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Mundo agrario

versión On-line ISSN 1515-5994

Mundo agr. vol.12 no.23 La Plata jul./dic. 2011

 

DOSSIER

Superando dualismos: trayectorias socio-productivas en el abordaje de las transformaciones en la estructura social hortícola platense

 

María Alejandra Waisman

Centro de Historia Argentina y Americana
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales
Universidad Nacional de La Plata-CONICET
alewaisman@gmail.com

 

Overcoming dualisms: socio-productive trayectories in the analysis of horticultural social structure's transformations in La Plata

 


Resumen
En el presente artículo se presentan los principales lineamientos de la estrategia teórico-metodológica que se está implementando en la investigación en curso, en la que se busca dar cuenta de las transformaciones en la estructura social hortícola platense, acaecida en los últimos 20 años. Este enfoque busca superar los dualismos acción y estructura e individuo y sociedad, pensándolos como aspectos complementarios en el abordaje de la realidad social. En este sentido, se revisan los aportes y limitaciones de dos paradigmas que se pronuncian como antagónicos en la explicación de la conducta social, como así también los aportes teóricos que buscan reconciliar ambas posturas. Se propone el concepto de trayectorias como concepto mediador, que permite reunir en el análisis tanto la historicidad de los procesos sociales, las constricciones estructurales y la agencia de las sujetos. A su vez, enlazado a esta postura teórica, se implementa una estrategia metodológica cualitativa, a partir de la utilización de entrevistas semiestructuradas y observación participante. Finalmente, en este trabajo se sostiene que las principales transformaciones acaecidas en el espacio social periurbano platense durante los '90, han afectado a la posición de productor.

Palabras claves: Trayectorias; Estructura social; Horticultura; La Plata.

Abstract
The present article presents the main guidelines of the theorical and methodological strategy used in the underway investigation about horticultural social structure's transformations in La Plata's city in the last 20 years. This approach tries to overcome the dualism action-structure and individual-society, thinking them as being complementary aspects in the analysis of social reality. The contributions and limitations of two paradigms which are pronounced as antagonistic in explaining social behavior and the theories seeking to reconcile both approachs are analized. The trajectory concept is proposed as mediating concept used to bring together the historical process, the structural constrictions and the human agency.  Linked to the teorical approach a qualitative metodological strategy was  implemented based on semi-structured interviews and participant observation. Finally, this article argues that the major transformations that took place during the '90s in the social space investigated, affected the social status of horticultural producer.

Keywords: Trayectories; Social structure; Horticulture; La Plata.


 

1. Introducción

En este artículo se presentan los principales lineamientos de la estrategia teórico-metodológica que se está implementando en la investigación en curso, en la que se busca dar cuenta de las transformaciones en la estructura social hortícola platense, acaecida en los últimos 20 años. Durante la década del '90, este espacio social periurbano atravesó por importantes cambios en su conformación, que afectaron fundamentalmente la posición de productor(1). A inicios de la mencionada década, esta posición era ocupada casi exclusivamente por descendientes en tercera generación de migrantes ultramarinos provenientes de Italia, España y Portugal, que habían arribado a la zona en la primera mitad del siglo XX y reproducido inter-generacionalmente este oficio por décadas. Durante la década del '90, se produjeron cambios de distinto orden (económicos-productivos-laborales-sociales-culturales) que alteraron de manera radical la composición del entramado social que se había venido desarrollando hasta ese entonces. En función de estos cambios se desencadenaron una serie de coyunturas críticas que afectaron a la actividad y mostraron repercusiones en la estructura social, siendo las más relevantes la acaecida a fines de la década del '90 y la devaluación de 2002.  En este contexto, mientras algunos agentes se alejaron de la producción directa, otros accedieron por primera vez a la categoría de productor, lo que implica un reposicionamiento al interior de este espacio social, desde su inserción inicial como medieros hacia la conducción del proceso productivo, que se efectivizó a partir del arrendamiento de tierra. A su vez, cabe mencionar que la posición de productor sufrió un recorte de carácter étnico-nacional, puesto que estos nuevos agentes son mayoritariamente migrantes de origen boliviano.

En el abordaje de esta problemática, presentamos un enfoque teórico-metodológico que pretende ir más allá tanto de los teóricos de la acción, pero sin sacrificar al agente, como de los teóricos de la determinación social, pero sin renunciar a reconocer los efectos que la estructura ejerce sobre el agente y a través de él. En orden de explicitar nuestra postura, en primer lugar se revisan los aportes y limitaciones de dos paradigmas teóricos que se pronuncian como antagónicos en la explicación de la conducta social: las teorías que ponen el foco en la determinación social y aquellas que lo hacen en las acciones de los individuos. En tal sentido, buscamos distanciarnos tanto de las teorías que explican la praxis social como consecuencia de las determinaciones estructurales, como de aquellos que piensan la acción como el producto del cálculo racional de agentes libres. A continuación, se busca poner en relevancia la complementariedad de ambos abordajes, a partir de la presentación de los principales aportes teóricos de Anthony Giddens (1984) y Pierre Bourdieu (1988, 1990, 1991). Para finalmente, proponer las trayectorias como concepto mediador, debido a su potencialidad para reunir en el análisis tanto la historicidad de los procesos sociales, las constricciones estructurales y la agencia de los sujetos. En lo que atañe a la problemática en investigación, se identifican una serie de trayectorias socio-productivas divergentes, que sufren reajustes y transformaciones, en el contexto de coyunturas críticas que han afectado a la actividad hortícola. En el proceso de recambio en la estructura social del espacio periurbano platense que estamos analizando, se identifican trayectorias con gran profundidad temporal en la zona, que habían venido reproduciendo inter-generacionalmente el oficio por años y que siguieron derroteros que las alejaron de la producción; otras trayectorias muestran continuidad a pesar de las vicisitudes atravesadas; y finalmente, se iniciaron trayectorias nuevas, más recientes en términos relativos, y que implican un reposicionamiento hacia la categoría de productor.

2. Apuntes teóricos

2.1. Con los teóricos de la determinación social y contra ellos

Se reúnen en este conjunto una serie de teorías que comparten una misma explicación de la praxis social, específicamente nos referimos al funcionalismo, al estructuralismo y al marxismo (2). Resulta una obviedad decir que estas corrientes teóricas presentan grandes diferencias entre si y una importante heterogeneidad al interior de cada una de ellas, que no pueden ser apropiadamente abordadas en su complejidad y sutileza en estas escuetas páginas. Permítasenos no obstante, el atrevimiento de agruparlas en función de la problemática convocante, en tanto estas corrientes teóricas comparten una premisa común respecto al fundamento del comportamiento humano: el accionar de los individuos se explicaría exclusivamente por la determinación de las estructuras sociales. Para estas teorías, la sociedad es mucho más que la suma de los actos individuales, tiene primacía sobre la persona individual y ejerce una constricción sobre nuestras acciones; las estructuras sociales son anteriores y externas al individuo: lo obligan a actuar, lo coaccionan en determinada dirección. Sociedad, sistema normativo, conciencia colectiva, estructuras, clases, son términos distintos que recortan una misma problemática: la objetividad y exterioridad del mundo social, por encima de los individuos concretos.

Tanto los estructuralistas como los funcionalistas comparten, a su vez, la idea de totalidad: la sociedad debe ser entendida como un sistema, en tanto que posee propiedades diferentes que no pueden ser explicadas por la simple suma de sus elementos aislados. Estas partes se relacionan de manera tal que, la modificación de cualquiera de ellas, implica un cambio de todas las demás. Un punto de discordia a destacar en el seno de las teorías de la determinación social es su posición respecto al conflicto social: mientras los funcionalistas y estructuralistas ven a la sociedad como un todo armonioso, el marxismo la propone como un campo de lucha. Para éste la realidad social está estructurada en función de un conjunto de relaciones y condiciones que generan determinaciones sociales; originadas en la esfera de la producción, estas relaciones se les imponen al individuo. Las clases son definidas como relaciones sociales y la estructura de clases como la suma de las relaciones y las condiciones en las que los individuos se encuentran recíprocamente situados. Estas relaciones son independientes de la conciencia y de la voluntad de los individuos y se les imponen determinándolos. Pero esto no resulta evidente para los sujetos, quienes aparecen como libres en el intercambio, capaces de enfrentarse unos con otros; aunque esto es sólo lo aparente y superficial. Por tanto, el abordaje de la vida social no puede fundarse en la concepción que los sujetos tengan de ella, sino que debe buscarse las causas y determinaciones profundas, que escapan a la conciencia individual.

Para brindar una metáfora ilustrativa de cómo las teorías de la determinación social abordan la problemática de la praxis, podríamos decir que la escena ya está montada y los actores actúan con apego a guiones que han sido escritos para ellos. Por tanto, si se investigan y conocen las estructuras y reglas que gobiernan una forma de vida social, se puede descifrar y describir los modos de conducta. Queda sin resolver -específicamente para el funcionalismo y el estructuralismo-, cómo aprehender y contemplar las transformaciones sociales a lo largo del tiempo. Pero el punto realmente conflictivo desde la problemática que nos compete sería ¿cómo explicar que dos individuos que comparten la misma posición, y que están por tanto sometidos a las mismas determinaciones, se comporten distinto? Pensamos que es esta la principal limitación de las teorías de la determinación social. Sin embargo, debemos dejar explicitado que consideramos un aporte fundamental de estas teorías, y lo rescatamos en nuestra estrategia teórico-metodológica, el dar cuenta de la existencia de estructuras objetivas, ajenas a la voluntad del individuo, que condicionan su estructura de opciones. Pero con la salvedad de considerar estas estructuras no como determinantes de la conducta sino como condicionantes que restringen las oportunidades disponibles. Sostenemos la existencia de sujetos activos que toman decisiones y hacen elecciones, que cuentan siempre con un margen de maniobra en el marco de las constricciones sociales; queremos distanciarnos de este modo de la pasividad que caracteriza a los sujetos en estas teorías de la determinación social, forjados y sometidos por la acción de estructuras externas. Pero a la vez, resaltamos que en el ejercicio de la agencia, no todas las opciones están disponibles, este proceso de elección se realiza en espacios socioestructuralmente limitados y acotados, que restringen el abanico de las opciones posibles.

2.2. Con los teóricos de la acción y contra ellos

En este apartado reuniremos nuevamente una conjunto de teorías heterogéneas pero que comparten un mismo fundamento para explicar la praxis social: la existencia de un sujeto activo que toma decisiones en forma deliberada y consciente, siendo la acción el resultado de la intensión de una conciencia libre que establece fines y maximiza su utilidad mediante el cálculo racional. Entre las principales teorías podemos mencionar el individualismo metodológico, la fenomenología, el interaccionismo simbólico, la etnometodología entre otras(3). Este paradigma teórico que, por contraposición a las posturas estructuralistas, sostiene el imperialismo del sujeto, postulando la praxis como fundamento de lo social. En estas teorías, los hombres no responden ciegamente a la determinación de los sistemas y estructuras y se afirma la presencia de un sujeto activo. En lugar del modelo organicista o que analogizaba el funcionamiento de la sociedad con el de una máquina (posturas estructuralistas), aparecen entre las preocupaciones de estos teóricos la indagación del drama, el juego, la indeterminación, el desorden, el caos, incluso dentro de estructuras y sistemas.

Un punto central de este paradigma es que acción y sentido reciben un lugar destacado para explicar la conducta humana, por tanto, no se pueden soslayar los significados y motivos que los actores asocian a su conducta. Las significaciones son el fundamento y guía en la formación de la acción: por medio de significaciones, los individuos ordenan su conducta en el mundo y en relación a otros seres humanos. Estos significados emergen de la interacción social (comunicación, entendida en sentido amplio) que media entre los individuos. La dimensión simbólica humana -principalmente el lenguaje-, producida y reproducida en la interacción social, ocupa entonces un lugar relevante como constitutiva del orden social. Pero en el proceso interactivo e interpretativo, las significaciones también se modifican, los actores seleccionan, moderan, suspenden, reagrupan y transforman los significados a la luz de las situaciones en que se encuentran. Es mérito de este este paradigma, el poner en relieve que los sistemas sociales son también (aunque no exclusivamente, como veremos) el resultado de la producción continua de sujetos que, mediante sus acciones e interacciones, los hacen existir y los reproducen. A su vez, no lo presentan como un proceso estable sino contingente, y al abrir lugar a las innovaciones en la actividad, permiten dar cuenta de la variabilidad histórica de la conducta humana. La principal crítica que se ha esgrimido postula que, al pensar la acción como la prosecución intencional y planificada de fines calculados, como las respuestas racionales de un sujeto carente de historia, indeterminado e intercambiable, se han descuidado los problemas estructurales y la existencia de condicionamientos sociales, económicos e históricos. Para finalizar, nos gustaría explicitar que, junto a los teóricos de la acción, vamos a sostener la presencia de agentes reflexivos y activos que optan y toman decisiones. Pero no pensando individuos racionales arrancados de su contextualidad e historia, sino en agentes situados y condicionados estructural y espacio-temporalmente. Una vez más, podemos señalar que las opciones disponibles se encuentran limitadas en función del posicionamiento estructural de los agentes. Este posicionamiento, no elegido y ajeno a la voluntad de los sujetos, restringe las oportunidades y recursos disponibles e impone su condicionamiento sobre las trayectorias desplegadas, como veremos más adelante.

2.3. La reconciliación entre acción y estructura

Pensamos que estructura y agencia no deben ser entendidas como enfoques irreconciliables, sino que representan aspectos complementarios en el análisis social. En este apartado revisamos, los aportes de dos de los máximos referentes en esta postura teórica: Bourdieu y Giddens, no para hacer un exhaustivo repaso de las obras de estos autores -por demás extensa- sino para recuperar algunos elementos centrales que expliciten  la perspectiva de investigación que proponemos.

El primer aspecto en este sentido, es que ambos autores reconocen una doble estructuración de lo social : el ser humano produce y reproduce en su accionar las mismas estructuras que condicionan sus prácticas, constituye y es constituido en estos procesos sociales e históricos. Lo social es el producto de la praxis de agentes, como así también los agentes son un producto de lo social -entiéndase estructuras sociales objetivas-. Para Giddens, "la constitución de agentes y la de estructura no son conjuntos de fenómenos dados independientemente, no forman un dualismo sino que representan una dualidad" (1995, p. 61). Postula la dualidad de la estructura:

[...] es perfectamente correcto, desde luego, sostener que una sociedad no es la creación de actores individuales, y que las propiedades estructurales de sistema sociales sobreviven a los individuos. Pero esta estructura, o propiedades estructurales, o 'parámetros estructurales',   sólo existen en tanto haya continuidad en una reproducción social por un tiempo y un espacio. Y esa continuidad, a su vez, sólo existe en las actividades reflexivamente registradas de actores situados -y a través de estas-, con un espectro de consecuencias buscadas y no buscadas (Giddens, 1995, p. 240).

Bourdieu y Wacquant lo expresan en la doble existencia de lo social: "la realidad social existe, por decirlo así, dos veces, en las cosas y las mentes, en los campos y los habitus, dentro y fuera de los agentes" (1995, p. 88). Esta misma idea queda expuesta en su propuesta teórica denominada constructivismo estructuralista, en la que buscan superar la falsa dicotomía objetivismo/subjetivismo:

Por estructuralismo o estructuralista, quiero decir que existen en el mundo social mismo, y no solamente en los sistemas simbólicos, el lenguaje, mito, etc., estructuras objetivas, independientes de la conciencia y la voluntad de los agentes, que son capaces de orientar o de coaccionar sus prácticas o sus representaciones. Por constructivismo, quiero decir que hay una génesis social de una parte de los esquemas de percepción, de pensamiento y de acción que son constitutivos de lo que llamamos habitus, y por otra parte estructuras, y en particular lo que llamo campos y grupos, especialmente de lo que se llama generalmente las clases sociales (Bourdieu, 1988, p. 127).

Plantean pensar los enfoques objetivista y subjetivista como dos momentos en el análisis que están en una relación dialéctica: a) en el momento objetivista, el investigador reconstruye las estructuras objetivas que constituyen las coacciones estructurales que pesan sobre las interacciones; b) en el momento subjetivista, se incorpora al análisis las representaciones de los agentes que intervienen en las luchas cotidianas, individuales o colectivas, y que tienden a transformar o a conservar esas estructuras (Bourdieu, 1988, p. 129). Para cerrar este primer aspecto, nos gustaría recuperar en nuestro posicionamiento que no alcanza con la descripción de las condiciones objetivas para explicar la praxis social, también es necesario rescatar al agente social que produce y reproduce el sistema social a través de sus prácticas; a condición de que tengamos presente que no hablamos de individuos sino de agentes socialmente constituidos y posicionados .

El segundo tema sobre el que debemos pronunciarnos en relación a la acción humana es el problema del determinismo y la libertad. En este sentido, la teoría de la estructuración niega el determinismo absoluto, como es igualmente opuesta a la libertad irrestricta. Giddens -distanciándose de las teorías estructuralistas que señalan a las estructuras sociales como determinantes constrictivos de la acción social-, afirma que la estructura no se debe asimilar a simple constreñimiento porque a la vez que limita es habilitante, planteando una relación intrínseca entre estructura y obrar (y obrar y poder).  Define las estructuras como reglas y recursos, y propone tres acepciones de constreñimiento: a) material, derivado del carácter material del mundo y de las cualidades físicas del cuerpo (límites físicos, finitud de la vida, capacidades sensoriales, etc.); b) sanción (negativa), derivado de respuestas punitivas por parte de algunos agentes hacia otros  (desde la aplicación directa de fuerza o violencia, hasta la expresión atenuada de desaprobación); c) estructural, derivado de la contextualidad de la acción, o sea, del carácter "dado" de las propiedades estructurales en relación con actores situados (existencia "objetiva" de estas propiedades estructurales que el agente individual no puede modificar) (Giddens, 1999, pp. 204-207). Por otra parte, señala el carácter históricamente cambiante de los constreñimientos. Según palabras del autor "cada una de las diversas formas de constreñimiento es, de distinta manera, una forma de habilitación. Ellas contribuyen a abrir ciertas posibilidades de acción al mismo tiempo que restringen o deniegan otras" (Giddens, 1995, p. 204).

Nos gustaría reforzar la idea que interesa retomar del autor: estas estructuras que van a condicionar el comportamiento, se hallan fuera del control de los actores individuales; e implican "la puesta de límites al espectro de opciones de que dispone un actor, o una pluralidad de actores, en una circunstancia dada o un tipo de circunstancias" (Guiddens, 1995, p. 207). En esta teoría, la praxis social implica el obrar de actores competentes con capacidad de intervención, en este sentido, el individuo siempre tiene capacidad para actuar de manera diferente. En palabras del autor: "los actores emplean esquemas generalizados (fórmulas) (y generalizables) en el curso de sus actividades diarias para resolver según rutinas las situaciones de la vida social" (4) (Giddens, 1995, p. 58). Esta praxis supone el registro reflexivo del fluir continuo de la conducta y de la vida social, por parte de los agentes, que contribuye a la continuidad de la actividad social cotidiana; "el momento de la producción de la acción es también un momento de reproducción en los contextos donde se escenifica cotidianamente la vida social" (Op. Cit., p. 62). Pero "el fluir de una acción produce de continuo consecuencias no buscadas por los actores, y estas mismas consecuencias no buscadas pueden dar origen a condiciones inadvertidas de la acción en un proceso de realimentación" (Giddens, 1995, p. 63).

En la postura de Bourdieu, la tensión entre determinismo y libertad queda resuelta a partir de dos conceptos centrales del autor: la noción de campo y habitus. Define el campo social  primero (5) como:

[...] un espacio pluridimensional de posiciones tal que toda posición actual puede ser definida en función de un sistema pluridimensional de coordenadas, cuyos valores corresponden a los de las diferentes variables pertinentes: los agentes se distribuyen en él, en una primera dimensión, según el volumen global del capital que poseen y, en una segunda, según la composición de su capital; es decir, según el peso relativo de las diferentes especies en el conjunto de sus posesiones (Bourdieu, 1990, p. 283).

A través de este concepto, Bourdieu aborda el sistema de posiciones y de las relaciones entre esas posiciones, el estado (momento histórico) en la distribución desigual del capital específico que está en juego y el estado de las relaciones de fuerza entre los agentes; pensando el sistema social en términos relacionales y como campo de lucha (6). El autor libera el concepto de capital de su sola connotación económica y en sus trabajos más recientes distingue cuatro tipos de capital. Además del capital económico define: capital cultural (ligado a conocimientos, ciencia, arte y que estaría en la base de las desigualdades en las performances escolares); capital social (suma de recursos, actuales o potenciales, correspondiente a un individuo o grupo, en virtud de que éstos poseen una red duradera de relaciones, conocimientos y reconocimientos mutuos más o menos institucionalizados); capital simbólico (prestigio, legitimidad, autoridad, reconocimiento) (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 81-82; Gutiérrez, 1997). Pero también señala que, en el campo social global y en sociedades como las nuestras, el capital económico ejerce un papel dominante y, por tanto, el campo económico impone su estructura al resto de los campos (Bourdieu y Wacquant, 1995; Gutiérrez, 1997). Por otra parte, hablar de habitus "es plantear que lo individual, e incluso lo personal, lo subjetivo, es social, a saber colectivo. El habitus es una subjetividad socializada" (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 87). A través de este concepto, el autor propone una relación activa y creadora con el mundo, e intenta superar toda una serie de dualismos conceptuales: sujeto y objeto, interno y externo, material y espiritual, individual y social, etc. En su versión más completa, lo define como:

[...] sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propósito consciente de ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente "reguladas" y "regulares" sin ser para nada el producto de la obediencia a determinadas reglas, y, por todo ello, colectivamente orquestadas sin ser el producto de la organización organizadora de un director de orquesta (Bourdieu, 1991, p. 86).

La relación entre habitus y campo es, por un lado, una relación de condicionamiento, ya que el campo estructura el habitus (que es producto de la necesidad inmanente de este campo); y, por otro, es también una relación de conocimiento o construcción cognoscitiva: "el habitus contribuye a constituir el campo como mundo significante, dotado de sentido y de valía, donde vale la pena desplegar las energías" (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 88). Mediante la incorporación del habitus se interioriza la exterioridad de las estructuras sociales, representa lo social hecho cuerpo. El habitus es el principio de generación y de percepción de todas las prácticas, su capacidad de engendrar prácticas es infinita y no obstante esta libertad se encuentra estrictamente limitada: siempre tiene como límite las condiciones histórica y socialmente situadas que le dieron origen, "la libertad condicionada y condicional que él asegura está tan alejada de una creación de novedad imprevisible como de una simple reproducción mecánica de las condiciones iniciales" (Bourdieu, 1991, p. 90). Finalmente, cabe recordar, la estrecha relación que establece entre habitus y clase. Como vemos, tanto Giddens como Bourdieu piensan los sujetos en términos de agentes. En Giddens, la concepción de la agencia atiende al aspecto más básico de toda conducta humana: el poder de intervenir en un curso de acontecimientos o en un estado de cosas (Cohen, 1995). Aquello que aconteció no habría ocurrido si ese individuo no hubiera intervenido, y él mismo, se hallaba en condiciones en cada fase de una secuencia dada de conducta, de haber actuado diferente (Giddens, 1995: 46). Según el autor, un individuo es siempre un agente intencional cuyas actividades obedecen a razones y que es capaz, si se le pregunta, de elaborar discursivamente esas razones (lo que incluye mentir acerca de ellas). Pero también nos advierte que términos como 'propósito' o 'intención', 'razón', 'motivo', debes ser considerados con precaución, para no confundirlos con el voluntarismo de los teóricos de la acción que arrancaron la acción de la contextualidad de un espacio-tiempo (Giddens, 1995). Bourdieu elige el término agente, en contraposición a individuo, actores o sujetos y afirma que:

[...] los agentes sociales no son 'partículas' mecánicamente arrastradas y empujadas por fuerzas externas. Son más bien, portadores de capital y, según su trayectoria y la posición que ocupan en el campo en virtud de su dotación de capital (volumen y estructura), propenden a orientarse activamente, ya sea hacia la conservación de la distribución, ya sea hacia la subversión de dicha distribución (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 72).

Estos agentes son socialmente constituidos como activos y actuantes en el campo (con capacidad para producir efectos en él), pero con la tendencia del habitus a reproducir las condiciones previas que le han dado origen. Regresando entonces al problema de la determinación y la libertad, el agente de Giddens parecería desenvolverse con un margen de libertad más generoso que el de Bourdieu -quien señala sin embargo, que el habitus no es destino-. Por mi parte, prefiero retener esta idea de agente como sujeto activo y no adoptar una postura rígida respecto al grado de coerción o libertad en el ejercicio de la agencia, puesto que esto solo es determinable para el caso específico bajo análisis y sus particulares circunstancias históricas; lo que, por otra parte, legitima la necesaria recurrencia a la investigación empírica como fuente para generar las explicaciones del caso (7).

El tercer tema que quisiera retomar gira en torno al problema de la racionalidad de las prácticas, para lo cual debemos recuperar el concepto de conciencia práctica en Giddens y de sentido práctico en Bourdieu. De acuerdo con Giddens, los actores sociales son expertos portadores de un saber que aplican en la interacción social y para resolver las actividades cotidianas. Este saber incorporado como miembros competentes de la sociedad, es de carácter práctico (conciencia práctica) y no directamente asequible a la conciencia; la línea que separa la conciencia discursiva y la conciencia práctica es fluctuante y permeable. En este sentido, reconoce que buena parte de nuestra conducta cotidiana no reconoce motivación directa, pero que va acompañada de un registro reflexivo continuo de la acción (propia y de otros), lo que supone una racionalización. Así, por racionalización de la acción entiende "que los actores -también por rutina y casi sin esfuerzo- tienen una 'comprensión teórica' continua sobre los fundamentos de su actividad" (Giddens, 1995, p. 43). Introduce a su vez, el concepto de motivación, para denotar los deseos que mueven la acción: ¨los motivos alcanzan dominio directo sobre la acción sólo en circunstancias relativamente inusuales, en situaciones que de algún modo quiebran la rutina" (Giddens, 1995, p. 44). Muchos actos tienen consecuencias no buscadas que pueden realimentar sistemáticamente y convertirse en condiciones inadvertidas de actos ulteriores (Giddens, 1995, p. 45). Ya hemos dicho más arriba que las prácticas y representaciones generadas por el habitus, pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de los fines y que pueden ser objetivamente regladas y regulares sin ser el producto de una obediencia a reglas. Esto es así, porque son el producto de una lógica practica "producida por fuera de toda intención consciente, por un cuerpo y una lengua estructurados y estructurantes, generadores automáticos de actos simbólicos" (Bourdieu, 1991, p. 152). Como el autor se encarga de señalar, la idea de lógica práctica implica una contradicción en los términos: lógica en sí, sin reflexión consciente ni control lógico, desafía la lógica; "la práctica excluye el retorno sobre si (es decir sobre el pasado), ignorando los principios que la comandan y las posibilidades que ella encierra y no puede descubrir de otro modo que actuándolas, es decir desplegándolas en el tiempo" (Bourdieu, 1991, p. 146). A su vez, a través de la noción de habitus

[...] puede explicar el hecho de que, sin ser propiamente racionales (es decir, sin organizar sus conductas a fin de maximizar el rendimiento de los recursos de que disponen o, dicho más sencillamente, sin calcular, sin plantear explícitamente sus objetivos, sin combinar en forma explícita los medios con los que cuentan para alcanzarlos, en fin, sin hacer combinaciones, planes o proyectos), los agentes sociales sean razonables, no sean insensatos, no cometan locuras ("eso no es para nosotros") [...] la dialéctica de las expectativas subjetivas y de las oportunidades objetivas opera por doquier en el mundo social y, las más de las veces, tiende    a asegurar el ajuste de las primeras a las segundas" (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 89-90).

Hasta aquí se han explicitado algunos de los principales elementos de la estrategia teórico metodológica que estamos utilizando en el abordaje de la investigación en curso. En el siguiente apartado, se introducirán algunas consideraciones en torno al concepto mediador que se ha escogido.

2.4. Las trayectorias: el concepto de mediación

Todo enfoque que apunte a superar los dualismos estructura-agencia, social-individual, en la indagación y análisis de los procesos sociales, debe dar cuenta de un concepto mediador.  Cabe aclararse, que no hemos optado por el concepto de habitus -concepto mediador paradigmático, de amplia utilización en las ciencias sociales-, ni los aportados por la teoría de la estructuración, sino el de trayectorias. Si bien este concepto ha sido ampliamente trabajado en las investigaciones sobre inserción ocupacional como trayectorias laborales (8); pensamos las trayectorias, junto con Elder (1991, 1994) en el sentido más amplio de cursos de vida, que pueden variar y cambiar en dirección, grado y proporción. Estas trayectorias están siempre inscriptas en contextos espacio-temporales específicos, que implican condicionamientos estructural e históricamente variables. Coincidiendo con Dávolos (2001), concebimos las trayectorias como espacios de tomas de decisiones que, aunque socialmente limitados y acotados por instituciones y normas que restringen las opciones de los sujetos, comprenden siempre un margen de maniobra para hacer frente a los determinantes estructurales. De este modo, se parte de considerar a los individuos como sujetos activos, que hacen elecciones y toman decisiones, y no como entes pasivos sometidos exclusivamente a las influencias y limitaciones sociales. No se desconoce, sin embargo, que el ejercicio de la agencia se da en el contexto de una estructura de oportunidades que está moldeada social e históricamente. Las trayectorias comprenden una diversidad de dominios de la vida de una persona que interactúan condicionando su curso, entre los que podemos mencionar el trabajo, la vida familiar, la formación y educación, la migración, adscripción étnica, etc. Pero debemos entender que muchas decisiones y elecciones que se toman tienen como contexto privilegiado la institución familiar, organización en la que se construye el mundo de vida más inmediato. Por tanto, en esta estrategia teórico metodológica, se considerarán trayectorias familiares y no individuales. A partir de este abordaje se busca recuperar también la perspectiva del actor, rastreando en el discurso los hitos significativos de la vida de las familias ( turning points según Elder), esto es, no sólo las coyunturas atravesadas sino las respuestas y estrategias elaboradas. A su vez, el enfoque de las trayectorias implica incorporar la dimensión diacrónica, es decir, la necesidad de tener una perspectiva de largo plazo en la investigación de los procesos sociales, incorporando los factores históricos al análisis (9). Cabe aclarar, teniendo en cuenta algunos señalamientos críticos de Bourdieu (1997), que no se piensa la trayectoria como un todo coherente y orientado (orden cronológico no igual a orden lógico), sino como una rapsodia compuesta de elementos yuxtapuestos sin razón intrínseca, contingente y discontinua. Coincidiendo con este autor, se puede pensar la trayectoria "como serie de las posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente (o un mismo grupo) en un espacio en sí mismo en movimiento y sometidos a incesantes transformaciones"; como " inversiones a plazo y desplazamientos en el espacio social" (Bourdieu, 1997, p. 82). Para Bourdieu, las trayectorias particulares están siempre insertas en trayectorias de clase  (los individuos no se desplazan al azar en el espacio social) y reconocen una pendiente, experimentando procesos de ascenso o decadencia social (Gutiérrez, 1997). Sintetizando, para cerrar este apartado se puede decir que, recurrir a las trayectorias como concepto mediador, permite reunir en el análisis tanto la historicidad de los procesos sociales, las constricciones estructurales y la agencia de los sujetos.

3. Apuntes metodológicos y presentación de los casos

En consonancia con el posicionamiento teórico expuesto y con los objetivos de la investigación en curso, la estrategia cualitativa se presenta como la más adecuada: por el proceso de participación y por el tipo de acercamiento a los actores sociales que implica, permitiendo abarcar dimensiones de la interacción social que difícilmente pueden ser abordados desde otros métodos. Específicamente se están implementando entrevistas semiestructuradas y observación participante.

Por otra parte, debemos introducir una advertencia metodológica sobre lo insuficiente que resulta considerar al individuo como unidad de análisis, siendo mucho más relevante la categoría familiar. Como decíamos más arriba, la familia representa el ámbito privilegiado de toma de decisión y, como veremos, el momento del ciclo familiar puede tener una importante incidencia sobre la dirección de las trayectorias. A su vez, el referente empírico bajo análisis  -la producción hortícola del cordón periurbano platense-, ha tenido históricamente un carácter marcadamente familiar.

3.1. Características de las trayectorias

Dado que el problema de investigación está centrado en dar cuenta de las transformaciones acaecidas en la estructura social hortícola platense en los últimos 20 años, las trayectorias que se describirán aquí son sociales y productivas. La información presentada, fue recabada mediante trabajo de campo desarrollado durante un período que abarca 2009-2011. En esta oportunidad se han seleccionados seis casos, debido a se consideran representativos de tres tendencias vigentes, que se han identificado en el proceso de reestructuración social acaecido en este espacio social. Como describiremos en los próximos apartados, las tres tendencias identificadas corresponden a: a) trayectorias con profundidad en el periurbano y continuidad en la actividad hortícola; b) trayectorias con profundidad en el periurbano y pérdida de la continuidad en la actividad hortícola; c) trayectorias recientes en el periurbano y creciente protagonismo en la actividad hortícola. A continuación se presentan las características más relevantes de las trayectorias analizadas a partir de una serie de variables centralizadas en dos cuadros.

Tabla 1: Las trayectorias

Trayectoria(10)

Profundidad de la trayectoria

Edad

Nivel educativo

Composición familiar

Juan

Década del '40
3ra. generación de productores

52

Secundaria completa

Esposa - dos hijos varones (24 y 22) - una hija mujer (16)

Rodolfo

Década del '50
3ra. generación de productores

46

Primaria completa

Esposa - 3 hijos varones (18-16 y 10 años)

Antonio

Década del '20
3ra. generación de productores

59

Primaria completa

Esposa - un hijo varón (22 años)- dos hijas mujeres (21- 16 años)

Héctor

Principios década del '60
2da. generación de productores

51

Primaria completa

Esposa - hijo varón (19 años) - hija mujer (17 años)

Mario

Primera mitad de la década del '90

47

Secundaria completa

Esposa - tres hijas mujeres (20-19-13 años)

Hipólito

Primera mitad de la década del '90

40

Secundaria completa

Esposa - 5 hijos
3 varones (4-6-18) 2 mujeres (15 - 18) (los mayores son mellizos)

Elaboración propia en función de la información proveniente de entrevistas realizadas durante 2009-2011.

En función de la variable profundidad de la trayectoria queremos distinguir dos momentos bien diferenciados de ingreso al espacio social periurbano platense, estableciendo una divisoria entre trayectorias profundas y recientes. Cabe aclarar que por profundidad de la trayectoria, haremos referencia al período de establecimiento en el periurbano, del primer antepasado familiar del productor. Si bien estamos tomando como unidad de análisis la familia, aquí se considerarán los antecedentes siguiendo la línea masculina (al menos en primera instancia), porque la actividad presenta una segmentación de género importante en lo que atañe a la conducción del proceso productivo (como veremos) y por ser la vía principal de la transmisión de la explotación y del oficio. Pero también se incluirá información de la familia de la esposa cuando sea pertinente. Sin lugar a dudas, es el principal eje de análisis en este primer cuadro que distingue posiciones diferenciales en la estructura social. Como se puede apreciar en el mismo, cuatro de estas trayectorias se inician en la primera mitad del siglo XX, registrando raíces profundas en la zona y en la actividad. Mientras que otras dos, más recientes, se insertan a comienzos de la década del '90. Las trayectorias profundas se inician con el arribo a la zona de inmigrantes de ultramar. Aunque los casos analizados son de origen italiano, también ha sido común en la zona la presencia de inmigrantes españoles y portugueses. Nuestros entrevistados representan en general la tercera generación en línea descendente de estos primeros migrantes. El origen de las trayectorias se funda en lazos familiares, de amistad y en la promesa laboral que se materializaría en el destino. La primera de éstas se inicia con la llegada del abuelo de Juan desde Italia, a trabajar y producir la huerta para abastecer la estancia de la familia Pereira-Iraola; años más tarde accedería a la propiedad de la tierra en Gorina. La segunda trayectoria está asociada con la llegada de los abuelos de Rodolfo a Berisso, un hermano del abuelo los mandó a llamar e incluso les pagó el pasaje para que vinieran. Un tiempo más tarde se insertarán en la actividad hortícola como medieros en Poblet y algunos años después comprarán tierra en la zona. El abuelo de Antonio llegó de Italia en la década del '20 a trabajar en las quintas. Un año después se le uniría su esposa y sus hijos, uno de ellos era el padre de Antonio, quien tenía apenas 4 años cuando arribó a la zona. El abuelo fue peón, mediero y arrendatario, el padre pudo comprar tierras a fines de la década del '50. La trayectoria de Héctor y su familia no es tan antigua como las anteriores, pero al ser representante de otro conjunto de trayectorias de antigüedad intermedia y por algunos contrastes que debemos especificar, ha sido incluida en este primer conjunto. El padre de Héctor (originario de Saldadillo) ingresó a la actividad como mediero en la década del '60, luego de una trayectoria laboral variada que incluyó empleos en una sastrería, una carnicería y el ferrocarril; pero nunca alcanzó la propiedad de la tierra.

Todas son trayectorias originadas en la migración y, como veremos, esto ha sido una constante en la historia de la actividad hortícola en la zona. En todos los casos implican una serie de reposicionamientos recurrentes: inserción como peón o mediero (sobre todo esta última opción en las trayectorias profundas), y luego de algunos años de trabajo y acumulación, el acceso a la categoría de productor y a la propiedad de la tierra. Pero aquí debemos hacer un señalamiento importante: el acceso a la propiedad fue factible en una coyuntura histórica puntual que se dará entre fines de la década del '50 y durante el transcurso de la década del '60. Aquellos que contaban con tiempo de inserción en este espacio social, en la actividad y cierto grado de acumulación pudieron aprovechar las particularidades de una coyuntura favorable que no se volverá a repetir y que también explica, en parte, el no acceso a la propiedad de la familia de Héctor (trayectoria que recién se iniciaba en esos años). Este momento histórico presenta una serie de características que pasamos a describir. Por esos años la producción hortícola comercial del país era más restringida, localizándose principalmente en el cordón verde del Gran Buenos Aires (11) y en La Plata -dentro de este contexto. A su vez, las redes de transporte y comunicación eran deficientes, dificultando el traslado y arribo a los mercados mayoristas de la zona con verduras en buenas condiciones. Ambos factores repercutían en un menor nivel de competencia para la producción local y, por consiguiente, en los elevados precios que alcazaba la mercancía durante la comercialización (Simonatto, 2000). Por otra parte, la estructura productiva vigente se caracterizaba por una menor demanda de capital en tecnología y otros insumos. Situación que se alteró en las siguientes décadas con la tractorización y mecanización (fines de los '60); la utilización de agroquímicos en el control de enfermedades y plagas (en los '70); la introducción de semillas híbridas (en los '80); y la expansión del invernáculo (en los '90) (12). Tanto los menores costos productivos como la alta rentabilidad de la producción durante la comercialización, posibilitaron buenos niveles de acumulación y ahorro. Pero a su vez, incidieron en este contexto favorable de acceso a la propiedad,  algunas cuestiones en materia de legislación y política macroeconómica. Luego de años de prórrogas en los contratos de arrendamiento (iniciada con la Ley 12.771 de 1942), los Planes de Transformación Agraria de 1957 y 1958 (13) impulsaron el acceso a la propiedad de la tierra, al propiciar la venta entre propietarios y arrendatarios: el objetivo central fue propiciar la venta de unidades económicas a los arrendatarios como alternativa capaz de evitar desalojos masivos antes de poner fin a la intervención que el Estado venía manteniendo desde hacía más de una década (Blanco, 2008, p. 83).

La pérdida de control sobre la tierra arrendada como consecuencia de la legislación "de emergencia" que prolongaba los arriendos indefinidamente, y la licuación de la renta en un contexto inflacionario, impulsaron a muchos terratenientes a vender sus campos a sus inquilinos (Balsa, 2006). Otros factores que favorecieron la venta, se vinculan con una serie de discursos circulantes en la época que amenazaron la gran propiedad durante décadas. De hecho, el clima favorable a las transformaciones radicales continuó durante años, aún derrocado Perón (Balsa, 2006). En abril de 1967, la autodenominada Revolución Argentina daría un corte final a las sucesivas prórrogas en los contratos de arrendamiento, al sancionarse la ley 17.253 (14). El decreto incluía una opción de compra, pero el rechazo de la oferta por parte del propietario no facultaba otro derecho para el inquilino (Lázzaro, 2005; Blanco, 2008; Balsa, 2006). Finalmente, la presencia de un mercado local de tierras menos saturado, con una consecuente menor presión relativa sobre los precios, también debe considerase como un factor importante que condiciona la factibilidad del acceso a la propiedad. Cabe repetir una vez más que esta coyuntura puntual favorable, acotada temporalmente, no volverá a repetirse, lo que implica que más allá de los cambios en la estructura social hortícola que estamos analizando, esto no ha repercutido de manera sustancial en el traspaso de la propiedad de la tierra.

Las trayectorias recientes son también migrantes aunque de diferente origen: principalmente bolivianos pero también migrantes internos. El calificativo reciente será utilizado en estas páginas en un doble sentido. Por un lado, marca un contraste, en términos relativos, con las trayectorias profundas, puesto que se inician en la primera mitad de la década del '90. Por otra parte, hace referencia a la corta antigüedad en la categoría de productor, que implica un reposicionamiento al interior de este espacio social, desde su inserción inicial como medieros hacia la conducción del proceso productivo, que se efectivizará a partir del arrendamiento de tierra y que encarna la principal transformación en la estructura social hortícola que buscamos describir. Más allá de las distancias, podemos trazar una serie de paralelismos con las trayectorias profundas. La decisión de migrar estuvo asociada a mejorar las condiciones de vida y se funda nuevamente en lazos de parentesco (y/o amistad) que incidieron en el destino y facilitan la inserción inicial. Mario y su familia llegaron a la zona de Olmos en la primera mitad de la década del '90. Provenían de Jujuy y decidieron emprender la migración porque allá las cosas no estaban bien, la crisis había golpeado la producción, y ya no les alcanzaba para satisfacer las necesidades de una familia en expansión con dos hijas pequeñas (luego nacerá la tercera). En la zona ya estaban trabajando una hermana y un cuñado. Hipólito llegó solo, también a principios de los '90, un tiempo después vendría la pareja. Su trayectoria registra varios viajes de ida y vuelta entre Argentina y Bolivia, pero la migración resultó definitiva en la coyuntura crítica que atravesaba su país por aquellos años, que impulsó la partida de muchos. Llegó a Olmos también porque en la zona ya estaban una hermana y cuñado. A su vez, insertos en la actividad hortícola y en el espacio social periurbano, reiniciaron y repitieron el camino ya tradicional de formación y acumulación en la actividad: se iniciaron como peones (así aprendieron las particularidades de las producciones locales), continuaron como medieros, hasta que finalmente lograron posicionarse como productores mediante el arriendo como forma predominante de tenencia de la tierra. Algo similar habíamos señalado para las trayectorias profundas, aunque la principal distancia está dada por la forma de acceso a la tierra. Por otra parte, otro punto de confluencia entre las trayectorias recientes y las profundas refiere a las condiciones precarias de su inserción inicial en este espacio social, originadas todas en la migración, han implicado grandes sacrificios y restricciones. Entre las representaciones vigentes en los discursos de las trayectorias recientes se destacan: las dificultades del comienzo, el "vivir para trabajar", las extensas jornadas laborales que implican el trabajo de todos los miembros de la familia, la limitación de los recursos y del consumo, entre otras. En este sentido, se han encontrado significaciones similares asociadas a las condiciones iniciales por las que atravesaron los primeros migrantes de ultramar, que aparecen en el recuerdo de estos otros entrevistados.

Restan algunas especificaciones adicionales sobre los otros ejes de este primer cuadro. Cambiando el centro de análisis, podemos decir que la edad y la composición del grupo familiar resultaron significativas a la hora de observar opciones y decisiones, las formas de enfrentar coyunturas críticas en cada caso y las particularidades de las estrategias de continuidad y discontinuidad de las trayectorias en la actividad hortícola que analizamos en este trabajo. Hay que tener presente que las necesidades de una familia varían de acuerdo al momento del ciclo familiar (15) y éstas pueden condicionar las opciones y decisiones a tomar, los riesgos a correr, las inversiones a realizar, el destino de las ganancias, etc. Además, la presencia de hijos en edad no laborable, tiene implicancias sobre la contratación de mano de obra extra. En cuanto a la edad, podemos indicar que también ha incidido en las decisiones y riesgos a asumir en cada etapa, y será especialmente relevante en la discontinuidad que marcaremos en la trayectoria de Antonio. Finalmente, el nivel de escolarización tiene como objetivo marcar una frontera generacional entre padres e hijos. En las trayectorias profundas es más marcado el avance de las nuevas generaciones en la educación formal, aunque puede señalarse como tendencia general para todas. Los descendientes de familias criollas (16) han alcanzado muchas veces el nivel universitario completo, en esto inciden el arraigo temporal en el espacio social y el nivel de acumulación familiar. Pero los hijos de los migrantes recientes, más jóvenes en general, también han iniciado este proceso que puede incrementarse en los próximos años. Este factor marca distancias respecto de las expectativas y proyecciones perseguidas por las nuevas generaciones que señalaremos como importantes más adelante en el trabajo.

3.2. Posicionamiento de los agentes en la estructura social

Hemos destinado un cuadro específico para señalar diferencias en los casos respecto de su posicionamiento en la estructura social. La estructura de este espacio, responde al estado actual de la distribución desigual de capitales entre las diferentes posiciones y está históricamente constituida. Pensamos que la estructuración del espacio social bajo análisis -en los hechos y en las subjetividades de los agentes-, debe ser definida a partir de una serie de variables (económicas, sociales, culturales) que articulan un conjunto de posiciones y oposiciones. O sea, cada agente representa y articula una combinatoria particular de estas dimensiones que lo posiciona de manera diferencial frente a otros sujetos. El espacio social resultante, por tanto, implica el entramado de estas relaciones y oposiciones históricamente constituidas. Cabe recordar que consideramos esta dimensión estructural mayormente ajena a la voluntad de los individuos y jugando un papel condicionante sobre las opciones y decisiones plasmadas en las trayectorias.

Tabla 2: Posicionamiento estructural de los agentes

Trayectoria

Posicionamiento estructural actual

Ocupación actual

Régimen de tenencia de la tierra

Superficie de tierra bajo explotación

Superficie bajo cubierta

Personal empleado

Propiedad maquinaria/ vehículo

Características de la vivienda

Juan

Productor / Comerciante (carnicería) Propietario

2 has.

Menos de 1 ha.

Mediero

Camioneta menos de 5 años de antigüedad De material, de dos plantas

Rodolfo

Productor / comerciante (verdulería) Propietario

7 has.

Menos de 1 ha.

Medieros (2)

Vehículo usado, más de 10 años de antigüedad /camioneta para traslado verdura al mercado/ tractor De material, cocina comedor / varias habitaciones

Antonio

Locador de sus tierras Propietario

2 has.

Menos de 1 ha.

No corresponde

Tractor De material, cocina comedor / varias habitaciones

Héctor

Comerciante (corralón de materiales) No posee

4 has. (llegó a trabajar, en sociedad con el cuñado)

No corresponde

2 empleados del comercio

Camión para traslado de materiales Vivienda integrada al local

Mario

Productor Arrendatario

1,5 has.

Menos de 1 ha.

Personal temporario para tareas puntuales (tanteros)

Vehículo de más de diez años de antigüedad Vivienda precaria de chapa

Hipólito

Productor Arrendatario

5 has.

4 has.

Medieros

Tractor Vivienda precaria de chapa

Elaboración propia en función de la información proveniente de entrevistas realizadas durante 2009-2011.

En este cuadro el eje ocupación actual es sumamente relevante y establece una serie de divisorias en las trayectorias, que encarnan los recambios en la estructura social hortícola platense que estamos analizando. Esta variable da cuenta de cuáles son las fuentes principales de ingresos de los agentes en la actualidad e implica continuidades y discontinuidades en la actividad hortícola. Las trayectorias de Juan y Rodolfo dan cuenta de profundidad en el espacio social y continuidad en la actividad hortícola, permanencia asegurada a base de una serie de estrategias que incluyen, entre otras, la búsqueda de fuentes de ingreso complementarias. Por su parte, Antonio y Héctor representan la posición de aquellos que a pesar de su larga trayectoria familiar en la actividad, se alejan de la producción hortícola en directa vinculación con las coyunturas críticas atravesadas y otros factores que especificaremos más adelante. Finalmente, Mario e Hipólito, encarnan a aquellos agentes que acceden en forma reciente (en términos relativos) a la posición de productor, desde su previa posición de medieros, representando la otra cara de la misma moneda del recambio social.

El régimen de tenencia de la tierra no sólo da cuenta de quiénes son los dueños de los medios de producción (17) también refleja una de las particularidades del proceso acaecido que implican recambio de sujetos pero no de propiedad, lo que a su vez nos habla de las relaciones de fuerza vigentes en el espacio social actual. La superficie bajo explotación y bajo cubierta, nos remiten tanto a nivel de acumulación alcanzado (originado en herencias y trayectorias) como a la escala productiva. Si bien las estamos señalando para el momento actual, se introducirán especificaciones cuando hayan sufrido variaciones respecto del pasado y según su pertinencia. El resto de los ejes complejizan la sumatoria de recursos que componen cada posicionamiento y detallan consumos diferenciales, aspecto que será importante en nuestra argumentación acerca de las reestructuraciones en el mapa social.

4. Las claves detrás del recambio en la estructura social hortícola platense

4.1. Cambios en el modelo productivo

Una de las principales transformaciones acaecidas durante la década del '90 implica la constante expansión del paquete tecnológico del invernáculo (18). La creciente presión para su adopción estuvo asociada a una serie de ventajas comparativas que posibilitaba esta tecnología, al asegurar condiciones ambientales reguladas: la ampliación del calendario de oferta de cultivos (primicia y tardíos), el aumento de la productividad y de la calidad de los productos (19). Si a esto le sumamos la cercanía relativa al mercado, asistimos a una mayor competitividad de la producción local en relación a otras producciones externas (Salta, Mendoza, Corrientes, Formosa). El incremento en la rentabilidad de la actividad, asegurada por esta conjunción de factores, fue un fuerte incentivo para la difusión de este modelo productivo. Sin embargo, como veremos, estas ventajas quedaron restringidas a la primera mitad de la década del '90.

Si pasamos a observar las decisiones de los agentes analizados, vemos que son los representantes de las trayectorias profundas quienes encarnan la expansión del nuevo modelo productivo. Más precisamente, al iniciar la década del '90, encontramos a la tercera generación de los migrantes ultramarinos al frente de la explotación (los sujetos entrevistados) y son ellos quienes incorporarán de manera creciente el invernáculo, lo que implicó un incremento de los niveles de endeudamiento.

Ahora bien, aunque cada una estas trayectorias se vieron inmersas en este emprendimiento, podemos observar diferencias en la escala productiva que pudieron abarcar, en función de su diferencial posición estructural. Así, Juan registró la mayor inversión en superficie bajo cubierta, llegando a tener 10 has. de invernáculos. Durante la mencionada década amplió su escala productiva mediante el arrendamiento de otras quintas y gracias a vínculos familiares que actuaron canalizando recursos (un tío de la esposa les cede tierras para que las trabajen durante algún tiempo). Cabe destacar que, tal inversión fue factible debido al nivel de acumulación familiar que monopolizaba este agente y que contrasta notablemente con el resto de los casos analizados. En el caso de Rodolfo, la superficie total bajo cubierta alcanzada fue notablemente menor, no superando las 2 has. Para montar estos invernáculos sacó un crédito en el Banco Provincia de Buenos Aires que pagó sacrificadamente. Aquí también tenemos que hacer algunas observaciones respecto de la conformación familiar, con implicancias sobre la rentabilidad total obtenida. Durante parte de la década, Rodolfo compartió las tierras en sociedad con su hermana y cuñado (Héctor, nuestra cuarta trayectoria), lo que implicaba que las ganancias obtenidas por la producción en menor cantidad de tierra y menor superficie bajo cubierta, se repartían entre más sujetos. Recordemos, a su vez, que la trayectoria de Héctor representaba algunos contrastes: con una profundidad intermedia que databa de comienzo de los '60, su familia no había alcanzado nunca la propiedad de la tierra y por lo tanto no contaba con tal herencia (a diferencia de las otras trayectorias profundas) . Luego de algunas incursiones infructuosas como mediero, trabajó como socio de su cuñado Rodolfo en tierras de la familia de su esposa. Es pertinente reflexionar en este punto sobre algunas cuestiones que atañen a la dimensión de  género, puesto que la producción hortícola es una actividad netamente masculina. Si bien las mujeres trabajan en la quinta, muchas veces a la par del marido, su trabajo queda invisibilizado bajo la figura de la "ayuda", y la conducción de la explotación se encuentra tradicionalmente en manos del hombre. La transmisión del oficio y la sustitución intergeneracional suelen seguir las vías masculinas, y la continuidad de las hijas mujeres en la actividad queda condicionada a la profesión del futuro marido. El caso de Rodolfo, su hermana y cuñado ejemplifican específicamente este punto. Ella sólo accede a parte de las tierras familiares porque su esposo también se dedica al oficio y porque éste no cuenta con tierras propias. Pero también fueron ellos los que salieron de la producción -previa disputa familiar- cuando la coyuntura desfavorable de finales de década del '90 restringió las ganancias obtenidas que ya no alcanzaban para garantizar la supervivencia de todos. Finalmente, nos queda mencionar que la inversión en invernáculo de Antonio no llega a la hectárea, construyendo el primero en 1990. El discurso de este agente registra las ventajas iniciales asociadas a la difusión de este paquete tecnológico, señala que los primeros años de la década fueron muy satisfactorios, la verdura "valía" y se ganaba plata. Sin embargo, debemos seguir apuntando indicios sobre los condicionamientos estructurales: a Antonio le llevó tiempo completar el paquete tecnológico, recién en el '95 pudo instalar el equipo de riego por goteo.

Conforme avanzaba la década del '90 y el invernáculo se generalizaba, se produjo un incremento exponencial de la productividad que superó con creces la producción a campo, generando un aumento de la competencia y crisis periódicas de sobreoferta, que presionaron a una baja relativa en el valor del producto y repercutirán en una pérdida de rentabilidad de la actividad. Además, debemos tener presente que la producción hortícola tiene como destino fundamental un mercado interno de alcance finito, fácilmente saturable por este aumento de la producción y en el contexto de cambios en los patrones de consumo (que describiremos más adelante), que implicaron una fuerte disminución de la demanda de verduras. En el discurso de los entrevistados se recuerdan como especialmente difíciles los últimos años de la década del '90 cuando la verdura "no valía"; registrándose diversas explicaciones para este incremento de la producción y la reducción de la rentabilidad: cambios en los patrones de consumo; la importación de tomates que incrementó la oferta; el aumento de la presencia de productores de nacionalidad boliviana que incrementó la competencia (señalada como desleal); entre otros. Sin embargo, no son tan fácilmente percibidas las consecuencias negativas de la sobreproducción derivadas de la generalización del invernáculo. Pueden pensarse estas crisis periódicas de sobreproducción como las consecuencias no buscadas de la agencia de los sujetos. Como habíamos expresado en nuestra exposición teórica, los actores tienen capacidad de agencia, eligen entre opciones socioestructuralmente condicionadas, pero muchas veces este accionar tiene consecuencias no buscadas y no necesariamente conocidas por ellos. Así, los horticultores del espacio social periurbano platense fueron adoptando el invernáculo a los fines de incrementar productividad, calidad y por tanto rentabilidad. Pero la sumatoria de estas decisiones individuales repercutieron en un aumento de la productividad general, en la saturación de una demanda interna en disminución y en una baja en las ganancias.

Por otra parte, en directa asociación con esta tecnología se elevaron los costos de producción y los riesgos de una actividad sumamente inestable. Los factores climáticos adversos constituyen riesgos siempre presentes y no controlables en toda actividad productiva. Pero dadas las características del modelo productivo hegemónico en este período, las crisis climáticas periódicas (principalmente el granizo y el viento) trajeron aparejado la pérdida de grandes sumas de capital, materializadas en los invernáculos. Reponer las condiciones de producción cuando aún no se ha concretado la cosecha y no se ha recuperado lo invertido en la producción, resulta (en los casos satisfactorios) sumamente costoso e implica incrementar el nivel de endeudamiento. El impacto de estos episodios traumáticos sobre las trayectorias socio-productivas, estuvo en directa relación con el nivel de acumulación de los agentes y con el momento del ciclo familiar en el que se encontraba (que condicionaba el nivel de gasto y ahorro). Todos los entrevistados han sido víctimas de fenómenos climáticos perjudiciales, damos apenas dos ejemplos por ilustrar esta situación. Para Juan, estos episodios implicaron la renovación e incremento de obligaciones bancarias que lo llevaron al borde de la quiebra, y la pérdida de una parte importante de la acumulación efectivizada durante los primeros años de implementación del modelo. Mientras que para Rodolfo, que contaba con menos superficie bajo cubierta y menor nivel de acumulación, este hito generará un efecto desincentivatorio de la producción bajo invernáculo, teniendo en la actualidad apenas una hectárea cubierta.

Entonces tenemos, como una característica destacada de esta actividad económica, su extrema inestabilidad y la incapacidad de predecir las ganancias que se obtendrán; esta falta de seguridad proviene tanto de riesgos climáticos no controlables, como de la alta variabilidad en el precio final de comercialización (por sobreoferta). Esta impredecibilidad de la actividad tiene su correlato simbólico en la comparación con un juego de azar: está ampliamente generalizada la representación que afirma que producir "es como jugar a la lotería/quiniela". El resultado -"éxito" o "fracaso"- de la actividad económica se atribuye al "azar", desvinculado de las propias decisiones y de los factores condicionantes (20). Esta situación de impredecibilidad del lucro trae aparejado niveles de acumulación muy variables que pueden oscilar entre una reproducción deficitaria (que no alcanza a reponer sus condiciones de producción), alcanzar un nivel de reproducción simple (que supone reponer las condiciones de producción), o lograr una reproducción ampliada (aquella que va más allá de la simple reposición de las condiciones iniciales). En esta variación inciden tanto las diversas coyunturas del sistema productivo, como los ciclos vitales de cada unidad doméstica.

Para finalizar este apartado, debemos decir que más allá de los cambios que observamos en la estructura social hortícola, el modelo productivo instaurado durante la década del '90 continúa siendo hegemónico y los invernáculos son el destino principal de los ahorros e inversiones.

4.2. Alteraciones en la demanda

Durante la década del '90 se contrae la demanda de verduras por cambios en los patrones de consumo. Ha sido señalado que, el incremento de las jornadas laborales y de la inserción de las mujeres en el empleo, ha repercutido en un aumento del consumo de comida fuera del hogar y en el menor tiempo dedicado a la cocción de alimentos; redefiniendo las preferencias hacia los alimentos congelados y/o industrializados (Justo y Parra, 2004; Simonatto, 2000; Bocchicchio y Cattáneo, 2009). A su vez, el consumo se estratifica, apareciendo diferenciaciones en los productos demandados, como la búsqueda de una mayor calidad por parte de los sectores de mayores ingresos y ciertos sectores medios, expresada en atributos como la trazabilidad, la inocuidad, la exclusión de agrotóxicos durante la producción, etc. (Selis, 2000; Bocchicchio y Cattáneo, 2009, p. 164).

Debemos poner en relación esta contracción de la demanda con el creciente aumento de la producción y de la productividad asociada al invernáculo (que analizábamos más arriba). De este modo podemos comprender cómo los mayores niveles de producción encuentran dificultades importantes para ser colocados en un mercado interno de alcance finito que, por otra parte, sufre restricciones debido a estos cambios en los patrones de consumo. En el discurso de los entrevistados, es recurrente la afirmación de que en esta etapa se produce un cambio en la demanda a partir de la reorientación del consumo, pasando de una valoración del producto por su sabor a una preocupación por las formas, por la atracción visual, por la homogeneidad en el aspecto. En este sentido, se presenta como paradigmático para las trayectorias profundas el caso del tomate. Se dice que este producto empezó a ser demandado en función del color (debían ser bien rojos), por la conservación de su turgencia y por la resistencia al paso del tiempo y al manoseo. Esto último aparece en directa relación con cambios en la comercialización y su creciente exposición en los supermercados, donde innumerables manos tocan el producto. Como contraste ante estas situaciones, los horticultores señalan la fuerte disminución de la producción de la tradicional variedad local: el tomate platense (21) descripta como muy sabrosa pero menos atractiva a la vista.  Nuestros cuatro representantes de las trayectorias profundas cultivaban esta variedad y afirman haberla reemplazado, en gran medida, por nuevos tipos resistentes a los invernáculos y en función de la nueva demanda. Según Garat et al. (2008) el platense fue el único tomate que se cultivó en La Plata por décadas hasta la llegada de los paquetes tecnológicos fuertemente dependientes de insumos. En este contexto, empezó a ser desplazado por otras variedades y sólo sobrevive gracias a un grupo de quinteros que lo conservaron por tradición. En 1999 por iniciativa de un grupo de investigadores de la Facultad Ciencias Agrarias y Forestales de la UNLP, se organizó un proyecto de recuperación de esta variedad, que implica actividades como la ya tradicional Fiesta del Tomate Platense (Garat et al. 2008). Entre los entrevistados, Antonio representa la excepción en relación a estos cambios, ya que estuvo vinculado a este proyecto de recuperación del tomate platense durante años, por lo que continuó cultivando esta variedad por más tiempo.

4.3. Régimen de tenencia de la tierra

Los recambios en la estructura social no han implicado cambios notorios en lo que atañe a la propiedad de la tierra. Muy por el contrario, se ha generalizado el arrendamiento como forma de tenencia predominante, vinculado al acceso a la categoría de productor de agentes que se encontraban en la posición de medieros. Por un lado, debemos tener en cuenta la incidencia del factor legislativo que reglamenta el uso de estas tierras. Por disposición de la Ordenanza Municipal 9.231/00 (22) que reglamenta el ordenamiento territorial y uso del suelo para el partido de La Plata, la zona bajo análisis se encuentra clasificada como área rural- zona rural intensiva (Art. 268º). De acuerdo a su caracterización:

Corresponde a sectores pertenecientes o próximos al "cinturón verde platense". Se prevé la consolidación de su perfil productivo promoviendo el uso intensivo del suelo con actividades de tipo agrícola. Esta Zona se declara de protección para el uso hortícola y por lo tanto se prohíben nuevos usos que no se correspondan con las actividades agrícola, hortícola y servicios asociados a ella (Art. 268º).

Como parte de la reglamentación se prohibió el parcelamiento menor a 4 has. Esto implicó la imposibilidad de subdivisión de la tierra y la venta con fines inmobiliarios (razón por la cual no se ha expandido en la zona la construcción de countries). Por otra parte, en tales coyunturas críticas, la compra de tierras estaba fuera del horizonte de expectativa y alcance del conjunto de posibles demandantes. Luego, con la reactivación post-devaluación, el incremento en la demanda de arrendamiento ha transformado esta opción en una modalidad generalizada. Sin embargo, no podemos generalizar la situación descripta a todo el periurbano; trabajo de campo realizado en forma reciente en la zona de Gorina, ha puesto en relevancia como en dicha zona la presión del negocio inmobiliario ha repercutido en la venta de numerosas tierras productivas, especialmente vinculada a la instalación de emprendimientos de vivienda privada, bajo la figura del club de campo (veáse art. 266º de la ordenanza 9.231/00). A su vez, la alta demanda de tierras para arrendamiento, ha repercutido en el aumento progresivo del valor convenido. Nos han relatado que en el afán de concretar el arrendamiento y asegurarse su tierra, muchas veces el demandante ofrece pagar más del valor solicitado, en pos de tentar al locador y concretar el acuerdo. Esto, sumado a la escasa regulación del mercado de tierras rurales (sobre todo en relación a los alquileres de inmuebles en la ciudad), ha disparado en forma exponencial los valores solicitados, igualmente variables según la zona. Por otra parte, a medida que los arrendatarios van capitalizándose en invernáculos -estructuras que sufren daños irreparables al intentar desmontarlos-, se transforman en clientes cautivos de los dueños de la tierra, lo que restringe su poder de negociación en la fijación de la renta.

Entonces tenemos, por un lado, representantes de trayectorias profundas que pierden continuidad en la actividad debido a determinadas opciones seguidas en relación a las reestructuraciones en el modelo productivo y en función de las coyunturas críticas atravesadas. Este alejamiento de la producción directa no se ha traducido en un traspaso de la propiedad de la tierra. De las dos trayectorias con discontinuidad en la actividad, la de Antonio representa esta situación. Una vez que se retiró de la producción pasó a arrendar sus tierras a un ex-mediero de nacionalidad boliviana, quien se reposicionó como productor y comenzó a dirigir su propio proceso productivo En cuanto a Héctor, recordemos que nunca había alcanzado la propiedad de la tierra, por lo que en su abandono de la producción durante la coyuntura crítica de fines de los '90, esta opción no estaba disponible en su abanico de posibilidades. Podemos esbozar algunas razones por las que la discontinuidad en la producción no se traduce en traspaso de la propiedad. Por un lado, la propiedad de la tierra permite garantizar una serie de ingresos fijos a partir del arrendamiento, sobre todo teniendo en cuenta la existencia de una importante demanda que ha presionado sobre la suba continua en los valores pautados. Estos ingresos son la base de la subsistencia de los agentes que se retiran, sobre todo cuando se trata de sujetos en edad jubilatoria y con hijos emancipados como Antonio, o vienen a complementar otros ingresos (comerciales por ejemplo). A su vez, más allá del alejamiento de la actividad, estos agentes no abandonaron el espacio periurbano platense, continúan viviendo donde nacieron, a metros de las tierras que arriendan. En esto incide tanto la presencia de la única vivienda en propiedad que poseen, como la propia subjetividad de los agentes, ya que la socialización en este espacio social y en la actividad, han repercutido en el desarrollo de una fuerte conexión emocional con el lugar.

Del otro lado, encontramos las trayectorias recientes, que representan la otra cara de la misma moneda en este recambio acaecido en la estructura social hortícola. En un contexto en que otros agentes se alejan de la actividad, ellos acceden por primera vez a la posición de productor, desde su previa inserción como medieros, a partir del arrendamiento como forma predominante de acceso a la tierra. Hay que tener presente que la combinatoria de factores que hemos descripto: las restricciones legales sobre el parcelamiento de la tierra; la presión sobre la misma desde la ciudad, que intenta  expandir sus fronteras pese a las limitaciones de la legislación vigente;  la existencia de un mercado de demanda de tierra para arrendamiento, que presiona constantemente sobre el incremento de la renta; tienen repercusiones específicas sobre el encarecimiento del precio de la tierra. Esto impone condicionantes estructurales fundamentales que limitan el acceso a la propiedad.

4.4. La reproducción intergeneracional del oficio

Un punto central en nuestra argumentación, que intenta dar cuenta de los recambios en la estructura social hortícola, radica en que las coyunturas críticas -fines de los '90 y devaluación de 2002- por la que atravesó la actividad, impactaron de manera particular sobre los agentes y sus expectativas de ganancia y consumo. En principio debemos explicitar que los estándares de consumo aceptable, que tomamos como referencia para marcar nuestras prioridades y objetivos a perseguir, son social y culturalmente compartidos y los incorporamos como miembros competentes de nuestros grupos de pertenencia. Este proceso se genera mediante la socialización y consumo de determinadas representaciones sociales circulantes, acerca del nivel aceptable de renta y consumo para "gente como uno". Es así que, estos estándares varían a lo largo del tiempo, en función de nuestra inserción social y según los patrones culturales vigentes. En este sentido, debemos marcar cambios en las representaciones acerca del nivel socialmente aceptable de renta y consumo en las trayectorias profundas : las expectativas de los agentes entrevistados y sus familias, han variado y se han incrementado -en términos relativos- respecto de la primera generación de productores inmigrantes (sus padres y/o abuelos). Los procesos históricos de trabajo y acumulación iniciados por sus parientes en línea ascendente, a partir de su inserción en la actividad hortícola, han contribuido en la movilidad social ascendente de los agentes entrevistados, respecto de las generaciones anteriores. Como vimos, Juan, Rodolfo y Antonio trabajaron y trabajan la quinta al igual que sus padres y/o abuelos, pero las condiciones fueron diferentes. Pasan largas horas involucrados en las actividades productivas pero también pueden tomarse vacaciones o algún fin de semana para descansar, aunque mucho no lo hacen. Esto se hace extensivo a la generación descendente: los hijos de estos productores han sido socializados en otras "comodidades" y "lujos". A diferencia de sus padres y sus abuelos, no fueron a trabajar en la quinta desde pequeños -al menos no por obligación y rutinariamente todos los días-. En su defecto, han avanzado en su inserción en la educación formal completando, en algunos casos, el nivel universitario. Así, los hijos mayores de Juan trabajan, uno como empleado de una agroquímica y el otro está al frente de una carpintería metálica, la hija mujer está completando los estudios secundarios. Mientras que los hijos de Rodolfo, más pequeños, están estudiando y con pocas expectativas de continuar en los pasos del padre. Por su parte, el hijo varón de Antonio es técnico electricista y las dos hijas mujeres -que por cuestiones de género no son sujetos susceptibles de heredar la conducción de la explotación-, también han estudiado (una es administradora de empresas y la otra continúa en proceso de formación) y se alejan de la quinta. Los hijos de Héctor, alejado de la actividad hace más tiempo, también están estudiando en la universidad. Sus expectativas de consumo se han incrementado respecto de las generaciones previas y han crecido viendo cómo el trabajo de sus padres no ha sido recompensado en la coyuntura crítica de la década del '90. Saben de los sacrificios e irregularidades de esta actividad (que se parece bastante a un juego de azar), y que se irá haciendo cada día menos rentable e ineficaz para garantizar las expectativas de ganancia esperadas (en función de estos estándares de consumo). Creemos que estos factores -la crisis atravesada por el sector durante los '90 y la movilidad social ascendente de las nuevas generaciones-, son de crucial relevancia para entender los desafíos que se presentarán a la reproducción intergeneracional de la actividad, y que repercutirán en los cambios en la estructura social que evidenciamos en el periurbano platense en las dos últimas décadas. Por otra parte, un factor adicional de índole estructural limita la reproducción intergeneracional del oficio en estas trayectorias: el carácter finito de la tierra a heredar. No se debe perder de vista que las explotaciones hortícolas de nuestros entrevistados rondan en promedio las 5 has., característica generalizada en el periurbano platense. En este contexto, la presencia de más de un hijo varón plantea serios cuestionamientos sobre la posibilidad de heredar tierras en cantidad suficiente como para garantizar la reproducción, aun cuando la tecnología del invernáculo facilite mayor productividad en extensiones más reducidas. Este factor genera un efecto desaliento sobre la continuidad en la actividad e incentiva la búsqueda activa de alternativas viables.

Finalmente, debemos hacer referencia a la transferencia intergeneracional del oficio en las trayectorias recientes . Desde la perspectiva de los entrevistados, en un horizonte no muy lejano se vislumbra el mismo cuello de botella: las nuevas generaciones eligen otros rumbos, "a los bolivianos les va a pasar lo mismo que a los criollos", nos dicen. A Mario le hubiese gustado tener a quién legarle el oficio, pero tuvo tres hijas mujeres y ningún varón. La más grande está estudiando historia en la universidad, las más chicas aún en etapa escolar. Hipólito, preferiría que sus hijos estudien, tal vez para ingeniero agrónomo. Pero si no lo hacen, el trabajo en la quinta se presenta como una opción; después de todo, los que se quedan trabajando en la actividad, son los que menos formación alcanzaron, nos dice. Se abre por tanto, el mismo interrogante sobre quiénes tomarán la posta en ese caso, pero cabe especular que tal movilidad social demandará varias generaciones en generalizarse, tal como ocurrió en el caso de los inmigrantes de ultramar. 

4.5. Continuidades y rupturas en las trayectorias profundas

Hacia finales de los '90 encontramos entonces a muchos productores atravesando importantes obstáculos que amenazan seriamente la continuidad en la actividad: crisis periódicas de sobreproducción, altos niveles de endeudamiento, alta variabilidad en los precios obtenidos durante la comercialización, situaciones climáticas adversas recurrentes, etc. Esta situación se vio profundizada en la coyuntura crítica marcada por la devaluación de 2002, que triplicó-cuadriplicó los costos productivos de una actividad altamente demandante de insumos importados. Esto precipitó la salida de la producción de un gran número de quinteros, aunque no de todos. Como intentamos mostrar en estas páginas, algunas trayectorias siguieron derroteros que las alejaron de la producción, otras mostraron continuidad y se iniciaron otras nuevas. ¿Cuáles son las opciones y decisiones que inciden en la continuidad? Están involucrados varios órdenes de factores, el posicionamiento estructural, coyunturas familiares, lazos y vínculos, y decisiones personales. El nivel de acumulación previo y de orígenes variados (herencias, propio desempeño en la actividad), generó diversos niveles de amortiguación en la coyuntura problemática, que le permitieron a estos sujetos "aguantar" la crisis. Esto es especialmente válido para el caso de Juan. Recordemos que este agente había mostrado la mayor inversión en invernáculos (llegando a contar con 10 has. bajo cubierta), incrementando su escala productiva a partir del arrendamiento de otras quintas. Una serie de acontecimientos desfavorables -dos veces lo afectó el granizo hacia fines de los '90 y lo obligó a renovar su endeudamiento bancario-, repercutieron en una pérdida de gran parte de la acumulación generada en los primeros años del nuevo modelo productivo. No obstante, este posicionamiento estructural diferencial favoreció su continuidad a pesar de las vicisitudes. En cuanto a Rodolfo, cobran mayor relevancia factores familiares. Hacia fines de los '90 su hermana (y cuñado) se alejaron de la actividad, cediéndole el usufructo de las tierras y, como consecuencia, la monopolización de las escasas ganancias. A su vez, se hizo cargo de gestionar productivamente las tierras de un tío soltero ya mayor y con problemas de salud (con expectativas de heredar estas tierras y un campo de 600 has. en una zona relativamente cercana). Por otra parte, ambos tienen ingresos adicionales provenientes de emprendimientos comerciales que iniciarán en este período: una carnicería en el caso de Juan y una verdulería en el caso de Rodolfo. Las dificultades son tales que, Juan incluso abandonó temporariamente la actividad, pasando a arrendar la tierra durante un par de años, y complementando con los ingresos que obtenía su mujer al frente de la concesión de un buffet en un colegio. Rodolfo fue chofer de colectivo en el período más crítico para garantizar su supervivencia. Pero aunque la situación es complicada y el panorama desalentador, ambos eran relativamente jóvenes y con hijos en edad de manutención, y trayectorias laborales casi exclusivas en la producción hortícola, no fácilmente reconvertibles a otras actividades; factores que incidieron en favor de la continuidad. Otro orden de factores con incidencia en la dirección las trayectorias involucran las redes de relaciones en la que los agentes se hayan inmersos (capital social), que presentan potencialidad para canalizar información, ayudas y recursos (23). Por mencionar apenas algunos ejemplos, Rodolfo refiere una anécdota en la que el dueño de una agroquímica de la cual era buen cliente, le perdonó una importante deuda en un momento económico adverso. Por su parte, podemos inferir que varios recursos fueron capitalizados por Juan, principalmente a partir de sus rol en la Asociación de Productores Hortícolas (24). Otros factores tienen que ver con la subjetividad de estos agentes: la socialización en el espacio periurbano y en la actividad, ha incidido en el desarrollo de una fuerte conexión emocional con este trabajo y esta forma de vida, ambos aman lo que hacen y lo ofrecen como fundamento de su continuidad, de otro modo hubiesen abandonado (dicen ellos). Además hoy se encuentran alejados de las tareas productivas más duras, de las que requieren mayor esfuerzo y desgaste físico, desarrollan principalmente actividades de gestión, dirigiendo el proceso productivo con el aporte de la fuerza de trabajo del mediero y su familia y trabajadores temporarios. Por otra parte, la presencia de descendencia masculina en ambos casos, genera alguna expectativa sobre el posible acompañamiento y relevo futuro en la actividad, por parte de alguno de sus hijos. Sin embargo, como ya expusimos, la generación más joven ya no quiere trabajar en el campo, prefiere estudiar, seguir un oficio. No sólo quieren, también pueden. La movilidad social ascendente está asociada entonces al estudio, a conseguir un empleo más estable, a limitar las horas de trabajo y quizás, una vez cada tanto, salir de vacaciones. Recordemos que esta generación ha crecido viendo los grandes sacrificios que requiere una actividad cada día menos rentable, inestable, impredecible, en la que se apuesta y muchas veces no se gana. Por tanto, esto plantea serias dudas sobre la continuidad de estas explotaciones.

¿Cuáles son las opciones y decisiones de los agentes con discontinuidad en la actividad? Respecto del alejamiento de la actividad de Héctor y Antonio se conjugan varios factores. Por un lado, la pérdida de rentabilidad de la misma, que no alcanza a cubrir las expectativas de ganancia -la que se encontraría desfasada respecto de los niveles de consumo de estos sujetos. El recambio en la estructura social hortícola aparece asociado a representaciones como "a ellos les rinde y a nosotros no"; "el boliviano, se arregla con dos pesos el bulto y vive; y nosotros no podemos vivir con dos pesos el bulto"; "aparte, la manera de vivir ellos, es tres veces más barata que nosotros", etc. El reemplazo se debería entonces, a que estos productores de nacionalidad boliviana aceptarían retornos menores por los recursos que ponen en juego en la producción, respecto de los que requerirían los anteriores protagonistas del proceso productivo. Una rentabilidad no aceptable de la actividad, sería el factor determinante de la salida de Héctor (25) de la producción a fines de los '90, teniendo en cuenta además las necesidades de una familia en etapa de expansión con hijos pequeños en edad no laborable. A partir de ahí, Héctor comenzó a trabajar como chofer de camión de un corralón de materiales de la construcción, empleo en que le pagaban por día. Pero en 2001, con ayuda financiera de un tío de la esposa, compró un camión y comenzó con una iniciativa comercial: su propio corralón (alquilando un local). En la actualidad han logrado acumular para comprar un inmueble y continúan en este rubro. La principal ventaja que señalan, en marcado contraste con la horticultura, es que la mercancía no es perecible y que esta actividad no está sujeta a riesgos climáticos.

En el caso de Antonio, el momento del ciclo familiar (etapa de reemplazo) y la falta de relevo intergeneracional fueron determinantes. En este caso, el productor afirma que -por un lado- le hubiese gustado que el hijo lo acompañara y continuara en la quinta; si hubiese estado esta posibilidad, no hubiese abandonado. Pero que también está contento de que su hijo se dedique a una actividad menos ingrata y menos irregular. Antonio se retiró de la actividad en 2009 y pasó a arrendar sus tierras a un ex-mediero de origen boliviano. Como vemos en esta trayectoria, el reemplazo de corte étnico-nacional que se ha ido generalizando en la estructura social hortícola, se concreta bien avanzada la primera década del siglo XXI. Esto se debe a que, como todo proceso, los cambios no son instantáneos y requieren tiempo; y a que, en nuestra opinión, el principal cuello de botella que ha tenido la actividad deviene de las dificultades para garantizar la reproducción intergeneracional del oficio, entonces el reemplazo se efectiviza al truncarse esta continuidad. Así, Antonio atraviesa las coyunturas críticas que hemos descripto; con hijos grandes que obtienen sus propios ingresos (excepto la menor), consigue la reproducción cotidiana con las ganancias que obtiene en la producción; pero en un presente marcado por su edad y dificultades en materia de salud, y con grandes problemas para conseguir mano de obra, se aleja finalmente de la producción directa. Pero también hay que tener presente los factores estructurales que condicionan las opciones disponibles.  Antonio dice que tuvo que optar por la decisión de arrendar porque para instalar un mediero se debe contar con un capital inicial para "bancar" los costos productivos el primer año (situación en la que encontrábamos a Juan y Rodolfo), y dado sucesivas temporadas de escasas ganancias, no disponía de tal dinero.

4.6. El recorte étnico-nacional de la categoría de productor

Hace falta problematizar que los cambios en la estructura social se complejizan por el recorte étnico-nacional que sufre la posición de productor. Si bien no todos los que acceden recientemente a esta nueva posición son bolivianos -también hay presencia de migrantes internos-, su importancia numérica y simbólica es innegable. Esto plantea un interrogante sobre la incidencia del factor sociocultural en la reestructuración del espacio social y en la actividad económica: ¿por qué la categoría productor se segmenta étnico-nacionalmente y masivamente boliviana? En principio, debemos tener en cuenta que la pertenencia a una categoría étnico-nacional presenta potencialidad -como cualquiera de nuestras pertenencias sociales-, como espacio de identidad y puede devenir fuente privilegiada de solidaridad y ayudas. Este es un aspecto fundamental, sobre todo teniendo presente el contexto migratorio que favorece el encuentro con la alteridad y las recurrentes experiencias de discriminación, abuso y engaño que han sufrido en la sociedad receptora. Esto fortalecería y restringiría los lazos de confianza casi con exclusividad a los connacionales. Sostenemos que la clave para entender este recorte étnico-nacional, radica en el capital relacional de este grupo, que favorece el desarrollo de una importante red de intercambios recíprocos. En este sentido, resulta central el aporte de Bourdieu (1991) y su noción de capital social que inspira nuestra argumentación. La instauración y reactualización de estos vínculos dependen del inter-reconocimiento de cierta proximidad que, en el caso bajo análisis, se fundamenta en el factor sociocultural. El intercambio genera reconocimiento mutuo y sentimientos de pertenencia al grupo que produce -al mismo tiempo-, el grupo y determina, por otra parte, los límites del grupo, es decir, las fronteras más allá de las cuáles el intercambio constitutivo, no puede tener lugar. Cada miembro del grupo se ve así instituido como guardián de los límites del grupo (Bourdieu, 1991). Señalamos esta red como elemento estratégico que distingue a este conjunto, con la que el agente puede jugar, y que permite explicar diferencias en los rendimientos, no atribuibles a otras variables. En nuestro caso, recursos e información son canalizados siguiendo la vía étnico-nacional que opera marcando límites identitarios específicos dentro del espacio social. Esta red de interacciones no debe confundirse con la estructura del espacio social y tampoco puede ser deducida de ésta, ya que involucra las acciones estratégicas de sujetos activos. Pero también cabe aclarar que tampoco anula ni es independiente de las desigualdades y relaciones de fuerza entre posiciones sociales. Estos intercambios son inseparablemente materiales y simbólicos y subjetivamente sentidos: generan sentimientos de pertenencia, respeto, amistad, entre otros.

Entonces tenemos que el factor sociocultural genera incidencias específicas en la dinámica actual de la producción hortícola. Mediante lazos familiares y de amistad que mantienen con el país de origen, reforzados por envío de remesas y viajes periódicos, se canalizan recursos, mano de obra, información (26). En estos viajes periódicos se reclutan paisanos que quieran venir a trabajar para ellos (agentes ya reposicionados en la categoría productor). Se observa además, que los migrantes recién llegados prefieren trabajar para sus compatriotas. Como contrapartida de esta situación, encontramos a los productores criollos señalando la falta de oferta de mano de obra, como un factor condicionante de su propia continuidad; teniendo en cuenta también, que en el pasado eran ellos quienes monopolizaban esta oferta laboral migratoria. A su vez, esta red juega un importante papel de financiación informal, sobre todo en un sector que no cumple los requisitos mínimos para un préstamo bancario (principalmente la propiedad de inmuebles o, en otros casos, la indocumentación). De esta manera, se financian inversiones productivas (por ejemplo, para armar invernáculos) y la reproducción de las condiciones de producción si "se perdió". Recordemos que es una actividad sumamente impredecible y estos agentes parecieran mantenerse en una situación de equilibrio inestable, lo que reintroduce la dimensión estructural y de los condicionamientos que restringen la estructura de opciones Ambas trayectorias recientes dan cuenta con sus testimonios, que la producción se realiza prácticamente "a ciegas". Al inicio de cada temporada productiva, todo el capital disponible y otra parte obtenido mediante financiación (a través de préstamos de amigos y conocidos, o en las agroquímicas que comercializan los insumos), se consume en la planificación de la futura producción, en las decisiones que se tomen respecto a las especies elegidas, las variedades, la compra de insumos en general. Una vez invertido, y dado el nivel de acumulación (27), no queda demasiado resto en la economía familiar, salvo las expectativas depositadas en la futura cosecha: que la verdura "valga" y que no se tenga que tirar, que ninguna plaga afecte irremediablemente lo plantado, que ninguna tormenta venga a acabar con semejante inversión (en insumos y en tecnología). En definitiva, las expectativas están puestas en que se pueda recuperar la inversión para pagar el alquiler y comprar los insumos para la siguiente temporada y, si hay suerte, que se gane algo extra. La mayor tranquilidad dice Hipólito, radica en saber que uno cuenta con la plata para poder planificar la siguiente cosecha. Tenemos aquí la clave de la "apuesta" de "la lotería".  Factores climáticos, de comercialización o coyunturas familiares desfavorables pueden incidir en el curso de una trayectoria. En este sentido, dada la posición de equilibrio inestable en que están situados estos agentes, los vínculos constituirían una red de contención decisiva para hacerle frente a las inseguridades e irregularidades de esta actividad económica. Finalmente, debemos señalar que el factor sociocultural actúa también canalizando relaciones comerciales. En este sentido, el surgimiento de mercados mayoristas pertenecientes a la comunidad boliviana (Escobar, Pilar y Moreno) y de intermediarios del mismo origen, se traduciría en una preferencia por la conformación de lazos comerciales entre paisanos, restringiendo la interacción con productores criollos.

5. Conclusión

La perspectiva de las trayectorias nos ha permitido reunir en el análisis, tanto los procesos históricos más amplios y las repercusiones en el espacio local, los condicionamientos estructurales que obstaculizan o facilitan según el caso, como así también, incluir la voz de los agentes protagonistas  que viven y producen en el periurbano platense. Producto de este análisis se observa que, en las trayectorias socio-productivas de estas familias, han incidido una diversidad de factores de distinto orden: estructurales (principalmente a partir del nivel de acumulación); coyunturales (históricos); económicos (crisis en la producción hortícola); momento del ciclo familiar; red de relaciones o lazos; decisiones personales; entre otros; que orientaron sus cursos de acción.

Las trayectorias analizadas aquí muestran una constante tensión entre los condicionamientos estructurales y la agencia de los sujetos, en el marco de coyunturas históricas puntuales. Se identificaron una serie de trayectorias con raíces profundas en este espacio social y en la actividad productiva hortícola, que encuentran dificultades para garantizar su continuidad y el reemplazo intergeneracional en las coyunturas críticas de fines de los '90 y en la post-devaluación de 2002; algunas de las cuales terminan reconvirtiéndose y migrando hacia otras actividades (Héctor-comercio).  El enfoque de las trayectorias nos permitió poner en evidencia que el conjunto de los agentes no atravesó por estas coyunturas de la misma manera; revelando por qué trayectorias con gran profundidad, propietarios de los medios de producción, que habían reproducido inter-generacionalmente este oficio por décadas, sufren un proceso de ruptura en esta continuidad  que desencadena los cambios en la estructura social. Por otra parte, se identificaron trayectorias recientes, protagonizadas por sujetos migrantes una vez más, que vienen a tomar "la posta" que los primeros les dejan.

Como hemos visto, la década del '90 introdujo cambios radicales en la actividad productiva y en la conformación del espacio social. La adopción del nuevo modelo productivo manifestó consecuencias negativas y no buscadas por estos agentes en su accionar, alterando la composición del tejido social. Esto debido a que el paquete tecnológico en expansión incrementó el riesgo de una actividad inestable, aumentando la irregularidad en la rentabilidad y en los niveles de acumulación. Hacia fines de la década del '90, la actividad hortícola no logrará satisfacer las expectativas de ganancias de las trayectorias profundas, rentabilidad que se verá desfasada respecto de los niveles de consumo considerados como aceptables por estos agentes. Este panorama se tornó aún más desalentador luego de la devaluación de 2002 que triplicó-cuatriplicó los costos de producción de una actividad altamente demandante de insumos importados. En estas coyunturas críticas, asistimos al despliegue de una serie de estrategias de reconversión (Bourdieu, 1988b) en estas trayectorias, que son todas aquellas prácticas que buscan mejorar o conservar la posición social, invirtiendo el capital poseído bajo una forma particular, en una especie distinta. La reconversión de capital económico en capital escolar o la inversión de capital (parcial o total) en la actividad comercial, serán estrategias de reconversión de estos productores, tendientes a mantener y mejorar la posición de una parte o del conjunto de los miembros de la familia. Muchos productores abandonarán la producción directa -pasando a arrendar sus tierras- y otros no podrán ser sustituidos generacionalmente, por el alejamiento de la actividad de la descendencia que debería efectivizar el reemplazo. Las nuevas generaciones no están dispuestas a trabajar en una actividad que no puede garantizar los niveles de consumo alcanzados por sus familias luego de décadas, a partir de los procesos de acumulación y trabajo. Muchos han crecido viendo cómo el trabajo de sus padres no fue recompensado en la coyuntura crítica de la década del '90. Además, han avanzado en sus niveles de escolarización formal y buscan empleos, oficios, profesiones que les puedan garantizar seguridad y regularidad en el ingreso, la posibilidad de trabajar horas acotadas, contar con períodos de vacaciones, etc. (consolidando la tendencia hacia una movilidad social ascendente respecto a las posiciones sociales de sus antecesores, los primeros inmigrantes).

La otra cara de esta misma moneda, implicada en la reestructuración de la estructura social hortícola platense, está asociada al inicio de nuevas trayectorias y al reposicionamiento de otras en la categoría de productor. Ahora bien, este reemplazo que se ha ido generalizando desde mediados de los '90 a esta parte, está directamente vinculado al aprovechamiento de un nicho, generado por el alejamiento y reconversión de otras trayectorias que buscaron mantener su posición estructural, en tiempos críticos y de pérdida de rentabilidad de la actividad. En su lugar, estos sujetos que provienen de orígenes muy pobres y en situaciones precarias por su condición migrante, están dispuestos a ponerle el cuerpo a una actividad trabajo-intensiva, con condiciones laborales muy duras, sumamente inestable y en la que nunca se pueden predecir las ganancias que se obtendrán, aceptando retornos menores por los recursos que ponen en juego en la producción. Los niveles de consumo aceptable para estos sujetos son otros, y más allá de la búsqueda de renta, están dispuestos a conformarse con la reproducción de las necesidades familiares y de las condiciones de producción, soportando irregularidades en los niveles de acumulación derivadas de impredecibilidad del lucro. Esto al menos por ahora, porque el acceso a la educación y a otros consumos de las nuevas generaciones, también imponen un horizonte que se vislumbra cada vez más cercano, restricciones sobre la continuidad de estas trayectorias.

Notas

(1) El cinturón hortícola de La Plata comprende las localidades de: Villa Elisa, City Bell, Melchor Romero, Abasto, Olmos, Los Hornos, Etcheberry, Gorina, La Granja, José Hernández, Arana, Villa Garibaldi, Ignacio Correa, Poblet, El Peligro y Arturo Seguí. A su vez, esta región se inserta en el extremo sur del Cordón Hortícola o Área verde Metropolitana, que comprende los partidos de Florencio Varela, Berazategui, Almirante Brown, Esteban Echeverría, La Matanza, Merlo, Marcos Paz, General Rodríguez, Moreno, General Sarmiento, Pilar, Escobar y Tigre (CEB, 1995). Para un análisis de la evolución del periurbano veáse Ringuelet, 2008.

(2) Cabe citar a los principales referentes en estas corrientes teóricas. En el caso del funcionalismo estamos pensando en Durkheim (1895). En cuanto al estructuralismo, hacemos referencia a la corriente iniciada con Saussure (1916); pero considerando a Levi Strauss (1958) como principal representante. Y por marxismo, hacemos referencia a la obra de Marx (1867-1894).

(3) Debemos citar a los principales referentes en cada corriente teórica. Por el individualismo metodológico a Weber (1921) . Por la fenomenología a Alfred Schütz (1972) . En lo que respecta a interaccionismo simbólico citaremos a Blumer (1969). Finalmente, por la etnometodología, debemos remitirnos a Garfinkel (1967) .

(4) La semejanza con el concepto de habitus que introducimos más adelante, es notable.

(5) Dentro del campo social más amplio, Bourdieu identifica una serie de campos que funcionan con autonomía relativa, reglas propias, y un capital específico que se haya en disputa. Por ejemplo, campo artístico, académico, político, etc.

(6) Para profundizar en la noción de campo véase Bourdieu 1990.

(7) Aunque luego para facilitar la redacción y evitar la repetición de términos se utilicen otros términos como individuo, sujeto, etc.

(8) Para profundizar en este tema pueden verse Blanco y Pacheco, 2003; Castillo et al., 2005; Dávolos, 2001; Frassa, 2005; Graffigna, 2005; Muñiz Terra, 2005; entre otros.

(9) Aunque Bourdieu da cuenta de la historicidad del habitus, presentándolo como la historia hecha cuerpo ; las trayectorias nos permitirán vincular los cambios históricos puntuales, con la agencia de los sujetos.

(10) Los nombres de los informantes han sido cambiados para mantener anónima su identidad.

(11) Podemos encontrar otras explotaciones comerciales en Santa Fe y Rosario.

(12) Véase Simonatto, 2000.

(13) La sanción del Decreto-Ley 2187 el 28/02/1957, "al tiempo que propiciaba la venta entre propietarios y arrendatarios en la convicción de que la transformación de un número apreciable de arrendatarios en propietarios de las tierras que ocupan contribuirá de un modo decisivo a elevar el nivel de vida de la población rural, evitando el éxodo campesino a los grandes centros urbanos, disponía de una serie de facilidades para hacerla posible. Solo en el caso de no mediar intención de vender por parte del propietario, la ley autorizaba una nueva prórroga hasta mayo de 1960" (Blanco, 2008: 83). "Un Segundo Plan de Transformación Agraria prorrogó los contratos hasta diciembre de 1961 (o mayo de 1962, según los plazos de cosecha) e impulsó el acceso a la propiedad de la tierra al propiciar que los arrendatarios o aparceros que tuviesen sus contratos prorrogados ofertaran, dentro de los 120 días de sancionada la ley, la compra del predio al propietario (art. 1º). En caso de no llegar a un acuerdo, el contrato se prorrogaba hasta el 31 de diciembre de 1964 (o 31 de mayo de 1965). El Banco de la Nación Argentina fue facultado a financiar hasta el 80 % y 100 % del valor del bien adquirido (art. 17º) Se dispusieron exenciones impositivas como medio de estimular a los propietarios a vender (art. 18º), al tiempo que los arrendatarios adquirientes contraían el compromiso de trabajarlo en forma directa, no subdividir la unidad económica de explotación ni enajenarla antes de transcurridos cinco años (art. 20º) (Blanco, 2008: 84).

(14) Para un análisis del contexto de sanción de esta ley y la modificación del régimen impositivo según criterio de renta neta probable, veáse Lázzaro (2005).

(15) Fortes distingue tres etapas del ciclo familiar: 1) fase de expansión, que comienza con el matrimonio y finaliza cuando han nacido todos los hijos; 2) fase de dispersión o fisión, que implica el matrimonio y alejamiento de los hijos del hogar paterno; y 3) fase de reemplazo, que termina con la muerte de los padres y el reemplazo del lugar que éstos ocupaban en la estructura social (Fortes, 1958, citado en Archetti, 1975: 16).

(16) Aunque Criolla es una categoría nativa de larga tradición en Argentina, en el contexto de este trabajo se utiliza para denotar la adscripción étnico-nacional de los descendientes de migrantes ultramarinos por oposición a los nuevos migrantes, ahora de los países vecinos.

(17) De cualquier manera, sostendremos que la principal inversión productiva en la actualidad son los invernáculos.

(18) Cuyo origen puede rastrearse en la segunda parte de la década del '80 (Benencia, Cattáneo y Fernández, 1997).

(19) Para profundizar los cambios asociados a la difusión de este paquete tecnológico veáse: Benencia, Cattáneo y Fernández, 1997; Selis, 2000; Simonatto, 2000.

(20) Para profundizar estas cuestiones véase Waisman et al. 2008.

(21) Los quinteros de la región fueron mejorando y produciendo a lo largo del tiempo, una variedad que se hizo famosa en todo el país y que se conoció sucesivamente como "raya verde", "raya negra", "colorado grande", "invulnerable" y finalmente como tomate platense. Este tomate posee una gran adaptación a las condiciones ecológicas de la zona, y se caracteriza por su sabor intenso, una forma irregular, achatada, acostillada o fuertemente lobulada y una gran cantidad de lóculos (Garat et al. 2008).

(22) Y sus modificatorias las ordenanzas 9.380/01, 9.664/03 y 9878/04.

(23) Para un análisis específico de las particularidades que asumen los lazos sociales en el proceso de reproducción social en el periurbano platense veáse Attademo, 2008.

(24) Para un análisis del papel de las asociaciones en la coyuntura crítica de la década del '90 y principios del 2000, véase Lemmi 2010.

(25) Tener presente que esta salida de Héctor y su familia, posibilitará la continuidad de Rodolfo.

(26) Durante la realización del trabajo de campo durante abril y mayo de 2011, un tema recurrente fue el hecho de que muchos de los inmigrantes habían retornado a Tarija, para la Fiesta de La Cruz (3 de mayo); coincidiendo con una merma en el trabajo local, viajan a visitar parientes y amistades.

(27) Aunque Hipólito ha logrado acumular algo más de capital, la situación que describimos es aplicable a ambos casos.

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Fecha de recibido: 16 de agosto de 2011.
Fecha de aceptado: 23 de diciembre de 2011.
Fecha de publicado: 29 de diciembre de 2011.

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