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Espacios en blanco. Serie indagaciones

versión impresa ISSN 1515-9485

Espac. blanco, Ser. indagaciones vol.21 no.1 Tandil ene./jun. 2011

 

Dossier: presentación

Dossier: presentation

 

María Matilde Balduzzi*

* Magter. en Educación. Docente e investigadora del Departamento de Psicología y del Núcleo de Estudios Educacionales y Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Tandil, Argentina. E-mail: matzi09@yahoo.com.ar

 

Durante más de cien años de historia, la Psicología Social ha construido su objeto de estudio bajo la influencia de los paradigmas hegemónicos en las Ciencias Sociales y, en particular, de aquellos vigentes en el campo disciplinar de la Psicología.

La manera en que se entiende la producción del conocimiento científico, la forma aceptada de validar ese conocimiento, la opción de explicar o comprender los fenómenos y procesos que se estudian, las nociones acerca de la verdad y la validez del conocimiento, el imperativo de alcanzar neutralidad valorativa o la aceptación de su imposibilidad, el tipo de problemas considerado científico y las prescripciones en torno a su formulación, el tipo de enunciados aceptables y de soluciones posibles, constituyen implícitos aceptados por la comunidad científica, en una época y en un contexto determinados, que definen el carácter de ese conocimiento. La metodología adoptada en la investigación está estrechamente vinculada a estos criterios, otorgándoles efectividad y convalidándolos.

Si las concepciones epistemológicas implícitas definen lo posible de ser pensado y enunciado, estableciendo límites en cuyo marco puede formularse el discurso científico, lo mismo puede afirmarse de las nociones subyacentes acerca del sujeto y la sociedad. Ya se entienda a la sociedad como un agregado de individuos o se suponga la existencia de procesos irreductibles a ellos que responden a leyes propias, ya se la entienda como una totalidad en armonía formada por subsistemas en equilibrio o se la conciba fundamentalmente como conflicto, ya sea que se defina al sujeto como un agente de acciones, con motivaciones e intereses en base a los cuales decide su conducta o como un portador de estructuras objetivas que determinan su comportamiento -para mencionar sólo algunas de las concepciones alternativas posibles-, esas nociones implícitas determinan el tipo de enunciados posibles en el discurso teórico. Aquello que no ha podido pensarse desde esa concepción epistemológica y bajo esos presupuestos teóricos podrá hacerse "visible" y "enunciable" desde otra perspectiva, surgida bajo prescripciones epistemológicas diferentes, en otra época o en otro contexto socio-cultural, en la singularidad histórica de sus conflictos, relaciones de poder, intereses y demandas. El contexto de producción, en efecto, no puede considerarse un mero marco exterior sino la condición de posibilidad de la teoría, inspirando metáforas y analogías -algunas de las cuales surgen de la tecnología de la época o proceden de las disciplinas consagradas-, e imponiendo modelos, categorías y prácticas de investigación con los que la ciencia, en un momento dado, construye su objeto de estudio.

En lo que respecta a la Psicología Social, si bien hay coincidencias en considerar a la interacción social como objeto de estudio, este concepto no tiene un sentido unívoco ya que se trata de una categoría que es definida por el investigador en el marco del paradigma en el que inscribe su estudio y en la singularidad del contexto en que produce conocimiento. Tanto los presupuestos epistemológicos aceptados como la noción de sujeto, procedentes por lo general de los paradigmas vigentes en la Psicología, han sido decisivos para definir ese objeto de estudio, así como el tipo de investigación realizada, en contextos histórico-sociales con características particulares en cuyo marco adquieren sentido tales concepciones y prácticas.

En sus comienzos, hacia fines del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, en Estados Unidos e Inglaterra, bajo los imperativos de una epistemología positivista, resultaba inconcebible el empleo de conceptos sin una referencia directamente observable y, como consecuencia, el objeto que orientaría la producción de conocimientos en Psicología no podía ser otro que la conducta. El sujeto era concebido como individuo agente de acciones. Bajo estas prescripciones, las primeras investigaciones en Psicología Social se orientaron a dar cuenta de las variaciones en la performance de un individuo en presencia de otros. Durante toda la primera mitad del siglo XX, esa concepción epistemológica derivó en diseños de investigación de carácter empírico que adoptaban la forma de experiencias de laboratorio organizadas con el propósito de estudiar la conducta de los individuos, ante una demanda de evaluación de estímulos perceptivos, ante una prueba de desempeño, ante una orden, etc. Estas investigaciones eran replicadas luego en otros institutos y universidades variando algunas de las condiciones originales, con el propósito de identificar las variables explicativas de los fenómenos estudiados y generalizar los resultados obtenidos.

La progresiva sustitución en Estados Unidos, hacia fines de la década de 1950, del paradigma conductista por el cognitivo -más allá de los debates acerca de la existencia de una verdadera ruptura epistemológica- produjo un cambio sustancial en la definición de sujeto: el individuo que responde a estímulos fue reemplazado por el individuo que elabora esquemas de conocimiento. La Psicología de la forma y el Tratamiento de la información, dos de las principales fuentes del paradigma cognitivo, contribuyeron a la concepción de un sujeto caracterizado, fundamentalmente, por su actividad perceptiva y de conocimiento. Mientras el conductismo otorgaba al medio -origen de los "estímulos" - un lugar de privilegio, el cognitivismo se interesaba en las estructuras mediadoras entre los estímulos y las respuestas. Centrarse en los procesos cognitivos, ya no como variables intermediarias, subsidiarias o inferidas, sino como el objeto mismo de las investigaciones, tendrá como consecuencia para las indagaciones en Psicología Social el progresivo abandono de las variables motivacionales como recurso explicativo privilegiado. El interés de los estudios se desplazará hacia las percepciones, esquemas y disposiciones. Bajo estas premisas, se destacan en Psicología Social las investigaciones sobre actitudes, autoconcepto, atribuciones, estereotipos y prejuicios. El interés por estos temas da cuenta, asimismo, de las demandas que el contexto histórico plantea al conocimiento científico.

En Europa, en los comienzos de la década de 1960, a partir del artículo de Serge Moscovici: "El psicoanálisis, su imagen y su público", se inicia una corriente de pensamiento e investigación orientada a la indagación del pensamiento "natural", ingenuo o de sentido común con el que los sujetos interpretan y dan sentido a su realidad cotidiana, pensamiento a partir del cual se relacionan con los otros y con el entorno. El concepto de representaciones sociales supuso un cuestionamiento de la división tradicional entre lo interno y lo externo, entre el sujeto y el "medio". El fundamento epistemológico de esta concepción es un constructivismo radical que entiende que no existe a priori una realidad objetiva, ya que lo que llamamos "realidad" es el producto de una apropiación e interpretación realizada por sujetos o grupos. En cuanto a la concepción de sujeto de la que se parte, éste es entendido como un científico espontáneo que elabora hipótesis acerca de su medio, de los sucesos en los que está involucrado, y de los otros con los que interactúa y se comunica. El estudio de las representaciones sociales dará a la Psicología Social un nuevo impulso, que se sostiene actualmente en la relevancia de esta categoría para la comprensión de problemas que se plantean en distintos ámbitos de la actividad humana, a partir de la relación entre el pensamiento de sentido común y las prácticas.

En América Latina, la reflexión crítica sobre los modelos impuestos desde los centros consagrados de producción del conocimiento así como la percepción de las particularidades de cada sociedad, de la especificidad de cada cultura, del carácter histórico de los fenómenos y procesos que se estudian, y de las relaciones de poder en juego, fueron el punto de partida para la exploración de recursos metodológicos no tradicionales y para el abordaje de problemas locales. El estudio de los estereotipos de género, de las migraciones y de los conflictos entre grupos son ejemplos de esta tendencia. Los estereotipos, por ejemplo, surgen y se difunden en ámbitos históricos, culturales e institucionales específicos, en su producción, difusión y apropiación juegan un papel central los procesos comunicativos y las prácticas discursivas, pero en el contexto de relaciones de poder que les dan sentido; el hostigamiento, el acoso laboral y otras formas de violencia se desarrollan en ámbitos singulares de interacción social y en un contexto cultural con características distintivas que produce e instituye significaciones propias; las representaciones sociales se elaboran en el marco de creencias e ideologías cuyo origen puede rastrearse en tradiciones, mitos y leyendas que constituyen un trasfondo cultural de significaciones compartidas y reelaboradas colectivamente. El interés en lo local, lejos de significar para la Psicología Social un desmedro en su carácter de disciplina científica, le otorga -al menos si se supera una concepción restrictiva de lo "científico"-, una relevancia mayor para la comprensión y el abordaje de los problemas sociales actuales.

En Argentina, la Psicología Social está fuertemente asociada al pensamiento de Enrique Pichón Rivière y al trabajo con grupos. Surgida en el clima político y cultural de los años 1960, esta concepción realizó aportes teórico-técnicos relevantes para la intervención profesional en los campos grupal, institucional y comunitario. Desde la práctica clínica en salud mental en instituciones públicas, Pichón Rivière cuestionó la noción de una subjetividad constituida independientemente de las condiciones históricas y sociales. Su concepción partió de los supuestos epistemológicos de la dialéctica tanto en la producción de conocimientos como en la intervención. En los mismos términos entendía la relación teoría-práctica: la práctica, entendida como praxis, realimenta y corrige la teoría. Pichón Rivière sostenía una concepción de sujeto como ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente. Afirmaba que el psiquismo tiene un carácter social, es decir que los contenidos psíquicos están determinados social e históricamente. Desde los presupuestos teóricos del materialismo histórico entendía que las relaciones productivas generan las condiciones de existencia en las que surgirá el psiquismo, ya que las prácticas sociales, interiorizadas y procesadas, originan las distintas formas de representación y simbolización. Esa subjetividad se gesta en las tramas relacionales del grupo, mediador y articulador del orden psíquico y el orden social. Es en esa red interaccional originaria que se configura el "mundo interno", formación progresivamente compleja y grupal en la que el sujeto de la necesidad se transforma en sujeto de la representación (lenguaje, normas, ideología). En esta concepción, el grupo tiene, en relación al sujeto, un carácter instituyente: construye subjetividad. El sujeto, a su vez, a partir de su praxis, instituye al grupo; es entendido como sujeto producido y productor, sujeto de la historia, creador del orden social y simbólico. La concepción dialéctica de la que partía, le permitió a Pichón Rivière superar la antinomia individuo-sociedad. Estos supuestos teóricos y la vinculación entre investigación y acción con objetivos de transformación de la realidad estudiada dejaron una fuerte impronta en los psicólogos sociales argentinos.

Las tradicionales antinomias -naturaleza-cultura, individuo-sociedad, sujeto-objeto, teoría-práctica- siguen siendo objeto de debate, actualmente desde un pensamiento post estructuralista que cuestiona la tendencia -arraigada en el pensamiento occidental y difundida desde los modelos consagrados de producción científica- a pensar estas relaciones desde criterios antagónicos, disyuntivos. Se plantea que el psiquismo no puede ser pensado como interioridad ni el contexto como el ambiente "externo" que "incide" o ejerce "influencia" sobre el sujeto. Se ve hoy la necesidad de pensar lo psicológico y lo social -empleando una expresión de Castoriadis- "en sus relaciones de inherencia". En consecuencia, tampoco puede pensarse en modos universales de subjetivación. La singularidad de cada sociedad y de cada cultura, su historia, sus creencias, su ideología, sus tradiciones, la impronta que el colonialismo dejó en el lenguaje y el comportamiento definen modos particularizados de producción de subjetividad y de interacción social. Asimismo, las transformaciones culturales registradas en las últimas décadas -la transición del capitalismo industrial a un capitalismo post-industrial, con todo lo que esto implica, tanto en términos económicos como culturales- plantean interrogantes sobre la producción de "nuevas subjetividades" en relación con las transformaciones que la tecnología impone en la vida cotidiana, con las nuevas formas que asume el trabajo en las sociedades contemporáneas, con las pautas de conducta y relación que orientan las acciones de los sujetos, con el posible surgimiento de procesos cognitivo-linguísticos diferentes en las nuevas generaciones, con las formas actuales de comunicación y conformación de vínculos, entre otras cuestiones.

Las indagaciones en Psicología Social con implicancias para la intervención, procedentes de distintas orientaciones teóricas y epistemológicas -como el estudio de los conflictos étnicos, el diseño de estrategias para reducir el sesgo pro-endogrupo y la discriminación, el análisis de las relaciones de poder en las instituciones, de la violencia y el hostigamiento en ámbitos de interacción específicos, etc.- generan hoy expectativas en distintos campos, fundamentalmente los de la educación, la salud y el trabajo.

La convocatoria a investigadores e investigadoras en Psicología Social procedentes de distintos contextos de producción del conocimiento respondió al propósito de ofrecer a nuestros lectores un panorama de las tendencias que orientan actualmente el pensamiento y la indagación en esta disciplina. El objetivo fue aproximarnos, desde la revista Espacios en Blanco, a algunas de las producciones científicas más relevantes en Psicología Social, fundamentalmente aquellas motivadas en los problemas y desafíos que nos presentan las sociedades contemporáneas. El prejuicio y las relaciones intergrupales, el acoso laboral, las representaciones sociales y su vinculación con el campo educativo, son algunos de los temas centrales de la Psicología Social contemporánea abordados en los artículos que presentamos en este volumen. La propia reflexión acerca de la Psicología Social como un campo de conocimiento consolidado, con una tradición propia y aportes relevantes, pero abierto a la autorreflexión desde el pensamiento crítico, es asimismo una problemática sustancial que se trata en este volumen.

Comenzando entonces con reflexiones sobre el propio campo de estudio, presentamos dos trabajos que analizan el problema de la construcción del conocimiento en esta disciplina.

En el primer artículo, Margarita Robertazzi plantea la necesidad de considerar la dimensión histórica en la producción de conocimientos en Psicología Social. Nos presenta una Psicología Social Histórica que concibe con un carácter crítico y plural, orientada al estudio e intervención sobre los problemas que afectan a la sociedad y, particularmente, a las víctimas. El artículo comienza con un panorama de las perspectivas en Psicología Social para presentar a continuación una caracterización de este enfoque, recuperando los aportes de autores clásicos en los que se fundamenta. La autora analiza luego los problemas que afronta la disciplina en la construcción de conocimientos y presenta, seguidamente, algunos resultados de investigaciones propias realizadas desde dicha perspectiva. Se detiene, particularmente, en las investigaciones de su equipo sobre empresas recuperadas por los trabajadores y trabajadoras en Argentina, durante la crisis de comienzos del presente siglo, describiendo el abordaje teórico y metodológico adoptado.

En el siguiente artículo, Claudette Dudet Lions y María de la Luz Javiedes Romero nos ofrecen un panorama de la constitución de la Psicología Social entendida como una disciplina atravesada por la polémica y el debate, cuya producción de conocimientos ha sido signada por las tendencias imperantes en las ciencias sociales y, particularmente, por los desarrollos de la Psicología y la Sociología. Las autoras demarcan asimismo las condiciones de surgimiento de las psicologías sociales críticas y de la Psicología Colectiva a partir de la recuperación de las diversas tradiciones de la Psicología Social, señalando su importancia en el estudio de problemas que no podían ser considerados desde una perspectiva individual. Se pronuncian a favor de una Psicología Social que reconozca el carácter social del conocimiento y su propósito emancipador, recuperando la historia y el pensamiento latinoamericanos, lo que las conduce a proponer al conocimiento social como objeto de estudio de una Psicología Colectiva.

En los artículos siguientes, los autores presentan investigaciones que dan cuenta del interés por el abordaje de algunos de los problemas acuciantes a que se enfrentan las sociedades contemporáneas.

El prejuicio y la discriminación, temas centrales y de amplio desarrollo en la Psicología Social, son tratados por Fabricio Balcázar, Luciano Berardi y Tina Taylor-Ritzler, a partir de la investigación sobre el concepto "white priviledge", al que definen como las ventajas experimentadas por un grupo a partir de sus características físicas y sociales. En este artículo, los autores reseñan los resultados de las investigaciones sobre este objeto de estudio que, a diferencia de los análisis clásicos sobre racismo, no se centran en las desventajas experimentadas por grupos minoritarios sino en la autopercepción de los blancos. Abordan luego el fenómeno del privilegio de los blancos en el contexto latinoamericano y analizan las particularidades que asume la problemática en este contexto y especialmente en Argentina, señalando el papel que ha desempeñado una historia de colonialismo y dominación, y la impronta que esa historia ha dejado en el lenguaje y la producción de subjetividades. Los autores incluyen los resultados de sus propias investigaciones sobre este tema.

José Francisco Morales, Gabriela Topa Cantisano y Marco Depolo abordan el tema de la violencia en el lugar de trabajo, otorgando especial relevancia al contexto social, cultural y grupal. Los autores centran su indagación en las conductas I, formas de maltrato que, aunque puedan parecer irrelevantes, son el punto de partida de una espiral ascendente de agresividad. Analizan el papel de la jerarquía organizacional y las relaciones de poder en la producción de este tipo de acciones así como el que desempeñan las percepciones y creencias de los sujetos, y estudian las conductas de tipo I en relación con la satisfacción en el trabajo, el estrés y el clima organizacional. El artículo ofrece un panorama de los antecedentes de la investigación en este campo y resume los resultados de las investigaciones de los propios autores, quienes cierran su exposición con sugerencias de profundización en áreas aún no contempladas y con interrogantes que permanecen sin resolver.

Los tres artículos siguientes abordan el tema de las representaciones sociales en su vinculación con el campo educativo.

Denise Jodelet, desde la Psicología Social Europea, expone en su artículo los recursos que la teoría de las representaciones sociales aporta al campo de la educación. La autora define el concepto de representaciones sociales y caracteriza sus funciones, examina luego los vínculos históricos y lógicos entre el campo de la educación y el de las representaciones sociales y muestra, a partir de ejemplos extraídos del sistema educativo francés, cómo contribuyen a modelar las prácticas las representaciones localizadas en los diferentes niveles del sistema escolar: el nivel político, en que se definen los fines y la organización del sistema, el nivel de la jerarquía institucional en el que los agentes ponen en práctica las políticas, y el nivel de los usuarios del sistema escolar. La autora da cuenta de la pertinencia del enfoque de las representaciones sociales para el análisis de las prácticas de educación y formación, advirtiendo sobre el riesgo de subsumir un campo en el otro.

Diana Aisenson presenta en su artículo algunos resultados de sus investigaciones acerca de las representaciones sociales de adolescentes sobre el estudio y el trabajo, estableciendo relaciones con sus intenciones y proyectos, y con la construcción de sus trayectorias sociales e identidad. La autora realiza una síntesis de la evolución de la Psicología Vocacional y delinea los rasgos distintivos de la perspectiva actual que se centra en la construcción de un proyecto de vida, enfoque en el que resultan relevantes los desarrollos de la Psicología Social Europea sobre representaciones sociales. Presenta luego los resultados de investigaciones propias y de su equipo, sobre las representaciones sociales de estudiantes de escuelas secundarias públicas de la ciudad de Buenos Aires, acerca del estudio, el trabajo, las ocupaciones, la formación y el futuro, y la relación de estas representaciones con el desarrollo de sus proyectos y la construcción de su identidad, considerando diferencias de género, origen social y experiencias de vida.

Finalmente, incluyo mi aporte con un artículo, basado en mi tesis de maestría, cuya primera versión fue publicada por la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. En este artículo presento algunos resultados de una investigación sobre las representaciones sociales de estudiantes universitarios en las que se sustenta una forma de relación con el saber que se expresa en una actitud pasiva ante el conocimiento.

Quiero expresar mi agradecimiento a los autores convocados que han aceptado participar en este dossier con sus significativos y valiosos aportes. Asimismo, deseo manifestar mi reconocimiento a los responsables de la revista Espacios en Blanco por su muy favorable disposición y apoyo al proyecto que aquí se concreta.

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