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Trabajo y sociedad

On-line version ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.32 Santiago del Estero June 2019

 

DOSSIER

Estancamiento del ciclo la alfalfa en el alto valle del río Negro. Configuración espacial y tendencias productivas desde una visión regulacionista.

Estancamento do ciclo a alfalfa no Alto Valle do rio Negro. Configuração espacial e tendências produtivas desde uma visão regulacionista.

Alfalfa cycle stagnation at Alto Valle in Río Negro. Spatial configuration and production tendencies from a regulatory vision.

Jorge Andrés VERA* 

Martín Alejandro FERREYRA**** 

* Licenciado en Administración (UMSA), Diplomado en historia argentina y latinoamericana (UNRN) y Doctor en Ciencias Económicas (UNLaM). Becario postdoctoral CONICET. Miembro investigador del Centro de Estudios Ambientales de la NorPatagonia (CEANPa-UNRN). Docente regular de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) y docente regular de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo). E-mail: jvera@unrn.edu.ar.

** Licenciado y Profesor en Sociología FCPyS, UNCuyo, Doctor en Ciencias Sociales, Magíster en Ciencia Política y Sociología, Diplomado Superior en Economía Política con mención en Economía Regional, (FLACSO), sede Buenos Aires. Miembro del Instituto Multidisciplinario de Estudios Sociales Contemporáneos (IMESC), perteneciente al Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales (IDEHESI), Unidad Ejecutora en Red de CONICET. E-mail: mferreyra@conicet.gov.ar

RESUMEN

El presente trabajo propone un análisis del ciclo de la producción de la alfalfa que da lugar al origen de la producción frutícola en el Alto Valle del Río Negro y Neuquén. Para ello se describirá el circuito de la producción de alfalfa, haciendo un corte explicativo hacia fines de la década de 1930, cuando dicho cultivo ingresa en un período de estancamiento y- consecuentemente- dará lugar a los inicios de la fruticultura en la región. La crisis relativa del circuito productivo de la alfalfa puede ser entendida como una tendencia a la periferialización de la actividad, generando hábitos económicos y sociales que pudieron deteriorar las posibilidades de desarrollo de la región. En este punto se estudiará el impacto de las formas institucionales en la dinámica de la acumulación del capital cuyas regularidades, en su mayoría, se heredaron de un circuito a otro, destacando el grado de concentración en las diferentes etapas del circuito productivo y las tendencias en el destino de la comercialización.

Palabras clave: Río Negro - producción de alfalfa - regulacionismo - circuito productivo

ABSTRACT

The current paper presents an analysis of the alfalfa production cycle that has fostered the origin of fruit growing at Alto Valle in Río Negro and Neuquén. To such end, firstly the alfalfa production cycle will be described with a focus on the late 1930´s, when such crop went stagnant and -consequently- gave way to the emergence of fruit growing in the region. The relative crisis of the alfalfa production cycle might be taken as a tendency to marginalize the activity, by creating economic and social habits that might have deteriorated development possibilities in the region. At this point we will study the impact of institutional ways on the capital accumulation dynamics, whose regularities have mostly been passed on from one circuit to another by highlighting the degree of concentration at the different stages of the production circuit and tendencies of the trading objective.

Key words: Río Negro - alfalfa production - regulationism - production cycle

RESUMO

Este artigo propõe uma análise do ciclo de produção de alfafa dando lugar à origem da produção de frutas no Alto Valle do Rio Negro e Neuquén. Para este circuito de produção da alfafa (ou luzerna) é descrito com um corte explicativo no final de 1930, quando a cultura entra em um período de estagnação e consecuentemente leva aos primórdios da fruticultura na região. A crise relativa do circuito produtivo da alfafa pode ser entendido como uma tendência a periferização na atividade, gerando hábitos econômicos e sociais que como consequência poderia ter prejudicado as oportunidades de desenvolvimento na região. Neste ponto, se estudará o impacto das formas institucionais na dinâmica de acumulação de capital cuja regularidades, na maioria, foram herdados de um circuito para outro estudo, destacando o grau de concentração nas diferentes fases do circuito de produção e tendências no destino da comercialização.

Palavras chave: Río Negro - produção de alfafa - regulacionismo - circuito produtivo

SUMARIO

1. Introducción; 2. Marco Teórico; 3. Configuración espacial del Alto Valle del Río Negro (1914-1929); 4. Colonización del riego; 5. El mercado del circuito productivo de la alfalfa; 6. Similitudes de la región a un régimen de acumulación nacional. 7. Regularidades emitidas desde la relación laboral y el sistema monetario; 8. Conclusiones; 9 Bibliografía; 10. Documentos.

1. Introducción

El ciclo de la alfalfa en el alto valle del río Negro, supone la construcción económica y social de una región de vital importancia en la configuración territorial, de las actuales provincias de Río Negro y Neuquén. El análisis histórico de los diferentes circuitos productivos desarrollados en la región, conjuntamente con el afincamiento de pobladores, permite determinar un escenario de disputas al interior de la región. Es decir, cada una de estas actividades posee una localización territorial concreta, e interactúan, directa o indirectamente, con la subestructura de acumulación y distribución regional en la que está inmersa (Filadoro, 2014). Se trata, entonces, de un proceso dialéctico, ya que puede incidir de un modo u otro en el desarrollo, actual y futuro, de cada circuito productivo. Gorenstein, Schorr y Soler (2012) aseveran que este enfoque nos permite “reconocer las relaciones (mercantiles y no mercantiles) de los agentes e instituciones que los integran; los ámbitos en los que convergen actividades conexas de diferente naturaleza y las relaciones asimétricas y de dominación propias de los procesos de reproducción del capital que se producen en estos espacios económicoterritoriales”. Según Aglietta (1979), se trata, por un lado, de determinar los mecanismos específicos por los cuales se reproduce una determinada estructura económica y, por otro, de observar cómo se valoriza el capital en un ámbito específico de la producción. Si bien el autor se refiere puntualmente a los regímenes de acumulación de las formaciones sociales nacionales -con sus respectivas capas-, creemos que su descripción es válida, también, para los complejos productivos. Cabe preguntarse, en este punto, cuáles son las condiciones que propician la construcción histórica de asimetrías, al interior de cada complejo/circuito productivo, que -a la luz de los hechos, principalmente en América Latina- han gestado una red de relaciones que suponen jerarquía y no sólo interdependencia funcional. Esta jerarquía explicaría la apropiación desigual de los excedentes3 producidos dentro del complejo o circuito. Esta puede enmarcarse como una dinámica particular según la morfología institucional resultante de los diferentes procesos sociohistóricos. Así pues, en un complejo productivo podemos identificar, por un lado, jerarquía, y por otro, interdependencia funcional. Esta segunda característica representa un elemento fundamental, puesto que convierte al complejo productivo en una cadena articulada de eslabones que comprenden una actividad o conjunto de actividades y agentes, lo que da lugar a un proceso productivo de funciones diferenciadas que comienza con la obtención de la materia prima, para continuar con su transformación en un bien y/o servicio -a través de la incorporación de insumos y servicios- que luego son distribuidos/comercializados en el mercado para ser consumidos (Gago, 2003). En resumen: en un entramado productivo interactúan diversos agentes que establecen, entre sí, vínculos asimétricos, motivo por el cual se desarrolla la generación de excedente, y al mismo tiempo, una forma específica de apropiación y utilización de este (Rofman, 1999). De este modo, el espacio productivo destinado al circuito productivo estudiado posibilitó la construcción histórica de regularidades, al generar estructuras que privilegiaban a determinados agentes en detrimento de otros; normalmente, los colonos que explotaban dichas chacras en poco tiempo se veían endeudados y sujetos a condiciones deterioradas en su poder de negociación, o lo que es igual, en desventaja relativa a la apropiación del excedente económico generado. En este sentido, sostiene Scaletta (2006) que más allá de la heterogeneidad de la parcelación en cada zona, el resultado concreto, desde la perspectiva del análisis del subsistema, fue el lento surgimiento de quien para fines de la década de 1920 sería su “sujeto social y agente económico preponderante”: el pequeño chacarero propietario. Cabe destacar que la situación socio-económica de los primeros colonos, pudo ser propicia en los primeros momentos de expansión regional, pero esta bonanza temporal pudo responder a la planificación estratégica específica de los agentes líderes de la región (Vera & Ferreyra, 2015), en este caso a compañías de capital inglés quienes -como se explicitará luego- ingresaron tempranamente en la región valletana luego de la Campaña del Desierto.

En línea con lo expuesto, los objetivos planteados en este trabajo se focalizaron en describir las características de la estructura institucional del circuito productivo de la alfalfa y evidenciar las tendencias configuradas en la región valletana, conjuntamente con los diversos factores que posibilitaron un ordenamiento específico de las relaciones económicas y sociales en un momento histórico fundamental para la expansión territorial de la Argentina.

2. Marco teórico

Este estudio encuadra sus herramientas analíticas en los conceptos teóricos de la escuela de la regulación francesa y algunas adaptaciones propias para el estudio de la economía regional. Esta perspectiva sustenta su posicionamiento fundamental en dos concepciones bien definidas, la regulación y la acumulación del capital, en un momento histórico-geográfico del capitalismo. A su vez, se incorporan conceptos pertenecientes a la literatura económica latinoamericana referidos al estudio del desarrollo regional, principalmente en los lineamientos trazados por Alejandro Rofman, quien interpreta al Estado como un agente que posee intereses sectoriales en un determinado momento y destaca la noción de circuito productivo como modelo inductivo para el análisis regional (Rofman, 1999).

Un “modo de regulación” se define como un conjunto de mediaciones/instituciones que mantienen las distorsiones/tensiones producidas por la acumulación del capital dentro de límites compatibles con la cohesión social en el seno de las naciones, debiendo asegurar la compatibilidad entre un conjunto de decisiones descentralizadas sin que los agentes tengan que interiorizarse de los principios que rigen la dinámica del conjunto del sistema (Boyer & Saillard, 1995). La misma función es aplicable a los circuitos productivos regionales, aunque no siempre la acumulación y regulación a nivel regional está acoplada a los procesos nacionales o globales. Esta idea posibilita analizar una gama de procedimientos que, mediante el accionar de formas institucionales, reproducen las relaciones sociales en una etapa de la vida de una formación social. En su origen, el modo de regulación no es intencional, aun cuando si se lo analiza ex post pareciera sugerir la existencia de una compleja ingeniería institucional producto del comportamiento de agentes que actuarían según una estrategia deliberada. Cabe destacar que un punto fundamental del enfoque regulacionista francés se refiere a las “formas institucionales” que gobiernan la lógica de reproducción capitalista. En respuesta a la teoría general del equilibrio, la escuela de la regulación pretende desenmascarar a partir de las formas institucionales los intereses solapados que posee un proceso económico.

Las “instituciones” son aquellos espacios de disputa de intereses que proporcionan las reglas para el juego social; a partir de ellas, los agentes que las integran tienen un marco de inteligibilidad. Con la institucionalización de una norma o regulación, encontramos un olvido “provisorio” de tales compromisos por parte de los agentes económico-sociales que permiten comenzar a mantener un cierto funcionamiento. Es en ese momento, en el que se institucionaliza una norma, cuando se consigue llegar a un acuerdo alrededor de la sacralización de un determinado valor o conjunto de estos. Recién en ese entonces las prácticas sociales se naturalizan, se transforman en un habitus, en palabras de Pierre Bourdieu: “sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones” (Bourdieu, 1980). Una vez construidas las instituciones e interpretadas desde la visión bourdieana -en tanto relaciones sociales-, podemos definirlas como un esquema generador organizador, tanto de las prácticas sociales como de las percepciones y apreciaciones de las propias prácticas y de las prácticas de los demás agentes. Las instituciones que según la escuela francesa de la regulación operan dentro de una economía capitalista se detallan del siguiente modo: i) mercado, ii) estado, iii) inserción internacional, iv) relación salarial, v) restricción monetaria.

A esta clasificación original se agrega -en el marco de este trabajo- el “espacio” (vinculado al territorio objeto de la explotación) como una institución más. Si bien el espacio es algo dado, no lo es en el sentido que a éste se le otorga; lo que se entiende aquí por espacio es referente a una construcción social, la cual puede favorecer determinados intereses sobre otros, y supone una lucha por la apropiación del sentido de lo que es el espacio que nos contiene. La existencia de esta disputa nos señala que estamos en presencia de una institución (Jofré & Ferreyra, 2010); y es en el marco del estudio de los circuitos productivos regionales donde se pone valor esta categoría, dado que es en el espacio productivo donde los agentes afincados localmente, tienen la capacidad de pujar por sus intereses y cristalizar esa dinámica de manera evidente. En definitiva, el espacio es la institución en la que más poder detentan -los agentes económicosociales de un circuito- para materializar sus intereses en la morfología final que éste adquiera. El hecho de que toda acción social requiera una base territorial convierte al espacio en un factor clave de la realidad global, ya que debe ser apropiado por los agentes sociales para su manipulación y dominio (Sánchez, 1991). Al considerar que la intervención sobre el espacio es uno de los objetivos básicos de la actuación humana y social, podemos llegar a la conclusión de que manipular y dominar el espacio es importante, tanto para quienes quieren asegurar el mantenimiento de su capacidad de actuación y de dominio social, como para quienes, de una u otra forma, lo cuestionan.

Se asume, de este modo, que el espacio se construye socialmente mediante un entramado de relaciones de poder que involucra a distintos agentes (relaciones que inciden en la conformación del espacio sobre el que se asientan, en tanto deben configurar un espacio social coherente con dichas relaciones). De este modo, es posible asumir que cada actividad productiva regional haya generado -a lo largo de la historia- determinadas asimetrías, las cuales sólo pueden entenderse desde las relaciones de poder y el marco espacial del que estas sean capaces de obtener y acumular excedente. Sin excedente -sabemos- no se produce la condición material necesaria para la existencia de relaciones sociales de poder. En síntesis: las relaciones de poder configuran la articulación social del espacio. En estos términos, puede plantearse también que, al igual que el poder debe adecuar la estructura social a sus objetivos, lo mismo deberá hacer respecto del espacio, en la medida en que este no es neutro ante los distintos usos que de él quieran hacerse. Es decir: se trata de transformar ese espacio en un espacio social coherente con sus objetivos globales. De modo que el espacio impone “condiciones” a la actuación del poder. Si bien no es objeto de este trabajo ahondar en las definiciones en particular de cada institución, es apropiado ponderar y describir el rol de las instituciones “Estado” y “Mercado” como íconos sobresalientes dentro de la clasificación expuesta en nuestro objeto de estudio. Asimismo, cada forma institucional será ampliada oportunamente en el análisis del impacto de cada una de ellas sobre el circuito productivo de la alfalfa en su ocaso.

Los mercados, lejos de ser hechos naturales, son el fruto de evoluciones sociales e históricas complejas que enfrentan actores múltiples, portadores de intereses particulares: en este sentido constituyen construcciones sociales y políticas que participan del mundo “artificial” (Simon 1996 y 2004, en Coriat & Weinstein, 2005). A partir de los desarrollos de Commons (1936) - retomados por Coriat y Weinstein-, se enuncia un enfoque en el cual la institución mercado tendrá como función u objetivo establecer, antes que nada, las normas que posibilitarán “una transferencia legal de la propiedad” y no, como en la visión estándar de intercambio, la transferencia física de un bien. Las reglas que encuadran la definición del objeto del intercambio, las condiciones de negociación y las modalidades de transferencia de derechos, constituyen precisamente la base institucional de la transacción (Coriat y Weinstein 2005). En este punto se establece que la institución mercado es entonces un espacio de lucha por definir: (a) quiénes serán los agentes económicos participantes, ubicando en condiciones favorables a unos sobre otros y (b) las condiciones de fijación de precios. Esta construcción encubre la distribución social del excedente económico, es decir, una puja por la distribución social del ingreso. Por otra parte, la institución Estado es entendida como el resultado de una lucha entre distintos intereses de clase y como aquel espacio en el que se visualiza una cierta cantidad de compromisos institucionalizados, esto es, el lugar donde se enumeran los resultados de las tensiones y de los conflictos entre grupos socioeconómicos durante un largo período.

Desprendiéndose de la teoría de la derivación (Mathias & Salama, 1983), este trabajo considera al Estado desde dos ángulos, uno sociológico y otro en función de la economía. El primer acercamiento implica tener en cuenta la relación entre el Estado y la sociedad, el cual se define mediante vínculos institucionales construidos al amparo de procesos socio-históricos; en el segundo caso, el Estado pasa a ser entendido como el conjunto de organismos detentores de las prerrogativas del poder público, ya sea el Estado central, las administraciones locales, los organismos de seguridad, etc. Estos organismos pueden ser entendidos como “agentes”. A partir de entonces y derivada de la categoría de agencia, damos por hecho que los procesos observables son siempre el resultado de mecanismos intencionales de ajuste o instituidos (Delorme 1996).

Un “régimen de acumulación”, por su parte, se define como el conjunto de regularidades que aseguran una progresión general y relativamente coherente de la acumulación del capital, es decir que permite reabsorber o extender en el tiempo las distorsiones y desequilibrios que nacen permanentemente del mismo proceso (Boyer, 2007). Ampliando, podemos interpretarlo como un patrón de crecimiento para una formación social en una época determinada, con la facultad y capacidad para determinar la procedencia y el volumen del excedente que luego será objeto de disputa de las diferentes regulaciones intervinientes en la conformación de un modo de regulación. Cabe destacar que, para este marco teórico, la articulación específica entre un régimen de acumulación del capital y un modo de regulación dentro de cada formación social da lugar a la constitución de un modo de desarrollo. Un régimen de acumulación puede analizarse desde los siguientes tres pares dicotómicos (Boyer & Saillard 1995; Calcagno 2000):

Extensivo-intensivo, según su forma de extraer plusvalor.

Introvertido-extravertido, según el grado de autonomía en el desarrollo económico.

Productivo-financiero, según el tipo de capital acumulado.

Por último, este trabajo introduce en su gama de herramientas teóricas el concepto de “circuito/complejo productivo”, que no pertenece a la escuela de la regulación, pero es utilizado en bibliografía específica para el análisis de regiones en particular. Un circuito productivo es un recorte analítico que da cuenta de un ámbito de crecimiento del proceso productivo global, nucleado alrededor de una actividad clave. Abarca un conjunto de unidades de producción, distribución y consumo que operan intervinculadas entre sí a partir de una actividad común a todas ellas; es como si tal interrelación estuviera constituida por un conjunto de empresas que - en cierta etapa del análisis- pudiera ser vista como si fuera una sola. Sin embargo, en cada espacio territorial no existe un solo proceso de crecimiento referido a una sola actividad; por el contrario, son muchos y complejos los fenómenos económico-sociales que se producen y se entrelazan en su seno. Cada uno de estos eslabonamientos en que se puede dividir el crecimiento recibe el nombre de “circuito productivo regional”, que a su vez forma parte de uno mayor que es de nivel nacional (Rofman 1999).

3. Configuración espacial del alto valle del Río Negro (1914-1929)

El espacio geográfico objeto de estudio de este trabajo se ubica sobre los 39º de latitud sur y con centro en torno a los 67º 40’ de longitud oeste, generalmente denominado “Alto Valle del Río Negro”, el cual se distribuye a lo largo de dos provincias argentinas, Río Negro y Neuquén. Esta región fue históricamente afectada a diferentes producciones establecidas sobre circuitos productivos particulares, y la división del territorio y la disputa por la ocupación de esta zona productiva fija sus inicios en la llamada Campaña del Desierto. Entre 1879 y 1881 se levantaron en esa subregión cuatro fortines (Chichinal, General Roca, Primera División y Vidal, donde hoy se encuentran las localidades de Chichinales, Gral. Roca, Cipolletti y Barda del Medio, respectivamente). No obstante, este detalle, es necesario aclarar que solamente la localidad de Gral. Roca surgió directamente a partir del acantonamiento militar. El resto del territorio que conforma el Alto Valle fue producto de oleadas sucesivas de asignaciones fiscales de tierras a militares y civiles, creaciones oficiales de colonias agrícolas, subdivisiones privadas de grandes propiedades, construcciones de obras de riego y transporte, fundaciones de pueblos y asentamientos de pobladores nacionales y extranjeros (Vapñarsky, 1983). Este accionar estatal orientado a la disputa del espacio y los recursos naturales a los antiguos pobladores existentes, puede ser entendido como parte de una estrategia concreta para sustanciar simbólicamente su presencia y protagonismo, dentro de la Patagonia argentina, en momentos previos al cambio de siglo.

El 1º de enero de 1885 se inauguró -con métodos rudimentarios, a “pico y pala”- el primer canal de riego del Valle del Río Negro (Martínez de Gorla 1994). El accionar del Estado, con el apoyo de particulares, en materia de irrigación durante más de treinta años fue el motor principal de la urbanización y la configuración de este territorio. Es necesario destacar que a la mencionada colonia “General Roca” debe agregarse, la aparición posterior de las colonias “La Picasa” y “Lucinda” dentro del espacio dotado con las obras de irrigación iniciadas (mapa 1), creadas por la iniciativa de la compañía inglesa Tierras del Sud y por el General Manuel Fernández Oro respectivamente. La colonización de las zonas de riego se extendió intensivamente hasta los primeros años de la década de 1940, promoviendo un creciente aumento demográfico en las diferentes sub-áreas de la región valletana.

La compañía Ferrocarril Sud, de capitales ingleses, fundada en el año 1862 como Buenos Aires Great Southern Railway (BAGS), había llegado con sus vías desde Buenos Aires hasta Bahía Blanca para el año 1884, aunque no fue sino hasta el año 1899 que inauguró la línea ferroviaria al Alto Valle. La coyuntura histórica, teñida por el conflicto armado con Chile, en disputa por el canal de Beagle, dio lugar a la apertura estratégica de la compañía inglesa hacia otros espacios geográficos. La necesidad de la fluidez de tránsito hacia el Alto Valle por parte del gobierno argentino fue motor fundamental para la negociación con Ferrocarril Sud. Con este telón de fondo, la empresa aceptó construir la línea férrea a cambio de una serie de beneficios, a saber: exenciones impositivas nacionales, provinciales y municipales por cincuenta años para todas las propiedades de la empresa; exención de derechos de importación para todos los materiales a introducir por la empresa en el país para construir y explotar su red entera; y autorización para construir muelles para uso exclusivo de la empresa en el puerto de Bahía Blanca (Rögind, 1937).

A partir de este encadenamiento de factores, la planificación estratégica de los capitales ingleses esbozó un escenario de posibles rentabilidades. Si bien era notoria la ventajosa negociación para las unidades comerciales ya existentes, es inevitable deducir que la apertura de un ramal de gran extensión estaba justificada por la oportunidad de asentarse en un territorio de potencial productivo. En solo tres años, la empresa Ferrocarril Sud construyó un ramal ferroviario de aproximadamente 670 km, que se extendía desde Bahía Blanca hasta Cipolletti (confluencia de los ríos Neuquén y Limay), pasando por las estaciones de Río Colorado y Darwing. En el año 1899, con la presencia del presidente Julio Argentino Roca, dicho ramal quedó inaugurado, en lo que constituyó un hecho de trascendental importancia en la historia del Alto Valle de Río Negro4. En 1914, el ferrocarril se hizo presente en Zapala, donde concluye la extensión de la mitad del proyecto que pretendía unir Neuquén con Chile. La presencia del tren significó un cambio radical en las comunicaciones, en el traslado de pasajeros y, principalmente, en el transporte de cargas, todo lo cual repercutió positivamente en la vida comercial del Alto Valle rionegrino.

4. Colonización del riego: acciones privadas y públicas

La mencionada empresa Tierras del Sud, subsidiaria de Ferrocarril Sud, tuvo una participación activa en la colonización del riego en el Alto Valle; su objeto principal era la compra y venta de tierras, la fabricación de hornos de ladrillos y la gestión de las concesiones de vías férreas, entre otros. En este sentido, se puede advertir el sentido de la colonización de la región parte del capital inglés, es decir la acción de colonizar supone la constitución de un mercado potencial, donde los intereses económicos de los agentes dinamizadores configuran -de manera estratégica- un conjunto de actividades tendientes a la valorización de sus inversiones. El accionar de esta compañía generó, como se explicitó anteriormente, la aparición de la colonia “La Picasa”. El recorrido histórico permite destacar dos hechos relevantes: en primer lugar, en el año 1913 subdividió campos -que había adquirido un año antes- en pequeñas chacras, las cuales vendió a colonos en excelentes condiciones de pago (Martínez de Gorla, 1994), y en segundo lugar construyó un canal de riego (actual Secundario I), lo cual posibilitaba el crecimiento de la actividad agrícola. Los primeros colonos fueron de origen italiano y español, pero posteriormente se afincaron también ingleses, por indudable influencia de la empresa ferroviaria (Vapñarsky, 1983).

En cuanto a la formación de la colonia “Lucinda” se debe en gran parte -como se describió anteriormente- al accionar del General Manuel Fernández Oro, quien había adquirido parte de tierras originalmente llamadas “La Confluencia”, la cual comprendía una vasta extensión de la meseta y unas 10.000 hectáreas en el valle (actualmente Cipolleti y Gral. Fernández Oro), donde formó la colonia. En el año 1902 Fernández Oro hizo construir un canal de riego (actual Secundario II del sistema integral) con bocatoma sobre el río Neuquén; en 1911 dicho canal fue adquirido por el Estado nacional, quien completó y continuó con las obras de irrigación. El desarrollo posterior de estas tres colonias da lugar al nacimiento de diferentes comunas (mapa 2):

El espacio comprendido en su etapa fundacional por la Colonia General Roca se traduce luego en una parte de la comuna General Fernández Oro e íntegramente de las comunas Allen, General Roca, Cervantes, Mainqué e Ingeniero Huergo.

El espacio correspondiente a la colonia La Lucinda da lugar posteriormente a la comuna de Cipolletti.

El espacio correspondiente a la colonia La Picasa da lugar a la comuna de Cinco Saltos.

Luego de la mencionada apertura del primer canal de riego en 1885, por parte del Estado nacional, la acción conjunta entre particulares y cooperativas llevó a expandir la zona de riego a 6.000 ha. en el año 1911, las cuales abarcaban parte de las colonias Roca y La Lucinda. La expansión posterior del área cultivada quedó garantizada a partir de las grandes obras de riego emprendidas por el Estado. La configuración de los sistemas de riego fue desarrollándose en forma paulatina y conjuntamente con el avance de las obras. Entre los años 1910 y 1916 se construyó el dique Contralmirante Cordero (actualmente dique Ingeniero Ballester) y el canal desviador de excesos de crecientes que justo antes del dique conecta el río Neuquén con una hondonada natural sin salida, la cuenca Vidal, formando así el lago artificial Pellegrini. Este canal se desliza a lo largo del Valle Inferior del Neuquén y luego del Superior del Negro, en un recorrido de más de 130 km. El canal se comenzó en 1911 y llegó en 1928 hasta el extremo oriental del Alto Valle. El sistema se completó en 1932 en todos sus detalles, se denomina “Sistema integral de riego del Alto Valle” (también denominado Sistema Río Negro superior) y abarca los distritos rionegrinos de Cinco Saltos, Cipolletti, Allen, General Roca, Ingeniero Huergo y Villa Regina. Dentro del territorio neuquino se pueden diferenciar dos sistemas de riego con diferente origen. Por un lado, el “sistema de riego del valle inferior del río Limay (Chacras Neuquén)”, que involucra a tres colonias -Nueva España, Bouquet Roldán y Valentina-, en las cuales se practicó el riego mediante un canal principal con bocatoma en el río Limay, construido por el Estado entre 1908 y 1910; el sistema quedó completo en el año 1927. Por otro lado, el “sistema de riego Colonia Centenario”, que se inició mediante la acción privada del agrónomo Ernesto Gramondo, quien realizó las primeras obras de riego, luego completadas por el Estado nacional entre los años 1927 y 1930.

Es preciso comentar que estos tres sistemas descritos no son los únicos en el territorio analizado, pero sí revisten un carácter distintivo dada su extensión y el modo en el que repercuten sobre la producción regional.

Como puede observarse en el cuadro 1, la evolución de la superficie irrigada, en un corte temporal similar a la duración del ciclo de la alfalfa, llega a duplicarse en poco más de una década. Se debe aclarar que las zonas irrigadas repercuten positivamente sobre zonas lindantes sin dotación de riego, por lo tanto, la superficie cultivada es siempre mayor a la superficie irrigada. Al entenderse el territorio del Alto Valle como un espacio estratégico para la producción agropecuaria dentro del territorio nacional extra pampeano, las zonas irrigadas pasan a imponer un valor con connotaciones hacia la estructura social, provocando regulaciones que instauran y hacen prevalecer las condiciones de la comunicación/lenguaje y del aprendizaje colectivo (Boyer & Saillard, 1995). En este sentido se puede afirmar que las zonas irrigadas y la colonización del riego descrita anteriormente promovieron la expansión del circuito productivo de la alfalfa y, luego, el de la fruticultura; la incorporación de recursos e infraestructura por parte del estado para la explotación privada, implicó en este caso la aparición de potenciales escenarios productivos y sus consiguientes mercados, modificando las relaciones económicosociales de los productores primarios en su condición de pequeños productores de alfalfa e incentivando expectativas favorables en nuevas actividades.

Los agentes económico-sociales que se establecieron en la región indudablemente adaptaron sus formas de trabajo y conocimiento a una forma de producción que les permitió obtener recursos de la tierra de manera más o menos rápida. Naturalmente, el ciclo anual de la alfalfa encuadraba a la perfección como solución a esta necesidad de retornos rápidos. Por otro lado, este cultivo mejora la calidad de la tierra en forma considerable, por lo que, una vez roturado un campo alfalfado, si se destina a otro cultivo anual da rendimientos excepcionales en cantidad y tamaño. Esto hizo que la actividad se multiplique de manera ágil por todo el territorio y produzca un crecimiento de la población notable en los años siguientes (ver cuadro 2). En cuanto a la concentración del capital productivo, puede asegurarse que las mayores explotaciones pertenecían a empresas capitalistas modernas que poseían extensiones del orden de unas centenas de hectáreas, situadas en las colonias General Roca y La Lucinda, donde podía identificarse cierta diversificación en las producciones, agregando pequeñas zonas de viñedos y frutales. Asimismo, en el resto del territorio del Alto Valle existían pequeños productores propietarios de pequeñas parcelas que lograron prosperar, lo que incentivaba al arrendamiento de tierras. Según Vapñarsky (1983), el auge de esta modalidad de explotación fue precisamente durante este ciclo.

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Recibido: 05 de Mayo de 2018; Revisado: 16 de Septiembre de 2018; Aprobado: 15 de Octubre de 2018

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