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Mundo agrario

versão On-line ISSN 1515-5994

Mundo agr. v.10 n.19 La Plata ago./dez. 2009

 

RESEÑAS

Osvaldo Barsky y Mabel Dávila. 2008. La rebelión del campo. Historia del conflicto agrario argentino. Buenos Aires: Sudamericana. 352 p.

Leonardo Ledesma

Instituto de Estudios Socio-Históricos
Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de La Pampa
leonardoledesmah@hotmail.com

   La rebelión del campo. Historia del conflicto agrario argentino es un análisis que considera múltiples aspectos del agro argentino y pone un énfasis especial en el conflicto agrario que convulsionó a la sociedad argentina desde el 11 de marzo de 2008 y por más de 128 días. El conflicto se examina desde un plano procesual y se contemplan las diferentes etapas históricas de conformación del sector agropecuario. Los autores sostienen que la región pampeana, principal área económica de la Argentina ha estado marcada por conflictos anteriores y, para explicar la situación conflictiva actual, indagan en las características de la expansión productiva, fundamentalmente de las últimas décadas.
   Este análisis integra una doble tradición teórico-historiográfica sobre los estudios agrarios. Por un lado, los abordajes conceptuales y las aproximaciones históricas lo vinculan con las vertientes de historia agraria más renovadoras. Por otro, al analizar procesos contemporáneos -y aún no cristalizados-, examinar la realidad rural y abordar las complejas actividades productivas de los últimos años, los autores incorporan aspectos propios del campo de la sociología rural. De este modo, este análisis otorga inteligibilidad al actual contexto agro-económico al combinar ambas perspectivas. Tal como lo han considerado Barsky y Djenderedjian (2006:247) “… [el] conocimiento acerca de la evolución del agro pampeano a lo largo del siglo XX ha variado sustancialmente en las últimas dos décadas, gracias no sólo a los aportes efectuados desde la historia sino también desde otras ciencias sociales…”. Este progreso, del que este libro forma parte, resulta sintomático del cambio en los estudios rurales, puesto que, en los últimos tiempos abundan fenómenos, procesos y variables cuya mayor cercanía en el tiempo requieren del esfuerzo colectivo de investigadores provenientes de distintos campos disciplinares.
   Desde el plano metodológico se destacan dos acercamientos. Por una parte los autores emplean una escala de análisis amplia cuando incursionan en el plano de las políticas estatales y en los aspectos macroeconómicos. Por otro lado, observan las problemáticas cotidianas de los agentes vinculados al campo pampeano y en consecuencia disminuyen estas escalas para dar preferencia a los aspectos de orden microeconómicos. Los objetivos generales del trabajo se orientan a examinar la realidad de los productores, los niveles de impacto de las políticas gubernamentales y a plantear las perspectivas a futuro que tendrían dichos actores en el mercado alimentario mundial.
   Los autores inician el análisis con el cambio en el sistema de impuestos a las exportaciones de cereales y oleaginosas (retenciones) anunciado por el gobierno en el mes de marzo de 2008. Sostienen que la tabla de retenciones móviles se convirtió en el elemento catalizador de una protesta agraria sin antecedentes (por su magnitud) en la historia argentina. En este sentido, destacan el rol desempeñado por los medios de comunicación en la nacionalización del conflicto y en la instalación pública de una dirigencia rural, hasta ese momento casi desconocida. Las protestas que se canalizaron como paros agropecuarios, se televisaron y difundieron bajo la modalidad de bloqueo de rutas y provocaron un relativo desabastecimiento, trabaron el transporte nacional e internacional, a la vez que se extendieron a otros sectores vinculados al agro. Por último Barsky y Dávila enfatizan en la nueva centralidad que el conflicto rural otorgó en la sociedad al sector agrario modernizado, a los proveedores de insumos, las empresas agroindustriales, una parte decisiva del transporte automotor de cargas, profesionales, comerciantes, entidades financieras y distintas entidades de servicios. Junto a ello, relatan el proceso a través del cual fue haciéndose visible la presencia de otros actores sociales que integran el denominado “campo”.
   La cuestión de los beneficios y su distribución parece ser la idea subyacente del trabajo. En efecto, los autores postulan que el conflicto está vinculado a una lucha por la captación del excedente económico y la acumulación del poder social o político. Así, el estudio parte de un sintético y completo examen sobre la expansión productiva del agro pampeano y se detiene en los cambios acaecidos luego de la II Guerra Mundial. Realizan un significativo abordaje de las innovaciones tecnológicas, la introducción y el mejoramiento de especies y cultivos, en el uso del suelo y analizan su impacto en la estructura productiva. Barsky y Dávila consideran que, producto de dichas implementaciones, desde los años sesenta habría tenido lugar una mejoría en los rendimientos. Esto último permitió en los noventa, una profundización del desarrollo tecnológico.
   Mención aparte merecen los esfuerzos por desmitificar ciertos aspectos que rodean a la producción de soja en Argentina. Para ello, estudiarán las cualidades de esta planta, se adentrarán en la historia de su expansión en Argentina, su desarrollo tecnológico, su impacto sobre los suelos y sobre la “soberanía alimentaria del país”. Les interesa demostrar quiénes son los sectores que más se beneficiaron con este cultivo a la vez que abordan algunos de los aspectos negativos que su expansión provocó en el manejo de los recursos naturales. Al respecto, sostienen que ha operado un proceso de demonización de la soja, a la que se asoció con la degradación de suelos de la región pampeana, con la expulsión de mano de obra (en Chaco) y con una excesiva dependencia de los productores por su creciente imposición como monocultivo. Sin embargo, demuestran empíricamente que el crecimiento de su producción no conduce únicamente al monocultivo puesto que también es posible observar una expansión de la producción de trigo, maíz, girasol e incluso algodón. Por lo tanto, según sus percepciones, su preeminencia no debería generar preocupación en términos de perspectivas económicas.
   De acuerdo con Barsky y Dávila el desarrollo del actual conflicto agrario cristalizó en diferentes representaciones de la realidad y se percibió en consonancia con la mirada gubernamental o de los dirigentes agrarios. A su vez, fue estilizado por comunicadores e intelectuales o traducido a lenguajes de batalla por dirigentes sociales. Los autores dan por sentado que esta manera de mostrar la realidad agraria torna aún más imprescindible una historia del agro argentino que pretenda clarificar los sucesos actuales considerando sus múltiples variables.
   Tal como lo dejan en claro, del conflicto emergió una imagen del campo que contiene cierta esencia patriótica. Consideraciones similares ya habían sido planteadas por Barsky y Gelman en un estudio del año 2005, en el que sostenían que “…en el agro parecen estar ancladas las bases materiales y espirituales de esta nación (…) el campo parece ser el refugio de lo que algunos llaman el ser nacional, el espacio donde se buscaron las figuras clave de la ‘identidad nacional'…” (2005: 9). Al respecto, los autores dedican uno de sus capítulos a desentrañar el mundo de los sujetos agrarios, buscando poner en cuestión las tendencias explicativas homogeneizadoras. Es dentro de estos esquemas donde también se inserta la imagen del conflicto como una “rebelión del campo”, una expresión de identificación popular que recogería una dimensión histórica profunda. Estas historias contemplarían un pasado de gauchos, trabajadores criollos y chacareros inmigrantes que habrían echado las bases de la Argentina moderna. Sin embargo, la observación de las estadísticas, el análisis de los datos, el trabajo con discursos y con fuentes periodísticas sugieren desmitificar esta construcción social tan presente en los discursos que afloraron con el conflicto. De este modo, los autores advierten que resulta necesario un detallado análisis de la trama social agraria conformada en las últimas décadas para comprender el por qué de la participación de distintos sectores sociales en marchas y cortes de rutas. Entienden que a través de la protesta se solidificaron intereses y reivindicaciones comunes en el mundo rural, a la vez que se mostraron los sujetos sociales vinculados a la producción extensiva de cereales y oleaginosas.
   No obstante y pese a un detallado análisis sobre la estructura social agraria, los autores continúan ampliando su marco de estudio y plantean una relación entre el conflicto agrario y los factores externos, en particular, con las subas internacionales de los precios. De acuerdo con sus posturas esta dimensión del estudio permite entender el impacto de las políticas macroeconómicas y torna comprensible la fuerte disputa instaurada entre el gobierno y los productores agropecuarios por el destino de las rentas excepcionales. Analizan las causas de las bruscas variaciones en los precios de los productos agrícolas y consideran a la vez el rol desempeñado por la economía argentina al nivel de los mercados mundiales de alimentos. Reconocen como elementos centrales de la problemática agraria factores de orden coyuntural, estructural y factores vinculados a la oferta y la demanda de alimentos.
   Otra faceta de la que se ocupan Barsky y Dávila refiere a la vinculación entre conflicto agrario y derechos de impuestos a las exportaciones. Así, proponen un recorrido histórico desde 1820 hasta la actualidad en torno al derecho impositivo estatal. Consideran que el momento de inflexión definitivo en materia de políticas macroeconómicas se inicia a partir de la crisis de 1930, cuando comienza la construcción de un Estado nacional de nuevo tipo, con un marcado acento intervencionista. Puntualizan en las sucesivas políticas aplicadas al agro y presentan un escrupuloso panorama de los modos de intervención impositiva desde mediados de siglo. De esta forma, los autores llegan a la conclusión de que la puja entre corporaciones agrarias y el Estado nacional estuvo presente en diferentes períodos históricos y que la misma, tanto en el pasado como en la actualidad, se encuentra en estrecha relación con la existencia y los niveles de las retenciones. No obstante entienden que actualmente el debate agropecuario se redujo a esta problemática, empobreciendo la compresión de otros elementos que también participan en la determinación de la situación económica de los productores. Es por ello que los autores afirman que para analizar el tema de las retenciones deben considerarse: 1) el nivel de las mismas; 2) la evolución de los precios internacionales y el tipo de cambio y 3) el costo que deben afrontar los productores que permitirá una aproximación a su rentabilidad.
   El estudio de Barsky y Dávila centra su atención en las diferencias, puntualiza en las realidades disímiles de los distintos tipos de productores y plantea entender dicha diferencia de acuerdo con el tamaño, la zona de la explotación y las características de las tenencias. Estas desigualdades justificarían la necesidad de políticas estatales diferenciadas ya que los actuales derechos de exportación no permiten distinguir entre distintos tipos de productores y de allí que afecten en mayor medida a los de menor escala. Por lo tanto, según sus planteos, sería necesario que el sistema de retenciones se ajustara a las alícuotas en función de los costos y de la variación del tipo de cambio.
   Este trabajo destaca que uno de los aspectos menos debatidos y de mayores consecuencias fue la ausencia política de un ente regulador y de aplicación de políticas agropecuarias. Este vacío institucional se puso en evidencia con el conflicto de 2008 y fue el resultado de un proceso de desmantelamiento estatal que lleva por lo menos dos décadas. Según los autores los cambios más dramáticos sobre la institucionalidad agraria fueron los desarrollados por el ministro Domingo Cavallo en 1991. Luego de este período de barbarie antiestatal, no se habría construido una nueva institucionalidad que se encargara de la planificación, regulación e intervención adecuada en el sector agropecuario. Se consideró que estas funciones podían prescindirse bajo el presupuesto de que el mercado resolvería los conflictos y asignaría en forma eficiente los recursos de una sociedad. Este problema se plantea como central frente a los futuros desafíos en materia de políticas científico-tecnológicas y medioambientales que sería necesario afrontar para mantener la competitividad internacional en los próximos años.
   El trabajo se acompaña de dos anexos y contiene una serie de cuadros estadísticos que estructuraron los análisis cuantitativos y una propuesta de cronología del conflicto que abarca los acontecimientos día por día desde el 11 de marzo hasta el 18 de julio de 2008. Esto hace del estudio de Barsky y Dávila un trabajo de obligada consulta para comprender las dinámicas actuales del sector rural en la Argentina. El libro excede el plano del último conflicto agrario y se enlaza con discusiones afines al crecimiento agrario en la pampa húmeda, las modificaciones en la estructura productiva y la conformación de la “moderna” estructura social agraria.

Bibliografía

BARSKY, Osvaldo; Jorge GELMAN. 2005. Historia del agro argentino. Desde la Conquista hasta fines del siglo XX. Buenos Aires: Grijalbo-Mondadori.         [ Links ]

BARSKY, Osvaldo; Julio DJENDEREDJIAN. 2006. “Problemas y desafíos de una gran cuestión abierta. La historiografía agraria pampeana del siglo XIX”. En: GELMAN, Jorge (comp). La historia económica argentina en la encrucijada. Balances y perspectivas. Buenos Aires: Prometeo Libros-Asociación Argentina de Historia Económica. pp. 247-267.         [ Links ]

Fecha de recibido: 30 de septiembre de 2009.
Fecha de publicado: 8 de diciembre de 2009.

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