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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.22 no.37 Santiago del Estero jun. 2021  Epub 01-Jul-2021

 

INDAGACIONES ANALÍTICAS Y ENCUADRES TEÓRICOS

Forma empresa, post‐fordismo y operaciones extractivas en el capitalismo poscolonial. Una exploración situada a partir del caso Benetton

Enterprise form, post‐fordism and extractive operations in postcolonial capitalism. An study based on the Benetton case.

Forma empresarial, pós‐fordismo e operações extractivas no capitalismo póscolonial. Um estudo baseado no caso Benetton.

Emiliano Sacchi1 

1 Universidad Nacional del Comahue - Centro de Estudios y Análisis Político (UNCO - CEAP) / Concejo Nacional de Investigaciones en Científicas y Técnicas (CONICET). Correo: emiliano.sacchi@curza.uncoma.edu.ar

RESUMEN

A fines del siglo pasado, Benetton pudo ser comprendida como un paradigma de las transformaciones post-fordistas de la acumulación capitalista. En los últimos años, Benetton ha sido señalada regionalmente como uno de los nombres (junto a Chevron, Monsanto, Barrick Gold, etc.) del llamado neo-extractivismo. A primera vista pareciera que se trata de una disyuntiva entre dos lecturas del capitalismo y sus lógicas contemporáneas. Por un lado, la que hacen los teóricos del post-fordismo y, por el otro, las que se formulan en términos de extractivismo y desposesión. Si la primera pone el énfasis en las formas cada vez más sutiles, más indirectas, más inmateriales, más “gubernamentales” de la Forma Empresa, la segunda lo hace en las formas más directamente desposesivas, violentas, “prehistóricas” y “soberanas” del capitalismo. Pero más allá de la heterogeneidad entre una y otra lectura, Benetton es el nombre de una empresa característica de las mutaciones post-fordistas y también es el nombre del latifundio heredero de la “acumulación originaria” de fines del siglo XIX. Por ello, nuestra propuesta es tratar de comprender la conjunción más allá de la aparente contradicción, entre el momento inmaterial de las formas de explotación fundadas en la valorización de lenguajes, afectos, subjetividades y el momento violento de la acumulación originaria. Para un diagnóstico de nuestro tiempo, de lo que se trata es de poder comprender el sentido de estos abigarramientos o variegaciones que dan cuenta de la novedad y de lo originario en la escala global del capital.

Palabras clave: forma empresa; post-fordismo; acumulación originaria; desposesión; extracción

ABSTRACT

At the end of the last century, Benetton could be understood as a paradigm of the post-Fordist transformations of capitalist accumulation. In recent years, Benetton has been singled out as one of the names (along with Chevron, Monsanto, Barrik Gold, etc.) of the so-called neoextractivism. At first glance, it seems that it is a question of a disjunctive between two readings of capitalism and its contemporary logics. On the one hand that of post-Fordism theorists and in the other, those that are formulated in terms of extractivism and dispossession. If the first put the emphasis on the increasingly subtle, more indirect, more immaterial, more “governmental” forms of the Enterprise Form, the second put the emphasis on the most directly dispossessive, violent, "prehistorical" and "sovereign" character of capitalism. But beyond the heterogeneity between them, Benetton is the name of a company characteristic of post-Fordist mutations and it is also the name of the latifundium inheriting the "original accumulation" of the late nineteenth century. For this reason, our proposal is to try to understand the conjunction beyond the apparent contradiction, between the immaterial moment of forms of exploitation based on the valorization of languages, affects, subjectivities and the violent moment of original accumulation. For a diagnosis of our time, we must be able to understand the meaning of these variegations that account for the novelty and the original in the global scale of capital.

Keywords: enterprise form; post-fordism; primitive accumulation; dispossession extraction

RESUMO

No final do século passado, a Benetton poderia ser entendida como um paradigma das transformações pós-fordistas da acumulação capitalista. Nos últimos anos, Benetton foi apontada regionalmente como um dos nomes (junto com Chevron, Monsanto, Barrik Gold, etc.) do chamado neoextrativismo. À primeira vista, parece que se trata de um dilema entre duas leituras do capitalismo e suas lógicas contemporâneas. Por um lado, o que fazem os teóricos do pós-fordismo e, por outro, aqueles que se formulam em termos de extrativismo e espoliação. Se o primeiro coloca ênfase nas formas cada vez mais sutis, mais indiretas, mais imateriais, mais "governamentais" da Forma Empresa, o segundo o faz nas formas mais diretamente despossessivas, violentas, "préhistóricas" e "soberanas" do capitalismo. Mas, para além da heterogeneidade entre uma leitura e outra, Benetton é o nome de uma empresa característica das mutações pós-fordistas e é também o nome do latifúndio que herdou a "acumulação original" do final do século XIX. Por isso, nossa proposta é tentar compreender a conjunção para além da aparente contradição, entre o momento imaterial das formas de exploração a partir da valorização das linguagens, afetos, subjetividades e o momento violento da acumulação originária. Para um diagnóstico do nosso tempo, trata-se de poder compreender o significado dessas variegações que dão conta da novidade e do original na escala global do capital.

Palavras chave: forma empresa; pós-fordismo; acumulação original; espoliação; extração

Sumario

1. De la Forma-Fábrica a la Forma-Empresa. 2. Benetton: Una empresa muy particular. 2.1 Producción: explotación de la cooperación social. 2.2 Distribución: externalización y franquicia. 2.3. Consumo: publicidad y producción de subjetividad. 2.4. Empresario Político y la Forma Empresa. 3. Benetton en Patagonia: United Colors of Enclosure. 4. Benetton y algunas hipótesis sobre el capitalismo contemporáneo. 4.1. De la lectura progresista del capital a la contemporaneidad de lo originario. 4.2. Los límites del extractivismo y la variegación de las operaciones de extracción. 4.3. Benetton, ese ensamblaje paradójico del capitalismo poscolonial. 5. Bibliografía

1. De la Forma-Fábrica a la Forma-Empresa

Como es conocido, en su Posdata sobre las sociedades de control, Deleuze (1991) recupera el esquema de la historia de los autómatas de Norbert Wiener1 y propone hacerla coincidir con la genealogía de las “tecnologías políticas” foucaultiana. Según este esquema a las viejas sociedades de soberanía corresponderían las máquinas simples: palancas, poleas, relojes o, siendo más foucaultiano y mirando las tecnologías de poder en su modo de tocar el cuerpo, horcas, guillotinas, pinzas, las máquinas del suplicio. Luego, a las sociedades disciplinarias corresponderían las máquinas energéticas: los motores que queman algún combustible, pero también el cuerpo humano mismo modelado por y para esas máquinas y que necesita n calorías para garantizar su reproducción y producir n mercancías en un tiempo dado. Finalmente, las sociedades de control, esas cuyos primeros rasgos socio-técnicos Deleuze intenta delinear y que deberían ser comprendidas a partir de las máquinas informáticas: computadoras, redes telemáticas, sistemas de posicionamiento global, de identificación, cyborgs y, siguiendo a Wiener, sistemas cibernéticos de defensa antiaéreo.

Este esquema ha dado lugar a una serie de lecturas “evolucionistas” o por lo menos “cronológicas” que proponen soberanía, disciplina y control como una simple sucesión temporal (y que han hecho de la “información” la clave para la comprensión de nuestro presente). Más allá de que es posible encontrar pasajes de Foucault que habiliten esta lectura, nos parece que la utilidad y la potencia del análisis de estas “tecnologías de poder” radica más bien en lo que permiten pensar en su entrelazamiento y yuxtaposición: en los ensamblajes que componen en nuestro presente. Algo que, además, como ha señalado oportunamente Ann Laura Stoler, es evidente si se pone a prueba la “historia de los poderes” de Foucault más allá del contexto occidental euro-atlántico que constituyó su exclusivo marco de referencia (Mezzadra y Neilson, 2016: 297). Dicho de otra forma (luego volveremos sobre ello): si bien las tecnologías de poder de nuestro presente tienen una historicidad propia, la misma no es plana ni homogénea y está a su vez marcada por las discontinuidades de una geografía global. Más aún, algo que se suele pasar por alto es que, en la misma Posdata, Deleuze señala explícitamente que se trata menos de una “evolución tecnológica” que de una “mutación del capitalismo”2:

“Una mutación ya bien conocida, que puede resumirse así: el capitalismo del siglo XIX es de concentración, para la producción, y de propiedad. Erige pues la fábrica en lugar de encierro, siendo el capitalista el dueño de los medios de producción, pero también eventualmente propietario de otros lugares concebidos por analogía (la casa familiar del obrero, la escuela). En cuanto al mercado, es conquistado ya por especialización, ya por colonización, ya por baja de los costos de producción. Pero, en la situación actual, el capitalismo ya no se basa en la producción, que relega frecuentemente a la periferia del tercer mundo, incluso bajo las formas complejas del textil, la metalurgia o el petróleo. Es un capitalismo de superproducción. (…) Lo que quiere vender son servicios, y lo que quiere comprar son acciones. Ya no es un capitalismo para la producción, sino para el producto, es decir para la venta y para el mercado. Así, es esencialmente dispersivo, y la fábrica ha cedido su lugar a la empresa. La familia, la escuela, el ejército, la fábrica ya no son lugares analógicos distintos que convergen hacia un propietario, Estado o potencia privada, sino las figuras cifradas, deformables y transformables, de una misma empresa que sólo tiene administradores. (…) El servicio de venta se ha convertido en el centro o el “alma” de la empresa. Se nos enseña que las empresas tienen un alma, lo cual es sin duda la noticia más terrorífica del mundo. El marketing es ahora el instrumento del control social, y forma la raza impúdica de nuestros amos” (Deleuze, 1991:118-119)

En este largo y denso párrafo se sintetizan una serie de trasformaciones complejas no siempre coherentes entre sí que dan cuenta de algunos de los rasgos del capitalismo contemporáneo. Señala Deleuze allí: 1) la deslocalización de la producción hacia el tercer mundo. 2) El aumento de la tercerización en la producción. 3) El proceso de financiarización del capitalismo. 4) La importancia que cobran las tareas de diseño, es decir las tareas cognitivas, lingüísticas, semióticas, comunicacionales en la producción y valorización capitalista. 5) El rol ético-político del marketing en ese contexto. 6) El carácter difuso de la producción o la indistinción post-fordista entre tiempo de trabajo y tiempo de vida (Virno, 2003) y entre producción y reproducción. 7) Finalmente y sobrevolando todas estas transformaciones, la emergencia de la Forma Empresa como tecnología económica, ética y política que releva al encierro disciplinario de la Forma Panóptico.

Estas transformaciones han sido objeto de encendidas discusiones por lo menos desde los años ´80 hasta la actualidad. Adjetivos como desorganizado, flexible, tardío, cognitivo, postfordista o neoliberal han intentado caracterizar al capitalismo producto de estas mutaciones que según un consenso bastante general pueden situarse a partir de los años ‘70. Si tuviésemos que resumir los elementos señaladas por Deleuze en una línea, diríamos que se trata del pasaje del régimen fordista fabril-disciplinario (la Forma Panóptico) a uno post-fordista y postdisciplinario basado en el trabajo inmaterial organizado bajo la Forma Empresa. Dicho de esta forma, se hacen visibles dos dimensiones que están solapadas en la Posdata, una foucaultiana y otra que podemos llamar post-operaista3.

Por un lado, el diagnóstico deleuziano se formula a partir y en contraste con el análisis foucaultiano de la sociedad disciplinaria pero también, y es algo que no suele ser reconocido, es coincidente con los cursos que había dado Foucault, unos años antes, sobre la gubernamentalidad neoliberal y donde una de las características centrales de la misma es, precisamente, la re-información de la sociedad y del individuo bajo la Forma Empresa y su racionalidad “financiera” (Foucault, 2007; Brown, 2016).

Por otro lado, y sobre todo en la caracterización de las mutaciones en la producción capitalista, el diagnóstico dialoga con la lectura que desde los años ´70 venía haciendo la tradición del operaismo italiano. Ya una década antes, en Mil mesetas, estas transformaciones son comprendidas a partir de las tesis centrales de Mario Tronti y luego reelaboradas por Toni Negri, Paolo Virno, Franco Berardi, etc. (Deleuze y Guattari, 1988: 472-482) sobre el capitalismo post-fordista y el pasaje del obrero-masa al obrero-social y lo que empezaba a conceptualizarse como “trabajo inmaterial” y más recientemente como “producción biopolítica” (Negri y Lazzarato, 1991; Hardt y Negri, 2002; Virno, 2003).

Recapitulando: si las sociedades de control pueden entenderse como una transformación tecnológica, no es al nivel de las máquinas concretas, sino al nivel de las máquinas sociales o de las tecnologías de producción y poder en las que las primeras tienen lugar. En el mismo sentido, Foucault decía que el Panóptico, si bien ha sido poco celebrado, ha sido tanto o más importante que la máquina a vapor para el desarrollo del capitalismo: se tenía en él la fórmula abstracta de una tecnología muy real, la de los individuos y las poblaciones, sin la cual no habría sido posible el despegue de la acumulación capitalista de occidente (Foucault, 2008:227)4. Si para Foucault la prisión es la forma más extrema y desnuda del panóptico y por ello mismo permitía entender su parecido con la escuela, el hospital, la fábrica, etc., para Deleuze es la Forma Fábrica la paradigmática de las sociedades fordistas y disciplinarias. De allí, que la Posdata postule la hipótesis del pasaje de la Forma Fábrica a la Forma Empresa como rasgo de nuestro tiempo o dicho de otra forma la hipótesis de la Empresa como la verdadera “Máquina” neoliberal.

2. Benetton: Una empresa muy particular

Ahora bien ¿de qué habla la Posdata cuando habla de “empresa”? ¿Qué se podía entender en 1990 como “Forma Empresa”? Aunque parezca una obviedad, vale recordar que para ese momento no existía Google, ni Amazon, no había smartphones, las pantallas no eran portátiles, no bombardeaban publicidad 24/7 y no interactuábamos cotidianamente con algoritmos, pero se estaban dando transformaciones profundas en la producción, en la circulación y en el consumo. Esas transformaciones son las que la Posdata avizora en el horizonte. En esos mismos años, une entreprisepas comme les autres, Benetton, se hacía conocida por sus innovaciones organizativas y su ruidosa estrategia publicitaria. Cientos de artículos, libros y panfletos se escribieron sobre el exitoso caso de la pequeña empresa familiar del norte de Italia que se transformó primero en una marca global de la moda y luego en un grupo corporativo transnacional y diversificado. Durante esos mismos años fue estudiada por Negri, Lazzarato y Moulier Boutang como un paradigma de las transformaciones post-fordistas (Negri, 1990; Lazzarato, 2007, Moulier Boutang et. al. 1993). Benetton, en efecto, parecía una empresa en muchos sentidos inexplicable en el marco tradicional del capitalismo: no tenía trabajadores que dependieran directamente de la empresa, no poseía las fábricas en las que se elaboraban sus productos y carecía de redes de distribución propias. Por ello mismo se presentaba como un laboratorio de una nueva relación entre la producción, la distribución y el consumo.

2.1 Producción: explotación de la cooperación social

En primer lugar, como sugiere Lazzarato siguiendo uno de los tópicos clásicos de la interpretación operaista del post-fordismo, “para Benetton la extracción de plusvalía ya no es el resultado de la explotación directa del trabajo”, es decir, la empresa no organiza ya la producción directamente bajo el régimen fabril disciplinario, no organiza científicamente los espacios, tiempos y métodos del trabajo de fábrica (Taylor). Al contrario, “la explotación está organizada en unidades productivas pequeñas o medias” que tienen lugar fuera de la empresa o se trata de “auto-explotación auto-organizada por parte de los «individuos-empresa»

(Lazzarato, 2007:64). Efectivamente, la preocupación de Benetton no es organizar la producción sino “federarla”, organizar el mercado, la competencia, estructurar redes, vincular eslabones de la producción que existen independientemente de la empresa.

No se trata, claro está, de que las fábricas hayan desaparecido, pero, según este análisis, dejan de ser el centro de la producción y su localización se vuelve difusa: las fábricas fueron desplazadas geográficamente del centro a la periferia del mundo, fueron “externalizadas” vía la subcontratación y la tercerización y muchas de las funciones de la fábrica se difuminaron directamente en la cooperación social, fueron “socializadas”. En ese sentido los post-operaistas italianos van a hablar del empresario político (Negri, 1990; Lazzarato, 2007). Una figura que pone en juego categorías que ya no son las de la disciplina de fábrica sino categorías de legitimación social, consenso / disenso, represión / exclusión y que no se distinguen formalmente de categorías políticas similares (Negri, 1990).

La empresa se presenta como una forma de articulación política de una cooperación social del trabajo que existe antes y fuera de ella misma y en el conjunto de actores del entramado social (desde los pequeños productores a los bancos, pasando por las colectividades locales, los consumidores, distribuidores, estados nacionales, ong´s, etc.).

En ese sentido, podríamos ver en Benetton los rasgos característicos de lo que luego Hardt y Negri llamarán “producción biopolítica”, es decir, esa modalidad contemporánea de la producción capitalista donde “lo común” es producido y reproducido constantemente por una multitud de trabajadores tanto materiales como inmateriales, cognitivos y afectivos que producen riqueza sin que el capital organice directamente las formas de dicha cooperación, tal como suponía la noción marxista de subsunción real del trabajo al capital propia de la industria moderna. Pero, además, Benetton, como cualquier corporación capitalista, es una corporación accionaria que obtiene valor en términos financieros, independientemente de los procesos productivos efectivos de la empresa. En ese sentido obedece también al carácter esencialmente rentístico del capital post-fordista que, a la vez que permite un despliegue sin precedentes de una cooperación social auto-organizada, opera vampirizándola desde cierta exterioridad tratando de “capturar y expropiar la riqueza común producida autónomamente” (Hardt y Negri, 2011:155).

2.2 Distribución: externalización y franquicia

“Ni siquiera las redes de distribución pertenecen a Benetton. Las pocas unidades de distribución que controla directamente tienen sólo una función experimental. La red de distribución está organizada según el método de franquicia” (Lazzarato, 2007:66).

De nuevo aquí Benetton no tiene trabajadores directos ni organiza directamente el ciclo de la distribución. En lugar de vínculos directos o disciplinarios, hay una gestión socio-política, semiótica y ética mediante la “marca”, el estilo, el alma -diría Deleuze- de la empresa. Ciertamente, en torno a la marca está lo más importante que la casa matriz ofrece a los comerciantes mediante la franquicia. No se trata de una mera mercancía, sino sobre todo del “aura” que la acompaña y le da una identidad. Por su parte, el comerciante ya no será el propietario anónimo de una tienda de ropa: “él venderá sólo mercancía Benetton, seguirá reglas precisas de estilo, de liquidaciones, de marketing y de comportamiento, y hará lo posible por honrar la “marca” (Lazzarato, 2007:66). De nuevo se trata de un individuo-empresario autónomo que invierte en una franquicia, una “marca”, que con su enorme potencial comunicativo fruto de inversiones millonarias y de un complejo proceso de producción semiótica y gestión política, representará la fuente de una renta. Pero al mismo tiempo se trata de un sujeto que sin perder su supuesta autonomía, se ha transformado en un dependiente (¡indirecto, claro!) de la Gran Marca, que es el verdadero medio de producción de la renta. Benetton de nuevo, externaliza los riesgos y las pérdidas.

Sabido es que uno de los pilares de la productividad de la empresa capitalista ha sido desde sus inicios la “sustracción del saber de los obreros”. Es decir, la atención puesta por parte del capital en aprovechar para sí mismo las formas de innovación en la organización del proceso productivo generadas por los trabajadores para agilizarlo y obtener un tiempo de descanso adicional (Virno, 2003). Cada mínima conquista al tiempo del trabajo ha estado siempre observada para ser reintroducida en el tiempo de la explotación. Con la “autonomización” tanto de la producción como de la distribución, ya no se trata solo de una atención sobre esas innovaciones, sino que las mismas son algo que se exige como una aptitud del trabajador postfordista. Como sostiene Virno, este saber de fábrica, la creatividad, la capacidad de identificar y resolver problemas, ya “no se utiliza a escondidas, sino que se exige explícitamente, deviene uno de los deberes laborales” (Virno, 2003:63). En efecto, para el trabajador autónomo, de la búsqueda permanente de soluciones que mejoren la organización laboral también depende su renta. Y esto último puede entenderse según la tesis de la univocidad de la producción de Deleuze y Guattari, según la cual no hay producción económica sin producción de subjetividad. Innovar, formarse permanentemente, mejorarse, desarrollar sus “competencias”, sus “potencialidades”, etc. es todo un trabajo de producción subjetiva y ética que el trabajador autónomo debe realizar sobre sí mismo como una exigencia para permanecer dentro del ciclo de valorización capitalista.

2.3. Consumo: publicidad y producción de subjetividad

Finalmente, a diferencia de la empresa fordista, según Lazzarato, lo único que Benetton no externaliza porque la considera un “factor productivo” central (el “alma”) es la publicidad. Pero justamente, y siguiendo nuestro argumento, en la empresa post-fordista la productividad de la publicidad encuentra su razón de ser económica no tanto en la venta cuanto en la “producción de subjetividad”. Lazzarato describe el desarrollo de la publicidad de Benetton identificando tres etapas que, por su parte, resumen la historia de la publicidad en general:

El anuncio pertenece a la época en que la publicidad servía sobre todo para vender el producto. Aquí, era el objeto mercancía en cuanto tal lo que había de triunfar, en el spot o en el diario. Se pasó después a esa otra publicidad que debía construir en el tiempo la imagen de la marca de un producto o de una empresa. Ahora, con la nueva publicidad producida por Benetton (el enfermo de SIDA, el recién nacido, la nave cargada de refugiados albaneses, etc.), la mercancía desaparece de la publicidad y la marca, aunque permanece, se ha confinado a un ángulo del soporte publicitario. La imagen, por contra, es una imagen directamente política, cultural, ética. (Lazzarato, 2007:66-67)

En ese sentido, hay que dar fe al mismo Oliviero Toscani, el famoso fotógrafo y publicista de las campañas de Benetton, cuando afirma en su libro provocativamente titulado Adiós a la publicidad (1996):

"Yo no hago publicidad. No vendo jerseys. No busco convencer al público con burdos argumentos para que compre. No soy un cínico, busco nuevos medios de expresión. Como todo artista discuto con el público. No exploto las desgracias del mundo para que hable de Benetton (...) Utilizo la fuerza de impacto de un medio de comunicación, de un arte infrautilizado y despreciado: la publicidad” (Toscani, 1996:97)

Antes, en otro pasaje afirma: “La Televisión [y la publicidad] se han transformado en una verdadera fuerza política” (1996:82). Efectivamente, de esa fuerza nos habla Lazzarato cuando considera que lo que busca la publicidad es constituir el mercado, dirigiéndose no a las necesidades de los consumidores, sino a sus deseos, apuntando no sólo a sus pasiones, sino que “interpela directamente a la razón «política»” (2007:67)5. Ciertamente, Benetton y Toscani interpelan al consumidor y, más allá de ellos, a las subjetividades post-fordistas en el terreno de las convicciones, los valores, las opiniones: “La publicidad ocupa cada vez más el “espacio público”, lo anima, lo provoca, lo agita. Es la empresa la que, directamente, produce el “sentido”. La distinción entre ciudadano y consumidor pertenece a otra época” (2007:67)

No obstante, esta producción ético-política es inseparable de la producción económica. Los consumidores son integrados a la empresa como momento creativo de la producción y por ello se solicitan sus deseos, sus valores, sus preferencias, sus estilos de vida, sus posiciones ideológicas y políticas: sus respuestas y su implicación constituyen el trabajo que realizan gratuitamente para Benetton. Algo que hoy parece más evidente a partir del despliegue de las llamadas “redes sociales” y la publicidad segmentada en Internet, pero que era algo disruptivo a fines del siglo pasado o, cuando mucho, parte del sueño del llamado “prosumidor”. Por lo pronto, para Benetton el consumidor ya no es más la masa pasiva y monótona que consume una mercancía estandarizada, sino el individuo activo que es incitado permanentemente a implicarse con la totalidad de su persona. En ese sentido, según Toscani, “United Color of Benetton dirige un mensaje al mundo a través de la publicidad. UCB no pretende dar respuestas, pero sí plantear preguntas". O, como sugiere el crítico Michel Danthe respecto a la campaña “HIV positivo”:

“Nada de unidimensionalidad: una vez liberado del impacto de la imagen, la publicidad se calla, el significado queda abierto a la interpretación. Al espectador le corresponde tomar posiciones, reflexionar, forjarse una opinión, entrar activamente en el proceso de la comunicación. El mensaje es la polémica"(citado en Toscani, 1996:89)

Benetton se encuentra así en la bisagra del gran pasaje del modo de producción tayloristafordista basado en el consumo de masas de mercaderías estandarizadas donde era posible la socarronería del Ford al decir que "el consumidor podía escoger entre un modelo T5 negro y otro modelo T5 negro", a uno donde la mercancía estandarizada no es ya la principal fuente de ganancia, sino su singularización y diferenciación. Por lo que la mercancía postindustrial supone un proceso que envuelve al productor tanto como al consumidor y que se basa en la producción y consumo de información para el análisis de las tendencias del mercado/sociedad y para su modulación.

Por ello, palidecen las críticas humanistas que acusan a Toscani de usar la política y el sufrimiento humano para vender jeans frente a sus rimbombantes respuestas. De alguna forma Toscani, como Benetton, reconocen en el marketing algo mucho más serio de lo que sus críticos presuponen. Volviendo a la Posdata, desde que el capitalismo ya no es un capitalismo para la producción, sino para el producto, es decir para la venta y para el mercado, el marketing es su esencia. Y éste no es una mera técnica de venta, sino un dispositivo de constitución del mercado, de fabricación de relaciones sociales y de producción de subjetividad. Por eso, dice Deleuze que “forma la raza impúdica de nuestros amos” (1991:119).

2.4. Empresario Político y la Forma Empresa

En el marco de todas estas transformaciones emerge para Negri y Lazzarato la figura del Empresario Político de la cual Benetton es paradigmática. En efecto:

“prácticamente todas las funciones políticas (tanto la construcción de las condiciones sociales de la producción y del consenso cuanto las formas de mediación entre la producción y lo social, la producción de subjetividad y la organización del espacio público) son asuntos de la Empresa” (2007:68).

En este escenario no hay, por lo tanto, autonomía de lo político. La lógica de la Empresa produce subjetividad y constituye al campo social. O para decirlo en términos más operaistas, el ciclo de producción de la Empresa ha englobado todo el ciclo de producción y reproducción social al cual explota. La vida social toda (el bíos) aparece subsumida al capital. Es decir, la mera existencia social, las relaciones comunicativas, productivas son puestas a trabajar por y para el Empresario Político. Entonces, producción económica y producción social, producción de plusvalía y de subjetividad, trabajo y trabajo sobre sí, economía y ética, tienden a coincidir. De esa forma, la figura del Empresario Político no supone la “toma del poder” por parte de la Empresa o las “corporaciones”; evidencia, más bien, el proceso de empresarialización de la economía, de la política, de lo social y de las subjetividades. Todas esas dimensiones están atravesadas por la lógica de la Empresa como productora del mercado, como organizadora de la producción social y como productora de subjetividad, tanto del “autónomo” empresario de sí mismo, del comerciante propietario de una franquicia aurática, del consumidor responsable convocado a participar activamente de la producción, pero también del ciudadano mismo y sus valores humanistas: Benetton evidencia el rol de la empresa como productora de ethos y por ello como máquina gubernamental, como máquina conductora de conductas6.

De allí que sea pensable como Forma, como lo fue el Panóptico para la sociedad disciplinaria, como un diagrama que pude extenderse por múltiples espacios y parasitar otras instituciones y dispositivos (la salud, la educación, la universidad, la penalidad, la familia, etc.) en tanto forma de racionalidad de gobierno. Este era según Foucault el principal objetivo del neoliberalismo norteamericano: la introducción de la Forma Empresa y su racionalidad en todo el tejido social, el posicionamiento de la Empresa como forma abstracta de toda sociedad y subjetividad, una sociedad empresa constituida por individuos empresas, de modo tal que lleguemos a concebir nuestras acciones y relaciones como conductas empresariales, orientadas según su racionalidad y a nosotros mismos como empresas.

3. Benetton en Patagonia: United Colors of Enclosure7

Benetton, esa empresa tan poco habitual, pudo ser comprendida entonces como un ejemplo a la vez límite, pero paradigmático, de las transformaciones estructurales de la producción capitalista acaecidas en el último tercio del siglo XX. Ciertamente, en el recorrido que realizamos, podemos encontrar en ella todos los rasgos de esta mutación señalada por Deleuze en su Posdata y por ello mismo fue señalada por algunos teóricos post-operaistas como paradigma de la Empresa post-fordista, del trabajo inmaterial y la producción biopolítica.

No obstante, Benetton es para quienes vivimos en Patagonia, un nombre mucho más cercano y que aparentemente nada tiene que ver con las formas más desterritorializadas e innovadoras de la producción, sino más bien con las formas pre-históricas de la acumulación capitalista o, según una interpretación corriente pero a nuestro ver errada, con formas directamente pre-capitalistas. Efectivamente en 1991, mientras los post-operaistas italianos analizaban las innovaciones en la producción que introducía Benetton en el mundo de la moda, la familia Benetton adquiría la Compañía de Tierras del Sud Argentino S.A., heredera de la Argentine Southern Land Company (A.S.L.Co.), el botín ingles de la llamada “conquista del desierto”, ese proceso etnocida y genocida que dio forma al capítulo argentino de la acumulación originaria y a la formación del Estado nacional de fines del siglo XIX. Desde entonces, Benetton no sólo adquirió esas tierras sino también la voracidad y la violencia de la compañía inglesa en el arte del alambrado8.

La llamada acumulación originaria es el tema del famoso Capitulo 24 de El Capital . Allí Marx describe la prehistoria del capital, las condiciones formales e históricas del nacimiento del capitalismo y el rol decisivo que tuvo la violencia como potencia económica: es decir, la guerra de conquista, la apropiación de tierras “vírgenes” en América, el “desierto” en nuestro caso (Risso, 2016), la esclavitud, el exterminio en las plantaciones y en las minas de los pueblos originarios y los esclavos arrancados de África. Medulares en la descripción de Marx son los cercamientos (enclosures), es decir, el proceso de expropiación violenta y expulsión de sus tierras de campesinos que serían convertidos en vagabundos y forzados mediante leyes terroristas, a fuerza de palos, de marcas a fuego y de tormentos, a adaptarse a la disciplina que exigía el sistema del trabajo asalariado. Marx ve allí el mecanismo básico de la acumulación originaria, es decir, la separación entre el trabajador y sus medios de producción, “proceso que, de una parte, convierte en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras que, de otra parte, convierte a los productores directos en obreros asalariados”, (Marx, 1973:655) obligados a elegir “libremente” entre el salario y la muerte. Esa es para Marx la “pre-historia” del Capital y muestra que éste “viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza” (Marx, 1973:697).

En lo que respecta a la Patagonia, parece que estos mecanismos de la acumulación originaria han estado presentes de forma continua al menos desde la llamada “conquista del desierto” hasta nuestros días. De hecho, pueden identificarse distintas oleadas de colonización de la Patagonia y de sus pobladores originarios, expulsados por la fuerza de sus territorios y obligados a someterse como mano de obra barata (servil, endeudada, etc.). Lo que los conquistadores españoles no pudieron lograr, lo lograron el Estado Nacional en alianza con el capital imperial inglés a fines del siglo XIX mediante la conquista militar y la cesión de la tierra9 y finalmente las multinacionales como Benetton durante la etapa neoliberal.

En ese contexto Benetton se ha dedicado desde entonces al acaparamiento de tierras (land grabbing) en la Patagonia convirtiéndose en el mayor terrateniente de la Argentina, con casi un millón de hectáreas que atraviesan varias provincias y se extienden hasta Chile. Actualmente sus posesiones duplican en extensión a las de su antecesora la compañía inglesa. Allí no solo se dedica a la exportación de materias primas de origen agropecuario (abasteciendo el 10% de las necesidades de lana de la empresa a nivel mundial) sino que lo que comenzó como establecimiento ganadero, luego extendió rápidamente sus horizontes a la forestación con pinos transgénicos y posteriormente avanzó a las exploraciones de yacimientos de oro y plata, sumando en el año 2003 a la firma Minera Sud Argentina SA.

Benetton se vincula así con las dos dimensiones del ecocidio que denuncian los ambientalistas y comunidades originarias: los agrotóxicos y la megaminería. Actualmente explota monocultivos de soja en la provincia de Buenos Aires, de pinos en Patagonia y tiene cinco proyectos de mega minería metalífera (Bruetman, 2018). Como en todo el continente, extractivismo, mega minería y monocultivo van necesariamente de la mano del desplazamiento forzoso a los pobladores de sus tierras, a quienes se les prohíbe el acceso a los caminos, lagos y ríos y contra quienes se utilizan las fuerzas judiciales, policiales y parapoliciales para disciplinarlos y hacer valer el “derecho de los conquistadores”, según la expresión colonial del Juez José Colabelli de Esquel (Hacher, 2003)10.

Es interesante que, a pesar de sus incursiones violentas en la Patagonia, Benetton nunca abandonó su imagen de progresismo, sus gestos ambientalistas y humanitarios, símbolo del “capitalismo con rostro humano” y de las políticas de responsabilidad social empresaria (RSE) típicas de las corporaciones extractivistas. De hecho, una de las “iniciativas culturales” del Grupo Benetton es el Museo Leleque, donde más de 15.000 restos arqueológicos narran la historia y la cultura de la Patagonia. Sin embargo, la misma existencia de este museo privado es un claro ejemplo de la expropiación y desposesión de la memoria y la cultura común del pueblo mapuche. Reedita las prácticas coloniales de apropiación y fosilización que han acompañado desde siempre a los colonizadores: el Museo Leleque reduce al pueblo mapuche a objeto de observación que sólo habla a través de la voz del observador, es un modo de hacerlo invisible, hacerlo aparecer como una ausencia (Camuffo, 2008:119). En ese sentido, reedita la operación por la cual la Patagonia fue nombrada como “desierto”, para legitimar su conquista (Risso, 2016). Y esa función resulta clara, cuando vemos que todo el relato del museo está puesto en función de producir y documentar el discurso antropológico que constituye al pueblo mapuche como invasor chileno y por lo tanto como ilegítimo ocupante de la tierra (Pannell, 2017).

De esta forma, Benetton aparece localmente ya no como la innovadora empresa postfordista sino como uno de los nombres (junto a los de Chevron, Monsanto, Barrick Gold, etc.) de lo que la teoría crítica latinoamericana ha descrito en la última década como neoextractivismo, es decir, como una de las corporaciones que se dedican a la realización de “megaproyectos tendientes al control, la extracción y la exportación de bienes naturales” (Svampa, 2013:31) como continuación contemporánea de la acumulación originaria y su violencia intrínseca.

4. Benetton y algunas hipótesis sobre el capitalismo contemporáneo

¿Qué es Benetton entonces? ¿La empresa innovadora post-fordista o la heredera de la acumulación originaria? ¿Alcanza la caracterización del post-fordismo para dar cuenta de las mutaciones contemporáneas del capitalismo? ¿Cuáles son sus límites? ¿Permite dar cuenta de las mutaciones del capitalismo en el Sur Global, en las periferias o en el mundo no euroatlántico, donde la violencia de la acumulación originaria parece ser ella misma la “tendencia”? Si no es así, ¿acaso las teorías de la acumulación originaria caracterizan mejor las mutaciones actuales del capitalismo? ¿Se trata de una distribución geográfica desigual y combinada? ¿Benetton-postfordismo y Benetton-desposesión, son dos tendencias o son dos momentos de un mismo proceso heterogéneamente constituido?

Estas y muchas otras preguntas surgen del contraste entre las dos caras de Benetton, de un lado la tendencia desterritorializada del capital post-fordista y del otro la continuidad del latifundio. Si bien no tenemos respuestas para todas, algunas quizás se empiecen a esclarecer si replanteamos el problema. A primera vista pareciera que se trata de una disyuntiva entre dos lecturas del capitalismo y sus lógicas contemporáneas, por un lado la que hacen los teóricos del post-fordismo y las que se formulan en términos de extractivismo y la desposesión. Si aquellos ponen el énfasis en las formas cada vez más sutiles, más indirectas, más inmateriales, más “gubernamentales” de la Forma-Empresa de las cuales Benetton parecía en su momento el paradigma, lo que vemos aparecer con las operaciones de esa misma empresa en la Patagonia son las formas más descaradas, más directamente desposesivas, violentas y represivas, “prehistóricas”, “soberanas” del capitalismo. Pero más allá de la heterogeneidad entre una y otra lectura, Benetton es el nombre, y el logo, de una empresa característica de las mutaciones postfordistas y también es el nombre, y el propietario, del latifundio heredero de la acumulación originaria de fines del siglo XIX.

Por ello, nuestra propuesta es tratar de comprender la conjunción más allá de la aparente contradicción, entre el momento inmaterial de las formas de explotación fundadas en la valorización de lenguajes, afectos, subjetividades y el momento violento de la acumulación originaria. Para un diagnóstico certero de nuestro tiempo, de lo que se trata es de poder comprender el sentido de estos abigarramientos que dan cuenta de la novedad y de lo originario en la escala global del capital.

Para poder comprender la articulación entre esos dos momentos nos parece que es necesario superar dos obstáculos. 1) Por un lado lo que podemos llamar el obstáculo de la lectura progresista del capital, es decir, ese principio que lleva a pensar la relación entre aquellos dos momentos como una relación entre lo desarrollado y lo subdesarrollado, entre lo contemporáneo y lo pre-histórico, entre la tendencia y el residuo. A esa lectura quisiéramos oponer dos hipótesis: a) la de la heterogeneidad histórico-estructural del capitalismo y b) la de la contemporaneidad de lo prehistórico. 2) El segundo obstáculo, subsidiario del primero, es una forma restringida de interpretar la acumulación originaria y su carácter contemporáneo que lleva a su identificación con el llamado “neo-extractivismo” y a su determinación como momento heterogéneo a la explotación. Frente a ello opondremos la hipótesis de las operaciones extractivas del capital.

4.1. De la lectura progresista del capital a la contemporaneidad de lo originario

La lectura progresista o evolucionista del capital no es otra cosa que la lectura de la tradición mayoritaria dentro del marxismo. Y en parte es también la del propio Marx. Claro que hay pasajes, cartas, notas de Marx que ponen en tensión esta lectura, pero no fueron importantes para una tradición que ha pensado la acumulación originaria como un momento histórico concreto de la “transición” al capitalismo. Un momento que, por lo tanto, debían pasar todas las sociedades en su transición al mismo. En esta lectura, la apropiación por medio de la violencia, la esclavitud, la rapiña, la conquista, las guerras, las nemotécnicas de la crueldad (Lazzarato, 2013; Sacchi, 2017) para hacer del hombre un trabajador libre (calculable, diría Nietzsche), serían solo el “pecado original”, la pre-condición del capital y en ese sentido su pre-historia (por lo que en este sentido bien valdría “primitiva” como traducción del alemán ursprüngliche de Marx). La historia de la acumulación propiamente capitalista empezaría una vez terminado este proceso de disociación de los trabajadores de sus medios de producción. A partir de entonces, la acumulación ya no se realizaría por los “medios extraeconómicos de la violencia” sino por la compraventa de la mercancía trabajo bajo el reinado de la paz, la propiedad y la igualdad, y sólo el análisis del origen de la plusvalía podría descubrir, bajo esa formalidad, la explotación y el dominio de clases (Luxemburgo, 1968; Harvey, 2004).

4.1.1. Luxemburgo y el desarrollo dual

Por lo tanto, donde la acumulación no depende de los medios económicos y pacíficos del trabajo libre asalariado, donde hay coerción extraeconómica, donde hay esclavitud, donde hay servidumbre, donde la violencia es un medio de acumulación, lo que hay es atraso, subdesarrollo, residuos de formas de explotación pre-capitalistas. A principios del siglo XX con la guerra mundial en ciernes y el avance imperialista sobre el mundo no-europeo, este corolario claramente resultaba problemático. A ello intentó responder Rosa Luxemburgo con la idea del desarrollo dual de la acumulación capitalista:

“De un lado, tiene lugar en los sitios de producción de la plusvalía -en la fábrica, en la mina, en el fundo agrícola y en el mercado de mercancías. Considerada así, la acumulación es un proceso puramente económico, cuya fase más importante se realiza entre los capitalistas y los trabajadores asalariados” (1968:224)

Esta fase de la acumulación se da en los países del Norte, mientras que en la escena mundial “la acumulación del capital se realiza entre el capital y las formas de producción no capitalistas” (1968:224). Si allí reinan la paz, la propiedad y la igualdad, “aquí reinan como métodos, la política colonial, el sistema de empréstitos internacionales, la política de intereses privados, la guerra. Aparecen aquí, sin disimulo, la violencia, el engaño, la opresión, la rapiña (1968:224). Como recuerda D. Harvey, estos dos aspectos de la acumulación, según Luxemburgo, se hallan ligados orgánicamente y sólo de la confluencia de ambos nace el curso histórico del capital.

De tal modo la periferia global queda integrada al centro como una necesidad indispensable para la reproducción del capitalismo mundial y el “subdesarrollo” es el producto de una acumulación primitiva permanente al servicio de las economías desarrolladas. Por lo tanto, no se trata de un fenómeno histórico propio de la génesis del capital, sino que es contemporáneo a su reproducción. Sin embargo, este desarrollo dual, supone todavía un adentro y un afuera geográficos del capital. Es decir, ambas fases de la acumulación “son estructuralmente inseparables, pero geográficamente diferenciadas: la primera tiene lugar al interior de los países con economías capitalistas maduras, y la segunda entre aquellos y las colonias aún no plenamente capitalistas” (Composto y Navarro, 2014:39)

Esa tesis podía ser sostenida a principios de siglo, pero la mundialización contemporánea del capitalismo ha hecho desaparecer de forma progresiva esos “afueras” geográficos a conquistar que eran para Luxemburgo la condición de posibilidad y desarrollo del capitalismo. Dicho de otra forma, con la colonización capitalista de todo el globo, los métodos de la acumulación originaria deberían desaparecer. No obstante, dichos métodos continúan manteniendo plena vigencia y, más aún, no sólo en el marco de la relación centro-periferia, sino al interior de las propias economías centrales, como decían Deleuze y Guattari, en los Sures y terceros mundos interiores que no paran de crecer en el centro (1988: 471-472).

Volviendo a la Patagonia, en el mismo momento que Luxemburgo escribía sus tesis, el capital inglés de la Argentine Southern Land Co. mediante el crédito y la violencia se apropiaba de las tierras de la Patagonia y del trabajo servil de sus habitantes. Una vez terminada la llamada conquista del desierto e integradas esas tierras como productoras de materia prima para el mercado mundial capitalista, deberían haber reinado la paz de los contratos, la propiedad privada, en primer lugar, la de la fuerza de trabajo, y la igualdad en el mercado, como teóricamente reinan en los países centrales. Nada más lejano a la violenta historia de la Patagonia y sus prácticas racistas y genocidas siempre relanzadas. En efecto, el problema sigue persistiendo porque más allá de que las dos fases estén orgánicamente articuladas, sigue habiendo dos tiempos, dos velocidades distintitas, una normal y otra anómala.

4.1.2. Un solo mundo heterogéneo

Para salir de este atolladero, es necesario partir del presupuesto que el capitalismo es desde su nacimiento mercado mundial, nace siendo ya global y por lo tanto debe ser analizado como sistema-mundo. La acumulación originaria no se desarrolla primero en el Norte y luego en los países del Sur, sino en uno y en otro al mismo tiempo. Como sostiene Aníbal Quijano, es necesario dejar de lado la concepción unilineal, unidireccional y universalmente válida de la historia en la que se suceden secuencialmente formas de trabajo, de explotación y “modos de producción” para poder dar cuenta de la realidad mucho más compleja de la heterogeneidad histórico-estructural del capitalismo.

“Desde el punto de vista eurocéntrico, reciprocidad, esclavitud, servidumbre y producción mercantil independiente son todas percibidas como una secuencia histórica previa a la mercantilización de la fuerza de trabajo. Son pre capital. Y son consideradas no sólo como diferentes sino como radicalmente incompatibles con el capital. El hecho es, sin embargo, que en América ellas no emergieron en una secuencia histórica unilineal; ninguna de ellas fue una mera extensión de antiguas formas precapitalistas, ni fueron tampoco incompatibles con el capital. (…) Todas esas formas de trabajo y de control del trabajo en América no sólo actuaban simultáneamente, sino que estuvieron articuladas alrededor del eje del capital y del mercado mundial. Consecuentemente, fueron parte de un nuevo patrón de organización y de control del trabajo en todas sus formas históricamente conocidas, juntas y alrededor del capital. Juntas configuraron un nuevo sistema: el capitalismo” (2014:799).

Es decir, en la constitución histórica de América las formas de acumulación, explotación y organización de la apropiación y producción estuvieron articuladas alrededor del capital a escala global. Las formas de explotación que se dieron tras la conquista, eran todas “histórica y sociológicamente nuevas” (2014:788). Esclavitud, reciprocidad, servidumbre o despojo no sólo coincidieron espacio-temporalmente con la reproducción ampliada, como meros residuos de otro tiempo, sino que fueron deliberadamente establecidas para producir para el mercado mundial y en articulación con éste.

Por lo tanto, en nuestra región nunca hubo una “transición” como desarrollo unilineal, como pasaje de formas supuestamente “pre-capitalistas” de explotación “violentas” a las supuestas formas “pacificas” de regulación del trabajo libre asalariado en la acumulación ampliada. Ello no se debe al supuesto carácter “subdesarrollado” del capitalismo periférico, ni se trata de espacios exteriores al capitalismo, sino de su heterogeneidad histórico-estructural11. Por ello, la idea actualmente en boga del carácter continuo de la acumulación originaria encuentra su más cruda confirmación en la historia de la Patagonia: aquí la acumulación originaria nunca termina porque no es transición. Por el contrario, es un rasgo permanente, continuo y constitutivo del capitalismo.

Pero esta historia otra del capitalismo ha permitido también iluminar ciertas concepciones establecidas desde y sobre Europa. Como ha señalado en su historia de la “transición” europea al capitalismo Silvia Federici, “la inclinación de la clase capitalista durante los primeros tres siglos de su existencia, estuvo dirigida a imponer la esclavitud y otras formas de trabajo forzado en tanto relación de trabajo dominante” (2010:107). Por ello:

“no podemos (…) identificar acumulación capitalista con liberación del trabajador, mujer u hombre, como muchos marxistas (entre otros) han hecho, o ver la llegada del capitalismo como un momento de progreso histórico. Por el contrario, el capitalismo ha creado las formas de esclavitud más brutales e insidiosas, en la medida en que inserta en el cuerpo del proletariado divisiones profundas que sirven para intensificar y ocultar la explotación. Es en gran medida debido a estas divisiones impuestas -especialmente la división entre hombres y mujeres- que la acumulación capitalista continúa devastando la vida en cada rincón del planeta (2010:105).

Si para Federici esas divisiones son sobre todo divisiones sexuales, para Quijano son sobre todo raciales. En efecto, la división racial y sexual del mundo, la colonialidad y el patriarcado, han sido indispensables para asegurar la continuidad de la acumulación originaria y su violencia intrínseca hasta nuestros días.

Pero más allá de la discusión histórica, esta lectura puede producir una nueva mirada sobre la actualidad del centro global y sobre las tesis post-fordistas que presentamos al inicio de este escrito. Como sostiene Sandro Mezzadra:

“la crisis del fordismo ha producido también (…) en el interior de lo que fueron los territorios 'metropolitanos', la heterogeneidad radical de relaciones de trabajo que fue durante mucho tiempo característica del mundo colonial, abriendo así un espacio en el que tiene sentido hablar de 'capitalismo poscolonial'. Es concretamente - aunque no exclusivamente- en la gestión, la vigilancia y el control del trabajo migrante donde se hacen más visibles los indicios de cómo se repite la 'acumulación primitiva'”. (2012:12)

En efecto, siguiendo a Mezzadra, el capitalismo global no se explica solo por las tendencias desterritorializadas del trabajo inmaterial o por la continuidad de la acumulación originaria, sino que se define más bien y en palabras que parecen retomar literalmente y actualizar el diagnostico histórico de Quijano, “por los elementos de heterogeneidad, por la existencia simultánea y estructuralmente relacionada de la 'nueva economía' y las maquilas, de la corporativización del capital y la acumulación en sus formas 'primitivas', de los procesos de financiarización y el trabajo forzado” (2012:13).

4.2. Los límites del extractivismo y la variegación de las operaciones de extracción

En el mismo momento que Deleuze escribía su Posdata, que los post-operaistas elegían a Benetton como paradigma del Empresario Político y que Benetton hacía pie en la Patagonia, en 1990 el colectivo Midnight Notes (formado por Silvia Federici, Gorge Caffentzis y Peter Linebaugh) publicaba un número de su revista homónima dedicado a los Nuevos Cercamientos (New Enclosures), dando lugar así a la reapertura de la discusión sobre la acumulación originaria en nuestro presente. En la introducción de su número-manifiesto afirmaban que frente al diagnóstico de la época que acentuaba la apertura histórica, globalismo y el colapso de barreras políticas y económicas era necesario plantear la cuestión de la acumulación originaria “porque un secreto corrosivo se esconde en los relucientes ídolos de la globalización, el fin de los bloques y la conciencia ecológica Gaiana: la última década ha visto el mayor cercamiento de los Bienes Comunes mundiales de la historia” (Midnight Notes Collective, 2012:2).

A partir de entonces, la cuestión se vería desplazada del marco de las discusiones sobre la “transición al capitalismo”, para empezar a ser pensada hacia el interior del capitalismo y como momento constitutivo del mismo:

Cercamientos, violencia extraeconómica, apertura del mercado mundial: estos procesos destacados por Marx como característicos de la acumulación originaria se representan de forma distinta en el momento en que el problema ya no es la “colonización” de espacios geográficos y sociales no capitalistas, sino la violenta reorganización de espacios y sociedades ya sumidos a la lógica de la valorización capitalista (Mezzadra y Gago, 2015:48).

En ese sentido Harvey introducirá unos años más tarde el concepto “acumulación por desposesión” (2004). Éste no da cuenta de la “transición” al capitalismo, sino de los métodos singulares de una “acumulación originaria” que se desarrolla en contextos socioeconómicos que ya han sido atravesados por las relaciones capitalistas y que coinciden históricamente con los procesos neoliberales de privatización, mercantilización y financiarización de lo que era público o común en el régimen de acumulación fordista-keynesiano. Proceso que, como sabemos, se ha extendido y profundizado desde el último cuarto del siglo XX hasta nuestros días (Harvey, 2007)12.

No obstante, la cuestión de la acumulación originaria y la acumulación por desposesión será interpretada en nuestra región a partir de lo que se ha dado en llamar el giro eco-territorial de las luchas sociales y de los debates que giraron en torno a las nociones de extractivismo y neo-extractivismo. Reconocidos pensadores de la región como Eduardo Gudynas, MaristellaSvampa, Raúl Zibechi o Alberto Acosta, han contribuido a la formación de un verdadero campo de estudios y de formulaciones políticas en torno a estas nociones y, particularmente, en torno a la segunda como forma de caracterizar los procesos económicopolíticos vividos por la región en la primera década del siglo XXI. En principio, la caracterización del presente como momento neo-extractivista, señala su vinculación con un pasado ya caracterizado por la lógica de la extracción. Gudynas reconoce que el adjetivo “extractivo” fue usado desde mediados del siglo XX, de forma descriptiva y normativa por parte de los Estados desarrollistas y las organizaciones internacionales que buscaban favorecer el avance de las llamadas “industrias” extractivas en la región (2015:20). Se lo ha vinculado con la caracterización del rol primario-exportador de las economías latinoamericanas en la división internacional del trabajo y autores como Acosta (2011) o Zibechi (2014; 2016) no dudan en reconocer que se trata de una continuidad del despojo de la conquista y la colonia. Según esta lectura la:

“modalidad de acumulación extractivista estuvo determinada desde entonces por las demandas de los centros metropolitanos del capitalismo naciente. Unas regiones fueron especializadas en la extracción y producción de materias primas, es decir de bienes primarios, mientras que otras asumieron el papel de productoras de manufacturas. Las primeras exportan Naturaleza, las segundas la importan” (Acosta, 2011:7).

Pero más allá de cómo se trace su historia, existe en la crítica latinoamericana un consenso en torno a definir el extractivismo a partir de aquellas actividades de explotación de recursos naturales principalmente no renovables (y sin procesar o mínimamente procesados) para su exportación. Gudynas establece una periodización que va de la plantación azucarera de la colonia a la extracción de hidrocarburos por medio del método de fractura hidráulica (fracking) de este siglo, pasando por la explotación petrolera convencional, el monocultivo de soja, la industria forestal y la mega-minería. Si en un principio se asoció la noción a la extracción de minerales, actualmente se ha ampliado su uso a los recursos agrarios, forestales e inclusive pesqueros (2015:22-30).

Esta ampliación, sin embargo, mantuvo el debate en torno a los nuevos cercamientos sobre los bienes comunes a escala planetaria en el marco más estrecho de los bienes naturales. En primer lugar, eso limita la posibilidad de pensar otras dimensiones de las lógicas extractivistas y su articulación con otras lógicas globales contemporáneas del capital. En tal sentido, el neo-extractivismo, más allá de nuevas tecnologías de extracción y una participación del Estado (sea por medio de empresas estatales o como distribuidor de una parte de la renta extractiva), sería una mera continuidad de los elementos clave del extractivismo de raigambre colonial.

Como ya hemos señalado, las actividades de Benetton en la Patagonia, pueden ser claramente comprendidas en este marco: son herederas del extractivismo imperial británico al que profundizaron tanto extensivamente (sumando nuevos territorios y recursos) como intensivamente (a partir del uso de nuevas tecnologías de control y explotación de los recursos). Pero reducir las operaciones de Benetton en la Patagonia a la mera continuidad de la empresa extractiva colonial, implicaría desconocer las transformaciones en las formas de producción, circulación y consumo de las cuales Benetton es a su vez un claro paradigma. Comprender la continuidad de la acumulación originaria en el presente implica interrogar esa articulación entre lo pretérito y lo novedoso, entre las continuidades y las transformaciones, entre las heterogéneas formas de control del trabajo y de apropiación del valor, que van de la minería a la explotación de la cooperación social pasando por el trabajo clandestino migrante, que se encuentran desplegadas en múltiples y proteiformes espacios globales, pero que al mismo tiempo están articuladas bajo el control de Benetton en tanto empresa característica del capitalismo poscolonial.

En ese sentido, parece valiosa la propuesta de Mezzadra, Gago y Neilson de ampliar el concepto de extracción más allá de los límites que suponen las perspectivas sobre el extractivismo (Gago y Mezzadra, 2015; Mezzadra y Neilson, 2016, 2019). En primer lugar, desde este punto de vista no puede pensarse el neo-extractivismo independientemente del capital financiero que emerge como momento de mando y de unificación de las operaciones del capital. En el mismo sentido, si bien acumulación por desposesión y neo-extractivismo suelen confundirse en el debate latinoamericano, no debe olvidarse que el planteo de Harvey no refiere sólo a la mercantilización de bienes naturales y al consecuente despojo de las poblaciones campesinas y originarias, sino a una serie de estrategias de acumulación diversas (que van desde la privatización de los derechos y los servicios anteriormente públicos, pasando por las megadevaluaciones hasta la creación de los derechos de propiedad intelectual) y que tiene su punta de lanza en el capital financiero y en el sistema internacional de crédito.

No obstante, Harvey mantiene una clara distinción entre la acumulación por desposesión y la acumulación que se desarrolla como reproducción ampliada a través de la explotación del trabajo vivo (Harvey, 2004:112). Por lo que, si su concepto de desposesión es productivo para pensar la actualidad de la acumulación originaria, “su concepto de explotación queda relegado a una definición tradicional, se convierte en el otro de la desposesión y queda vinculado a la realidad del trabajo asalariado, definida por una esfera de la producción pensada bajo el paradigma industrial” (Gago y Mezzadra, 2015:49). Por lo cual, resulta necesario pensar, más allá de Harvey, la desposesión (en tanto continuación de la acumulación originaria) no simplemente como lo otro de la explotación capitalista del trabajo sino como parte de las “operaciones de extracción” del capitalismo contemporáneo.

Siguiendo a Gago y Mezzadra, para comprender la pluralidad y heterogeneidad de estas operaciones, así como sus articulaciones y lógicas globales, es necesario, en primer lugar, desmarcar la extracción de su vinculación directa con los “recursos naturales”. En efecto, en el lenguaje contemporáneo, las “commodities” están desde el momento de su concepción y en su extracción y circulación, atravesadas por lo cognitivo, lo inmaterial y lo financiero. Si bien el grupo Benetton es dueño de la vieja Compañía de Tierras del Sur, la explotación ganadera, forestal o sojera que realiza en sus tierras depende de desarrollos científicos, de la cooperación social, de algoritmos y de cotizaciones de bolsa. Es decir, de otros “territorios” en los que Benetton a su vez opera también de forma extractiva o por medio de cercamientos, sea como empresa monopólica de las telecomunicaciones y de la infraestructura vial, como propietaria de bancos y aseguradoras o como industria del diseño y la creatividad. Ello implica que la extracción no solo se reduce a materias inertes, sino que

“se vincula también a la extracción de fuerza de trabajo, en un sentido tal que permite ampliar y complementar la noción misma de explotación. Si la extracción es un rasgo constitutivo de las operaciones actuales del capital, hace falta plantear el tema de cómo el capital mismo se relaciona con lo que en términos tradicionales se puede llamar trabajo, y que (…) toma cada vez más la forma de una cooperación social compleja y altamente heterogénea” (Gago y Mezzadra, 2015:43)

El concepto ampliado de extracción asume así la hipótesis clásica del post-operaismo que ya hemos comentado previamente y que supone “cierta exterioridad del capital” frente al trabajo vivo y a la cooperación social. Es decir, si la noción tradicional de explotación suponía que el capital organizaba la producción, en la extracción el capital no organiza la cooperación social que explota. Se trata del mismo análisis que ya realizaban en relación a Benetton. Pero como señalamos, esa exterioridad debe ser problematizada. No debe hacernos suponer que frente a ella la cooperación y el trabajo resultante sean libres13. En el caso de Benetton, como ya dijimos, la producción, la circulación y el consumo son procesos “exteriores” pero están gobernados por el Empresario Político14.

Este concepto ampliado pretende superar a su vez la dicotomía campo-ciudad que de alguna forma está supuesta en la vinculación entre extractivismo y recursos naturales y entre explotación y trabajo asalariado industrial. Las operaciones de extracción no se reducen a lo rural, sino que desarrollan a lo largo de las cadenas de valor. Por lo que habría que agregar, a su vez, que tampoco debe asociarse exclusivamente la extracción al paisaje de los países periféricos o del sur global en oposición a los países centrales. Ello no implica negar las diferencias y desigualdades geopolíticas, incluso la división internacional del trabajo y menos aún las jerarquías de raza, sexo y clase. Todas esas heterogeneidades son explotadas diferencialmente por las operaciones extractivas. Justamente allí radica la riqueza de la noción de operaciones del capital, ya que permite dar cuenta de la heterogeneidad y la variegación15 del capital, pero a la vez mantener la atención en sus ensamblajes, articulaciones y tendencias totalizantes a escala global (Mezzadra y Neilson, 2019:36-37). Las operaciones son plurales, obedecen a actores y dinámicas locales, a arreglos espacio temporales concretos, pero la lógica extractiva, en su sentido amplio, las atraviesa a todas, de modo tal, que sin ser homogéneas sonisomórficas (Deleuze y Guattari, 1988). El concepto ampliado de extracción es transversal, tal como lo muestra Benetton y sus cadenas globales de valor, a lo largo de las cuales tienen lugar diferentes operaciones extractivas (de materias primas, de trabajo forzado, de datos, del general intellect, financieras, etc.).

4.3. Benetton, el ensamblaje paradójico del capitalismo pos-colonial

Por ello, para comprender estas dinámicas fronterizas e imbricadas entre lo originario y lo contemporáneo, entre la desposesión y la explotación, para entender la multiplicación y precarización del trabajo propia de nuestro tiempo en el que coexisten el “cognitariado” y la esclavitud, en el que se da una verdadera variegación del mundo marcada por diversas desigualdades, para interrogar este tiempo desquiciado en el cual los métodos violentos de la acumulación originaria se ensamblan con los del Empresario político, es válido seguir a Benetton desde cerca, no para buscar en esta empresa el paradigma del post-fordismo“o” del extractivismo, sino para comprender cómo en sus operaciones singulares, pero articuladas, se ensamblan lo uno “y” lo otro.

Como ya hemos sostenido, que Benetton sea una empresa que no controla directamente su cadena productiva no implica que delegue la producción en individuos-empresas autónomos sino en toda una cadena global de extracción. En los años noventa Benetton parecía iluminar el pasaje del trabajo asalariado-fabril a la “incitación empresarial” por medio de la “competencia” entre pequeñas unidades productivas de su medio, funcionando para esos pequeños empresarios del norte italiano como la realización de la promesa neoliberal “todos propietarios, todos empresarios”. Luego, ese pasaje evidenció no solo que la empresa dejó de organizar la producción, sino que externalizó los riesgos de la misma y centralizó el control: el trabajo horizontal-autónomo se despliega en la sociedad en pequeñas unidades, pero la empresa centraliza y verticaliza el control de la productividad mediante la evaluación permanente y minuciosa de calidad, productividad y tiempos de los subcontratistas, y poniéndolos, a su vez, en una situación de competencia acelerada (Negri, 1990).

Por ello, esta autonomización-externalización de la producción no debe ocultarnos el proceso que obligó a las empresas subcontratistas a llevar la explotación a condiciones cada vez más duras para evitar el estrangulamiento al que las sometía la competencia y el control vertical de calidad, rotación, stock, tiempos y costos. En primer lugar, este esquema de gestión implicó rebajas salariales, formas de trabajo cada vez más precarias, trabajo en negro, segundos y terceros niveles de subcontratación (Camuflo, 2008:40-115). Luego la deslocalización de la producción fuera de Europa central y hacia países y áreas con costos más bajos, con nula protección social, con regímenes laborales abusivos, muchas veces organizados de forma violenta y coercitiva. En ese nuevo marco, florecen el trabajo domiciliario, el trabajo inmigrante clandestino, el trabajo infantil, el trabajo forzado y la esclavitud. Trabajadores precarios, clandestinxs e inmigrantes, niñxs, comunidades indígenas que trabajan la tierra de forma milenaria, trabajadorxs reducidos a la servidumbre por deudas o por subsistencia, etc. son puestos a trabajar a escala global para Benetton.

Y para esta situación contemporánea es válido lo mismo que decía Quijano para el nacimiento del capitalismo: la “pre-historia” es coextensiva a la “historia” del capitalismo. Todas esas formas de extracción y explotación “pretéritas” están articuladas de forma directa con la novedosa empresa post-fordista. Todo ese sistema deslocalizado globalmente, difuminado socialmente, está en función de una Empresa que no organiza el proceso productivo, que solo lo controla (mediante la informatización de la producción y la distribución y redes de comunicación cada vez más rápidas), que no asume riesgos, que se desresponsabiliza de las situaciones de abuso y violencia, que no invierte en maquinaria, pero se aegura la extracción de plusvalía a escala mundial. Toda esa gran red global de explotación y despojo (donde abundan las denuncias de todo tipo de violencias y crueldades) (Camuffo, 2008) permite dar cuenta de otros rasgos y complejidades de la empresa post-fordista que quedaban en la sombra en nuestro primer acercamiento.

Estas cadenas globales del valor con las que podría hacerse, según la imagen de Virno, una Exposición Universal de las formas de explotación, en las que conviven el taller clandestino y la pasarela, la esclavitud y el diseñador chic permiten vislumbrar lo que parafraseando a Achile Mbembe podríamos llamar el “devenir negro” del trabajo post-fordista. Es decir, esa “universalización tendencial de la condición negra” que implica que

“los riesgos sistémicos a los cuales sólo los esclavos negros fueron expuestos durante el primer capitalismo constituyen de ahora en adelante, si no la norma, cuanto menos el destino que amenaza a todas las humanidades subalternas” (Mbembe, 2016:30)16

Un devenir en el que justamente las tendencias más inmateriales del post-fordismo y las más violentas de la acumulación originaria, se ensamblan no sólo en la Empresa, sino también en su revés: en el cuerpo de lxs trabajadorxs, o según otra expresión de Mbembe en el cuerpo de extracción (Mbembe, 2016:52).

Si el resultado más importante de la acumulación originaria descrita por Marx fue no sólo la expropiación de los medios de producción y la acumulación de capital, sino la producción de los heterogéneos sujetos del trabajo capitalista, es decir, del standard “trabajador libre” eurooccidental obligado a vender su fuerza de trabajo, pero también de la mujer reproductora no remunerada confinada en la cocina, del negro esclavo de la plantación, del indio que muere en los socavones, etc. y sin los cuales no hubiera existido acumulación capitalista; las operaciones de extracción del capital contemporáneo en toda su variedad producen por su parte un nuevo cuerpo de extracción y una nuevas figuras subjetivas del trabajo: esos cuerpos, esos modos de ser sujetos, ese destino negro de las humanidades subalternas, que son producidos necesaria y permanentemente en cada uno de los eslabones de las cadenas globales de extracción.

Un cuerpo que, sin duda, volviendo a las edades de las máquinas de Deleuze y Wiener, ya no puede ser pensado como el cuerpo standard (macho blanco) producido por los dispositivos disciplinarios, pero que tampoco debe confundirse con el cuerpo precarizado e inmaterializado del post-fordismo. En todo caso este es tan sólo una de las caras del cuerpo multiforme de la extracción que está atravesado por las líneas del color, la raza, el género, el sexo, la edad y la geografía. La empresa post-fordista, Benetton en toda su cadena global de explotación, opera sobre y explota precisamente esas diferencias.

Este rodeo es decisivo si queremos entender el post-fordismo como Exposición Universal de las formas de explotación (Virno, 2003). En efecto, la idea de una fragmentación y precarización del trabajo en el post-fordismo parte del supuesto standard del trabajo libre asalariado. Por lo tanto, implica el riesgo de disolver en la figura de un supuesto trabajo postfordista universal o tendencialmente universalizable, el hecho histórico concreto de que las formas del trabajo precario, gratuito, servil, esclavo, siguen siendo hoy, tanto como ayer, realizadas en su mayor parte por mujeres y cuerpos feminizados, “indixs”, “negrxs”, “migrantxs” y otros cuerpos y modos de vida racializados. Dicho de otra forma: la supuesta precarización del trabajo contemporáneo está desigual y jerárquicamente distribuida según las líneas de la clase, pero también del género, el color, la raza.17

Debemos aclarar no obstante que no se trata de oponer una “tesis empirista” a la “tesis de la tendencia” del capital, de contrastar el peso de la producción industrial o de la producción primaria en términos absolutos contra producción inmaterial: claramente todas las formas de la acumulación están hoy atravesadas por las lógicas del control, por la información, la racionalidad de empresa, la financiarización, etc. Tampoco se trata de denunciar que la empresa desterritorializada e innovadora de la publicidad multicultural “oculta” su verdad que sería la de los cercamientos, el extractivismo y la acumulación por medio de la violencia. Benetton se esfuerza bastante poco en ocultar su imperio. No es ese el punto, sino comprender que las mismas transformaciones post-fordistas están atravesadas a su vez por el carácter continuo de la acumulación originaria y sus rasgos coloniales, patriarcales, necropolíticos.

En ese sentido, es válido hablar más allá del post-fordismo de capitalismo poscolonial y de Benetton como paradigma de ese ensamblaje paradójico y monstruoso. United Color of Benetton: es decir, todos los colores, todas las razas, todos los cuerpos, todas las geografías, todos los territorios, todas las formas de subjetividad, todas las formas de trabajo, subsumidos al poder de Benetton. El Empresario político se revela entonces como una figura más compleja de lo que pensaba la primera crítica post-operaista: no es sólo el empresario que toma para sí las funciones gubernamentales, que organiza el mercado gestionando las relaciones entre eslabones autónomos y constituye el espacio de lo político produciendo subjetividad y estilos de vida. El carácter “político” de la empresa no debe entenderse sólo en el sentido del gobierno de las formas de vida, del ethos o, como gusta decir cierta tradición foucaultiana, en el sentido de una ethopolítica (Rose, 1997). Al mismo tiempo, Benetton, como paradigma de la empresa poscolonial, se hace cargo de los “viejos medios” de la soberanía: la apropiación, la exacción, la servidumbre, el control del territorio por medio de la violencia, la policía y también, la soberana función de “dar muerte”.

Una política que permite clasificar los cuerpos, jerarquizarlos, someterlos a diferenciales de explotación, exponerlos a desiguales condiciones de existencia, haciendo de la muerte de algunas vidas feminizadas y racializadas, no sólo algo aceptable, sino esperable y también rentable. Para dar cuenta de esas formas de explotación y violencia tanto como de sus efectos ético-políticos, es necesario no sólo comprender la forma Empresa a partir de las transformaciones post-fordistas de la producción y el trabajo sino, y sobre todo, de la condición poscolonial de nuestro tiempo. Es decir, esa situación paradójica y monstruosa de nuestro presente en el cual lo originario se presenta como contemporáneo, este tiempo desquiciado en el cual los métodos violentos de la acumulación originaria que incluyen no sólo a la expropiación de los medios materiales de vida y la explotación, sino a los métodos cruentos de destrucción de los territorios existenciales, las prácticas coloniales y patriarcales del capitalismo, se presentan como lo novedoso y como el futuro mismo. Comprender las dinámicas contemporáneas del Empresario político implica interrogar esos procesos cruentos y aparentemente pretéritos, analizar los ensamblajes paradójicos y monstruosos que supone la contemporaneidad de lo originario y su violencia.

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1Según su pequeña historia de los autómatas: “En el tiempo de Newton el autómata consistía en la caja con el reloj de música con las pequeñas efigies haciendo piruetas rígidas en lo alto. En el siglo XIX el autómata es la glorificada máquina de vapor quemando algún combustible en lugar del glucógeno de los músculos humanos. Finalmente, el autómata del presente abre las puertas por medio de las fotocélulas o apunta las armas al lugar en el que un rayo del radar coge a un avión o computa una ecuación diferencial” (Wiener, 1985:66)

2Olvido que es particularmente llamativo si consideramos que, en el mismo año de publicación de la Posdata, en una entrevista con Toni Negri, Deleuze decía: “No creemos en una filosofía política no centrada en torno al análisis del capitalismo y sus desarrollos. Lo que más nos interesa de Marx es el análisis del capitalismo como sistema inmanente que constantemente desplaza sus límites y constantemente vuelve a encontrarse con ellos a una escala ampliada, ya que el límite es el propio Capital” (Deleuze, 1996:145).

3Nos referimos al devenir contemporáneo de esa singular tradición del marxismo italiano que se origina como “operaísmo” (traducible por obrerismo) en los años ‘50 y ’60 alrededor de revistas como Quaderni Rossi y Classe Operaia con referentes como Mario Tronti o Toni Negri. Una de las tesis centrales de esta corriente era la del pasaje del “obrero masa” de la fábrica industrial al “obreo social” de la “fabrica difusa” como clave de análisis de las transformaciones post-fordistas. Es habitual reconocer como una inflexión determinante en esta tradición su encuentro, en los años ’70, con el post-estructuralismo francés, en particular con el pensamiento de Michel Foucault, Gilles Deleuze y Félix Guattari, a partir del cual puede hablarse de “pos-operaismo”.

4Ese es un principio que por otra parte está en el mismo Marx. En el capítulo sobre maquinaria y gran industria de El Capital, Marx sostiene que la máquina de vapor en sí misma no provocó revolución industrial alguna, pudo existir la máquina y de hecho existió, pero sin los grandes talleres, la división social del trabajo, sin el “trabajador libre”, etc. no hubo revolución industrial posible (Marx, 1973).

5De esa transformación de la televisión en una “fuerza política” y de su incomprensión por parte de la izquierda, Toscani deduce el ocaso del otrora poderoso comunismo italiano y del éxito de Berlusconi, ese candidato “sin partido, sin tradición y sin militancia” (1996:83). Es interesante señalar que, en este punto, su análisis es congruente con el de Lazzarato (2007:64). Ambos coinciden en presentar a Benetton como la figura que permite comprender el éxito de Berlusconi en la política italiana de los ´90, al señalar que no son los empresarios, como Berlusconi, los que “toman” la política o el Estado, sino que ellos emergen cuando la publicidad y el marketing se han vuelto eminentemente políticos.

6Está claro que la noción “forma empresa” tal cual es usada en Foucault con la contraparte subjetiva del “empresario de sí” (2007: 186-187 y 264-265) y la figura del “Empresario Político” en los post-operaistas no son plenamente congruentes. Particularmente parece necesario aclarar que no se deberían confundir las nociones de “Empresario Político” y “empresario de sí”. Si el primero da cuenta del modo en que el capital controla y organiza la explotación a partir de su devenir político, el segundo da cuenta de los efectos de esas transformaciones sobre las formas de subjetividad. Pero ambos procesos están conectados: en la medida que la Empresa se retira a cierta exterioridad y la fuerza de trabajo post-fordista tiende a organizar “autónomamente” el proceso productivo, ella misma tiende a empresarializarse, deviene subjetivamente “empresario de sí”. Nos parece, no obstante, que ambos procesos están superpuestos en el uso que hace Deleuze de la Forma Empresa y que es el que pretendemos poner en juego en nuestro análisis.

7Una versión preliminar de algunos argumentos discutidos en esta sección fue presentada en una ponencia compartida con Matías Saidel en las VIII Jornadas de Historia de la Patagonia "La Patagonia en el escenario nacional: miradas sobre el pasado, presente y futuro” (Viedma, 2018) bajo el título “De la acumulación originaria a las operaciones de extracción del capital. Ensayo de interpretación sobre la Patagonia contemporánea”.

8Para una reconstrucción histórica detallada y documentada de la actividad de “la Compañía” desde el fin de la ocupación militar de la Patagonia, pasando por el nacimiento de las estancias inglesas, los distintos momentos económico-políticos nacionales y hasta su actualidad, se recomienda el estudio de Ramón (Minieri, 2006).

9“Como sabemos, el golpe de gracia fue dado por Julio Argentino Roca en 1879, y para esto se contó con la llamada “Ley de Empréstito” nº 947 de 1878, a través de la cual el Estado se endeudó para financiar las campañas militares, otorgando títulos públicos al capital privado, para finalmente devolver lo adelantado por medio de la cesión de las tierras conquistadas (...) Un claro y contundente ejemplo de “acumulación originaria” (por desposesión y despojo) a partir de una perfecta sociedad entre Estado y Capital.” (Galafassi, 2008:162)

10Para un análisis de las prácticas del grupo Benetton y del conflicto por la tierra con el pueblo mapuche, se recomienda el estudio detallado de G. Hadad (2013) sobre el caso de la familia Curiñanco Nahuelquir, que tuvo gran visibilidad pública y funcionó como un significante politizador para las luchas del pueblo mapuche (Briones y Ramos, 2005)

11Basta pensar nomás en Potosí, la ciudad más grande del mundo a mediados del siglo XVI y cuya demencial y genocida industria minera era algo nunca antes visto. Como queda claro en este caso no se trata sólo de una mera simultaneidad espacio-temporal, ya que cada una de esas formas de trabajo estaban articuladas al capital y a su mercado mundial y más aún fueron centrales en la configuraron de un nuevo patrón global de control del trabajo y de extracción de plusvalía: el capitalismo mundial. Incluso si pensamos, en el nacimiento de la fábrica moderna “mucho antes que comenzara la Revolución Industrial en Inglaterra, este tipo de taller surgió a escala masiva en el Caribe, donde las plantaciones de caña de azúcar anticiparon la organización industrial del trabajo (esclavo) (…). También estaba presente en las minas ubicadas en los alrededores de la ciudad de Potosí en la Bolivia actual, donde la extracción de plata estaba basada en el sistema de trabajo forzado conocido como mita, establecido por el virrey español Francisco de Toledo en 1573” (Mezzadra y Neilson, 2016:61).

12Esta distinción le sirve a su vez para señalar que si la acumulación originaria pudo tener un carácter “progresista” en tanto daba lugar (para Marx) al trabajador libre y a la relación de explotación asalariada abriendo nuevas vías para el desarrollo histórico, la acumulación por desposesión las obtura: deja tras de sí solo destrucción. Según Harvey, “la acumulación primitiva que abre una vía a la reproducción ampliada es una cosa y la acumulación por desposesión que interrumpe y destruye una vía ya abierta es otra muy diferente” (Harvey, 2004: 129).

13Gago y Mezzadra comentan los casos de las llamadas “redes sociales” que extraen datos de la interacción que se da en ellas y que el capital no organiza directamente, pero de todos modos estructura a partir del diseño de los algoritmos o el caso del endeudamiento de los sectores populares, donde el capital no organiza directamente la cooperación social de la que extrae una renta (interés), pero en el que la deuda aparece como un mecanismo que disciplina esa cooperación.

14Lo que está en juego en esta lectura es la tesis del devenir renta de la ganancia, es decir, la mutación en las formas de explotación que operan mediante la expropiación de la producción común a través de las formas de la renta. (Hardt y Negri, 2002). Una expropiación, que no sólo tiene lugar en la explotación de las capacidades genéricas de los seres humanos (el lenguaje, el conocimiento, la imaginación, la socialidad o el general intellect) a la que se hace referencia con la locución “capitalismo cognitivo”, o en las formas del extractivismo de los bienes comunes naturales, sino sobre todo por medio de las finanzas como momento de unificación del capital (Lazzarato, 2013; 2015)

15Si bien existe una larga historia las teorizaciones sobre las diferentes etapas del desarrollo capitalista y su coexistencia, más recientemente en las discusiones en sobre los diferentes modelos de capitalismo, sus marcos institucionales y geográficos, ha comenzado a cobrar centralidad el “enfoque de variedades de capitalismo”. Frente a esta perspectiva, Brenner, Peck y Theodore, han propuesto conceptualizar estas diferencias en términos de “variegated capitalism”, desplazando el análisis desde un marco comparativo a uno que enfatiza las dinámicas relacionales que atraviesan las múltiples escalas y espacios de los procesos económicos (Brenner, Peck y Theodore, 2010). Varigación, es un término proveniente de la botánica y que describe la aparición de zonas diferentemente coloreadas en las hojas y tallos de las plantas. Variegation, sin embargo, también puede ser traducido por abigarramiento, término que ha sido usado por la teoría social latinoamericana, y particularmente por René Zavaleta, para caracterizar la articulación de heterogéneas formas sociales, políticas y económicas que componen las sociedades en esta región del mundo (García Linera et al., 2008). En uno como en otro caso, lo que se pretende expresar es la coexistencia articulada de elementos heterogéneos que componen una unidad compleja y contradictoria. En el caso de las discusiones sobre las variegaciones del capitalismo contemporáneo, se trata de comprender ese carácter abigarrado ya no a escala regional, sino en su dimensión global.

16En efecto para Mbembe, la fase actual del capitalismo se caracteriza por las tecnologías informáticas, las abstracciones financieras y las subjetividades empresariales, pero al mismo tiempo por su ensamblaje con las dinámicas de la acumulación originaria y colonial. Es por ello que “esta universalización tendencial de la condición negra es simultánea a la aparición de prácticas imperiales inéditas, que adoptan elementos tanto de las lógicas esclavistas de captura y de depredación, como de las lógicas coloniales de ocupación y de extracción (...) Por primera vez en la historia de la humanidad, la palabra negro no remite solamente a la condición que se les impuso a las personas de origen africano durante el primer capitalismo (…) Es esta nueva característica fungible, esta solubilidad, su institucionalización como nueva norma de existencia y su propagación al resto del planeta, lo que llamamos el devenir-negro del mundo” (Mbembe, 2016:30-32)

17Y esto mismo debe valer como llamado de atención para los diagnósticos contemporáneos que reposan sobre la figura subjetiva, aparentemente transversal y universal, del empresario de sí mismo. (Sacchi, 2020)

Recibido: 20 de Septiembre de 2020; Revisado: 03 de Febrero de 2021; Aprobado: 15 de Abril de 2021

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