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versão impressa ISSN 1666-485Xversão On-line ISSN 1668-723X

Tópicos  n.11 Santa Fe  2003

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

El giro lingüístico y la razón práctica*

Ricardo Maliandi

* Reseña bibliográfica para Isegoría, Madrid, 2003. Se reproduce con autorización del autor.

JULIO DE ZAN: Panorama de la ética continental contemporánea, Madrid, Edit. Akal, Colección de Historia del Pensamiento y la Cultura, vol 66, 2002, 128 pp.

     Desde hace más de tres décadas, la filosofía europea viene asumiendo lo que se conoce como "rehabilitación de la filosofía práctica", actitud que muy pronto se extendió a la filosofía mundial. Esa rehabilitación significó fundamentalmente dos cosas: 1) el abandono del modelo casi exclusivamente metaético que había caracterizado al empirismo lógico y a gran parte de la ética analítica anglosajona, replanteando en compensación los más clásicos problemas de la ética normativa, aunque conservando -e incluso desarrollando más extensa e intensamente- el "giro lingüístico" que aquella filosofía había representado e impuesto, y 2) el creciente interés por la aplicación de las reflexiones ético-filosóficas a cuestiones actuales y concretas de la praxis sociopolítica, dando así lugar -mediante el concurso interdisciplinario con diversas ciencias- a las numerosas formas y tendencias de la "ética aplicada". La obra de Julio De Zan que aquí se reseña atiende sobre todo al primero de los aspectos; pero hay una inevitable relación entre ambos, ya que los esfuerzos de fundamentación (replanteados hoy en el marco de una polifacética filosofía lingüística) serían vanos o quiméricos si descuidaran los candentes problemas de la realidad práctica, y, a su vez, los intentos de aplicación serían arbitrarios si no contaran con fundamentos racionales sólidos.

     De Zan, ha logrado conjugar en esta obra una exposición informativa clara y precisa con un sugestivo análisis crítico de las ideas expuestas. Mérito doble, porque cada uno de esos logros ostenta su propio valor; o, si se quiere, mérito triple, porque acaso lo más arduo consista justamente en conciliarlos en perfecto equilibrio. El resultado es un excelente "panorama" de las principales ideas éticas sostenidas en el siglo XX, pero al mismo tiempo un auténtico surtidor de nuevas ideas; un libro que -aunque relativamente breve- cumple la doble función de esclarecer y promover pensamiento filosófico.

     El hilo conductor que da coherencia a toda la obra es asimismo doble, y está indicado en los respectivos temas de los dos primeros capítulos: el "giro lingüístico" y la clásica dicotomía "moralidad-eticidad". De Zan limita, a partir de ahí, su estudio al de cinco distinguidos filósofos contemporáneos (Wittgenstein, Apel, Ricoeur, Habermas y Tugendhat), a cada uno de los cuales está dedicado un capítulo. No cabe la objeción de que a lo largo del siglo XX ha habido muchos otros nombres parejamente significativos, porque, precisamente, la intención de la obra no es ofrecerle al lector una guía histórica, sino transmitirle el clima en el que han tenido y siguen teniendo lugar las principales discusiones en torno de los problemas éticos. Y esto lo logra plenamente. Tampoco puede negarse que los cinco autores escogidos gozan de prestigio internacional y están entre quienes más han contribuido a  crear el referido clima, y en este Panorama se recogen las decisivas discrepancias entre ellos y  con los demás filósofos prominentes.

     De Zan muestra cómo el "giro lingüístico" -es decir, el replanteamiento de todos los problemas filosóficos a través de la consideración de cuestiones de lenguaje, o, más aún: la percatación de que no se dejan plantear claramente fuera de sus implicancias lingüísticas- ha determinado la generalizada adopción (por parte de pensadores que difieren mucho en otros aspectos) de un nuevo paradigma filosófico que enfatiza la intersubjetividad y en cuyo contexto teórico "se produce una ampliación del logos semántico, reducido anteriormente a la función representativa de las proposiciones" (p. 7). Ese paradigma representa una crítica radical al solipsismo metodológico en que estaba encerrada la filosofía de la modernidad. El giro lingüístico se especifica a la vez como un giro pragmático y hermenéutico. Se transforman conceptos centrales de la filosofía teórica (como los de racionalidad y de verdad) y esto incide en la filosofía práctica, aun cuando se marquen nuevas y hondas diferencias, por ejemplo, entre el contextualismo de Rorty y el universalismo de Habermas.

     La distinción hegeliana entre "moralidad" (Moralität) y "eticidad" (Sittlichkeit) se reactualiza en los principales debates éticos de la segunda mitad del siglo XX, donde pervive la contraposición entre los criterios éticos de Kant y Hegel. De Zan apunta, con razón, que "la búsqueda de la integración y de la articulación de la moralidad universalista con la problemática de la identidad y de los ideales de la vida buena es uno de los temas más significativos de las reflexiones éticas contemporáneas" (p. 20). Cuando esos términos se reemplazan, respectivamente, por "moral" y "ética", como suelen hacer muchos filósofos contemporáneos, y, entre ellos, el propio De Zan, puede, sin embargo, generarse confusión, porque también es habitual el uso de estos últimos vocablos con una significación distinta, y en cierto modo, casi opuesta a la que deriva de la terminología hegeliana. Es un problema que convendría tratar, pero en el que no podemos detenernos ahora. Interesa señalar, en cambio, que De Zan pone de relieve en su libro, primero, la "crítica y recuperación de la moralidad kantiana" -que defiende frente a los ataques radicalizados del neoaristotelismo, del neopragmatismo y del comunitarismo-, y, luego, la "crítica y recuperación de la eticidad hegeliana" que, bien entendida -en conexión con la idea hegeliana del "espíritu objetivo"- permite asumir ante los problemas éticos el punto de vista histórico y comprender el nivel evolutivo superior  propio de las instituciones adecuadas a una moralidad "posconvencional" (en el sentido de Kohlberg).

     Las cinco teorías éticas analizadas por De Zan son sometidas por él, como ya apuntamos, a una intensa discusión crítica. En Wittgenstein enfatiza la "inefabilidad del ethos", dado que la negación que este filósofo hacía de la posibilidad de fundamentación de la ética (en el sentido del ethos personal) no se debía -como erróneamente interpretaron los neopositivistas- a su falta de sentido, sino, por el contrario, precisamente a su gran importancia, que la hace exceder los límites del lenguaje. El "pasaje por Wittgenstein", aun cuando éste no ofrezca respuestas concretas a las preguntas por la felicidad y el sentido de la vida humana, le parece a De Zan "imprescindible para la comprensión de toda la ética contemporánea" (p. 39).

     El capítulo dedicado a Apel es particularmente importante. En él resume De Zan con claridad la compleja fundamentación racional de la ética que constituye el eje de la "ética del discurso" apeliana. Esboza también las principales objeciones que se le han presentado, indicando cómo ellas pueden, sin embargo, ser coherentemente respondidas, pues la mayoría de ellas expresan prejuicios o malentendidos. Pero a la vez elabora algunas objeciones originales, por ejemplo, con respecto a los "niveles de normas": señala que entre el nivel de la fundamentación pragmático-trascendental y el de los discursos prácticos de los afectados debería explicitarse y desarrollarse un nivel intermedio, correspondiente a las normas o principios morales universales, sin lo cual la ética discursiva parece insinuar un nuevo "dualismo kantiano" (pp. 58 ss.). O bien con respecto a la contraposición, que subsiste en Apel, entre moralidad y eticidad, pero que "en la sociedad moderna tiende a compenetrarse (o al menos a solaparse, para emplear una expresión de Rawls), en el sentido de una institucionalización de la moralidad y de una moralización de la eticidad, sin que nunca pueda desaparecer, sin embargo, su diferencia" (p. 66).

     Justo en medio de los estudios dedicados a filósofos germánicos, De Zan introduce también uno sobre las ideas éticas del  descollante pensador francés Paul Ricoeur, tomando como marco de referencia las relaciones entre la identidad moral, el bien y el deber, temática que éste desarrollara en su libro Soi-même comme un autre (1990). Las intenciones de Ricoeur son allí 1) el reemplazo de la primacía de la posición del yo por la de la mediación reflexiva, 2) la disociación de los dos significados de "identidad" (como idem y como ipse, indicando que sólo éste comprende una dialéctica con la alteridad), y 3) la explicitación de la hermenéutica correspondiente, para mostrar que la alteridad es constitutiva  de la ipseidad. De Zan reprocha a Ricoeur el no haber "explotado" suficientemente el "giro lingüístico", y, particularmente, el adolecer "de un notable déficit en reflexividad trascendental", aun cuando le reconoce "una gran riqueza fenomenológica" (p. 70). Ricoeur también es de los pensadores que subordinan la "moral" a la "ética" (en el sentido hegeliano), y lo es particularmente en el marco de un pensar que conjuga la "estima de sí", la "solicitud por el otro" y el "sentido de la justicia", pero no parece advertir con claridad los riesgos de esa subordinación, como el de cierta relatividad ínsita en la intención ética, pese a reconocer dicha relatividad. No obstante, De Zan le concede una preocupación por articular "la ética del bien con el universalismo de la moral kantiana" (p. 84). Resulta asimismo significativa, entre otras cosas, la noción de "attestation" que adjudica Ricoeur a la certeza ética, "más débil y más vulnerable que la de la episteme, pero al mismo tiempo más comprometedora y directamente movilizadora en la dimensión vital de la praxis" (p. 86).

     En  el capítulo dedicado a Habermas pone De Zan el énfasis en los "tipos de discurso práctico" (ética, moral y derecho), cuya distinción -lo mismo que la de las cuestiones "pragmáticas", "éticas"y "morales"- es obviamente de raíz kantiana, pero adquiere una nueva proyección a través del "giro lingüístico". La ética discursiva de Habermas opera con el método reconstructivo, que, a diferencia del de Apel, no se basa en una reflexión a priori, sino que "tiene una base empírica y hermenéutica en la experiencia del entendimiento (Verständigung) mediado por el lenguaje, que es constitutiva del mundo de la intersubjetividad" (p. 90). Ante los problemas "pragmáticos", la solución racional se establece como recomendación de  determinados medios para alcanzar determinados fines. Los problemas "éticos" (de nuevo, en terminología hegeliana) aluden a la "forma de vida" que se quisiera llevar o a la clase de persona que se quisiera ser, pero Habermas se opone a las interpretaciones posmodernas, neoaristotélicas o neopragmatistas, que excluyen lo moral. Los problemas "morales" están referidos a la fundamentación de normas "que generan deberes y obligaciones recíprocas entre los individuos y los grupos" (p. 97), y a la correspondiente regulación de conflictos en un marco de imparcialidad. De Zan analiza asimismo la evolución de la filosofía práctica de Habermas que culmina en su Facticidad y validez (1992), donde identifica el principio del derecho con el de la democracia.

     El capítulo final de la obra es una exposición crítica del pensamiento ético de Tugendhat, al que califica como "una ética plausible", comenzando por señalar, sin embargo, que ese pensamiento ha recorrido diversas etapas, de permanente intención auto-correctiva, pero "con mucho más continuidad que la que el propio autor supone"(p. 109). Tugendhat comenzó por un análisis semántico del lenguaje moral, prosiguió con una autocrítica de su propio proyecto de fundamentación semántica de la moral (que incluye también los intentos pragmáticos de Apel y Habermas), volvió luego a revisar sus ideas -en este caso, sus ideas éticas contractualistas-  y culmina en sus Vorlesungen über Ethik (1993), que son sistemáticamente analizadas por De Zan. Tugendhat parte allí de un "concepto formal de la moral", que abarca la cooperatividad, la reciprocidad, la incondicionalidad y la fundamentabilidad. Intenta, en un segundo paso, una "fundamentación plausible" (como la llama De Zan) de la moral, con una visión y un temple de ánimo que De Zan vincula con los de Javier Muguerza en su Desde la perplejidad (1990), y que se define como una "moral del respeto universal". Esta debe reforzarse, empero, con un "factor decisionista" (una "decisión última"), esencial para la autonomía moral, y con la exposición de "motivos morales", como la indignación, la vergüenza, el amor, la amistad, la simpatía, etc. De Zan plantea aquí la pregunta crítica acerca de si en definitiva puede el hombre decidir pertenecer o no a la comunidad moral. Cree que es mérito de Tugendhat llevar la reflexión ética a ese extremo, pero recuerda asimismo la advertencia de Hegel de que la comunidad moral y el orden jurídico requieren "un largo y doloroso proceso de experiencias y de aprendizaje histórico de la civilización humana" (p. 121).

     De Zan cierra su interesante e ilustrativo libro con una reflexión en la que destaca el hecho de que la historia de la ética actual es "una historia de final abierto, o, mejor, una historia sin desenlace final" (p. 123). Apunta, en síntesis, que las diversas teorías, aunque enfrentadas, revelan un "aire de familia" y por eso pueden entablar discusiones que están lejos de haber concluido. Admite una supuesta crítica desde una posición falsacionista que le reprocharía acaso el haberse "movido en círculo" (por haber elegido y tratado teorías ya determinadas por los presupuestos iniciales), pero a la que respondería que esa circularidad es la propia del "círculo hermenéutico de la comprensón" (p. 124).

     En suma, puede afirmarse que la lectura completa de esta obra será sin duda de considerable provecho a quienes, en nuestro agitado cambio de milenio, conserven la inquietud por las cuestiones éticas y sean conscientes de que sólo en la medida en que se las aclare será posible ganar al menos un mínimo de orientación en la praxis.

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