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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.21 no.35 Santiago del Estero dic. 2020

 

 

Cuestión meridional, desigualdad y trabajo invisible: cuando un virus hace emerger las debilidades productivas de un país del sur de Europa1

Southern question, inequality and invisible labour: when a virus reveals the productive weaknesses of a southern european country

Questao do sul, desigualdade e trabalhoinvisível: quandoumvírus faz emergir as fraquezasprodutivas de um país do sul da europa

Antonio J. RAMÍREZ MELGAREJO2

Recibido: 26.05.2020 Aprobado: 21.06.2020

RESUMEN

La fragilidad de los modelos productivos del sur europeo es consecuencia de procesos sociohistóricos que han propiciado la construcción de un modelo flexible y dependiente de los mercados internacionales. Su inserción global se produce como dependencia subsidiaria de economías y modelos productivos más industrializados y potentes. La desigualdad entre países europeos en el desarrollo de los modelos productivos se retraduce en diferencias en los modos de inserción social por medio del trabajo asalariado. Las diferencias entre los modelos productivos se están volviendo a visibilizar con las consecuencias de la Covid19 que están afectando de manera diferente a la clase trabajadora en cada país.

En este sentido, el sur europeo se ha especializado en modelos productivos de bajo valor añadido y mercados de trabajo vinculados a sectores caracterizados por elevada temporalidad, donde las estrategias de reproducción familiar tienen un peso importante para la subsistencia. Mi hipótesis es que la crisis sanitaria profundiza la brecha de desigualdad entre países pero también en el interior de cada uno de ellos. La paralización casi total de la economía y la producción ha afectado de manera diferente a las ocupaciones laborales según la posición que ocupan en la segmentación del mercado laboral. Las más perjudicadas están siendo todas aquellas personas que desempeñan los puestos de trabajo más precarios y aquellas que se buscan la vida en los márgenes del trabajo asalariado estable.

Palabras clave: Covid19; estrategias de reproducción; trabajo informal; crisis sanitaria

ABSTRACT

The weak of the production models of southern Europe is a consequence of a socio-historical processes that has favoured the construction of a flexible model, subsidiary to the international markets. Its global insertion is produced as a subsidiary dependence of more industrialized and powerful economies and productive models. Inequality between European countries in the development of productive models is reflected in differences in the modes of social insertion through wage labour. The differences between production models are becoming visible again with the consequences of the Covid19 that are affecting the working class in different ways in each country.

In this sense, Southern Europe has specialized in low value-added production models, labor markets linked to sectors characterized by high seasonality, where family reproduction strategies have an important weight for subsistence. My hypothesis is that the health crisis deepens the inequality gap between countries but also within each of them. The almost total paralysis of the economy and production has affected labour occupations differently according to their position in the segmentation of the labour market. The most affected are all those who occupy the most precarious jobs and those who seek to make a living on the margins of stable wage-earning work.

Keywords: Covid19; reproduction strategies; informal work; health crisis

RESUMO

A fragilidade dos modelos de produqao do Sul da Europa é uma consequencia dos processossócio-históricos que favoreceu a construyo de um modelo flexível, subsidiário dos mercados internacionais. A sua inserqao global é produzida como uma dependencia subsidiária de economias e modelos produtivos mais industrializados e poderosos. A desigualdade entre países europeus no desenvolvimento de modelos produtivos reflecte-se nas diferenqas nos modos de inserqao social através do trabalho assalariado. As diferenqas entre modelos de produqao estao a tornar-se novamente visíveis com as consequencias da Covid19 que estao a afectar a clase trabalhadora de formas diferentes em cada país.

Neste sentido, a Europa do Sul especializou-se em modelos de produqao de baixo valor acrescentado, mercados de trabalho ligados a sectores caracterizados por uma elevada sazonalidade, onde as estratégias de reproduqao familiar temum peso importante para a subsistencia. A mina hipótese é que a crise sanitária aprofunda o fosso de desigualdade entre países, mastambém dentro de cada um deles. A paralisi aquase total da economia e da produqao afectou as profissSes laborais de forma diferente, emfunqao da sua posiqao nasegmentaqao do mercado de trabalho. Os mais afectados sao todos aqueles que ocupam os empregos mais precários e aqueles que procuram ganhar a vida á margem de um trabalho estável em termos salariais.

Palavras-chave: Covid19; estratégias de reprodujo; trabalho informal; crise de saúde

SUMARIO

1. Introducción; 2. La desconvergencia social entre el norte y el sur; 3. La modernización del viejo modelo de dominación; 4. Crisis y emergencia de los trabajos invisibilizados; 4.1. La crisis de 2008: la centralidad de la economía. 4.2;La crisis de 2020: ¿la centralidad de la vida?; 5. Conclusiones; 6. Bibliografía;7. Documentos. 3 4 que ayudan a clarificar la relación entre las actuales relaciones laborales, insertas en un modelo industrial basado en la producción de bajo valor añadido(Leborgne y Lipietz 1994), y la capacidad de las élites políticas y económicas para construir relatos y prácticas organizativas, orientadas a regular y controlar las relaciones socio-laborales en un territorio específico.

Todas estas variables y conjunto de relaciones sociales cristalizan en modelos productivos concretos. Coincido con el profesor Jean Pierre Durand en entender que:

el concepto de modelo productivo se refiere a los paradigmas implementados a nivel micro-social y a nivel macro-social (con su coherencia) y la interrelación organizada entre ambos niveles. El nivel micro-social, que llamo aparato productivo, se refiere a la estrecha relación entre la organización de la producción (los procesos socio-técnicos -o proceso- que ofrecen bienes y servicios de acuerdo con modos que son siempre específicos y constantemente transformados por el ‘progreso técnico’o por relaciones sociales) y la relación salarial. Esto puede ser definido como la cristalización, a nivel micro, de la relación entre el capital y el trabajo en la puesta en marcha de la capacidad de trabajo en un tiempo dado de la manera más eficiente posible. (Durand, 2014)

Para Jean Pierre Durand, el nivel macrosocial del modelo productivo está conformado por el mercado de bienes y servicios; el Estado y el mercado de trabajo. El nivel microsocial, según cada tipo de empresa, lo está por la organización productiva y por las relaciones salariales, tal y como las analizó Pierre Rolle (1998). En definitiva, los modelos productivos son un buen reflejo de los modelos de organización social.

En este artículo no voy a profundizar en el análisis de ningún modelo productivo específico pero si apuntaré como el proceso sociohistórico de construcción de estatalidadesen el sur europeo,ha propiciado modelos productivos y de relaciones sociales que no atajaron la desigualdad social ni articularon las naciones en beneficio de todas las clases sociales. Más bien al contrario, propiciaron un modelo subsidiario frágil que con cada crisis se tambalea, dejando en la cuneta a una porción importante de la clase trabajadora, cuyos puestos de trabajos están en riesgo, y con ello sus modos de inserción social.

En primer lugar describiré de forma genérica los divergentes procesos de industrialización entre el norte y el sur de Europa. Posteriormente abordaré el modo en que el viejo modelo de inserción subalterna español se modernizó, para concluir que todo este proceso ha tenido un peso fundamental en la regulación de las relaciones sociales y laborales actuales. Esta erala estructura socioeconómica basal sobre la que golpean las crisis de 2008, eminentemente económica, y la crisis sanitaria de 2020. Ambos ciclos de crisis tienen diferentes causas y consecuencias y fueron abordadas con diferentes tipos de políticas económicas estatales, pero tienen en común que afectan más negativamente a las clases trabajadoras más precarizadas y a aquellas personas que habitan los márgenes de la economía formal.

Estas crisis, que forman parte del mismo ciclo sistémico, han puesto de manifiesto por diferentes motivos, las fragilidades del modelo de inserción social por medio del trabajo asalariado cuando los modelos productivos son débiles, basados en la eventualidad y la desregulación de las relaciones laborales, como ocurre en lo que definiré como el “sur global”5. La paralización de la economía a consecuencia de la Covid19 y las desastrosas proyecciones económicas que se prevén, han propiciado que el gobierno de España, el primer gobierno de coalición de izquierdas desde la II República de 1931, haya puesto en marcha un ambicioso plan de rescate y reactivación nacional basado en gasto de dinero público con el objetivo de desarrollar novedosas políticas de protección social. Esta orientación política contiene una contracara, la imposibilidad de protección estatal y legal de aquellos colectivos sociales que habitaban y trabajaban en los márgenes de la formalidad, lo que profundiza las brechas sociales y las heridas de un cuerpo social ya de por sí débil y fragmentado tras la crisis de 2008.

Mi hipótesis es que la crisis sanitaria causada de la pandemia de Covid19 provocada por el virus SARS-CoV-2 está profundizado las brechas sociales preexistentes, aumentando la segmentación y la desigualdad entre los sectores de la clase trabajadora empleada formalmente con derechos y regulaciones y aquellas personas que subsisten en la economía informal o en trabajos precarizados.

Curiosamente, muchos de estos trabajos desvalorizados socialmente e invisibilizados, tales como jornaleros/as agrícolas, cajeras/os de supermercados; panaderos/as; repartidores/as y otros similares, han sido reconocidos simbólicamente como claves para afrontar la crisis, estando en primera línea para garantizar el suministro de víveres para la población, aún a riesgo de poner su propia salud en juego.

2. La desconvergencia social entre el norte y el sur.

Hace un siglo la cuestión meridional fue concebida por los intelectuales meridionalistas italianos como un proceso de industrialización desigual entre el norte y el sur de Italia. Concebían estas diferencias como la base de la desigualdad social del país. Para eliminar esta desigualdad Gramsci (1930) apostaba por la unión política entre las clases trabajadoras industrial-fordistas del norte y las masas campesinas-agraristas del sur. Una unión que no se produjo nunca. Es sabido que Gramsci fue encarcelado por el régimen de Mussolini y no recobró la libertad.

En España ocurrió algo similar. El norte del país estaba más industrializado que el sur, más anclado en la producción agrícola. En este ambiente surgió a finales del SXIX un movimiento intelectual llamado “regeneracionismo” que defendía, mediante un discurso articulador de todo el estado, políticas que trataran de reducir la desigualdad entre el norte y el sur y propiciaran un desarrollo nacional armonizado (Costa, 2009). Sus propuestas, especialmente las de un intelectual llamado Joaquín Costa, fueron manipuladas y tergiversadas por las élites políticas y económicas nacionales con el objetivo de propiciar un modelo de desarrollo que favoreciera sus intereses económicos por encima de los intereses de la nación. Durante el primer tercio del SXX el país vio nacer la II República en 1931 para verla morir en 1939 a manos de una guerra civil que conllevó una dura dictadura fascista durante 37 años6. Durante este periodo cualquier tipo de oposición al régimen dictatorial era duramente reprimida, por lo que no hubo prácticamente oposición para que el Estado centralista dispusiera y desarrollara estatalidades con el objetivo principal de imponer sus intereses y dominar a la población por medio de la represión, el miedo y el asesinato.

Con el paso de los años, la dictadura fue abriéndose tímidamente al exterior a mediados de los años 50, más por necesidad que por convicción. Cierto aperturismo económico propició, bajo el auspicio y protección de los Estados Unidos, la paulatina inserción económica del país en los mercados internacionales, que devino en una mutación de la vieja cuestión de la desigualdad causada por el atraso socioeconómico a una nueva forma de desigualdad basada en el desarrollo de un modelo de producción y comercialización de mercancías de bajo valor añadido (Avallone y Ramírez 2016; Mingione, 1991),subsidiario de las economías del norte de Europa y norteamericana. Un modelo que no beneficiaba la inserción sociolaboral estable de las clases populares pero, en cambio, si ha sido muy rentable para las clases dominantes.

Después de la II Guerra Mundial se puso en marcha el proceso de reconstrucción económica y social de Europa, que siguió direcciones distintas para los países del norte y del sur, cristalizándose una Europa de, al menos, dos velocidades. En el sur de Europa los procesos capitalistas de industrialización y urbanización siguieron un ritmo de sedimentación e “incrustación”7 en la estructura social diferente a los de las ciudades-nodo del capitalismo industrial del norte europeo (Leborgne y Lipietz, 1994; Pedreño, 1998b; Varoufakis 2012).

Por un lado, los países y las regiones del sur se especializaron en sectores productivos de bajo valor añadido, intensivos en mano de obra, dependientes de mercados externos y marcados por la eventualidad donde los modos de producción son descentralizados, los métodos de contratación y reclutamiento flexibles y los mercados locales de trabajo son altamente informales, segmentados por género y etnia, con elevada movilidad [ocupacional y territorial] y eventualidad contractual (De Castro 2014; Martínez, García y Pedreño 1980; Pedreño 1999).

Por otro, los países del centro y el norte adoptaron compromisos sociales del tipo kalmariano. Mantuvieron bajas tasa de desempleo; una efectiva negociación inclusiva por la regulación del trabajo entre empresarios, Estado y sindicatos; salarios elevados; modelos productivos basados en mercancías de alto valor añadido, y elevada fiscalización y redistribución de las rentas mediante un Estado de bienestar consolidado (Leborgne y Lipietz 1994). En estos territorios:

La norma fordista estaba ligada a una división de género estricta. Las mujeres solo trabajaban fuera del hogar mientras eran solteras; una vez casadas, eran las encargadas en exclusiva del trabajo reproductivo. Esta exclusión social de las mujeres del orden directamente productivo de mercado formaba parte de la norma. La coordinación de los tiempos de trabajo productivo y reproductivo se solucionaba mediante una división sexual del trabajo que excluía a las mujeres casadas -y en especial a las madres- del mercado de trabajo. Esta situación cambia en las últimas décadas -a ritmos distintos según los países-. Las mujeres abandonan cada vez menos el trabajo asalariado al casarse y tener hijos, dejando de dedicarse en exclusiva al trabajo reproductivo. Pero éste es poco asumido por los varones, generándose las problemáticas de la ‘doble jornada’ femenina y de la conciliación entre la vida familiar y la laboral -concebida mayoritariamente como un problema femenino. (Martín y Prieto 2015:13)

Este es el relato común de la lucha por el tiempo durante la posguerra mundial, tiempo de conflicto por la organización del tiempo de trabajo entre trabajadores-proletarios y empresarios, que se saldó en los países del norte con la regulación fordista del trabajo y keynesianismo de Estado producto de la industrialización y la urbanización de las sociedades modernas. Esta reorganización productiva y reestructuración de los tiempos de trabajo modificó los tiempos sociales. Pero se trata de un relato contado en masculino y desde los parámetros del modelo desarrollista fordistas del norte. Lo que ha invisibilizó el rol central de la mujer. Este modelo no hubiera sido posible sin la división sexual del trabajo, la asunción forzosa del trabajo reproductivo por parte de las mujeres fue lo que facilitó la disponibilidad de los hombres para el trabajo productivo (Torns 2015). Este aspecto ha sido normalizado durante décadas, aunque en los últimos años este relato está siendo contestado críticamente y con argumentos científicos por la teoría feminista (Carrasco 2001; Carrasco y Recio 2014; Federici 2008; Martín y Prieto 2015; Prieto y Pérez 2013). El modelo fordista fue erosionándose y fue reestructurado a partir de la crisis del petróleo de 1973; del abandono progresivo del patrón oro como referencia de intercambio monetario internacional y la reactivación de los aspectos más desregulatorios del tratado de Bretton Woods, coronado con el desarrollo de las políticas ultraliberales de Thatcher en Gran Bretaña y de Reagan en Estados Unidos.

Durante finales de los 70 y los primeros años 80 se produjeron largas y duras batallas entre capital y trabajo en el mundo capitalista occidental desarrollado. Una batalle emblemática fue la huelga de los mineros ingleses en 1984-85 que terminó sucumbiendo a la inflexibilidad de Tatcher. Tras la caída del muro de Berlín y el colapso definitivo de la Unión Soviética en 1991, el capitalismo neoliberal triunfó como dogma en todo el mundo. Como consecuencia comenzó a construirse un discurso económico y social hegemónico basado en la desregulación del mercado de trabajo y la liberalización y flexibilización de los tiempos de trabajo (Jones, 2015)

A partir de entonces se ha ido generalizando la imposición del modelo neoliberal que apuesta (en teoría) por la menor intervención del Estado y la desregulación tanto del trabajo como del tiempo de trabajo; la libertad de mercado; la internacionalización de la economía; la gestión de la inflación (precios); la utilización de la moneda como recurso de gestión; la austeridad del gasto público y el incremento y exigencia de pago de la deuda externa para los países empobrecidos. Todo esto favoreció la expansión del capitalismo internacional, el inicio de la privatización y desmantelamiento del sector público, modificó la gestión de las fronteras y los tipos de flujos migratorios, fomentó la creación de vías de comercio en todo el mundo y la centralidad de las nuevas formas de comunicación e información que propulsaron la reorientación de los procesos productivos y del trabajo a escala global. En las últimas dos décadas estamos asistiendo a la aceleración del proyecto de la clase capitalista neoliberal de destrucción de las conquistas sociales, la privatización de la política, el aumento de la desigualdad, la regresión de las libertades, la destrucción del medio ambiente, el aumento de la represión y la militarización de la sociedad (Fontana, 2013).

En definitiva, en los últimos tiempos va imponiéndose en los países del norte lo que era la norma en los del sur: la flexibilización y desregulación del trabajo. Aunque el sur sigue dependiendo del norte a causa, entre otras, de la financiarización crediticia de las grandes potencias como Estados Unidos y Reino Unido (Varoufakis 2012a). Pero este relato ampliamente respaldado en Ciencias Sociales se antoja insuficiente para explicar la organización del modelo productivo y del mercado de trabajo en las regiones del sur de Europa donde la industrialización había sido históricamente débil y la adhesión a la Unión Económica Europea fue producto de políticas de ajuste que, de nuevo, incidieron en la brecha norte-sur:

La periferia de Europa había entrado en una unión monetaria con una tasa de cambio absurda. Para asegurar su entrada en la eurozona en primer lugar, todas y cada una de estas naciones tuvieron que imponerse a sí mismas una oculta recesión de combustión lenta. El precio que pagaron fue la reducción de los salarios reales y la sustitución de la inversión en manufactura por una pesada losa de importación de servicios y desarrollo inmobiliario (especialmente en países como Irlanda y España, o de obras públicas en lugares como Grecia). (Varoufakis, 2012b)

A mi juicio el principal objetivo que guio la fundación de la Unión Europea fue principalmente económico, ni social, ni político ni jurídico, aunque lógicamente estos tres aspectos han acompañado el desarrollo de la Unión como armazón estructural de amplio espectro del deseo economicista. El gran proyecto fue la creación una moneda común, el euro, y la eliminación de las fronteras comerciales entre los estados miembros para construir un espacio económico común que, aglutinando y liberalizando los mercados nacionales de los países miembros, facilitase la expansión de un gran mercado capitalista neoliberal globalizado capaz de competir geoestratégicamente con China y Estados Unidos, las otras dos grandes potencias mundiales que comparten dos características fundamentales para dominar la economía mundial que no tenía la Unión Europea disgregada: una gran población y un vasto territorio común. Con la Unión, Europa supera en población a E.E.U.U y alcanza aproximadamente el 50% de la China.

En efecto, Europa no tuvo un verdadero proceso de convergencia social en su conformación. A partir de finales de los años 80 y durante los 90, el sur sufrió reconversiones productivas que junto a las políticas de austeridad y control del déficit profundizaron la convergencia social desigual entre los países con estados del bienestar y democracias consolidadas y los países del sur que como Grecia, Italia, España y Portugal, sufrieron dictaduras fascistas durante el SXX. En estos países el autoritarismo fascista trató de “legitimar” sus políticas de exterminio en la aquiescencia forzada de la masa social, lo que produjo formas de inserción autoritarias y subalternas en dos sentidos: para dominar a la población del país y para tratar de insertarse poco a poco en los mercados internacionales (Cobo, 2018).

Por el contrario, las democracias más consolidadas apostaron por formas integradoras de inserción de la clase trabajadora mediante un pacto social que incluía el reforzamiento de las coberturas sociales del Estado, la negociación colectiva en el mundo del trabajo y el reconocimiento de derechos. Este legado es aún hoy muy visible y la fractura que ha producido la desconvergencia social, o la convergencia social desigual, entre los países miembros de la Unión Europea, se manifiesta cada cierto tiempo en los choques y conflictos dialécticos en las negociaciones presupuestarias y de otra índole en el parlamento Europeo. La fractura se ha ideologizado, esto es, el norte acusa al sur de vagos y derrochadores y el sur al norte de insolidarios prejuiciosos, como puede comprobarse en la prensa tras las negociaciones para los presupuestos europeos cuando el presidente holandés del eurogrupo, el socialdemócrata JeroenDijsselbloem afirmó “no puedo gastarme todo el dinero en licor y mujeres y a continuación pedir ayuda” (El rastreador, 21 de marzo de 2017; Pérez 22 de marzo de 2017). Falta de respeto que se ha vuelto a repetir en la negociación por unos presupuestos expansivos para la reconstrucción europea tras la crisis de Covid19, cuando el ministro de Finanzas holandés Wopke Hoekstra “sugirió investigar por qué algunos países no disponen de margen presupuestario para afrontar la crisis del coronavirus pese a que la zona euro lleva siete años de crecimiento ininterrumpido. A pesar de que no nombró a ningún país en concreto, se refería a Italia y España, los dos socios de la UE más golpeados por el Covid-19” (De Diego, 11 de abril de 2020) lo que encontró la encendida respuesta del primer ministro portugués que tildó la “sugerencia” de repugnante (Martín del Barrio, 27 de marzo 2020).

Lo cierto es que el largo proceso de convergencia social desigual europea, propiciado por los diferentes modelos de desarrollo y productivos de cada país, ha cristalizado en una Europa desigual con notables diferencias de renta per cápita entre regiones europeas. En el mapa 1 puede apreciarse claramente como las regiones más pobres están situadas mayoritariamente en el sur y el este8de Europa, sobre todo aquellas con una renta inferior al 75% de la media del continente. Las regiones más ricas son las pertenecientes a los países del norte (Noruega, Islandia, sur de Irlanda, la región de Londres, Dinamarca, Suecia) y Centroeuropa, especialmente el norte de Italia, históricamente industrializada, Holanda y Alemania.

Mapa 1 Renta media per cápita según regiones europeas

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Fuente: 1 Atlas de Eurostat

Estas diferencias también se expresan en la distribución de trabajos cualificados según las regiones europeas. Cómo puede apreciarse en el mapa 2 existe correlación entre los territorios con trabajos de más elevada cualificación y las rentas más altas, y al contrario, las regiones con trabajos más descualificados presentan rentas más bajas.

Mapa 2 Distribución trabajos de alta cualificación por regiones europeas

Fuente:2 Goos, M. Konings, J. y Vanderweyer, M. (2015)

3. La modernización del viejo modelo de dominación

La inserción subsidiaria definitiva de los mercados productivos españoles en los mercados globales se produjo a partir de los años 60 (Pedreño 1999). Este proceso no supuso una ruptura con las décadas anteriores, seguía vigente el régimen fascista, sino que fue una continuación modernizada del modelo de dominación impuesto durante la primera fase de la dictadura. Las formas de inserción divergieron, nuevamente, entre el norte y el sur del país por los diferentes modelos productivos. Las zonas más industrializadas, especialmente Euskadi y Cataluña, potenciaron la industria pesada compitiendo en productividad con otros países, promocionando regulaciones laborales pactadas con sindicatos y patronal con el objetivo de potenciar la seguridad laboral como forma de inserción social de las personas asalariadas. Sin embargo, en el sur, menos desarrollado industrialmente y más ruralizado, la modernización pivotó sobre la hegemonía del discurso hidráulico del regeneracionismo manipulado por las élites; las relaciones patriarcales en el trabajo y el hogar; el caciquismo y el control del poder local; la diversificación de las estrategias de supervivencia de las clases populares; el peso del catolicismo social en la cosmovisión de la población; el tradicionalismo como práctica de la vida cotidiana; especial vinculación con la tierra y el deseo de ser propietarios(aunque fuese de una pequeña parcela de tierra cultivable).

La dictadura apostó por potenciar la agricultura y la construcción de viviendas públicas y privadas, así como de infraestructuras para modernizar el país, principalmente grandes obras hidráulicas, para las que se utilizó mano de obra esclava (Lafuente, 2002). De este modo, se ponía en marcha el proceso de reestructuración rural del sur con la intensificación de la actividad agrícola orientada a la exportación, impulsándose nuevas sociedades mercantiles que destinaban su producción a la distribución y comercialización nacional e internacional, para lo que fue necesaria la ampliación del crédito, lo que conllevó que “aumentó el establecimiento local de entidades financieras, a la vez que declinaba el préstamo informal” (Rodríguez 2008).

El nuevo modelo de desarrollo del sur se financiaba cada vez más con préstamos bancarios de los países del norte. Este creciente flujo de crédito más el incremento de caudales de agua por la construcción y modernización de infraestructuras hídricas, aumentó el cultivo extensivo de frutas dedicadas al comercio exterior y comenzó a afianzar la actividad agrícola de exportación internacional. En definitiva, la década de los años 60 son los del impulso definitivo del desarrollismo y la modernización de la agroindustria y la consolidación del modelo productivo basado en actividades de bajo valor añadido, pero también de la gestación de cambios en las relaciones laborales pues comienzan a producirse dos fenómenos relacionados con la gestión de la fuerza de trabajo disponible, en el interior comienza a aparecer “la conflictividad laboral y el sindicalismo como factor de regulación de las presiones competitivas de la economía hacia la comunidad local” (Pedreño 1999:168), en el exterior se potenció la emigración de las clases populares trabajadoras9 como mano de obra barata y disponible al norte de Europa. Una parte importante del contingente de emigrantes eran jornaleros agrícolas empobrecidos o pequeños propietarios campesinos que no disponían de recursos suficientes para mantener a la familia, por lo cual se vieron forzados a reconvertirse en mano de obra asalariada para la agroindustria, la construcción, el sector servicios y la emigración a Europa, quedando el cultivo campesino en una actividad complementaria de la economía familiar. (Cortina 1981; Pedreño 1998; Rodríguez 2008).

A partir de los años 80 los trabajadores fueron encontrando nuevas oportunidades de movilidad ocupacional en España debido a la intensificación de los procesos de industrialización, urbanización y terciarización económica. Se abrieron oportunidades en nuevos sectores laborales, principalmente la construcción y la hostelería, que fueron ocupados como resultado de la estrategia de movilidad ocupacional de las clases obreras. Como consecuencia de esta competencia directa entre sectores del capitalismo periférico (Sánchez, 1980) se redujo la fuerza de trabajo disponible para la agricultura y los trabajadores agrícolas ganaron poder de negociación en las relaciones laborales, lo que llevó a un ciclo de huelgas y paros en reivindicación de demandas laborales históricas como la regulación de las cotizaciones y contratos, el aumento de los salarios y la estabilización de los puestos de trabajo (Pedreño y Segura 1998; Pedreño, Gadea y Latorre 2013).Al mismo tiempo las mujeres combinaron el trabajo de cuidado y reproducción social con el mantenimiento de sus trabajos estacionales y/o informales, con el que obtenían una renta desvalorizada socialmente como complementaria a la del marido.

Desde finales de los años 90 la relativa escasez de mano de obra autóctona disponible para la agricultura fue solventándose con las sucesivas oleadas de trabajadores migrantes, cuyos derechos de ciudadanía estaban vinculados legislativamente a conseguir trabajo regulado. Eran (y son) mano de obra en condiciones de fragilidad y vulnerabilidad, lo que fue aprovechado por los empresarios agrícolas para movilizarlos eventualmente como mano de obra con alta disponibilidad y baja aceptabilidad en las condiciones de trabajo. Por su parte los trabajadores migrantes encontraban nichos de trabajo que les permitían trabajar (regular o irregularmente) y desarrollar estrategias de migraciones pendulares y circulares por todo el territorio español en busca de trabajo (Gadea et al 2014).

En la actualidad las relaciones sociales de producción y de organización del trabajo del sur están fuertemente condicionadas por las imposiciones mercantiles de las grandes cadenas de distribución que encauzan y dirigen los gustos de los consumidores europeos (Moraes et al 2012); los créditos financieros de los bancos del norte y la persistencia de relaciones de dependencia socioeconómica entre el norte y el sur del continente. En este sentido, los procesos de modernización de las economías del sur no han eliminado la cuestión meridional de la desigualdad entre países.

En definitiva, a pesar de la creciente terciarización de la economía, la cuestión meridional de la desigualdad entre territorios sigue siendo actual. El modelo de inserción del sur sigue siendo subsidiario. Sus modelos productivos están basados en sectores de bajo valor añadido, mercados de trabajo marcados por la eventualidad, la precariedad y la debilidad del estatuto de asalariado; las mujeres siguen sufriendo desigualdad por cuestión de su género, realizando trabajos desvalorizados socialmente como de “ayuda” o complementarios a los del hombre cuando precisamente en los territorios donde el trabajo informal está más presente, las mujeres juegan un rol imprescindible en el desarrollo y mantenimiento de estrategias de reproducción social y subsistencia. En estos territorios, que hemos englobado en el tipo ideal como “el Sur”, las estrategias de reproducción social que van más allá del trabajo formal asalariado son básicas para la reproducción de la vida. Con estos anclajes, Europa afrontó de forma desigual dos importantes crisis casi consecutivas.

4. Crisis y emergencia de los trabajos invisibilizados

Capitalismo y crisis son una vieja pareja malhumorada y codependiente cuya convivencia semi tranquila salta por los aires cada cierto tiempo. Esto ocurre porque “las crisis son esenciales para la reproducción del capitalismo y en ellas sus desequilibrios son confrontados, remodelados y reorganizados para crear una nueva versión de su núcleo dinámico” (Harvey, 2014:11).Los ciclos de crisis no solo afectan a la economía o la salud de la población, sino que sus consecuencias alcanzan a la práctica totalidad de la organización social y política.

En este sentido y en el transcurso de unos pocos años, dos grandes crisis han golpeado al mundo. En 2008 estalló una virulenta crisis económica con profundas consecuencias sociales, mientras que en 2020 hemos asistido a una crisis sanitaria que ha paralizado la economía mundial y que parece ser la precursora de otras crisis de amplio espectro que vendrán más tarde.

4.1. La crisis de 2008: la centralidad de la economía

La crisis de 2007-2008 fue eminentemente una crisis económico-financiera que tuvo graves repercusiones sociales. El desempleo aumentó considerablemente, especialmente en los países periféricos de la Unión Europea, y la economía mundial cayó en picado en cuestión de semanas. La troika europea, conformada por el Banco Central Europeo; el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea, desplegó una severa política de control del déficit público imponiendo recortes en el gasto social y la provisión de servicios públicos, especialmente en materia sanitaria, protección ante el desempleo y prestaciones en servicios sociales. Las principales consecuencias fueron el incremento de la desigualdad y la polarización social; la socialización del dolor entre las clases más vulnerables y la precarización laboral para amplias capas sociales. Las que más sufrieron fueron aquellas que transitaban entre la vulnerabilidad y la exclusión social, los y las habitantes de los márgenes. Pero también una parte de la llamada “clase media” que sufrió procesos de desclasamiento social al perder sus trabajos o cerrar sus negocios. El desempleo se disparó y la economía entró en recesión.

El estallido de 2008 fue principalmente una crisis sistémica capitalista. La financiariación de la economía ancló las bases para una crisis de superproducción de mercancías y saturación del mercado inmobiliario, lo que produjo la caída de todo el engranaje crediticio que lo sostenía. Cientos de miles de personas no pudieron hacer frente a los créditos hipotecarios, grandes bancos entraron en bancarrota y tuvieron que ser rescatados por sus gobiernos, las bolsas se hundieron y millones de personas en todo el mundo perdieron su trabajo, sus ahorros y sus casas.

En España, el paro de masas endureció las condiciones de vida para gran parte de la clase trabajadora, asalariada e informal. A falta de ingresos económicos provenientes del trabajo formal, las estrategias de reproducción social fueron convirtiéndose enherramientas básicas de supervivencia de las familias de clases populares.

El gráfico 1 representa la tasa de desempleo total para hombre y mujeres en España, desde el primer trimestre de 2002 hasta el primero de 2020. Desde 2002 hasta finales de 2007 el desempleo fue disminuyendo desde un 12% hasta el 8,2% (tasa baja para España pero muy por encima de la media Europea). El estallido de la crisis destruyó gran cantidad de empleos y el paro creció hasta el 27% en el año 2013. A partir de ese momento el desempleo comenzó a descender paulatinamente, con picos recurrentes de subida los primeros trimestres de cada año. Esto se debe a la comentada debilidad del modelo productivo que depende en exceso de sectores productivos de temporada, como la agricultura y el sector servicios, especialmente los vinculados la hostelería, puesto que de enero a marzo no hay campaña turística ni agrícola. Cómo puede apreciarse, el último dato recogido ya informa de un incremento del desempleo pasando del 13,78% en el último trimestre de 2019 al 14,4% en el primero de 2020. Previsiblemente los datos del segundo trimestre (aún no disponibles) aumentarán las cifras de paro. Pero aún es pronto para lanzar conclusiones puesto que no disponemos de información oficial suficiente, más allá de la que proporcionan los periódicos.

Gráfico 1Tasas de paro en España por trimestre de 2002 a 1° trimestre 2020

Las ocupaciones más damnificadas por el desempleo fueron principalmente las más desvalorizadas en el mercado productivo, aquellas que fueron concebidas por el empresariado como prescindibles por motivos de productividad, rentabilidad o porque fueron vistas como una oportunidad para reducir costes laborales. Cientos de miles de trabajadores y trabajadoras de la construcción; la agricultura y del sector servicios, especialmente la hostelería perdieron sus trabajos o sus negocios. La vida, sus necesidades y ritmos, volvían a ser subsumidas a los intereses de la economía. A las personas expulsadas temporalmente del mercado de trabajo se les hizo sentir que no eran necesarias, que eran prescindibles y que ni sus trabajos, capacidades o necesidades vitales eran importantes. Para los gestores de la crisis lo fundamental era recuperar la economía por medio del control de la inflación, la desregulación de la legislación laboral y la reducción del gasto público. Este desprecio por sus trayectorias laborales y su trabajo produjo heridas morales10, en términos del filósofo Axel Honneth (1992; 1997), a miles de jornaleros/as, obreros/as, dependientes/as de comercios, cajeros/as etc...

4.2. La crisis de 2020: ¿la centralidad de la vida?

Cuando todavía no hemos superado del todo las graves consecuencias de la crisis de 2008 nos ha golpeado otra tremenda crisis, pero de diferente calado y causalidad. Toda la población ha sido confinada por un virus que ha paralizado la producción y la economía,

causando muertes y mucho dolor.

En el momento de escribir este artículo (junio de 2020) es todavía una crisis eminentemente sanitaria, pero que tendrá a corto y medio plazo consecuencias económicas y sociales que están aún por dirimir. Desde casi el comienzo de la pandemia se están pergeñando hipótesis y teorías de todo tipo que dibujan escenarios futuros, sin saber a ciencia cierta qué ocurrirá. Si bien las crisis sanitarias son una constante en la historia de la humanidad, sobre todo en el sur global, nunca habíamos tenido un grado tan elevadode dependencia e interconexión global, lo que la hace diferente.

A pesar de las aparentes divergencias políticas, la mayor parte de los estados, gobernados por partidos de diferente filiación ideológica, y las organizaciones internacionales están afrontando la crítica situación anteponiendo la vida a las necesidades de la economía11 12.En efecto, la sanidad, el cuidado de los vulnerables y la responsabilidad social están siendo los ejes en la lucha por la supervivencia, aunque para ello los gobiernos hayan tomado medidas que han restringido temporalmente libertades básicas. El diferente enfoque entre la gestión de la crisis de 2008 y la de 2020 es que mientras que el virus de la desigualdad, el desempleo y la precariedad mata lentamente, el coronavirus es rápido y letal. En efecto, una parte de la población ha muerto tan solo unos pocos días después de que el virus penetrara en sus cuerpos. Sin embargo, ha habido personas que no han sufrido síntomas o que han sido leves. Toda esta incertidumbre y dolorhan convertido un microbio microscópico en una tragedia tangible, visible y sensible para todo el mundo, exceptuando los y las conspiracionistas y negacionistas.

España ha impuesto uno de los confinamientos más duros de Europa. El 14 de marzo de 2020 el gobierno español declaró el estado de alarma que se prolongará hasta el 21 de junio, más de tres meses. Al no permitir la legislación vigente imponerlo más que 15 días, han sido necesarias hasta seis prórrogas aprobadas por el Parlamento hasta estabilizar la pandemia. Durante todo este tiempo la movilidad estuvo restringida, se impuso una cuarentena obligatoria a toda la población y se prohibieron actividades industriales no esenciales durante 15 días. Solo se permitieron las salidas de casa para comprar alimentos, pasear a las mascotas, ir a centros sanitarios, entidades bancarias, quioscos de prensa y desplazamientos al lugar de trabajo. Todo ello dentro del mismo municipio, excepto en caso de ir al centro de trabajo en otro municipio o provincia. El gobierno planificó una salida progresiva del estado de cuarentena en tres fases10 que comenzó el 11 de mayo y terminará el 21 de junio. El proceso de “desescalada” está siendo desigual según territorios porque el cambio de fase se decide por motivos técnicos, básicamente el número de contagios, muertes y personas curadas. Hasta el 19 de junio el número de positivos en España asciende a 245.268; el de fallecidos a 28.313 y el de recuperados 150.376, según datos de la web Ministerio de Sanidad.

Al poner forzosamente la vida en el centro y legislar desde la emergencia, se están produciendo interesantes fenómenos relacionados con el mundo laboral. Por un lado, ante la paralización económica, el gobierno progresista está aprobando una serie de medidas económicas de corte keynesiano que tienen por objetivo principal tratar de amortiguar la caída de la economía. Entre las medidas se incluyen préstamos sin intereses para pequeñas y medianas empresas; moratorias en el pago de cotizaciones; prohibición de los despidos vinculados a la crisis del coronavirus; la consideración de las bajas y cuarentenas forzosas como enfermedades laborales; flexibilización de los Expediente de Regulación Temporal de Empleos con derecho a desempleo sin que penalicen a los beneficiarios y prestaciones extraordinarias de desempleo para las personas autónomas13. Estas medidas económicas expansivas están pensadas para tratar de proteger a las personas trabajadoras, pero hay un importante condicionante: por su propia naturaleza legislativa excluyen la economía informal e invisible a la Hacienda Pública. De nuevo, todas aquellas personas que habitan los márgenes del trabajo formal, están sufriendo y previsiblemente sufrirán en el futuro, las consecuencias de una nueva y probablemente brutal crisis, sin más red que unos servicios sociales vapuleados por el anterior gobierno conservador. El confinamiento les impidió desarrollar sus actividades informales al no poder salir a la calle a “buscarse la vida”.

En efecto, la crisis sanitaria está afectando menos a aquellas ocupaciones que, a pesar de la corrosión del estatuto laboral y de la norma de trabajo (Sennett, 2006), tienen más seguridad laboral y certidumbre económica, como son los funcionarios, las personas trabajadoras con contrato fijo y/o con ocupaciones cualificadas. Sin embargo, está golpeando con más virulencia a los sectores más precarios de la clase trabajadora que ocupaban los puestos de trabajo más descualificados e inseguros, perdiendo muchos de ellos su empleo de forma definitiva o temporal mediante Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTES14). Previsiblemente esta crisis precarizará aún más las ocupaciones más eventuales y dependientes de las temporadas de trabajo. Otro grupo social que está siendo fuertemente golpeado son aquellas familias de las clases populares que basaban su subsistencia en el despliegue de estrategias de reproducción social que integraban la complementariedad de rentas provenientes de la economía informal, rentas del estado y estrategias de autoabastecimiento, reciprocidad y redistribución (Mingione, 1993). Esto se debe a que para estas familias la fuente principal de recursos es la calle, sus precarias economías familiares se han visto seriamente afectadas por el estado de alarma y la paralización de la vida social, incluida la prohibición de moverse libremente y de comerciar en mercados, entre otras actividades populares. Una vez que se desaparecen las posibilidades de trabajar informalmente y de desplegar estrategias de intercambio y movilidad, a muchas familias populares solo les ha quedado la posibilidad de obtener ingresos económicos estatales asistenciales por medio de unos servicios sociales municipales y regionales, devaluados y pauperizados tras años de políticas de austeridad, y también con organizaciones sociales del tercer sector y de la beneficencia.

El gobierno intenta proteger a estos tres colectivos sociales, a pesar de su diversidad, de las consecuencias negativas de la crisis sanitaria. En este sentido, las medidas económicas expansivas de protección ante el desempleo solo protegen a las personas con un estatuto laboral regulado, mientras que aquellas personas que habitan los márgenes solo podrán acceder a las ayudas de beneficencia social y/o prestaciones no contributivas. La medida más importante ha sido la reciente aprobación el pasado 29 de mayo de 2020, de un decreto ley que pone en marcha un Ingreso Mínimo Vital, una prestación social no contributiva no vinculada a cotizaciones laborales formales. Según el gobierno “la medida tiene como objetivos erradicar la pobreza y favorecer la participación en el mercado laboral y la inclusión social de las personas en situación de vulnerabilidad. El Ejecutivo estima que beneficiará a 850.000 hogares y a 2,3 millones de personas, de las que un millón está en pobreza extrema”. (La Moncloa, 29/05/2020).

En definitiva, la población trabajadora se está viendo y se verá afectada de forma desigual por la crisis sociosanitaria originada por la Covid19 según las posiciones diferenciadas que ocupen en los mercados de trabajo. Aquellas personas con vinculación formal, estable y segura que no han perdido su empleo, desarrollando su labor mediante teletrabajo o presencialmente; aquellas que han podido acogerse a las medidas de protección del Estado y las que navegan entre la incertidumbre, la falta de recursos y las ayudas asistenciales del Estado.

Por último, me parece importante destacar que durante el confinamiento la población civil ha reconocido la importante labor del personal sanitario y la importancia del servicio público de salud. Esa bonita ola de reconocimiento social se extendió a la facción de la clase trabajadora que seguía desempeñando sus empleos vinculados a la protección de la vida y a favorecer la reproducción social en tan difíciles circunstancias. Los cuidados, en todas sus variantes, parecían estar sufriendo un proceso de revalorización social al visibilizarse de forma evidente para toda la población la importancia de estos trabajos para el mantenimiento dela organización social y la subsistencia de la comunidad.

A mi juicio, este es uno de los aspectos más interesantes. Durante esta crisis se han valorizado (de momento solo simbólicamente) multitud de ocupaciones diferentes que durante años han sido desvalorizadas y desprestigiadas. Se trata de los puestos de trabajo menos cualificados y peor remunerados, aquellos que suele ocupar la clase trabajadora y que están en permanente riesgo, ya sea por políticas laborales agresivas, procesos de tecnificación o por meras desestructuraciones del mercado laboral, entre otros. Las ocupaciones a las que nos referimos son aquellas que facilitan la reproducción de la vida, que sirven para nutrirnos, descansar o disfrutar de un ocio saludable, y lo han hecho poniendo en juego su propia salud. Me refiero por ejemplo, a los/as jornaleros/as agrícolas que están recogiendo, empaquetando y enviando las cosechas de frutas y verduras para abastecer los mercados nacionales e internacionales. Ocurre lo mismo con los/as trabajadores/as de las industrias cárnicas y alimentarias, pescadores, estibadores, ganaderos etc. En la distribución de mercancías han sido centrales los camioneros, transportistas, almacenistas, incluidos “riders”, mensajeros... así como todas aquellas personas implicadas en la logística: almacenaje, etiquetaje, preparación de pedidos. En la fase final de la cadena productiva podríamos mencionar aquellos oficios vinculados a la comercialización como cajeros/as de supermercado, reponedores/as y otras profesiones encargadas de sustentos básicos como panaderías y comidas para llevar.

Todos estos oficios, y algunos más, parecen estar siendo revalorizados y reconocidos simbólicamente por la sociedad durante la crisis sanitaria de 2020, mientras que en la anterior fueron humillados por la gestión económica y política. Pero este tipo de reconocimiento no sirve de mucho si no se acompaña del reconocimiento legal de derechos y protección social.

5. Conclusiones

El mundo ha tenido que afrontar dos importantes crisis en poco más de un década. Los países del sur global han sufrido más las consecuencias negativas porque han tenido que hacerles frente con una situación de partida más vulnerable que los países más ricos. Sus modelos productivos y sistemas de bienestar son más frágiles, su capacidad de incidencia geoestratégica es menor y sus estructuras sociales están más fragmentadas. La crisis polarizará aún más estas sociedades que deberán afrontar más debilitadas, con menos defensas y con Estados más endeudados las próximas crisis y reestructuraciones productivas que vendrán en el futuro. Por el horizonte asoma, además de las consecuencias de la Covid19, por ejemplo, el incremento de la tecnologización de los procesos productivos que puede poner en riesgo buena parte de los puestos de trabajo más descualificados y vulnerables que suelen desempeñar las clases populares trabajadoras, esos que precisamente han sido reconocidos simbólicamente durante la pandemia.

A pesar del mantra repetido hasta la sociedad de que el virus “afectaba a todo el mundo por igual”, es evidente que las variables sociales han jugado un papel decisivo y que las clases sociales con más recursos lo han tenido más fácil que la clase trabajadora y el lumpen proletariado, además de otras variables como el lugar de residencia y la edad. Ante la pérdida del trabajo formal, la incertidumbre por el desempleo y las dificultades propias de la crisis económica, las unidades familiares se vieron forzadas a desplegar estrategias de reproducción complementarias con el objetivo de obtener rentas suficientes para la supervivencia. En este sentido, el sociólogo italiano Enzo Mingione (1993) clasificó este tipo de estrategias en tres bloques: autoabastecimiento, reciprocidad e intercambios; rentas del Estado y trabajo informal. La primera estrategia es de corto alcance porque supone la puesta en marcha de redes informales de intercambio de mercancías, recursos y saberes que implican una carga de solidaridad comunitaria con vecinos, familiares y amistades. Las rentas del Estado son todas las prestaciones sociales a las que se tiene derecho, bien sean subsidios por desempleo o de otro tipo, como las prestaciones no contributivas y los provenientes de Servicios Sociales. Por trabajo informal entendemos todo el trabajo remunerado sin regularizar, sin contratación ni cotización a la seguridad social. Estas estrategias son complementarias y el objetivo de las familias cuando las despliegan es tratar de reproducirse socialmente, esto es, conseguir recursos mínimos para su supervivencia. La cuarta estrategia que añado a las descritas por Mingione es la movilidad, tanto territorial como sectorial (Ramírez, 2019). Las medidas políticas adoptadas con el objetivo de limitar el alcance sanitario de la crisis por Covid19 ha impedido el desarrollo de estas estrategias, dificultando aún más la supervivencia de aquellas familias e individuos que han perdido su trabajo formal o que subsistían en las zonas grises de la economía cotidiana.

El poder ejecutivo del Estado interviene en la realidad social mediante la promulgación y desarrollo de leyes. Estas leyes pueden cubrir todos los sectores sociales pero durante la crisis, las políticas de protección social están siendo dirigidas mayoritariamente a aquellas personas insertadas legalmente en los mercados de trabajo. La figura contractual ERTE es el paradigma. Los expedientes de regulación de empleo han sido una herramienta que ha servido para evitar las cotizaciones sociales a las empresas a cambio de la prohibición de despedir a sus plantillas durante el estado de alarma. Otras medidas potentes han sido la flexibilización de las condiciones para facilitar el acceso a prestaciones de desempleo a aquellas personas que no cumplían con los días mínimos cotizados.

La población que no puede acogerse a estas medidas de protección, todas aquellas que pueblan los márgenes y que hemos defendido en este artículo que han sido las más castigadas, podrán optar a rentas de provisión social y el recién aprobado Ingreso Mínimo Vital15 que ha puesto en el centro de la discusión política la pertinencia de las rentas universales. Este ingreso es una prestación social necesaria y valiente, pero insuficiente que obligará a la gente a seguir “buscándose la vida” pero en un clima social más complicado. Previsiblemente aumentará la segmentación del mercado de trabajo y la polarización social. Una parte de la población es superflua para los intereses del sistema socioeconómico, no son útiles como productores ni como consumidores. El hecho de que se considerara que el virus atacaba mayoritariamente a personas improductivas, como los mayores, y eso sirviera de cierta excusa para una parte de la población, nos indica que aún se prioriza la economía por encima de la vida. Otro ejemplo, sería la defensa de los partidos políticos conservadores y ultraderechistas de España y toda Europa que se han posicionado contra las medidas de protección de los estados, el confinamiento y la paralización de las actividades productivas.

Este virus deja un cuerpo social más debilitado, con menos recursos y fuerzas para hacer frente a las próximas crisis que vendrán y cambios en la organización del trabajo que vienen pergeñándose hace años, principalmente la tecnificación de puestos de trabajo y la creciente inversión en capital muerto en términos marxianos, que vendrá a eliminar puestos de trabajos manuales y descualificados. Precisamente aquellos que la crisis sanitaria puso en el centro como básicos para la reproducción de la vida. Las otras amenazas que están en horizonte, entre otras muchas, son el racismo, los nacionalismos, las políticas de austeridad y la crisis de valor en los procesos productivos.

Para conjurar estos negros nubarrones y hacer justicia social, el reconocimiento simbólico a sanitarios y trabajadores/as esenciales, debería transmutarse en un reconocimiento concreto en derechos laborales, así como reconocer su centralidad en la división social del trabajo que hace que la maquinaria social funcione.

Defender y reconocer los trabajos de cuidados, la producción de alimentos, la distribución de mercancías, la comercialización y a las personas que los realizan, especialmente el de las mujeres, sería el primer paso para fomentar un nuevo espíritu para la sociedad postvírica. El “espíritu del 2014” debería ser un grito común que posicionara en el centro de la cuestión social a la clase trabajadora, al igual que ocurrió tras la II Guerra Mundial en países como Francia e Inglaterra (Todd, 2018). En este sentido la sociología tiene un importante papel que desempeñar. Ha hecho falta una crisis sanitaria para hacer visible algo evidente que ya defendió Karl Marx (2014) y que las ciencias sociales críticas feministas vienen denunciando hace años: que sin cuidar la vida no hay posibilidad de una sociedad del trabajo digna.

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Varoufakis, Yanis (2012b).La periferia de Europa: ¿una versión posmoderna de la Gran Bretaña en la década de 1930? Revista Trumanhttp://trumanfactor.com/2012/la-periferia-de-europa-una-version-posmoderna-de-la-gran-bretana-en-la-decada-de-1930-8580.html

7. Documentos

Boletín Oficial del Estado (24 de octubre de 2015) Real Decreto Legislativo 2/2015. Texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores. Disponible en::https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2015-11430 [última visita 16-062020]

Boletín Oficial del Estado (18 de marzo de 2020). Real Decreto-ley 8/2020, de 17 de marzo, de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del COVID-19.

Boletín Oficial del Estado (22 de abril de 2020). Real Decreto-ley 15/2020, de 21 de abril, de medidas complementarias para apoyar la economía y el empleo De Diego, Sergio. (11 de abril de 2020) El primer ministro de Portugal pregunta a Holanda si ‘quiere quedarse fuera de la UE’” Diario El español. Disponible en::https://www.elespanol.com/mundo/20200411/primer-ministro-portugal-pregunta-

holanda-quedarse-ue/481701977 0.html

El Rastreador (21 de marzo de 2017) El presidente holandés del Eurogrupo dice que los países del sur gastan el dinero “en alcohol y mujeres”. Eldiario.es. Recuperado de: https://www.eldiario.es/rastreador/presidente-holandes-Eurogrupo-alcohol-

mujeres 6 624747533.html Gobierno de España https://administracion.gob.es/

Guía de facilitación de    acceso a las medidas. Ingreso    Mínimo Vital

https://www.mscbs.gob.es/ssi/covid19/ingresoMinVital/home.htm La Moncloa (29 de mayo de 2020) El gobierno aprueba el Ingreso Mínimo Vital. Disponible en: https://www.lamoncloa.gob.es/conseiodeministros/resumenes/Paginas/2020/290520-

cministros.aspx

Martín del Barrio, J. (27 de marzo de 2020) Portugal arremete contra la “repugnante” respuesta de los Países Bajos a la crisis sanitaria”. Diario El país.    Disponible en:

https://elpais.com/economia/2020-03-27/repugnante-la-critica-portuguesa-contra-el-

gobierno-holandes-por-su-respuesta-a-la-crisis-del-coronavirus.html Ministerio de Sanidad https://www.mscbs.gob.es/

Pérez, C. (22 de marzo de 2017)Dijssselbloem: “No puedo gastarme el dinero en alcohol y mujeres y después pedir ayuda”. Diario El País. Recuperado de: https://elpais.com/economia/2017/03/21/actualidad/1490111978 253779.html

Sociología en cuarentena https://sociologiaencuarentena.tumblr.com/

Trabajo y Sociedad, Núm. 35, 2020 182

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   Este artículo ha sido posible gracias al personal investigador del CEIL-CONICET, especialmente Juan Montes Cato y Lucas Spinosa. También quisiera agradecer al grupo EnClaveSociológica de la Universidad de Murcia el integrarme como miembro en su laboratorio de ideas y discusión sociológica.

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   Doctor en Sociología, Universidad de Murcia, España. Correo: ajrm1@um.es

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Introducción

Las condiciones materiales y la lucha por su control no son el único motor del cambio social. La cultura, la moral, la historia local, la ideología hegemónica, el consenso (o disenso) social y la cosmovisión de los agentes sociales son importantes e influyen de forma concreta en territorios específicos. De esta cuestión dio cuenta Gramsci cuando afirmó que “el movimiento de la historia depende esencialmente de la conciencia que los actores sociales tienen y de su capacidad de acción y de lucha” (Bagnasco 2014:21).

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Existe, por tanto, un hilo negro, una línea histórica, que enlaza los últimos cien años y

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Las tipologías “sur global” y “norte” son utilizadas en este artículo como tipos ideales, en sentido weberiano, son herramientas conceptuales para categorizar dos modelos de desarrollo y productivos diferenciados entre sí.

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   El dictador Francisco Franco murió el 20 de noviembre de 1975 en su cama, hasta diciembre de 1978 el país no desarrolló una Constitución democrática, por este motivo popularmente se reconoce que la dictadura fascista duró 40 años en España.

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   Castellanización del término “embeddedness” que utilizó Karl Polanyi (1989) para explicar la interacción recíproca entre lo laboral y lo social.

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Los países del este de Europa han ido incorporándose a la U.E a partir del colapso de la Unión Soviética en 1991. Las diferencias de renta con las que partían con respecto al resto de Europa son muy elevadas, pero en este artículo nos interesa destacar las diferencias entre los países “históricos” de la Unión como son los del norte y el sur.

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Entiendo por “clases populares trabajadoras” de la misma forma en que las describe Alfonso Ortí, como “mujeres y hombres en situación de empleo eventual y, por tanto, en perspectiva de un probable desempleo a corto plazo” (Colectivo IOE y Ortí, 2007:33).

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“Una herida moral es producida cuando se experimentan hechos categorizados como injustos moralmente que generan una conmoción psíquica o psicológica en quien la sufre “en tanto que el sujeto afectado es decepcionado” (Honneth, 2009:319), sufriendo un desengaño en sus expectativas. Dicho de otro modo, si no existe reconocimiento recíproco pueden aparecer heridas morales provocadas por el desprecio” (Ramírez, 2019:413)

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   Los gobiernos de tres de los países más identificados con el neoliberalismo capitalista, Reino Unido, Holanda y Estados Unidos, priorizaron la economía y apostaron por relativizar sus consecuencias negativas con el indecoroso objetivo de reducir las consecuencias económicas. Reino Unido cambió de parecer a las pocas semanas tras la advertencia de los expertos y el contagio de su primer ministro Boris Johnson. (De Miguel, 22 de marzo 2020)

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   Para profundizar en los detalles de las fases de desescalada ir a la web del gobierno de España

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   El plan de medidas para apoyar la economía y el empleo están recogidas en el Real Decreto-ley 15/2020 del 21 de abril (BOE, 22 de Abril 2020)

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El gobierno actuó con celeridad y a los cuatro días de decretar el Estado de alarma desarrolló un cuerpo legislativo de medidas urgentes con el objetivo prioritario de “proteger y dar soporte al tejido productivo y social para minimizar el impacto y logar que, una vez finalizada la alarma sanitaria, se produzca lo antes posible un rebote en la actividad” (Boletín Oficial del Estado, 18/03/2020). El gobierno pretende de este modo proteger a los trabajadores y las trabajadoras promocionando los Expediente de Regulación Temporal de Empleo mediante dos vías: exenciones fiscales y la prohibición de despedir durante el estado de alarma, que se inició el 14 de marzo, hasta el 30 de junio de 2020. Esta figura regulatoria está prevista en el artículo 116 de la Constitución Española. Las causas justificantes para aplicar un ERTE están recogidas en los artículos 47 y 51 del Estatuto de los Trabajadores (Boletín Oficial del Estado, 24/10/2015). Uno de los motivos es por “causa de fuerza mayor” como es el caso de la pandemia por coronavirus. Durante el periodo de extinción temporal de la relación laboral, la masa trabajadora tiene derecho a recibir prestaciones de desempleo, porque no se trata de un despido. Una vez que finalice la causa mayor, las empresas deberán readmitir a sus trabajadores y trabajadoras con las mismas condiciones que antes de la pandemia. En el momento de redactar este artículo el gobierno está negociando con sindicatos y patronal ampliar el plazo de cobertura de los ERTES y la prohibición de despedidos hasta el 30 de septiembre. Los agentes sociales alegan que sectores de temporada como la hostelería turística son más sensibles a la crisis que otros.

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El Ingreso Mínimo Vital se aprobó por primera vez en el Estado español el pasado 29 de mayo (BOE, 1 de junio 2020) por el que se establece un rango de prestaciones que van de 462€ hasta un máximo de 1015 al mes, según el número de personas beneficiarlas, hijos y dependientes a cargo. Para más información véase la web específica que ha desarrollado el Ministerio de derechos sociales y agenda 2030 (Guía de facilitación de acceso a las medidas)

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