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Mundo agrario

versión On-line ISSN 1515-5994

Mundo agrar. vol.17 no.34 La Plata abr. 2016

 

ARTICULO

Un modelo para comprender la dinámica de los territorios rurales. El caso de la Argentina

Marcelo Sili

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Universidad Nacional del Sur. Departamento de Geografía y Turismo, Argentina
sili@uns.edu.ar, sili.marcelo@gmail.com


Resumen

Los territorios rurales de América Latina, y de la Argentina en particular, han sufrido cambios profundos en las últimas décadas producto de transformaciones en materia productiva, demográfica y social. Los cambios son complejos y han dado lugar a una multiplicidad de miradas y de enfoques sobre la nueva realidad. Frente a esta creciente complejidad, se plantea la construcción de un modelo interpretativo de la realidad rural de la Argentina que bien puede contribuir también para abordar las realidades de otros mundos rurales latinoamericanos. El modelo conceptual que se ofrece se construyó a partir del análisis empírico de numerosos casos de territorios rurales de la Argentina. Dicho modelo permite comprender los complejos procesos de organización y la dinámica rural, además de constituirse en una herramienta de prognosis para la definición de políticas públicas acordes que alienten nuevas dinámicas de desarrollo rural en la Argentina.

Palabras clave: Modelo; Territorio; Desarrollo rural; Argentina.

A model for understanding the dynamics of rural territory. The case of Argentina

Abstract

Over the past few decades, rural territories in Latin America and in Argentina in particular have undergone profound changes as a result of production, demographic and social transformations. Changes have been complex and originated a multiplicity of approaches and points of view on the new reality. Giving this increasing complexity, the construction of a model for the interpretation of Argentina’s rural reality is proposed here, which may well contribute too to address other rural realities of Latin America. This conceptual model has been built on the basis of the empirical analysis of numerous case studies in rural territories of Argentina. The model helps to understand the complex processes of rural organization and dynamics, besides constituting itself as a prognosis tool for the definition of public policies promoting new dynamics of rural development in Argentina.

Keywords: Model; Territory; Rural development; Argentina.


Introducción

Los territorios rurales de América Latina han experimentado en las últimas décadas cambios significativos, tanto en su dinámica productiva como en sus condiciones sociales y demográficas. Como suele suceder en momentos clave de transformaciones, también han emergido una multiplicidad de enfoques y de miradas sobre la realidad y sobre posibles recetas para salir del estancamiento y de la pobreza. América Latina y la Argentina no son ajenas a esta situación; por el contrario, son un muy buen ejemplo de transformaciones estructurales en los territorios rurales, y también de emergencia de múltiples enfoques y miradas para interpretar e intervenir en la realidad rural.

Sin embargo, esta diversidad de miradas y de situaciones en torno a los territorios rurales de América Latina y, más específicamente, de la Argentina, conlleva en sí misma una gran dificultad en tanto que torna más compleja y difícil la interpretación de los fenómenos y la promoción de las acciones necesarias tanto para resolver problemas estructurales -como la pobreza rural y la degradación de los recursos naturales- como para encauzar las dinámicas emergentes -como el creciente empleo rural no agropecuario, las nuevas demandas de uso de recursos naturales y nuevos procesos de migración de la ciudad al campo (renacimiento rural)-. Esta creciente complejidad rural nos ha impulsado a proponer un modelo interpretativo de la realidad rural a partir del cual puedan comprenderse las complejas dinámicas que organizan y estructuran el funcionamiento de los territorios rurales tanto en la Argentina como en América Latina.

Este modelo interpretativo de la organización y de la dinámica rural incluye un conjunto de ideas y de relaciones entre fenómenos destinados a representar de forma global la realidad rural. El modelo pretende ayudar a mantener una mirada global y abarcadora sobre la organización de los territorios rurales y sobre los procesos que afectan al conjunto de estos; para ello utiliza el caso argentino, de manera que pueda ayudar a comprender dinámicas similares en otros territorios de América Latina.

No obstante, es necesario aclarar que este modelo ha sido construido para comprender el funcionamiento del mundo rural en un momento histórico en el que el discurso político planteó la consolidación de la agricultura familiar y la persistencia del tejido social en el mundo rural; otros escenarios políticos e ideológicos requerirán necesariamente replantear este modelo interpretativo para tener en cuenta las lógicas políticas y las acciones de política pública subyacentes.

Metodología de construcción del modelo

El modelo interpretativo propuesto se entiende como una representación figurada, construida a partir del análisis sistemático de varias experiencias concretas de la Argentina; no obstante, consideramos que muchas de las problemáticas planteadas se verifican también en otros espacios de América Latina, por lo cual el modelo puede servir como hipótesis para suscitar nuevos planteos analíticos en la región.

La metodología utilizada para la construcción de este modelo consistió, en primer lugar, en identificar 17 territorios rurales de la Argentina, en diferentes regiones y bajo diferentes condiciones agroecológicas (figura 1); en cada uno de ellos se llevó a cabo el análisis empírico para construir el modelo. Estos territorios fueron elegidos por dos grandes razones: en primer lugar, se contaba con un conocimiento previo, dado que son los terrenos de trabajo de un estudio mucho más amplio, que dio lugar al "Atlas de la Argentina Rural" (Sili et. al 2015) y, en segundo lugar, porque existían en estos territorios referentes o técnicos con vastos conocimientos del lugar y con capacidad de contribuir al análisis de la realidad local y a su modelización.

Figura 1: Territorios de análisis en la República Argentina

Fuente: Instituto Geográfico Nacional

Seguidamente se conformó, sobre la base del conocimiento y de trabajos previos, una red de técnicos de diferentes instituciones y organismos vinculados al desarrollo rural en general (INTA, ministerios de la producción de provincias, técnicos de cooperativas, etc.). Con ellos, y aprovechando el conocimiento del terreno de cada uno, se procedió a relevar información de base (estadísticas, cartografía, reportes técnicos, etc.) sobre cada uno de los territorios. La información recopilada versó sobre los siguientes ejes de análisis:

a. Fases histórico-evolutivas.

b. Organización espacial e infraestructura física (localización, organización de asentamientos humanos, dotación de infraestructuras de comunicación y de transporte, recursos energéticos, equipamientos sociales y comunitarios).

c. Condiciones ambientales y modelo de gestión de los recursos naturales (características ambientales, uso y gestión de los recursos naturales, mecanismos de planificación territorial y del uso del suelo).

d. Organización y dinámica demográfica (composición, estructura y dinámica de la población, educación y pobreza).

e. Organización y dinámica sociopolítica e institucional (estructuras político-administrativas, espacios de participación de la sociedad civil, mecanismos de gestión del desarrollo).

f. Estructura y dinámica productiva (sector agropecuario, industrial y servicios, articulación empresarial, limitaciones al desarrollo productivo).

g. Factores clave del desarrollo territorial (limitantes e impulsores).

Sobre la base de toda esta información, se planteó una serie de hipótesis de organización y de dinámica para cada uno de los territorios rurales, las cuales fueron luego validadas a través de diez entrevistas semiestructuradas realizadas en cada uno de estos territorios a actores clave (personal de municipios, técnicos del INTA, organizaciones de productores, cámaras de comercio, representantes del mundo de la cultura, etc.). Sobre la base de todas estas hipótesis y de su validación a través de entrevistas, se diseñó el modelo interpretativo, cuya representación esquemática puede apreciarse en la figura nº 2 y cuya explicación detallada se ofrece en la sección que sigue.

El modelo se construyó tomando en cuenta los siguientes elementos provenientes de la investigación de campo:

a. Grandes tendencias o fuerzas motrices globales: son las grandes tendencias del contexto que guían y estructuran el funcionamiento de los territorios a través del tiempo.

b. Variables internas al mundo rural y urbano: son fenómenos o procesos ocurridos en el mundo rural y en el mundo urbano, que se condicionan y retroalimentan unos con otros y que en su conjunto explican la organización y la dinámica actual de los territorios rurales en la Argentina y en América Latina.

c. Relaciones internas de causa efecto entre las variables internas.

d. Relación de condicionamiento de las variables motoras sobre las variables internas.

e. Y, por último, lo que hemos denominado las puertas de entrada a la interpretación del modelo rural; es decir, los ámbitos a partir de los cuales se puede iniciar una lectura del modelo y que son: la crisis y recomposición de la agricultura familiar, el nuevo dinamismo empresarial, los nuevos conflictos rurales y el renacimiento rural.

Una vez construido dicho modelo interpretativo se realizó un análisis de su consistencia aplicando el mismo en territorios del Valle de Lerma (Salta), el centro sur de la provincia de Entre Ríos y el norte de la provincia de Santa Fe, por ser regiones muy diferentes desde el punto de vista ambiental y también por ser diferentes a los territorios previamente analizados. Este análisis consistió en identificar y en observar cómo cada una de las grandes tendencias o fuerzas motrices, las variables internas al mundo rural, las relaciones internas de causa-efecto y las relaciones de condicionamiento entre variables del modelo se cumplían en cada uno de estos tres territorios; para ello, se apeló a un análisis exhaustivo y detallado que se basó en más de veinte entrevistas en cada territorio. Este contraste del modelo original con estos tres casos lo validó totalmente y hasta lo enriqueció, ya que al incluir ciudades de mayor jerarquía (Salta, Reconquista y Paraná) permitió observar y modelizar mejor las relaciones campo-ciudad.

Figura 2: Modelo interpretativo del mundo rural

Fuente: Elaboración propia

Un modelo para interpretar la organización y la dinámica de los territorios rurales

La comprensión del modelo debe realizarse partiendo del análisis de las cuatro grandes tendencias y fuerzas de cambio globales que operan sobre los territorios rurales, y luego a través de las cuatro grandes temáticas o puertas de entrada al modelo, lo que permitirá observar el comportamiento de cada variable y sus relaciones. Cada elemento dentro del modelo se encuentra numerado y cada número remite al texto explicativo correspondiente.

2.1. Las fuerzas motoras del cambio rural

Estas fuerzas motoras son dinámicas globales que constituyen tendencias estructurantes que condicionan el funcionamiento de los territorios, y específicamente los territorios rurales. Podemos identificar cuatro grandes fuerzas:

a) La dinámica de crecimiento de la producción agropecuaria (IICA-CEPAL-FAO, 2010). Impuesta desde hace varias décadas, esta dinámica se funda sobre varios factores. En primer lugar, la creciente y persistente demanda de bienes primarios y agroalimentarios en general (cereales, oleaginosas, carnes, frutas y verduras y también de minerales y petróleo, etc.). En segundo lugar, en el fuerte cambio tecnológico, producto de una incesante innovación en el campo de la biología, la genética, pero también en los sistemas de gestión y de producción en general. En tercer lugar, el cambio sustancial de escalas productivas. Las condiciones económicas y financieras, poco favorables para las unidades productivas de menor tamaño, alentaron la búsqueda de mayores escalas productivas como mecanismo clave y necesario para sustentar explotaciones o empresas agropecuarias a través del tiempo (Sili, 2007). Este aumento de escala productiva se ha logrado principalmente con un aumento de las superficies productivas a través del arrendamiento o compra de nuevos campos por parte de las empresas más dinámicas, o bien por la puesta en producción de zonas nuevas, como laderas de montaña, bosques, humedales, etc. Un ejemplo claro es que la superficie productiva de cereales y oleaginosas pasó de 14 a 28 millones de ha entre 1987 y 2007, mientras que su producción pasó de 26 a 87 millones de t en el mismo período. Toda esta dinámica de crecimiento se ha apoyado en un fuerte discurso productivista, asumido implícitamente por el gobierno y más explícitamente por las organizaciones del sector agropecuario, que establecieron la meta de alcanzar una producción de ciento cincuenta millones de toneladas. En definitiva, se trata de un discurso y una visión histórica que sostiene que este crecimiento, y las exportaciones vinculadas a este son en gran parte la única vía posible para el desarrollo de las áreas rurales y del país en general. Más allá de las diferentes corrientes ideológicas planteadas por los gobiernos de turno, esta dinámica ha sido claramente constitutiva del modelo productivo del sector agropecuario argentino de las últimas décadas. Es esperable que esta dinámica del sector agropecuario siga motorizando los cambios en el mediano y largo plazo (Griffon, 2006; Trueba, 2006)

b) La consolidación de una lógica de concentración de bienes, equipamientos e infraestructuras en los centros poblados más importantes. Esto está evidentemente asociado a lo ya señalado con respecto a la generación de una mayor escala y de una mayor eficiencia en la prestación de servicios. La concentración de la población en los asentamientos rurales más grandes mejora la rentabilidad de las inversiones en servicios básicos (luz, agua, salud, educación) (Banco Mundial, 2009), lo que genera una mejora en la calidad de vida en comparación a las zonas de población rural dispersa. Esto supone la concentración creciente de recursos en unas zonas en detrimento de otras y, por lo tanto, la creación de desequilibrios entre áreas. Es evidente que esto ha propiciado el despoblamiento de las zonas rurales debido a la falta de inversiones, a la baja calidad de vida y a la congestión en las zonas de mayor población, ya que muchas veces la afluencia no esperada de población sobrepasa la capacidad de la prestación de servicios (Sili, 2005). Una evidencia clara de esta tendencia es la evolución de la población rural: las zonas de población dispersa y las localidades menores han disminuido en un 25% (INDEC), en tanto que las localidades más grandes, que concentraron infraestructuras y equipamientos, aumentaron su población en más del 15% (INDEC) en el período que va desde el 2001 al 2010. En la Argentina, esta dinámica de concentración de recursos, de infraestructuras y de equipamientos se sustenta en un discurso modernizador y de crecimiento de las pequeñas y medianas ciudades, inspirado en la hipótesis según la cual sólo el crecimiento de la población permitiría tornar más eficiente la creación de infraestructuras y generar circuitos de acumulación virtuosos.

c) La transformación en los transportes y la comunicación (telefonía e internet). Dichos cambios no sólo afectan al sistema productivo, sino que poseen un impacto significativo en la mejora de la calidad de vida de las personas que habitan los territorios rurales pues ha permitido disminuir las diferencias socio-económicas que existen entre habitantes urbanos y rurales e igualar los estándares asociados a la calidad de vida en ambos tipos de espacios. Betancourt (2004) afirma que el fomento de las comunicaciones y del transporte permite que las comunidades rurales tengan mayor estabilidad económica, puedan acceder a mejores niveles educativos y estén mejor informadas, estén más seguras y fuera de peligro, y tengan una mayor conexión con los centros poblados tanto para el traslado de personas como de bienes necesarios. A su vez, el acceso o fomento de las comunicaciones y del transporte puede lograr mejorar las condiciones de vida de las comunidades rurales y estimular la instalación de nuevos habitantes en las zonas rurales (Banco Mundial, 2007).

d) Las crecientes demandas de mayor seguridad física y mayor calidad ambiental, y de productos más inocuos en términos de la salud. En las últimas décadas se ha acrecentado la demanda y la exigencia de preservación de los recursos naturales. Esta preocupación ha dejado de ser algo propio de sectores minoritarios para convertirse en un requerimiento de la sociedad en su conjunto. Estas demandas ambientales se han constituido en un motivo de acción política por parte de numerosos grupos y movimientos sociales (Melluci, 1999; Castell, 2004); ejemplo de esto son las luchas por la conservación, contra la contaminación del agua, los movimientos frente a la minería a cielo abierto y la deforestación de los bosques nativos, entre otros. El aumento de las demandas surge como respuesta al aumento de las problemáticas ambientales en las áreas rurales en las últimas décadas. La creciente demanda de productos más inocuos en términos de la salud también está vinculada a este nuevo paradigma, lo cual implica la regulación de los modos de producción más masivos (cereales, oleaginosas, transgénicos en general, etc.), y también la creciente demanda de productos orgánicos o con certificación de origen. Un claro ejemplo de esto es que la superficie dedicada a la producción de productos orgánicos crece a un ritmo de entre 20% y 30% anual en la Argentina. Un 50% de esta producción es para consumo interno (Senasa, 2013). Las demandas de mayor seguridad física, que hipotéticamente pueden darse en las zonas rurales, frente a las situaciones de inseguridad e incluso de violencia urbana, son también un tema clave que motoriza grandes cambios y marca una tendencia de revalorización de lo rural (Sili, 2005).

2.2. Las puertas de entrada a la comprensión del modelo de organización de los territorios rurales

A partir de estas fuerzas estructurantes se plantearon cuatro temáticas que pueden ser consideradas como puertas de entrada para la comprensión del modelo rural. Cada una está numerada de la misma manera en la figura 2 y en el siguiente texto explicativo:

a) La crisis y recomposición de la agricultura familiar y los territorios rurales

El primer eje de análisis o puerta de entrada al modelo lo constituye la crisis y la recomposición de la agricultura familiar y de los territorios rurales. En efecto, un punto de interés en las últimas décadas en América Latina ha sido la crisis de la agricultura familiar (entendida como la notable disminución de este vasto sector debido a múltiples causas) y, por ende, la reestructuración de los territorios rurales en los cuales estos productores familiares se encuentran (Craviotti, 2014; Banco Mundial, 2008; Obstchatko, 2006). La agricultura familiar y campesina constituye un amplio universo conformado por productores agropecuarios, forestales, pescadores, recolectores con actividades artesanales, agroindustriales o turísticas. Las familias son responsables directas de la producción y gestión de las actividades agropecuarias; producen para el autoconsumo, el trueque o para la venta en el mercado. Residen en el propio establecimiento o en una localidad próxima y ocupan mano de obra predominantemente familiar. La superficie productiva con la que cuentan estos productores es muy diferente según las regiones y según el tipo de actividad productiva predominante en ellas, aunque en general los recursos productivos son compatibles con la capacidad de trabajo de la familia, con la actividad desarrollada y con la tecnología utilizada (Salcedo, 2014).

La agricultura familiar manifiesta en la Argentina problemas estructurales derivados de: a) la escasa cantidad de tierras que poseen estos agricultores -según la FAO, en América Latina estos productores tienen, en promedio, 13 ha- (FAO, 2014), y b) el bajo nivel tecnológico y las dificultades de comercialización, (1) lo cual no les permite aumentar su producción y productividad ni, por ende, ser competitivos en términos de mercado en la producción de bienes agropecuarios tradicionales, comparados a los sectores de mayor tamaño y mayor capitalización (2). Esta situación estructural de la agricultura familiar, si bien está presente en todo el territorio de la Argentina, ha sido más importante en la región pampeana (allí la agricultura familiar disminuyó un 35% aproximadamente), dado el fuerte avance de la agricultura empresarial en esta región. En el resto de las regiones, la disminución del sector fue menor, entre un 5% y un 15% de disminución (NDE). Estas condiciones productivas se suman a otras problemáticas propias de los territorios donde se concentra la agricultura familiar, como déficits estructurales de infraestructuras y de equipamientos (Banco Mundial, 2007); esto reduce considerablemente la calidad de vida y las posibilidades de producción (falta o deterioro de caminos, falta de energía eléctrica, bajos niveles educativos, problemas de acceso a la salud, carencia de agua, etc.). Teniendo en cuenta los territorios analizados, esta situación es muy evidente en el caso de la Puna, donde las grandes distancias a los pueblos y a las ciudades y las muy bajas densidades determinan una muy baja dotación de servicios, que afecta la producción y, muy especialmente, la calidad de vida de la población. Esta baja densidad y su correlato en la falta de infraestructuras y equipamientos genera claramente una desvalorización del espacio rural como ámbito de vida (Sili, 2007); se forma así un círculo vicioso de deterioro caracterizado por el éxodo hacia las ciudades (3) y un aumento del deterioro de los pocos servicios e infraestructuras existentes, por falta de mantenimiento y la reducción de capacidad operativa de los servicios públicos -especialmente escuelas y centros de salud-, entre otros factores.

Sin embargo, frente a esta situación aparecen otros procesos inversos. Merced a múltiples iniciativas y estrategias tanto públicas (programas de desarrollo rural) como privadas (inversiones y encadenamientos productivos) y familiares (estrategias de adaptación), en muchos lugares se superan estos problemas estructurales de la agricultura familiar y de las áreas rurales en las cuales ellos se encuentran. Así, nuevos proyectos de infraestructura rural llevados a cabo por los gobiernos provinciales o por la oos ﷽a cabo por organismos ctura rural llevados a cabo por organismos pub permiten superar estos problemas estructurales deorganismos públicos de nivel nacional (PROSAP-UCAR) muy especialmente y por otras organizaciones no gubernamentales, más nuevas estrategias de apoyo a la comercialización y de apoyo técnico (INTA), han permitido que miles de pequeños productores puedan mejorar su capacidad de producción, de transformación y de comercialización y generen nuevas condiciones y circuitos más virtuosos de desarrollo productivo y social (5). Así, Pino muestra cómo los agricultores familiares

[…] han desarrollado variadas, múltiples y diversas estrategias productivas y de obtención de ingresos, las cuales fueron desplegadas a través de las dinámicas domésticas, organizando familiarmente el trabajo, utilizando el capital disponible y movilizando un surtido conjunto de relaciones sociales (con el Estado) (Pino, 2013, 238).

Aranguren (2013) y Pasamano (2014) también presentan varias experiencias en la región pampeana o en el caso de Piran Sur (Formosa), donde las familias han generado estrategias múltiples, muchas veces con el apoyo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y de organismos provinciales para poder adaptarse a las nuevas condiciones de contexto y para mejorar sus mecanismos de comercialización y generar mayores ingresos. A modo de ejemplo, entre muchos otros, Li (2013) observa en la localidad de Gualjaina (Chubut) procesos de mejoras en la producción y en la comercialización que permitieron aumentar los ingresos de los pequeños productores familiares.

De esta manera, no se puede afirmar que la agricultura familiar y sus territorios están todos inmersos en crisis estructurales, sino que conforman un amplio conjunto de situaciones, con dinámicas variadas y muchas veces contrapuestas y hasta controvertidas, con sectores en crisis en las cuales los actores dejan la actividad productiva para migrar o dedicarse a otra actividad y con sectores que se dinamizan y que salen de su situación de pobreza y estancamiento (6). Claro está que esta dinámica no actúa en forma aislada sino que, al contrario, se articula y retroalimenta con todas las otras dinámicas que se plantean a continuación, en particular con el nuevo dinamismo empresarial, y se generan así en función de ello nuevos conflictos ambientales y territoriales. Un ejemplo claro es el caso de Tartagal, donde las comunidades campesinas mantienen fuertes conflictos con los sectores empresariales más dinámicos ligados a la producción de cereales y de oleaginosas a gran escala, especialmente en torno al control de la tierra.

b) El dinamismo empresarial en el sector agropecuario y agroindustrial

Una segunda puerta de entrada a la comprensión de la realidad rural está constituida por el análisis y la comprensión del dinamismo empresarial en el sector agropecuario y agroindustrial, producto del nuevo escenario internacional en materia de precios y demanda de bienes primarios anteriormente mencionado. Esta dinámica de crecimiento ha sido analizada por numerosos autores (Hernández, 2009; Gras, 2009; Guibert, 2011; Guardia, 2013) e instituciones y organismos (IICA-CEPAL-FAO, 2010; Banco Mundial, 2008); en líneas generales, todos ellos señalan los mismos factores como motorizadores de este nuevo dinamismo. Así, los cambios tecnológicos en el agro (nuevas variedades, maquinarias, prácticas e insumos), los procesos de gestión y comercialización, la emergencia de nuevos actores más ligados al mundo de los servicios y de las finanzas (contratistas, servicios, fideicomisos agrarios, etc.) (Guibert et al., 2011) (7) y un contexto internacional cada vez más demandante de materias primas (Quenan et al., 2014) han constituido un ambiente altamente atractivo para el crecimiento de la productividad y de la producción que se visualiza con claridad en las últimas décadas y que permitió consolidar un auge agrícola notable (Villagómez Velázquez et al., 2011) (8). Es claro que este crecimiento de la producción impactó fuertemente en la organización y en la tenencia de la tierra, pues numerosos emprendimientos agropecuarios con fuerte respaldo financiero se realizaron en tierras ganadas al bosque, en zonas desérticas, o bien en zonas previamente ocupadas por productores familiares que fueron desplazados por medio de diferentes mecanismos. Todo esto generó una profunda reestructuración agraria en la Argentina (Sili, 2011) (9). Un claro indicador de ello es la variación en la cantidad y superficie promedio de las explotaciones agropecuarias. Así, mientras en la década de los ochenta existían en el país 421.212 explotaciones agropecuarias, con un promedio a nivel nacional de 424 ha, en el nuevo milenio se contabilizaban 276.581 explotaciones con un promedio de 524 ha (INDEC); es decir, aproximadamente 144 mil explotaciones menos, pero de un tamaño mayor.

Esta transformación se ha evidenciado en muchos territorios rurales de la Argentina y de América Latina también; así, por ejemplo, están los casos locales de Llambi Campbell y Pampa del Infierno (Argentina) o regionales del Mato Grosso y los Cerrados de Brasil, los valles centrales de Chile y Perú, etc. En estos casos se intensificó la producción gracias a la introducción de las nuevas tecnologías o se pusieron en valor nuevas tierras.

Sin embargo, las condiciones específicas de cada territorio, la fuerte dependencia de los mercados internacionales y las cambiantes condiciones políticas y macroeconómicas locales condicionaron y tornaron muy volátil y cíclico el crecimiento del sector agropecuario. Así, si bien en las últimas dos décadas se produjo un fuerte crecimiento productivo en cereales, oleaginosas, cultivos intensivos (vid, fruticultura de exportación, etc.) y un marcado estancamiento de otros sectores como la ganadería, desde el año 2009 se redujo el crecimiento o se estancaron los cultivos y se potenciaron otras actividades como la ganadería.

Si bien las principales transformaciones productivas en el mundo rural tienen que ver con el sector agropecuario, no es posible obviar el fuerte impacto de la explotación minera y petrolera (10). Las nuevas inversiones realizadas en la década de los ‘90 y consolidadas a partir del año 2000 han tenido un impacto importante en toda la franja oeste del país, desde el NOA hasta el sur de la Patagonia, con enclaves productivos de suma importancia (Bajo La Alumbrera, Famatina, Veladero, etc.). Estas nuevas iniciativas corresponden, por lo general, a capitales extranjeros con concesiones fiscales y ambientales muy atractivas que les permiten producir en condiciones sumamente favorables y rentables. Este es un ejemplo muy claro en el caso del norte de Santa Cruz, donde el espacio rural, históricamente ligado a la producción ovina, actualmente es sólo un territorio ligado a la producción del petróleo y a la minería (Vázquez, 2004).

c) La presencia de nuevos conflictos ambientales y territoriales

Otro eje de análisis para comprender la organización de los territorios rurales lo constituye la creciente presencia de nuevos conflictos ambientales y territoriales. Es claro que todo el proceso expansivo analizado previamente tiene un correlato espacial, pues el crecimiento no fue sólo producto de una mejora de la productividad por hectárea sino que lo fue además, y ante todo, fruto de un acelerado avance sobre tierras nuevas, muchas de ellas bosques nativos que fueron deforestados o áreas desérticas sobre las que se dispusieron nuevos sistemas de riego. El avance sobre nuevas tierras, evidente en la región chaqueña (Pampa del Infierno, por ejemplo), y la captación de nuevas fuentes de agua (casos de Cuyo y del NOA) han generado, por otro lado, numerosos conflictos con los agricultores familiares -desalojados o sin disponibilidad de uso del agua, como en el caso de los Valles Calchaquíes o incluso en Tupungato, donde nuevos emprendimientos vitivinícolas capitalizados captan y utilizan agua de perforación en detrimento de otros productores o poblaciones-. Esto también genera conflictos con la población no agropecuaria que sufre el avance de nuevos emprendimientos productivos no siempre respetuosos de las condiciones y de los valores ambientales locales (contaminación por agroquímicos y productos derivados de la explotación minera, deforestación y pérdida de biodiversidad, etc.) (11). Todos estos conflictos por la apropiación y el uso de los recursos naturales (tierra y agua) han sido profusamente analizados en el caso argentino, ya sea desde el mundo científico como por parte de organizaciones ambientalistas o de derechos humanos (Manzanal et al., 2007; Manzanal, 2013; Sili, 2010; Iscaro, 2014).

Más allá de los conflictos generados por el uso de los recursos, queda claro que en muchos territorios rurales el crecimiento productivo no se ha traducido mayormente en desarrollo rural pues las inversiones realizadas se acompañaron siempre con una permanente dinámica de deslocalización de la renta; es decir que la riqueza producida no fue reinvertida en los mismos lugares de producción. Por tal razón, no se pudo conciliar crecimiento productivo, desarrollo rural y mejora sustancial de la calidad de vida. Esta situación de persistencia de la pobreza en zonas rurales donde se ha producido un fuerte aumento de la producción ha sido claramente analizada en América Latina por diversos autores (FAO, 2009) y para el caso argentino por Guardia y Tornarolli (2009). Estos autores ofrecen evidencias que confirman que la pobreza rural, especialmente de las familias dependientes de empleos agrarios, muchas veces informales, se mantiene en las zonas rurales de la Argentina, especialmente en el NEA, NOA y Cuyo. Manzanal (2013) también avanza en el mismo sentido y presenta evidencias sobre la persistencia y el agravamiento de las desigualdades en la Argentina y en América Latina a pesar de haber atravesado en las últimas décadas un significativo proceso de crecimiento económico.

Un ejemplo evidente lo constituye el fuerte crecimiento productivo del NEA y del NOA: las grandes inversiones realizadas en la organización y la puesta en valor de explotaciones agropecuarias y las infraestructuras y servicios vinculados a ellos no impactaron significativamente sobre estas zonas y sobre los pueblos, como se esperaba (12). Por el contrario, se mantienen niveles de pobreza y marginalidad crecientes a pesar del boom agrícola. Solamente aquellos lugares que poseen condiciones de infraestructura, equipamiento, elevados niveles educativos, sistemas políticos más transparentes y elevada homogeneidad social pudieron transformar la dinámica de crecimiento productivo en el sector agropecuario en sustantivos incrementos de calidad de vida (tal como lo muestran los casos de Llambi Campbell y de Pigüé). Los lugares que no poseen estas condiciones raramente han podido generar un desarrollo más autónomo y homogéneo; por el contrario, se advirtieron profundos procesos de fragmentación socioeconómica, con sectores ganadores y grandes sectores sociales marginados, como el caso de Pampa del Infierno, Tartagal u otras zonas que históricamente estaban rezagadas en términos de infraestructuras y de equipamientos. De esta manera, tal como se afirma en Sili (2007), el crecimiento agrícola sólo da lugar a procesos de desarrollo rural en aquellos lugares donde existen condiciones previas de institucionalidad, empoderamiento de actores y una organización territorial y de infraestructuras y equipamientos adecuada.

d) El proceso de renacimiento rural

Una última dinámica que hemos elegido resaltar como mecanismo para comprender la transformación rural es el proceso de renacimiento demográfico y social en construcción en la Argentina. El proceso de éxodo rural ha sido manifiesto en la Argentina rural desde mediados de siglo XX en adelante (figura 3). Sin embargo, el proceso de despoblamiento estaría en su etapa final y entraría ahora en un nuevo período de estabilización de la población rural y en muchos casos de renacimiento demográfico por la migración de las ciudades al campo y a los pueblos, fenómeno que debido a su baja cuantía en términos agregados no aparece claramente en las estadísticas oficiales. Esta situación se observa muy especialmente en pequeños pueblos de hasta dos mil habitantes en áreas de alto valor paisajístico, en áreas litorales y en cercanías de vías de comunicación de importancia. Esto no quiere decir que no existan zonas del país que todavía sufren procesos de éxodo rural, especialmente las áreas de población dispersa, sino que la dinámica y el ritmo de despoblamiento ha cambiado sustancialmente y muchas zonas comienzan a vivir nuevas dinámicas de repoblamiento, lo cual en gran parte no tiene relación directa con las actividades agropecuarias, sino con otras formas de empleo y de ocupación.

Figura 3: Evolución de la población rural en la Argentina

Fuente: Censos nacionales de Población. INDEC

Varios factores generan este cambio. En primer lugar, una clara crisis de las ciudades, entendida como pérdida relativa de calidad de vida debido a la congestión, la falta o el deterioro de infraestructuras y equipamientos y el recrudecimiento de la violencia y la marginalidad (Banco Mundial, 2008 y 2009) (13). Estos hechos han incentivado la migración de personas desde las ciudades más grandes hacia las áreas rurales (14), especialmente aquellas que se encuentran a distancias cercanas de las ciudades, o aquellas que tienen cualidades ambientales y paisajísticas importantes. Un ejemplo de ello lo constituye el caso de Pigüé y las pequeñas localidades rurales vecinas, adonde personas provenientes de Buenos Aires o Bahía Blanca migran en busca de un mayor contacto con la naturaleza y de seguridad. Cientos de casos ejemplifican este proceso por el cual artesanos, profesionales, obreros, nuevos emprendedores, jubilados buscan un nuevo modo de vida y nuevas formas de vinculación con la naturaleza. Esta "vuelta" a las zonas rurales (campo, pueblos o pequeñas ciudades) se complementa con el fuerte desarrollo de las residencias secundarias o el turismo en áreas rurales, también con el objetivo de búsqueda de espacios abiertos, en contacto con la naturaleza y asociado a valores rurales.

Un segundo factor que concurre a este proceso de construcción de una nueva ruralidad es la generación de nuevas y múltiples actividades en las zonas rurales, en las que se observa la creación de nuevas actividades comerciales, servicios a la producción, hotelería, restauración, servicios personales, etc. (15). Esto responde claramente a las demandas generadas por la expansión de las actividades primarias, a la creciente importancia de la agricultura y, por sobre todo, al creciente consumo doméstico rural; es decir, el consumo de la población rural, tanto de la población de origen como de la población que migra a estas zonas (16).

De esta manera, las nuevas actividades que se generan, sumadas al mantenimiento o leve crecimiento de la población, está generando una nueva dinámica de revalorización de los espacios rurales, ya no vistos como lugar de producción solamente, sino también, y a veces centralmente, como espacio de vida (17). Claro está que esta dinámica no es homogénea en todo el país pues existen procesos muy diversos. En algunos casos, estas dinámicas son muy fuertes y tienen capacidad para reestructurar completamente los territorios rurales; en otras zonas, estos procesos son incipientes y con poca capacidad de movilizar cambios relevantes.

Más allá de la disparidad y de las diferencias en cada punto del territorio, lo que sí es claro es que emergen nuevas formas de organización social y territorial que permiten pensar en la construcción de un nuevo mundo rural, muy diferente del mundo rural del período de modernización agropecuaria, que estuvo, hasta hace poco tiempo, claramente organizado y condicionado en forma exclusiva por la dinámica de la producción agropecuaria.

Más allá del mundo rural

Este modelo interpretativo del funcionamiento de los territorios rurales no puede ser comprendido si no se pone de relieve la relación que el mundo rural mantiene con las ciudades. En los últimos años se ha profundizado el análisis en torno a la relación campo-ciudad, dado que el desarrollo de los transportes y de las comunicaciones ha permitido articular con mayor fuerza ambos espacios y ha generado nuevas preocupaciones y problemáticas. Tal como lo plantean Satterthwaite y Tacoli (2006, 156), las pequeñas y medianas ciudades contribuyen con las áreas rurales por medio de cuatro vías:

a. En primer lugar, como centros de mercadeo para la producción zonal, tanto para la población local como para la exportación hacia otros lugares.

b. En segundo lugar, como centros de provisión de bienes y de servicios para la región, especialmente servicios a las empresas, servicios de salud, educación, bancos y servicios financieros, etc.

c. En tercer lugar, como centros de desarrollo de actividades rurales no agropecuarias pero vitales para el desarrollo productivo de la región.

d. En cuarto lugar, como centro de atracción para las migraciones, a través de la provisión de empleo en actividades rurales no agropecuarias y otros servicios residenciales.

Todas estas actividades son desarrolladas por las pequeñas y medianas ciudades vinculadas al mundo rural, en mayor o menor medida y con mayor o menor complejidad dependiendo del nivel de desarrollo de cada región y del tamaño de la ciudad. Sin embargo, más allá de esta situación, lo que puede observarse a través de la experiencia argentina es la conformación de un proceso de integración creciente entre el campo y la ciudad que muchas veces ha desencadenado un círculo vicioso de deterioro urbano que también está alimentado por la transformación de las áreas rurales. Así, la dinámica observada en las últimas décadas muestra un crecimiento del conjunto de las ciudades.

En la Argentina, por ejemplo, todas las ciudades de entre dos mil y cien mil habitantes (es decir, las que mayor vínculo tienen con las zonas rurales) crecieron un 10% (INDEC), en tanto que las que tienen entre cien mil y quinientos mil habitantes crecieron un 7% (INDEC). Parte de este crecimiento es aportado por las corrientes migratorias de las zonas rurales en general hacia las ciudades. Este crecimiento de las ciudades más vinculadas al mundo rural se debe en parte a que las corrientes migratorias que históricamente se orientaban hacia las medianas y grandes ciudades del país (capitales de provincia especialmente), ahora se orientan a las pequeñas ciudades, donde los migrantes perciben que es más sencillo encontrar oportunidades de empleo al mantenerse en una situación de relativa corta distancia con sus zonas de origen.

Salvo casos muy puntuales, en estas ciudades, que manifiestan un proceso de crecimiento y de migración proveniente del campo, las condiciones macroeconómicas y la dinámica de su base económica no ha permitido generar empleos formales y de calidad suficientes a un ritmo que permita superar la pobreza y la marginalidad. Es decir que la capacidad de generación de empleo de sus economías no es suficiente para sustentar el crecimiento demográfico generado por el propio crecimiento vegetativo de la ciudad y por la afluencia de nuevos migrantes rurales.

Así, tal como lo expresa el documento del Plan Estratégico Territorial de la Argentina

Los mercados de trabajo urbano muestran enormes brechas entre los ingresos de los trabajadores mejor remunerados y los de aquellos que perciben los salarios más bajos, a lo que se agrega la gran cantidad de trabajadores que quedan al margen de los mercados formales de trabajo. El empleo informal representa una gran porción del empleo total, con las consecuentes limitaciones de los derechos de los trabajadores en materia de seguridad social, condiciones de trabajo y niveles de remuneración (Oporto, 2011, p. 29)

De esta manera, lo que se observa en las ciudades, más allá de sus tamaños, es una dinámica de crecimiento vinculada a su propio crecimiento vegetativo, pero también debido a procesos migratorios del campo, y una dinámica de creación de empleo que no es capaz de satisfacer la totalidad de la demanda; se constituye así una situación de fuerte fragmentación y desigualdad en términos de ingresos y de oportunidades de desarrollo económico.

El crecimiento de las ciudades tiene además profundas consecuencias sobre la calidad de vida en general. El aumento de la demanda de servicios de agua, energía, transporte, tratamiento de residuos, servicios educativos y sanitarios no puede ser siempre atendido por las ciudades, lo cual genera condiciones de muy baja calidad de vida en muchas zonas. Las ciudades enfrentan así un proceso de crecimiento de su mancha urbana, con un proceso de fragmentación marcado y con mayor o menor calidad de vida según los modelos de gestión y los mecanismos de financiamiento disponibles, entre ellos, mecanismos privados que permiten generar infraestructuras y equipamientos para zonas específicas (barrios cerrados, etc.). De esta manera, frente a la baja capacidad de generación de empleo y frente a las dificultades crecientes de mejora de la calidad de vida, gran parte de las ciudades viven procesos de deterioro social y de aumento de la marginalidad, los cuales propician la generación de nuevos conflictos y a veces de violencia.

Esta situación casi generalizable a todo el sistema de ciudades de la Argentina ha impulsado, a su vez, un proceso de éxodo desde estas hacia zonas rurales, lo que contribuyó al proceso de renacimiento rural anteriormente mencionado. Así, la relación campo-ciudad no debe conceptualizarse como una relación unidireccional del campo hacia la ciudad, sino que ahora se manifiestan flujos migratorios, y por ende económico-productivos, bidireccionales, que integran cada vez más a los dos ámbitos. De esta manera, se configura un nuevo modelo de vínculo que permite pensar que no existen ciudades dinámicas en contextos rurales en crisis, como tampoco existen áreas rurales dinámicas con ciudades con baja capacidad de desarrollo y calidad de vida (Sili, 2007).

Conclusiones

En las últimas dos décadas los cambios en el contexto internacional y macroeconómico nacional han permitido consolidar el cambio tecnológico y el crecimiento productivo en el agro y en otras actividades extractivas (minería especialmente), en un proceso marcado por una profunda concentración de los recursos productivos (tierras) y por nuevas formas de gestión productiva. Los territorios rurales se consolidaron así como proveedores de materias primas; de este modo, se mantuvo una fuerte dependencia de los impulsos de los mercados externos y se marginó a la agricultura familiar, responsable histórica de dinamizar la vida social en las áreas rurales.

Pero paradójicamente, frente al mismo proceso de crecimiento productivo y homogeneización de los territorios rurales, producto de una mayor inserción en los mercados mundiales de bienes agropecuarios, se van generando nuevas formas de valorización de recursos (nuevas actividades, residencias secundarias, turismo, etc.), una nueva relación entre el campo y la ciudad producto de la mayor movilidad de la gente y del cambio tecnológico; nuevos paradigmas culturales que se reflejan en nuevas formas de vivir, en nuevas demandas y reclamos ambientales y sociales.

Producto de esta dinámica es que otras actividades comenzaron a cobrar importancia y modificaron en muchos lugares la lógica de producción y empleo predominante. Se diversificó, así, la economía rural, y en algunos casos se generaron nuevos encadenamientos productivos y de empleos, lo que consolidó, incluso, circuitos virtuosos de desarrollo rural.

El modelo planteado permite combinar y observar todas estas dinámicas de cambio productivo, social y demográfico, en ocasiones contradictorias, mostrando las múltiples relaciones que se establecen dentro del espacio rural y con las ciudades de diferente tamaño. Sin embargo, lo más importante es que el modelo planteado, además de aportar una descripción y una explicación de los procesos de organización y cambio rural, muestra la multiplicidad de relaciones bidireccionales entre las variables, y entre el campo y la ciudad, poniendo de relieve la complejidad de los territorios rurales en este nuevo contexto histórico. Este modelo, claramente aplicable a los diversos territorios rurales de la Argentina, como un instrumento de análisis para múltiples territorios rurales de América Latina, seguramente se verá enriquecido, precisado y, eventualmente, ajustado o modificado, al tomar contacto con otras realidades empíricas.

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Fecha de recibido: 5 de febrero de 2016
Fecha de aceptado: 9 de marzo de 2016
Fecha de publicado: 27 de abril de 2016

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