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Espacios en blanco. Serie indagaciones

Print version ISSN 1515-9485

Espac. blanco, Ser. indagaciones vol.21 no.1 Tandil Jan./June 2011

 

DOSSIER: LA PSICOLOGÍA SOCIAL ANTE LOS PROBLEMAS Y DESAFÍOS DE LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS

Psicología social histórica: teoría y construcción de conocimientos

Historical social psychology: theory and construction of knowledge

 

Margarita Robertazzi*

* Dra. en Psicología. Profesora de la cátedra Psicología Social II de la Facultad de Psicología de la UBA. Directora del proyecto de investigación "Narrativas del desamparo: conformismo, mesianismo, opciones críticas", Instituto de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la UBA. E-mail: marga@interprov.com

 


Resumen

Este artículo se refiere a la relevancia de considerar la perspectiva histórica en Psicología Social como un modo de discernir las lógicas epistémicas, articuladas con procesos políticos y culturales más amplios, en un campo caracterizado por la heterogeneidad teórico-conceptual y práctico-técnico.
Se presenta una disciplina en la que convergen una multiplicidad de perspectivas, a la vez que se propone recuperar el pensamiento de autores clásicos, tales como Meyerson y Elías, por la actualidad que presentan sus visiones psicosociales en la comprensión de la intrincada articulación individual-colectivo, así como en la necesaria reflexión sobre la investigación en ciencias sociales y en psicología social.
Finalmente, se argumenta a favor de una Psicología Social Histórica capaz de interrogarse tanto por los efectos de subjetividad como por los modos de producción de los conocimientos, pero claramente enfocada hacia el estudio y la transformación de problemas que afectan a la sociedad y, de modo especial, a las víctimas.

Palabras Clave: Psicología social; Historia; Perspectivas; Conocimiento; Praxis.

Abstract

This paper is about the relevance of considering historical perspective in Social Psychology as a way to distinguish epistemic logic, articulated with more comprehensive political and cultural processes, in a practical-technical field characterized by theoretical-conceptual heterogeneity. A discipline is presented in which multiple perspectives converge, and at the same time it intends to recover the ideas of classical authors such as Meyerson and Elías because of the present relevance of their psychosocial views in the comprehension of the intricate individual-collective articulation, as well as in the necessary reflection about research in social sciences and social psychology. Finally, an argument is developed to support a Historical Social Psychology capable of posing questions to both the effects of subjectivity and the ways of production of knowledge, yet clearly focused on the study and transformation of problems that affect society and, in particular, victims.

Keywords: Social psychology; History; Perspectives; Knowledge; Praxis.


 

Introducción

La Psicología Social es una disciplina en la que convergen, aunque en oportunidades también confrontan, perspectivas, teorías, conceptos y prácticas provenientes de distintas tradiciones. Es por eso que algunos autores la consideran como un campo multiparadigmático y multimetodológico (Galtieri, 1992; Páez, Valencia, Morales & Ursua, 1992) que en la actualidad ha llegado a diversificarse aún más (Álvaro & Garrido, 2004). En otras publicaciones, y en la enseñanza de la Psicología Social, la autora de este artículo sostiene esta posición y, consecuentemente con ello, presenta un campo de problemas diverso y plural (Robertazzi & Ferrari, 2007).

El concepto de paradigma (Kuhn, 1962) produjo un importante cambio en la concepción de ciencia y consolidó un cuestionamiento para el que ya existía cierta receptividad en la sociedad de la época, como plantearon oportunamente los principales referentes del construccionismo social al caracterizar la crisis en los medios académicos. Sin embargo, la sociología kuhnianiana del conocimiento resulta insuficiente si se parte de la necesidad de tomar en cuenta las transformaciones más amplias, socio-económicas, políticas y culturales, las que, a la vez, pueden considerarse promotoras de cambios en las instituciones científicas y en los dispositivos académicos, intelectuales, técnicos y prácticos.

Ésta es una de las razones que se esgrimen a favor de la mayor adecuación del uso del término perspectivas para dar cuenta de la variedad que, desde el inicio, caracterizó al campo disciplinario de la Psicología Social, coincidiendo así con posturas como la de Gergen (1992) y la de Malfé (1987).

Ciertamente, tales propuestas, que promueven la diversidad de alternativas frente a dogmatismos y verdades institucionalizadas, conviven con paradigmas clásicos, centrales en la transmisión del discurso científico. Cabe agregar que, aunque los discursos sociales actuales argumenten a favor de una mayor tolerancia por lo diverso (lo que no se traduce necesariamente en acciones e intercambios colectivos coherentes), la comunidad o el campo científico (Bourdieu, 2000a) de la psicología social continúan poniendo de manifiesto una tendencia a la hegemonía de discursos y prácticas que concitan mayores consensos y adhesiones, entre otras cosas por sostener una eficacia retórica enunciativa con mayor poder de convicción.

Adoptar un punto de vista sincrónico en psicología social facilita discernir lógicas o secuencias epistémicas coherentes con las demandas sociales propias de cada época, otorgando coherencia a procesos y productos científicos psicosociales y despejando la idea de que se trata de simples yuxtaposiciones de posturas antagónicas. Las múltiples tradiciones se expresan en enfoques meta teóricos y teóricos diversos que han constituido y constituyen el campo disciplinar, los que adquieren sentido al considerar el particular contexto sociohistórico de su surgimiento y su articulación con las distintas concepciones vigentes acerca de la ciencia.

Asimismo, incluir la dimensión histórica en psicología social permite afirmar, junto con Ibáñez (1998), que el conocimiento cambia porque se transforman los objetos que se estudian y no porque logre una mayor precisión a lo largo del tiempo. Podría agregarse que estos procesos socio históricos implican, al mismo tiempo, modificaciones en los modos de subjetivación, en función de las cambiantes condiciones que los hacen posibles. Tales supuestos implican los mayores requerimientos de reflexión para quienes se dedican a las ciencias sociales, pues las categorías de pensamiento a las que se recurre son un producto de la época y el conocimiento producido es dependiente del entramado socio-cultural característico de cada período.

En este artículo se presenta entonces una psicología social histórica, crítica y plural, capaz de interrogarse por los modos de producción de los conocimientos, pero claramente enfocada hacia el estudio y la transformación de problemas que afectan a la sociedad y, de modo particular, a las víctimas (Dussel, 1998).

Es por eso que se expone en primer lugar la multiplicidad de perspectivas que atraviesan a la psicología social, luego una caracterización de lo que se entiende por psicología social histórica, una recuperación de autores que le dan fundamento, algunos problemas que se encuentran para la construcción de conocimientos en la disciplina y, finalmente, un fragmento de resultados de investigaciones realizados desde esta propuesta.

Múltiples perspectivas en Psicología Social

Con la finalidad de transmitir en qué consiste una disciplina que no posee un campo de problemas homogéneo y unificado, suele situarse en la décadas de 1960 y 1970 un corte que marca el momento de crisis de las ciencias y, junto con todas ellas, el momento de crisis de la psicología social. Se hace posible entonces delimitar una psicología social tradicional y otra alternativa o postmoderna.

Las transformaciones que se experimentaron durante ese período ya han sido lo suficientemente expuestas como para no tener que repetirlas, sólo se plantea que fue un momento crucial en el que se reacomodaron las fuerzas sociales, económicas, políticas, culturales e ideológicas (Marí, 1990), y que tales manifestaciones no se limitaron al campo científico, sino que fueron mucho más abarcativas.

Interesa aquí el modo en que comenzaron a cuestionarse algunos presupuestos que se encontraban fuertemente arraigados en la psicología: la posibilidad de construir un campo de problemas común; la universalidad y extensión de principios psicológicos a toda cultura; la creencia en los procedimientos empíricos controlados, especialmente el método experimental; y la confianza en que la objetividad y la ausencia de valores guiaría a la disciplina a llegar a obtener un cúmulo de conocimientos cada vez más sólidos (Gergen, 1992).

A partir de esa crisis, fue surgiendo una psicología social alternativa con mayor sensibilidad social, sin pretensiones de neutralidad, dado que incluía aspectos valorativos en los fenómenos que estudiaba y se interesaba abiertamente por temas éticos y políticos que afectaban a las personas en su vida de todos los días. Básicamente, esa "nueva" psicología se negaba a entender a los sujetos colocándolos por fuera de las sociedades en la que vivían.

Sin embargo, estas nuevas alternativas están lo suficientemente diversificadas como para señalar que es casi imposible identificar cuál resultará ser la más atractiva o la que más adhesiones suscite. Casi todas coinciden en su crítica a la psicología social convencional, especialmente al plantear que, al no cuestionar los mecanismos de poder imperante, la disciplina alentó el mantenimiento del orden social vigente.

En tal contexto, resulta de sumo interés un planteo como el que proponen las concepciones críticas de la disciplina dado que atienden a ambos aspectos: los grupos de poder en la sociedad en general, pero también en las sociedades científicas, interesándose por cuestiones tales como: la formación disciplinaria, los posgrados, el acceso a la investigación, a la publicación de resultados, entre otras variables no menos importantes en los mercados epistémicos. La distribución del poder, en un plano que puede considerarse institucional, puede obstaculizar el deseo de producir desestabilizaciones y cambios en psicología social, como así también en otras disciplinas.

La perspectiva histórica en Psicología Social

La Psicología Social atiende aquello que se revela cotidianamente, tratando de discernir tanto la génesis como los efectos generados por las determinaciones macro estructurales en la producción de subjetividades en determinados momentos históricos y en espacios de distinta amplitud. De modo más preciso, proponía Malfé (1994), como tarea central para los y las psicólogas sociales, ocuparse de los procesos de modelamiento y de padecimiento subjetivos que tienen lugar en diversos ámbitos sociales, otorgando un énfasis especial a descifrar la eficacia de la dimensión imaginaria en la constitución de esas formas históricas de subjetividad.

Esta perspectiva en Psicología Social muestra solapamientos, que por cierto son enriquecedores, con la Psicología Política y la Psicología Cultural. Para algunos autores, Psicología Social y Psicología Política coinciden -y no sólo en partes de sus territorios. Dice Fernández Christlieb (2003:254): "[...] referirse o no a temas políticos es irrelevante, porque ello no define a la psicología política. En cambio, al parecer, hacer cualquier psicología social que profundice en su disciplina se convierte ipso facto en psicología política, porque, tarde o temprano, de alguna manera o de otra, llegará a entender que se puede tener una sociedad mejor, signifique eso lo que signifique".

Para Montero (2010), toda Psicología es política en la medida que consideren los efectos del entrelazamiento de relaciones sociales asimétricas, en las que se producen intercambios económicos, lingüísticos, culturales, dramáticamente desiguales, los que se despliegan en el marco de estructuras de poder salvajemente sesgadas y en las que los participantes encuentren restricciones para ejercer el derecho a una ciudadanía plena.

Por otro lado, la Psicología Cultural, interlocutora de la Antropología, atiende la relación entre la experiencia psicológica y los sistemas culturales que la conforman, en función de determinaciones sociales y procesos históricos (Serrano, 1996).

Bastantes décadas atrás, refiriéndose a la cultura de la ciencia, ya Allport (1963:4) advertía sobre la necesidad de hacer "[...] una perspectiva de las perspectivas", al comparar desarrollos teóricos (sobre la personalidad) típicos de los países angloamericanos respecto de otros también típicos de Europa continental. Su comparación se basaba en los distintos supuestos filosóficos predominantes en una y otra cultura, tomando en cuenta a la vez otros rasgos característicos: tales como la tendencia a la fragmentación o a la totalidad; los tonos más optimistas, vinculados con el progreso, frente a otros más pesimistas, vinculados con la fatalidad; exigencias de rigor metodológico mucho más que formulación de ideas propias, entre otros ejes de análisis no menos relevantes.

De modo sintético, podría decirse que los procesos psico-culturales, pero también los psicosociales y los psicopolíticos, están construidos históricamente, por lo tanto, un aspecto a tener en cuenta es el modo en que se articulan los espacios colectivos con los individuales.

Algunas de las múltiples perspectivas en Psicología Social, tanto las tradicionales como las alternativas -es decir, anteriores y posteriores a la crisis-, se ocuparon de dar respuesta a este interrogante; así lo hizo el interaccionismo simbólico de George Mead (entre las primeras) y el constructivismo estructuralista de Pierre Bourdieu (entre las segundas). No se trata de atenuar las diferencias entre épocas, culturas y elaboraciones teóricas, sino de señalar que la pregunta por el intrincado anudamiento entre lo individual y lo colectivo estuvo presente desde los momentos iniciales de la disciplina.

Al referirse a las nuevas prácticas en Psicología Social, Iñiguez Rueda (2003), a la vez que conceptualiza la crisis como un momento de problematización de los modos de conocimiento hegemónicos, rescata posiciones críticas, anteriores a la crisis, "enseñanzas" de algunos "padres fundadores" de la disciplina, tales como Asch, Sherif y Heider. Parece ser entonces que no resulta tan simple limitar la crisis a un período o a un modo determinado de producción de conocimientos.

Antecedentes para una Psicología Social Histórica

En Argentina, puede considerarse a Malfé (1994) el promotor de la psicología social histórica (Robertazzi & Pertierra, 2009), así lo indica su interés por dar respuesta a la supuesta antinomia entre estructuras subjetivas e historia. Para ello dialoga con la filosofía y con una amplia gama de ciencias, no sólo sociales, desde una explícita posición trans-disciplinaria que agrega complejidad a sus elaboraciones teóricas, y que también se manifiesta en una singular vocación práctica, la que lo condujo a investigar un gran número de procesos de transformación en grupos, instituciones, comunidades y sociedades, antiguas y actuales.

Justamente, una de sus enseñanzas consiste en la lectura de autores clásicos para encontrar en ellos reflexiones de actualidad y novedad.

Antes de construccionismo social, del giro lingüístico e interpretativo, es posible localizar interesantes líneas de pensamiento que pueden considerarse históricas y psicosociológicas, capaces de superar dilemas puramente objetivistas o subjetivistas. En la primera mitad de siglo pasado son destacables las posturas de Ignace Meyerson y de Norbert Elías.

Para Meyerson (1948, c.p. Vázquez Sixto & Muñoz Justicia, 2003), considerado el fundador de la psicología histórica, las funciones psicológicas no son permanentes ni inmutables, pues están determinadas por su medio cultural e histórico, y por ende son capaces de transformación. Tales funciones son producto de un momento histórico determinado, surgen a partir de prácticas humanas y se modifican a lo largo del tiempo, por lo que no pueden concebirse separadas de la sociedad y de sus eventuales cambios.

Para el autor citado, la complejidad y la historicidad de las funciones psicológicas se expresan mediante las obras, los signos, los actos, la objetivación y la incompletitud. Es así que, aunque los actos sean efímeros, las obras llevan sus marcas, y, aunque estas últimas puedan parecer acabadas, poseen la condición del inacabamiento, a causa de su carácter simbólico, lo que las hace objetos de interpretación. Por lo tanto, en actos y obras se rescata su carácter abierto, pues son susceptibles de reinterpretaciones sucesivas.

No es de extrañar que Ignace Meyerson fuera considerado maestro por el helenista Vernant, así como por importantes figuras representativas de la Escuela de los Annales.

Vernant (2002), en sus estudios sobre el hombre griego, señala que toda la historia es una transformación continua de la naturaleza humana, por lo que resulta imposible disociar la comprensión de los sujetos de los grupos en los que se insertan, así como nunca podría conocerse el mundo social sin considerar su dimensión humana. Las personas son autores, a la vez que productos, de las sociedades en las que despliegan su vida, sus discursos, sus prácticas y sus intercambios. Por tal razón, desde su punto de vista, el psicólogo que se interroga acerca de lo humano es necesariamente también historiador.

Si se considera a la memoria elaborada a lo largo de la historia, es una función que, por un lado, comporta singularidad y orden y, por otro lado, supone la construcción de una estructura temporal. Inspirado en su maestro, Vernant (2008) propone una historia de la memoria y, al ubicarla en la Grecia arcaica (s. VIII), antes de la adopción y la difusión de la escritura alfabética, la considera exploración de lo invisible,1 en lugar de la más actual concepción de reconstrucción del pasado.

En el marco de esa tradición oral, esa función quedaba a cargo de los aedos o poetas cantores, los elegidos por la divinidad Mnemosyne. Mediante sus narraciones cantadas, conservaban y transmitían los saberes que constituían sus orígenes como colectividad: "Todo el pasado del grupo desde sus orígenes, sus creencias tradicionales, el conjunto de conocimientos, el 'saber compartido'2 forman la base intelectual de una sociedad. Es todo eso lo que debe ser preservado, guardado, transmitido, actualizado" (Vernant, op. cit.:128).

Con el surgimiento de la ciudad y la difusión de la escritura, se producen cambios en la función de la memoria, así como en las técnicas para la recopilación de los recuerdos. Además, es un proceso democratizador de la memoria, pues ya no queda en manos de pocos elegidos, sino que los recuerdos son accesibles a todos los miembros de la colectividad mediante un ordenamiento sistemático de todo lo que quiera recordarse.

La transformación del trabajo de la memoria recorrió desde los papiros, los archivos, las bibliotecas, la invención de la imprenta, hasta las nuevas tecnologías, sin embargo, en función de sus características de incompletitud, permanece abierta a nuevos y eventuales cambios. A lo largo de este proceso, el autor identifica dos orientaciones importantes en la historia de la memoria: la emergencia del individuo con San Agustín y la memoria de los historiadores. Esta última orientación implica la aproximación científica, pues cada hecho comienza a ser tratado como objeto de conocimiento en el que se busca la verdad.

Entre las tres formas de la memoria: social o colectiva, individual e histórica hay solapamientos, pues así como la memoria histórica no puede obviar los denominados documentos "objetivos", tampoco puede prescindir de los "testigos", es decir de aquellos que vivieron los acontecimientos. Dice el autor: "[...] si existen testigos vivos, es necesario escucharlos. Todo el problema consiste en saber en qué condiciones y de qué forma escucharlos para que sus testimonios constituyan una fuente válida de información histórica" (Vernant, 2008:53).

Por su parte, desde una sociología histórica, Elías3 (1987) encuentra una relación estrecha entre estructuras de dependencia interpersonal y transformaciones, también estructurales, que se traducen como consecuencia de ello en el funcionamiento psíquico de las personas implicadas. Su teoría de la figuración presenta una fuerte imbricación entre subjetividad y estructuras sociales e históricas.

Para el autor, no es posible pensar en acciones individuales o interindividuales fuera de las estructuras sociales que las faciliten o las obstaculicen. Mediante el concepto de figuración (formas de interdependencia entre unas pocas personas, o bien entre colectivos más amplios), resultado de procesos históricos, expone de qué modo sujeto y sociedad no pueden concebirse como entidades separadas. Sus figuraciones son siempre formas de relación históricamente dadas, de ahí que al estudiar el proceso de la civilización, analice el modo en que las transformaciones en la organización social son, a la vez, cambios en las subjetividades.

Antes de los fuertes cuestionamientos que intentan destronar a la racionalidad, propios de posturas posmodernas o alternativas, este sociólogo ya consideraba que el proceso de la civilización carecía de una planificación racional, pues las transformaciones, a lo largo de los siglos, sucedían sin un plan previo, aunque siguieran un orden peculiar. Los cambios no son productos de individuos aislados que los imponen, tampoco son caóticos y sin estructura, por eso un aspecto central de su trabajo consistió en identificar el tipo o modelo de entramado y de dependencia mutua entre individuos.

Las organizaciones y reorganizaciones de las relaciones humanas tienen, para el citado autor, una consecuencia en el cambio de comportamientos y sensibilidades, así como en la modelación de los aparatos psíquicos. Tales entramados, por sus tensiones internas, se transforman y se convierten en otra forma de entramado: lo que cambia es una red de relaciones, porque van modificándose algunas formas en las que los hombres están acostumbrados a vivir.4 Aunque dentro de cada entramado humano hay una gradación de sectores centrales y sectores menos centrales, los movimientos nunca son rectilíneos.

Para el autor, sus estudios sobre la Corte como institución social, especialmente en Francia, en los siglos XVII y XVII, están profundamente vinculados con la vida contemporánea, dado que sus peculiaridades estructurales son las que permiten comprender la vida en los centros de dominación más poderosos.

Como un importante antecedente para una psicología social histórica, proveniente de la sociología, interesa poner de manifiesto la doble vertiente de su pensamiento por el requerimiento de estudiar, a partir del concepto de entramado, tanto las perspectivas sociogenéticas como las psicogenéticas.

Construcción de conocimientos en Ciencias Sociales

Es para remarcar la actualidad que aún presentan los autores que aquí se comentan para la construcción de conocimientos en psicología social.

Elías (2002) denomina compromiso y distanciamiento a dos tendencias interdependientes propias de los seres humanos, pero utiliza estos términos de modo deliberado, sin ignorar que puedan recibir la crítica de cierta vaguedad, pues los considera superadores de otros más usuales en el campo científico, tales como subjetivo y objetivo. Estos últimos, mucho más instituidos, pueden crear "[...] la falsa apariencia de que existe un espacio estático e insalvable entre dos entidades distintas, el 'sujeto' y el 'objeto'5" (Elías, op. cit.:82).

En su ensayo sostiene que el mayor distanciamiento es característico del conocimiento científico si se lo compara con los conocimientos no científicos, no obstante, fiel a su postura histórica, plantea que las tendencias respecto del distanciamiento y el compromiso se combinan de distinto modo, según las épocas y según las sociedades.

Uno de las polémicas centrales para la psicología social, postular un único método para todas las ciencias, encuentra como respuesta en el autor el recurso a los distintos grados de compromiso y distanciamiento. Sin desconocer los intereses en juego de los grupos científicos abocados al estudio de las ciencias naturales, considera que éstos pueden plantearse un mayor grado de distanciamiento, pues los objetos que estudian no estarían tan ligados con personas o colectividades concretas, excepto por su propia pertenencia a la comunidad científica. Por lo tanto, el distanciamiento se manifiesta en sus herramientas conceptuales y en sus premisas básicas, así como en sus modos de pensar y proceder. En cambio, los grupos dedicados a las ciencias sociales no pueden distanciarse y contemplar desde afuera el curso de acontecimientos sociales que pueden llegar a afectarlos profundamente. Es por eso que considera que la principal diferencia entre ciencias naturales y sociales reside en la relación que sostienen las personas que hacen ciencia con sus objetos de estudio. Manifiesta entonces que los objetos de las ciencias sociales son muy particulares, objetos que a la vez son sujetos, con lo que se incluye en los debates más actuales de la disciplina.

Su planteo no es abstracto, sino que está referido a grupos humanos que viven y trabajan, luchando por alcanzar alguna posición y por sobrevivir, por lo tanto todo aquello que los amenace en el modo de vida seguramente afectará su modo de percibir los fenómenos sociales.

En sus reflexiones, el autor no excluye, más bien subraya el compromiso de los grupos científicos, sin embargo, sostiene que la tarea científica requiere de distanciamiento y de autonomía de pensamiento; el desafío consiste en cómo lograrlo dado que el hecho de dedicarse a la ciencia no produce el efecto de que las personas queden al margen de los asuntos políticos y sociales de su grupo y de su época. Asimismo, el compromiso es condición para comprender los problemas a resolver, pues para ejercer la actividad científica es necesario conocer desde adentro cómo experimentan los seres humanos estar en los propios grupos y también en los ajenos. Pone así el acento en uno de los más fuertes desafíos actuales: la doble condición de partícipe y observador.

A pesar de reconocer la dificultad que tal tarea entraña, se niega a limitar los problemas en estudio de tal modo que encajen en determinado método, por el contrario propone desarrollar métodos que resulten más adecuados para la complejidad de los problemas que es necesario resolver. Por estas mismas razones cuestiona la idea de unidades de observación, variables, leyes científicas, en la medida en que atomizan las formas o el modelo que adquieren los componentes de un conjunto en la medida en que están combinados o integrados. Esta posición es coherente con sus elaboraciones teóricas, en las que afirma que todas las sociedades tienen características de figuraciones estructurales compuestas por varios niveles de subfiguraciones, en las que pueden diferenciarse jerarquías según los mayores niveles de integración, organización y autonomía.

En su ensayo hay un claro cuestionamiento al fisicalismo y la matematización por la naturaleza de los problemas de los que se ocupan las ciencias sociales. En muchas ocasiones, al intentar imitar los métodos propios de las ciencias naturales, lo que se logra es crear "[...] una fachada de distanciamiento tras la cual se oculta una actitud extremadamente comprometida" (Elías, 2002:52).

Más que la mera aplicación de herramientas de investigación que pudieron resultar útiles en otros ámbitos y para otro tipo de problemas, entiende que el propósito del trabajo científico consiste en elaborar "[...] un corpus siempre en aumento de teorías o modelos y un corpus igualmente creciente de observaciones de fenómenos específicos, y conseguir, con la ayuda de una continua confrontación crítica, relacionar ambos de una manera cada vez más congruente" (Elías, op. cit.:54).

En algunas de sus reflexiones se refleja una clara anticipación al concepto de campo científico de Bourdieu (2000), especialmente cuando explicita el modo en que se producen movimientos de sujetamiento y desujetamiento en los representantes de las ciencias sociales en torno al ideal conformado por las ciencias naturales.

Así como su sociología histórica o figurativa prefiere abandonar las ideas de verdadero o falso y reemplazarlas por expresiones menos sacralizadas, tales como "congruencia", Vernant (2008), desde la historia como disciplina, pone en cuestión la exigencia de verdad y la supuesta objetividad de las fuentes escritas, mediante el análisis de situaciones que lo tuvieron como protagonista y/o testigo durante la Resistencia francesa a la invasión de la Alemania nazi. Desde la verdad o falsedad se llegaría de ese modo a considerar lo probable o verosímil.

Sin pretender tomar partido por una discusión que enfrenta a los historiadores como expertos en la disciplina, hay un fuerte paralelismo con algunos de los problemas que, en sus procedimientos para la construcción de conocimientos, encuentran los psicólogos y las psicólogas sociales a la hora de hacer su tarea.

Respecto del trabajo que realiza como historiador y helenista, al que conceptualiza como "atravesar fronteras", dice Vernant (2008:31):

Llega siempre el momento en que, para comprender, debe ponerse en la piel de aquellos para quienes el desarrollo de los acontecimientos no ha sido parte de la historia, sino de lo dramático cotidiano. No se puede aislar el acontecimiento de su contexto y de los actores que lo han vivido. El acontecimiento forma un bloque.

Esta postura muestra el modo en que se estrechan las relaciones y se diluyen las diferencias entre memoria social, individual e historiográfica. Paralelamente, la denominada "nueva historia" incorpora el uso de la historia oral pues está más interesada en los procesos que en los personajes destacados, atendiendo así a los actores anónimos, a las distintas esferas donde transcurre su actividad, a las fuerzas contestatarias de la oposición y a los movimientos sociales (Schwarzstein, 1991).

Paralelamente, el autor de la reconstrucción de la historia de Durruti,6 un héroe proletario, se pregunta por los límites entre la historia y la ficción y adopta así por situarse en la narrativa: "Hablan personajes anónimos y desconocidos: una voz colectiva. Las declaraciones anónimas y contradictorias se combinan y adquieren un nuevo carácter: de las narraciones surge la historia" (Ensensberger, 1998:13-14).

Pese a reconocer la porosidad entre historia y ficción, afirma sin embargo que la historia no es una ficción arbitraria, y que su desafío es encontrar las huellas que pueden no ser tan claras en función del tiempo transcurrido. Su novela, que toma el modo del collage, se nutre de discursos, folletos, reportajes, recuerdos de testigos, proclamas, documentos, pero no deja de ser reconstrucción inacabada, por la falta de certeza que caracteriza a la tradición oral.

Dos consideraciones aún respecto de esta reconstrucción histórica: ¿es posible considerar que tal falta de certeza obedezca solamente al uso de fuentes orales en la que se basa?, ¿las denominadas fuentes objetivas habrían proporcionado mayores certezas?

Especialistas en el tema, tales como Bloch (1980) o Ginzburg (2010), plantean que tanto los textos, como los documentos arqueológicos, inclusive los de apariencia más clara, sólo dicen algo en función de las preguntas que les formulen los investigadores y las investigadoras.

Por otro lado, la reconstrucción de la historia "individual" de Durruti es para su autor, al mismo tiempo, la reconstrucción del anarquismo español en el siglo XX, una etapa en la que, según el novelista-historiador, aunque se busquen los hechos, sólo se encontrarán versiones.

Si bien hay mayores dificultades en la reconstrucción del pasado traumático y reciente, como es posible advertir, por ejemplo, en nuestro país, cuando se trata de analizar el modo en que las ciencias, las artes o, inclusive, los y las testigos se refieren a los sucesos de la última dictadura militar (1976-1983), dice Vernant (2008) que, aun en estudios como los que él realiza sobre la Grecia antigua, siempre se podrá advertir una cuestión de enfoque o perspectiva: la mirada de un hombre del presente haciéndose preguntas sobre el pasado, sin poder desentenderse de su cultura y de sus modos de pensar, obrar e imaginar.

La Psicología Social Histórica y la construcción de conocimientos

Las investigaciones que se desarrollan desde la perspectiva de una psicología social histórica, ya sea las que dirigió la autora de este artículo, así como las que propone que alumnos y alumnas realicen para adquirir conocimientos en la enseñanza de la disciplina,7 están referidas a problemas que afectan seriamente la vida de las personas, grupos y comunidades, especialmente de aquellos que se encuentran desfavorecidos por el orden económico, político, social y cultural vigente.

Entre las indagaciones psicosociales históricas realizadas por la autora en los últimos diez años, los principales fenómenos estudiados son las empresas recuperadas por trabajadores y trabajadoras; las relaciones entre hábitat y sujetividad y, más actualmente, es un propósito analizar distintas luchas que se multiplican por y en el territorio. En todos los casos, se trata de grupos cuyos derechos se encuentran vulnerados: el derecho al trabajo, a la vivienda digna, a la tierra, al esparcimiento o a disponer de los recursos naturales. A tal punto que todos estos objetos de estudio pueden pensarse como variaciones de una particular figuración (Elías, 1987, 2002).

En otras palabras, podría decirse que son actores sociales, individuales o colectivos, que soportan y/o resisten de algún modo la aplicación de políticas públicas que los perjudican (o la ausencia de ellas), las que inclusive llegan a conducirlos a vivir en los márgenes o a padecer la exclusión social. Todos ellos se oponen a un determinado estado de cosas, con mayores o menores posibilidades de organización y con distintas estrategias, y, en los casos más dramáticos, sólo con el fin de sobrevivir, poniendo de manifiesto distintos modos de subjetivación propios de una época donde la desigualdad extrema y la fractura social son rasgos preponderantes.

En la planificación y ejecución de las investigaciones, que normalmente toman la forma del estudio de casos, se privilegian los diseños y las técnicas cualitativas y partícipes, por lo que el principal instrumento para el trabajo es la relación que se establece entre las personas que tienen un rol protagónico y el equipo de investigación (Montero, 2010, 2006).

Si bien cada caso estudiado presenta singularidades, aunque pertenezcan a la misma categoría de fenómenos (empresas recuperadas, cooperativas de vivienda, movimientos sociales), puede pensarse que en todos ellos resultaría muy forzado separar lo que comúnmente se denomina investigación de otras tareas más conocidas como extensión universitaria. Una aclaración que conviene hacer -y no es ociosa- es que las tareas que se realizan no son necesariamente capacitaciones desde el grupo universitario hacia quienes no tienen sus saberes profesionales; de modo frecuente, consisten en trabajar juntos en alguna actividad que lo requiera y que ha sido previamente consensuada.8

La forma que adquieren esas investigaciones presentan claras afinidades con la psicología social latinoamericana y con las psicologías social e institucional psicoanalíticas, más características de Argentina. En estas últimas se fue configurando, desde su inicio, una praxis en la que simultáneamente se investigaba, se intervenía y se producía teoría (Robertazzi, 2005), mientras que, actualmente, la psicología social comunitaria denomina transformación en la investigación a tales procedimientos, en función de la connotación negativa que posee el término intervención (Montero, 2010).

Al trabajar en la construcción de conocimientos en coincidencia con tales enfoques, el trabajo en terreno no consiste sólo en la recolección de datos, pues es un propósito arribar a resultados elaborados dialógicamente entre equipo de investigación y participantes: unos y otros son personas experimentadas en sus campos de acción respectivos. El producto de tales procedimientos suele ser una narración en la que entrelazan las voces de ambos grupos: descripciones, recuerdos, relatos de los protagonistas, así como similares registros provenientes del equipo de investigación.

Cuanto mayor es el tiempo de permanencia en el campo, y cuanto más significativo es el vínculo que pueda establecerse, hay mayores posibilidades de realizar estudios que permitan "ponerse en la piel" de los protagonistas, sin olvidar que inevitablemente se enfocarán desde la propia óptica (Vernant, 2008) y, por lo tanto, deberán ser analizados en más de una oportunidad. Un buen tiempo de permanencia, mediante técnicas conversacionales y observacionales, permite, en muchas ocasiones, que quienes están investigando se conviertan también en testigos, o compartan algún tipo de protagonismo en los sucesos que allí ocurren. A la vez, también posibilita experimentar sentimientos de alegría, frustración, angustia, cansancio, como si fueran propios, lo que supone estar dispuesto a asumir distintos niveles de involucración.

Sólo con el fin de reflejar en una situación puntual lo que se expone, puede decirse que, al comenzar a estudiar la apropiación de la fuente de trabajo por sus propios trabajadores y trabajadoras, aun antes de saber dónde se desarrollaría tal estudio, se partía de la siguiente conjetura: era probable que en las empresas que llegaban a reincorporarse en el circuito productivo, evitando el cierre de la planta, se hubiera constituido previamente entre los trabajadores y trabajadoras cierto tipo de estructura libidinosa capaz de favorecer la eventual conformación de una alianza fraterna. En cambio, se suponía que, cuando tal estructura no estuviera constituida, los procesos de apropiación de la fuente de trabajo podrían llegar a detenerse y, es más, a fracasar (Malfé, 1994).

No obstante, a partir de una de primeras entrevistas que se sostuvo con uno de los principales referentes de la recuperación de empresas en Argentina, se decidió dejar de lado tal conjetura pues parecía no coincidir con los datos que, mediante el diálogo, se elaboraban en el campo. Pero, en los casos en que se toma la decisión de investigar reflexivamente, es conveniente hacerse ciertas preguntas, tales como: ¿quién es el que habla?, ¿cuáles son sus propósitos?, ¿cómo lo sabe?, ¿de qué quiere convencernos?, si es que quiere convencernos de algo. Cuando resulta posible mantener y profundizar la relación, es frecuente que pueda volver a conversar sobre el mismo tema, con el mismo y con otros interlocutores, aunque estas repreguntas no respondan a una búsqueda planificada por llegar a la verdad, sino a la necesidad de reflexión en la acción que tienen tanto los protagonistas como los miembros del equipo de investigación. En el caso referido, mediante la comunicación y la observación de prácticas e intercambios, la conjetura volvió a cobrar vigor, aunque en algunos momentos parecía tener menor grado de verosimilitud.

La entrevista a la que se hace mención fue realizada a principios del año 2003, cuando resultaba indispensable, especialmente para quienes tenían un rol de liderazgo, sostener que la recuperación de empresas era posible en todos los casos. Se trataba de alentar a otros, por eso, a lo sumo, el entrevistado reconocía que podían existir procesos más lentos o con mayores obstáculos.

La transmisión de la experiencia y las posibilidades de réplica del modelo eran un aspecto central para los actores sociales que recuperaron sus empresas, por eso sus principales interlocutores eran y son otros miembros de la misma clase que podrían encontrarse en similares condiciones, es decir a punto de ser expulsados del sistema. Por tal razón no dudaban -y tampoco lo hacen ahora- en comunicar, en los más diversos foros, que es posible recuperar empresas mediante una acción social novedosa.

Para Ramírez Peña (2007), el punto de partida de todo discurso es la comunicación, en función de un acto, de una acción. A la vez, cada discurso reconstruye otras voces, aunque esté enunciado por un único hablante, según las necesidades y los deseos que se presentan en el momento de la comunicación. La perspectiva polifónica en la que se sitúa el autor citado plantea que el discurso es un entramado de voces que proceden de la sociedad, de la cultura, del interlocutor, aunque con la finalidad de producir una voz que siempre es propia. Puede decirse entonces que el grupo conformado por trabajadores y trabajadoras de empresas recuperadas esgrime un discurso para comunicar las propias acciones producidas, fijando su punto de vista y proporcionando su propia cosmovisión acerca del mundo.

Especialmente en los momentos iniciales, tal vez por lo inesperado, la emergencia de empresas y fábricas recuperadas parecía ser un fuerte indicador de cambio en la mentalidad propia de la época, porque ponía en cuestión concepciones, valores y actitudes colectivas respecto del trabajo en un contexto de catástrofe social. Muchos de los protagonistas se sorprendían al tomar la palabra, pero lo hacían para contar una historia en la que se produjo -efecto que todavía permanece, aunque con menor difusión- una "ruptura con la esperado" (Harré, Clarke & De Carlo, 1989), puesto que lo esperable para la clase trabajadora era aceptar cualquier situación, por más precaria y flexibilizada que resultara, sin ofrecer demasiada resistencia.

Hacia fines de 2001, y especialmente comenzado el año 2002, la apropiación de la fuente de trabajo, en términos coyunturales, emergía como un fenómeno local que cobró visibilidad junto con otros procesos de resistencia vehiculizados por distintos actores sociales en un marco de fuerte protesta social, lo que se sintetizaba en la consigna más convocante de ese momento: "Que se vayan todos". Para la época, cualquier tipo de representación estaba en cuestión: la clase política debía ocultarse y no aparecer en el espacio público porque ciudadanos y ciudadanas hacían manifiesto su desprecio y rechazo; algo similar ocurría con el poder judicial, por lo que las movilizaciones en contra de la Corte Suprema de Justicia eran frecuentes. No obstante, esa particular coyuntura no resulta suficiente para comprender la emergencia de esos grupos en resistencia, lo que hace necesario atender al particular entramado socio-cultural de la época que les dio origen.

No resulta sencillo proporcionar una perspectiva histórica en pocas líneas, en función de la complejidad del tema y la enorme cantidad de factores intervinientes, pero puede decirse, a nivel macrosocial, que, desde 1976, una vez que la ciudadanía quedó sometida al gobierno dictatorial, comenzaron a aplicarse medidas neoliberales que perjudicaron al conjunto de la ciudadanía, pero de modo especial a la clase trabajadora, también una de las más castigadas durante el Terrorismo de Estado con la privación ilegítima de la libertad y con la desaparición.

El deterioro en las condiciones de vida de las personas que trabajan fue produciéndose de modo paulatino, pero se precipitó hacia la década de 1990, a partir de una serie de reformas orientadas a instalar un modelo económico propuesto por el Consenso de Washington, el que establecía reducir el Estado a su mínima expresión, buscando el mayor despliegue del capital financiero.

En Argentina, la imposición de la lógica del mercado produjo una creciente desindustrialización, quedando el poder económico en un núcleo muy acotado de grandes empresas. La industria nacional se perjudicó en su conjunto, pero principalmente las pequeñas y medianas empresas, imposibilitadas de competir frente a los productos importados. Esta fue la consecuencia de la etapa más destructiva del capitalismo, la globalización, que produjo efectos funestos en América Latina, aunque de modo agudo en nuestro país.

Stiglitz (2002) llegó a afirmar que el malestar producido por la globalización consistía en la generación y perpetuación de la pobreza, debido a las políticas implementadas por el Fondo Monetario Internacional, junto con otros organismos internacionales de control económico. Esas instituciones rectoras fracasaron respecto de sus propósitos explícitos: promover la estabilidad global y erradicar la pobreza, no obstante, afirmaba Bourdieu (2000b), resultaron exitosas por su capacidad cultural, logrando imponer sus visiones del mundo. De manera continua, se fue construyendo un marco adverso al proteccionismo económico, con el apoyo de los medios masivos de comunicación. A pesar de ese marco restrictivo, se fue gestando simultáneamente la resistencia, aunque la recuperación de la fuente de trabajo sólo se concretó en algunas de un gran número de empresas que cerraron en ese período.

En el marco de esos sucesos, las personas y los grupos enfrentaban la crisis económica con nuevos y viejos recursos: paros, marchas, protestas, piquetes, ferias de trueque.

El temor a quedarse sin empleo estaba en todos los estratos sociales pero, al agudizarse la crisis, paralelamente comenzaron a circular narrativas verosímiles de resistencia. Una de ellas fue "Ocupar, Resistir, Producir", consigna que caracterizaba el modo de lucha de las empresas recuperadas.

En la entrevista realizada en 2003, Eduardo Murúa, principal referente de IMPA9, definía tal modelo de acción como "una nueva herramienta de lucha de la clase trabajadora". La definición de este interlocutor clave coincidía con la postura de la investigadora, dado que también él, aunque probablemente por distintas razones, pensaba que el acontecimiento estaba inscripto en una sucesión o en una serie de transformaciones que ocurrieron en la historia de la clase trabajadora en la que algo se mantiene, a la vez que algo se transforma. La nueva herramienta se había impuesto porque las clásicas modalidades de lucha carecían de sentido en un particular momento histórico en el que la clase empresarial abandonaba sus establecimientos, luego de haberlos vaciado y/o haberlos llevado a la quiebra, dejando en total desamparo a quienes, hasta entonces, habían sido personas empleadas.

La recuperación de empresas por sus trabajadores y trabajadoras no había sido una libre elección, sino un resultado al que se había llegado en función del estrecho margen que dejaba la particular configuración del poder de la época. Además, el interlocutor decide situarse en tal línea sucesoria afirmando un fuerte compromiso de permanencia y membresía, así como una toma de posición en cuanto a las convicciones de pertenencia de clase.

La toma de fábricas en sí misma no era novedosa, se había instrumentado especialmente durante la década de 1960 y hasta el principio de la década de 1970, pero se trataba de acciones llevadas a cabo por un proletariado vigoroso, con salarios elevados y estabilidad laboral, el que estaba representado por un sindicalismo clasista capaz de trascender las reivindicaciones laborales para convertirse en un sujeto político fundamental (Fajn, 2004). Iturraspe y Poles (1986) y Delfico (1986) refieren casos de control obrero autogestionados sindicalmente para la misma época, en los que se refleja ese particular entramado.

Entre esos importantes antecedentes y la recuperación de la fuente de trabajo que se hizo visible hacia 2002 habría que poder situar el corte que significó la dictadura militar, marcando un antes y un después de 1976. Los sindicatos jugaron un rol importante combatiendo a la dictadura militar, y una prueba de ello es el alto porcentaje de representantes de la clase trabajadora entre las personas detenidas, desaparecidas y exiliadas. Con la llegada de la democracia, su papel resultó algo desdibujado y fluctuante, según los distintos gobiernos de turno. En los momentos iniciales de la recuperación de la fuente de trabajo, en plena crisis económica, su papel no fue definitorio, resultando incluso obstaculizador en algunos casos, como el que se presentará inmediatamente.

La coyuntura especial de 2001-2002 aportó innumerables apoyos por el clima social, cultural y político de movilización y cuestionamiento propio del momento, lo que facilitó en gran medida que estas nuevas organizaciones horizontales llegaran a conformarse sobre las ruinas de la anterior empresa convencional burguesa.

En el primer encuentro con una empresa recuperada que se convirtió en caso a estudiar, el interés de la investigadora por conocer la historia que la había hecho posible coincidió con el de los protagonistas, que deseaban narrar los sucesos que habían experimentado recientemente.

El caso Chilavert Artes Gráfcas

El fenómeno de la apropiación de la fuente de trabajo consiste en un tipo de acción social ideada por los propios trabajadores y trabajadoras. La autora de este artículo conoció a la empresa en abril de 2003, cuando los principales hechos que llevaron a la recuperación de la empresa ya habían ocurrido, por lo tanto dialogó con los trabajadores quienes narraron sus recuerdos y también argumentaron ofreciendo su versión sobre los hechos de un pasado reciente.

La cercanía temporal con los sucesos más traumáticos experimentados por los participantes hacía que la emotividad aflorara de modo frecuente en las conversaciones, pero, como ya planteó Halbwachs (2004) en sus clásicos estudios, la memoria no es una mera conservación del pasado, sino una reconstrucción en la que intervienen datos que pertenecen al presente, la que a la vez se combina con las diferentes reconstrucciones que se van haciendo a lo largo del tiempo. Por lo expuesto, se ignora qué tipo de relatos se obtendrían si los diálogos se hubieran sostenido en el momento actual, cuando ya llevan ocho años trabajando en la empresa recuperada, pero seguramente no serían las mismas narrativas, tampoco las mismas argumentaciones.

Otra salvedad es que la reconstrucción histórica crítica sobre la empresa Chilavert Artes Gráficas comenzó con propósitos y objetivos más amplios, especialmente los referidos al análisis de los procesos psicosociales, psicopolíticos y psicoculturales que se despliegan durante el proceso de apropiación de la fuente de trabajo y en el marco de movimientos sociales más abarcativos. En esta oportunidad, se incluyen algunos fragmentos discursivos con el fin de exponer la importancia de la perspectiva histórica en psicología social.

Se selecciona esta empresa entre otras porque fue objeto de la tesis doctoral de quien escribe este artículo y por la relación de afecto, reconocimiento y confianza que hasta el momento actual mantiene con los participantes, los que siguen siendo interlocutores y algunos de ellos expertos a los que se consulta en función de investigaciones actuales.

Se trata de una imprenta situada en el barrio de Pompeya de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la que una vez transformada en cooperativa cambió su denominación -el apellido del dueño- por el nombre de la calle en la que está situada, conociéndose ahora como "Chilavert Artes Gráficas".

Una de las primeras definiciones con las que uno de sus integrantes presentaba al grupo proponía su visión de la historia. En el enunciado que sigue puede inferirse una historia de la decadencia: "[...] nosotros somos un grupo pequeño de trabajadores... que somos los últimos trabajadores que quedamos de la vieja empresa que era... una imprenta de alta calidad y precio que...".

De modo similar, un compañero define las organizaciones autogestionadas en el período que se estudia mostrando su diferencia con anteriores casos de control obrero sobre las empresas: "[...] son fábricas... aparte, fábricas vaciadas, con obreros miserablemente endeudados...".

En el enfoque utilizado para reconstruir la historia de esta imprenta recuperada, inicialmente por ocho trabajadores, se partió de la relevancia de considerar los cincuenta o cuarenta años de historia que vivieron sus más antiguos empleados trabajando bajo patrón. Es muy explícito y gráfico el relato de uno de ellos: "comenzamos a trabajar de pantalones cortos".

Ciertamente, no todos tenían respecto del dueño una misma posición, ni los mismos sentimientos, pero algunos habían ocupado un lugar privilegiado, casi el de hijos tutelados. Tal vez, por esos lazos previos, esos trabajadores tuvieron que vencer una gran resistencia para tomar la empresa y también para tomar la palabra frente a los poderes instituidos: el del patrón, el del sindicato, el de la justicia, el de la política, el de los medios de comunicación. Finalmente, hicieron oír sus voces, modificaron su destino de exclusión, ocupando un lugar jerárquico diferente en el orden social, el de luchadores expertos, pues quedaron involucrados en la producción de su discurso y de sus acciones.

En los primeros diálogos establecidos se mencionaba la dificultad de confrontar con quien ocupó un lugar casi paterno; para algunos empleados, no fue poca cosa. La fidelidad y el respeto por el patrón sólo pudieron vencerse cuando comprobaron que los estaba traicionando. Uno de los trabajadores, con casi cuarenta años de trabajo en la antigua empresa, enuncia un discurso en el que expresa la ambivalencia de sentimientos que experimentaba hacia el patrón en el momento más agudo del conflicto:

[...] bueno, los recuerdos menos gratificantes, cuando vemos que se iban a llevar las máquinas, vencer esa... porque hay que vencer, son muchos años estando acá, respetando al dueño y todo, y tenés que vencer esa resistencia a ocupar, decir: 'no se las llevan a las máquinas, de acá no salen'. Eso fue jodido ¿viste? ¡Y lo vencimos!, pero no lo vencimos por lo que vos pensás, lo vencés por la necesidad ¿viste?... vos sabés que te quedás en la calle y eso es más fuerte... no el miedo, sino el respeto, porque es el dueño... ¡nos conocemos hace cuarenta años!

Según Ramírez Peña (2007:90): "[...] el autor de la comunicación, de acuerdo con los intereses y los deseos que lo animan o lo obligan, se comunica con el otro sobre algún acontecimiento o tema del mundo para lo cual considera al interlocutor (individual o colectivo; presente o distante) en alguna perspectiva". El locutor se anticipa a los presupuestos de la entrevistadora y aclara que las razones no son ideológicas: "no lo vencimos por lo que vos pensás"; se presenta a sí mismo y a sus compañeros como personas que necesitan trabajar para seguir viviendo y manteniendo a sus familias. Es también destacable la presencia de voces referidas en el relato, las que, al mismo tiempo que recrean en estilo directo una supuesta confrontación con el patrón,10 subrayan la sorpresa del propio trabajador por haber logrado modificar de ese modo sus propios sentimientos y su propia posición.

Si se toma el eje de la fantasía, pilar fundamental junto con la historia, en el enfoque de la psicología social psicoanalítica, el enfrentamiento con el empresario es producto de una decepción, la que posteriormente se ve amplificada cuando se comprueba que no es sólo él quien los desampara, sino también los miembros del poder judicial: "¿vos sabés lo que es que un juez te traicione, que te quiera robar?".

Dice Malfé (1980) que las formas institucionalizadas que pautan los intercambios sociales sirven de soporte para el mundo fantasmático de sujetos individuales y colectivos, y son los esquemas argumentales los que permiten escenificar las modalidades de relación que constituyen un aspecto central a considerar por psicoanalistas y psicólogos en su campo de práctica. La observación y la escucha son herramientas privilegiadas para discernir el efecto de la fantasía para dar forma al material que proporcionan los discursos, las prácticas, los intercambios, los objetos instituidos.

En Chilavert, el deterioro en las condiciones de trabajo fue paulatino, agravándose en los últimos años anteriores a la recuperación, aun así, los sentimientos más hostiles no estaban dirigidos al patrón sino a sus directores. En la relación con el empleador predominaba la ambivalencia de sentimientos, pero persistían -aunque debilitados- los lazos libidinales que permitían inferir una estructura convergente: dueño/empleados; padre/hijos.

Los trabajadores, especialmente los que ingresaron desde adolescentes a trabajar en la imprenta, fueron quienes más sufrieron el engaño, la decepción y el posterior enfrentamiento, que tomó la forma del parricidio. Sin embargo, los sentimientos de sorpresa y decepción también afectaron a otros actores sociales, exteriores pero cercanos al taller, que se sentían unidos al empresario por cuestiones generacionales. A lo largo de, por lo menos, cuatro décadas realizaron intercambios comerciales y de vecindad, uno de ellos era un técnico encargado de reparar las máquinas impresoras y otro un proveedor de servicios. Ambos llegaron a tener un relevante protagonismo en distintos momentos de la historia de la recuperación, en sus relatos expresaban interrogantes y vacilaciones ante la actitud del empresario, especialmente con los obreros más antiguos, los más expertos. Uno de ellos demoró un cierto tiempo en aceptar a la nueva empresa recuperada, luego se incluyó en el grupo, aunque sin formar parte de la cooperativa y manteniendo por un largo tiempo su independencia narrativa.

Justamente, refiriéndose a la historia, dice Ortega y Gasset (1966:132): "El descubrimiento de que estamos fatalmente adscritos a un cierto grupo y estilo de vida es una de las experiencias melancólicas que, antes o después, todo hombre sensible llega a hacer". Existen distintas razones para considerar que el pensamiento de este filósofo español aporta una concepción psicosociológica de gran riqueza, una de ellas es el importante lugar que le atribuye al concepto de generación (Ovejero Bernal, 1992; Robertazzi & Pertierra, 2009).

Así como los trabajadores de Chilavert vencieron sus resistencias para conformar una alianza fraterna, esos otros protagonistas, que estaban unidos generacionalmente con el empresario, compartían recuerdos, experiencias y valores propios de una época. Entre otras cosas valoraban el oficio gráfico, la satisfacción por el trabajo bien hecho, la rectitud, el conocimiento de los expertos. Aunque sus relaciones eran comerciales y de vecindad, no privadas, se sentían semejantes pues todos ellos habían organizado la vida en torno al trabajo; así fue hasta que emergieron explícitamente los aspectos más dolorosos y oscuros del conflicto laboral en Chilavert.

Posteriormente, tanto el prestador de servicios como el técnico de las máquinas impresoras consolidaron el vínculo con los "muchachos", es decir con los trabajadores de Chilavert, con los que se sienten unidos por los lazos de la philia, una amistad entre iguales (Vernant, 2002). Los distintos recorridos se desplegaron según sus historias previas, pero, a su tiempo, todos coincidieron en algo común: la importancia de defender la fuente de trabajo y de conservar los saberes del oficio.

Saberes compartidos, saberes expertos

En la concepción de análisis del discurso como acto de comunicación, Ramírez Peña (2007) propone identificar ámbitos, dominios y marcos, pues no encuentra interés en analizar un lenguaje abstracto o conceptual, su propósito está más cercano a rescatar las voces de personas que habían estado silenciadas, como las de estos trabajadores.

El ámbito en el cual se inscriben los saberes comunes de los trabajadores se relacionan con su oficio, que algunos de ellos ejercieron casi durante toda su vida, mientras se dedicaron a la impresión de libros de arte, trabajando bajo patrón. El principal ámbito de actividad fue la imprenta, donde pasaron enorme cantidad de tiempo, especialmente por la gran cantidad de horas extra trabajadas, lo que les permitía obtener mayores salarios.

Cada uno de ellos fue formándose en dominios específicos, en el manejo de las máquinas impresoras, en el de la encuadernación, en el de la administración, llegando así a adquirir saberes sumamente especializados, como la impresión de obras de arte sobre tela. Si la empresa no se hubiera recuperado tal vez esos conocimientos y habilidades, esos saberes expertos, se habrían perdido para siempre.

Cuando la empresa comenzó a declinar, juntos comenzaron a experimentar la posibilidad cierta de perder el trabajo, al no disponer de dinero para llevar a la casa y mantener a la familia. En tal situación, uno de ellos poseía una experiencia específica que fue de suma utilidad en el momento del conflicto laboral: desde su condición de habitante de una villa de emergencia se había convertido en mutualista y había entrado en contacto con los principales iniciadores del modelo de acción social para recuperar empresas. Sin embargo, a pesar del valioso conocimiento adquirido, nunca imaginó que tendría que aplicarlo en su propio trabajo. Él fue quien llevó las primeras ideas sobre cooperativismo, aunque planificaba organizar una cooperativa que los contuviera a todos, inclusive al patrón. La propuesta inicialmente resultaba incomprensible para algunos de sus propios compañeros, pero ni el patrón ni los cuadros directivos contemplaron la posibilidad de asociarse con los trabajadores, actitud que mantuvieron hasta dejar la empresa.

Para comunicarse con el otro, el enunciador pone a disposición su dominio, una representación de las cosas del mundo y de sí mismo. Es justamente el dominio lo que permite construir una representación del otro, lo que facilita la interacción, la relación que se establece. Estas capacidades interpretativas son las que conducen al propio reconocimiento y también al del otro. El dominio es la capacidad de la persona para presuponer. El marco está referido a los sentidos que se transmiten en cada una de las actuaciones discursivas, el que guarda relación tanto con el ámbito como con los dominios del locutor y del interlocutor.

Uno de los aspectos más distintivos de esta experiencia fue la de expandir el ámbito, el dominio y el marco, paulatinamente se fue ampliando también el número de interlocutores: de modo novedoso, los trabajadores comenzaron a hablar entre ellos mismos; luego con una abogada, pues necesitaban cobrar salarios caídos e indemnizaciones, finalmente se acercaron a los miembros del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). Luego, durante los seis meses de una larga ocupación de la planta, se acercaron otros actores sociales para apoyar su lucha: jubilados/as; estudiantes nacionales y extranjeros; asambleístas; desocupados; vecinos/as; intelectuales; artistas; investigadores/as, entre otros actores sociales.

En la medida en que avanzaban en el proceso de apropiación de la fuente de trabajo, también el ámbito cambió, dado que los trabajadores salieron de la fábrica y comenzaron a transitar el espacio público: la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los tribunales de justicia, los medios de comunicación, las universidades. En esos ámbitos esgrimieron un discurso claramente argumentativo, con el propósito de convencer a los distintos auditorios de la legitimidad de sus demandas.

La comunicación entre entrevistados y entrevistadora se basaba en conocimientos asumidos como compartidos, los trabajadores suponían que la entrevistadora, que ya conocía la historia a través de los medios de comunicación de masas, se interesaba por el acontecimiento, pero deseaba obtener una información más directa, a la vez, sabían que era probable que no hiciera falta convencerla, puesto que había manifestado explícitamente su apoyo a la recuperación de la empresa y así lo había planteado desde el primer contacto. Quizá, por el hecho de ser psicóloga, los trabajadores no sólo se referían a la empresa y la apropiación, sino que espontáneamente reflexionaban sobre sus propias transformaciones, llegando incluso a mencionar cuestiones de su vida privada, pero no de su vida íntima.

El discurso que sostenían era más secuencial y narrativo que argumentativo; como producción discursiva novedosa implicaba una interpretación posible sobre el mundo, en la que construían posibilidades, abrían caminos y nuevos futuros donde antes no existían. No era un discurso repetitivo, era más bien políticamente incorrecto, porque cuestionaba uno de los principales emblemas del capitalismo: la propiedad privada. Su principal característica era que los sujetos se implicaban porque tenían cosas para decir, por eso las palabras funcionaban como herramientas que permitían operar sobre la realidad (Fernández Chriestieb, 2002).

Una acción social no planifcada: "Un pequeño plan"

Aunque resulte difícil suponerlo, si se conoce sólo el final de la historia, los trabajadores no partieron de ninguna planificación, en principio sólo pretendían cobrar el dinero que el patrón les adeudaba, tanto por salarios caídos como por indemnizaciones:

[...] tampoco pensamos en ser la empresa recuperada, tampoco la cooperativa, no pensamos en nada, pensamos en que no se lleven las máquinas... y no sabíamos qué hacer cuando tomamos las máquinas. Las teníamos ahí, hasta que vino esta gente del MNER y empezamos a hablar del tema cooperativismo y todo eso, y después, con el tema de IMPA, de la empresa recuperada... cómo se manejaban ellos... y ahí empezó todo, y ahí, a la semana, hicimos los... la cooperativa...

Un compañero refuerza este relato: "[...] ya, ahí, teníamos un pequeño plan, ya no contábamos con cobrar las indemnizaciones...".

El discurso que se analiza se presenta en primera persona del plural, ese "nosotros" representa al grupo, es la voz colectiva de quienes lucharon juntos, partiendo de casi nada, inclusive sin un plan predeterminado. Los tiempos verbales pasados señalan que es un relato dirigido a la entrevistadora, a quien le narran sucesos anteriormente vividos. Ese "ahí", que se repite quiere significar "ya, entonces, recién, en ese momento", es un modo de dar mayor credibilidad al relato y de mostrar cómo algunos sucesos se encadenaban con otros sobre la marcha, señalando por dónde seguir transitando el proceso.

Es indudable el desconcierto que produjo la propia acción colectiva: impedir el vaciamiento y negarse a que retiraran las máquinas impresoras, indispensables para el funcionamiento del taller. Sólo fue una medida defensiva, producto de la indignación que les causaba el engaño del dueño de la empresa, quien prometía llevarse las máquinas, "el pulmón del taller", para traer un mejor equipamiento.

Tampoco los trabajadores planificaron obtener el marco legal precario que permitió el funcionamiento de la nueva empresa, su "pequeño plan" era alquilar, situación a la que el juez de la quiebra, que quería liquidar todo cuanto antes, se negaba:

[...] en el momento en que nos iban a desalojar, esa ley no existía [la Ley de Expropiación Temporaria], la única referencia que teníamos es que en la provincia de Buenos Aires se había hecho algo como... acá nunca, y además la duda que teníamos era si teníamos que alquilarlo, como en algún momento lo iban a rematar... entonces pensábamos en alquilarlo, hasta que decidieran rematarlo (...) y bueno, en realidad lo queríamos alquilar, pero, como no nos salió el alquiler, nos salió gratis, digamos...

Este discurso, finalmente risueño, recrea el modo en que el plan de los trabajadores fue cambiando sobre la marcha. Desde alquilar el taller, hasta obtenerlo temporariamente de manera gratuita. La narración introduce una voz referida, la de la justicia, siempre opuesta a los intereses de los trabajadores. Fue una especial coyuntura política en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la que finalmente los benefició. Para ello, los obreros de Chilavert tuvieron que argumentar y convencer a los legisladores, los que finalmente se vieron presionados y promulgaron la Ley de Expropiación Temporaria, otorgándoles una tenencia precaria por dos años.

En esta relación intersubjetiva, ese actor colectivo, constituido por un grupo de ocho trabajadores, hace oír su voz, da a conocer sus saberes, tanto los tradicionales, propios del oficio en el que vienen trabajando desde hace muchos años, como los más novedosos, los vinculados con la resistencia y la lucha contra los poderes hegemónicos.

No se trata de homogeneizar las voces de cada uno de ellos, pero sí de dejar claro que todos y cada uno hablan en tanto representantes de un grupo (el que recuperó la empresa), de un movimiento más amplio (MNER), pero también como miembros de una sociedad y como sujetos constructores de una cultura y a la vez formados por ella.

Una gran cantidad de voces ajenas se encuentran en este nuevo discurso de autor/productor: las del MNER; las de los múltiples grupos sociales protestando, los que, en el momento de la recuperación de Chilavert, cuestionaban todo tipo de representación, gritando por la calle: "que se vayan todos"; las de los movimientos asamblearios que solicitaban una democracia directa; las de los que hacían el "aguante" a toda forma de rebelión y resistencia. Desde luego, también las voces de todos los luchadores populares que, en otros momentos históricos, confrontaron al poder con otras herramientas.

A modo de refexiones fnales

Uno de los problemas que aún se presentan en la construcción de conocimientos en psicología social es la poca coherencia entre perspectivas teóricas y estrategias para la construcción del conocimiento. Suele ocurrir que investigadores e investigadoras recurren a elaboraciones teóricas que se caracterizan por proponer una perspectiva psicosocial -muchas veces de gran riqueza para explicitar las formas en que se van intrincando espacios individuales y colectivos- pero en las prácticas de investigación utilizan instrumentos que facilitan la acumulación de datos (respuestas) sobre determinadas variables individuales. Se suele denominar a esta dificultad individualismo metodológico.

Es probable que los procedimientos de la investigación en la disciplina continúen sujetos a criterios de cientificidad de los que no pueden desprenderse tan fácilmente, pues se mantendría la creencia de que tal instrumentación aportaría ilusoriamente una mayor confiabilidad o validez, siempre que sea posible matematizar y realizar análisis de tipo estadístico. Habría que agregar que estas actitudes colectivas pueden verse reforzadas por las configuraciones del poder en los dispositivos científicos. Toda investigación requiere de recursos para ser realizada, para su circulación y para la publicación de sus productos que, como ya expuso Bourdieu (2000ª), tienen como principales destinatarios (lectores/evaluadores) a los pares.

Asumir una perspectiva histórica, relacional y dialógica supone distanciarse de tales criterios basados aún en el supuesto de unidad de la ciencia, en los que se fundamentó, a partir de la segunda mitad de siglo XIX, una psicología social más psicológica que sociológica (Álvaro & Garrido, 2004). Sin embargo, a pesar de que en este artículo se presentan algunos fragmentos discursivos, no es el propósito de la autora prestigiar el uso de técnicas tales como la entrevista, o de un tipo de análisis, el del discurso, por sobre cualquier otra alternativa para la elaboración de los datos. Es más, una entrevista puede administrarse o analizarse como si fuera un cuestionario. La utilización de una u otra técnica no asegura que se obtengan resultados más apropiados. Una vez más habrá que decir que los cambios suceden secuencialmente en una historia en la que se combinan continuidades y rupturas. Tal vez por eso, en el campo de la psicología, el que más conoce la autora, inclusive cuando los procedimientos de investigación no siguen la lógica tradicional, muestra/población, se sostienen de todos modos sus principales supuestos, considerando así hipótesis que no se pondrán a prueba, variables que fragmentan aquello que se quiere estudiar, o unidades de análisis cuando se trata de sujetos.

Arfuch (2010), en su análisis de la entrevista como género, expone toda la potencia, así como los límites, de esta técnica a la que denomina invención dialógica. En el campo de las ciencias sociales constituye una irremplazable forma de comunicación y de acceso a los testimonios. Sin embargo, tal acceso nunca es directo, pues siempre se pondrá de manifiesto la imposibilidad de recuperar, en su totalidad, la voz, la palabra, la vida de las personas entrevistadas. Es por eso que, en coincidencia con otros autores ya mencionados en este artículo, la autora citada plantea que, aun utilizando esta práctica comunicativa, se accedería a una comprensión que no elimina la diferencia irreductible con el otro, siendo esta supuesta limitación lo que facilita establecer un tipo de relación a la que considera profundamente ética (Dussel, 1998; Montero, 2006; Vernant, 2002, 2008).

Así como hay muchos modos de entrevistar, también hay una gran diversidad en cuanto a las alternativas que ofrece el análisis del discurso. En este marco, resultan muy apropiadas las reservas que plantea Fernández Christlieb (2003) ante la psicología social crítica y discursiva. Sostiene que dicha psicología no podría superar los marcos instituidos por la racionalidad. Es decir que, con independencia de su apariencia más creativa, dejaría por fuera la cuestión del sentido, aquello que no puede asimilarse a palabra alguna, puesto que se localiza en las formas. En su concepción, el sentido no es lógico sino estético, de allí que proponga una Estética Social en la que las costumbres, los hábitos, los movimientos, los espacios sociales, que son también formas, se conozcan sensiblemente.

En oportunidades, los protagonistas de las historias que las investigaciones ya referidas reconstruyen consideran que no todo puede ser dicho, por lo que, si se desea conocer algo, se impone estar allí. Así, al comenzar el trabajo de campo en la primera empresa recuperada que se seleccionó, uno de los trabajadores, en una conversación telefónica inicial, invitaba a visitar la imprenta para "conocer el espíritu de Chilavert". Del mismo modo, el Centro Cultural de la fábrica IMPA envía comunicaciones vía e-mail para anunciar sus múltiples actividades, las que habitualmente finalizan con la frase: "IMPA enamora", algo que se siente y se conoce sensiblemente.

Es muy interesante la perspectiva de este autor que conjuga lo político y lo cotidiano en tanto formas y sensibilidades que no pueden separarse, que se encuentran en detalles colaterales, en movimientos no intencionales, en los modos de moverse de la sociedad. Si se asume su punto de vista, podría decirse que los cambios en las organizaciones referidas son estéticos, por lo que se manifiestan en las formas y los estilos.

Notas

1. Cfr. Vernant (2008). El autor plantea que los aedos, mediante un aprendizaje mnemónico y prácticas de meditación, llegarían a lograr la "exploración de lo invisible", es decir de aquello que se oculta detrás de lo aparente: "el tiempo pasado, el de los héroes, el de los dioses, el de los orígenes, el de lo primordial" (p. 128).

2. Las comillas están presentes en el original.

3. La obra "El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas" de Norbert Elías se publicó originalmente en el año 1939.

4. En un proceso que denomina el "acortesanamiento de los guerreros" muestra el modo en que se produce la transformación entre una vida amenazada por actos de violencia, que ofrece un amplio margen para expresar sentimientos y pasiones, hacia otro entramado en el que los sujetos se van sometiendo a normas propias de la corte que los suavizan y dulcifican dentro de ciertos límites y con ciertas variaciones. La expresividad directa de la violencia encuentra posteriores sustitutos en las novelas de caballería, o en el cine, ya instalada la sociedad burguesa. Para Elías (1987), aquello que sucedía en el campo de batalla se traslada ahora al interior del hombre que tiene que resolver consigo mismo tensiones y pasiones que antes se resolvían luchando con otros. Plantea, sin embargo, que, al retirarse la violencia física, permanecen la violencia y la coacción económicas. Estas transformaciones precisan de mucho tiempo y se producen paulatinamente, en el caso que se comenta una clase alta de cortesanos viene a sustituir a una clase de guerreros libres.

5. Las comillas están presentes en el original.

6. Se trata de Buenaventura Durruti, una figura clave entre los líderes que participaron en la Guerra Civil Española. Como dice una de las voces que conforman la reconstrucción de su historia, alguien que ya era rebelde antes de ser anarquista.

7. Un requisito para la aprobación de la materia Psicología Social II en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires es que alumnos y alumnas, trabajando en pequeños grupos, realicen una indagación exploratoria con salida al campo. Para ello se propone una elección entre cuatro ejes temáticos: Transformaciones de la sexualidad y de la vida privada; Nuevos movimientos sociales: contextos novedosos de resistencia a la exclusión; Memoria Colectiva y Derechos sociales; y la dignidad de las personas: alimentación, vivienda, trabajo, educación, entre otros.

8. En el momento actual, algunos miembros de los equipos docentes, de investigación y/o de extensión, forman parte de los grupos que se formaron con la finalidad de construir la Universidad de los Trabajadores y el Museo del trabajo y la identidad obrera en la empresa recuperada IMPA.

9. IMPA, Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentina, es una de las primeras empresas recuperadas, desde 1998 fue modelo a imitar y ofreció apoyo a gran cantidad de organizaciones que posteriormente atravesaron situaciones similares, tal vez por esa razón algunos trabajadores y trabajadoras llegaron a denominarla "empresa madre". Está ubicada en el barrio de Almagro de la C.A.B.A. Eduardo Murúa es también uno de los iniciadores del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), que se mencionan en este artículo y es uno de los colectivos más amplios que nucleaban a estas organizaciones.

10. Se habla de una supuesta confrontación porque el relato del acontecimiento tiene múltiples versiones, no se trata de poner en duda el enfrentamiento, el que, por cierto, había dejado sus marcas, más o menos explícitas, en cada uno de ellos.

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Recibido el 2 de mayo de 2011
Aceptado el 17 de mayo de 2011

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