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Espacios en blanco. Serie indagaciones

Print version ISSN 1515-9485On-line version ISSN 2313-9927

Espac. blanco, Ser. indagaciones vol.27 no.2 Tandil Dec. 2017

 

ARTÍCULOS

¿La escolaridad como líneas de fuga? Educación, jóvenes y futuro en contextos de extrema pobreza urbana

¿Schooling as lines of flight? Education, youths and future in context of urban poverty

 

Mercedes Machado* Silvia Grinberg**

*Universidad Nacional de San Martín (UNSM)/ Escuela de Humanidades/ Centro de Estudios en Desigualdades, sujetos e Instituciones / Conicet E-Mail: mercedeslmachado@gmail.com
** Universidad Nacional de San Martín (UNSM)/ Escuela de Humanidades/ Centro de Estudios en Desigualdades, sujetos e Instituciones / Conicet E-Mail: grinberg.silvia@gmail.com


Resumen

¿Qué vas a ser cuando seas grande? Resulta una pregunta que de diversos modos sueles atravesarnos en algún momento de la vida. Quienes nacieron en el siglo XXI en contextos de pobreza urbana no quedan ajenos a esta interrogación y la posibilidad misma de imaginar futuro se constituye en punto de inflexión. Lejos de las retóricas apocalípticas que pesan sobre estos espacios y los sujetos que los habitan, que niegan presente y futuro, los jóvenes presentan otros modos de abordar la cuestión. Expresar el deseo y el temor que produce el desear mañana se vuelve una estrategia de resistencia que surge y subsiste en los bordes de las metrópolis, como márgenes de lo pensable y, a veces también, de lo decible. Recuperamos para ello el trabajo de investigación que nos encontramos realizando en escuelas emplazadas en contextos de pobreza urbana en la Región metropolitana de Buenos Aires.

Palabras Clave: líneas de fuga, futuro, escuela secundaria, pobreza urbana.

Abstract

What are you going to be when you grow up? It is a question that in various ways (we) goes through at some point in life. Those born in the XXI century in the context of urban poverty are not strangers to this question and the very possibility of imagining future constitutes turning point. Far from the apocalyptic rhetoric that weigh on these spaces and subjects who inhabit that deny present and future, young people have other ways to address the issue. Expressing the desire and fear that produces the desired morning becomes a strategy of resistance that arises and subsists on the edges of the metropolis, as margins of the thinkable and sometimes also of the speakable. We recover for this research work done in schools we find emplaced in contexts of urban poverty in the metropolitan region of Buenos Aires.

Key words: lines of flight, future, secondary schools, urban poverty.


Introducción

"Soñamos...con viajar, estudiar donde quiera que vayamos, navegar, viajar en coche, una casa propia, estudiar con toda la fuerza, nos gustaría que todos tengan una sonrisa todos los días, queremos vivir en José león Suarez y que este más lindo, pensamos en las dificultades que tiene el planeta"
Presentación grupal, 2011

Soñamos con se constituye en enunciado clave de la escolaridad en general y más aún en contextos de pobreza urbana. La posibilidad de tener futuro atraviesa incluso los cuerpos que al ingresar a la escuela piensan, sueñan y desean futuro. En este artículo a través de resultados de investigación desarrollados entre 2011 y 2015 en escuelas secundarias emplazadas en contextos de extrema pobreza urbana del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), nos proponemos problematizar a través de relatos de estudiantes las articulaciones de futuro que entendemos configuran parte clave de la escolaridad secundaria contemporánea. Soñar futuro se presenta en su dimensión política posibilitando la apertura de nuevos recorridos, reconstruyéndolos en la trama de la historia que muchas veces supone al deseo como conquista en sí. La inquietud de futuro aparece entre las líneas de un pasado, un barrio, una historia que amenaza con repetirse y un devenir que pueda funcionar como discontinuidad, como fuga. La escuela en esa trama ocupa un papel clave en un devenir que aparece lleno de tensiones y fluctúan en grosores, intensidades, relieves y texturas que atraviesan la vida de los estudiantes, sus familias y su barrio.El futuro, la posibilidad de imaginar futuro, de dirigirlo y también mejorarlo no es nueva y desde tiempos ilustrados se vistió con el ropaje de utopías emancipadoras que ya en el siglo XXI cuesta sostener, pero también abandonar. El interés contemporáneo por el futuro ha crecido abarcando campos tan diversos como impensables. La web ofrece páginas que nos hablan de cuestiones que van desde empresas que trabajan en biomedicina, hasta agencias oficiales que se preguntan por las (imposibilidades de un futuro sustentable. También es creciente la investigación académica en la materia donde es posible identificar una importante producción cuya preocupación se centra en lo que vendrá1.

Asimismo, el diseño de futuro a lo largo del siglo XX fue ganando terreno verbigracia la literatura de ciencia ficción acompañada de miradas apocalípticas que la Segunda Guerra Mundial contribuyó a acrecentar, así como a buscar prevenir2. Si cierto tipo de nihilismo parece estar asociado a los relatos de futuros, se trata de presagios que suelen recaer sobre los jóvenes y, mucho más, sobre quienes viven en contextos de extrema pobreza urbana en el sur global. Mientras a los jóvenes se les exige que hagan un mejor mundo del que tenemos, se les reprocha, paradojalmente, falta de iniciativa y preocupación por el mundo en el que viven.El futuro cada vez más presenta nuevas y diversas dimensiones y facetas. Por un lado, genera múltiples miedos, pero por otro conlleva significativas expectativas, esperanzas y utopías (Augé, 2012). Pensar futuros en estos contextos urbanos involucra una complejidad donde conviven yuxtaposiciones, entramados, tensiones y aparentes contradicciones. Diversos futuros en los relatos de los estudiantes se entrelazan sin una lógica lineal, futuros pasados y futuros presentes se enredan. El presente, relatado por jóvenes y adultos en estos espacios, se entreteje, se entrelaza, en un complejo entramado donde se entrecruzan y acoplan pasados y futuros.

Lejos de aquellas hipótesis que remiten al nihilismo de los estudiantes, nos encontramos con sujetos que desean lo que está por venir, pero en un modo diferente a como lo haría el profeta (Deleuze, 2004)3, como aquel/aquella que sabe de/desde dónde y qué espera, así como las condiciones de esa espera.Si esto es válido en general para el pensamiento de futuro, cuando se trata de la escuela adquiere especial brillo. Por un lado, la escuela ha sido la depositaria4 de la responsabilidad de mejorar la vida social. Por el otro se le reprocha y reclama que haga algo con una juventud que ahora se asume como "perdida" y sobre la cual hay que actuar para prevenir males futuros (Youdell & McGimpsey, 2015). Seguidamente cuando se trata de estos contextos urbanos, y desde ya de sus escuelas y estudiantes, una retórica se asienta sobre ellos conjugando imágenes apocalípticas y distopías (Arabindoo, 2014). Retórica que se constituye como mirada abyecta que niega en la misma medida que se teme (Grinberg, 2012). El gobierno de los flujos urbanos que se presentan como flujos globales configura un escenario que se dibuja como resultado del estado del vivir en permanente situación de crisis y los procesos de configuración y reconfiguración de una vida cada vez más urbana que ocurre también como efecto de contragolpe ligado con las lógicas que presentan los procesos de globalización.Es en este marco de debates que el epígrafe con el que iniciamos el presente capítulo se asienta sobre esos modos y efectos de la globalización en los modos en que esta joven estudiante de una escuela secundaria ensambla su preocupación por su futuro, sus sueños, con el barrio en que vive. José León Suarez (JLS) es el nombre de la estación de tren donde vive esta joven, así como el lugar donde se emplaza la escuela a la que concurre y donde desarrollamos el proyecto de investigación, algunos de cuyos resultados discutimos aquí.

Se trata de una localidad del AMBA, donde desde finales de los años setenta se fueron asentando, como pegadas unas a otras, una sucesión de villas que crecieron al calor de la crisis de la acumulación fordista, del estado de bienestar y los procesos de globalización (Grinberg, 2011, 2013; Cravino, 2009). Así, en el mismo momento en que esta estudiante nombra a JLS en su sueño, ese soñar despierto (Bloch, 2004), ese acto de enunciación se vuelve una declaración política. En el propio relato el deseo se ensambla condensando el lugar y las condiciones en que se sueña. De hecho, esta joven nació en una de las villas de JLS, que es uno de los tantos espacios urbanos sur global que se poblaron desde fines de los años setenta del siglo pasado como parte de los procesos de desensamblaje de la vida social y urbana. Asimismo, en el presente nos encontramos con nuevos modos de agenciamiento urbano. De un lado la metropolización selectiva (Prevot Schapira, 2001), del otro los flujos urbanos y el afincamiento de las villas que ya hace años dejaron de ser lugares de paso para pasar a constituirse en barrios y lugares de vida para quienes allí moran. Como nos decía un vecino del barrio que llegó hacia fines de los años ochenta a lo que en ese momento era un descampado "yo lo dije el otro día en una reunión que estuve en la Municipalidad, que nos dejen de decir asentamientos, este es un barrio como cualquier otro". Estos sectores de la urbe ya cuentan con cuarenta años de historia y por lo menos tres generaciones que, como el caso de este vecino, se asentaron y nacieron allí.Así, lejos de ser lugares basura (Mantiñan, 2013), estos barrios constituyen espacio de vida donde se vive y también donde esa joven sueña.

Sueños y deseos que se suceden y saltan, de tener a sonreír, del estado del planeta a queremos vivir en JLS y que esté más lindo. Sueños que se territorializan y adquieren densidad particular cuando se ensamblan con la vida urbana y la posición que este estudiante, su casa, su barrio ocupan en la vida metropolitana del sur globalizado. Relatos que ofrecen otros modos de pensar e imaginar futuro. Más allá de los apocalipsis nos encontramos con la afirmación de la vida, afirmación que en el mismo acto de la enunciación ensambla un singular de la historia que es a la vez la vida de una urbe, de un barrio, de una joven. Un modo que asume el acto de desear que nos enfrenta a esas múltiples formas en que lo local deviene global a la vez.Se trata de sueños y deseos. Pero también ofrecen otro plus que a modo de hipótesis proponemos: en ese acto de enunciación esos sueños constituyen y se realizan como prácticas sedimentadas de la vida urbana plausibles de ser capturados, pero también como líneas de fuga que constituyen modos de reagenciamiento. Esta joven como sus compañeros sueñan donde pareciera que nada es posible. Desean en el barro de la historia, del barrio, de la urbe y, en ese instante, devuelven realidad política a ese barrio. Se escapan de la mirada abyecta pero también del romanticismo que a veces se posa sobre estos espacios urbanos y los sujetos que los habitan (Hicky Moody, 2013; Roy, 2011; Grinberg, 2011). Tal como lo discutiremos a lo largo de las próximas páginas en el mismo acto de soñar fugan del voluntarismo y del tú puedes que muchas veces estructura los discursos de la resiliencia propio de esta era gerencial. Relatos gerenciales que se construyen sobre hipótesis de baja autoestima de la juventud que vive en estos espacios y que en ese mismo proceso reclama acciones de empoderamiento sobre esta población. Más allá de ellos los estudiantes en y desde la escuela producen sus sueños, narran sus deseos que irrumpen ambas lógicas.El interés por los relatos de futuro en tanto que línea de indagación es resultado del trabajo cotidiano con los jóvenes en las escuelas y en el barrio donde la preocupación por su futuro constituye un tema clave. Así ante una consigna que los invita a presentarse a través de la realización de un collage en sus respuestas -como en el caso del epígrafe ya citado-, resalta el hecho que a la hora de esa presentación esto es de dar respuesta a la pregunta quién soy, articulan dónde nací y quién quiero ser. Desde ya una cuestión clave para la interrogación académica refiere al contenido de esos deseos.

Pero, también y aquí importa el hecho en sí de presentarse a través del deseo. En el acto de decir yo soy dicen, yo deseo. De un modo particular alteran la máxima pienso luego existo, por deseo luego soy. Y este es en sí es un punto de inflexión.En ese acto yo soy ensambla un futuro que aparece como escapando de un pasado que los ha dejado viviendo en los bordes de la urbe con un presente que se carga cuando se piensa en ese intersticio entre pasado y futuro. La trama de sus deseos se entreteje como modulación del dónde vivo y allí la mirada abyecta que pesa sobre estos barrios queda interrumpida. Frente a ello, pensar e imaginar futuro se vuelve provocador. Ya no se trata de quien va a la escuela a matar el tiempo, ni de quien deambula en las esquinas como criminal sino de jóvenes que esperan, que saben dónde viven y temen que eso abyecto recaiga de modo fatal sobre sus vidas. Es así que se instalan en las grietas de la urbe, en ese presente que, al decir de Arendt, se teje entre pasado y futuro y se presentan, dicen yo soy yo deseo. Si, como señaló Bayat (2000) es posible identificar una invasión silenciosa de lo ordinario, la fuerza de ese soñar sin duda constituye parte de esa trama.Así, entendiendo junto con Deleuze lo político como posibilidad, acontecimiento y singularidad, proponemos que estos jóvenes se sitúan en los cortocircuitos que se abren desde el futuro. Aquí, entonces, nos proponemos problematizar los relatos de futuro que construyen los jóvenes. Relatos que se constituyen como mapa político que no sólo se realiza como resultado de unas líneas sedimentadas sino que devienen líneas fuga. Nos centraremos en aquellos sujetos que nacieron en estos barrios, hijos de los llegados, de los sin lugar que encuentran y hacen su lugar en estos espacios urbanos. Nos ocupamos de aquellas historias y relatos que, vuelven al espacio abyecto de la urbe, un lugar en el mundo. Esas poblaciones que han quedado libradas a su propia suerte en el marco de las sociedades de gerenciamiento (Grinberg, 2008, 2011); jóvenes que sueñan sabiendo las condiciones en que lo hacen, en especial, que saben que ese sueño y su realización es en sí línea de fuerza. En este trabajo, procuramos adentramos en las tensiones y las líneas que atraviesan en diferentes densidades e intensidades, relieves y texturas, las vidas de estos jóvenes, sus familias, y sus escuelas.

2. Contextos de extrema pobreza urbana, agenciamiento urbano y relatos de futuro en la era del tú puedes

La verdadera historia, señalan Deleuze y Guattari (1995) es la historia del deseo; "deseos que siempre se mantienen cerca de las condiciones de existencia objetiva, se las adhiere y las sigue, no sobrevive a ellas, se desplaza con ellas…” (P.33). Esas múltiples historias que solo pueden entenderse como líneas se entrecruzan donde la historia se ensambla, se quiebra y se bifurca. Los relatos de futuro no dejan de ser esas historias que se constituyen entre las líneas de fuerza que se ensamblan en estos espacios urbanos de los bordes de las metrópolis desde fines del siglo XX. No se trata del contexto por un lado y los individuos por el otro. En el caso de la vida urbana y de estos espacios en particular esto adquiere especial densidad aún más entendiendo que "hacer el mapa político de un individuo, de un grupo o de una sociedad, no difiere esencialmente: se tratará de prolongar una singularidad hasta el entorno de otra, a fin de producir una «configuración de acontecimientos»” (Deleuze, 1989: 19). Ello supone entender que aquello con lo que nos encontramos en la vida de los sujetos, las instituciones y/o los barrios es con modos de agenciamiento urbano en tanto ordenamiento pero también lucha.

Estos espacios urbanos en el segundo decenio del siglo XX constituyen por un lado realidades sedimentadas propias del crecimiento acelerado y profundamente desigual de las urbes. A la vez que eso sedimentado en el barrio deviene reagenciamiento, lucha cotidiana por vivir, por mejorar. Por un lado modos del gobierno de la población asociados a la marca de lo urbano, del territorio y sus flujos, pero también las luchas y los flujos que confrontan. Los modos históricos que asume el ejercicio del poder, las líneas de fuerza que presenta el gobierno de la conducta, la biopolítica de la vida urbana, así como las fugas. Líneas de diferente naturaleza, que se rompen y cambian de dirección.La cuestión de la agencia, así como los modos en que esa agencia se entreteje en la vida de los barrios, resulta un punto clave en las sociedades contemporáneas tanto desde el punto de vista del gobierno como de las contra-conductas. Ello, porque en nuestros actuales tiempos gerenciales la apelación a la agencia, al autogobierno constituye una nota sine qua non que en el caso de los barrios más pobres se entreteje entre la evaluación abyecta, el empoderamiento y la autoestima. Películas como Slumdog Millonaire constituyen ejemplos claros de un relato que se dirime entre el nihilismo y el tú puedes propio de la autoayuda. Se trata de relatos donde la pobreza se romantiza y el voluntarismo se hace carne en programas y políticas oficiales que llaman a trabajar sobre la resiliencia de unos sujetos cuya estima se evalúa deprimida y actúa como factor de explicación que no hace más que culpabilizar la pobreza y a los pobres. Lejos de la demanda de elevar y fortalecer la resiliencia, entendemos que es, justamente, esa elevada resiliencia la que permite la reproducción diaria en estos espacios, tanto el mejoramiento permanente del barrio y de sus casas que se observa cuando se camina por sus calles (Grinberg, 2011).La responsabilidad por la vida del barrio es transferida a individuos y/o la comunidad y los/as jóvenes son llamados a hacerse cargo de su propio destino, culpabilizados por su falta de voluntad, responsabilidad y confianza (Rose, 1996; Grinberg, 2008; Grinberg, Gutierrez y Mantiñan, 2012). Sin embargo, en medio de esa turbulencia en que viven, que no deja de estar cargada de bronca e incluso desencanto, irrumpen con sus deseos de porvenir sabiendo desde y hasta dónde pueden esperar. Ello porque ese porvenir definitivamente no depende de su voluntad.Pero también ese devenir joven, el futuro y la posibilidad misma de imaginar porvenir también opera como fuerza en el seno de un barrio cuyas familias esperan que sus hijos vayan a la escuela para que no tengan que hacer aquello que ellos hicieron. Funciona muchas veces como la esperanza que se deposita en aquel hijo/a que “consigue terminar la escuela secundaria”.

Sobre él/ella pesa la carga y la responsabilidad de abrir un mañana que no necesariamente implica salir del barrio, pero sí funciona como promesa del “llegar a ser alguien”. Es desde ahí que también se configura la preocupación por el futuro en estos/as jóvenes, de modo que se vuelve una inquietud permanente en especial para quienes están en la escuela y piensan que lo pueden lograr y también para quienes ya no están y esperan volver.Si la vida en estos espacios urbanos vista desde arriba puede pretender tener alguna coherencia cuando se trata de la cotidianeidad, esa totalidad simplemente se diluye a la vez que gana terreno la yuxtaposición, la tensión y la convivencia de lo aparentemente contradictorio. Y ello se vuelve clave cuando se trata de acercarse al estudio cotidiano de los barrios. Una primera tentación radica en procurar darle a través del análisis esa coherencia que parece perdida. Sin embargo, apostamos aquí por alejarnos de estos enfoques.

Eso yuxtapuesto e incoherente no constituye un accidente, sino modos de las relaciones de fuerza, de cómo los sujetos hacen y se hacen en esa tensión propia que solo puede ser encontrada en territorio. Procurar comprender de modo simple los flujos que implican la vida en estos territorios implicaría perder la oportunidad de capturar esa tensión y optar por disolverla.Por último y en breve, los barrios a los que hacemos referencia aquí se encuentran en el “fondo” de la localidad de, como señalamos, José León Suárez del AMBA. El espacio barrial se encuentra delimitado por barreras urbanas como las vías del ferrocarril, el arroyo que deviene zanjón en el barrio. Las condiciones en las que se vive incluyen la falta y/o la absoluta irregularidad de la provisión de servicios básicos como agua potable y cloacas, recolección de basura, tendido eléctrico, etc., así como el trazado irregular de las calles/pasillos. Además, se encuentra en zona inundable expuesta a riesgos ambientales, donde los basurales a cielo abierto y el relleno sanitario son el suelo donde se camina. Hacia el “fondo” de la Villa ganan las calles de barro, espacios de recreación que conviven con montículos y que a veces son montañas de basura y una persistente cortina de humo en las distintas esquinas o rincones próximos a las casas. El zanjón, es uno de los tantos arroyos entubados que tiene la zona metropolitana de Buenos Aires que descarga cloacas y desechos industriales de la ciudad. Este arroyo entubado al llegar al barrio deviene en zanjón y desborda ante cualquier precipitación. Estas condiciones de vida se vuelven una de las mayores preocupaciones del barrio en el relato de los/as jóvenes que junto al negocio de drogas y las muertes constituyen la posibilidad e imposibilidad de conquistar futuro.

3. Escuela, futuro y líneas de fuga

Importa, aquí, escapar de la seducción que provoca la posibilidad de sacar una foto estática del barrio y de quienes lo habitan, nos embarcamos en la descripción de los relatos de futuro que allí se producen. Como si pudiéramos adentrarnos en las líneas de un rizoma (Deleuze, 2004) nos preguntamos por el devenir y el porvenir de los/as jóvenes, sus barrios, con la intención de producir alguna cartografía aunque advertidos por la imposibilidad de nuestra intención. La pregunta, pero en especial las respuestas acerca del futuro y la escolaridad en contextos de extrema pobreza urbana involucran eso que deviene, la creación y la discontinuidad.Se trata, entonces, de “elevar el acontecimiento” instalándonos en él como en un devenir, atentos a todos sus componentes y singularidades.

“El devenir no está en la historia”, no es la historia; “la historia designa solamente el conjunto de condiciones, por recientes que sean, de las que nos apartamos para ‘devenir’, es decir, para crear algo nuevo. Eso es exactamente lo que Nietzsche llama lo intempestivo” (Deleuze, 1993)5. Eso intempestivo caracteriza los relatos de futuro que resquebrajan una concepción del tiempo lineal, continua y homogénea. La idea del “hacia delante” y “hacia atrás” se desdibuja. En estos espacios urbanos nos encontramos con eso que deviene, que escapa de la lógica lineal y progresiva del tiempo. No hay necesariamente un fin, ni una causa final y es justamente en esa grieta que se abre la el futuro. Quebrando la lógica teleológica que supone un origen y un fin, un lugar del que se parte y otro al que se llega (Deleuze, 1980), los jóvenes se instalan en la posibilidad del porvenir, más allá de las dicotomías, la lógica binaria y optando por la multiplicidad, quizá porque es la posibilidad más clara de que algo diferente pueda ocurrir. Del mismo que todas las cosas y las personas están compuestas de líneas muy diversas (op.cit), trazados que fluctúan en grosores, intensidades, relieves, texturas y trayectorias, los relatos de futuro en estos espacios urbanos pueden ser puestos en esta trama caracterizada por la discontinuidad, las rupturas, lo inesperado.

El futuro hace su entrada, en estos espacios urbanos arrojados a su propia suerte (Grinberg, 2011), y aparece como la posibilidad para fugar del acecho de las condiciones en las que se vive, tanto de un pasado que se sedimenta, como de un futuro que amenaza con repetirse. Este huir no significa, renunciar a la acción, ya que no hay nada más activo que una huida

“Huir es hacer huir, no necesariamente a los demás, sino hacer que algo huya, hacer huir un sistema como se agujerea un tubo (…) Huir es trazar una línea, líneas, toda una cartografía. Sólo hay una manera de descubrir mundos: a través de una larga fuga quebrada” (Deleuze, 1980: 16).

Y es probablemente esto, aquello que los jóvenes ponen en acto, o quizá mejor, pelean por poner en acto. A continuación, entonces, presentamos algunos de esos ropajes de futuro.

3.1. El futuro y sus ropajes

El futuro, narrado por los jóvenes aparece vestido con ropajes superpuestos que exponen los miedos por lo que vendrá, el acecho de lo que ya vivieron y la posibilidad de crear algo diferente. No se deja de soñar, pero tampoco se imagina en clave romántica. Estos/as jóvenes no niegan sus condiciones de pobreza y de desigualdad, denuncian las injusticias sociales en las que viven. El espacio que tiene su barrio en la urbe no constituye un dato más. Devenir sujeto, estar siendo joven en las villas se entreteje como trama cuyos hilos son la excepción, el acecho, el miedo, pero también la afirmación y el deseo por lo que vendrá.

3.2 El barrio, la escolaridad: entre pasado y futuro

Allí donde la contaminación, la pobreza y la mirada abyecta parecen no permitir que nada viva o desee, allí donde se condena al presente, pero también al futuro, nos encontramos con sujetos que sueñan. Las condiciones en las que se vive en estos espacios urbanos cobran protagonismo cuando se preguntan por el mañana, un mañana cargado de “ahoras”, un mañana que acerca el horizonte al presente, pero que sin embargo no queda atado a él. Estas son relatadas en la intersección que produce la pregunta por el ahora, atravesada por la duda que provoca la posibilidad de mirar un poco más allá. Tal como lo relatan la cuestión radica en poder conjugar distintos tiempos y pensar en el futuro desde estas condiciones sin dejarse llevar por ellas:

¿Cómo haces para que este pibe piense? que ve que llora el hermano, que la madre le grita, que el otro no tiene para comer, que el hermano esta en cana, ¿cómo haces? ¿Cómo hacer para que reflexione ese pibe? Como plantearse cosas, objetivos. No es fácil. ¿Cómo hacer para que se siente? Que piense un toque, y baje de la realidad. Porque el exterior lo lleva (...) todo el sistema está armado así, la sociedad esta armada así, para que el porro le pase por la esquina, para que la pastilla y la merca le pasen por atrás. Siempre que quiere centralizarse en algo, pasa algo. (Vecino, 25 años, 2012).

Este vecino que es aún joven habla como adulto y se instala en eso que acecha. La posibilidad de imaginar es emboscada en el presente como un pasado que no cesa de estar ahí. Cuando piensan en clave de futuro, el pasado amenaza con repetirse, lo sedimentado, la historia y el presente del barrio se vuelve una tarea difícil de tramitar. A la vez, el futuro los llena de preguntas, les provoca temor e incertidumbre. Como si se encontraran en una expedición de búsqueda de tierras inexploradas, la conquista del futuro los impulsa a refugiarse en terrenos firmes como estrategia para ir silenciosamente acercándose al lugar a diseñar:

Ves nosotros ahora estamos acá ahora y decimos eso que vamos a estudiar, y después cuando somos más grandes vamos a estar en la calle. He oído tanta gente, tantos chicos que dijeron que iban a estudiar, nunca tuvieron la oportunidad, sus padres los abandonaron, se drogaron o eso, y están en la calle, o no tienen para estudiar, yo capaz el día de mañana no tenga para pagar para estudiar y voy a tener que estar mangueando en la calle. (Estudiante mujer, 16 años, 2011)

Pasado-futuro, ambas fuerzas se encuentran aquello a lo que se teme que amenaza con repetirse, que inhabilita centralizarse, como señala ese vecino, pero también amenaza la posibilidad en sí de soñar. Estudiar aparece como lugar clave de esa trama. La complejidad de estos relatos no previene de las lecturas dicotómicas que oscilan entre el optimismo romántico y el fatalismo nihilista. Vivir el presente o arriesgarse a pensar deliberadamente en el futuro. “No pienso en eso”, “vivo el presente”, “yo que sé”, son expresiones que recurrentemente se escuchan no solo en estos espacios urbanos, pero sí adquieren aquí modulaciones especiales. Una suerte de presentificación que nos llama a vivir el hoy, y que para estos jóvenes es más bien la línea de la que fugar. Permanecer en el presente es no tener futuro y este debe ser conquistado.

Cuando se piensa el presente lo primero que aparece es la referencia al futuro e inmediatamente el pasado y lo que sufrieron; el deseo de tener lo que nunca tuvieron, pero, principalmente, la prudencia. Desean desde y en su presente, uno que no desconoce el pasado y exhibe sin rodeos dónde están parados, porque a pesar de su corta edad, han atravesados situaciones y experiencias muy dolorosas y traumáticas. Son prudentes, esperan en las condiciones en las que viven, y desde allí desean ese porvenir que imaginan desde un lugar de la urbe que per se está en entredicho:

¿Cómo te imaginas tu futuro?
Un futuro lindo, no me voy a imaginar un futuro feo, obvio que no… (Se ríe) la verdad que sufrí mucho para imaginarme un futuro horrible. (…) Quiero tener mi casa y mi familia. Nunca tuve una casa, va tuve una, pero no la tengo. Cuando mi abuela se murió esa casa iba a ser mía pero mi papa no se hizo cargo de la casa ni de mí. Pero no quiero pensar en eso, la pase mal. (Estudiante mujer 17 años, 2013).

Conocen las posibilidades que tienen de imaginar otros futuros y son conscientes de que éstas se encuentran en entredicho. El presente aparece, así, como apuesta, “quién soy” se entreteje con “quién quiero ser”:

Puse la palabra futuro porque quiero tener un futuro, puse la imagen de la tierra y la palabra tierra porque es nuestro planeta y tenemos que cuidarlo, la palabra éxito porque quiero tener éxito en mi futuro. (Estudiante varón 16 años, 2011).

Así, como en tantas otras oportunidades, los jóvenes se presentan afirmando lo que desean y sueñan. No se quedan “cobijados” en las imposibilidades que presenta el lugar donde nacieron, sino que luchan por conquistar eso que aparece sino negado, por lo menos resquebrajado. Es por ello que recurrentemente aparecen sus deseos y sueños en primer plano, al momento de presentarse y decir ese quién soy que modula como de dónde soy, como en la frase con la que iniciamos este capítulo:

Soñamos…con viajar, estudiar donde quiera que vayamos, navegar, viajar en coche, una casa propia, estudiar con toda la fuerza, nos gustaría que todos tengan una sonrisa todos los días, queremos vivir en José león Suarez y que este más lindo, pensamos en las dificultades que tiene el planeta. (Presentación grupal, año 2011)

Nos encontramos, no sin vacilaciones, con relatos que escapan de las explicaciones nihilistas y de las visiones apocalípticas. En las expresiones de los estudiantes aparece, por un lado la historia sedimentada pero también quebrada que dejo a sus padres y en muchos casos a sus abuelos viviendo en la villa que ahora es su barrio, su casa, su lugar. Por el otro nos encontramos con las líneas que involucran la configuración de la vida de las grandes metrópolis en el segundo decenio del siglo XXI y que encuentran en estas terceras generaciones queriendo y planeando cómo vivir. Se trata de quienes dejaron su lugar (sus padres, abuelos) y encontraron en estos espacios un lugar. Nos encontramos con este lugar pero en las palabras de quienes nacieron en el barrio, quienes escuchan de sus padres que décadas atrás ese barrio, hoy superpoblado, era un totoral, un bañado. Para ellos que viven allí ese campo hoy devino su territorio que, también, saben se realiza en la excepción que involucra vivir en los bordes, simbólicos, de lo urbano.

3.3. Más allá del voluntarismo y la autoayuda

Por momentos la perplejidad por lo que vendrá ocupa el primer plano en estos relatos. Pensar el futuro en estos contextos, también contiene los “no sé”, las incertidumbres, las inseguridades, las preocupaciones y las dudas que implican imaginar el devenir en lugares donde la urgencia es resolver el presente y sus complicaciones. Conseguir trabajo, comer, tener agua potable, sacar turnos para el hospital, las lluvias y el barro, los tiroteos. Sin embargo, esos “no se” no son simples “no quiero”, estos/as jóvenes cargan de sentido la imposibilidad de prever y el desánimo que provoca, y lo transforman en presentes rellenos de futuro:

-Yo digo sí, que me gusta, que esto que el otro pero capaz que el día de mañana anda a saber que se va a hacer de mí el día de mañana, digamos ¿no? Capaz que no tengo para pagar el estudio (…) Por eso no tengo tanto interés en eso, por eso escucho no más porque yo he visto alguna gente, chicos que dicen, que dijeron que van a estudiar yo que se maestra, que esto que el otro y cuando son más grandes viven en la calle o no sé. -En realidad te gustaría pero tenés miedo de que se te pinche el globo. -Exactamente. (Estudiante mujer 16 años, 2011).

Se trata de un “no sé”, que no niegan la posibilidad de soñar pero que saben desde y dónde de sueñan. Saben que cuesta vida vivir en estos barrios y entonces la conquista de futuro se realiza en el barro del barrio. “Ahora, es hoy”, deviene estrategia de vida y lucha. Los jóvenes se ubican más allá de los relatos de emancipación y utopía romántica pero también discuten con la lógica gerencial y del empoderamiento. Saben que tanto su presente como su futuro no dependen de su voluntad. Saben dónde viven y desean a sabiendas. Construyen un presente cargado de sueños y proyectos y allí ofrecen otros modos de pensar el devenir de la subjetividad en estos espacios urbanos.Los estudiantes escapan del tu puedes que reclama trabajar la voluntad, la resiliencia, empoderar sujetos cuyas autoestimas se evalúan deprimidas. Alejándose de ambas los jóvenes en la escuela hacen una lectura política del espacio urbano, del devenir villa y del devenir sujeto en las villas del sur global. Saben qué implica vivir allí y que eso que ellos son, quieren y pueden ser, se realiza en ese escenario. Como hablaban entre sí dos jóvenes mientras caminaban con nosotros en una zona céntrica de la ciudad, refiriendo a otras dos chicas de su misma edad pero que ellas reconocían como proviniendo de otro barrio: "miralas, ahora no estamos tan diferentes pero en un par de años nosotras vamos a estar arruinadas". No había recelo, ni negación, ni desaliento, simplemente -y quizá también desgarradamente-, el reconocimiento de las líneas de fuerza que ensamblan ese mapa político que es individual y social a la vez, y que ellas saben hará que sus cuerpos más tempranamente se vean arruinados. Muchas de las estudiantes entrevistadas durante 2011, en la actualidad son madres, han abandonado la escuela, y siguen pensando en clave futuro pero ahora en aquel que se abre para sus hijas/os: “Yo quiero terminar la escuela, yo quiero un futuro para mi hija” (Estudiante, 18 años 2015).

Este soñar despierto (Bloch, 2004) no es romántico pero, especialmente, no esconde las escasas posibilidades que presenta el contexto en el que viven y estudian. Sueñan con terminar el secundario, para ser y tener y después verán. Ese desear tener, aparece cargado de sus historias, del deseo de lo que nunca pudieron conseguir sus familias, su casa, un futuro lindo, sonreír. Es en este desear que tanto pasado como futuro acecha. Pasarla mal, sufrir hambre, frio, los impulsa a soñar sin dejar de tener presente los riesgos que se corren.

-¿Te pones a pensar en el futuro?
-¿En lo que quiero ser? O ¿en lo que quiero tener? Sí, me pongo a pensar, muchas veces. Lo pienso y lo sueño. Pero es algo que no… A veces sueño y vuelo mucho, me voy. Pero no. Si lo sueño, si lo pienso, pero hasta que no termine el colegio (…) Ahora mi meta es llegar a terminar el colegio (…) No sé, van a pasar muchas cosas todavía. (…) Seguir siendo cada vez mejor. (Estudiante mujer 17 años, 2013).

Hoy pueden decir qué quieren pero con el mañana viene otra cosa. Saben que la lógica del esfuerzo y la voluntad para progresar es solo una parte de la posibilidad de ese centralizarse de la que hablaba más arriba el vecino. Son prudentes en el desear, y no por ello dejan de hacerlo. No son ingenuos tienen los pies sobre la tierra porque no es la baja autoestima sino una muy alta, aquella que les permite salir al ruedo en vistas de eso que esperan conseguir. En rigor, es gracias a esos yo que devienen fortalecidos que siguen deseando, peleando por ese lugar para sí y para sus hijos. Así, parecería, que solo siendo conscientes de cuán difícil es su camino, pueden ir construyendo desencantadamente algunas de sus esperanzas:

-¿Que significa que vas a hacer lo que venga?
-Lo que venga, lo que pinte, hago cualquier cosa, listo, espero terminar el secundario, porque algunos dicen voy a ser abogada, abogada (cambia la voz) y terminan limpiando cualquier cosa. Póngale, yo voy a ser abogada cuando sea más grande y todo eso (cambia la voz) y después terminan limpiando pisos en una casa. No sé yo espero terminar el secundario y voy a hacer lo que pinte. No me gusta decir que voy a hacer, yo voy espero terminar el secundario y voy a hacer lo que venga. (Estudiante mujer 17 años, 2013)

El desencanto que muchas veces se cuela en estos relatos es resultado de aquella mirada que ha visto demasiado y que hace que a los 18 años se haya dejado de ser joven. Aparece, entonces, una melancólica conciencia de que el mundo de vez en cuando puede ser encantador y el desencanto se vuelve entonces un oxímoron. El desencanto, que habita y atraviesa los relatos de futuro en estos espacios urbanos, corrige a la utopía y refuerza su elemento fundamental, la esperanza de forma tal que deviene irónica, melancólica y aguerrida.Las formas exploradas aquí, aquellas que dan cuenta de cómo los sujetos piensan, desean y sueñan futuros nos ofrecen un otro modo de acercarnos a pensar estos espacios urbanos. Escapando de las lógicas gerenciales y los tips para decir cómo vivir en estos barrios. Son jóvenes, estudiantes adolescentes que han vivido, que saben que han vivido incluso exceso de vida y desde allí se paran para conquistar un futuro que amenaza como pasado. En esta lucha la escuela tiene un lugar clave.3.4. La escuela como posibilidad de futuro

Los relatos de futuro involucran una pluralidad de sentidos, coexistencias y multiplicidades6,que muchas veces parece inasibles, y son más una pluralidad silenciosa que grandes acontecimientos (Deleuze, 1986). En todos los casos y a pesar de la mala prensa que tiene la escuela ésta tiene un lugar clave. Los/as estudiantes entrevistados señalan sin rodeos para que van a la escuela, qué rescatan del paso por ella y cuál es su papel en sus vidas.

-A la escuela vas a estudiar. (…) El colegio te abre muchas puertas. A mí me gusta ir a la escuela.
-¿Para qué crees que sirve ir a la escuela?

Para tener una educación, conocimiento, para ser libre, porque si no tenés educación y conocimientos en la sociedad no sos nadie. No sos alguien. Se me hace que tenés que conocer, porque si no viene cualquier otra persona y puede pisarte la cabeza. Es así, y el colegio te enseña a enfrentarte a la vida. Te enseña a defenderte. Y a ser alguien. (Estudiante mujer 17 años, 2013).

Ser alguien en algunos casos es tener, deseo de mercancía, marcas, lujo y dinero. En los ya devenidos clásicos planteos del capital humano, hay una ligazón sine qua non entre educación, ingresos y progreso. La noción de empleabilidad tan cara a nuestro presente ha revitalizado estas ideas (Grinberg y Langer, 2014). Sin embargo, para los estudiantes aun cuando el deseo de mercancía está presente, la escuela aparece en otro lugar. Pensar, defenderte y elegir son algunas de esas modulaciones. Lejos de las imágenes románticas los jóvenes saben que querer no siempre es poder. Asimismo y más allá de la lógica instrumental la escuela es pensada y valorada como un espacio que abre otras posibilidades. Aparece como ese lugar desde donde conquistar y reinscribirse y a la vez fugar de los presagios que los condenan a vivir en un eterno presente. Así concebido, el tiempo futuro deviene espacio a conquistar, y crean estrategias que incluyen a la escuela y la educación tensionando la lógica utilitaria e imaginando otras posibilidades para ellos/as y su futuro. Ningún/a estudiante va a la escuela, sin esperar nada, sin creer que algo puede ocurrir/les, sin tener la convicción de creer en lo que hace:

-¿La escuela tiene que ver con tu futuro?
- Sí, porque gracias a ella podría llegar a tener la casa, que podría llegar a tener, llegaría a formar lo que seré en su momento (…) Gracias a la escuela, tendría todo lo que te dije. Por eso sigo la escuela, y también porque me gusta. (…) Es lindo poder comunicarse con la gente, tener conocimientos, aprender de lo que la otra persona sabe, o que la otra persona aprenda de lo que vos sabes. (Estudiante mujer 17 años, 2013).

Esta estudiante empieza hablando de lo que va a tener y en breve su texto se bifurca valorizando la posibilidad de comunicarse, de aprender, tener conocimiento y ofrece un modo de pensarse, a la escuela y su barrio de una forma que altera los términos de cómo solemos pensarlos. Un plus que se presenta como una bifurcación y reagenciamiento, que no constituyen actos radicales (Youdell & McGimpsey, 2015), pero que constituyen pequeñas conquistas diarias, claves para la vida los estudiantes y desde ya para estos barrios. Es con la invasión silenciosa de lo ordinario de Bayat (2000) con lo que nos encontramos.

4. A modo de reflexiones finales

Desde fines del siglo XX al compás del crecimiento de las megaciudades y de los espacios urbanos hiperdegradados, se han visto revitalizados tanto los relatos que asocian a estos sectores de la urbe con el crimen y la degradación como aquellos que procuran mostrar cómo en estos barrios hay gente honrada, buena y trabajadora. Probablemente la película Slumdog Millionaire constituye uno de los ejemplos más precisos de esta tensión. A la par que presenta una megaciudad subsumida por malandras, basura y contaminación cuyos hijos están condenados a la misma suerte, el héroe se destaca porque a pesar de esas condiciones en las que nació consigue hacer otra cosa con su vida.Se trata de una estructura argumental que aunque, no de un modo menos sencillo que lo que parece, expresa los modos en que vemos y pensamos a estos barrios y sus habitantes. En ambos polos de estas líneas de enunciación nos encontramos con la responsabilidad de los individuos por la suerte que sus vidas corren. Se es responsable del devenir criminal y se es también responsable del devenir héroe, exitoso. En ambos casos una, ya no tan sui generis, ética fundada en la lógica del “tú puedes ser quien quieras ser” funciona como horizonte de sentido. De hecho se funden en una misma argumentación que encuentra en la noción de resiliencia un modo convincente de apelar a la agencia de sujetos y de los barrios que, en rigor, sólo se hacen gracias a ella.Nos encontramos en aquello que los jóvenes señalan sobre sus vidas, la trama de su barrio. Pero y como señalamos hay un algo más que es clave resaltar. Hoy, entre tanto descontento, desconcierto y falta de referencias, todo nos inquieta. El tiempo nos abruma, nos pasa por encima y el presente a veces aplasta. Pensar futuro puede significar una vía de escape, una forma de fugarse, en la construcción de nuevas referencias para un mundo sin referencias.Es en este marco que hemos tensionado las miradas que pesan sobre los jóvenes en general, pero principalmente sobre aquellos que viven en contextos de extrema pobreza urbana. Nihilismo no significa no-ser, sino valor de nada (Deleuze, 1986).

“La vida toma un valor de nada siempre que se la niegue, se la desprecia” (Deleuze, 1986: 207). Contra todo vacuo nihilismo estático, señala Bloch (2004), hay que proclamar aquí: también la nada es una categoría utópica, si bien una categoría en extremo anti-utópica.Hasta ahora solo se reconocieron como utopías las utopías sociales de forma tal que este concepto, según Augé (2012), se ha angostado inadecuadamente, quedando limitado a lo político, con un carácter predominantemente abstracto y arbitrario. Habitualmente, la utopía como el apocalipsis suelen ser pensados como desenlace. Sin embargo, hay muchísimas razones para dudar de esta afirmación. Apocalipsis, en griego, significa revelación, descubrir y no catástrofe, destrucción y ruina del mundo como suele ser pensado. Presupone una concepción lineal del tiempo, con un inicio que fluye hacia un fin. Esta imagen del tiempo, característica de la religiosidad judeocristiana, se contrapone a la imagen cíclica del tiempo que se repite y retorna (Magris, 2001). En esta misma dirección, el desencanto es entendido como razón para no querer cambiar el mundo. Sin embargo, Don Quijote necesita de Sancho Panza y viceversa (op.cit).

Los relatos de futuro, tal como los describimos, resisten y defienden a la utopía y el desencanto como trinchera. En esta dirección, utopía no implica una afirmación ingenua y optimista de un futuro ideal, sino la proyección desde un presente que genera desencanto e insatisfacción. Así como otras cuestiones que en ocasiones pueden no decirse cotidianamente, pero que si circulan en silencio, el futuro solo logra irrumpir en palabras, entre la utopía y el desencanto, entre la rabia y la ilusión. Entre la esperanza y el bajón:

“En las líneas de fuga tan sólo puede haber una cosa: experimentación-vida. Y como no hay ni pasado ni futuro, nada se sabe de antemano. Eso de decir «Así soy yo», se acabó. Nada de fantasmas, sino programas de vida que se modifican a medida que se hacen, que se traicionan a medida que se abren paso, como orillas que desfilan o canales que se distribuyen para que corra un flujo (…) Los programas no son manifiestos, y menos aún fantasmas, sino puntos de orientación para conducir una experimentación que desborda nuestra capacidad de previsión” (Deleuze, 1980: 21-22).

Los relatos de futuro dan cuenta de ese devenir de la subjetividad en estos espacios urbanos bordes de las metrópolis del sur global. Escapan de ese nihilismo, pero también del “tú puedes” que demanda resiliencia y autoestima, naturalizando y culpabilizando a los pobres por su pobreza. Este espacio urbano que se realiza en la excepción, en el vivir en los bordes de lo urbano, se trama entre el acecho y la protección. El futuro nunca deja de estar tensionado por el pasado y por el presente. Fugar del futuro a veces implica detenerse en el presente, hacer pie en él. En esas tensiones los estudiantes ensamblan otros modos del devenir villa y del devenir sujeto en las villas.

Recibido: 04/05/2016
Aceptado: 11/08/2016

Notas

1   Al respecto ver: Futures Research Quarterly, Research Committee on Futures Research RC07 (http://www.isa-sociology.org/rc07.htm)

2  Textos como los de Adorno respecto de la posibilidad de escribir poesía o la educación después de Auschwitz constituyen puntos nodales de esa preocupación.

3 El profeta, para Deleuze, es aquel que se queja de lo que le ocurre, se lamenta y no siempre sabe lo que quiere decir.

4  Desde Locke, Kant, Rousseau, Condorcet, Durkheim y/o un autor latinoamericano como Sarmiento, entre tantos otros, han encontrado en la educación el camino para la mejora y progreso de la sociedad.

5 Gilles Deleuze con Toni Negri. Magazín Dominical. Nro. 511 "Dossier Deleuze-Guattari", 7 de febrero de 1993, pp. 14-18.

6 “No hay ningún acontecimiento, ningún fenómeno, palabra ni pensamiento cuyo sentido no sea múltiple: algo es a veces esto, a veces aquello, a veces algo más complicado…” (Deleuze, 1986: 11).

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