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Mundo agrario

versión On-line ISSN 1515-5994

Mundo agr. v.9 n.18 La Plata ene./jun. 2009

 

RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

Roy Hora. 2009. Los estancieros contra el Estado. La Liga Agraria y la formación del ruralismo político en la Argentina. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. 215 p.

Pablo Volkind

Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios
Facultad de Ciencias Económicas – Universidad de Buenos Aires
CONICET
pvolkind@hotmail.com

   Retomando la problemática acerca de la clase terrateniente, cuya existencia y hegemonía en sentido general el autor afirmó -hasta la Segunda Guerra Mundial- en su libro anterior Los terratenientes de la pampa argentina , en esta obra se propone analizar las formas en las que se expresaron las relaciones entre dicha clase y la denominada esfera pública, a través de la trayectoria y las vicisitudes transitadas por la organización política denominada "Liga Agraria". El acontecer político se presenta como el hilo conductor del relato en donde se propone ilustrar lo que el autor considera como la distancia existente, fundamentalmente a partir de la constitución del Estado Nacional y el arribo de Roca al poder, entre los estancieros pampeanos por un lado y el Estado y la política por el otro.
   Guiado por la necesidad de jerarquizar el estudio de las ideas y representaciones de los sectores económicamente más poderosos, y desestimando una estrecha relación entre concepciones y condiciones materiales de existencia, indaga específicamente –a través principalmente de fuentes periodísticas y de la publicación de la entidad en cuestión- el programa ruralista enarbolado por la Liga Agraria, que "intentó movilizar las voluntades de los grandes propietarios pampeanos con el objetivo de dotar a la elite rural de una gravitación política acorde con su peso económico y su prestigio social".
    Prologada por el historiador Tulio HalperínDonghi, la obra se presenta organizada a partir de una secuencia cronológica al servicio de rastrear la conducta de los liguistas frente a determinadas coyunturas –desde el advenimiento del estado oligárquico hasta la década de 1920-, y en la que las breves referencias a la condiciones socio-económicas estructurales están al servicio de la explicación del accionar de la entidad.
    El libro comienza describiendo los cambios operados a partir de la constitución del estado nacional en 1880 (más independiente, según el autor, en su relación con los grandes propietarios) que habían generado una modificación en los vínculos entre éste y los estancieros, quienes habrían pasado a ocupar un lugar menos expectante. Si bien las condiciones generadas por la administración autonomista favorecieron el crecimiento de la producción agropecuaria y la expansión de las exportaciones y las inversiones extranjeras, la elite terrateniente deploraba la corrupción existente, el fraude y la política arancelaria, que fomentaba el desarrollo de una industria artificial al tiempo que constituía unpotencial peligro para las exportaciones agropecuarias, entendidas como la rueda maestra de la economía argentina. Según Hora, a partir de la crisis económica y política abierta en 1890 se produjo un resquebrajamiento de la alianza existente entre terratenientes y elite política, generando para un sector de estos propietarios bonaerenses, modernizadores e innovadores, el escenario propicio para retornar a un lugar protagónico en la definición de las políticas públicas, lugar –según sus propias consideraciones- que nunca deberían haber perdido. Al calor de esta situación, hacia 1892 impulsaron la constitución de la Liga Agraria con el objeto de volver a incidir en la esfera política provincial y nacional al tiempo que conjurar las amenazas potenciales abiertas por el autoritarismo del gobierno provincial, la bancarrota y el ascenso de la violencia que amenazaban trastocar el orden y la prosperidad reinante hasta ese momento. Buscaban establecer "un nuevo tipo de lazo entre estado y clase terrateniente", propósito que no animaba a la pionera Sociedad Rural Argentina y que a sus ojos era imprescindible impulsar.
    Los integrantes de la Liga Agraria criticaban a la nueva elite política que se había conformado a partir de la consolidación del Estado Nacional por considerarla un grupo de arribistas y manipuladores, que vivían de las rentas del estado y parasitaban al verdadero cuerpo productivo de la nación. Esta situación requería para ellos la conformación de organizaciones que les permitieran acceder a los puestos de decisión estatal y expresar la voluntad de los grandes estancieros. Esto se veía reforzado por una percepción de la realidad que caracterizaba a la sociedad como un todo armónico e integrado, y ubicaba como el principal factor disruptivo del orden alcanzado a la clase política inescrupulosa, que se servía de variados mecanismos para mantener sus injustificados privilegios y regir los destinos del país.
    El recorrido transitado por esta entidad y las diversas iniciativas impulsadas con el fin de alcanzar sus objetivos son analizadas por Hora, quien se detiene en cada una de las coyunturas conflictivas que motivaron -ya sea por disputas en el interior de los partidos gobernantes a escala nacional o bonaerense, o a las reacciones frente a una política impositiva que los afectaba- la creación por parte de estos "agitadores rurales" de instancias que los habilitasen a disputar electoralmente. Pero estos emprendimientos resultaron infructuosos, y por lo tanto se dificultaron las posibilidades de transformar un escenario "caracterizado por la profundización del hiato entre la clase propietaria porteña y las estructuras de poder que gobernaban el territorio donde se hallaban alojadas las primeras fortunas del país, lo que constituía el horizonte a partir del cual se organizaba la reflexión de los hombres de la Liga". La causa de los fracasos protagonizados por este grupo de estancieros –dignos de respeto y emulación, que formaban parte de una elite social abierta a la incorporación de nuevos talentos, según los postulados del autor- radicaba en que no contaban con los recursos necesarios para imponerse en el terreno electoral tal como estaba planteado en la época. Si por un lado buscaban mostrarse como una opción apetecible para los sectores independientes y la Sociedad Rural Argentina, que denostaba los turbios mecanismos electorales existentes, por el otro verificaban que la carencia de maquinarias políticas, clientelas y una base propia esterilizaba sus más denodados esfuerzos. Entre estos extremos se agitaba la Liga Agraria, contradicción que no pudo resolver a lo largo de sus más de 25 años de vida. Sus iniciativas encontraron otro límite que, una vez superadas las diversas turbulencias, radicaba en que el clima de prosperidad económica en que desarrollaban sus actividades el conjunto de los grandes propietarios los distanciaba de la necesidad de intervenir en un terreno que no les resultaba del todo hostil y, por lo tanto -según Hora- el armado pregonado por los liguistas de una opción electoral propia no encontraba eco entre los miembros de su propia clase. La sucesión de fracasos protagonizados por los militantes ruralistas en el terreno electoral, la sanción de la ley Sáenz Peña, el ascenso del partido radical -que era percibido, por los actores de la época y por el autor, como el representante de las clases propietarias en la provincia de Buenos Aires-, y la consideración de que éste era un instrumento capaz de desplazar a los conservadores de la gobernación, llevó a la Liga Agraria a un acercamiento a la UCR, que culminó con el apoyo a este partido en las elecciones a presidente de 1916. Pero este impulso fue efímero, y rápidamente llegaron a la conclusión de que la democracia abierta hacia 1916, antes que atemperarlos, había agudizado los conflictos. La percepción armónica que tenían de la sociedad, en la que todos reconocían la primacía de los terratenientes capitalistas, modernizadores y emprendedores, que encarnarían los hombres de esta organización, comenzó a derrumbarse frente a las crecientes protestas de diversos sectores sociales, entre los que se destacaba el movimiento obrero caracterizado por un creciente "lenguaje clasista", al tiempo que se incrementaban las críticas a la gran propiedad territorial. Los liguistas, fieles a sus concepciones, consideraban que estos "males" eran exteriores al cuerpo social, y por lo tanto responsabilizaban al gobierno por generar divisiones y conflictos artificiales.
   Las medidas adoptadas por las administraciones de nuevo signo político en la provincia de Buenos Aires no habrían hecho más que confirmarles que la relación entre elites económicas y estado no se había modificado tras la caída del viejo régimen. Frente a esto los conservadores no eran una alternativa fiable y la única salida que se vislumbraba como viable era reiniciar la cruzada política, empresa que carente de apoyos y propuestas terminó desembocando hacia fines de 1923 en la disolución de la Liga Agraria.
   De la lectura de este estimulante trabajo se desprenden una serie de problemas y debates que abarcan tanto aspectos conceptuales, metodológicos como interpretativos. El enfoque de la obra amplía temas de interés, como la relación que establece el autor entre coyunturas conflictivas y constitución de nuevas organizaciones políticas. Pero esta perspectiva no aparece suficientemente profundizada dado que no se articulan los aspectos discursivos con los factores sociales y productivos característicos del estrato social que se identificaba con la Liga Agraria. La crítica liberal al estado y al proteccionismo, la oposición campo-ciudad, el apoyo a la reforma electoral, el acompañamiento inicial a los radicales y las simpatías demostradas hacia la sanción de la ley de arrendamiento de 1921, son indicios que tienden a señalar, a diferencia de lo planteado por Hora, la existencia de un sector de terratenientes bonaerenses de menor porte e influencia, patentizando la heterogeneidad de esta clase social. Al limitarse metodológicamente al rastreo de las concepciones, ideas y representaciones que tenían de sí mismos y de la realidad que los circundaba -a través de los juicios vertidos en diversas publicaciones- la obra no logra eludir cierto desliz empirista que la lleva a proponer como interpretación profunda del proceso que se analiza la que los mismos actores producen a través de las fuentes por ellos elaboradas, empobreciendo la explicación de los fenómenos.
   El trabajo busca enriquecer los conocimientos acerca de las ideas y representaciones de los terratenientes, sus diversas vinculaciones con el poder político y las limitaciones que existieron a su predominio en la esfera pública. Sin embargo, sus postulados teóricos sobre el estado y la política y sobre la estructura económico- social y la clase dominante, dificultan el establecimiento de relaciones entre las diversas esferas. La ausencia de una noción precisa sobre este término -clases dominantes- y sus relaciones orgánicas con el principal resorte que les permite ejercer dicho atributo -el poder del estado- conduce a Hora a confundir las características y el rol de los funcionarios y operadores inmediatos de dicho estado con la clase dominante o dirigente, que ejerce en calidad de tal mediante complejos sistemas de mediaciones y mecanismos políticos, ideológicos y económicos. El estado es considerado un cascarón vacío que es ocupado o presionado por diferentes sectores, diluyendo el contenido de clase del mismo. La observación no es gratuita, ni puramente epistemológica, dado que los problemas que afectan a las herramientas analíticas determinan líneas de organización, examen, comprensión y exposición del material histórico bajo estudio; autorizando hipótesis e interpretaciones que van condicionando –y de algún modo devaluando- el esfuerzo presente en el trabajo de investigación propiamente dicho.
   Entre los problemas de "interpretación" –a los que debemos referirnos por su fuerte incidencia en el diseño y conducción de la investigación que comentamos-, se destaca la ausencia de una caracterización del tipo de país (dependiente) que iba siendo por entonces la Argentina. Durante el período bajo se estudio se opera un profunda transformación no sólo en la estructura sino también en la morfología del Estado, caracterizada por la penetración del capital monopolista extranjero con quienes se asocian y a los que se subordinan los diversos sectores de la oligarquía terrateniente, dando nacimiento a un nuevo bloque de clases dominantes, concepto este último llamativamente ausente en un trabajo que aborda la relación entre "los estancieros y el estado". De esta manera, se desaprovecha un elemento fundamental para comprender no sólo la nueva fisonomía de nuestro país sino también las razones últimas de muchas de las disputas entre diversos sectores de grandes propietarios territoriales.
   Por lo que aporta y aún por los temas que no explica pero suscita, el trabajo de Roy Hora permite echar luz sobre un tópico tan importante como es la composición heterogénea de los bloques dominantes en la Argentina y el agudo carácter contradictorio que tiene en su seno. Aspectos fundamentales sobre los que pivota el libro, que requieren sin duda nuevos abordajes para poder dar cuenta de la historia de una clase social tan importante en la historia nacional como la terrateniente, la que aún sigue teniendo un considerable peso en la política, la economía y la sociedad.

Fecha de recibido: 15 de julio de 2009.
Fecha de publicado: 23 de julio de 2009.

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