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versión On-line ISSN 1666-485X

Tópicos  no.31 Santa Fe jul. 2016

 

ARTÍCULOS

"¡No pienses, mira!": aspectos, persuasión y filosofía en Wittgenstein.

 

Federico Burdman*

 


Resumen: En este trabajo me propongo explorar algunas consecuencias que implica adoptar una lectura disolutoria fuerte de las Investigaciones Filosóficas de Wittgenstein. A tal fin, recorreré los textos clave para la lectura disolutoria y exploraré la relación que tal concepción guarda con el estilo de composición de la obra, a partir de la clarificación del tipo de objetivo que Wittgenstein se propone. A partir de allí, desarrollaré las consecuencias que supone el modo wittgensteiniano de entender la terapia filosófica sobre los recursos argumentativos con que puede desarrollarse dicha empresa, en términos del contraste entre argumentación y persuasión. Finalmente, propondré que el trabajo del terapeuta filosófico que pretende llevarnos a ver el lenguaje de otra manera puede iluminarse a partir de un paralelismo con el tratamiento wittgensteiniano de la visión de aspectos.

Palabras clave: Wittgenstein, filosofía, argumentación, persuasión, visión de aspectos

Abstract: In this paper I explore some of the consequences of adopting a strong dissolutory reading of Wittgenstein's Philosophical Investigations. I start by discussing the key texts in support of the strong dissolutory reading, and then moving on to the connection between that reading and the work's literary style, in view of the kind of goal Wittgenstein is portrayed as pursuing. I then go on to develop the consequences of Wittgenstein's understanding of the scope of philosophical therapy in terms of the argumentative resources available to a project defined in his terms, with special consideration to the contrast between argumentation and persuasion. Finally, I propose that we see the work of the philosophical therapist who aims at getting us to see language differently as akin in certain respects to the Wittgensteinian treatment of aspect-seeing.

Key words: Wittgenstein, philosophy, argumentation, persuasion, aspect-seeing


 

La figura de Wittgenstein ha sido asociada en múltiples ocasiones a la de un filósofo incomprendido. Muchos testimonios directos sobre su vida y su trabajo en Cambridge dan cuenta de la falta de comprensión mutua que signó su vínculo con el ambiente académico e intelectual de la Inglaterra de su época. Quienes se inscribían en sus cursos, atraídos por su popularidad, los abandonaban con frecuencia ante la imposibilidad de manejar las coordenadas infrecuentes en que tenían lugar los debates que proponía,[1] y él mismo advertía a sus alumnos repetidamente que los puntos que su trabajo intentaba desarrollar eran totalmente malentendidos por ellos.[2] La acusación alcanzó, como es famoso, al propio Bertrand Russell, su primer mentor e introductor en el mundo de Cambridge, cuya presentación del Tractatus fue rechazada por Wittgenstein como totalmente fuera de foco.[3]
La reacción predominante en la recepción de las ideas filosóficas de Wittgenstein fue considerar que sus repetidas expresiones de este desencuentro intelectual debían ser entendidas como uno más de los inusuales rasgos de personalidad que mostraba, y que lo distinguían del académico medio de Cambridge. Moore, en su evaluación formal de la disertación doctoral de Wittgenstein, calificó al suyo como el trabajo de un "genio",[4] y esa calificación puede ser vista al mismo tiempo como una valoración de la calidad de su trabajo y como un modo de neutralizar o asimilar las características infrecuentes que mostraban tanto sus escritos como su estilo y su personalidad. Intentando el camino contrario, Janik y Toulmin propusieron como hipótesis, en su libro clásico sobre los orígenes del pensamiento de Wittgenstein (Wittgenstein's Vienna), que el desacuerdo entre éste y el ambiente de la filosofía analítica clásica era genuino y que buena parte de la imagen de excentricidad que rodeaba al pensamiento de Wittgenstein era simplemente un reflejo de la gran dificultad que suponía forzar la asimilación de sus ideas y su tratamiento de los problemas filosóficos al esquema de problemas e ideas habituales para la filosofía inglesa de su época.
En los últimos años, varias publicaciones han vuelto a poner de relieve una discusión similar en espíritu a la discusión propuesta por Janik y Toulmin, sólo que enfocada específicamente en el modo en que la recepción de la filosofía de Wittgenstein elaboró su concepción de los problemas filosóficos como pseudo-problemas. En la bibliografía dedicada a la obra de Wittgenstein ha sido común adjudicarle, en sus diversos períodos, posiciones conductistas, o infinitistas, o la defensa de una teoría del significado en términos de condiciones de aseverabilidad, o la demostración de la imposibilidad por principio de un lenguaje privado, o la defensa de una posición realista o anti-realista. Estas lecturas tienen todas ellas como punto de partida diversos pasajes del corpus wittgensteiniano que pueden sugerir ese tipo de posiciones pero, al mismo tiempo, y como muchos también han señalado, se genera de este modo una fuerte disonancia con los numerosos pasajes en que Wittgenstein afirma que su enfoque ante los problemas filosóficos es enteramente terapéutico y a-teórico. Los trabajos reunidos por Crary y Read bajo el provocador título de El nuevo Wittgenstein (2000) proponen, por el contrario, lo que llamaremos una lectura disolutoria fuerte, según la cual, para leer a Wittgenstein en sus propios términos, debemos comenzar por aceptar que su visión de los problemas filosóficos era enteramente negativa y que él no concebía a su tarea filosófica como la de proponer teorías de ningún tipo. Una línea similar es propuesta por Fogelin en su libro más reciente, Tomarle la palabra a Wittgenstein (2009), donde destaca la importancia de tomarnos en serio las repetidas observaciones de Wittgenstein sobre sus intenciones disolutorias, basadas en su modo de entender la naturaleza de los problemas filosóficos.[5] Es excesivo, desde ya, calificar de "nueva" a la lectura disolutoria fuerte, como hacen Crary y Read, pero su hipérbole estratégica es indicativa de lo usual que ha sido identificar diversas doctrinas positivas en la obra de Wittgenstein, ignorando sus propias advertencias o neutralizándolas mediante el recurso de verlas como parte de los rasgos excéntricos de su personalidad o de su estilo filosófico heterodoxo.
En este trabajo me propongo explorar algunas consecuencias que implica adoptar una lectura disolutoria fuerte de las Investigaciones Filosóficas[6] (en adelante, IF) a la hora de pensar el estilo de exposición utilizado por Wittgenstein y el estatus epistémico de sus procedimientos argumentativos. A tal fin, en la próxima sección presentaré las líneas centrales de la lectura disolutoria, para luego explorar la relación que tal concepción guarda con el estilo de composición de IF, a partir de la clarificación del tipo de objetivo que Wittgenstein se propone. Luego, en la tercera sección desarrollaré las consecuencias que supone el modo wittgensteiniano de entender la terapia filosófica sobre los recursos argumentativos con que puede desarrollarse dicha empresa en términos del contraste entre argumentación y persuasión. Finalmente, en la última sección propondré que el trabajo del terapeuta filosófico que pretende llevarnos a ver el lenguaje de otra manera puede iluminarse a partir de un paralelismo con el tratamiento wittgensteiniano de la visión de aspectos.

  1. La lectura disolutoria fuerte

El principal obstáculo para entender a Wittgenstein como un filósofo puramente disolutorio está dado por la dificultad de suscribir una visión de la filosofía tan extrema. De hecho, podemos pensar fácilmente en muchos filósofos que fueron influenciados por diversos aspectos del pensamiento de Wittgenstein pero pocos o ninguno que hayan aceptado sin reparos su visión negativa de los problemas filosóficos y de la tarea de la filosofía.[7] En términos de la hipótesis de Janik y Toulmin, podemos resumir este punto como la gran dificultad que supone asimilar la singularidad de la posición de Wittgenstein dentro del panorama de la filosofía analítica clásica.[8] Al mismo tiempo, las lecturas tradicionales que de diversas maneras pretendían ubicar a Wittgenstein como defendiendo tesis positivas particulares dentro de los debates usuales en diferentes áreas de la filosofía, debían pagar un precio fuerte al verse obligadas a ignorar o interpretar de un modo ad hoc los muchos y conocidos pasajes de IF sobre la naturaleza de los problemas filosóficos; y, de modo complementario, suponían ver a su estilo de escritura como un rasgo inesencial de su pensamiento, y presumiblemente como un escollo a superar para poder extraer las teorías filosóficas escondidas detrás de él. 
Si nos remitimos al texto mismo de IF, sin embargo, los rasgos centrales de la posición de Wittgenstein sobre el modo adecuado de enfrentar los problemas filosóficos parecen abonar la lectura disolutoria fuerte de un modo directo. Los problemas filosóficos que nos mantienen cautivos, como bajo un embrujo, surgen de una mala comprensión del lenguaje y, en particular, surgen de una inclinación a malentender el lenguaje (§109). Y los problemas filosóficos son sólo eso, de modo que al advertir el error en la comprensión del lenguaje del que surgen, el problema mismo desaparece completamente (§133). A la luz de este diagnóstico, la tarea a realizar frente a una pregunta filosófica incluirá de modo central una descripción adecuada de algunas al menos de nuestras prácticas lingüísticas, cuyo fin no es otro que señalar el malentendido y recordarnos algunos hechos familiares sobre el uso lingüístico que, a fin de cuentas, se encuentran perfectamente "a la vista" y todos conocemos (§126). En particular, una vez alcanzada esa descripción, no sólo no habremos realizado con ella una teorización filosófica, sino que ya no sentiremos la necesidad o la urgencia por involucrarnos en tal empresa ya que nuestra sensación misma de que hay una pregunta que debemos responder habrá desaparecido. En este sentido es que la resolución de nuestras inquietudes filosóficas no es algo que dependa en absoluto de algún tipo de descubrimiento intelectual sino sólo de advertir ciertos hechos acerca del lenguaje que conocíamos desde el principio pero que el embrujo de nuestro pensamiento tiende a hacernos olvidar. Así es que el resultado de la investigación filosófica de Wittgenstein "deja todo como está" (§124).
Respecto de qué tipos de errores en el uso o la comprensión dan lugar a las dificultades, la más significativa de las sugerencias de Wittgenstein es que el filósofo considera expresiones fuera de todo contexto o fuera del contexto en que esas expresiones son comúnmente usadas (§96) y cree encontrar, al considerar esas expresiones fuera del contexto que les da vida, algo inquietante o misterioso en lo que esas expresiones significan o en las cosas a las que refieren o parecen referir. Las dificultades con la comprensión del lenguaje, o de ciertas expresiones en particular, surgen cuando el lenguaje "se va de vacaciones" (§38) o cuando sigue andando como un motor que marcha sobre el aire, desligado de la carga de trabajo que da sentido a su movimiento (§132). A lo largo de IF, encontraremos que Wittgenstein vuelve una y otra vez a preguntarse si el modo en que se está usando una palabra en el planteo de un problema determinado se corresponde con el modo en que la palabra es realmente usada "en el lenguaje que es su casa" (§116).
En muchas ocasiones, nos vemos inclinados a ignorar los diferentes modos en que una expresión aparentemente problemática es usada, a partir de una tendencia a generalizar algún rasgo que una expresión tiene en un juego de lenguaje determinado a todos los usos de esa expresión. Nuestro problema radica, en esos casos, en la dificultad de ver qué tan variado nuestro uso lingüístico realmente es.[9] Ante la multitud de formas de uso delicadamente diferentes, nos encontramos con que podemos dominarlas perfectamente en los diferentes contextos prácticos en que las usamos pero no tenemos ninguna idea clara de cuántas diferencias realmente reconocemos cuando hablamos y de las conexiones sutiles que hay entre ellas. Si hubiese algún sentido en que nuestra gramática ordinaria muestra carencias o falencias, éste derivaría de que no nos resulta sencillo alcanzar una "visión sinóptica" de ella, y que esa carencia es una "fuente principal" de los problemas filosóficos (§122). Sin embargo, es crucial aquí insistir en que, desde esta perspectiva, todo lo importante para la investigación filosófica se encuentra ya a la vista ante nosotros desde el primer momento; no necesitamos aprender nada nuevo ni descubrir nada oculto respecto del lenguaje ni de nosotros mismos, sino sólo considerar conjuntamente cosas que ya sabemos.[10]
Según las notas de Moore, en sus clases Wittgenstein resaltaba que la importancia de su trabajo consistía no en el descubrimiento de verdades acerca del lenguaje sino en el descubrimiento de un método para lidiar con las preguntas filosóficas.[11] Este método o conjunto de métodos consiste en el tipo de examen del uso lingüístico al que antes hacíamos referencia y es lo que Wittgenstein denomina una investigación gramatical (§90). Se trata esencialmente de un tipo de relevamiento del uso lingüístico efectivo en el que participamos, esto es, una investigación sobre el habla ordinaria, cuyo objetivo Wittgenstein caracteriza como el establecimiento de un orden determinado en nuestro conocimiento del lenguaje (uno de los muchos órdenes posibles, §132) o, según vimos, como el logro de una visión de conjunto sobre nuestro uso de determinadas palabras, el tipo de visión de conjunto sin el cual podemos caer en graves malentendidos. En términos más concretos, la investigación gramatical puede involucrar una amplia gama de diferentes tipos de procedimientos. Encontramos a Wittgenstein en ocasiones imaginando un juego de lenguaje en que un tipo de explicación usual en filosofía funcione (§2, §48), buscando "casos intermedios" en la aplicación corriente de ciertos conceptos (§122) o, con más frecuencia, ofreciéndonos diferentes "objetos de comparación" (§130). Podemos pensar a la admonición que nos presenta Wittgenstein en IF (§66) como el lema general detrás del recurso a estos diferentes procedimientos y, de hecho, como una caracterización de la inclinación de todo su tratamiento de los problemas filosóficos tradicionales: "¡No pienses, mira!"
Wittgenstein caracteriza en varias ocasiones su modo de encarar los problemas filosóficos como un tipo de terapia (§133, §255), a los problemas filosóficos mismos como una enfermedad y a los filósofos como personas que precisan curarse de ciertas enfermedades del entendimiento.[12] La diversidad de procedimientos a los que apela Wittgenstein ante los diferentes problemas que trata parece reflejar la heterogeneidad de las enfermedades filosóficas, que no pueden ser atacadas según un único método sino que requieren tratamientos tan específicos como las confusiones conceptuales particulares que les dan lugar (§133).[13] Sin embargo, un rasgo común emparenta a los diversos pasos en falso de los filósofos, en cuanto éstos no sólo se enredan en estas perplejidades por la mala comprensión del uso lingüístico, sino que adoptan una actitud determinada frente a esa perplejidad: emprenden la construcción de teorías filosóficas con la esperanza de hacer algún descubrimiento intelectual que haga que ese rasgo determinado del lenguaje deje de provocar perplejidad y quede, finalmente, explicado. En ocasiones Wittgenstein sugiere incluso que los problemas filosóficos surgen de adoptar ante nuestra perplejidad una actitud basada en el modelo de las ciencias, como si pudiéramos en filosofía plantear problemas acerca de la realidad y responderlos del modo en que las ciencias lo hacen.[14] Nos parece entonces "como si tuviéramos que penetrar los fenómenos", cuando todo lo que realmente necesitamos es "acordarnos (…) del tipo de enunciado que hacemos sobre los fenómenos" (IF, §90).
El diagnóstico wittgensteiniano sobre la naturaleza de los problemas filosóficos lleva así a una conclusión no-ambigua y expresada reiteradamente en el texto de IF: el modo correcto de proceder en respuesta a las preguntas filosóficas no involucra la presentación de ninguna tesis filosófica. La filosofía no explica nada, sino que sólo describe, y sólo lo hace con vistas a un fin particular (§127), en la medida en que ese examen es necesario para llevar a nuestras preocupaciones filosóficas a la tranquilidad. Para el Wittgenstein de IF, la filosofía no es un intento por decir algo que no puede ser dicho de esa manera, sino que no tiene nada para decir. Dado que todo lo que puede hacerse realmente frente a los problemas filosóficos es recordarnos ciertos hechos conocidos acerca del uso del lenguaje, si quisiéramos entender a esas observaciones como "tesis" filosóficas encontraríamos que éstas no pueden ofrecer ninguna explicación profunda de los fenómenos sino, a lo sumo, banalidades con las que nadie dejaría de estar de acuerdo (§128).

  1. La cuestión del estilo desde la lectura disolutoria

Los intentos de leer a Wittgenstein como defendiendo diversas tesis filosóficas particulares suponen ignorar o interpretar de un modo ad hoc los numerosos pasajes de IF y de otras obras donde Wittgenstein presenta su diagnóstico sobre los problemas filosóficos como confusiones conceptuales e identifica la respuesta correcta ante ellos como una terapia de consecuencias disolutorias. Sin embargo, las lecturas de ese tipo deben enfrentar un problema elemental en la medida en que, si el objetivo de Wittgenstein hubiese sido defender tesis filosóficas positivas como respuesta a los problemas que trata, parecería al menos raro que la presentación y defensa de esas tesis no proceda nunca de modo directo en el texto. En particular, no encontramos en Wittgenstein nada parecido a un tratamiento lógicamente ordenado de un problema sino una sucesión de observaciones relativamente breves, a veces aisladas y otras veces como secuencias de observaciones relacionadas sobre un mismo tema. A lo largo de cualquiera de sus obras, además, estas observaciones pueden referirse a temas diferentes, cuyas conexiones distan muchas veces de ser obvias. Con frecuencia encontramos también parágrafos en que solamente se plantea una pregunta para nuestra consideración y el contenido mismo de las observaciones es muchas veces altamente metafórico, casi aforístico. Se ha vuelto común entonces ponderar el estilo de composición de Wittgenstein como reflejando su personalidad heterodoxa, como un modo de exposición de su pensamiento filosófico que nos obliga a la trabajosa tarea de desmalezar y pasar en limpio las tesis filosóficas presentadas de este modo anómalo, fuese esto por capricho o por un impráctico criterio estético de su autor. Así, la aparente fragmentariedad del texto es vista como un escollo a superar y, en particular, como un rasgo que podemos dejar de lado para reconstruir a partir de esos fragmentos las teorías implícitas detrás de sus observaciones individuales.
Es posible que haya algo de cierto en la idea de que parte, al menos, del estilo de Wittgenstein respondiera a preferencias estéticas. Russell relataba, por ejemplo, que cuando señaló a Wittgenstein que debía proveer argumentos en apoyo de sus ideas en el Tractatus, éste le respondió que incluir argumentos habría arruinado la belleza del libro.[15] No obstante, parece igualmente claro que, en la medida en que nuestro objetivo sea comprender la posición de Wittgenstein en sus propios términos, la suposición de que la construcción cuidadosa y deliberada de su estilo es irrelevante para su contenido filosófico no será realmente sostenible. Wittgenstein mismo se refiere a este asunto en el prólogo de IF, donde parece reconocer como un fracaso su imposibilidad de dar una presentación más convencional a sus ideas, pero al mismo tiempo señala que esa imposibilidad se encuentra conectada con la naturaleza misma de su investigación, que "nos obliga a atravesar en zigzag un amplio dominio de pensamiento en todas las direcciones" (IF, p. 11).
La cuestión del estilo de composición de IF resulta así un punto clave para la lectura disolutoria fuerte, en cuanto se presenta como una consecuencia directa del diagnóstico de Wittgenstein sobre la naturaleza de los problemas filosóficos como confusiones conceptuales y las características del método que ha de seguirse para enfrentar tales confusiones. De este modo, si la investigación de Wittgenstein lo lleva a recorrer diferentes temas y sugerencias "en zigzag" es porque así lo exige el blanco de su ataque. En particular, esto señala la importancia crucial de comprender que su verdadero objetivo no es criticar ninguna posición filosófica particular per se, como podría esperarse de un filósofo que pretendiese defender una posición contraria a la que está atacando, sino que sólo considera posiciones filosóficas particulares como manifestaciones de la actitud filosófica por excelencia: responder ante la perplejidad (con origen en la mala comprensión del uso lingüístico) mediante la construcción de diversas ‘teorías' filosóficas que buscan "penetrar en los fenómenos". El punto crucial para nosotros es que identificar a esta actitud teórica (como la llama McGinn)[16] como el blanco principal de sus ataques tiene consecuencias directas para la apreciación de su estilo de composición y, como veremos más adelante, para la evaluación de los recursos argumentativos con que puede enfrentarse a un "rival" tan escurridizo. La lectura estándar de un texto filosófico, al menos dentro de la tradición analítica, implica verlo como defendiendo o atacando alguna tesis filosófica particular, y el que no pueda entenderse a Wittgenstein en estos términos es parte de lo que antes llamábamos su singularidad dentro del menú de opciones filosóficas. En la medida en que no ofrece una solución a los problemas sino un tratamiento ante la perplejidad con consecuencias disolutorias, su objetivo no consiste en probar o refutar ninguna tesis sino en producir un cierto cambio sobre nuestro modo de pensar, un cambio consistente en advertir ciertas conexiones que de otro modo habríamos pasado por alto y que nos lleve a ver ciertos asuntos familiares de otra manera, bajo otra luz o bajo otro aspecto, uno diferente del modo en que resultan problemáticos.
De este modo, la dificultad para asimilar el estilo de composición de los textos de Wittgenstein es también en buena medida un reflejo de la misma dificultad que involucra aceptar que su tarea es enteramente terapéutica y disolutoria. Esto supone entender que si Wittgenstein no escogió un modo lógicamente ordenado y directo de presentar sus doctrinas es porque, en un sentido importante, no estaba ofreciendo ninguna doctrina. Y, lo que es más importante, implica reconocer que el fin terapéutico de sus observaciones no podría ser alcanzado mediante la formulación de ciertas tesis negativas acerca de la filosofía o de los problemas filosóficos tradicionales; su estilo está concebido con el objetivo de lograr una forma de persuasión, de operar un cambio en el modo en que estamos acostumbrados a ver los problemas filosóficos que no podría ser alcanzado a través de un procedimiento directo y explícito.
De aquí resultan algunas ideas que vale la pena mencionar rápidamente. Para empezar, Wittgenstein mismo parecía concebir este proceso de reorientación de nuestra mirada filosófica como un proceso realmente difícil, y eso se encuentra sugerido ya en la imagen de su filosofía como terapia, en la medida en que ésta representa un proceso trabajoso y prolongado. Más aun, hay un sentido en que este proceso de reorientación no puede sino ser un trabajo individual. Esto no implica que el punto de vista contenido en IF sea "místico" o no pueda ser comunicado, pero sí parece implicar, a ojos de Wittgenstein al menos, que no puede ser operado sólo mediante la suscripción de ciertas formulaciones generales, sino que debe ser el resultado de un proceso acumulativo y gradual de desenredar lo que se encuentra enredado. Esto parece ser también lo que tenía en mente Cavell al comparar el estilo de IF con el género de la confesión y al ver a la obra como exigiendo del lector, y tratando de inducir en el lector, una suerte de auto-examen que subraya también su analogía con una terapia en el sentido freudeano. [17] De este modo, si Wittgenstein afirmaba que todo lo que el lector pudiese hacer por sí mismo debía ser dejado para que lo hiciera el propio lector,[18] no debemos entender esto como una decisión arbitraria o basada en ideas generales sobre estilo literario, sino como una exigencia propia del enfoque terapéutico.

  1. Argumentación, persuasión y aspectos

Ceñirnos a una lectura disolutoria fuerte e identificar a la ‘actitud teórica' del filósofo como el blanco de ataque por excelencia de Wittgenstein tiene también consecuencias importantes, aunque más raramente notadas, sobre las características de sus procedimientos argumentativos. Por un lado, nos ayuda a ubicar al método de Wittgenstein como un método de respuesta, que deriva su propósito y sus características del hecho de que los filósofos se enredan en ciertas dificultades. Así, no resulta casual que el comienzo mismo de IF esté dado por la cita de un texto en que un filósofo plantea un problema y esboza una "teoría" frente a él. También con frecuencia sus clases, al igual que sus textos, se desarrollaban bajo una forma de conversación o diálogo que tomaba su dirección de la tentación de proponer diversas tesis filosóficas.[19] Durante la década del 30, Wittgenstein le decía a Waismann: "Escribí una vez: el único método legítimo de hacer filosofía consiste en no decir nada y dejar a los otros la tarea de afirmar algo [Tractatus 6.53]. Todavía soy de la misma opinión".[20] Y un poco más adelante: "Así, pues, le señalaría al otro qué es lo que propiamente está haciendo y me guardaría de cualquier otra afirmación. Todo, por ende, debe jugarse dentro de la gramática".[21]
Este tipo de observaciones parece avalar la comparación de Fogelin (1994: 9-10) entre el enfoque terapéutico de Wittgenstein y los procedimientos del escéptico pirrónico, que se abstiene de realizar ninguna afirmación por sí mismo, al tiempo que enfrenta mediante críticas internas a los intentos dogmáticos por afirmar tesis filosóficas. Contra Fogelin, sin embargo, el procedimiento terapéutico de Wittgenstein no se limita a señalar problemas en los argumentos de su oponente circunstancial, sino que despliega una amplia serie de estrategias destinadas a operar un cambio en nuestro modo de ver la cuestión aparentemente problemática, cambio que Wittgenstein caracteriza en las Lecciones sobre estética a partir del contraste clásico entre argumentación y persuasión:

He llamado su atención en numerosas ocasiones sobre determinadas diferencias; por ejemplo, en estas clases he intentado mostrarles que la infinitud no es tan misteriosa como parece. Lo que estoy haciendo es también persuasión. Si alguien dice: "no hay diferencia", y yo digo "hay una diferencia", estoy persuadiendo, estoy diciendo "no quiero que vean esto de ese modo" (…). En cierto sentido, estoy haciendo propaganda en favor de un estilo de pensamiento y en contra de otro. Sinceramente, el otro me produce aversión. También estoy tratando de exponer lo que pienso. Sin embargo estoy diciendo: "por amor de Dios, no hagan eso".[22]

Para una lectura disolutoria fuerte, apreciar este punto resulta central para comprender la naturaleza del proyecto filosófico de Wittgenstein. Con frecuencia se ha atribuido a sus obras, y en especial a IF, el desarrollo de diferentes argumentos,[23] y sería insensato negar que Wittgenstein recurre a diversos procedimientos que, en un sentido amplio, no-técnico, sin duda cabría llamar "argumentativos". Sin embargo, es crucial para entender a Wittgenstein en sus propios términos advertir que sus objetivos en muchas ocasiones no podrían ser servidos por lo que llamaríamos "argumentar" en un sentido estricto, sino que debemos ubicarlos en el orden de la persuasión, como un conjunto de procedimientos cuyo objetivo central es operar un cambio sobre nuestro modo de percibir las cuestiones aparentemente problemáticas,donde el tipo de cambio que interesa es uno que no podría operarse mediante la defensa directa de una serie de tesis negativas acerca de la filosofía o acerca de algún problema filosófico en concreto.
Esta referencia al objetivo de Wittgenstein como un objetivo de persuasión merece una ampliación, ya que una larga tradición filosófica, que se remonta a Platón y a su polémica contra la sofística, ha pensado la persuasión en términos causales, no-epistémicos o no-racionales, y por tanto como una forma ilegítima de argumentación o, en todo caso, como una forma no-argumentativa (no abierta a crítica) de producir efectos sobre el otro. Una primera cuestión central para valorar este punto es que el tipo de contraste entre persuasión y argumentación que supone esta tradición platónica tiene sentido en la medida en que estemos considerando un asunto sobre el que una argumentación directa destinada a justificar una posición sea efectivamente posible. Ésa es la objeción razonable que puede presentarse a la estrategia del sofista ante el tribunal: apelar a efectos persuasivos donde nos sentimos obligados a exigir otro tipo de pruebas o argumentos. Por el contrario, el modo más iluminador de entender la tarea de Wittgenstein consiste, como antes sugerimos, en verla como el intento de producir un cambio en nuestro modo de mirar las cosas que excede lo que puede lograrse "probando" la falsedad de una tesis filosófica determinada.[24]
Este tipo de problemática epistémica acerca de los límites de lo argumentable es el tema central del Sobre la certeza (SC); y la consideración de las ideas que Wittgenstein elabora allí puede resultar clarificadora para entender el alcance de sus observaciones acerca del contraste entre argumentación y persuasión. La descripción de la práctica epistémica de dar y pedir razones que desarrolla allí Wittgenstein tiene como resultado advertir que la capacidad para argumentar a favor de nuestras creencias tiene límites; en particular, tiene límites marcados por las movidas lingüísticas que aceptamos sin justificación y que funcionan como el marco dentro del cual nos es posible argumentar en primer lugar. En otros términos, sólo podemos ofrecer razones propiamente en conversación con alguien que ya acepte el marco de referencia que nuestra posición está suponiendo. Si, en cambio, lo que pretendemos es abrir una discusión ante la falta de tal marco común, o queremos hacer advertir a otro la insuficiencia o inadecuación del marco desde el cual está planteando una posición o problema determinado, en ese punto nuestra capacidad para argumentar, para dar razones, llega a su fin rápidamente. Así sucedería ante un encuentro con una comunidad que tenga creencias muy diferentes de las nuestras en puntos básicos de nuestra imagen del mundo. Podríamos entablar un debate, dar y pedir razones con alguien que acepte las coordenadas dentro de las cuales nuestras razones operan, pero si se tratase, en cambio, de justificar el marco básico desde el cual estamos argumentando sólo podríamos intentar convertir a nuestro interlocutor a nuestro modo de ver el mundo (SC,§92). Estaríamos entonces intentando imponer nuestro modo de usar el lenguaje y combatiendo el modo de usar el lenguaje que se le opone (SC,§262). Y esto sucedería a través de un ejercicio de persuasión: "Dije que ‘combatiría' al otro, -¿pero entonces no le daría razones? Claro; ¿pero hasta dónde alcanzan? Al final de las razones está la persuasión. (Piensa en lo que sucede cuando los misionarios convierten a los nativos)."(SC,§612).
Donde se agotan las razones lo que podemos hacer es tratar de convertir a nuestro interlocutor a nuestro modo de ver la cuestión, instarlo a adoptar nuestro modo de usar el lenguaje. Y lo que estos pasajes de Sobre la Certeza sugieren es la misma idea de persuasión a la que recurre Wittgenstein para caracterizar el tipo de cambio que su trabajo filosófico pretende generar, no como la refutación de ciertas creencias u opiniones ni, del mismo modo, como un intento de demostrar la verdad de cierta tesis, sino como el intento de llevar a su interlocutor a ver un asunto determinado bajo una luz diferente.
En los trabajos filosóficos de Wittgenstein el esfuerzo de persuasión se lleva adelante mediante el señalamiento de ejemplos paradigmáticos, la presentación de preguntas y de descripciones que apuntan a resaltar ciertas semejanzas y a atenuar la importancia relativa de otras. En cuanto al estilo, son textos compuestos por observaciones casi aforísticas, con un uso muy determinado de las metáforas y volviendo una y otra vez sobre los mismos puntos desde diferentes ángulos. Esfuerzos de ese tipo no responden a una concepción convencional de qué es un argumento, al menos desde la concepción de la larga tradición platónica, sino que pretenden tener sobre el lector la fuerza suficiente para llevarlo a ver los aparentes problemas bajo una luz diferente.
En el pasaje que antes citamos de las Lecciones sobre estética, Wittgenstein insistía en que, en última instancia, su intervención en filosofía estaba enfocada en persuadir a su interlocutor para que mirase a los problemas filosóficos de otra manera; no para que mirase en otra dirección, sino para que mirase eso que está delante bajo una luz diferente. Si entendemos el propósito de Wittgenstein de esta manera, parece natural recordar su tratamiento de las dificultades conceptuales relacionadas con la visión de aspectos en la segunda parte de IF (xi), aun cuando éste sea usualmente entendido como un problema específico de filosofía de la percepción.[25] Aun si esto fuese así, la analogía entre las formas del ver-como involucrado en la visión de aspectos y la adopción de una mirada filosófica es una analogía importante para Wittgenstein y que puede resultar iluminadora para comprender el papel de la persuasión dentro de su enfoque terapéutico.
El problema que ocupa a Wittgenstein en esta sección del texto es la descripción de una región difícil de casos de ver-como, donde el modo en que hablamos acerca de percepción y sensación se entremezcla de formas sutiles con el modo en que hablamos acerca de pensamiento e interpretación. Wittgenstein se pregunta una y otra vez qué decimos exactamente al decir que estamos viendo algo de acuerdo a una interpretación, y cómo es que en la experiencia de la visión de aspectos nada cambia en la figura misma al tiempo que, en otro sentido, todo cambia respecto de ella cuando pasamos de verla de un modo a verla de otro. Y todo ello refleja puntos importantes del acercamiento wittgensteiniano a los problemas filosóficos. En primer lugar porque la terapia que Wittgenstein lleva a cabo pretende cambiar el modo en que percibimos ciertos usos del lenguaje, en los que vemos ocasión para una inquietud filosófica, llevándonos a ver esa región del lenguaje bajo una luz diferente, bajo la cual lo que daba ocasión a nuestra perplejidad se haya desvanecido; y al mismo tiempo, ese trabajo no supone revelar nada nuevo, ya que la filosofía, a diferencia de la ciencia, no produce ningún descubrimiento, sino simplemente nos lleva a considerar de un modo diferente lo mismo que siempre estuvo presente a nuestra vista. Y esto implica que, si bien hay un sentido en que la filosofía "deja todo como está" (§124), eso no es realmente incompatible con que haya otro sentido en que nuestra mirada sobre los asuntos que discutimos en filosofía cambie decisivamente. El resultado de la terapia wittgensteiniana está pensado como un cambio total de nuestro modo de ver ciertos aspectos del lenguaje, con el objeto de llevar la filosofía a la tranquilidad.
Si extendemos la analogía, el modo en que funciona la visión de aspectos puede ser una buena imagen también para comprender el alcance del carácter ‘persuasivo' de la estrategia filosófica de Wittgenstein. ¿Cómo podemos proceder frente a alguien cuando nuestro objetivo es lograr que el otro vea un aspecto en una figura? Desde ya no habremos logrado nada con sólo convencer a nuestro interlocutor de que realmente hay un modo de ver esa imagen en que resulta ser, por ejemplo, la imagen de un conejo; en una situación ordinaria, el punto seguramente sería rápidamente concedido (nuestro interlocutor puede tomar nuestra palabra y no poner en cuestión que pueda verse la imagen de esa manera) pero con ello no habremos logrado realmente nada, del mismo modo que el cambio que pretende generar en nosotros la terapia wittgensteiniana no puede consistir en la mera defensa directa de una tesis negativa acerca de los problemas filosóficos ya que eso por sí solo no bastaría para curarnos de la sensación de que la pregunta filosófica revela un problema significativo. ¿Cómo podríamos hacer que nuestro interlocutor vea a la figura como un conejo? Una estrategia posible, la más usual probablemente, sería señalar a ciertos aspectos de la figura que resultan claves al verla como la figura de un conejo; por ejemplo, señalar dónde se ubica de este modo el pico, cuál es la orientación de la cabeza, etc. Al hacer eso, podemos agregar, no estamos señalando nada que nuestro interlocutor no esté viendo al igual que nosotros, sino señalando que eso es importante, sugiriendo que debería tenerlo en cuenta de un modo en que parecería no haberlo tenido en cuenta hasta ese momento. Y podemos pensar que esto es análogo al procedimiento de la investigación gramatical wittgensteiniana, llamando nuestra atención sobre diferentes aspectos conocidos acerca del uso lingüístico cotidiano. Otra estrategia posible, que también tiene ecos en el enfoque terapéutico, sería poner a la imagen en contextos diferentes; ubicarla, por ejemplo, como parte de una serie de figuras de conejos, similares en aspectos relevantes, que ofrezcan una clave al presentar un ‘objeto de comparación' con similitudes y desemejanzas, que nos permita ver las conexiones entre los miembros de la serie. Este es el sentido en que muchas de sus observaciones sobre la visión de aspectos podrían ser también una caracterización de su procedimiento a lo largo de toda la primera parte de IF, en cuanto su intento por cambiar la luz bajo la cual vemos ciertas regiones del lenguaje procede a través de recordarnos la diversidad del uso lingüístico efectivo y hacernos notar los modos diversos en que usamos determinadas expresiones en sus juegos de lenguaje originarios; y construye diferentes casos intermedios de juegos de lenguaje ‘primitivos', de modo similar a como querríamos ubicar a la figura del pato/conejo en el contexto de una serie de figuras de conejo, como una forma de llevar al otro a descubrir por sí mismo (el único modo posible de hacerlo) un aspecto diferente de aquello que siempre estuvo a la vista.

  1. Conclusión

La lectura disolutoria fuerte del pensamiento de Wittgenstein y de su acercamiento a los problemas filosóficos, se basa en una cantidad importante de textos de IF y nos permite, además, entender el estilo heterodoxo de la obra no como una decisión arbitraria de su autor, sino como parte de una estrategia justificada a partir de la concepción de los problemas filosóficos como embrujos de nuestro entendimiento por medio de confusiones conceptuales de origen lingüístico. A partir de estos elementos, es realmente difícil imaginar cómo podría sostenerse una lectura diferente del texto de IF que no implique encontrar algún motivo para simplemente ignorar los pasajes relevantes sobre los problemas filosóficos y el enfoque terapéutico o encontrar algún motivo diferente para desestimarlos o relativizar su importancia.
Sin embargo, a pesar de que estos rasgos del pensamiento de Wittgenstein son bien conocidos y fueron señalados en muchas ocasiones, mucho más difícil resulta apreciar en su totalidad las consecuencias que implica aceptar que el acercamiento wittgensteiniano a los problemas filosóficos no supone defender ninguna tesis. En particular, como vimos, hay todo un terreno de consideraciones acerca del modo de entender los procedimientos de la terapia wittgensteiniana que puede entenderse a partir del contraste entre argumentación y persuasión, ubicando a la práctica filosófica de Wittgenstein como un intento por lograr una forma de persuasión, y, por tanto, en franca oposición a una larga tradición que piensa a la filosofía como el paradigma de la argumentación racional. Ver a los problemas filosóficos como meras confusiones conceptuales tiene, sin embargo, esa consecuencia respecto del modo apropiado de proceder frente a ellos, precisamente debido a que lo que se requiere no es ‘probar' la verdad ni la falsedad de ninguna tesis, ni producir conocimiento en ningún sentido (tarea que Wittgenstein reserva a la ciencia), sino sólo operar un cambio en nuestro modo de ver una cuestión determinada. Y en este sentido, las observaciones de Wittgenstein sobre la visión de aspectos en la segunda parte de IF cobran una relevancia especial y, en alguna medida nueva, en cuanto nos ofrecen una imagen para pensar todo el acercamiento wittgensteiniano a los problemas filosóficos y una base para pensar el tipo de procedimiento que puede llevar a un interlocutor a ver algo bajo un aspecto diferente. Entendidas de esta manera, las observaciones sobre la visión de aspectos pueden resultar iluminadoras para reconsiderar la cuestión de los límites de la práctica de dar razones y nuestro modo de enfrentar las situaciones en que las razones llegan a su fin.

 

 

Recibido: 02/2016; aceptado: 05/2016


* Lic. en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es doctorando en Filosofía por esa misma casa de estudios y becario doctoral del CONICET. Se desempeña como docente en "Introducción al Pensamiento Científico" (Ciclo Básico Común, UBA) y en "Filosofía de la mente y la subjetividad" (Filosofía, UCES), y ha publicado capítulos de libros y artículos en diversas revistas especializadas nacionales e internacionales. Dirección electrónica: federicoburdman@gmail.com

[1] Cfr. Malcolm, N., "Recuerdo de Ludwig Wittgenstein" en Malcolm, N. et al., Las filosofías de Ludwig Wittgenstein, Barcelona, Oikos-Tau, 1966, 2001, p. 43.         [ Links ]

[2] Cfr. Janik, A. y Toulmin, S., Wittgenstein's Vienna, New York, Touchstone, 1973, p. 21.         [ Links ]

[3] Monk, R., Ludwig Wittgenstein. The Duty of Genius, London: Penguin, 1990, p. 183.         [ Links ]

[4] Ibid., p. 272.

[5] Es interesante notar que este señalamiento de Fogelin en su último libro aplica, en primer lugar, a su propio libro clásico sobre Wittgenstein (Fogelin, R., Wittgenstein, 2da edición, London, Routledge, 1987) en donde presenta,         [ Links ] entre otros puntos, una lectura muy similar a la de S. Kripke (Wittgenstein on Rules and Private Language, Cambridge, Harvard University Press, 1982) sobre la ‘         [ Links ]paradoja escéptica' y la ‘solución escéptica' involucradas en los pasajes de IF sobre el tema de un lenguaje privado. Estos pasajes han sido leídos de modos muy diversos a partir de la discusión que generó en todas direcciones el argumento reconstruido por Kripke respecto del escepticismo acerca de la existencia de hechos semánticos, pero según cree ahora Fogelin ello supone ver "fuera de foco" al texto de Wittgenstein, en tanto puede perderse rápidamente de vista que su objetivo no es defender ninguna tesis filosófica. Para un recorrido completo de todas las lecturas que se propusieron en torno a estos famosos pasajes de IF, ver P. Karczmarczyk (El argumento del lenguaje privado a contrapelo, La Plata, Universidad Nacional de la Plata, 2012);         [ Links ] para un análisis de la lectura kripkeana en particular, ver G. Satne (El argumento escéptico de Wittgenstein a Kripke, Buenos Aires, Grama, 2005).         [ Links ]

[6] Wittgenstein, L., Investigaciones Filosóficas, traducción española de U. Moulines, México, UNAM-Crítica, 2002.         [ Links ] Aunque citaré también en ocasiones otros textos, pretendo centrarme en la posición de Wittgenstein en IF por limitaciones de espacio, ya que analizar este punto sistemáticamente también en el Tractatus y en los textos posteriores del "tercer" Wittgenstein (cfr. Moyal-Sharrock, D. (ed.), The Third Wittgenstein. The Post-Investigations Works, Hampshire (Inglaterra), Ashgate, 2004) excederí         [ Links ]a lo que puede hacerse consistentemente en un artículo de esta extensión. Sin embargo, y sin pretender entrar en el debate sobre la cuestión de los períodos en la obra de Wittgenstein, éste parece haber mantenido siempre al menos el hilo principal de su concepción de los problemas filosóficos como el resultado de confusiones conceptuales motivadas por una mala comprensión del lenguaje.

[7] Incluso Cabanchik, a pesar de presentar una visión terapéutica de la filosofía y de reconocer un papel centrala su diagnóstico de los problemas filosóficos como confusiones conceptuales, se detiene un paso antes de extraer de allí una consecuencia completamente disolutoria, al resguardar todavía una función positiva para la filosofía y un beneficio positivo del proceso terapéutico (cfr. Cabanchik, S., Wittgenstein. La filosofía como ética, Buenos Aires, Editorial Quadrata, 2010, p. 71).         [ Links ]

[8] Algo similar podría aplicarse a los enfoques disolutorios de Ryle y de Austin, aunque éstos parecían reconocer un papel positivo para la filosofía en el estudio sistemático del uso lingüístico que no se halla en Wittgenstein, para quien las investigaciones gramaticales sólo proceden con el fin de atender a confusiones particulares. De otro modo, el diagnóstico de ciertos problemas como ‘pseudo-problemas' era también característico del empirismo lógico, aunque en ese caso claramente no se trataba de una disolución de la filosofía, que cumpliría todavía un papel analítico muy importante en la empresa epistemológica.

[9] Wittgenstein, L., On Certainty, editado por G.E. Anscombe y G.H. von Wright, London, Harper & Row, 1969, §11.         [ Links ]

[10] También podría pensarse, como propuso P.M.S. Hacker (Insight and Illusion, edición revisada, Oxford, Oxford University Press, 1986),         [ Links ] que esta idea de una "visión de conjunto" cumple un papel similar aquí a la que cumplía la noción del "punto de vista lógico correcto" en el Tractatus, como la perspectiva desde la cual podemos advertir nuestros errores en el uso del lenguaje. Sin embargo, en el Tractatus esto involucraba todavía la idea de trascender los hechos acerca del lenguaje que están a la vista en pos de un nivel de análisis lógico profundo, explicativo del significado en su estructura superficial, que está ausente en IF.

[11] Moore, G.E., "Wittgenstein's Lectures in 1930-33", en Philosophical Papers, London, George Allen & Unwin, 1959.         [ Links ]

[12] Wittgenstein, L., Remarks on the Foundations of Mathematics, editado por G.H. von Wright, R. Rhees y G.E. Anscombe, Oxford, Basil Blackwell, p. 302.         [ Links ]

[13] Como señala S. Cabanchik ("La cuestión del método en filosofía", en O. Nudler (ed.) Filosofía de la filosofía, Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, Nº 31, Madrid, Trotta, 2010),         [ Links ] a pesar de la continuidad que marca esta posición con la orientación general del Tractatus respecto de la naturaleza de la filosofía, también supone un contraste significativo en cuanto se pierde en IF la idea de que exista un único método correcto frente a los modos diversos en que la filosofía se encuentra con el sinsentido. Sin embargo, esta insistencia en la diversidad de las confusiones conceptuales que involucran los diferentes problemas filosóficos no es realmente incompatible con identificar un tema común en la respuesta característica del filósofo frente a sus problemas, entendida como la empresa de construir teorías que permitan penetrar los fenómenos.

[14] Wittgenstein, L., Los cuadernos azul y marrón, traducción española de F. Gracia Guillén, Madrid, Tecnos, 1976, p. 46.         [ Links ]

[15] Monk, Ludwig Wittgenstein. The Duty of Genius, p. 54.

[16] McGinn, M., Wittgenstein and the Philosophical Investigations, London, Routledge, 1997.         [ Links ]

[17] Cavell, S., "The Availability of Wittgenstein's Later Philosophy", en Must We Mean What We Say?, Cambridge, Cambridge University Press, 1969.         [ Links ]

[18] Stern, D., Wittgenstein on Mind and Language, Oxford, Oxford University Press, 1995, p. 7.         [ Links ]

[19] Malcolm, N., "Recuerdo de Ludwig Wittgenstein", p. 41.

[20] Waismann, F., Ludwig Wittgenstein y el círculo de Viena, traducción española de Manuel Arbolí, México, Fondo de Cultura Económica, 1973, p. 160.         [ Links ]

[21] Ibid., p. 164.

[22] Wittgenstein, L., Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa, traducción española de Isidoro Reguera, Barcelona, Paidós, 1992, §§ 35-37. Algo similar surge también en Cultura y Valor: "Un filósofo dice "¡mira a las cosas así!" -pero en primer lugar, eso no asegura que la gente vaya a mirar las cosas de esa manera, y en segundo lugar su admonición puede estar llegando completamente tarde; es posible, además, que tal admonición no pueda conseguir nada en ningún caso y que el impulso para tal cambio en la manera en que las cosas son percibidas tenga que originarse en otro lado enteramente diferente." (Wittgenstein, L., Culture and Value, editado por G.H. von Wright, Oxford, Blackwell, 1998, p. 70).         [ Links ]

[23] Las referencias podrían ser innumerables, comenzando por la profusa literatura en torno al ya mencionado ‘argumento del lenguaje privado' (ver nota 1 arriba). Me limito aquí a añadir el ejemplo adicional de M. Pérez Otero ("El argumento anti-intelectualista de Wittgenstein sobre la comprensión del lenguaje", Theoria, 15 (1), 2000, pp. 155-169).

[24]Ubicar de este modo al trabajo de Wittgenstein en IF en el plano de la persuasión podría ser una razón más para resaltar similitudes entre la práctica filosófica de Wittgenstein y la sofística, como propuso A. Tomasini Bassols ("Los sofistas, Wittgenstein y la argumentación", Tópicos, México, 17, 1999, pp. 241-259),         [ Links ] quien sin embargo no menciona este punto. Tomasini ubica tanto a Wittgenstein como a los sofistas como filósofos ‘argumentadores' (en contraste con los filósofos constructores de teorías), pero esto no entra realmente en conflicto con los puntos que señalo aquí en cuanto Tomasini usa el término ‘argumentador' en un sentido amplio, neutral frente al sentido más determinado que implica el contraste entre argumentación y persuasión.

[25] P. Karczmarczyk ("Seguir un conejo: reglas y cambios de aspectos", en Penelas y Satne (comps.), Gramáticas, juegos y silencio: discusiones en torno a Wittgenstein, Buenos Aires, Grama, 2006) tambié         [ Links ]n propone una ampliación de la lectura usual para los textos sobre visión de aspectos, aunque en conexión con la temática wittgensteinana del seguimiento de reglas. Una colección de trabajos recientes sobre el tema se encuentra en W. Day y V. Krebs (eds.), Seeing Wittgenstein Anew. New Essays on Aspect-Seeing, Cambridge, Cambridge University Press, 2010.         [ Links ] De los trabajos reunidos allí, el artículo de S. Affeldt ("On the Difficulty of Seeing Aspects and the "Therapeutic" Reading of Wittgenstein") señala la importancia de los pasajes sobre visión de aspectos para entender el método filosófico de Wittgenstein, aunque, al contrario de lo que propondré aquí, las consecuencias que extrae de allí son contrarias a la lectura disolutoria fuerte.

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