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Mundo agrario

versión On-line ISSN 1515-5994

Mundo agrar. vol.18 no.39 La Plata dic. 2017

 

DOSSIER
El trabajo doméstico y sirviente en la Europa rural (SS. XVI-XIX).
Diversidad de modelos regionales y formas de dependencia

Introducción al dossier: El trabajo doméstico y sirviente en la Europa rural (ss. XVI-XIX). Diversidad de modelos regionales y formas de dependencia

Fabrice Boudjaaba(*); Francisco García González(**)

(*) École des Hautes Études en Sciences Sociales - EHESS, Centre de Recherches Historiques, Paris, Francia
fabrice.boudjaaba@ehess.fr

(**) Seminario de Historia Social de la Población, Facultad de Humanidades de Albacete, Universidad de Castilla-La Mancha, España
Francisco.ggonzalez@uclm.es

Servants and domestic workers in rural Europe, XVI to XIX Centuries. Regional diversity and forms of dependence

Agencias de apoyo: Dossier incluido dentro de los proyectos de investigación Familia, curso de vida y reproducción social en la España centro-meridional, 1700-1860 (referencia HAR2010-21325-C05-03) y Familia, desigualdad social y cambio generacional en la España centro-meridional, 1700-1900 (referencia HAR2013-48901-C6-6-R), de los que es Investigador Principal Francisco García González.

El dossier El trabajo doméstico y sirviente en la Europa rural (SS. XVI-XIX). Diversidad de modelos regionales y formas de dependencia es el resultado de dos encuentros científicos sucesivos que tuvieron lugar en el Seminario de Historia Social de la Población (Facultad de Humanidades de Albacete, Universidad de Castilla-La Mancha) y en el Centre de Recherches Historiques de l'École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Ambos encuentros se celebraron en el marco de la red científica internacional GDRI- CRICEC (Crises and change in the European Countryside) del CNRS francés y de sendos proyectos de investigación financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España. Tras hacer un estado de la cuestión sobre los avances de la historiografía rural española y francesa durante los últimos años y de sentar las bases de una estrecha colaboración (García González, Béaur y Boudjaaba, 2016), el presente monográfico amplía el objetivo de llevar a cabo estudios comparados y en la larga duración centrados en el mundo rural europeo con la incorporación de trabajos procedentes de otros países como Inglaterra, Noruega e Italia. En esta ocasión el tema estudiado es el de los criados y sirvientes, abordado al hilo de los planteamientos y debates más actuales. Consideramos que faltan aún muchas investigaciones sobre los grupos sociales en el campo. Corremos el riesgo de hacer una historia del mundo rural sin campesinos. Como ocurre en el caso del trabajo doméstico, su historia es poco conocida más allá de generalidades y casi siempre se ha realizado más en clave de sus amos que de sí mismos (García González y Brumont, 2016).

La historiografía del mundo rural ha opuesto tradicionalmente dos modos de organización de la producción agrícola. Por una parte, la explotación familiar que, durante muchos años, fue objeto de una mirada crítica en cuanto a su productividad, su capacidad para integrar las innovaciones técnicas y culturales; y por otra parte, la gran explotación, llamada capitalista, que recurre con creces a una mano de obra asalariada e integra ampliamente los circuitos del intercambio y del mercado a su modo de organización productiva. Esta oposición, demasiado radical para dar cuenta del conjunto de las realidades rurales del pasado, centró durante mucho tiempo el debate sobre la modernización de la agricultura y su transición hacia el capitalismo. Un debate en el cual se opuso un modelo inglés de grandes explotaciones, apoyándose sobre una mano de obra asalariada, y un modelo de la pequeña explotación, más frecuente y más duradero (hasta el siglo XX), sobre todo en los países del Sur de Europa. Desde hace dos décadas, esos modelos y sus méritos respectivos en términos de productividad fueron ampliamente discutidos y matizados. De un lado, parece que la gran explotación no era lo más frecuente en buena parte de la Europa septentrional, como tampoco el tamaño de la explotación no tiene una correlación clara con su productividad. La hacienda es el ejemplo perfecto en sentido contrario. Por otro lado, la innovación agrícola tampoco es exclusiva de la Europa del Norte: pensemos en la introducción del arroz en la planicie del Po en la época moderna, o en el desarrollo de los cultivos de hortalizas para la exportación en la España contemporánea.

Sin embargo, detrás de la oposición entre estos dos modos de organización de la producción está también el contraste entre dos formas de relación laboral en el mundo rural: el trabajo familiar, que asocia personas emparentadas, frente al trabajo asalariado –en su sentido amplio– que contrapone empleadores y trabajadores. Se olvida, no obstante, que esta oposición deja a un lado un tercer actor, primordial en la producción agrícola y ganadera: los criados rurales. Sirvientes que están presentes y que contribuyen tanto en el funcionamiento del modelo de explotación familiar como en el capitalista, por lo menos hasta finales del siglo XIX (Gritt, 2000). Otra cosa es que se vinculen las causas del retraso de la transición del modo de producción feudal al capitalista en función de las características del mercado de trabajo y de su mayor o menor proletarización, oponiendo dicho retraso ligado al criado sirviente frente al impulso allí donde predominaba el trabajador jornalero tal y como lo defendiera Ann Kussmaul (1981).

Según estas consideraciones, no es extraño el mayoritario interés que siempre despertó el trabajo jornalero frente al sirviente. Pero, además, hay que añadir otras causas. Para Chayanov, uno de los más influyentes estudiosos del pasado rural, lo propio de las explotaciones familiares era que no tuviesen asalariados, lo que supuestamente implicaba excluir el recurso a los criados en buena parte de las unidades domésticas. Frente al modelo de la familia troncal, identificada con el atraso económico y social, fueron incrementándose los estudios sobre la familia nuclear como vía para explicar el proceso de modernización. Siguiendo las propuestas Peter Laslett y el Grupo de Cambridge (Laslett, 1972), a partir de entonces los criados serían objeto de una abundante bibliografía al hacerse hincapié en la importancia del life cycle servant en el sistema de reproducción demográfica y social de la Europa occidental. La colocación de jóvenes como criados en otras familias hasta el momento de su matrimonio fue contemplada como una práctica que denotaba una particularidad en el ciclo de vida individual y familiar, particularidad que sería utilizada para diferenciar los modelos familiares europeos noroccidentales de los mediterráneos y orientales. De forma paralela, la identificación directa entre criados y corresidencia dio lugar al desarrollo de estudios que incidían en el papel de los sirvientes como un miembro más de la familia sobre el que ejercía su autoridad el pater familias (Pollock, 2002). La cuestión de los límites de dicha autoridad y su evolución enlazaba con otros enfoques centrados en la casa como un espacio de intimidad y emociones, como ya promoviera en la década de los años sesenta Philippe Ariés (1987) dentro de lo que se denominó la historia de las mentalidades.

De una u otra manera, el resultado es que se fue vinculando el estudio de los criados con la progresiva expansión de pautas de organización doméstica urbanas y como un indicador mismo del proceso de urbanización. No es extraño, pues, que los datos mejor conocidos se refieran al mundo urbano y al servicio femenino si, como señalaba Fauve-Chamoux (1998), hacer la historia de la domesticidad en las sociedades europeas es esclarecer los procesos de transición socioeconómica y de urbanización. La compilación de trabajos reunidos por la misma Antoinette Fauve-Chamoux (2004), monográficos como "Domesticité et parcours de vie" (Annales de Démographie Historique, 2009-1) así como los estados de la cuestión realizados por Sarti (2007), si bien ponen de manifiesto cómo los estudios han sido ampliamente renovados, también reflejan cómo el interés se ha seguido focalizando sobre todo en los criados urbanos y mucho menos en los del mundo rural. Del mismo modo, mientras que el análisis del trabajo masculino se vincula con el mundo asalariado y jornalero, las actividades femeninas solo se ligan al servicio doméstico, siendo muy raros los estudios sobre las mujeres jornaleras (Ortega López, 2015) como denuncia Rey Castelao desde España (2015).

En realidad, podemos afirmar que son excepcionales las publicaciones que, como el dossier coordinado por Sarasúa (2005), de forma monográfica se ocupan de los criados y de los sirvientes en el mundo rural. Los ocho textos aquí reunidos cubren un amplio espacio que va desde las zonas del interior de Castilla hasta Noruega, y desde Italia hasta Inglaterra pasando por Mallorca, los Pirineos, Galicia y la región parisina al noroeste de Francia. Se complementa así con los estudios del citado dossier donde se habían analizado casos como los de Groningen en Holanda, Escania en Suecia, Cerdeña en Italia o Cataluña, y de nuevo Galicia, en España.

Nuestra propuesta parte de la base de que es posible compatibilizar la especialización regional con la integración de las cuestiones en una dimensión europea a través de la historia comparada. Asumimos que las problemáticas pueden tener denominadores comunes, pero también que las soluciones pueden ser diferentes. De ahí que, si bien nuestro objetivo es analizar la desigualdad y las formas de dependencia a través del trabajo sirviente, igualmente podemos hablar de la diversidad de modelos regionales. Dentro de los múltiples aspectos que cabe abordar a la hora de afrontar un tema tan poliédrico como éste, consideramos que algunos de los ejes fundamentales sobre los que podría vertebrarse su análisis son los siguientes:

1.- En primer lugar, evidenciar los avances conseguidos en la investigación, la confirmación o rechazo de hipótesis antiguas, mostrar los debates actuales o las tendencias que pueden vislumbrarse en torno a cuestiones todavía poco exploradas. En este sentido, no hay que olvidar que, para fijar conceptualmente con precisión este fenómeno y analizarlo, hay que prestar atención al problema de las fuentes. Y si, al contrario de lo que ocurre con la propiedad sobre todo, el trabajo de una manera general es uno de los factores de la producción agraria menos visible desde el punto de vista de los archivos, los problemas se multiplican en el caso del trabajo doméstico y sirviente.

2.- En segundo lugar, resulta imprescindible abordar la cuestión de las relaciones entre empleador y empleado, y un asunto siempre polémico como es el de la corresidencia. Entre otros aspectos, hay que preguntarnos por la proporción de hogares que contaban con algún tipo de criado y quiénes concentraban su mayor parte, cuál era su distribución por sexo, edad o estado civil, cuál era el estatuto de los criados rurales y la naturaleza de las relaciones que establecían con su amo y con la familia de éste, si se consideraban como a otros miembros más con los que existían lazos de parentesco, si la corresidencia con el amo era una condición necesaria en el trabajo de los criados, si los jóvenes eran sistemáticamente enviados a otra casa como criados y separados de sus hogares, el grado de conflictividad, etc. Y más allá de la corresidencia, si las relaciones eran meramente contractuales o hablamos de lazos clientelares y de patronazgo, si podemos analizar en paralelo las trayectorias individuales de los criados, las de sus familias y las de sus amos y, en definitiva, si podemos observar los mecanismos de control y de dominación o, al contrario, las vías de promoción y de movilidad social.

3.- En tercer lugar, es importante prestar atención al papel del trabajo de los criados en el equilibrio y el funcionamiento de las explotaciones agrarias preindustriales, así como conocer su origen social. En términos de oferta de empleo, hay que preguntarnos si el recurso de los criados rurales se correspondía con un tipo particular de explotación, con un tipo de superficie explotada, con un tipo de especialización agrícola o, por ejemplo, con un tipo de poblamiento escaso y disperso. Al contrario, en términos de solicitud de empleo, hay que indagar sobre la reciprocidad o no entre la existencia de criados y la desigual distribución de la propiedad, si es específica de los regímenes demográficos caracterizados por un alto índice de celibato, o si es más bien propia de ciertos modelos jurídicos de transmisión de las explotaciones. En este punto, se podrían analizar cuestiones como si ser sirviente agrícola puede considerarse como una solución alternativa a la emigración por parte de los no-herederos, como una vía de la movilidad social y geográfica de los individuos en sistemas igualitarios, etc.

4.- En cuarto lugar, frente a la idea de que los campesinos apenas se desplazaban de su lugar de residencia, hay que investigar sobre qué puede aportarnos el estudio de los criados y sirvientes para profundizar en la cultura del movimiento, que también formaba parte de las sociedades rurales preindustriales. En este sentido conviene examinar qué importancia tuvieron en los movimientos de población, hasta qué punto trascendían los propios límites de su comunidad, cuál era su radio de acción, si la distancia era un impedimento para servir, cuál era su procedencia, si en los desplazamientos había algún tipo de tendencia, si la circulación de criados era muy elevada, si se observan desplazamientos de la ciudad al mundo rural circundante, etc.

5.- Finalmente, hay que preguntarnos por los ritmos de evolución de los sirvientes en el tiempo. Por un lado, desde la perspectiva del tiempo corto o curso de vida, debemos comprobar si hablamos de meses, años o décadas al servicio de alguien, si se trata de un grupo de población marcado por su enorme transitoriedad o, al contrario, si se estaba vinculado al servicio de una casa durante toda la vida. Y por otro, en la larga duración, averiguar cómo afectaron a los criados rurales las transformaciones de las condiciones de la producción agraria, en qué medida ese modo de residencia y de trabajo se adaptó a las transformaciones de los siglos XVIII y XIX (en particular, a la emergencia en ciertas regiones europeas de una agricultura que ya podemos llamar capitalista), si los cambios del sistema productivo agrario desembocaron en una crisis del trabajo sirviente como modo de organización de la familia explotadora y como modo de vida, si podemos considerar la feminización del servicio doméstico como un reflejo de este proceso, etc.

En mayor o menor medida, buena parte de las cuestiones planteadas han sido tratadas en los textos que componen el dossier. En unos casos de una forma más general y en otros circunscritos a espacios más concretos. Por ejemplo, Raffaella Sarti nos ofrece una visión muy amplia del trabajo doméstico rural en Italia y cuestiona, en un completo balance con un marcado carácter comparativo, las contradicciones de la historiografía al respecto. Entre otras cosas, el vínculo establecido entre el life-cycle service y la neolocalidad o el matrimonio tardío. En su opinión, el trabajo doméstico en el caso italiano aparece más como una manera de resolver el problema de los recursos económicos de la familia que como un medio de acumular capital con vistas al matrimonio. Otra visión panorámica sobre el tema, pero en Noruega, es presentada por Mónica Miscali. También, desde la contextualización del caso noruego en el marco europeo, analiza la evolución del servicio doméstico desde la época moderna hasta la industrialización a mediados del siglo XIX y sus consecuencias. Al mismo tiempo que estudia diferentes variables demográficas como indicadores de la situación, presta una atención particular a las diferencias entre los sexos y al desigual trato recibido.

En este sentido, otros artículos se interesan por la cuestión de las relaciones entre los amos y criados en términos de poder en el seno de la familia y de la organización del trabajo. Fabrice Boudjaaba y Laurent Herment se preocupan por el papel que tienen los niños y, especialmente, las niñas en el trabajo en el cantón de Marines (Isla de Francia) durante el siglo XIX. Sobre todo, plantean la disyuntiva entre el trabajo doméstico en casa de sus propios padres o el trabajo asalariado en el exterior de la familia. Muestran que la elección dependía ampliamente de la configuración de la familia, y que para las niñas el trabajo en el exterior no era una fase ineludible del ciclo de vida de los campesinos; más bien, a menudo era el síntoma de la fragilidad económica de los padres. Mientras, desde Inglaterra, Amanda Flather se interesa también por las relaciones de poder y de género en la experiencia doméstica en la época moderna; en concreto, a través de la casa y de la importancia del espacio. A partir del análisis de los criados en los hogares de clase media durante el siglo XVII, relaciona el cambio arquitectónico y las formas con que los individuos hicieron uso del espacio doméstico. Un espacio con un neto carácter social, en cuya definición se reflejaba una lucha que giró en torno a los conceptos de control y uso en lugar de separación o segregación según el estatus o el género.

Finalmente, cuatro textos tratan el trabajo doméstico en espacios regionales más restringidos, adoptados como observatorios para comprender los procesos de dependencia y de desigualdad social. Marc Conesa sitúa su análisis en la provincia del Rosellón, en la zona de los Pirineos orientales entre Francia y Cataluña. Describe la evolución multisecular de los criados y sirvientes en la zona, así como sus características y mutaciones en relación con la concentración de la tierra y el proceso de proletarización de buena parte del mundo rural. En la misma dirección, Francisco García González incide en las causas que justifican la entidad del fenómeno en la España interior, ligándolo a la desigual distribución de la propiedad, los sistemas extensivos de explotación agrícola-ganadera y su impacto en los procesos de trabajo y polarización social. Utilizando como ejemplo una región como Castilla-La Mancha en los siglos XVIII y XIX, y su comparación con otras zonas españolas, analiza la jerarquización y tipología de los sirvientes y su relación con la edad para cuestionar el modelo del life cycle servant. Además, comprueba cómo en determinadas regiones el trabajo sirviente no era fácil de separar nítidamente del trabajo jornalero. Ambos podían llegar a mezclarse. De hecho, Gabriel Jover Avellà, Joana Maria Pujadas Mora y Ana Maria Suau Rodríguez se preguntan por quiénes eran los mozos en las regiones mediterráneas. Su respuesta, desde el análisis del sector olivarero en la isla de Mallorca a mediados del siglo XVII, es que eran trabajadores adultos y mayoritariamente contratados por breves períodos de tiempo, lo cual demostraría que tenían unos perfiles sociales y demográficos distintos al de los criados de las regiones europeas del norte, donde dominaban los criados rurales jóvenes y solteros con contratos de larga duración. Por último, Isidro Dubert se interesa por los criados en la Galicia interior y por los rasgos de uno de los principales mercados de trabajo del noroeste de la Península Ibérica entre 1700 y 1825. Utilizando como ejemplo a los criados del clero secular, analiza sus características así como la geografía de los reclutamientos y su grado de movilidad geográfica. Pero sobre todo pone de manifiesto las posibilidades de movilidad social abiertas por el trabajo doméstico, cuestión que hay que resaltar por cuanto que se trata sobre todo de procesos de promoción ligados a las mujeres de los que tan pocos estudios disponemos.

En definitiva, dentro de su diversidad, este monográfico de Mundo Agrario nos permite obtener una idea de conjunto del trabajo doméstico y sirviente en la época moderna y en la fase inicial de la industrialización europea. A la vez que muestra su carácter casi universal, pone de manifiesto la especificidad de los modos de organización del trabajo en el campo según las regiones y los períodos, su papel en la economía rural y sus peculiaridades según los modelos familiares y las estructuras agrarias. Pero, fundamentalmente, los diferentes textos aquí reunidos, con sus distintos planteamientos, revelan la plasticidad del trabajo doméstico en el tiempo y en el espacio, y su importancia para la comprensión del funcionamiento del sistema social en el mundo rural europeo del pasado.

Bibliografía

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Fecha de recibido: 1 de diciembre de 2017
Fecha de aceptado: 15 de diciembre de 2017
Fecha de publicado: 19 de diciembre de 2017

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