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Trabajo y sociedad

versão On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.29 Santiago del Estero jun. 2017

 

IMÁGENES Y MAGNITUDES DEL TRABAJO

Economía social y pensamiento crítico. Apuntes para el análisis del escenario actual. 

Social Economy and critical thinking. Contributions to the analysis of the current scenario. 

Economia social” e Pensamento crítico. Contribuições para a análise do cenário atual. 

 

Analé Barrera*

* Licenciada en Trabajo Social (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires). Becaria doctoral de Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas e integrante del Programa de Investigación y Estudio sobre Política y Sociedad. Correo: anibarrera@gmail.com.

 


RESUMEN

El presente artículo se propone identificar y caracterizar las posiciones en debate sobre “economía social” (ES) en la Argentina contemporánea. Partiendo de entender que este concepto es usado de forma genérica con diversos y contradictorios sentidos para referir a un conjunto impreciso de actividades económicas, se distinguen a grandes rasgos dos perspectivas: de integración al capitalismo y críticas del mismo. En el desarrollo del trabajo, se profundizará en el segundo grupo a partir de la recuperación del análisis que Marx y Engels hicieron sobre el cooperativismo y el socialismo utópico. Con estos elementos, se volverá sobre el análisis de la realidad de la ES en el actual escenario, abriendo nuevos interrogantes.

Palabras claves: Economía social; Marx y Engels; Pensamiento Crítico.

ABSTRACT

This article intends to identify and characterize the different views on “social economy” (SE) in contemporary Argentina. From the understanding that this concept is used in a generic way, with diverse and contradictory senses that refer to an undefined field of economic activities, two positions are broadly distinguished: a perspective of integration to capitalism and another one that criticizes it. Moreover, the focus would be set on the second one. For this purpose, the paper would recover the analysis that Marx and Engels did about cooperatives and utopian socialists.
At this point, SE current reality in Argentina would be approached through the raising of new questions.

Keywords: Social Economy; Marx and Engels; Critical Thinking.

RESUMO

O presente artigo se propõe identificar e caracterizar as posições em debate sobre “economia social” (ES) na Argentina contemporânea. Começando por comprender que este conceito é usado de forma genérica com sentidos distintos e contraditórios para referir ao conjunto impreciso de actividades económicas, distinguem-se duas perspectivas: de integração ao capitalismo e críticas do mesmo. Na seguinte parte do trabalho se aprofundará a segunda perspectiva a partir da recuperação da análise que Marx e Engels fizeram sobre cooperativismo e socialismo utópico.
Com estes elementos, se retomará a análise da realidade da ES no atual cenário, serão colocadas novas interrogações.

Palavras-chave: Economia social; Marx e Engels; Pensamento crítico.

Licencia Creative Common: https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/legalcode


 

SUMARIO:

1. Introducción. 2. La “economía social” en disputa. Conservación, reforma y transformación. 2.1. Perspectiva de integración a la sociedad capitalista. 2.2. Perspectivas críticas del capitalismo. 3. Las críticas de Marx y Engels a los socialistas utópicos. 3.1. Socialismo, antagonismo social y movimiento histórico. 3.2. Cooperativismo y emancipación del trabajo. 4. El pensamiento crítico y los desafíos de la ES para la transformación. 5. Bibliografía.

*****

1. Introducción

En el contexto que llevó a la crisis del 2001 en Argentina, la resistencia y creatividad popular generaron diversos emprendimientos asociativos y autogestionados en la búsqueda por satisfacer necesidades económicas, sociales y culturales.
Se parte de entender que el escenario social del país en el cambio de siglo marcó las particularidades de estas iniciativas frente al movimiento cooperativista, institucionalizado y con una trayectoria centenaria en el país.
Los emprendimientos surgidos en este contexto de la crisis social se caracterizaron por una inserción marginal en la estructura económica, ubicándose en una franja de la actividad caracterizada por: “-ocupaciones de mínima productividad, que usan recursos residuales de producción u otros no-residuales pero en escala muy limitada, -ocupaciones desligadas de la producción directa de bienes y por lo tanto de la producción de valor, que exigen ninguna o muy baja calificación, -ingresos muy limitados e inestables y en la mayoría de los casos sin acceso a la seguridad social.” (Roffinelli, 2008: 15)
Sin embargo, su significado social e histórico no se agota en esta situación: dichas experiencias expresaron a la vez la necesidad de la recomposición de relaciones solidarias y de participación colectiva. Asimismo, en palabras de Roffinelli, demostraron a la sociedad que: “-Los trabajadores podían autogestionar democráticamente la producción, distribución y comercialización sin necesidad de la dirección ‘despótica del capital’. -La solidaridad, la ayuda mutua, la cooperación y la participación democrática volvieron a constituirse en valores esenciales para estos trabajadores.” (Roffinelli, 2008: 15)
De este modo, en la actualidad conviven la tradición del cooperativismo con estas experiencias más recientes y diversas; todas ellas enmarcadas en la amplia (e imprecisa) categoría de “economía social” (ES). Esta denominación es utilizada también por otros actores, como el propio Estado que, ante la necesidad de articular la recomposición del consenso material y social post-crisis del 20011,
plantea a partir del 2003 un discurso crítico del neoliberalismo e incorpora a la ES como un componente importante de las políticas sociales.
Ahora bien, en el periodo que se abre con la crisis del 2001, ¿qué perspectivas se presentan en torno a la ES, tanto en el Estado como en las organizaciones sociales y en el debate teórico-político? A partir del giro a la derecha que representa la asunción de Mauricio Macri como presidente de la República, ¿qué formas asume este debate?
Para esbozar una aproximación a estos interrogantes, el presente trabajo propone una caracterización del debate que distingue a grandes rasgos entre perspectivas de integración a la sociedad capitalista y perspectivas críticas de la misma. Luego, con el foco puesto en el segundo grupo, se recuperan los aportes del Marx y Engels en torno al cooperativismo y socialismo utópico. Se entiende que una apropiación de sus críticas desde los interrogantes del hoy, brinda elementos para repensar a la “economía social” y sus potencialidades para la transformación social.
Finalmente, se esbozarán ciertas reflexiones a modo de conclusión, en un esfuerzo de comprender la situación actual y, al mismo tiempo, de aportar a una recuperación de autores clásicos del marxismo a partir de interrogantes y desafíos actuales, en contraste con interpretaciones cerradas y solemnes.

2. La “economía social” en disputa. Conservación, reforma y transformación

La noción de “economía social” nombra a diversas y hasta contradictorias orientaciones y prácticas, viéndose incorporada en los discursos y proyectos de actores que van desde organismos de crédito internacionales hasta gobiernos y movimientos sociales.
De esta manera, el objetivo de este apartado es desandar la confusión e imprecisión que acarrea el uso genérico del término a partir del planteo de ciertas claves del debate y la explicitación de los sentidos presentes detrás de las diferentes acepciones. Con estos elementos, se buscará presentar bases para una análisis de la realidad de la ES en la actualidad argentina.

2.1. Perspectiva de integración a la sociedad capitalista

En el marco de esta visión se ubican los organismos de crédito internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o el Banco Mundial (BM). Estas instituciones entienden a la pobreza como “baja acumulación de activos” y proponen al fomento del “capital social” –junto al “capital humano”- como mecanismo para su superación. De esta manera, son los propios sujetos quienes deberían adquirir nuevas capacidades y reforzar vínculos para poder así transformar por sí mismos su situación. Kliksberg, referente de este enfoque, colaborador de distintos organismos internacionales y del anterior gobierno nacional, enmarca la incorporación de esta noción en la superación de los llamados enfoques “tradicionales” de desarrollo: “El capital social pone el énfasis en las relaciones entre las personas. En esas relaciones hay potenciales intangibles, pero que funcionan con toda efectividad todos los días y que pueden ayudar sobremanera a obtener metas de desarrollo económico y social.” (Kliksberg, 2007: 56) Desde esta perspectiva, lejos se está de cuestionar la generación de pobreza como proceso intrínseco a la dinámica capitalista. En todo caso, se postula una sanción moral a la “codicia” de ciertos empresarios capitalistas, promoviendo la práctica del voluntariado y la responsabilidad social empresaria. Así, se cuestiona la identificación de desarrollo con crecimiento económico, postulando la idea de un “capitalismo con rostro humano”:

“En el centro del nuevo desarrollo se hallan vigorosas políticas públicas, con énfasis en lo social, y un Estado activo que pone límites a las culturas de ‘codicia desenfrenada’. Falta mucho, hay desafíos de inclusión muy importantes pendientes, pero encuestas recientes testimonian la visión optimista predominante en los jóvenes del sur. Surge que son actores cada vez más participativos en la construcción de economías con rostro humano.”2

La solidaridad es reivindicada como un valor ético recurriendo a fundamentos religiosos y a- políticos. En este marco, los emprendimientos ligados a la ES se destacan como instrumentos para el “desarrollo” y como espacios para la generación de autoempleo y de contención (en el sentido de canalización del conflicto).
Por otro lado, en la política social que se instaló durante el gobierno kirchnerista en relación a la ES, se plantea como clave discursiva la idea de “cultura del trabajo”. Esta noción, asociada a la de “dignidad”, se encuentra anclada en términos de Gramsci en el sentido común3 y en la idiosincrasia del pueblo argentino, vinculándose a la vez a las trayectorias de los inmigrantes que poblaron el país y al significado histórico del primer peronismo. El uso de la “cultura del trabajo” revela una apropiación particular del concepto de “capital social”, incorporándose a una perspectiva de “inclusión social” en la que puede vislumbrarse la influencia de Robert Castel.
Dicho sociólogo francés analiza el proceso de “resquebrajamiento de la sociedad salarial” en Europa y explica los problemas asociados a la “vulnerabilidad” y “exclusión” a partir de la crisis del empleo asalariado entendido como eje de la cohesión social. De este modo, Castel identifica el crecimiento de un sector “supernumerario” de la población que no tendría posibilidades de reinsertarse en el marcado laboral de trabajo, al mismo tiempo que observa la generación de un proceso de “desafiliación” que: “no necesariamente equivale a una ausencia completa de vínculos, sino también a la ausencia de inscripción del sujeto en estructuras dadoras de sentido. Se postulan nuevas sociabilidades flotantes que ya no se inscriben en apuestas colectivas, vagabundeos inmóviles….” (Castel, 1997: 421)
Así, en la política social del periodo kirchnerista, se presenta a la ES como un espacio a partir del cual construir la re-afiliación, en el que la “cultura de trabajo” aparece como componente central, planteado tanto en discursos oficiales como en planes y programas sociales. En palabras de la entonces ministra de Desarrollo Social de la Nación, Alicia Kirchner: “La cultura del trabajo sólo se adquiere con el trabajo (…). La Economía social entonces ‘genera sociedad’ - como expresa la OIT – en la medida que establece relaciones entre identidades, historias colectivas, diversas competencias y ámbitos que enlazan las actividades productivas con la reproducción social” (MDS, 2007).
Más allá de sus particularidades, tanto la primera como la segunda mirada, se ubican claramente en la perspectiva que propone la integración a la sociedad capitalista, presentando a la ES como una vía para la reinserción de los sectores más “vulnerables” de la población.
En palabras de Ciolli (2013) ambas visiones se enmarcarían en la corriente del “emprendedorismo”, la cual sostiene que las capacidades emprendedoras de los individuos explican el fortalecimiento del sistema capitalista.

De acuerdo con las premisas ontológicas y filosóficas de esta corriente, la misión del Estado es garantizar el derecho a la libertad, herramienta suficiente para que cada individuo pueda desplegar sus capacidades, con lo cual desaprueba las actividades de promoción específica a ciertos sectores y la masificación de los subsidios. No obstante, la recuperación actual de este enfoque construye lazos con buena parte de la literatura en el campo de las políticas sociales y de las recomendaciones de los organismos internacionales en materia de políticas sociales. Las mismas proponen a los Estados desarrollar acciones que permitan la construcción de capital humano y capital social en la población pobre, con el fin de reducir lo que caracterizan como riesgos sociales. (Ciolli, 2013: 10)

De esta manera, tanto la mirada de organismos internacionales como la de la política social del periodo kirchnerista, presentan como una característica clave el planteo de reformas en un contexto de agudización del conflicto social siempre en el marco de los límites del capitalismo, aun cuando en sus discursos se critiquen cuestiones valorativas de la fase neoliberal, asociadas al individualismo y la competencia; y, a la vez, se proponga recuperar “las voces de los actores”.4
En este sentido, Tiriba se refiere a la necesidad de analizar el significado socio-histórico de la ES ante las transformaciones del trabajo en el actual contexto, más allá de sus racionalidades internas y afirma:

… la proliferación de las actividades de la economía no se muestra necesariamente como algo alternativo, sino en tanto una excrescencia del capitalismo mismo; como algo que, estimulado por los agentes que representan a los intereses del capital, viene siendo útil para ‘aliviar el dolor de los pobres’, disminuyendo, de esa manera, los conflictos sociales. Además de ello, contribuye a la implementación del proyecto neoliberal. (Tiriba, citado en Roffinelli, 2008: 44)

Aunque no ha pasado tiempo suficiente para verificar cambios en las políticas sociales en el reciente gobierno de Macri, existen elementos para anticipar que la argumentación en torno a la ES se ligará a una interpretación más dura del emprendedorismo. Así, en campaña e intervenciones públicas se viene haciendo hincapié en el enfoque de la “meritocracia”, en la idea de que cada cual hace su propia suerte y de que “progresar” es sólo una cuestión de esfuerzo y determinación. Este discurso es ciego a los diferentes puntos de partida en esta carrera de “autosuperación” y, por lo tanto, a las desigualdades sociales.

2.2. Perspectivas críticas del capitalismo

En este diverso grupo, tomaremos como criterio de análisis los posicionamientos en relación al contexto histórico y a las potencialidades de transformación de las prácticas de ES.
En principio, podemos distinguir las miradas que hacen hincapié en los condicionamientos que afectan a la ES, circunscribiéndola al plano de la supervivencia; de aquellas posiciones que anteponen sus potencialidades y consideran a las experiencias autogestivas y asociativas como espacios desde los que cuales es posible construir cambio social.
Entre las primeras, encontramos análisis que retoman los aportes de Nun quien, a partir de distinguir los conceptos marxistas de “superpoblación relativa” de “ejército industrial de reserva”, postula que en el contexto de la fase monopólica del capitalismo y de la configuración del capitalismo dependiente en América Latina, surge un sector de la población al que llamará “masa marginal”. Ésta integraría la superpoblación relativa pero –a diferencia del ejército industrial de reserva- no mantendría “efectos funcionales” respecto de la acumulación capitalista. Presenta así un desafío político al régimen, en tanto podría ser “a-funcional” o “disfuncional”.
Salvia, exponente de esta vertiente “pesimista” en relación a las potencialidades de la ES, considera que este sector se caracteriza, en términos de Nun, por su distancia con el polo hegemónico
de acumulación capitalista y por el impacto de “a-funcionalizar” a la “masa marginal”. Es en este sentido que se refiere a las experiencias de ES como “economías de la pobreza” (Salvia, 2005), limitadas al plano de la subsistencia y cuyos efectos sistémicos estarían dados por la legitimación del trabajo en condiciones precarias.
En el marco de las visiones que consideran las potencialidades de la ES en los procesos de transformación social, encontramos tanto a la corriente de la “economía social y solidaria” como a“prácticas autogestivas” ligadas al marxismo, anarquismo y/o autonomismo.5
La visión de la “economía social y solidaria” se ha difundido desde las últimas décadas del siglo XX, en un periodo marcado por la crisis económica y social. Critican al “capitalismo salvaje”, reivindicando valores solidarios y la intervención del Estado para garantizar derechos sociales. De este modo, es posible encontrar coincidencias con las miradas que se ubicaron en el marco de las perspectivas de integración al capitalismo. Sin embargo, en este caso, se distinguen por presentar sus planteos en contraste con la “economía capitalista” o “de mercado”, oponiéndose al individualismo y colocando como centro a las necesidades humanas y a los lazos comunitarios. Una cuestión a indagar es qué características asume este contraste, qué metas y qué caminos se proponen para alcanzarlas. Para ello, vale recuperar los posicionamientos de Coraggio, uno de los referentes de esta visión en Argentina.
Coraggio parte de caracterizar al “campo económico” como “economía mixta”, en la que se combinarían tres subsistemas diferenciados según la racionalidad dominante de las unidades de organización económica que participan en cada uno. Estos son: el subsistema de economía capitalista, el de economía estatal y el de economía popular. El primero, se orientaría a partir de la “valorización ilimitada del capital dinero (reproducción ampliada del capital), la defensa de los derechos de propiedad privada irrestricta y las relaciones de producción e intercambio asimétrico que lo constituyen.” El segundo subsistema, articularía (de forma inestable) tres lógicas: “1. la acumulación de poder político –individual, partidario- y la reproducción ampliada en posiciones de poder estatal, 2. la gobernabilidad/regulación y legitimación del sistema social, 3. la construcción democrática del bien común.” Por último, el subsistema de la “economía popular” estaría orientado por “la reproducción biológica intergeneracional y social en las mejores condiciones posibles (reproducción ampliada) de las personas que la componen” (Coraggio, 2007: 9-10).
Junto a la distinción de subsistemas dentro del “sistema económico”, el autor marca distintas etapas en un proceso de transición hacia una “economía del trabajo”:

Los tres subsistemas cambiarán cuando en el campo de fuerzas de la economía se desarrolle un subsistema no subordinado que tienda a una economía centrada en la racionalidad reproductiva que busca la reproducción ampliada de la vida de todos en base a la producción de valores de uso y manteniendo un balance aceptable de los trabajos humanos entre sí y con los procesos de reproducción de la energía natural. Ese desarrollo de mayor autarquía y autonomía en las organizaciones económicas de los trabajadores da bases materiales y es concomitante con un desarrollo de poderes populares con otra capacidad de enfrentamiento a las empresas de capital y de incidir en la democratización de la economía pública. (Coraggio, 2007: 6, cursiva en el original)

En el camino de la “larga transición”, se denomina “economía social” a aquellas prácticas que crean organización de trabajadorxs asociadxs6 sobre la base material de la economía popular. De este modo, el objetivo estaría dado por:

organizar un subsistema orgánico de economía social-mente conciente de los lazos intersubjetivos, intercomunitarios en diversas escalas y de las relaciones sociales y con la naturaleza que se van institucionalizando, que entre en tensión con la economía del capital y la economía pública junto con las cuales constituye una contradictoria economía mixta. Si esto es una vía a alguno de los socialismos del Siglo XXI o no, escapa a nuestro objetivo examinarlo en esta presentación. Pero no nos cabe duda de que es un camino necesario para otra sociedad más igualitaria, más justa, donde personas y comunidades tengan más libertad la vez que resueltas sus necesidades. (Coraggio, 2007: 6, cursiva en el original)

En las primeras etapas, sería necesario el apoyo del Estado pero, ante el riesgo de la cooptación, sin descansar sólo en ella y encarando la “lucha cultural que acompaña la experiencia de construir otra economía” (Coraggio, 2007: 6)
Por otro lado, en el marco de las corrientes ligadas a la autogestión, Ciolli reconoce dos visiones según el impulso y carácter dado a los procesos de transformación social y política:

… por un lado, desde las corrientes del anarquismo, marxismo libertario y consejismo, la autogestión forma parte del proceso de disputa de poder desarrollada por los sectores explotados y orientados hacia una ruptura definitiva de las formas de organización social capitalista. La otra mirada -que es la que cobró mayor impulso desde la década del noventa en la Argentina, vinculada a las perspectivas autonomistas- vio en la autogestión la construcción de formas anticipatorias o prefigurativas de la sociedad socialista. Esta mirada, se basó en una reinterpretación de las reflexiones gramscianas en torno a los consejos de fábrica durante el bienio rojo en Turín (Ciolli, 2013: 8).

Estas corrientes, más allá de sus matices, coinciden en una mirada anti-capitalista que se nutre de tradiciones revolucionarias y las recrea en el contexto del capitalismo contemporáneo. En el caso argentino, al calor de la crisis social de fines de siglo XX y comienzos del XXI, “sus defensores y promotores pusieron el énfasis en las prácticas internas, en la revalorización de la solidaridad, en la autonomía de los trabajadores, en la democracia directa y en las prácticas asamblearias” (Ciolli, 2013: 8).
Ciolli y Roffinelli, entre otros autores, se ubicarían en el marco de estas corrientes, ponderando tanto la búsqueda de alternativas para la reproducción de la vida y el valor simbólico-cultural de las experiencias de ES como los condicionamientos objetivos que impone el actual contexto histórico:

En el marco de un sistema social desigual y excluyente, democracia y autogestión encierran una potencialidad radical que se construye en la praxis de los trabajadores autoorganizados que cooperan. Potencialidad que irá concretándose en la medida en que logre profundizarse un modo de organización colectivo, con independencia de clase, que avance en la construcción social contra-hegemónica que subvierta el orden social vigente” (Ciolli y Roffinelli, 2009: 136)

En este sentido, Roffinelli hace hincapié en la necesidad de incorporar a la ES a un proyecto integral de sociedad:

Estamos convencidos que la economía social, popular o solidaria tiene el potencial de desarrollar una alternativa económica al servicio de las necesidades de los trabajadores, no obstante, por si sola no puede ir más allá, plantearse otro sistema económico centrado en los seres humanos, en una relación armónica con la naturaleza y la sociedad. Necesita que los sujetos que intervienen en su desarrollo puedan articular un proyecto también político orientado a un cambio social radical. (Roffinelli, 2008: 16)

De esta manera, en la capacidad de la ES de “ir más allá”, se juegan la posibilidad de superar condicionamientos y explotar potencialidades en el proceso de construcción de una sociedad alternativa al capitalismo.
En este sentido, se plantea el desafío de definir el contenido de la alternativa. Al respecto, resulta pertinente retomar las palabras de Gambina y Roffinelli, quienes se refieren a la relación entre cooperativismo y socialismo en el contexto actual, reconociendo una vez más la importancia
pedagógica de las experiencias de ES: “Insistimos sobre todo en la importancia de la producción de signos y símbolos, ya que la constitución del imaginario popular favorable a un horizonte anticapitalista puede transformarse en una base sólida para pensar una sociedad alternativa, incluso socialista” (Gambina y Roffinelli, 2011: 67).

3. Las críticas de Marx y Engels a los socialistas utópicos

A partir de la caracterización propuesta de las diversas perspectivas en relación al campo de la “economía social” y su rol en la sociedad, en este apartado se profundizará en el análisis de las denominadas perspectivas críticas. Para ello, se tomarán las críticas que Marx y Engels realizan a los socialistas utópicos, considerando que éstas permitirán reconocer y analizar las tensiones y desafíos al interior de las perspectivas críticas. Se entiende que además de las críticas que desarrollan dichos autores, es necesario contemplar la reivindicación que realizan de las experiencias de los socialistas utópicos en términos de su importancia en la historia del socialismo y del movimiento obrero.
El cooperativismo surge y se desarrolla a la par de la consolidación del capitalismo. Esta tradición, actualmente parte del amplio y heterogéneo campo de la ES, se origina en Europa en el contexto de la Revolución Industrial. En palabras del Manifiesto Comunista, este constituía un momento “rudimentario” de la lucha de clases. Así lo refleja Lizárraga, al situar la emergencia de las obras de los socialistas utópicos en un periodo en el que el proletariado no se diferenciaba de la gran masa de desposeídos ni alcanzaba cierto grado de organización, afirma que “El bálsamo para sus miserias llegaría, entonces, desde afuera; desde los filántropos y los reformadores que pululaban en el mundo burgués. En estas circunstancias se desarrollan, entonces, las doctrinas de los primeros socialistas” (Lizárraga, 2012: 34).
De esta manera, los “socialistas utópicos” -Conde de Saint-Simon Claude-Henry de Rouvroy, (1760-1825), Robert Owen (1771-1858) y Charles Fourier (1772-1837)- plantearon críticas a los impactos de la consolidación del capitalismo, al tiempo que idearon y pusieron en práctica “sistemas” de organización social basados en principios colectivos y solidarios.
El Conde de Saint-Simon, sin distinguir obreros y patrones, defendió el trabajo industrial contra “los ociosos”, planteando que “todos los seres humanos deben trabajar”. Esta máxima ha generado distintas interpretaciones en relación a su filiación ideológica. Como detalla Kohan (2007)

Algunos historiadores -Federico Engels, por ejemplo - lo sitúan como precursor del socialismo. Otros, en cambio - Ernest Mandel- lo identifican como ideólogo de la naciente burguesía industrial. Algunos más -Herbert Marcuse-, como primer teórico de la corriente ideológica positivista (que se caracteriza por rechazar el socialismo y la filosofía, en nombre del «orden» y el «progreso», lemas de Augusto Comte, discípulo de Saint-Simon). A mitad de camino de todos ellos, el historiador G.D.H. Cole plantea que Saint-Simon fue las tres cosas al mismo tiempo. (Kohan, 2007: 8)

Owen fue un industrial inglés que “se caracterizó por un profundo sentimiento de rechazo del sufrimiento obrero en Gran Bretaña” (Kohan, 2007: 9), intentando llevar a la práctica en sus propios campos y talleres colonias comunistas y cooperativas. Entre los años 1800 y 1829, dirigió una fábrica de hilados de algodón en New Lanark (Escocia) donde trabajaban más de 2500 obreros. A pesar de haber diseñado un modo de organización del trabajo menos explotador que el del resto de las fábricas, brindándoles educación a los hijos de los trabajadores y pagando los salarios aún en momentos de crisis en los que se interrumpió la producción, el precursor del cooperativismo moderno no se conformaba, afirmando al hacer un balance de la experiencia: “Aquellos hombres eran mis esclavos”.
Fourier era un pequeño comerciante francés cuyas ideas radicales de impugnación a la sociedad burguesa son claramente precursoras del socialismo y el marxismo, criticando tanto a la familia patriarcal como a la propiedad privada. Según Kohan (2007) “Cuando compara las promesas incumplidas de los enciclopedistas (que iluminaron con su luz racionalista y su optimismo desenfrenado el siglo XVIII) con la miseria y opresión capitalistas del siglo XIX, Fourier se convierte en un crítico mordaz” (Kohan, 2007: 11). Ante el malestar provocado por el capitalismo, Fourier
propone la conformación del falansterio. “Su sistema estaba basado en un principio universal de la armonía, desplegada en cuatro áreas: el universo material, la vida orgánica, la vida animal y la sociedad humana. Para Fourier, esta armonía solo puede prosperar cuando «las limitaciones que la conducta social convencional pone a la satisfacción plena del deseo, hayan sido abolidas, permitiendo una vida libre y completa» (Fourier, 1975: 64)” (Mirando Lorenzo, 2011: 80) La armonía podría lograrse a partir de la puesta en práctica de su propuesta; dividiendo a la sociedad en comunidades de entre 1000 y 2000 personas, donde todxs trabajaran y consumieran.
Ahora, habiendo realizado esta breve introducción, a continuación se recupera el análisis que Marx y Engels (juntos y por separado) elaboraron en relación al socialismo utópico. La presentación tomará los siguientes ejes: -Socialismo, antagonismo social y movimiento histórico y –Cooperativismo y emancipación del trabajo.

3.1. Socialismo, antagonismo social y movimiento histórico

Marx y Engels, en diferentes trabajos, critican la abstracción en los planteos de los socialistas utópicos, en tanto los mismos no darían cuenta del antagonismo social constituyente de la sociedad dividida en clases.
Los autores, consideran que tal posicionamiento debe ser entendido en el contexto en el que emergen las propuestas de los socialistas utópicos. Es en este sentido que valoran sus aportes y, al mismo tiempo, consideran a sus seguidores posteriores como “reaccionarios”.
En el Manifiesto Comunista (1848), sostienen:

(…) la forma rudimentaria de la lucha de clases, así como su propia posición social, les lleva a considerarse muy por encima de todo antagonismo de clase. Desean mejorar las condiciones de vida de todos los miembros de la sociedad incluso de los más privilegiados. Por eso, no cesan de apelar a toda la sociedad sin distinción, e incluso se dirigen con preferencia a la clase dominante. Porque basta con comprender su sistema, para reconocer que es el mejor de todos los planes posibles de la mejor de todas las sociedades posibles. (Marx y Engels, 2012: 83)

De esta manera, los socialistas utópicos terminan por repudiar “toda acción política, y en particular, toda acción revolucionaria; se proponen alcanzar su objetivo por medios pacíficos, intentando abrir camino al nuevo evangelio social valiéndose de la fuerza del ejemplo, por medio de pequeños experimentos, que, naturalmente, fracasan siempre” (Marx y Engels, 2012: 83). Es en este sentido, que puede reconocerse cómo los mismos se abstraen del movimiento histórico: “La importancia del socialismo y del comunismo crítico-utópicos está en razón inversa al desarrollo histórico. A medida que la lucha de clases se acentúa y toma formas más definidas, el fantástico afán de ponerse por encima de ella, esa fantástica oposición que se le hace, pierde todo valor práctico, toda justificación teórica.” (Marx y Engels, 2012: 83-84)
Evaluando la experiencia cooperativa desde el momento de publicación del Manifiesto Comunista (1848) hasta 1864, cuando se difunde el Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores, Marx reafirma los planteos anteriores. De este modo, presenta los límites históricos de las cooperativas, ligadas a esfuerzos particulares y “accidentales” que “no podrán detener jamás el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un poco la carga de sus miserias”. Razón por la cual las mismas recibirían “elogios nauseabundos” de “algunos aristócratas bien intencionados, a filantrópicos charlatanes burgueses y hasta a economistas agudos” (Marx, 2014: 38).
Engels, en su famosa obra Del socialismo utópico al socialismo científico (1880), vuelve a sostener los planteos del Manifiesto Comunista y los desarrolla. Así, señala nuevamente la abstracción presente en los planteos de los socialistas utópicos.

Sus teorías incipientes no hacen más que reflejar el estado incipiente de la producción capitalista, la incipiente condición de clase. Se pretendía sacar de la cabeza la solución de los problemas sociales, latente todavía en las condiciones económicas poco desarrolladas de la época. La sociedad no encerraba más que males, que la razón pensante era llamada a remediar. Se trataba por eso de descubrir un sistema nuevo y más perfecto de orden social, para implantarlo en la sociedad desde fuera, por medio de la propaganda, y de ser posible, con el ejemplo, mediante experimentos que sirviesen de modelo. Estos nuevos sistemas sociales nacían condenados a moverse en el reino de la utopía; cuanto más detallados y minuciosos fueran, más tenían que degenerar en puras fantasías. (Engels, 2012: 135)

En este sentido, la idea de utopía se liga aquí a la de “modelo” o “sistema” social como solución racional propuestas por ciertos individuos, que no surgen del movimiento histórico y de la organización de la clase obrera como sujeto revolucionario.
De este modo, Engels considera que para los socialistas utópicos, “el socialismo es la expresión de la verdad absoluta, de la razón y de la justicia, y basta con descubrirlo para que por su propia virtud conquiste el mundo.” (Engels, 2012: 144) A esto, se agrega que la verdad absoluta, la razón y la justicia variarían según cada fundador. Así, resultaría “inevitable que surgiese una especie de socialismo ecléctico y mediocre (…) una mezcolanza extraordinariamente abigarrada y llena de matices (…). Para convertir el socialismo en una ciencia, era indispensable, ante todo, situarlo en el terreno de la realidad.” (Engels, 2012: 144). Este será el socialismo científico, que retoma la tradición del socialismo utópico y se propone superarlo.
Al respecto, Löwy –en un trabajo en el que estudia la teoría de la revolución en las primeras etapas de la obra de Marx- sostiene que “la acción prescrita por esta teoría –y practicada por Marx en tanto dirigente comunista- (…) es una política realista en el sentido amplio del término, es decir, fundada en la estructura, las contradicciones y el movimiento de lo real mismo; y como es realista, supone una ciencia rigurosa, ciencia que establece, en cada momento histórico, las condiciones de la acción revolucionaria.” (Löwy, 2010: 36)
En esta línea, Lizárraga (2012) sostiene, al estudiar “Del socialismo utópico al socialismo científico”, que Engels critica a los utopistas por su incapacidad de ver el potencial emancipador latente en la clase trabajadora y los medios de liberación proporcionados por el desarrollo de las fuerzas productivas, limitándose así a registrar los dramáticos efectos del sistema capitalista. El autor sintetiza claramente este contraste entre socialismo utópico y científico de la siguiente manera:

Según Engels, entonces, el socialismo utópico es aquel que se ve a sí mismo como ‘producto casual’ de un genio reformador cuya meta es elaborar un sistema social perfecto o casi perfecto. El socialismo de Marx y Engels, en cambio, emerge como producto ‘necesario’ de la lucha entre burgueses y proletarios, y su misión es investigar el proceso histórico, el conflicto de clases y los medios para solucionar dicho conflicto (los cuales están ya inscriptos en el propio sistema capitalista). (Lizárraga, 2012: 48)

3.2. Cooperativismo y emancipación del trabajo

Las críticas que plantean Marx y Engels en el Manifiesto comunista a los socialistas utópicos se plantean junto al reconocimiento de los elementos críticos que encerraron sus experiencias y de su valor simbólico y pedagógico. En este sentido, en el Manifiesto Inaugural de la AIT, Marx se refiere al movimiento cooperativo:

Es imposible exagerar la importancia de estos grandes experimentos sociales que han mostrado con hechos, no con simples argumentos, que la producción en gran escala y al nivel de las exigencias de la ciencia moderna, puede prescindir de la clase de los patronos, que utiliza el trabajo de la clase de las «manos»; han mostrado también que no es necesario a la producción que los instrumentos de trabajo estén monopolizados como instrumentos de dominación y de explotación contra el trabajador mismo; y han mostrado, por fin, que lo mismo que el trabajo esclavo, lo mismo que el trabajo siervo, el trabajo asalariado no es sino una forma transitoria inferior, destinada a desaparecer ante el trabajo asociado que cumple su tarea con gusto, entusiasmo y alegría. (Marx, 2014: 38)

De este modo, la experiencia de las cooperativas en las “manos audaces” de los trabajadores, proporciona un saber invaluable para el movimiento obrero: la posibilidad de producir sin los capitalistas; la posibilidad de una forma de trabajo no alienado. Ahora, las potencialidades de estas experiencias deben considerarse en el marco de relaciones de poder.

Para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, por consecuencia, ser fomentada por medios nacionales. Pero los señores de la tierra y los señores del capital se valdrán siempre de sus privilegios políticos para defender y perpetuar sus monopolios económicos. Muy lejos de contribuir a la emancipación del trabajo, continuarán oponiéndole todos los obstáculos posibles. (Marx, 2014: 38)

En esta línea de análisis, en una nota al pie del capítulo XI del primer tomo de El Capital, el autor hace referencia a la posibilidad de transformar la cooperación que se impone desde fuera, bajo la dirección despótica del capitalista, al mencionar irónicamente a un período inglés (Spector), que habría descubierto “el mayor defecto de los experimentos cooperativos de Rochdale”. El mismo radicaría en el hecho de que estas experiencias “‘demostraron que las asociaciones de obreros podían administrar con éxito tiendas, fábricas y casi todas las formas de industria, y mejoraron inmensamente la condición de los operarios, pero, ¡pero!, no dejaron un lugar libre para los patrones’ Quelle horreur!” (Marx, 2002: 403. Nota al pie n° 21)
En La guerra civil en Francia, donde Marx estudia la entonces muy reciente experiencia de la Comuna de París, reflexiona sobre las relaciones entre la producción colectiva y la emancipación del trabajo, entre la autogestión y la construcción de la sociedad futura. Asimismo, se refiere a las reacciones de los enemigos de la clase obrera.

(…) apenas en algún sitio los obreros toman resueltamente la cosa en sus manos, vuelve a resonar de pronto toda la fraseología apologética de los portavoces de la sociedad actual, con sus dos polos de capital y esclavitud asalariada (hoy, el terrateniente no es más que el socio comanditario del capitalista), como si la sociedad capitalista se hallase todavía en su estado más puro de inocencia virginal, con sus antagonismos todavía en germen (…) ¡La Comuna, exclaman, pretende abolir la propiedad, base de toda civilización! Sí, caballeros, la Comuna pretendía abolir esa propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. (Marx, 2003: 72)

De esta manera, Marx se refiere a la meta que de hacer que los medios de producción (tierra y capital) pasen de ser medios de explotación del trabajo a instrumentos del trabajo libre y asociado en términos del “irrealizable” comunismo, según las voces dominantes, algunas de las cuales, en su intentos de preservación de un sistema -que según analizaba Marx en ese momento, no podría continuar- se presentaron como “los apóstoles molestos y chillones de la producción cooperativa.” En esta línea de análisis, sugiere tanto la posibilidad del cooperativismo incorporado al desarrollo capitalista, como la de extender la producción cooperativa como base de la sociedad comunista.

Ahora bien, si la producción cooperativa ha de ser algo más que una impostura y un engaño si ha de sustituir al sistema capitalista; si las sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista, ¿qué será eso entonces, caballeros, más que comunismo, comunismo “realizable”? (Marx, 2003: 72)

Sobre la base de las experiencias asociativas de los socialistas utópicos se erige entonces una lección fundamental: no son necesarios los patrones en la producción. En su elaboración teórica, se trata del “descubrimiento de la plusvalía” del que habla Engels, que expone la explotación del obrero en el régimen capitalista de producción y al hacerlo, logra explicar el capitalismo. Gracias a este descubrimiento y a la concepción materialista de la historia, propuestos por su gran compañero, Engels sostiene que “el socialismo se convierte en una ciencia” (Engels, 2012: 153). De esta forma, como observa Lizárraga, Engels “no niega, ni negará jamás, las brillantes críticas de los utopistas; el socialismo científico es heredero del socialismo utópico, su desarrollo necesario, y no su negación”. (Lizárraga, 2012: 35)

4. El pensamiento crítico y los desafíos de la ES para la transformación

Hasta aquí, se intentó abordar la diversidad de posiciones y corrientes al interior del campo de la ES y proponer una caracterización en sentido amplio, distinguiendo entre las perspectivas de integración al capitalismo y las críticas del mismo.
En este marco, fue posible reconocer cierta permeabilidad entre ellas, particularmente en los vínculos entre las políticas sociales nacionales del periodo kirchnerista y la corriente de la “economía social y solidaria”; donde la crítica al neoliberalismo y la promoción de la reconstrucción de lazos solidarios post-crisis, son rasgos comunes, aunque se juegan diferentes intenciones e interpretaciones.
El Estado aparece así como un actor fundamental con el que se relaciona la ES que, ligada tanto al asociativismo como a la “economía informal”, no tiene enfrente a la figura del “patrón” en la definición de las condiciones de trabajo. De esta manera, ante el contexto de crisis que definió el fin del siglo pasado en el que la ES se constituyó en refugio para las capas más empobrecidas de la población, el gobierno instalado en 2003 dio una respuesta al problema de –en términos de Nun- volver “a-funcional” a la “masa marginal”. Así, incorporó la experiencia popular, desdibujando sus elementos disruptivos, en el marco de una estrategia de hegemonía que debía recomponer el consenso material y social quebrado en la crisis de 2001.
El apoyo estatal a las experiencias de "economía social" es destacado por parte de la perspectiva de “economía social y solidaria”, especialmente en la etapa de “transición”, como planteaba Coraggio. Es en este sentido que se propone a la “institucionalización” como una línea de acción estratégica. ¿Qué significa tomar este camino? Entendiendo que las políticas sociales no son meras concesiones, sino que cristalizan tensiones sociales subyacentes y se constituyen como medios para intervenir sobre las mismas; es importante diferenciar los momentos de diseño e implementación y reconocer que los programas sociales “no bajan” de forma lineal sino que operan múltiples mediaciones. Entre ellas, se presentan las organizaciones sociales con diversos grados de autonomía que se apropian de distintas maneras de los recursos que suponen las políticas. Al respecto, vale preguntarse: ¿de qué maneras se relacionan las experiencias de ES con el Estado?, ¿se limitan a una cuestión de necesidad de apoyo para la sostenibilidad de los emprendimientos?, ¿qué “usos” se plantean de los recursos?, ¿se articulan en una estrategia de disputa de poder?, ¿qué implicancias tiene postular al Estado como interlocutor único o principal en la construcción de transformaciones?, ¿qué condiciones se presentan en el escenario actual?
A partir del cambio de gobierno en diciembre de 2015, los encuentros entre las políticas dirigidas a la ES y la corriente de la “economía social y solidaria”, entran en tensión al ganar fuerza los discursos individualizantes del emprendedorismo y la meritocracia. En estos primeros meses de gobierno de la Alianza Cambiemos, como se planteó anteriormente, aún no hay elementos suficientes para dar cuenta de cambios en la perspectiva “oficial”, sustentada centralmente por el Ministerio de Desarrollo Social. En este punto, se destaca que el Movimiento Evita, principal impulsor de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), mantuvo negociaciones con la ministra Carolina Stanley para garantizar la “continuidad laboral” de los trabajadores y trabajadoras de la ES enmarcados en programas sociales implementados por la gestión anterior.7 El Plan Nacional “Manos a la obra” fue reformulado a partir de la presentación del Plan “Creer y crear” aprobado por resolución ministerial8 en abril de 2016, en el que se retoman y reconocen los programas implementados hasta
entonces. Sin brindar mayores detalles sobre las características de la implementación, se plantea que las provincias deberán optar por adherir o no al Plan9. En palabras del MDS,

El plan busca fortalecer a emprendedores para que mejoren sus proyectos productivos. Brinda acompañamiento en su desarrollo con herramientas, insumos y capacitaciones, para darles impulso y que así puedan crecer. La propuesta reúne las diferentes líneas de acción del ministerio, que se acercan a los destinatarios de manera descentralizada. Cada provincia podrá presentar un único proyecto integral de economía social para implementar en su territorio, que puede contemplar una o varias líneas programáticas. Así se definirá si solicitan microcréditos; entrega de maquinarias; generación de nuevos espacios de comercialización; apoyo con capacitación en oficios y formación profesional, y generación de redes mediante el área de Responsabilidad Social Empresaria. (MDS, 2016).

Si bien todavía no se pueden conceptualizar las características particulares que asume la política social bajo el macrismo como gobierno nacional con respecto a la del kirchnerismo, sí es posible afirmar que claramente ambas se ubican en el gran grupo al que se refirió como “perspectivas de integración al capitalismo” con distintos niveles de influencia de las líneas sobre el tema de organismos internacionales como el BID y la ONU. Con el trascurso del tiempo, será necesario
profundizar en la comprensión de cambios y continuidades, tanto a nivel material como discursivo.
En este contexto de ajuste, en el que gran parte de la población pobre y trabajadora se ve atravesada por el deterioro de sus condiciones de vida10, las actividades más precarizadas se extienden y tienden a engrosarse las filas de la “economía informal”.11 En este marco, la noción de “economía social” aparece cada vez más imprecisa y desdibujada, convirtiéndose muchas veces en un eufemismo de la informalidad.
Si la ES constituyó una alternativa económica y una apuesta política frente a niveles críticos de desempleo hacia fines de siglo XX y comienzos del siglo XXI, desde aquel momento hasta hoy, ha tendido a consolidarse como un rasgo estructural de la sociedad y no ya como una respuesta transitoria de emergencia. Este hecho se expresa, por ejemplo, en la conformación de nuevas organizaciones de agregación de estas experiencias como la arriba citada CTEP, que constituye ciertamente una novedad frente a otras experiencias de agregación propias del cooperativismo tradicional, a movimientos sociales que incorporan como línea a la ES e, incluso, a la propuesta de la CTA de afiliar también a
desocupadxs y/o integrantes de organizaciones sociales. ¿Qué rasgos tendría la sindicalización específica de lxs trabajadorxs de la ES?, ¿qué relación plantearían con la matriz sindical tradicional?,¿y con otras experiencias organizativas del sector?
De este modo, ante la consolidación de la ES como sector y la multiplicidad contradictoria de interpretaciones, resulta pertinente cuestionarse: ¿Qué desafíos se le presentan a las perspectivas críticas de ES?, ¿cómo comprender la situación de la ES en la Argentina contemporánea? La pregunta por la comprensión, desde estas miradas, se liga necesariamente a la pregunta por la acción: ¿qué significa trabajar en ES?, ¿qué tipo de prácticas deben sostenerse?, ¿cómo vincularse con el Estado y con organizaciones sociales?
De cara a este debate, es que se propuso retomar los aportes de Marx y Engels, entendiendo que su mirada hacia el socialismo utópico y el cooperativismo brindan elementos para pensar los límites y potencialidades de la ES para la transformación social hoy.
En este marco, se observa que las críticas que los autores hacen a los socialistas utópicos pueden aplicarse, siempre que se dé cuenta de los lejanos contextos en que se desarrollan, a la “economía social y solidaria”.
Mientras las corrientes ligadas a la autogestión plantean un sentido definidamente anti-capitalista en sus construcciones, en el caso de la “economía social y solidaria” esta referencia se presenta de forma ambigua. Se plantea una crítica al neoliberalismo, a la “economía de mercado”, a la “economía del capital” pero no al capitalismo como totalidad. En este sentido, se considera que se incurre en la abstracción al fragmentar la sociedad en diferentes sistemas, reconociendo las contradicciones entre los mismos y no entre sujetos sociales concretos, entre clases. De todas formas, sí se plantea la necesidad de fortalecer “poderes populares” en sentido amplio. Al mismo tiempo, en la idea de“transición” por “medios pacíficos” de la “economía popular”, a la “economía social” hacia la“economía del trabajo”, también es posible reconocer cierta abstracción histórica. Estas cuestiones aparecen en la crítica que Marx y Engels realizaron a los socialistas utópicos, poniendo en evidencia que sus propuestas se colocaban por encima de los antagonismos sociales, convocando a la sociedad en su conjunto.
A la vez, al destacar el aporte teórico-pedagógico que estas experiencias tuvieron en relación al desarrollo del movimiento obrero, los aportes de Marx y Engels superan aquellas posiciones que desde un análisis estructural del capitalismo sólo ven los condicionamientos de la ES.
Es en este sentido, que el socialismo científico frente al utópico, aporta herramientas para el reconocimiento de las condiciones históricas para potenciar, en el caso aquí analizado, los alcances de las experiencias autogestivas. Se vuelve entonces necesario superar visiones fatalistas centradas en los condicionamientos estructurales que afectan a la ES así como las miradas optimistas/voluntaristas que, en definitiva, comparten la característica de colocarse más allá del movimiento histórico. Tal como sostiene Lizárraga, Marx y Engels “Desde la perspectiva dialéctica, entendían que la práctica política no era un trabajo de ingenieros, sino que se asemejaba a la labor de una partera, que ayuda a extraer la forma que crece en las entrañas del sistema.” (Lizárraga, 2012: 51)
Recuperar hoy la obra de estos revolucionarios, no implica caer en miradas deterministas y dogmáticas del marxismo. Este tipo de interpretaciones sacrifican el rol de los sujetos en la historia y su conciencia en pos de un “marxismo momificado” (Kohan, 2013) arrancando la praxis, corazón del marxismo. En general, la academia tiende a identificar estas miradas reduccionistas con la corriente marxista de pensamiento en su totalidad, colocando a la misma en el lugar de una pieza de museo que, a lo sumo, puede aportar en el análisis de los “factores económicos”.
Como se pudo ver en el análisis que Marx y Engels hacen del socialismo utópico, su interés está colocado en comprender la realidad para intervenir sobre ella, para transformarla. Así, la crítica a los utópicos se dirige a su idealismo abstracto pero eso no significa que no contenga también, en otro sentido, la utopía de que el trabajo en su dimensión concreta pueda transformarse en praxis“verdaderamente humana, libre y creadora”.
Adolfo Sánchez Vázquez, rescatando la noción de praxis como centro del pensamiento de Marx, señala que la crítica del marxismo se dirige a la vez a la realidad capitalista, a las ideas que pretenden legitimar esa realidad y a los programas políticos que tienen como objetivo reformar el capitalismo. Esta crítica lleva a un proyecto de emancipación donde realizar los valores negados en la sociedad
criticada, deseable para aquellxs oprimidxs y explotadxs por el sistema capitalista. “Para la filosofía de la praxis, no es sólo la idea o el ideal que responde a necesidades radicales, sino una posibilidad entre otras -incluso la no emancipatoria de una nueva barbarie- por cuya realización los hombres deben pugnar” (Sánchez Vázquez, 1997: 8). Además de su criticidad y voluntad de liberación, el marxismo propone un análisis y producción de conocimiento de carácter científico sobre el capitalismo. Estos tres aspectos se encuentran intrínsecamente relacionados:

… en la medida en que se conoce la realidad a transformar, las posibilidades de transformación inscritas en ella, así como el sujeto, los medios y las vías necesarios y adecuados para esa transformación; es decir, en la medida en que se introduce cierto grado de racionalidad en el proceso práctico, el sujeto de éste no actúa como un náufrago en un mar de incertidumbres, sino como el marino que, brújula en mano, pone proa en ese mar al puerto al que anhela llegar. Y si el conocimiento náutico no garantiza que su arribo a él sea inevitable, sí garantiza que, al trazar fundamentalmente la ruta a seguir, su acción no sea una simple aventura. (Sánchez Vázquez, 1997: 10)

De esta manera, el presente trabajo sostiene que los aportes que Marx y Engels hicieran al criticar a los socialistas utópicos iluminan los desafíos de la “economía social” en la actualidad a partir de reconocer las potencialidades para la transformación de la sociedad así como los condicionamientos estructurales existentes. En ambos planos, estrechamente relacionados, los análisis de dichos autores deben ponerse en relación con otrxs intelectuales y referentes de movimientos populares. En este sentido, retomar sus planteos para analizar la situación actual supone proponer una apropiación desde el hoy, en diálogo con otras perspectivas críticas como la educación popular, el feminismo o el pensamiento decolonial.
En esta línea, resultan particularmente sugerentes los planteos de Omar Acha en torno a la necesidad de superación del que denomina “marxismo de derecha”. Éste se caracterizaría por: “su adoración del pasado, considera a la teoría marxista completa y autorreferente, su actitud es defensiva antes que creativa y propositiva y, finalmente, es intransigente” (Acha, 2008: 12, cursiva en el original). Ya sea que se asuma individual o colectivamente, plantea una subordinación a la tradición marxista como insuperable y no revisable. El autor estima que “esta configuración cultural tiene una amplia validez para captar la manera de entender actualmente ciertos sectores que hoy se identifican con el marxismo, pues creyendo ser catequistas de una izquierda verbal o práctica son derechistas ideológicos”. Así, en oposición a interpretaciones cerradas y quietas del marxismo, plantea que la “incompletitud del marxismo es el prefacio a su apertura, es el envite a su reinvención y, ¿por qué no?, a su futura superación en la praxis teórica y política.” (Acha, 2008: 15)
Por lo antedicho, se retoman las agudas palabras de Acha, quien convida a las perspectivas críticas a recuperar y enriquecer el camino iniciado por Marx, cuya imponente obra debe leerse en función ya no de encontrar respuestas cerradas e incuestionables, si no de la búsqueda de herramientas para abrir preguntas de conocimiento y desafíos para la acción transformadora en la sociedad contemporánea.

Ser marxista de izquierda es perder el ceño de una historia de derrotas, para elaborarlas y mirar el presente y el futuro abiertos para el saber y la acción. Es estudiar y combatir al capital y a la explotación, pero también adoptar como propias, sin subordinaciones, todas las luchas emancipatorias progresivas. Es revisar sin pena ni autorrepresión los conocimientos establecidos. Es leer las obras de la tradición como un alimento que nutre cuando es digerido por las necesidades actuales, y reformuladas, quizás gravemente, para ser adecuadas a las necesidades contemporáneas. Es adoptar una cadencia creativa, innovadora, lejos de la repetición dogmática. (…) No es fortuito que el marxismo de derecha haya tendido a ser autoritario, uniformizante, conservador y centralista. El marxismo de izquierda es un marxismo desde abajo, democrático y revolucionario, en exploración de nuevas formas de organización y praxis. Es un marxismo abierto y exigente, a la vez que buceador partícipe de las infatigables vocaciones de transformación social. Porque el marxismo de izquierda no es monógamo ni celoso. Coopera con otras teorías críticas, en gozosa asociación, repleto de preguntas no complacientes y propuestas de debates, porque sabe que lo crucial no es el acatamiento de órdenes, sino la acción emancipatoria. (Acha, 2008: 16)

Finalmente, junto a las preguntas colocadas a lo largo del desarrollo y en el espíritu de pensar nuevos interrogantes que orienten la comprensión de las condiciones de la “economía social” en la Argentina actual, se proponen los siguientes:
¿Qué significa históricamente la tendencia de crecimiento de la “economía informal” y cómo se vincula con la llamada ES?, ¿A qué capas y fracciones de clase pertenecen lxs trabajadorxs de la ES? ¿Qué intersecciones se plantean entre clase y género? Entendiendo que lxs trabajadorxs de la ES representan en general a los sectores más empobrecidos y precarizados, con una gran proporción de mujeres, la categoría marxista de “población sobrante a los fines del capital” sería la más precisa para nombrarlos. Sin embargo, es central preguntarse: por más “sobrantes” que sean (siempre para el capital), estos sectores existen y tienden a crecer: ¿quiénes son?, ¿qué piensan?, ¿qué hacen?, ¿cómo se organizan?
Por otro lado, más allá de consignar la diversidad de sentidos con los que se alude a la ES, ¿cómo definirla? En términos empíricos, esta noción se superpone con las de “economía informal” o “economía popular”, pero… ¿las trasciende? Podría decirse que por más que se compartan condiciones estructurales en cuanto a la inserción marginal de las actividades económicas marcadas por la supervivencia y la informalidad; la ES se distingue por incorporar, de distintas formas, cierta crítica a la forma capitalista de organización de la sociedad y a los modos de trabajo que ésta favorece y, en este sentido, cierto nivel de conciencia, cierto grado de organización social y política. En un plano más teórico-político, ¿qué es y qué debe ser la ES?, ¿qué potencialidades de transformación social encierra en este momento histórico?

Notas

1 En lo que respecta al campo de las políticas sociales, puede decirse que ya el gobierno interino de Duhalde había comenzado con esta tarea de recomposición del consenso a través de la implementación del Plan Jefes y Jefas de Hogar en el año 2002. El gobierno kirchnerista debió continuarla, interpelado además por la “Masacre de Avellaneda” de junio de dicho año. Este hecho, donde los militantes sociales Darío Santillán y Maximiliano Kosteki fueron asesinados por la policía en el marco de un piquete, aceleró la salida de Duhalde que convocó anticipadamente a las elecciones que llevaron a Néstor Kirchner a la presidencia.

2 Nota de Bernardo Kliksberg publicada en el diario Página 12, el día 31/07/2013, bajo el título “Agujeroséticos”. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-225681-2013-07-31.html

3 Daniel Campione, estudioso de la obra y vida de Antonio Gramsci, resume de forma clara su concepción de “sentido común”: “Los fenómenos ideológico-políticos presentan un tratamiento especial en Gramsci, que no se preocupa sólo por los sistemas de pensamiento elaborados y coherentes, sino por las manifestaciones dispersas y autocontradictorias en las que anidan formas de pensar de los más disímiles orígenes, y en las que no se respeta ninguna regla de método ni principios lógicos. En definitiva, a su juicio, la praxis revolucionaria, cuando entabla la disputa por el apoyo de las masas populares, no confronta con los ‘sistemas’ de los filósofos, coherentes y articulados, sino con las creencias de las masas, con esa ‘filosofía de los no filósofos’ que constituye el sentido común.” (Campione, 2014: 115)

4 El BM y el BID presentan la convocatoria a una participación aséptica en contextos de pobreza y desigualdad con el objetivo de construir consenso y canalizar institucionalmente las demandas sociales y políticas. En términos de Daniel Chávez (2012), se activa un proceso de pasteurización al tomar visiones o iniciativas de movimientos populares vaciando su contenido político. Los organismos internacionales promueven así una“participación estrictamente instrumental, que no altera la correlación de fuerzas entre las clases sociales o cambios políticos de orientación más radical.” (PLED, 2012: 5) Si bien el autor se refiere específicamente al uso que se hace de la herramienta del Presupuesto Participativo, la idea de incorporación de una participación“pasteurizada” se aplica en términos generales a las problemáticas aquí analizadas.

5 Vale aclarar que en las perspectivas y corrientes aquí identificadas, no se agota el amplio y diverso campo de la ES, en el que también se desarrollan experiencias ligadas al mutualismo o cooperativismo tradicional y al comunitarismo de los pueblos originarios. Ver Ciolli (2013).

6 El uso de la “x” apunta a superar los límites de un lenguaje binario y machista, en los casos en los que no sea posible o deseable utilizar términos genéricos. De este modo, se ejerce en palabras de Pérez Orozco (2014) una “desobediencia lingüística”, en tanto se cuestiona la noción de “naturalidad” del lenguaje.

7 Gildo Onarato, referente del Movimiento Evita a nivel nacional, sostuvo en redes sociales ante las críticas recibidas por negociar con el gobierno macrista: “Alicia Kirchner se junta con Frigerio y Macri para garantizar los fondos del presupuesto para Santa Cruz. CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) se junta con Macri y Carolina Stanley para garantizar la continuidad laboral de 70000 trabajadores cooperativistas que construyen viviendas populares.” 15 de mayo de 2016, en: https://www.facebook.com/gildo.onorato/posts/10206524034845033

8 Resolución del MDS, Nro. De Norma: 457. 15/04/2016. En: http://digesto.desarrollosocial.gob.ar/normaTexto.php?Id=1020&organismo=Ministerio%20de%20Desarrollo%20Social

9 A agosto de 2016, habían adherido al Plan Nacional de Economía Social “Creer y Crear” las provincias de Buenos Aires, San Juan, Catamarca, Santiago del Estero, Corrientes, La Rioja, Tucumán, Misiones, La Pampa, Neuquén, Tierra del Fuego, San Luis, Santa Fe, Río Negro y Córdoba.

10 Según un Informe del Observatorio de Deuda Social de la UCA, las medidas macroeconómicas tomadas en los primeros meses del gobierno de Macri resultaron en un 1,4 millón más de personas pobres. Así, la pobreza habría crecido del 29% al 34,5% en el primer trimestre de 2016, la cifra más alta en siete años. Hubo miles de despidos en el sector público y en el privado (de acuerdo al Centro de Economía Política Argentina (CEPA), en mayo se contaban 154.570 trabajadores despedidos entre el sector público y el privado, y otros 47.933 suspendidos. La CAME reconoció 120 mil cesantías en plena discusión de la ley antidespidos, mientras el Gobierno los negaba. En los quince días posteriores al veto de dicha ley, según la consultora Tendencias Económicas se produjeron 15.174 nuevas cesantías en el sector privado. En el caso del sector informal de la economía, la situación se agrava: según estimaciones de la CTEP, por cada trabajador en relación de dependencia que pierde su empleo, otros tres trabajadores de la economía informal pierden el suyo. En este contexto, en el que se ha contraído la economía (los datos oficiales proyectan una caída del 2,3 para el 2016), los sectores más afectados son los más vulnerables. De acuerdo a un informe del centro que dirige Claudio Lozano– el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas-, se calcula que junto a la reducción del salario real dada por la devaluación, la apertura económica y los tarifazos, tuvo lugar una transferencia de recursos de 560 millones de pesos del trabajo al capital, a costa de un achicamiento de 125 millones en el PBI. Datos tomados del Informe elaborado por Matías Ferrari para el diario Página/12, “Promesas vanas que se escaparon con el viento”, el día 13/06/2016. Nota disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-301607-2016-06-13.html

11 Este concepto se utiliza en general en un sentido más bien técnico y operativo, aunque remite al debate teórico de la “marginalidad”. Para un estado del arte sobre dicho debate y las diferentes concepciones de informalidad, ver: Neffa, 2009.

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Recibido: 10.07.16
Revisión editorial: 05.06.17
Aprobado: 01.07.17

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