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versión impresa ISSN 1666-485X

Tópicos  no.23 Santa Fe ene./jun. 2012

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

De la vida, la muerte y la resistencia en las investigaciones de Michel Foucault sobre biopolítica.

 

Cristina López

* Doctora en Filosofía. Profesora Asociada de Historia de la Filosofía Contemporánea en la Carrera de Filosofía de la Universidad Nacional de San Martín nsam y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad del Salvador. Integra la red de investigadores de Biopolítica.cl. Es autora de "De la biopolítica y sus derivas en el pensamiento de Michel Foucault", "De los usos y abusos de la biopolítica de Michel Foucault" entre otros artículos sobre la obra del pensador francés. Correo electrónico: c-lopez@live.com.ar

 


Resumen: A pesar de los avances efectuados en la comprensión de los alcances y los límites de las investigaciones de Michel Foucault sobre el dispositivo biopolítico de ejercicio del poder, aún subsisten ciertas dudas respecto del nexo de las mismas con la genealogía del liberalismo en que parecen desembocar. En este contexto, su tratamiento de las cuestiones de la vida, la muerte y la resistencia se vuelve problemático. Intentando esclarecer estas cuestiones, en este artículo se intentará dar cuenta de los motivos que orientan los análisis del autor hacia la cuestión de la gubernamentalidad liberal y del sesgo que en este marco adquiere su consideración de la biopolítica como un poder caracterizado por  "hacer vivir y dejar morir".

Palabras clave: Biopolítica; Vida; Muerte; Resistencia; Liberalismo.

Abstract: Despite the progress made in understanding the scope and limitations of Michel Foucault's researches about the biopolitical exercise of power, there are still some doubts about the nexus of those researches with the genealogy of liberalism that they seem to culminate. In this context, Foucault's treatment of the issues of life, death, and resistance becomes problematic. Trying to clarify these questions, our paper will attempt to account for the motives that guide the analysis of the author towards the problem of liberal governmentality and the bias that gets in this frame his consideration of biopolitics as a power characterized by "doing live and letting die".

Key words: Bopolitics; Life; Death; Resistance; Liberalism.


 

Introducción

La discusión de los últimos años acerca de los alcances de las investigaciones de Michel Foucault sobre biopolítica ha comenzado a arrojar resultados fructíferos en más de un sentido. En efecto, tras una exhaustiva lectura de los cursos dictados entre 1976 y 1979 en el Collège de France, se ha alcanzado una comprensión más acabada de las características del dispositivo y del marco de racionalidad política en el que aquel se inscribe. De hecho, actualmente puede darse por sentado que, para el pensador francés, la biopolítica es el dispositivo que se dieron el liberalismo primero y el neoliberalismo después como estrategia para llevar adelante sus objetivos. Así las cosas, aparentemente, Foucault utilizaría el concepto de biopolítica como grilla de análisis de fenómenos ligados con la gubernamentalidad liberal.

Y aunque el propio pensador francés acordaría con ello desde el momento en que reconoció que bajo el título de 'Naissance de la biopolitique' se aplicó a estudiar al liberalismo en tanto método de racionalización del ejercicio del gobierno según la regla de la economía maximal1, ¿podemos colegir de ello, como sostiene Didier Fassin en un artículo de reciente aparición, que "Las cuestiones de la vida en sí (...) no le interesan" puesto que "[l]a vida no fue su principal preocupación, ni como bíos ni como zoé" y, que por tanto, "su biopolítica no es una política de la vida"2?

En la misma línea crítica, hay quienes como R. Esposito consideran que la construcción histórico-conceptual de Foucault le permite evitar una pregunta decisiva, a saber, "¿[c]ómo se explica que en el punto culminante de la política de la vida se haya generado una potencia mortífera...?"3

Sus consideraciones sobre las formas de resistencia también han sido objeto de críticas y de interpretaciones tan controvertidas como aquellas que infieren de sus planteos una suerte de de poder vital4  o, en el otro extremo, aquellas que, partiendo de ciertas escuetas consideraciones de Foucault sobre el suicidio, parecen sugerir una tanatopolítica como única forma eficaz para sortear las regulaciones biopolíticas5 

La contundencia y polaridad de estas apreciaciones pone de relieve que, a pesar de los avances consignados, aún resta por explorar más detenidamente el lugar y el estatuto de la vida, de la muerte y de la resistencia en las investigaciones de Foucault sobre la biopolítica y el nexo de éstas con la cuestión de la gubernamentalidad liberal.

Intentando avanzar un paso en esta dirección, en lo que sigue, me propongo retomar el análisis de los planteos del pensador francés sobre esta cuestión en el marco más amplio de su arqueología del saber y de su analítica del poder. Mi intención es mostrar que en modo alguno el análisis de la gubernamentalidad y de la genealogía del liberalismo supone una deriva en virtud de la cual nuestro autor habría eludido el tratamiento de la biopolítica. Por el contrario, en virtud de su perspectiva genealógica, el abordaje de la biopolítica exige el estudio del "marco de racionalidad política" en el cual se conforma y se despliega y fuera del cual no habría tenido lugar. Ello no implica que Foucault se desentienda de la indagación de la biopolítica concebida como un "poder de 'hacer' vivir y de 'dejar' morir"6. Por el contrario, como espero mostrar, es en ese contexto en dónde, según la óptica de nuestro autor, la vida y la muerte adquieren consistencia de objetos políticos y se definen las estrategias de resistencia. A estos efectos, en lo que sigue, empezaré por dar cuenta de sus explicaciones acerca de los procesos de constitución y configuración de la vida como objeto epistemológico y político; en segundo instancia, me abocaré a explicitar sus consideraciones respecto de las políticas tanáticas que ponen en práctica las formas de gobierno económico; finalmente, procuraré identificar las formas de resistencia descritas en sus investigaciones de fines de la década del '70.  Por esta vía, espero poder hacer evidente que, contrariamente a lo que sostiene Fassin, las investigaciones sobre biopolítica llevadas a cabo por Foucault no constituyen un trabajo inconcluso o una promesa incumplida sino que su conclusión requirió la genealogía de las formas de gobierno liberales que tanto se le reprocha.

1. Hacer vivir: las estrategias de la biopolítica para darle consistencia a la vida.

Para poner en entredicho las afirmaciones de D. Fassin basta con remontarse a los análisis sobre las nuevas empiricidades de Les mots et les choses. En efecto, releyendo aquel texto se advierte que Foucault estaba preocupado por la vida desde mucho antes de dictar sus cursos sobre biopolítica. Claro que no se trata allí de la 'vida en sí' como le gustaría a Fassin: es que, ya desde la óptica arqueológica de aquel texto de mediados de la década del '60, la vida era considerada como un invento reciente, en este caso, de la configuración del saber moderno.

Esto revela que ni siquiera en aquella temprana época, nuestro pensador convalidaba la existencia de objetos en sí. Por el contrario, con excepción de algún texto de sus inicios7 en el que acríticamente adscribía a las tesis de la epistemología realista, Foucault sostuvo siempre una postura des- reificante. De hecho, esa pretensión des-reificante es el sello distintivo de sus arqueologías. Al cumplimiento de esta pretensión se orienta su acendrado historicismo a través de la interposición de conceptos operativos como el de 'a priori histórico'.

Aunque su arqueología de la episteme moderna es bien conocida y, en cierto sentido, quedó superada cuando al incorporar la perspectiva genealógica amplió su mirada hasta incluir la consideración de la ingerencia de las prácticas no discursivas, vale la pena reponerla aquí brevemente para precisar el umbral de constitución de la vida.

Según sus análisis, la vida como objeto del saber no existía hasta que la crisis del pensamiento representativo ocurrida en los albores de nuestra modernidad obligó a preguntarse por las condiciones que hacen posible la experiencia y el intento de dar respuesta a la cuestión trajo aparejado el surgimiento simultáneo de "un tema trascendental [como el que desplegó Kant] y de nuevos campos empíricos"8  como el trabajo, la vida y el lenguaje y con ello –agregamos nosotros siguiendo la exposición de su autor– se produjo la conformación de una serie de disciplinas como la economía política, la biología y la filología.

De acuerdo con esto, entonces, la aparición de la vida, entre otros 'campos empíricos', habría sido un acontecimiento de carácter exclusivamente epistemológico acaecido hacia fines del siglo XVIII.

Como es sabido, once años más tarde, durante la tercera clase de su curso 'Sécurité, Térritoire, Population', Foucault retomó esta arqueología. Sólo que en esta oportunidad desde un enfoque genealógico advierte que, más que promovidas por el surgimiento de nuevos campos empíricos, estas disciplinas se conformaron como consecuencia de la conversión de la población en problema político. En verdad, su exposición muestra que se trata de un proceso más complejo puesto que

es el juego incesante entre las técnicas de poder y su objeto el que poco a poco recortó en lo real y como campo de la realidad la población y sus problemas específicos. Y es a partir de la constitución de la población como correlativo de las técnicas de poder que se ha podido abrir toda una serie de dominios de objetos para saberes posibles. Y, a la vez, es porque esos saberes recortaban sin cesar los nuevos objetos que la población pudo constituirse, continuarse, mantenerse como correlativo privilegiado de los mecanismos modernos de poder9.

De la cita se desprende que, lo que inicialmente fue presentado como una cuestión meramente epistemológica, por mor de la perspectiva genealógica, se reveló siendo un asunto político. No obstante, a pesar del cambio de óptica, tal como lo acredita el primer renglón del texto citado, la intención des-reificante y el historicismo acendrado perduran: de hecho, la población y sus problemas específicos son presentados como resultados del recorte efectuado por las técnicas de poder en un determinado momento histórico en la realidad con el objeto de otorgarle entidad. En otras palabras, el cambio de óptica no afectó su posición respecto del carácter históricamente constituido de los  objetos.

De modo que tampoco considerando la cuestión en términos genealógicos se le puede reprochar a Foucault su supuesto desinterés por la 'vida en sí', puesto que, a su entender, la vida debe toda su consistencia a las prácticas discursivas y no discursivas que recortan la realidad dándole una entidad en apariencia insoslayable.

En cierto sentido, 'hacer vivir' consiste en este procedimiento por el cual se contribuye a dotar de realidad a un objeto que, como la vida, hasta ese momento no existía. Efectivamente, ¿en que podría consistir el ejercicio positivo del poder sino en este procedimiento que dota de entidad a un objeto inexistente hasta entonces? Así considerada la fórmula con la que en sus primeros abordajes nuestro autor definía  a la biopolítica adquiere un sesgo ontológico político: antes que nada, 'hacer vivir' sintetiza el gesto por el cual la combinación de saberes y técnicas le dan  consistencia a la vida.

No es éste un hallazgo asociado al descubrimiento de la biopolítica. Desde Histoire de la folie à l'âge classique,  Foucault venía dando cuentas de los efectos ontológicos que produce el poder. Tendencia que se acentúa y fundamenta cuando el autor explicita tanto en Surveiller et punir como en Volonté de savoir su perspectiva de abordaje de la cuestión. Con suma claridad, en ambos textos dejó constancia de su convicción respecto del carácter positivo, esto es, ni represivo ni anonadante sino productor del poder. En aquellos trabajos se trataba, en un caso, de la producción de cuerpos disciplinados; en el otro, de sexualidades polimorfas; en ambos, en suma, de sujetos. Vista desde este ángulo, la novedad que trajo aparejada la biopolítica es que no se trata ya del sujeto jurídico sino de la vida de la especie.

Ciertamente, Didier Fassin podría objetar –como por otra parte lo hace en su artículo– que en el curso de 1978 Foucault ya no parecía considerar a la vida como el objeto de la biopolítica y a la biopolítica como objeto de su interés puesto que se consagró de lleno al análisis de las tecnologías de gobierno de la población. Pero, a mi entender, esta objeción es fácilmente rebatible con solo recomponer el camino que conduce a nuestro autor hasta esta supuesta inflexión. Recomposición que también permite advertir otros sentidos ontológicos que alberga la fórmula 'hacer vivir', la cual  puesta en el contexto de las formas de gobierno económicas adquiere el valor de un mandato con el que se insta a vivir o a volver productiva a la vida. O, para decirlo de un modo al mismo tiempo más sintético y más contundente, se insta a vivir con vistas a extraer de la vida su máximo rendimiento.

Como consta en la transcripción editada, al inicio de la primera clase del curso del '78, Foucault informó a su auditorio su intención de comenzar el estudio de lo que venía llamando un poco en el aire 'bio-poder' y, a continuación, procedió a precisar el concepto definiéndolo como el conjunto de mecanismos por los cuales aquello que, en la especie humana, constituye sus rasgos biológicos  fundamentales va a poder entrar en el interior de una política, de una estrategia política, de una estrategia general de poder, dicho de otra manera cómo la sociedad, las sociedades occidentales modernas a partir del siglo XVIII han retomado en cuenta el hecho biológico fundamental que el ser humano constituye una especie humana.10

Ahora bien, si uno sigue la deriva de esa primera clase advierte que, a juicio del autor, es bajo la forma población que, a partir del siglo XVIII, las sociedades occidentales modernas han tomado en cuenta como objeto de sus estrategias los rasgos biológicos fundamentales de la especie humana.

En efecto, la vida humana devino problema político cuando la multiplicidad a gobernar deja de ser percibida como sujeto jurídico o como pueblo y adquiere la forma o, mejor dicho, el estatus de población. Estatus alcanzado como consecuencia de la despotenciación del régimen jurídico vigente mientras predominó el ejercicio del gobierno según la razón de estado.  Fruto de esta despotenciación, la población no fue considerada por el gobierno como una colección de sujetos de derecho sino como un conjunto de procesos naturales "que hay que administrar en lo que tienen de naturales y a partir de lo que tienen de naturales."11.

En lo esencial, se trata de dos tipos de procesos, a saber, por una parte aquellos relativos al régimen general de los vivientes por el cual el hombre pasó a ser considerado como una especie más: por ejemplo, la natalidad y la morbilidad; por la otra,  aquellos relativos a los deseos, tendencias, opiniones por la cual la población empezó a ser reconocida como público. Ambos tipos de procesos sólo pueden emerger cuando la vida quedó desprovista del amparo jurídico y, por ende, se convirtió en presa fácil de las estrategias políticas del gobierno. De hecho, mientras el derecho la protegió, incluso el poder soberano se vio obligado a justificarse invocando un peligro extremo toda vez que quiso disponer de ella y, eso siempre a través de la interpósita persona del sujeto jurídico.

De modo que, la postulación de la población como objeto dilecto de la biopolítica no es resultado de un desvío de las investigaciones hacia otros focos de interés desvinculados del problema de la vida como lo muestra el hecho de que, desde sus primeros abordajes de la cuestión que se remontan a las conferencias dictadas en la Universidad Estadual de Río de Janeiro en 1974, los fenómenos tratados están en directa relación con los problemas que ocasiona el intento de regular la vida de esa masa natural en crecimiento que es para el gobierno liberal la población. Más aún, como se advierte en las conferencias publicadas, ya en aquel momento Foucault tenía claro que la cuestión biopolítica concernía a la tríada población-gobierno-economía política. En efecto, ¿qué otra cosa está en consideración en la conferencia titulada "La naissance de la médecine sociale"12sino los desafíos que se le presentan a un gobierno regido por los dictámenes de la economía política cuando quiere atender la salud de la población?

Una primera lectura alcanza para advertir que la misma triada articuló la perspectiva de abordaje de la cuestión biopolítica en la última clase del curso del '76 y en el capítulo "Droit de mort, pouvoir sur la vie" con el que nuestro autor cerró el primer volumen de su Histoire de la sexualité. Al respecto, las fórmulas que el autor utilizó para caracterizar el proceder de la biopolítica son más que elocuentes. En todas ellas se subraya que lo propio de esta nueva tecnología de poder es actuar sobre un conjunto de procesos como el nacimiento, la muerte, la fecundidad, la morbilidad, etc., que atañen a la vida de la especie humana constituida en población. Una y otra vez en ambos textos nuestro autor aludió a los mecanismos de gestión a través de los cuales la biopolítica interviene regulando la vida de la población pero sin detenerse aún a describirlos exhaustivamente, cuestión a la que recién se abocó a partir del curso del '78. De allí que aquel curso estuviera casi por entero centrado en la indagación de la gubernamentalidad. De resultas de esta indagación, Foucault pudo precisar que el marco de racionalidad política en el que se inscribe inicialmente la biopolítica es el liberalismo y por ello dedicó su siguiente curso titulado "Naissance de la biopolitique" a formular una suerte de genealogía del liberalismo y del neoliberalismo.
Para D. Fassin, estos dos cursos son la prueba de que, anunciada en el '76,  "su teoría de la biopolítica (...) continúa siendo ante todo una promesa, un trabajo inconcluso al que nunca renunció explícitamente pero al que jamás retornó"13,  puesto que se dedicó a estudiar la gubernamentalidad. De lo expuesto por nosotros se infiere, en cambio, que ambos cursos desplegaron coherente y consistentemente el programa anunciado y, para ello, tuvieron que abocarse expresamente al tratamiento de la gubernamentalidad, esto es, de las formas de gobierno que se dieron el liberalismo y el neoliberalismo para gestionar la vida de la población.

Ocurre que, desde la óptica adoptada por M. Foucault, el tratamiento de la cuestión necesariamente debió contemplar la indagación de ambos tópicos que, en este contexto, fungen tanto como condiciones históricas que contribuyen a la conformación de esta nueva tecnología de ejercicio del poder cuanto como dispositivos específicos de la misma.

Sólo en esta coyuntura, la biopolítica puede concebirse como un poder que se ejerce positivamente "haciendo vivir", esto es, optimizando las potencialidades de la vida de la población desde el doble punto de vista biológico y económico. Para ello, pone en práctica mecanismos que contemplan por igual los procesos biológicos y los deseos de la población a fin de normalizarla. Y, aunque pudiera reprochársele a Foucault por no haber  desplegado un estudio más exhaustivo de los mecanismos de normalización, de sus análisis se desprende que éstos se focalizan tan preponderantemente en los fenómenos vitales que además de gestionarlos parecieran pretender conjurar o al menos reducir los peligros que los amenazan, incluida la muerte.  

2. Dejar morir: las estrategias de la biopolítica para ejercer su poder mortífero.  

El interés de Foucault por la muerte también precede largamente a sus estudios sobre biopolítica. Si atendemos a los criterios de un intérprete como J. Miller14  la preocupación por la muerte fue el marco ontológico –existencial en el que se desenvolvió el pensamiento mismo del pensador francés. Si nos limitamos, en cambio, a los abordajes explícitos de la cuestión, podemos remontarnos a Naissance de la Clinique texto en el cual según su autor es cuestión del "espacio, del lenguaje y de la muerte"15, pero considerados desde una perspectiva preponderantemente epistemológica en vistas a establecer las condiciones histórico discursivas de las que emergió la clínica en el ámbito de la medicina y la analítica de la finitud en el ámbito de la filosofía. Y aunque no son pocas las expresiones en este texto con las que su autor parecía referirse a la muerte en términos de ontología fundamental16, ello no alcanza para darle sustento a la hipótesis de Miller habida cuenta de la falta de eco de las mismas en la obra posterior de Foucault, incluso en los cursos sobre biopolítica en donde la cuestión es enfocada desde una óptica genealógica. 

En rigor de verdad, en el marco de sus investigaciones sobre biopolítica, nuestro pensador abordó específica y explícitamente el tema de la muerte sólo en dos ocasiones: en la última clase de 'Il faut défendre la société' y en el capítulo final de Histoire de la sexualité 1.

Como es harto sabido, en ambos casos, empezó por establecer un contrapunto con la teoría de la soberanía que le asignaba al soberano un derecho de vida y de  muerte sobre sus súbditos, derecho que el soberano ejercía haciendo morir y dejando vivir, esto es, fundamentalmente produciendo la muerte y excepcionalmente habilitando a vivir.  El ejercicio biopolítico del poder se cumple, en cambio, haciendo vivir y dejando morir, es decir, produciendo la vida y permitiendo en última instancia morir.

Eficaz para diferenciar ambas tecnologías de poder, esta estrategia expositiva puede generar la errónea impresión de que Foucault pretendía eximir a la biopolítica de su responsabilidad en la producción de muerte. Nada más alejado de su posición.  Efectivamente, en modo alguno le pasó inadvertido el poder mortífero de la biopolítica. De hecho, en ambos abordajes, dejó constancia de la propensión que impulsa a los mismos gobiernos que exaltan la vida a condenar a poblaciones enteras a masacres feroces. "Jamás  las guerras han sido tan sangrientas (...) nunca los regímenes habían practicado sobre sus propias poblaciones semejantes holocaustos."17

Pero aún reconociendo tal propensión, el sesgo mortífero de la biopolítica no es fácil de justificar ni siquiera para el propio autor. Como lo prueba el hecho de que cuando abordó la cuestión en el curso de 1976 aventuró explicaciones que oscilaban entre adjudicar la producción de muerte a la reactivación del poder soberano o a estrategias inscriptas en los mecanismos de Estado merced a la emergencia del biopoder18.

A mi entender, tal oscilación obedece al hecho de que, en aquel momento, Foucault parecía considerar al racismo como la única excusa aceptable para ejercer el derecho a matar en el marco de una política empeñada en hacer vivir y éste puede ser asociado tanto con prácticas biopolíticas por excelencia como aquellas que permiten establecer una relación positiva del tipo "si quiere vivir, es necesario que hagas morir"19 cuanto con la reactualización del antiguo poder soberano de matar como ocurrió en el régimen nazi20.

De suerte que, aunque el recurso al racismo como principio explicativo no es objetable, visto que al introducir una cesura en el continuum biológico de la especie humana habilita el ejercicio tanático de la biopolítica, su postulación como causa única es discutible puesto que obliga a subsumir y asociar prácticas y fenómenos tan diversos como la guerra, el biologicismo, el colonialismo, la solución final nazi, la criminalidad y hasta la amenaza nuclear vigente a mediados del siglo XX –fenómenos estos últimos difícilmente justificables a través de este principio–. Como lo comprobó el propio Foucault cuando analizando las aplicaciones del racismo en el socialismo, advirtió que si bien aquel lo usa como excusa para justificar la lucha en términos de enfrentamiento físico con el enemigo, no le sirve cuando se trata de explicar la lucha por la transformación de las condiciones económicas. En sus términos: "[c]uando se trata simplemente de eliminarlo económicamente, de hacerle perder sus privilegios, no hay necesidad de racismo"21. Aunque solapadamente, la cita permite advertir que de manera casi imperceptible, en el curso de su clase el pensador francés cayó en la cuenta de que hay formas de eliminar que no se explican en términos raciales sino económicos precisamente porque obedecen a la lógica del mercado.

Tal vez por ello en "Droit de mort et pouvoir sur la vie", adoptó una óptica explicativa diferente. En efecto, en aquel texto, Foucault parece haber dejado atrás la hipótesis de la reactivación del modelo soberano y, por ello, no dudaba en sostener que "[s]i el genocidio es por cierto el sueño de los poderes modernos,  ello no se debe al retorno hoy del viejo derecho de matar, se debe a que el poder se sitúa y se ejerce al nivel de la vida, de la especie, de la raza y de los fenómenos masivos de la población."22

Junto con esa hipótesis, nuestro autor también pareciera haber abandonado la idea de que el racismo es la única razón que justifica las masacres contemporáneas. De hecho, en el texto, presentó el poder de matar como "el simple reverso del derecho para el cuerpo social de asegurar la vida, mantenerla o desarrollarla"23. En otras palabras, según la perspectiva de "Droit de mort..." es en nombre de la vida y como complemento de un poder que se ejerce positivamente haciendo vivir que, en nuestros días, se practican feroces matanzas. Lo que equivale a decir que en nuestros días, las masacres responden a "las exigencias de un poder que administra la vida y se ordena a lo que ellas demandan"24

Ahora bien, si es el liberalismo el que establece el marco de racionalidad política en que se desenvuelve la biopolítica no resulta desatinado inferir entonces que las matanzas contemporáneas se practican en su nombre.  Inferencia que pone al descubierto el poder mortífero que el liberalismo se ha cuidado muy bien de disimular.

En este contexto, la expresión "dejar morir" pierde toda su aparente moderación para cobrar, en cambio, un sesgo radicalmente impiadoso sin por ello afectar el carácter positivo del biopoder. Por el contrario, lo refuerza toda vez que la muerte, en este caso, no acontece por fuera sino como consecuencia del quehacer mismo de este poder.  "Pero este formidable poder de muerte  –decía al respecto el autor– es quizás lo que le da una parte de su fuerza y del cinismo con el que ha llevado tal lejos sus propios límites"25. Habiendo reconocido esta propensión de la biopolítica a producir muerte, Foucault no podía dejar de reflejarlo a través de la modificación de su emblemática fórmula por aquella que sostiene que la biopolítica se ejerce haciendo vivir y arrojando a la muerte26.

No obstante, a nuestro autor tampoco le pasó desapercibido que, vista desde otra perspectiva, la muerte constituye un límite infranqueable para la biopolítica. De hecho, puesto a considerar la cuestión desde la pretensión de máxima del dispositivo consistente en hacer vivir, advertía que morir se presenta como una instancia cuanto menos controvertida. Controversia de la que supo dar cuenta con el "dejar morir" de la fórmula original a través del cual parecía querer sugerir una suerte de claudicación de la biopolítica ante la imposibilidad de seguir prolongando la producción de vida.

Desde esta óptica, entonces, la muerte es el momento en que la vida se escapa de las garras del dispositivo. Debido a ello, a juicio de Foucault, en contexto biopolítico no se trata de hacer ostentación de la muerte sino por el contrario de hacerla pasar lo más desapercibida posible. De allí infiere su descalificación y la consecuente desaparición de las ceremonias y rituales con las que antaño los deudos al honrarla contribuían a otorgarle visibilidad. Es que, para la biopolítica, hacer visible la muerte es equivalente a exhibir sin pudor su talón de Aquiles. De hecho, la muerte es "el momento en que el individuo escapa a todo poder, recae sobre sí mismo y se repliega de alguna manera, sobre su aspecto más privado"27.  En este sentido, a diferencia de lo que ocurría con el modelo soberano que encontraba su punto de satisfacción en hacer morir, el biopoder desconoce la muerte o, como puntualiza Foucault añadiendo otro matiz a su fórmula original, "deja caer la muerte."28

3. Resistir: las estrategias para hacer frente a la biopolítica.

No es extraño, entonces, que en este marco, el suicidio pueda ser visto como una especie de desafío al poder instituido. Así parece incluso considerarlo nuestro autor quien reconoció que éste "hacía aparecer en las fronteras y en los intersticios del poder que se ejerce sobre la vida, el derecho individual y privado de morir."29. Por ello, a su entender, a partir del siglo XIX, "Esta obstinación en morir (...) fue una de las primeras sorpresas de una sociedad en la que el poder político acababa de darse como tarea la gestión de la vida"30.

Sin dudas, estas apreciaciones han debido inspirar las tesis de algunos interpretes como Francesco Adorno quien llega a sostener que  "es tal vez precisamente en la definición de una tanatopolítica, articulada sobre los fenómenos an-económicos, improductivos, impotentes, ligados a la muerte, y no sobre los análisis políticos de la gobernabilidad en cuanto biopolítica, que sería posible construir una forma de resistencia a la hegemonía de la economía política."31 Lejos de lo que podría creerse en una primera lectura, Adorno no intenta promover por esta vía una suerte de apología del suicidio. Sus precisiones al respecto se orientan, en cambio, a alentar la recuperación del sentido de la muerte. Recuperación que, a su juicio, se cumple cuando se elabora la muerte y se la sustrae de toda posibilidad de aprovechamiento económico. En apoyo de su propuesta de elaboración reflexiva de la muerte, Adorno refiere desde la tradición platónica de la melethé thanatou hasta las postulaciones de Heidegger, Bataille y Blanchot, y para ilustrar las formas para volverla improductiva refiere costumbres de culturas arcaicas de las que se infiere el valor sagrado que le conferían a la muerte.

Pero, aunque sus reflexiones resultan interesantes, no parecen atribuibles sin más a Foucault como, en principio, parece sugerir el título del artículo de Adorno "Poder sobre la vida, política de la muerte: sobre las formas de resistencia al biopoder en Foucault". En efecto, a pesar de las observaciones reseñadas de Foucault sobre la muerte, no es en esta dirección que nuestro autor exploró las formas de resistencia a la biopolítica.

En principio, cabe señalar que a lo largo de su trayectoria Foucault se cuidó mucho de no prescribir estrategias de resistencia o de transformación. Ello no implica en absoluto que sus análisis hayan sido neutrales o indiferentes a las luchas concretas.

En lo que concierne a los estudios sobre biopolítica, basta con leer las primeras clases de sus cursos para advertir su perspectiva crítica. Sólo que no le parecía pertinente dictaminar que se debe hacer en cada caso. En lugar de ello, consciente de los efectos teórico-políticos concretos de sus investigaciones32prefería proponer "indicadores tácticos para la lucha"33.  Todo ello sin descuidar la descripción de esas modalidades más o menos espontáneas de resistencia como las que detectó operando en contra de la biopolítica pero apoyándose sobre aquello mismo que el poder investía  "es decir sobre la vida y el hombre en tanto que es viviente."34 Con estas palabras, nuestro pensador, daba cuenta de una curiosa estrategia a través de la cual en nuestros días, las fuerzas que resisten han tomado a la vida como bandera de sus luchas.  De esta manera, a su juicio, "la vida como objeto político ha sido de alguna manera tomada al pie de la letra y vuelta contra el sistema que pretendía controlarla"35

Formulaciones como estas últimas han alentado consideraciones como las que formula Judith Revel quien al respecto se pregunta "¿podemos localizar en la vida misma –es decir, claro está, en los afectos, los deseos y la sexualidad– el lugar de surgimiento de un contrapoder, el lugar de una producción de subjetividad que se dé como momento de resujeción?"36 A condición de no atribuirle a la vida como entidad biológica una potencialidad que la volvería en sí misma resistente, podría decirse que, en parte, fue en esa dirección que se orientaron los análisis de Foucault como lo muestran incluso algunas precisiones con las que completó su diagnostico en "Droit de mort et pouvoir sur la vie".

En efecto, según consignó allí, las luchas políticas que resisten al biopoder se llevan a cabo en nombre del "derecho" a la vida, al cuerpo, a la salud, etc. En sus palabras, se trata de luchas por "el 'derecho', más allá de todas las opresiones o 'alienaciones', a reconocer lo que somos y todo aquello que podemos ser"37

De la cita se infiere que, desde sus primeros abordajes, Foucault se refería a las luchas llevadas a cabo por los individuos contra las estrategias de normalización y no a las que supuestamente podría detentar la vida por sí y en sí misma en virtud de cierta potencialidad intrínseca.

Volverá a retomar esta cuestión posteriormente, en su curso de 1978,  al menos en dos oportunidades. La primera de ellas, cuando en el marco de su exposición respecto de la conversión de la población en problema político, comentó un texto de Louis-Paul Abeille38en el que su autor preveía la posibilidad de que una parte de la población resistiera las regulaciones del mercado trastornando de esta manera el sistema; interpretando el texto de Abeille, Foucault sostenía que esa parte de la población que resiste las políticas de normalización se convierte por ello en pueblo y, aunque prometía explayarse al respecto, no volvió sobre la cuestión en el curso. La segunda de ellas al finalizar el curso, momento en que abordó de forma muy escueta el tratamiento de las  diferentes formas de contra-conductas relativas a la gubernamentalidad según la razón de Estado. Y, aunque es cierto que en ambos casos se trata de referencias sumamente breves y hasta un poco inespecíficas, sirven como ejemplo del tipo de resistencias estudiadas por nuestro autor en el contexto de un dispositivo que se complace en regular la vida de la población interviniendo tanto sobre sus aspectos biológicos como sobre su deseo.

De hecho, si lo que está en cuestión en la biopolítica, al menos según la concebía  nuestro autor, es la normalización de las conductas naturales de la vida de la población, las formas de resistencia no pueden sino estar dirigidas contra ella. En todo caso, esta parece ser la única perspectiva de abordaje del problema de la resistencia compatible con el sesgo de las investigaciones de Foucault. Ahora bien, aunque se dirijan contra los procedimientos de normalización, las formas de resistencia consideradas no se plantean como objetivo una suerte de retorno a un estado adánico de la vida sino que, por el contrario, pugnan por la posibilidad de habilitar modos de vida alternativos.

Conclusiones.

Como esperamos haber demostrado a lo largo de nuestra exposición, un tal retorno sería inviable para un pensador como Foucault cuyos análisis no parten de una determinada concepción de vida ni se dirigen a explicitar la propia. Convencido como está del carácter histórico-constituido de sus tópicos de estudio, se restringe a  exponer los mecanismos por los cuales la vida adquirió estatuto de objeto político epistemológico.  No es poca cosa, habida cuenta de que por esta vía saca a la luz el enorme poder productivo del dispositivo biopolítico.

En este contexto, tampoco la muerte es abordada como un dato natural. Por el contrario, incluso la muerte individual es considerada a la luz de su encuadre político. Y, contra toda previsión, los holocaustos, las masacres, las guerras sangrientas y las amenazas de aplicación bélica de la energía nuclear lejos de ser vistos como excepciones a la regla biopolítica, son descriptos como resultados de su ejercicio positivo.

En pocas palabras, según las investigaciones de nuestro autor, ni la muerte se salva de las regulaciones de la biopolítica. De allí que morir –ni siquiera como resultado de una elección individual– sea una buena estrategia para eludir los alcances del dispositivo. En más de un sentido, la tanatopolítica parece ser una variante provechosa para el cumplimiento de los objetivos biopolíticos. De hecho, todos sabemos por experiencia de que manera el neoliberalismo ha arrojado a la muerte –literal o figuradamente– al porcentaje de población que, por no entrar en sus cálculos,  considera como excedente.

Por ello, a la hora de dar cuenta de las luchas por la resistencia, Michel Foucault se centró en aquellas que combatían por posibilitar otros modos de vida sin presentarlas como la clave para alcanzar la plena libertad y advirtiendo sobre las múltiples trampas en que se puede caer convencidos de estar alcanzando la plena soberanía de sí. Pero, contra lo que muchos sostienen, este no es un problema intrínseco a su enfoque en virtud del cual sus análisis estarían condenados a desembocar recurrentemente en aporías insalvables. Si de aporías se trata, ellas son inherentes a las sociedades de nuestro tiempo y si de algo puede hacerse responsable a nuestro autor no es de producirlas sino de prevenirnos al respecto.

Para D. Fassin, los cursos del '78 y del '79 son la prueba de que, anunciada en el '76, "su teoría de la biopolítica (...) continúa siendo ante todo una promesa, un trabajo inconcluso al que nunca renunció explícitamente pero al que jamás retornó39puesto que se dedicó a estudiar la gubernamentalidad. De lo expuesto por nosotros se infiere, en cambio, que ambos cursos desplegaron coherente y consistentemente el programa anunciado y, para ello, tuvieron que abocarse expresamente al tratamiento de la gubernamentalidad, esto es, de las formas de gobierno que se dieron el liberalismo y el neoliberalismo para gestionar la vida de la población.

Sólo en esta coyuntura, la biopolítica puede concebirse como un poder que se ejerce positivamente "haciendo vivir". Para ello, pone en práctica mecanismos de normalización. Y, aunque pudiera reprochársele a Foucault por no haber  desplegado un estudio más exhaustivo de estos mecanismos, de sus análisis se desprende que éstos se focalizan tan preponderantemente en los fenómenos vitales que además de gestionarlos parecieran pretender conjurar la aleatoriedad que los amenaza. Paradójica tendencia de una forma de gobierno que, al mismo tiempo, no dudará en dejar morir cuando la oportunidad lo amerite.

Notas

1Cfr. "Résumé du cours" en  Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, Gallimard, Paris, 2004, pp. 323-329.         [ Links ]

2Fassin, Didier, "Otra política de la vida es posible: crítica antropológica del biopoder" en Vanessa Lemm (editora) Michel Foucault: neoliberalismo y biopolítica, Santiago de Chile, Universidad Diego Portales, 2010, p. 25.         [ Links ]

3 Esposito, Roberto, Bíos. Biopolítica y filosofía, Buenos Aires, Amorrortu, 2006, p. 64.         [ Links ]

4Cfr. Revel, Judith, "Biopolítica" en Diccionario Foucault, Buenos Aires, Nueva Visión, 2009, pp. 35-37.         [ Links ]

5Cfr. Adorno, Francesco Paolo, "Poder sobre la vida, política de la muerte: sobre las formas de resistencia al biopoder en Foucault", en Michel Foucault: neoliberalismo y biopolítica, pp. 433-452

6 Foucault, M., "Il faut défendre la société". Cours au Collège de France. 1976, Paris, Gallimard, 1997, p. 214          [ Links ]: "...pouvoir de 'faire' vivre et de 'laisser' mourir...".

7Me refiero a Maladie Mentale et personnalité, texto "...traversé par toutes sortes de réminiscences d'une épistémologie réaliste..." como señala Pierre Macherey en "Avant L'Histoire de la Folie" en Critique 471-472, Agosto-Septiembre 1986, p. 760

8Foucault, M., Les mots et les choses, Paris, Gallimard, 1966, p. 256          [ Links ]: "...d'un thème transcendantal et de champs empiriques nouveaux...".

9Foucault, M.; Sécurité, Territoire, Population. Cours au Collège de France. 1977-1978, Paris, Gallimard, 2004, p. 80          [ Links ]: "...c'est un jeu incessant entre les techniques de pouvoir et leur objet qui a petit à petit découpé dans le réel et comme cham de réalité la population et ses phénomènes spécifiques. Et c'est à partir de la constitution de la population comme corrélatif des techniques de pouvoir que l'on a pu voir s'ouvrir toute une série de domaines d'objets pour de savoirs possibles. Et en retour, c'est parce que ces savoirs découpaient sans cesse de nouveaux objets que la population a pu se constituer, se continuer, se maintenir comme corrélatif privilégié des mécanismes modernes de pouvoir".

10Ibid., p. 3: "...l'ensemble des mécanismes par lesquels ce qui, dans l'espèce humaine, constitue ses traits biologiques fondamentaux va pouvoir entrer à l'intérieur d'une politique, d'une stratégie politique, d'une stratégie générale de pouvoir, autrement dit comment la société, les sociétés occidentales modernes, à partir du XVIII siècle, ont repris en compte le fait biologique fondamental que l'être humain constitue une espèce humaine".

11Ibid., p. 72 : "...il faut gérer dans ce qu'ils ont de naturel et à partir de ce qu'ils ont de naturel".

12Cfr. Foucault, M., "La naissance de la médecine sociale", en Dits et écrits, Vol III, Paris, Gallimard, 1994, pp. 207-228        [ Links ]

13Fassin, op. cit., p. 22

14Miller, James, La pasión de Michel Foucault, Barcelona, Andrés Bello, 1996.         [ Links ]

15 Foucault, M., Naissance de la Clinique, Paris, PUF, 1963, p. V : "...de l'espace, du langage et de la mort.         [ Links ]..".

16Cfr. "Conclusion" en Ibid., pp. 199-203

17Foucault, M., "Droit de mort et pouvoir sur la vie" en Histoire de la sexualité 1, Gallimard, Paris, 1976, p. 179 : "Jamais les guerres n'ont été plus sanglantes (...) jamais les régimes n'avaient jusque-là pratiqué sur leurs propres populations de pareils holocaustes"         [ Links ].

18Al respecto, iniciando su explicación en 'Il faut défendre la société' (p. 227)  Foucault sostiene : "Ce qui a inscrit le racisme dans les mécanismes de l'État, c'est bien l'émergence de ce biopouvoir" y al concluir el punto afirma (p. 230) : "La juxtaposition, ou plutôt le fonctionnement à travers le bio-pouvoir, du vieux pouvoir souverain du droit de mort implique le fonctionnement, la mise en place et l'activation du racisme".

19Cfr. Ibid., p. 227 : " 'si tu veux vivre, il faut que tu fasses mourir...'."

20Cfr. Ibid., p.231 

21Ibid., p. 234 : "Quand il s'agit simplement de l'éliminer économiquement, de lui faire perdre ses privilèges, on n'a pas besoin de racisme".

22 "Droit de mort...", p. 180: "Si le génocide est bien le rêve des pouvoirs modernes, ce n'est pas par un retour aujourd'hui du vieux droit de tuer ; c'est parce que le pouvoir se situe et s'exerce au niveau de la vie, de l'espèce, de la race et de phénomènes massifs de population".

23Ibid., p. 179 : "...le simple envers du droit pour le corps social d'assurer sa vie, de la maintenir ou de la développer".

24Ibid: "...les exigences d'un pouvoir qui gère la vie et à s'ordonner à ce qu'elles réclament".

25Ibid.: "Mais ce formidable pouvoir de mort –et c'est peut-être ce qui lui donne une part de sa force et du cynisme avec lequel il a repoussé si loin ses propres limites–..."

26Cfr. Ibid., p. 181.

27Foucault, M., 'Il faut défendre...', p. 221 : "...le moment où l'individu échappe à tout pouvoir, retombe sur lui-même et se replie, en quelque sorte, sur sa part la plus privée".

28Ibíd. : "...le pouvoir laisse tomber la morte".

29 Foucault, M., "Droit de mort...", op. cit. p. 182 : "...il faisait apparaître aux frontières et dans les interstices du pouvoir qui s'exerce sur la vie, le droit individuel et privé de mourir".

30Ibid.: "Cette obstination à mourir [...] fut un des premiers étonnements d'une société où le pouvoir politique venait de se donner pour tâche de gérer la vie".

31Adorno, Francesco P., "Poder sobre la vida, política de la muerte: sobre las formas de resistencia al biopoder en Foucault", p. 449.         [ Links ]

32Cfr. "Il faut défendre", pp. 3-20.

33Cfr. Sécurité..., p. 5.

34 "Droit de mort...", p. 190 : "c'est-à-dire sur la vie et l'homme en tant qu'il est vivant".

35Ibid., p. 191: "...la vie comme objet politique a été en quelque sorte prise au mot et retournée contre le système qui entreprenait de la contrôler".

36Revel, J., op. cit., p. 37.

37"Droit de mort...", p. 191: "...le 'droit', par-delà tout les oppressions ou 'aliénations'."

38El texto en cuestión es la "Lettre d'un négociante sur la nature du commerce des grains", escrita el 8 de octubre de 1763 en Marsella e incluida en Premiers Opuscules sur le commerce des grains : 1763-1764.

39Fassin, op. cit., p. 22.

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