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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.23 no.39 Santiago del Estero oct. 2022  Epub 01-Jul-2022

 

ESCENARIOS ECONÓMICOS Y SOCIALES: PROCESOS Y DEBATES

Reflexiones sobre la crisis de la ley del valor en la era del capitalismo cognitivo. Una mirada crítica sobre la herencia del postoperaísmo

Reflections on the crisis of the law of value in the era of cognitive capitalism. A critical look at the legacy of postoperaismo

Reflexões sobre a crise da lei do valor na era do capitalismo cognitivo. Um olhar crítico sobre a herança do pós-operaísmo

Nahuel Alzu1  * 

1 Profesor de Enseñanza media y Superior de Filosofía (UBA). Becario doctoral en Filosofía en la misma casa de estudios. Pertenencia institucional: IHAYA “Dr. Emilio Ravignani”, UBA (Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Universidad de Buenos Aires).

RESUMEN

A principios de la década del 2000 surgió una corriente filosófica fuertemente influida por el postoperaísmo o autonomismo italiano dedicada a estudiar las actuales transformaciones que la centralidad de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han generado en el proceso laboral y su vínculo con la formación de nuevas subjetividades: los teóricos del “capitalismo cognitivo”. Entre sus desarrollos se destaca la tesis de la “crisis de la ley del valor”. Esta plantea que las condiciones del capitalismo actual han vuelto obsoleta la teoría del valor de Marx, de modo que su vigencia es sostenida por la mera fuerza de mecanismos exteriores a los procesos de producción. En este contexto, el presente artículo tiene por objetivo indagar acerca de la viabilidad de esta tesis en el capitalismo contemporáneo a través de un análisis crítico de su elaboración en la obra de Carlo Vercellone. Para ello recuperaré el vínculo con su formulación original hecha por Antonio Negri en la década del ’70 y presentaré las críticas que diversos teóricos marxistas han contrapuesto a la reformulación de Vercellone. Finalmente propondré un balance que evalúe la pertinencia de estas críticas y las consecuencias derivadas de ello.

Palabras Clave: capitalismo cognitivo; crisis de la ley del valor; trabajo inmaterial; marxismo; TIC; teoría del valor

ABSTRACT

At the beginning of the 2000s appeared a philosophical movement strongly influenced by Italian postoperaism or autonomism, dedicated to the study of the ongoing transformations that the prominence of information and communication technologies (ICT) has generated in labor processes and its connection to the shaping of new forms of subjectivity: the theorists of "cognitive capitalism". Among its main developments is the thesis of the “crisis of the law of value”, which claims that the current state of capitalism have made Marx's theory of value obsolete, so its validity is only sustained by the force of mechanisms external to the production process. In this context, this article aims to inquire into the viability of this thesis in contemporary capitalism, by offering a critical analysis of its development through Carlo Vercellone’s work. With that aim I will focus on its connection to Antonio Negri’s formulation, originally published in 1979, and I will address the criticism that several Marxist theorists have counterposed to Vercellone's reformulation. Lastly, I will propose an assessment that evaluates the relevancy of these objections and the consequences that could derive from them.

Keywords: cognitive capitalism; crisis of the law of value; immaterial labor; Marxism; ICT; theory of value

RESUMO

No início dos anos 2000 surgiu uma nova corrente filosófica fortemente influenciada pelo pósoperaismo ou autonomismo italiano, dedicada a estudar as transformações em curso do processo de trabalho produzidas pela nova centralidade das tecnologias de informação e comunicação (TICs) e a sua ligação com a formação de novas subjetividades: o “capitalismo cognitivo”. Uma das suas teses mais influentes foi a “crise da lei do valor”, que assevera que as condições do capitalismo atual tornaram obsoleta a teoria do valor de Marx, de modo que sua validade precisa ser assegurada por mecanismos externos ao processo de produção. Nesse contexto, este artigo tem como objetivo investigar a viabilidade dessa tese no capitalismo contemporáneo, oferecendo uma análise crítica do seu desenvolvimento através da obra de Carlo Vercellone. Com esse objetivo, vou recuperar a ligação com a sua formulação original feita por Antonio Negri na década de 1970 e vou apresentar as críticas que diversos teóricos marxistas contrapuseram à reformulação de Vercellone. Para concluir, vou fazer um balanço que avalie a relevância destas críticas e as consequências decorrentes.

Palavras chave: capitalismo cognitivo; crise da lei do valor; trabalho imaterial; marxismo; TICs; teoría do valor

1. Introducción

Durante las últimas cuatro décadas han ocurrido una serie de transformaciones radicales en las formas del trabajo surgidas en estrecha relación con los desarrollos tecnológicos propios del proceso de informatización. Este fenómeno no ha sido ajeno a la reflexión filosófica. Desde principios de la década del noventa se ha ido conformando en particular una corriente teórica, marcadamente influida por el movimiento operario surgido en Italia treinta años antes, orientada a pensar las transformaciones recientes en el proceso laboral, de qué modo impactan en la conformación de las subjetividades, así como las nuevas potencialidades emancipatorias que se generan ante esta nueva situación: el postoperaísmo o autonomismo italiano. Entre sus análisis más destacables encontramos la denominada tesis de la crisis de la ley del valor, que plantea que este nuevo tipo de trabajo que surge de las nuevas características del capitalismo contemporáneo no puede ser comprendido a partir del proceso de valorización estudiado por Marx.

En este contexto, el presente artículo tiene como objetivo general indagar si la implementación de nuevas tecnologías y formas de organización en el proceso de trabajo conducen a una crisis del proceso de valorización tal como fue analizado por Marx en su obra madura. Como objetivo particular, me propongo para ello estudiar críticamente las elaboraciones contemporáneas de la tesis de la crisis de la ley del valor, tal como ha sido presentada a lo largo de diversos artículos de Carlo Vercellone, referente de la corriente del capitalismo cognitivo, y particularmente sus vínculos con el postoperaísmo italiano. En este sentido, comenzaré por recuperar la formulación de esta tesis tal como la presentó originalmente uno de los mayores exponentes del postoperaísmo, Antonio Negri, en base a su lectura de los Grundrisse enfocada especialmente en el denominado Fragmento sobre las máquinas. En segundo lugar, presentaré de qué forma la corriente del capitalismo cognitivo recupera y reelabora su formulación en el marco de su análisis de las nuevas transformaciones del trabajo. Para ello, mi propuesta es reconstruir la manera en que Vercellone recupera la tesis de la crisis del valor y mostrar qué implicancias tiene para su teoría. De este modo, en el siguiente apartado, me enfocaré en una serie de críticas que otros teóricos marxistas de diversas corrientes han realizado tanto a la interpretación original de la caída de la ley del valor, que podemos encontrar en Negri, como a la recuperación que hace Vercellone de ella. Para finalizar, me propongo evaluar la pertinencia de estas críticas con el fin de estudiar cuáles resaltan problemas de la concepción de Vercellone sobre el capitalismo cognitivo, así como dilucidar hasta qué punto su concepción puede dar cuenta de una verdadera crisis de la ley del valor en el capitalismo contemporáneo.

2. La crisis de la ley del valor según el postoperaísmo: Antonio Negri y su lectura de los Grundrisse

Entre las primeras elaboraciones de la crisis de la forma valor dentro del postoperaísmo o autonomismo italiano, podemos destacar la presentada por Antonio Negri. Ya en las notas de 1978 para sus lecciones sobre los Grundrisse, compiladas con el título Marx más allá de Marx, Negri argumenta que, hacia fines de la década del setenta, el capitalismo ya ha entrado “en una fase avanzada de la crisis de la ley del valor” (Negri, 1991: 14), situación que ya había sido analizada como un hipotético escenario futuro por el mismo Marx. Como un intento de reactualizar la interpretación de Marx a partir de un análisis de los Grundrisse, su clave de lectura parte de lo que denomina la “subordinación de la ley del valor a la ley del plusvalor” (Negri, 1991: 83), que implica la preminencia de una lógica antagónica vinculada a la lucha de clases por sobre la lógica dialéctica del proceso de valorización capitalista. De esta manera, la lucha por la jornada laboral social se revela como el lugar privilegiado en el cual, a través de la disputa por la proporción en la división entre el plustrabajo social y el trabajo socialmente necesario, se constituyen dos subjetividades opuestas vinculadas a “procesos de valorización opuestos” (Negri, 1991: 91): el capital y la clase trabajadora. Así, con el objetivo de desarrollar una teoría de la subjetividad de la clase trabajadora, Negri se enfoca en las elaboraciones de Marx acerca del salario en los Grundrisse para destacar que, al ser un resultado de la lucha de clases, este se presenta como una magnitud independiente a la lógica dialéctica que impulsa el movimiento del capital. En este hecho se revela el poder y la potencia del trabajo vivo, que se expresa en la capacidad del trabajo necesario de oponer su resistencia a la valorización del capital, pues, en tanto es valor de uso, “es capaz de valorizarse a sí mismo” (Negri, 1991: 101) mediante la expansión del mundo de las necesidades de los trabajadores. A su vez, esta resistencia, que limita la devaluación de la fuerza de trabajo y la proporción de plustrabajo que puede ser extraído, es índice de la autonomía de la clase trabajadora respecto al desarrollo del capital. La clase trabajadora se presenta, consecuentemente, como una subjetividad autónoma que opone su autovalorización a la valorización capitalista y se establece entre estos dos procesos, como adelantamos, “una relación que ya no es dialéctica, sino antagónica” (Negri, 1991: 135).

De esta forma, Negri encuentra en el concepto de autovalorización la clave para actualizar los desarrollos marxianos a la realidad concreta de la clase trabajadora contemporánea y superar así el límite teórico que le habría impuesto a Marx el “atraso de la organización obrera” en su época (Negri, 1991: 182). Para llevar a cabo esta actualización Negri recupera el denominado Fragmento de las máquinas de los Grundrisse, texto que expone a su juicio esta lógica antagonista llevada a su máxima expresión (Negri, 1991). En este texto, plantea Marx que el desarrollo de la gran industria implica que la riqueza efectiva se vuelva cada vez menos dependiente del tiempo de trabajo inmediato implicado en la producción de las mercancías, para pasar a depender progresivamente “del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción” (Marx, 1983: 228), esto es del denominado general intellect. En esta situación, por un lado, el hombre deja de ser el principal agente del proceso de producción inmediato y pasa a tener un rol de supervisor y regulador del proceso de producción llevado a cabo por la maquinaria, se abre así la posibilidad de reducir al mínimo el tiempo de trabajo necesario de la sociedad para permitir el desarrollo libre de las individualidades, el desarrollo del “individuo social”. Por otro lado, se revela como mezquina y pobre la base sobre la que descansa la riqueza capitalista, esto es, el robo de tiempo de trabajo ajeno, la extracción de plusvalor; ya que, en tanto el trabajo en su forma inmediata ha dejado de ser la fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo debe dejar de ser su medida, y se presentarían entonces las condiciones materiales para “hacer saltar por los aires” la base de la riqueza capitalista (Marx, 1983: 228). Agrega Negri que esta crisis de la ley del valor no implica su supresión: la ley del valor no deja de ser eficiente, sino que se reduce a una mera formalidad. Ahora bien, es justamente este carácter formal de su vigencia lo que revela que su eficacia sólo se funda en la irracionalidad: en tanto la explotación ha perdido su función progresiva y racionalizante, la vigencia de la forma valor se revela como “puro y simple mandato” (Negri, 1991: 148), un momento esencialmente político. La autovalorización de la clase trabajadora sobre la que se funda la producción contemporánea se muestra como una acumulación de “poderes potenciales y alternativos a la valorización capitalista” (Negri, 1991: 183) que, a través de una lógica antagonista, pueden superar la dialéctica de la valorización y abrir la posibilidad de la abolición de la ley del valor y el comienzo del comunismo.

En este sentido, Negri entiende que a lo largo de toda la obra de Marx “el concepto de fuerza de trabajo se considera como elemento valorizador de la producción, relativamente independiente de la ley del valor”, en tanto, “la unidad de valor se identifica, ante todo, con relación al ‘trabajo necesario’ (…) un elemento dinámico (…) que se halla determinado por las luchas de la clase obrera” (Negri, 1999: 119). Ya en un artículo de 1992 coescrito con Maurizio Lazzarato, titulado Trabajo inmaterial y subjetividad, Negri vincula este concepto de autovalorización con el trabajo inmaterial, nueva forma que tiende a presentar el trabajo ante su organización en el capitalismo posfordista. Así, se plantea que “el ciclo de trabajo inmaterial es preconstituido por una fuerza de trabajo social y autónoma, capaz de organizar el propio trabajo y sus propias relaciones con la empresa” (Lazzarato y Negri, 1991). Este nuevo tipo de trabajo es caracterizado como un trabajo vivo más intelectualizado, vinculado a la capacidad de escoger entre alternativas y a la responsabilidad; un tipo de trabajo de gestión de la información que se funda en la cooperación. Por este motivo, ante la caída de la ley del valor, la explotación deja de remitirse a la apropiación de una cantidad de trabajo y pasa a ser entendida como “la captura, la centralización y la expropiación de la forma y del producto de la cooperación social” (Negri, 1999: 87). Se puede ver con claridad, tal como lo ha destacado Míguez (2020), que para Negri el estallido de la forma valor no implica el fin del trabajo, tal como ocurre para autores como J. Rifkin, sino que reconoce que “el trabajo está en todas partes” (Míguez, 2020: 218), se encuentra cada vez más presente en la sociedad postindustrial. Por otro lado, y como consecuencia de la nueva hegemonía del trabajo inmaterial, ocurren también cambios fundamentales en las subjetividades: se constituye la “intelectualidad de masas”, una nueva forma de subjetividad autónoma que porta una potencia constituyente que responde a la lógica antagonista mencionada. Nuevamente expone Negri una correspondencia con los conceptos desarrollados en el Fragmento de las máquinas marxiano: el trabajo inmaterial está estrechamente vinculado a la supervisión y el control del nuevo tipo de trabajo social presentado en el Fragmento, así como la intelectualidad de masas hace eco del concepto de general intellect con que Marx caracterizaba el conocimiento social general depositario de los saberes de los sujetos (Lazzarato y Negri, 1991).

Cabe destacar que esta comprensión del antagonismo entre el capital y los trabajadores, que se presenta como el funcionamiento meramente formal de la ley del valor y la aparición de nuevas formas de explotación de la cooperación social, de un lado, y como el proceso de autovalorización de la fuerza de trabajo, del otro, se mantiene constante a lo largo de los posteriores trabajos de Negri. Las obras coescritas con su discípulo Michael Hardt recuperan esta interpretación y destacan el potencial emancipatorio de las nuevas formas de la subjetividad cuya actividad autovalorizante escapa a los mecanismos tradicionales de control del capital que aún responden a la ley del valor. De manera que, a la vez que esta “función organizativa del control capitalista se vuelve cada vez más parasitaria” (Hardt y Negri, 1994: 281), representa un límite exterior al potencial emancipatorio de las nuevas subjetividades. Estas últimas, que hacia principios del Siglo XXI toman el nombre de “multitud”, se presentan cada vez más como una fuerza ontológicamente autónoma: “al trabajar, la multitud se produce a sí misma como singularidad” (Hardt y Negri, 2004: 342).

3. La recepción de la crisis de la ley del valor en los textos de Vercellone

Como adelanté, entre los desarrollos de los pensadores del capitalismo cognitivo consideraré en particular la obra de Carlo Vercellone. El economista italiano toma distancia de la mayor parte de los enfoques contemporáneos que estudian la novedad de una economía fundada en el conocimiento sin tener en cuenta su subordinación y enmarcamiento en las formas institucionales que definen la acumulación del capital. Por ello su consideración de la producción del conocimiento y del progreso tecnológico está estrechamente vinculada al estudio de las relaciones sociales y los conflictos alrededor de la cuestión del control de las “potencias intelectuales de la producción” (Lebert y Vercellone, 2011a: 34). Así, reinterpreta el tópico marxista clásico de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción con el fin de resaltar el “carácter irreconciliable del capitalismo cognitivo con las condiciones sociales que están a la base de una economía fundada en el conocimiento” (Vercellone, 2011d: 215); para ello utiliza el concepto de sistema histórico de acumulación, definido por la asociación del modo de producción capitalista y el sistema de acumulación que domina en un período histórico, para dar cuenta de la orientación a largo plazo de las tendencias de valorización del capital y de su vínculo con la reproducción de las relaciones sociales de producción (Dieuaide et al., 2003). En este sentido, el concepto de capitalismo cognitivo evidencia a la vez la continuidad y la novedad de este nuevo sistema, pues, el término capitalismo indica la permanencia de las variables fundamentales del desarrollo capitalista -en particular, el predominio de la ganancia y la relación salarial-, mientras que cognitivo refiere a “la nueva naturaleza del trabajo, de las fuentes de valorización y de las estructuras de propiedad en que descansa la acumulación” (Lebert y Vercellone, 2011a: 35).

Haciendo foco en las maneras en que fue mutando la división capitalista del trabajo a lo largo de la historia y considerando particularmente el lugar que ocupa el saber, Vercellone ofrece entonces una periodización en tres etapas en las que se fue desarrollando la relación entre capital y trabajo, que se destacan por su ligazón con tres conceptos clave que podemos encontrar en la obra marxiana (Vercellone, 2011a; 2007). Así, plantea que la primera etapa, referida a la subsunción formal1, se despliega entre comienzos el S XVII y finales del S XVIII y se funda en la manufactura concentrada y el putting-out system, sistema que se basaba en la producción a domicilio de los artesanos y obreros encomendada por el capitalista. En esta etapa, la relación capital/trabajo se caracteriza por estos trabajadores independientes que detentan el saber y por mecanismos de acumulación de tipo mercantil y financiero. En segundo lugar, la subsunción real2 se va a encarnar en el capitalismo industrial, en el que reina la separación del trabajo manual del intelectual, de manera que los saberes se cristalizan en el capital fijo y en la organización del trabajo con el fin de economizar tiempo según el dictamen de la ley del valor-trabajo, mientras que el trabajo de ejecución se ve parcelizado y desvalorizado y la dinámica de acumulación del capital se funda en la gran fábrica que se especializa en la producción en masa de bienes estandarizados. Finalmente, el capitalismo cognitivo, que Vercellone vincula al despliegue del general intellect conceptualizado en los Grundrisse, surge ante la crisis social del fordismo y de la división del trabajo del capitalismo industrial; la relación capital/trabajo es caracterizada por la hegemonía de los saberes poseídos por lo que Vercellone llama una “intelectualidad difusa” (Vercellone, 2011a: 59) y por el rol motor de la producción de conocimientos a través de conocimientos que se da en el trabajo inmaterial, estudiado por el postoperaísmo. A su vez, tal como lo planteó Negri, en esta etapa se experimenta la crisis de la ley del valor-trabajo, así asistimos a “lo que podría llamarse el pasaje histórico desde el valor tiempo de trabajo al valor saber” (Vercellone, 2011a: 72), si bien a la par hay un retorno a los mecanismos mercantiles y financieros de acumulación.

Para Vercellone, el punto de partida y motor principal de estas mutaciones puede encontrarse en dos fenómenos (Vercellone, 2011d). En primer lugar, la constitución, a partir del desarrollo de la escolarización de las masas y el crecimiento del nivel medio de formación, de la mencionada intelectualidad difusa, nuevo sujeto político que encarna una preponderancia cualitativa inédita de los conocimientos vivientes en el trabajo frente a los saberes incorporados en el capital fijo y en la organización empresarial. En segundo lugar, los conflictos sociales y las luchas de la clase trabajadora han llevado a una expansión del salario socializado y de los servicios colectivos del estado de bienestar que van más allá de la capacidad del modelo fordista. Esto terminó por generar una situación en la que el capital intangible, sobre todo como formación, educación, sanidad y demás servicios sociales, ha superado cuantitativamente al capital material y devenido el factor principal del crecimiento. Puede comprenderse así esta nueva crisis estructural del capitalismo como una “caída tendencial del control del capital sobre la división del trabajo” (Vercellone, 2011a: 61), en la que se produce un desplazamiento del antagonismo “trabajo vivo - trabajo muerto”, imperante en el capitalismo industrial, hacia “saber muerto del capital - saber vivo del trabajo” (Vercellone, 2011: 75). Ahora bien, el desarrollo de la situación identificada por Marx con el concepto de general intellect, a diferencia de lo que parecía sugerir Negri en su trabajo de la década del setenta, no debe ser identificada sin más con la situación del presente sino visto como una potencialidad emancipatoria de la cual la conformación de la intelectualidad difusa es solo una condición necesaria. Más bien, el capitalismo cognitivo se presenta como un retorno a las formas de dominación del capital propias de la subsunción formal, pues estaríamos ante una situación en la que la organización del ciclo de la producción se fundaría en una cooperación productiva independiente de la función directiva del capital mientras que el capital tendería a privilegiar formas de dominación indirecta de la producción y mecanismos de apropiación de plusvalor exteriores al proceso de producción mismo, esto es, propios de la esfera de circulación monetaria y financiera (Vercellone, 2007). En este sentido, dado que la mano de obra ya no puede ser disciplinada por una racionalidad técnica objetiva incorporada al capital fijo y a la organización del trabajo, la precarización aparece como un mecanismo de dominación y control del capital sobre el trabajo vivo (Vercellone 2011e). Ahora bien, como adelantamos, existe una potencia emancipatoria en tanto en la época del trabajo cognitivo “se componen estrategias de autovalorización que resisten a los dispositivos de mando, explotación y segmentación, para constituir así un campo de composición de fuerzas” (De Nicola et al, 2007) definido por la producción del común, que se vincula con la nueva subjetivación política de clase que es la intelectualidad difusa. De esta manera, la relación capital/trabajo se presenta como la lucha de dos lógicas entre las que, tal como ocurriera en la lectura presentada de Negri, no puede pensarse una superación dialéctica: (1) La lógica de la acumulación del capital, que “en su intento de mantener artificialmente vigente la ley del valor, asume una naturaleza cada vez más parasitaria” y obtura posibilidades del progreso; y (2) la lógica de la autovalorización propia de la intelectualidad difusa, nueva figura del trabajo colectivo que contiene “los prerrequisitos de una autogestión de las condiciones y de las finalidades de la producción social” (Vercellone, 2011a: 77).

Acerca de la ley del valor o de la ley valor-tiempo de trabajo, plantea Vercellone que esta surgió durante la revolución industrial como una “expresión concreta de una práctica gestora de racionalización de la producción y de abstracción del contenido mismo del trabajo” (Vercellone, 2011b: 116) que se desprendía de la vigencia de la ley de la plusvalía -concepto también recuperado del análisis de Negri- que encarna la explotación y el antagonismo expresando el sentido más esencial de la racionalidad económica capitalista: ser un sistema orientado a la acumulación sin límite del capital, de la moneda en sí misma, “con el fin de aumentar sin cesar el poder de mando que la moneda le confiere sobre el trabajo (fuente y sustancia del valor)” (Vercellone, 2011b: 115). En este sentido, la ley de valor opera utilizando, en primer lugar, el tiempo del reloj como medio para cuantificar el valor económico generado por el trabajo y, en segundo lugar, regulando las relaciones de competencia en función del tiempo de trabajo socialmente necesario, mediante el intercambio mercantil (Vercellone, 2011b).

Esta ley fundada en la medición de los tiempos de trabajo inmediatamente dedicados a la producción entra hoy en crisis en tanto actualmente su vigencia es forzada, impuesta por el capital, con el fin de seguir midiendo la riqueza y organizar su distribución, a pesar de ser un criterio inadecuado para ello. Esta inadecuación viene dada, principalmente, por el agotamiento de las dos dimensiones de la racionalidad de la ley del valor (Vercellone, 2011b). La primera de ellas se refiere al agotamiento de la ley del valor-tiempo de trabajo como criterio de racionalización capitalista de la producción. En este punto, el incremento de la dimensión cognitiva del trabajo determina, a su vez, una doble crisis del valor. En primer lugar, en tanto crisis de medida, pues el trabajo cognitivo se desarrolla sobre un conjunto de tiempos de la vida que exceden la fábrica y obligan al capital a operar en una relación de exterioridad respecto a la organización y de la producción3; en segundo lugar, una crisis de control, pues, el encuentro de la intelectualidad difusa con los medios de trabajo que son las tecnologías de la información y la comunicación vuelve a hacer plausible una reapropiación colectiva del trabajo y de sus medios. La segunda dimensión que cuestiona la vigencia de la racionalidad de la ley del valor está vinculada a la disociación entre la lógica del valor y la de la riqueza, esto es, se cae la legitimación de la ley del valor y de la lógica de la mercancía como criterio progresivo de desarrollo de la riqueza social y de la satisfacción de necesidades4. La forma valor sobrevive como una suerte de “envoltura vaciada” de la función progresiva del capital, en tanto se hace manifiesta una contradicción fundamental entre la lógica de la valorización del capitalismo cognitivo y la “lógica intrínsecamente no mercantil de la economía del conocimiento” (Vercellone, 2011b: 122). Pues, a decir de Rullani (2004: 100), “la valorización de los conocimientos responde a leyes muy particulares” que difieren profundamente de las imaginadas por las teorías liberales o marxistas del valor; en tanto el conocimiento no deja de ser un bien común que, como tal, es irreductible a su tratamiento como mercancía, ya que posee una serie de características - no se destruye con su consumo, se enriquece al circular libremente, pose un costo prácticamente nulo de reproductibilidad, etc.- que sólo pueden ser mercantilizadas a través de mecanismos que actúan como barreras artificiales.

Entonces, ¿cómo opera el capitalismo cognitivo en tiempos de la crisis de la ley del valor? Por un lado, precisamente mediante la creación de obstáculos para el desarrollo pleno de las potencialidades de una economía fundada en el conocimiento. Aparecen, a través de medios jurídicos, los “nuevos cercamientos” (Moulier-Boutang, 2004: 107); esto es, mecanismos rentísticos -patentes, derechos de autor, licencias, etc.- que limitan el acceso y la difusión del conocimiento. Así, esta renta opera con mecanismos de captura de plusvalor que son exteriores a la organización de la producción (Vercellone, 2011d: 231); y, en tanto este surplus es producto de la cooperación de la intelectualidad difusa e incluso está contenido en ella como cualidades intelectuales y creadoras incorporadas y movilizadas por la fuerza de trabajo, la captura excede los límites de la fábrica y se extiende a la sociedad toda5. Por otro lado, la indistinción entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre impulsa nuevas formas de extraer plusvalor de los tiempos sociales que participan en la producción; se cambia de este modo de un modelo de prescripción de tareas tayloriano a un modelo de prescripción de la subjetividad, que apunta a que las empresas ejerzan “una presión intensa sobre la subjetividad de los asalariados con el fin de obtener su implicación total y la interiorización de los objetivos definidos por la dirección” (Monnier y Vercellone, 2011: 140). Finalmente, las mismas mercancías que son producto de este nuevo tipo de trabajo asociado al conocimiento poseen, como adelantamos, una serie de propiedades particulares entre las que se destacan el hecho de ser difícilmente excluibles -en tanto al no destruirse con su consumo se abre la posibilidad de que un número potencialmente infinito de personas se beneficie de su uso- y que su coste marginal de reproducción tienda a cero, pues el tiempo dedicado directamente a la producción de copias es completamente insignificante (Vercellone, 2011b; 2011d; 2007). Ambas características se convierten en argumentos a favor de la tesis de la caída de la ley del valor, pues estas mercancías podrían perfectamente ser vendidas a costos ínfimos o aún cedidas gratuitamente y de este modo escapar al proceso de valorización. Sin embargo, el capitalismo cognitivo hace de este tipo de conocimientos mercancías ficticias (Vercellone, 2011d) al establecer una serie de dispositivos y barreras artificiales con el objetivo de limitar el libre acceso a estos bienes y generar una escasez artificial, como el reforzamiento de los derechos de propiedad intelectual, para lograr mantener la primacía del valor de cambio mediante la consolidación de mecanismos rentísticos.

En este contexto, la propuesta política de Carlo Vercellone consiste en impulsar frente al neoliberal un modelo que implica refundar la noción de trabajo productivo y los criterios de estimación de riqueza al orientarlos hacia “la producción del hombre por y para el hombre” (Monnier y Vercellone, 2011: 150), cuyos dos pilares son (1) un resurgimiento y una extensión de los servicios colectivos no mercantiles asociados al Estado de bienestar, enfocados en el ámbito de la salud, la educación y la investigación, que funcionarían como nuevos sectores motores de la economía; y (2) la consolidación de una Renta social básica incondicional (RSBI) o un Ingreso social garantizado (ISG) cuya función principal es reforzar la libertad efectiva de elección de la fuerza de trabajo al debilitar la dependencia de los asalariados al capital (Fumagalli y Vercellone, 2020). En este sentido, se busca trascender la concepción de la economía política que entiende por trabajo productivo aquél que produce valor y plusvalor y, a la par, reconocer el trabajo productor de valores de uso que escapa a la valorización del capital pero que produce una riqueza fundamental para la reproducción de la vida social (Baronian y Vercellone, 2013).

4. Las críticas a la tesis de la caída de la ley del valor en el capitalismo cognitivo

Entre las críticas que han recibido los pensadores nucleados en torno a la corriente que estudia el capitalismo cognitivo, podemos destacar aquellas que hacen foco en el cuestionamiento de la validez de la tesis de la caída de la ley del valor. Comencemos por la crítica de un teórico marxista contemporáneo que podemos ubicar dentro la amplia corriente autonomista pero que toma distancia clara de los planteos del postoperaísmo y de los teóricos del capitalismo cognitivo: George Caffentzis. Este pensador escribe sus críticas con la intención de mostrar la inadecuación del concepto de “cognitivo” para caracterizar la realidad del capitalismo contemporáneo, sobre todo a la hora de definir las posibilidades emancipatorias que se derivan del vínculo entre el conocimiento-producción y el capitalismo. De hecho, la novedad que aportarían estos autores, para Caffentzis, es “haber convertido la derrota de la clase trabajadora de 1970 en una victoria” (Caffentzis, 2016: 23) al presentar una mirada optimista e ingenua sobre la reestructuración de la economía mundial que, bajo la forma de desindustrialización, globalización y revolución informática, surgió como respuesta a los ciclos mundiales de huelgas que se venían dando en todo el mundo. Uno de los puntos de su crítica es que Vercellone comparte la misma falta de definición de lo que es el conocimiento que la imperante en la esfera de la ley de propiedad intelectual, que permite elaborar y registrar mercancías intelectuales sin hacer ninguna referencia al conocimiento real, como ejemplifica el hecho de que según la legislación podemos patentar como invento una trampa para ratones que no sirva para cazar ratones (Caffentzis, 2016). Así, se pierde de vista que en el capitalismo contemporáneo el trabajo vivo que es explotado en las industrias vinculadas a la propiedad intelectual no es conocimiento necesariamente, sino que “lo que es crucial es que puede crear valor de cambio, sin importar su valor epistémico” (Caffentzis, 2016: 38). En segundo lugar y en relación con la tesis postoperaísta de la caída de la ley del valor, plantea que el proceso de crear ideas, objetos, frases, y demás mercancías cognitivas es un proceso en el tiempo que puede ser medido, y de hecho lo es, tal como se puede ver en los contratos con tareas específicas y fechas límites que cumplen los trabajadores cognitivos (Caffentzis, 2016). Agrega que el hecho de que no sea posible medir el valor creado por el trabajo en base al tiempo de trabajo empleado directamente en la producción es una característica común a todo tipo de mercancías, ya que el valor de una mercancía depende del tiempo de trabajo socialmente necesario, es decir, el tiempo de trabajo “requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad de trabajo” (Marx, 1975: 48); tiempo que no está determinado por el tiempo del reloj que mide el trabajo empleado directamente en la producción, sino que es afectado por miles de circunstancias imposibles de medir localmente (Caffentzis, 2016). Por otro lado, la explotación de poblaciones en países en vías de desarrollo creando zonas de extracción de plusvalor absoluto (Caffentzis, 2005), incluso allí donde predomina una economía de subsistencia precapitalista no sólo es un mecanismo que contrarresta la tendencia a la baja de la tasa de ganancia producida por la implementación de maquinaria en el proceso productivo, tal como señaló Marx en el tercer libro de El Capital (Marx, 2009), sino también es una muestra de la vigencia de la ley del valor en la economía capitalista contemporánea6. Sin ir más lejos, la profunda resistencia de parte de la clase capitalista a la idea de una reducción de la jornada laboral es otro síntoma de su vigencia (Caffentzis, 2020).

También podemos encontrar una serie de autores que, desde una perspectiva que hace hincapié en una interpretación cuantitativa de la teoría del valor marxiana, proponen que la tesis de la caída de la ley del valor no resulta adecuada para comprender las transformaciones en el proceso de trabajo del capitalismo contemporáneo. Así, Henninger (2007) analiza que Negri plantea esta tesis como resultado de una serie de transformaciones cualitativas del trabajo, entre las que se destaca la imposibilidad de medir el valor que se puede extraer de un trabajo tan complejo y cooperativo como el trabajo inmaterial. En este sentido, aclara que, por un lado, el concepto de complejidad del trabajo haría referencia al carácter de cualificado que pudiera tener un trabajo y, en tanto tal, está en una relación de gradación cuantitativa respecto al denominado trabajo simple, relación que es establecida cada vez que un empresario distingue entre los trabajadores más y menos calificados, decide pagarles un salario diferente y determina la cantidad exacta de dichos salarios. De esta manera, en este fenómeno de la vida cotidiana se verificaría la validez de la ley del valor en la sociedad contemporánea. Por otro lado, en cuanto a considerar el alto grado de cooperación asociado al trabajo inmaterial como una cualidad que escaparía a la ley del valor, en tanto excedería la suma del valor que aportaría el trabajo de cada uno de los trabajadores por separado, esta cuestión fue tratada por Marx en el capítulo doce del primer tomo de El Capital, donde analiza la producción manufacturera y el plusvalor que genera la cooperación entre los trabajadores (Henninger, 2007). Argumenta Henninger también que la tesis de la caída de la ley del valor se sustenta en el rechazo de Negri a una serie de distinciones asociadas a la forma valor al considerarlas ya no válidas para comprender el funcionamiento del capitalismo contemporáneo, principalmente la distinción entre trabajo y no trabajo. El planteo de Negri es que, ante la hegemonía del trabajo inmaterial, el capital extrae valor de todos los ámbitos de la vida, pues todo el tiempo se ha vuelto productivo. Henninger (2007) considera que en este punto Negri es incapaz de comprender que puede haber una distinción lógica válida entre dos términos con un mismo referente -tal como el análisis marxiano de la mercancía nos muestra su naturaleza bifronte, de valor y valor de uso- y que esto se debería a su rechazo a la dialéctica hegeliana que conllevaría a su vez al rechazo de las oposiciones dialécticas que se encuentran en las categorías marxianas. Esta cuestión tiene un particular interés para Henninger, según sus palabras “debemos tomar en serio el hecho de que los empresarios continúan midiendo, comparando y remunerando la fuerza de trabajo en términos claramente definidos por unidades de tiempo” (Henninger, 2007: 174), por lo que la separación entre el trabajo y el no-trabajo, así como la validez de la ley del valor como herramienta para hacer el cálculo sobre la extensión del tiempo de trabajo social más allá del lugar de empleo resultan herramientas fundamentales para combatir la explotación desde el movimiento de los trabajadores.

Por su parte Anselm Jappe, teórico marxista alemán vinculado a la crítica del valor plantea que el capitalismo cognitivo supone erróneamente que el crecimiento del sector servicios vinculado al denominado trabajo cognitivo puede ser la base para un nuevo modelo de acumulación, pues este sector consiste en actividades que crean muy poco valor, que no llegan a reproducir el capital invertido, sino meramente lo consumen. En este sentido, frente a una situación en que sus productos son reproducibles con un coste marginal tendiente a cero, el crecimiento del trabajo informático más bien tendería hacia la crisis, pues reduce a un grado mínimo el empleo del trabajo vivo, creador de valor (Jappe, 2016). De hecho, la existencia del posfordismo se fundamenta, siempre según Jappe, en la financiarización, esto es, en la explosión de un crédito de dimensiones astronómicas que no es otra cosa que un consumo anticipado de un ingreso futuro que podría llegar a no producirse; así, sigue respondiendo a la lógica de la valorización capitalista o, como la denomina el postoperaísmo, la ley del valor. Consecuentemente, el concepto de autovalorización que Vercellone recupera de Negri, en tanto es la fundamentación de las posibilidades emancipatorias de la intelectualidad difusa, no sería más que una nueva forma de reproducción de la lógica del capital en la cual la completa auto-sumisión a los imperativos económicos se da de forma autogestionada (Jappe, 2016).

En una línea similar a Jappe, argumenta Frederick Pitts (2018) que el concepto de autovalorización desarrollado por Negri en su análisis de los Grundrisse es un primer desplazamiento hacia la actitud afirmativa que el filósofo italiano toma respecto al trabajo en el capitalismo contemporáneo en sus obras escritas junto a M. Hardt. Allí, a diferencia del momento de negatividad que la lucha obrera y el antagonismo representaba para el operaísmo italiano en cuanto rechazo de las relaciones sociales y la racionalidad capitalista, Negri adopta una postura que afirma la existencia de un comunismo elemental y espontáneo coexistiendo con el capitalismo contemporáneo, en tanto el trabajo inmaterial y la creatividad son indicadores de una posible emancipación mediante el trabajo (Hardt y Negri, 2004). En esta lectura, presente también en Vercellone, el valor es interpretado, no como una mediación social que domina a los trabajadores sino como la expresión de algo esencial y que no es histórica ni socialmente específico, lo que da cuenta de una concepción inmanentista/spinozista en la que ya no hay una alterativa radical al estado de cosas del presente, pues termina por eliminar las contradicciones propias de la mediación dialéctica marxiana. Otro de los puntos sobre los que este autor dirige su crítica es la cuestión de la crisis de medición asociada al trabajo inmaterial, es decir, la idea que subyace a la tesis de la crisis de la ley del valor por la cual la medición del tiempo de trabajo ya no es un criterio adecuado para establecer el valor. Pitts plantea que esta idea se funda en una mala interpretación de la teoría del valor de Marx que descansa en una identificación inmediata entre el tiempo de trabajo y el valor, identificación que elude la mediación que es el trabajo abstracto, en tanto se enfoca en el gasto concreto de trabajo en vez de en la abstracción del trabajo que se da en el intercambio. De esta forma, H. Pitts toma distancia de las críticas que, como la de Henninger e incluso Caffentzis en algún punto, “se enfocan en la persistencia de la ley del valor como un proceso cuantitativo y, más problemáticamente, en la teoría del valor de Marx como en una teoría cuantitativa” (Pitts, 2018: 200). Así, no resultaría posible determinar el valor de una mercancía a partir de la cantidad de tiempo de trabajo directamente invertida en su producción, en tanto el trabajo representado en el valor de una mercancía es trabajo abstracto, medible por el tiempo de trabajo socialmente necesario, que sólo es validado socialmente en el momento del intercambio, es decir, en el mercado7 (Pitts, 2018). Por este motivo, no podemos considerar la teoría del valor como una normatividad a partir de la cual regular la producción independientemente del momento del intercambio, pues “siempre ha sido imposible medir efectivamente el valor en relación al trabajo concreto, sólo son meras conjeturas y estimaciones pendientes del intercambio” (Pitts, 2018: 216). En este sentido, en tanto teoría crítica de la sociedad capitalista, la crítica de la economía política marxiana y su análisis de valor no se enfocan en la cuestión cuantitativa del mismo sino en su crítica como forma social. El trabajo abstracto no es medible durante la producción porque no es algo que ocurre o es ejecutado, sino que “existe sólo en proceso, en su realización, y se manifiesta solamente en el intercambio” (Pitts, 2018: 208); por ello la comprensión inmanentista del concepto de autovalorización asociado a estas nuevas formas de trabajo inmaterial o cognitivo carecería de sustento.

Como último punto, los investigadores argentinos G. Starosta y G. Caligaris, someten a crítica la tesis del valor tendiente a cero de las mercancías vinculadas al conocimiento con el objetivo de mostrar que las referencias a la crisis del valor “descansan sobre una comprensión más bien vulgar de las determinaciones antitéticas de la forma de mercancía como unidad de valor de uso y valor” (Starosta y Caligaris, 2017: 281). Resaltan con razón que esta tesis descansa principalmente en el supuesto de que el costo de producción de la primera unidad de este tipo de mercancías es muy alto, mientras que los costos de reproducción son mínimos pues consisten en la mera producción de la materialidad del soporte en que se plasma el conocimiento desarrollado previamente8. Así, sostienen en primer lugar que esta tesis se fundamenta en la apariencia presentada por la determinación del valor cuando la mercancía es considerada abstractamente como la premisa de la producción capitalista y no como producto de ella, esto es, se basa en los primeros capítulos de El capital en los que se trata a la mercancía como la forma social que contiene en sí las determinaciones más simples de la sociedad capitalista. Allí, Marx analiza la mercancía en el nivel más simple de abstracción, en tanto artículo autónomo cuyo valor “se determina aisladamente por la cantidad específica de trabajo socialmente necesario que está objetivado en ella” (Starosta y Caligaris, 2017: 283); cada mercancía es tratada como un ejemplar medio de su clase y la relación orgánica entre la determinación del valor de esa mercancía singular y el de la masa de la que forma parte es dejada de lado. Es decir, que la divergencia entre el trabajo gastado en una mercancía y cualquiera otra del mismo grupo resulta irrelevante, obviamente esto se aplica también en relación al trabajo gastado en la producción de un primer artículo y su reproducción posterior en artículos subsiguientes. Ahora bien, en tanto la mercancía es también el resultado inmediato de la producción capitalista, el análisis debe tener en cuenta la naturaleza interna de la mercancía individual como parte componente de un producto del capital total que se ha valorizado, de modo que la determinación del valor de cada mercancía ya no puede ser estudiada como una mercancía autónoma, sino que debe colocarse en su relación orgánica con la masa de mercancías cuya unidad constituye la valorización del capital adelantado (Starosta y Caligaris, 2017: 288). Siguiendo el análisis expuesto por Marx en el denominado Capítulo VI inédito del primer tomo de El Capital, dedicado a los resultados inmediatos del proceso de producción, los autores plantean que el valor de cada mercancía se debe determinar como una parte alícuota respecto a la masa total de mercancías del mismo tipo en la cual cada artículo singular está material y formalmente subsumido (Marx, 1971). De este modo, el valor de cada mercancía cognitiva, por ejemplo, una copia de software debe ser determinado de una manea que incluya no sólo la producción de las demás copias sino también la programación de la primera versión estable, el trabajo de diseño, los diversos testeos, etc. De esta forma, los derechos de propiedad intelectual se muestran ya no como dispositivos ad hoc destinados a la captura de mercancías que por sus cualidades escaparían al proceso de valorización para asignarles forzosamente un valor de cambio, sino que serían mediciones jurídicas que apuntarían a regular las condiciones de apropiación de estas mercancías en tanto valores de uso y mediar así la realización plena del valor, de manera que, entre otras cosas, se puedan asegurar las ventajas comparativas y garantizar un plusvalor extraordinario para aquellos capitalistas que hayan invertido en el desarrollo de un nuevo tipo de mercancía cognitiva (Starosta y Caligaris, 2017).

5. Algunas conclusiones

Hemos visto cómo la corriente del capitalismo cognitivo recupera del postoperaísmo el concepto de la caída de la ley del valor como uno de los pilares sobre los que se asienta su análisis. Como mostramos, esta tesis ha recibido una gran cantidad de críticas, provenientes de diferentes lugares del amplio espectro que conforman los teóricos marxistas; pasemos ahora a examinar la pertinencia de ellas respecto a los desarrollos de Vercellone.

En primer lugar, si bien comparto con la lectura de Henninger que es problemático el rechazo de Negri -y de Vercellone- de la dialéctica a la hora de analizar y rechazar la vigencia de la teoría del valor marxiana, así como su crítica acerca de la supuesta novedad cualitativa que implicaría la cooperación, por otro lado, considero que también es problemática la propuesta de recuperar la ley del valor como un criterio cuantitativo que podría ser utilizado como herramienta de lucha. Entiendo que la crítica de la economía política que llevó a cabo Marx es una crítica a la totalidad del sistema capitalista, una crítica tanto a la economía política que busca comprenderlo y justificarlo, como a las categorías de las que se vale. Así, no debe ser interpretada como una economía política alternativa, marxista, que habría tomado de los representantes de la economía política clásica la teoría del valor-trabajo para desarrollar una teoría de la explotación de la fuerza de trabajo en el capitalismo (Heinrich, 2008). Por este motivo, el intento de Henninger de recuperar una lectura cuantitativa de la teoría del valor como una herramienta de lucha para disputar las horas trabajadas no sería más que buscar una manera alternativa de seguir participando del proceso de valorización del capital con una explotación más regulada. Considero que la radicalidad de la crítica marxiana consiste justamente en fundamentar una praxis por la superación de categorías tales como el trabajo asalariado y el valor mismo, que va mucho más allá de la búsqueda de un criterio cuantitativo para separar el trabajo del no trabajo en un modo que beneficiara más a la clase trabajadora. Considero que, como plantea Moishe Postone, para la crítica marxiana “la superación del capitalismo implica abolición del valor como forma social de la riqueza” (1991: 27), pues la teoría del valor es un análisis de la interrelación entre las relaciones sociales básicas del capitalismo, su forma de riqueza y su forma material de producción9. Esto no significa que la lucha de los trabajadores por mejores condiciones salariales o una reducción de la jornada laboral carezca de sentido pues, contrariamente, es un elemento fundamental para la superación del capitalismo; sin embargo, no es una cuestión que pasa por encontrar una fórmula matemática que defina la magnitud de salario que termine con la explotación, sobre todo si tenemos en cuenta que la explotación se define por el hecho de que los trabajadores no reciban la totalidad del valor que producen cuando el capitalista hace uso de su fuerza de trabajo adquirida en el mercado, situación que es inherente al concepto de trabajo asalariado. Por lo demás, debemos reconocer que por momentos el planteo de Henninger pareciera incluso caer en el error de identificar el valor con el tiempo de trabajo implicado directamente en la producción, tal como ocurre cuando plantea que la ley del valor se traduce inmediatamente en el cálculo que realiza el capitalista a la hora de liquidar el salario de sus trabajadores.

En segundo lugar, tal como lo han destacado Caffentzis, Jappe y Pitts, la confusión entre el tiempo de trabajo empleado directamente para la producción de un bien o servicio y el tiempo de trabajo socialmente necesario a la hora de analizar la teoría del valor es un error que podemos encontrar en la comprensión de la caída de la ley del valor que comparten tanto Negri como Vercellone. La supuesta función normativa de esta durante el período de la subsunción real -el auge de la producción industrial- para organizar la producción fabril es un error producto de esta confusión conceptual. Esto no significa que una nueva organización de los tiempos implicados en la producción no pueda desembocar en un aumento de la ganancia a través de la obtención de mejoras competitivas -la implementación del taylorismo da cuenta claramente de ello- sino que estos procedimientos no generan inmediatamente una reducción del valor de los bienes producidos en tanto este es determinado por un sinnúmero de factores que exceden completamente la mera consideración del tiempo directamente empleado en su producción. De esta forma, lo que Vercellone identifica como la crisis del valor en tanto crisis del criterio de racionalización capitalista, la crisis de medida que ocurre ante la imposibilidad definir el valor de un servicio por el tiempo directo de su producción, sería un fenómeno que ocurriría también en la producción industrial. Por otro lado, considero que el argumento acerca de la existencia de características particulares de las “mercancías cognitivas” que las harían exteriores al proceso de valorización capitalista y mostrarían de esa forma la obsolescencia de la teoría del valor frente a ellas resulta de una consideración que confunde los niveles de análisis desarrollados por Marx en su obra madura. Así, como plantean Starosta y Caligaris, el valor de una mercancía debe ser determinado a partir de la valorización del capital adelantado por el capitalista y que esta contribuye a realizar mediante su producción. Entonces, al tomarse en cuenta la relación de cada mercancía con la masa total de mercancías producida en ese mismo proceso de trabajo, el valor de una copia de un software es la parte alícuota del valor total que representa la materialización del trabajo socialmente necesario para la producción de una masa determinada de mercancías cognitivas. No se presenta entonces un abismo entre el valor de la primera unidad y las restantes copias, con lo que se refutaría este argumento a favor de la crisis de la ley del valor.

En tercer lugar, en cuanto a la cuestión mencionada por Caffentzis acerca de la explotación de poblaciones de naciones en vías de desarrollo como un mecanismo para contrarrestar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, Vercellone ha escrito artículos en los cuales se dedica a estudiar esta forma de capitalismo mafioso, que coexiste con el capitalismo cognitivo, y que se refiere al carácter estructural de los mecanismos de instauración de las condiciones para el desarrollo del capital vinculados a la acumulación originaria e implementados muchas veces por sociedades empresariales que operan en la economía formal, principalmente a través de la expropiación y la privatización de lo común (Lebert y Vercellone, 2011b). A pesar de este reconocimiento, el economista italiano no piensa en relación con la teoría del valor estas cuestiones, más bien se limita a mencionar la interacción de este tipo de apropiaciones violentas con el capitalismo cognitivo mediatizadas por el sistema financiero. Respecto a esta cuestión, agrega una nueva dimensión de análisis en términos similares a lo planteado por Jappe: la financiarización de la economía, que a través de la explosión del crédito fomenta el surgimiento de un capital ficticio que es “la expresión completamente subjetiva de la anticipación de las ganancias futuras realizadas por los mercados financieros, que de esta manera se apropian de una renta” (Lebert y Vercellone, 2011b: 205). Ahora bien, a la hora de pensar este fenómeno con las categorías de la teoría del valor, Vercellone se limita a afirmar que al movimiento de autonomización de la cooperación del trabajo le corresponde “un movimiento paralelo de autonomización del capital bajo la forma abstracta, eminentemente flexible y móvil del capital-dinero” (Vercellone, 2011d: 230) que, a través de la formación de burbujas especulativas financiadas por las mismas empresas pareciera obtener ganancia a través de un mecanismo rentístico Pareciera así sugerir un proceso de autovalorización del capital financiero paralelo a la propia del trabajo vivo, de la intelectualidad difusa, que participaría de la misma concepción inmanetista del concepto de autovalorización. Personalmente, creo que este último concepto es lo más problemático del planteo de Vercellone y, previamente, de Negri.

Como vimos, originalmente Negri recupera el concepto de autovalorización en los setenta a partir del análisis de la lucha de clases y su vínculo con la relación salarial y la extensión de la jornada laboral. El salario parecía allí una magnitud exterior a la lógica dialéctica del capital, producto de una lógica antagonista que respondía al desarrollo de la lucha obrera, en tanto el trabajo vivo se mostraba capaz de extender el mundo de las necesidades de los trabajadores y entonces valorizarse a sí mismo para limitar la devaluación de la fuerza de trabajo tanto como la cuota de plusvalor que podía ser extraído y resistir de esta forma a la lógica de la valorización capitalista. Un primer problema que destaco de esta concepción es que se basa en una interpretación de la crítica marxiana según la cual la vigencia de la teoría del valor -la ley del valor- se desprende de lo que Negri y Vercellone llaman la ley del plusvalor, la medida para instrumentar la explotación. Ahora bien, es claro que la exposición de las categorías de plusvalor y explotación en Marx suponen conceptualmente el desarrollo de la teoría del valor, pues ambas dependen de la dualidad de la fuerza de trabajo como valor y valor de uso, esto es, de la diferencia entre el costo de los medios necesarios para la reproducción de la fuerza de trabajo y el trabajo vivo que es fuente de un valor superior al que esta fuerza de trabajo contiene, tal como argumenta Marx en el capítulo quinto del primer tomo de El Capital (Marx, 2008). Recordemos que el plusvalor surge del hecho de que el valor de uso de la fuerza de trabajo que compra el capitalista crea, en un tiempo determinado, un valor mayor que su propio valor, que su costo de reproducción. De esta manera, el valor adelantado originariamente por el capitalista en la compra de la fuerza de trabajo no solamente se conserva, sino que se valoriza, modifica su magnitud añadiendo un plusvalor. Y, como señala M. Heinrich, la explotación debe ser comprendida como “el estado de cosas en el cual los productores reciben solo una parte del nuevo valor producido por ellos, independientemente de que el salario sea alto o bajo y las condiciones salariales buenas o malas” (Heinrich, 2008: 106).

Es en este marco que plantea Marx que el capital es el valor convertido en el sujeto de un proceso en el cual, cambiando continuamente las formas de dinero y mercancía, modifica su propia magnitud, se autovaloriza (Marx, 2008). El uso del concepto de autovalorización que Vercellone recoge de Negri responde a una lógica inmanente que toma cada vez más distancia de la teoría del valor, y esto considero que es el segundo gran problema de esta concepción. Se presenta así la confrontación de dos lógicas que corresponden a dos conceptos de valorización: la lógica dialéctica de la valorización capitalista y la lógica inmanentista de la autovalorización del trabajo vivo. Vemos luego en los escritos de Negri de los noventa y en su obra conjunta con M. Hardt que este concepto se vincula al alto grado de cooperación y a la creatividad presente en las nuevas formas del trabajo y su toma de distancia respecto a las tradicionales formas de organización y control del capital; así, pareciera que es una propiedad “natural” de este nuevo tipo de trabajo el crear valor, valorizarse a sí mismo10. Este nuevo uso del concepto de autovalorización ajeno a la teoría del valor marxiana, terminaría recayendo a mi parecer en lo que Marx llama mistificación en El capital, esto es, aquella presentación de la valorización que oculta el proceso efectivo de la valorización y la explotación, “una inversión que oculta una relación esencial” (Ramas San Miguel, 2018: 52), uno de cuyos ejemplos paradigmáticos es justamente la renta.

Queda claro que Vercellone mantiene en la actualidad que la ley del valor “no es más que una variable dependiente y un subproducto de la ley de la plusvalía” (Vercellone, 2020: 22), lectura sobre la que descansa el concepto de autovalorización del postoperaísmo. Por otro lado, si bien sus referencias directas al concepto de autovalorización son escasas, sobre todo en sus últimas producciones teóricas, es evidente que este concepto opera en su caracterización de la potencialidad de la intelectualidad difusa para crear una nueva economía fundada en el conocimiento y movida por el desarrollo de las producciones colectivas del hombre y para el hombre. Ahora bien, en su lectura la autovalorización da cuenta de la presencia de elementos de una incipiente lógica no mercantil que cuestiona las definiciones de trabajo productivo y riqueza imperantes, existiendo de manera germinal dentro del capitalismo; pareciera estar operando aquí un nuevo concepto de autovalorización que refiere a una nueva concepción del valor. Mas es claro que dichos elementos ocupan un lugar marginal, no es plausible que esta nueva lógica de autovalorización tenga la fuerza ni el impacto necesario para generar la crisis de la ley del valor -su vigencia forzada y parasitaria- que asume como efectiva el economista italiano.

En resumen, creo que tanto la interpretación que hacen Vercellone y Negri de la teoría del valor de Marx, como un subproducto de la ley del plusvalor instrumentado para organizar la producción industrial, como el problemático concepto de autovalorización asociado a un proceso de valorización diferente y en competencia con el capitalista, son lecturas equivocadas y argumentos insuficientes para asumir la crisis de la ley del valor en el capitalismo contemporáneo. Creo que la idea de dos procesos de valorización paralelos en una relación de antagonismo no resulta adecuada a la realidad del capitalismo como totalidad. Las mutaciones en la forma del trabajo que han generado un nuevo tipo de control del capital sobre los trabajadores mediante mecanismos que operan directamente sobre sus subjetividades, que no deja de responder al concepto imperante de valorización propio del capital y por lo tanto al valor, son consideradas por estos autores como un paso hacia la emancipación de los trabajadores cuando en realidad no son más que nuevas formas de aparecer de la misma lógica del capital.

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1El concepto de subsunción formal del trabajo en el capital es utilizado por Marx en el denominado capítulo VI inédito del libro I de El Capital para hacer referencia a la forma general de todo proceso capitalista de producción que es a la vez “una forma particular respecto al modo de producción específicamente capitalista, desarrollado” (Marx, 1971: 54). Esta forma aparece en el momento en que procesos de trabajo configurados sobre la base de procesos de producción anteriores y de condiciones de producción previas comienzan a formar parte del proceso de producción del capital sin que se haya efectuado -aún- “una mudanza esencial en la forma y la manera real del proceso de trabajo” (Marx, 1971: 55); en concreto, cuando se instaura el trabajo asalariado y, consecuentemente, el trabajo se convierte en un instrumento del proceso de valorización del capital a la par que el capitalista se ubica como dirigente de la producción. Es destacable que en la subsunción formal la prolongación de la jornada laboral es la única manera en que se puede producir plusvalor; es decir, se genera plusvalor absoluto.

2Este concepto fue acuñado por Marx para caracterizar el modo de producción específicamente capitalista, que “revoluciona no sólo las relaciones entre los diversos agentes de la producción, sino simultáneamente la índole de ese trabajo y la modalidad real del proceso laboral en su conjunto” (Marx, 1971: 56) con el objetivo de reducir el trabajo necesario y, consecuentemente, prolongar el plustrabajo, esto es, generar plusvalor relativo.

3En línea con Vercellone, Bifo Berardi destaca que no se puede aumentar la productividad del trabajo cognitivo por medio de la disciplina, a la vez que ante la hegemonía de este tipo de trabajo la propia categoría de valor queda en entredicho, tanto desde una perspectiva marginalista, pues la escasez no se aplica al factor fundamental de la producción, la inteligencia, como desde una perspectiva fundada en la teoría del valor-trabajo, en tanto a diferencia del trabajo manual que es cuantificable por ser claramente separable de las otras actividades de la vida cotidiana, no ocurre lo mismo con el trabajo mental (Berardi, 2003: 130).

4Pues, como plantea Fazio (2020: 168): “desde Adam Smith en adelante se consideró que la búsqueda de rentabilidad supone, en el capitalismo, el aumento de la productividad y que, por ende, el ansia de riqueza del capitalista en un contexto de competencia resultará en beneficio de la sociedad toda, en tanto que para aumentar sus márgenes de ganancia el capitalista habrá de acrecentar cuantitativamente la riqueza material.”

5Incluso, en el caso de las patentes sobre la vida - el patentamiento de recursos derivados de la biodiversidad- se ve claramente cómo estos mecanismos llegan a privatizar saberes tradicionales de las comunidades del Sur global (Vercellone, 2011c), operando también como un mecanismo de exclusión y subordinación económica.

6En este punto, es destacable como ejemplo paradigmático de la vigencia de la lógica extractivista del plusvalor absoluto dentro de la industria vinculada al conocimiento, la existencia del régimen de trabajo “966” -de 9 am a 9pm, 6 días a la semana- que denunciaron agrupaciones de programadores de diversas empresas chinas a lo largo del año 2019 (Diario El País, edición del 29/08/2021).

7En este punto la crítica de Pitts sigue la interpretación que hace Michael Heinrich (2008) de la teoría del valor marxiana.

8Este fenómeno puede apreciarse claramente tanto en la producción de software como de películas y música.

9Incluso, una comprensión de la teoría del valor como teoría crítica es capaz de dar cuenta de dos cuestiones que aparentemente han sido excluidas injustificadamente de la teoría marxiana del valor, como la naturaleza extrahumana y el trabajo reproductivo feminizado. Como plantea F. Martín (2021) ambas pueden ser leídas como exclusiones necesarias sobre las que se sostiene la dominación abstracta por el valor y el trabajo en el capitalismo. Según esta lectura, en esta necesidad radicaría la tendencia del capitalismo a la crisis de reproducción social y a la crisis ecológica, en tanto se sostendrían en la contradicción entre riqueza y valor existente en el capitalismo, en virtud de la cual “la economía se organiza para el incremento del valor antes que para sostener entramados situados de vidas humanas y extrahumanas” (Martín, 2021: 86).

10Como vimos, esta lectura descansa en una interpretación de Fragmento sobre las máquinas que considera a los trabajadores capaces de valorizarse a sí mismos como la encarnación del general intellect. Considero más fructífera y más cercana a la intención de Marx una interpretación del Fragmento como una lectura no determinista de la automatización en términos de una posibilidad ético-política de trascender el capitalismo que el sistema abre, pero no puede cumplimentar por sí mismo (Pagura, 2021), en tanto ofrece solamente las condiciones materiales para su realización.

Recibido: 08 de Marzo de 2022; : 23 de Marzo de 2022; Aprobado: 05 de Mayo de 2022

Correo electrónico: nalzu@filo.uba.ar y nahuel.alzu@gmail.com

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