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Mundo agrario

On-line version ISSN 1515-5994

Mundo agrar. vol.21 no.47 La Plata Aug. 2020

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.24215/15155994e144 

Artículos

Entre la prohibición y lo prohibido: reivindicaciones agrarias en la Agroindustria Yerbatera Argentina (1966-1976)1

Between prohibition and prohibition: Agrarian claims in the Yerbatera Argentina Agribusiness (1966-1976)

Lisandro Ramón Rodríguez1  lisandrodriguez@gmail.com

1CONICET. Universidad Nacional de Misiones, Argentina

Resumen

El objetivo de este artículo es analizar las reivindicaciones agrarias de los productores yerbateros en la Argentina. La premisa es reconocer los intereses que los aglutina, como así también observar los fines que persiguen y examinar el componente ideológico. La propuesta metodológica es realizar el estudio atendiendo a las voces de los protagonistas, por lo que se recurre a documentos como memorias de cooperativas, boletines de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM), de asociaciones yerbateras y publicaciones periódicas. Además, las entrevistas a actores claves y las fuentes secundarias complementan el corpus documental para esta comunicación con perspectiva de historia regional. Se concluye que… las formas de luchas y resistencias en los márgenes de la argentina rural presentan un fuerte componente ideológico, asociado a condiciones socio económicas y pertenencia de clase.

Palabras clave Yerba Mate; Reivindicaciones agrarias; Movimiento agrario; Agroindustria

Abstract

The objective of this article is to analyze the agrarian demands of the producers yerbateros in Argentina. The premise is to recognize the interests that unite them, as well as to observe the aims they pursue and examine the ideological component. The methodological proposal is to carry out the study taking into account the voices of the protagonists, so that documents such as cooperative memoirs, bulletins of the Yerba Mate Regulatory Commission (CRYM) are used, associations and periodicals. In addition, interviews with key actors and secondary sources complement the documentary corpus for this communication with a regional history perspective. It is concluded that the formas of fights and resistance on the border of rural Argentina have a strong ideological component, associated whit socio- economic conditions and class membership.

Keywords Yerba Mate; Claims; Agrarian Movement; Agribusiness

Introducción

El movimiento agrario ocupa un lugar destacado en la historiografía argentina en general y en la región NEA en particular. Gran parte de las producciones se centran en indagar –en primer lugar– los orígenes y la composición de estos movimientos (Bartolomé, 1982; Rozé, 1992; Ferrara, 1973; Ferragut, 2016). La particularidad de los enfoques radica en que algunos estudios atribuyen un carácter heterogéneo a las organizaciones, indicando que la misma obedece a las estructuras de clase en el interior de las cuales se desenvuelven los productores (farmer, chacarero) asociados a las ligas (Rozé, 1992). Otros postulados en cambio indican un grado de homogeneidad ideológica y de acción (campesinado) que se manifiesta en las demandas y enfrentamientos con las distintas instancias de gobierno (Ferrara, 1973). Estudios ya clásicos en la historiografía nordestina dan cuenta de un fuerte componente de populismo en las bases de distintas organizaciones y movimientos agraristas (Bartolomé, 1982). Otras investigaciones centran su interés en las contradicciones que se registran al interior de las ligas agrarias e incluso realizan una proyección temporal para analizar la situación actual de los movimientos sociales (Galafassi, 2008).

La propuesta de este trabajo es reconocer las formas de reivindicación de productores de yerba mate. Sin desestimar las discusiones respecto de la condición de clase de los sujetos agrarios ni las referencias de adhesiones políticas y partidarias, la premisa consiste en indagar –atendiendo los postulados de Mario Lattuada (2006)– sobre la defensa integral de los intereses de los productores, observar el aspecto universalista (o no) en la naturaleza de los fines que persiguen y analizar el componente ideológico ponderando los discursos. Considerar los discursos sociales no se limita a estudiar lo que los actores sociales “dicen” por oposición a lo que “hacen”, tal como lo sostienen Sigal y Verón (1986), para quienes el análisis del discurso es indispensable para identificar los mecanismos significantes que estructuran el comportamiento social y saber lo que los actores hacen.

El propósito de este artículo es delinear las características socioeconómicas de los grupos sociales que conforman el sector productivo y comercial de la yerba mate. Para dicho fin se recupera la clásica distinción entre plantadores y colono clásico (Bartolomé, 1975)2 y se pasa revista a otras tipologías agrarias (campesino, agricultor familiar), al tiempo que se pone en tensión el carácter universalista del sentido reivindicativo. Para el análisis se consideran distintas asociaciones de yerbateros (cooperativas, asociaciones gremiales, movimiento agrario), con el objeto de ponerlas a dialogar y/o confrontar respecto de la actividad y los mecanismos de lucha, defensa y resistencia para el periodo en consideración. Además, se ponderan las acciones de lucha del colectivo agrario en la consecución de la defensa de los intereses. El foco está puesto en las causas que gestan acciones colectivas en conjunto y en los motivos que generan los conflictos y fracturas hacia el interior del movimiento agrario.

El lapso temporal propuesto3 para este estudio se inicia con la prohibición de plantaciones de yerba mate en 1966 (en el marco de la dictadura militar autodenominada como Revolución Argentina) y se extiende hasta el inicio de la última dictadura cívico-militar en 1976. La década –caracterizada por la interrupción de la democracia– está determinada por una “crisis” en la cuenca productiva, destacándose el inicio a prolongados periodos denominados por el Estado como “de sobreproducción” (Bartolomé, 1975; Schiavoni, 1995; Slutzky, 2011), como así también por la concentración e integración de la actividad (mercado oligopsónico) que en la actualidad persiste y se agudiza (Rau, 2012; Gortari, 2016). El escenario nacional registra transformaciones estructurales, que se inician con las medidas desplegadas durante el Estado Burocrático Autoritario, en especial desde la cartera de economía a cargo del Ministro Adalbert Krieger Vasena (O'Donnell, 1982), y se acentúan con la dictadura militar (1976-1983).

Consideraciones teóricas-metodológicas

La propuesta metodológica consiste en el análisis cualitativo de fuentes primarias, principalmente publicaciones periódicas como Amanecer Agrario, órgano de difusión del Movimiento Agrario de Misiones (MAM), y las memorias de las Federación de Cooperativas de Misiones (Fedecoop), al tiempo que se considera “la voz” y el accionar del Estado a través de publicaciones de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM), institución creada en 1935 y disuelta en 1991, en tanto ente regulador oficial de la actividad. Las entrevistas semiestructuradas a referentes del agro y exmiembros del MAM complementan el corpus documental. La escasez y dispersión de las fuentes sobre las acciones colectivas y sus reivindicaciones en el agro en general, y el yerbatero en particular, dejan ver rasgos significativos sobre la conservación de los documentos, particularmente en una región marginal; hecho que genera uno de los obstáculos más difíciles de superar para los historiadores e investigadores del tema. Esta realidad obliga a una reflexión metodológica en torno a las limitaciones y posibilidades sobre los materiales con los que se cuenta y conduce a la búsqueda, hallazgo e incorporación de nuevas fuentes como parte del “ejercicio y oficio del historiador” que busca saber lo que la historia dice de una sociedad, pero, más aún, pretende analizar cómo funciona en ella (De Certeau, 1984). Las publicaciones periódicas utilizadas en este trabajo son fuentes primarias ineludibles para la investigación, al tiempo que forman parte de las limitaciones enunciadas.

Parte de la decisión metodológica radica en realizar las lecturas e interpretación de los documentos de acuerdo con la propuesta de Enzo Traverso, quien otorga un criterio fundamental a la contextualización que consiste en “situar una idea o un acontecimiento en su época, en un marco social que le son propios”. En este caso se trata de reconocer los hechos ocurridos en el agro misionero entre 1966-1976, identificando el contexto socioeconómico y político, con la finalidad de comprender el accionar y las ideas de los productores yerbateros. Dicho criterio genera la necesidad de abordar los hechos y las ideas desde “una perspectiva diacrónica, que capte sus transformaciones en el tiempo, ubicando además a la conceptualización como requisito elemental para aprehender lo real” (Traverso, 2012, pp. 25-26).

Las interpretaciones conceptuales referidas a las reivindicaciones en el agro ofrecen un importante caudal de referencias teóricas elaboradas desde distintos enfoques y escuelas de pensamiento. Las nociones de acción colectiva, así como las referencias a los movimientos sociales y la importancia del capital social vertebran el análisis del asociacionismo agrario. A la clásica postura de Olson respecto de la lógica de las acciones colectivas, que considera que la mayor parte de la acción que se emprende en favor de grupos de personas tiene lugar a través de organizaciones, y que una de las características comunes –particularmente las de aspectos económicos– es proteger los intereses de sus miembros (“se espera que esos grupos [de acción colectiva] actúen en favor de sus intereses comunes, así como se espera que los individuos actúen en nombre de sus intereses personales” –Olson, 1992, citado en Lattuada, 2006–), se suma un número importante de contribuciones que complejizan la trama de análisis. Tal es el caso de los trabajos de Eduardo Moyano, quien considera que el entramado asociativo existente en la sociedad civil se puede analizar como el resultado de procesos institucionalizados de acción colectiva, en los que los individuos o grupos implicados en tales procesos formalizan sus relaciones, enmarcándolas en un sistema de reglas internas de funcionamiento (estatutos, reglamentos). En este sentido, las asociaciones que surgen de dichos procesos pueden ser concebidas como instituciones, en cuyo seno los individuos definen sus sistemas de preferencias y eligen las opciones de acción que consideran más convenientes para obtener las metas que se proponen (Moyano, 1993).

La importancia del asociacionismo en las políticas de desarrollo es destacada por diversos autores desde la perspectiva del “capital social”, al considerar las asociaciones como resultado de la confianza entre individuos y valorarlas como base de nuevos esfuerzos colectivos para emprender proyectos que beneficien al conjunto de la comunidad (Moyano, 1993). Las referencias al capital social registran antecedentes importantes, destacándose los aportes realizados por Pierre Bourdieu, quien considera el capital social como un conjunto de recursos actuales o potenciales relacionados con la posesión de una red durable de relaciones más o menos institucionalizadas de entre-conocimiento y entre-reconocimiento; o, en otros términos, con la adhesión a un grupo (Bourdieu, 2000).

Un componente conceptual fundamental a la hora del estudio del asociacionismo es el de movimientos sociales. Las investigaciones de Boaventura de Sousa Santos enriquecen las reflexiones sobre este concepto, al tiempo que abren el debate crítico respecto de categorías como la de nuevos movimientos sociales para dar cuenta de las características de determinados grupos (y su historicidad) que, con objetivos comunes, se presentan en el escenario económico, político y social (Souza Santos, 2001). En Argentina, Mario Lattuada ha contribuido de manera especial al análisis de las acciones colectivas. Sus investigaciones sobre el asociacionismo en el agro argentino aluden a categorías teóricas centradas en la acción colectiva, al tiempo que destacan la dinámica de los nuevos movimientos sociales en un agro en permanente transformación (Lattuada, 2006).

La intención última de esta comunicación es intentar superar la visión tradicional (incluso romántica) de la familia yerbatera con la que gran parte del imaginario social y gubernamental reconoce a la actividad, para dar paso a un análisis complejo, en un escenario caracterizado (históricamente) por las luchas, correlaciones de fuerzas y resistencias al poder (estatal y empresarial). En este sentido, el análisis se detiene en explicitar las reivindicaciones agrarias con una perspectiva histórica “desde abajo”, para comprender aquello que los pequeños y medianos productores narran o recuerdan de los acontecimientos, en contraste con los acontecimientos que el Estado o la elite gobernante piensan que deberían recordar, e incluso por encima de lo que los historiadores pueden determinar que en verdad sucedió (Hobsbawm, 1998).

Unidad de estudio: la región yerbatera y los sujetos sociales agrarios

La yerba mate es una planta originaria de América del Sur y está presente en Brasil (Estados de Paraná, Matto Grosso y Santa Catalina), Paraguay y Argentina, donde el cultivo se localiza en el NEA, más específicamente en las provincias de Misiones y Corrientes. Se constituye en una producción netamente regional y orientada principalmente al mercado interno. La distribución entre ambas provincias es asimétrica, puesto que el 90 % de la producción se efectúa en la primera de ellas. La actividad, de gran importancia social y económica, además de presentar un alto índice de consumo, genera considerables ingresos por ventas e involucra a productores y al sector industrial y comercial (Rodríguez, 2018).

La configuración de los sujetos sociales agrarios vinculados a la actividad yerbatera obedece a condiciones históricas. Un agente indispensable es el Estado nacional, que lleva a cabo desde fines del siglo XIX la colonización del entonces Territorio Nacional de Misiones. Se establecen unidades agrícolas a través de la movilización de inmigrantes, a quienes se estimula a plantar yerba mate. La incorporación del cultivo como producto de comercialización da origen a la formación de agricultores comerciales. Este proceso define al “colono clásico” como tipo social agrario, en tanto sujeto relativamente capitalizado, fruto de políticas estatales dirigistas, que facilitan el acceso a la tierra (Bartolomé, 1975, p. 239).

Una característica referida a los denominados colonos (particularmente pequeños y medianos productores) es que en los inicios de la actividad (primera mitad del siglo XX) no poseen molinos propios, situación que los coloca en una posición de desventaja frente a las empresas molineras que manejan la industrialización y la comercialización (Barsky y Gelman, 2009, p. 323). Las estrategias de acción colectiva (principalmente las cooperativas yerbateras) representan canales donde este sujeto menos capitalizado puede llevar a cabo el proceso de secado, molienda e inclusive comercialización. El colono en tanto sujeto social agrario convive en el agro misionero con otro agente socioeconómico denominado plantador, definido por su comportamiento especulativo, ya que busca obtener del suelo rápidos y grandes beneficios. A su vez están articulados por la agroindustria, basada en la integración vertical y en acumular (en el sentido capitalista) la tasa máxima de ganancia (Bartolome, 1975, p. 240).

Los colonos con cierto potencial de acumulación ya no constituyen la expresión característica de la pequeña producción de la economía yerbatera (Schiavoni, 2008, p. 8) –aunque en el imaginario social permanezca dicha connotación–. Lejos de constituir un modelo cerrado, presenta ciertas heterogeneidades: algunos alcanzan niveles más próximos al campesino, mientras que otros logran capitalizarse y mantener su posición (Baranger, 2008, p. 14). Acorde al contexto socioeconómico, el productor yerbatero mantiene vínculos más próximos o lejanos con el Estado, pero nunca libre de tensiones. Estas relaciones se pueden traducir en decisiones de arriba hacia abajo, es decir planes emanados del Estado como ser créditos con tasas favorables al sector, planes compensatorios o propuestas de desarrollo rural; o demandas desde abajo hacia arriba, caracterizadas generalmente por el precio justo y el acceso a la tierra. Las coyunturas también conducen a que el yerbatero establezca vínculos con corporaciones privadas, como ser el sector molinero u otros centros de acopio del producto que buscan competir con las cooperativas prometiendo mejores precios o pagos al contado.4

Prohibición y crisis (1966-1971)

Desde mediados de la década de 1960 la provincia enfrenta diversos factores críticos que, si bien aquejan primordialmente a la producción yerbatera, impactan también sobre los demás cultivos industriales, los que a su vez enfrentan difíciles condiciones de mercado. La situación disminuye las posibilidades de capitalización de los productores menos capitalizados y genera las condiciones para el surgimiento de la protesta agraria (Schvorer, 2011).

Hasta entonces la arena política misionera no registra un partido con rasgos netamente agrarios. En 1965 –y ante este vacío de representación– se presenta en el escenario político provincial el Partido Agrario Misionero (PAM). El descontento del sector y la falta de identificación con los cuadros políticos tradicionales conducen a la conformación de una agrupación con perfiles agraristas. Los principales referentes provienen del sector yerbatero y denotan en su composición características socioeconómicas disímiles. En sus inicios se destacan las figuras de Vicente Rinaldi (dirigente agrario) y de Alfredo Szychowsky (industrial yerbatero) (Urquiza y Martín, 2013). A pesar de presentar una plataforma electoral orientada al productor del agro misionero y de cosechar un importante número de votos en toda la provincia, este partido no se conforma en el principal agente reivindicativo en el escenario rural para el periodo en estudio.

El periodo que se inaugura en 1966 está determinado en el escenario nacional por la dictadura autodenominada como Revolución Argentina (1966-1973). En lo que respecta a la yerba mate, la política agraria del nuevo régimen enfrenta una nueva crisis de sobreoferta yerbatera, generada por la liberación de las cosechas. La superficie en cultivo se amplía desde 1954 y llega al límite de las 120.000-130.000 hectáreas, con un 50 % de plantas nuevas en 1965. Cuando estas plantas comienzan a producir, se reduce la superficie cosechada y los rendimientos alcanzan niveles muy altos (Rodríguez, 2018). La CRYM, que desde 1963 recomienda limitar las cosechas, opta por prohibirlas en 1966, lo que significa un severo golpe para los productores, que desde diez años atrás venían siendo alentados por la Dirección de la Yerba Mate a replantar nuevos yerbales (Gutierrez, 2011). Las mediadas estatales dan cuenta de una política ineficiente, que no contempla ni estima proyecciones a mediano o largo plazo. Además, provocan el quiebre entre sociedad civil y Estado y conducen al accionar de los productores.

Ante esta situación, el carácter gremial de los yerbateros se impone en el escenario de esta agroindustria. La lógica de la acción colectiva (Olson, 1992; Moyano; 1993, Lattuada, 2006) adquiere un significado pragmático –y efectivo– en la consecución de objetivos específicos, como la defensa integral del productor yerbatero ante el Estado. El accionar corporativo representa un bloque, que se presenta sólido (ante las mediadas estatales) pero no es homogéneo y ni está libres de conflictos. Es así como, en Misiones, “mucho más que una unión de cooperativas se verifica una Federación de Cooperativas que solo permite coordinar algunas acciones y funcionar más efectivamente como corporación” (Rozé, 1992, p. 64). La explicación a esta situación radica en que

las cooperativas misioneras son creadas para fortalecer una oferta atomizada frente a una demanda creciente, desarrollando en una segunda etapa procesos agroindustriales, lo cual las coloca en un relativo rango de poderío económico favoreciendo así la emergencia de un sector de “funcionarios de cooperativas”, que a la vez eran productores de explotaciones medianas (que usan necesariamente mano de obra permanente) generando las condiciones para crear un peculiar estrato de clase (Rozé, 1992, p. 63).

Algunas investigaciones consideran que dichas variables provocan el “anquilosamiento” de una capa burocrática que termina defendiendo intereses propios sin consultar al conjunto, influyendo en las futuras fracciones dentro del movimiento (Galafassi, 2008, p. 10). Empero, referentes del MAM, sin desconocer la existencia de estratos de grandes plantadores (con intereses particulares) dentro del movimiento, dan cuenta de que la fractura y división respondió sobre todo a diferencias políticas y a la consecución de un plan de lucha distinto (ver siguiente apartado).

La composición interna de las cooperativas (plantadores, pequeños y medianos productores) ilustra intereses de clases contradictorios. La lucha por objetivos según estrato, las tensiones y las relaciones de poder son ejemplos claros de esta realidad. Aún con las contradicciones descriptas, el movimiento cooperativo yerbatero de la región, a través de la Federación, se manifiesta –en el sentido corporativo– ante el contexto poco favorable que enfrenta:

Puestos los productores en la tremenda encrucijada de solicitar el no levantamiento de la cosecha 1966, como un heroico recurso para no llevar, a sus propias expensas, el orden a la economía de este producto y sancionada la prohibición de cosecha por el Decreto N.° 1922/66, quedó al descubierto la inconsistencia de la argumentación esgrimidas por quienes atentos a sus exclusivos intereses se esforzaron por impedir la adopción de tal medida. No ha faltado yerba para la molienda y al 31 de diciembre del año 1966, se anotaba una existencia de 131.000.000 kilogramos en el depósito del Mercado Consignatario (Fedecoop, 1966).

Los intereses por estratos son más fuertes que las reivindicaciones en el sentido corporativo y permean las distintas organizaciones de yerbateros. Estas divergencias y el poder económico de los grandes productores y los plantadores se perciben en las maniobras impulsadas con la intención de eludir la prohibición. Ante este panorama, se registran denuncias de algunas cooperativas de primer grado como la de Aguaray Guazú. La entidad expone que ciertos grupos de productores tienen –ante un fallo judicial a favor– autorización para realizar la cosecha

(...) hemos apoyado también las gestiones realizadas ante el Superior Gobierno de la Nación para lograr el decreto de “no cosecha”, acatándola luego plenamente. Nos place destacar que el 99 % de nuestros asociados ha compartido nuestro criterio en este sentido. Lamentablemente algunas empresas y grupos de productores han obtenido fallo favorable en un recurso de amparo interpuesto ante el Poder Judicial contra este decreto de no cosecha, lo que constituye un antecedente altamente inquietante para quienes, como nosotros, confían en la eficacia de una regulación oficial de la economía yerbatera por intermedio de los organismos existentes (Cooperativa Aguará Guazú, 1966).

La Fedecoop se hace eco de la situación y denuncia esta maniobra

Sin embargo, es preciso señalar que el sacrificio de los yerbateros, cuya determinación hizo que quedara en las plantas más del 95 % de la posible cosecha, fue escarnecido por las ventajas logradas por quienes al amparo de resoluciones judiciales totalmente alejadas de razones de interés general, no solamente hicieron sus cosechas, sino que incitaron a los productores, con todos los medios a su alcance, a imitar su ejemplo, en la seguridad que en el desorden habría de prevalecer la ley del más fuerte (Fedecoop, 1966).

El descontento ante la prohibición de cosecha es generalizado. Los calurosos discursos de la Fedecoop y de otras entidades asociativas denotan el clima de época. El aspecto reivindicativo se redefine por sectores, y el de los pequeños y medianos productores tiene en este periodo un aspecto universalista: la fuerte crítica y rechazo a la prohibición impulsada por la CRYM. Aún en este contexto, son los discursos plasmados en boletines y memorias de las asociaciones los mayores canales de repudio y resistencia a las medidas estatales y a las maniobras de los grandes plantadores, puesto que no se implementa otra metodología como movilizaciones masivas o paros.

La “voz” oficial para justificar la decisión de prohibir la cosecha recae en el ya conocido argumento de la sobreoferta yerbatera; es decir, la disponibilidad del producto en un stock que supera a la demanda y a la capacidad de consumo. Con la intención de contrarrestar esta situación, el Estado (además de impulsar la prohibición de cosecha) opta por prohibir las importaciones, con excepción de un cupo proveniente desde Paraguay:

El decreto N.º 3.258 del 24 de agosto de 1971 autoriza la importación, a través del Mercado Consignatario, de 5.000 toneladas de yerba canchada de zafra 1971, monto eventualmente ampliable a 8.000, originaria y proveniente del Paraguay, y cuyo ingreso al país amplióse por decreto N.º 6538 hasta el 30 de abril de 1972 (MNYMC, 1975, p. 27).

Al prohibirse en el año 1966 la cosecha de yerba mate, se prohibió simultáneamente, en el marco de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) la importación de yerba mate brasileña, acordándose al Paraguay, en su condición de país de menor desarrollo económico relativo, un cupo anual de importación de 5 toneladas de yerba mate canchada (Ministerio de Agricultura y Ganadería y CRYM, 1971, p. 8).

Los documentos dan cuenta de que, de todas las políticas y decisiones del Estado, la prohibición de cosecha genera el mayor malestar en los pequeños y medianos productores. Sin embargo, con respecto a la importación de yerba mate, el escenario no es del todo claro. La institución de primer grado citada reconoce ciertas irregularidades que deja constancia en sus memorias. También la prohibición de importar yerba, condición establecida por los gremios productores para hacer más efectivos los resultados del sacrificio de la cosecha 1966, tuvo únicamente parcializada, muy dilatada y poca rigurosa aplicación (Cooperativa Aguará Guazú, 1966).

Ante este panorama, los productores realizan en 1966 y 1967 cosechas clandestinas o disponen del producto consignado en chacra con la idea de reponerlo luego. La crisis yerbatera persiste en estos años tanto por el vuelco al mercado libre que ofrece precios más bajos, como por los problemas de orden financiero y económico que entorpecen el progreso de los yerbateros (Bolsi, 1986). El comercio exterior se presenta como una opción, aunque, como lo evidencian los registros, los niveles exportados son mínimos y no alcanzan a cubrir las condiciones decadentes y, paradójicamente, no superan a las importaciones.

Se registran además canales de comercialización alternativos al Mercado Consignatario, hecho que provoca un mercado paralelo. Las cooperativas yerbateras no son ajenas a estos acontecimientos:

Entendemos estar atravesando un periodo de transición entre la preeminencia del Mercado Consignatario y del mercado libre en las operaciones con yerba mate nacional canchada y queda por verse si seguiremos siendo capaces de defender mejor nuestros intereses solos, en lugar de integrarlos a la masa de productores y confiarlos a comisiones o funcionarios (Cooperativa Aguará Guazú, 1969).

A medida que la crisis se agudiza y el descontento del pequeño y mediano productor es generalizado, las reivindicaciones –hasta entonces– discursivas no resultan suficientes para manifestar la situación del colono yerbatero y menos aún para lograr respuestas favorables por parte del Estado (nacional y provincial). Cuando en 1971 se crea el Movimiento Agrario de Misiones, los canales de reivindicación conllevan –además del plano discursivo– metodologías de luchas vinculadas a la praxis: las movilizaciones programadas y las protestas en las calles son los canales que adopta el movimiento y con lo que intenta involucrar y hacer partícipe al sujeto agrario misionero.

Reivindicaciones y luchas (1971-1976)

En los inicios de la década de 1970 la situación y perspectivas de los principales productos del agro misionero son desalentadoras. La crisis no obedece únicamente a problemas coyunturales, expresa el carácter inadecuado de una estructura productiva basada fundamentalmente en cultivos tradicionales, cuya producción se enfrenta con mercados que tienen una capacidad de absorción muy limitada. La CRYM continúa regulando la producción de yerba mate mediante mecanismos ya implementados: cupos de cultivos, precios y control de la comercialización. Sin la prohibición de cosecha, pero ante un panorama aún desalentador, la entidad oficial paga a los productores el 60 % del precio del producto, el 40 % restante (la prenda yerbatera) se abona con posterioridad a la venta del producto (ajustado al precio real) (Rodríguez, 2018).

En 1971 la CRYM adeuda a los productores el pago de la prenda yerbatera correspondientes a seis periodos anuales. La persistencia de la crisis es severa. El cooperativismo yerbatero, a través de las memorias y balances de la entidad de segundo grado, manifiestan esta situación y reafirman su carácter reivindicativo al denunciar la falta de solución por parte de su principal interlocutor: el Estado.

Las presentaciones, delegaciones, entrevistas, publicaciones y el permanente clamor de los productores continúan siendo “campanas de palos”, para los oídos de quienes dependen las soluciones (…). Creemos que solamente un productor yerbatero puede admitir que, en 1971 se adeuden todavía saldos que corresponden a la consignación de la cosecha de 1965 (...). Solamente un yerbatero admitirá como posible que mientras él se ve constreñido a dejar un 70 % de su propia producción en la planta se posibilite generosamente, por las autoridades nacionales, la introducción del producto similar extranjero (Fedecoop, 1972).

El contexto reafirma el accionar gremial de los productores y del movimiento cooperativo. Las demandas están dirigidas tanto al gobierno nacional como al provincial, con fuertes críticas a la CRYM. La Fedecoop auspicia reuniones y convoca a las cooperativas de la zona que participen e integren las demandas reivindicativas.

Nuestro delegado ha participado de varias reuniones convocadas por la Federación de Cooperativas Agrícolas de Misiones para tratar asuntos relacionados con la yerba mate (...). Participamos también y apoyamos decididamente la reciente reunión de productores zonales convocados para advertir al Superior Gobierno Provincial y Nacional sobre la necesidad de arbitrar los medios para impedir que los compromisos emergentes de la política salarial e impositiva a aplicarse desde enero próximo coloque a los agricultores de la zona en situación de quiebra con el consiguiente perjuicio para toda la provincia y para la nación misma. Hoy más que nunca resulta necesaria la estrecha unión de los agricultores en torno a sus dirigentes y cooperativas para hacer efectiva la defensa legítima de sus intereses (Cooperativa Aguará Guazú, 1970).

Las voces oficiales dan cuenta de una “realidad” que parece no concordar con el contexto socioeconómico, ni con las demandas de los pequeños y medianos productores.

Al cumplirse el quinto año de cosechas limitadas, se ha tenido la satisfacción de acordar un sensible aumento a la producción nacional del año en curso. Esta medida corrobora la eficiencia de la regulación impuesta a la yerba mate (MNYMC, 1975).

El parecer gubernamental y su postura de ir por el “camino correcto” provoca un descontento generalizado de los productores; no solo de los yerbateros, porque el impacto de la crisis se siente también en la producción del té, y en menor medida sobre el tabaco (es decir, en todo el agro regional). En este contexto las pequeñas explotaciones con trabajo familiar y asalariado temporario y las medianas, con asalariados permanentes, coexisten con una capa de grandes de plantadores, quienes incorporan procesos primarios de industrialización a través de secaderos. Se consolida de esta manera –en los últimos años de la década del sesenta– una burguesía agroindustrial de capitales regionales y con capitales mixtos ligados a intereses extrarregionales. Es decir que, junto a productores de reducido tamaño, imposibilitados de un efectivo proceso de acumulación, existe un estrato de empresas que no solo actúan en el proceso de comercialización sino que también participan de la fase de producción a partir de sus propias plantaciones. Esta clase empresarial, que en un principio se alía con los pequeños y medianos productores en el reclamo por las condiciones productivas, rápidamente se aleja al quedar formalmente conformado el MAM, para pasar a constituir luego uno de los agentes hacia los cuales están dirigidos los reclamos (Galafassi, 2008).

En marzo de 1971 tiene lugar un Comité de Lucha pro-Defensa del Agro Misionero, que convoca a jóvenes colonos junto a las organizaciones tradicionales como la Federación de Cooperativas, la Asociación Rural Yerbatera Argentina (ARYA) y el Centro Yerbatero Argentino (CAYA).

La situación era mala. Cuando se reunió el Comité de Lucha nuestra idea era ya de movilizar al colono y llevar a cabo acciones concretas. Entonces definimos movilizar en junio, pero cuando llegó la hora de la verdad las organizaciones tradicionales se borraron y nos dejaron solos. Sabíamos que eso iba a pasar y en parte lo esperábamos. Era la única manera de que el colono se iba a dar cuenta que había que formar un gremio propio, vinculados a nuestros problemas. Eso fue el puntapié inicial del MAM (J. C. Berent, fundador del MAM, Comunicación personal, septiembre de 2019)

La estrategia implementada por los nuevos (y jóvenes) dirigentes consistía en demostrar al productor misionero que las entidades tradicionales no los representaban. El fallido intento de movilización ilustra dicha estrategia y ubica al naciente movimiento agrario en una situación favorable en términos reivindicativos, que difiere del periodo previo, puesto que el aspecto discursivo va a estar acompañado por paros y movilizaciones. El MAM se constituye en la localidad de Oberá en agosto de 1971, al calor de las formaciones liguistas en todo el NEA. Sus fundadores destacan la importancia del “trabajo de base” para la formación de cuadros agrarios en todo Misiones, al tiempo que reconocen que la presencia en las chacras y el dialogo constante con los productores deviene en una oportunidad privilegiada de disputar poder a las organizaciones tradicionales (Fernández Long, Berent y Fernández Long, 2019).

En los orígenes del MAM, la formación de base y la disputa de poder a las entidades tradicionales son complementadas por los aportes del Movimiento Rural Cristiano (MRC). Además de brindar dirigentes formados, dicho movimiento colabora con la logística en las movilizaciones y asiste a los dirigentes cuando estos lo necesitan, aún en el contexto dictatorial.

Sin dudas que el movimiento rural fue muy importante para nosotros, es más sin esa ayuda no sé si se iba a formar el MAM. Fue el padre José Czerepak, con apoyo del obispo Kemerer, el que más estuvo con nosotros, incluso en las rutas. En la movilización del 71 cuando la policía nos detuvo en Candelaria fue él quien nos impulsaba a seguir. Además, a muchos de nosotros nos movía la fe cristiana y la idea de hombre nuevo que proponía la iglesia (J. C. Berent, fundador del MAM, comunicación personal, Misiones, septiembre de 2019).

En tanto movimiento social, el MAM irrumpe en el escenario agrario en representación de un grupo de agricultores cuyos intereses no se diversifican en otras ramas de la producción. No obstante, adscriben al mismo e impulsan su fundación dirigentes de cooperativas, entre las que se encuentran algunas de gran poder económico (Bartolomé, 1982; Rozé, 1992; Galafassi, 2008). Desde el momento de su fundación se consolida como la organización gremial de mayor relevancia y legitimidad debido a su capacidad de movilización en toda la provincia (Bartolomé, 1982).

Una vez conformada la estructura y formados los cuadros, el MAM debe definir los canales reivindicativos, orientar las demandas e identificar al interlocutor a quien dirigir sus reclamos. La consigna de precio justo para los productos agrícolas y la mejora en los instrumentos de comercialización representan la bandera de lucha. Sin embargo, la consigna reivindicativa no se agota en estos postulados. Es posible identificar un plan agrario, con proyección a mediano plazo, en el que se exponen los principales factores que aquejan al agro misionero: salud, educación y acceso a la tierra, contemplados en las ediciones de Amanecer Agrario (órgano oficial de divulgación) como “informe de orientación”. Los ejes son discutidos en los núcleos de base y aprobados en las asambleas. Con respecto al acceso a la tierra, manifiesta:

Elaborar y exigir del gobierno la aplicación de un plan que corrija de raíz los problemas del latifundio y minifundio en la provincia. Como primer paso el MAM se opondrá terminantemente al desalojo de los ocupantes de latifundios y exigirá la posterior entrega de títulos a los mismos, así como a los ocupantes de tierras fiscales. Se elaborará también un plan de colonización de tierras fiscales ( Amanecer Agrario, 1972).

Otro de los factores destacados (particularmente atendiendo al contexto) es el lugar que se otorga a la mujer misionera. La situación de la mujer rural se caracteriza en la mayoría de los casos por un grado de subordinación al interior de la estructura económica y social, donde lo que se destaca es su invisibilidad en el nivel laboral y en la cotidianeidad, espacio en el cual debe subordinarse a los miembros masculinos de la familia, instalándose de este modo pautas jerárquicas y asimétricas en las relaciones familiares (Giarracca, 1998), asentadas en tradiciones consuetudinarias. Con la intención de romper con esta lógica, el movimiento agrario otorga un lugar preponderante a la mujer. Sus voces ocupan un espacio en Amanecer Agrario con una columna permanente denominada “La mujer rural misionera tiene la palabra”.

No está muy lejano el tiempo en que la mujer se debía contentar con esperar a los hombres de su familia (…) y solo se contentaba con saber de las elecciones lo que los hombres le contaban y ante todo su papel era un apoyo mudo de lo que pensaba su marido o sus hijos varones. Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico de la sociedad. Ha llegado la hora de la mujer que piensa, rechaza o acepta, ha muerto la hora de la mujer que asiste atada e impotente a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país (Amanecer Agrario, Año 1, N.º 12, 1973).

El contexto socioeconómico cada vez más asfixiante para el productor rural conlleva a la agudización de la protesta agraria. Los discursos en los que se denota el descontento en el agro resultan insuficientes. A partir de la consolidación del MAM son acompañados por movilizaciones y resistencia activa en las calles y rutas de Misiones, hecho que los diferencia de las organizaciones tradicionales y de los mecanismos hasta entonces implementados. La metodología presenta antecedentes, siendo el trágico suceso de la “masacre de Oberá” en 1936 (Waskiewicz, 2002; Castiglioni, 2018) el acontecimiento más reconocido por la historiografía regional hasta entonces.

Los paros y las huelgas están dirigidos principalmente al Estado (provincial y nacional). Las voces de los dirigentes agrarios expresadas en Amanecer Agrario dan cuenta del contexto, al tiempo que otorgan un aspecto triunfalista a las movilizaciones, generando un efecto contagio para los demás productores que aún permanecen ajenos al movimiento.

El paro del MAM lo logró, por fin se paga la yerba del 65. Fueron dos días largos, 48 horas vividas minuto a minuto. Todos los colonos de Misiones y muchos que no son colonos sabían que se jugaban una “carta brava”. Si el gobierno no escuchaba nuestros reclamos, si no atendía nuestro petitorio, no podría ignorar el eco que llega de una provincia paralizada, una provincia que por dos días gritó con el silencio de las fábricas, con los comercios clausurados, con las chacras inmóviles, que Misiones está harta de injusticias (Amanecer Agrario, 1972, p. 1).

Como sostienen Sigal y Verón (1986), para conocer lo que los actores sociales hacen, es indispensable atender lo que dicen. Las movilizaciones de los productores yerbateros ilustran la capacidad de acción del MAM y denota su poder de convocatoria en el sector. El análisis del discurso da cuenta de que el accionar se desprende de un programa sólido y planificado por parte de las bases y sus cuadros dirigenciales. En este sentido, es en Amanecer Agrario, en tanto canal de comunicación, donde se reflejan estas variables, enunciadas como “Plan de Lucha del MAM”:

Para llevar a la práctica las medidas de fondo que exigimos, es necesario que todos los que formamos parte del MAM, permanezcamos en estado de movilización. Como ya hemos dicho, es el pueblo el único que puede garantizar la realización de un gobierno auténticamente popular. Es por eso que el MAM lanza este Plan de Lucha. Estas acciones están dirigidas a apuntalar la gestión de aquellos gobernantes que se pongan al servicio del pueblo y neutralizar los ataques de la oligarquía y los monopolios (Amanecer Agrario, 1973).

Una vez conformada la metodología y definida la estrategia de lucha, la polaridad entre las entidades agrarias es evidente e irreversible. Además, los intereses de clase y las demandas por políticas yerbateras al interior del organismo oficial de regulación (CRYM) generan mayores fricciones y provocan nuevos conflictos entre las organizaciones. El punto de quiebre está determinado por la integración a la CRYM. El MAM propone integrar dicha comisión en mayoría, como única posibilidad real de disputar poder a los grandes molineros y obtener beneficios para el estrato de pequeños y medianos productores. En un primer momento la Fedecoop (entidad tradicional) apoya esta postura, pero luego da marcha atrás. El MAM se expresa al respecto y lo hace con una fuerte crítica a la CRYM, como así también a la Federación, sin desconocer el rol del Estado.

El MAM y la Federación de Cooperativas habían llegado a un acuerdo: no se integraría la CRYM en minoría. Si se entra en minoría a la CRYM, esos señores que la manejaron a su antojo, durante tantos años, ¿se encargaran muy bien de ocultar sus negocios (…) Entonces nos preguntamos por qué la Federación acepta la presión del gobierno, que también está en la trampa, y presenta una terna para integrar la CRYM en minoría? (Amanecer Agrario, 1972, p. 3).

La posibilidad de alianza entre las clases y la reivindicación corporativa de todo el sector yerbatero alcanza (hacia mediados de la década de 1970) su límite de expresión provocando fracturas y divisiones. Las entidades tradicionales se aferran a una metodología ya obsoleta y el poder de convencimiento al productor es nulo. El MAM canaliza esta situación y emplea mecanismos acorde al contexto, atrayendo a sus filas a un número importante de productores. Además, es en este periodo cuando se acentúa la crisis de las asociaciones, incluso del cooperativismo yerbatero. Los registros constatan estos altibajos y los productores de la región –particularmente los pequeños colonos– consideran que las cooperativas tradicionales y de mayor tamaño en la región ya no representan sus intereses. Entre los principales argumentos de esta crisis se exponen los fraudes en las asambleas, la reducida participación democrática dentro de entidades, cuando los principios doctrinarios que le dieron origen conllevan la participación plena (Rozé, 1982).

La crisis del movimiento cooperativo se hace sentir. Al alejamiento de asociados de las entidades más convocante se suman las restricciones que tienen los pequeños productores para formar nuevas cooperativas, con características más próximas a sus realidades. Un referente del MAM e integrante de una cooperativa de primer grado de la zona centro de la provincia afirma:

Con la crisis de las grandes cooperativas los socios más chicos se fueron, muchos vinieron al MAM, que nosotros estábamos formando en ese momento. Nosotros quisimos formar una cooperativa, pero desde el gobierno nos ponían todas las trabas y fue imposible. Ya nos tenían registrados y por eso no nos daban chance de asociarnos y armar nuestra propia cooperativa, para que represente a los pequeños productores, recién con la vuelta de la democracia formamos lo que hoy es la cooperativa Río Paraná (Eugenio Kasalaba, fundador e integrante actual del MAM, comunicación personal, Oberá, Misiones, agosto de 2015).

La formación de núcleos con base agraria, el marcado elemento corporativo asociado a la yerba mate y la conciencia plena del contexto en el que luchaban permiten entender (desde el presente) al MAM como un fenómeno orgánico (Gramsci, 2016) que, con una fuerte crítica histórico social, enfrenta a los grandes dirigentes (Estado y molineros), en un contexto donde las contradicciones de intereses son irreconciliables. En este sentido, en el análisis de las relaciones de fuerza, se denota el elemento económico-corporativo y en un segundo momento –etapa de mayor madurez del MAM– se logra la conciencia de la solidaridad, hecho que se refleja en la necesidad de reunir a los productores misioneros, sin distinción de tipo de actividad (yerba, té, tabaco).

La unidad no es otra cosa que la solidaridad (…) ¿Qué es lo que nos ha llevado a unirnos en un gremio? Ese mismo sentimiento, los años que hemos luchado solo [sic], no nos han dejado nada más que fracaso, hasta que llegamos a comprender que solo la unidad, solidaridad con los que sufren la injusticia igual que nosotros y tienen como hombres un mismo destino, que cumplir nos hará fuertes (…). Por eso compañeros creo que es hora de que reflexionemos qué papel juega cada socio del MAM para que la solidaridad no sea una palabra más, sino sea el sentimiento que nos mueva hacia adelante, un sentimiento que cada día nos vaya haciendo más libres, porque sentimos que no estamos haciendo las cosas por nosotros mismos, sino que lo hacemos por todos los hombres (Amanecer Agrario,1972).

Hasta ese momento la estructura del MAM se presenta como sólida, más allá de que se registran conflictos entre sus integrantes, referidos principalmente a adscripciones políticas. A partir de que se plantean los canales políticos que debería adoptar el movimiento (en respuesta al contexto nacional y provincial) es cuando las fricciones se agudizan y la división aparece en el horizonte inmediato. El argumento de las diferencias de clase e intereses (productores vs. plantadores) ocupa un importante espacio en las investigaciones realizadas (Rozé, 1982; Bartolomé, 1982; Galafassi, 2008) y sin lugar a duda cumple un importante rol en la separación, aunque no es la única causa, ni la más determinante. La división tiene dos etapas; en primer término, se produce el desprendimiento del sector de los colonos “grandes” y de las poderosas cooperativas agrícolas de la zona de Eldorado. De este desprendimiento surgió Agricultores Misioneros Agremiados (AMA). En una segunda etapa se produce el alejamiento de una rama fundadora del MAM, dando origen a las Ligas Agrarias de Misiones. Para 1975, el movimiento agrario está dividido en tres facciones: MAM, AMA, LAM (Bartolomé, 1982, p. 29).

Las diferencias de clase e intereses encontrados motivan la fractura, como lo sostienen las distintas investigaciones y como se ha enunciado en este trabajo. Sin embargo, los protagonistas advierten que, sumado al aspecto económico, son las decisiones políticas y la adscripción a determinados partidos en el orden provincial y nacional lo que provoca la ruptura definitiva. El contexto nacional deviene clave para interpretar estos acontecimientos: el retorno de Juan Domingo Perón luego del exilio deja latente la posibilidad de participación en la arena política de quienes se mantienen al margen durante la ausencia del General.

Mirá el discurso de lo económico está en todos lados, pero lo que realmente provoca el quiebre del MAM es la decisión de participar políticamente en el escenario provincial y no hacer oídos sordos de lo que pasaba en el orden nacional. Nos decían en el MAM cero política. ¿Decime qué no es política? En realidad, era cero peronismo lo que nos querían decir y así fue. Y como era cero peronismo los radicales ya se habían ido y formaron la AMA. En el MAM organizaron, sobre todo el francés, una asamblea donde votaron gente que no estaba activa en las bases y decidieron que nos fuéramos. Es decir, decidieron qué camino debía tomar el movimiento y nosotros decidimos irnos. Nosotros considerábamos que la reivindicación como se venía dando estaba agotada y que había que postular un plan de lucha que contemple no sólo el precio justo para los cultivos, sino ir más a fondo con la realidad social del productor, es decir escuelas rurales, hospitales, electrificación rural, el problema de la tierra. Claro que eso es político, no hacerse cargo de ello también lo fue (Pablo Fernández Long, asesor del MAM y fundador de las LAM, comunicación personal, agosto de 2019)

La década de 1960-1970 se caracteriza por un permanente estado de crisis agrícola en la región yerbatera argentina. Para fines del decenio, el productor percibe valores sustanciales menores a los recibidos al inicio del periodo. El descenso de los precios es muy notorio para el caso del té y del tung, y menor para la yerba y el tabaco, cultivos donde es importante la intervención del Estado en la primera etapa de comercialización, a través de la CRYM y el Fondo Especial del Tabaco (FET). En este contexto, el costo de vida aumenta en forma constante y la reproducción social del pequeño y mediano productor se mantiene a costa de un desmejoramiento de sus condiciones de vida (Schiavoni, 1995).

Analizar los discursos de las asociaciones y considerar las voces de los referentes agrarios conduce a una interpretación histórica que prioriza la perspectiva del actor. Así, la historia “desde abajo” (Hobsbawm, 1998) posibilita una versión de los hechos desde otra óptica. Permite al historiador reconstruir procesos históricos que, sin dicha perspectiva, obligaría a asumir la versión estatal u oficial como la única.

Reflexiones finales

La etapa estudiada se caracteriza por una crisis constante del sector agrícola de Misiones en general y del yerbatero en particular. Las políticas estatales no siempre estuvieron acordes a las necesidades del sector y el eco de esta inestabilidad se hace sentir con mayor fuerza en el pequeño productor, quien ve condicionada su capacidad de reproducción social como consecuencia de la inestabilidad de los precios, los cambios constantes en sus explotaciones –debido a las políticas de liberación y limitación de plantaciones, prohibición o cupos de cosechas–, la importación de yerba mate de países limítrofes, como así también por los mecanismos de comercialización, que a pesar de ser canalizada por la CRYM posee grietas que generan un comercio paralelo.

En términos económicos la crisis del sector agrario condiciona las acciones colectivas y los pequeños productores asociados en cooperativas se ven sobrepasados ante el retiro del Estado y el desarrollo de emprendimientos privados, particularmente por los denominados molineros, como así también por la diversidad de intereses que se registran al interior de las asociaciones. Las variaciones del contexto empujan al cooperativismo a redefinir funciones, empleando nuevas lógicas que implican cambios al interior de las organizaciones que, en algunos casos, generan tensiones con los principios doctrinarios.

Las cooperativas yerbateras, nucleadas en la Federación de Cooperativas, intentan responder a esta situación a través de estrategias asociativas que sean potables en el mercado ante el paulatino retiro del Estado. Las principales dificultades que deben enfrentar son el alejamiento de sus asociados y la comercialización clandestina que realizan algunos productores. A nivel externo y en el plano discursivo la Federación mantiene, durante toda la etapa aquí abordada, un discurso homogéneo plasmado en sus memorias, donde la defensa de los intereses de sus asociados y del agro misionero son levantados como bandera de lucha. A nivel interno y en el plano económico necesariamente deben ajustarse a las transformaciones del contexto para dar respuestas válidas a sus asociados.

A partir de 1971 es el Movimiento Agrario de Misiones la organización que aglutina los intereses de los pequeños y medianos productores. Desde el Movimiento se llevan a cabo las principales reivindicaciones del agro misionero, no sólo en el plano discursivo, sino en la lucha activa. A la consigna de precio justo se suma la necesidad de superar las injusticias de las que es víctima el colono a expensas de un Estado que, cuando no ausente, está paralizado y es incapaz de generar políticas concretas para la mejora del sector. No obstante, el mundo agrario misionero presenta un fuerte componente heterogéneo, que marca el devenir –lucha y resistencia– en las reivindicaciones y las fracturas de las organizaciones.

La historia desde abajo permite rescatar otras voces y ponderar distintas formas de resistencia en el agro de una regional marginal y de frontera, al mismo tiempo que posibilita plantear nuevos interrogantes sobre la temática. Estas premisas constituyen los ejes de este trabajo que, desde la perspectiva de historia regional, pretende ser un aporte a la discusión en el campo de las ciencias sociales y humanas.

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Notas

1Este trabajo es una ampliación y profundización de un capítulo de tesis de doctorado publicado en Rodríguez L. (2018): Yerba mate y cooperativismo en la Argentina. Sujetos Sociales y acción colectiva en el NEA (1936-2002). Bernal: Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes.

2El antropólogo Leopoldo Bartolomé fue uno de los pioneros en los estudios agrarios en el NEA. Centró su investigación en el sujeto social y en la estructura agraria misionera, atendiendo a los aspectos económicos y sociales. Fijó la óptica, además, en las prácticas culturales que explican el accionar de los productores en un territorio fronterizo y alejado de los centros de poder.

3La yerba mate está caracterizada por ciclos productivos. Desde la geografía Alfredo Bolsi (1986) realizó un excelente análisis de la conformación social del territorio misionero, al tiempo que centra su mirada en los ciclos yerbateros para explicar las acciones de los sujetos sociales, el rol del Estado y la conformación del paisaje agrario.

4En trabajos anteriores analizamos los vínculos establecidos entre el productor yerbatero (principalmente el pequeño y mediano) y el Estado acorde al contexto socioeconómico. También se pueden apreciar las relaciones que se suscitan con agentes privados (Rodríguez, 2018).

Recibido: 04 de Octubre de 2019; Aprobado: 05 de Marzo de 2020

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