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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc.  no.32 Santiago del Estero jun. 2019

 

DOSSIER

Ciudad, urbanismo y cambio social. Itinerario teórico-conceptual de un viaje socio-antropológico: la "Escuela de Chicago" y Gino Germani

City, Urbanism and Social Change. Theoretical-Conceptual Itinerary of a Socio-Anthropological Journey: The "Chicago School" and Gino Germani

Cidade, urbanismo e mudanza social. Itinerário teórico-conceitual de umaviagemsócio-antropológica: a "Escola de Chicago" e Gino Germani

Juan Ignacio TROVERO* 

*Conicet

RESUMEN

El presente artículo propone un abordaje teórico-conceptual de los elementos con los cuales algunos autores de la denominada“Escuela de Chicago” (Robert Ezra Park, Louis Wirth y Robert Redfield) pensaronel fenómeno urbano; para poder, a continuación, identificar vínculos con los estudios empíricos llevados adelante por Gino Germani a fines de los años cincuentaacerca del proceso de urbanización en Argentina. Proponemos una revisión de ciertos textos clave orientada, primero, a calibrar los lazos

El presente trabajo se inscribe en una línea de investigación de largo aliento que pretende estudiar el lugar que ocupa la teoría en las investigaciones empíricas llevadas a cabo por Gino Germani en Argentina. Una versión de este artículo fue presentada como trabajo final del seminario de doctorado (FSOC-UBA) “La urbanización en América Latina: procesos y problemas” a cargo de los profesores Pedro Pírez, Ivana Socoloff y Guillermo Jajamovich. Se agradece especialmente a éste último por su lectura atenta y comentarios. El autor considera que todo trabajo de investigación es, por naturaleza, colectivo. En tal sentido, quiere agradecer también a los/las evaluadores/as propuestos por los editores/as de la revista Trabajo y Sociedad, por sus sugerencias y recomendaciones, las que hemos intentado incorporar para lograr una mejor y más acabada versión. Por último, las discusiones y debates que se mantienen cotidianamente en el seno del “Grupo de Estudios sobre Problemas y Conceptos de la Teoría mSociológica” (GEPyC/TS-IIGG) del cual forma parte el autor, han sido fundamentales para la elaboración del presente artículo. En particular, se agradece a Pablo de Marinis, director de dicho grupo, de la beca y de la tesis del autor, y a Ana Grondona, su co-directora.

Becario Doctoral por la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigaciones Gino Germani. Buenos Aires, Argentina (UBA-IIGG). E-Mail: juanitrovero@gmail.comdisciplinaresentre sociología y antropología urbana,y luego, a aportar elementos para reconstruir un esquema para el estudio de la ciudad. Nos basamos en dos hipótesis. La primera sostiene que entre los autores de la “Escuela de Chicago” no sólo hay afinidades y divergencias sino que, sobre todo, hay mixturas, ensamblajes, combinaciones. La segunda postula que los ecos de los estudios chicaguianosen el trabajo de investigación que lleva adelante Germani en Buenos Aires no son pocos ni superficiales. Entendemos que así podremos dar cuenta del itinerario de un dobleviaje (interdisciplinar y espacio-temporal), que habla más de una simultaneidad de problemas y una miríada de enfoques, técnicas y herramientas para su abordaje, que de un fenómeno de simple recepción o traducción de métodos y teorías.

Palabras clave: Ciudad; Cambio Social; Urbanismo; Sociología y antropología urbana; Escuela de Chicago; Gino Germani

ABSTRACT

The present paper proposes a theoretical-conceptual approach to the elements with which some authors of the so-called “Chicago School” (Robert Ezra Park, Louis Wirth and Robert Redfield)have thought the urban phenomenon; in order to, then, identify links with the empirical studies carried out by Gino Germani in the late fifties, about the process of urbanization in Argentina. We propose a review of certain key-texts aimed at, first, calibrating the disciplinaryties between sociology and urban anthropology, and then, at contributing elements to reconstruct a scheme for the study of the city. For this, we rely on two hypothesis. The first one holds that between the authors of the “Chicago School” there are not only affinities and divergences, but, above all, mixtures, assemblies, combinations. The second postulates that the echoes of the Chicagoan studies in Germani’sresearch work on Buenos Aires are neither few norsuperficial. We understand that thereby we can account for the itinerary of a double journey(interdisciplinary and spatial-temporal), which speaks more of a simultaneity of problems and a myriad of perspectives, techniques and tools for its approach, than of a phenomenon of simple reception or translation of methods and theories.

Key-Words: City; Social Change; Urbanism; Urban Sociology and Anthropology; Chicago School; Gino Germani

RESUMO

Este artigo propoe uma abordagem teórica-conceitual dos elementos com que alguns autores da chamada “Escola de Chicago” (Robert E. Park, Louis Wirth e Robert Redfield) pensaramo fenómeno urbano; para, a seguir, identificar as ligaoes com os estudos empíricos conduzidos por Gino Germani, emfinais dos anos cinquenta, sobre o processo de urbanizaao na Argentina. Propomos uma revisao de certos textos-chave orientada, em primeiro lugar, para calibrar os la os disciplinares entre sociologia e antropologiaurbana, em seguida, contribuir elementos para reconstruir umesquema para o estudo da cidade. Contamos com dois hipótese.A primeira afirma que entre os autores da “Escola de Chicago” naosó ha afinidades e diferen?as, mas sobretudo, hámisturas, montagens, combinaoes.A segunda postula que os ecos dos estudos chicaguianos no trabalho de investiga?ao conduzida por Germani em Buenos Aires saopoucosnem superficiais.Entendemos que assim poderemos dar conta do itinerário de uma duplo viagem (interdisciplinar e espao-temporal), que fala mais do uma simultaneidade de problemas e uma miríade de perspectivas, técnicas e ferramentas para sua aborgadem, que de um fenómeno simples derecep aooutradu ao de métodos e teorias.

Palavras chave: Cidade, Mudan?a social; Urbanismo; Sociologia e antropologia urbana; Escola de Chicago; Gino Germani

SUMARIO

1. Introducción; 2.La so-called“Escuela de Chicago”: mito y realidad; 3. Sociología y antropología urbana: un encuentro oportuno; 4. Park, Wirth y Redfield: hacia un esquema teórico-conceptual para el estudio de la ciudad; 4.1. Enfoque teóricos y perspectivas metodológicas; 4.1. “Lo urbano” como definición conceptual: ciudad, urbanismo, anticiudad; 4.1. El cambio social como “pasaje”; 5. Gino Germani y la investigación empírica: Chicago en Buenos Aires; 5.1. Enfoques teóricos y perspectivas metodológicas: la “sociología científica”; 5.2. “Lo urbano” como operación metodológica: población, familias, centros urbanos; 5.3. El cambio social como “transición”; 6. Conclusiones; 7. Bibliografía.

1. IntroducciónEl presente artículo se propone abordar ciertos elementos a partir de los cuales algunos investigadores asociados al colectivo denominado “Escuela de Chicago” (Robert Ezra Park, Louis Wirth y Robert Redfield) han pensado el fenómeno urbano; para, luego, identificar vínculos y relaciones con los estudios que lleva adelante Gino Germani a fines de los años cincuenta acerca del proceso de urbanización en Argentina. A partir de estos autores nos proponemos, por un lado, cuestionar -para (re)pensar-la aparente homogeneidad y sistematicidad que se le suele atribuir, en general, a cualquier “Escuela de Pensamiento”, y en particular, en este caso, a la “Escuela de Chicago”. Con este rótulo se conoció a una “Escuela de Actividad” que lejos estuvo de constituirse en una “Escuela” en un sentido completo, monolítico y unificado; según Howard Becker (1999)lo que sucedió fue que sus miembros actuaron colectivamente, coincidiendo en el trabajo cotidiano, en pos de un proyecto común. Por el otro lado, identificar y precisar aspectos del eventual vínculo entre estos autores y Gino Germani, vínculo que, si bien ha sido enunciado en algunas oportunidades (Gorelik, 2008; Grondona, 2016; Socoloff, 2013), todavía, creemos, puede ser trabajado con un mayor nivel de detalle. Esto último se inscribe en una línea de investigación de largo aliento que se propone calibrar la relación entre teoría e investigación empírica en la obra de Gino Germani, con el objetivo de desentrañar cómo se anudael nexo que une a los conceptos con las prácticas.

Dos hipótesis guían el desarrollo del presente trabajo1. La primera sostiene que dentro de una “Escuela de Actividad” (Becker, 1999)no sólo hay afinidades y divergencias sino que, sobre todo, hay mixturas, ensamblajes, combinaciones, en fin, puntos medios y zonas grises. En la “Escuela de Chicago”, específicamente, autores, corrientes, disciplinas parecen convivir, reforzándose y fortaleciéndose a pesar de las rivalidades, en pos de un objetivo común, pero sin que esto suponga un alineamiento férreo y monolítico a una línea específica. Aceptando esta premisa podremos trazar un itinerario de un primer viaje (entendiendo la metáfora en su sentido dinámico y procesual, de un por momentos intrincado devenir más que de un simple y lineal traslado) entre autores e ideas, pero sobre todo, entre disciplinas. Así, estaremos en condiciones de reponer el vínculo entre la sociología chicaguense y la antropología urbana (siendo que esta última hunde sus raíces profundamente en aquella - Hannerz, 1993). Ahora bien, una segunda hipótesis, sostiene que los ecos de los desarrollos teórico-metodológicos chicaguianos en las investigaciones empíricas llevadas a cabo por Gino Germani en Buenos Aires, no son pocos ni superficiales. Muchos son recibidos por Germani aunque, en efecto, unas veces sus reverberaciones sean nítidas y claras, y otras bastante más opacas y oscuras. En este caso, el segundo viaje es espacial (de Chicago a Buenos Aires) y temporal (de las décadas del veinte y treinta a fines de los años cincuenta). La metáfora del doble viaje atraviesa ambas hipótesis: el primero es inter-disciplinar y el segundo espacio-temporal, mas ambos se despliegan en un marco signado por el estudio de la problemática urbana y el avance del proceso de urbanización. Todo esto, creemos, habla más de una simultaneidad de problemas y una miríada de enfoques, perspectivas, técnicas y herramientas para su abordaje, que de un fenómeno de simple recepción o traducción de métodos y teorías.

De acuerdo con estas dos hipótesis se propone un modo de abordaje eminentemente teórico de los conceptos de ciudad, urbanismo y cambio social, en una selección de autores y textos que pueden nuclearse en torno al sintagma “Escuela de Chicago”; para, a partir de allí, establecer puntos de contacto y fuga con los estudios que llevó adelante Gino Germani acerca del proceso de urbanización en Argentina a fines de los años cincuenta. A nuestros objetivos, el concepto de “Escuela de Chicago” funciona como “Escuela de Actividad” (Becker, 1999), lo que nos permite poner en duda ciertos sentidos comunes sociológicos que tienden a homogeneizar un conjunto de autores y de ideas en torno a una figura central, ocultando sus diferencias y desarticulando sus vínculos (no siempre unívocos ni lineales). Partimos del reconocimiento de que un colectivo de autores-investigadores, como miembros de una institución, trabajan en y para ella en pos de objetivos comunes, implicando esto la convivencia dinámica de métodos, tradiciones teóricas, disciplinas, en la consecución de sus objetivos.

Se escogieron los nombres de Park, Wirth y Redfield porque encontramos en ellos un buen ejemplo de la “Escuela de Actividad” que supuso la “Escuela de Chicago”. A su vez, hallamos en sus esquemas interpretativos los principales conceptos, métodos y herramientas utilizados en la época en que dicha usina de pensamiento comenzó a abordar el “fenómeno urbano” como objeto de estudio predilecto, bajo la égida de dos relativamente “nuevas”(sub)disciplinas: la sociología y la antropología urbana (o, mejor dicho, la socio-antropología urbana). En tal sentido, como si de un continuo se tratase, Park constituye su extremo sociológico, Wirth el punto central de pivoteo, y, finalmente, Redfield su extremo antropológico. La figura del continuum es, desde ya, metafórica y sólo es útil a fines expositivos. En la realidad las fronteras entre autores, teorías, disciplinas, suele presentarse de modos mucho más entreverados. Por otro lado, los textos seleccionados de cada autor, así como los del propio Germani, responden al criterio de relevancia y pertinencia de acuerdo a los conceptos y problemáticas que interesan. Así, se ha definido para cada autor una serie de “textos claves”, es decir, aquellos documentos que evidencian el anudamiento de un haz de interrogantes, a saber, los más idóneos modos y formas de abordar el “fenómeno urbano” con las herramientas de las ciencias sociales y humanas. Para el caso de Park referimos a “La ciudad: sugerencias para la investigación del comportamiento humano en el medio urbano”(1999b), para el de Wirth a el “El urbanismo como modo de vida” (2005), para el de Redfield a “Tepoztlan: A Mexican Village. A Study of Folk Life” (1930) y “La sociedad folk” (1942), y, por último, para el de Germani a los informes de su investigación sobre el proceso de urbanización en Argentina (1960a y 1960b). Entendemos que todos ellos dan cuenta de unasimultaneidad de problemas que los configura y atraviesa. Para su abordaje se parte de un enfoque que pone el acento en la identificación de regularidades, rupturas, semejanzas y diferencias.

Este artículo se estructura de la siguiente manera. En primer lugar, nos ocuparemos de delinear ciertos aspectos de la “Escuela de Chicago” para caracterizarla como una “Escuela de Actividad”. Luego, nos detendremos en las relaciones disciplinares entre la sociología y la antropología urbana en Chicago, para, posteriormente, y tras la huella de Park, Wirth y Redfield, ocuparnos de algunos elementos que nos permitirán reponer un “esquema teórico-conceptual para el estudio de la ciudad”. En dicho esquema identificamos los siguientes elementos-componentes para su estudio y análisis: 1)un enfoque y perspectiva teórico-epistemológica, 2)unaproblemática y definiciones conceptuales, y 3) unas maneras de entender el cambio social. Esto da cuenta de una dimensión teórico-conceptual de un andamiaje teórico-metodológico de carácter general, que se completaría, según entendemos, con una segunda dimensión metodológico-operacional. En esta oportunidad, por razones de espacio y en pos de lograr cierta claridad expositiva, nos ocuparemos sólo de la primera dimensión. A continuación, y con este esquema como herramienta, abordaremos la relación entre los autores chicaguenses y Gino Germani. Por último, proponemos algunas conclusiones preliminares en lo que refiere a nuestras dos hipótesis de trabajo y, así mismo, mencionamos las tareas que quedan pendientes, que, por suerte, no son pocas.

2. La so-called “Escuela de Chicago”: mito y realidadLa ciudad de Chicago reunía para fines del siglo XIX algunas características bastante particulares. Por su ubicación geográfica se encontraba estratégicamente situada en terreno estadounidense, haciendo de nexo entre los recursos industriales y de capital, alojados en la costa Este, y la agricultura y los recursos naturales, en el Oeste. Fue convirtiéndose paulatinamente en una zona de pujanza industrial y de acumulación de capital, representando el producto y el símbolo del crecimiento capitalista. Esta situación fue aprovechada por las élites locales, lo que generó, al mismo tiempo, el aumento de la clase trabajadora y de los pobres urbanos. La cantidad de habitantes de la ciudad creció exponencialmente en el trascurso de unos pocos años a raíz de la inmigración interna y externa (Bettin, 1982; Hannerz, 1993; Hunter, 1980). A un ritmo vertiginoso, la ciudad se convirtió en “un «mundo en pequeño», un foco de fenómenos, un escenario de tipos y relaciones sociales” (Martínez, 1999, p. 15) o, según la célebre expresión de Robert Park, en un “mosaico de pequeños mundos” (1999b, p. 79).

Parece bastante natural que haya surgido allí una usina de pensamiento orientada a pensar el “fenómeno urbano”. La Universidad de Chicago, fundada en 1892 con una donación de John D. Rockefeller, se estableció rápidamente como un centro único en su tipo por su marcado perfil académico-investigativo. El énfasis puesto en la investigación empírica por parte de los investigadores y su orientación hacia la intervención pública, así como las dinámicas de la urbanización industrial que se revelaban en su estado “puro”, hicieron de Chicago una ciudad que se prestaba como pocas a un experimento de este calibre (Hunter, 1980). Muy pronto se crearía en dicha Universidad el lugar indicado para albergar estas preocupaciones e intentar ofrecer respuestas: el Departamento de Sociología, bajo la dirección de Albion Small, cuna y alma-mater de la así llamada “Escuela de Chicago”.

Si bien esta pequeña introducción nos presenta una fotografía bastante aproximada a la realidad, puede conducirnos rápidamente a un equívoco bastante recurrente entre sociólogos. La simple enunciación de la expresión “Escuela de Chicago” parece evocar por sí misma una serie automática de referencias: a un lugar y tiempo determinados (la ciudad de Chicago, entre 1915 y 1940 aproximadamente), a un área temática específica (los estudios urbanos) y, es muy probable, a unos “nombres” característicos (William I. Thomas, Robert Park o Louis Wirth).

Todo esto, siendo cierto como lo es, ilustra también, según creemos, un cierto sentido común sociológico bastante extendido. Por cierto, todo sentido común se funda en prácticas repetitivas automáticas y en, sobre todo, verdades a medias. De hecho, es una práctica bastante recurrente entre sociólogos la de construir, en torno a figuras centrales, “escuelas” de pensamiento. Así se construye entre nosotros el mito fundacional. Sólo pensemos en el ejemplo más elocuente: la escuela durkheimiana. Volviendo a nuestro caso, resulta por lo menos dudoso que los miembros de la “Escuela de Chicago” hayan siquiera oído mencionar el rótulo que se les endilgaba. Ruth Shonle Cavan, quien fuera estudiante en dicha institución, reflexiona: “No recuerdo haber escuchado este término en los años veinte”, y más adelante cita una conversación que mantuvo con Everett Hughes, quien sostuvo: “No recuerdo dónde ni cuándo fue la primera vez que escuché de la Escuela de Chicago. Esa frase fue inventada por otros, no por la gente de Chicago. Supongo que el término tendría cierto sentido, pero implica mucho más consenso del que existía” (1983, p. 408)2.

La expresión fue utilizada por primera vez por Luther Lee Bernard tan tempranamente como en 1930. Sin embargo, no aparece en la literatura sociológica en el sentido que solemos darle actualmente hasta mediados de la década de 1950, cuando se inicia una suerte de disputa entre Herbert Blumer, Louis Wirth, Everett Hughes y Lloyd Warner, en torno a quién le correspondía la “herencia intelectual” de sus maestros. Así se fue gestando un proceso de recuperación de cierta tradición chicaguense sobre la idea de una eventual unidad temática y metodológica (Santos, 2008, pp. 56-57).

La idea de una “Escuela” resulta de por sí problemática. Edward Tiryakian (1979) promovió el uso de dicho aparato analítico, al cual pensaba como una configuración social reducida, de alta interacción, con un líder fundador que actuaba como centro e imprimía lineamientos e ideas fuerza. En relación a “Chicago” su mérito fue, sin lugar a dudas, calibrar el lugar de privilegio que merecía un conjunto de investigadores en la historia de la disciplina. Más tarde, Martin Bulmer (1984) reconstruyó la historia del Departamento de Sociología destacando que allí convivían estilos de trabajo diferentes. Así, por primera vez quizás, se ponía en duda la imagen de una “Escuela” en un sentido unívoco y homogéneo. Fue Becker (1999) quien llevaría estas críticas a un siguiente nivel. Según quien fuera alumno, docente e investigador en dicha institución, los historiadores del pensamiento suelen hablar de una “escuela” en un sentido completo cuando hacen pivotar una serie de autores alrededor de otro central, que los articula teórica y metodológicamente y que les imprime una orientación y un sentido monolítico (a grandes rasgos, esta es la idea de Tyriakian). Para el autor, la “Escuela de Chicago” nunca fue una escuela en este sentido. Aún hoy los sociólogos siguen refiriéndose a ella como si fuera una escuela de pensamiento unificada, sin lograr mucho más que reproducir el mito. Fue, por el contrario, “una vigorosa y enérgica escuela de actividad, un grupo de sociólogos que colaboraron en el trabajo cotidiano de hacer sociología en una universidad norteamericana, e hicieron eso muy bien” (p. 10).

Retomando a Samuel Gilmore (1988), Becker diferencia entre lo que constituyen “Escuelas de Pensamiento” y “Escuelas de Actividad”. Mientras las primeras son creadas por críticos que marcan sus límites internos y externos, quienes juzgan que determinadas personas comparten ciertas ideas y que sus trabajos presentan similares características; las segundas tienen en común que sus miembros trabajan juntos en proyectos de índole práctica. Esto pone en evidencia dos cuestiones: que aquellos que se supone que piensan y actúan de manera semejante quizás nunca actuaron colectivamente (incluso quizás sin llegar a conocerse entre sí) y que aquellos que actuaron colectivamente quizás no coincidan en muchas de sus ideas. De hecho, en este sentido bien específico, para Becker la so-called “Escuela de Chicago” fue en realidad una “Escuela de Actividad” en la cual convivieron diversos autores, con diversas ideas, que utilizaban diversos métodos y herramientas, pero que compartían un proyecto común: formar cientistas sociales con habilidades para el trabajo de campo, conseguir financiamiento para los proyectos de investigación, y así desarrollar y mantener la buena reputación de cada Departamento y de la Universidad en su conjunto.

En definitiva, el constructo “Escuela de Chicago” se lo utiliza (y aquí así lo pretendemos utilizar) para referir a un conjunto de autores/investigadores que comparten un proyecto común, que se han formado y socializado coincidiendo en tiempo y espacio, y que, proviniendo de diversas disciplinas y utilizando diversos enfoques, métodos y herramientas, actuaron colectivamente.

3. Sociología y antropología urbana: un encuentro oportunoEl Departamento de Sociología representó para sus primeros miembros un lugar de fructífero intercambio académico y de discusión acerca de cómo estudiar la problemática urbana. Si no por primera vez, al menos del modo más sistemático, los investigadores empezaron a involucrarse directamente en el medio social bajo estudio. Así, los métodos “cualitativos” fueron ganando espacio, aunque conviviendo en muchos casos con técnicas asociadas a los métodos “cuantitativos” (Azpúrua, 2005; Becker, 1999; Hunter, 1980; Platt, 1994). Con todo, “La sociología de Chicago, se caracteriza por desarrollar una investigación de carácter empírico” que “intenta producir conocimientos de un mayor valor científico, útiles para la toma de decisiones relacionados con la solución de problemas sociales concretos” (Azpúrua, 2005, p. 26). Este punto es muy sensible: hay allí una estrecha relación entre la investigación empírica y la esfera de la intervención pública.

Los graves sucesos del 4 de Mayo de 1886 alrededor de la Plaza Haymarket, que derivarán posteriormente en la conmemoración a escala mundial del “día del trabajador” el 1° de Mayo, cambian la dinámica y el ritmo de la ciudad de Chicago. La “cuestión social” salta a primera plana. Unos pocos años después, se instalan dos instituciones que se ocuparán a su modo de entender primero y proponer luego respuestas acerca de los problemas que estaba atravesando la ciudad. Por un lado la Hull House, con las figuras sobresalientes de Jane Addams y Ellen Starr, una importante settlementhouse que brindaría servicios sociales para la población trabajadora e inmigrante; y por el otro, el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago . La idea de la “reforma” como modo de abordaje de lo social se instaló fuertemente. Ambas instituciones intentaron dar respuestas, y aunque el interés empírico por la temática urbana era compartido, se distanciaron fuertemente en los métodos: mientras la primera utilizó encuestas sociales, en muchos casos teñidas de moralismo y cercanas al periodismo de investigación (Santos, 2008), la segunda se inclinó por la indagación científica, “concebida por muchos de sus primeros practicantes como una herramienta al servicio de la sociedad” (Hunter, 1980, p. 221).

En tal estado de situación, el enfoque sociológico se impuso en esta etapa formativa. El signo distintivo que compartían los trabajos de investigación bajo la órbita de la “Escuela de Chicago” era su carácter indefectiblemente empírico, su interés puesto en la “cuestión urbana” y la visión de la sociedad como grupos sociales en interacción. Se adoptó a la ciudad de Chicago como un “laboratorio”3 4 en donde resultaba relativamente sencillo estudiar al “hombre en su hábitat natural” (Lutters & Ackerman, 1996, p. 3). Entre los primeros trabajos, los más importantes -por haber marcado la tónica de la investigación y haber impreso una huella indeleble en el modo de su abordaje- fueron sin lugar a dudasThe City: Suggestions for Investigation of Human Behavior in the Urban Environment, de Robert E. Park, publicado en 19155, y ThePolishPeasant in Europe and America de Florian Znaniecki y William I. Thomas, aparecido entre los años 1918-19206. Asimismo, unos años después aparecerían los “estudios de comunidades”. Entre ellos, los más destacados fueron: The Hobo(1923) de Nels Andersen, sobre los trabajadores migratorios y vagabundos; TheGang(1927) de Frederic M. Thrasher, dedicado a estudiar las 1313 pandillas de la ciudad; TheGhetto (1928) de Louis Wirth, trabajo seminal en lo que refiere a estudios raciales en Estados Unidos que estudia comparativamente el ghetto judío en Europa y en Chicago; The Gold Coast and the Slum (1929) de Harvey W. Zorbaugh, sobre un área de Chicago en donde se reunían las clases más acomodadas; y por último, The Taxi-Dance Hall (1932) de Paul G. Cressey, dedicado a estudiar la socialización en los salones de baile en donde se pagaba para tener acompañantes femeninas. De una agudeza, profundidad y nivel de descripción infrecuente por aquellos tiempos, estos estudios repercutieron fuertemente no sólo sobre el devenir del quehacer sociológico en la Universidad, sino también sobre otra disciplina afín:un tipo de antropología “urbana”, que comenzaba a ganar adeptos.

La antropología en su adjetivación de urbana, pues, hunde fuertemente sus raíces en los autores y métodos chicaguianos. Hannerz (1993), quien ha calibrado minuciosamente sus orígenes y posibilidades, encuentra en Robert Redfield una figura central: “llevó las preocupaciones chicaguenses al corazón de la antropología” en un contexto favorable en el que “la Universidad de Chicago tenía una atmósfera intelectual en la que los contactos entre las diversas ciencias sociales eran extraordinariamente fuertes” (p. 42). A la “Escuela de Chicago”, de referente sociológico pero que metodológicamente es una precursora de la etnología urbana, “cabe reconocerle esta notoria aportación al estudio de casos, de acabadas etnografías, en un ámbito urbano” (Homobono, 2000, p. 17). En este sentido, Hannerz (1993) agrega que la batería metodológica era similar en sociólogos y antropólogos chicaguianos al incluir no sólo la observación de los fenómenos sociales en su escenario natural sino también entrevistas informales, encuestas y la recolección de documentos personales como historias de individuos .

De este modo, alrededor de 1930 se fueron delineando en Chicago dos tipos de estudios urbanos, que sin embargo, convivieron retroalimentándose: uno se volvió más estrechamente sociológico, y el otro, más antropológico. Como sabemos, ambas disciplinas han estado históricamente relacionados entre sí, a veces uniendo fuerzas, otras rivalizando, más no parecen quedar dudas que sus lazos fueron, y son, muy fuertes. Uno de los pasajes más citados de Robert Park ilustra claramente la idea que sostiene que sociología y antropología, al menos en sus adjetivaciones de “urbanas”, pueden coincidir más que rivalizar, fortaleciéndose mutuamente:

Hasta ahora, la antropología, la ciencia del hombre, se ha dedicado principalmente al estudio de los pueblos primitivos. Sin embargo, el hombre civilizado constituye un objeto de investigación igualmente interesante, y además su vida resulta más accesible a la observación y al estudio. La vida y la cultura urbanas son más variadas, sutiles y complejas, pero los resortes fundamentales son semejantes en ambos casos. Los mismos métodos de observación paciente que antropólogos como Boas y Lowie han aplicado al estudio de la vida y costumbres de los indios norteamericanos pueden emplearse incluso de forma más fructífera al estudio de las costumbres, creencias, prácticas sociales y concepciones generales de la vida que prevalecen en Little Italy, en el Lower North Side de Chicago, o incluso para registrar los más sofisticados hábitos de los residentes de Greenwich Village y de los alrededores de Washington Square, en Nueva York (Park, 1999b, p. 50).

No podemos cerrar este apartado sin antes decir unas breves palabras, a modo introductorio, de nuestra serie de autores. Park representa, en un metafórico continuum, el “extremo sociológico”. Antes de asumir su puesto en Chicago, había trabajado gran parte de su vida como periodista de investigación. Así adquirió el hábito de recoger información “de primera mano” y el interés por el estudio de la opinión pública. En 1898 estudia en Harvard psicología con Münsterberg y filosofía con Josiash Royce y William James (Martínez, 1999, p. 11). Al año siguiente viaja a Alemania para estudiar con Georg Simmel y, bajo la tutela de Wilhelm Windelband, obtiene su doctorado en psicología y filosofía en 1904. De vuelta en América, luego de diez años de viajes por el sur profundo de los Estados Unidos junto a Booker T. Washington, estudiando el “problema racial” en sus diversas formas, arriba a Chicago en 1913 (Hannerz, 1993, p. 34). Es a partir de la primera publicación de The City en 1915que se interesa de lleno en el estudio del urbanismo. Tal es la importancia que tuvo este trabajo que, según Gorelik, resulta ser “el texto fundacional de la temática urbana en Chicago” (2008, p. 77).

Aquí entra Wirth, quien hace de pívot entre Park y Redfield. Nació en una pequeña aldea alemana pero desde muy joven se mudó a los Estados Unidos. La ciudad de Chicago, particularmente, le impresionó sobremanera. En 1914 gana una beca para proseguir su collegeen la Universidad de Chicago, donde toma cursos con figuras de la talla de Albion Small, George Herbert Mead, y los primeros 7 sociólogos chicaguianos: Burgess, Thomas y Park (Martínez, 2014; Tironi, 2005). Como estudiante de doctorado, comienza sus estudios acerca de los modos de vida en la ciudad, publicando los resultados de sus investigaciones bajo el título de The Ghetto, en 1928. Una década después aparecerá su renombrado “El urbanismo como modo de vida” (Wirth, 2005). El primero se convertirá rápidamente en un estudio empírico de referencia obligada, mientras que el segundo, de corte netamente teórico, se erigirá como “uno de los escasos y más serios esfuerzos de teorización que se dan en todo este período germinal” (Homobono, 2000, p. 17).

Por último, paralelamente, otro chicaguense comenzaba a darle forma a su concepto de “anticiudad” bajo el nombre de “sociedad folk” (Hannerz, 1993, p. 73). Redfield representa, pues, el “extremo antropológico”. Su formación de grado fue en abogacía en la Universidad de Chicago, pero ejercerá por poco tiempo. En un viaje iniciático a México descubre la antropología, a raíz de un encuentro con Manuel Gamio, el por entonces más reconocido antropólogo mexicano (Romero Contreras, 1999). A su vuelta, Park lo insta a que estudie un posgrado en antropología allí mismo en Chicago. Años más tarde, encara sus primeras investigaciones en un pequeño pueblo de las afueras de la ciudad de México, cuyos resultados fueron publicados bajo el nombre de Tepoztlán, A MexicanVillage. A Study of Folk Life(1930). Entabla un diálogo directo con las teorías socio-urbanas en boga por aquel entonces, optando sin embargo por los métodos y enfoques de la incipiente antropología urbana, logrando sistematizar un modelo de gran capacidad de análisis y expresión (Gorelik, 2008). Este modelo, que pasó a llamarse “el continuo folk-urbano” (1940, 1942), hizo que Redfield adquiera notable popularidad en el ambiente de los estudios etnográficos urbanos. Sin embargo, no tardaron en aparecer las críticas, muchas de ellas agudas y bien fundadas (entre ellas las primeras: Lewis, 1951 y Mintz, 1953).

4. Park, Wirth y Redfield: hacia un esquema teórico-conceptual para el estudio de la ciudadSiguiendo con nuestros objetivos, nos interesa ahora poder aportar elementos para una reconstrucción del esquema teórico-conceptual de estos autores para el estudio de la ciudad. Como mencionamos en la introducción, un esquema teórico-metodológico completo abarcaría el análisis de dos dimensiones: una teórico-conceptual, que abordaremos a partir de sus elementos-componentes a continuación, y otra metodológico-operacional, que por razones ya expuestas deberemos dejar pendiente para futuras comunicaciones.

4.1. Enfoques teóricos y perspectivas metodológicasLa “Escuela de Chicago” funda sus bases sobre un marco teórico-epistemológico bastante diverso en el que se destaca el uso corriente del método inductivo, la preeminencia de los “estudios de caso” y el diseño intrínsecamente interdisciplinar de sus investigaciones. Las fuentes teóricas de los primeros miembros provienen de un “préstamo ecléctico y selectivo” (Hunter, 1980, p. 218) de autores clásicos de la tradición europea, fundamentalmente de Durkheim, Weber y Simmel. Por otro lado, la familiaridad con el empirismo británico se hizo evidente en los años veinte y treinta a través de la incorporación de métodos “cuantitativos”. A esto debe agregársele la influencia del pragmatismo, corriente de pensamiento entendida como un “esfuerzo por des-ontologizar la filosofía” (Haidar, 2012, p. 142) que propugna que la validez de cualquier concepto debe basarse en los efectos experimentales del mismo y en sus consecuencias para la conducta. Según el pragmatismo, “la actividad humana debe ser considerada en tres dimensiones que están inseparablemente ligadas: lo biológico, lo psicológico y lo ético” (Azpúrua, 2005, p. 31).

La relación entre la teoría y la investigación empírica siempre ha sido -y continúa siéndolo- como mínimo, compleja. Ya en los primeros años del Departamento, se entreveía la necesidad de decir algo al respecto: “[Albion Small] Junto a Henderson y Thomas supo orientar la dirección del departamento hacia la investigación empírica, la observación directa y la documentación, sin renunciar a una base teórica, pero alejándose del frente especulativo, más cercano a la filosofía social” (Martínez, 1999, p. 17). Si incluyéramos a Park en esta cita, no cambiaría su sentido. En este autor se hace presente una interesante mixtura entre teoría e investigación experimental, cimentada la primera sobre un vasto conocimiento de los mencionados Durkheim, Weber y Simmel, así como de la obra de Oswald Spengler y de las perspectivas spencerianas y darwinianas -que le sirven específicamente para dar forma a su concepto de “ecología humana”; y la segunda sobre un método que incentiva el trabajo de campo mediante la “observación participante”.

Se puede decir que en esto radica, pues, su mayor contribución teórica: en una forma novedosa de conjugar autores, tradiciones, corrientes. Sus desarrollos conceptuales carecen de profundidad y sistematicidad, pero destacan en originalidad e innovación. Según la citada Cavan, “Park fue el más innovador en términos de formular conceptos y nuevas relaciones” (1983, p. 415).

Louis Wirth, por su parte, continúa trabajando en la misma línea que Park. Su estudio sobre The Ghetto(1956) es un ejemplo cabal del modo en que por aquel entonces se estudiaban los “pequeños mundos” de Chicago. En este trabajo se puede observar la presencia del esquema de análisis durkheimiano de la “anomia” para el estudio de la desorganización social (Grondona, 2012). En los términos de su legado teórico, sin ser éste descollante, “El urbanismo como modo de vida” (2005) representa una importante contribución, al sacar a la ciudad del ámbito arquitectónico-espacial para colocarla en el de las ciencias sociales y humanas, fundando lo que hoy llamamos urbanismo o estudios urbanos (Tironi, 2005). El texto recupera a la mayoría de los autores presentes en los estudios empíricos llevados a cabo en Chicago: Durkheim, Weber, Simmel y Sombart ocupan la primera plana, pero también aparece el propio Park y el un tanto relegado Sumner, así como Jefferson y Pearson, vinculados a la geografía urbana. En definitiva, este texto tiene el mérito no menor de ser un compacto “resumen esencial” de las ideas que rondaban en torno a las investigaciones empíricas chicaguianas(Hunter, 1980, p. 223).

Por último, Robert Redfield, sobre la base de sus predecesores, incluye un notorio cambio de perspectiva metodológica. Del estudio típicamente sociológico pasa a la etnografía característica de la investigación antropológica. Como hemos mencionado más arriba, este vínculo es mucho más estrecho de lo que parece, al menos en el ámbito chicaguiano de aquel entonces. El caso es que, del continuo “folk-urbano”, Redfield se ocupa sólo de la caracterización y descripción profunda del primer término, el extremo folk, replicando las definiciones de Wirth para el segundo, el extremo urbano. Es por ello que se los suele considerar en tándem bajo el rótulo de “el paradigma Wirth-Redfield” (Gorelik, 2008; Grondona, 2016; Hannerz, 1993; Howe, 1990). Sobre este punto,

.. .sorprenden básicamente la claridad y la elegancia con que ambos autores supieron organizar y condensar (...) toda una tradición de pensamiento sobre las formas sociales opuestas del par tradición/modernidad, siendo posiblemente quienes tuvieron mayor capacidad para extender los puntos de vista de la sociología urbana de Chicago, aún al riesgo de su simplificación: si con la idea de «urbanismo como modo de vida», Wirth popularizó toda la compleja visión culturalista sobre la ciudad (de Simmel a Park), la fórmula del «continuo folk-urbano» interesaría decisivamente en el enfoque funcionalista de la planificación para el desarrollo (Gorelik, 2008, pp. 75-76).

4.2. “Lo urbano” como definición conceptual: ciudad, urbanismo y anticiudadLa conceptualización de la ciudad propuesta por Park se asienta principalmente sobre tres “puntos de vista”: a) su organización moral y material, b) sus ocupaciones y c) su cultura. Esto aparece condensado en una primer definición: una ciudad “es sobre todo un estado de ánimo”, un conjunto organizado de tradiciones, actitudes, costumbres y sentimientos; “no es simplemente un mecanismo físico y una construcción artificial: está implicada en los procesos vitales de las gentes que la forman; es un producto de la naturaleza y, en particular, de la naturaleza humana” (1999b, p. 49).

En relación a su organización moral y material, señala que a primera vista sorprende lo artificial que parece la ciudad con sus manzanas y cuadrículas urbanas. Sin embargo, está arraigada en las tradiciones y costumbres de las personas que las habitan. Está dotada tanto de una organización moral como de una material. La estructura y la tradición son sólo aspectos diferentes de un único complejo cultural. La organización material refiere a los límites y medidas, a la localización y el carácter de las construcciones urbanas. Pero se apresura en postular que “la población urbana se organiza y se distribuye siguiendo un proceso no previsto ni dominado” y que “a medida que la población de la ciudad aumenta, las sutiles influencias de la simpatía, de la rivalidad y de la necesidad económica tienden a controlar la distribución de la población” (p. 52). Es así como los principales factores que deben ser tenidos en cuenta para estudiar la organización de la ciudad están determinados por el tamaño de la población, su concentración y su distribución en el interior del área urbana. El vecindario, las colonias y las áreas de segregación racial, productos y elementos constitutivos de tal organización de las relaciones típicas de la vida urbana, constituyen las unidades de análisis de un estudio de estas características.

En lo que refiere a las ocupaciones, Park señala que la ciudad moderna “es sobre todo una plaza de comercio” en donde prima la competencia industrial y la división del trabajo. La ciudad ofrece un mercado para las aptitudes específicas de los individuos y la competencia entre ellos garantiza la división del trabajo de acuerdo a sus capacidades. A fin de cuentas, en la ciudad se evidencia “la ruptura o la modificación de la vieja organización social y económica de una sociedad basada en los vínculos familiares, las asociaciones locales, la cultura, la casta y el status, para sustituirla por una organización fundada sobre el oficio y los intereses profesionales”(Park, 1999b, p. 59).

Por último, en cuanto a su cultura, Park parte de considerar a las grandes ciudades como “crisoles de razas y de culturas” (p. 79). Los medios de transporte, las comunicaciones y la segregación urbana tienden a facilitar la movilidad de los individuos. Esto es posible ya que la ciudad, al verse convertida en “un mosaico de pequeños mundos que se tocan sin llegar a penetrarse”, facilita y agiliza el traslado de los individuos de un medio moral a otro alentando la experiencia de poder vivir “al mismo tiempo en mundos diferentes y contiguos” (p. 79-80).

En muchos sentidos, el planteamiento parkiano es deudor de las ideas de Simmel. Sus ecos resuenan aquí y allá: los conceptos de proximidad y distancia social, el emplazamiento de las relaciones específicamente modernas en las metrópolis y la doble cara de las mismas -que al tiempo que representan el lugar por antonomasia del anonimato, el desarraigo y la desafección también permiten y habilitan la libertad y el cosmopolitismo . Sin embargo, es igualmente deudor de la morfología social durkheimiana (Martínez, 1999). Ésta considera de vital importancia el estudio del medio ambiente como 8 base de la organización social: allí intervienen las nociones de densidad (física, mecánica, moral, dinámica), efervescencia colectiva, diferenciación social y división del trabajo. Todo esto aparece, en diversos grados y niveles, en la obra de Park, ilustrando su fuerte vínculo con el sociólogo alemán como así también con las ideas y el legado del francés.

Las definiciones que brinda Wirth no distan en esencia de lo dicho por Park. Sin embargo, son mucho más precisas, sistemáticas y modelan su autoproclamada “teoría del urbanismo”. Así, define al urbanismo como un “complejo de rasgos que componen el modo característico de la vida en las ciudades” mientras que el concepto de ciudad, en su definición sociológica, refiere a un “establecimiento relativamente grande, denso y permanente de individuos socialmente heterogéneos” (2005, p. 4). Para su estudio se deben considerar los siguientes elementos: a) el tamaño de la población (en donde se incluye la segregación espacial de los individuos, sus contactos primarios y secundarios, los tipos de relaciones que se establecen entre ellos, y la especialización de las tareas), b) su densidad (que refuerza la acción de la cantidad en relación a la diversificación de las actividades y el aumento de la complejidad de la estructura social), y c) su heterogeneidad (lo cual refiere a las altas tasas de movilidad de los individuos en el medio urbano). Así, y en sintonía con estos elementos, Wirth propone tres puntos de vista interrelacionados para el estudio empírico del “urbanismo en tanto modo característico de vida”: 1) una estructura física (que comprende una base de población, una tecnología y un orden ecológico), 2) un sistema de organización social (que incluye una estructura social, una serie de instituciones y una pauta típica de relaciones sociales), y 3) un conjunto de características de la personalidad (actitudes, ideas y conductas colectivas sujetas a mecanismos de control social) (2005, p. 11).

Llegados a este punto, nos resta ocuparnos de Redfield. Como adelantamos, el autor no dedica demasiado espacio al estudio de la ciudad, recogiendo las explicaciones wirthianas para este extremo del continuo9. Su interés está puesto en el extremo opuesto: el de la sociedad folk. Es por ello que se ha dicho que este es un autor de la “anticiudad” (Hannerz, 1993). Típico-idealmente y por contraste con la sociedad urbana-moderna, una sociedad folk es pequeña, aislada, analfabeta y homogénea, con un gran sentido de la solidaridad de grupo. El autor detalla en “La Sociedad Folk” (1942) punto a punto sus principales características. Entre ellas, podemos mencionar que se comporta como un “pequeño mundo”, en el cual se produce lo que se consume, y en donde la totalidad de sus miembros resuelven de manera idéntica los problemas cotidianos (p. 21). Procuran ajustarse a cierto tipo o norma y los fines que se proponen están dados de acuerdo a su destino: la conducta dentro de una sociedad folk es tradicional, espontánea y críticamente inobservable (uncritical). Lo que se hace parece necesariamente derivar de la naturaleza de las cosas, y no hay inclinación a reflexionar sobre los actos ni objetiva ni críticamente (p. 25). Resta mencionarse que la sociedad folk es una sociedad sagrada gobernada por la presencia de grandes cantidades de magia y que sus miembros tienen la tendencia a tratar la naturaleza de forma “animística” o “antropomórfica”, cualidad típica del pensamiento primitivo (p. 35).

4.3. El cambio social como “pasaje”Park es el primero en nuestra serie en sugerir ideas acerca del cambio social, sin embargo no será en los mismos términos que sus colegas. Identificamos en el autor dos usos de la noción. En primer lugar, el cambio queda asociado al paradigma de la ecología humana, que se presenta como una concepción filosófica del mundo organizada en tomo a ciertos conceptos clave, y caracterizada por un “darwinismo social modernizado”. Éste abandona las ideas de evolución y selección de la especie “y en cambio resalta tanto el principio de la lucha por la existencia, como la tendencia a la solidaridad entre especies de un mismo conjunto humano” (Bettin, 1982, p. 61). En este sentido, la “competencia” y la “cooperación” se vuelven conceptos nodales:

La competencia opera en la comunidad humana (al igual que lo hace en la comunidad vegetal y animal) para realizar y restaurar el equilibrio comunitario cuando éste es alterado por la aparición de algún factor extraño procedente del exterior o cuando sencillamente sucede en el curso normal de su ciclo de vida. Así, cada crisis inicia un periodo de rápido cambio durante el cual la competencia se intensifica, desembocando finalmente en un periodo de equilibrio más o menos estable y en una nueva división del trabajo. De esta forma la competencia crea una condición por la cual es sustituida por la cooperación. Puede decirse que cuando la competencia declina y en la medida en que lo hace, el tipo de orden que llamamos sociedad existe (Park, 1999a, p. 132).

En Park parece librarse una lucha por el equilibrio: toda comunidad humana opera bajo la base de la competencia, lo cual genera de tanto en tanto crisis que disparan el cambio. En dicho proceso de cambio la competencia se intensifica produciendo un nuevo equilibrio, permitiendo que emerja la cooperación. La sociedad, desde el punto de vista ecológico, resulta ser para Park el área donde se ve debilitada la competencia biótica (es decir, la parte del ser humano que refiere a su condición de organismo vivo) en favor de formas más sublimadas y superiores de la lucha por la existencia: normas, valores, leyes, tradiciones, costumbres. El equilibro no es más que una (nueva) forma de orden social10.

Ahora bien, en segundo lugar y de forma un tanto menos evidente, el cambio aparece en los términos de una oposición entre lo “sagrado” y lo “profano”: “mientras el tipo sagrado responde a la tradición, el secular participa de una voluntad de cambio” (Grondona, 2012, p. 205). Sin embargo, las sociedades seculares presentan altos niveles de aislamiento y poca comunicación, por lo que la velocidad del cambio será indefectiblemente lenta.

Ambas ideas resultan ser una prefiguración de lo que será el cambio entendido como pasajede la “vida en el campo” a la “vida urbana”, extremos de un continuum que operarán como polos opuestos dentro del “paradigma Wirth-Redfield” Hacia su interior el cambio está asociado a la idea de un continuo que se traduce en un pasaje que va de la sociedad folk-rural a la sociedad urbana-industrial. En estas concepciones aparecen, metamorfoseadas, algunas ideas clásicas del pensamiento europeo del cambio de siglo, entre las cuales la dicotomía en la que se sostiene la diada “comunidad-sociedad” (sobre todo en su fórmula alemana Gemeinschaft-Gesellschaft introducida por Ferdinand Tonnies)11 adquiere centralidad y preeminencia.

Según Wirth, “la ciudad y el campo deben ser vistos como dos polos y todos los establecimientos humanos tienden a acomodarse con relación a uno u otro de ellos” (2005, p. 2). La inmigración constituye uno de los factores más importantes en cuanto al reclutamiento y reproducción de los habitantes de las ciudades modernas. Esto repercute en el grado de “diferenciación potencial”, siendo éste mayor en cuanto mayor es el número de individuos que participan en un proceso de interacción. El urbanita, arrojado a un estado de impotencia virtual como individuo en el medio urbano, se ve obligado a unirse con otros individuos con intereses similares para la obtención de sus fines. Esto da por resultado la multiplicación de “organizaciones voluntarias” (p. 13), en virtud del debilitamiento de los lazos tradicionales de asociación humana y del grado mayor de interdependencia que la vida en la ciudad moderna incentiva.

En el otro extremo, Redfield modela y pone a prueba el esquema del “continuo folk-urbano” en su Tepoztlan: A Mexican Village (1930). En dicho estudio, presenta al pequeño pueblo de Tepoztlán con los atributos de una sociedad típicamente folk: armónica, integrada y estable. Sin negar que su aislamiento es relativo, reconoce que los principios socio-culturales tradicionales siguen estando presentes, conviviendo con nuevas formas que empiezan a dinamizar al pueblo. A fin de cuentas, elfolk-mexicano se compone de una mixtura y fusión de elementos “indígenas” y “españoles”. Este proceso de “aculturación” comenzó con la conquista y ya no se detuvo: “La desorganización y quizás la reorganización de la cultura aquí considerada bajo la lenta y creciente influencia de la ciudad es un proceso -un proceso de difusión- que puede y será estudiado” (Redfield, 1930, pp. 13-14).

Ahora bien, ¿en qué consiste, en su sentido práctico y empírico, el “continuo folk-urbano”? En principio, resulta conveniente ubicarlo en su justa medida: fue “uno de los intentos más ambiciosos por comprender el cambio social y cultural en el pasaje de la comunidad aldeana a la sociedad urbana” y representó la puesta a prueba etnográfica de las dicotomías teóricas clásicas (Gorelik, 2008, p. 75). Allí radica su potencial y alcance. En otro voluminoso estudio, el autor se propuso poner a prueba el continuo (delineado años antes en Tepoztlán) en cuatro comunidades de la península de Yucatán en México (Redfield, 1944). Estas comunidades adoptaron cuatro tipos: pueblo tribal, pueblo campesino, villa y ciudad.Se los abordó comparativamente, a partir del trazado de una línea imaginaria que va de la menor a la mayor urbanidad (es decir, de una comunidad tribal a una sociedad típicamente urbana) . Encontró allí que a todas ellas las atravesaban múltiples polaridades que se iban resolviendo conforme se avanzaba en el continuo a favor del “polo civilizador” (el urbano). Estas polaridades (entre otras, sacralidad^ secularización, organización^ desorganización de la cultura, colectivismo ^individualismo) respondían a una “polaridad dominante” (aislamiento/homogeneidad ^ comunicación/heterogeneidad) en cuyos polos aparecen entonces comunidades aisladas y homogéneas, por un lado, y sociedades urbanas comunicadas y heterogéneas, por el otro (1944, p. 403-404). Si bien Redfield se centra en el “estudio de caso” que representa Yucatán y, por ende, reconoce las dificultades que representaría su extrapolación, sugiere en varios pasajes la idea de una suerte de “historia cultural” que se puede deshilvanar en clave civilizatoria:

...si se superponen los informes respectivos unos a otros en los puntos en donde la situación anterior a la comunidad coincide con la situación actual de la comunidad que la sigue como aislada, resulta, aunque a muy grandes rasgos, una sola relación histórica del cambio en Yucatán. (. ) las diferentes formas de costumbre e institución pueden disponerse en un orden correspondiente al orden espacial de las comunidades, a modo de sugerir una posible secuencia histórica actual(...). [Procediendo así se obtiene] una especie de relación hipotética generalizada de la historia de la cultura de lo que pudiera 12 13 llamarse un “tipo ideal” de comunidad yucateca (...). De igual modo podría afirmarse con toda validez que una descripción comparativa de las comunidades que se van encontrando a medida que se va de París hacia el Sur, pasando por Marsella, Argel, el Sahara y después Sudán, nos daría los contornos vagos de la historia cultural de la Europa Occidental (Redfield, 1944, p. 405-406, el énfasis es nuestro).

Así, el cambio es entendido como un pasaje, que se entronca en una línea evolutiva que lo hace

unitario y universal (incluso dentro de un área geográfica determinada y con sus respectivas características

intrínsecas).Este será, justamente, el punto que recibirá las mayores críticas, sobre todo por parte de Oscar 13

Lewis . El antropólogo formado en la Universidad de Columbia se propuso poner a prueba los hallazgos de Redfield en su propio campo: volvió al pueblo de Tepoztlán para reestudiar dicha población y rebatir la idea de una sociedad folka-la-Redfield (Lewis, 1951).Encontró, por el contario, que allí no se cumplía el modelo folk-urbano clásico, en el cual los cambios culturales provenían de una fuente “civilizatoria” externa, sino que surgían de sus propias heterogeneidades histórico-culturales. En suma, “la urbanización no es un proceso simple, unitario, universalmente similar, sino que asume formas y significados diferentes, que dependen de las condiciones históricas, económicas, sociales y culturales prevalecientes” (Lewis, 1952, p. 39).

5. Gino Germani y la investigación empírica: Chicago en Buenos AiresAquí aparece, en último término, el nombre de Gino Germani. Intentaremos, a modo de cierre, señalar puntos de contacto y de fuga entre los autores chicaguianos y el sociólogo italo-argentino en lo que refiere a los elementos-componentes que identificamos en aquellos. Para ello, analizaremos los estudios empíricos que lleva adelante Germani en un área obrera del Gran Buenos Aires a fines de los años cincuenta. Nuestra intención no es tanto lograr un análisis exhaustivo de estos puntos, sino más bien dejar sentadas ciertas líneas y señalar ciertos nudos problemáticos.

Hablar de Gino Germani significó, casi siempre, volver sobre su figura y sobre la importancia que tuvo en el proceso que condujo a la institucionalización de la sociología en Argentina o bien sobre sus interpretaciones sobre el peronismo(Blanco, 2006)14 15.Sin embargo, para el presente trabajo, nos ocuparán otras aristas de su obra que no siempre fueron igualmente consideradas. Nos interesan sus labores de investigación, específicamente aquellas con las que da cuenta de algunas características del proceso de urbanización en el país. Referiremos a dos informes (1960a y 1960b) en donde se presentan los resultados de la investigación. Allí observaremos qué de la “Escuela de Chicago” aparece en Germani.

Si bien ya se ha calibrado el lugar que tuvo la influencia parsoniana en sus desarrollos teóricos (Blanco, 2003) y, así, se ha logrado romper con las clásicas interpretaciones de su figura y obra16; resta

hacerse un trabajo similar en lo que refiere a otros vínculos, por caso con la socio-antropología urbana estadounidense. No son pocos los contactos con ella, sobre todo en lo que refiere a una temática que preocupaba sobremanera a las ciencias sociales a lo largo y ancho del continente americano: el desarrollo y el avance (y consecuencias) del proceso de urbanización.

En este sentido, y con motivo del “Seminario sobre problemas de urbanización en América Latina” que tuvo cita en la ciudad de Santiago de Chile a mediados de 195917, Germani produce dos informes acerca de sus investigaciones en cuestiones urbanas, uno de carácter bien general, que abarca la totalidad del país (1960a), y el otro, más específico, sobre un área obrera del Gran Buenos Aires (conocida como “Isla Maciel”) (1960b).La importancia que revisten estos estudios es superlativa: este último representa según Adrián Gorelik “el primer estudio sobre la ciudad con los instrumentos de la sociología «científica»” (2008, p. 80), y en el mismo sentido, Ana Germani destaca que “este emprendimiento constituyó la primera investigación empírica realizada en conformidad con la técnica científica en la Argentina y la más importante de su género” (2004, p. 203).

Priorizando la comparación y con ello la iluminación de posibles y eventuales vínculos entre Germani y nuestros autores de la “Escuela de Chicago”, intentaremos, en la medida de lo posible, replicar el bosquejo de esquema de análisis que utilizamos previamente (ver apartado 4).

5.1. Enfoques teóricos y perspectivas metodológicas: la “sociología científica”En lo que refiere al enfoque y perspectiva, resulta evidente que Germani en estos estudiospone en funcionamiento una serie de estrategias metodológicas, procedimientos y prácticas de investigación a tono con los autoproclamados preceptos de la “sociología científica”. El intento de Germani se articula en torno a una delimitación entre qué es “ciencia social” y qué no lo es (la “especulación filosófica”, “diletante” y “metodológicamente poco rigurosa” - Germani, 1968). Así mismo, define cómo hacer ciencia, y por quiénes, lo que define un perfil de sociólogo-investigador que realiza un tipo particular de tarea (orientada hacia la investigación empírica) y que a su vez se articula en torno a un equipo (el grupo de investigación). En nombre de este colectivo se presentan proyectos de investigación, con el propósito de obtener el financiamiento necesario que permita el trabajo full-time en el mismo por parte de los investigadores, quienes redactan y presentan informes, y publican a título personal o colectivo los avances de los mismos en alguno de los formatos aceptados por la comunidad académica como artículos, papers, ponencias, libros (ver Blanco, 2006; G. Germani, 1956, 1968; Rawicz, 2012).

Si bien mucho podría decirse sobre el “proyecto germaniano”, a nosotros nos interesa aquí pensar en si éste proyecto es comparable con una “Escuela de Actividad”. En principio el contexto es bastante diferente al de Chicago: en Argentina Germani está solo. Mejor dicho, su proyecto (el de una “sociología científica”), al resultar triunfador en el marco de un proceso de institucionalización muy incipiente, no permite todavía la emergencia de una “Escuela”. Lo que lo diferencia fuertemente de sus pares de Chicago es que en el proyecto germaniano la interdisciplinariedad, la convivencia de autores, métodos y herramientas, se daba al interior del propio proyecto, y por obra y gracia de su director. Esto es: fue Germani el que aportó elementos interdisciplinares al estudio de lo social, el que conjugó herramientas de distinta procedencia teórico-metodológica; no había diferentes grupos o proyectos trabajando “en pos de un objetivo común”, que se mancomunaran bajo el paraguas, por caso, del “Instituto de Sociología” (a-la-

Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago). En cierto sentido, la figura de Gino Germani resumía el proyecto.

Ahora bien, si ampliamos el espectro, en el ámbito de la “sociología latinoamericana” sí podemos encontrar investigadores que llevan adelante proyectos en el marco de la “sociología científica”. Podemos mencionar a José Medina Echavarría en México, a Florestán Fernandes en Brasil, a José Matos Mar en Perú. Es probable que dada esta configuración, se entienda por qué Germani haya insistido en sucesivas oportunidades en la importancia del trabajo mancomunado en la región (lo que en alguna ocasión llegó a suceder: por ejemplo en la investigación llevada a cabo a fines de los años cincuenta y principios de los sesenta sobre “Movilidad y estratificación social en cuatro ciudades latinoamericanas” - Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile y Río de Janeiro).

Los documentos que aquí nos interesanse nutren de fuentes de información diversa. En “El proceso de urbanización en Argentina” (1960a) el origen de los datos es de tipo primario y el universo de análisis es el territorio nacional.La información es extraída de los censos nacionales (1869, 1895, 1914 y 1947) y otros censos municipales y provinciales, así como de estimaciones propias. En el caso de la “Isla Maciel” (1960b),la unidad de análisis la comprendían los habitantes y sus familias, divididos en dos grupos: a) migrantes “recientes” llegados entre 1946-1957, y b) migrantes más “antiguos” y “nativos” habitantes en la zona de antigua urbanización. Los datos censales operan como telón de fondo pero el análisis se realiza sobre una selección de muestras compuestas por grupos familiares. Resulta interesante que en la “Isla Maciel” Germani escoge como su unidad de análisis a la “familia”. Si bien tanto Park como Wirth y Redfield se habían referido a ella, como operación metodológica es adoptada por el último para sus estudios en Tepoztlán. Por otro lado, asume un rol todavía más preponderante en la obra de Oscar Lewis. Éste replicó el estudio que llevó adelante Redfield sobre las familias tepoztecas (1951), pero fue más allá, en el estudio que se conoció en español como La Antropología de la Pobreza centrando sus análisis en la descripción de un día en la vida de cinco familias mexicanas. Dicho esto, si bien será preciso llegado el momento calibrar el sentido en el que Germani opera con la categoría “familia”, salta a la vista que los estudios de lsociólogo italo-argentino se inscribieron en el marco de discusiones que se estaba librando en la época al interior de la antropología estadounidense (Gorelik, 2008).

En relación a la comparación con nuestros autores de Chicago, allí los análisis refieren indefectiblemente a comunidades específicas (a “pequeños mundos”), mientras que Germani pretende abarcar primero todo el territorio nacional (1960a) y luego un área del Gran Buenos Aires con intenciones de realizar a posteriori una comparación con otras zonas (que al final no llega a materializarse) (1960b) . Algunos de los métodos empleados por los investigadores chicaguianos, más cercanos al tipo “cualitativo” (la observación participante, las entrevistas en profundidad, el análisis de documentos), se pueden observar en el informe sobre la “Isla Maciel” (aunque con algunas particularidades como veremos más adelante). También aparece la referencia a una perspectiva común anclada fundamentalmente en la dimensión territorial/espacial y en la distribución ecológica de los habitantes en la ciudad. Por otro lado, Germani reconoce también que el empleo de documentos personales resulta por demás conveniente. Es decir, por medio de una “biografía controlada” se le pide al informante que describa datos referentes a su 18 propia vida de acuerdo a un esquema sugerido y reconstruyendo a partir de allí su “historia vital”. El célebre estudio comparativo que realizaron Thomas y Znaniecki acerca de los campesinos polacos en Europa y en América (1927), vuelve a aparecer en escena, destacando Germani que allí estos autores, mediante el uso de cartas y biografías, pudieron analizar el “cambio de mentalidad producido en los campesinos polacos emigrados, sus diferentes reacciones, los tipos sociales que se manifestaban y sobre todo, el resultado de la aculturación en la nueva sociedad” (G. Germani, 1950, p. 106).

5.2.“Lo urbano” como operación metodológica: población, familias, centros urbanosDebido a su naturaleza estos documentos no se destacan por su profundidad y densidad teórica. En contados casos encontramos definiciones conceptuales y su “marco teórico” no queda suficientemente explicitado. Sin embargo, al igual que hicimos con sus pares de Chicago, intentaremos reconstruir algunos elementos de índole teórica-conceptual.

En primer término, en lo que refiere al “marco teórico”, debemos reconocer su inscripción en lo que se conoció, y que mencionamos más arriba, como “sociología científica”. Sin embargo, ésta inscripción habla más de un modo de hacer conla práctica científica que de un esquema general, cerrado y homogéneo, desde donde abordar el objeto de estudio. Su “marco teórico” es por demás dinámico y flexible, ya que habilita diversos usos y permite la articulación de diversas operaciones conceptuales (reapropiaciones, movimientos, desplazamientos).

En los informes de Germani pareciera que la centralidad que toma el concepto de “ciudad” en Chicago lo asume el de “urbanización”. Esta categoría incluye en su definición un fuerte componente dinámico (al identificarse con un proceso). Por otro lado, aparece desdoblado en sus dos significados: el demográfico y el sociológico, aun cuando en los informes empíricos que aquí nos ocupan esto no aparece en estos términos. Tendremos que buscar en otros trabajos, en su mayoría posteriores, definiciones precisas que dialogan con Wirth y Redfield. Por ejemplo:

El primero [el demográfico] parece menos complejo y polémico que el segundo [el sociológico], pues requiere sólo dos criterios: espacio y población; es decir, dimensión y densidad. «Lo urbano» se define en términos de agrupamiento de población de un tamaño dado, dentro de un área determinada. (...) Los criterios económicos, jurídicos o políticos se vinculan más con una definición sociológica que con una concepción puramente demográfica de la urbanización. Una definición sociológica de «lo urbano» debe basarse sobre aquellos rasgos que se relacionan con la estructura social y los patrones psicológicos y de conducta de la sociedad urbana, en contraste con los de la no urbana(G. Germani, 1976, pp. 9-10).

Lo que nos interesa destacar, es que aún cuando no de forma explícita, en los informes de Germani aparecen bien presentes ambas definiciones de la urbanización. Esto se puede sostener constatando las dimensiones que estructuran ambos trabajos en referencia a las claves para su abordaje: por un lado la inmigración (interna y externa; sus características, motivaciones y circunstancias; el impacto de la vida urbana sobre los migrantes), y por el otro, los factores económico-sociales implicados (Nivel Económico Social, antigüedad y tipo de residencia, etc.). Observar el “impacto de la vida urbana” sobre los migrantes, uno de los objetivos de la investigación, es difícil no asociarlo a la figura de Wirth. Aquí, aún sin mencionarlo, el esquema del “urbanismo como modo de vida” se pone de manifiesto. Al mismo tiempo, podemos encontrar en Germani los elementos que identifican Park y Wirth para el estudio de la ciudad: el primero, recordemos, asienta su análisis sobre tres “puntos de vista”: la organización moral y material, las ocupaciones y la cultura; mientras que el segundo identifica el tamaño de la población, su densidad y su heterogeneidad.

Todos estos elementos aparecen invariablemente en los informes de Germani, resaltando diversos matices dependiendo el caso (más detalladamente en 1960b y como telón de fondo en 1960a). La mayor diferencia en este punto con Chicago, quizás, provenga de cuestiones metodológicas. La “Escuela de Chicago” se centra en el “estudio de comunidades”, mientras que Germani en la “población que habita en centros urbanos”. Metodológica y operacionalmente, “la ciudad” es considerada un “centro urbano”, lo cual responde más a un criterio censal y estadístico que a uno teórico. En “El proceso de urbanización en la Argentina” se distribuye a la población según el tamaño de los centros urbanos, los que son agrupados en 6 categorías, mientras que en la investigación en la “Isla Maciel” la unidad de análisis pasa a ser la población que habita un área determinada (la “Isla Maciel”) del centro urbano más poblado (el Gran Buenos Aires). Como mencionamos, en este caso, el agrupamiento corresponderá a la categoría “familias”.

5.3. El cambio social como “transición”Por último, nos resta ocuparnos de un punto sumamente sensible en la obra de Germani: la “transición”. No podemos abordar este fenómeno en toda su extensión en esta oportunidad . Aquí, lo que más nos interesa es cuál será su rol en torno a la concepción del cambio social en los estudios urbanos de Gino Germani. Es decir, nos interesa abordar lo que antes identificamos como un “pasaje” y que aquí adopta la forma de una “transición”. Una diferencia en lo semántico que lejos está de suponer una simple traducción, transposición o reemplazo. Veamos.

En primer término, en sintonía con sus colegas de Chicago, Germani pone en el centro de la escena para el análisis del proceso de urbanización en la Argentina-que se remonta en clave histórica a mediados de siglo XIX- principalmente dos aspectos que observa en las poblaciones urbanas: las migraciones (y sus procesos asociados de atracción-difusión) y el grado de integración-desintegración y de adaptación/aculturación. Sin embargo, el continuo folk-urbano, si bien se encuentra presente en el horizonte interpretativo germaniano, no aparece exento de críticas y reformulaciones. Esta dicotomía debe ser repensada, según Germani, porque en la ciudad latinoamericana, específicamente en Buenos Aires, a la vez que se produce organización y modernidad, se genera desorganización y desintegración (Socoloff, 2013). Así, como punto de partida, la idea de un continuo conformado por tipos ideales opuestos en los que se pueden identificar puntos intermedios que se despliegan lineal y universalmente, queda desestimada. Parece ser que Germani se encuentra mucho más cercano a las críticas de Lewis que a la formulación original de Redfield. Recordemos que el punto central de la crítica consistía en que los cambios culturales no provenían de una “fuente civilizatoria externa” sino de las condiciones de partida, heterogéneas, de cada grupo migrante. En el núcleo de las investigaciones en la Isla Maciel se encuentra el estudio de la población migrante proveniente de zonas rurales a la ciudad de Buenos Aires para determinar la forma en que, a partir del análisis de una serie de procesos constitutivos (de aculturación, adaptación, integración), adoptan el “modo de vida urbano”. Esto queda bastante bien ilustrado en la sección 9 del informe,en torno a las modificaciones que observa en la familia: 19

... \se]produce\n] dos efectos contrarios, por un lado una mayoría de las familias adquiere las pautas urbanas, y con ellas las normas que caracterizan a la familia, por el otro los factores bien conocidos de desintegración particularmente activos en determinadas áreas de la ciudad inciden sobre una minoría destruyendo o deteriorando cierto número de unidades familiares anteriormente integradas. Con otras palabras, el proceso de aculturación a la sociedad urbana produce a la vez -y algo paradójicamente-, organización y desorganización(Germani, 1960b, pp. 22-24 -el énfasis es nuestro)20.

Ahora bien, ¿cómo se articula el concepto de “transición” en torno al cambio social? En primer lugar, debemos decir que por detrás, como telón de fondo, aparece fuertemente la concepción de un “traslado” en lugar de un “pasaje”. Lo último, como hemos visto, queda asociado a la figura del continuo, que no resulta conveniente para Germani. Lo que a éste le interesa es la asimilación de los migrantes en un medio urbano por lo que resultan especialmente relevantes, en la población que aborda, el estudio de ciertas dimensiones (como la familia, la educación, la ocupación, etc.) en clave comparativa de acuerdo a lo que podríamos esquematizar como dos puntos de una migración: desde el “lugar de origen” al “lugar de llegada”. Es en este sentido que identificamos un “traslado”, que no es sólo espacial sino que, al mismo tiempo, remite a una dimensión temporal (“antes/después”). Esta suerte de construcción dicotómica se inserta dentro de lo que Grondona (2016) llama una “narrativa de la transición”. Si bien la autora destaca que esta dicotomía aparece como “frágil” en el proceso de urbanización (a diferencia de los procesos de secularización y desarrollo económico), nos basta para dar cuenta de la operación teórico-metodológica que los atraviesa, y esto es, precisamente, dicha “narrativa”.

Toda migración involucra un traslado físico, geográfico, de personas pero también de costumbres, valores, normas. Esta parece ser una hipótesis fuerte con la que trabaja Germani en estas investigaciones. Las comparaciones entre un punto (origen/antes) y el otro (llegada/después) es lo que determinará el lugar que ocuparán los habitantes en un gradiente de integración/desintegración que se observa en el área estudiada. Creemos que, a fin de cuentas, en esto consiste -en esencia- esta investigación. Aquí reside, quizás, su mayor apuesta: en la puesta en funcionamiento de un método comparativo, de raigambre fuertemente sociológica y con afán generalizador, que aparece en funcionamiento pero también forma parte del horizonte y agenda de investigación germaniana.

Por otro lado, el mecanismo de la comparación sobre la base de un criterio estadístico permite observar la preeminencia de métodos denominados “cuantitativos” por sobre aquellos “cualitativos”. Sin embargo, repetimos, tambiénse realizaron observaciones e “investigación participante” (A. A. Germani, 2004, p. 207), es decir, se incluyó a los entrevistados en el estudio preguntándoles qué les parecían las preguntas, eventualmente reformulándolas, entablando y estimulando un “ida y vuelta” entre encuestador y encuestado durante el proceso de investigación.

Para concluir, debemos mencionar que el cambio social en Germani se encuentra íntimamente relacionado al análisis de tres procesos: el de urbanización, el de secularización y el de desarrollo económico. Sabemos que en los países “periféricos” o “subdesarrollados” estos no se presentan simultáneamente sino de modo “desigual”. Para dar cuenta de ello Germani recurre a los conceptos de “asincronía” y “desajuste” (ver Acevedo Rodríguez, 2009; Blanco, 2003; Domingues & Maneiro, 2004; Grondona, 2016; Serra, 2012).Así, no necesariamente los países que inician el proceso de transición van a repetir las mismas fases o etapas que atravesaron los que lo habían comenzado con anterioridad. Además, la diferente velocidad del cambio produce la coexistencia de estructuras parciales tradicionales con otras de tipo moderno, lo cual implica toda una gama muy variada de situaciones hacia el interior de proceso de cambio.

6. ConclusionesHasta aquí hemos trazado un itinerario que se inicia en una “Escuela de actividad”, la “Escuela de Chicago”; pasando por una(s) disciplina(s), la sociología y antropología urbana, y unos autores, Park, Wirth y Redfield; para reponer algunos elementos (componentes de una dimensión teórico conceptual, parte de un esquema teórico-metodólogico) con los que se estudia y aborda la problemática urbana. Hemos identificado: los enfoques y perspectivas que se ponen en juego, las definiciones conceptuales con las cuales se aborda el fenómeno urbano y la noción de cambio social que se propone y supone. Finalmente, hemos señalado algunos puntos de contacto, y otros no tanto, entre éstos autores y Gino Germani.

Aun cuando resta mucho camino por recorrerse, podemos adelantar algunas conclusiones preliminares. En primer lugar, queremos volver a resaltar que el constructo “Escuela de Chicago” refiere más a una “Escuela de actividad” que a una “Escuela de pensamiento”. Entenderla de este modo presenta la importante ventaja de permitirnos romper con ciertos sentidos comunes sociológicos que tienden a homogeneizar y unificar un conjunto de autores y de ideas en torno a una figura central, ocultando sus diferencias, o bien, desarticulando conexiones y vínculos no siempre lineales, no siempre unívocos, nunca monolíticos. En la mixtura, en el ensamblaje y, en algunos casos, en el eclecticismo, están las claves de su “éxito”. Reconocer que un colectivo de autores/investigadores, como miembros de una institución, trabajan en y para ella en pos de objetivos comunes, sin que esto suponga un férreo alineamiento sino una convivencia de métodos, tradiciones teóricas, disciplinas; todo esto, creemos, contribuye y habilita una mirada retrospectiva a contrapelo de las usuales interpretaciones de estas “escuelas en sentido completo” que conforman gran parte de nuestro acervo disciplinar.

De este modo, y en segundo lugar, podríamos así reconociliar dos disciplinas hermanadas, que como siempre sucede, aun cuando por momentos rivalicen entre sí, no siempre son tan frágiles los hilos internos que las unen. La sociología y la antropología urbana, o mejor aún, la socio-antropología urbana, puede ofrecer más y mejores herramientas para entender la complejidad de “lo social” en el ámbito urbano si se la considera como una unidad. Como destaca Park, el objeto de estudio puede ser el mismo para ambas, pero esto lejos de suponer un problema o escollo, aun cuando presenta sus obvias dificultades, puede traducirse en una importante ventaja: la de reforzarse mutuamente.

En tercer término, la serie de autores y estudios mencionados nos permiten ilustrar lo precedente y aportar elementos para dar cuenta de un esquema para el estudio de la ciudad. En la dimensión que observamos se puede apreciar un eje problemático compartido (el estudio del “fenómeno urbano”) que contempla a) un posicionamiento teórico-epistemológico (con sus respectivas reapropiaciones conceptuales, herencias teóricas, vínculos, enfoques y perspectivas), b) una delimitación metodológica (la preferencia por la “investigación empírica” por sobre una así llamada “especulación filosófica”, y el auge de los métodos “cualitativos” sin que ello suponga el desprecio o descuido de los llamados “cuantitativos”), c) unas definiciones presisas y sistemáticas que van adquiriendo creciente complejidad (acerca de “lo urbano”, “la ciudad” y la “sociedad folk” - o “anticiudad”), y d) una cierta idea del cambio social (primero en términos ecológicos, pero luego haciéndose fuerte el esquema analítico del continuo).

En lo que refiere a la incorporación de Gino Germani podemos mencionar algunas cuestiones. Antes que nada, debe tomarse con cuidado el concepto de “Escuela de Actividad” para el caso del proyecto germaniano. Si bien a siemple vista podría haber algunas coincidencias, una diferencia fundamental entre el caso de Chicago y su correlato en Buenos Aires reside en los “actores” que llevan adelante el esfuerzo en torno a un objetivo común: en aquel caso eran diversos proyectos que podían o no competir entre sí pero que funcionaban mancomunadamente, mientras que en el caso de Germani, una vez instalado institucionalmente en la Universidad de Buenos Aires y en el Instituto de Sociología, él corporizó el proyecto. Evidencias de esto pueden aventurarsepost-factum: luego de su exilio en 1966, y en los años previos también, su proyecto entró en una fase de declive, en parte debido a las fuertes críticas que empezó a recibir de parte de sus ex alumnos que retornaban del exterior. Posteriormente, al menos en el ámbito académico argentino, aquellas investigaciones que fueron rotuladas de “germanianas” eran referidas más bien despectiva o peyorativamente. Habría que pensar seriamente si resulta posible postular la existencia de una “escuela germaniana”

Por otro lado, es menester reconocer junto con Gorelik (2008, 2009) y Socoloff (2013) que el pensamiento de Germani se desenvolvió en el marco puesto por un debate antropológico en torno a las problemáticas del “urbanismo como forma de vida” de Wirth, del “continuo folk-urbano” de Redfield y de la “cultura de la pobreza” de Oscar Lewis. La figura restante, Robert Park, representó el punto de inicio de las investigaciones en cuyo centro se encontraba el estudio de “la ciudad” desde la perspectiva y con los métodos de Chicago.

De acuerdo al marco teórico-epistemológico, aún con sus marcadas diferencias, hay intereses, objetos, terminologías, variables comunes entre los autores de Chicago y Germani. Encontramos en todos ellos un esfuerzo por aunar fuerzas en el sentido de aportar cada vez más y mejores aproximaciones al estudio de los procesos de urbanización desde una perspectiva eminentemente científica y anclada fuertemente en la investigación empírica. A su vez, observamos en Chicago que la convivencia entre métodos “cualitativos” y “cuantitavos”, aun siendo -como mínimo- compleja, no resulta imposible y mucho menos no deseable. En Germani aunque notamos la preeminencia de métodos cuantitativos, encontramos algunas herramientas de corte cualitativo: observaciones, entrevistas en profundidad e “investigación participante”. En este sentido, el concepto de “ciudad” tal como se lo concibe en Chicago, en Germani aparece retraducido en “centros urbanos” (categoría más de corte estadístico), en “urbanización” (lo cual ya denota la idea de un proceso) y en “modo de vida urbano” (lo cual se relaciona directamente con el “urbanismo como modo de vida” wirthiano). Germani retoma,tanto de Wirth como de Park, varios elementos con los cuales da forma a su propio esquema de análisis para el abordaje de los conglomerados urbanos. Aquí, pues, observamos usos bastante dinámicos y flexibles de las categorías de análisis.

Esto último podría verse reforzado atendiendo a la concepción del cambio social no tanto como “pasaje” sino como “transición”. Con Chicago, comparten una matriz común, la idea de un “traslado” en donde se incorpora una dimensión espacial-temporalen la que las personas pasan de un momento/estado A a uno B y de allí a uno C. Es decir, la imagen del traslado se encuentra presente en todos los autores. En el continuo elaborado por Redfield se puede observar una secuencia lineal, en clave civilizacional, de un momento/estado A (folk, comunal, pre-societal), a uno B (urbano, societal, moderno); mientras que en la “transición” germaniana encontramos la misma lógica de desplazamiento pero en los términos de sociedades “tradicionales” a “modernas”. Aquí se incorporan elementos que actúan a modo de obstáculos, complejizándo el análisis: el “atraso” o el “desajuste” en el que se encuentran las sociedades periféricas respecto de las centrales, es decir, la asincronía del cambio. Este fenómeno, habilita en latinoamerica vías de desarrollo o de modernización(conceptos caros al pensamiento germaniano) que pueden no necesariamente transcurrir por los mismos caminos que han recorrido los países centrales.

Creemos que el ejercicio reconstructivo y a la vez comparativo que aquí emprendimos puede y debe ser continuado en pos de clarificar aún más las dimensiones de aquel doble viaje que identificamos en la introducción. Esparamos pueda resignificarse, revalorizarse y, también, re-edificarse, la importancia que tuvieron los autores chicaguianos, y Germani, no sólo hacia el interior de sus respectivas “Escuelas”, sino como fuertes referentes del tipo de investigación que se estaba llevando a cabo en la época para el estudio del proceso de urbanización.

1Ambas reconocen ser deudoras, fundamentalmente, de los trabajos de Adrián Gorelik (2008, 2009), quien pone de manifiesto la conexión entre la socio-antropología urbana estadounidense y los estudios acerca de las ciudades latinoamericanas; y de Alejandro Blanco (2003, 2006), quien ofrece una “nueva interpretación” de la obra de Gino Germani a la luz de nuevos vínculos y referencias teóricas.

2En algunos casos, como en éste, los trabajos que referenciamos en inglés (ver bibliografía) no cuentan con (o no conocemos) traducción al español. En el caso de las citas textuales, decidimos traducirlas para agilizar la lectura y, por ello mismo, no aclaramos en cada caso “la traducción es nuestra”.

3Ver acerca de estos tópicos, entre otros Deegan, 1988; García Dauder, 2010; Grondona, 2012; Hannerz, 1993; Martínez, 1999.

4La idea de la ciudad de Chicago como un “laboratorio” para el estudio sociológico fue formulada por primera vez por Albion Small en 1896 (Martínez, 1999, p. 16).

5Luego será incluido en una compilación editada por Roderick McKenzie, Ernest Burgess y el propio Park, que sale a la luz en 1925. Nosotros utilizaremos su versión en español (Park, 1999b).

6Este estudio pone en el centro de la escena la categoría de “desorganización/desintegración social” que, como veremos más adelante, es una pieza fundamental del esquema analítico germaniano.

7Es interesante notar que el estudio de Thomas y Znaniecki mencionado previamente, pone en juego estas cuestiones ya hacia finales de la década de 1910. Según señala Herbert Blumer, “conscientes de la necesidad de obtener datos sobre el factor subjetivo, Thomas y Znaniecki han optado por la utilización de «documentos humanos», cuya forma más perfecta son a su entender los datos biográficos”(1982, p. 92). Como veremos hacia el final del presente artículo, Germani también ponderará este método.

8Según Tortero la(2012) “en las metrópolis de Simmel y Park no sólo es posible visualizar individuos atomizados e interacciones despersonalizadas, fugaces, contingentes, distantes, anónimas, contractuales, instrumentales. También entran en escena múltiples «grupos intermedios» más o menos sólidos, cohesionados, vehiculizados por intereses corporativos o afectos y lealtades grupales” (p. 111).

9Incluso, la sociedad urbana “no se encuentra explícitamente nombrada” (Miner, 1952, p. 530). Sin embargo, años después retomará estos estudios y brindará algunas referencias precisas acerca del concepto de ciudad, sobre todo cuando incluye en su análisis el “papel cultural” (ortogenético y heterogenético) de las mismas. Ver Redfield & Singer, 1954.

10La presencia de Durkheim vuelve a ser fuerte en este punto. El francés considera que el desarrollo social supone un cambio desde lo simple a lo complejo, desde lo homogéneo a lo heterogéneo, de sociedades de segmento único a sociedades plurisegmentadas simples y compuestas. Según Martínez (1999) no sólo en Park encontramos ecos durkheimianos sino también en Wirth y Redfield, lo que habla de una operación común en base a una distinción evolutiva en la dicotomía campo-ciudad, como veremos más adelante.

11Como señala De Marinis (2013), el primer término incluye un problema de orden semántico: ni la Gemeinschaft alemana ni la Community norteamericana son simples traducciones lingüísticas; representan productos y efectos de sendas “semánticas sociológicas culturales” (alemanas y anglosajonas respectivamente) con sus respectivos atributos genéricos y características propias.

12 “Redfield había seleccionado cuatro estadios, como cuatro fotografías tomadas sobre la línea imaginaria que va de

13folk a lo urbano” (Gorelik, 2008, p. 76).

14La obra de este autor resulta sumamente importante a nuestros objetivos de largo plazo. Su vínculo con los autores precedentes es más que estrecho, tanto por su afinidad temática, disciplinar y académica, como por las importantescríticas que ha realizado al mencionado continuo. Al mismo tiempo, resulta de referencia ineludible a la hora de pensar en las influencias que recibe Gino Germani para el diseño de su labor investigativa acerca del proceso de urbanización en la ciudad de Buenos Aires. Lamentablemente, en el presente trabajo no podemos ocuparnos de estos tópicos, dejando la tarea pendiente para futuras comunicaciones.

15Hemos trabajado sobre las interpretaciones de su obra en Trovero, 2014.

16Desde ciertos sectores del ámbito académico-cultural argentino se le adjudicó a la figura de Gino Germani el mote, despectivo en clave ideológica, de “importador” del estructural-funcionalismo, sobre todo de cuño parsoniano. Esto se mantuvo hasta hace no mucho tiempo (ver Blanco, 2003; Brasil Júnior, 2013; Domingues & Maneiro, 2004).

17Philip M. Hauser, que por ese entonces era nada menos que el presidente (chairman) del Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago, fue designado para la coordinación, relato, confección de las actas y publicación del informe final del seminario.

18En este punto hay que hacer una aclaración no menor. Ambos informes representan intentos por hacer convivir hacia el interior de su investigación una combinación entre métodos “cuantitativos” y “cualitativos”. Sin embargo, la presentación de los resultados de una investigación nunca es lo mismo que la investigación en sí misma. Aquí encontramos un nudo problemático, esto es, el modo en que trabaja Germani “en el campo” y cómo luego presenta en sus informes el resultado de dicho proceso. Puede pensarse de modo hipotético, utilizando rápidamente una metáfora bien conocida, que el “espíritu” (el proceso de investigación) puede no verse reflejado directamente en la “forma” que adopta (la presentación de los resultados de dicho proceso). Por el momento sólo podemos dejar mencionado esto, sería necesario un trabajo de profunda reflexión y reconstrucción para identificar el tipo de enlace que media entre ambas expresiones.

19Lo hemos abordado con algún grado mayor de detalle en Trovero, 2016.

20Algo muy interesante en esta cita es la aparición nítida, clara y precisa de la figura de la paradoja. Esta operación resulta ser congruente con gran parte de su obra y forma parte del núcleo de sus análisis. En Germani el desarrollo, la marginalidad, los autoritarismos, la democracia, la modernidad, aparecen bajo la forma paradojal (Grondona, 2016).

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Recibido: 15 de Abril de 2018; Revisado: 04 de Septiembre de 2018; Aprobado: 14 de Octubre de 2018

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