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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.32 Santiago del Estero jun. 2019

 

DOSSIER

La desigualdad desde arriba: análisis de los estratos socio-económicos altos de Buenos Aires (1980-2010)*

Inequality from the top: Analysis of Buenos Aires’ highest socioeconomic strata (1980‐2010)

A desigualdade da cima: Análise dos estratos socioeconômicos altos de Buenos Aires

Gabriela BENZA** 

Mariana HEREDIA***1 

*** Este trabajo no hubiera sido posible sin el apoyo financiero del proyecto PICT 1570 y sin el diálogo , estimulante establecido con Lorena Poblete y Luisina Peremiter. Agradecemos asimismo a Natalia Calcagno e Hilario Moreno del Campo por su contribución en los primeros tramos de este trabajo. Este artículo constituye una versión revisada de la ponencia presentada en las VII Jornadas de Sociología de la Universidad de La Plata, en diciembre de 2012. Nuestro agradecimiento a los comentaristas de esas jornadas y a dos evaluadores anónimos de Trabajo y Sociedad. Centro de Estudios e Investigación en Políticas Sociales Urbanas, Universidad Nacional de Tres de Febrero; gabibenza@gmail.com. *** Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín; heredia.mar@gmail.com.

RESUMEN

Aunque el análisis de las desigualdades sociales supone una mirada relacional, la mayoría de los estudios sobre el tema han tendido a focalizarse en los sectores más bajos. Sin duda las urgencias de la intervención estatal explican esta preferencia. No obstante, comprender y revertir de manera durable las desigualdades requiere no solo considerar a los perjudicados sino también a los beneficiados por el orden social vigente. En diálogo con la nueva literatura internacional sobre el tema y con el fin de complementar este conocimiento en la Argentina, este artículo tiene como objetivo analizar las desigualdades sociales a partir de una indagación específica sobre los sectores más favorecidos de la ciudad Autónoma de Buenos Aires. Con este fin, 1) evalúa las encuestas de hogares como fuentes para su estudio; 2) reconstruye la evolución de este estrato entre 1980 y 2010 y 3) analiza ciertas características de sus miembros. Tras detallar las insuficiencias de las fuentes disponibles y demostrar el incremento de la participación de este estrato en los ingresos desde 1980 y hasta 2004 y cierto repliegue desde entonces, se revela la concentración de algunos atributos en estos sectores: altos niveles educativos, segregación residencial, altos niveles de actividad y ocupaciones de dirección en establecimientos medianos y grandes.

Palabras clave: estratos socioeconómicos altos; ricos; estratificación social; distribución de ingresos; desigualdad

ABSTRACT

Even though the analyses of social inequalities assume a relational perspective, most of research on the subject has focused on lower social groups. It is certainly the urgency of state intervention that explains this preference. Nevertheless, understanding and long lasting reversion of social inequalities requires considering not only disadvantaged but also advantaged groupes of existing social order. In dialogue with a new international literature and in order to contribute to the knowledge of Argentina, this paper aims to analyze social inequalities based on a specific inquiry about the most favored sectors in Buenos Aires. To this end, 1) evaluates household surveys as sources for their study; 2) reconstructs the evolution of this stratum between 1980 and 2010 and 3) analyzes certain characteristics of its members. After detailing the inadequacies of the available sources and demonstrating the increase in the participation of this stratum in income from 1980 to 2004 and relative retreat since then as well as the concentration of some attributes in these sectors is revealed: high educational levels, residential segregation, high levels of activity and occupations in medium and large companies’ management.

Keywords: upper class; rich; social stratification; income distribution; inequality

RESUMO

Embora a análise das desigualdades sociais suposto uma visão relacional, a maioria dos estudos sobre o assunto tendem a se concentrar nos sectores mais baixos. Sem dúvida, a intervenção estatal de emergência explica esta preferência. No entanto, compreender e reverter as desigualdades requer não só considerar os feridos, mas também a beneficiados da ordem social existente. Em diálogo com a nova literatura internacional sobre o assunto e para complementar esse conhecimento na Argentina, este artigo tem como objetivo analisar as desigualdades sociais a partir de um questionamento específico sobre os setores mais favorecidos da cidade de Buenos Aires. Para este fim, 1) avalia pesquisas domiciliares como fontes para o estudo; 2) reconstrói a evolução desta camada entre 1980 e 2010, e 3) análise de determinadas características dos seus membros. Após detalhar as deficiências das fontes disponíveis e demonstrar o aumento da participação deste estrato de renda de 1980 a 2004 e uma posterior retirada, apresenta alguns atributos nestes sectores: altos níveis de educação, segregação residencial, altos níveis de atividade e de gestão de ocupações em estabelecimentos médios e grandes.

Palavras chave: estratos altos; ricos; estratificação social; distribuição de renda; desigualdade

SUMARIO

1. Introducción; 2. El estudio de las desigualdades sociales a través de encuestas de hogares; 3. ¿Cómo definir a “los de arriba”?; 4. La desigualdad de ingresos desde el otro polo de la distribución; 5. El 10% superior: ¿Cómo son los de arriba?; 6. Conclusiones.

1. INTRODUCCIÓN

Con excepción del extendido uso del índice de Gini por ingresos, en las últimas décadas la investigación sobre la cuestión social en Argentina fue dejando de lado la mirada relacional sobre las desigualdades. Al calor de las urgencias de las políticas de asistencia, los análisis han tendido a concentrarse en los pobres y los empobrecidos, mientras el interés por quienes ocupan las posiciones más prósperas ha sido escaso. Como resultado, los estudios sobre los estratos socioeconómicos más altos corren con desventaja. Mientras los sectores populares y en menor medida los medios han sido objeto de numerosas indagaciones, realizadas con estrategias metodológicas y materiales empíricos diversos, los sectores altos han sido menos estudiados y de serlo, con aproximaciones predominantemente cualitativas1.

1 Entre las indagaciones cualitativas sobre los sectores altos en la Argentina reciente destacan los libros de del Cueto (2007), Gessaghi (2016), Gras y Hernández (2016), Luci (2016), Svampa (2001) y los artículos compilados en Zeigler y Gessaghi (2012). Para un relevamiento de los estudios sobre estos sectores, véase Heredia (2011). Aunque con objetivos diferentes, entre las escasas aproximaciones cuantitativas sobre las elites sociales pueden mencionarse las investigaciones sobre grandes empresas realizadas por el grupo de FLACSO

Sin dudas, la adopción de una mirada integral, que examine al conjunto de la estructura social y, en particular, al polo más alto, resulta imperativo para comprender las transformaciones sociales de las últimas décadas y para diseñar políticas públicas que permitan seguir mejorando las condiciones de existencia de las mayorías. Utilizando las mismas fuentes de datos que los estudios que examinan la evolución del índice de Gini en Argentina -las encuestas de hogares-, este trabajo se propone profundizar el análisis de las desigualdades sociales a partir de una indagación específica sobre los sectores más favorecidos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La ciudad capital no sólo registra los menores niveles de pobreza del país, sino que también es la jurisdicción con mayor concentración de personas, y en particular, de las de más alto poder adquisitivo (Heredia, 2011). Aunque merecen tomarse con recaudos, los datos del segundo semestre de 2010 indican que en la ciudad apenas el 4% de las personas se ubicaba por debajo de la línea de pobreza frente a un promedio de 12% en el total de los aglomerados de 500.000 o más habitantes (INDEC, 2013). Su densidad poblacional era aún más extraordinaria: en Buenos Aires residían, en apenas 200 km2, 2.890.151 personas, detentando una densidad de 14.450,8 por km2, muy superior al promedio de 13 habitantes por km2 del resto del país. Pero dentro de esta aglomeración, los sectores socioeconómicos superiores estaban además sobrerrepresentados. Por un lado, esta pequeña jurisdicción detenta un producto bruto geográfico que supera el 20% del total nacional (Dirección General de Estadística y Censos, 2016: 2), con una diversidad de actividades entre las que se destacan: los servicios inmobiliarios, empresariales y de alquiler, la industria, el comercio, la intermediación financiera, los servicios de transporte y comunicaciones, la construcción privada, entre otros (Idem: 3). Estas actividades explican que la ciudad capital constituya el domicilio preferido por quienes dirigen las principales organizaciones privadas y públicas del país. Se trata tanto del centro económico donde radican sus sedes las principales corporaciones nacionales y extranjeras como del lugar de emplazamiento de los tres grandes poderes de la República. Aunque resulta innegable que los sectores más altos se han ido desplazando a countries y barrios cerrados ubicados en los conurbanos de los principales aglomerados del país, Puerto Madero (un barrio desarrollado a principios del siglo XXI en el centro de la ciudad de Buenos Aires) constituye la zona más exclusiva y costosa del mercado inmobiliario argentino2.

Con el fin de contribuir al conocimiento de los estratos socio-económicos más altos de Buenos Aires, este trabajo evalúa, en primer lugar, a las encuestas de hogares como fuentes para el estudio de los individuos que, en función de sus ingresos, ocupan las posiciones más altas de la sociedad. En segundo lugar, reconstruye la evolución del 10% superior de Buenos Aires entre 1980 y 2010 en relación con otros estratos. Finalmente, analiza las principales características socio-demográficas, habitacionales y laborales de estos individuos para el período 2004-2010. Las fuentes de datos utilizadas son la Encuesta Permanente de Hogares (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la Argentina) y la Encuesta Anual de Hogares (Dirección General de Estadísticas y Censos de la ciudad de Buenos Aires).

Como veremos, caracterizar al 10% superior de la distribución de ingresos como los ricos o las clases altas resulta cuanto menos abusivo. Esto no se debe únicamente a las conocidas limitaciones de las encuestas para captar a los grupos de más altos ingresos. Como han subrayado investigaciones de distintas tradiciones teóricas, las clases o los estratos socioeconómicos no pueden, ni siquiera si se toman sólo variables económicas, circunscribirse a los ingresos corrientes. Otros activos patrimoniales así como un conjunto de dimensiones sociales, educativas, culturales determinan tanto o más que los ingresos las posiciones relativas. Por estas razones, conviene advertir que la atención de este artículo no puede homologarse al estudio de una clase, sino al de aquellos que, ubicados en los estratos socioeconómicos superiores de la pirámide social, son más visibles desde la escala de la estructura social provista por las encuestas públicas. Más allá de estos recaudos y de otras limitaciones metodológicas que serán señaladas, este trabajo se inscribe en un esfuerzo reciente por analizar (entre ellos, Basualdo y Arceo, 2005; Basualdo, 2006; Shorr et al., 2012; Gaggero et. al., 2014) y otros sobre la distribución de ingresos citados a lo largo del trabajo. cuantitativamente las desigualdades de ingreso y patrimonio en la Argentina (Alvaredo y Gasparini, 2013; Cruces y Gasparini, 2010 y Lindenboim et. al, 2010) y, sobre esa base, constituye un primer paso tendiente a caracterizar a los ocupantes de las posiciones superiores y, dentro de ellas, a las clases altas. Esta tarea supone una estrategia múltiple capaz de triangular datos y metodologías diversas. Nuestra intención aquí es aproximarnos desde uno de esos ángulos, aquel usualmente empleado para el estudio de las desigualdades en Argentina.

2. EL ESTUDIO DE LAS DESIGUALDADES SOCIALES A TRAVÉS DE ENCUESTAS DE HOGARES

Ahora bien, decir que las fuentes de datos mencionadas brindan la descripción más abarcativa de la sociedad argentina no equivale a afirmar que representen a todos los grupos sociales con igual validez y profundidad. Aunque los censos incluyen a toda la población del país, se restringen a un conjunto acotado de variables. En especial, los censos argentinos no proveen información sobre ingresos, una dimensión clave para el estudio de la desigualdad. Las encuestas de hogares, en cambio, indagan una mayor diversidad de dimensiones pero en el país suelen limitarse a las grandes urbes. A esto se suma que la información disponible a lo largo del tiempo no es equivalente para las diferentes ciudades, lo que atenta contra la posibilidad de evaluar cambios históricos en todo el territorio. Así, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), la encuesta de hogares de mayor antigüedad en Argentina, comenzó en los años setenta como un relevamiento restringido al área metropolitana de Buenos Aires, y fue ampliando su cobertura geográfica sólo gradualmente.

Pero incluso con esta limitación geográfica, la magnitud de los sectores populares y el interés de la intervención pública han llevado a las encuestas de hogares a convertirse en instrumentos más idóneos para el estudio de las mayorías que de las minorías privilegiadas -incluso teniendo en cuenta que los relevamientos no alcanzan a estudiar a ciertos grupos muy marginados, como las personas en situación de calle-. Por un lado, restricciones muestrales dificultan una captación adecuada del pequeño grupo que ocupa las posiciones más encumbradas en la sociedad. Estas restricciones impiden delimitar y sopesar las diferentes fracciones que lo componen, aun cuando el universo de la riqueza pueda ser tan heterogéneo como el de la pobreza. Por otro lado, si bien las encuestas de hogares corren con ventajas frente a los censos para identificar a los ricos, debido a que proveen información sobre ingresos, son conocidos los problemas de subregistro que las afectan, sobre todo en lo relativo a los percentiles extremos y, muy especialmente, a los superiores4.

Así, si bien las encuestas de hogares se han consolidado como la fuente por excelencia para el cálculo de las desigualdades sociales y de los análisis comparativos realizados sobre esa base a nivel nacional e internacional, sus límites para captar los ingresos se hacen evidentes al cotejar sus resultados con los de otras fuentes de datos. Numerosos estudios han señalado que el ingreso agregado

3Algo que no siempre ha caracterizado a las estadísticas públicas en Argentina. Numerosos ejemplos ilustran las controversias abiertas frente a ajustes introducidos por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). Con respecto a la medición de la población económicamente activa, Wainerman y Giusti (1994); sobre el modo de medir las ocupaciones, Torrado (1993); sobre el índice de precios al consumidor, Lindenboim (2011). 4 Para un análisis sistemático de la medición de ingresos en encuestas de hogares de la región (en términos de ingresos por los que se indaga y de interrogantes formulados), ver Beccaria y Gluzmann (2013).

registrado por la EPH es sistemáticamente menor al estimado por las Cuentas Nacionales (entre otros, Altimir, 1986; Camelo, 1998; Gasparini, 1999; Llach y Montoya, 1999). En la misma línea, en una investigación reciente Alvaredo y Piketty (2010) calculan el índice de Gini para el período 1997-2004 en base a datos que surgen de las declaraciones de impuestos (tampoco exentos de problemas de subregistro) y obtienen valores superiores a los que arroja la EPH e, incluso, tendencias disímiles para algunos años5. Estas diferencias se vincularían con una escasa captación de los ingresos superiores. Mientras los ingresos máximos individuales identificados por la EPH en 1997 no superaban el millón de dólares anuales, en las declaraciones de impuestos esa cifra ascendía a más de 5 millones (Alvaredo, 2010: 294).

La subestimación de ingresos en la EPH -como en la mayoría de las encuestas de hogares- parece obedecer en gran medida a su debilidad para dar cuenta de las distintas fuentes de ingreso. La encuesta identifica muy pobremente los ingresos de capital, de propiedad y otras rentas; es decir, aquéllos más frecuentes en el polo más alto de la distribución. Los ingresos que capta provienen básicamente de fuentes laborales y de transferencias monetarias (en particular, jubilaciones y pensiones)6. En estos últimos casos, el subregistro sería menos significativo, como lo sugieren Herrero (2001), Roca y Pena (2001).

Ante estos problemas es frecuente que los investigadores apliquen correcciones a los datos sobre ingresos, ajustándolos a los que surgen de otras fuentes (típicamente las Cuentas Nacionales) y/o imputando ingresos a partir de información de la propia encuesta con el fin de corregir la no respuesta7. No obstante, las técnicas empleadas en estas correcciones son variadas y los resultados no son necesariamente similares.

Los límites de las encuestas de hogares para el estudio de la desigualdad no se vinculan únicamente con sus dificultades para captar los ingresos. La dispar información que brindan sobre los distintos grupos sociales involucra también otras dimensiones. Las encuestas se detienen muy especialmente en dimensiones básicas de las condiciones de vida, interesándose menos por los gradientes que diferencian a quienes ocupan posiciones no sólo superiores sino también intermedias. Sobre este punto, la información sobre condiciones habitacionales brinda un ejemplo claro. El interés por describir el universo de la pobreza ha llevado a las encuestas de hogares a proveer información detallada acerca de las características edilicias y los servicios con que cuentan las viviendas que no cumplen con estándares considerados mínimos. En cambio, proveen poca información sobre el heterogéneo universo que está por encima de esos niveles, en términos del confort de las viviendas, de la calidad y variedad de servicios y equipamiento con que cuentan, etc. Al privilegiar esta mirada, ofrecen un retrato sobre la estructura social en gran medida incompleto: permiten trazar con relativo detalle los rasgos de quienes ocupan las posiciones más bajas, pero brindan una descripción poco precisa de quienes se ubican en otras posiciones.

No obstante estos recaudos, las encuestas de hogares pueden aportar información significativa para conocer la evolución de la desigualdad y para caracterizar a los miembros de los estratos socioeconómicos superiores. A demostrar estos puntos se dedican los próximos apartados.

5 No obstante, más allá de estas diferencias para períodos acotados, las tendencias en la desigualdad de ingresos de más largo plazo que muestra la EPH coincidirían con las que surgen de una amplia variedad de fuentes de datos (incluyendo las declaraciones de impuestos). Al respecto ver Cruces y Gasparini (2010).

6 Las dificultades de las encuestas de hogares para captar las diversas fuentes de ingresos van más allá de la no respuesta y la subdeclaración deliberada por parte de los encuestados. Las preguntas que incluyen permiten captar mejor ingresos de flujo regular -como salarios o jubilaciones-, que otros ingresos más variables, como son los que surgen de grandes negocios u operaciones financieras (Medeiros, 2004:10).

7 Para ejemplos de corrección de los datos de la EPH a partir de Cuentas Nacionales ver, entre otros, Altimir (1986); Beccaria y Minujín (1991); Camelo (1998); Gasparini (1999); Llach y Montoya (1999). Para ejemplos de imputación de ingresos por no respuesta, Feres (1998); Paraje y Weeks (2010); Salvia y Donza (1999).

3. ¿CÓMO DEFINIR A “LOS DE ARRIBA”?

Hemos dicho que en este trabajo identificamos a quienes ocupan las posiciones más altas a partir de los ingresos. Esta definición es restringida y no pretende dar cuenta de los contornos “verdaderos” de las clases altas. Los criterios para delimitar a las distintas clases sociales han sido y siguen siendo uno de los puntos más controversiales para las ciencias sociales. La pertenencia a las familias patricias y al círculo de notables, la posesión de los medios de producción o la autoridad en el proceso productivo, la acumulación de cuantiosos patrimonios son algunos de los principales atributos que, rebasando el volumen de los ingresos, emplean los estudios sobre las clases altas para definir a su universo.

El examen de las posiciones superiores a partir del ingreso es particularmente frecuente en las investigaciones realizadas desde la economía. La idea que subyace es que el ingreso, en tanto indicador de los niveles materiales de vida en las sociedades de mercado, es una dimensión clave para el estudio de la desigualdad. Aun bajo este supuesto, es claro que esta perspectiva tiene debilidades. Si el interés es examinar el bienestar o los niveles materiales de vida, los ingresos constituyen un indicador importante pero sólo parcial de aquéllos, en tanto también dependen de otros factores.

Un factor de particular relevancia es el patrimonio o la acumulación de activos materiales a través del tiempo, fundamentales para el caso de los hogares más ricos: la posesión de viviendas, de activos productivos o financieros, etc., establecen diferencias decisivas entre las condiciones materiales de los distintos grupos sociales. Así lo revelan, entre otras expresiones, los rankings publicados por la revista Forbes. No hay dudas de que existe una dilatada distancia entre las fortunas que pueden ser reconstruidas a través de las encuestas de hogares y aquellas identificadas mediante complejas operaciones contables sobre el patrimonio acumulado y su valorización a lo largo del tiempo. De hecho, esta heterogeneidad de los estratos altos y la significativa concentración de la riqueza (en los denominados “top incomes”) han llevado a muchos especialistas a abandonar las encuestas de hogares y centrarse en las declaraciones tributarias como fuentes de identificación de los ricos8.

Pero el análisis de los niveles materiales de vida no ha de concentrarse sólo en los activos e ingresos, sino que requiere también considerar las erogaciones. Como plantea Esping-Andersen (1990), la extensión de las políticas de bienestar hacia mediados del siglo XX, permitió desligar a los hogares del costo de satisfacer con ingresos propios determinadas necesidades. Lo opuesto ocurre en el período más reciente de generalizada mercantilización de los bienes y servicios. Y sobre todo de aquellos que suelen consumir los hogares de ingresos medios y medios altos (Svampa, 2001).

Por lo tanto, es necesario ser muy cauteloso a la hora de interpretar los ingresos como únicos indicadores de bienestar. Razones pragmáticas, vinculadas a la escasa información estadística sobre otras dimensiones, nos llevan, no obstante, del mismo modo que a otros investigadores, a enfocarnos únicamente en los ingresos. En especial, porque han sido justamente estudios fundados en el análisis de los ingresos los que han permitido identificar y cuantificar la creciente (1976-2003) y luego persistente (2003-) desigualdad en Argentina (Altimir 1997, Beccaria et al. 2005; Groisman, 2010).

Centrándonos en los ingresos, ¿cuáles han sido las estrategias utilizadas para delimitar las posiciones superiores? Del mismo modo que en el caso de los pobres, la demarcación de los ricos supone definir umbrales relativamente aceptables, lo que conlleva, necesariamente, posicionamientos morales sobre el significado de la necesidad y la justicia9. Sin embargo, aunque siempre es controvertido definir los bienes y servicios mínimos que permiten a un individuo/hogar ubicarse por encima de la pobreza, resulta aún más complejo, en una sociedad de consumo, definir aquellos montos que transgreden los umbrales del exceso. Es por ello que la fijación de líneas de riqueza absolutas (un valor por encima del cual un individuo/hogar ha de ser considerado rico) empleada por algunos analistas (Auerbach y Siegel, 1989; Rothkopf, 2009) y por las revistas que publicitan las grandes fortunas (Forbes, entre otras) suele ser descartada por la mayoría de las investigaciones.

La estrategia más habitual es definir esa línea en términos relativos, de acuerdo a la posición en la distribución del ingreso. Algunos definen a los individuos/hogares ricos como aquéllos que se ubican en los percentiles más altos de la distribución, frecuentemente el 5% o 10% superior, o como aquéllos que tienen ingresos que duplican o triplican el valor del ingreso mediano (Barry, 1998; Peichl et al., 2010). Otros refieren explícitamente a la línea de pobreza. Para ciertos autores, un individuo/hogar rico sería aquel que obtiene un múltiplo de la línea de pobreza (Danziger, Gottschalk y Smolensky, 1989). Para otros, la línea de riqueza delimita el máximo acumulado de recursos compatible con la erradicación de la pobreza (Medeiros, 2006). Como podrá notarse, con la sola excepción de esta última, las medidas relativas enumeradas evitan discusiones normativas acerca de qué niveles de ingresos suponen condiciones de vida opulentas, pero al costo de establecer umbrales en gran medida arbitrarios.

4. LA DESIGUALDAD DE INGRESOS DESDE EL OTRO POLO DE LA DISTRIBUCIÓN

En esta sección analizamos la evolución del 10% superior en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entre 1980 y 2010 a partir de datos de la EPH. En lugar de tomar individuos aislados y con el fin de considerar los gastos que pesan sobre los ingresos considerados, preferimos ordenar los “ingresos per cápita familiar”, es decir el total de ingresos del hogar dividos entre la cantidad de personas que residen en él. Asimismo, con el fin de alcanzar un panorama más comprensivo y matizado, examinamos la trayectoria de este 10% no sólo en términos absolutos, sino también en términos relativos al resto de los habitantes de la ciudad. Por este motivo, estratificamos el universo de individuos en tres grupos, en base al ingreso per cápita del hogar: aquellos con mayores ingresos (10% superior), los de ingresos medios (deciles 5 a 9) y bajos (1 al 4). Nos interesamos en la proporción de ingresos que corresponde a cada estrato y en sus medianas de ingresos, como indicadores de su situación absoluta y relativa en cada año. También incluimos el ingreso mínimo y máximo, los coeficientes de variación y los índices de Gini y de Theil11, con el objeto de examinar la heterogeneidad en el interior de cada estrato12.

Cuadro 1. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 1980-2010. Evolución del porcentaje de ingresos, mediana, ingreso mínimo y máximo, desvío estándar y coeficientes de desigualdad según estratos.

desigualdad que caracterizó a las décadas de 1980 y 1990, el estrato superior incrementó sustantiva e ininterrumpidamente su participación en el total de ingresos. Como muestra el Cuadro 1, en el caso de la ciudad de Buenos Aires, esa participación escala de 28% en 1980 a más de 34% en 1998. Tanto los estratos medios como los bajos perdieron en este proceso, pero son sobre todo éstos últimos quienes resignaron más: la proporción de ingresos que les corresponde disminuyó aproximadamente 20% entre esos años.

Este desempeño no obedeció necesariamente a un avance del decil más alto en términos de capacidad adquisitiva a lo largo de todo el período. Como sugiere el análisis de la evolución de los ingresos medianos, durante la “década perdida” (1980) el estrato alto prácticamente no experimentó modificaciones en sus ingresos, mientras es posible que haya experimentado reducciones durante la crisis de la convertibilidad (1998-2004)13. Si en esos años logró apropiarse de una mayor proporción del ingreso total, es porque los otros estratos experimentaron una trayectoria marcadamente más negativa. No obstante, la situación es diferente durante el apogeo del modelo de la convertibilidad: entre 1992 y 1998 el estrato alto sí registra un incremento en sus niveles de ingresos (de aproximadamente 26%). El crecimiento de esos años también alcanzó al estrato medio, pero en menor proporción (15%). En cambio, los ingresos del estrato bajo continuaron la trayectoria negativa que habían iniciado a principios de los ochenta.

Una de las principales consecuencias de estas tendencias fue la profundización de la brecha de ingresos que separa al estrato alto del estrato bajo: en 1980 los ingresos medianos del primero eran 5.5 más elevados que los del segundo, pero en 1998 esa brecha se habían ampliado a 8.5. Aunque también se registró una ampliación de la brecha entre el estrato alto y el medio, ésta fue de una magnitud reducida (de 2.2 a 2.8).

En suma, si a lo largo de las décadas de 1980 y 1990 la porción del ingreso total retenida por el estrato superior se incrementó en forma sostenida, fue porque en las distintas coyunturas logró despegar su trayectoria de la del resto y, en particular, del estrato bajo: se vio menos afectado en tiempos de crisis, y particularmente beneficiado en tiempos de expansión económica.

Sin embargo, dentro de cada estrato, y en particular, del alto, habría habido desempeños diferentes. Así lo sugiere la información sobre heterogeneidad de ingresos -que sin embargo, debe tomarse con especiales recaudos-14. En efecto, desde 1980 se incrementa la dispersión de ingresos en todos los estratos, pero sobre todo en el alto. Por un lado, si en 1980 los ingresos máximos del decil superior eran 4.4 veces más elevados que los ingresos mínimos ($8791 vs. $2009), para 1998 esa diferencia se había ampliado a 6.4 veces ($15123 vs. $2352). Por otro lado, la mayor acentuación de la heterogeneidad en el estrato alto también se manifiesta en el incremento del coeficiente de variación y de los índices de Gini y Theil, más pronunciados que los registrados en los otros estratos.

El panorama que se observa entre 2004 y 2010 es en gran medida contrastante. Los datos sugieren cierta progresividad en la distribución de los ingresos, producto de un repliegue del decil superior a favor de los otros estratos y, sobre todo, del bajo. Se trata de una tendencia similar a la que se registró durante el período en el total del país e, incluso, en otras sociedades de América Latina (ver, entre otros autores, Beccaria y Maurizio, 2017; Cepal, 2015; Cruces y Gasparini, 2010; Kessler, 2014). En efecto, el crecimiento económico de aquellos años trajo la expansión de los ingresos de todos los estratos, pero favoreció fundamentalmente al estrato bajo, mientras el estrato alto fue el menos beneficiado. En el caso de la ciudad de Buenos Aires, el resultado fue una reducción de la brecha de ingresos que separa al grupo alto del bajo (de 9.0 veces en 2004 a 6.5 en 2010), así como una disminución de su participación en los ingresos totales (en 13%).

De acuerdo a los datos que estamos examinando, el proceso de progresividad en la distribución del ingreso durante la post-convertibilidad también se habría registrado dentro del 10% superior. En su interior, la brecha entre los individuos con mayores y menores ingresos experimentó una reducción, producto de dos tendencias: el aumento de los ingresos mínimos y la disminución de los máximos. Esta evolución condujo a que disminuya la desigualdad intra estrato. Hay que notar, además, que si en las décadas de 1980 y 1990 el estrato alto fue el que incrementó en mayor proporción sus niveles de desigualdad interna, desde 2004 este estrato fue el que registró las mayores reducciones.

Ciertamente, este progreso resulta más modestos si se consideran los datos tributarios. De acuerdo con Alvaredo y Gasparini (2013: 19), el porcentaje retenido por el 1% superior en la Argentina de 2007 era del 8,8% según los datos de las encuestas de hogares y del 13,4% si se utilizaba información impositiva. Aunque el Gini presenta tendencias similares, la reducción de la desigualdad es, con este segundo registro, menos importante (Alvaredo y Gasparini, 2013: 46).

No obstante esto último, coincidimos con estos autores en señalar que el estrato superior ha tenido desempeños en gran medida contrarios entre las etapas 1980-1998 y 2004-2010. En la primera, logró despegar su trayectoria del resto, aunque esto no haya implicado necesariamente una mejora de su situación económica en términos absolutos. En cambio, en la segunda etapa experimentó una pérdida de posiciones en términos relativos, aunque no absolutos: incrementó sus niveles de ingresos, pero lo hizo en menor proporción que los otros estratos.

La disponibilidad de una fuente de datos alternativa para la ciudad desde 2004, la Encuesta Anual de Hogares (EAH), nos permitió evaluar los resultados obtenidos con la EPH con nuevas evidencias. Las tendencias identificadas son similares pero mucho más moderadas. Por ejemplo, mientras según la EPH la participación del estrato bajo en el total de los ingresos se incrementa 24% entre 2004 y 2010 y la del estrato alto cae 13%, de acuerdo a la EAH el crecimiento en el primer caso es de sólo 3% y la disminución en el segundo de 1%. Es decir, prácticamente no hay modificaciones. Pautas similares se observan en relación con los otros indicadores. De este modo, los resultados que presentamos en los párrafos anteriores deben ser matizados a la luz de estas otras evidencias15.

5. EL 10% SUPERIOR: ¿CÓMO SON LOS DE ARRIBA?

Con el fin de caracterizar a los miembros de los estratos socioeconómicos más altos optamos por centrarnos en los datos de la EAH, que por el tamaño de la muestra y la diversidad de interrogantes permiten una aproximación más confiable al universo de estudio. Si bien realizamos tabulaciones para los años 2004, 2006 y 2010, nuestra descripción se centrará en el último año, y sólo mencionaremos los anteriores cuando se observen tendencias significativas.

En la sección anterior el universo de análisis fueron los individuos. Sin embargo, resulta imprescindible desplazarnos desde ellos hacia los hogares, en tanto sus características están en el corazón mismo del recorte elegido. Nuestro criterio de estratificación ha sido el ingreso per cápita del hogar, “premiando” así a aquellos individuos en hogares con menor carga familiar y con mayor número de perceptores de ingresos. A su vez, es necesario tener presentes las consideraciones vertidas en secciones anteriores, pues algunos de los rasgos demográficos y laborales de los estratos son indisociables de las fuentes de ingreso que predominantemente captan las encuestas de hogares - remuneraciones al trabajo o jubilaciones y pensiones-.

Por un lado, como bien señala toda la bibliografía sobre pobreza, la presión demográfica sobre los ingresos es determinante a la hora de considerar estratos socioeconómicos (Cuadro 2). Los hogares del estrato alto son, en promedio, más reducidos en tamaño, y más de la mitad son unipersonales. En la absoluta mayoría no hay menores de edad (92%), y cuando los hay, en general no es más de uno. La situación es contrastante con la que se observa en los otros dos estratos pero sobre todo en el bajo: en este estrato, los hogares son de un tamaño bastante mayor (en promedio, casi 2 personas más que en el alto), aquellos unipersonales sólo alcanzan a un cuarto, y alrededor de la mitad tiene a un menor de edad entre sus miembros.

Por otro lado, la menor presión demográfica de los estratos altos es acompañada por un mayor número de perceptores de ingresos. Así lo sugieren, en primer lugar, las diferencias en la tasa de dependencia. Mientras en el estrato bajo cada perceptor debe sostener las necesidades de casi tres personas (2.7), en el estrato alto ese número es de apenas 1.2. En segundo lugar, también lo sugieren - aunque en forma parcial- las diferencias en el número de proveedores en los hogares formados por una pareja sola o por una pareja con hijos. Si bien para 2010 la pauta del hogar de dos proveedores, con ambos cónyuges en la esfera laboral, ya era la mayoritaria en la ciudad (68%), su incidencia era más acentuada en el estrato alto (78%), y mucho menos frecuente en el bajo (51%). En este último, en cambio, estaban sobrerrepresentados los hogares que seguían la pauta tradicional de un proveedor varón (44% vs. aproximadamente 18% en el estrato alto). De este modo, aspectos vinculados con la propensión a participar en el mercado de trabajo de las mujeres refuerzan la inscripción en la parte más alta de la distribución de ingresos.

Cuadro 2. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2010. Características demográficas de los hogares de estratos altos, medios y bajos.

Centrándonos en los jefes de hogar, otro conjunto de rasgos demográficos también distinguen en mayor o menor medida al 10% superior de los estratos inferiores. En primer lugar, la abrumadora mayoría (76%) de los jefes de hogar que ocupan el decil más alto nació en la Capital, el área metropolitana que la circunda o en la provincia de Buenos Aires; el contraste con los estratos más bajos es claro: apenas el 51% presenta la misma característica. Evidentemente, los desplazamientos poblacionales por razones económicas son un atributo más frecuente en los sectores más bajos que en los altos.

En segundo lugar, los jefes de hogar del estrato alto tienen edades, en promedio, algo menores que las de aquellos en otros estratos. Esta diferencia podría corresponderse con algunos estudios que señalan que este último ciclo del capitalismo ha abierto posibilidades de promoción a edades tempranas (sobre todo en el sector privado y en las actividades más modernas), que permitirían alcanzar relativamente rápido los ingresos altos. Sin embargo, esta constatación parece tener una interpretación de otro tipo. El menor promedio de edad en el estrato alto se debe, fundamentalmente, al reducido porcentaje de personas mayores de 70 años en su interior. En contraste, ese porcentaje es especialmente elevado en el estrato bajo, lo que seguramente esté expresando la situación de jubilados que, por sus ingresos relativamente reducidos, van a parar a la parte más baja de la distribución. En el estrato alto son predominantes quienes tienen entre 50 a 69 años, es decir, edades en las que suele haberse alcanzado la madurez en la trayectoria laboral. Esto sugeriría que, aun cuando se hayan incrementado las posibilidades de promoción a edades tempranas, lo dominante sigue siendo que suceda en etapas tardías de la trayectoria.

Finalmente, si bien la jefatura sigue siendo un fenómeno masculino, esto es así sobre todo entre los mejor remunerados: la mayoría absoluta de los jefes de la ciudad son varones, pero en los sectores bajos la jefatura femenina alcanzaba, en 2010, el 44%, mientras en los altos apenas llegaba al 34%. Estas diferencias, sin embargo, no parecen ser ajenas a la distinta composición por edad de los estratos a la que hicimos referencia más arriba (en tanto entre las jefas mujeres hay un mayor número de mayores de 70 años e inactivas).

Cuadro 3. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2010. Características educativas de los hogares de estratos altos, medios y bajos.

El Cuadro 3 muestra algunas características educativas de los hogares del estrato superior. Como era de esperar, los jefes de esos hogares se distinguen por sus muy altos niveles de estudio: alrededor

de 62% detenta títulos de nivel superior (terciario o universitario), contra 28% y 10% en los sectores medios y bajos. En cambio, las diferencias entre estratos son menos marcadas en lo referido al porcentaje de niños y adolescentes que asiste a algún establecimiento educativo. Como reflejo de la casi universalización de la educación media y, sobre todo básica, prácticamente todos los niños y adolescentes en edad de asistir a la escuela primaria (6 a 12 años) o secundaria (13 a 17 años) son estudiantes. En otras palabras, actualmente en la ciudad de Buenos Aires la asistencia escolar de los menores de edad no constituye un criterio de demarcación entre los estratos de ingresos. La inserción en el sistema educativo sólo continúa marcando diferencias entre estratos en el caso de los jóvenes. En el estrato superior, el número de jóvenes de entre 18 y 24 años que estudia (73%) es más elevado del que se observa en el estrato medio (62%) y bajo (45%)16.

El acceso a la educación primaria y secundaria no establece desigualdades profundas entre los estratos, pero sí lo hacen las características de los establecimientos educativos en que se insertan17. En Buenos Aires, la preferencia por la educación privada siempre ha sido alta en comparación con otras áreas del país (Donaire, 2009), pero el nivel de privatización distingue particularmente a los estratos superiores (Del Cueto, 2007; Veleda, 2010). Esto queda en evidencia en nuestros datos: una abrumadora mayoría de los niños y adolescentes del decil alto se escolarizan en establecimientos privados. El contraste es más marcado con los estratos bajos y menor con los medios. Sin embargo, entre los jóvenes entre 18 y 24 años de mayores ingresos la educación estatal es todavía frecuente: alrededor de la mitad elige ese tipo de establecimientos, cifra apenas más alta que la que se observa entre los sectores medios. Estos datos sugieren que la universidad pública continúa siendo, como en el pasado, el espacio de formación elegido por una parte importante de quienes ocupan las posiciones más altas de la ciudad.

La calidad de la vivienda y el lugar de residencia respaldan muchas de las afirmaciones ya formuladas por la sociología urbana. Ajenos a las precariedades habitacionales de los sectores más bajos, los miembros del primer decil son también mayoritariamente (70%) propietarios de sus viviendas (Cuadro 4). Lo singular es que sean los departamentos, mucho más que las casas, sus fórmulas residenciales preferidas. Lamentablemente, los datos no permiten determinar cuáles son las particularidades de esas viviendas en términos de tamaño, confort, servicios, etc.

Las zonas de residencia son sin duda una expresión clara de la segregación que caracteriza a estos grupos y que se ha ido agudizando a lo largo de la década. Su concentración geográfica es evidente: más de 40% vive en la zona norte de la ciudad, en barrios como Belgrano, Palermo y Recoleta. En cambio, su presencia es mínima -menor a 10%- en las zonas oeste y, sobre todo, sur, las que engloban barrios como la Boca, Villa Soldati, Mataderos, etc. Hay que notar que la concentración geográfica es muy elevada a pesar de que las zonas con las que trabajamos tienen un alto nivel de agregación. Es factible que si pudiésemos discriminar qué sucede en cada una de las comunas y los barrios que las integran, el panorama sería de una concentración más pronunciada.

Como insinuamos, la participación de los sectores altos en el mercado laboral es particularmente acentuada, sobre todo en comparación con los sectores bajos: mientras en el primer caso 9 de cada 10 jefes de hogar es activo, en el segundo menos de 6 de cada 10 está en esa situación, debido al alto peso de los jubilados en la parte más baja de la distribución de ingresos (Cuadro 5). Hay que notar, además, que estas diferencias se ampliaron a lo largo de los últimos años. Entre 2004 y 2010 las tasas de actividad de los estratos altos y bajos mostraron tendencias contrarias: en los primeros, se incrementó (de 85% a 91%), mientras en los segundos se redujo (de 66% a 58%)18. Como resultado, si en 2004 la

Cuadro 4. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2010. Características habitacionales de los hogares de estratos altos, medios y bajos.

En parte debido a que los mayores niveles educativos que detentan los estratos altos son un escudo protector contra la desocupación, no sorprende constatar que, entre ellos, la falta de trabajo sea un problema prácticamente inexistente: la tasa de desocupación es menor a 1%, un valor no tan alejado del que corresponde a los sectores medios (alrededor de 3%), pero mucho más reducido que el de los sectores bajos (12%). También en relación con esta dimensión se amplió la brecha con los sectores de menores ingresos. Hacia 2004, la desocupación en el estrato bajo era aproximadamente 7 veces más alta que en el estrato superior; en 2010 la brecha se amplió a 18 veces, debido a que la reducción del desempleo fue mayor, en términos proporcionales, entre estos últimos.

Contrariamente a lo que podría suponerse, en el estrato superior el número de patrones es minoritario -aunque más alto que en los otros estratos-. Frente al reducido porcentaje que se desempeña como dueño y director de su empresa, un 75% lo hace como asalariado, cifra no muy alejada de la de los otros grupos sociales. La especificidad del estrato alto es la importancia de los establecimientos de mayor tamaño: tanto entre los dueños de empresas como entre los asalariados, están sobrerrepresentados quienes realizan sus tareas en organizaciones de 6 o más empleados.

También se observan particularidades en el tipo de ocupaciones más frecuentes: en el estrato superior es mucho mayor el porcentaje de directivos en reparticiones públicas o empresas privadas medianas o grandes (alrededor de 11% vs. 3% y 1% en los sectores medios y bajos, respectivamente) y de empleados con calificaciones profesionales (39% vs. 16% y 2%). Hay que notar, no obstante, que si de sus familias (para el caso específico de las mujeres ver Cerrutti, 2000). La caída en la tasa de actividad de esos sectores durante los últimos años podría ser reflejo de la mejora en las oportunidades laborales.

bien en el resto de las ocupaciones está subrrepresentado, el porcentaje de trabajadores del estrato alto con calificaciones técnicas (24%) e, incluso, operativas (17%) no es desdeñable. Los dueños de empresas y asalariados de lujo que componen este segmento tienden a concentrarse en las ramas de actividad más dinámicas o más estables. Entre las primeras, se destaca la categoría más frecuente, las actividades financieras, inmobiliarias, empresariales y de alquiler (27%), seguidas por la educación (23%) y, en tercer lugar, la administración pública, defensa y seguridad social (14%). Nótese, asimismo, que si bien la mayoría de los jefes de hogar mejor remunerados se desempeña en el sector privado (alrededor de 70%), no deja de ser significativo el porcentaje que lo hace en el sector público, mucho más elevado que el que se observa en los otros estratos.

Cuadro 5. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2010. Características laborales de los jefes de hogar de estratos altos, medios y bajos.

El carácter privilegiado de los asalariados del estrato alto se refleja en las condiciones en las que realizan su trabajo. El porcentaje de trabajadores precarios (no registrados en el sistema previsional) es entre ellos muy reducido (inferior al 5%), en forma muy diferente a lo que sucede entre los trabajadores del estrato bajo (37%). Sus horarios de trabajo también dan cuenta de esto. Contrariando la idea de rentistas dedicados a la dolce farniente, estos jefes trabajan jornadas completas o super completas, llegando a superar las horas trabajadas por los miembros de los estratos inferiores.

6. CONCLUSIONES

Este artículo se propuso un acercamiento a los individuos ubicados en el 10% superior de la pirámide de distribución de ingresos de la ciudad Autónoma de Buenos Aires, a través de las dos principales encuestas de hogares disponibles: la EPH y la EAH. Con el fin de contribuir al conocimiento de los miembros de los estratos socioeconómicos superiores, nos hemos propuesto tres objetivos: evaluar estas fuentes para un acercamiento a las posiciones más altas de la distribución, analizar la evolución de las mismas en relación con los estratos inferiores entre 1980 y 2010 y caracterizar a estos individuos y hogares en la primera década del siglo XXI.

Una primera constatación se desprende del análisis: la insuficiencia de las fuentes disponibles. Si bien este trabajo comparte con otras investigaciones el esfuerzo por describir a las minorías superiores y su evolución en el tiempo, merece subrayarse que, en todos los casos, estos estudios se enfrentan a importantes limitaciones. Las sociedades cuentan con más y mejor información para conocer a sus poblaciones más pobres que a aquéllas que se ubican en los estratos medios y sobre todo en los superiores. Como otros autores (Cruces y Gasparini, 2010), nos permitimos insistir en la necesidad de estudios transversales a las distintas fuentes pero sobre todo en la necesidad de producir registros confiables y permanentes que permitan estudiar a los ricos y su relación con otros estratos sociales. Sobre todo porque gran parte de las políticas de lucha contra la pobreza suponen atender a una mayor distribución (y por lo tanto a un mayor conocimiento) de los beneficios que se concentran en el otro extremo de la pirámide.

Una segunda constatación es que, aunque no se haya traducido en mejores condiciones de vida, el decil superior incrementó su participación en los ingresos totales de manera sostenida entre 1980 y 2004. A diferencia de otros países de la región donde la profundización de la desigualdad se observa en coyunturas críticas o por el impacto inmediato de las reformas de mercado (Chile según Ferreira y Lichfield, 1999), en Argentina el despegue del núcleo superior ha sido constante. Este hallazgo se corresponde con indicios más cualitativos que apuntan a cierta inelasticidad de los consumos suntuosos de las clases altas incluso en períodos críticos para el resto de la población. La concentración de los ingresos en la cúspide, tanto en períodos de expansión como de retraimiento, sólo parece revertirse (y estas afirmaciones merecen tomarse con cautela) a partir de 2004.

Finalmente, el estrato de ingresos superiores concentra un conjunto de atributos demográficos, educativos y laborales relativamente particulares. A diferencia de los hogares de estratos inferiores, se concentran aquí una mayoría de porteños de nacimiento, que residen en hogares más pequeños, con menores tasas de dependencia y con jefaturas mayoritariamente masculinas. Son también quienes detentan mayores niveles educativos, menores tasas de desempleo y ocupaciones en establecimientos más grandes y en sectores más modernos. Resulta significativo el predominio de asalariados y el alto porcentaje de empleados públicos (una particularidad de la ciudad capital), que casi duplica al que se observa en promedio en la ciudad.

Subrayemos finalmente que al menos parte de nuestras conclusiones sobre los rasgos de los miembros de las posiciones superiores, resultan indisociables de las características de las fuentes elegidas. Acompañando una literatura atenta a las desigualdades de ingresos y a la distancia entre los deciles más altos y más bajos de la pirámide de ingresos, este trabajo constituye un llamado a la triangulación de datos diversos y a la búsqueda de registros más exhaustivos que sirvan para profundizar la caracterización de quienes componen los estratos socioeconómicos más favorecidos. En este sentido, aunque se trata del decil que concentra los mayores ingresos, el análisis desarrollado aquí no alcanza necesariamente a las clases altas. No se trata solamente de las dificultades mencionadas en las fuentes disponibles para captar a los individuos y hogares ricos; la noción de clase supone un conjunto de dimensiones (patrimoniales, sociales, educativas) que trascienden el alcance de este estudio y donde la literatura especializada tiene una gran vacancia que cubrir.

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Recibido: 04 de Abril de 2017; Revisado: 04 de Octubre de 2018; Aprobado: 14 de Octubre de 2018

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