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Mundo agrario

On-line version ISSN 1515-5994

Mundo agr. vol.1 no.1 La Plata July/Dec. 2000

 

La pampa pródiga. Una imagen del mundo rural para escolares (1920/1945)

Ascolani, Adrián1

1U.N.de Rosario; U.N. General San Martin

   Una mirada atenta sobre el campo argentino en el período de entreguerras advertiría que los fenómenos sociales y económicos que lo afectaron o que en él se produjeron tuvieron una intensidad y variedad que lo distanciaba de la casi inalterada previsibilidad del medio siglo anterior. Sucesos tales como grandes huelgas de arrendatarios y peones cosecheros, o procesos complejos como las severas caídas de precios del cereal, la transformación tecnológica y laboral, o la reducción notable de los puestos de trabajo producto de la crisis de empleo, suscitaron la atención de los principales medios de prensa. Sin embargo, esta dinámica conflictiva y a veces impredecible del mundo rural pampeano ha estado ausente de las imágenes que el Estado y buena parte de la sociedad reproducía entre quienes no tenían una participación directa en tales fenómenos.
   Si tomamos como eje de nuestro análisis al discurso del Estado, durante toda la década del `20 incentivó la llegada de inmigrantes, difundiendo en Europa un panorama idílico de las zonas rurales argentinas prometiendo que en este país serían satisfechas expectativas tales como el acceso a la propiedad de la tierra y el ascenso social. Desde la década anterior socialistas y anarquistas denunciaron la irresponsabilidad estatal-empresarial de promover la llegada de mano de obra inmigrante, dado que con la ya existente en el país había una saturación del mercado de trabajo y una creciente desocupación. Esta cuestión ha sido desarrollada por nosotros en trabajos previos, de modo que a ellos remitimos para tener las debidas precisiones (1).
   El sentido y los objetivos de la propaganda pro inmigratoria tuvieron un correlato en las imágenes sobre la potencialidad rural argentina trasmitidas por vía del sistema educativo. Esta imagen contrasta con el escaso interés estatal por desarrollar escuelas profesionales agrícolas y con la función limitada de la educación rural en las escuelas primarias, circunscripta al trabajo en huertas escolares (Ascolani, 2000).
   En este trabajo(2) reconstruiremos dicho imaginario a través de las representaciones sobre el mundo rural pampeano transmitidas por medio de los libros de lectura empleados en la enseñanza primaria.
   Consideramos que el modo más pertinente de realizarlo es observando la imagen global sobre el mundo rural que resulta de la articulación de la veintena de libros de lectura que hemos analizado, puesto que seguramente era esta imagen de conjunto -obviamente formada además con percepciones extra escolares- la que se había sedimentado en los docentes. La mayor parte de este corpus tiene la particularidad de haber pertenecido a una biblioteca popular que funcionó en una escuela rural del sur de la provincia de Santa Fe vinculada indiscutiblemente a la renovación pedagógica de la década del `20 (3), lo cual despeja posibles sospechas sobre la finalidad que orientó la selección y el uso de estos libros en dicho momento.
   Según las apreciaciones vertidas por la mayoría de sus autores, los libros de lectura no tenían por función desarrollar temas vinculados a alguna asignatura determinada sino que, mediante una graduación de dificultades, serían un instrumento para el aprendizaje y ejercicio de la lectura. Con menos uniformidad, aparece el objetivo de desarrollar determinados "sentimientos": patriotismo, belleza, amor a la naturaleza, moral, "emoción del trabajo", entre los más destacados. A pesar de los anuncios de los autores de estos libros, los mismos contienen abundante información objetiva que contextualiza el discurso moralizante. Analizar esta relación, y su conexión con la realidad histórica es el propósito central de nuestro trabajo.

1-La imagen bucólica de los campos.

   La imagen bucólica del campo subyace una y otra vez en los textos: definitivamente es un lugar agradable, por sus aromas, recuerdos, inmensidad, colores, pájaros, tranquilidad y belleza de lo cotidiano (4). Las descripciones del campo contienen una marcada impronta "naiff". Este texto de Norma y Estela Méndez Ríos, de su libro Cerebro y Corazón es un buen ejemplo de esta percepción:

"Hablar del campo, es hablar de arroyuelos, de bosques y selvas, de llanuras infinitas, de montañas, de horizontes y lejanías azuladas, de cielos no empañados por el humo de las fábricas, de prados florecidos, de pájaros y mariposas. ¡Toda la belleza está en el campo porque lo verdaderamente bello es lo natural!
(...)
-Qué lástima -decía Gedeón- que las ciudades no se encuentren en el campo!"(5)

   El campo es el lugar de la paz, aunque esta idea aparece sólo excepcionalmente connotada con el antibelicismo en un poema de Mario Bravo:

"Por los senderos en tumulto
los campesinos vienen y van;
pasan cantando los campesinos:
Esa es la paz.
(...)
Y en las aldeas y las ciudades,
y en las montañas y en las campañas
ninguno falta, todos están:
Están los viejos y están los jóvenes.
¡Están los hijos y están las madres
Esa es la paz."

   Esta paz indispensable para la producción, debía para otros autores -en verdad escasos- ser defendida por todos los medios. Así ocurre en el texto Patria y Belleza, escrito por Gustavo Lens (seudónimo del entrerriano Adolfo Rodríguez), editado en 1922 por la Liga Patriótica Argentina y difundido por las brigadas locales para "tonificar el alma argentina, a fin de que ella no vaya perdiendo sus coloridos propios ante el avance del exotismo que, inculcando en las mentes ideas subversivas, hace olvidar lo bello y puro que nuestro pasado glorioso simboliza"(6). Es posible especular en el libro de Lens una tácita asociación entre la violencia indígena del siglo pasado y la violencia social que se cernía a fines de los años `10 en las zonas cerealistas de la llanura pampeana a partir de las grandes huelgas de obreros rurales lideradas por anarquistas y sindicalistas revolucionarios que, entre otros efectos, habían motivado la creación de brigadas rurales de la Liga Patriótica en la mayoría de las poblaciones agrarias más importantes:

"El canto del labrador ha sustituido al siniestro alarido del salvaje, y la proficua mies ha reemplazado a su alfombra de tréboles y gamas.
Ya no es el desierto ilimitado que lo abarca todo, sino la promesa de un futuro desbordante de bienes sin medida, de halagüeñas venturas y esperanzas."

   Más allá de su sentido oculto, en el texto no aparecía ningún elemento que pudiera hacer suponer la existencia de conflictos sociales en las zonas rurales. Aún en momentos de fuerte tensión laboral, donde las demandas de obreros rurales y arrendatarios dejaban a la vista las expectativas insatisfechas de amplios sectores sociales, la convicción de que Argentina era un país de ascenso social permanecía vigente. Esta percepción está presente en el libro de María Robledo y María Cumora, Horizontes Nuevos:

"Siempre había soñado con el campo, porque estaba convencido que el hombre de las campañas es más libre, más generoso, más alegre. (...) las condiciones naturales de mi país no pueden ser superadas por las de ningún otro."
Trabajó con tenacidad y economizando; fue dueño, administrador y hasta el capataz."(7)

   Esta visión enteramente optimista sobre las posibilidades del mundo rural se mantuvo aún en los momentos de mayor crisis económica, en los libros de lectura. Así, por ejemplo, en Pleno Día, de José Más, editado en 1938, en plena caída de los precios internacionales y de las exportaciones de trigo (8) mientras que la producción seguía en aumento, se cantaban loas a la producción de trigo: "Hermosas parvas de oro de los campos argentinos: sois la riqueza de la patria y el tesoro de sus honrados labradores." "En ellas está la fortuna del trabajador, el fruto que recompensa su rudo trabajo." (9)
   Casi una década después, luego de que el maíz fuera quemado a causa de la caída de precios, circulaba el libro Entre Amigos, de Oscar Della Valle, en su décimo tercera edición, con el mismo argumento: "Y el agricultor ve con la imaginación esas plantas llenas de espigas. Y con las espigas viene la abundancia, la tranquilidad, y el sosiego para el resto del año."(10)
   Esta tendencia a asociar riqueza colectiva a las abundantes cosechas oculta el modo en que se distribuía la riqueza social. Por otro lado, el rendimiento de la cosecha aparece como la única variable interviniente en el bienestar del agricultor y de la sociedad toda. En esta lógica, no es difícil entender que los únicos motivos de catástrofe para el campo presente en los libros de lectura fueran las climáticas y las plagas de acridio: la inesperada lluvia que malograba la cosecha, la prolongada sequía, o la repentina invasión de langostas.
   La obra que mejor retrata estos discretos cataclismos pampeanos es la de Arturo Capdevila y Julián García Velloso, Nueva Jornada, preparada en 1937. Incluye relatos de autores prestigiosos como Godofredo Daireaux:

La surestada en la Pampa

"Empieza a llover. Llueve, llueve. Todo se vuelve agua; no se ve más que agua, no se siente más que humedad. El viento sigue trayendo nubes, para reemplazar a las que, sin interrupción, se van vaciando, y llueve, llueve sin cesar.
Las lagunas se llenan, los arroyos salen de sus cauces, desbordan en los cañadones; éstos se juntan los unos con los otros, se extienden hasta el pie de las lomas.
A la oración, parece que el agua va a cesar. Se siente como un descanso, como una vacilación. ¡Esperanza vana! El mismo Sureste sopla, trae nubes nuevas y las empieza a volcar sobre la tierra empapada.
Llueve sobre mojado. Sin cesar, más bien despacio que fuerte, pero tupida, cae, cae la lluvia. Las horas pasan; llueve. Amanece lloviendo; lloverá todo el día." (sic)(11).

   También de Arturo Reynal O`Connor:

Una manga de langosta

"Hacía ocho años consecutivos que se presentaba la langosta, pero ninguno como aquél: la invasión era aplastadora, desesperante, cruel, a punto de que toda la provincia de Entre Ríos y la de Santa Fe estaba cubierta por una sola manga. Se podía decir que no había un palmo de tierra que no estuviese empapada por su baba inmunda. Reinaba en la atmósfera, a través del alma abatida, un silencio triste, mortecino, presagio de alguna desgracia.
Los trigales y maizales estaban ya talados...El campo había cambiado su color verde por una superficie negruzca y movible.
(...) No respetaba ni los terraplenes, ni los rieles de las vías férreas, y en éstos, en castigo, las ruedas de las locomotoras las convertían en montones de excrecencias sanguinolentas y babosas."
(Ibídem, págs. 161-162.)

   Su virtud radica en ser una de las pocas obras que no censura los rigores del mundo real para atenuar las emociones que pudiera despertar en los alumnos, ni simplifica en un afán didactista los fenómenos naturales haciéndoles perder su esencia.

2-La antinomia campo-ciudad.

   El ámbito rural es presentado en los libros de lectura como un reservorio del aire puro, incontaminado; como sitio de "oxigenación" (12) para los habitantes de las ciudades; y como ajeno al alumno, es decir un ámbito para conocer o vacacionar.
   En realidad ciudad y campo en Argentina funcionaban muy estrechamente relacionados. Buena parte de la sociabilidad de los agricultores se daba en los núcleos urbanos y buena parte del trabajo de los jornaleros de las ciudades y pueblos era obtenido en el campo, de modo que la escisión entre campo y ciudad, planteada por numerosos autores resultaba impropia y, probablemente, fuera producto de una extrapolación del mundo europeo. En Senderos, el autor Anastasio Rodríguez da debida cuenta de la inexistencia del aislamiento del campo con respecto a la ciudad, situando su descripción en 1928:

"Hay muchas cartas, diarios y revistas que proceden de distintos puntos de la República, destinados a los colonos y pobladores de la villa y de sus alrededores."

   Aún en un sentido negativo, fruto del prejuicio religioso, la vinculación entre ciudad y campo aparece presente en el libro de Luis Gorosito Heredia, Serranillas. Fábulas cordobesas impreso por Apis -una importante editorial de Rosario- en 1944:

La langosta

"Y el colono, cruzado de brazos junto al alambrado, en la impasibilidad de su desesperación, veía avanzar aquel ejército...
Era la langosta bíblica, personificada en un solo animal enorme, horrible, caballo al aire, dispuesto a tragarse la tierra.
...
Y gritaba el colono:
- ¿Que pecado he cometido. Dios mio para merecer este castigo?
Una lechuza fúnebre y sabia se posó en las ramas peladas del quebracho y le habló al hombre:

- No preguntes cuál es tu pecado. El pecado es también una bestia múltiple, instintiva e implacable. ¿No ves lo que pasa en la ciudad? La justicia está prostituída, los jueces se venden, la pornografía tiene un templete en cada quiosco, la policía persigue nada más que a los pobres, los cinematógrafos son los panteones donde pululan malolientes todas las inmundicias; en la prensa que llaman seria se desprecia a Dios y en los pasquines se lo insulta. La Iglesia es perseguida y los que mandan no son gobernantes sino ... ¡políticos! ¿Quieres más todavía?
- Pero nosotros, la gente honrada del campo...
-Vosotros sois unas pocas langostas desbandadas de la manga humana. ¿Acaso santificáis del día del Señor? ¿No vais luego a despilfarrar en la ciudad pecadora el oro del campo inocente?"
Al año siguiente el colono construyó una cruz que hablaba "de constricción y de culpas por un lado, y por otro, de redención y de amor." (13)

La explotación agraria.

   Entre los libros analizados, son escasos los que tienen descripciones más o menos globales de una explotación agropecuaria. Aún así, nuestro corpus de fuentes proporciona caracterizaciones de varias de las formas de empresa agropecuaria.
   Es la granja la que aparece con mayor frecuencia, soliendo ser identificada con la chacra -recordemos al respecto que en dicha época un limitado número de chacras tuvieron fisonomía de granja-. Esta es presentada con una producción diversificada, señalando esa tendencia a la desorganización en la crianza de aves y el huerto, y el trabajo familiar, que han caracterizado a la particular "granja" de la región pampeana, en verdad incentivados por la crisis de los años '30 (14).
   La quinta suburbana aparece descripta en el libro Senderos de Anastasio Rodriguez: la "quinta del Tio Cirilo" es una quinta "grande", de doce hectáreas, con "todo género de cultivos" pero especializada en frutales, con gran cantidad y variedad: duraznos, nogales, perales, manzanos, ciruelos, guindos, membrillos, viñas, etc. En verdad "Nada falta". El referido Cirilo llegó a propietario "con las primeras economías que hizo de su trabajo, hace muchos años"(15). Aparece aquí la idea del ascenso social desde la condición de asalariado a la de propietario de tierras, y seguidamente veremos otro ejemplo donde un pequeño ganadero se convertía en estanciero. Su estrategia fue la siguiente:

"Me dediqué por igual, a la cria, al inverne, al tambo y a la chacra. (...) Dupliqué la extensión de mi campo; volví a duplicarla, y a la vuelta de los años, me encontré dueño de las dos mil hectáreas..."

"El contorno de mi campo está alambrado con seis alambres de acero, sostenidos por postes de quebracho colorado y varillones de curupay paraguayo. Los potreros y los corrales se hallan cercados con alambre. Los bañaderos, para vacas y ovejas, construidos de material. El ganado dispone de jagüeles para beber, y en bretes y corrales, procedemos a su aparte cuando es necesario. Grandes molinos de viento llenan los tanques australianos. Pero, no crean ustedes que mi estancia es distinta de las otras, porque todo establecimiento bien organizado obedece al mismo plan."(16)

   Otro autor comparte la idea de la rotación de cultivos de cereales y ganadería:

"El campo está dividido en potreros; en uno se siembra maíz, en otro alfalfa, en el de más allá se guardan los animales finos." (17)

   Pero lo que no aparece en los textos es la habitual existencia de arrendatarios en este tipo de producciones complementarias.
   En Viaje de Vacaciones, de Joaquín Romero, también pueden verse una alusión acertada en relación a la composición étnica de la mano de obra de la estancia. En la lectura Campo criollo, dice al respecto que la mayoría de los peones de la estancia son criollos, gauchos, y si bien son hábiles para todas las faenas del campo, lo son especialmente como jinetes y enlazando animales; algunos son reseros -arrieros de ganado-. Esta mano de obra criolla es caracterizada como "hombres afables y serviciales", imagen que está lejos de ser la más difundida en las diversas fuentes documentales -judiciales, sindicales, empresariales- que contienen registros sobre el peón criollo.
   Con respecto a la mano de obra rural, el trabajador más citado es el peón de explotación ganadera, por lo común en confusa identificación con la figura estereotipada del gaucho. No haremos aquí el análisis de este sujeto social, ni su presencia en los libros de lectura pues significaría incorporar una problemática que tiene relieve suficiente para un estudio independiente.
   La asociación entre gaucho y peón criollo le otorga a éste una imagen positiva, no sólo en el plano económico sino también "cultural", dado que es presentado como portador de un capital cultural propio del medio rural -lo mismo ocurre con el agricultor (18)-. En el libro de Delfina Piuma Schimid, Bello y Util -escrito en 1926- esta característica sirve para dar una lección de moral ridiculizando a aquel escolar llegado de la ciudad para vacacionar que "no creía que ellos [los peones] supieran cosas que él ignoraba" (19).
   En cambio, están prácticamente ausentes otros tipos de mano de obra más comunes y con mayor peso cuantitativo en la época en que se escribieron y utilizaron estos textos, como los jornaleros para la siega y trilla y los recolectores de maíz. El autor Héctor Blomberg, en el libro El Surco, elaborado en 1926, transcribe un párrafo del escritor Alberto Gerchunoff, en la cual se describe breve pero elocuentemente un momento de la trilla:

"... los peones apartaron las últimas bolsas de nuestro trigo (...)
La máquina paró y a la sombra de la parva cercana la gente se dispuso a tomar café; un sol fuerte nos ahogaba, tiñendo en llamaradas la campiña segada
(...)
Comenzó el trabajo. Subimos a la parva de Moisés para alcanzar las gavillas, y los peones engrasaban la máquina formidable." (20)

   En otra lectura, perteneciente al libro Senderos de Anastasio Rodríguez, se hace alusión indirecta a este tipo de trabajador rural eventual:

"Todas las personas esperan ansiosas la llegada del cartero, para leer la carta ... del padre que se fue a trabajar en la cosecha del trigo en Santa Fe, del hermano que en una mañana sin sol, salió sin rumbo para buscar ocupación y que aún no ha dado noticias de su llegada no obstante haber transcurrido ya cinco años largos..." (Rodriguez, 1930: 149-150)

   Con relación a los peones mensuales y personal permanente, las referencias son mayores. Por ejemplo, el libro Horizontes Nuevos nombra correctamente la multiplicidad de trabajadores de una estancia atribuyéndoles los rasgos de carácter más funcionales al tipo de explotación: el mayordomo es enérgico; el capataz, criollo, valiente y dedicado al trabajo; los puesteros a sueldo -como los habilitados y los mensuales- son activos; el cocinero de los peones, el herrero, el carpintero y el quintero son laboriosos y leales (Robredo, María Ercilia y Cumora, María Lucía, s/f: 60-62).
   Pero en la mayoría de los textos, es el agricultor el que aparece como único trabajador y artífice del producto agrario.
   Al observar las referencias a maquinaria y tecnología agropecuaria en los textos de lectura, prevalece la idea de un frecuente anacronismo en relación a las efectivamente utilizadas durante los años `30. En tiempo presente se describen herramientas y labores perimidas, puesto que a mediados de los años 20 se produjo en el mundo rural pampeano una modificación tecnológica sustantiva. En buena cantidad de los libros se repite la alusión al por entonces obsoleto arado "a mancera" tirado por bueyes con una expresión también estereotipada: "unce el arado a los bueyes" (José Mas, 1938: 4).
   En el libro Pleno día se narra la faena de corte de trigo, pero su autor combina dos elementos que en la realidad, y más aún la de fines de los `30, difícilmente iban juntos como era el uso de segadoras atadoras en una región donde la siega se hiciera en diciembre -presumiblemente sur de Buenos Aires o La Pampa-. En esta región el uso de la cosechadora de arrastre, que segaba y trillaba a la vez, era predominante ya a fines de los `20, de modo que el paisaje de parvas y trilladoras al que refieren José Mas y Norma y Estela Mendez Ríos en sus respectivos libros, era ocasional. (Mendez Ríos Norma y Estela, s/f).
   El dudoso conocimiento de los usos de la tecnología agrícola por parte de algunos autores se pone de manifiesto en el libro Senderos de Anastasio Rodríguez, queen una oda al molino de viento que se alza "como un monumento en medio de la pampa inmensa" dice: "No te canses molino; cruje y trepida todo lo que quieras, pero sigue tu labor, porque el agua que extraes ... hará germinar la semilla en el surco abierto por el arado del labrador y llenará de frutos los árboles, de granos las espigas..." (Rodríguez Anastasio, 1930: 177-178)
   Entre las fallas de estos libros se detectan también algunas extrapolaciones del mundo campesino europeo, en parte resabio del anterior uso frecuente de obras europeas -francesas y españolas- durante la segunda mitad del siglo XIX. Por ejemplo, en el libro Pleno día, junto a lecturas que corresponden al campo pampeano se filtra una titulada El molino -y recomendada como "para aprender de memoria" que describe una aldea campesina europea, pero sin aclararlo, de modo que aparece un molino con una rueda, molineros alegres que llevan el trigo, graneros, un caserío y arboleda. (Mas José, 1938: 11)

3-El agricultor: una representación social.

   En general, en los libros de lectura los protagonistas del trabajo agrario son centralmente los agricultores, a los que se alude como "campesinos" o "labradores", y en ocasiones los estancieros. Sin embargo, y sin entrar en definiciones teóricas acerca de las particularidades del productor rural argentino que no tendrían sentido en esta ocasión, en la producción agropecuaria pampeana intervenía una multiplicidad de actores. Como es sabido, entre ellos podemos mencionar a los jornaleros para la siega y trilla, a los peones permanentes, y los recolectores de maíz -hombres, mujeres y niños-, sindicalizados o no, además de los propietarios de trilladoras, acopiadores, almaceneros de ramos generales, mayordomos y capataces de estancia, etc. Por otro lado los ganaderos podían ser estancieros o productores medianos, y los agricultores, propietarios o arrendatarios. La casi nula presencia de esta gama de trabajadores y empresarios del mundo rural, así como muchos otros errores y omisiones en relación a la producción agropecuaria, parece haber tenido como justificativo el hecho de que el objetivo último de estas lectura era destacar determinados valores humanos, y no la intencionalidad de profundizar en contenidos de conocimiento sobre temas agropecuarios.
   De tal modo, el agricultor es presentado como un personaje ideal, fruto del medio físico en el cual desarrolla su vida. Sus atributos son: su utilidad social, constancia en el trabajo, sacrificio por el tipo de labor, honradez, y afectividad con sus familiares. Más aún, constantemente el agricultor es interpelado por los mismos autores para que continúe su labor productiva (21). Pero su trabajo no es el del explotado, pues como rémora optimista de lo ocurrido en las cuatro décadas anteriores, el mito del ascenso económico y social tiene como protagonista especial al agricultor pampeano, incluso en los dramáticos años treinta:

   "¡Adelante, siempre adelante! La noble tierra sabrá recompensar tu labor." (22)

"¡Arriba amigo! el arado te espera. Tienes que romper la tierra, abrir el surco y enterrar, después, a semilla. La tierra te dará, más tarde, una fortuna." (Mas, 1938: 3)

   El enriquecimiento del productor rural aparece como fruto de estrategias difundidas, no como resultado del azar. Por ejemplo en la lectura La estancia, del libro Horizontes Nuevos, escrito por María Robledo y María Cumora se toma el ejemplo de un ganadero que partiendo de un predio de 200 hectáreas comprado en un remate con dinero heredado, llegó a tener una estancia de 2000 hectáreas. El secreto estaría en ser buen administrador y seguir el "mismo plan" que "todo establecimiento bien organizado" (Robredo y Cumora, s/f: 60-62).
   En el mismo sentido, la fábula El labrador y sus hijos, de J. de la Fontaine, adaptada en el libro Senderos, deja un mensaje que resultaba muy adecuado para la imagen difundida de la Argentina rural: "... trabajad afanaos: en el mundo sólo aquel que trabaja se hace rico. (...) el trabajo es el mejor tesoro, si es continuo." (Rodriguez, 1930: 3 )
   El tono imperativo con que frecuentemente se le alienta indica además una voluntad de refuerzo de la disciplina de trabajo que el agricultor tiene internalizada. En varias obras (Forgione, 1947: 75-77, Mas, 1938: 3) se señala que el sacrificado horario de trabajo era "de sol a sol" para realzar la laboriosidad del agricultor.
   Esta imagen del agricultor podía ser redimensionada en un país de expansión agrícola reciente, pero sin dudas tenía raíces más antiguas. La autora de Orientación, María Alicia Domínguez, señalaba similares virtudes exhumando una prosa escrita dos mil años antes por Virgilio, titulada La felicidad del labrador -probablemente extractada de La Eneida-:

"El labrador abre el seno de la tierra con la reja del arado. Este es su trabajo de todo el año; con él sostiene a su patria y a sus pequeños hijos, y a sus ganados y a sus yuntas, que bien lo merecen. No sosiega hasta que el año rebosa en frutos, o en gavillas de trigo; no sosiega hasta que ve los suelos abrumados bajo el peso de la mies e insuficiente para ella sus trojes.

Cuando viene el invierno, muele en los lagares la aceituna sicionia, los cebones vuelven a la piara hartos de bellota, las selvas dan madroños, el otoño cubre el suelo de variados frutos, y la dulce vendimia madura en las laderas que calienta el ardiente sol. Entretanto sus queridos hijos colgados al cuello del labrador se disputan sus caricias y su casta morada guarda leyes del pudor." (23)

   En el mismo texto, Virgilio asocia el labrador a la paz y a los frutos de la tierra. Lo desvincula de las leyes, la política, las ciudades, la ambición de la guerra y el saqueo, la hipocresía de los demagogos y la traición de los ingratos. El agricultor, como ejemplo de moralidad, también aparece en el libro Alfarero de José Forgione, en la lectura El tesoro del viejo labrador habla de un viejo labrador agonizando, que fue

"... ejemplo de laboriosidad y de lucha tesonera. Con las primeras claridades del alba, comenzaba su labor en el cortinal y dejaba el arado después que se perdían en el ocaso las luces postreras de la tarde."

 Su tesoro era el pedazo de campo heredado de su padre, y una vida sin "ninguna mancha".

   Acerca del trabajo del núcleo familiar del agricultor no hay ninguna lectura en los textos analizados. Sí aparece el trabajo femenino, identificado con el de la "dueña de la casa" cuyo rol se limita a alimentar las aves de corral, ordeñe y atención de su familia y vivienda. Obviamente, en relación al trabajo infantil no hay alusión alguna puesto que la legislación lo prohibía, no obstante su empleo era muy frecuente en las labores de boyeros, pistines y juntadores de maíz (24).

4-Una simbología propia

   Los libros de lectura nutrieron las mentes infantiles de imágenes y símbolos imperecederos en la cultura nacional: el arado a mancera, la espiga de trigo, el hombre esparciendo trigo y, también durante mucho tiempo, las parvas de cereal a punto de trillar. Las tres primeras continúan siendo emblemáticas, salvando el anacronismo que portan. Estos elementos, naturalmente, fueron cargados de una significación, no exclusiva del ámbito escolar, que los identificaba con algunos de los valores que los autores, editoriales, y finalmente maestros y políticos de la educación entendían como necesarios.
   El uso de la personificación del objeto-símbolo para convertirlo en sujeto de virtudes heroicas, equiparables a su compañero, el agricultor -otro héroe de igual relieve- era un recurso empleado en algunas obras. Así se observa, por ejemplo, en los textos de Héctor P. Blomberg y Roberto Parodi:

"La canción del campo
En los surcos que abrí,
cayeron las semillas que arrojó el sembrador
(...)
El sudor de los hombres humedeció mi reja." (Blomberg, s/f: 20)

   La connotación del arado con el trabajo y con la riqueza colectiva le daba un carácter de universalidad, que trascendía a las escisiones sociales, étnicas o culturales:

   La canción del arado

"Sirvo por igual al pobre como al rico, al labrador argentino como al extranjero. No me interesa saber quien es mi guía: sé que con mi trabajo se enriquecen los campos, y eso me basta.

¡Adelante, siempre adelante! La noble tierra sabrá recompensar tu labor." (Parodi, 1938:33)

   Si el arado era símbolo de fuerza y coraje, el trigo lo era de fraternidad y de filantropía:

La Canción del trigo

El pan que salió de mi, alimentó a todos.

Parte de mis cosechas fue embarcada en ganes buques y llevada a otros países,

donde también alimentó los hogares de otros pueblos." (Blomberg, s/f :67)

El trigo

"Yo soy la planta que más aprecia el hombre. Me cultiva con todo cuidado porque doy el alimento para sus hijos." (Parodi, 1938: 101)

   Según el mencionado R. Parodi, el fin perseguido al dar importancia a estos objetos era el de generar interés en los alumnos. De hecho, conscientemente o no, las lecturas aportaban una simbología profunda pues detrás de elementos cotidianos había una representación compleja de la realidad. El autor José Macías, autor de Campo Labrado, es más consciente de ello y transcribiendo un poema de Luis Franco titulado La Siembra lo expresa sin rodeos:

"El sembrador derrama su trigo... ¨Hay ademán más hondo y ancho que éste del creador del pan?
Es el gesto más puro con que se honra una mano. El del que lucha o escribe por la gloria, aún es vano.
En el surco la reja brilla al sol, con la horada limpieza que no tiene ni la más alta espada." (25)

5-Palabras finales.

   En resumidas cuentas, podemos decir que en el corpus de libros de lectura analizados el tratamiento de esta temática fue variado, según el grado de documentalismo de la obra y según el horizonte intelectual de sus autores. Aún dentro de esta heterogeneidad, se advierten dos tipos de obras: aquellas compuestas por páginas de escritores reconocidos donde el peso testimonial es fuerte y la adecuación a la realidad es mayor; y aquellas otras -el grupo más numeroso de obras- en general aprobadas por el Consejo Nacional de Educación y por consejos provinciales, que tienen, en cambio, deficiencias muy marcadas -anacronismos, desconocimiento del medio rural, imágenes en extremo simplificadas y elecciones temáticas no siempre representativas- difícilmente justificables aún desde la intencionalidad instrumentalista o bien didactista, por lo común manifiesta en sus prólogos.
   En relación a los contenidos de estos libros, advertimos algunas características recurrentes resumibles en los siguientes conceptos:

1) uso moralizante, con intenso sentido productivista, de la figura modélica del agricultor acompañada de una visión optimista sobre el mundo rural, asociándose el trabajo -entendido como acto de creación de un producto- a la fortuna personal, aunque ésta signifique frecuentemente más un reconocimiento de la capacidad productora de un bien social -la cosecha- que la generación de un capital propio o la posibilidad de incrementar los bienes de consumo. Dado que en el momento de producción de estas obras existía una identificación muy fuerte entre agricultor e inmigrante, es importante señalar que los libros de lectura no transmitieron ciertos rasgos de xenofobia presentes en algunos niveles del sistema educativo desde hacía un par de décadas.

2) reduccionismo en la comprensión de la dinámica socioeconómica agropecuaria a dos únicos factores causales, generadores de cambios: a) el esfuerzo y trabajo del agricultor, y b) la incidencia de los meteoros climáticos. Hay una ausencia total de narraciones centradas en las relaciones humanas propias del ámbito de la producción; solamente, y en pocos casos, aparecen descripciones de algunos de los diversos tipos de trabajadores rurales. Igualmente, la distribución social de los bienes agrarios no está siquiera sugerida y por lo común la producción es presentada como riqueza colectiva.

3) naturalismo basado en un sensualismo ingenuo, de corte espiritualista, por el cual todo conflicto derivado de la vida en sociedad permanece oculto tras la pureza y, por lo común, la supuesta armonía de la naturaleza.

   Estos elementos son constitutivos de la imagen rosa del mundo agrario pampeano, transmitida no sólo en los libros escolares, sino que ocupó con frecuencia espacios literarios en periódicos, revistas y en un nutrido número de libros de escasa trascendencia publicados por imprentas y editoriales de la región cerealista con financiamiento de los propios autores. Un trabajo más abarcativo sobre los contenidos de los libros de lectura seguramente nos revelaría un insospechado grado de construcción imaginaria del universo social muy distante de la realidades aparentemente más obvias, como hemos advertido en este caso en relación al mundo rural pampeano.

Notas

(1) La incidencia de la inmigración en el mercado de trabajo rural, y las visiones en favor y en contra de la misma pueden verse en Ascolani, Adrián, "Hacia la formación de un mercado de trabajo rural 'nacional'. Las migraciones laborales en la región cerealera (1890-1930)" en Revista Res Gesta, Univ. Católica de Rosario, en prensa. Sobre el papel del Estado en relación a las migraciones laborales ver Ascolani, A., "Estado y Mercado de trabajo rural pampeano, 1890-1930", en Anuario de la Escuela de Historia, nº 17, Facultad de Humanidades y Artes (U.N.R.), Rosario, 1997.

(2) Este trabajo fue presentado como ponencia en el Congreso Avatares del pasado y tendencias actuales, Segundo Seminario Internacional: textos escolares en Iberoamérica, Universidad Nacional de Quilmes, noviembre de 1997.

(3) Se trata de la Escuela Lainez nº 181, ubicada a pocos kilómetros de la ciudad de Casilda y dirigida por Oscar del Rosario Alvarez, maestro de intensa presencia en el surgimiento de las organizaciones gremiales del magisterio nacional y santafesino. Recientemente, se ha caracterizado esta experiencia pedagógica como un claro ejemplo de escolanovismo, según las apreciaciones de Rosa Ziperovich en el artículo "Memoria de una educadora: experiencias en la provincia de Santa Fe durante los últimos años de la década del 10, la del 20 y primeros años de 1930". De hecho hubo vinculaciones pedagógicas e ideológicas manifiestas con el movimiento de la Nueva Educación, pero ésta influencia coexistió con prácticas heredadas del normalismo positivista desarrolladas eficientemente, que permiten diferenciarla de las experiencias espontaneistas. Ver Puiggrós, A., Escuela, Democracia y Orden (1916/43), Buenos Aires, Editorial Galerna, 1992, donde se incluye el referido artículo de R. Ziperovich.

(4) Blomberg, Héctor Pedro, Pensamiento, libro de lectura, Buenos Aires, Editorial Angel Estrada y Cía., décimo cuarta edición, para cuarto grado, aprobado por el CNE, págs. 11-12.

(5) Mendez Ríos, Norma y Estela, Cerebro y Corazón, libro de lectura para alumnos de cuarto grado, aprobado por el CNE en 1937, cuarta edición, Buenos Aires, F. Crespillo Editor, s/f., pág. 69.

(6) Lens, Gustavo R. (seudónimo del entrerriano Adolfo Rodríguez), Patria y Belleza, libro de lectura, Buenos Aires, Imprenta G. Kraft, 1922, pág. 11. Esta obra fue suscrita por el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación y está dedicada a Manuél Carlés. El autor propuso a la Comisión de Propaganda de la Liga Patriótica su publicación para ser usado en los colegios. Carlés aceptó el 1/8/1922 y por circular del 14/12/22 el Vicepresidente de la Liga, Luis Zuberbuhler, recomendaba a las Brigadas de la república la difusión de esta obra en las escuelas de cada jurisdicción.

(7) Robredo, María Ercilia y Cumora, María Lucía, Horizontes Nuevos, libro de lectura para cuarto grado, séptima edición, Buenos Aires, Editorial Estrada, s/f., págs. 60-62.

(8) Dirección de Economía Rural y Estadística, Boletín Estadística Agropecuaria, año XLII, nº 8, agosto de 1941, págs. 1-3.

(9) Mas José, Pleno día, Buenos Aires, Editorial Kapeluz y Cía., décima edición, aprobado por el CNE y CGE Santa Fe, 1938, pág. 20-21.

(10) Della Valle, Oscar, Entre Amigos, texto de lectura para tercer grado, aprobado por el CNE y CGE de Buenos Aires, Santa Fe, Salta, Mendoza, etc., décimo tercera edición, Buenos Aires, Editorial Independencia SRL, 1946, pág. 164-165.

(11) Capdevila, Arturo y García Velloso, Julián, Nueva Jornada, texto de lectura para 4º grado, primera edición, Buenos Aires, Editorial Kapelusz y Cía., escrito en 1937, págs. 100-102.

(12) Rodriguez, Anastasio S., Senderos, libro de lectura para cuarto grado, Buenos Aires, Editoria Kapeluz y Cía., aprobado por el CNE, cuarta edición. s/f (circa 1930), págs. 154-156.

(13) Gorosito Heredia, Luis, Serranillas. Fábulas cordobesas, Rosario, Editorial Apis, 1944, págs. 59-61.

(14) Mas José, op. cit., pág. 9 y 45-46.

(15) Rodriguez, Anastasio S., op. cit., págs. 154-156.

(16) Robredo, María Ercilia y Cumora, María Lucía, op. cit., págs. 60-62.

(17) Romero, Joaquín A., Viaje de Vacaciones, texto de lectura para tercer grado, Buenos Aires, Ediciones PÁG.A.R. 1933, pág. 127-129.

(18) Della Valle, Oscar, op. cit., págs. 160-161.

(19) Schimid, Delfina Piuma, Bello y Util, libro de lectura para 2º grado, 12ª edición, Buenos Aires, Angel Estrada y Cía. Editores, s/f, (prólogo escrito en 1926), págs. 82-84.

(20) Blomberg, Héctor Pedro, El Surco, libro de lectura, Editoria "Angel Estrada y Cía.", cuarta edición, escrito en 1926, págs. 102-109.

(21)Forgione, José D., Alfarero, texto de lectura para cuarto grado, Buenos Aires, Editorial Kapelusz y Cía., (primer edición 1942), sexta reimpresión, 1947, págs. 78-81.

(22) Parodi, Roberto, Gorjeos, primer libro de lectura corriente, aprobado por el CNE, por el CGE de Santa Fe, etc., Buenos Aires, Editorial Kapelusz y Cía., 1938, pág. 33.

(23) Domínguez, María Alicia, Orientación, texto de lectura, aprobado para 5º y 6º grados de las escuelas de varones. Adaptado a los nuevos programas de enseñanza primaria, Buenos Aires, Moly & Laserre Editores, s/f.

(24) Una descripción de estas ocupaciones puede verse en Ascolani, Adrián, "Labores agrarias y sindicalismo en las ciudades y villas del interior santafesino (1900-1930), en la compilación del mismo autor Historia del Sur Santafesino. La sociedad transformada (1850-1930), Rosario, Ed. Platino, Rosario, 1993.

(25) Macías, José M., Campo Labrado, texto de lectura para 3º grado, 7ª edición, Editores Angel Estrada y Cía., 1937, pág. 10.

Bibliografía

ASCOLANI, Adrián. 1993. "Labores agrarias y sindicalismo en las ciudades y villas del interior santafesino (1900-1930)". En: Historia del Sur Santafesino. La sociedad transformada (1850-1930). Rosario: Platino.        [ Links ]

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PUIGGRÓS, Adriana. 1992. Escuela, Democracia y Orden (1916/43). Buenos Aires: Galerna.        [ Links ]

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