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Espacios en blanco. Serie indagaciones

Print version ISSN 1515-9485

Espac. blanco, Ser. indagaciones vol.25 no.2 Tandil Dec. 2015

 

ARTÍCULOS

Educación para el ¿desarrollo? El sofisma de la modernización y el desarrollo dentro de los diseños globales

Education for the ¿development? The modernization and development sophistry within global designs

 

Oscar Orlando Espinel Bernal*

* Magíster en Educación, Especialista en Pedagogía, Doctorando en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires y Docente e Investigador del Departamento de Filosofía de la Corporación Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO y del Departamento de Posgrados de la Facultad de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional. E-mail: oscar.espinel@yahoo.com


Resumen

En las últimas décadas se ha difundido la idea de que la solución a los problemas sociales de los mal llamados países "subdesarrollados" es apostar por proyectos de desarrollo y modernización emulando modelos extraídos y diseñados desde los autoproclamados países "desarrollados". La imposición de este modelo requiere, entre otra serie de ajustes, una reestructuración y reorientación de los sistemas educativos, pues se entiende que la educación es una pieza fundamental dentro de la maquinaria del progreso. En este sentido, la política pública ha respondido a los diseños globales adelantando las reformas de los sistemas educativos en consonancia con las exigencias del nuevo ordenamiento mundial. Allí circulan y se instalan discursos como calidad de la educación, innovación, competitividad, mejoramiento tecnológico, eficiencia, educación para el desarrollo, etc. Sin embargo, estas resultan ser formaciones discursivas históricamente creadas dentro de la fábula del desarrollismo y la modernización articulada, a su vez, a los diseños globales de una economía de mercados. Este es el escenario crítico desde el cual se propone el presente análisis.

Palabras clave: Modernización; Desarrollo; Educación; Colonialidad del presente; Ciencias Humanas y Sociales.

Abstract

In last decades, the idea of the solution to the social problems in the so called "under-developed countries" is betting to de-velopment and modernization projects, emula-ting models designed in self-proclaimed developed countries. The imposition of these models requires some kind of adjustments like restructuring and reorientation of educational systems, because it understands that the education is a fundamental part in the machinery of progress. In this way, the public policy has responded to the global designs by advancing reforms in educational systems responding to the demands of new world order. Circulate and set discourses such as quality education, innovation, competitiveness, technological im-provement, efficiency, development education, etc. However, it is discursive formations his-torically created within the story of de-velopmentalism and modernization, linked to the global designs of a market economy. This is the critical scene from which the present analysis is proposed.

Key words: Modernization; Development; Education; Present Coloniality; Human and Social Sciences.


 

"La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza. "
George Orwell
- 1984

En su texto ""Basta de Historias1, Andrés Openheimer (2010) presenta como tesis central la necesidad de impulsar en los países latinoamericanos y, en general, en los denominados "tercermundistas", proyectos educativos centrados en la innovación, la competitividad y el mejoramiento tecnológico que les permita entrar en la vanguardia del progreso y llegar a estar a la par de los países desarrollados. Programa de modernización que da mayor preponderancia y fortalecimiento a las carreras técnicas y a la ciencia, dejando de lado, o mejor, en detrimento, de los estudios en el campo de las ciencias humanas y sociales.

El autor presenta dentro de sus análisis y cuestionables juicios, como el ideal arquetípico a seguir e implementar en el globo, a algunos países y sistemas educativos que en su mayoría, a su vez, tienen a las universidades estadounidenses y algunas otras europeas como grandes aliados y modelos dentro de sus programas y estrategias de modernización. Estas medidas y programas permitirían a los países, que aún no lo han logrado, ponerse en el sendero del desarrollo y del progreso que, según vaticina el autor, de la mano de los grandes economistas, líderes mundiales y dueños de multinacionales ayudarían a combatir y reducir la pobreza en estos países "atrasados".

Pues bien, en este documento, con ayuda de pensadores y académicos latinoamericanos como Arturo Escobar, Enrique Dussel y Pilar Ubilla intento plantear que este modelo de desarrollo y de progreso que atraviesa el discurso y planteamientos de autores como Openheimer, son construcciones históricas que ocultan tras de sí el interés por el mantenimiento de unas estructuras sociales, culturales, económicas y políticas específicas dentro del sistema vigente.

Desde luego, estas estructuras, y los ajustes ideados en ellas, tienen una gran incidencia en los sistemas educativos como herramienta estratégica para la implementación de estas medidas y los reordenamientos requeridos para la optimización de los recursos y ganancias dentro del sistema neoliberal de mercados. De igual manera, es una tarea fundamental para este ejercicio el exponer que todas estas medidas, prácticas y discursos se legitiman empleando un gran sofisma: "la reducción de la pobreza". No obstante, paradójicamente, y esto por obvias razones, no se visibiliza que esta misma estructura que se intenta perpetrar, solidificar y hacer más eficiente es la principal causa de dicha pobreza, "atraso", violencia, injusticias, marginalidad, hambrunas y miseria. Reconocer estas realidades y contradicciones es una tarea fundamental de la reflexión propia de las humanidades de las que tanto reniega Openheimer (2010) en sus "visionarios" planteamientos de reestructuración de los sistemas educativos para alcanzar los niveles de desarrollo deseados dentro de los diseños globales de una economía de mercados.

El mito de la modernidad y la falacia eurocèntrica

Dussel (2001) realiza un cuidadoso análisis de la "falacia eurocèntrica" en la cual Europa se autoafirma como centro y fin de la historia y la denuncia como el "mito de la modernidad". Así define el filósofo argentino esta sofisticada invención que es la modernidad:

"Estamos ahora en posición de sumar los elementos del mito de la modernidad. (1) La civilización moderna (europea) se comprende a sí misma como la más desarrollada, la civilización superior. (2) Este sentido de superioridad la obliga, en la forma de un imperativo categórico, como si fuera, a "desarrollar" (civilizar, educar) a las más primitivas, bárbaras civilizaciones subdesarrolladas. (3) El modelo de tal desarrollo debe ser el seguido por Europa en su propio desarrollo [...]. (4) Allí donde los bárbaros o los primitivos se oponen al proceso civilizatorio, la praxis de la modernidad debe, en última instancia, recurrir a la violencia necesaria para remover los obstáculos para la modernización. (5) Esta violencia que produce víctimas en muchos modos diferentes, lleva un carácter ritual: el héroe civilizador inviste a la víctima [...] con el carácter de partícipes de un proceso de sacrificio redentor. (6) Desde el punto de vista de la modernidad, el bárbaro o el primitivo está en un estado de culpabilidad [...] esto permite a la modernidad presentarse a sí misma no sólo como inocente sino también como una fuerza que emancipará o redimirá a las víctimas de su culpa. (7) Dado el carácter "civilizado" y redentor de la modernidad, los sufrimientos y sacrificios (los costos) de la modernización [...] son inevitables y necesarios" (p. 69).

Cabe anotar que Dussel aclara que no rechaza la razón moderna en cuanto tal, sino la irracionalidad de la violencia -en todas sus manifestaciones- generada y ocultada por el "mito de la modernidad" y su pretensión como proyecto universal que exporta a todo el orbe el modelo de desarrollo1 europeo como única posibilidad de progreso y civilización. Pretensión que a su vez sirve de vehículo a los intereses económicos del capitalismo planetario y se traduce, en su máxima radicalización, en los procesos de globalización.

Es así que el discurso de la modernidad y de la modernización se articulan dentro de los proyectos de desarrollo y progreso impuestos dentro del contexto latinoamericano y que, en primera instancia, se insertan en procesos de industrialización, infraestructura y capacitación de mano de obra para las nacientes industrias y hoy en día en la formación de individuos con capacidad de responder a las necesidades, exigencias, lógicas y formas de vida de la sociedad actual: consumismo, competitividad, trabajo tecnificado, producción inmaterial, fragmentación de los vínculos sociales basado en la preeminencia del individuo, etc.

Barcellona (1996) hace claridad en que

"aunque es evidente que cuando se habla de «modernización» se alude a «innovaciones que abarcan fenómenos diversos y de amplio alcance (desde los estilos de vida y los consumos, pasando por los rasgos de la urbanización y de la ciudad, hasta la «moralidad» individual y colectiva) parece indiscutible que el núcleo de cualquier modernización tiene que ver con la organización del proceso de producción y con la forma de trabajo" (p. 21)

y más adelante, el autor sigue afirmando que estas nuevas formas de trabajo separan progresivamente al trabajo mismo de su contenido humano y convierten su producto, que en un comienzo era humanizante, en simple mercancía, técnica, y finalmente en capital. "Un proceso de producción cada vez más abstracto sólo puede desembocar en el consumo masivo individual [...] El nuevo cemento de una sociedad atomizada es la ideología consumista" (ídem: 24).

El sujeto moderno propio del pensamiento occidental y occidentalizante encontraba su ser en medio de la tensión entre su libertad y un mundo objetivo que se le imponía en forma de racionalidad, de estructura o ideologías; ese sujeto, que había surgido dentro de la racionalidad eurocéntrica para gobernar el devenir y ordenar la sucesión de acontecimientos, se ha convertido ahora en "horizonte de todo lo que deviene" (Barcellona, op. cit: 16). Se trata ahora, prosigue el catedrático italiano, de un mundo del devenir que es ordenado desde la perspectiva de la representación científica, reduciendo el mundo de la naturaleza al mundo artificial producto de la técnica. En otras palabras, asistimos a un mundo artificial, hecho a la medida de las necesidades e intereses de quienes están en condiciones de participar en la configuración de dicho proyecto, pues es claro y palpable, dentro de la voracidad del actual sistema mundial, que no es una posibilidad abierta para todo el género humano. En este sentido, van emergiendo las contradicciones de este particular y extendido proyecto de sujeto moderno en cuanto a hombres libres y soberanos sobre el mundo de la naturaleza y dentro de la sociedad.

Desarrollo, modernización y nuevo reordenamiento mundial. ¿Erradicación de la pobreza o concentración de la riqueza?2

Junto a los proyectos de modernización se encuentra el discurso del desarrollo, que encierra en sí las aspiraciones de reestructuración del nuevo ordenamiento para la consolidación definitiva del capitalismo. Escobar (1996) nos recuerda que

"el desarrollo fue una respuesta a la problematización de la pobreza que tuvo lugar en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y no un proceso natural de descubrimiento y tratamiento gradual de los problemas por parte de las ciencias e instituciones modernas. Como tal, debe tomarse como una construcción histórica que crea un espacio en el cual los países pobres son conocidos, definidos e intervenidos" (p. 95).

Es así que después de la segunda guerra mundial empieza a problematizarse un fenómeno que cambiaría los destinos del planeta y determinaría directa o indirectamente las preocupaciones, diseños y programas en el orden mundial y al interior de las fronteras de las naciones. Este fenómeno dantesco y temerario responde a la pobreza masiva. La pobreza se constituye entonces en un problema creciente que debe ser tratado con urgencia tras el riesgo que implica para la nueva organización del sistema-mundo.

"Uno de los muchos cambios que ocurrió a comienzos de la segunda posguerra fue el descubrimiento de la pobreza masiva en Asia, África y América Latina. Relativamente insignificante y en apariencia lógica, el hallazgo habría de proporcionar el ancla para una importante reestructuración de la cultura y la economía política globales. El discurso bélico se desplazó al campo social y hacia un nuevo territorio geográfico: el Tercer Mundo. Atrás quedó la lucha contra el fascismo. En la rápida globalización de la dominación mundial por Estados Unidos, la guerra a la pobreza en el Tercer Mundo comenzó a ocupar un lugar destacado" (ídem: 52).

De acuerdo con Escobar, aquello que se descubre, o mejor que se visibiliza en la posguerra, no es la pobreza, pues ésta ha existido desde mucho antes. Lo que se visibiliza y de manera particular por los políticos, economistas y expertos del "Primer Mundo"3 es la pobreza masiva intensificada en el planeta y en ciertas regiones de manera crónica e incontenible a causa, inevitablemente, de la consolidación del capitalismo.

En una economía de mercados con pretensiones y alcances globales estos problemas como la pobreza masiva dejan de ser un problema social doméstico propio de un país o región, para constituirse en un problema de dimensiones globales por las implicaciones nefastas que puede ocasionar dentro de la estabilidad de todo el sistema4. Es la "globalización de la pobreza" frente a la cual es necesario instaurar una "política de la pobreza". Pobreza masiva que deja ver tras su huella algunas otras realidades como la injusticia social, la inequidad, las abismales diferencias en la concentración de la riqueza y por tanto en la distribución de la pobreza, sistemas políticos endémicos, condiciones infrahumanas de salubridad, vivienda, educación, alimentación, en general, vulneración permanente de derechos fundamentales de las personas y los pueblos. Desde este funesto panorama, la pobreza masiva se configura como un potencial agente desestabilizador dentro de los diseños globalizadores del sistema capitalista moderno.

Por otra parte, Escobar (op. cit) deja ver que además de las implicaciones negativas y desestabilizadoras que puede generar la pobreza masiva dentro del sistema, esta misma también puede ser empleada para impulsar y fortalecer el capitalismo toda vez que los pobres se constituirían en objeto de conocimiento, administración y políticas dentro de los proyectos de transformación de las sociedades en economías más adaptadas y funcionales a esas lógicas y exigencias de la globalización de la economía de mercados. Pero además de ello, en los pobres se encuentra un potencial caudal de nuevos consumidores que permitirían ese nuevo impulso a la economía de mercados presentándose como regiones o sectores por conquistar.

"El tratamiento de la pobreza permitió a la sociedad conquistar nuevos territorios. Tal vez más que del poder industrial y tecnológico, el naciente orden del capitalismo y la modernidad dependían de una política de la pobreza cuya intención era no sólo crear consumidores sino transformar la sociedad, convirtiendo a los pobres en objetos de conocimiento y administración. En la operación se hallaba implícito un instrumento técnico-discursivo que posibilitó la conquista de la pobreza y la invención de una política de la pobreza (Procacci, 1991: 157). La pobreza, explica Procacci (1991), se asociaba, correcta o incorrectamente, con rasgos como movilidad, vagancia, independencia, frugalidad, promiscuidad, ignorancia, y la negativa a aceptar los deberes sociales, a trabajar y a someterse a la lógica de la expansión de las necesidades. Por consiguiente, la administración de la pobreza exigía la intervención en educación, salud, higiene, moralidad, empleo, la enseñanza de buenos hábitos de asociación, ahorro, crianza de los hijos, y así sucesivamente. El resultado fue una multiplicidad de intervenciones que significaron la creación de un campo que algunos investigadores han denominado lo social" (Escobar, op. cit: 54; cursivas mías).

En este sentido, la historia del orden discursivo del desarrollo es la aplicación en nuevos terrenos de este naciente campo de conocimiento e intervención de la realidad, denominado lo "social", dentro del cual toma vigencia, fuerza y vital posicionamiento la gestión de la educación y la estructuración de los sistemas educativos.

En consecuencia, la pretensión tras la reinvención del nuevo campo de lo "social" es ajustar las formas y condiciones de vida de las diferentes poblaciones al modelo de vida de las sociedades capitalistas modernas, científica y tecnológicamente avanzadas. En otras palabras, remediar aquellas carencias ocasionadas por la inescrupulosa expansión del capitalismo occidental de las sociedades menos avanzadas, "sub-desarrolladas", en relación a las sociedades europeas "desarrolladas" y siguiendo el modelo por ellas establecido.

Es esta instauración del discurso del desarrollo traducido en necesidad la que va a impulsar a partir de la segunda mitad del siglo XX una nueva era en la comprensión y el manejo de los asuntos mundiales. En síntesis, se trata de

"crear las condiciones necesarias para reproducir en todo el mundo los rasgos característicos de las sociedades avanzadas de la época: altos niveles de industrialización y urbanización, tecnificación de la agricultura, rápido crecimiento de la producción material y los niveles de vida y adopción generalizada de la educación y los valores culturales modernos" (Escobar, op. cit: 19).

A este macro-proyecto de escala mundial se le conoce con el nombre de desarrollo.

El desarrollo, entonces, se concibió e interiorizó como una necesidad imperativa e inaplazable de las naciones y del orden mundial en general, principalmente de aquellas consideradas menos avanzadas y por ello mismo "sub-desarrolladas". El propósito es alcanzar los índices de desarrollo fijados por los países que se autoafirman en tal condición, exportando e implantando en otros países lo que se considera fueron medidas, programas, condiciones que a lo largo de su historia reciente fueron demarcando el camino hacia su situación actual como países desarrollados y pertenecientes al selecto grupo de los países del "primer mundo". Medidas, condiciones y organización interna que no se han dado en la historia reciente ni en el proceso de configuración de esas otras naciones consideradas como "sub-desarrolladas", razón por la cual se encontrarían ancladas y marginadas en la situación de los países "tercer-mundistas".

Este es el propósito tras la idea de modernización y desarrollismo que afinca sus proyectos en la idea expresada por Harry S. Truman5 (1964) en su discurso de posesión en 1949 como presidente de Estados Unidos, en el cual anticipa que el camino hacia el progreso de las sociedades es la masificación de la producción, lo cual traería consigo mayores dividendos con los cuales combatir la pobreza imperante en el globo. Sólo a través de la ciencia, el capital y la tecnología serían posibles, según Truman, alcanzar y extender el "sueño americano" cifrado en la abundancia que traería consigo la paz a todos los rincones del globo.

Lo que no expresó Truman y que lo constataría la historia -de la cual reniegan escritores como Openheimer- es que aunque se logre intensificar la producción y los márgenes de ganancia se multipliquen, ello no haría que se conciliaran el crecimiento de las industrias y la riqueza de sus propietarios con las necesidades y condiciones de vida de la mayoría de la población, varios de ellos incluso trabajadores en sus propias empresas. Esto por una sencilla razón: el sistema económico vigente está basado sobre la lógica de la ganancia y ello implica, entre otras estrategias y principios, reducir costos para optimizar los dividendos. Allí no se contempla la redistribución de la ganancia sino todo lo contrario, la concentración de la misma.

"[...] porque en vez del reino de abundancia prometido por teóricos y políticos de los años cincuenta, el discurso y la estrategia del desarrollo produjeron lo contrario: miseria y subdesarrollo masivos, explotación y opresión sin nombre. La crisis de la deuda, la hambruna (sahariana), la creciente pobreza, la desnutrición y violencia son apenas los síntomas más patéticos del fracaso de cincuenta años de desarrollo" (Escobar, op. cit: 19).

Ahora bien, la reducción de la pobreza se intenta entender equivocadamente como la capacidad de los ciudadanos de adquirir mayores bienes. La pobreza es, en estos términos, remplazada por el consumismo, lo cual no asegura, necesariamente, mejores condiciones de vida para no hablar del complejo concepto de felicidad. La pobreza es pues, como vengo afirmando, un dispositivo que opera como sofisma para legitimar y dar mayor preponderancia a un proyecto de reorganización de las condiciones sociales que permitan el establecimiento de una nueva fase -más salvaje- del capitalismo: el mercado global.

Este proceso de desarrollo, como se ha mencionado, implicaría un cambio en la totalidad de las estructuras sociales, políticas y económicas de los países considerados como "sub-desarrollados" lo cual incluye a las dos terceras partes del mundo. Significa esto la expansión de un modelo económico, de un sistema de valores y principios, de una estructura política y social y una concepción particular del mundo, homogeneizando y anulando a su paso todas las culturas, cosmovisiones, singularidades históricas, tradiciones e instituciones existentes en otras partes del mundo con un solo propósito: alcanzar los objetivos de prosperidad material y progreso económico establecidos desde los países que dentro del sistema actual se muestran como "desarrollados" y, a su vez, como modelos a seguir por quienes se consideran menos avanzados, es decir, atrasados, caducos, arcaicos, de tercer orden.

De esta manera, el enunciado de desarrollo se fue multiplicando y relacionando con diversos conceptos y prácticas invadiendo progresivamente todas las regiones del lenguaje y la cotidianidad de las sociedades modernas, tanto de las que se consideran como tal como las que añoran dicha modernización. Pero siempre con la misma connotación de abundancia material y progreso económico tan esencial para una economía global de mercado. El desarrollo más que en una necesidad se ha venido convirtiendo, desde la década de 1950, en una certeza del imaginario social de la cual parecía imposible escaparse y desde la cual se producen subjetividades acordes a tal régimen discursivo:

"La realidad, en resumen, había sido colonizada por el discurso del desarrollo, y quienes estaban insatisfechos por este estado de cosas tenían que luchar dentro del mismo espacio discursivo por porciones de libertad, con la esperanza de que en el camino pudiera construirse una realidad diferente" (Escobar, op. cit: 22).

La realidad, especialmente a partir de la década de 1980, es representada desde el desarrollo. Es la nueva forma de imaginarse la realidad y de relacionarse con ella. Nadie se atreve a dudar de la "veracidad" y "necesidad" del desarrollo aunque en la cotidianidad se constate que las condiciones de la mayoría de la población no mejoran y por el contrario parecen empeorar. Así, en el Plan Nacional de Desarrollo para el gobierno colombiano de 2006-2010 el Departamento Nacional de Planeación (2007) de Colombia plantea:

"Pensar en el desarrollo es tanto un gran reto intelectual como un inmenso compromiso nacional. Si las políticas de desarrollo tienen éxito, millones de compatriotas tendrán la posibilidad de ampliar su espacio de escogencias y de incrementar su bienestar: tendrán más libertad de elegir, ya que el desarrollo es libertad" (p. 17).

El desarrollo es la perspectiva desde la cual se observa y se piensa la realidad, legitimando todas las prácticas y circunstancias que se relacionen o se expongan como etapas, sacrificios o decisiones necesarias para el pretendido progreso de las sociedades.

"más recientemente, sin embargo, el desarrollo de nuevos instrumentos analíticos, en gestación desde los años setenta pero cuyo empleo se generalizó durante los ochenta, ha permitido el análisis de este tipo de "colonización de la realidad'en forma tal que pone de manifiesto este mismo hecho: cómo ciertas representaciones se vuelven dominantes y dan forma indeleble a los modos de imaginar la realidad e interactuar con ella. El trabajo de Michael Foucault sobre la dinámica del discurso y del poder en la representación de la realidad social, en particular, ha contribuido a mostrar los mecanismos mediante los cuales un determinado orden del discurso produce unos modos permisibles de ser y pensar al tiempo que descalifica e incluso imposibilita otros" (Escobar, op. cit: 23; cursivas mías).

El desarrollo, así, es un discurso producido históricamente y desde sectores particulares y además con propósitos concretos: mantener y fortalecer el orden mundial vigente dentro del proceso de reconstrucción posterior a la segunda guerra mundial situando a las diferentes regiones y naciones en lugares específicos dentro del sistema global del mercado. De ahí la segmentación y diferenciación entre países "desarrollados" y "subdesarrollados", o lo que es lo mismo, entre "primer mundo" y "tercer mundo" con sus respectivas funciones y condiciones adjudicadas dentro del sistema de producción globalizado. La búsqueda del camino para "desarrollarse" se convirtió, entonces, en un problema y asunto prioritario dentro de las políticas nacionales y opera como una "promesa" reguladora de los destinos y proyectos de las naciones. El eje de las políticas públicas y de la acción de los nacientes organismos internacionales será el desarrollismo planteado, en un ejercicio de modelado y de disposición del orden mundial, desde la imagen de mundo construida e impuesta por el sujeto moderno europeo y desde las características de la sociedad capitalista avanzada.

Es así como el problema de la globalización de la pobreza y el discurso del desarrollo configuran una determinada representación de la realidad y a su vez, generan nuevos sujetos, formas discursivas y prácticas desde las cuales la imagen de la realidad que representan y enuncian es, simultáneamente, modelada y consolidada.

Discursos y categorías como progreso, democracia, transformación de las sociedades, derechos humanos, ciudadanía, estado de derecho, sujeto de derechos, privatización, crecimiento económico basado en la libre competencia, desregulación y descentralización, fortalecimiento del Estado, despolitización de los problemas, libertad, etc. De esta manera y tras la operación de estos enunciados y prácticas discursivas se efectúan reformas y ajustes estructurales en todos los órdenes (sociales, económicos, políticos, educativos, culturales, etc.) con propósitos claros de dominación y sometimiento político y económico de las naciones del mundo a las condiciones del diseño global, ideado desde el capitalismo en su fase más reciente, el neoliberalismo globalizado.

Al respecto nos dice Escobar (op. cit), a propósito del informe presentado por la Comisión enviada por el Banco Mundial a Colombia en 1949, con el fin de formular un proyecto integral de desarrollo para el país que, a su vez, sirviese de ejemplo para la región:

"Pese a estar expresada en términos de metas humanitarias y de la preservación de la libertad, la nueva estrategia buscaba un nuevo control de los países y de sus recursos. Se promovía un tipo de desarrollo acorde con las ideas y las expectativas del Occidente poderoso, con aquello que los países occidentales juzgaban como curso normal de evolución y progreso. Como veremos, al conceptualizar el progreso en dichos términos, la estrategia de desarrollo se convirtió en instrumento poderoso para normatizar el mundo" (p. 59).

En definitiva este discurso de desarrollo, progreso y modernización, de acuerdo con los estudios decoloniales, es una evidencia explícita de la nueva estrategia de colonización global como colonialidad del presente6. Circunstancia que responde a un momento histórico coyuntural relacionado con el desvanecimiento de las antiguas colonias en el escenario mundial y la emergencia del desarrollo como nueva forma de colonización. Así, paradójicamente, el discurso de desarrollo busca establecer, a través de políticas intervencionistas, las condiciones necesarias para reemplazar y restituir las relaciones coloniales de dominación entre las colonias y las metrópolis, entre centro y periferia, entre los países "sub-desarrollados" y aquellos "desarrollados".

El nuevo orden mundial ha inventado el "Tercer Mundo" y lo ha puesto como el campo más importante de disputa por la hegemonía mundial y de demostración de fuerzas y poderío por el control geopolítico.

El lugar de la educación y las ciencias sociales en el aturdido mundo moderno

Volviendo a Openheimer (op. cit), este escritor y periodista denuncia escandalizado cierto entusiasmo desmedido en los países latinoamericanos por conmemorar con cierta nostalgia el pasado. Reprocha, en estos países, una cierta pasión por la historia como una característica propia de la región. Según este autor, esta pasión distrae a estos países de la tarea cada vez más urgente de prepararse para competir en el mundo del siglo XXI que denomina como el siglo de la "economía del conocimiento". Preparación que consiste en la modernización y la consecución del tan mentado y anhelado "desarrollo". Se trata pues, de un mundo en el cual -y esto es nuestra deducción a partir de estas ideas- el conocimiento termina siendo una mercancía más que se vende, se trafica y se optimiza para obtener mayores ganancias. Un conocimiento que como la riqueza, la tecnología y las comodidades se concentra, privatiza y monopoliza como un derecho exclusivo de aquellos que tienen cómo pagarlo, cómo adquirirlo. Es la lógica del capital.

Una de las formas que el autor propone a fin de que los países logren tal modernización y se preparen para los desafíos de la "economía del conocimiento" es el reestructurar y reorientar sus sistemas educativos. Y para ello habla de la tan connotada "Calidad de la Educación". Esta sigue siendo una falacia más empleada dentro de los discursos expansionistas y legitimadores de las dinámicas del mercado y de los sistemas capitalistas neoliberales. La pretendida calidad, un concepto naturalizado como los anteriormente trabajados, se limita dentro de estos modelos de modernización y desarrollismo a la formación de mano de obra capacitada y en condiciones de articularse a los grandes procesos productivos dentro de la cadena consumista. Dentro de estas estructuras prediseñadas, además, a los sujetos no se les presenta mayor opción que incorporarse a dichos procesos y cadenas de producción y consumo, tal como lo muestran algunos casos que el autor presenta como exitosos en la supuesta disminución de la pobreza: India, China, Singapur, Corea del Sur.

Sin embargo, en mi opinión, lo que alcanza a vislumbrarse al menos en la exposición del autor, es una mayor estratificación y división social con una brecha creciente entre ricos y pobres tanto al interior como exterior de cada una de sus fronteras. Dentro de las mismas lógicas del capitalismo en donde funciona muy bien la regulación de la relación oferta-demanda para el establecimiento de precios se entiende que alguien debe pagar o cargar con los costos y consecuencias de la abundancia en una región ante la realidad de unos recursos limitados y cada vez más escasos.

Retomando el asunto de la calidad de la educación, podría entonces deducirse fácilmente que, desde esta perspectiva en la cual la academia es sometida a las lógicas del mercado, la calidad es la medición de los resultados y efectividad de la articulación entre las empresas y los sistemas educativos en búsqueda de mano de obra calificada, competente y barata para los procesos de producción y para los nuevos mercados para lo cual, cabe decirlo, también se requiere entrenar las mentes y las conciencias. Esto en últimas, ya lo sabemos, termina fortaleciendo los monopolios, la concentración de la riqueza y la consecuente distribución de la pobreza así como la exclusión y la marginalidad.

A manera de cierre: ¿educación al servicio de quién? Reproducción o transformación

La crisis a la que asistimos en el mundo actual es, en términos de Pilar Ubilla7 (2004), una crisis de civilización por cuenta del ordenamiento económico-político vigente, porque es fundamentalmente una crisis ética más que económica y social. El gran promotor de esta crisis es el proyecto neoliberal que se ha instaurado en el mundo y se ha inoculado en la cotidianidad de los sujetos, quienes asumen como normal e incluso necesario, sus discursos y sus prácticas.

Los valores de una sociedad, así como la misma sociedad, son una construcción histórica y cultural. No permanecen inmodificables, pues en su calidad de ser una construcción humana también están sujetos a la acción y a la voluntad que conducen a su transformación. El pensamiento moderno ha instaurado en nuestras conciencias la existencia de valores de primera y valores de segunda y, por ende, personas de primera clase y personas de segunda e incluso de tercera clase. De tal manera que "nuestra" civilización, desde las pretensiones de la racionalidad moderna, cree encarnar los auténticos valores de la humanidad hasta tal punto que rechaza las posiciones contrarias o que intentan cuestionarla, considerándolas como peligrosas, demoníacas, inhumanas e inmorales. Es la autolegitimación como discurso único, ya que se considera que fuera de ella no hay otra opción.

El concentrar toda la atención y esfuerzos de cada uno de los países del globo en los procesos economicistas de desarrollo y modernización expresados en la industrialización, urbanización y avances en el campo científico y tecnológico ha conducido a las sociedades modernas a una verdadera crisis y colapso de la humanidad. Dedicar el ingenio humano o concentrarlo exclusivamente en la mirada al futuro, la innovación y la creación de nuevas tecnologías sin dar lugar a la mirada a la historia y a las preguntas por el hombre -como aconsejaría Openheimer (op. cit) y junto a él las mentalidades gerencialistas de nuestra época- por considerarlas pérdida deliberada de tiempos y recursos, es confinar toda posibilidad para una mirada crítica frente a la realidad y sus contradicciones que, consecuentemente, permita la transformación de las relaciones sociales.

El despojar a los ciudadanos de esta mirada crítica es la mejor estrategia para la reproducción y mantenimiento del ordenamiento social, económico y político vigente. No planteo una oposición radical frente a la creatividad, la innovación, ni siquiera, por supuesto, al avance tecnológico. Tampoco me opongo a la problematización, dinamización, coherencia y mejoramiento de los procesos y sistemas educativos del país. Lo que intento cuestionar y poner bajo la sospecha -propia del pensamiento humano y muy a pesar de "visionarios" como Openheimer- es el pretender, bajo la ilusión del desarrollo y el progreso, poner y disponer de la educación al servicio de un sistema económico y economicista que con su expansión propaga y recrudece a su vez, la miseria y dolor humano. ¿Educación al servicio de quién? ¿Educación para qué? Es importante recordar que detrás de un modelo de educación se encuentra un modelo de país. Este fue el grito que intempestivamente convocó a las diferentes manifestaciones estudiantiles dentro del Movimiento de los Indignados en 2011 en gran parte de Latinoamérica y del mundo. Entonces la pregunta ¿qué tipo de educación queremos?, deriva en esta otra ¿qué tipo de país o sociedad queremos?

Recibido: 4/8/2014 Aceptado: 15/10/2014

Notas

1 Dussel (op. cit), a través de lo que denomina falacia del desarrollismo, nos ayuda a entender y cuestionar esta categoría de desarrollo tan nombrada y perseguida en estas latitudes en relación con lo que venimos exponiendo como eurocentrismo: "La falacia del desarrollismo consiste en pensar que el patrón del moderno desarrollo europeo debe ser seguido unilateralmente por toda otra cultura. Desarrollo tomado aquí como una categoría ontológica y no simplemente sociológica o económica" (p. 60).

2 Algunas de estas ideas y referencias son retomadas del ejercicio de documentación, revisión e investigación recogido en Espinel (2013). Allí podrán ampliarse estas reflexiones.

3 "La fábula de los tres mundos fue, y sigue siendo, a pesar de la defunción del segundo, una manera de crear un orden político que funciona mediante la negociación de fronteras lograda a través del ordenamiento de las diferencias (Haraway, 1989a: 10). Fue (y es) una narrativa donde cultura, raza, género, nación y clase están inextricablemente ligadas. El orden político y económico codificado por la fábula de los tres mundos y el desarrollo descansa sobre el tráfico de significados que describen nuevos campos del ser y del entender, los mismos campos que son cada vez más cuestionados y desestabilizados por las gentes del Tercer Mundo hoy en día" (Escobar, op. cit: 56).

4 "A comienzos de los años cincuenta, la noción de tres mundos -naciones industrializadas libres, naciones comunistas industrializadas y naciones pobres no industrializadas que constituían el Primer, Segundo y Tercer Mundo respectivamente- estaba implantada con firmeza" (Escobar, op. cit: 70). Es importante señalar que estas nociones, así como la de "subdesarrollo", fueron conceptos de trabajo acuñados en el marco de las negociaciones en las cuales los países más poderosos de occidente se redefinieron a sí mismos y al resto del mundo en la segunda posguerra. En el seno de estas primeras negociaciones se dio origen a la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 1945 y uno de los temas centrales, además de la Declaración Universal de los Derechos Humanos cuya proclamación se realizó en 1948, estaba relacionado con el futuro de los países no industrializados en la esfera global como fuente de materias primas baratas y en perspectiva de estrategia geopolítica.

5 Harry S. Truman fue presidente de los Estados Unidos entre 1945 y 1953. Truman asume la presidencia el 12 de abril de 1945 tras la muerte del presidente Roosevelt quien falleció tres meses después de ser elegido para su cuarto mandato. Truman gana las elecciones de 1948 y el discurso de posesión que aquí se cita, con apoyo de Escobar (op. cit), tuvo lugar el 20 de enero de 1949.

6 El Grupo de Investigación Proyecto Latino/Latinoamericano Modernidad/Colonialidad entiende que las geopolíticas de dominación propias del mundo moderno colonial se mantienen en sus estructuras fundamentales. "Nosotros partimos, en cambio, del supuesto que la división internacional del trabajo entre centros y periferias, así como la jerarquización étnico-racial de las poblaciones, formada durante varios siglos de expansión colonial europea, no se transformó significativamente con el fin del colonialismo y la formación de los Estados-nación en la periferia. Asistimos, más bien, a una transición del colonialismo moderno a la colonialidad global, proceso que ciertamente ha transformado las formas de dominación desplegadas por la modernidad, pero no las estructuras de las relaciones centro-periferia a escala mundial" (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007: 13). Para ampliar estas ideas ver Walsh (2005), Quijano (2001) y Espinel (2013).

7 La caracterización de esta crisis ética de la humanidad y el papel fundamental que puede jugar allí la educación, son ideas expuestas por Pilar Ubilla (op. cit) en su texto.

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