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Mundo agrario

versión On-line ISSN 1515-5994

Mundo agr. vol.10 no.20 La Plata ene./jun. 2010

 

DOSSIER

Los estudios sociales del y para el desarrollo rural

Social studies to and for rural development

Roberto Ringuelet

Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Psicología y Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales
rringuelet@ciudad.com.ar

Delimitación del tema y planteo inicial

   Convocado a circunscribir un área dentro de las cuestiones agrarias y observar sus últimos desarrollos y prospectiva, elegí una esfera que ha sido una de mis temáticas habituales, el desarrollo rural; circunscribo la temática por una referencia privilegiada a los pequeños productores (1) Bastante se ha escrito en las últimas décadas desde las ciencias sociales sobre el desarrollo rural, y asimismo sus profesionales han sido diversamente parte de los procesos de intervención. Hemos visto y participado en muchas presentaciones de casos, proyectos y exposición de teorías. En estas notas, vamos a delimitar algunas líneas de avance y prospectivas que son observaciones parciales en un campo más amplio que, además, constituye un conjunto de variados enfoques. La selección que hacemos en esta ocasión, no consiste en una recopilación de estudios del área, sino en resaltar algunos temas que se constituyen en situaciones de interfaz (2) en los procesos de desarrollo y que consideramos clave para interpretar y actuar sobre ellos.
   El diálogo profesional que he establecido en mis tareas fue con diversos cientistas sociales así como con agrónomos con especializaciones en temas del desarrollo, en donde he aportado frecuentemente una perspectiva desde la antropología social. Esto merece algunas precisiones epistemológicas que refieren a la interdisciplinariedad. Entendemos que, actualmente, la confluencia desde diversas disciplinas en torno a los temas del desarrollo rural, es muy grande. Y partimos del hecho que los límites entre las disciplinas de ciencias sociales, son ambiguos e históricamente cambiantes (3). A su vez, los elementos diferenciales que conforman la originalidad de cada disciplina, no son pertenencias exclusivas, sino que la misma se constituye por la presencia intensiva y la interacción particular de estos elementos diferenciales en el seno de cada enfoque disciplinar. Por último, en la práctica se puede observar que muchos profesionales hacen una carrera mixta que es resultado de múltiples componentes. Es así que no pienso en una delimitación formal de la antropología, sino en ciertas particularidades de enfoque que se profundizan en los estudios antropológicos. La demanda y visibilidad de los antropólogos en las instituciones agronómicas a las que me voy a referir más adelante, es comparable a su inserción en otras esferas estatales. Cuando a fines de los 80´ analizaba la demanda de antropólogos por parte de las administraciones estatales de la provincia de Buenos. Aires, la veía en varias esferas intervinculadas (Ringuelet, 1995). Una, la capacidad de desarrollar una visión totalizadora de un ámbito social global y a la vez diferenciadora de sectores culturales, que resultaba eficaz para abarcar problemáticas sociales complejas, en donde perder de vista particularidades podría llevar a dificultades en el curso de acciones futuras. Otra esfera, ubicada en el plano de la acción concreta, referida a la práctica de campo con la profundidad del registro cualitativo, comprensivo y continuo de los mundos de vida. Y en vinculación con lo anterior, la capacidad de interpretar la expresión de los otros culturales (la escucha antropológica) y la capacidad derivada de agencia mediadora.
   Esta orientación hacia el desarrollo, pudo existir a partir de los cambios teóricos de la antropología (dejando atrás las primeras formulaciones cultural funcionalistas), en el transcurso de la primera mitad del siglo XX (Ringuelet, 1988: 39-45) (4). Pero se afirmó sobre todo en Norteamérica en los tiempos de postguerra, al compás de su expansión en América Latina. Se consolidó entonces una antropología aplicada (Foster, 1974), vertiente de la antropología que se relacionó con las investigaciones en áreas campesinas de América Latina (Marsal, 1967). Se vinculó asimismo a los enfoques norteamericanos sociológicos y económicos modernizadores y más adelante a las orientaciones más elaboradas del desarrollo, que se van superponiendo a los anteriores en el transcurso de los años 60' y 70' (5). Pero los dilemas teóricos y de praxis antropológica que nos interesan son más actuales y pertenecen a un período que se superpone al anterior hacia delante.
   El escenario mundial que se abrió entonces, desde aproximadamente mediados de los años 70', se asentó simultáneamente por un lado, en un proceso de elaboración de las políticas de desarrollo, cuando se constata que las tradicionales intervenciones. Circunscriptas principalmente a la mejora económica, no daban el resultado esperado, frecuentemente por ser solo formulaciones o programas impuesto verticalmente (6). Esto trajo a primer plano el interés hacia los factores sociales y culturales en los proyectos de desarrollo (Escobar, 1997). Se ampliaron los programas internacionales de desarrollo, junto a la proliferación de las ONG y se fue incorporando la idea en los organismos mundiales que los profesionales de las ciencias sociales, tal como los antropólogos, podían desempeñar un buen papel en el proceso de dar más participación a los beneficiarios de las políticas y entenderse con ellos (en donde la población rural pobre ocupaba un lugar privilegiado).
   En las décadas siguientes, se va consolidando una matriz de enfoques del desarrollo que Escobar expresó claramente como antropología para el desarrollo vs antropología del desarrollo (Escobar, 1997). La primera se refiere a la participación de los antropólogos (por extensión los cientistas sociales) acompañando los programas de desarrollo, con posiciones sean más críticas o más funcionales, pero como parte interna de las organizaciones.
   La segunda es una mirada diversamente crítica, sea más enfática o como simple posición de análisis descentrado respecto de los programas. En realidad serían más (expresiones de) sentidos que grupos o sectores muy diferenciados, pero reconocerlos ayuda a delimitar el campo de discusión. Podríamos considerar que la antropología del desarrollo tiene como antecedente las posiciones de la sociología y antropología críticas de los años 60 - 70´ y se presenta tan variada como lo fueron esas postulaciones anteriores e incorpora el movimiento intelectual (de límites imprecisos) del postestructuralismo. Podemos circunscribir algunos puntos de crítica: en lo general se hace una deconstrucción del concepto de desarrollo que, en la formulación más fuerte, ubica los programas en un contexto de colonización (en los diversos planos económico, político y cultural) y se habla de un postdesarrollo. Escobar se refiere al "invento del Tercer Mundo" por parte de los centros de poder de "Occidente", lo que nos recuerda los anteriores estudios críticos de la descolonización y el indianismo (Viola, 2000; Escobar, 1997; Bonfil, 1982: 133-145). Se estudian las ideologías tras los programas, los intereses involucrados, la legitimación en el transcurso de los mismos programas de las diferencias culturales y desigualdades sociales.

El tiempo de los programas de desarrollo rural en la Argentina

   En Argentina, la evolución de los programas de extensión agropecuaria en general, si bien han seguido el compás mundial de los cambios teóricos y las políticas agrarias, tuvieron un corte marcado por el fin del Proceso Militar. Con la democracia, fue cambiando la orientación de las políticas de extensión y fueron cambiando las ideas sobre el perfil del extensionista. Se fue pasado de un sentido vertical modernizador a considerar una orientación signada por el modelo amplio de la sustentabilidad y el desarrollo local.
   Actualmente, vemos que la formulación deseable de competencias para la formación de ingenieros orientados a la extensión, pasó del foco puesto en la técnica agrícola a la acción en un ámbito rural más difuso. Las ingerencias se extendieron al territorio y el extensionista pasó frecuentemente a autodefinirse como agente del desarrollo rural (Bustos Cara y Alvadalejo, 2006). De una ingeniería de productos a un ingeniería de procesos y organizaciones, a través de una formación obtenida básicamente en el postgrado. Un aspecto e indicador del cambio, desde los últimos 15-20 años, fue la diferenciación de audiencias. Tradicionalmente el INTA, por ejemplo, se orientaba a un productor indiferenciado capaz de incorporar la tecnología moderna disponible. A partir de los nuevos programas de desarrollo rural se pasó a reconocer la presencia positiva del denominado "productor familiar capitalizado", ya bien visto por las doctrinas del desarrollo de la década de los 60´ y a considerar asimismo otro tipo de productor identificado como "minifundista", como beneficiario de acciones especiales que trascendían lo meramente tecnológico y que portaría diferentes lógicas económicas y necesidades. Pero este tránsito se fue definiendo paulatina y contradictoriamente y se aceleró a partir de la crisis de 2001.
   Por otra parte, es todo un tema las circunstancias del origen de los programas y su evolución variable en los distintos períodos gubernamentales. Al comenzar la fase más liberal del período con Menem, ya estaban programadas algunas líneas de desarrollo rural y, de modo general, esto se daba en el marco internacional de organismos multilaterales que simultáneamente promovían una política de globalización económica y a la vez programas sociales que contrarrestaran sus efectos. Hay muchos problemas básicos que involucran a los programas (como la de cambios agrarios estructurales) que solo se resuelven en tanto integración a una política de nivel provincial y nacional, a lo que no me voy a referir específicamente. Se entiende que la ejecución y la misma formulación cambiarían si las políticas en las instancias más generales del Estado intervienen regulando de hecho y mediante figuras jurídicas la economía y las formas de participación.
   El conjunto de agentes institucionales del desarrollo rural es amplio, incluyendo no solo el nivel nacional, sino el provincial y el municipal, y estos últimos pueden tener una acción regional importante, dependiendo lugares y períodos (7). Pero la alusión principal que hacemos, a modo de ejemplo, lo es a los programas de alcance nacional dependientes de la Secretaría de Agricultura, sean centralizados o descentralizados (INTA) (8).
   Para dimensionar el alcance general de los programas de desarrollo a los pequeños productores, podemos ver los datos censales agropecuarios que, si bien tienen sus inexactitudes, nos pueden dar una idea de conjunto de la asistencia técnica recibida por los productores. De acuerdo al Censo Nacional Agropecuario del 2002, el 39% de productores totales del país recibían alguna asistencia técnica, pero ese promedio presentaba una gran dispersión. Así, aparecen valores extremos que van del 75% en la provincia de Santa Fe al 12% en Santiago del Estero. De los productores asistidos en la totalidad del país, una mayoría relativa (67%) es asistida por agentes privados (profesionales independientes, cooperativas, ONG's, agroindustria), mientras que el Estado, tanto nacional como provincial, asiste a un porcentaje menos importante. Los propios datos disponibles de los diversos programas nacionales son bastante imprecisos y sobredimensionados. Igualmente se pone en evidencia, lo escasamente desarrollados que están los sistemas de asistencia técnica -transferencia de tecnología a los productores, principalmente en las provincias más pobres en donde están ejecutados mayoritariamente por el Estado. Siendo que los estratos de productores mas pequeños los de menor acceso a la AsT. De todas maneras, creemos que un aspecto claramente positivo de los programas de referencia, ha sido su evolución a partir de una situación de herencia negativa del Proceso Militar, que a partir de la programación institucional han logrado recuperar y crear una estructura de extensión y redes organizativas.
   Mas allá de la gran diversidad de productores familiares, hay una característica general que es la de constituir producciones en un marco complejo de multiinserción, subsumidas tanto indirecta cuanto directamente en la economía capitalista. Explicar la dinámica compleja de esas economías familiares implica considerar su integración local - regional (se entiende en un marco nacional de políticas económicas) y prestar atención tanto a los aspectos internos y locales de funcionamiento no estrictamente capitalista, cuanto a los mas externos como el mercado de insumos, productos y de trabajo y asimismo a las administraciones locales y al conjunto de actores del territorio. En este sentido, una de las principales críticas y autocríticas en la última década, fue la puntualidad de la acción de los programas centrados, en la práctica, en el establecimiento. Esta puntualidad reforzó trabas habituales en el funcionamiento de las instituciones que les hace perder eficacia. Me refiero a la autonomía relativa de programas con acciones superpuestas entre ellos y respecto de instituciones provinciales y privadas. Configurando una situación que hace parcialmente aprovechable las ofertas institucionales. Asimismo se generan autonomías sectoriales, sectores burocráticos sobre todo a niveles superiores e intermedios, que defienden intereses propios y crean una brecha entre la estructura organizacional y la prestación de servicios al sector al que van dirigidas. Aunque observado todo esto en el conjunto del estado, diríamos que la agraria no fue precisamente el área más criticable en este sentido.
   Por arrastre, tuvo una relativa continuidad el típico modelo tecnológico y difusionista de extensión. Esta orientación, incluso para los destinatarios tradicionales, estaba dejando de ser eficaz. Ya los modernos productores no podían planificar fuera de las cadenas agroindustriales y del mercado (invirtiendo la tradicional racionalidad del pienso como produzco y luego como vendo). El estilo tradicional de comunicación y asesoramiento aplicado mecánicamente presentó contradicciones para atender a los productores familiares, pues si bien se identificaban en los planes algunas necesidades propias, llevarlo a la práctica presentó dificultades. Entre otras para generar una perspectiva no asistencialista. Por ejemplo en el Programa Minifundio (el mensaje tecnológico vale la pena citarlo en la formulación original), hay una idea preestablecida en donde "[...] la propuesta consiste en tecnologías de sencilla implementación y bajos costos, para aumentar el ingreso, mejorar la seguridad alimentaria y la producción para el mercado. Tecnología apta para ocupar convenientemente la mano de obra del núcleo familiar, favoreciendo alternativas de diversificación productiva y dando mayor valor agregado a los productos regionales".
   Pero la misma complejidad de la agricultura familiar, obliga a una acción territorial dado que las necesidades de la producción, aunque sea parcialmente, se relacionan con los diversos mercados que trascienden el establecimiento. Lo que si bien estaba mencionado, no constituyó el eje de los programas.
   A partir de la recuperación institucional luego de los remezones del 2001, hubo en las instituciones del desarrollo, autocríticas y reformulaciones que se hicieron desde las mismas cúpulas institucionales. En el área de extensión del INTA, por ejemplo, comenzó una planificación más amplia de alcance territorial que vio la necesidad de focalizar el establecimiento en el territorio y tomar en consideración a un conjunto más amplio de agentes regionales (9). Asimismo se reconocen las dificultades de implementación dada la magnitud del cambio de perspectiva (Thornton y Cimadevilla, 2003). Es verdad que implementar planes de amplitud regional, necesita del claro apoyo de los distintos niveles de las administraciones estatales y las negociaciones con los diversos agentes privados, cosa que trasciende la acción restringida de los programas en sí mismos.
   En el transcurso de la implementación de los programas, a medida en que se fueron implementando las acciones, se fueron presentando variablemente una serie simultánea de dilemas a los que los técnicos de terreno se fueron enfrentando y resolviendo en cierta medida por sus propios medios y con conexiones de nivel local, con una oferta y posibilidades de capacitación que se fue creando sobre la marcha. Los programas se plantearon o por defecto no prohibieron las interacciones con otros agentes de otros programas o externos, públicos o privados, pero en su gran mayoría las articulaciones se resolvieron a nivel local. A partir de las coordinaciones locales y con otros actores de la región.
   Un dilema expresado marcadamente por los mismos técnicos fue la distancia cultural. Lo que afecta a la mayoría de los programas orientados a productores pequeños y un poco menos a Cambio Rural cuyos beneficiarios están económicamente y culturalmente más integrados. Los medios comunicativos y técnicos originales de las planificaciones estaban formulados en términos de compartir un mismo campo cultural. Sobre la marcha se fue avanzando en el conocimiento del terreno y evaluando el alcance de las acciones y la eficacia de la comunicación. Y fue creciendo la demanda de los técnicos para capacitarse en temas no solo tecnológicos sino económicos amplios y sociales orientados a las lógicas de la agricultura familiar y resolución de problemáticas locales.
   Otro dilema al que se enfrentaron los técnicos, fue la necesidad de una visión territorial más amplia, en la medida en que fueron entendiendo la economía familiar imbricada en las relaciones comunitarias y articuladas por circunstancias externas. Lo que llevó a la búsqueda de una complementación del mensaje tecnológico circunscrito al predio, con una preocupación económica más amplia y acciones organizativas que involucraron relaciones personales y un compromiso comunitario, al menos de muchos técnicos. A su vez los obligó a desarrollar no solo una visión territorial totalizadora, sino empezar a interactuar con otros programas, instituciones locales regionales y organizaciones (Pizarro, 2008; Bartolomé y Schiavone, 2008).
   La marcha de los programas incluyó la necesidad de seguimiento que se cumplió especialmente en cuanto al funcionamiento y cumplimiento y más parcialmente respecto del alcance, del impacto y el estudio de las demandas regionales. Podemos concluir esta parte diciendo que, por un lado, la reorientación de modalidades de acción de los programas, más allá de los objetivos formales, es lenta (10). Por otro lado, las nuevas propuestas de reorientación son profundas y de largo alcance. En consecuencia, hay muchos aspectos en los que se avanza, aunque sea lenta y contradictoriamente y en esto los antropólogos (en el sentido definido al comienzo de la ponencia) pueden aportar al conocimiento o a la acción del desarrollo, a partir de las diversas interfaces que se abren en los procesos de interpretación y de intervención.
   Retomando los dilemas anteriormente planteados en un plano teórico crítico (antropología para el desarrollo y antropología del desarrollo), si nos ubicamos en el plano más cercano a la implementación de los programas y de las investigaciones situadas, la dicotomía se matiza y se diversifica, dado que muy habitualmente desde la misma participación en los programas los diversos profesionales adoptan una variada actitud crítica, sea "hacia arriba" (en la jerarquía institucional y modelos de intervención) o "hacia abajo" reordenando la relación con los destinatarios. Tengamos en cuenta en esto que la plataforma de los programas suele ser amplia y la precisión de las políticas en gran medida se resuelve en la implementación; y está sujeta a negociaciones y particularidades del campo (11). Se trata, asimismo, según nuestra óptica, de reivindicar las pequeñas luchas y transformaciones "discretas" en el campo social heterogéneo del desarrollo (Albadalejo, 2004; Palmeira y Goldman, 1996). Esto tiene como presupuesto pensar que, dentro de la sociedad actual, adoptando una posición crítica, hay espacio para alternativas diagonales, reorientando las agencias y formando poderes de relativa autonomía (Coraggio, 2007). En el caso específico de la antropología, coincidimos con Isla y Colmegna, cuando dicen: "la división entre antropología 'para' y 'del' desarrollo resulta útil desde el punto de vista analítico, pero en los hechos deben existir fluidos vasos comunicantes entre ellas, siendo que la mayoría de los antropólogos prefieren realizarlas a un mismo tiempo" (Isla y Colmegna, 2004:5). En la praxis concreta de los profesionales participantes o intérpretes del desarrollo, es difícil delinear posiciones dicotómicas del tipo práctica acrítica vs teoría sin canales prácticos.

Algunos temas cruciales en el conocimiento - acción del desarrollo

   La necesidad para todos los involucrados de una definición política (en un sentido amplio) del proyecto y contemplar la heterogeneidad posible de intereses, sesgos ideológicos y corpus culturales que confluyen en el mismo, a partir del reconocimiento - análisis de las diferentes cargos, personas, funciones e instituciones involucradas. Esto implica también entender de manera heterogénea y diversa las relaciones global - local en una suerte de deconstrucción de los programas en sus diferentes niveles interconectados (Long, 2007; Mastrángelo, 2004).
   Reconocer que los contextos sociales en los que actúan los programas en nuestro país, constituyen situaciones heterogéneas, fragmentadas, atravesadas por una compleja interculturalidad y desigualdad sociales, sesgadas por la contienda política e intereses grupales. Todo esto otorga un sentido específico a los programas de desarrollo a los que nos referimos, en donde la construcción de consensos está inmersa en arenas en donde confluyen múltiples situaciones de interfaz social, y esto creemos que constituye una consideración previa al mismo programa y no solo un componente del diagnóstico. En nuestro país, de modo general, encontramos muchas semejanzas con otros casos latinoamericanos y, a la vez, diferencias con lo visto en muchos programas de desarrollo europeos (Ringuelet, 2009).
   Es necesario el reconocimiento como sujeto político de los destinatarios de las políticas. Esto está ligado a la cuestión de los tipos y grados de participación de todos los involucrados en los proyectos (Feito, 2008; Ringuelet 1988: 39-45). Asimismo esto implica considerar las construcciones ideológicas interactuantes entre los agentes en juego. O sea, por ejemplo, preguntarse cómo se construye la idea de un determinado tipo de beneficiario y cómo cambian estas definiciones en el proceso (Isla y Colmegna, 2005). Esto a su vez tiene una vertiente que es la presencia de sujetos colectivos, sean organizaciones, movimientos sociales u otras formas en interacción con los proyectos (en articulación, confrontación alternativa, etc.). Por último frecuentemente, los destinatarios no suelen conformar grupos y sectores unitarios, sino los deberíamos verlos en sus diferenciaciones internas. En realidad estas cuestiones tienen en el campo del desarrollo el antecedente de las discusiones críticas de postguerra de aquella sociología y antropología críticas (12).
   Se hace necesario un replanteo crítico de los conceptos que constituyen el qué del proyecto, haciendo un desarrollo amplio de los mismos en las diferentes fases del proyecto, ya que suelen expresarse de manera muy general. Denominaciones como: desarrollo humano, desarrollo social, equidad, sostenibilidad, capitales, empoderamiento, participación y otros. La mayor profundización en el análisis, permitiría explicitar un punto de vista, ya que los términos muy abstractos, son usados desde muy distintos enfoques y políticas y por ende, con diferentes significados o sentidos.
   Un aspecto clave de las nuevas perspectivas del desarrollo tiene que ver con el desarrollo territorial, idea que comporta al menos dos ideas básicas. Una, el reconocimiento de la estructura sistémica regional que condiciona necesariamente la interacción de los agentes locales. La otra, es la distinción sobre el tipo de agentes y su articulación, lo que frecuentemente se expresa con el concepto de gobernanza, entendida como "la articulación de los diferentes modos de regulación de un territorio, a la vez en términos de integración política social y en términos de capacidad de acción. Plantear esta cuestión, presupone replantear las interrelaciones entre el Estado, la sociedad civil, el mercado y las recomposiciones entre las variadas esferas de fronteras difusas [...]" (Le Galès en Ruano de la Fuente, 2002). Aquí caben las aclaraciones hechas en los ítems anteriores: "la definición política del proyecto" y en "los contextos locales". Respecto de este punto, creemos que hay una necesidad de extender y desarrollar un viejo tema antropológico que es el del registro de los sectores y grupos identitarios en situación de interculturalidad y con una orientación procesual. Por lo general, las identidades grupales experimentan procesos altamente dinámico, que, como decíamos en otra oportunidad, "deben observarse como una cuestión de volverse (o estar siendo) tanto como de ser" (Archenti y Ringuelet, 2000:115). Esto implica la posibilidad de entender más cabalmente el mundo simbólico que condiciona la comunicación de los agentes del desarrollo, lo que es reconocido actualmente por las agencias (Rozemblum y otros, 2010, Velarde y otros, 2008).
   El conocimiento cultural de los destinatarios, diríamos de manera general de sus mundos de vida, de muy diversas maneras ha sido incorporado a los proyectos, pero por lo general, de manera parcial. El tema se relaciona con el reconocimiento del destinatario como sujeto político o la cuestión de su participación, dado que este conocimiento cultural intermedia en la comunicación. Se trata de una cuestión desde ya difícil, porque entre el técnico - profesional y el destinatario se estable una relación con algún grado de interculturalidad. Se deben conciliar diferentes formas de comunicación, de valores, etc. La labor antropológica, la haga o no un antropólogo profesional, es de traducibilidad y más allá de reconocer también no sólo valores y sentimientos diferentes sino de la existencia de diversas racionalidades (Schneider, citado en Isla y Colmegna, 2005).
   Asimismo y sobretodo, en el tipo de vida de los pequeños productores, remarcamos el hecho que los distintos dominios de la vida (economía, política, creencias, etc), constituyen en conjunto hechos sociales totales. En este sentido, el conocimiento completo de la economía agraria, se logra conociendo su inserción en las estructuras de género, adscripción simbólica de los bienes, redes sociales, etc. Si bien pensamos que se puede establecer una "buena relación" con los destinatarios, reconocerlos como co - gestores del desarrollo, etc., un avance en el conocimiento del mismo en la situación intercultural, es también un avance en la relación política y participativa.

Notas

(1) De modo genérico, entiendo aquí la pequeña producción, más allá de su diversidad, en tanto producción familiar que ejerce un "pequeño" control sobre sus medios materiales de existencia. Su presencia en la Argentina es numéricamente grande de acuerdo tanto a cifras censales cuanto a estudios y su registro en programas de extensión (Obschatko y otros, 2006; Paz, 2008).

(2) Usamos el término de manera amplia, Interfaz como "punto crítico de intersección entre mundos de vida, campos sociales o niveles de organización social, en donde es más probable localizar discontinuidades sociales basadas en discrepancias de valores, intereses, conocimiento y poder" (Long, 2007: 445). El concepto nos permite enfocar con más matices situaciones críticas, que otros conceptos más "fuertes", tal como el de conflicto social.

(3) Se podría afirmar que la rigidez de los límites disciplinarios es una construcción desde los intereses monopólicos de las prácticas profesionales.

(4) Este movimiento de actualización teórica de la antropología, comienza a experimentar una nueva modificación en la postguerra con el cuestionamiento epistemológico de la situación de conocimiento, en términos del cual se va elaborando desde los 70' una nueva perspectiva que podemos llamar de implicación reflexiva. (Althabe y Hernández, 2005).

(5) Una buena síntesis de los cambios de teorías y políticas agrarias es la de Piñeiro (1996).

(6) La década anterior, fue la de la Alianza para el Progreso, política norteamericana de ayuda global hacia América Latina de gran despliegue propagandístico, pero signada por la cautela, cuyo contexto político es el de contrapeso a la revolución cubana y a las revueltas campesinas.

(7) Por ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires el Programa de Cambio Rural Provincial, o en el caso municipal, el Instituto Municipal de Desarrollo Local de Moreno (Provincia de Buenos Aires).

(8) Sintéticamente describimos algunos de los más representativos: Están los programas del INTA, tal como Cambio Rural, Programa Minifundio y Prohuerta. El Programa Minifundio se basó en proyectos de extensión para pequeños productores generados a partir de 1985, con un componente principal de apoyo técnico y variablemente según su evolución un componente de promoción financiera. El Programa Cambio Rural, se estructuró en base a una serie de estudios diagnósticos solicitados al INTA por las entidades de productores, preocupadas por la crisis que atravesaba el sector hacia 1992. Fue lanzado oficialmente en mayo de 1993 primero con una duración de cuatro años y luego sin término. Un núcleo importante de beneficiarios productores los podríamos caracterizar como familiares capitalizados. Pero el número de productores más tradicionales se redujo por la crisis de endeudamiento y pérdida de los campos. En la situación exigente del marco neoliberal, los estratos "capitalizados" más bajos fueron entrando en una crisis variablemente terminal. Y pasaron a ingresar a C.R. también otro tipo de productores orientados a la apicultura, cunicultura, criadores de distintos sistemas ganaderos más pequeños. El Programa Pro Huerta, se creó en el año 1991 para promover la autoproducción de alimentos de los sectores más necesitados e instituciones locales. No está dirigido específicamente a pequeños productores pero interactúa variablemente con los otros programas. Se focaliza en la figura de los promotores, agentes de base local (vecinos representativos, agentes sanitarios, docentes, etc.). El Programa Social Agropecuario que depende directamente de la Secretaría de Agricultura, fue creado en abril de 1993, con la idea de apoyo técnico y material a pequeños productores y tiene una amplia distribución en las provincias del Norte.

(9) Si tomamos como ejemplo al INTA, en esta década fue implementando programas regionales con enfoque de desarrollo territorial, que buscan una integración de agencias diversas. Ver INTA, Documento nº 1: Enfoque de desarrollo territorial, 2007. Se pudo también observar la activa participación del INTA en eventos de desarrollo en pos de una mayor interconexión interinstitucional e interdisciplinaria. Por ejemplo, más recientemente: IV Congreso Argentino y Latinoamericano de Antropología Rural, Mar del Plata 2009, el II Congreso Internacional de desarrollo local y I Jornadas Nacionales en Ciencias Sociales y Desarrollo Local, San Justo 2010.

(10) A propósito podemos ver en Benencia (2009), que en el lapso de los CNA 88 / 02 se reitera el mismo número de productores pobres (40% de productores pobres, sobre el total de productores). El concluye que, en primer lugar, los programas de desarrollo orientado a pequeños productores, aún no han tomado suficientemente en cuenta el medio ambiente social y político; en segundo lugar, aún se observan serias trabas para un buen seguimiento continuo de los programas. Personalmente, cuando fuimos convocados en 2004 y 2006 (Depto. Desarrollo Rural, FCAyF, UNLP) por la Secretaría de Agricultura (mediante la gestión del Proinder), para hacer una consultoría sobre el "Estado de la asistencia técnica orientada a los pequeños y medianos productores", analizando una muestra de la acción de los programas Prodernea - Prodernoa, PSA, Minifundio, Pro Huerta y Cambio Rural en todo el país, si bien se concluyeron satisfactoriamente por ambas partes las tareas, no se pudo llegar a la última instancia de devolución organizada de las observaciones, ni conjunta ni separadamente (a la coordinación de cada programa).

(11) Citando a Norman Long (2007: 78): "[...] la intervención nunca es un ´proyecto´ con límites claros en tiempo y espacio, como es definido por el aparato institucional del Estado o por la entidad implementadora. Las intervenciones siempre forman parte de una cadena o flujo de eventos localizados en una estructura más amplia de actividades de los cuerpos estatales y/o internacionales y las acciones de diferentes grupos de interés que operan en la sociedad civil. Es más, las intervenciones se enlazan a intervenciones previas [...] tienen consecuencias para otras intervenciones futuras y la mayoría de las veces son motivo para forcejeos interinstitucionales o representan arenas donde se libran batallas sobre metas percibidas, competencias administrativas, asignación del recurso y límites institucionales [...]"

(12) Entre otros, recordamos los planteos de Paulo Freire, 2001.

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Fecha de recibido: 3 de agosto de 2010.
Fecha de publicado: 20 de septiembre de 2010.

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