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Trabajo y sociedad

versão On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.30 Santiago del Estero jun. 2018

 

JUVENTUDES: IDENTIDADES Y PRÁCTICAS

Militancias juveniles en los 80: Acercamientos a las formas de participación juveniles en la transición democrática argentina

Youth militances in the 1980s: Approaches to youth participation in the argentine democratic transition

Militancias juvenis nos 80´s: Uma abordagem nas formas de participação dos jovens na transicao democrática na argentina

 

Pablo Vommaro1 y Alejandro Cozachcow2

1 Equipo de Estudios de Políticas y Juventudes – Instituto de Investigaciones Gino Germani/Universidad de Buenos Aires/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - pvommaro@gmail.com
2 Equipo de Estudios de Políticas y Juventudes – Instituto de Investigaciones Gino Germani/Universidad de Buenos Aires - Correo: alecoza@gmail.com

 


RESUMEN

El artículo presenta un acercamiento al estudio de las formas de militancia juvenil durante la transición democrática en la Argentina, entre 1981 y 1987. Se propone que el estudio de este periodo resulta central para comprender las singularidades y algunos de los rasgos comunes que adquiere la movilización juvenil en años posteriores. Así, al acercarse a las formas de participación juveniles en estos años se identifican también algunas características que adquieren los vínculos entre juventudes y políticas en la década del noventa y que se desplegarán con más visibilidad luego del año 2001. A partir de una revisión de la bibliografía existente, se realiza una reconstrucción de los trabajos sobre militancias y participación juvenil en el período comprendido entre 1981 y 1987 focalizando en dos dimensiones. La primera, busca identificar las principales características de las formas de participación juvenil en los últimos años de la dictadura y los primeros de la democracia, de acuerdo a lo planteado en los trabajos científicos producidos en esos años, así como en análisis más recientes. La segunda, se propone trazar líneas analíticas que permitan plantear tanto un acercamiento a los principales hitos de la participación juvenil en el período, como problematizar las miradas construidas por los trabajos relevados.

Palabras clave: Juventudes; Políticas; Militancia; Participación; Democracia; Transición

ABSTRACT

The article presents an approach to the study of the forms of youth activism during the democratic transition in Argentina between 1981 and 1987. We propose that the study of this period is central to understanding the peculiarities and some of the common features that acquires youth mobilization in later years. Thus, when approaching forms of youth participation in these years they are also identified some characteristics that acquire links between youths and policies in the nineties and also, with more visibility, after 2001. A reconstruction work on militancy and youth participation during 1981 and 1987 is done on a review of the literature, focusing on two dimensions. The first one, seeks to identify the main characteristics of youth participation between 1981-1987, according to the points made in the scientific works produced in those years and in more recent analysis. Second, we propose some analytical lines that allow an approach to the knowledge on the major milestones of youth participation in the period, and also problematize the production made.

Keywords: Youths; Politics; Militancy; Participation; Democracy; Transition

RESUMO

O artigo apresenta uma abordagem para o estudo das formas de ativismo juvenil durante a transição democrática na Argentina entre 1981 e 1987. Propõe-se que o estudo deste período é fundamental para compreender as peculiaridades e algumas das características comuns que adquire a mobilização dos jovens em anos posteriores. Assim, na aproximação as formas de participação dos jovens nos anos oitenta, permite identificar algumas características que adquirem ligações entre os jovens e as políticas nos anos noventa e com maior visibilidade desde 2001. A partir de uma revisão da literatura, uma reconstrução é realizada na militância e participação juvenil no período entre 1981 e 1987, concentrando-se em duas dimensões. A primeira, para identificar as principais características da participação dos jovens entre de 1981 e 1987 de acordo com as observações feitas nos trabalhos científicos produzidos nesses anos e, em análise mais recente. Em segundo lugar, propõe-se desenhar linhas de análise que permitem uma abordagem para analisar os principais marcos de participação dos jovens no período, como problematizar na produção feita.

Palavras-chave: Juventudes; Políticas; Militância; Participação; Democracia; Transição

Licencia Creative Common: https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/legalcode


 

SUMARIO

Introducción. Los últimos años de la dictadura militar. Los espacios de militancia juvenil entre 1981 y 1987. La militancia en estructuras partidarias. La militancia en el movimiento estudiantil. La militancia en el movimiento de DDHH. La militancia en los movimientos barriales. Militancia juvenil en los ochenta: hitos, formas de participación y miradas para problematizar. Bibliografía,

*****

Introducción

El trabajo presenta avances a partir de línea de investigación desarrollada por el Equipo de Estudios de Políticas y Juventudes (EPoJu) del Instituto de Investigaciones Gino Germani (Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Buenos Aires) en torno a las formas de participación juvenil a lo largo de diferentes períodos históricos3, del cual los autores forman parte. De un modo más general, la investigación busca analizar cómo, en diferentes momentos sociopolíticos, se elaboran causas, categorías autoidentificatorias y esquemas interpretativos que construyen sentidos en torno a la militancia y la participación. Estos, a su vez, se definen en relación con hitos políticos que producen inflexiones en las maneras de entender la política y en las formas de compromiso militante.
En este artículo, a partir de una revisión de la bibliografía publicada, se analizan los vínculos entre juventudes y políticas en los años ochentas, en el momento caracterizado como de transición democrática en la Argentina, revisando las formas de militancia y participación juvenil. El estudio abarca los últimos años de la última dictadura militar4, -en tanto a partir de 1981 se produjo en algunos aspectos un debilitamiento de la represión estatal y una incipiente apertura de la movilización política y los espacios de participación- y los primeros años del actual período democrático, hasta 1987. Se toma este año en particular como hito de cierre de un ciclo político en tanto consideramos que marca, siguiendo a algunos autores (Quiroga, 1996; Rinesi, 1993), el desencanto con la naciente democracia y la defraudación de las expectativas en ella depositadas. Por un lado, debido a la crisis económica y de la deuda externa, que llevó al proceso hiperinflacionario de 1989 y precipitó la entrega adelantada del poder por parte del presidente Raul Alfonsín a Carlos Menem. Por el otro, por las implicancias de las leyes denominadas de Punto Final y Obediencia Debida5 dictadas en 1986 y 1987 respectivamente, que fueron vividas socialmente como reversión de los denominados Juicios a las Juntas de 19856 y una concesión de impunidad hacia los perpetradores de los crímenes de la dictadura.
Para lograr sus objetivos este trabajo se focaliza en dos aspectos: en primer lugar, las caracterizaciones de las formas de militancia en diferentes ámbitos, para así poder elaborar, en segundo lugar, un acercamiento a los principales hitos que signan la participación juvenil en el período seleccionado.
En un trabajo anterior producido en el marco del EPoJu (Vázquez et al., 2014), se señalaban cuatro líneas analíticas que surgían en un primer recorrido por los textos publicados acerca de las juventudes tanto en ese momento como sobre el período. Estos análisis iniciales muestran que los años ochentas parecen ser inicio de un ciclo, un momento fundacional de visibilización y emergencia de fenómenos que se van a ver potenciados años más tarde y van a dar lugar a una nutrida reflexión académica en torno a los vínculos entre juventudes y participación política. En un contexto en el cual la producción académica se orientó inicialmente a lo que hemos denominado las juventudes como objeto de diagnóstico (Clementi, 1982; Braslavsky 1986), encontramos que los trabajos se centraron en la inserción de los jóvenes en agrupaciones partidarias y estudiantiles pero también en aquellas referidas a la politización de la esfera cultural y los movimientos barriales. Sin embargo, la lectura sobre la participación juvenil que predomina en el período hace foco en la política partidaria, dejando en un lugar marginal o difuso tanto de las reflexiones académicas como de la agenda pública,
experiencias como las tomas de tierras que se produjeron a principios de los ochenta en distintos barrios del Gran Buenos Aires, sobre las cuales volveremos más adelante (Feijoo, 1982; Cuenya, 1984; Jelin, 1985; Gonzalez Bombal, 1988; Aristizabal e Izaguirre, 1988; Vommaro, 2006 y 2010).
La primera de las líneas mencionadas refiere a la tensión entre apatía y revitalización de la participación política. Esta se relaciona estrechamente con las formas de politización de las juventudes que se gestan en los primeros años ochentas, en las que ya no tanto la revolución sino más bien la democracia comienza a constituirse como forma legítima de interpelación política en clave
generacional.
La segunda se relaciona con la pluralización de formas de devenir de las juventudes como actor social, no sólo asociado a la política partidaria o al movimiento estudiantil, que eran las formas dominantes en el período anterior. El análisis sobre las formas de participación de los jóvenes muestra que se produjo, aun de de un modo muy incipiente, la emergencia de otras formas de participación más allá de los espacios partidarios. Tal es el caso del movimiento del rock nacional, concebido por Vila (1989) como un espacio político; la participación en el marco de las marchas por los derechos humanos como una causa colectiva y transversal a todas las juventudes y las experiencias de organización barrial que se produjeron en estos años.
La tercera identifica el lugar de las juventudes de los años setentas como ideal regulatorio de las experiencias políticas de los ochentas. Sostenemos así, como hipótesis exploratoria, que por un lado, los trabajos que se centraron en mostrar cómo los jóvenes participaron en la transición democrática buscaron diferenciar fuertemente estos rasgos de las formas de compromiso político de las décadas del sesenta y el setenta, marcando más sus rupturas que sus continuidades. Es en estos diagnósticos que a menudo las figuras de la apatía o el desinterés se cristalizan. A la vez, estos análisis proclaman que aquellos que sí participan estarían alejados de ideologías revolucionarias y refractarios a los repertorios de acción política basados en la confrontación directa, característicos del período anterior. Este fuerte énfasis en las diferencias en los marcos de la polítización entre las dos décadas deja de lado que diversas discusiones y referentes simbólicos de la política setentista no se abandonaron del todo, sino que muchas veces se resignificaron7.
Por último, un cuarto eje se enfoca en la atención que en el período se le presta a lo que podemos denominar movimientos estrella o destacados –como lo es, debido a su visibilidad y peso político, la Juventud Radical enrolada en la corriente conocida como Coordinadora-, en detrimento de otras experiencias menos connotadas. Según algunas imágenes hegemónicas, estos grupos totalizarían las formas de articulación entre juventudes y políticas en los años ochentas. Esto se manifiesta en la presencia de trabajos que estudiaron especialmente la militancia juvenil ligada a la Unión Cívica Radical en el período, tanto desde el ámbito académico (Altamirano, 1987; Palermo, 1987), como periodístico (Leuco y Díaz, 1987)8.
En continuidad con estas líneas analíticas, este trabajo se propone abordar los ámbitos de participación juvenil en el período, intentando observar los principales hitos que la signan a partir de revisar la bibliografía existente en el período, junto con producciones realizadas en años posteriores. La hipótesis que sostenemos es que los primeros años ochentas fueron un momento formativo y prefigurativo de las formas de militancia política generacional que se desplegarán años más tarde. Por lo tanto, profundizar la comprensión acerca de las modalidades generacionales de politización en ese período contribuirá a interpretar más acabadamente tanto las configuraciones de las militancias juveniles de los noventas, como las que emergen luego de 2001. Al ser los ochentas un período aun poco investigado en cuanto a estos problemas se refiere, pensamos que este artículo puede constituir un aporte a la producción de una mirada diacrónica acerca de las relaciones entre juventudes y políticas en la Argentina de las últimas tres décadas.
El próximo apartado aborda las formas y los espacios de participación juvenil en los últimos años de la dictadura militar con la intención de dar cuenta de la apertura de un nuevo período de participación política juvenil en la Argentina, fundamentalmente luego de la derrota en la denominada Guerra de Malvinas de 1982 y durante la campaña electoral de 1983. En el tercer apartado se presenta, a partir de la revisión de la bibliografía existente, un recorrido por las modalidades de participación juvenil durante el período comprendido entre 1981 y 1987 en cuatro ámbitos: partidos políticos, movimiento estudiantil, movimiento de Derechos Humanos y organizaciones barriales. Finalmente, en el último apartado se presenta una reconstrucción de los principales hitos que marcan la participación política juvenil en el período seleccionado, lo que nos permite observar tanto una caracterización de los compromisos políticos juveniles en relación con la movilización por la democracia, como un conjunto de miradas construidas por la bibliografía que proponemos discutir a partir de la introducción de experiencias como la militancia barrial, que nos permitan poner en juego otras lógicas de acción y matizar las miradas orientadas más a pensar el centro que las periferias, lo consagrado que lo emergente.

Los últimos años de la dictadura militar

Años antes del inicio formal de la transición democrática en diciembre de 1983 las juventudes argentinas comenzaron a movilizarse en diversos espacios, producto de un malestar creciente con el gobierno dictatorial y del despliegue de formas de participación locales, capilares, tanto en el lugar de trabajo como el barrio, muchas de las cuales luego serán conceptualizadas como territoriales.
Así, destacamos que muchos jóvenes trabajadores habían protagonizado las principales formas de resistencia molecular a la dictadura en los lugares de trabajo (Pozzi, 1988; Falcón, 1996 y Gresores, 2002); las huelgas convocadas por la denominada CGT Brasil (ex Comisión de los 25)9 a partir de 1979, las iniciativas impulsadas por la Iglesia Católica, como la llamada Marcha "Paz, Pan y Trabajo" en noviembre de 198110 y las Comunidades Eclesiales de Base11 que impulsaron las tomas de tierras en 1981 (Vommaro, 2006 y 2010; Fara, 1989).
La denominada Guerra de Malvinas disputada entre abril y junio de 198212, precipita ciertas transformaciones en el proceso político y social encarado por la dictadura. En este sentido, el análisis realizado por Vila (1989), nos permite pensar que el conflicto bélico de alguna manera se constituiría en un hito en la participación política juvenil durante la transición democrática en la Argentina. El autor sostiene que la Guerra de Malvinas puso final a la figura del "joven sospechoso" (Vila, 1989:105), que había caracterizado la concepción de la dictadura acerca de los jóvenes, que se pone en
cuestión ya que una nación que pone su destino en manos de personas de 18 años no puede seguir desacreditándolos por el mero hecho de ser jóvenes. El efímero apoyo masivo que tuvo el gobierno militar durante la Guerra dará lugar a algunos eventos en los cuales se legitimará la presencia juvenil en el espacio público, como el Festival de Solidaridad Latinoamericana realizado el 16 de Mayo de 1982, que contó con la participación de numerosos referentes del rock nacional y casi 60 mil personas. Cabe señalar que durante la semana previa al Festival, al igual que sucedió en otros eventos masivos de solidaridad con los combatientes de Malvinas, miles de jóvenes se acercaron a canjear sus entradas llevando donaciones para los soldados13. Estas adhesiones públicas también se vieron reflejadas en el apoyo de la mayor parte de la dirigencia política (excepto unos pocos casos, como el de Raúl Alfonsín14) a la decisión del gobierno militar de invadir las Islas Malvinas y tuvieron su correlato en la convocatoria de algunos partidos políticos que venían funcionando en la clandestinidad, incipientemente organizados en la Multipartidaria, a que sus militantes se enlisten para la Guerra. En este sentido, podemos considerar que la Guerra de Malvinas abrió la puerta, en línea con lo sostenido por Vila (1989), a la visibilización de los jóvenes como sujetos legitimados en el espacio público. Por otro lado, se presenta el interrogante en torno al vínculo entre esas modalidades de legitimación pública de las juventudes y la invisibilización producida sobre la figura del veterano de guerra. Éste no será enunciado como joven e inclusive será desconsiderado durante muchos años en sus problemáticas y reivindicaciones. Sobre este punto dejamos planteada como cuestión pendiente avanzar en el análisis a partir de la conceptualización de Guber (2004) acerca del proceso de pasaje de la figura "chicos" y"soldados" a la de "veteranos"15. Asimismo, consideramos necesario abordar el proceso de conformación de agrupaciones de veteranos de guerra por parte de jóvenes, en tanto posible forma de participación que politiza un aspecto invisibilizado de la condición juvenil en los primeros años del período democrático. Dentro de estas experiencias de visibilización y politización juveniles a partir de la Guerra de Malvinas y en el proceso de transición democrática, podemos mencionar al Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio, FOSMO, que tuvo un accionar público destacado entre fines de 1983 y comienzos de 1984 (Garaño, 2013)16.
Finalizado el conflicto bélico, con la derrota Argentina se produjo un aumento de la protesta social contra la dictadura militar. Suriano y Alvarez (2013) señalan tres convocatorias que reflejan el descontento generalizado a fines de 1982 de la sociedad hacia el gobierno militar. En primer lugar, el Festival por la Paz realizado en el mes de octubre en el estadio de Ferrocarril Oeste17. En segundo lugar, los autores señalan que el jueves 16 de diciembre de 1982, en la Marcha del pueblo por la democracia y la reconstrucción nacional convocada por la Multipartidaria18, se encontraron diversos grupos juveniles (universitarios, partidarios y de otros tipos), lo que convirtió a esta manifestación en"el acto antidictatorial más importante desde 1976" (Suriano y Alvarez, 2013:168). El trabajo sostiene también que este acto dotó a la oposición al régimen militar de un símbolo de lucha con el primer mártir de la creciente causa democrática, Dalmiro Flores, un joven obrero salteño de 28 años asesinado en la represión de las Fuerzas Armadas. La figura de este joven será recuperada por las organizaciones de DDHH en las acciones denominadas siluetazos, que se abordarán más adelante.
En tercer término, al año siguiente, en junio de 1983, se creará el Movimiento de Juventudes Políticas (MOJUPO), integrado por las ramas juveniles de los principales partidos políticos por entonces existentes19.
Por otro lado, poniendo el foco en los espacios estudiantiles, cabe señalar que las agrupaciones universitarias –que aproximadamente, de acuerdo con algunos entrevistados, desde 1978 mantenían cierto grado de organización en la denominada Junta Representativa de la FUA20 - comenzaron a reagruparse en el invierno de 1982 en el marco de las comisiones en solidaridad creadas a partir del conflicto bélico en el Atlántico Sur; y poco después impulsando las llamadas "comisiones reorganizadoras" de los centros de estudiantes (Larrondo, 2014). La regularización de la FUA y la FUBA21
llegaría hacia fines de 1983, con una participación estudiantil encuadrada sobre todo en identidades político partidarias (Toer, 1988b). Los centros de estudiantes secundarios también comenzaron a expresarse muy incipientemente hacia fines de 1982 y comienzos de 1983 vinculados a los partidos políticos revitalizados. En este sentido, es posible observar que la participación juvenil comenzó a expresarse en el espacio público en los años previos a 1983, gestando las modalidades participativas que se observarán en los años siguientes, caracterizadas fundamentalmente por el entusiasmo con las oportunidades institucionales que abría la renaciente democracia.

Los espacios de militancia juvenil entre 1981 y 1987

Como se ha señalado anteriormente, la bibliografía sobre el período -tanto aquella producida durante esos años como las revisiones posteriores- nos permite realizar un acercamiento a los principales espacios de participación juvenil en aquellos años, recuperando ciertos elementos epocales. Nos referimos fundamentalmente a aquellos vinculados con la transición a la democracia y la construcción de la misma que se constituyeron en horizonte de las prácticas participativas de los jóvenes en los primeros ochentas. Estas prácticas se expresan en las diferentes modalidades que adquiere la participación de acuerdo al ámbito en la que se despliegue: el político partidario, el movimiento estudiantil universitario y secundario, el movimiento de derechos humanos y los ámbitos barriales. Recorreremos estos cuatro espacios de militancia juvenil a continuación.

La militancia en estructuras partidarias

Señala Hugo Quiroga (1996) que la restauración democrática argentina a partir de 1983 implicó una reconstitución del vínculo entre espacio público, ciudadanía y esfera política, caracterizado por un aumento de las demandas de participación en los ámbitos institucionalizados de la democracia representativa y por una ciudadanía que mayoritariamente participará acompañando las decisiones del flamante gobierno democrático. Por otro lado, el autor sostiene que el vínculo entre espacio público, ciudadanía y esfera política se irá redefiniendo sobre el final del gobierno de Alfonsín, generando los primeros atisbos de desmovilización y desencanto social. Además de la creciente influencia de los medios masivos de comunicación que lentamente irán ganando terreno, Quiroga señala las elecciones de septiembre de 1987 como un momento clave que marca esta transformación. La derrota electoral del partido de gobierno (UCR), la sanción de la Ley de Obediencia Debida, la crisis económica, los alzamientos de los militares denominados carapintadas, son algunos de los hechos que marcaron un punto de quiebre erosionando la legitimidad del gobierno radical. Quiroga señala que esta desilusión con las bondades democráticas que se habían prometido en 198322 mostraría la crisis de un modelo de espacio público participativo que había funcionado los primeros años de la transición democrática para dar lugar a una esfera pública mediática. Esta caracterización permite comprender la dinámica situada de dos temporalidades que al comienzo parecieron convergentes y luego se fueron bifurcando: el tiempo del proceso político y el tiempo de lo institucional. El éxito inicial de la dimensión institucional, cuya recomposición parecía el camino hacia el bienestar económico y social que reparase el deterioro de las condiciones de vida que había generado la dictadura, generó un entusiasmo juvenil inicial. Así, grandes grupos de jóvenes se volcaron hacia la participación en estructuras partidarias que representaron la forma predominante de participación generacional, tanto en espacios dentro de los partidos como en agrupaciones estudiantiles que estaban vinculadas a los mismos.
La producción académica hizo foco sobre este proceso participativo y, sin dudas, la referencia a la juventud del partido oficialista, en tanto movimiento que podemos denominar estrella por su visibilidad, fue protagonista de los estudios en la última parte del período que analizamos (Altamirano, 1987; Palermo, 1987).
En este sentido, Altamirano (1987) analiza la emergencia de la Coordinadora23 como fenómeno que adquiere relieve público, tanto en los medios de comunicación como en cargos públicos, y expresión de una de las tendencias que disputan poder al interior del partido de gobierno en el período. El autor señala por un lado, que el período posterior a la derrota argentina en la Guerra de Malvinas, las elecciones internas del radicalismo y las elecciones presidenciales de octubre de 1983 representó un contexto de oportunidad política para el inicio de carreras políticas exitosas por parte de la mayoría de sus miembros. Por otro, que los primeros años del gobierno de Alfonsín se caracterizaron por el movimentismo de su discurso, el estilo movilizador y casi plebiscitario "como elementos claves de una gestión democrática que halla en los dirigentes de origen coordinador y en las instancias juveniles que tutelan a sus impulsores más entusiastas" (Altamirano, 1987: 319). También remarca que a partir de 1985 se produjo un aumento en la presencia de coordinadores24 en los cargos legislativos, pero también en el personal político y técnico del gobierno nacional. Este avance, junto con la hegemonía sobre la Juventud Radical25 y el control que detentaron sobre la Franja Morada26 le garantizaba a la experiencia juvenil del radicalismo un importante logro: "haber mantenido, aun con altibajos y escisiones, la mayoría electoral en el movimiento estudiantil desde 1983 [hasta por lo menos 1989], posición que no había logrado conservar anteriormente ninguna corriente que acompañara al partido de gobierno." (Altamirano, 1987:322). Este autor también propone que la Coordinadora representó"la canalización de un proceso de renovación generacional de cuadros y militantes que dotó a la UCR de nuevos recursos políticos y organizativos, así como amplió su inserción en el tejido social, sobre todo en el campo de los movimientos juveniles" (Altamirano, 1987:327). Asimismo, postula que a pesar de su peso político, los coordinadores se encontraban en una posición subalterna desde el punto de vista ideológico: "las manifestaciones de independencia ante determinadas resoluciones presidenciales, así como la preservación de un circuito de ideas en continuidad con el pasado del agrupamiento, no alterarían esa posición subalterna ante quien definía la agenda de los temas político-ideológicos" (Altamirano, 1987:332).
Esto planteaba desafíos sobre el futuro de la Coordinadora en cuanto a cómo refundar una identidad política renovada que presentara a la vez una sensibilidad que se pretendía de izquierda, pero que estaría atada al futuro del oficialismo y el liderazgo de Alfonsín.
El mismo año, Vicente Palermo (1987) analizaba el vínculo entre la participación de las juventudes y el auge de la juventud radical, planteando una hipótesis interpretativa al respecto. Según el autor, este crecimiento se debió a una interpelación exitosa de la propuesta del alfonsinismo que articulaba con ciertas características de las subjetividades o culturas juveniles del momento. El mismo autor hace un duro diagnóstico en relación a la incidencia del peronismo en las juventudes politizadas de los ochentas. Sostiene que en el marco de la campaña electoral de 1983 ese partido no dio lugar a la participación juvenil como elemento político relevante, siendo menos permeable a las culturas juveniles de la época. La convocatoria del peronismo hacia los jóvenes "no evocará sino pasados poco atrayentes" (Palermo, 1987:158) y su juventud seguiría pensando en términos de dicotomías que serán difíciles de procesar en los nuevos tiempos (como oligarquía versus pueblo), al igual que en relaciones con un pasado reciente percibido como violento (1987:165). Ahora bien, esta lectura amerita sostener la pregunta acerca del vínculo entre el complejo concepto de culturas juveniles y la participación de jóvenes en el radicalismo. Esta relación no es lineal. Por ejemplo, muchos jóvenes cuestionaron la propuesta de participación del alfonsinismo y se comprometieron en espacios culturales o barriales, o mantuvieron autonomía política respecto a las decisiones gubernamentales con las que no acordaban. Esto fue claro en el caso de los secundarios, quienes no aceptaban que los centros de estudiantes fueran concebidos solo como espacios de organización a nivel cultural o gremial, llevando adelante iniciativas solidarias y de bienestar, pero no pudiendo legitimar el desarrollo de acciones consideradas como propiamente políticas (Berguier, Hecker y Schiffrin, 1986). En el mismo sentido, agrupaciones como la Federación Juvenil Comunista27, diseñaron dispositivos de participación y convocatoria a los jóvenes fuertemente anclados en los ámbitos de sociabilidad juvenil y en sus prácticas culturales (Larrondo, 2014).
Por otra parte, algunos trabajos abordaron el surgimiento de la Juventud Radical fuertemente vinculado con el mundo universitario, lo que permite reforzar la idea del entusiasmo participativo como característica del período. Suriano y Alvarez (2013) sostienen que luego de la Guerra de Malvinas el alfonsinismo prevaleció en la interna partidaria en gran medida por el dinamismo que le aportó el caudal juvenil de reciente incorporación, fundamentalmente a partir del movimiento universitario de la Juventud Radical. En efecto, postulan que la Junta Coordinadora Nacional,"conformada por miles de jóvenes atraídos por la figura de Alfonsin tomó el control de la afiliación partidaria y desplazó a un segundo plano a los tradicionales punteros balbinistas" (Suriano y Alvarez, 2013:159)28. En este sentido, el trabajo de la periodista Mónica Beltrán (2013) sobre la Franja Morada señala que la llegada masiva de militantes jóvenes se veía impulsada más por la figura de Alfonsín que por su predicamento en la universidad, al punto de que en los casos de las facultades en los que la agrupación fue dividida en dos, triunfaba aquella que llevaba el nombre del líder partidario sin depender directamente del nivel de conocimiento de la agrupación entre los estudiantes.
El trabajo de Beltrán (2013), también permite rastrear algunos hitos dentro de lo que fue la militancia juvenil radical en esos años. Según este análisis es posible identificar por lo menos dos generaciones en este espacio: los miembros de la Junta Coordinadora Nacional de los años setenta, que con el triunfo de Alfonsín ocuparían cargos en la gestión gubernamental, y los que crecían políticamente a partir de su militancia en la Juventud Radical (JR) y la Franja Morada (FM) en los ochentas.
En cuanto a los hitos que marcaron las modalidades generacionales de participación, señalamos en primer lugar que en 1981 se produjo un recambio generacional en la Junta Coordinadora Nacional. Así, en 1982 la Coordinadora decide que sus miembros pasen a ocupar espacios dentro del partido, dejando a una nueva generación de dirigentes en la Juventud Radical, que había sido institucionalizada por la UCR recientemente. Un segundo hito referenciado por los trabajos relevados lo constituiría la
llegada al Congreso Nacional del diputado más joven de ese momento, Jesús Rodriguez29. Con 28 años, el flamante diputado fue reemplazado como presidente de la Juventud Radical por Carlos Raimundi30, quien también desarrollará una carrera política posteriormente. Cabe señalar también, de acuerdo con Beltrán (2013), que para 1984 la JR representaba al 25 % de los afiliados de la UCR. El tercer hito que destacamos es la implementación del Plan Austral en 198531. En efecto, este plan de estabilización económica que fue interpretado como restrictivo y ajustador, marcó el inicio de las tensiones entre los jóvenes radicales y el gobierno en torno al sentido que debía tomar la política económica para revertir las consecuencias de la dictadura en este plano. Fue en este momento cuando se produjo la manifestación "en defensa de la democracia" convocada por el gobierno -el 26 de abril de 1985- durante la cual Alfonsín pronunció un discurso sobre lo que llamó "la marcha de la economía de guerra": "[…]Hay al mismo tiempo la necesidad de poner orden en la economía y esto ha de lograrse a través de un ajuste que va a ser duro y que va a demandar esfuerzo de todos […]"32.
En esa manifestación se refiere presencia de radicales, peronistas, intransigentes, comunistas, sindicatos y organismos de DDHH. Es decir, un amplio apoyo político al gobierno, quizá la última demostración masiva y contundente en cuanto a política económica se refiere. Entonces fue cuando los integrantes de la JR y de la FM, según refieren en entrevistas realizadas, comenzaron a percibir diferencias con la política económica del gobierno y a distanciarse de posturas de apoyo acrítico. La distancia entre sectores crecientes de los espacios juveniles del radicalismo y el gobierno se profundizó con la sanción de la denominada Ley de Punto Final, que fue percibida, como mencionamos antes, en clave de congelamiento de los juicios a los responsables de los crímenes genocidas de la dictadura.
En cuarto lugar, el año 1987 constituirá otro momento clave en el que afloran las tensiones más fuertes entre los sectores juveniles y el gobierno. Es llamativo que en muchos casos fueron los miembros más antiguos de la Coordinadora (que ahbían iniciado su militancia en los setentas) quienes organizaron el apoyo al gobierno de forma más contundente, a pesar de la crisis y las contradicciones crecientes. La aprobación de la Ley conocida como de Obediencia Debida (que consolida la percepción de impunidad de la Ley de Punto Final) y un nuevo plan económico interpretado como de ajuste (el llamado Plan Primavera) profundizan las contradicciones al interior del espacio político radical. Estas tensiones configurarán un escenario de conflictividad política que se potencia por las sensaciones de desencanto y expectativas defraudadas que predominan en los ámbitos de politización y participación social luego de 1987. La crisis económica evidenciaba que las promesas de que la democracia argentina tendría también una dimensión social y económica (que con ella "se come, se educa y se cura)" sostenidas por Alfonsín en los primeros meses de su gobierno, no podrían cumplirse.
En el mismo sentido, como mencionamos, las leyes de Obediencia Debida y Punto final suscitaron el rechazo de gran parte de los jóvenes radicales, que manifestaron cada vez más públicamente sus diferencias con el gobierno. Esto llegó al punto de que una columna de la JR participó de la marcha realizada contra la Ley de Punto Final que organizaron los organismos de Derechos Humanos y varios de los miembros de la Coordinadora que eran diputados no votaron el proyecto presidencial, como es el caso de Federico Storani33. Otro punto que marcó las tensiones de 1987 fue un documento crítico emitido ese año por la FM que impugnaba la política socioeconómica del gobierno, profundizando la visión crítica que había surgido en 1985. En el mismo sentido, cabe
señalar que inicialmente, luego de la derrota del radicalismo en las elecciones parlamentarias de 1987, la candidatura presidencial del dirigente radical Eduardo Angeloz34 fue resistida por la JR, que finalmente la aceptó.
Como señalan varios trabajos, otro aspecto relevante para comprender las prácticas de militancia política en momentos de vigencia de democracias representativas es el análisis de las experiencias de participación electoral. Atendiendo la situación singular de transición democrática aun con la dictadura militar en el gobierno, la campaña electoral de 1983 presentó ciertas especificidades vinculadas no solo al fuerte reclamo ciudadano por el retorno al estado de derecho, sino también a consignas orientadas a la búsqueda de justicia frente a las violaciones de los Derechos Humanos cometidas por el régimen militar y el rechazo a la violencia como recurso político, que caracterizó al período dictatorial abierto en 1976.
El 2 de julio de 1983, de acuerdo con la investigación realizada por Ferrari (2013), miles de jóvenes nucleados en el MOJUPO salieron a las calles del centro de Buenos Aires para reclamar Paz y Democracia como consigna que buscaba solucionar el conflicto que se mantenía con Chile por el Canal Beagle35 sin recurrir al enfrentamiento bélico. A su vez, la movilización reclamaba la salida electoral en ambos países36. Participaron de esta marcha jóvenes peronistas, radicales, desarrollistas, intransigentes, comunistas, demócrata cristianos, conservadores populares, miembros del socialismo Popular, Autentico, Unificado, de la Confederación Socialista Argentina y del Partido Obrero, junto con Madres de Plaza de Mayo y estudiantes universitarios y terciarios. La acción contenciosa comenzó en la intersección de las avenidas Alem y Córdoba37 y finalizó en la Plaza de los dos Congresos con un acto en el que se leyó una declaración conjunta titulada "Compromiso juvenil por la paz y la democracia" (Ferrari, 2013). De acuerdo con el testimonio de Jesús Rodriguez, citado por Ferrari (2013), esta fue la primera marcha masiva convocada por la mayoría de los partidos políticos desde la organizada a fines de 1982, que había terminado con la muerte de Dalmiro Flores a manos del gobierno militar. Con este antecedente y la percepción de que el ocaso de la dictadura estaba cerca, los organizadores estaban muy preocupados porque la convocatoria transcurriera en forma pacífica. Así, las principales consignas levantadas por los participantes en sus pancartas ("el delito mayor es el golpe de Estado", "Ni olvido ni revancha", "Volveremos") señalaban una fuerte oposición al régimen dictatorial, así como la necesidad de justicia por los crímenes cometidos.
Por otro lado, si bien muchos de los análisis se han centrado en lo que denominamos movimientoestrella entre las juventudes políticas del momento (Vazquez et. al, 2014), a partir de la revisión bibliográfica que realizamos es posible señalar que la participación en el ámbito partidario no se limitó solamente a los espacios vinculados al partido de gobierno, sino que los excedió ampliamente, como permite observar la emergencia del MOJUPO, integrado por jóvenes miliatntes de la mayoría de los partidos políticos de la época.
En cuanto a la producción académica en torno a la conceptualización de las formas de participación política juvenil, el libro de Braslavsky (1986) presenta un apartado sobre participación política que contiene algunas caracterizaciones a considerar. Por ejemplo: la idea de que los jóvenes politizados durante la restauración democrática adherían a proyectos políticos que se presentaban como novedosos y distintos a los de los setentas (como el que presentó la UCR en 1983), la heterogeneidad social de los jóvenes políticamente activos, la adhesión a partidos homogéneos ideológicamente como la UCeDe38 o el PI y, fundamentalmente, la presencia de un sentido de la acción política concertada, que busca consensos y espacios de confluencia, que la autora señala como clave para el éxito del modelo democrático que se instauró.
Acerca de la Federación Juvenil Comunista (FJC), el principal trabajo fue realizado por el periodista y ex militante comunista Isidoro Gilbert más de dos décadas después (Gilbert, 2011). Este autor analiza en detalle la historia de la organización desde su creación en 1921 hasta su disolución en la década de los noventa y su refundación en 2005. En cuanto a los años ochentas, Gilbert señala que la FJC propició una estrategia de impulso activo del MOJUPO. Así, a la vez que promovía ámbitos de encuentro entre las juventudes partidarias, confrontaba abiertamente con la denominada teoría de los dos demonios que pretendía igualar el terrorismo de Estado con las acciones guerrilleras, a través de la participación en marchas por los Derechos Humanos cuya principal consigna era "Juicio y Castigo". En el plano interno, el autor señala que se produjo una revisión de posturas vinculadas por un lado, a reivindicar a la figura del Che Guevara (a partir de 1984) que había sido abandonada, y por otro, a una mirada más orientada hacia Latinoamérica y menos pro soviética, que redundó varias acciones en el continente. Entre ellas, se destacan la militancia por la vuelta de la democracia en Chile y el desarrollo de acciones internacionalistas que derivaron en el envío de brigadas de solidaridad a países centroamericanos, especialmente a Nicaragua. En efecto, a este país donde había triunfado una Revolución en 1979 y a El Salvador se dirigieron las denominadas Brigadas del café de las que participaron al menos 120 jóvenes militantes. Otro proceso que señala Gilbert (2011) es el relacionado con la renovación generacional en la dirigencia de la FJC, expresada en el cambio de su histórico Secretario General, Patricio Echegaray, quien pasó a ocupar otros roles en la estructura del Partido, por Eduardo Sigal, dirigente más joven. El viraje ideológico del comunismo argentino se consolidó en el XVI Congreso realizado en noviembre de 1986, el cual para el autor resulta un hito histórico. De acuerdo con entrevistas realizadas a quien fuera electo secretario general de la Fede39 en 1987, el viraje político había producido una tensión al interior de la organización entre aquellos que querían seguir sosteniendo una mirada pro soviética y los que propiciaban un giro hacia una izquierda de orientación más latinoamericanista con la mirada puesta en la Revolución Cubana y la Nicaragua Sandinista. La rebelión militar de un sector conocido como carapintadas en 1987, de acuerdo con lo que señala Gilbert (2011), también mostró que, a pesar del giro que la Fede había experimentado de acuerdo con los lineamientos democráticos de la época y en línea con el discurso del MOJUPO, continuaban existiendo grupos operativos de carácter clandestino integrados por jóvenes militantes preparados para el enfrentamiento armado. Resulta significativo señalar la presencia de esta tensión en torno al lugar de la lucha armada en las tareas de la militancia revolucionaria aun en la segunda mitad de los años ochentas, en un momento en el cual la política de las armas como modo de intervención había sido deslegitimada y desacreditada en el discurso público dominante.
En clave de novela basada en una experiencia autobiográfica, un dirigente de la Fede durante los ochenta, Jorge Sigal, escribió un libro titulado El día que mate a mi padre (Sigal, 2012), en el cual, a partir de recuperar su experiencia de psicoanálisis, narra el proceso que lo lleva a la ruptura con el ideario del PC Argentino. En este libro Sigal da cuenta de dos procesos que nos interesa destacar. Por un lado, de lo que sería un momento en el cual la rígida cultura interna del comunismo argentino, con prácticas, rituales y un ethos militante muy establecido e institucionalizado comienza a chocar con las transformaciones en las prácticas juveniles de esos años. Por el otro, del proceso de transformación del comunismo a nivel internacional, activado sobre todo con la disolución de la URSS sobre finales de la década.
Por último, el caso de la Unión del Centro Democrático ha sido analizado recientemente a partir de sus ramas juveniles, la Juventud Liberal Argentina y la Unión para la Apertura Universitaria (UPAU, que será abordada en el próximo apartado), como parte de una investigación que analiza las trayectorias de dirigentes que actualmente continúan en la política partidaria de centroderecha y provienen de estas experiencias (Arriondo, 2015). La autora señala que los jóvenes de la JLA, conformaron una línea interna dentro de la UCeDe, mediante la cual obtuvieron la presidencia de la juventud partidaria y lograron la organización de actos políticos masivos recordados como hitos de los años de crecimiento de esta fuerza política, dado que hasta ese momento los actos masivos estaban asociados a los partidos mayoritarios o a fuerzas de izquierda. Una de las cuestiones que la autora señala en relación a las formas de militancia en estos espacios partidarios se refiere a que los jóvenes
de la JLA buscaban crear un estilo político caracterizado como militante en el cual la promoción de las ideas liberales se pudiera llevar adelante en todos los ámbitos sustentada en la idea de un político profesional que se asumía discursivamente como de derecha en forma abierta. Resulta importante señalar, siguiendo a esta autora, que el auge de la UCeDe en tanto tercera fuerza electoral a nivel nacional se dio entre los años 1987 y 1989, años de desencanto con las promesas democráticas40. En 1989 la fuerza acordó con el presidente electo Carlos Menem (de extracción peronista) formar parte de su gobierno. Esto generó una crisis interna en la JLA que, de acuerdo con las entrevistas que cita Arriondo, era interpretada en términos de que "tenías que volverte peronista o irte a tu casa" (Arriondo, 2015:217).

La militancia en el movimiento estudiantil

Sobre la participación en el movimiento estudiantil, la bibliografía relevada permite reconstruir algunos aspectos relativos tanto al ámbito secundario como al universitario.
En cuanto al primero, Manzano (2010) señala que con la transición surgió "una nueva primavera democrática que proyectó otra vez sobre los jóvenes, y entre ellos los estudiantes secundarios, la promesa de regenerar la cultura política argentina" (Manzano, 2010:47). En este sentido afirma la autora, siguiendo a Enrique (2010), que durante los primeros años del gobierno de Alfonsín se esperaba "hacer de la escuela media un espacio de socialización no autoritaria" (Manzano, 2010:48). Sin embargo, esta revitalización de la vida estudiantil en la escuela secundaria era concebida desde el gobierno nacional anulando la intervención de la política partidaria allí. A diferencia de lo que se promovía en la universidad, principalmente a partir de la Ley de Centros de Estudiantes y de las normativas del Ministerio de Educación de la Nación, en las escuelas secundarias no se legitimaba la política partidaria al concebirla como externa a la realidad estudiantil en ese nivel educativo.
Por su parte, el trabajo realizado durante el período por Berguier, Hecker y Schiffrin (1986) sobre la militancia secundaria, construye un relato histórico desde fines del siglo XIX hasta 1986 relevando fuentes documentales e incluyendo testimonios de actores y vivencias de los propios autores, quienes explícitamente se incluyen como activos protagonistas de esa historia. Así, enuncian un diagnóstico de la situación del movimiento estudiantil en esos años y avanzan en recomendaciones de lo que para ellos debería ser y hacia donde debería ir. Sin ser un trabajo historiográfico de carácter académico, el texto brinda un hilo conductor de los principales acontecimientos y actores y permite aproximarse al contexto de la participación, las demandas y las agrupaciones de los secundarios en ese entonces. El análisis se centra en la actuación de los primeros años de la Federación de Estudiantes Secundarios (FES) de la Ciudad de Buenos Aires. Justamente, la primera demanda de los secundarios en la transición democrática fue la libertad de agremiación y el derecho a hacer política. Es importante destacar que esto se constituyó como una reivindicación propia, que los identificaba en tanto secundarios y que era compartida por diversas corrientes políticas. Como bien diagnosticaban, era evidente que los estudiantes secundarios estaban quedando afuera de un proceso de participación política que se legitimaba para los estudiantes universitarios y se condenaba para ellos. La normativa alfonsinista sobre los centros de estudiantes secundarios los limitaba a espacios de asociatividad juvenil dedicados al bienestar, en los que quedaba fuertemente prohibida la actividad partidaria y las referencias a "representar intereses". En contraposición a esto, de acuerdo con Berguier, Hecker y Schiffrin (1986), los secundarios reclamaron fundamentalmente el reconocimiento de los centros de estudiantes como órganos de representación gremial, la democratización de las escuelas, la habilitación de las actividades políticas en esto ámbitos y otras cuestiones relativas a las condiciones de cursada.
En la misma línea, Larrondo (2015), señala, como parte de los resultados de su investigación doctoral doctoral sobre el movimiento estudiantil secundario (MES) en la Provincia de Buenos Aires entre 1983 y 2015, que los marcos de la acción colectiva secundaria durante los ochenta se orientaron en dos sentidos. Por un lado, en relación con la democratización: reclamos por la libertad de agremiación y el derecho a hacer política, impulsadas por la politización de las escuelas orientada por
los valores de la democracia. Por otro, en relación a mejoras en el presupuesto educativo y las condiciones de cursada, cuyo mayor hito fue una masiva marcha realizada el 29 de Julio de 1985. Asimismo, señala Larrondo (2015) que otro eje central de las demandas del MES bonaerense se orientaba a una renovación curricular, en línea con los valores de la democracia, pero también con la modernización de contenidos que no se escindía de una tradición nacional popular que resurgía.
En cuanto al movimiento universitario, el libro de Mario Toer, El Movimiento Estudiantil de Perón a Alfonsín (1988a y 1988b), interroga la participación política estudiantil en las universidades públicas poniendo de relieve algunos elementos que configuran un escenario nuevo a la luz del pasado reciente: el trabajo enfocado ya no tanto en "los grandes acontecimientos de la vida nacional" sino en el cogobierno universitario, cuestión sobre la que la mayoría de las agrupaciones no tenía una fuerte experiencia previa habida cuenta de las sucesivas intervenciones militares en las universidades públicas y las discontinuidades institucionales de períodos anteriores. Esto requirió, entonces, de la elaboración de estrategias de participación prácticamente inéditas y poco exploradas hasta ese momento. A su vez, y retomando los diagnósticos que referimos sobre la supuesta apatía juvenil, emergen como un actor relevante en este período los partidos liberales en el ámbito universitario. Este crecimiento se basó en propiciar un cambio de contenido en la política estudiantil, centrando sus acciones en cuestiones específicamente académicas o gremiales ligadas al estudio, como la venta de apuntes. La mayoría de estos grupos surgió en la segunda mitad de los ochentas bajo la denominación de independientes (de las estructuras partidarias dominantes, peronismo o radicalismo) como modo de acercarse a los estudiantes que no habían asumido compromisos políticos visibles durante la dictadura. Esto se articulaba con un creciente acento puesto en cuestiones de la propia vida universitaria en detrimento de los grandes planteos ideológicos. Ejemplo de esto puede ser UPAU, rama universitaria de la UCEDé, que ha sido tematizada por Arriondo (2015) principalmente como una agrupación que logró combinar un estilo de hacer política anclado en la categoría "militante" con una propuesta de servicios al estudiantado. Esto posibilitó un importante crecimiento de este grupo en el ámbito universitario durante los ochentas.
Ferrari (2013) también señala, de acuerdo con los testimonios que analiza, el crecimiento del radicalismo en el ámbito universitario y en menor medida la presencia de otras agrupaciones estudiantiles vinculadas a partidos políticos, así como la emergencia de colectivos que planteaban un alejamiento de los mismos. Por otro lado, la experiencia en el ámbito universitario luego de las elecciones nacionales de octubre de 1983 plantea puntos de contacto con la experiencia del MOJUPO señalada en el apartado anterior, en tanto búsqueda de compartir espacios en común por parte de organizaciones que competirán electoralmente, lo que se combinaba con un espíritu festivo por la apertura democrática. Esto se puede observar, por ejemplo, en una entrevista que Ferrari (2013) realizó a Carlos Maslatón41 sobre su actuación en el ámbito universitario y que permite pensar algunas continuidades y rupturas de la participación juvenil en contextos electorales. Por ejemplo el contraste entre el festejo por la "vuelta de la democracia" en ese momento y las celebraciones que se producen en décadas posteriores en los eventos partidarios que expresan la necesidad de combinar militancia y alegría evocando un carácter festivo y afectivo de la política.
El testimonio de Maslatón se podría relacionar también con lo señalado por Quirós (2014) en torno a la emergencia en la década de los ochenta de activistas que militan por la democracia, en tanto objetivo y causa común. Maslatón señala:

"la relación con todas las agrupaciones universitarias era excelente en el ´83 […] en mayo-junio de ese año, la Facultad de Derecho era una verdadera fiesta de la democracia. Había una euforia general de movilización y fue una campaña pacifica. No hubo agresiones entre las agrupaciones. Aunque si entre nosotros y los independientes, a quienes medio que los agarraron de punto por culpa nuestra […] Yo hice dos fiestas de la política en mi casa. Vivía en Villa Devoto, en una casa en la que había espacio para recibir a 100, 200 personas. ¿Quiénes vinieron? Militantes de todas las agrupaciones. […] Al final salió también que hicimos una segunda fiesta. Ese año fue pacifico. La sensación era "queremos hacer lo contrario de la violencia del 73 al 76 y del 76 al 79". (Ferrari, 2013: 188)

Por otro lado, en el trabajo de Beltran (2013) se señala que en 1983 con el advenimiento electoral, miles de estudiantes en La Plata, Rosario y Córdoba manifestaron en contra del arancelamiento y el ingreso limitado así como contra la dictadura y por la aparición con vida de los desaparecidos. Estos reclamos diversos y yuxtapuestos fueron acompañados, por ejemplo, por figuras como Alfonsín o Hebe de Bonafini42 en un petitorio presentado por estudiantes platenses para pedir la libre admisión en las universidades. En este contexto, en Rosario se produjo un paro estudiantil y en Buenos Aires y Córdoba los estudiantes protestaban quemando chequeras de los aranceles universitarios. La autora también señala que para 1983 existía un grupo de secundarios dentro de la Juventud Radical, denominado desde noviembre de 1983 Franja de Secundarios, donde participaron futuros dirigentes radicales.
En cuanto a la identificacióm de hitos de la militancia universitaria en general y de la Franja Morada en particular, Beltran (2013) señala que en el año 1984 se produjo otro conflicto en torno los cupos para el ingreso a la universidad. Mientras que las autoridades nacionales señalaban que no era posible aplicar una política de ingreso irrestricto, el movimiento estudiantil universitario se movilizó activamente en las principales universidades (UBA43, UNC44 y regionales de la UTN45) en reclamo de la eliminación de los exámenes de ingreso. Esta movilización, según señala Beltrán (2013), fue principalmente motorizada por la izquierda y la JUI
46 y tuvo el apoyo de la Franja Morada. La constante y masiva movilización estudiantil logró la flexibilización del ingreso en 1984. Es interesante destacar que estas movilizaciones y reclamos produjeron enfrentamientos dentro de la UCR, donde la consigna que voceaban los jóvenes radicales universitarios que se movilizaron durante esos años era"Franja Morada se caga en Alconada", en alusión al ministro de educación de Alfonsín, Carlos Alconada Aramburu47. Finalmente en 1985 comenzó a funcionar el CBC48 en la UBA. Esta modalidad de flexibilización y ampliación del ingreso abrió las puertas al ingreso irrestricto en las principales universidades nacionales.
Por otra parte, y en relación al movimiento de estudiantes secundarios, el Ministro Alconada dictó el 8 de marzo de 1984 la resolución ministerial Nº 539 que derogaba la prohibición de formar centros de estudiantes en las escuelas secundarias, que regía desde 1975. Si bien, como vimos recién, esta habilitación de los centros secundarios tuvo sus restricciones y limitaciones, la medida fue vivida como una fiesta por los miembros de la denominada "Franjita"49.
Acerca de las tensiones que los jóvenes radicales universitarios experimentaban ante la defensa de algunas medidas del gobierno nacional, en continuidad con lo señalado en el apartado anterior para elámbito partidario en 1987, Beltran (2013) señala que para fines de los ochentas, si bien la Franja seguía siendo mayoría electoral en las universidades, cada vez le resultaba más difícil sostener el equilibrio entre la defensa de Alfonsín y la representación de los estudiantes.
En una revisión posterior acerca del movimiento estudiantil universitario en los años ochentas, Arriondo (2011) propone algunas dimensiones centrales para comprender las transformaciones que vivió la participación juvenil en la universidad en momentos de transición democrática. La primera de estas dimensiones remite a lo señalado por Buchbinder y Marquina (2008) acerca de la expansión acelerada de la matrícula universitaria entre 1983 y 1986, cuya contracara fue la falta planificación gubernamental de la política universitaria, expresada, por ejemplo, en la no creación de nuevas
universidades públicas o privadas durante el gobierno de Alfonsín. En segundo lugar, señala que en este contexto, la hegemonía en el movimiento estudiantil la mantuvo la Franja Morada y que la misma recién fue disputada en 1987 ante el crecimiento de la rama estudiantil de la UCEDé, la UPAU50. En ese sentido, destaca un vínculo entre política estudiantil y política nacional ya que la pérdida de consenso de la Franja coincide con la deslegitimación del gobierno radical. En tercer lugar, siguiendo a Pedrosa (1989) y a Polak y Gorbier (1994) postula que otro aspecto característico del proceso de politización estudiantil en la transición democrática fue que luego de la unidad en el reclamo por la recuperación de los centros de estudiantes las agrupaciones estudiantiles tendieron a diferenciarse, de forma similar a lo que ocurrió con las juventudes partidarias, y que en dicho contexto se produjo la emergencia de agrupaciones independientes que rechazaban la política partidaria. Asimismo, el poco peso de la izquierda tradicional al interior del ámbito universitario fue capitalizado por la Federación Juvenil Comunista –que resurgía- y la Juventud Universitaria Intransigente –que creció en esos años.

La militancia en el movimiento de DDHH

Como señala Jelin (1985), el movimiento de Derechos Humanos, en tanto movimiento social que expresó otras modalidades de acción colectiva, se gestó durante la dictadura y presentó una composición social altamente heterogénea. Sin duda, los organismos de Derechos Humanos surgidos durante los años de la dictadura o en épocas anteriores jugaron un rol central en la motorización del reclamo de justicia durante la democracia. Si bien tuvieron fuertes diferencias internas en relación con la política de Derechos Humanos implementada por el alfonsinismo -los organismos nucleados por Madres de Plaza de Mayo, SERPAJ51, CELS52 y la Comisión de Familiares de Desaparecidos y Presos por Razones Políticas fueron especialmente críticos-, lo cierto es que suscitaron un fuerte apoyo de una parte importante de la sociedad que compartió las movilizaciones por sus reclamos (Leis, 1989, citado en Escher, 2009). Si bien no puede decirse que el movimiento de Derechos Humanos haya sido de jóvenes, éstos adhirieron y participaron activamente de la causa, siendo protagonistas de muchas de las movilizaciones callejeras de esos años. Esto se comprueba en dos movilizaciones multitudinarias que estos organismos realizaron en 1985: la del 22 de abril, cuando comenzaron los denominados Juicios a las Juntas y la segunda, en el mes de septiembre, antes de que se dicte la sentencia a los comandantes militares.
Otro aspecto altamente significativo del movimiento de Derechos Humanos radica en su rol de articulador de las resistencias a la dictadura militar entre 1976 y 1983. Así, Sonderéguer (1989) analiza este movimiento y sostiene que "el movimiento de DDHH supo articular un espacio de participación que operó, en la medida que reformulaba sus demandas y lograba condensar los nudos de conflicto, como eje de oposición ante el gobierno militar" (1989:157). También señala que abrió "la posibilidad de recuperar históricamente la memoria de una lucha: la de la juventud que en los años setentas se alineó tras un proyecto de liberación y transformación social y fue la principal víctima de la represión" (1989:159). La autora señala en relación a las luchas de este movimiento que la visita de la CIDH en 1979 y el otorgamiento del Premio Nobel a Adolfo Pérez Esquivel en 1980, además del respaldo internacional, le otorga una visibilidad pública para poder difundir sus problemáticas e instalar las demandas que guiarán la oposición al régimen militar congregando diversos actores sociales y políticos, quienes incluirán el tema de los desaparecidos en sus agendas ya para 1981 (como es el caso del Episcopado de la Iglesia Católica o de la Multipartidaria).
Si bien en este trabajo nos proponemos abordar la participación juvenil en los años ochentas y dijimos que el movimiento de Derechos Humanos no es propiamente juvenil, creemos que su abordaje resulta clave para comprender los ámbitos de participación y encuentro de jóvenes militantes de diversas fuerzas políticas. En ese sentido, los dirigentes juveniles que participaron del MOJUPO
durante la transición democrática señalan como uno de los antecedentes fundamentales para la organización de esa acción política conjunta contra la dictadura y por la defensa de la democracia a los seminarios juveniles realizados por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos a partir de 1977.
Asimismo, parece posible plantear que la cuestión de los Derechos Humanos fue una reivindicación que atravesó diversas grupalidades juveniles en la época. Esto puede observarse, por ejemplo, en las experiencias de los siluetazos analizadas por Longoni y Bruzzone (2008):

"Cabe consignar que las silueteadas que reunieron el mayor número de participantes fueron tres. La primera, como se ha dicho, en setiembre de 1983 convocada por Madres de Plaza de Mayo, durante la Tercera Marcha de la Resistencia. La segunda, en diciembre de ese mismo año, en ocasión de la asunción del Dr. Raúl Alfonsín como Presidente de la Nación, en la Plaza de la República. La tercera, en marzo de 1984, con motivo del octavo aniversario de la toma del poder por los militares del autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional", también en la Plaza de la República. La segunda y la tercera silueteadas, multitudinarias, no fueron organizadas por los autores del proyecto, sino por un grupo de jóvenes militantes por los Derechos Humanos que trabajaban en estrecha colaboración con Madres de Plaza de Mayo. Este texto fue elaborado en marzo de 1996 por Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel." (Longoni y Bruzzone, 2008: 81)

Las autoras señalan que esta intervenciones artísticas públicas surgen en el marco de la formación del Frente por los Derechos Humanos que nucleó a numerosos jóvenes que querían colaborar con las Madres de Plaza de Mayo. El Frente organizó, como parte de los reclamos por la "aparición con vida", intervenciones públicas que consistían en dibujar siluetas de las personas desaparecidas para denunciar su ausencia y hacerlos presentes. Esto se realizó junto a diversas agrupaciones juveniles que participaron convocando a los siluetazos como forma de protesta. Éstos se realizaron entre diciembre de 1983 y marzo de 1984 en el Obelisco (zona céntrica de la Ciudad de Buenos Aires) e impulsaron acciones visuales y expresivas que tuvieron lugar en marchas de las Madres de Plaza de Mayo en los años siguientes.

La militancia en los movimientos barriales

Por último, identificamos una línea que asociamos con los jóvenes en los movimientos barriales. Si bien este tema no presenta muchos trabajos en la época, tuvo diversas repercusiones tanto académicas como sociales y políticas en años posteriores y forma parte de los ejes que abordados en el trabajo del EPoJu a partir del análisis de la participación juvenil territorial en la zona de Quilmes (Vommaro y Daza Cárdenas, 2016). Muchos de estos trabajos no tematizan a los protagonistas de los movimientos barriales como jóvenes, sino que aparecen tras otras figuras como la del vecino (Feijoo, 1982; Gonzalez Bombal, 1988) o la del ocupante o tomador de tierras (Cuenya, 1984; Aristizabal e Izaguirre, 1988; Vommaro, 2006 y 2010).
De esta manera, investigaciones como las de Feijoo (1982) y González Bombal (1988) enfocan su mirada en la actividad político-social de los vecinos de algunos barrios del sur del Gran Buenos Aires que protagonizaron procesos de movilización social en los primeros años de la década del ochenta, todavía durante de la dictadura. Feijoo (1982), analiza un proceso de organización vecinal que, iniciado en los sesenta, perduró durante la dictadura militar. Se trató de una experiencia de "luchas por las tierras" que se desarrolló en un barrio del Gran Buenos Aires. El trabajo de González Bombal, por su parte, estudia las "protestas barriales" que se produjeron en la zona de Lanús53 entre 1982 y 1983 y que dieron lugar al acontecimiento conocido como "Lanusazo" (González Bombal, 1988). A partir del estudio de las movilizaciones que denomina vecinazos, esta autora rastrea la densidad asociativa que se desplegaba en los espacios locales y pone énfasis en el fomentismo (1988:15). La importancia de las organizaciones vecinales durante la dictadura militar y el proceso de movilización que posibilitó
los vecinazos de principios de los años ochentas también son señalados por Jelín (1985) como elementos que se proyectan sobre la situación política y social de los primeros años de la democracia. Los procesos de organización barrial en los últimos años de la dictadura y los primeros de la democracia también fueron estudiados por Vommaro (2006 y 2010), quien se enfoca en las tomas de tierras y construcción de asentamientos que se produjeron en la zona de Quilmes54 a partir de mediados de 1981. Estas fueron protagonizadas en su mayoría por jóvenes e impulsadas por las Comunidades Eclesiales de Base de la Iglesia Católica, que serán analizadas como espacios de participación juvenil y formación de militantes, tanto durante la dictadura como en los primeros años de la democracia.
En el marco de este proceso de emergencia de espacios de participación directa y producción comunitaria a partir de las tomas y asentamientos, se destaca el caso de Agustín Ramírez (Vommaro y Daza Cárdenas, 2016), joven que vivía en San Francisco Solano55 y creó espacios denominados fogones comunitarios para promover el encuentro y la participación de los jóvenes a nivel barrial. Su asesinato en junio de 1988 –nunca esclarecido56 -, a la edad de 23 años, junto a uno de sus compañeros (Javier Sotelo), estuvo vinculado a su práctica político-social y es recuperado por diversos colectivos, grupos y organizaciones sociales como símbolo de la represión policial a los jóvenes que participan en el barrio y como suceso articulador de nuevas luchas y demandas sociales a nivel local. Adicionalmente, su participación en la edición del periódico barrial Latinoamérica Gaucha en el que escribían varios jóvenes de la zona y su pertenencia al FOSMO (Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio) en 1982-83 -siendo el tercer objetor de conciencia que se niega a hacer el Servicio Militar en la Argentina-, nos permiten dar cuenta de la multiplicidad de espacios que adquirió la participación juvenil territorial en el período, así como iluminar un ámbito poco abordado de las prácticas políticas juveniles en zonas periféricas de las grandes ciudades.

Militancia juvenil en los ochenta: hitos, formas de participación y miradas para desarmar

En el presente trabajo hemos presentado un recorrido bibliográfico que nos permitió reconstruir tanto la coyuntura como los ámbitos de despliegue de la militancia juvenil durante la década de los ochentas. En ese sentido, hemos identificado, en primer lugar, una periodización posible, entre 1981 y 1987 que nos permite enmarcar los compromisos políticos juveniles en el proceso de la transición democrática argentina. Esto posibilita, además, comprender que los últimos años de la dictadura militar resultaron formativos para las experiencias de militancia juvenil que se visibilizaron durante la transición. A su vez, observamos también que la dinámica general del período reconoce un proceso que va de la seducción al desencantamiento con el sistema político democrático. Esto se observa de forma más clara en el ámbito político-partidario. En los ámbitos estudiantiles, del movimiento de derechos humanos y en los barrios populares los compromisos políticos juveniles se entrecruzan con otras lógicas singulares.
En segundo lugar, hemos mencionado en el recorrido por los diversos ámbitos de militancia un conjunto de eventos que pudimos identificar como los principales hitos que expresan y condensan las formas de politización juvenil emergentes en el período. Intentaremos enumerarlos a continuación dado que nos permiten dar cuenta de modalidades de participación orientadas por la democracia como causa central en la que se inscriben los compromisos políticos juveniles.
Un primer hito a considerar es la conformación de la Multipartidaria en 1981 en tanto forma parte de la experiencia generacional de los dirigentes juveniles de los partidos y fue considerado modelo a seguir especialmente por aquellos que luego conformarán el MOJUPO.
Por otro lado, en el marco de la Multipartidaria también se legitima la manifestación callejera, aun en dictadura, como modalidad de protesta y movilización. En efecto, la Marcha del pueblo por la democracia y la reconstrucción nacional, convocada por la Multipartidaria el 16 de diciembre de 1982, que termina con un joven obrero asesinado, constituyó un segundo hito que podemos identificar como significativo en las formas de participación juvenil de la época.
Como tercer hito, y continuando el análisis en relación a la participación en el espacio público, encontramos la huelga general convocada el 30 de marzo de 1982 por los sindicatos nucleados en la denominada CGT Brasil, bajo la conducción de Saúl Ubaldini. Este paro fue parte de una jornada de protesta nacional bajo las consignas "Paz, Pan y Trabajo" y "Abajo la dictadura militar". La masividad y el consenso social de esta acción marca la visibilización de una figura que había sido ocultada y perseguida durante la dictadura: la del joven trabajador organizado.
Como cuarto punto, podemos señalar la Guerra de Malvinas entre abril y junio de 1982 en tanto marcó un cambio en cuanto a la conceptualización del joven como peligroso, pero fundamentalmente porque permitió desarrollar estas movilizaciones públicas, que efímeramente apoyaron la intervención militar de las Islas y que luego continuaron expresando el rechazo a la dictadura. En efecto, la Guerra de Malvinas permitió una apertura que facilitó la ocupación de la calle y los espacios públicos para manifestaciones y acciones masivas, que habían estado prohibidas o perseguidas hasta entonces.
Un quinto aspecto a mencionar son aquellos eventos en los cuales es posible observar la confluencia de las lógicas de movilización más generales con aquellas que singularizan cada ámbito de participación. En acciones públicas diversas como las manifestaciones por la reorganización de los centros de estudiantes secundarios y universitarios en 1984, los Siluetazos de 1983 o los fogonescomunitarios que se organizaron en Quilmes en 1984 y 1985, encontramos eventos que se construyen como hitos específicos de la militancia juvenil en cada espacio. Cada una de estas acciones expresó en el territorio un clima político y social más general que adquirió significados diferentes y produjo ecos diversos en cada uno de los lugares en los que se desplegaron.
Como sexto hito señalamos el Juicio a las Juntas en 1985 como momento bisagra que crea expectativas acerca de la posibilidad de concretar el anhelado juicio y castigo a los culpables de los crímenes de la dictadura. Así, y cerrando nuestro período, los sucesos de 1986 y 1987 marcan un momento de desencanto, desilusión y moderada desmovilización tanto a partir de la sanción de las leyes denominadas de Punto Final y de Obediencia Debida (conocidas en la época y en años posteriores como "leyes de impunidad"), como por la reacción gubernamental ante los levantamientos militares, que mostró las limitaciones del poder estatal democrático y las restricciones al poder de la movilización callejera.
Las sucesivas crisis económicas que se produjeron a partir de 1985, que se replicaron en 1987 y que mostraron su cara más aguda a mediados de 1989 –hiperinflación y saqueos mediante-, terminaron de minar la confianza social y política en la naciente democracia y de disolver las expectativas depositadas en las vías institucionales de participación como espacios de expresión de las necesidades, demandas e intereses sociales.
En tercer lugar, señalamos algunas características de las miradas acerca de las juventudes construidas por la bibliografía relevada en este artículo. Como parte de este enfoque epocal hacia las juventudes que señalamos en el primer apartado, hemos observado que existe una mayor producción en torno a las formas de participación en el ámbito político-partidario y el movimiento estudiantil, mientras que es menor la cantidad de trabajos que recuperan la politización juvenil en otros espacios como el movimiento de DDHH y los ámbitos barriales. Asimismo, es importante destacar, que las miradas construidas en estos trabajos dificultan un abordaje que pueda recuperar las diversidades locales, provinciales y nacionales para pensar las realidades de las juventudes argentinas. Esto se debe a que los eventos políticos que son planteados como hitos simbólicamente significativos transcurren principalmente en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Algo similar ocurre en relación a los trabajos que abordan la militancia estudiantil, donde en el caso universitario la Universidad de Buenos Aires es el eje o referente de la mayoría de las investigaciones. Es así que desde los estudios de las formas de militancia barrial podemos introducir un matiz que habilita una problematización de esta mirada construida desde el centro para desplazarnos hacia espacios periféricos.
Finalmente, proponemos algunas reflexiones en torno a la relevancia de enfocar la mirada sobre las formas de participación juvenil durante los años ochenta, entre los años finales de la dictadura militar y los iniciales de la democracia. Como sostuvimos al inicio del trabajo, consideramos que el estudio de este periodo resulta central para comprender las singularidades y algunos de los rasgos comunes que adquiere la movilización juvenil en años posteriores. Principalmente, en lo referido a una militancia orientada hacia la democracia como causa que orientó la política juvenil en esos años. Esto nos permite observar una diferencia central con las formas de participación juvenil durante la última dictadura militar y en años anteriores. En este sentido, la deslegitimación de formas de militancia política vinculadas a la lucha armada aparece como un elemento clave para comprender este período y los momentos posteriores.
Así, las fuertes expectativas en torno a las instituciones de la democracia representativa que se pueden observar durante el período abren un interrogante en torno a los vínculos que se han construido entre juventudes y políticas durante las últimas décadas en la Argentina. En efecto, la relegitimación y recomposición del estado y sus instituciones como ámbitos de realización de la militancia política juvenil, propia del período post 2003, contrasta con lo ocurrido durante la larga década neoliberal en la cual la búsqueda de espacios alternativos a los estatales parecía ser la forma de participación que generaba más adhesiones entre los jóvenes. Por otro lado, las modalidades de participación vinculadas a lo estético y expresivo, en general ligadas al activismo de DDHH, también posibilitan pensar en la continuidad que esas formas tuvieron tanto durante la década de los noventas como en los últimos años. Por último, resulta significativo observar como en un ámbito territorial particular experiencias de militancia juvenil durante los ochentas son recuperadas y resignificadas por jóvenes que actualmente se organizan en el mismo territorio. Mientras tanto, en el ámbito partidario habría que dar cuenta de otras modalidades vinculadas con el proceso de profesionalización de la política que habilitó la continuidad de algunos dirigentes y militantes juveniles de los ochentas que permanecen en la actividad política en la actualidad con disímiles inserciones.
Concluimos este artículo sabiendo que algunas de las formas de participación juvenil abordadas ameritan una mayor profundización, y otras, como las sindicales, han quedado pendientes. Asimismo, el trabajo que realizamos acerca de los hitos que signan la militancia en el período abre un conjunto de interrogantes en torno a aquellas acciones que no han sido suficientemente visibilizadas y que solo pueden ser recuperadas a través del análisis de documentos locales o producidos por las organizaciones, así como de entrevistas. Más allá de estos pendientes que marcamos para futuros trabajos, pensamos que hemos aportado a la comprensión de las formas de militancia y participación juveniles en un período de la Argentina que, siendo significativo y fundante, todavía está poco estudiado y ofrece aéreas de vacancia que esta ponencia pretendió indagar y visibilizar como aporte inicial para estudios posteriores.

Notas

3 El presente trabajo forma parte de la línea de investigación desarrollada por los autores que se articula con tres proyectos de investigación que integran. A saber: 1) PICT 2012-1251 "Activismo y compromiso político juvenil: un estudio sociohistórico de sus experiencias políticas y militantes (1969-2011)", dirigido por Melina Vázquez, ANPCyT, período 2012-2016. 2) PICT 2012-2751 "Juventud, política y nación: Un estudio sobre sentidos, disposiciones y experiencias en torno a la política y el proyecto común", ANPCyT, período 2012-2016 dirigido por Miriam Kriger, del que son investigadores responsables Pedro Nuñez y Pablo Vommaro. 3) UBACyT 20020130200085BA "Jóvenes militantes y espacios juveniles en agrupaciones político partidarias: una aproximación a las formas de compromiso juvenil luego de la crisis de 2001", dirigido por Melina Vázquez y codirigido por Pablo Vommaro, UBA, 2014-2017.

4 En marzo de 1976 se produjo un golpe de estado que instaló una dictadura militar en la Argentina que terminó en diciembre de 1983.

5 La ley 23.492 de Punto Final, dictada en 1986, determinó plazos que limitaron el inicio de causas por crímenes ocurridos durante el terrorismo de estado, mientras que la ley 23.521 de Obediencia Debida, determinaba que los imputados por crímenes de lesa humanidad habían actuado bajo coerción en virtud de órdenes superiores. Las mismas, fueron declaradas inconstitucionales en el año 2001 por la Justicia Federal Argentina en primera instancia, cuestión que fue ratificada en el año 2005 por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Por su parte, el Poder Legislativo Nacional, sancionó en el año 2003 la Ley 25.779 en donde declaró la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. (CELS, 2005)

6 En los mismos la justicia Argentina llevó a cabo un juicio oral y público a los comandantes de las Fuerzas Armadas que dirigieron el gobierno de Facto entre 1976 y 1983, en el cual fueron condenados por crímenes de lesa humanidad. El juicio representó un hito en la sociedad Argentina en tanto permitió conocer la enorme cifra de casos aberrantes de delitos de lesa humanidad, a partir del informe Nunca Más, elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP).

7 Durante 1984 y 1985, por ejemplo, muchas juventudes políticas argentinas participaron de las Brigadas en solidaridad con la revolución sandinista en Nicaragua y varias asistieron al Congreso de la juventud y los estudiantes en Moscú (Larrondo, 2014).

8 Resulta interesante plantear la observación acerca de este interés, que parece tener un un registro similar al de los trabajos que, luego de 2007, abordan el estudio de otra juventud oficialista –La Cámpora- que también se expresa en trabajos académicos y periodísticos.

9 La denominada Comisión de los 25 fue un agrupamiento sindical a nivel nacional que durante la última dictadura militar adoptó una postura de confrontación con el gobierno de facto a partir de 1977, llegando a la primera huelga general del período en 1979. Su principal referente fue el sindicalista del gremio de los cerveceros, Saul Ubaldini y luego conformó la llamada CGT (Confederación General del Trabajo) Brasil, enfrentada a la CGT Azopardo, de postura dialoguista con el gobierno militar.

10 El 7 de Noviembre de 1981 la CGT Brasil realizó un paro nacional que incluyó una marcha desde el estadio de fútbol de Velez Sarfield hacia la Iglesia de San Cayetano, lugar central de congregación de los fieles católicos argentinos para realizar sus pedidos por trabajo.

11 Las Comunidades Eclesiales de Base surgieron en América Latina como expresión de los cambios que se produjeron en la Iglesia católica luego de la Segunda Guerra Mundial. Eran grupos pequeños, impulsados por representantes de la iglesia, que combinaban actividades de estudio de Biblia con la promoción de la participación social y política en el ámbito comunitario (Magne, 2004). En Argentina, luego de 1976, constituyeron un espacio de refugio para los militantes que encontraron cerrados sus canales habituales de participación. A la vez, también fueron un ámbito de formación político-social ya que, al calor de las prácticas comunitarias, se gestaron otras modalidades organizativas y de participación política a nivel territorial, especialmente en la zona sur del conurbano bonaerense, como Quilmes, protagonizadas por jóvenes (Vommaro y Daza Cárdenas, 2016).

12 Conflicto bélico entre Argentina y el Reino Unido, cuya base es el reclamo Argentino de soberanía sobre las Islas Malvinas. El conflicto se inició por la decisión del gobierno dictatorial de invadir las islas en abril de 1982, y finalizó en junio del mismo año con la derrota de las Fuerzas Armadas Argentinas.

13 Tomado del Diario Clarín, disponible en: http://www.clarin.com/espectaculos/personajes/anos-Festival-Solidaridad-Latinoamericana_0_701329891.html. Consultado el 19-5-2015.

14 Entonces principal referente de la Unión Cívica Radical, que será Presidente de la Nación entre 1983 y 1989.

15 Guber toma para su análisis dos obras realizadas por jóvenes de aquella época: el libro del periodista Daniel Kon (1982) y el film de Bebe Kamín (1984), ambos titulados "Los chicos de la guerra".

16 En la Argentina, los varones a los 18 años debían cumplir tareas en el llamado Servicio Militar, de forma obligatoria. Esto fue popularmente conocido como COLIMBA (en referencia a Correr, Limpiar y Barrer, principales tareas asignadas a los jóvenes conscriptos) y funcionó entre 1901 y 1995, cuando fue transformado en voluntario luego del asesinato en 1994 del conscripto Omar Carrasco.

17 Si bien la fecha no queda del todo clara, los autores señalan que la información fue extraída de la edición del 31 de Octubre de 1982 del diario Clarín.

18 Ámbito de encuentro de los principales partidos políticos argentinos entre 1981 y 1983, conformado para presionar al gobierno militar en favor de una salida democrática al régimen dictatorial.

19 El Movimiento de Juventudes Políticas agrupaba a las juventudes de la mayoría de los partidos políticos de la Argentina: Juventud radical, Juventud peronista, Juventud Intransigente, Juventud Demócrata Cristiana, Federación Juvenil Comunista, Juventud del Partido Socialista Popular, Juventud Socialista Auténtica, Juventud Socialista Unificada y Juventud Confederación Socialista.

20 Federación Universitaria Argentina. De acuerdo con algunos entrevistados, la denominada Junta Representativa funcionó con la participación de la Franja Morada vinculada a la UCR, el Movimiento Nacional Reformista vinculado al Partido Socialista Popular y el Movimiento de Orientación Reformista, vinculado al Partido Comunista.

21 Federación Universitaria de Buenos Aires.

22 En su discurso de asunción frente al Congreso Nacional, el presidente electo Raúl Alfonsín sintetizó las promesas de bienestar que traería la renaciente democracia argentina con su célebre frase: "con la democracia, se come, se educa, se cura…". Esto generó expectativas de mejoras sociales y económicas, no solo político-institucionales, que en pocos años se vieron frustradas.

23 La Junta Coordinadora Nacional fue una corriente que surgió en el mundo estudiantil a fines de la década de los sesenta y cuya trayectoria se imbricó con la política partidaria, lo que llevará a sus miembros a ocupar lugares prominentes en el oficialismo alfonsinista. La inserción inicial de la Coordinadora (como se la conocía en la jerga política de la época) en el partido radical se produjo en el marco del Movimiento de Renovación y Cambio, línea interna fundada por Alfonsín en 1972. Sus principales referentes ocuparán cargos importantes en el gobierno radical, como Nosiglia, Cáceres y Storani.

24 El término hace referencia a como eran llamados los miembros de la Coordinadora.

25 Ámbito orgánico de militancia juvenil dentro del partido radical.

26 Organización universitaria de la UCR, que experimentó un gran crecimiento entre 1983 y 1989.

27 Rama juvenil del Partido Comunista argentino.

28 El término punteros balbinistas refiere a los seguidores de Ricardo Balbín, histórico líder del radicalismo entre 1959 y 1981, que manejaban la estructura partidaria en los años setenta.

29 Político argentino. Dirigente juvenil de la Junta Coordinadora Nacional en los ochentas, Presidente del Comité Nacional de la Juventud Radical en 1984.

30 Político argentino. Presidente del Comité Nacional de la Juventud Radical entre 1985 y 1987. Luego de romper con el radicalismo en 1994, fue parte del grupo fundador del Frepaso (Frente País Solidario) y del ARI (Alternativa República para Iguales). En el período 2011-2015 fue Diputado Nacional por la alianza que apoyó a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

31 Programa económico presentado como de estabilización monetaria, impulsado por el gobierno de Alfonsín en 1985 antes la agudización de la crisis económica y de la deuda externa.

32 Discurso desde los balcones de la Casa Rosada frente a una multitud reunida en la Plaza de Mayo.

33 Político argentino. Fundador de la Junta Coordinadora Nacional en 1968. Diputado Nacional por la UCR en diversos períodos y Ministro del Interior de la Nación entre 1999 y 2001.

34 Político argentino. Gobernador de la Provincia de Córdoba por el radicalismo entre 1983 y 1995. Candidato a presidente por la UCR en 1989.

35 Paso interoceánico disputado por Argentina y Chile, ubicado al sur de la Isla de Tierra del Fuego.

36 Cabe señalar que mientras en la Argentina se iniciaba un nuevo proceso democrático, Chile todavía estaba gobernada por el régimen dictatorial encabezado por Augusto Pinochet.

37 Esquina céntrica de la Ciudad de Buenos Aires.

38 Siglas del partido político Unión del Centro Democrático, ubicado a la derecha del espectro político argentino.

39 Nombre con el que se conocía coloquialmente a la Federación Juvenil Comunista.

40 Para ampliar acerca de los sentidos políticos que se ponen en juego en 1989, ver Vommaro y Picotto (2010).

41 Referente de la UPAU

42 Referente de las Madres de Plaza de Mayo.

43 Universidad Nacional de Buenos Aires.

44 Universidad Nacional de Córdoba.

45 Universidad Tecnológica Nacional.

46 Juventud Universitaria Intransigente.

47 Político argentino. Fue Ministro de Educación y Justicia de la Nación entre 1983 y 1986.

48 Primer año de todas las carreras universitarias de la UBA, denominado Ciclo Básico Común, concebido como nivelación de los alumnos ingresantes y devenido en mecanismo de filtro para el ingreso irrestricto.

49 Así se conocía a la rama de estudiantes secundarios vinculados con la Franja Morada y la UCR.

50 Unión para la Apertura Universitaria.

51 Servicio de Paz y Justicia, organización liderada por quien luego fue Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.

52 Centro de Estudios Legales y Sociales, dedicado a la promoción y defensa de los Derechos Humanos en la Argentina.

53 Municipio del Sur del Gran Buenos Aires.

54 Municipio del Sur del Gran Buenos Aires.

55 Zona donde se produjeron la mayoría de las tomas de tierras de 1981.

56 Agustín Ramírez fue asesinado junto a Javier Sotelo el 5 de junio de 1988 en las calles 826 y 898 de San Francisco Solano. Si bien el crimen permanece impune, hay sospechas y pruebas que indican que estas muertes fueron responsabilidad de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.

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Recibido: 23.02.2017
Aprobado: 16.06.2017

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