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versión On-line ISSN 1666-485X

Tópicos  no.31 Santa Fe jul. 2016

 

RESEÑA

Miguel Benítez, Les yeux de la raison. Le matérialisme athée de Jean Meslier, Paris, Honoré Champion Éditeur, 2012, 841 pp.

 

Manuel Tizziani

UNL/CONICET

Producto de más de tres décadas de investigación,[1] el estudio que Miguel Benítez dedica al pensamiento de Jean Meslier (1664-1729) añade, actualiza y rectifica muchos de los conocimientos que al día de hoy poseemos sobre este particular cura de aldea. El volumen de páginas, así como la ingente información contenida en ellas, lo convierten en una obra de referencia imprescindible para todos aquellos que deseen realizar una indagación de calidad, no sólo sobre el pensamiento de Meslier, sino también sobre los orígenes del materialismo francés en los albores del siglo XVIII. En tal sentido, no caben dudas de que el trabajo de Benítez marca un nuevo hito en la historia de desagravio que, desde hace poco más de medio siglo, ha experimentado la figura del párroco de Étrépigny en el ámbito de la filosofía académica francesa y occidental.[2] Pues más allá de algunas excepciones, como la edición del Testament que realizara Rudolph Charles en 1864,[3] los breves estudios de Ira Wade en 1933[4] o Andrew Morehouse en 1936,[5] o referencias menores como las que pueden hallarse en las páginas de Paul Hazard,[6] la excéntrica figura del cura-ateo sólo volverá a adquirir relevancia filosófica luego del primer "Colloque international Meslier" (Aix-en-Provence, 1964),[7] realizado en conmemoración de los trescientos años de su nacimiento. Esta genealogía cuenta a su vez con otros tres momentos destacados: la publicación del clásico estudio de Maurice Dommanget, Le curé Meslier: athée, communiste et revolutionnaire sous Louis XIV (1965, reeditado en 2008), la edición de las Oeuvres complètes de Meslier[8](1970-1972) bajo el cuidado de Roland Desné, Jean Deprun y Albert Soboul, y la realización de un segundo coloquio internacional (Reims, 1974).[9] En ese marco, y aunque resulta cierto que las últimas décadas han dado lugar a varios libros,[10] algunas tesis doctorales y decenas de artículos académicos dedicados a Meslier, puede decirse que el estudio que nos ofrece Miguel Benítez establece un nuevo mojón entre esos episodios insoslayables.
El libro se encuentra dividido en tres partes: "Le testament d'un curé campagnard" (pp. 35-100), "La pensée de Jean Meslier" (pp. 101-685) y "La diffusion manuscrite du Mémoire" (pp. 687-762), las cuales se encuentran precedidas por una introducción: "Le Legs de Jean Meslier" (pp. 11-33), y sucedidas por una breve conclusión: "Un penseur radical, athée et matérialiste sans attaches significatives avec le cartésianisme" (pp. 763-771). Finalmente, Benítez añade una exhaustiva nómina bibliográfica (pp. 773-807), en la que incluye el repertorio completo de las copias manuscritas -íntegras, mutiladas y fragmentarias- de los textos de Meslier identificadas hasta el momento, una tabla analítica de las materias desarrolladas en su trabajo (pp. 809-826) y un índice de nombres (pp. 828-834); lo que da cuenta de un exhaustivo trabajo de posproducción, el que quizás pueda adjudicarse a "Bruno", a quien el autor dedica el texto agradeciendo sus "manos de artesano".
En el apartado introductorio, dedicado "al legado", Benítez reconstruye el derrotero de las copias manuscritas compuestas por Meslier, indicando que, además de los tres ejemplares que se han conservado en la Biblioteca Nacional de Francia (fr19458, fr19459, fr19460), los que Roland Desné ya había podido corroborar como autógrafos a partir de un cotejo con los libros de la parroquia de Étrépigny, el cura habría entregado otra copia a Remy Leroux, abogado libertin que, a su vez, habría permitido al cura tener acceso a muchas de sus lecturas heterodoxas. Sería este cuarto ejemplar, entonces, el que habría servido de base para la rápida difusión manuscrita de la Mémoire, la que habría llegado a convertirse en una de las vedettes de la literatura clandestina. Asimismo, Benítez sostiene que en las notas marginales a las Oeuvres philosophiques de François Fénelon se halla el origen de las críticas filosóficas a las que Meslier buscará otorgar un formato un tanto más sistemático en su testamento. Es este hecho, en efecto, el que "permitiría explicar la ausencia de toda referencia [cruzada] entre ambos textos: al momento de la redacción de las notas, la Memoria no existía" (p. 22). La introducción culmina con algunas observaciones acerca de "un fajo de sermones manuscritos" hoy desaparecidos, y acerca de una supuesta traducción del Cántico de los cánticos, también perdida. Finalmente, se incluyen dos Apéndices documentales: uno en el que se consigna la "tabla de las principales materias" contenidas en la Mémoire (pp. 25-31) y otro titulado "Abrégé de la vie de l'auteur" (pp. 32-33).
La primera parte, divida en cuatro apartados, está íntegramente dedicada a la composición de la Mémoire, partiendo de los presuntos motivos que la habrían originado. Acongojado por la miseria a la que se encuentran sometidos los feligreses de su parroquia, afirma Benítez, Meslier habría experimentado la obligación moral de develar los fundamentos sobre los que se sostiene ese "detestable misterio de inequidad" que caracteriza al Antiguo Régimen; he allí el motivo inicial del texto, el cual se dirige a los oprimidos, a los campesinos iletrados, a quienes su mensaje sólo llegará por intermedio de ces prêtres déniaisés a los que Meslier legará su obra en la última hora. "Obra informe e imperfecta", sostiene el autor del estudio, dado que no agota todos los aspectos controversiales de la religión, al tiempo que deja diversos cabos sueltos. Si creemos en la palabra de Meslier, esta situación podría responder al hecho de que el texto fue compuesto "a toda prisa y escrito con precipitación"; sin embargo, opina Benítez, "sin dudas que esta afirmación no debe ser tomada al pie de la letra" (p. 59), pues la labor de la redacción le habría insumido al menos diez años, entre 1718, momento en el que fueron editadas las obras de Fénelon, y 1729, año de su muerte. Benítez también nos ilustra sobre el hecho de que la Mémoire habría sido compuesta a partir de un borrador (enriquecido con los apuntes que Meslier tomaba de sus lecturas), al tiempo que pone de manifiesto la divergencia entre las diversas copias manuscritas redactas por el cura. Esta situación puede llevarnos a pensar que, al igual que los Essais del judicieux sieur de Montaigne, uno de los autores predilectos de Meslier, la Mémoire puede ser concebida como un texto vivo, como un trabajo en proceso de constante ampliación y corrección. Finalmente, en otra hipótesis sugerente y muy vinculada a la literatura clandestina, Benítez sostiene que Meslier aguardaba "una lectura conspirativa de su Memoria…" (p. 100), es decir, una lectura que, derruyendo los fundamentos teológicos de la dominación, preparara el terreno para el desarrollo de una revolución política y social.
La segunda parte, la más extensa y meticulosa del estudio, se encuentra destinada a desmenuzar los recodos del pensamiento de Meslier. Con ese objetivo, el abordaje de los temas se encuentra dividido en tres grandes bloques: "La critique de la religion" (pp. 103-219), "La construction du matérialisme" (pp. 221-609) y la "Critique sociale et politique" (pp. 611-685). En la primera de ellas, Benítez analiza "el examen de la religión" realizado por Meslier. A través de dicho análisis, el cura pretende develar no sólo los orígenes de la impostura religiosa, sino también su posterior consolidación como instrumentum regni. La enorme diversidad de creencias, en efecto, exhibe que ninguna religión proviene de Dios, lo que no sólo resulta un indicio de su falsedad, sino lo que también implica que todo el edificio teológico-político se sostiene sobre un único pilar: el de la fe, la cual es, por definición, una "creencia ciega". Creencia en favor de la cual, sin embargo, se intentan ofrecerse diferentes "motivos de credibilidad" (p. 143), los que también son atacados directamente por el párroco. En ese marco, Benítez reconstruye con detalle la crítica de los "milagros" (pp. 145-158), las objeciones a las presuntas "revelaciones, visiones y profecías" (pp. 159-189) y los "errores en la doctrina" (pp. 189-206), de donde no sólo se concluye la falsedad de toda religión (aunque la vapuleada directamente sea en particular la de los denominados cristícolas), sino también la inexistencia de Dios. Pues, "si hubiera realmente un Dios que quisiera hacerse amar y adorar por los hombres, debería necesariamente hacerse conocer y revelarles el culto en el cual quisiera ser honrado" (p. 207). Pero dado que esa revelación incontrovertible jamás ha sucedido, la creencia en Dios es sólo un atributo de quienes pretenden cegar les yeux de la raison.
El apartado destinado a "la construcción del materialismo" se encuentra dividido en tres secciones: "Être et connaître" (pp. 235-304), "L'être et la matière" (pp. 305-432) y "L'être et le monde" (pp. 433-610), las que se hallan precedidas por una introducción en la que se refiere a la "formation philosophique de Jean Meslier" (pp. 223-234). Allí, Benítez refiere a la doble herencia recibida por el cura: la escolástica, conocida sin embargo -según la conjetura de este interprete- antes de su ingreso al seminario de Reims, y el cartesianismo, al que Meslier accederá sin mayores dudas gracias a la lectura de Malebranche y Fénelon. Asimismo, Benítez indica que el conocimiento que el cura habría tenido del ateísmo pudo provenir de las controversias escolásticas contra "los fantasmas" de Epicuro y Spinoza. Lo que lo conduce a la conclusión de que habrían sido tales "fuentes dispares" las que habrían permitido a Meslier "construir laboriosamente su materialismo ateo… Lo que explica su originalidad, pero también sus dificultades y carencias" (p. 234). La primera sección, referida a la teoría del conocimiento, se halla destinada a analizar el "sensualismo" de Meslier, es decir, "la primacía del ser sobre la idea", análisis que Benítez divide en cuatro pasos: a) el punto de partida: la evidencia del mundo material, b) la eternidad de la materia como fundamento de las verdades eternas, c) la inexistencia de ideas innatas (como la del "infinito") y d) la ficción del ser necesario que se prueba a través del argumento ontológico. La segunda sección, destinada al ser y la materia, esto es, a la metafísica materialista desplegada por el cura, se divide en cuatro capítulos: a) el primero está destinado a analizar "la estructura de lo real: el tiempo, el espacio y la materia"; b) el segundo, al carácter eterno que reviste la materia, lo que implica también la imposibilidad de la creación; c) el tercero, a la relación entre "la materia y el movimiento", mientras que d) el último lleva por título: "El ser en general, o la tentación del panteísmo reprimida" (p. 404). La tercera sección, finalmente, se encuentra destinada a la "explicación física y moral de todas las cosas de la naturaleza" (p. 435), y también se encuentra dividida en cuatro capítulos. En el primero, Benítez refiere "a la formación de los seres", lo que de acuerdo con Meslier se explica por el movimiento de pequeñas partes de la materia (aunque esto no hace de él un "atomista", señala Benítez), así como también "a la formación del mundo", el cual se debe a la infinita combinación de un infinito número de partículas. En el segundo capítulo se analiza el comportamiento ciego y azaroso de la materia en el origen y corrupción del orden natural, mientras que en el tercero se abordan las reflexiones de Meslier acerca del carácter material del alma. En el cuarto, finalmente, se refiere a las discusiones acerca de la libertad humana, la que el cura "enérgicamente reivindica" (p. 585). En el fino tratamiento de todas estas cuestiones, imposibles de reproducir aquí, Benítez expone con detalle las discusiones que Meslier mantiene sobre todo con Malebranche y Fénelon, al tiempo que realiza una evaluación de los claroscuros de la filosofía que el cura desarrolla en su intento por dar respuesta a los deícolas cartesianos; de las legítimas cartas credenciales que exhibe su materialismo, pero también de sus problemas.
En el último bloque temático de esta segunda parte, finalmente, Benítez aborda la "crítica social y política". "Meslier juzga que la sociedad de su tiempo está enferma" (p. 613), afirma el intérprete, y que ese mal posee un doble origen: la superstición y la tiranía. En efecto, un puñado de hombres astutos y ambiciosos ha logrado dominar a una enorme cantidad, viviendo en el lujo y el ocio gracias a la fuerza de trabajo de quienes se hallan subyugados. Éstos, a su vez, no parecen contar con las luces necesarias para develar el origen de este "misterio de inequidad", tarea de descubrimiento que el cura ha intentado llevar a cabo a través de su Mémoire. Según la reconstrucción de Meslier que nos ofrece Benítez, los ambiciosos tiranos establecen su autoridad apelando "al bien público" e intentado sacralizar su dominio, sacralización para la que establecen una conveniente alianza con los sacerdotes. Éstos, a su vez, enseñan a los hombres una moral contra naturam (pp. 626-637), basada en el amor al dolor y al sufrimiento, así como también en la tolerancia de las injusticias. Al mismo tiempo, los curas sellan una "alianza entre el trono y el altar" (pp. 637-671), ofreciendo una legitimación sobrenatural a "las estructuras de poder de la tiranía, y la aceptación de los abusos que [de allí] se derivan" (p. 622). En oposición al silencio y a la complicidad de estos curas, Meslier postula la necesidad de establecer "une bonne et sage république" (pp. 672-685), la cual, aunque no es descrita de un modo sistemático, se caracterizaría por la abolición de la propiedad privada y la comunidad de los bienes, así como por una distinción moderada entre los hombres (ya que la igualdad y libertad absolutas existen sólo en el estado de naturaleza), un disfrute igualitario de las riquezas producidas por el esfuerzo del trabajo y una crianza común de "los hijos de la república" (p. 679). Para lograr ese objetivo, Meslier apela a los explotados, convocándolos a tomar consciencia de su condición, con lo que, según la opinión de Benítez, "abre la vía a la revolución" (p. 685).
La tercera parte se encuentra destinada a reconstruir la difusión manuscrita de la Mémoire. En ella, al igual que en el resto del trabajo, el autor de La face cachée des Lumières (1996) exhibe un conocimiento sin igual sobre el modo en cómo los manuscritos clandestinos circularon por Europa antes de la Revolución Francesa. En ese marco, Benítez explora diversas hipótesis acerca de las vías de "difusión inexplicable" (p. 693) de la Mémoire, llegando a la conclusión de que "es muy probable que uno de los amigos de Meslier, el abogado Leroux, es quien puso en circulación el texto que habría recibido de sus manos" (p. 694); tesis que se refuerza por el hecho de que las distintas copias halladas hasta el momento no coinciden con los ejemplares autógrafos conservados en la Biblioteca Nacional de Francia, como en algún tiempo supuso Roland Desné. De hecho, las distintas copias presentan divergencias entre sí, o incluso frecuentes mutilaciones, las que según Benítez no responderían a criterios ideológicos, sino a un factor mucho más elemental: la fatiga física y mental de los copistas. Fatiga que contribuirá a la "fabricación de extractos" (pp. 709-749), los que tendrán por fin hacer accesible un texto de enormes proporciones, y lo que también conducirá a que la sección propiamente filosófica del texto, esto es, las dos últimas pruebas, "hayan conocido una vida propia" (p. 709). Asimismo, Benítez reconstruye la historia de la versión que, con ligeras diferencias, será publicada por Voltaire en 1762, ofreciendo una imagen desnaturalizada de Meslier: desprovista de su crítica radical, y producto de una modificación que no habría sido realizada con buena intención, la Memoria es purgada del veneno del ateísmo, y el cura de Étrépigny es convertido en un defensor de la religión natural. Finalmente, en el apartado dedicado a "los lectores de la Memoria" (pp. 758-762), Benítez sostiene que el interés y "la complicidad con este cura que predicaba la revolución a título póstumo" (p. 759) se habría convertido en un signo de distinción entre los miembros de la nobleza y el alto clero; no obstante, no parece haber ocurrido lo mismo entre los philosophes, quienes se habrían mostrado más distantes. La Mettrie refiere a Meslier, pero no es seguro que haya leído su texto; lo mismo ocurre con Denis Diderot, e incluso con Voltaire, quien, aun habiendo editado uno de los extractos, no parece haber leído jamás la Mémoire en toda su extensión. Helvétius poseía una copia de las notas de Meslier a la obra de Fénelon, aunque no hay rastros de esa recepción en su obra, e incluso en los textos de barón de Holbach no pueden hallarse "trazos significativos de una lectura de Meslier" (p. 762). Lo que, según Benítez, parecería sugerir que "la idea de una revolución destinada a establecer una sociedad de hombres libres no contaba entre las prioridades de los philosophes" (p. 762).
En la conclusión, Benítez ofrece un rápido repaso de los tópicos centrales de la filosofía del cura de Étrépigny, resaltando el carácter radical de este ateo materialista, e involucrándose en una discusión de larga data: la de la presunta herencia cartesiana. Según el autor, en efecto, resulta realmente difícil comprender "cómo esta filosofía podría ser denominada cartesiana" (p. 768), siendo que Meslier se aleja de Descartes en sus reflexiones metafísicas, esencialmente monistas; en sus concepciones físicas, pues entiende que el azar y la fortuna cumplen un papel de primera importancia en el orden de la naturaleza; y en su teoría del conocimiento, por la cual considera a los sentidos como instrumentos esenciales para la adquisición del saber humano. No obstante, si pudiera afirmarse que Meslier es, en algún aspecto, un cartesiano, "sería seguramente por su exigencia de claridad en el discurso" (p. 770).  Por lo que:

Si Meslier no es cartesiano ni en teoría del conocimiento, ni en metafísica, ni en física, será más cartesiano que los cartesianos en materia de método -y, en consecuencia, no será más cartesiano. Los cartesianos jamás habrían reconocido a Meslier por uno de los suyos, y él mismo no se habría reconocido entre los cartesianos. Meslier es ateo y materialista, y concibe su posición filosófica como una tercera vía entre el cartesianismo y la escolástica, esencialmente alejada del uno y de la otra (pp. 770-771).

He allí el párrafo final del estudio de Miguel Benítez. El cual, más allá de actualizar muchos nuestros conocimientos acerca de Meslier, o de incurrir en algunas críticas descarnadas -quizás propias de quien se desempeña en el ámbito académico- hacia un autor con evidentes carencias en su formación filosófica, nos brinda una enseñanza mucho más importante: la de una ética de la investigación, es decir, la de cómo realizar un trabajo de notable calidad en el marco de la historia de la filosofía.

[1] Paolo Quintili nos ofrece una interesante aclaración genealógica: "El imponente volumen de Miguel Benítez ostenta, pues, un lugar de relevancia en el cuadro de los estudios recientes sobre Meslier, los cuales, desde los inicios de los años ‘80 de siglo pasado, han crecido en número y calidad, a la estela de la edición de Soboul-Deprun-Desné, y del trabajo realizado en Francia en el Groupe de recherche sur l'histoire du mátérisalisme, y en el Groupe de recherche sur la littérature clandestine, dirigido por más de dos décadas, en la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne, por Olivier René Bloch, y luego proseguido, en la misma Sorbonne, en el marco del CELLF 17e-18e siècles, dirigido por Geneviève Artigas Menant y Sylvain Menant. En tal contexto de estudio y de debate encuentra su origen el trabajo de Benítez". "La ragione ha i suoi occhi. L'ateismo clandestino di Jean Meslier. Una sintesi", Rivista di storia della filosofia, anno XLXI, n. 2, 2014, p. 355. Traducción nuestra.

[2] Pues parece que Meslier ya contaba con cierta fama detrás de la "cortina de hierro", dado que su Memoria había sido traducida al ruso en 1924. Al respecto, véase Marian Skrzypek, "La fortune de Jean Meslier en Rusie et Union Soviétique", Dix-huitième siècle, n.3, 1971, pp. 117-143.         [ Links ]

[3] Le Testament de Jean Meslier, curé d'Etrepigny et de But en Champagne décédé en 1733. Ouvrage inédit précédé d'un préface, d'une étude biographique, etc. par Rudolf Charles, Amsterdam, A la Librairie Etrangère, 1864, 3 vols.         [ Links ]

[4] "The Manuscripts of Jean Meslier'sTestament and Voltaire's printed Extrait", Modern Philology, vol.30, Nº 4, may 1933, pp. 381-398.         [ Links ]

[5] Voltaire and Jean Meslier, New Haven-London, Yale University Press-Oxford University Press, 1936.         [ Links ]

[6] La Pensée européenne au XVIIIe siècle. De Montesquieu à Lessing, Paris, Boivin, 1946, pp. 71-72.         [ Links ]

[7] Las Actas de este evento inaugural fueron publicadas dos años más tarde, bajo el título Études sur le Curé Meslier (Paris, 1966).

[8] Además de la Mémoire des pensées et des sentiments, las Oeuvres incluyen las dos Lettres aux curés du voisinage y la compilación de los apostillas dejadas por Meslier en su ejemplar de la Démonstration de l'existence de Dieu (1712), de François Fénelon y de las Réflexions sur l'athéisme (1713), del jesuita René-Joseph de Tournemine, las cuales fueron editadas bajo el título de Anti-Fénelon.

[9] Publicadas bajo la dirección de Roland Desné, las Actas de este segundo Coloquio llevan por título Le curé Meslier et la vie intellectuelle, religieuse et sociale à la fin du XVIIe siècle et au début du XVIIIe siècle (Reims, 1980).

[10] Entre estos estudios de más largo aliento pueden destacarse, en su variedad, el de Luciano Verona: Jean Meslier, prêtre athée, socialiste révolutionnaire, 1664-1729 (1975), el de Marc Bredel: Jean Meslier l'enragé, prêtre athée et revolutionnaire (1983), el de Paulo Jonas de Lima Piva: Ateísmo e revolta. Os manuscritos do padre Jean Meslier (2006) y el de Serge Deruette: Lire Jean Meslier curé et athée revolutionnaire. Introduction au mesliérisme et extraits de son ouevre (2008).

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