SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número41Un análisis fenomenológico-levinasiano de la cuestión del tiempo en Nadie nada nunca de J. J. SaerReseña: Han, Byung-Chul, Ausencia. Acerca de la cultura y la filosofía del Lejano Oriente, Buenos Aires, Caja Negra, 2019 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Tópicos

versión impresa ISSN 1666-485Xversión On-line ISSN 1668-723X

Tópicos  no.41 Santa Fe ene. 2021

 

Artículos

El don de narrar: el concepto de narración en Walter Benjamin y en los textos jasídicos

The gift of narrating: the concept of narration in Walter Benjamin and in the Hasidic texts

Daniela Yutzis1  danielayutzis@gmail.com

1Magíster en Educación Corporal por la Universidad Nacional de La Plata. Allí se desempeña como docente e investigadora en el IdHICS (CONICET). Es integrante del proyecto de Investigación y Desarrollo “Crítica del sujeto, lenguaje y narración en algunas corrientes filosóficas del siglo XX” que aborda la problemática del lenguaje y de las potencialidades de la narración en las perspectivas de Walter Benjamin y de Hannah Arendt. Sus aportes se centran en los elementos de la teología judía que permiten esbozar los rasgos de una tradición de pensamiento judeo-alemana.

Resumen

El presente trabajo tiene por objeto delinear aquellos conceptos centrales de la narración en Walter Benjamin que se despliegan en las lecturas de los cuentos y relatos que forman parte del corpus central del movimiento jasídico. Para ello se analiza la concepción de la experiencia, el uso de las palabras y las alusiones del narrador en ese instante en que, a través del consejo, el maestro (el justo, el Tzadik) transmite sabiduría. El consejo no es una respuesta cerrada ni un saber exclusivo sobre los aspectos metafísicos, sino que es –ante todo– la transmisión del aspecto de unificación del mundo, donde lo cotidiano devela su carácter inexplicable y lo trascendental –en un instante fugaz– se aproxima a la vida misma. Lo que narra el maestro jasídico sucede entre el cielo y la tierra, entre la vida práctica y la mística. La narración no abrevia: se despliega, da cuenta de lo inacabado, del requerimiento de la tarea del hombre en el mundo, de la labor paciente, insistente, del constructo de una artesanía que sólo la convicción –aquello más allá del mero y puro intelecto– y el amor a la letra del texto sagrado puede reavivar.

Palabras clave narración; jasidismo; sabiduría; palabras; alusiones

Abstract

The purpose of this paper is to delineate those central concepts of the narrative in Walter Benjamin that unfold in the readings of the stories and tales that are part of the central corpus of the Hasidic movement. For this, the conception of the experience, the use of the words and the allusions of the narrator are analyzed at that moment in which, through the advice, the teacher (the righteous, the Tzadik) transmits wisdom. The advice is not a closed answer or an exclusive knowledge about the metaphysical aspects, but it is –first of all– the transmission of the aspect of unification of the world, where the daily reveals its inexplicable character and the transcendental – in a fleeting moment– approaches to life itself. What the Hasidic master narrates happens between heaven and earth, between practical and mystical life. The narrative does not abbreviate: it unfolds, realizes the unfinished, of the requirement of the task of man in the world, of the patient, insistent work, of the construction of a craft that only the conviction –that beyond the mere and pure intellect– and the love of the letter of the sacred text can revive.

Keywords narration; Chasidism; wisdom; words; allusions

Cuando el maestro espiritual Israel Baal Schem Tov, fundador del jasidismo, tenía ante sí una tarea difícil, iba a cierto lugar del bosque, encendía un fuego y meditaba rezando. Y aquello que decidía hacer se realizaba.

En la generación siguiente, cuando su discípulo tuvo ante sí la misma tarea, se dirigió a aquel lugar del bosque y dijo: ‘No sabemos encender el fuego, pero todavía conocemos las oraciones’.

Y lo que decidió hacer se realizó.

Una generación posterior, cuando el discípulo del discípulo tuvo ante sí también la misma tarea, fue a aquel lugar del bosque y dijo: ‘No sabemos encender el fuego y hemos olvidado las oraciones, pero aún conocemos el lugar del bosque donde aquello pasó. Tiene que ser suficiente.’

Y, en efecto, fue suficiente.

Pero una generación más posterior todavía, cuando el discípulo del discípulo del discípulo tuvo ante sí también la misma tarea, dijo: No sabemos encender el fuego. Hemos olvidado las oraciones. No localizamos ya el lugar del bosque donde todo aquello pasó. Pero podemos todavía contar la historia.”

Tradición jasídica

La tradición de los relatos jasídicos se inicia un siglo y medio antes de que Walter Benjamin (1892-1940) nos advirtiera en textos como “El narrador” (1936) y “Experiencia y pobreza” (1933) acerca de la retirada de la facultad de intercambiar experiencias. El retorno de quienes habitaron el frente durante la Primera Guerra Mundial y el impacto de haber llegado a una nueva constitución de los espacios urbanos –que vacían a cada instante aquellos encuentros en que la narración iluminaba la vida–, dan cuenta de que “una pobreza del todo nueva ha caído sobre el hombre”[1] y la imposibilidad de narrar la experiencia “nos hace sentir la belleza de aquello que se desvanece”.[2]

Benjamin nos sitúa en la narración y la compara con otros modos del decir que van ocupando el mundo en el que vive. Como es usual en su literatura, nos invita a habitar esa tensión entre lo que fue y tal vez no vuelva, entre los modos del devenir de esos relatos y el avance de la información de los periódicos que todo lo explican y la consumación de la novela que el hombre moderno lee en su soledad.

El concepto de narración retorna de manera permanente en Benjamin, que pareciera encontrar en éste la posibilidad de desplegar tópicos centrales de su pensamiento. En el año 1933 escribe a Gretel Karplus:

Pero quizás todavía antes corresponda hablar de lo que he encontrado de nuevo sobre el arte de narrar, ese viejo tema mío del que no he dejado ni dejo jamás de ocuparme y del que estoy más cerca que nunca al abordar el intento de dejar que se articule una larga historia sólo interrumpida por ciertas ensoñaciones o cuestiones logísticas.[3]

Sus estancias en Ibiza, lugar que aparenta estar detenido en el tiempo y por fuera de los avatares del mundo, le permiten recopilar relatos sobre los viajeros marinos que se sumergen en el aburrimiento en altamar y también escribirlas como en “El pañuelo”, compuesto allí en el verano de 1932, año en el que produce también textos breves como “Narración y Curación”. De la misma década son sus escritos y discusiones sobre Kafka,[4] figura en quien pareciera rescatar cierta posibilidad de subsistencia del arte de narrar. A mediados de 1933 escribe “Experiencia y Pobreza” y en 1936 “El narrador”, tal vez el texto donde ordena con más detalle cada uno de los pliegues que nos permite avanzar en el análisis del concepto de narración. Este último escrito presenta los personajes paradigmáticos de la escena de la narración: los viajeros, como el marino mercante, y los campesinos sedentarios, en particular los artesanos. Si bien el maestro jasídico (tzadik) recorre aldeas vecinas para transmitir su sabiduría y sus discípulos se reúnen a escucharlo (jasidim), en ninguno de los textos acerca de la narración aparece un apartado dedicado a esta corriente del judaísmo.[5] Enzo Traverso[6] sostiene que, a diferencia de Kafka y Buber, Benjamin no se ocupó de la literatura en idish[7] ni de la vida de los judíos en las aldeas (shtetl). Sin embargo, el lector de cuentos jasídicos y de la tradición que los acompaña encuentra con facilidad lazos que vinculan la narración, pensada en términos benjaminianos, con la vida del maestro jasídico y sus discípulos. La intención de este trabajo es, entonces, la de relacionar ambas nociones y pensar el lugar central de la narración en los relatos jasídicos –en tanto transmisión de la sabiduría y la experiencia– o los relatos jasídicos en clave de narración con sus particularidades, límites y diferencias.

Para esto resulta indispensable situar brevemente el jasidismo (jasidut), un movimiento religioso místico que surge bajo la gran influencia de la Kabalá[8] en el siglo XVIII, principalmente en Bielorrusia y Ucrania, fundado por el Ba’al Shem Tov (Rabí Israel ben Eliezer, 1700-1760) que enfatiza el aspecto de proximidad a Dios. Su tarea completa la creación de un sistema que se gesta en años anteriores con un modo de divulgación de sus enseñanzas y relatos que consiste en deambular por ciudades, pueblos y aldeas invitando también al “hombre simple”, y no solo al erudito, a aproximarse a Dios.

Durante el siglo XVII, el pueblo judío sufrió una situación crítica provocada por los pogroms[9] de Chmelnicky (1648-1649), que dejó decenas de miles de muertos. Esta situación, además del horror, evidenció la urgencia por reconstruir los elementos básicos para la manutención de la vida cotidiana, que impedía que los niños y los jóvenes pudieran dedicar su tiempo al estudio de la Torá, quedando forzados a trabajar para colaborar en la economía del hogar. En ese momento espiritual complejo –que ocupa un lugar central en la vida de los individuos– aumenta la confusión con la llegada de Shavetai Tzvi,[10] quien se presenta como el mesías destinado a redimirlos de su exilio y termina convirtiéndose al islam. Luego de su influencia, la Kabalá queda asociada a la superstición y al peligro. Se presentan entonces dos opciones: el estudio del Talmud y las leyes, en un momento de apego a lo legal y social, o la introducción a la filosofía que desarrollan los iluministas secularizados.

Para el individuo medio se complejiza la aproximación a Dios por fuera de la vía de la erudición. ¿Cómo acercarse a los aspectos espirituales del judaísmo? Si bien gran parte de la vida judía en Europa oriental se basaba en el estudio académico de la Halaja[11] y el Talmud,[12] el movimiento que plantea el jasidismo populariza la expresión mística, propone el acercamiento a Dios e intenta aproximar los misterios de la creación del mundo a la experiencia humana en un camino de espiritualidad. El jasidismo se constituye generando un modo posible: utiliza el lenguaje de la Kabalá y toma elementos del pensamiento judío hacia la constitución de una práctica que busca “traer el cielo a la tierra” (a diferencia de la antigua Kabalá, que pretende que “el hombre se eleve al cielo”). Esta nueva visión habilita un camino de profunda espiritualidad para todo el corpus del judaísmo.[13] Durante todo el siglo XIX y principios del siglo XX, el jasidismo llega a ser la más popular e importante rama de la ortodoxia judía, con millones de seguidores y decenas de grupos diferentes.

Narrar, contar

En el judaísmo, la tradición oral siempre acompañó a la escrita como un modo de complementar la interpretación de la legislación. La tradición oral es pensada como “inherente al acto mismo de transmisión del uso de las palabras, a la conservación y el estudio de un lenguaje”,[14] es lenguaje vivo, es la tradición que conserva las palabras, que permite el pasaje del saber de una generación a la siguiente, que facilita la comprensión y la supervivencia. Con variantes narrativas de acuerdo con lugares, épocas y territorios, la tradición oral recoge en primera instancia en el Talmud las hagadot, relatos que pueden parecer secundarios a la discusión central, pero son nodales para su significado, ya que cada palabra, cada expresión refleja e intensifica el sentido, tiene un sentido deliberado.[15] La complejidad genérica del texto presenta una narración que habla por sí misma y permite ser comentada e interpretada. Aquí, como en toda la tradición oral, a diferencia de lo que sucede en la exposición de las leyes que se mantienen inmutables, está permitido buscar sentidos.

Si bien son múltiples las investigaciones sobre los aspectos literarios y teológicos de los relatos y narraciones en el judaísmo que dan cuenta de la cultura de época, de sus tradiciones y de la vida en comunidad, siempre la matriz central es una: la transmisión de las enseñanzas, de la sabiduría de la Torá. Así, en el jasidismo, que busca recuperar el ámbito espiritual en todos los hombres y mujeres, contar historias, narrar cuentos o relatos de experiencias del maestro (tzadik) con sus discípulos (jasidim) –más allá de la situación de educación de cada uno– resulta la manera más efectiva y persuasiva de despertar el anhelo del alma en la tarea del hombre de aproximarse a Dios. Wiesel se pregunta qué es un cuento jasídico y responde:

Yo diría que es un aire, una melodía: es el canto que habita el canto. Y nosotros somos portadores de esta melodía y de esta tradición. Las historias se entrelazan unas con otras, al igual que al interior de un canto, las palabras, las intenciones, los sonidos, así como también los silencios en una perpetua correspondencia.[16]

Buber subraya que estos relatos que los jasidim cuentan respecto de sus maestros, constituyen un aspecto nodal en la práctica del jasidismo. En el prólogo de las recopilaciones que realiza sobre estos cuentos jasídicos, en los que se entretejen la transmisión del trabajo espiritual y la vida práctica del hombre en este mundo, da cuenta de que los relatos entrañan el sentido de la vida y el discurso es una parte esencial de la acción.

Grandes cosas sucedieron en su presencia (de los tzadikim), las vieron con sus propios ojos y por lo tanto se sintieron llamados a referirlas y a prestar testimonios de ellas. Las palabras que los jasidim usaron para relatar sus experiencias fueron más que meras palabras: transmitieron lo ocurrido a las generaciones posteriores con tal realismo que las palabras mismas se transformaron en acontecimientos (…). El milagro, al ser narrado, adquiere nueva fuerza; el poder que una vez fuera activo se difunde en la palabra viviente y continúa siendo aún activa a través de las generaciones.[17]

Pensar así la narración desplaza la concepción del recuerdo como aquello relegado a la memoria en tanto representación de un pasado estático, fijo y homogéneo dentro de una línea continua, hacia un pasado que se actualiza al ser narrado; se recuerda un pasado que persiste y que, de algún modo, queda más allá de la historia. [18] “El recuerdo produce una ‘sincronicidad’ entre dos tiempos, que supone la percepción inconsciente de una afinidad, capaz de generar la penetración dialéctica entre dos épocas distintas. Esta semejanza es captada fugazmente, e implica por ello la indicada detención del tiempo”.[19] Es así como los sabios transmiten a sus discípulos en estos relatos un instante, una experiencia intuitiva de la aproximación de la presencia de Dios en el mundo sostenidos en la fe, con su carácter de aceptación, de recepción de una verdad que implica la aceptación de la existencia de axiomas no comprobables racionalmente, pero si reconocibles, justamente, como una experiencia intuitiva. Algo en ese instante de la narración se reconoce de manera fugaz, resuena, se asemeja a, toma sentido.

La percepción de lo similar está siempre ligada a un reconocimiento centellante. Se esfuma para ser quizá luego recuperada, pero no se deja fijar como sucede con otras percepciones. Se ofrece tan fugaz y pasajeramente a la mirada como las propias constelaciones. Pareciera ser que la percepción de la semejanza está amarrada a un momento del tiempo[20].

Para iluminar la noción del instante de la transmisión de la experiencia en la narración, Benjamin la contrapone al instante en que se entrega una información: con presura y sin rodeos, con el interés fijo en ese intervalo en que es expuesta. En cambio, “la narración jamás se entrega, sino que concentra sus fuerzas, y mucho tiempo después aún sigue siendo capaz de desplegarse”.[21]

Las palabras y las manos: desplegar, aludir

Tanto en los textos benjaminianos que se refieren a la narración como en la bibliografía y los relatos de tradición jasídica, el lenguaje ocupa un lugar central. Ese cuidado minucioso de cada palabra y de cada letra, tan analizado y estudiado, nos describe al mismo tiempo dos conceptos centrales para pensar la cuestión particular del lenguaje en la narración: primero, que aquello que se dice requiere ser desplegado y luego, que algo de “lo inefable”, de aquello que las palabras no logran o no alcanzan a completar en su decir, se transmite en ese encuentro de la narración bajo el modo de alusiones, en “esa vieja coordinación de alma, ojo y mano que emerge de las palabras”.[22]

En el ensayo “Una fotografía de infancia”, dedicado a Kafka, Benjamin describe dos sentidos para el término desplegar: la posibilidad, por un lado, de desplegar un barquito de papel con el que juega un niño, esto es: volver a aplanar la hoja; y, por otro lado, la noción de un “capullo que se despliega”, imagen que nos facilita analizar aquello que se da en ese instante fugaz y más allá de este. Wiesel dice que las estructuras narrativas del Rabí Najmán[23] permiten al lector presentir cierta intención del autor, pero, al mismo tiempo, sostiene “Cuando abordo un texto del Rabí Najmán, la noción de desencriptar, (desplegar) es evidente”.[24] Así, la Torá en el sentido más amplio, que incluye los textos sagrados originales y sus comentarios, es como una madeja de la cual se va extrayendo la hebra. El hilo que se obtiene tiene el carácter de explicitación, es la acción de desplegar. No se trata de una escultura en piedra fija ni inmóvil, pues no hay nada que se descarte como no relevante, tal como “los restos” de los que nos habla Benjamin a propósito de lo que utilizan para jugar los niños en “Infancia en Berlín” (1938).

Respecto al segundo tema de este apartado –las alusiones–, pondremos especial interés en el ejemplo de las manos, traído por Benjamin y por un rabino jasídico, el Rabí Najmán de Breslov. “Narración y curación” (1932) cuenta la historia de una madre que acuesta a su niño enfermo y le cuenta historias. Benjamin se pregunta qué sucede allí: “N. me habló de la extraña fuerza curativa que poseen las manos de su esposa. Me dijo de estas manos: ‘sus movimientos eran expresivos. Pero no se podría describir su expresión (…) Era cual si contaran una historia’”.[25] Asimismo, habla de la curación por la narración: “surge así la cuestión de si la narración no formará el clima correcto y la condición más favorable para la curación”.[26]

En el apartado XIX de “El narrador” se describe el rol que el alma, los ojos y las manos determina en la narración: “Su interacción determina una práctica” y ya no es solo la voz aquella que transmite, sino que los gestos aumentan aquello que se pronuncia, este material artesanal del narrador que es la sabiduría de la vida misma y “en ello radica la incomparable atmósfera que rodea al narrador”.[27] Esta proximidad singular que requiere de “la mente y el corazón [el pensamiento] (…) para conocer una pequeña porción de las alusiones que en ellas [las narraciones] se encuentran”,[28] son descriptas en los encuentros del Rabí Najmán con sus discípulos, quien contaba cuentos para despertar a la gente que está dormida: “Toda su vida hizo grandes esfuerzos por acercarnos al Santo, bendito sea, pero cuando nada de esto dio resultado, comenzó entonces a relatar estas historias”,[29] que lo ayudaban en su tarea de rectificación y unificación. Los discípulos del Rabí Najmán relatan que “[a] través de las pocas alusiones que él nos revelara luego de cada historia, demostró la implicancia de las palabras; pero aun así sólo era como observar gestos hechos a la distancia”[30] y ya que “sólo contemplándolos puede uno comenzar a comprender y sentirse totalmente pasmado por lo que sus ojos contemplan”.[31]

Esto se debe a que, ciertas veces, el maestro internaliza saberes que no son transmisibles de manera intelectual y directa a sus discípulos sino, justamente, a través de rodeos y de alusiones que presenta a los demás “a través de las manos que están en el Mar de la Sabiduría”.[32] El sabio debe diferenciar cuando hacer “una cerca a sus palabras”[33] e impartirlas a través de alusiones que son el concepto de las manos. Se explica que no hay un conocimiento más perfecto que aquel que “el maestro-sabio de cada generación les transmite a sus hijos-discípulos a través de sus manos/alusiones”.[34]

Sabiduría-consejo

El narrador encarna la figura del justo, del sabio que sabe dar consejos. Un consejo que, quien lo escucha con atención debe saber desplegar, “todo aquel que tenga ojos verá y todo aquel que tenga un corazón comprenderá”.[35] La tradición judía describe que el consejo de un hombre sabio se compara a las aguas profundas, “agua profunda es el consejo en el corazón [pensamiento] de un hombre”[36] puesto que aquello que ofrece no suele poder develarse de manera simple, no tiene una dirección única, revelada y obvia, “más bien está oculta dentro de las profundidades de su sabiduría”.[37] La Torá está compuesta por consejos (etzot), tanto para la vida práctica cotidiana como para las tareas espirituales más elevadas. Por ello, la falta de un consejo sólido (de la sabiduría de la Torá) que experimenta el hombre es entendida en términos de exilio. Así, la preocupación de los maestros jasídicos de retornar del exilio del pensamiento hacia la tierra de la escritura de la Torá comenzó, muchas veces, en estos encuentros donde el maestro reunía a sus discípulos en comunidad para dar su consejo. De la pérdida de estos espacios –el encuentro sin presura, en el que incluso el aburrimiento tenía cabida y facilitaba la posibilidad de escuchar– nos habla Benjamin en “El pañuelo”:

Esta y no otra es la razón de que desaparezca el don de contar historias, porque mientras se escuchan, ya no se teje ni se hila, se rasca o se trenza. En una palabra, pues, para que florezcan las historias tienen que darse el orden, la subordinación y el trabajo. Narrar no es sólo un arte, es un mérito, y en Oriente hasta un oficio. Acaba en sabiduría, como a menudo e inversamente la sabiduría nos llega bajo la forma del cuento. El narrador es, por tanto, alguien que sabe dar consejos, y para hacerlo hay que saber relatarlos. Nosotros nos quejamos y lamentamos de nuestros problemas, pero jamás los contamos.[38]

El narrador tiene para quien escucha consejos que son pequeños tesoros. A diferencia del escritor de novelas –que está desasistido de consejos y por lo tanto es incapaz de darlos–, quien narra tiene el don de saber hacer de la experiencia de su vida y del saber primordial de la vida misma la posibilidad de dar un consejo (término que, nos dirá Benjamin, parece pasado de moda). Así, el narrador es pensado junto al maestro, al sabio. Y su lugar, en el momento de la narración, es el lugar de la autoridad, una autoridad capaz de transmitir la tradición en la constante auto-renovación de la creación.

Consecuentemente, estamos desasistidos de consejo tanto en lo que nos concierne a nosotros mismos como a los demás. El consejo no es tanto la respuesta a una cuestión como una propuesta referida a la continuación de una historia en curso. Para procurárnoslo, sería ante todo necesario ser capaces de narrarla. (Sin contar con que el ser humano sólo se abre a un consejo en la medida en que es capaz de articular su situación en palabras.) El consejo es sabiduría entretejida en los materiales de la vida vivida. El arte narrar se aproxima a su fin, porque el aspecto épico de la verdad, es decir, la sabiduría, se está extinguiendo.[39]

Lo particular de quien narra es que sabe dar consejos no sólo para situaciones precisas sino “para muchos, como el sabio”,[40] develando en ello mismo que “en el origen de lo narrado está esa autoridad”, una autoridad capaz de entretejer su experiencia con la tradición y capaz de hacer de esa narración misma una experiencia.

La tradición

“Se contó de boca en boca”, “se transmitió de generación en generación”. Son múltiples las imágenes que se traen en los cuentos jasídicos y en los textos acerca de la narración para acercarnos a la noción de tradición, de aquello que perdura aún a pesar de sí mismo, incluso en el terrible paisaje devastado al regreso de la Primera Guerra Mundial-, Benjamin nos indica que algo se mantuvo, “que nada había quedado incambiado a excepción de las nubes”.[41]

La narración de estas historias, que a veces parecen dispersas, unifica la memoria con la música, “el recuerdo funda la cadena de la transmisión (…) funda la red compuesta en última instancia por todas las historias”,[42] como aquello insoslayable que a pesar del tiempo “se asemeja a las semillas de grano que, encerradas en las milenarias cámaras impermeables al aire de las pirámides, conservaron su capacidad germinativa hasta nuestros días”.[43] Por eso, subraya Benjamin, la narración posee cierto aspecto conservador, ya que los grandes narradores jamás se mantienen al margen de los pensamientos antiguos, nodales de los hombres. Algo de la tarea del hombre en el mundo, de su sentido primordial, se transmite allí; como señala Meyer en la introducción a la recopilación de Buber de cuentos jasídicos,

la pureza y el misterio, así como la sensibilidad exquisita de la espiritualidad judía son totalmente visibles en estos cuentos. Buber consideraba que el mensaje era de vital importancia para todos los hombres “porque esta es la hora en que nos hallamos en peligro de olvidar el propósito de nuestra presencia en la tierra y no sé de otras enseñanzas que nos lo recuerden tan poderosamente”.[44]

El relato de la narración es la transmisión de una sabiduría que alude al mismo tiempo a una experiencia de una vida –por ello quedan las huellas impregnadas del narrador– y a una experiencia de aquello que podríamos denominar la tradición. Asimismo, el interés de quien la escucha posee el doble mérito de hacer perdurar lo oído y de aprehenderlo como un consejo para la vida misma. “Rara vez se toma en cuenta que la relación ingenua del oyente con el narrador está dominada por el interés de conservar lo narrado. El punto cardinal para el oyente sin prejuicios es garantizar la posibilidad de la reproducción”.[45]

Esta doble proposición –planteada en una sola expresión en la que el misterio primordial y el consejo del sabio para la vida práctica se anudan– resulta central para comprender la narración e invita a Benjamin a pensar en Kafka como un escritor que recoge atisbos de este don de narrar: “La obra de Kafka es una elipse, cuyos focos, muy alejados entre sí, están determinados, por un lado, por la experiencia mística (que es, sobre todo, la experiencia de la tradición), y por otro, por la experiencia del hombre moderno de la gran ciudad [Großstadtmensch]”.[46]

El consejo, entonces, no es una respuesta cerrada ni un saber exclusivo sobre los aspectos metafísicos, sino que es –ante todo– la transmisión del aspecto de unificación del mundo, donde lo cotidiano devela su carácter inexplicable y lo trascendental en un instante fugaz se aproxima a la vida misma. Lo que narra el maestro jasídico sucede entre el cielo y la tierra, entre la vida práctica y la mística. El mundo material no anula la presencia de Dios, la oculta. Es en esa apariencia, como en los relatos kafkianos, donde se dialectiza la apariencia y la esencia, ya que es justamente allí en ese mundo material donde la figura del Tzadik transmite por un instante fugaz la capacidad de unificación de ambos mundos. Y es allí, en esa suspensión del ámbito del puro intelecto donde dando cabida a la esfera de la fe se vislumbra, se ilumina la posibilidad de la redención en comunidad, de la recomposición del mundo, del retorno al origen de la lengua sagrada.

La escucha

El don de estar a la escucha resulta fundamental para sí mismo y para la comunidad. Se explicita, asimismo, el concepto de la memoria del oyente, quien “con mayor gusto, tarde o temprano, este la volverá, a su vez, a narrar”.[47] La comunidad de aquellos que pueden consagrarse a la escucha, de los que tienen “el oído atento” se desvanece, se desarma junto con la comunidad, que traspasa su saber acerca del saber hacer “las formas más antiguas de artesanía” y esto sucede “porque ya no se teje ni se hila mientras se les presta oído”.

La narración requiere de un otro que esté a la escucha, en el mundo, ya que allí se ponen en juego la experiencia y la verdad. Escuchar es tender la oreja, es una intensificación y una alerta, una curiosidad o una inquietud. Quien escucha quiere entender, un “escuchar decir” en una cadena de sentidos y, además, en el fondo, una escucha

querría decir que quizás es preciso que al sentido no le baste con tener sentido (o con ser logos), sino que además ha de resonar (…) una resonancia como fondo, como profundidad primera o última del ‘sentido’ mismo (o de la verdad). Se trata de un sentido no inmediatamente accesible en el cual se supone que lo sensato ha de encontrarse en la resonancia, y no encontrarse más que en ella. Es tender un lazo hacia la “inaccesibilidad, hacia la propiedad de lo inapropiable”.[48]

Y ese hilo puede desenrollarse poco a poco y de un modo particular en cada uno.

La modalidad de la exégesis de los textos judíos, ya desde las épocas talmúdicas, incluye diversas interpretaciones, una superposición de voces que no se eliminan las unas a las otras, sino que en su conjunto constituyen un cuerpo prismático que, a excepción de los conceptos propios del ámbito de la Halajá, se resisten a una interpretación unívoca y nos interpelan en una dinámica en la que, si bien existe una dirección clara de sentido, al mismo tiempo resulta primordial ese modo singular en que cada uno deja resonar esa perspectiva propia que, en el mismo gesto de avanzar en el recorrido espiritual de aproximarse a Dios, nos remite a una presencia de sí mismo –que no es otra cosa que la mutua remisión entre una individuación sensible y una identidad inteligible. Por ello, “[e]star a la escucha será entonces estar siempre tendido hacia o en un acceso a sí”.[49] Abrirse a la resonancia de un reenvío que “abre, que se ahonda y que se alarga o se ramifica, que envuelve y que separa, que riza o que se riza, que se estira o se contrae, etc.”.[50] En la escucha, concluye Nancy, “lo lejano retumba de más cerca”.[51]

Comentarios finales

Para Traverso, lo judío y lo alemán, el estudio y la referencia a los textos sagrados y al misticismo y los estudios de cierto materialismo histórico, lejos de generar una contradicción u oposición en Benjamin constituyen en él su sello particular. Retomo sólo dos citas de la inmensa intensidad de palabras que hacen y deshacen los modos del ser judío en Benjamin. Una que nos trae Traverso: “Nunca he podido buscar ni pensar de otra manera que en un sentido, si me atrevo a hablar así, teológico”[52] ; la otra, recogida por Scholem: “si alguna vez llego a tener una filosofía propia –me decía– será la filosofía del judaísmo”[53].

Lo que nos permite relacionar los cuentos jasídicos con la figura del narrador y los conceptos que implican es, de algún modo, una toma de posición sobre el sentido que el judaísmo tiene en Walter Benjamin. Si bien no se desarrolla el tema de manera expandida en esta investigación, como se puede ver, se retoman temas centrales del modo de la narración en el jasidismo: la figura central del justo (tzadik) en la escena de la narración, la importancia de la transmisión boca a boca, la posición de la escucha, el tiempo y la atención que se dedica, el decir de una sabiduría primordial de la vida de modo conjunto con una “orientación hacia lo práctico”,[54] el lugar de la tradición y la posibilidad de recontar, de volver a narrar, la descripción de la particularidad de aquello que sucede en el momento de la narración, en el que el decir es acompañado por la alusión a través de las manos, del rostro, la transferencia de una sabiduría que puede transmitirse cuando entra en juego la experiencia,

Benjamin enfatiza una y otra vez las condiciones en las que la narración aflora desde su tierra de origen, en el tiempo en altamar, en la posibilidad del aburrimiento, en la resonancia del buque, en el fluir de las aguas en el mar, en la imagen de los artesanos pasando sus sabidurías milenarias que permiten que aflore “de una vez en sus expresiones y miradas lo inolvidable”,[55] ese carácter arcaico que constituye el reservorio de la sabiduría que sólo puede ser transmitida cuando algo del orden de la transmisión de la experiencia entra en juego.[56]

En los cuentos del Rabí Najmán como en toda la literatura jasídica, la dimensión doctrinaria y la literaria son centrales. Y esto se debe a que, justamente, este modo del narrar y no otro permite “revelar verdades metafísicas” a través de los cuentos a más personas.[57] Lo que prima en estas historias es la búsqueda mística de Dios en un formato que es un “testimonio poético de una zona esencial de la historia judía”. La narración en su decir, en “su mostrar” y en su escucha atenta y particular da cuenta de este modo único en que Dios se presenta a cada uno.

El despliegue del texto anuncia algo absolutamente inédito al tiempo que converge hacia el texto de origen. La narración no abrevia: se despliega en el ámbito de la experiencia humana y vincula -de un modo intangible- la relación entre la presencia fragmentaria de aquel que está a la escucha con el ámbito oculto y germinal de la unidad. Desplegar da cuenta de lo inacabado, del requerimiento de la tarea del hombre en el mundo, de la labor paciente, de la necesidad de una tarea insistente, del constructo de una artesanía que sólo la convicción –aquello más allá del mero y puro intelecto– y el amor a la letra del texto sagrado puede reavivar.[58] El modo fragmentario que lo singular despliega es un germen de producción absolutamente original. Lo que sucede en la narración no es mera transmisión sino un acto de reactivación: cuando el texto es narrado vuelve al tiempo de su surgimiento y se actualiza en un mismo instante fugaz. La narración acontece en el tiempo intensivo del texto sagrado, no se acota al tiempo lineal y extensivo de la historia, “alcanza las entrañas de la tierra y se pierde entre las nubes”[59] (Walter Benjamin, El narrador, p.13).

Referencias bibliográficas

-Abadi, Florencia, “La mímesis como lógica del recuerdo: una lectura sobre la noción de ‘imagen dialéctica’ en la obra de Walter Benjamin desde una perspectiva warburguiana” Contrastes, Revista Internacional de Filosofía, Vol. XVI, 2011, pp. 7-25. [ Links ]

- Arendt, Hannah, La tradición oculta, traducción de R.S. Carbó, Buenos Aires, Paidós, 2004. [ Links ]

- Benjamin, Walter, “Experiencia y pobreza” [1933], en Discursos interrumpidos I, traducción de Jesús Aguirre, Madrid, Taurus, 1982. [ Links ]

- Benjamin, Walter, “La enseñanza de lo semejante” en Para una crítica de la violencia y otros ensayos, traducción de Roberto Blatt, Madrid, Taurus, 2001. [ Links ]

- Benjamin, Walter, “Sobre el concepto de historia”, La dialéctica en suspenso: fragmentos sobre la historia, traducción de Pablo Oyarzún Robles, Buenos Aires, Arcis Lom, 2002. [ Links ]

- Benjamin, Walter, “El pañuelo”, en Historias y narraciones, traducción de Gonzalo Hernández Ortega, Barcelona, El Aleph, 2005. [ Links ]

- Benjamin, Walter, Obras II (1), traducción de Juan Barja, Madrid, Abada, 2007. [ Links ]

- Benjamin, Walter, El narrador, traducción de Pablo Oyarzún, Santiago de Chile, Metales pesados, 2008. [ Links ]

- Benjamin, Walter, Cartas de la época de Ibiza, traducción de Manuel Arranza Lázaro, Valencia, Pre-Textos, 2008. [ Links ]

- Benjamin, Walter, “Imágenes que piensan”, en Obras IV (1), traducción de Jorge Navarro Perz, Madrid, Abada, 2010. [ Links ]

- Benjamin, Walter, Historias desde la soledad y otras narraciones, traducción de Ariel Magnus, Buenos Aires, El cuenco de plata, 2013. [ Links ]

- Benjamin, Walter, Sobre Kafka. Textos, discusiones, apuntes, traducción de Mariana Dimópulos, Buenos Aires, Eterna cadencia, 2014. [ Links ]

- Buber, Martin, Cuentos jasídicos. Los primeros maestros, traducción de Salomón Merener, Buenos Aires, Paidós, 1978. [ Links ]

- Di Pego, Anabella, “¿El retorno del narrador? Reflexiones sobre la lectura benjaminiana de Kafka”, Ágora. Papeles de Filosofía Vol. 37(1), 2018, pp. 205-233. [ Links ]

- Gómez, John y Lamy, Laurent, “Apostilla. Notas suplementarias a la obra de 1997 sobre Walter Benjamin”, Mutatis Mutandis: Revista Latinoamericana de Traducción, Vol. 9 (1), 2012, pp. 142-181. [ Links ]

- Kaplan, Aryeh, Chasidic Masters. History, Biography and Thought, Jerusalem, Moanaim Publishing Corporation, 1989. [ Links ]

- Kramer, Jaim, La vida de Reb Noson de Breslov.A Través del fuego y del agua, traducción de Guillermo Beilinson, Buenos Aires, Breslov Research Institute, 2010. [ Links ]

- Nancy, Jean Luc, A la escucha, traducción de Horacio Pons, Buenos Aires, Amorrortu, 2008. [ Links ]

- Rabí Nahman de Bratslav ; Wiesel, Elie, Songes énigmes et paraboles suivi de Le chant qui habite le chant, Paris, Bibliophane, 2002. [ Links ]

- Rabí Najmán de Breslov, Likutey Moharán, Tomo XIII lección 7, traducción de Guillermo Beilinson, Buenos Aires, Breslov Research Institute, 2019. [ Links ]

- Rabí Najmán de Breslov, Relatos del Rebe Najmán comentarios y notas de Aryeh Kaplan, traducción de Guillermo Beilinson, Breslov Research Institute, 2019. [ Links ]

- Scholem, Gershom, Walter Benjamin, die Geschichte einer Freudschaft, Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1975. [ Links ]

- Scholem, Gershom, Walter Benjamin y su ángel, traducción de Ricardo Ibarlucía, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003. [ Links ]

- Scholem, Gershom, Walter Benjamin. Historia de una amistad, traducción de J. F. Yvars y Vicente Jarque, Barcelona, Novoprint-Debolsillo, 2007. [ Links ]

- Steinsaltz, Adin, Introducción al Talmud, traducción de María Dolores Perejón, Buenos Aires, Ediciones La aurora, 2000. [ Links ]

- Traverso, Enzo, Los marxistas y la cuestión judía. Historia de un debate, traducción de Isabel Sancho García, La Plata, Ediciones al Margen, 2003. [ Links ]

- Traverso, Enzo, Cosmópolis. Figuras del exilio judeo-alemán, traducción de Esther Cohen, México, Universidad Nacional Autónoma de México- Instituto de Investigaciones Filológicas, 2004. [ Links ]

- Traverso, Enzo, Los judíos y Alemania. Ensayos sobre la “simbiosis judío-alemana”, traducción de Isabel Sancho García, Valencia, Pre-textos, 2005. [ Links ]

- Yassif, Eli, “Storytelling and meaning: Theory and practice of narrative Variants in Religious text”, en Religious Stories in Transformation: Conflict, Revision, and Reception, Boston, Brill, 2016. [ Links ]

Notas

[1]Benjamin, Walter, “Experiencia y pobreza”, en Discursos interrumpidos I, Madrid, Taurus, 1982, p. 167.

[2]Benjamin, Walter, El narrador, Santiago de Chile, Metales pesados, 2008, p. 4.

[3]Benjamin, Walter, Cartas de la época de Ibiza, Valencia, Pre-Textos, 2008, p. 37.

[4]Cfr. Di Pego, A., “¿El retorno del narrador? Reflexiones sobre la lectura benjaminiana de Kafka”, Ágora. Papeles de Filosofía, Vol. 37(1), 2018, pp. 205-233.

[5]Esta mención admite la posibilidad de un nuevo texto. Dejaremos aquí solo algunas puntuaciones: a) Las publicaciones de Martin Buber (1878- 1965) de cuentos y maestros jasídicos (1949) que incorporan el tema al ámbito de los pensadores europeos de mediados del siglo XX son posteriores a la muerte de Benjamin. De todos modos, Historia de una amistad (2007, memorias y cartas que relatan la amistad entre Scholem y Benjamin) cita más de una vez a Buber. En este mismo texto los temas que se detallan en las conversaciones entre ambos amigos acerca del judaísmo se entrelazan, una y otra vez, con el modo en que los maestros jasídicos presentan el lugar del misticismo, las escrituras sagradas y la relación con Dios. b) En una entrevista que Laurent Cohen realizó en 2002 a Elie Wiesel (1928-2016), titulada Le chant qui habite le chant en Rabbi Nahman de Bratslav. Songes, énigmes et paraboles, le pregunta si pensadores como él, Benjamin y Kafka reconocen su deuda tanto temática como en la técnica narrativa de un gran maestro jasídico, el Rebe Najmán de Breslov. c) En “Imágenes que piensan” (Obras IV, I: p. 370), Benjamin cita a los jasidim para pensar el mundo venidero. También el apartado Sancho Panza, en homenaje por los diez años de la muerte de Kafka, comienza con un cuento jasídico. Se recomienda, también en esta dirección, la lectura de los textos de Enzo Traverso (2004, 2005) que piensan la relación de los judíos alemanes de fines del siglo XIX e inicios del XX.

[6]Cfr. Traverso, Enzo, Los marxistas y la cuestión judía. Historia de un debate, La Plata, Ediciones al Margen, 2003.

7]Lengua perteneciente a las comunidades judías europeas.

[8]Disciplina que desarrolla y revela el aspecto oculto de la Torá. Varios autores señalan su derivación del término lekabel (recibir). En algunos momentos de la historia ha sido mal comprendida, tanto por prejuicio racionalista como por entusiasmo romántico, pero finalmente se reestablece como una disciplina mayor de trascendental importancia, cuyo estudio se basa –entre otros saberes– en la filología.

[9]Palabra rusa: pogromo, devastación. Masacre étnica o religiosa multitudinaria acompañada de la destrucción de las viviendas y los bienes.

[10]Predicador judío carismático (1626- 1676) que en 1666 utilizó textos de la Kabalá para sus interpretaciones heréticas y se autoproclamó el Mesías. Queda marcado en la historia como el responsable del distanciamiento de miles de judíos de sus raíces y de la destrucción de cientos de comunidades. El shavetanismo continúa hasta bien entrado el siglo XVIII. Esta situación alimenta la duda sobre el acceso irrestricto a los saberes ocultos de la Torá.

[11]Halajá: corpus de las leyes judías que incluye los 613 preceptos (mitzvot) y posteriormente las leyes talmúdicas y rabínicas, así como sus tradiciones y costumbres.

[12]El Talmud es la Tradición Oral Judía expuesta por los líderes rabínicos entre los años 50 A.E.C y 500 E.C, aproximadamente. La primera parte del Talmud, llamada la Mishná, fue codificada por el Rabí Iehudá HaNasí cerca del año 188 E.C. La segunda parte, llamada la Guemará, fue editada por Rab Ashi y Ravina cerca del año 505 E.C.

[13]Cfr. Kaplan, Aryeh, Chasidic Masters. History, Biography and Thought, Jerusalem, Moanaim Publishing Corporation, 1989.

[14]Steinsaltz, Adin, Introducción al Talmud, Buenos Aires, Ediciones La aurora, 2000, p. 15.

[15]Cfr. Yassif, Eli, “Storytelling and meaning: Theory and practice of narrative Variants in Religious text”, en Religious Stories in Transformation: Conflict, Revision, and Reception, Boston, Brill, 2016.

[16]Rabí Nahman de Bratslav ; Wiesel, Elie, Songes énigmes et paraboles suivi de Le chant qui habite le chant, Paris, Bibliophane, 2002, pp. 133-134.

[17]Buber, Martin, Cuentos jasídicos. Los primeros maestros, Buenos Aires, Paidós, 1978, p. 17.

[18]Ver Benjamin, W., “Sobre el concepto de la historia”, La dialéctica en suspenso, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2007, p. 77.

19]Abadi, Florencia “La mímesis como lógica del recuerdo: una lectura sobre la noción de ‘imagen dialéctica’ en la obra de Walter Benjamin desde una perspectiva warburguiana”, Contrastes, Revista Internacional de Filosofía vol. XVI, 2011, p. 20.

[20]Benjamin, Walter, “La enseñanza de lo semejante”, en Para una crítica de la violencia y otros ensayos, Madrid, Taurus, 2001, p. 87.

[21]Benjamin, W., El narrador, Santiago de Chile, Metales pesados, 2008, p. 6.

[22]Ibid., p. 16.

[23]Maestro jasídico (1772-1810).

[24]Rabí Nahman de Bratslav ; Wiesel, Elie, Songes énigmes et paraboles suivi de Le chant qui habite le chant, p.134.

[25]Benjamin, W., “Imágenes que piensan” en Obras IV (1), Madrid, Abada, 2010, p. 380.

[26]Ibid., pp. 380-381.

[27]Benjamin, W., El narrador, p. 17.

[28]Rabí Najmán de Breslov, Likutey Moharán, Tomo XIII, lección 7, Buenos Aires, Breslov Research Institute, 2019, p. 15.

[29]Ibid., p. 18.

[30]Ibid., p. 15.

[31]Ibid., p. 16.

[32]Ibid., p. 72.

[33]Ibid., p. 75.

[34]Ibid. Este es un concepto de gran complejidad que requiere ser estudiado más detenidamente.

[35]Rabí Najmán de Breslov, Relatos del Rebe Najmán comentarios y notas de Aryeh Kaplan, Buenos Aires, Breslov Research Institute, 2019, p.14.

[36]Rabí Najmán, Likutey Moharán Tomo XIII, p. 13.

[37]Ibid., p. 1.

[38]Benjamin, W., El narrador, p. 41.

[39]Ibid., p. 4.

[40]Ibid., p. 16.

[41]Ibid., p. 2.

[42]Ibid., p. 10.

[43]Ibid., p. 6.

[44]Buber, M., Los primeros maestros, p. 22.

[45]Benjamin, W., El narrador, p. 10.

[46]Di Pego, Anabella, “¿El retorno del narrador? Reflexiones sobre la lectura benjaminiana de Kafka”, p. 246.

[47]Benjamin, W., El narrador, p. 6.

[48]Nancy, Jean Luc, A la escucha, Buenos Aires, Amorrortu, 2008, p. 7.

[49]Ibid., p. 10.

[50]Ibid., p. 13.

[51]Ibid., p. 41.

[52]Traverso, Enzo, Los marxistas y la cuestión judía. Historia de un debate, p. 220.

[53]Scholem, Gershom, Walter Benjamin, die Geschichte einer Freudschaft, Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1975, p. 71.

[54]Benjamin, W., El narrador, p. 4.

[55]Ibid., p. 12.

[56]Ver carta a Gretel Karplus desde Ibiza, mayo de 1933.

[57]Rabbi Nahman de Bratslav ; Wiesel, Elie, Songes, énigmes et paraboles, p. 146

58]Cfr. Gómez, John y Lamy, Laurent, “Apostilla. Notas suplementarias a la obra de 1997 sobre Walter Benjamin”, Mutatis Mutandis: Revista Latinoamericana de Traducción, Vol. 9 (1), 2012, pp. 142-181.

[59]Benjamin, W., El narrador, p. 13.

Recibido: 01 de Octubre de 2019; Aprobado: 01 de Febrero de 2020

Creative Commons License Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.