart- se difundieron fragmentos de intercambios epistolares entre músicos y Don Arnaldo Etchart, a quien le ofrecían público agradecimiento por la hospitalidad con las que habían sido acogidos en sus visitas a Cafayate.
Las temporadas de verano eran especialmente un momento apropiado para el desarrollo de otra costumbre arraigada, la de ofrecer serenatas nocturnas -de donde tomó el nombre el evento-. Se trata de un hábito con reminiscencias románticas y señoriales que remite a modos de cortejo amoroso que se remontan a la cultura caballeresca y del “amor cortés” del Medioevo europeo, donde un hombre o un grupo de hombres ofrecían su canto a las damas. En Cafayate era habitual entre el reducido número de familias que componían el linaje pueblerino, élite formada por un puñado de apellidos (Botelli, 1986) 

4. El festejo de la vendimia. De la Finca a la Plaza 

Las fiestas estacionales de celebración de la cosecha de los frutos agrícolas tienen una profunda historia que en algunos casos también se remonta a la edad media. El festejo de la vendimia es común a distintas regiones vitivinícolas de Europa (cuya realización coincide con el inicio del verano -el 21 de Junio-) y aún en la actualidad da lugar al desarrollo de grandes celebraciones. En la “capital” del vino de Argentina, en Mendoza, 1913 es un hito en lo que respecta a tales festejos, aunque sin embargo es en 1936 cuando la fiesta de la Vendimia adopta el formato que presenta actualmente.  
Según plantea Santos, ese festejo tenía lugar en la intimidad de las hileras, donde los trabajadores celebraban tocando la guitarra, entonando cuecas y gatos cuyanos y bailando en medio de las fincas. El desplazamiento mediante el cual la fiesta trasciende “la intimidad rural” sucede cuando junto a la élite local gana las calles del centro de Mendoza como actividad de cierre de un congreso de la industria y el comercio, que finalizó con un desfile de vendimiadores y carrozas alegóricas (en Torres 2007:15). 
Tal como hemos señalado, en Cafayate y los Valles Calchaquíes también sucede un desplazamiento, con el traslado del festejo y su apertura hacia afuera de las fincas, ello cuando se realizan en un espacio “público” y se dirigen a todo “el pueblo”.  
El traslado y la reubicación de ese festejo también implican transformaciones en su forma y sentidos, todo lo cual resulta especialmente sugerente en la medida en que esa fiesta ocupaba un importante lugar como resorte de la dinámica social de las fincas. No solo tenía centralidad en el calendario productivo –como indicativo del cierre de un ciclo y del inicio de otro- sino que asimismo era fundamental para el sostenimiento de los vínculos interpersonales entre patrones- propietarios y peones-empleados, en tanto movilizaba los aspectos morales y simbólicos constitutivos de esa trama social. 
El fuerte carácter personalizado de ese espacio permitía que cada quien fuera individualizado, conocido y reconocido por los otros, los trabajadores no solo tenían un trato directo y cercano con los otros trabajadores y sus familias, sino también con su patrón, quien también podía reconocer al trabajador y a su familia (conocía sus nombres, apellidos y en muchos casos también a sus parientes), esto se afirmaba y se desprendía del carácter y condición residencial de los trabajadores.  
Las fincas presentaban por lo general una común estructura: un sector de cultivo de “viñas” o“parras”, una edificación principal “sala” o casa de los “patrones”, instalaciones para la elaboración del vino llamada “fábrica”, y para el estacionamiento, “bodega”. Asimismo, y en unárea no apta para cultivo, se distribuían las casas y “ranchos” de los “peones” y sus familias y también potreros y granjas para la crianza de animales. La organización y distribución del espacio estaba directamente condicionada por el tipo de explotación económica –propio de la producción de vides- pero también del modo social en que se lo construía, de las relaciones sociales21.  
El hecho de habitar en un mismo predio creaba esa “cercanía” o “familiaridad”, definitoria de tal organización y estructura, donde se superponen y entrecruzan ámbitos y dominios, el de la vida y el del trabajo que, para los núcleos urbanos y el período aquí considerado, se presuponen como autonomizados y diferenciados22. Esta implicación multidimensional entre peones- trabajadores y propietarios-patrones es propia del entretejido de ese “sistema tradicional” de relacionamiento y de su configuración de poder específica, en cuya base se ubica el contrato de trabajo y residencia. A partir de éste se fijan derechos y obligaciones mutuas, recíprocas –entre patrones y peones- y se habilita la circulación de bienes de carácter económico y extraeconómico (intercambios monetarios y no monetarios). Es así que la condición residencial confiere una mayor complejidad y densidad a ese vínculo, que excede y trasvasa el estricto acuerdo laboral y relaciona integralmente a los sujetos23
El ingreso como trabajador y residente a “la finca” se efectuaba por medio de un acuerdo personal con cada patrón, al que los ex peones y trabajadores definían como un “arreglo”24. Este, operaba como un contrato “de palabra” y cara a cara, y los compromisos mutuos se trababan en el orden de los implícitos y sobre-entendidos.  
A partir de estudios sobre la situación de moraduría de los trabajadores de los ingenios azucareros de la mata pernambucana de Brasil, Palmeira (1977) sostuvo que el hecho de entrar a este lugar en condición de morador implicaba el ingresoa ciertas relaciones sociales, lo que ubicaba a los actores en posiciones específicas en una trama que significaba el involucramiento e inserción en una red de obligaciones y derechos, en un círculo coercitivo. Con similitudes a lo observado por Palmeira, la entrada a las fincas implicaba recibir una vivienda y una pequeña parcela de tierra -que las familias destinaban a la siembra y crianza de animales de granja-. Estos “bienes” que se otorgaban junto al trabajo, cuyo carácter puede interpretarse similar al de un “préstamo” para uso, generalmente se reconocen como aquello que los patrones “daban” o“entregaban” y por lo que los peones y trabajadores no pagaban (no entregaban dinero a cambio). Es esta situación especial la que creaba una especie de deuda –de los peones respecto a los patrones- y la que alimentaba la obligación de devolver algo en compensación. 
En los relatos de los trabajadores/peones hay referencias a los diversos tipos de “entregas” que realizaban como contraparte, a veces estas se presentaban como prestaciones de servicios (limpiar canales, pintar o arreglar partes de la casa de los patrones), o como entrega de productos elaborados familiarmente o derivados del huerto o pequeño corral anexo a las viviendas (pan casero, pasas de frutas, quesos, huevos). A diferencia de la paga del trabajo, que se medía en jornales claramente cuantificados en un monto de dinero -que recibían quincenalmente- o para el caso de las cosechas que se pagaba de acuerdo a la cantidad de“gamelas” (de canastos de uva cosechados), las entregas tenían considerable imprecisión y variabilidad en cuanto a sus cantidades. Esa vaguedad y la ausencia de parámetros y equivalencias generales, en muchos casos, confería un mayor margen de indefinición y reforzaba la asimetría entre las partes, posicionando en situación de deuda permanente a los peones y habilitando a los patrones a pedir o solicitar entregas excesivas o desmedidas.  
En ese sentido, las cantidades de “prestaciones” que compensaban la deuda no estaban claramente fijadas, pero había prescripciones respecto a los tipos de entregas permitidas y el momento en que correspondía efectuarlas, marcadas por tiempos específicos, por los ciclos y las estaciones (Villagrán, 2014). Cuando tenían leche las cabras era posible elaborar queso –lo cual
dependía de la disponibilidad de pasturas y agua- y cuando los árboles fructificaban se podían elaborar dulces o pasas de durazno, higos o uvas. Lo antes descripto muestra que las interrelaciones entre patrones y peones se desplegaban en base a intercambios de diverso carácter donde se articulaban formas de dar, recibir y devolver que implicaban tiempos y situaciones específicos. Es en ese sentido que la instancia de la vendimia se ubicaba dentro del círculo del don, como un momento fundamental en donde a los patrones les correspondía dar, dispensar comida, bebida y diversión, como agasajo a sus peones, en respuesta a las expectativas sobre su deber ser y a lo prescripto para su rol-posición.  
Esa celebración constituía una ocasión sustantiva de actualización y refuerzo del vínculo y los compromisos interpersonales, reafirmaba el lugar y posición de cada quién en ese ordenamiento y permitía mantener vigentes los derechos y obligaciones que los unían y entrelazaban. Especialmente, se ponía en juego allí el enaltecimiento de los patrones, que en ese acto de dar podían ser reconocidos como generosos, bondadosos o caritativos25 logrando así sostener su prestigio o estima social y reforzar la imagen de “buenos patrones”.  
A la vez, se despliega allí otro elemento implicado en la imagen social y prestigio de los patrones, puesto que dispensar una fiesta una vez finalizada la recolección de los frutos, luego de que las vides fueron a lo largo de al menos dos meses concentrándose en majestuosas montañas -para ser transformadas en vino-, adquiere también el sentido de una simbólica redistribución, muestra la predisposición a compartir y repartir una porción de lo acumulado por parte de la patronal. Este festejo y agasajo operaba así como una instancia en la que los patrones a la vez que demostraban su capacidad de dar, también retribuían el esfuerzo entregado por los peones en las sucesivas jornadas de cosecha, y a lo largo de todo el ciclo anual de trabajo. Se advierte que en este modo festivo de dar, se condensan e involucran las distintas dimensiones implicadas en los actos de cambio, se ponen en juego “las personas morales” –su estatus y honor-, y los “derechos” y “obligaciones” que fundan los lazos sociales [Mauss 1925 (2010].  
Estos elementos y sentidos están presentes en la Serenata, y se evidencian en el significado que le atribuye su promotor y principal gestor al definirla como un “regalo para el pueblo”. Allí, el “proveer” y “agasajar” que asume Etchart como una iniciativa personal, voluntaria y“desinteresada”, refleja valoraciones inscriptas en el círculo del don-contra don. El status del donante -el patrón-bodeguero- estaba allí puesto en juego cuando éste se posicionaba como quien daba y ofrecía. Este “regalo”, sin embargo, se destinaba a un sujeto distinto; el colectivo“pueblo” ingresaba de este modo al círculo de los intercambios y, a través de ello, el patrón ampliaba su espectro de influencia y extendía la “entrega” sobre un espacio más vasto e indefinido, trascendiendo los límites de su finca y propiedad, como también el de la comunidad de peones residentes.  
Así, la ampliación del espacio que abarca el circuito de intercambios y la inclusión de nuevos sujetos a éste, plantea interrogantes y llama la atención acerca de los cambios que están sucediendo respecto a las formas “tradicionales” de relacionamiento social. Nuevos emprendimientos y reestructuraciones económicas definen el clima de aquellas primeras celebraciones de la Serenata, donde convergen iniciativas privadas y políticas estatales que –en respuesta a diagnósticos sociales que retratan una “penosa” y “crítica situación”- aspiran a revertir el “estancamiento” y “desarrollar” la localidad de Cafayate y la región de los valles calchaquíes encontrando en el turismo la clave para proyectar un promisorio futuro.  

5- “La decadencia vallista”. Rupturas, “salidas” y redefiniciones 

Las principales reacomodaciones en curso se alientan desde el impulso “modernizador” de la vitivinicultura, que implica transformaciones en el modo de organizar la producción y de establecer los vínculos laborales.  
Un Estudio Zonal realizado por la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas de la Provincia de Salta, sobre las localidades de Cafayate y San Carlos26, ponía de manifiesto que estas conformaban una maravillosa zona -por sus paisajes y sus tradiciones-, pero que la situación en la que se encontraba evidenciaba una paradoja: “su incomparable belleza e incuestionable pobreza”. El empobrecimiento y “la decadencia vallista” se atribuían a distintas causas, pero principalmente a una especie de “aislamiento geográfico”, a la falta de comunicaciones y transportes que permitieran una buena comercialización de sus productos, y ello situaba a la región en una desfavorable posición respecto a otros centros de producción. A las limitaciones provocadas por los problemas de traslado -y por ende de comercialización del principal producto regional -el vino en sus tres variedades: Torrontés, Criollo y Francés”27 - se añadía el problema de la “competencia desigual”.28  
La “drástica” detención del crecimiento agrícola -provocada por la falta de acceso a agua para riego- y la “fuga de la mano de obra nativa”, que estaría produciendo un “empobrecimiento demográfico”, se consideran aspectos decisivos del deterioro económico. Identifican en el “sistema semi-feudal” imperante la razón del “drama” vallisto, donde no se ofrece más alternativa que “El conchabo anual, por cinco o seis meses, en la zafra cañera, para luego regresar trayendo unos pesos escasos, un poco de azúcar, unos metros de tela y tal vez alguna lesión pulmonar […] De más está decir que este nomadismo forzoso, aunque signifique un indiscutible paliativo para quienes lo practican, no hace ningún bien a la economía general de los valles”29.  
Por su parte, el diagnóstico social realizado 1963, en base a la investigación de un equipo de la Universidad del Litoral que coordinó Meister30, destacó como rasgo sobresaliente de Cafayate, que los establecimientos de elaboración y cultivo se concentraban en pocas manos - cinco propietarios-, quienes ejercían un “control monopólico” sobre las fuentes de trabajo. A juicio de los investigadores, ello “provocaba que los trabajadores no tuvieran un mínimo
margen de libertad” y que Cafayate se encontrara “aprisionado por el cinturón de fincas latifundistas”. A la observación sobre la concentración de la propiedad de la tierra se añadía que en Cafayate existía “una clase alta muy pequeña numéricamente” (compuesta por doscientos treinta y tres empresarios y cuentapropistas -incluyendo en esa cifra todo tipo de comercios y actividades-) que no residía de modo permanente en la zona (1963:48), sobre el carácter estacional de la presencia de los patrones y propietarios nos detenemos en el próximo apartado. 
En la evaluación de las condiciones desventajosas para la comercialización del principal producto Cafayateño se consideraba que su nivel de “atraso”, “tradicionalismo” o “arcaísmo” –y la falta de predisposición a “modernizarse” que se observaba en la región- incidía sobre su producción. Arcaísmo que ha sido asociado directamente con la forma local de organización del trabajo y a la vigencia y extensión de prácticas de intercambio “pre modernas” (restringida circulación monetaria y su reemplazo por el trueque o la retribución en especies y servicios), que arraigaban en la condición “semi-servil” del trabajo de los peones. Estos rasgos, enfáticamente señalados en el estudio de Meister en 1963, fueron considerados característicos del sistema económico del Valle. 
Los estudios y diagnósticos realizados para la región en los años previos al surgimiento de la Serenata, como se puede advertir, no dejan dudas respecto a la generalización de una situación de malestar económico, deterioro y estancamiento, a lo que se suma que los años 70 constituyen un momento particularmente crítico para la vitivinicultura en Argentina. Allí se combinan “la crisis del modelo de producción” y una baja considerable del consumo masivo de vinos. Plantean Aspiazu y Basualdo (2001), que la vitivinicultura recorrió entre 1970 y 1980 etapas de profunda depresión económica, en el marco de los “rasgos desequilibrados y desequilibrantes” que delinearon su desarrollo y el de una especial coyuntura política y económica nacional y regional. 
Localmente, las expresiones de esta crisis y del agotamiento de un “sistema” cobran forma con el estímulo a la expulsión de los trabajadores residentes y sus familias hacia viviendas ubicadas fuera de las fincas. El proceso de “salida” que allí se inicia –que como antes señalamos, en algunos casos es gradual y en otros acelerado por presiones-, implica que las familias que antes habitaban dentro de los predios productivos deban re-localizarse en espacios diversos, en calles retiradas del centro, en los márgenes, dando lugar a lo que se conformará como una especie de cordón del “pueblo de Cafayate”. En la localidad de Animaná31, este desplazamiento también se inicia por entonces pero se despliega en un largo arco temporal que se ordena en distintas fases de salida y formas de hacerlo. La sucesiva conformación de barrios responde a la necesidad de contener esa población expulsada y repercute en el incremento del tamaño y la forma del pueblo.  
En algunas situaciones, el estímulo a “la salida” responde directamente a la iniciativa de los patrones de incrementar y expandir las superficies cultivadas, de “aprovechar” y optimizar el uso de la tierra, de transformar en productivas áreas antes consideradas inutilizables (que por las limitaciones de riego y su aridez no se tornaban aptas para cultivo), apuntando ello a incrementar los volúmenes de producción. En otros casos la expansión de los cultivos operó sólo como un justificativo para impulsar la “salida” y “cortar” un tipo de relación sostenida por décadas.  
Hay relatos en los que esta ruptura se asocia al cambio de manos de la propiedad y también
en los estilos de administración de las fincas y bodegas. Es frecuente que esto suceda con el traspaso de las propiedades y la gestión de los padres a los hijos y herederos, los más jóvenes generalmente con otros valores y principios encaran formas de vinculación más “modernas”, impersonales, distintas a las que habían sostenido sus antecesores. Parten, en muchos casos, del no reconocimiento de los acuerdos y compromisos previos. Lo mismo sucede cuando las propiedades son adquiridas por nuevos dueños, que ante todo tratan de desentenderse de quienes allí habitan.  
Asimismo, el estímulo a la “salida” también se relaciona con las presiones y demandas que se efectúan desde el ámbito de las organizaciones sindicales e instituciones gubernamentales, como la Dirección de Trabajo, respecto al cumplimiento de los derechos laborales. Se denuncia que no se respetan los montos fijados para los jornales y tampoco la extensión de la jornada, y un punto particularmente crítico es el que hace referencia al pago por parte de la patronal. Según la normativa éste debía constituirse por una parte en dinero que se denominaba el jornal y otra parte llamada prestación sin cargo –conformada por la vivienda, una extensión de tierra para cultivo de entre 3 y 5 has y agua para riego-. Tanto en los relatos que en aquel momento recabaron los estudios realizados en la zona, a los que ya nos referimos, como en las denuncias de los representantes sindicales y en las memorias que aún hoy circulan, se resalta que los patrones incumplían y que no retribuían lo que correspondía ni en su carácter monetario ni en lo extra-monetario. Las parcelas de tierra a las que se les habilitaba el acceso eran más pequeñas que lo que establecía la normativa y el acceso al agua era igualmente problemático, el curso de los canales frecuentemente se desviaba y se conducían hacia zonas del predio distantes a las viviendas. De igual modo, la condición edilicia de éstas también fue motivo de reclamos. Tal como puede leerse en un fragmento del Estudio Zonal, ya antes mencionado: “algunos patrones manifiestan que a cada peón se le asigna vivienda y una porción de tierra con riego para que la cultive y cuyo producto no lo comparte con el dueño de la finca. Algunos peones han manifestado que tal cosa no es cierta; que la vivienda consiste en un rancho sin la más elemental comodidad, y que tierra no se les da o se les da sin agua para riego” (1959:73). 
Pasados más de diez años, la situación arriba descripta parece no haberse revertido. El 15 de diciembre de 197032 el entonces Secretario General del Sindicato de Empleados y Obreros Vitivinícolas (SOEV)33, brindó una conferencia de prensa en el local de la CGT Salta, oportunidad en la que hizo públicas denuncias sobre “la violación de los derechos laborales y la explotación de los trabajadores en los Valles Calchaquíes”, incumplimiento que se manifestaba tanto en los montos salariales como en la duración de la jornada laboral (reglamentada en 8 horas diarias y 48 semanales) y respecto a los aportes jubilatorios y la cobertura de salud. En la denuncia pública se menciona la finca “la Florida”, propiedad de Arnaldo Etchart, por incumplir con los aportes por obra social y allí se hace referencia, sin embargo, a que ésta es la única firma que otorga anticipos a sus trabajadores cuando lo solicitan.  
Por una vía paralela a la sindical, mediante una organización que nucleaba a peones rurales y campesinos se realizaron también reclamos y denuncias, según lo que planteaba la FUSTCA34,
en el Valle Calchaquí en el año 1973 un trabajador rural recibía como pago el 45% de lo que fijaba la escala salarial y la jornada se extendía de “sol a sol”, mucho más de las ocho horas reglamentarias. 
Dos años antes de la realización de la Serenata, en Animaná, la bodega y finca homónima suspendió por varios meses el pago a los trabajadores. El malestar provocado por el agotamiento del “modelo”, el estancamiento productivo y factores de otra índole incidieron para que detonara allí un conflicto -que alcanzó importante trascendencia y tuvo cobertura periodística a nivel provincial y nacional-, que incluyó una importante movilización social con medidas como una huelga, corte de ruta y la toma de la principal finca y bodega por los trabajadores esta localidad. Estos sucesos también motivaron la intervención del Ministerio de Trabajo y Bienestar Social (Villagrán 2014 y Villagrán y López 2016).  
Por lo antes expuesto podrá advertirse que el impulso a “salir” de la fincas y a que las familias se reubiquen fuera de sus predios, agudizaba una ya crítica situación, que indicaba el inminente advenimiento de cambios, de una significativa transformación en diversos órdenes de la vida. Tal como hemos venido afirmando, con la relocalización de los trabajadores se desarticula el fundamental engranaje del funcionamiento de las fincas como espacios sociales, que arraiga en la condición residencial de los trabajadores. La desarticulación de la base de ese ordenamiento, de esta estructura, sería indicativo de una reconfiguración social en marcha. Siguiendo la línea de lectura de Palmeira (1977), si el ingreso a la finca implica entrar en específicas relaciones sociales, de igual modo la salida impacta en ese orden. “La salida” puede dar cuenta de la ruptura de un tipo vínculo y también de las obligaciones atadas a éstos: implica salir de la condición de peón (trabajador residente) y reposicionarse como un trabajador, como“obrero de la vid”. Se despliega a través de ello la progresiva diferenciación y separación de losámbitos del vivir y del trabajar y concomitantemente la redefinición de la relación con “los patrones” y su formalización. Relación que desde entonces debe adecuarse a lo que establece el contrato laboral y su marco legal, con lo cual el complejo y diverso círculo de intercambios tendrá que restringirse a la circulación monetaria, al salario. 
En tanto la reubicación espacial y el reposicionamiento de los actores son indisociables, sucede la habilitación de nuevos roles. El sindicato es el canal legalmente habilitado para efectuar peticiones o reclamos que anteriormente se hacían de modo personal -directamente al patrón o con la intermediación del capataz-. Asimismo, el patrón irá siendo desplazado del lugar y función de único proveedor de casa y trabajo y de vía exclusiva e ineludible de acceso a lo imprescindible para la vida. Otra figura proveedora va asentándose en el espacio local y, junto a ello, una idea de lo estatal y lo público. Coincide con estas transformaciones la construcción de barrios mediante la ejecución de programas y planes de vivienda estatales –municipales, provinciales y nacionales-.  

6. Movilidad estacional: braceros y veraneantes 

Este conjunto de factores describe un panorama de re-estructuración social, en el cual el proceso de salida implica una reubicación definitiva de importantes cantidades de familias. Junto a este movimiento hacia afuera de las fincas -de carácter definitivo- también tiene importancia el desplazamiento estacional de un cuantioso volumen de trabajadores, que entre mayo y octubre salían para trabajar en la zafra azucarera y se dirigían principalmente hacia los ingenios de Jujuy, Salta y Tucumán. En los Valles Calchaquíes, para el período 1965 - 1970 este movimiento estacional dejó un importante saldo negativo, de alrededor del 25%-35.  
En Cafayate y Animaná36 es frecuente que se haga referencia a los familiares que ya no viven en el lugar, a los que se fueron a trabajar estacionalmente pero que luego no regresaron. El trabajo en la zafra se integraba en un abanico amplio de estrategias de reproducción del grupo doméstico y era una actividad exclusiva de los hombres. Para el caso de las mujeres, y sobre todo las jóvenes, la posibilidad de trabajo que se les presentaba era “irse” a la ciudad en la condición de empleada doméstica. Los términos de esa contratación frecuentemente presentaban similitudes con el sistema de trabajo residencial dentro de las fincas o eran una extensión deéste. Los patrones proveían techo, comida y debían facilitar el acceso a “estudios” a cambio de las tareas domésticas realizadas en sus casas. Ese tipo de desplazamiento involucraba localidades del Valle, Salta capital y también Buenos Aires o Tucumán. Los familiares y parientes que habían logrado una relativa buena ubicación y posición en las ciudades, se constituían como receptores de migrantes vallistos, e incluso recibían sobrinos para su crianza37. Este proceso migratorio empezó a verse con preocupación desde las agencias estatales y en los diagnósticos sociales que se referían a esto como el riesgo de un “despoblamiento”. Fundamentaban en ello la necesidad de implementar medidas y acciones para revertir el“penoso” panorama que se avizoraba para los Valles. Es en vistas a la generación de alternativas económicas y “riquezas” hasta ese momento no explotadas que se planifican acciones y medidas estatales que focalizan en el turismo.  
En el diagnóstico zonal de 1960, se plantea que: “El turismo es uno de los recursos económicos capitales que debe explorar la zona [...]. Sus excelencias geográficas constituyen un‘bien de turismo’ que hasta ahora no ha sido debidamente aprovechado”. Se sostiene, asimismo, que para ello deben crearse una serie de servicios complementarios que aumenten su interés y los motivos de propaganda, como ser: la celebración anual de la fiesta de la vendimia38.  
En el momento en donde la “crisis del modelo vitivinícola tradicional” hace sentir sus consecuencias, el turismo se considera una vía de salvación de la región. Flores Klarik (2001) examinó el proceso mediante el cual Cafayate llega a convertirse en lugar turístico y plantea que alrededor de los años 40 esta localidad ya es reconocida, junto con otros pueblos del interior de la provincia de Salta, como Payogasta, Cachi, Seclantás, Molinos, Angastaco, Payogastilla, San Carlos y Animaná, como parte del Valle Calchaquí; todos estos pueblos empiezan a promocionarse en boletines, periódicos y revistas como lugares de veraneo. Por entonces, la accesibilidad era limitada, carecían de un sistema de transporte que los comunicara con la ciudad, y aunque en términos de comercialización eso se evaluaba como una limitación -por la dificultad que presentaba el traslado de los productos-, desde otra perspectiva, y a los fines turísticos, ese relativo aislamiento geográfico investía de un halo mágico al lugar y provocaba una mayor efecto de atracción.  
Entre los años 1916 y 1971 el ferrocarril conectaba Salta con la localidad de Alemanía– situada aproximadamente a 80 kms de Cafayate-. Alrededor de los años 30 recién quedó demarcado el camino, luego transformada en ruta nacional n 68. Esta vía de comunicación favorecerá el tránsito de visitantes hacia los valles, permitiendo además que a lo largo del recorrido éstos contemplen “admirables entornos”.  
Cafayate se incorpora al circuito turístico nacional desde la valorización de su inigualable
“belleza natural”, cerros multicolores y rojas montañas, y por las cualidades de su clima, que favorecen a la salud, por la combinación de escasa humedad y alta irradiación solar, beneficioso para las afecciones respiratorias, problemas óseos y musculares.  
Las publicidades que difunden las cualidades y atractivos de esta zona, ponen de manifiesto la necesidad de que se promueva el desarrollo de una infraestructura de servicios para contener a los visitantes. Según se estima, Cafayate y San Carlos disponían en los años 60 de una muy limitada capacidad de hospedajes, con posibilidad de acoger a 200 personas39
El posicionamiento de Cafayate como un destino turístico fue estimulado también por las políticas nacionales de promoción de las vacaciones para los trabajadores. Esos visitantes que arribaban, como consumidores de sus atractivos, fueron contribuyendo, a su vez, a que esta localidad adquiriera un carácter y dinámica diferentes, en marcado contraste con el uso social restringido que había predominado en este espacio. Este se constitutía como destino exclusivo de selectos “veraneantes”: amigos y parientes de las familias de la élite cafayateña, a quienes Botelli definió como “el linaje pueblerino” (1986). Durante el verano los visitantes se albergaban en las amplias casonas señoriales, dotando a todo el valle de una apariencia de “villa veraniega”. Los veraneantes le imprimían al lugar un ritmo y rutina especial. Las actividades de distracción y disfrute ocupaban el centro de la escena, incrementando la demanda de personal doméstico para atender y “agasajar” a las visitas. La vida relajada y distendida, alejada de las mundanales ocupaciones, propiciaba reuniones, festejos y extensas veladas. En la temporada de verano la vida social y cultural se intensificaba y su ritmo estaba marcado por el recambio y permanente circulación de visitantes. 

7. Conclusiones 

A lo largo del desarrollo de este trabajo sostuvimos la hipótesis de que la Serenata a Cafayate es un evento que tiene centralidad y gran potencial analítico, dado que su indagación posibilita reconstruir sustantivos aspectos -de orden económico, político y cultural- implicados en un proceso de cambio social que está transformando la dinámica y la “fisonomía” general del Valle Calchaquí. 
Las dimensiones y ámbitos intervinientes en esa transformación a la vez que son diversos están mutuamente implicados. Por un lado, dimos cuenta de que la Serenata condensa y articula -bajo la forma de espectáculo- y en un nuevo ámbito -un escenario público- prácticas cotidianas e inscriptas en otros órdenes de la vida. Tanto la “guitarreada”, como la romántica “tradición” de ofrecer el canto por distintas casas -serenatas bajo un balcón-, y la celebración del fin de la cosecha en la fincas quedaron desde entonces proyectadas como “regalo” a todo el pueblo. 
En la emergencia de este evento se advierten dos sustantivos desplazamientos, entre el adentro y el afuera de la finca –que implica el proceso de “salida” de los trabajadores residentes y su relocalización en viviendas en el “pueblo” y junto a ello el traslado del festejo de la vendimia -desde el interior de la finca hacia la plaza del pueblo-. Desplazamientos que cobran sentido inscriptos en el marco de una reestructuración económica, de “modernización” de las formas de organización de la producción vitivinícola y con ella de la organización del trabajo y cierta “formalización” de los contratos laborales y de conformación de los trabajadores como sujeto colectivo y homogéneo. La separación de los ámbitos de la vida y del trabajo –entre casa y trabajo- implican simultáneamente redefiniciones en los vínculos entre patrones y peones y por ende de las posiciones que cada quien ocupa en ese entramado social. En esas transformaciones y redefiniciones se re-distribuyen funciones y el poder concentrado a nivel personal. Se habilita el ingreso e intermediación de actores sociales con funciones específicas, el
sindicato –como órgano de representación de los trabajadores y de intervención ante reclamos laborales- y las agencias y dependencias estatales como proveedoras de viviendas y otros beneficios sociales –que empiezan a concebirse como derechos-. Implica ello un desplazamiento y corrimiento del lugar de los patrones como únicos proveedores y canales exclusivos de acceso a vivienda, tierra y trabajo. 
Sin embargo, es significativo que mientras se están desmontando los engranajes y resortes claves de ese espacio social y la dinámica de sus interrelaciones, uno de los principales patrones y bodegueros de la zona se disponga a ofrecer “un regalo”, “un agasajo” a los cafayateños, extendiendo e involucrando a todo el pueblo en un tipo de prestación y celebración que se realizaba anualmente en el interior de las fincas, y de modo exclusivo entre patrones y peones.“El pueblo” y “los trabajadores de la viña” son situados allí como destinatarios y “dignos merecedores” de un agasajo. De esta manera, su rol se reafirma en el lugar de proveedor y dispensador, a la vez que ubica “al pueblo” en la función de receptor (“digno merecedor”). 
En esa redefinición de los lugares se habilita que patrones -bodegueros y finqueros- puedan proyectar su injerencia e influencia, su capacidad de acción y decisión, más allá de los límites de sus propiedades. En ese sentido perfilan su construcción como figuras públicas, como agentes culturales, benefactores y potenciales representantes políticos. Transitan de ese modo entre diversas estrategias de inversión que redundan no sólo en riqueza y ganancia sino que también posibilitan incrementar y acumular prestigio, reconocimiento y distinción. Junto a estas iniciativas, los bodegueros locales lanzan una apuesta e inversión en el orden de “lo cultural”, organizando y auspiciando concursos y publicaciones tanto “cultas”: como poesía, música, pintura, como “populares” –concursos de comidas regionales, venta de artesanías, etc. Lo hacen mediante la figura de fundaciones que llevan sus apellidos. 
Se re-articulan allí aspectos del vínculo de patronazgo, del círculo de intercambios y coerción moral. La densa y compleja red de dones y contradones se extiende para que esta forma de agasajo -la celebración- contenga a sujetos colectivos más amplios, como el “pueblo”, y contemplen entregas y devoluciones igualmente amplias y abstractas –codificadas en la clave de las formas de representación política moderna por excelencia-, como el voto. 
Este nuevo rol que ocupan los “empresarios” vitivinícolas –y Arnaldo Etchart en su representación - en la gestación de la Serenata, en el que se superponen intereses económicos, expectativas y apuestas de orden privado con ciertas preocupaciones estatales por “revertir” una situación de malestar económico, va ampliando la capacidad de acción e intervención de estos actores, lo cual se incrementa aún más con la promoción del “desarrollo del turismo”. Es por esta vía que se activan nuevos circuitos y dinámicas de intercambio diferentes.  
Junto al flujo de los braceros que se desplazan hacia los ingenios azucareros de las distintas
provincias del NOA –Salta, Tucumán y Jujuy- y los vinos que se envían para su comercialización a Salta, en un movimiento inverso, entran al valle los “veraneantes”. Esta dinámica de expulsión y recepción, de las salidas y entradas, da cuenta de ritmos y direcciones atadas a las temporalidades y ciclos, a las estaciones. Ese espacio cobraba intensa vida en el verano, cuando las vides daban sus frutos, demandaban cosecheros, los patrones acogían a distinguidos visitantes y los anónimos veraneantes empezaban a llegar.  
De igual modo, la Serenata revela que ya estaban en curso profundas transformaciones en donde se ponen en juego las relaciones entre lo político y lo económico. Las modalidades de intercambio –monetario y extra-monetarios-, los sentidos en torno al derecho y la propiedad y las formas de distribución y acumulación, están siendo allí redefinidas. Junto a ello, también las configuraciones locales de poder, el entramado patrón-peón y sus jerarquías, la conformación de sujetos e instancias colectivas, la especialización de funciones y la separación de ámbitos: “el pueblo”, “los trabajadores”, “el sindicato”, el estado, los políticos y los empresarios. 
La forma “regalo” con la que aparece revestida la Serenata, en tanto que prestación y entrega
“desinteresada” de un bodeguero al pueblo, permite advertir cómo están re-ligándose las
jerarquías y asimetrías y conformándose nuevos campos de fuerza. Las funciones propiamente político-administrativas, van concentrándose en manos del poder municipal, pues luego de unas cuantas ediciones a cargo de Etchart, ésta asumirá la organización, agasajo y homenaje a los cosecheros y al pueblo. De esta manera ya no será el patrón sino el Estado –a través de sus instituciones y representantes locales- el que encarnará la función de dar y proveer –ayuda, asistencia y diversión-. 
Es en este sentido que la modalidad de prestación que la Serenata pone de manifiesto, no sólo involucra la simbólica redistribución de bienes –de los frutos cosechados y acumulados bajo la forma de vino y espectáculo- de parte de un bodeguero al pueblo para reforzar y enaltecer su imagen sino que también cobra el sentido de una instancia ceremonial de redistribución de funciones. Las facultades concentradas en la figura del patrón se diferencian y junto a ello se definen roles y separan ámbitos de injerencia específicos, el de los empresarios y el del estado, “lo privado” y “lo público”. 

Notas

1 Este ensayo estudia el caso de las sociedades esquimales, quienes presentan la particular dinámica de alternar y complementar una extrema concentración y una considerable dispersión de su población.

2 Los avances parciales de este trabajo han sido discutidos en el marco de las reuniones del Proyecto de Investigación “Narrativas identitarias y procesos de folklorización en Salta. Agentes, prácticas y discursos” N 2211 del CIUNSa y del Simposio “Metrópolis, Provincias y equilibrios culturales. Temas, problemas y perspectivas, que se realizó en el marco del 13 Encuentro de Jóvenes Investigadores/as, en Santiago del Estero, del 7 al 9 de octubre 2015. Agradecemos los comentarios y aportes que hicieron los compañeros y colegas en cada una de esas oportunidades.

3 Este aspecto ha sido especialmente analizado en el Ensayo sobre el don de Mauss [(1925), que cobró renovado interés en el ámbito de la antropología contemporánea.Puede consultarse al respecto el trabajo de Karsenti [1994 (2009)].

4 Retomando esta perspectiva y a partir de estudios realizados en el nordeste Brasil, en ingenios azucareros que presentan ciertas similitudes con las fincas que aquí nos ocupan, Sigaud (1996 y 2003) propuso la noción de coerciónmoral para dar cuenta de la dinámica de funcionamiento de tales entramados sociales.

5 Lomnitz retoma la noción de reciprocidad negativa de Sahlins y la redefine. Entiende que este tipo de reciprocidad ofrece una clave para entender la dialéctica entre modernidad y tradición en la geografía económica y social de México, en tanto sería característica de las modernidades latinoamericanas realmente existentes. Define la reciprocidad negativa asimétrica como un tipo de intercambio que se lleva a cabo a partir de un acto de coerción o explotación. Este acto tendría la intención de forzar a su víctima a involucrarse en un ciclo de intercambios positivos con su perpetrador (2005:322).

6 El análisis de esta peculiar configuración es objeto de otra indagación actualmente en curso, cuya primera versión fue presentada en el Encuentro de Jóvenes Investigadores (EJI) realizado en Octubre de 2015 en la ciudad de Santiago del Estero. Un estudio sobre las representaciones del espacio calchaquí en el folklore es realizado por R. Kaliman (2003).

7 Entrevista realizada por Laura Navallo a Arnaldo Etchart en Noviembre de 2014. Agradecemos a Laura la generosidad de ponerla a disposición.

8 Ibid.

9 Durante las tres primeras ediciones de la Serenata se llevaron a cabo concursos de poemas convocados, auspiciados y editados con el título Cuadernos de Serenata por Bodegas Etchart en 1977 y 1978 y en 1979 y 1980 por la Fundación Carmen Rosa Ulivarri de Etchart.

10 Aunque adquirida por la familia Etchart en 1938, la historia de la misma y de la finca La Florida se remontan al año 1850. Ver página web en fuentes

11 Otra firma familiar del rubro vitivinícola, Michel Torino hermanos, también se asocia con actividades artístico culturales. Mediante una Fundación que lleva como nombre el apellido familiar, se publican libros y organizan concursos y auspician actividades. Esta familia estaba vinculada al partido radical y en los años 40s cobró trascendencia nacional un “escándalo” que involucró a sus miembros a la vez que el importante periódico de su propiedad, el Intransigente, era expropiado por el peronismo. Al respecto ver Neiburg (2003)

12 Ver página web en fuentes.

13 Marinaro (2014) recompone los aspectos que caracterizan el ambiente político de los años 70s en Salta en donde Roberto Romero, que tendrá a su cargo la gobernación entre 1983 y 1987, era un actor fundamental y propietario del periódico y medio de comunicación más importante de la provincia, el diario El tribuno.
Una nota periodística de Matilde Serra publicada en el diario El Intransigente de Salta, ofrece información al respecto, ver fuentes.

14 Los festivales constituían un momento de contacto entre grupos e intérpretes con un público consumidor de folklore cada vez más numeroso. Tanto el escenario mayor como las peñas funcionaban, además, como espacios para que los artistas se mostraran, algunos se hicieran conocidos y otros se consagraron, a la vez que facilitaba contactos entre artistas y empresarios, lo que significaba para los músicos una gran posibilidad de difusión y, para las empresas discográficas, la perspectiva de ampliar su cartera de artistas y productos. Chamosa advierte que La Docta, una empresa de producciones cordobesa, inicialmente tenía una injerencia desproporcionada en la programación ya que sus artistas exclusivos ocupaban la mayor parte de la programación de Cosquín así como de otros festivales que se fueron creando en la década de 1960 (2014).

15 La localidad de Animaná y su Municipalidad se fundaron recién hacia los años 60. Previo a este evento, cada una de las Fincas organizaba su propia vendimia como “un agasajo a los cosecheros”.

16 El escrito da cuenta de las experiencias en el trayecto desde Buenos Aires hacia Lima, y su autoría ha sido objeto de numerosas indagaciones críticas. Se atribuyó al funcionario español Alonso Carrió de la Vandera, aunque también a Calixto Bustamante Carlos Inca (Concolorcorvo). Altuna sostiene que la presencia de ambos nombres en el título, da cuenta de la ficcionalización que rodea al plano autorial y de un pacto de escritura entre estos dos sujetos (2002: 181). Esta autora realiza una lectura sumamente interesante de la configuración ideológica del espacio en dicho texto, señalando tres grandes áreas, el Tucumán -que incluye desde Montevideo y Buenos Aires hasta La Quiaca-, las zonas aledañas al Cusco, y Lima, la capital virreinal. Cada uno de estos espacios quedan delimitados por el predominio de ciertos tipos humanos: gauderios, indios y criollos, respectivamente, y atravesados por la matriz ideológica civilización/ barbarie. Las consideraciones sobre las prácticas musicales así lo demuestran; asimismo, se define a los gauderios (gauchos) como “improductivos”, “vagos y malentretenidos” que “pasan las semanas enteras tendidos sobre un cuero, cantando y tocando” (en Altuna, 2002: 199).

17 Local de comidas regionales andinas.

18 Actualmente allí funciona el Museo folklórico “Pajarito Velarde”.

19 Entre otras “Zamba de la Candelaria” (Falú/Dávalos); “Zamba de Lozano” (Leguizamón/ Castilla); “Balderrama” (Leguizamón/Castilla); “Zamba de Don Balta” (Leguizamón/ Castilla); “La niña” (Falú/Perdiguero).

20 Entrevista a Arnaldo Etchart realizada por Laura Navallo el 29 de Noviembre de 2014.

21 Existen referencias de esta común distribución y ocupación del espacio en otras localidades de producción vitivinícola de Salta. En el libro de Botelli (1986) se pueden consultar gráficos de la zona de Molinos.

22 Este tema atraviesa profundos debates en cuyo nudo se encuentran las distintas perspectivas y corrientes que analizan el desarrollo del capitalismo en América Latina, así como los procesos de modernización, lo cual excede ampliamente las pretensiones del estudio que aquí presentamos.

23 A los fines de reforzar y enfatizar este aspecto empleamos la categoría peón en su carácter de categoría nativa, que condensa sentidos específicos y remite al entramado social que la contiene, donde se imbrican distintas dimensiones de la vida. Entendemos, entonces, que no es equivalente respecto a la categoría genérica “trabajador” u “obrero” que expresa solo un aspecto de las relaciones, que se centra en la condición de poseedor de medios de producción -o capital- de unos y de oferentes de fuerza de trabajo de otros, entre propietarios y trabajadores. La perspectiva etnográfica que aquí ponemos en juego vuelve necesaria una caracterización de los sujetos concretos a quienes nos referimos y a los vínculos específicos que los envuelven, de ello que las nociones aquí empleadas persigan el propósito de evidenciar la complejidad y multidimensionalidad que condensa la noción de peón, como expresión de una condición que habilita prácticas sociales propias- sujeto que como trabajador residente está ligado al patrón a través de derechos y obligaciones tácitamente fijados en un “acuerdo” de ingreso a las fincas. Este no es reductible a un contrato de trabajo ni al intercambio en dinero que se materializa en el pago de salario.

24 En otro trabajo, donde el objetivo fue analizar y reconstruir el proceso de salida de las fincas, planteamos que el modo de entrada incide y prefigura la forma de la salida. Ante la petición de “salir” algunos trabajadores acordaron con el patrón las formas, tiempos y “condiciones” de ese traslado. Algunos pidieron que se los esperara hasta que consiguieran a donde “irse”. Hubo quienes obtuvieron “ayudas” y “facilidades” provistas por el patrón, pudiendo por esa vía acceder a terrenos o créditos para viviendas, otros en cambio permanecieron dentro de la finca pese a la solicitud de “salir” y lo hicieron hasta que se intensificaron los mecanismos de presión para desocupar las viviendas y predios. Hubo situaciones donde los estímulos e incentivos para salir fueron efectivos y las familias se relocalizaron “voluntariamente” y otros en donde actuaron diversos mecanismos de coacción. Esto ha sido analizado en (Villagrán, A y Sabio Collado, V. 2014 y 2015).

25 Existe abundante literatura antropológica que versa sobre eventos festivos de naturaleza similar aéstos, aunque con significativas diferencias respecto a su magnitud, como es el caso del Potlatch (que significa esencialmente alimentar y consumir). En esa forma particular de festines que combinaban rivalidad y antagonismo entre jefes se ponían en juego su honor y estatus. Allí la destrucción suntuaria de la riqueza acumulada permitía eclipsar al jefe rival y definía las jerarquías. Por ello, sostiene Mauss, queéstas revestían para los jefes un carácter agonístico y a la vez usurario [1925 (2010:78-79)].

26 Esta investigación fue encargada mediante resolución del Honorable Senado de la Provincia de Salta (25 de Septiembre de 1959) al Poder Ejecutivo. Se encomienda a la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas de la Provincia la realización de un Estudio social, económico, geográfico y agropecuario de los departamentos de San Carlos y Cafayate, que pudiera mostrar una “fotografía panorámica” de la situación y problemáticas de la zona a los fines de una posterior planificación de soluciones. Desde el ámbito de la Secretaría de Estado de Planeamiento se llevarán adelante distintas acciones y se diseñarán políticas específicas acordes a este criterio zonal -regional- que se empleó para los estudios.

27 En el estudio antes mencionado se registra la producción de tres tipos de vinos: Torrontés (de la variedad de uva Torrontés), Criollo de variedad de vides criollas y francés que comprende las variedades Cabernet, Malbec, Tannat y Barbera.

28 Desde la opinión de los productores –bodegueros locales- se sostiene que la competencia desigual radica en que la región de Cuyo tiene un sinnúmero de ventajas, entre ellas: “mejores equipos industriales, producción en gran escala, fuerza motriz barata, mejores transportes, mayor aliciente crediticio, mejores obras de riego y extracción generalizada de subproductos como el alcohol, el abono, ácido tartárico, aceite de semillas, etc”, todo lo cual reduce sus costos de producción. Ver Estudio Zonal de Cafayate y San Carlos, 1959, pp. 55.

29 Estudio Zonal de Cafayate y San Carlos, 1959, pp. 16.

30 El estudio se titula “Tradicionalismo y cambio social en el Valle de Santa María”.

31 “La salida” entendida como proceso social y no solo como una acción de relocalización espacial, permite considerar las distintas dimensiones implicadas en este fenómeno que se despliega en temporalidades diversas. En Villagrán y Sabio Collado (2014 y 2016) planteamos que para el caso de una finca en Animaná, ese proceso empezó a tener lugar alrededor del año 73 y aún a la fecha los habitantes no terminaron de “salir”, pues algunas familias –constituidas en Comunidad Indígena desde el año 2003-, han desarrollado diversas estrategias organizativas para impedir la expulsión de ese lugar.

32 Diario El Tribuno, nota titulada “Denuncian incumplimiento de las leyes laborales por parte de vitivinicultores”. Salta, 15 de diciembre de 1970

33 Según consta en la base de datos del Ministerio de Trabajo, a través de la normativa Nº 274/67 se otorgó personería gremial al Sindicato de Obreros y Empleados Vitivinícolas de Cafayate el día 7/7/1967, sin embargo su presencia y accionar se remonta al menos a dos décadas previas. En trabajos sobre las organizaciones obreras en Salta se señala que en una huelga general convocada en Abril de 1949 se cuenta con la adhesión de los trabajadores de este sindicato (Abrahan y Sanchez, 2006). Las estimaciones realizadas en el estudio dirigido por Meister, indican que el Sindicato no contaba con el “apoyo activo de la masa de afiliados” pero que tenía aproximadamente 600 afiliados, pertenecientes a la Federación Nacional del Vino –FOEVA- (Meister 1963:49).

34 La Federación Única de Sindicatos de Trabajadores Campesinos y Afines (FUSTCA) antes de su fundación, en 1969, ya desarrollaba actividades y reuniones en las zonas rurales de Salta. Sostenía entre su principales reclamos el cumplimiento y respeto de los términos establecidos en el Estatuto del Peón Rural (Rodríguez 2009), a la vez que difundía la consigna “ni hombres sin tierra, ni tierra sin hombres” y“la tierra es para quien la trabaja” (Escotorin 2007).

35 Cien mil personas, provenientes de distintos puntos de la provincia, se desplazaban estacionalmente hacia los ingenios (alrededor del 20,2% de la población). La población de los valles se calculaba en 22.000 habitantes. Información disponible en el Tomo I del Diagnóstico de la Provincia de Salta, año 1979. Gobierno de la Provincia de Salta, Secretaría de Estado de Planeamiento pp 52-53, capítulo 6.

36 En entrevistas realizadas entre 2011 y 2013.

37 Para quienes estaban en “penosa situación” no había más alternativa que enviar sus hijos a otro lugar, con alguien que pudiera ofrecerles mejores condiciones de vida.

38 Estudio Zonal 1960 pp 59

39 Según el Estudio Zonal de 1960, contaban con 71 habitaciones divididas entre seis establecimientos, cinco ubicados en Cafayate y uno en San Carlos. pp 60.

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Otro material consultado 

Sitio Web de Bodegas Etchart http://www.bodegasetchart.com/intro.php 

Recibido: 12.06.2016
Recibido con modificaciones: 12.05.2017
Aprobado: 14.06.2017

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