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versión impresa ISSN 1666-485Xversión On-line ISSN 1668-723X

Tópicos  no.36 Santa Fe dic. 2018

 

Reseñas bibliográficas

Scarlett Marton, Nietzsche y “la nueva concepción del mundo”, trad. de P. Olmedo, Brujas, Córdoba, 2017.

Cecilia Barelli* 

1*( Universidad Nacional del Sur, Argentina)

A la edición de los primeros tres volúmenes de la Colección Nietzscheana, dirigida por Sergio Sánchez, le sigue la publicación de un cuarto ensayo a cargo de la especialista brasileña Scarlett Marton. Recordemos que, en el primero de ellos, el mismo Sánchez opta por una analítica del sueño como hilo conductor para ingresar en la obra de Friedrich Nietzsche, acompañado de la reconstrucción de su específico contexto; en el segundo, María Cristina Fornari expone el proyecto del “superhombre”, la relación con el evolucionismo y el diálogo finalmente fallido entre Nietzsche y Fouillée; en el tercero, Pietro Gori lleva a cabo una exploración del “perspectivismo” como posición filosófica desde una lectura contextual en el marco de la dicotomía entre “hechos” e “interpretaciones”; y finalmente en este cuarto volumen, prologado por Luis Enrique de Santiago Guervos, Scarlett Marton propone una revisión de la “nueva concepción del mundo” del filósofo alemán a partir de sus nociones fundamentales: la “voluntad de poder” y “el eterno retorno”.

Cabe destacar el valioso aporte de esta colección para la investigación de Nietzsche en lengua española. La serie de ensayos editados hasta el momento -tres de ellos son cuidadas traducciones a nuestra lengua e inscriptos en su mayoría en la tradición de lectura iniciada por Mazinno Montinari- se complementan entre sí e invitan a una lectura histórica, generando las condiciones para una comprensión más precisa de la obra del pensador alemán.

En esta oportunidad, Scarlett Marton, fundadora del Grupo GEN (Grupo de estudios Nietzsche) en San Pablo, continúa su indagación sobre las posibilidades de una cosmología como parte constructiva de la filosofía de Nietzsche, deteniéndose en los escritos que corresponden al periodo entre 1883 y 1887. Aunque no se trata de un trabajo especialmente atento a las fuentes, como es prioritario en la tradición montinariana, su cuidada lectura del texto nietzscheano y de la discusión generada en torno a la temática a que atiende, es destacable sin dudas. En su trabajo, entiende que la obra madura del filósofo incorpora una cosmología que nada demanda a la metafísica; por el contrario, la nueva concepción nietzscheana abandonaría todo tipo de substrato esencialista y optaría por tomar la “relación” y el proceso de “fuerzas” como base doctrinal de su proyecto filosófico. El concepto de “voluntad de poder”, la teoría de las “fuerzas” y la doctrina del “eterno retorno” compondrían, según Marton, una nueva visión de mundo de alcances axiológicos.

El estudio se desarrolla en dos partes: la primera de ellas tiene por tema la “voluntad de poder” y la “pluralidad de fuerzas” y la segunda, el “eterno retorno de lo mismo”. Resulta notable que la noción de “fuerza” se comporte como una especie de nexo entre ambos apartados y permita la explicitación de los cimientos de esta perspectiva de mundo en diálogo con la ciencia de la época.

Marton comienza con una ordenada caracterización de la “voluntad de poder”. Inicialmente sostiene que en tanto voluntad orgánica no pertenece exclusivamente al hombre, sino también a todo ser vivo. Nietzsche suprime la distinción entre psicología y fisiología. Células, tejidos, partes de organismos, todo sigue el mismo régimen de actuación. Predomina una lucha en la que gana la voluntad del más fuerte. El “carácter intrínseco” de esta voluntad es el “poder”. Marton aclara con gran eficacia que la conservación o mantenimiento de lo conquistado no equivale al querer propio de la voluntad, sino en última instancia a una especie de “derivación de su ejercicio”. La conservación es solo una consecuencia. Justamente, el gran equívoco de Darwin fue tomar la consecuencia como causa. De esta forma, introduce al interlocutor que Nietzsche tendrá en relación con tales cuestiones, abriendo sus textos al contexto y al mundo de lecturas que los acompañan e inspiran (Wilhelm Roux, William Henry Rolph, entre otros).

El siguiente aspecto que señala la autora es el “carácter agonístico”, continuando su reconstrucción del diálogo y el entrecruzamiento con Darwin. Advierte que la prevalencia no debe confundirse con la supremacía, ni el combate con el exterminio. La lucha requiere que existan antagonistas, no puede implicar la destrucción de los contendientes. El combate es permanente.

Este análisis de la “voluntad de poder” en términos de lucha por el dominio de lo vivo deriva en otro igualmente relevante acerca de la relación entre la vida orgánica y la materia inórganica, entre la vida y la muerte. Marton recorre los distintos tratamientos que recibió el tema para finalmente concluir: “Si en la Gaya Ciencia pensaba la vida como una especie muy rara de la muerte, en Más allá del bien y el mal, concibe la muerte como una ‘preforma de la vida’. Estratégicamente, parece echar mano a la hipótesis de la sensibilidad de la materia, para sugerir que entre lo inorgánico y orgánico no existe un trazo distintivo fundamental”. En efecto, el fondo común es la “voluntad de poder”.

En esta instancia de la indagación ingresa un nuevo elemento teórico que servirá de apoyo semántico para la comprensión de la “voluntad de poder” en la vida y en la materia inorgánica: la “fuerza”. Marton recupera la evolución de este concepto en la obra de Nietzsche y profundiza su explicación sobre el pasaje de la materia inerte a la vida. Como señala la autora, se trata de uno de los problemas fundamentales de la ciencia de la época que el filósofo alemán procura desentrañar a través de su teoría de las “fuerzas”. Nietzsche elige la energética contraponiéndose no solo al mecanicismo, al atomismo materialista sino también a todo substrato esencialista.

Marton expone con gran claridad los lineamientos argumentales que toma Nietzsche con el objeto de sortear cualquier caída en las redes de la metafísica, y arriba a una de las tesis culminantes de este primer apartado: la “voluntad de poder” aparece como explicitación del carácter intrínseco de la “fuerza”. La “pluralidad de fuerzas” configura el mundo. Se trata de una totalidad de campos de fuerzas inestables en permanente tensión, en ese sentido, un proceso, y no una estructura o sistema estable; sus elementos son interrelaciones y no sustancias, átomos o mónadas.

Todo lo que existe está constituido por “fuerzas” que en tanto eficientes llegan a ser creadoras. Marton nos recuerda que la expresión Wille zur Macht contiene este proceso creativo: “el término Wille entendido como disposición, tendencia, impulso y el término Macht asociado al verbo machen, hacer, producir, formar, efectuar, crear. La voluntad de poder es el impulso de toda fuerza a hacerse efectiva y, con eso, crear nuevas configuraciones en su relación con las demás”.

Prosigue su caracterización y plantea la recuperación de la dupla pulsional -“lo apolíneo” y “lo dionisíaco”- como parte de los alcances del concepto de la “voluntad de poder”. El régimen de comportamiento de las fuerzas incluye el quiebre de las barreras, la disolución en el sentido “dionisíaco” pero también la integración y la forma en el “apolíneo”.

Ahora bien, el tránsito a las consideraciones axiológicas es realizado a través de una atenta mirada hacia la relación entre “vida” y “voluntad de poder”. Marton sostiene que, si bien la “vida” es “voluntad de poder”, esta última no se restringe a aquella tal como ya fue señalado; por lo tanto, no estamos ante una relación bidireccional. Nietzsche mantendría esta concepción y a partir de ella introduciría la noción de “valor”, justamente, tomando como único criterio para las “valoraciones” la pregunta acerca de cuánto favorece o afirma la “vida”.

Por último, los elementos reunidos hasta el momento le permiten ubicar la “voluntad de poder” como uno de los eslabones centrales que enlazan, en el pensamiento nietzscheano, las reflexiones de las ciencias de la naturaleza y las pertenecientes a las ciencias del espíritu en el marco de una nueva interpretación cosmológica. Marton concluye: “Moral, política, religión, ciencia, arte, filosofía, cualquier apreciación de cualquier orden debe ser sometida a un examen, debe pasar por la criba de la vida. Y la vida es voluntad de poder. Estamos, pues, en condiciones de defender la tesis de que, en última instancia, la crítica de los valores se encuentra imbricada en una concepción de mundo, la genealogía está íntimamente vinculada con la cosmología”.

En el segundo apartado, dedicado al “eterno retorno de lo mismo”, la autora describe primeramente la versión cosmológica. Dos son las tesis centrales que sostienen este pensamiento y que evidencian su estrecha vinculación a la teoría de las “fuerzas” y al concepto de “voluntad de poder”: la “fuerza” es finita y el tiempo, infinito. Nietzsche no podría aceptar que el mundo alcance un estado final; entiende que el principio de conservación de la energía exige el “eterno retorno”. De esta manera, a partir de la primera ley de termodinámica espera refutar la segunda.

Marton pone en evidencia, una vez más, la concepción relacional sobre la cual se funda la idea nietzscheana de mundo; afirma que el “eterno retorno” implica un espacio y un tiempo no preexistente al mundo. La relación de las “fuerzas” es la que los engendra.

Su análisis avanza en profundidad y, a continuación, se detiene en los “flancos abiertos” e “incongruencias internas” que tendría el pensamiento del “eterno retorno de lo mismo” en Nietzsche. La tesis planteada es la siguiente. A partir de la repetición de los acontecimientos no se puede deducir el movimiento circular en el que la misma serie de eventos ocurre; es decir, no se deduce que una configuración retorne luego de finalizar toda la serie y, menos todavía, que cada configuración determine la siguiente.

Una vez expuesta la versión cosmológica, Marton introduce las referencias nietzscheanas al “eterno retorno” que aludirían a sus “consecuencias psicológicas”. A partir del análisis de la diferencia de matices en el tratamiento realizado por el propio filósofo alemán y del repaso de las variadas interpretaciones reductoras de sentido a las que ha sido objeto más tarde este “pensamiento abismal” en su abordaje psicológico-existencial, Marton logra equilibrar y posicionarse acertadamente en un planteo que no excluye los alcances cosmológicos aun cuando lo conciba como un “experimento” con la propia vida. Efectivamente, el “eterno retorno” como “experimento” ofrece una “opción filosófica”, una perspectiva cosmológica, más que un problema psicológico o una cuestión existencial. El rasgo perspectivista del mundo ingresa como un nuevo elemento que se suma y contribuye a la concepción relacional de las “fuerzas” configurantes y en tensión.

Finalmente, Marton indica un último aspecto de este pensamiento, se trata de su “carácter suprahistórico”. Al despliegue de los ciclos no acompaña una memoria eterna, sino efímera: “Hoy no recordamos cómo actuamos en los ciclos previos; pero: en este momento ya nos comportamos del mismo modo que en los retornos anteriores. En fin, solo podemos vivir ahora exactamente de la misma manera en la que vivimos antes. Por razones que aún debemos determinar, Nietzsche parece juzgar que son compatibles la fuerza persuasiva del pensamiento ético y el determinismo de la versión cosmológica”. Ambos aspectos confluyen en la tarea de superar el “nihilismo radical”. La autora destaca que el “eterno retorno” se presenta como parte constitutiva del proyecto filosófico nietzscheano. Se trata de superar el “nihilismo radical” a través de un “experimento” que desemboque en un gesto afirmativo, en un “dionisíaco decir-sí al mundo, tal como es”.

De este modo, Nietzsche construye una cosmología en tanto totalidad. En ella se hallarían imbricados efectos éticos y una concepción de mundo fundada en el “eterno retorno”, la multiplicidad de las “fuerzas” y la “voluntad de poder”.

Marton culmina su estudio y nos deja una reflexión final tan clara y profunda como lo es el tenor de toda su investigación: “Limitado por la perspectiva humana, es solamente a partir de ella que el hombre habla del mundo. Pero, si la vida y la experiencia humanas no constituyen la totalidad, tampoco están desligadas de ella; si no abarcan el mundo, tampoco son independientes de él. Ofrecen, pues, al hombre la oportunidad de aprender a conocer el curso del mundo y entender su naturaleza. Los filósofos de modo general tomaron al hombre como medida de todas las cosas; Nietzsche entenderá que el mundo es la medida”.

Reseña

Scarlett Marton, Nietzsche y “la nueva concepción del mundo”, trad. de P. Olmedo, Brujas, Córdoba, 2017. [ Links ]

Recibido: 01 de Abril de 2018; Aprobado: 01 de Mayo de 2018

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