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Mundo agrario

versão On-line ISSN 1515-5994

Mundo agr. v.10 n.19 La Plata ago./dez. 2009

 

RESEÑAS

José Muzlera. 2009. Chacareros del siglo XXI. Herencia, familia y trabajo en la Pampa Gringa. Buenos Aires: Imago Mundi. 112 p.

Marina Poggi

Programa de Investigación I+D “La Argentina Rural del Siglo XX. Espacios regionales, sujetos sociales y políticas publicas”.
Universidad Nacional de Quilmes
mapoggi@unq.edu.ar

   ¿Se puede hablar de la existencia, hoy en día, de chacareros? Y si así fuera, ¿qué significado e implicancias tiene ser chacarero? Durante la segunda mitad del siglo XX el modo de vida de los productores agropecuarios pampeanos se transforma a causa de la reducción en la cantidad de pequeñas explotaciones agropecuarias y por la radicación urbana de la mayoría de los productores que lograron sobrevivir. Este cambio implica las ideas de desaparición y desierto asociadas al mundo rural. La estructura agraria, en el período que abarca desde mediados hasta fines del siglo XX, se modifica entonces notablemente, y los actores sociales advirtieron modificada también la estructura narrativa que repetían de sus antepasados. Llegando al nuevo siglo, el modo de producción tradicional en el que un chacarero se desenvolvía se encuentra alterado, al punto que la definición misma de esta categoría social entra en conflicto.
   El libro de José Muzlera es innovador en tanto y en cuanto retoma un debate que se consideraba cerrado, para poner en escena y demostrar la fuerte presencia y la importancia política, social y productiva de un modo de producción agrícola -el familiar- y a su actor principal -el chacarero-, ambos ya dados por extinguidos. El autor realiza un estudio de caso concentrándose en el sur de Santa Fe, particularmente en seis departamentos de la zona. La investigación parte de algunos interrogantes centrales de la sociología rural, los cuales se van explicando y respondiendo a los largo de los capítulos. Si bien en el mencionado debate se planteaba con fuerza la hipótesis de la desaparición del mundo chacarero, Muzlera lo encuadra dentro de la categoría de productor familiar y, con esta diferenciación, el autor le concede al chacarero objeto de su estudio, características particulares que lo definen y lo ubican en la estructura agraria actual. La principal característica que otorga una diferencia de peso en la definición de chacarero, es que el mismo actor es quién se denomina a si mismo de este modo y se identifica con esta clasificación, la cual encierra el peso de la herencia de un modo de vida; funciona también en los casos de quienes desean diferenciarse de esta categoría. Entonces, tal como argumenta Muzlera, ser chacarero implica sentirse y autodenominarse como tal. Sin embargo, no basta con un auto reconocimiento de la categoría, sino que también se vuelve necesario cumplir con otros requisitos, los cuales el autor sintetizará en la conclusión, luego de desplegados todos los argumentos teóricos y el valioso estudio de campo.
   En el primer capítulo, el autor delimita la producción familiar e introduce al lector en los debates existentes acerca de su definición. Sin embargo, en la demarcación de su sujeto de estudio, especifica como chacarero a determinado productor agropecuario del sur de Santa Fe, que construye su identidad a partir del grito de Alcorta en 1912, diferenciándose, en primer lugar, de productores a mayor escala. Una definición en estos términos limita en cierto modo la utilización de la categoría, que no puede hacerse extensiva al modelo de herencia de modo de trabajo, ya que la ruptura posee límites históricos y espaciales. Si bien luego se aclara que el término chacarero se acuña en referencia al que reside en la chacra, y en oposición al terrateniente, hacer hincapié en la fuerte construcción identitaria del chacarero santafecino en oposición al otro que se construye en el Grito de Alcorta, es lo que provoca la restricción en la utilización de la categoría. Tal limitación genera ruido a la hora de pensar en hacer extensiva esta categorización a los productores agropecuarios de toda la región pampeana que reúnen similares características, a la vez que invita a realizar estudios de caso en los cuales pueda corroborarse la universalidad de la clasificación, o bien puntualizar si es que sólo funciona para los chacareros estudiados por Muzlera.
    En el segundo capítulo explica las transformaciones macroeconómicas y políticas que influyeron directamente en el tipo de producción agropecuaria abordada en el primer capítulo, y marca el camino recorrido desde el modelo agroexportador iniciado en Argentina en 1880, hasta el panorama actual del cuadro social, político y económico del agro pampeano, contexto que se traslada al territorio estudiado y al sujeto de estudio, profundizando el análisis desde 1990 en adelante.
    En el tercer capítulo se define al sujeto de estudio, con los rasgos característicos del espacio territorial en el que se desenvuelve. La definición de chacarero parece responder así a determinadas variantes de un sistema de producción agrícola familiar, pero principalmente a un factor hereditario. Sin embargo, el autor observa que este factor hereditario tiene una proyección pobre, y que las nuevas generaciones se deciden por profesiones completamente desvinculadas del trabajo agrícola, o con alguna vinculación (veterinarios, ingenieros agrónomos), pero sin la intención de continuar trabajando el campo. El chacarero se ve atrapado en la constante tensión de modernizarse y adaptarse lo suficiente como para subsistir, pero sin dejar de ser chacarero. ¿Por qué? Porque el peso de la herencia y de un modo de vida no se lo permite, y porque en cierta forma sabe que el modelo de chacarero está en extinción, y que alejarse de ese modelo es dictarle la sentencia de muerte. No obstante, Muzlera destaca la capacidad que el chacarero ha demostrado para adaptarse a los cambios impuestos por la modernización y tecnificación de las unidades productivas, por lo cual su desaparición no aparece como garantizada. Por medio de entrevistas, Muzlera logra que el lector pueda componer el mundo de la producción familiar tal como lo perciben sus protagonistas, a la vez que brinda elementos de color que ayudan a pintar el cuadro cotidiano en que se desenvuelven y el pensamiento de los actores al respecto. El intensivo estudio de campo puede valorase en la sistematización de las entrevistas incluida en el Anexo I, pero es justo destacar la acertada elección de citas que recrean el mundo que el autor describe.
   En el cuarto capítulo explica cómo es que “el pasado colono atraviesa -de modo complejo- las historias familiares de los productores de la región, influyendo fuertemente en las biografías de aquellos que heredaron -y fueron heredados por- esa tradición chacarera” (pág. 67). De este modo, la herencia chacarera significa la responsabilidad de continuar con un modo de vida; así las posibilidades productivas y/o empresariales quedan recortadas al territorio significativo del término chacarero. Según expresa Muzlera, muchas veces las posibilidades de crecimiento exceden a las características identitarias mencionadas, por lo cual quedan descartadas de antemano. Tomando otro camino en el modo de producción, dejarían de ser chacareros para pasar a ser empresarios; de esta manera, se encuentran en la constante tensión de quebrar un relato para comenzar uno nuevo, que se perfila como el de productor empresarial. Por otra parte, la modalidad de herencia posee características singulares y está pensada como cosa de hombres, tanto en el plano material (tierras, inmuebles, etc.), como en el simbólico (la identidad chacarera): “la herencia funciona así no solo como mecanismo de reproducción social, sino también como núcleo de prácticas de dominación masculina: la herencia paterna es la más importante y si hubiese que optar entre vender un campo u otro, el originado en la herencia paterna es el que se busca preservar con más ahínco. La tierra es asociada al apellido y éste es transmitido patrilineamente” (pág. 73). Entonces, tal como expresa el autor, lo que se hereda es el modo de vida familiar, y es lo que se busca preservar. Esta modalidad de herencia, que escapa a las vías tradicionales del derecho, responden a un intento de conservar la supervivencia de una explotación: mientras más particiones sufra un terreno, y mientras más familias deban vivir de él, menos productiva se vuelve la explotación. De este modo, resulta complejo heredar de manera igualitaria a todos los hijos, ya que peligra la continuidad de la explotación, y junto con ella la continuidad de un modo de vida. Así, la tierra se constituye como un factor de suma importancia, principalmente por su significación en cuanto a lo hereditario y por su valor productivo; pero hay también un elemento de arraigo, esa cuestión de “echar raíces” y permanecer en un lugar, en un espacio que contiene una historia familiar. Sin embargo, a la hora de elegir entre la herencia material y la herencia de tradiciones, generalmente pesa más el modo de vida chacarero que la pertenencia territorial y, si es necesario, se venden las tierras para comprar otras de menor valor; la continuidad del modo de vida es la elección que se prefiere como opción para no traicionar la tradición. Entonces, el anclaje no es con la tierra, no es como propietario, sino con un modelo.
    El autor señala en las conclusiones, la definición de chacarero que postula, la cual le permite reafirmar la tesis de la permanencia, en oposición a la teoría de su desaparición. Por último, el autor apunta que la valoración del chacarero, conceptualizada en términos de un modo de vida, se va extinguiendo con las nuevas generaciones, que cada vez más, apuntan al modelo de productor empresarial. El conflicto que queda planteado refiere a qué se abandonaría al apartarse de la definición de chacarero, y al dejar de formar parte de esa narrativa en la que se incluían el “nosotros” conformado por los chacareros; para quebrar el relato y reconfigurarlo en un nuevo “nosotros” de grupo de pertenencia, o adaptarse continuamente para mantener el mismo grupo de pertenencia -ya que, como se ha visto, no se abandona un modo de producción, sino un modo de vida-, lo que se buscaría construir entonces, tendría que ser el relato de un nuevo modelo de vida para legar.

Bibliografía

BALSA, Javier. 2002. “Transformaciones en los modos de vida de los chacareros bonaerenses en la segunda mitad del siglo XX y su contraste con los farmers del corn belt norteamericano”. En: GALAFASSI, Guido (Comp.) El campo diverso. Enfoques y perspectivas de la Argentina agraria del siglo XX. Quilmes: UNQ. p. 277-309. ISBN 987-558-032-5         [ Links ]

GARCÍA, José María. 1972. El campo argentino a 60 años del Grito de Alcorta. Buenos Aires: Centro de Estudios.         [ Links ]

GORLIER, Juan Carlos. 2004. Comunidades narrativas. El impacto de la praxis feminista sobre la teoría social. La Plata: Al Margen.        [ Links ]

Fecha de recibido: 22 de octubre de 2009.
Fecha de publicado: 8 de diciembre de 2009.

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