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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.23 no.38 Santiago del Estero ene. 2022  Epub 01-Ene-2022

 

IMÁGENES Y MAGNITUDES DEL TRABAJO

De columna vertebral a adversario político. Un análisis de las relaciones entre la Confederación General del Trabajo, los gobiernos kirchneristas y el Partido Justicialista (2002‐2012)

From ally to adversary. An analysis of the relations between the General Confederation of Labor, the Kirchnerist governments and the Justicialista Party in Argentina (2002‐2012).

De “coluna vertebral” a adversário político. Uma análise das relações entre a Confederação Geral do Trabalho, os governos kirchneristas e o Partido Justicialista no Argentina (2002‐2012)

Mariel Payo Esper1  * 

1 Dra. en Cs Sociales UBA, Docente. Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de La Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (IDHICS-UNLPCONICET). Universidad Nacional Arturo Jauretche, Instituto de Ciencias Sociales y Administración (UNAJ- ICSyA).

RESUMEN

El presente artículo analiza la relación que la dirigencia sindical nucleada en la Confederación General del Trabajo de Argentina (CGT) sostuvo tanto con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, como con el Partido Justicialista (PJ) a partir de la recuperación institucional post crisis de 2001 y hasta la ruptura de la central sindical en 2012. Se distinguen tres etapas en el vínculo CGTgobiernos kirchneristas; de acercamiento (2003-2007), de participación en el gobierno (2008-2009) y de ruptura (2010-2012).Por otro lado, la relación que estos dirigentes construyeron en la etapa con el PJ en tanto organización político-partidaria fue variable, y osciló entre intentar re-sindicalizar el partido y participar en él con herramientas propias de base territorial.

Las fuentes utilizadas para el estudio son dos diarios de tirada nacional; Página 12 y La Nación, proclamas, discursos, solicitadas y entrevistas en profundidad a dirigentes sindicales. A partir del registro sistemático de los diarios se construye un hilo cronológico acontecimental que estructura el relato. Las entrevistas y los demás recursos incorporan los sentidos que estos actores (individual y/o colectivamente) construyen en torno a los hechos registrados.

Palabras clave: CGT; Partido Justicialista; Kirchnerismo; postconvetibilidad

ABSTRACT

This article analyzes the relationship between the union leadership of the General Confederation of Labor of Argentina (CGT) and the governments of Néstor Kirchner and Cristina Fernández, and the relationship that they had with the Justicialista Party (PJ) from the post-crisis institutional recovery after 2001 and until the breakup of the CGT in 2012. There are three moments in the CGT-Kirchner governments link; of rapprochement (2003-2007), of participation in the government (2008-2010) and of rupture (2010-2012). The relationship that these leaders built in the period with the PJ was variable and ranged between trying to re-unionize the party or participating in it with their own territorial-based organizations.

The sources used for the study are two national newspapers; Pagina 12 and La Nación, documents, speechs and in-depth interviews with union leaders. From the systematic registry of the newspapers, an event chronological thread is constructed that structures the story. The interviews and other resources incorporate the meanings that these actors (individually and / or collectively) construct around the recorded events.

Keywords: CGT; Justicialista Party; kirchnerism; post convertibility

RESUMO

Este artigo analisa a relação que as lideranças sindicais nucleadas na Confederação Geral do Trabalho da Argentina (CGT) mantinham tanto com os governos de Néstor Kirchner e Cristina Fernández, quanto com o Partido Justicialista (PJ) a partir da recuperação institucional pós-crise de 2001 até a dissolução da central sindical em 2012. Existem três fases na ligação entre os governos CGTKirchner; de reaproximação (2003-2007), de participação no governo (2008-2009) e de ruptura (20102012). A relação que essas lideranças construíram no período com a PJ foi variável e oscilou entre a tentativa de sindicalização do partido ou a participação nele com seus próprios instrumentos de base territorial.

As fontes utilizadas para o estudo são dois jornais nacionais; Página 12 e La Nación, proclamações, discursos e entrevistas em profundidade com dirigentes sindicais. A partir do registro sistemático dos jornais, constrói-se um fio cronológico dos eventos que estrutura a história. As entrevistas e outros recursos incorporam os significados que esses atores (individual e / ou coletivamente) constroem em torno dos eventos registrados.

Palavras clave: CGT; Partido Justicialista; kirchnerismo; pós-conversibilidade

1. Introducción

Es un lugar común de la literatura histórica y sociológica sobre sindicalismo en Argentina afirmar el carácter peronista de los sindicatos y la consecuente vinculación armónica entre éstos y los gobiernos de igual signo político. Este artículo, constituye un fragmento de un trabajo más importante1, y analiza de manera contra-intuitiva el tipo de relación que la dirigencia sindical nucleada en la Confederación General del Trabajo de Argentina (CGT) sostuvo tanto con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, como con el Partido Justicialista (PJ) a partir de la recuperación institucional post crisis de 2001 y hasta la ruptura de la central sindical en 2012.

Durante los primeros años posteriores al abandono del régimen convertible, se produjeron una serie de transformaciones que, al tiempo que permitieron la recuperación de la tasa de ganancia sobre la base de una abrupta caída del precio de la fuerza de trabajo (Marticorena 2014, Manzanelli 2012), implicaron una transformación al interior del bloque en el poder, - sin clases ni fracciones de clase que entraran o salieran2- bajo la hegemonía de sectores productivos agroindustriales e industriales (Bonnet 2016; Piva 2015; Barrera 2016).Con estos cambios en las relaciones de fuerzas como marco, se observa la emergencia de un gobierno adscripto en una matriz nacional-popular, que gozóde mayor autonomía para intervenir tanto en las disputas inter-burguesas como en la coyuntura que planteaba una mayor activación de las clases subalternas y sus organizaciones, incluida la CGT.

Este trabajo analiza, en un primer momento, el lugar específicamente político3que los gobiernos kirchneristas le dieron, en su articulación discursiva y en los espacios políticos concretos, al movimiento obrero organizado en la CGT y las diferentes valoraciones que los cegetistas esbozaron sobre el mismo. Luego, explora los lazos construidos entre los principales núcleos internos de la central; gordos4, Movimiento de Trabajadores Argentinos5(MTA) e independientes6 y el Partido Justicialista. Una pieza importante de estos vínculos son las herramientas políticas creadas por los cegetistas en el transcurso de la década, sobre todo las impulsadas por el núcleo que identificamos como moyanismo7, consolidado al promediar la década a partir del desmembramiento del MTA. Estas herramientas son abordadas de manera transversal.

Se distinguen tres etapas en el vínculo CGT-gobiernos kirchneristas; de acercamiento (2003-2007), que coincide con la llegada de un puñado de dirigentes provenientes del MTA a la conducción de la CGT unificada. De participación en el gobierno (2008-2009), que transcurre durante el segundo mandato de Hugo Moyano al frente de la central y la progresiva desaparición del MTA. Y, por último, un momento que llamamos de ruptura (2010-2012) caracterizado por el alejamiento entre los principales dirigentes moyanistas y el gobierno en el marco de una serie de conflictos y reacomodos que culminaron en una nueva ruptura de la central.

Las fuentes utilizadas para el estudio son dos diarios de tirada nacional; Página 12 y La Nación, proclamas, discursos, solicitadas y entrevistas en profundidad a un puñado de dirigentes cegetistas. A partir del registro sistemático de los diarios se construye un hilo cronológico acontecimental que estructura el relato. Las entrevistas y los demás recursos incorporan los sentidos que estos actores (individual y/o colectivamente) construyeron en torno a los hechos registrados.

Las relaciones entre la CGT y el PJ son de larga duración y están históricamente determinadas. Analizar este vínculo en el periodo post-convertibilidad, ayuda a identificar novedades y continuidades en cuanto al lugar que los sindicalistas tienen en los armados electorales, luchas internas y ejercicio cotidiano de la política en la estructura partidaria más importante del país.

El vínculo CGT-kircherismo viene siendo analizado en los últimos años, (Anigstein 2019, Natalucci 2015 y Merino 2013, entre otros). El presente artículo problematiza el papel de los distintos núcleos internos de la CGT en la restitución hegemónica; explorando sus relaciones políticas como un aspecto que se entrecruza con la conformación de una nueva dirigencia al mando de la central: el moyanismo. En este sentido, se aportan claves para entender el rol que las dirigencias sindicales cegetistas pueden jugar en un nuevo y más reciente ciclo de gobiernos ligados a este espectro del justicialismo con el triunfo de la fórmula Fernández-Fernández en las elecciones de 2019.

2. Consideraciones teóricas preliminares

Para comprender la relación entre el movimiento obrero organizado en la CGT y los gobiernos kirchneristas, partimos de reconocer que el Estado, en las sociedades capitalistas modernas, “no traduce al nivel político los intereses de las clases dominantes sino la relación de esos intereses con los de las clases dominadas; constituye la expresión política de los intereses de las clases dominantes” (Poulantzas 1991). En este sentido, es posible pensar al Estado como un “campo de batalla en el cual aparatos y políticas se disputan entre clases y fracciones de clases” (Roitbarg 2015:15). Las formas que adquieren esas batallas se relacionan directamente con las prácticas puestas en juego por las coaliciones gobernantes a la hora de construir consensos entre las distintas fracciones de las clases que componen el bloque en el poder en un período dado. El concepto bloque en el poder8, entonces, permite realizar un análisis que articula la dominación política que se establece ente las clases, grupos y fracciones entendiéndola en su sentido amplio: como Estado. Pero las relaciones sociales no pueden adquirir la forma estado sino a través de la mediación de instancias como partidos, sindicatos y organizaciones sociales” (Bonnet 2015:251).

Desde el punto de vista conceptual, sostenemos que tanto la CGT como el PJ (y las coaliciones partidarias de las cuales éste participa en la etapa estudiada) son mediaciones organizativas. Tomamos este concepto de Antonio Gramsci, quien lo emplea para referirse a lo que considera “instituciones articuladoras de la hegemonía”. Los sindicatos y partidos políticos legales caen dentro de esta categoría, en tanto que son organizaciones nacidas en el seno del estado capitalista que no representan formas de estatalidad alternativas, sino que contribuyen a la conversión de determinadas relaciones sociales en estado, entendiendo a este, en su formulación más extendida, como sociedad política más sociedad civil (Gramsci 2004). Se sostiene aquí que tanto la CGT como el PJ “median” entre Estado y Sociedad, pero también entre Capital y Trabajo. Es decir, funcionan estatizando relaciones sociales.

La CGT goza de relativa autonomía frente al estado y al bloque en el poder, pero es perfectamente funcional al mantenimiento de las relaciones sociales capitalistas. No es un aparato estatal pero protagoniza procesos que pueden entenderse como de estatización de demandas y lo hace a partir de distintas estrategias. En tanto órgano sindical de tercer grado, históricamente asociado al Partido Justicialista, tampoco es un ente autónomo de los gobiernos en los que este partido participa.

Los vínculos entre la central sindical y el Partido Justicialista son tan cambiantes como prolongados. De hecho, durante el primer gobierno del Gral. Juan Domingo Perón (1946-1952), la CGT pasó a formar parte del movimiento peronista. Esto implicó que, después de la disolución del Partido Laborista que impulsó la candidatura presidencial, la dirigencia sindical cegetista se subordinara formalmente a las decisiones gubernamentales. Esta disposición se combinaría con un nivel de participación por rama en igualdad de condiciones a la de los demás integrantes del movimiento peronista, constituyéndose así las tres ramas: sindical, femenina y política. Pero aunque esta paridad fue más simbólica que real, no afectó seriamente la adscripción identitaria9 ya asumida por la confederación del trabajo. La estructura movimentista funcionó con muchas tensiones hasta la década del 70 cuando fue eclipsada por las luchas intestinas.

Desde los inicios del laborismo la relación CGT-PJ fue muy estrecha, lo que contribuyó con una lectura monolítica sobre ambas mediaciones organizativas. Sin embargo, tal como señala Gustavo Contreras, aunque la entidad sindical tuvo vínculos fluidos con Perón, fue parte del gobierno y participó políticamente, es notable “la permanencia en el campo gremial de variadas militancias sindicales no peronistas, así como otras que se enmarcaban dentro del peronismo”, entre las cuales el cegetismo era solamente una más (Contreras 2017: 50). De hecho, la existencia misma de esta diversidad de militancias le imprimió dinamismo al movimiento obrero, malogró el objetivo unanimista de un sector del peronismo e incentivó disputas por los procesos organizativos y políticos y sus distintas instancias. En cualquier caso, la CGT, -ni entonces ni en la etapa en estudio- fue pasiva u obsecuente y siempre contó con definiciones propias de cómo pensaba a las asociaciones y qué tipo de intervención política debía sostener.

Varios estudios sobre la forma y la dinámica contemporánea del PJ (Mustapic 2003, Levitsky 2005) sostienen que una vez re-establecida la institucionalidad post-dictadura, durante la década del 80, el partido sufrió, al revés que en la década del 40, un proceso de des-sindicalización. El análisis más profundo sobre el tema es el de Steven Levitsky, quien sostiene que el PJ redefinió su relación con el movimiento obrero, desmantelando los mecanismos tradicionales de participación sindical y reemplazando sus vínculos con los trabajadores sindicalizados por organizaciones territoriales basadas en el patronazgo (Cfr. Levitsky 2005).

Entre 2003 y 2012 la transformación expuesta por Levitsky no se revirtió, constituyó el escenario sobre el cual se desarrollaron las estrategias del sindicalismo. Los distintos sectores que componen la cúpula de la CGT oscilaron entre re-sindicalizar el PJ o resignarse frente al peso de los elementos territoriales y construir a partir de ellos. En este sentido, hubo sectores que apostaron a la reconstrucción de herramientas como las 62 organizaciones, sin gran trascendencia, otros que se sumaron a la ruptura del justicialismo discutiendo la legitimidad del oficialismo, y algunos que construyeron agrupaciones con un pie afuera del PJ, como los moyanistas.

3. El acercamiento: Néstor Kirchner y el momento restitutivo (2003-2007)

Una vez electo para sentarse en el sillón presidencial, Néstor Kirchner necesitó rodearse de dirigentes sociales y sindicales no vinculados con los dos gobiernos anteriores. En este contexto, la unificación de la central sindical más importante del país en 200410, y la noticia de que a partir del año siguiente Hugo Moyano sería su Secretario General, fue bien recibida. En efecto, el dirigente camionero era uno de los miembros más conocidos del MTA, la fracción interna anti neoliberal. El gobierno necesitaba desactivar los altos niveles de conflictividad social ligados, sobre todo, al movimiento piquetero que había quedado por fuera del armado transversal11, y prefería lidiar con el sindicalismo clásico.

Para Carlos Barbeito, ex Secretario General de Molineros y fundador del MTA,

“Kirchner asume el gobierno casi ninguneando al movimiento obrero (…) viene con la idea del movimiento transversal (…) pero necesitaba alianzas con el movimiento sindical que le daba movilización y fortaleza para enfrentar muchas de las medidas que iba a implementar (…) entonces hace una alianza con Moyano que le garantizaba paz social por el poder estratégico que tienen ellos en la CGT (…) en las negociaciones paritarias en realidad el moderador era Camioneros.”(Carlos Barbeito, entrevista personal, Buenos Aires, 2016)

Julio Piumato, dirigente de los empleados judiciales, por su parte, define esta alianza como un acuerdo entre la dirigencia del MTA que, aunque no había apoyado a Kirchner en el transcurso de las elecciones emerge como la más legítima para conducir la central, y el presidente electo:

“Es que Néstor vio que nosotros teníamos razonabilidad, que no íbamos a pedir recuperar todo lo perdido de una, que íbamos a hacer un gradualismo (…) Moyano dijo no quiero las cajas lo que quiero es paritarias. Bueno está bien, te las doy pero con razonabilidad (…) ahí también hubo un acuerdo de que todas las paritarias estén unos puntos por encima de la inflación. Por eso, los primeros 4 años funcionó tan bien”(Julio Piumato, entrevista personal, Buenos Aires,2015).

Encaminado a fortalecer la alianza con los cegetistas, meses después de iniciado su mandato, Néstor Kirchner decretó un aumento del salario mínimo y solicitó la derogación de la ley 25.250 (Ley banelco) y su reemplazo por el proyecto de Nuevo Ordenamiento del Régimen Laboral que fue finalmente aprobada con el apoyo de la totalidad del PJ y la Unión CivicaRadical, en marzo de 2004. Ésta era una demanda sostenida desde hacía tiempo por el MTA y destrababa la participación tanto sindical como estatal en la política salarial. En esta misma línea, para mediados de 2004, se abrió un nuevo espacio de dialogo social; el Consejo Consultivo Nacional de Desarrollo Social, y en septiembre, se dio apertura al Consejo del Salario. Estas medidas fueron implementadas en clave restitutiva.

Paralelamente, comenzó la política de transferencia de recursos económicos a camioneros. El presidente dispuso el Régimen de Fomento a la Profesionalización del Transporte de Cargas (REFOP), que implicaba el reintegro de una parte de los aportes patronales a las empresas que contrataran afiliados a camioneros. Por otro lado, la Federación Nacional de Camioneros (FNTC) comenzó a controlar, en julio de 2003, la Subsecretaría de Transporte Automotor de la Secretaría de Transporte de la Nación12, espacio desde el cual se administraban los subsidios a los transportes de carga (cfr. Benes, Fernández Milmanda 2012). A esto se suman los incontables fallos del Ministerio de Trabajo a favor de camioneros en sus conflictos de encuadramiento13.

Si bien el resto de los agrupamientos internos participantes de la CGT más tarde se resintieron con el evidente favoritismo del gobierno hacia los sindicalistas más cercanos a Moyano, hasta el año 2007puede hablarse de un acercamiento de la central sindical como entidad y el oficialismo, una suerte de articulación orgánica. Sin embargo, la cúpula cegetista no fue, ni siquiera en este primer momento, una organización homogénea. De hecho, la unificación no terminó con las diferencias y agrupamientos internos, es difícil detectar acciones conjuntas y a principios de 2005 los gordos ya habían abandonado la Comisión Directiva (La Nación 4/3/2005).

El lugar de los sindicalistas, desde el punto de vista del gobierno era el de espectadores de un momento restitutivo. En efecto, el gobierno de Néstor Kirchner se autoproclamó portador de un cambio de paradigma frente al despojo de derechos de los 90, y se propuso retomar las solicitudes de la rebelión de 2001. En palabras del presidente:

“Venimos de muchos años de una cultura y de un discurso sobre la sociedad argentina uniforme y único, donde cualquier actitud que generara convivencia, conciliación de intereses, inclusión social, respuestas a los sectores trabajadores argentinos o al propio empresariado nacional, era una actitud que perjudicaba o ponía en juego el proceso económico nacional, como recordarán ustedes. Es decir, una teoría de que la Argentina crezca, era que crezca un pequeño sector concentrado de la economía y que ese sector crezca a espaldas de todos los argentinos”(Néstor Kirchner, discurso en el lanzamiento del sistema integral de prestaciones por desempleo del registro nacional de trabajadores rurales y empleadores, 11/09/04).

Sin embargo, para el sector que conducía la CGT, lo que el movimiento obrero pretendía no era ser simples espectadores sino “un factor de consulta en las acciones de un gobierno” con el que sí estaban identificados, pero reservándose el derecho a rebelarse si hubiera “algo que fuera en contra de los intereses de los trabajadores” (Entrevista a Moyano - Diario La Nación 31/01/04). De este modo, aunque hay un programa político común fácilmente identificable al revisar el ideario levantadoporelMTAenlos90; motorización del mercado interno y derogación de las leyes de flexibilización laboral (Ferrer, 2005), entre otras cosas, vemos entrar en juego también un estilo de liderazgo sindical: e lmoyanista. Entre las características de este tipo de construcción sindical encontramos la elaboración de demandas a partir de la movilización de bases y la intención deliberada por generar adhesiones políticas a partir de las cuales construir herramientas político-electorales propias.

Los dirigentes de los gremios más importantes de esta cúpula cegetista compartían estas ambiguas formas de acción sindical que lograban incomodar al gobierno; incidentes en actos de campaña14, críticas a los números del INDEC, bloqueos a plantas y rutas por conflictos de encuadramiento o salariales son muestras de ello. La ausencia de Moyano en el acto de asunción de Cristina Fernández, a fines de 2007 respondió, formalmente, al temor a que haya “provocaciones”, pero también es posible asociar el gesto con los rumores acerca de la importancia que tenía para la presidenta que la central esté bajo la conducción de un gremio industrial.

Desde el comienzo de esta primera etapa, puede verse, como señala Alberto Bonnet, la tensión que atravesó al kirchnerismo entre “alinear a y recostarse en el peronismo, por una parte, o apoyarse en un arco centro izquierdista que cortara transversalmente al sistema de partidos, por la otra” (Bonnet 2015: 156). Esto explica que, mientras se desarrollaban los acercamientos entre la CGT y Néstor Kirchner, aparecieran iniciativas ligadas al sector transversal que, aunque no prosperaron, indican que, al menos para algunos miembros del gobierno, el lugar del movimiento obrero en el proyecto era un espacio en disputa.

En este contexto, el lanzamiento del Movimiento de Trabajadores para la Victoria (MTV), de la mano de Edgardo De Petri, el “barba” Gutiérrez y otros 700 dirigentes sindicales fue un intento de construir, desde el kirchnerismo, un “brazo político-sindical similar a lo que fueron las 62 organizaciones para Perón” (Agencia Rodolfo Walsh 18/05/06). Aunque esta herramienta no se puso realmente en funcionamiento, se presentaba como un conjunto de organizaciones sindicales que “cortaban transversalmente el movimiento sindical implicando a otros actores como los movimientos sociales pero respetando las centrales sindicales constituidas” (La Nación 19/05/2006). De manera análoga a lo que fueran las 62 organizaciones, la propuesta distinguía entre espacios políticos y espacios gremiales al interior del sindicalismo. Aunque no hay registros de respuestas mediáticas al lanzamiento del MTV por parte de los cegetistas, la ausencia de los mismos en el acto de lanzamiento habla por si sola.

4. Los Cegetistas participan del gobierno (2008-2009)

Desde el inicio del mandato de Cristina Fernández y, sobre todo a partir del conflicto entre el gobierno y las entidades patronales del campo por la Resolución 125 de suba de retenciones al agro que se desarrolló en 2008, se asiste al momento de mayor afinidad. Esta etapa coincidió con la reelección de Hugo Moyano y sus aliados al frente de la central, la disolución del MTA y un primer desprendimiento: la CGT Azul y Blanca15. Caracterizamos este momento como de colaboración con el gobierno (2008-2009), aunque no estuvo exento de conflictos, se caracteriza por el cese de las iniciativas oficialistas por generar espacios político-sindicales no vinculados a los cegetistas, y el lanzamiento de plataformas político-electorales propias por parte de algunos de ellos.

Durante el conflicto con el campo, se observa un resurgimiento discursivo de la vieja dicotomía pueblo versus oligarquía, levantada desde un principio por la Federación de Tierra y Vivienda (FTV)y algunos referentes del moyanismo como Julio Piumato, Oscar Plaini y Juan Carlos Schmidque apuntalaron la aprobación de la 125 participando activamente de marchas y anti-bloqueos en las rutas. Aunque no es posible hablar de la generalidad de la dirigencia sindical apoyando al gobierno en esta coyuntura, el sector que detentaba la dirección la CGT se apropió de las calles, de los espacios mediáticos, e instaló un discurso en cerrada defensa a la medida.

Algunos años después, cuando este grupo de sindicalistas decide alejarse del gobierno de Cristina Fernández, aparece de manera velada un reclamo por la falta de lealtad de la mandataria para con los sindicalistas. Estos intercambios simbólicos pueden ser entendidos a partir de lo que Pierre Bourdieu llama economía de los bienes simbólicos. En tanto es una economía de lo difuso y de lo indeterminado; la demanda de los cegetistas es ambigua y contradictoria porque se trata de bienes que “tienen un precio pero no tienen precio” (Bourdieu 1987: 196), en este caso la lealtad en una situación adversa. Al respecto, una vez roto el vínculo con el gobierno, Julio Piumato sostendría que:

“Nosotros ahí jugamos fuerte, lo que yo considero que fue un error, porque nos manejamos con viejas categorías: pueblo y oligarquía. Pero la realidad del campo hoy es que la oligarquía es trasnacional, son las cerealeras y los pooles de siembra que funcionan como financieras(…) por esa costumbre decíamos el campo quiere ir a boicotear este proyecto, entonces es la vieja oligarquía reaccionaria de siempre, porque en vez de cortar las rutas al gobierno, no van y cierran los puertos porque las “retenciones” son derechos de exportación (…) ahora yo ahora caigo en que el gobierno no hablaba de exportación, al hablar de retenciones ponía el conflicto con el campo, con los productores porque ellos arreglaron siempre con los pequeños grupos concentrados” (Julio Piumato, entrevista personal, Buenos Aires, 2015).

En este balance posterior del proceso, el sindicalista atribuye el error a que se tenían diferentes categorías de valoración sobre la realidad, sumados a los inconfesables arreglos del gobierno. Sin embargo, es difícil de creer que el sector de transportes de carga, que fue el que encabezó “la batalla contra la oligarquía” desconozca la verdadera naturaleza de las relaciones de producción en el campo. De este modo, cobra más relevancia el reclamo por el reconocimiento, pues, a sabiendas o no de cuáles eran los verdaderos intereses en juego, este grupo de sindicalistas defendió activamente al gobierno durante el transcurso de estas discusiones.

Pensando estos gestos en términos de intercambios simbólicos, puede sugerirse que esta crisis entre el gobierno y el elenco dirigente de la CGT fue, en parte, “una crisis en la creencia, que seexpresacomolarupturadeunacuerdoentrelasestructurasmentales”(Cfr.Bourdieu1987).Hasta la ruptura e incluso después, el reclamo por la interrupción de este intercambio estará presente como demanda y como deuda, pero con muy pocas alusiones directas.

El lugar del movimiento obrero en el proyecto sufrió transformaciones en esta segunda etapa. Vale de ejemplo el discurso de Cristina Fernández16 en el festejo de los 20 años de conducción de Hugo Moyano en el sindicato de camioneros donde luego de agradecer a los dirigentes sindicales por “darle sustentabilidad al modelo”, advirtió que “los empresarios deben entender que tenemos que mejorar la distribución del ingreso y los trabajadores tienen que aportar”. Además destacó el “salto cualitativo y cuantitativo” en la vida de los trabajadores, que se logra con mesura (La Nación 4/03/08). El eje discursivo era la colaboración de clases por un proyecto común: el modelo de desarrollo con inclusión social. Mientras el tono de Néstor era restitutivo sobre las injusticias de los 90 y la dictadura, el de Cristina fue, durante los primeros años, fundamentalmente conciliatorio; buscó aglutinar y moderar actores a los que ya se les había reparado. Los esfuerzos para poner en funcionamiento espacios de diálogo como el Consejo Económico y Social iban en ese sentido.

Los primeros chispazos públicos entre la cúpula de la CGT y el gobierno fueron los cruces de mediados de 2008 por los reclamos salariales para la segunda mitad del año, la solicitud de universalización de las asignaciones familiares y suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias. La respuesta del gobierno fue que “el estado no tenía recursos infinitos para responder de manera inmediata” (Página 12 31/07/08). Meses después, en el marco de la crisis económica internacional, las discusiones bajaron el tono y, ante el congelamiento salarial implementado, los cegetistas cerraron filas con el gobierno aunque no se logró restituir la doble indemnización por despido. A pesar de los salvatajes económicos a varias empresas, el impacto de la crisis fue muy importante; a fines de 2008 había 60.000 trabajadores industriales suspendidos (La Nación 05/10/08) y en el primer trimestre del año 2009 la subocupación llegó a 10,5, muy por encima del 8,3% en ese mismo trimestre de 2008 (Encuesta Permanente de Hogares, 2008).

Otro factor de tensión fue el fallo lanzado en noviembre de ese año por la Corte Suprema, a través del cual se habilitó a las personas afiliadas a sindicatos simplemente inscriptos a ser elegidas delegadas de base. Considerado por todos los cegetistas, sin distinción, como político17 más que judicial, fue calificado como un “disparate” y un “ataque a la autonomía sindical”. Este acontecimiento también fue leído por varios cegetistas como una traición del gobierno hacia el movimiento obrero organizado y una señal de acercamiento con la confederación alternativa, la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), que todavía no tenía personería gremial.

En 2009 fueron creadas la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista (CNSP) y la Juventud Sindical (JS)18. Estas organizaciones, con un pie en la CGT y otro en el PJ intentaron, según ellos mismos, reabrir la discusión sobre el contenido de la doctrina peronista a la luz del revisionismo histórico avalado por el kirchnerismo19. Sin embargo, en términos prácticos, representaron un cuestionamiento a la hegemonía de Cristina Fernández en el FPV, a partir de la amenaza de presentar candidatos propios. La JS creó un propio órgano de prensa, la revista “Común y Corriente” y tuvo posicionamientos críticos al modelo sindical que se expresaron en la presentación de dos proyectos de Ley en 201320.

Durante su primer año de existencia, la CNSP convocó a tres encuentros de la militancia, y realizó actos en varias provincias. Es posible registrar, entre su fundación y su virtual reemplazo en 2013 por el Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo, cierta radicalización discursiva acerca del rol protagónico que la clase trabajadora debería tener en las coaliciones de gobierno. Mientras en 2004 el moyanismo hablaba de los dirigentes de la CGT como factor de consulta, en 2009 convocaba a un acto por el día del trabajador “sin políticos”, es decir: sin funcionarios kirchneristas.

Lo que emergió -una vez resuelto el conflicto por la 125- con la crisis económica internacional y la relativa pérdida de consenso en torno a la política económica como escenario, fue una disputa por definir en sí mismo el modelo y las implicancias de su profundización; quiénes son los defensores del proyecto, quienes sus enemigos, quiénes sus principales sujetos y por qué. Es ilustrativo, en este sentido, el discurso de Hugo Moyano en el acto mencionado más arriba, donde sostuvo que:

Esta convocatoria es para defender un modelo económico nacional y popular que nos ha permitido a los trabajadores salir de la miseria que nos llevaron las políticas económicas de los años 90 (…) no se está discutiendo la forma de conducir, se está discutiendo el fondo de la cuestión y el fondo de la cuestión es arrebatarnos las conquistas que hemos logrado en estos últimos tiempos (…) tenemos un arma fundamental, es lo que nos da la democracia, es el voto del trabajador, tenemos que votar un proyecto de nación en donde podamos seguir recuperando los derechos y las conquistas que habíamos perdido (…) ese proyecto de nación lo encara Cristina Fernández de Kirchner compañeros (…) Pero tenemos que ser muy claros, si logramos encauzar el voto de los trabajadores es una fuerza formidable donde algunos no podrán decirnos lo que tenemos que hacer (…) vamos a lograr que algunos reclamos que no se han logrado todavía tendrán que empezar a dar respuesta” (Hugo Moyano, discurso en el acto del día del trabajo, 30/04/2009).

De estas palabras se infiere tanto un apoyo como una advertencia. La discusión sobre cuál debe ser el contenido del modelo (es decir, hacia donde deben orientarse las políticas sociales y económicas) aparece justo cuando el gobierno comienza a experimentar las presiones para realizar un ajuste por parte del sector industrial del empresariado y que, más adelante, tendrá su expresión en la denominada “sintonía fina”. En este marco, tienen sentido las felicitaciones de la presidente un día después de esta demostración de fuerzas, de hecho, este “gran acto” aparece como un gesto autónomo, justo cuando ella necesitaba presentarse despegada de la CGT. La lógica conciliatoria de Cristina estaba virando a proponer un sindicalismo más preocupado por las cuestiones sectoriales y menos inmiscuido en los asuntos políticos del país.

Otra discusión importante entre el moyanismo y el gobierno fue por los lugares en las listas para las elecciones de 2009. El telón de fondo fue el cuestionamiento implícito a la figura de Cristina Fernández como dirigente única del peronismo que deslizó el principal dirigente cegetista al declararse “preparado para ser presidente” (La Nación 06/05/09). Para entonces, un sector importante del kirchnerismo se mostraba preocupado por ganarse el voto de las clases medias, donde el camionero no tenía buena imagen.

La conformación final de las listas electorales no alcanzó las expectativas del sindicalismo en términos generales y, sobretodo, le sumó conflictos en el frente interno al moyanismo, dado que algunos de sus compañeros de la CGT le reclamaron haber acomodado sólo a su gente, y convertido a la central en un apéndice del kirchnerismo. La CNSP, por su parte, se declaró prescindente ante cualquier candidato, sosteniendo que acompañaría los proyectos de aquellos que “privilegien el sindicalismo como parte de su construcción política”, aunque su alianza con Néstor y Cristina permanecía, según dijeron en su fundación, inalterable (La Nación 08/10/09).

5. El momento de la ruptura (2010-2012)

General, si antes el movimiento obrero fue la columna vertebral del peronismo, hoy está en condiciones de convertirse en la cabeza. Hugo Moyano (Acto de la CNSP, marzo de 2010)

Para después de las elecciones legislativas de 2009, se hizo evidente que las muestras de autonomía y apoyo al gobierno contrastaban con los deseos de la presidente: aquietarlos conflictos, disminuir la cantidad de demostraciones a favor y en contra, en suma, preparar el terreno para la sintonía fina. Con el rechazo a la propuesta de Ley de reparto de ganancias, ya que el salario mínimo sea empleado para las discusiones paritarias, comienza a visualizarse un cambio en la política laboral del gobierno que da inicio al momento de ruptura (2010-2012). Estas medidas se vieron complementadas con la propuesta en 2011 de generar una comisión de control de las paritarias.

Los moyanistas comenzaron el año 2010 protagonizando una disputa por la ocupación de espacios institucionales. Mientras la CNSP pedía ocupar cargos en los ministerios de Trabajo, de Salud y en secretarías oficiales, por haber sido “el grupo más leal a los gobiernos de Néstor y Cristina” (La Nación 13/03/10), la CATT solicitaba para sí la creación de un Ministerio de Transporte. En sintonía con estas demandas,en un discurso en Bahía Blanca en agosto de 2010, Hugo Moyano decía:

“¿Por qué un hombre humilde, un trabajador, no puede llegar a los lugares donde se decide el destino de los argentinos? Todos ustedes están en condiciones de llegar, todos provenimos de hogares humildes y si alguno de nosotros tiene la posibilidad de llegar a la más alta magistratura, no se va a olvidar de dónde proviene; luchará con todas sus fuerzas para erradicar la pobreza de nuestro país”. (Revista Los camioneros N° 3).

El 15 de octubre de ese año, en el acto convocado por la CGT en el Monumental por el día de la lealtad peronista, pueden verse escenificadas las tensiones entre el gobierno y el sector que conducía la central. En la apertura, el camionero manifestó que el acto era “para concientizar a los trabajadores y poder tener a un trabajador en la casa de gobierno”21. También pidió la aprobación de la ley de reparto de ganancias y más aumentos para los jubilados. A su turno, Cristina agradeció la lealtad de los trabajadores, y manifestó que ella también era una trabajadora, recordándole al compañero Moyano que trabajaba desde los 18 años. Esta discusión retórica es la cristalizaron de las diferencias que se venían agudizando desde la crisis económica 2008 y las elecciones legislativas del 2009.

A comienzos de 2011, Cristina Fernández abrió las sesiones legislativas con quejas hacia los sindicalistas: “quiero seguir siendo compañera de mis compañeros de los sindicatos (…) tienen que tener prácticas diferentes, no pueden tener de rehenes a consumidores y usuarios” (discurso apertura año legislativo 1/3/2011). Aunque se refería específicamente a una serie de paros ferroviarios y cortes de vías iniciados meses antes, los dirigentes cegetistas respondieron que siempre habían actuado con prudencia y que “desde 2003, nunca habían cerrado el grifo de agua, combustible ni energía durante estos gobiernos”(entrevista a Juan Carlos Schimd en La Nación 12/03/11). Evidentemente, esa prudencia ya no era suficiente.

Sólo un mes después de este discurso, la CNSP publicaba su Documento sobre coyuntura de cara al Congreso Nacional de la militancia, donde expresaba que:

La CGT-Moyano se convirtió desde 2003 en un aliado capaz de protagonizar la defensa del modelo económico-social y (…) en su seno se adecuaron prácticas al andar de los nuevos tiempos, con memoria e identidad peronista, en torno a los DDHH; a una mirada revisionista de la historia nacional, a un análisis crítico de la situación nacional, regional e internacional.(…) Se establecieron vasos comunicantes con los movimientos sociales, (…) Hoy, en la proximidad de las elecciones presidenciales de 2011 se requiere un nuevo esfuerzo de análisis compartido para delimitar los alcances que por derecho les corresponden a los trabajadores de este espacio en función de la política partidaria, en el seno del FPV”. (Documentos - Congreso Nacional de la militancia 04/2011).

El temor de quedar excluidos de las listas del FPV que por derecho le correspondían al movimiento obrero tenía que ver con los rumores sobre el avance de organizaciones como La Cámpora, que fue finalmente beneficiada con más lugares en las listas que los cegetistas. El plan oficial, según los mismos dirigentes del kirchnerismo, era repetir la fórmula de elecciones anteriores: dejar que "armen" todos, multiplicar posibles candidatos y después elegir el camino que mejor posicione al candidato presidencial. Los intendentes, preocupados por el liderazgo de Moyano en el conurbano, se aferraron a herramientas no ligadas directamente con el PJ (por ejemplo Kolina22), leyendo que podrían representar un contrapeso al armado provincial de la CNSP.

Cristina Fernández lanzó su candidatura en lo que, según la prensa, fue una renovada apuesta por la transversalidad con presencia importante de La Cámpora, KOLINA y el Partido Comunista, al acto no asistió Moyano a pesar de estar invitado, y los sindicatos importantes de la CGT enviaron pequeñas columnas. Más que “transversalidad”, fue una apuesta a los espacios propios. La conducción de la CGT se enteró de las candidaturas de Gabriel Mariotto a la vice-gobernación y Amado Boudou a la vicepresidencia a través de la prensa comercial. Estas decisiones dejaban afuera de hecho a Moyano, quien esperaba un cargo ejecutivo, y la CNSP no estaba entre las organizaciones que impulsaron la candidatura de Cristina. Un síntoma de este giro político en el kirchnerismo fue el modesto cierre de campaña en un teatro, sin rastros del PJ. La CNSP no presentó candidatos propios pese a las amenazas, y su participación se redujo a la realización de actos en distintas provincias.

El lugar de los trabajadores desde la perspectiva de Cristina Fernández debía ser de acompañamiento, de sostenimiento y de lealtad con el modelo económico y social. Sin embargo, para el moyanismo, el perfil bajo que requería ese acompañamiento tenía costos políticos. En consecuencia, cuando la sintonía fina adquirió la forma de “cuidar lo logrado”, y el gobierno les pidió más esfuerzos a través del control gubernamental en las paritarias se hizo difícil sostener la pasividad. En efecto, gran parte de su legitimación como dirigentes descansaba en la obtención de mejores salarios para sus sindicatos y espacios políticos para sus referentes, dos solicitudes que debían ahora moderarse.

Por otro lado, el correlato de los lineamientos disciplinares en lo electoral era reconocer a Cristina Fernández como única e indiscutida líder del peronismo. Al mismo tiempo, la presidente comenzó a priorizar los vínculos políticos con agrupaciones propias del kirchnerismo, armadas por afuera del PJ y a cuestionar el rol de los dirigentes sindicales que sólo defendían sus intereses y, como sostuvo al aire en una cadena nacional “nunca son pobres, porque son los trabajadores los que se quedan en la calle” (La Nación 11/05/12).

Mientras más se acercaban las elecciones presidenciales, más se evidenciaba el distanciamiento entre el gobierno y una parte de la CGT. La actitud discursiva de Cristina pasará de denunciar extorsiones con advertencias sobre la poca importancia que le daba al hecho de volver a ser presidenta, a un tono menos violento, solicitando que haya menos “argentinos contra argentinos, porque hay miserables intereses sectoriales” (Página 12 21/06/11). La crítica apuntaba a aquellos dirigentes que, según la mandataria, habían dejado de pensar “en el bien de la sociedad” para defender sus propios intereses, convirtiéndose en corporaciones.

Para entonces, el viraje de las políticas gubernamentales hacia el sindicalismo era una realidad; el gobierno desalentó en 2011 el tratamiento legislativo del proyecto de participación en las ganancias empresarias que los cegetistas habían elevado el año anterior, alegando que era un debate sectorial y no podía imponerse a través del parlamento. Casi inmediatamente después, aparecieron los intentos por generar un mayor control en las paritarias a través de una comisión que finalmente no tendría lugar más que para irritar a los cegetistas y, en esta misma tónica, se entiende la demora en la baja del mínimo imponible del impuesto a las ganancias y el no pago de la deuda con las obras sociales. A partir de la segunda mitad del año se ve una actitud gubernamental confrontativa en hechos como la detención de Rubén Sobrero en octubre de 2011 y el aval a la represión a una protesta de la UATRE en el mercado central el mes siguiente.

De todos estos asuntos, el mínimo imponible del impuesto a las ganancias aparece como un reclamo que aglutina a sindicalistas de nucleamientos diferentes. Como sugiere Piumato, “el fenómeno de la inflación y la política conservadora hacían que en vez de darse una ecuación virtuosa cada vez pagaban más (trabajadores) impuesto a las ganancias, y cada vez menos trabajadores lograban la asignación” (Entrevista personal, 2015). Para los gordos el asunto no era menos importante, y aparece caracterizado como “un capricho del gobierno que generó muchas tensiones evitables” (Susana Santomingo, entrevista personal, Buenos Aires 2015).

En este contexto, los gordos y una parte de casi extinto MTA23 que ya venía de romper con el moyanismo, adoptaron una actitud expectante en torno al desenvolvimiento del gobierno en las elecciones. El camionero y sus aliados, inicialmente intentaron retomar el estilo instrumental en sus vínculos con el kirchnerismo: “acompañar lo bueno” y “denunciar lo malo” pero no fue posible dado que, aunque este sector seguía formalmente al frente de la central, no contaba ya con el apoyo de la mayoría de los sindicatos importantes. Esta relativa pérdida de fuerza explica en parte el salto discursivo; de solicitar espacios políticos y querer llevar un candidato cegetista a las elecciones presidenciales, pasaron a defender las reivindicaciones logradas desde 2003 y profundizar el modelo a partir de “mejorar las condiciones de trabajo, el salario para que el trabajador viva con más dignidad” (Moyano en acto CGT-17/10/11).

A principios de 2012 Hugo Moyano explicaba su distanciamiento del oficialismo diciendo que el gobierno había cambiado el eje de su política y ahora atacaba a los trabajadores (La Nación 04/02/12). Dos meses después de estas declaraciones, la presidente anulaba por decreto el subsidio creado en 2003 para los empresarios que contrataran afiliados a camioneros. Las respuestas de los moyanistas fueron desde paros sorpresivos hasta el apoyo a movilizaciones convocadas por la Central de Trabajadores de Argentina y sectores piqueteros anti kirchneristas. En octubre de ese año, al tiempo que se consumaba una nueva ruptura de la CGT, dando origen ahora a la CGT Azopardo (moyanistas) y a la CGT Alsina (Gordos, independientes y ex miembros del MTA), el Congreso aprobaba las reformas a la Ley de ART. Las aguas se dividían ahora entre quienes sostenían que el gobierno había extraviado el camino y los que declaraban “defender a muerte el modelo productivo” (Antonio Caló en La Nación 18/06/12).

6. La CGT y el Partido Justicialista 2002-2012

Como sostenemos en el segundo apartado de este artículo, los distintos agrupamientos que componen la cúpula de la CGT, dadas las características del PJ heredado de la década anterior, oscilaron entre re-sindicalizar el partido, o resignarse frente al peso de los elementos territoriales y construir a partir de ellos. Algunos sectores apostaron a la reconstrucción de herramientas como las 62 organizaciones, otros crearon herramientas propias parcialmente por afuera del PJ, como los moyanistas, y hubo cegetistas que se sumaron de manera atomizada a la coalición oficialista, como los independientes y algunos de los gordos. Por último, los miembros de la CGT Azul y Blanca, agitaron la ruptura del justicialismo discutiendo la legitimidad de la identidad peronista del gobierno.

En términos cronológicos, apenas concluida la elección presidencial que arrojó ganador a Néstor Kirchner, la mayoría de los cegetistas tuvo la expectativa de que éste nuevo presidente se convirtiera en la figura que aglutine y fortalezca al PJ. La intención de traccionar al mandatario entroncaba con la necesidad por parte del gobierno de colocar a la dirigencia sindical como interlocutora privilegiada en detrimento de otros actores sociales, pero tensionaba el armado transversal. En sintonía con esta estrategia, en 2005 fueron reconstruidas las 62 organizaciones, integrando por igual a todas las corrientes internas de la CGT. Desde esta entidad, el movimiento obrero exigiría el 33% de los lugares en las listas partidarias que le corresponde históricamente (Página 12 23/05/2005). Esta solicitud fue ignorada sistemáticamente por el resto de la dirección del PJ y el gobierno en todas las instancias electorales a lo largo de la década.

Ahora bien, aunque los recursos que aporta el sindicalismo al PJ no son económicos o de estructura, si puede afirmarse que el rol de las dirigencias sindicales fue fundamental para la construcción de la paz social que el proyecto nacional y popular necesitaba. Justamente por eso, la conducción de la central cayó en manos de la dirigencia proveniente del MTA, quienes emergieron como actores legítimos después de la rebelión de 2001. Hasta 2008, cuando algunos dirigentes sindicales, junto a Néstor Kirchner, normalizaron el PJ, la CGT venía declarándose prescindente en distintos procesos electorales24. Mientras el gobierno se mantuvo relativamente cerca del partido sin que sus candidaturas sean orgánicas, la CGT fue prescindente. Un punto de inflexión que escenificó los niveles de violencia que venía albergando la interna del PJ fueron los enfrentamientos entre una fracción de la UOCRA y Camioneros en el entierro de los restos del Gral. Perón en octubre de 2006. Este evento sumó a la ruptura de la unidad “monolítica”, que los mismos dirigentes sindicales declaraban tener en torno a Néstor, minó la confianza entre los cegetistas y para fines del 2007, el sector que acompañaba a Luis Barrionuevo y que romperá la central un año después, armó la mesa sindical peronista25 con la presencia de 60 gremios. Bajo un formato típico de la década anterior, su finalidad declarada inicialmente fue apoyar la candidatura de Cristina Fernández pero resaltando el papel protagónico que debe tener el PJ y solicitando un mayor protagonismo del justicialismo y la conducción partidaria de Néstor Kirchner. Esta manifestación de “apoyo” al kirchnerismo no fue más que presión velada sobre la candidata oficialista y ciertos sectores del PJ, a los que se intentó atraer al futuro espacio disidente.

En los meses previos a la normalización, las 62 organizaciones impulsaron varias candidaturas de sindicalistas a puestos de mando en el PJ. Finalmente, aunque no se lograron los 8 cargos en la dirección partidaria que se esperaban, Hugo Moyano fue colocado en una vicepresidencia y Antonio Caló, dirigente metalúrgico, designado Secretario Gremial. En el acto de asunción de nuevas autoridades se repitieron los disturbios entre la UOCRA y camioneros, dejando en evidencia que no habría tregua en la interna del PJ. La importancia política y mediática de la interna peronista dejó clara la continuidad de la crisis del sistema de partidos que, con epicentro en los 90 habilitó que el justicialismo absorba “dentro de sí la conflictividad propia del sistema de partidos preexistente en crisis y dividiéndose” (Bonnet 2015:252).

La posición inesperada del vicepresidente Cobos a la hora de resolver el conflicto con las entidades patronales agrarias reconfiguró nuevamente el mapa de las posibles alianzas entre los peronistas y el año 2009 encontró a Néstor Kirchner y Luis Barrionuevo participando juntos de las elecciones en Catamarca y a los gordos, encolumnados detrás de Cristina Fernández. El proceso de definición de las candidaturas, aunque plagado de tensiones, ratificó la marginalidad del movimiento sindical a la hora de tomar decisiones en el PJ. Sin embargo, la exclusión de los cegetistas no impidió que el resultado electoral sea un pequeño margen a favor del peronismo disidente, lo que generó fuertes críticas internas en un aparato acostumbrado a ganar y a ser conducido por los ganadores26.

El lanzamiento de la CNSP coincide con este panorama de desprestigio del kirchnerismo al interior del PJ y es el resultado de una lectura particular de la situación política. En la Declaración de Mar del Plata, una suerte de documento fundacional de esta herramienta, sus impulsores, luego de declararse continuadores de los programas de La Falta, Huerta Grande, la CGT de los argentinos y las luchas contra el neoliberalismo del MTA manifiestan que

“La multiplicación de nuevos puestos de trabajo no garantiza la redistribución de la riqueza, porque este paso que toca sensiblemente los intereses de los poderosos, no se da sin un pueblo organizado (…) El Peronismo no se reduce a una máquina de ganar elecciones. El Peronismo es un movimiento para la liberación nacional. Por eso nosotros proponemos la Unidad detrás de un proyecto y no de candidatos” (Declaración de Mar del Plata 18/09/09).

Más adelante, esta misma proclama, habla de “construir poder popular” junto a los movimientos sociales y otras corrientes políticas. Así, adscribe identitariamente al peronismo y apoya a los gobiernos nacionales y populares de Néstor y Cristina sin dejar en claro cuál es el vínculo con el PJ a nivel formal. Según Julio Piumato, quien fue uno de los impulsores de la CNSP ya era evidente, para ese entonces que el Partido Justicialista era “una cáscara vacía” (entrevista personal, Buenos Aires, 2015).

Esta iniciativa, que puede ser leída como un “salto a la política” (Cfr. Natalucci, 2015), no se da en el vacío, sino en el marco de la derrota electoral de 2009. El escenario se completaba con la discusión que había disparado la propuesta de Eduardo Duhalde para transformar el PJ en una “confederación de partidos” y la aprobación de la Ley Electoral 26.571, que fijó la obligatoriedad de las primarias abiertas en nuestro país. En efecto, esta reforma electoral constituye un esfuerzo por normalizar institucionalmente el sistema electoral más allá de la interna del PJ, o bien por terminar de asumir el rol de partido del orden, ampliando el espectro ciudadano que participaría en la propia interna pejotista. Sin embargo, a pesar de estas ofertas, el peronismo federal no se encuadro en una sola interna, como deseaba el kirchnerismo.

La discusión al interior de la CGT y las 62 organizaciones sobre los posicionamientos de cara a una nueva elección presidencial en 2011 volvió a poner sobre la mesa lo complejo de las prácticas desplegadas en estos casos por la dirigencia sindical peronista. Mientras las 62 organizaciones nacional se alineaba con el PJ disidente y levantaba las posibles candidaturas de Reutemann, Rodríguez Saa y Duhalde, la dirección de la central, que momentáneamente aglutinaba a gordos, moyanistas e independientes fundaba las 62 organizaciones porteñas que juraban fidelidad a los Kirchner. En tanto, el camionero continuaba realizando actos en diferentes ciudades con su flamante CNSP junto a sectores como el Movimiento Evita y lanzaba la Juventud Sindical (JS).

Al mismo tiempo, la disyuntiva entre apoyarse en el PJ u optar por la transversalidad nuevamente llevó a Néstor Kirchner a lanzar, en provincia de Buenos Aires, el “operativo Alicia”, con el fin de capitalizar los más de 13.000 millones de pesos en ayuda social administrados por su hermana y con la intención de reforzar su liderazgo en el conurbano (La Nación 25/07/10). El resultado fue la creación de nuevas organizaciones como el Kolina, en el marco de una crisis de acefalía en el PJ provincial por la imposibilidad del vicegobernador Alberto Balestrini de hacerse cargo de la presidencia. Por estos días y a un año de las primarias de 2011, la batalla entre el ala sindical representada por Moyano y los intendentes del conurbano era el centro de atención de la vida interna del PJ. Esta disputa, además de expresarse al interior del partido se trasladó a la lucha por las paritarias municipales impulsada por Moyano a fines de 2010.

La muerte de Néstor Kirchner dificultó el cierre de varios acuerdos en marcha y aunque en la vicepresidencia del PJ seguía estando Moyano, aparecieron las demandas para que sea Cristina Fernández quien ocupe el máximo cargo, y por los espacios en las listas para las elecciones de Octubre. En un acto en la sede de Azopardo, el Secretario General de la CGT se refirió al lugar del movimiento obrero en el peronismo, “A veces creen que somos convidados de piedra. Se crean sus partidos y nos dejan afuera. Dicen que los negritos sólo tienen que votar y a la hora de las listas nos dejan siempre afuera” (La Nación 24/03/11). El mes siguiente, los principales diarios anunciaban que “la CGT no lograría el 33% que pretendía, ni la vice gobernación o la vicepresidencia, sino que podría aspirar al 20%, algo menos que los jóvenes de la Cámpora” (La Nación 03/04/11).

Finalmente en las listas de 2011 sólo hubo dos cargos expectantes para los sindicalistas, uno para Facundo Moyano y otro para Carlos Gdansky, ligado a Antonio Caló. Este reconocimiento cegetistasno ligados al moyanismo, vino a confirmar los intentos por empoderar a distintos referentes y dejar de apostar sólo al camionero. Por otro lado, meses después de las elecciones se consumaron tanto el viraje de la presidente hacia los espacios propios y la renuncia de Moyano a sus cargos en la dirección del PJ. El cercano vinculo CGT-kirchnerismo había mutado, la gran afinidad con la dirección emergente en 2004 estaba siendo reemplazada por una relación cordial pero con perfil bajo por parte de los cegetistas.

Como se observa, el conjunto de sindicalistas que provenía del MTA fue el protagonista de la conducción de la CGT entre 2004 y 2012, expresó una posición ambigua en torno al PJ; por un lado, de adaptación limitada a las reglas del juego descriptas por Levitsky, a través de la adhesión a la flexibilidad del justicialismo evidenciada en la aceptación de los mecanismos informales para la elección de las conducciones partidarias que llevaron a Moyano a ocupar la vicepresidencia segunda del PJ nacional en mayo de 2008 y luego la presidencia del provincial de Buenos Aires en Agosto de 2010. Paralelamente, la creación de la CNSP surgió de la comprensión de los “nuevos tiempos” y la necesidad de crear agrupaciones propias, que interpelaran a otros sujetos sociales a partir de la matriz identitaria peronista. No obstante, la permanente pelea con el sector territorial del PJ llevó en más de una oportunidad a los moyanistas a disputar tres cuestiones señaladas como centrales en la territorialización del PJ por Levitsky: el 33% de las listas, mecanismos de mayor claridad en la elección de dirigentes y reconocimientos políticos basados en criterios no ligados al éxito electoral.

El telón de fondo de estas demandas sindicales era la discusión acerca de los liderazgos. Si para un sector del PJ estaba claro que el peronismo debía tener siempre y de manera incuestionable un solo líder, el MTA al frente de la CGT se preguntó, en un principio, si el movimiento obrero puede o no volver a ser la columna vertebral. Ésta pregunta será redoblada por los moyanistas después de 2009, con la construcción de herramientas propias y la idea de pasar a ser en este momento “la cabeza” de un proyecto “de liberación nacional”. Ahora bien, lo que aparece de manera ambigua y contradictoria, es la forma en la cual juega en esta estructura la CGT; si como plataforma político-institucional o como paraguas desde el cual generar otras instancias, autónomas a la central e incluso al PJ.

7. Conclusiones

La estrecha relación que construyó la dirección de la CGT, protagonizada por el MTA,con los dos primeros gobiernos kirchneristas no fue azarosa, respondió a la necesidad de la reconstrucción hegemónica post-2001 pero también, y sobre todo, a una coincidencia de programas políticos que, aplicada a las Relaciones Laborales implicó el retorno de los Convenios Colectivos de Trabajo, la derogación de las leyes laborales de la década anterior consideradas lesivas para los trabajadores, medidas orientadas a la dinamización del mercado interno y un estado más presente en la regulación capital-trabajo. Sin embargo, aunque estos gobiernos gozaron de mayor autonomía frente a las disputas entre diferentes actores sociales que componen el bloque en el poder, no pudieron fundar un nuevo modo de participación sindical enlas instituciones estatales. Esto tuvo que ver más con el carácter tanto de la CGT como del PJ que con debilidades políticas.

A diferencia de los gobiernos neoliberales anteriores, el kirchnerismo ponderó a los dirigentes cegetistas en tanto interlocutores importantes para la colaboración en instancias de diálogo social y en la defensa de ciertas medidas económicas y sociales. Esta participación, sin embargo, no fue lineal ni homogénea, atravesó diferentes etapas y no significó una verdadera invitación ni a la CGT ni a sus dirigentes a participar del gobierno. Los espacios políticos concretos que estos sindicalistas ocuparon fueron informales y aunque redundaron en grandes beneficios, fundamentalmente para el moyanismo, no pudieron sostenerse ni proyectarse a nivel electoral. En efecto, se trató de un conjunto de intercambios y concesiones de bienes simbólicos y materiales, en el cual se identifican tres etapas: un momento de acercamiento (2004-2007), uno participación en el gobierno (2008-2009) y una etapa final de ruptura (2010-2012).

El análisis del lugar que la CGT tiene a nivel discursivo arrojó que, mientras para Néstor Kirchner los sindicatos debían involucrarse en un proceso entendido como de restitución de derechos, Cristina Fernández consideraba que éstos debían apoyar de manera leal y sin cuestionamientos a un gobierno que les había dado mucho más que los anteriores. La bisagra en estos posicionamientos es el año 2008, atravesado por el conflicto entre el gobierno y las entidades agrarias y por la crisis económica internacional.

En los primeros años del mandato de Néstor Kirchner se observa un conjunto de políticas consideradas conquistas por parte de los sindicalistas en general; nuevo ordenamiento laboral, apertura del consejo del salario, retorno de la negociación colectiva, y muy favorables al moyanismo en particular; REFOP, Secretaría de Transportes y fallos favorables en encuadramientos, entre otros. Independientemente de a qué sector de la CGT respondan, la dirigencia tuvo una actitud de pasividad expectante ante este proceso de estatización de demandas y relaciones sociales que fue capaz de capitalizar. El paso al frente en defensa del gobierno fue el conflicto con las patronales agrarias, cuando algunos gremios que dirigían la CGT se pusieron al frente en movilizaciones y bloqueos de rutas. La contrapartida fue el comienzo de las discusiones sobre qué implicaba profundizar el modelo, un síntoma de las diferencias que culminaron en la posterior ruptura.

Atravesadas por estas manifestaciones simbólicas de lealtad, y de la mano de la radicalización discursiva de Hugo Moyano, aparecieron críticas al rumbo del gobierno de Cristina Fernández. De hecho, era cada vez más evidente que a partir de 2010 las medidas económicas se alejabande aquellos acuerdos que fundaron una alianza táctica entre este sector que dirigía la central y el gobierno. En consecuencia, al sector de la CGT que había acompañado de manera más enfática al gobierno, le resultaba cada vez más difícil defender ante sus propias bases obreras medidas lanzadas por él. La Comisión de control de paritarias frente a las subas de la inflación y el pedido de mantener la paciencia ante la excesiva demora oficialista en bajar el piso del impuesto a las ganancias son sólo algunos ejemplos.

El tono conciliador que Cristina Fernández mantuvo durante los primeros años de gobierno, en el cual se jactaba de darles a los sindicalistas un lugar protagónico, fue virando al pedido de moderación. Es posible observar detrás de la sintonía fina y de la solicitud de mesura el progresivo agotamiento de la capacidad redistributiva a nivel económico que se inició en 2008 pero cobró mayor intensidad desde 2011 (Cfr. Bonnet 2016, Piva 2015).

Los cegetistas no codificaron de la misma manera los mensajes oficiales; algunos retomaron infructuosamente el estilo de “apoyar lo bueno y criticar lo malo” que atribuyen a sus raíces en el MTA, otros aceptaron mansamente el lugar que Cristina Fernández les proponía bajo un mayor disciplinamiento. El resultado final fue la ruptura entre el gobierno y el único sector de la CGT que sabía construir hegemonía a nivel interno: el moyanismo. La pérdida de poder de este sector al interior de la central, una vez alejado del oficialismo deja en claro lo importantes que fueron en esta etapa las imbricaciones entre el gobierno y la estructura de fuerzas interna.

Respecto al PJ, los dirigentes de la CGT no lograron el ansiado 33% de las listas. Aun así, tuvieron estrategias diferentes; mientras los gordos y algunos independientes se acomodaron en las listas del FPV o del PJ disidente armando su participación de manera individual, los moyanistas generaron organizaciones propias. Estas tampoco lograron el tercio, ni pudieron imponerse sobre los intendentes del conurbano, ni sobre las organizaciones propias creadas por el kirchnerismo que fueron, finalmente, priorizadas por Cristina.

Las herramientas construidas por el moyanismo expresan, por un lado, la comprensión de las transformaciones del PJ departido sindical a partido clientelar (Cfr. Levitsky, 2005) lo cual explica que la JS asuma formas organizativas territoriales, pero también se observan intentos de re-sindicalizar el justicialismo desde la CNSP. Ambas agrupaciones se diluyeron con el tiempo, la JS no logró sobrevivir a la ruptura de la CGT ni encontrar su espacio como generadora de cuadros y la CNSP fracasó como plataforma política al no lograr presentar candidatos propios, ni meter la cantidad esperada en las listas del oficialismo. En algún sentido, la creación de la JS es análoga a la que realizó el kirchnerismo con la Cámpora, y el hecho de que el gobierno haya priorizado a ésta última para los armados de 2011 impactó negativamente para el arco moyanista.

Preguntarse por el lugar de la CGT en el proyecto nacional y popular implica discutir el lugar de los trabajadores en el peronismo, y también el lugar del movimiento obrero organizado en el esquema construido por los gobiernos post 2001 y sus intentos de recomposición hegemónica. En este sentido, el moyanismo tuvo la particularidad de poner en discusión la idea de que el peronismo tenga un solo líder, y si el movimiento obrero es la columna vertebral o puede ser la cabeza. Desde el punto de vista de la dirigencia kirchnerista e incluso desde sectores más oficialistas dentro de la CGT, la osadía cometida por Moyano y sus aliados fue plantearse como una posible alternativa de co-gobierno, o por lo menos, que un sector del justicialismo y los medios de comunicación lo hayan entendido así y lo traduzcan como una amenaza.

En 2008 se produce la doble ruptura interna del PJ y la CGT, lo que reconfiguró el mapa de los vínculos políticos quedando el kirchnerismo y la mayoría de la central por un lado, y el PJ disidente con la CGT Azul y Blanca planteándose como oposición, por el otro. No debe sobre-estimarse la existencia de estas fracciones ya que, aunque expresaron distintas estrategias políticas, no influyeron demasiado en la dinámica cotidiana de la central. En 2008 el kirchnerismo también atravesó una crisis de legitimidad que se expresó en el conflicto con las entidades agrarias. Más adelante, tras la recuperación de la iniciativa política, habrá un cambio en la política económica que agrietó la relación con el sector más combativo de la dirigencia sindical peronista.

Los vínculos entre la dirigencia sindical y el PJ no se agotan en las disputas por los lugares en la dirección del partido o en las listas de candidatos. Aparecen en las oscilaciones políticas de ambas mediaciones organizativas, al tiempo que aluden al peronismo en tanto identidad política e implican no sólo la discusión sobre qué es el peronismo y cómo debería funcionar orgánicamente sino, incluso, en la forma en la cual se construyen los intereses inmediatos de los trabajadores y las subjetividades políticas afines en gobiernos que se inscriben en ese arco político. Este es un interrogante que dejamos pendiente para futuras indagaciones.

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Revista Los camioneros, revista de la Federación Nacional de Trabajadores Camioneros N° 3, Septiembre de 2010. [ Links ]

1Véase: Payo Esper, M (2018). La Confederación General del Trabajo: un análisis de sus relaciones políticas, unificaciones y rupturas durante la postconvertibilidad en Argentina (2002 -2012).Tesis doctoral, Universidad de Buenos Aires.

2En nuestro país, el crecimiento del empresariado con capacidad competitiva ligada a la exportación data de mediados de los 70, y aunque durante la década 2002-2012 algunas de sus fracciones se vieran más favorecidas que otras - sectores de la industria y el agro en desmedro de las empresas de servicios privatizadas y el sector financiero- es este mismo bloque en el poder el que va a campear la crisis de 2001 y liderar la recomposición bajo un nuevo modelo de acumulación.

3La distinción que realizamos entre una dimensión específicamente política y la renovada participación del estado como regulador de las relaciones laborales es para distinguir el aspecto legal-regulador y el de la acción y discurso políticos. Esto no implica desconocer que la revitalización de un conjunto de instituciones de regulación de la relación capital-trabajo son de raíz política.

4Tomamos esta categoría, originada en la literatura periodística para referirnos a un sector interno a la CGT compuesto por sindicatos muy grandes que, durante los 90, tuvo posiciones dialoguistas que iban de la pasividad al apoyo a las políticas neoliberales. Los más célebres son FATSA (sanidad) y FAECYS (comercio).

5El MTA nació en 1994 a partir de un conjunto pequeño de sindicatos que definió enfrentar las reformas de mercado sin romper la CGT. Este agrupamiento es el único que tuvo límites definidos y generó instancias colectivas de toma de decisiones y articulación política otros sectores. Antes de la unificación impulsaron la CGT Disidente (CGTD). Entre sus miembros más destacados está FEDCAM (camioneros), UJEN (judiciales), SADOP (docentes privados), AAA (azafatas), entre otros.

6Independientes es la denominación asumida por un conjunto de dirigentes cuya característica fundamental es su no-alineamiento respecto de los gordos y el MTA. En este grupo se encuentran la UOM (metalúrgicos), UPCN (estatales de Nación) y UOCRA (construcción).

7Llamamos moyanismo al núcleo más cercano al dirigente nacional de camioneros: Hugo Moyano. Este grupo de cegetistas emerge una vez roto el MTA y entre 2004 y 2011 acumuló fuentes y recursos de poder desarrollando un estilo de construcción sindical propio.

8Concepto que alude al conjunto de fracciones de clase que despliegan prácticas y construyen consensos definiendo las formas que adquiere el estado. Un bloque en el poder es mucho más amplio que un gobierno, tanto a nivel temporal como por las fuerzas sociales que lo componen. En el transcurso de las distintas administraciones gubernamentales puede haber mayor o menor tendencia a beneficiar o disciplinar ciertos actores políticos y económicos, pero un gobierno no cambia el bloque en el poder.

9Juan Carlos Torre sostiene al respecto que el rol sobredimensionado que tuvo el movimiento obrero en los orígenes del peronismo no fue decisión premeditada ni sólo relación emotiva, sino un producto inesperado de la coyuntura en la que se accede al poder. Esto configuró una relación de fuerzas en las que el sindicalismo tuvo una participación política dependiente de la apertura estatal, pero su poder de presión descansa en otros factores como la movilización y el peso en el lugar de trabajo, que no pueden ser controlados por el partido (Torre: 2012).

10El 14 de Julio de 2004 se unificó la central antes dividida en CGT Rebelde y CGT Oficial, bajo la forma de un triunvirato en el cual la secretaría general sería compartida por un representante del MTA; Hugo Moyano (Camioneros), uno de los gordos; Susana Stochero de Rueda (Sanidad) y José Luis Lingieri (Luz y Fuerza) de los independientes. Esta dirección estaría al mando por el lapso de un año luego del cual Rueda y Lingieri ocuparían las Secretarias Administrativa y Adjunta respectivamente (La Nación 15/07/04).

11Néstor Kirchner había asumido con 22% de los votos y con la mitad de la población argentina en situación de pobreza. En este contexto, el presidente convocó a sindicatos, organizaciones territoriales piqueteras y dirigentes políticos, para la construcción de la transversalidad (expresada en el Frente Transversal). Este armado políticosocial tenía como objetivo restituir cierta normalidad institucional y procesar demandas sociales que se habían manifestado en la crisis de 2001. Para mayor detalle sobre este proceso organizativo se puede consultar Da Silva, María Laura (2012)

12Camioneros estuvo al frente de esta Subsecretaría hasta abril de 2012 y se observa durante este transcurso, sobre todo desde 2007, la presión para que haya un ministerio de Transporte. Estas demandas se articulan desde la CATT (Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte) que nuclea a sindicatos del transporte.

13Como resultado de estos conflictos de encuadramiento, Benes y Fernández Millmanda (2012) estiman que entre 2003 y 2007 camioneros incorporó alrededor de 22.800 nuevos afiliados.

14En septiembre de 2007 en Río Grande la policía provincial fueguina intervino ante un enfrentamiento violento entre facciones del sindicato de camioneros que se enfrentaron durante un acto de campaña de la entonces candidata a presidenta Cristina Fernández (La Nación 17/09/2007).

15Se trató de una veintena de gremios, todos pequeños y algunos sin personería. Su Secretario General fue Luis Barrionuevo. Esta ruptura además coincidió con la del PJ (en PJ y “PJ disidente”) y habla del grado de implicancia entre ambas organizaciones.

16La mayoría de los dirigentes sindicales entrevistados asumió que con Cristina Fernández la relación fue menos amena que con Néstor, algunos argumentaron que ella nunca estuvo de acuerdo con la alianza Kirchner-Moyano, hablaron de sus modos como “agresivos” hacia el movimiento obrero e incluso atribuyeron esta falta de acuerdo a la impericia política de la presidenta. Detrás de estas emerge el recelo por que un espacio eminentemente masculino fuera ocupado por una mujer. El mejor entendimiento entre sindicalistas y presidentes varones trasciende lo meramente político, hace a la construcción de la política como un patrimonio masculino.

17Es importante considerar este fallo conectado con las investigaciones que proliferaron a instancias de la Ministra de Salud Graciela Ocaña, que se negó a dejar 1700 millones de pesos de la superintendencia de Salud en manos de los sindicatos. Las críticas por parte de los moyanistas tuvieron un tono de reproche por “dejar pasar” estas situaciones a los funcionarios y a la presidenta. Los gordos e independientes permanecieron expectantes, aunque compartiendo parte de las críticas.

18No es intención de este trabajo profundizar en la caracterización de estas herramientas. Para ello se puede consultar: Natalucci y Galimberti, 2014.

19En documentos orgánicos de la CNSP y de la JS, y en la revista Común y Corriente, se puede leer una versión de la historia que ensalza los programas de la CGT de “La Falda” y “Huerta Grande” en la década del 60 y ataca fuertemente a los gobiernos neoliberales de Carlos Ménem y Fernando De la Rua. Un ejemplo previo es el cuaderno de formación “Economía y política”, publicado en 2010 y prologado por Schimd, el entonces secretario de formación cegetista. En él se combina, sin reparar en las contradicciones, artículos del Buenos Aires Económico para analizar críticamente medidas económicas de impacto, citas de Perón y Eva, fragmentos del Nunca Más y artículos de Juan Gelman y Rodolfo Walsh (Cfr. Economía y política 2010: 5). Se intenta armonizar ideas desarrollistas, de conciliación de clases y de gobierno de la clase trabajadora.

20El primero de los proyectos planteaba que los sindicatos con simple inscripción gremial (sin personería) estén exentos de pagar impuestos, y el segundo obligaba a los empleadores a retener los importes que los trabajadores deben tributar a las asociaciones sindicales de trabajadores “sin ningún tipo de discriminación”, es decir, tengan o no personería.

21En relación a este evento, Carlos Barbeito expresó que: “Moyano tenía la fantasía de alguna manera de cogobernar, después de la muerte de Néstor, y Cristina nunca lo hubiera aceptado” (Barbeito, entrevista personal, Buenos Aires 2016).

22Es la denominación con la cual se hace referencia a la “Corriente para la Liberación Nacional”, un partido político lanzado en 2010 que participó del armado electoral presidencial de 2011. Su máxima referente fue Alicia Kirchner.

23Una parte importante de lo que antes era el MTA fundaría en Julio de 2012 el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA). Entre sus referentes más importantes estaba Omar Viviani, anteriormente muy cercano a Moyano. Esta agrupación se consolidó después de la ruptura de 2012 pero se rompió a inicios de 2019.

24Aunque la CGT era prescindente como institución, las elecciones que enfrentaron a Cristina Fernández contra Hilda de Duhalde dividieron las aguas entre el MTA, que apoyaba a Kirchner, y el resto, que manifestaban que se debía apoyar a la “candidata orgánica” del PJ. Lo mismo sucedió en 2007 con las elecciones porteñas.

25Según Levitsky, durante los 90 proliferó la forma de las mesas sindicales en contraposición al rol protagónico de las 62 organizaciones, estas fueron armadas para apoyar la candidatura de Carlos Menem.

26La adaptación partidaria analizada por Levitsky (2005) puede entenderse como una serie de cambios en la estrategia y en la estructura, llevados a cabo como reacción a cambios en las condiciones del entorno, o en la previsión de ellos, que favorecen la capacidad de un partido para satisfacer su “objetivo primario”: ganar elecciones. Esto repercutió en que la conducción partidaria se defina según los resultados electorales a nivel general y no en función de los afiliados pues, lo fundamental del argumento de Levitsky es la flexibilidad del PJ. De este modo, el PJ adquiere la forma de un enorme conjunto de redes vecinales informales que operan en una gama de entidades, entre ellas, los clubes barriales, las cooperativas, los comedores populares, y hasta propias casas de los militantes. Todas estas entidades tienen una organización y funcionamiento autónomos, no figuran en los estatutos del partido

Recibido: 30 de Marzo de 2021; Aprobado: 14 de Noviembre de 2021

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