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Trabajo y sociedad

versión On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.24 no.41 Santiago del Estero jul. 2023  Epub 01-Jul-2023

 

Dossier

El gesto político de la arquitectura. Aportes de la ruralidad para un pensamiento proyectual crítico en la formación universitaria

The political gesture of architecture. Contributions of rurality for a critical projective thinking in university education

O gesto político da arquitetura. Contribuições da ruralidade para o pensamento projetual crítico na educação universitária

Fernando VANOLI* 

María Rosa MANDRINI** 

* Centro Experimental de la Vivienda Económica. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Correo: fer.vanoli@unc.edu.ar

** Centro Experimental de la Vivienda Económica. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Correo: mrmandrini8@gmail.com

RESUMEN

Este trabajo se propone poner en crisis las continuidades del pensamiento moderno-colonial en la formación universitaria de arquitectura, a fin de avanzar hacia un pensamiento proyectual crítico y situado. El supuesto es que el hábitat rural escapa de las intervenciones arquitectónicas de la disciplina, por lo tanto, allí es posible reconocer una gran cantidad de información respecto a la definición material y simbólica de espacialidades no-modernas, vital para repensar los procesos de enseñanza y aprendizaje y su transferencia a las prácticas arquitectónicas. Metodológicamente, tomamos como casos de análisis 1) el estudio de espacialidades del hábitat rural del noroeste de Córdoba, Argentina; 2) experiencias de obras y proyectos de estudios críticos latinoamericanos y 3) experiencias de universidades latinoamericanas que apuestan al desafío de descolonizar las prácticas pedagógicas. De este modo, nos aproximamos a un pensamiento proyectual que habilita gestos políticos en la arquitectura como modo de incorporar la reflexión en complemento a la acción.

Palabras clave: arquitectura rural; enseñanza universitaria; saberes subalternos; descolonización del pensamiento

ABSTRACT

This paper aims to question the continuities of modern-colonial thinking in university architectural education, in order to move towards a critical and situated projective thinking. The premise is that the rural habitat escapes from the architectural interventions of the discipline, therefore, it is possible to recognize there a great amount of information regarding the material and symbolic definition of non-modern spatialities, vital to rethink the processes of teaching and learning its transfer to architectural practices. The methodology adopted is based on: 1) the study of rural habitat spatialities in the northwest of Córdoba, Argentina; 2) experiences of buildings and critical study projects in Latin America; and 3) experiences of Latin American universities that are committed to the challenge of decolonizing pedagogical practices. Therefore, we approach a projective thinking that enables political gestures in architecture as a way of incorporating reflection to complement action.

Keywords: rural architecture; university education; subaltern knowledge; decolonial thought

RESUMO

Este documento pretende questionar as continuidades do pensamento colonial moderno na formação universitária em arquitectura, a fim de avançar para um pensamento projectual crítico e situado. O pressuposto é que o habitat rural escapa às intervenções arquitectónicas da disciplina, portanto, é possível reconhecer aí uma grande quantidade de informação relativa à definição material e simbólica de espacialidades não-modernas, vital para repensar os processos de ensino e aprendizagem e a sua transferência para as práticas arquitetônicas. Metodologicamente, tomamos como casos de análise: 1) o estudo das espacialidades do habitat rural do noroeste de Córdoba, Argentina; 2) experiências de trabalhos e projetos de estudos críticos latino-americanos; e 3) experiências de universidades latino-americanas que apostaram no desafio da descolonização das práticas pedagógicas. Deste modo, aproximamo-nos de um pensamento projetual que permite gestos políticos na arquitectura como forma de incorporar a reflexão em complemento da ação.

Palavras chave: arquitetura rural; ensino universitário; saber subalterno; descolonização do pensamento

SUMARIO

Introducción. 2. Marco teórico. 2.1. Continuidades de la modernidad-occidental. 2.2. Descolonizar las prácticas: el gesto político de la arquitectura. 3. Análisis. 3.1. Espacialidades del hábitat rural-campesino del noroeste de Córdoba y la región. 3.2 Obras y proyectos con una postura crítica ante la arquitectura. 3.3. Experiencias pedagógicas universitarias críticas. Conclusiones. Bibliografía.

*****

1. Introducción1

Durante el siglo pasado se gestaron los fundamentos del modernismo que todavía se sostienen en la producción de conocimiento y los espacios de formación en el campo de la arquitectura. Su inicio se acopla a las propuestas de la escuela Bauhaus2 de naturaleza urbana e industrial, y su continuidad supone un carácter eurocéntrico en el devenir del campo disciplinar y la formación universitaria. En la actualidad es posible reconocer un escenario más complejo donde confluyen simultáneamente diferentes debates y aproximaciones a la producción de espacio, que si bien no pueden ser reducidos a una lectura lineal y homogénea de la modernidad, tienen bajo impacto en la institucionalización y currículas universitarias.

Para aproximarnos a una primera lectura sobre estas continuidades, vamos a seguir a Moassab (2020) quien señala que en la década de 1920, Walter Gropius y la Bauhaus establecieron el acercamiento de la arquitectura a los procesos industriales emergentes de aquel contexto, contribuyendo a revertir la precariedad de los asentamientos urbanos de finales del siglo XIX. Los prefabricados, las grandes urbanizaciones, la racionalidad, la separación del espacio urbano según funciones, la valorización de las máquinas y los medios de transporte fueron las bases centrales del modernismo protagonizado por referentes como Gropius, Van der Rohe y Le Corbusier.

Sin embargo, el compromiso político y social de la producción arquitectónica de esas primeras décadas cambió sustancialmente con la segunda guerra mundial, cuando el contexto político centroeuropeo viró hacia regímenes totalitarios y se hizo evidente una deriva en la posición de los/as arquitectos/as participantes de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM). Hubo un rechazo a politizar el debate, por lo tanto el IV CIAM supuso el fin de una era: el derrotero y los fundamentos hasta el momento sostenidos por los/as arquitectos/as modernos/as se desvanecieron (Kopp, 1990). El tenso ambiente político impulsó una fuerte migración de arquitectos/as, por un lado hacia la Unión Soviética y por otro a Estados Unidos, país que recibió a muchos de los colaboradores de la Bauhaus, entre ellos Gropius y Van der Rohe. A diferencia del modernismo europeo fuertemente ligado al debate político-social de la época, en Estados Unidos se trata de una arquitectura que pierde contextualización y contenido. Los/as arquitectos/as migrantes procedentes de la Bauhaus y absorbidos como profesores/as en las principales escuelas de arquitectura "presentaron a Estados Unidos la institución de Weimar y Dessau sólo en sus aspectos formales y técnicos", que en "nada recordaban la vida relativamente comunitaria de profesores y alumnos, ni los intentos de responder a una demanda real de proyectos" (Kopp, 1990: 232).

Además, en ese contexto, los grandes encargos de proyectos no fueron realizados por el Estado, sino, sobre todo, por el mundo empresarial. La influencia económica, política y cultural de Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría en la mayoría de los países occidentales, incluida América Latina, guió gran parte del debate y la arquitectura en las décadas posteriores, cuya perspectiva se sintetiza en el importante manifiesto posmoderno Learning from Las Vegas, de Robert Venturi y Denise Scott-Brown, publicado en 1972. En este contexto, el hormigón armado domina hegemónicamente el mercado de la construcción3, siendo prácticamente la única tecnología de construcción que se enseña en las escuelas de arquitectura de todo el mundo.

De manera sucinta, ese recorrido intenta explicar algunas influencias que existen, de manera dominante, en nuestros días. Sin embargo, el presente abunda también de otras referencias que permiten una mirada diversificada. En épocas preindustriales, los materiales de construcción eran elegidos en base a los recursos disponibles en el territorio inmediato, por lo tanto, determinaban el carácter de la arquitectura (Jorquera Silva, 2016). Si bien, como señalamos antes, a mediados del siglo XX las escuelas de arquitectura adscribían a los lineamientos del movimiento moderno, con formas y materiales que en nada recogían el saber vernáculo (Viñuales, 2013). En paralelo, surgían movimientos arquitectónicos disidentes, que prestaban atención a la cultura constructiva popular como, por ejemplo, el movimiento del regionalismo que promovía valores de lo local y lo particular en el contexto mundial.

En Argentina surge el casablanquismo, movimiento liderado por los arquitectos Claudio Caveri y Eduardo Ellis que aporta una reflexión crítica local frente a la invasión de tipologías extranjeras y una indagación renovada sobre las raíces de la propia identidad. Indudablemente, encuentra articulaciones ideológicas con Morris y Ruskin a nivel mundial. También, otras de tipo arquitectónico con Horacio Berreta y Roberto Doverti a nivel nacional. El casablanquismo rescata el diseño espacial a partir de de mampostería portante, bolseada y encalada, la austeridad ornamental y el dramatismo luminoso. Un ejemplo representativo es la iglesia Nuestra Señora de Fátima, proyectada y construida por los arquitectos Caveri y Ellis, en Martínez, Buenos Aires (1955-58). Este movimiento presentó “un intento por penetrar el diseño desde adentro, con un criterio regional incomparablemente más profundo que cualquiera de los <neos> anteriores” (Bellucci, 1989: 204-205). En el último tiempo “los asuntos de la ecología, la conservación ambiental y el ahorro energético han hecho que se renueve el interés por lo vernáculo (...) generalmente alrededor de un material, como la tierra, la madera, la piedra o el bambú” (Viñuales, 2013:10). Es decir, el interés por los materiales naturales, locales, o disponibles en el entorno inmediato como insumos de construcción, cobra un nuevo impulso desde un accionar consciente a favor del medioambiente que impulsa “desarrollos tecnológicos particularmente amables con la naturaleza” (Aiminio, 2015: 145). Frente a la imposición de una arquitectura ligada a la cultura industrial, existieron movimientos que se ocuparon de pensar de manera alternativa a esa imposición. En el Art & Crafts, el Art Nouveau, el organicismo y el regionalismo con el casablanquismo, se encuentran antecedentes en el modo de pensar y actuar críticamente frente al sistema de pensamiento hegemónico y colonial heredado. Estos diversos movimientos arquitectónicos atravesados por perspectivas políticas y culturales, son antecedentes que permiten construir diálogos contemporáneos para visibilizar racionalidades no modernas y saberes no reconocidos.

En el escenario mundial actual también encontramos referencias que permiten poner en valor otras racionalidades, tal vez ya no desde movimientos definidos con tanta claridad, sino bajo identidades individuales de algunos colectivos, estudios o nombres propios. Lo cual supone la pérdida de cierto carácter político en la agenda de la arquitectura. Es el caso de estudios de arquitectura reconocidos a nivel global como: Lacaton & Vassal, Sigheru Ban, Francis Keré, Anna Heringer, Glenn Murcut, Estudio Rafael Freyre, entre otros/as. Una característica que comparten estos estudios tiene que ver con la vuelta a la valoración de materiales y técnicas históricas. Puede tratarse de una arquitectura emergente que valora la historia, aunque muchas veces existe una mirada neutral o un vacío ideológico respecto a ello. De todos modos, es posible destacar el vínculo que generan entre esas formas históricas y las premisas de diseño actuales. A partir de comprender la crisis social y ecológica que estamos atravesando, procuran realizar aportes en la recuperación de identidades y técnicas históricas, en la mejora del comportamiento climático edilicio, entre otros aspectos. A nivel latinoamericano, podemos mencionar diversos ejemplos centrados en una postura crítica de la arquitectura, donde se conjuga el pensamiento teórico/reflexivo con la obra/producto. El estudio Comunal en México y el estudio XhARA arquitectura en Argentina son trabajos que queremos destacar como prácticas arquitectónicas críticas que trabajan con comunidades rurales, procurando rescatar y fortalecer la memoria territorial.

Esta selección de recorridos y experiencias conforman un presente que, en términos de Rivera Cusicanqui (2015), podemos identificar como ch’ixi, puesto que en la actualidad se yuxtaponen capas de diversos pasados con experiencias actuales diversas. Esta perspectiva nos brinda una clave esclarecedora para leer el presente en América Latina: existen horizontes diferenciados que se yuxtaponen como capas de diversos pasados en cada momento de nuestra vida y todo eso lo encubrimos bajo la noción totalizadora de modernidad. Es decir, además de reconocer continuidades, también es imprescindible señalar las diferencias entre todos los procesos históricos que sostienen parámetros de modernidad. Sin embargo, las continuidades de ideas dominantes respecto a la herencia de un modernismo formalista, despolitizado y descontextualizado, que organiza un campo de saberes y verdades estables, se sostiene en la formación universitaria y define gran parte de la enseñanza en arquitectura. Si bien la ruptura con el historicismo/eclecticismo de la academia fue un logro de la arquitectura moderna para consolidar una producción en sintonía con su tiempo/espacio, desde finales del siglo XX han surgido otras y nuevas complejidades, para las cuales el programa moderno es insuficiente, y el posmoderno, parcial e inadecuado al contexto latinoamericano.

El objetivo central de este texto es complementar esos programas heredados con enfoques situados, a fin de avanzar en una construcción de conocimiento en el ámbito de la enseñanza arquitectónica desde nuestras latitudes, materialidades, quehaceres, de nuestros territorios, y formas de habitar. En esa lectura situada y propositiva se operativiza el gesto político de la arquitectura. Nos referimos no solo a las problemáticas actuales como emergentes, sino también a una lectura transversal del pasado ocluido por la primacía del pensamiento moderno/colonial. Para ello consideramos necesario reflexionar sobre posibles formas de descolonizar el pensamiento proyectual en el ámbito universitario.

En trabajos previos hemos observado algunas experiencias universitarias4 en las que el campo académico fue tomando las interpelaciones de los denominados conocimientos “otros” (aquellos producidos bajo lógicas no académicas) y con ello, revisando sus propias discusiones, reformulando sus conceptos y metodologías (Martínez Coenda y Mandrini, 2022). Es decir, existen experiencias actuales en donde se puede observar la complementariedad y riqueza de vincular diversos tipos de conocimientos en el ámbito universitario. Dentro de este abanico de alternativas, interesa centrarnos en el campo educativo arquitectónico. Particularmente en el programa de la carrera de arquitectura, nos preguntamos por las herramientas que se transmiten en estos espacios formativos a fin de contribuir a la capacidad de los/las estudiantes de articular nociones, conceptos, críticas, ideologías, teorías durante el proceso proyectual.

En términos metodológicos, desplegamos un marco teórico para poner en contexto histórico y conceptual los debates en torno a las ideas dominantes en el campo de la arquitectura en la actualidad. Luego desarrollamos el análisis a partir de casos de estudios locales del noroeste de Córdoba y la región del ámbito rural; y experiencias proyectuales que consideramos críticas ante la arquitectura dominante. El desarrollo y análisis de casos actuales de arquitectura rural nos permite hacer operativo ese pasado negado a la vez que un escenario vigente, que presenta elementos valorables para ser transferidos en la educación proyectual. Para complementar la otra dimensión que abordamos, analizamos dos experiencias de universidades latinoamericanas que apuestan al desafío de descolonizar las prácticas pedagógicas. Por un lado nos referimos al caso de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca en Chile, y por el otro a la Universidade Federal da Integração Latino-Americana en Brasil.

2. Marco teórico

2.1. Continuidades de la modernidad-occidental

Desde perspectivas críticas la modernidad se consagra a finales del siglo XV con la colonización de América Latina (Grosfoguel, 2006). Esto supone la mundialización del proyecto civilizatorio eurocéntrico y una división del mundo a partir de la llamada acumulación originaria, ante lo cual, modernidad, colonialidad y capitalismo son considerados mutuamente constitutivos. A partir de 1492, la expansión moderna habilita la separación entre: el mundo occidental moderno y avanzado y el resto de las culturas del planeta. Supuesto sobre el cual la perspectiva modernidad/colonialidad expone el rol fundamental de la expansión colonial hispánica en la conformación epistémica de la modernidad y el eurocentrismo constitutivo del proyecto civilizatorio globalizado.

A partir de esto, una nueva hegemonía se asienta sobre un individuo, encarnado en el hombre europeo y blanco que desvaloriza otras formas de comprensión del mundo, ordenadas bajo otras formas de relación con el cosmos (asignándoles un lugar de pensamiento atrasado, primitivo y salvaje). Bajo otras perspectivas más difundidas se atribuyó el comienzo de la modernidad al siglo XVII con los cambios impuestos por la Revolución Francesa, la Ilustración y la Reforma. Un fenómeno cuyo epicentro es Europa y se consolida hacia finales del siglo XVIII con la Revolución Industrial. En cualquiera de los casos, el mundo moderno devino en un mecanismo únicamente comprendido a partir de conceptos y representaciones construidos por la razón.

La expansión de la modernidad se reafirma hacia fines del siglo XIX como un proceso asociado a la urbanización del mundo y una forma dominante de habitar: urbana, moderna, eficiente. Así, la ciudad se convirtió en el parámetro ordenador de la población mundial, notablemente interpretado y cuestionado por Benjamin (2005) con sus descripciones sobre las espacialidades y la vida urbana del París moderno. Por otra parte, la modernidad del siglo XX es más cercana a la de nuestros días y posible de ser caracterizada bajo el modo en que la experimentamos, el cual Berman (2010) describe como irónico y dialéctico, y sobre todo contradictorio: un mercado mundial que abarca y devasta todo, pero a la vez propicia un entorno de aventuras, alegría y transformación.

La modernidad atraviesa infinitos aspectos de la vida cotidiana de manera dominante y supone versiones legítimas de la historia y el presente. Gran parte de esto lo logra a partir de definir dicotomías, o en términos de Boaventura de Sousa Santos (2009), el pensamiento occidental moderno traza una línea abismal que jerarquiza lo existente entre lo legítimo y lo no legítimo. De esta manera, el universo de lo legítimo produce un efecto de naturalización del pensamiento moderno-occidental que hace a la experiencia cotidiana del mundo. En esa dirección podemos señalar el modo en que las ciudades se han configurado como uno de los emergentes más consolidados y avanzados de la modernidad, mientras que la ruralidad queda postergada, y las vidas campesinas como un ejemplo de atraso. Estas dicotomías junto a sus estigmas, se reproducen en muchas de las categorías que definen nuestros modos de vida, lo que actualmente comprendemos como casa o vivienda posee un fuerte arraigo al devenir del pensamiento moderno occidental. En consecuencia, se obtura un amplio abanico de posibilidades de ser pensada, al mismo tiempo que se niegan y deslegitiman modos de vida que no se ajustan a los estándares de la modernidad.

En términos de la producción de conocimiento, las críticas al proyecto moderno-colonial, ponen en evidencia el modo en que diferentes esferas de la vida perpetúan la herencia colonial. Entre las cuales, Lander (2000) señala la colonialidad del saber, como aquella que reproduce una mirada del mundo desde una perspectiva dominante eurocentrada. Las herencias coloniales del conocimiento son reproducidas sistemáticamente por la universidad, puesto que se sostiene un modelo epistémico de la modernidad occidental (Castro-Gómez, 2007). La arquitectura, como campo de saber, también se estableció dentro de las currículas universitarias con programas y contenidos afines a ese modelo epistémico. En ese marco, la arquitectura y el urbanismo “se presentan como una rama de las ciencias sociales aplicadas, lo que nos debe hacer estar alerta sobre sus posibilidades de presentarse como un brazo interventor y legitimador de la praxis que perpetúa el eurocentrismo y la colonialidad del poder” (Name y Moassab, 2020: 14).

Entre los principales señalamientos sobre el eurocentrismo en la enseñanza de arquitectura, se destacan la desvalorización y el borramiento de conocimientos constructivos de pueblos históricamente subalternizados; también la designación de paisajes -y racionalidades no modernas- como primitivos o inferiores, en particular, el espacio rural. Es importante reconocer que estas críticas no conducen a una lectura lineal y absoluta, más bien tienden a poner en discusión lo mencionado a partir de Sousa Santos (2009): una realidad social que se organiza a partir de un sistema de distinciones visibles e invisibles. La fractura generada por los recorridos establecidos a partir de la episteme moderna-colonial, viene a explicar que la ciencia moderna concede privilegios a ciertas miradas del mundo, mientras ocluye otras.

Ante estas perspectivas críticas, lo que se abre como desafío es la pregunta por la posibilidad de producir un pensamiento arquitectónico proyectual que no invalide otras formas de comprender el mundo (sino más bien que las abarque, las contenga) en la medida que esto también supone desestabilizar las estructuras de los sistemas dominantes. Producir un pensamiento arquitectónico situado, en diálogo con el territorio, implica aprender también de las racionalidades no modernas y de las experiencias subalternas. Las formas de habitar campesinas, las construcciones locales y la arquitectura rural a la que referimos, constituyen ejemplos capaces de aportar a la construcción de un pensamiento proyectual por fuera de los enfoques heredados/hegemónicos. Se trata de “iluminar otra cara de la arquitectura y el urbanismo, menos vistosa, menos evidente y menos celebrada” (Whitaker, 2011; citado en Moassab, 2020: 47).

Consideramos que las continuidades trazadas por este marco teórico nos permiten reconocer por qué en estos territorios se impugnan modos de vida, con sus prácticas y saberes; y no constituyen una vigencia en los debates contemporáneos de la arquitectura. En definitiva, las continuidades de la modernidad sostienen lógicas de un universalismo occidental y eurocéntrico, que son privilegiadas ante experiencias no-occidentales.

2.2. Descolonizar las prácticas: el gesto político de la arquitectura

Los ámbitos de formación y del ejercicio de la arquitectura en la actualidad asumen un rol esquivo a la hora de reconocer las continuidades señaladas en el apartado anterior. La naturalización de estas formas de enseñanza, aprendizaje y ejercicio, suponen a la vez una negación de diversos modos de vida, con sus saberes y espacialidades. En ese sentido, apuntamos algunas claves para poner en acción ese gesto de la arquitectura que entendemos como político. En pocas palabras, ese gesto abarca una mirada menos sesgada de los fenómenos del mundo, así como también una aproximación a descolonizar las prácticas pedagógicas disciplinares.

En primer lugar, Moassab (2020) pone en crisis la “sobrevaloración del trabajo de autor/a, de moldes modernistas, dirigida a las grandes obras y estratos sociales de altos ingresos” (: 47). La tradición anclada en la arquitectura como objeto o producto acabado, ha derivado en concebir la arquitectura como un producto neutro. Desde ámbitos vinculados al oficio es recurrente que se proclame “la falacia de que la arquitectura es neutra, que no tiene nada que ver con la política” (Montaner y Muxi Martínez, 2011: 15). Asimismo, en diversos ámbitos académicos se suele legitimar un saber que elimina el pensamiento crítico y rechaza la intervención transformadora de la realidad social (Borja, 2011).

La enseñanza proyectual no puede disociarse de la reflexión crítica en torno a la producción de espacios de calidad que mejoren la vida cotidiana. Esto supone reconocer: miradas históricas críticas, territorialidades preexistentes, la racionalidad ambiental, posturas interseccionales, el entorno construido, las relaciones involucradas en los modos de producción, etc. En síntesis, el pensamiento crítico en arquitectura supone reconocer que no existe la neutralidad en el espacio, o como señalan Ordoñez y Amescua (2021), no existe la neutralidad arquitectónica. Una perspectiva política implica visibilizar las relaciones sociales implícitas en los procesos de producción de espacio (Lefebvre, 2013). Para conocer un proyecto arquitectónico es necesario ver más allá de lo que está a la vista, es decir, conocer sus procesos de producción y las relaciones sociales involucradas. Algo que difícilmente encontremos en las prácticas habituales del campo de la arquitectura, donde mayormente la producción se alimenta a base de “representaciones visuales y descripciones textuales que abordan aspectos técnico constructivos, formales y estéticos, pero que pocas veces [por no decir nunca] narran los procesos de producción del objeto arquitectónico” (Ordoñez y Amescua, 2021).

Los procesos de enseñanza y aprendizaje en el ámbito universitario, el proceso proyectual se encuentra centrado principalmente en la obra/producto, antes que en los conceptos que alimentan el proceso de diseño. Bortolotto (2018) afirma que:

Las estrategias docentes asignan un alto grado de relevancia a las complejidades propias del desarrollo del proyecto, enmarcado éste en una discusión autónoma y aislada como objeto de producción disciplinar. Dichas estrategias se centran, por una parte, en el debate sobre sus paradigmas disciplinares (sus modos de producción) y, por otra, en el entrenamiento y desarrollo de las lógicas constitutivas del proyecto (la resolución de aspectos técnicos, funcionales, estético-semánticos, etc.), las cuales se definen a lo largo del llamado «proceso proyectual». En esta línea de indagación, ampliamente difundida, quedan relegadas aquellas aproximaciones que resultarían necesarias para la construcción (por parte de los estudiantes) de un pensamiento proyectual: una manera específica de reflexión para la acción (: 86).

En ese sentido, es necesario desplazarse desde el objeto-producto hacia una mirada proyectual como herramienta que contemple los procesos para llegar a ese objeto; en otras palabras, reconocer que el objeto en sí mismo es un proceso. Caso contrario, esa mirada segmentada reproduce sin problematizar la influencia que tiene el campo de la arquitectura como disciplina que promueve una racionalidad desde la cual se diseñan espacios que reproducen fundamentos basados en los patrones universales de la modernidad occidental (principalmente urbanos, antropocéntricos y coloniales) (Vanoli, 2022). Es necesario entonces revisar los procesos pedagógicos basados en “un ideal único, neutral y universal, para dar paso a realidades y culturas diversas” (Montaner y Muxi Martínez, 2011: 17). La enseñanza de la arquitectura y urbanismo, como disciplina creativa y reflexiva sobre las espacialidades, constituye una práctica social y política, “tal como ha defendido y sigue defendiendo el feminismo, lo personal es siempre político y, por tanto, la creación de espacios para las relaciones entre las personas tiene, necesariamente, relación con la política” (Montaner y Muxi Martínez, 2011). En otras palabras, por tratarse de un área de conocimiento que aborda el espacio y el territorio en su dimensión social, la arquitectura es una práctica política (Moassab, 2020).

Una manera de revitalizar esta dimensión política implica reconocer el territorio sobre el cual estamos tomando decisiones. América latina -con su historia, sus saberes, prácticas y tecnologías- constituye un escenario necesario de ser privilegiado como episteme del pensamiento arquitectónico, urbanístico y territorial. Un proyecto pedagógico para el campo de la arquitectura supone el reconocimiento de las complejidades políticas-culturales, tan diversas como contradictorias, de América Latina. Pensar en clave de territorio, supone en una primera instancia superar el urbanocentrismo que impregna el pensamiento académico y reconocer la diversidad de territorialidades.

La vivienda y lo doméstico configuran un tema-problema de relevancia, allí discurren debates y problematizaciones sobre el habitar contemporáneo, y reviste de perspectiva histórica puesto que contempla variaciones tipológicas según temporalidades y geografías. Sin embargo, la mirada urbana (como dimensión espacio-temporal y también como modo de pensamiento) tiende a ocupar todos los debates sobre la vivienda actual, lo cual trae aparejado una invisibilización de otras territorialidades, como las ruralidades (Vanoli, 2022), tanto en sus espacios como en sus formas de habitar. Como señalan Name y Moassab (2020), existe un vacío en la producción de conocimiento al excluir o subordinar el contexto rural y los pequeños pueblos ruralizados de los estudios en arquitectura y urbanismo. Los instrumentos teóricos desarrollados a partir de la gran ciudad industrial no serán suficientes para dar cuenta de los aproximadamente 285 millones de personas en América Latina que viven en pequeñas ciudades.

En ese sentido, la crítica colonial y todo el sistema que allí perdura, no supone un desplazamiento geográfico del pensamiento, sino un desplazamiento epistémico, para pensar desde lo regional, reconociendo la complejidad histórica y contemporánea, sin negar los procesos coloniales y las disputas y resistencias que configuraron a lo largo de los siglos. Rivera Cusicanqui (2015) nos aporta herramientas para comprender el territorio latinoamericano desde una epistemología propia. La heterogeneidad y multiplicidad latinoamericana, y sus contradicciones, componen una potencia. Un esfuerzo por explorar un mundo cada vez más complejo requiere de la construcción de epistemologías singulares y situadas para trazar nuevos devenires. Lo ch’ixi5 para Rivera Cusicanqui (2015) es una forma de observar lo heterogéneo de las sociedades latinoamericanas, que redundan en caos y complejidad y hace manifiesta la conflictiva convivencia entre lo antagónico y lo complementario. Una epistemología para superar el sistema de distinciones visibles e invisibles y leer un presente desde un pensamiento situado, lo ch’ixi recompone la idea de un mestizaje y reconoce su potencia, y todo lo que allí también resiste del pasado. El colonialismo no permite observar eso, sino que estructura jerarquías, crea instituciones normalizadoras, e instala pedagogías represoras (Rivera Cusicanqui, 2018).

En términos arquitectónicos, urbanísticos y territoriales, superar el colonialismo implica comprender el contexto regional latinoamericano y dar lugar a un gesto político del pensamiento proyectual: “la primera decisión política -en cualquier actividad de teoría, historia y crítica del arte y la arquitectura- radica en lo que se visibiliza y en lo que se ignora, en lo que se promueve y en lo que se oculta, en lo que se dice y en lo que se calla y a quién se silencia” (Montaner y Muxi Martínez, 2011: 16).

3. Análisis

Retomando las nociones conceptuales presentadas en este trabajo, queremos centrarnos en recuperar un pensamiento proyectual situado, desde nuestras latitudes, que nos permita generar alternativas a la permanencia del pensamiento eurocéntrico en la enseñanza y el ejercicio de la arquitectura. Proponemos tres tipos de experiencias: 1) espacialidades del hábitat rural-campesino del noroeste de Córdoba y la región; 2) obras y proyectos de estudios de arquitectura latinoamericanos, con una postura crítica que trabajan con comunidades rurales; y 3) experiencias pedagógicas universitarias críticas. Consideramos que estos ejemplos pueden aportar insumos para la reflexión propuesta en este trabajo.

3.1 Espacialidades del hábitat rural-campesino del noroeste de Córdoba y la región

El trabajo de campo y relevamiento de casos de estudio ubicados en la provincia de Córdoba y la Rioja fueron sistematizadas en un trabajo que denominamos catálogo de espacialidades del hábitat rural-campesino6. Allí analizamos dimensiones simbólicas y materiales del sistema de espacios que configuran dicho hábitat, y su estrecha relación con los objetos, prácticas, funciones, tecnologías involucradas. Estudiar las espacialidades de la ruralidad hace evidente que, si bien en casi todo nuestro entorno hay algún tipo de diseño, solo un pequeño porcentaje involucra a profesionales de disciplinas proyectuales. La amplia mayoría se resuelve a través de prácticas cotidianas que implican diseños y tecnologías de diferentes complejidades. Los casos de estudio que analizamos aquí se sitúan en territorialidades rurales y conforman paisajes construidos históricamente por quienes los habitan. De allí que hablar de prácticas cotidianas en relación a la materialidad de las espacialidades resulta un asunto de relevancia.

Vamos a abordar de manera sucinta categorías de análisis que se corresponden con la matriz organizativa del catálogo mencionado: a) las escalas, las cuales procuran sintetizar diferentes acercamientos al hábitat, en sus planos territorial, de la vivienda y su entorno y de los ámbitos interiores de una casa; y b) las espacialidades que componen el hábitat, procurando conservar una mirada integral en la que esos espacios son parte de un universo mayor, compuesto por actividades, usos, situaciones y funciones. El primer acercamiento nos permite observar las relaciones que se establecen entre lo doméstico y el territorio; mientras que en el segundo nos detendremos en cinco tipos de espacios: cocina, galería, exterior, corrales y depósito, los cuales sintetizan y expresan la diversidad de funciones, técnicas y símbolos que cada uno contiene. La totalidad de este conjunto, hace visible una mirada relacional sobre la complejidad de estas arquitecturas rurales. Este tipo de estudio nos brinda la posibilidad de disponer de una sistematización de espacios y arquitecturas de la ruralidad que permiten una transferencia reflexiva y crítica para los procesos de formación y aprendizaje.

En relación al primer punto, asentado sobre las escalas, procuramos rescatar la importancia de las relaciones que se producen entre el territorio y lo doméstico. En pocas palabras, la vivienda rural no puede ser entendida sin el amplio contexto donde se encuentra inserta. La producción del hábitat campesina está estrechamente vinculada al territorio donde se erige, tanto en relación al desarrollo de sus prácticas cotidianas como en los materiales. A diferencia de la mayoría de las viviendas en la ciudad, en la ruralidad la casa reúne en un mismo espacio la vida doméstica y el trabajo, al mismo tiempo que recrea un sistema de lugares más allá del espacio construido. La localización nos brinda información sobre recursos implicados en la vida productiva (cursos de agua, monte nativo, etc.), al mismo tiempo que los límites del territorio de cada unidad campesina no suelen estar tan claramente definidos, en oposición, encontramos secuencias espaciales entre los límites de la vivienda hacia espacios completamente abiertos como el monte, que se entienden como espacios de uso compartido entre varios habitantes. Con esto último nos referimos, por ejemplo, a la galería, el peridomicilio, el espacio exterior, los corrales, el monte abierto, etc. Cada uno de estos espacios configuran diferentes secuencias de uso, y que además se gradúan entre lo más íntimo y doméstico, hacía lo productivo y el uso común. En la figura 1 podemos ver algunos de esos elementos, y las líneas de caminos que demarcan las áreas, usos y funciones.

Fuente: elaboración propia con la colaboración de Ernestina Celoira y Francisco Miguez Miraglia

Figura 1.  Escala territorial de un caso en el norte de la provincia de Córdoba, donde se observan dos unidades de vivienda.Referencias: 1) Río, 2) Camino principal, 3) Camino secundario, 4) Otros caminos, 5) Monte abierto, 6) Siembra y cosecha, 7) Corrales, 8) Núcleo de viviendas y espacios de trabajo. 

El hábitat rural-campesino representa la síntesis de una compleja e histórica forma de vida arraigada con el territorio. Una forma de habitar que compone un modo específico de producción de espacio, donde lo doméstico -en estrecha relación con su tipología arquitectónica- no puede ser separado de su entorno, su territorialidad. El espacio es un elemento mediador de las relaciones: el diseño y las funciones se configuran a partir de las necesidades de quienes allí residen; la importancia de una generosa galería es propia del clima de la región; el fogón da cuenta de prácticas productivas de subsistencia que se desarrollan en el mismo lugar que las domésticas; el vínculo entre los conocimientos técnicos, los materiales locales y la autoconstrucción definen las técnicas constructivas, etc. Estas relaciones configuran un tipo de lenguaje, paisaje e identidad propios de la ruralidad, y las principales dimensiones del hábitat hacen evidente el diálogo con el territorio.

Por otra parte, retomamos el segundo punto vinculado a las espacialidades propias del hábitat rural, para destacar su producción de espacios adaptados a las necesidades, funciones y recursos locales. Decíamos que en la sistematización realizada para el catálogo, organizamos los principales espacios en: cocinas, galerías, exteriores, corrales y depósitos. Sea en la totalidad que generan o en cada uno de ellos, se pueden reconocer a) usos y funciones; b) materiales y técnicas; y c) lenguajes y símbolos. Intentaremos abordar estas categorías de manera integral.

Fuente: elaboración propia con la colaboración de Ernestina Celoira y Francisco Miguez Miraglia)

Figura 2.  Hábitat rural-campesinoReferencias: 1) Dormitorios, 2) Galería, 3) Cocina interior, 4) Baño, 5) Cocina exterior, 6) Huerta, 7) Comederos, 8) Almacenamiento de agua, 9) Corrales, 10) Peridomicilio. 

Si observamos la tipología en planta de la figura 2, podemos reconocer que los espacios interiores son compactos y definidos centralmente por su función: los dormitorios son una serie de espacios acotados para el resguardo y el descanso, como áreas íntimas que no revisten mayor complejidad espacial. Materialmente son habitaciones de muros construidos con tecnologías locales (frecuentemente de adobe y quincha), y techo con el sistema torta de barro y ventanas pequeñas, que permiten un ambiente fresco para el descanso en zonas de temperaturas muy elevadas.

Otros dos espacios constituyen el núcleo central y revisten de vital importancia: la cocina interior y la galería. Cuando hablamos de cocinas, diferenciamos otros posibles espacios para cocinar que se encuentran en el exterior, y suelen ser utilizados con funciones productivas. La cocina interior se vincula con las actividades domésticas cotidianas, aunque muchas veces estos usos suelen mezclarse. La galería es el espacio de referencia por excelencia, allí se hacen posible la mayoría de las actividades cotidianas, funciona perfecto para el clima, y es un espacio de transición entre el interior y exterior, a la vez que articulador y organizador de las otras habitaciones.

Los otros espacios, pivotan alrededor de este núcleo central y tienen como soporte el peridomicilio: el exterior inmediato a la vivienda. Organiza lugares intermedios de uso cotidiano, cuya extensión es variable y está principalmente delimitada por el uso propio de cada grupo habitante. El espacio exterior es fundamental en la vivienda campesina, debido a que gran parte del día transcurre al aire libre y se vincula de manera directa con las actividades productivas. Allí encontramos una serie de espacios de guardado o almacenamiento, entre los cuales hay cisternas para agua, depósitos de maquinarias y herramientas, silos para granos, y otras salas para la adecuada conservación y estacionamiento de los productos alimenticios que producen. Por otro lado, también mencionamos los corrales, en conjunto con gallineros, parideras y establos, forman parte del sistema de lugares, la convivencia con animales es habitual, puesto que su cría es una de las principales actividades productivas de la economía familiar campesina.

Por otra parte, el conjunto de las prácticas y los espacios del hábitat rural conforman un paisaje singular. Allí se pone en juego también la dimensión de la percepción: el paisaje no es solo una cuestión de configuración de volumetrías sino también de colores, movimientos, olores, sonidos, y todo aquello que alcanza a ser percibido por los sentidos (Santos, 1996). Desde esa perspectiva, hacemos foco sobre la relación entre la materialidad y el lenguaje de estas arquitecturas. El lenguaje que expresa la arquitectura rural está íntimamente relacionado a las funciones que aloja y a los materiales y técnicas que involucra. El carácter de esta arquitectura refleja los colores y texturas del paisaje, a la vez que lo construye.

Fuente: fotografía propia

Figura 3. Espacio de corrales realizado con materiales reciclados en el hábitat rural de Pocho, Traslasierra, Córdoba, Argentina 

Además de tierras, piedras, vegetales y maderas del lugar, otros elementos reciclados colaboran en las construcciones, tales como: gomas en desuso para comedero, pallets para corrales, etc. Una manera de “trabajar con lo que esté más a mano” (Lacaton y Vassal, 2017). Ese paisaje se erige a partir de determinados materiales locales, formas constructivas históricas aprendidas de generación en generación, se trata de construcciones vernáculas. A su vez, implica tecnologías de bajo impacto ecológico, centradas en los materiales disponibles, determinando el carácter de esa arquitectura (Jorquera Silva, 2016). En este sentido, nos resulta fundamental destacar el cuidado del medio ambiente como una práctica histórica y habitual de quienes habitan las ruralidades, esta dimensión supone una racionalidad ecológica del habitar campesino asociado también a la materialización de sus espacios. Se reconocen “formas recíprocas de relación entre el habitar, el ambiente y la naturaleza, vinculadas al modo de vida campesino histórico y vigente”, que en otro tipo de discursividades son enunciadas como sustentables (Vanoli y Mandrini, 2021: 87). Esta dimensión la hemos desarrollado en trabajos anteriores7, por lo tanto no será un punto de análisis aquí, aunque si damos por asumida la perspectiva ambiental, que constituye un tema relevante en la agenda actual de la arquitectura.

En definitiva, el habitar es un concepto imprescindible para comprender las complejidades del hábitat rural. Sus prácticas remiten a modos de vida vigentes, pero también históricos, estudiar estas espacialidades nos permite, siguiendo a Lacaton y Vassal (2017), reforzar un pensamiento proyectual sobre la necesidad de concebir la arquitectura a partir de la idea de habitar, de pensar y construir el espacio desde el uso.

3.2. Obras y proyectos con una postura crítica ante la arquitectura

Para este apartado recuperamos dos experiencias en torno a la arquitectura que consideramos pueden aportar a la construcción de un diálogo con el caso de estudio anterior. No proponemos una lectura comparativa, más bien establecer un mapeo de situaciones que permitan sistematizar aportes para el objetivo de este trabajo. Seleccionamos para analizar el trabajo del estudio XhARA8 como escala nacional y la experiencia del grupo Comunal9 en México, como escala latinoamericana. En estos casos encontramos ejemplos centrados en una postura crítica de la arquitectura, donde se conjuga el pensamiento teórico/reflexivo con la obra/producto. En definitiva, aportan claves para descolonizar la práctica arquitectónica como una forma de posicionarse políticamente dentro del campo disciplinar.

A nivel nacional, el estudio XhARA, a cargo del arquitecto Joaquín Trillo, trabaja sobre el reconocimiento y valoración de prácticas rurales en territorio argentino. XhARA es un espacio de trabajo participativo dedicado a la implementación y difusión de arquitectura y tecnologías apropiadas. Orientado hacia la realización de proyectos sociales en ámbitos rurales, se centra en el fortalecimiento de comunidades campesinas a partir de la revalorización del conocimiento empírico local. Localizado en la Quebrada de Humahuaca, colabora con organizaciones de base comunitaria, organizaciones no gubernamentales y cooperativas de trabajo.

Este estudio representa un ejemplo de vinculación entre algunas discusiones teóricas que se presentan en este trabajo y la obra de construcción. En este sentido, realiza una crítica a los patrones de poder en torno a una modernidad que “desestima a las prácticas alternativas que escapen al control de sus programas desarrollistas” (Trillo, 2020). En relación a los modos de abordaje de los programas habitacionales coincidimos con el autor en que la imposición de soluciones estandarizadas inferioriza o desestima “la abundancia y diversidad de información que podría resultar de un estudio responsable del hábitat rural” (Trillo, 2020). La política pública en materia de vivienda presenta diversos “discursos de instrumentación estadística, normativas, estándares mínimos de calidad; que representan entre otros, la avanzada de una colonialidad que se impone desde lo global hacia lo local” (Trillo, 2020).

Este estudio ha obtenido diversos premios a nivel nacional e internacional. Entre los últimos se destaca el segundo premio del concurso Hábitats Emergentes, a partir de una propuesta que recupera la historia de la vivienda regional en el NEA argentino en un prototipo contemporáneo con diseño bioclimático. En este proyecto se puede observar a “la arquitectura como un relato capaz de presentar la identidad narrativa de un pueblo” (Trillo 2020).

Fuente: Trillo, 2016.

Figura 4 Centro de Artesanas de Churcal, Formosa, Argentina. Experiencia de tecnologías apropiadas a los usos y materialidades locales 

El estudio Comunal Taller de Arquitectura en México, a cargo de Ordoñez y Amescua, desarrolla proyectos con comunidades rurales, procurando rescatar y fortalecer la memoria territorial. En la 18° Bienal de arquitectura Buenos Aires celebrada en septiembre de 202210 expusieron diversas reflexiones sobre la práctica arquitectónica, las formas de abordar el hábitat y la vivienda, y al respecto expresan:

Entendemos la práctica arquitectónica insertada dentro de este sistema patriarcal, que genera grandes desigualdades y acumulaciones de poder y riqueza en pocas manos. Hemos reflexionado en cómo la arquitectura participa en estos procesos patriarcales y cómo esta manera de espacializar genera definitivamente grandes desigualdades y abona a este sistema que se compone del capitalismo, del racismo, de la colonialidad, del despojo, en un entramado de violencias y de dominación. Ante esto hemos reconocido cómo la práctica arquitectónica, enseñada en las instituciones académicas desde esta visión todavía de la modernidad capitalista, pareciera reforzar estas prácticas patriarcales en lugar de desarticularlas (Comunal, 2022: 4:29).

Con respecto a la arquitectura de autor, a la importancia que se le otorga en los ámbitos educativos a la obra-producto antes que al proceso y a los conceptos que involucra un diseño (Bartolotto, 2018), comentan que la arquitectura, entendida desde una lógica capital, “promueve el diseño desde una autoría individual y no colectiva, dejando al margen a las personas de la participación en la producción de sus propios espacios, generando y actualizando todo este despojo” (Comunal, 2022: 4:31). En este mismo sentido, proponen desaprender algunos conocimientos heredados e inculcados en la formación académica centrada en la obra-producto para “poder transitar desde una arquitectura del patriarcado hacia una arquitectura autónoma comunitaria, colectiva, autogestionaria en donde se reconozca la agencia epistémica de las personas, la agencia creativa, la agencia política” (Comunal, 2022: 4:40), es decir que le otorgan un lugar central al proceso, antes que al producto arquitectónico.

La construcción de un pensamiento proyectual por fuera de los enfoques heredados, hegemónicos y urbanocéntricos, implica reconocer prácticas menos vistosas, menos evidentes y menos celebradas (Whitaker, 2011) dentro de los procesos habitacionales. En este sentido las autoras observan que para algunas cosmovisiones la vivienda no representa un espacio constructivo solamente, se trata de una manera de entender al mundo. Al respecto agregan sobre un caso correspondiente a comunidades originarias de México, “narraban cómo la puerta de la vivienda es la boca de dios, las fachadas laterales son las orejas (...) Entonces la vivienda no es nada más un espacio, es un dios mismo, es un ente mismo, no sólo un espacio constructivo, está viva, es una concepción y filosofía del habitar muy distinta a lo que tenemos en espacios urbanos” (Comunal, 2022: 4:45).

Sobre la pregunta que nos hemos hecho en el apartado teórico sobre por qué en los territorios rurales se impugnan modos de vida, con sus prácticas y saberes antes que se los valore como una vigencia en los debates contemporáneos de la arquitectura, coincidimos con las autoras en que “cuando muere una forma tradicional de habitar, no muere nada más un sistema constructivo, lo que muere es una manera de comprender el mundo, compleja, una manera de comprender el territorio, en donde estos conocimientos territoriales están vinculados con la cultura, con la identidad, con la filosofía, etc” (Comunal, 2022: 4:46). Es decir que cuando no se reconoce esta arquitectura no moderna, y se la niega, elimina, erradica, también se está negando todo el sistema cultural que la representa.

Frente a la forma dominante de habitar: urbana, moderna y eficiente, proponen repensar formas de producción arquitectónica diversas. Al respecto señalan que es necesario reflexionar sobre cómo la arquitectura puede potenciar, facilitar espacios de diálogo y de reflexión crítica colectiva, antes que inhabilitarlos; promoviendo maneras diversas de producir espacio y “evitando la homogeneización de las formas de ser, a través de las formas de producción arquitectónica” (Comunal, 2020: 4:49).

Fuente: Comunal, 2014

Figura 5. Producción Social de Vivienda en Comunidad de Tepetzintan, México 

3.3. Experiencias pedagógicas universitarias críticas

A fines de reconocer experiencias pedagógicas universitarias que problematizan e incorporan los debates que venimos desarrollando, construimos este último apartado donde analizamos sintéticamente dos casos de universidades latinoamericanas que apuestan al desafío de descolonizar las prácticas pedagógicas. Por un lado, nos referimos al caso de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca en Chile, y por el otro a la Universidade Federal da Integração Latino-Americana en Brasil.

La experiencia de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca en Chile, acuña la noción de peregrinaje como forma de enseñanza, otro modo de conocer y de relacionarse con el territorio. En trabajos anteriores, el decano de la Escuela de Arquitectura, Andrés Maragaño Leveque, nos comparte la pregunta por el lugar del profesional de la arquitectura dentro del entramado social. Ese peregrinaje -como forma de conocer “en movimiento” reivindica la cercanía, la inmersión, la singularidad- constituye una insurgencia a las formas dominantes del conocer. La “obra de título”, tesis o trabajo final de grado, puede ser considerada como una “hipótesis construida”, es decir, como un espacio de articulación entre diversas áreas del conocimiento académico y conocimientos locales, que emergen del mismo territorio. Parte de la metodología del trabajo final, se relaciona con el reconocimiento de las energías preexistentes en el territorio: tales como conocer el material local, las comunidades organizadas, municipios, organizaciones, etc. En otras palabras, se intenta reconocer los elementos sociales, económicos y culturales que componen el territorio para incidir inteligentemente en él. De alguna manera, la obra de título es la expresión más condensada y profunda de la estrategia de peregrinaje en la que el/la estudiante fue formado/a a lo largo de toda la carrera (Martínez Coenda y Mandrini, 2022).

Por otra parte, la Universidade Federal da Integração Latino-Americana (UNILA) en Brasil, constituye una propuesta pedagógica interdisciplinaria centrada en el desarrollo del pensamiento crítico y el conocimiento del contexto latinoamericano (Moassab, 2020) desde un enfoque de la arquitectura como acción política. Esta propuesta se encuentra centrada en formar profesionales al servicio de un mercado laboral plural; es decir, que incorpora demandas del sector público y comunitario además de las del privado dentro de la formación. Plantea un compromiso social desde la docencia-investigación-extensión centrada en la autonomía y la emancipación social desde un enfoque en la vivienda y el derecho a la ciudad. En este sentido, las preguntas por los problemas latinoamericanos se centran en reflexiones de carácter colectivo, de trabajo en equipo, derechos, procesos participativos, materiales de bajo costo, uso de materiales locales, desarrollo tecnológico guiado por premisas sociales, mejorar la calidad de vida de las poblaciones necesitadas, diseñar políticas públicas para este fin (Moassab, 2020). El proyecto pedagógico de UNILA propone una arquitectura política, enfocada en el espacio construido latinoamericano, respondiendo a las necesidades particulares de cada lugar, valorando técnicas y materiales locales y accesibles.

Estas experiencias institucionalizadas en contextos de la región, nos permiten reconocer las posibilidades de construir programas pedagógicos en la formación universitaria que recuperan las experiencias y reflexiones desarrolladas a lo largo del trabajo.

Conclusiones

En este trabajo procuramos aproximarnos a una reflexión situada sobre la descolonización del pensamiento proyectual y sobre cómo la arquitectura rural puede constituir un ejemplo de aprendizaje valorable en los ámbitos universitarios. La validación de una arquitectura rural que comprenda los procesos socio-territoriales que producen su espacio habitacional, requiere de una ruptura con las continuidades del pensamiento moderno-colonial, para habilitar formas de pensar desde racionalidades situadas. Caso contrario, el sostenimiento de un pensamiento eurocéntrico y moderno (en los términos que se viene desarrollando en este trabajo) promueve la desaparición de paisajes históricos, bajo el enfoque urbanocéntrico asentado sobre la dicotomía urbana-rural que supone la metropolización o vaciamiento de las ruralidades habitadas.

El gesto político de la arquitectura implica consolidar una forma de pensamiento crítico y situado, es decir, una forma de proyectar particularizada y local, que no se pretenda como universal. Implica comprender la arquitectura como sujeto social y político, entender la función social de esta disciplina para incorporar prácticas, saberes y técnicas que históricamente han configurado las mismas espacialidades donde se interviene. La formación disciplinar arquitectónica requiere incorporar la reflexión crítica y el respeto por las comunidades y la diversidad de saberes locales; centrar la mirada en el valor de los procesos de producción del espacio, antes que concebirlo como un objeto o producto neutro. En otras palabras, una perspectiva pedagógica política implica visibilizar las relaciones sociales implícitas en los procesos de producción del espacio habitacional.

Como señalamos, las disciplinas proyectuales han tenido muy baja intervención sobre las espacialidades del hábitat rural. Lo que hoy conocemos se ha constituido a lo largo del tiempo a través de la autoconstrucción y la reproducción de saberes, técnicas y prácticas de quienes habitan esos territorios. El campo del saber académico ha desestimado toda esa producción y la mayoría de las veces la ha considerado inferior y sin valor. Paradójicamente, ese proceso, nos permite estudiar el hábitat rural como un espacio arquitectónico que escapa de alguna manera a los parámetros del eurocentrismo y el pensamiento moderno-colonial, y nos permite reconocer allí una abundante cantidad de información vital para repensar los procesos de enseñanza y aprendizaje y su transferencia a las prácticas arquitectónicas. Ese tipo de movimientos epistemológicos, anclados en el pensamiento proyectual, permite habilitar gestos políticos en la arquitectura para incorporar un pensamiento crítico y situado, y la capacidad transformadora desde una perspectiva dialógica con los territorios.

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Notas

1Agradecemos al Centro Experimental de la Vivienda Económica (CEVE) del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Dirección de Articulación y Contenidos Audiovisuales (DAyCA) del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación Argentina (MINCyT), por financiar parte de este trabajo. A la Asociación Civil y Cultural Relatos del Viento, por sus valiosos aportes en la recuperación de saberes del hábitat rural.

2Escuela de arquitectura, diseño, artesanía y arte fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania).

3Destacamos los aportes de Ferro (2021) sobre la consolidación del concreto como tecnología y material hegemónico, con el objetivo de subordinar la economía de los trabajadores del sector de la construcción, al sustituir un saber hacer tecnológico tradicional por otro industrializado.

4Dichas experiencias son el Grupo de Pesquisa em Habitação e Sustentabilidade (Instituto de Arquitetura e Urbanismo de la Universidade de São Paulo, Brasil), la Escuela de Arquitectura (Universidad de Talca, Chile) y el Grupo Maloca/Estudos Multidisciplinares em Urbanismos e Arquiteturas do Sul (Instituto Latino-Americano de Tecnologia, Infraestrutura e Território de la Universidade Federal da Integração Latino-Americana, Brasil) (Martínez Coenda y Mandrini, 2022).

5Ch’ixi es una noción aymara de diversas connotaciones, “es un color producto de la yuxtaposición, en pequeños puntos o manchas, de dos colores opuestos o contrastados […]. Es ese gris jaspeado resultante de la mezcla imperceptible del blanco y el negro, que se confunden para la percepción sin nunca mezclarse del todo” (Rivera Cusicanqui, 2010: 69).

6El catálogo forma parte de un proyecto más amplio, orientado a difundir saberes del hábitat rural. Esta propuesta, financiada por la Dirección de Articulación y Contenidos Audiovisuales (DAyCA) del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, forma parte del proyecto “Escuela del monte: convergencia de saberes”, de la convocatoria “Cultura Científica” 2021. El proyecto reúne investigadoras/es del Centro Experimental de Vivienda Económica (AVE CONICET) y de la Asociación Civil y Cultural Relatos del Viento, ambos con sede en Córdoba, Argentina.

Recibido: 01 de Noviembre de 2022; Revisado: 12 de Diciembre de 2022; Aprobado: 16 de Diciembre de 2022

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