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versión impresa ISSN 1666-485X

Tópicos  no.25 Santa Fe ene./jun. 2013

 

RESEÑA

Presentación-reseña de Luis Rabanaque (editor), Afectividad, Razón y Experiencia, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2012.

Luis Román Rabanaque

*Doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Investigador del CONICET con lugar de trabajo en la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires. Profesor en la Universidad Católica Argentina.

 

            Afectividad, Razón y Experiencia, editado conjuntamente por el Círculo de Fenomenología y Hermenéutica de Santa Fe/Paraná y la Editorial Biblos de Buenos Aires, es el cuarto volumen de la serie Paideia Fenomenológica, colección que dirige el Dr. Aníbal Fornari. Es el fruto de un prolongado esfuerzo iniciado en 2010 y cuyo punto de partida lo constituyeron las exposiciones efectuadas con ocasión de las VII y VIII Jornadas Nacionales de Fenomenología y Hermenéutica en los años 2009 y 2010. Las reuniones fueron organizadas en conjunto por el Círculo de Fenomenología y Hermenéutica de Santa Fe/Paraná y la Universidad Católica de Santa Fe y contaron con los auspicios de la Universidad Nacional del Litoral, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT). Los temas que allí se debatieron giraron en torno a dos ejes generales: "Afectividad y ampliación de la razón. La afectividad, ¿obstrucción o promoción de la razón?" (2009) y "Experiencia e historia: identidad, comunidad y universalidad" (2010). A los resultados de estas discusiones se sumaron otros aportes provenientes de exposiciones realizadas contemporáneamente por el Círculo de Fenomenología y Hermenéutica de Santa Fe/Paraná.
Un rasgo característico del pensamiento fenomenológico ha sido siempre el hecho de que, en razón de su radicalidad, centrada en la idea de retroceder hasta las cosas mismas por detrás de las meras palabras y de los prejuicios, no alienta la creación de escuelas en el sentido usual del término, sino que forma ante todo heterodoxias y herejes. Se podría decir también que, por su propia esencia, no cultiva la monofonía sino que ejerce de facto y exige de jure la polifonía pues, de acuerdo con Husserl, cada mónada posee ventanas por las que se refleja el mismo mundo, pero lo hace desde una perspectiva particular que determina una visión irreductible a las otras y un escorzo de mundo único e insustituible. El presente volumen se incorpora a esta vocación plural reuniendo las contribuciones a la polifonía de un destacado grupo de mónadas reflexionantes. Y de modo semejante a lo que sucede con una pieza musical, en la aparente disparidad de los temas y de los análisis que el lector encontrará en estas páginas, se pone sin embargo de relieve una unidad que ensambla la multiplicidad, una cierta melodía de fondo que permite enhebrar la diversidad de voces en una línea musical consistente, en un hilo conductor que las une sin resignar sus diferencias. Este hilo conductor radica en la cuestión de la razón y, más precisamente, de las vinculaciones de la razón con la afectividad corporalmente encarnada y con la experiencia en un sentido ampliado que no queda confinado a la pura percepción y al mundo en cuanto percibido. La pregunta por la racionalidad en conexión con los aspectos mencionados está a su vez asociada a una doble motivación que pone de relieve la pertinencia y la actualidad de estos interrogantes.
 En primer lugar, el método fenomenológico en su sentido más amplio, la manera fenomenológica de acceder a las cosas mismas, opera como sabemos una puesta entre paréntesis de las interpretaciones previas -en nuestro caso las que se refieren a la racionalidad- con el fin de posibilitar la determinación -que se lleva a cabo por medio del procedimiento de variación eidética- de los rasgos esenciales de la razón en cuanto tal. La reflexión sobre el cogito y sobre su racionalidad sobre la base de esta epojé permite advertir, frente a las interpretaciones que limitan el alcance de la razón o bien que absolutizan alguno de sus componentes, que no se trata de un fenómeno simple sino complejo y que no posee un carácter unidimensional sino más bien multidimensional. Este carácter plural tiene su fundamento en el esencial arraigo en la experiencia que exhibe la racionalidad, un arraigo que pone en primer plano las raíces de la subjetividad en el cuerpo en su dualidad de cosa y cuerpo viviente y que se refleja en las tres dimensiones de la razón que tematiza la fenomenología husserliana bajo la inspiración de Brentano: una dimensión perceptiva y teorética, una dimensión afectiva y valorativa, y una dimensión volitiva y práctica, cuyos correlatos noemáticos básicos son las cosas, los afectos y valores y las acciones y las obras.  
En segundo lugar, y en vista de las simplificaciones y contracciones reduccionistas que han tenido lugar en una variedad de influyentes concepciones filosóficas ya desde la modernidad temprana, es preciso profundizar la polifónica tarea filosófica de pensar esta racionalidad ampliada enfocando especialmente los momentos desatendidos o distorsionados, es decir, mostrando los aspectos afectivos, valorativos, prácticos y poiéticos de la razón y su arraigo en la subjetividad encarnada. Estas dos motivaciones han determinado la estructuración del libro en cuatro partes: Parte 1,  "Identidad, universalidad y mundanidad"; Parte 2, "Afectividad, cuerpo y razón"; Parte 3, "Modalidades del acontecimiento" y Parte 4, "Experiencia, historia y trascendencia".
La marcha se inicia con una aproximación a tres aspectos centrales que se sitúan, por así decirlo, en la infraestructura de la fenomenología. Alberto Rosales se ocupa, en "La variación eidética: sus fundamentos y problemas", del método de la reducción eidética y con él de la cuestión de la universalidad del procedimiento fenomenológico. Expone, en primer lugar, la necesidad de admitir con Husserl las esencias o eide además de los entes individuales y considera, a continuación, la manera de tematizarlas siguiendo el método de la variación imaginativa. Cierra el trabajo la discusión de una serie de cuestiones problemáticas, tales como el condicionamiento de la variación por el hecho de partir de ejemplos que son siempre relativos a una tradición y que presuponen una cierta interpretación del mundo, con lo cual se corre el peligro de confirmarla como prejuicio no analizado; el problema de la universalidad de los anunciados eidéticos en referencia a la inducción empírica y a la inducción matemática o completa; por fin, la cuestión ontológica del ser-en-sí de los eide y de su ser para la conciencia. En "Los múltiples mundos circundantes y el único mundo verdadero", Roberto Walton indaga la relación conflictiva entre los múltiples mundos particulares de la vida y el mundo uno como horizonte de todos los mundos circundantes. Para ello toma como punto de partida el recientemente editado volumen XXXIX de la serie Husserliana, donde deslinda seis caracterizaciones del mundo que pueden ser agrupadas en tres pares regidos por la oposición entre latencia y patencia, cada uno con sus rasgos distintivos. El primer par se refiere a la unicidad del mundo y contrasta el mundo como horizonte universal y su tematización en una representación de mundo. El segundo subraya la esencial unidad del mundo y lo presenta como una totalidad vinculada por una forma. El tercero se centra en la estructura temporal de la horizonticidad y exhibe al mundo como suelo que es el resultado de las experiencias pasadas y el sostén de las modalizaciones presentes, y como idea que está abierta a la experiencia futura. La investigación se amplía con una comparación entre estos rasgos y los presentados por Heidegger en Ser y tiempo, siguiendo la diferenciación que efectúa este último entre la mundanidad del mundo y el carácter mundano del mundo circundante. Por último, "Más acá del acontecimiento: reflexiones sobre el holismo de la experiencia", de Claude Romano, da otra vuelta de tuerca a los análisis sobre el mundo cuando muestra que el mundo tiene el carácter de una totalidad irreductible a la suma de sus partes. Aparece así a la mirada fenomenológica como un todo estructurado que no es la contraparte de una subjetividad abstracta ni de una suma de facultades, sino el correlato de los sistemas de capacidades subjetivas esencialmente vinculadas con la corporalidad. Para alcanzar su meta, Romano parte del "enigma" de la donación del mundo que ha suscitado la duda escéptica en torno a su evidencia. A la inferencia capital del escepticismo, que Romano formula así: "puesto que siempre se puede dudar de toda percepción, siempre se puede dudar de la percepción como un todo" (p. 58), contrapone la tesis según la cual la experiencia no es una suma de partes extra partes sino un todo en el que sus componentes son experiencias únicamente porque se integran a dicho todo. Se puede hablar así de un "holismo de la experiencia", que posibilitaría establecer un nuevo marco de referencia frente al punto de partida moderno en la evidencia del cogito y frente a su "atomismo de la experiencia".
            La segunda parte, "Afectividad, cuerpo y razón", se sitúa en el interior de la experiencia mundovital en una exploración que tiene como eje el carácter encarnado de la subjetividad. En su contribución "¿La afectividad como ampliación de la razón?", Julia Iribarne se pregunta por el sentido de los afectos en relación con la razón, y responde siguiendo un camino que recorre cuatro etapas. En la primera, de orden metódico, distingue dos tipos de análisis fenomenológico: el estático y el genético; en la segunda aplica el primero de ellos a fin de deslindar tres modalidades de la experiencia: los actos objetivantes y, en su base, la percepción, los actos no-objetivantes, o sea, afectivos, y los actos prácticos. La tercera etapa analiza al modo de una "arqueología" intencional las figuras esenciales de la génesis de estas modalidades en la intencionalidad instintiva, para culminar, en la cuarta, en el nivel constitutivo de la persona que puede configurar activamente un mundo humano y cultural. Una última sección coteja estas investigaciones con la fenomenología de la razón expuesta por Husserl en el primer tomo de Ideas y concluye afirmando la unidad de la racionalidad en la multiplicidad de sus dimensiones esenciales, razón por la cual "la afectividad no significa 'ampliación de la razón' porque esencialmente, y desde el comienzo de la génesis, la afectividad forma parte de ella" (p. 92). Por su parte, Luis Flores Hernández delinea en "Ideas para una fenomenología del cuerpo vivido en las Ideen II de Edmund Husserl" los rasgos esenciales del cuerpo en cuanto cuerpo vivido (Leib) y se centra en su condición de "gozne" entre el cuerpo como cosa física y el alma como polo subjetivo. Esta condición se hace patente en la circunstancia de que "el mundo circundante se ordena según un mapa cuya referencia es el cuerpo vivido" (p. 94). Flores diferencia cuatro funciones o intencionalidades básicas del cuerpo vivido que coinciden parcialmente con las descritas en Ideas II: la cognitiva, en conexión con las sensaciones; la deóntica, referida al carácter de órgano de la voluntad; la sintomática, relativa a la expresión del espíritu y la estética, que Ideas II no tematiza. El recorrido descriptivo por estas intencionalidades permite advertir que, parafraseando los términos kantianos de los que se apropia Husserl, la fenomenología del cuerpo tiene el carácter de una estética trascendental material. En "Afectividad, encarnación, razón", Luis Rabanaque cierra esta parte con la descripción de algunos aspectos de la mediación que realiza la corporalidad vivida entre la afectividad y la razón, con el propósito de mostrar que en el nivel afectivo de la intencionalidad hay una racionalidad que se torna visible a partir de la comunidad de rasgos esenciales que comparte con las intencionalidades teórica y práctica. Dicha comunidad se extiende también a los estratos pasivos de la afección, el sentimiento sensible y el instinto y, con ello, no sólo a la génesis constante en el presente viviente sino también a la génesis de los sistemas habituales de intencionalidad responsables del yo como persona.
            La Parte 3, "Modalidades del acontecimiento", profundiza los análisis anteriores de la mano del examen de ciertos fenómenos particulares que requieren especial atención. Se trata del alma, de la espera y del mal. El primero es abordado por Angela Ales-Bello en "El estudio del alma entre psicología y fenomenología en Edith Stein", donde explicita la relación entre la fenomenología y la psicología tal como la concibe Edith Stein siguiendo los pasos de su maestro Husserl. La distinción entre las dos disciplinas es necesaria y es preciso ante todo aclarar la relación entre la psiquis y la conciencia, para lo cual el punto de partida es la discusión en torno a la causalidad psíquica, diferenciando la causalidad física de la fuerza vital vinculada a una causalidad "precientífica", así como del curso de actos o vivencias intencionales que remite a la motivación espiritual. La motivación se enlaza no sólo con la libertad en contraste con el determinismo sino también con la razón en el sentido de la razonabilidad, es decir, de la justificación. El punto de llegada es por consiguiente el delineamiento de una teoría del alma que la vincula a la vez con la corporalidad natural y con el espíritu y que obra de base filosófica necesaria no sólo para la psicología sino también para las ciencias del espíritu en su carácter de ciencias estrictas. El trabajo se cierra con una bella y sutil comparación entre la condición del alma como el espacio situado entre la corporalidad sensible y la espiritualidad, y la imagen de Santa Teresa del castillo interior con sus múltiples moradas. "Esperar" de Claude Romano nos traslada a la dimensión temporal del espíritu tomando como punto de partida los análisis intencionales de la protención y la expectativa desarrollados por Husserl. Estos dos modos vacíos de la temporalidad tienen la estructura intencional del "esperar algo" que se asocia a la simultánea determinación e indeterminación de lo esperado, cuyos límites, de acuerdo con el autor, sólo pueden ser trazados por el lenguaje y por ello exigen una inflexión hermenéutica del análisis fenomenológico. Romano contrapone la espera con el fenómeno de "no esperar nada" que es propio de la irrupción del acontecimiento de lo inesperado, y lo rastrea en fenómenos tales como la sorpresa, en la que es preciso distinguir una modalidad esperable, donde la novedad se integra a la experiencia previa, de otra modalidad vinculada al estupor, en la que resulta conmovido nuestro arraigo habitual en el mundo, así como de una tercera modalidad de sorpresa retrospectiva, que se disimula cuando acontece y sólo con posterioridad permite advertir su carácter disruptivo. En su contribución "Paul Ricoeur: el mal como acontecimiento", Michaël Foessel nos ofrece una meditación en torno al mal desde la perspectiva del examen que efectúa Ricoeur en el camino filosófico que ha transitado desde el "hombre culpable" hasta el "hombre capaz". Toma para ello como hilo conductor la idea de que el mal, en su doble condición de "no deber ser" y de factum que está "siempre ya ahí", no es meramente un rasgo inherente a la voluntad humana asociado a una elección libre sino un acontecimiento. Su contingencia ha sido reconquistada frente a la teodicea por medio del mito y el relato, mas no puede ser explicitada en forma exhaustiva por medios racionales sino que se manifiesta como un enigma persistente que sólo admite ser indagado en su conexión con el tiempo.
            Por último, la Parte 4, "Experiencia, historia y trascendencia", explora algunos aspectos del mundo de la vida que se orientan hacia los límites de la experiencia y se dirigen a la posibilidad de expandir correlativamente el método de la fenomenología. Al hacerlo reencuentra transfigurados los temas enfocados en los capítulos previos. Emmanuel Falque, en "La práctica fenomenológica de la filosofía medieval", trata de mostrar la actualidad del pensamiento medieval y la posibilidad de aprender de él mediante una aplicación del procedimiento fenomenológico descriptivo a la interpretación de los filósofos medievales. Su ensayo gira en torno a las cuestiones de la relación con Dios, con el cuerpo vivido o carne y con el otro, lo que le permite reconsiderar de modo particular, en su contribución "Leer el mundo en el Medioevo: Hugo de San Víctor", el pensamiento de este autor subrayando la relación entre la lectura y la vida. Entre ambos textos, "El tiempo y el milagro: el sentido religioso del tiempo en el pensamiento de Bernhard Welte" de Ángel Garrido-Maturano amplía la reflexión fenomenológica sobre la temporalidad apropiándose de la meditación del teólogo y filósofo alemán, quien diferencia entre la temporalidad constituida y el tiempo como indisponibilidad que sale al encuentro. Busca en este último indicaciones para un "acceso filosófico genuino al sentido religioso del tiempo" (p. 212). Su derrotero recorre un camino signado por cuatro estaciones. La primera es de índole metodológica, la segunda se centra en las dimensiones de la temporalidad vivida y muestra una donación que trasciende los éxtasis temporales a la vez que es su condición de posibilidad; la tercera, por su parte, se orienta al instante como el acaecimiento de una consumación que da sentido a la donación misma del tiempo. La última examina la oración como modo de corresponder a una experiencia especial del tiempo, la del rato (Weile), en la que aquel no es constituido subjetivamente sino que "se nos concede o da temporaciándose desde sí mismo" (p. 233). Se trata de un modo destacado de relacionarse con el tiempo en el que se deja que el tiempo sea y madure, que acaezca y llegue a su consumación.
            Las traducciones confeccionadas para este volumen han estado a cargo de Aníbal Fornari y Dante Klocker (M. Foessel); Ruth Casabianca (A. Ales-Bello); Ana Galimberti (E. Falque), Luis Rabanaque, Patricio Mena Malet y Enoc Muñoz (C. Romano).