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Ecología austral

versión On-line ISSN 1667-782X

Ecol. austral v.19 n.3 Córdoba sept./dic. 2009

 

AYUDA DIDÁCTICA

Receptividad ganadera: marco teórico y aplicaciones prácticas

Rodolfo Golluscio *

*IFEVA, CONICET, Cátedra de Forrajicultura, Facultad de Agronomía, Univ. de Buenos Aires, Argentina.

IFEVA, CONICET, Cátedra de Forrajicultura, Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Email: gollusci@agro.uba.ar

Recibido: 20 de mayo de 2009;
Fin de arbitraje: 7 de septiembre de 2009;
Revisión recibida: 1 de octubre de 2009;
Aceptado: 14 de octubre de 2009

RESUMEN. Esta ayuda didáctica pretende ilustrar acerca del concepto de receptividad ganadera y las dificultades que presenta su cálculo. En el marco del modelo logístico de crecimiento poblacional, la receptividad es la densidad máxima de individuos de una población que puede vivir en un hábitat determinado. Sin embargo, ese modelo supone que (1) el ambiente es invariable en el tiempo y en el espacio, (2) todos los individuos de la población usan los recursos con la misma eficiencia, y (3) la población no tiene competidores, parásitos o depredadores. Dado que esos supuestos no se cumplen en los sistemas ganaderos, y que la intervención del hombre en los ecosistemas modifica su receptividad, el concepto de receptividad ganadera difiere del concepto original de receptividad. Así, en términos agronómicos, la receptividad ganadera ha sido definida como "la densidad máxima de animales que puede mantenerse en un área determinada, en un cierto nivel de producción, sin deteriorar el recurso." El marco conceptual más adecuado para entender los determinantes de la receptividad ganadera es el modelo del flujo de energía. De él se desprende que, para lograr un uso sustentable de los ecosistemas pastoriles, los herbívoros deberían consumir sólo una proporción de la Productividad Primaria Neta Aérea (PPNA), conocida como Índice de Cosecha. Hasta el momento no se ha acuñado una metodología de cálculo de aceptación universal para estimar la receptividad debido a: (1) la ausencia de modelos confiables que permitan predecir el Índice de Cosecha en sitios con distintas condiciones ambientales y tipos de vegetación, en distintos años y en distintos momentos del año, (2) la multiplicidad de factores que determinan la receptividad, incluyendo tanto los factores ambientales vinculados a la disponibilidad de forraje como los factores ambientales extraforrajeros (e.g., depredadores) y los factores de manejo (e.g, método de pastoreo) y (3) las interacciones entre esos factores y las decisiones del productor, que reflejan sus objetivos empresariales y los niveles de riesgo que asume. En consecuencia, al definir la receptividad ganadera de un ecosistema dado se deben observar varias precauciones: una selección cuidadosa de los mejores métodos para cada objetivo particular y región, una actitud conservadora, un monitoreo continuo del estado de la vegetación y de la producción individual de los animales en relación a los objetivos productivos (ningún cálculo que afecte negativamente alguna de esas variables puede considerarse sustentable), y una actitud flexible para modificar la densidad ganadera bajo condiciones climáticas particulares, de manera de promover los procesos regenerativos o prevenir transiciones a estados más degradados.

Palabras clave: Uso sustentable; Flujo de energía; Dinámica de poblaciones; Pastoreo; Índice de cosecha.

ABSTRACT. Carrying capacity of animal production systems: theoretical framework and practical applications: This article is conceived as a didactic aid to use in graduate and post-graduate courses of Ecology and Grassland Science. It aims to illustrate the concept of carrying capacity when applied to animal production systems, and also the difficulties involved in its calculus. The concept of carrying capacity derives from the classical logistic model of population growth, and is defined as the maximum density a population can attain in one habitat. However, that model assumes that (1) the environment is invariable in time and space, (2) all the individuals of the depredators or parasites. Taking into account that these three assumptions are not fulfilled in animal production systems, and that human intervention alters ecosystem carrying capacity, the concept of carrying capacity of animal production systems differs from that of the logistic model. The carrying capacity of animal production systems has been defined as "the maximum animal density that can be maintained in one area under a certain production level without deteriorate the resource". The most adequate conceptual framework to understand the factors determining the carrying capacity of animal production systems is the model of energy flux. It suggests that domestic herbivores may consume only a proportion of Aboveground Net Primary Production, known as Harvest Index, to make a sustainable use of rangeland ecosystems. There not exist, until now, an universally accepted methodology to estimate the carrying capacity of animal production systems because of: (1) the lack of reliable models to predict Harvest Index in sites differing in environmental conditions or vegetation structure, or in different years or seasons, (2) the vast array of factors determining carrying capacity, including those directly linked to forage availability (as precipitation, fertility, soil texture, etc.) as good as those environmental factors unlinked to forage availability (as water availability, climatic risks, predators, etc.) and those factors linked to range management (as grazing system), and (3) the interactions among these factors and the producer decisions, which reflect the objectives the producer fix to its business and the levels of economic risk he assumes. As a consequence, when defining the carrying capacity of an animal production system, several precautions must be taken: a careful selection of the best method for each objective and region, a conservative attitude, a continuous monitoring of the status of vegetation and individual animal production parameters (no calculus negatively affecting any of those parameters can be considered as sustainable), and a flexible attitude allowing to modify the stocking density in order to promote regenerative processes or prevent transitions to more degraded states.

Keywords: Sustainable use; Energy flux; Population dynamics; Grazing; Harvest index.

PRÓLOGO

Este artículo pretende ilustrar acerca del concepto de receptividad ganadera y las dificultades que presenta su cálculo, para lo cual se describe un marco conceptual en el que se pueden ubicar los distintos métodos de estimación de receptividad existentes y se discuten las limitaciones inherentes a cada uno de ellos. Por último, se detallan algunos de los métodos de estimación desarrollados para ciertas áreas específicas del país. El trabajo fue concebido como una ayuda didáctica para cursos de Ecología aplicada (relaciones entre la dinámica de poblaciones y el flujo de energía) o de Forrajicultura (receptividad ganadera). Para manejar los distintos niveles de complejidad inherentes a los cursos de grado o de posgrado, el artículo consta de un texto principal de mínima complejidad que remite a cajas en las que se desarrollan o discuten algunos aspectos más complicados del tema. En estas últimas, además, se subrayan algunas contradicciones y "huecos" en el conocimiento.

RECEPTIVIDAD: CONCEPTO BIOLÓGICO Y CONCEPTO AGRONÓMICO

El concepto de receptividad (o capacidad de carga) deriva del modelo logístico de crecimiento poblacional (Verhulst 1838; Begon et al. 1988). Representa la densidad máxima de individuos de una población que puede vivir en un hábitat determinado (K, en el modelo logístico). Algunos de los supuestos subyacentes a ese modelo son que (1) el ambiente es invariable en el tiempo y en el espacio, (2) todos los individuos de la población usan los recursos con la misma eficiencia y (3) la población no tiene competidores, parásitos o depredadores (Figura 1).

 


Figura 1
. Densidad de una población hipotética que crece según el modelo logístico con una tasa intrínseca de crecimiento de 0.3 individuos.individuo-1.año-1 en dos hábitats de diferente capacidad de carga (K = 150 y 450 individuos.ha-1).
Figure 1. Density of one population growing according to the logistic model with an intrinsic growth rate of 0.3 individuals, individual-1.year-1 in two habitats with different carrying capacity (K = 150 y 450 individuals. ha-1).

En el marco del modelo logístico, la capacidad de carga de un hábitat para una población dada es una propiedad intrínseca del ambiente y está determinada por la disponibilidad de recursos en ese ambiente. En consecuencia, según ese modelo el principal factor que regula el crecimiento de la población es la competencia entre sus propios individuos por los recursos del ambiente. A medida que aumenta la densidad de la población la competencia se incrementa y la tasa de crecimiento "per capita" disminuye de manera lineal (Caja 1).

Sin embargo, al extrapolar ese concepto teórico y absoluto a los sistemas reales de producción, pronto se advierte que para un mismo sitio (e.g., un establecimiento ganadero) la receptividad puede cambiar marcadamente tanto en el tiempo como en el espacio. ¿Cuáles son las causas de esa variabilidad? Desde un punto de vista meramente biológico, la receptividad de un sistema dado para una población cambia a medida que varían (a) la disponibilidad recursos, ligada principalmente a la disponibilidad de agua, ya sea en el espacio (entre micrositios o posiciones topográficas) o en el tiempo (entre meses dentro de un mismo año o entre años), (b) la eficiencia individual en el uso de los recursos (e.g., asociada a la edad y/o al sexo de los individuos), (c) la densidad de competidores o depredadores o parásitos y sus respectivas habilidades competitivas/depredadoras/parasitarias respecto a la población de interés.

Desde el punto de vista del uso humano de los ecosistemas, el concepto de receptividad se complica aún más porque requiere la consideración de los objetivos específicos del hombre y de las manipulaciones que efectúa en el ecosistema. Así, se ha definido a la receptividad ganadera como "la densidad óptima de animales que puede mantenerse en un área determinada para permitir alcanzar determinados objetivos de producción, teniendo en cuenta las opciones de manejo disponibles" (Scarnecchia 1990). Entonces, desde el punto de vista específico del uso ganadero de los ecosistemas, la receptividad no será igual en un establecimiento con buena disponibilidad de agua de bebida y un buen manejo sanitario que en uno deficiente en esos aspectos. Asimismo, la receptividad no será igual para un planteo que busca maximizar la producción por hectárea, como puede ser un planteo de cría, que para uno que busca maximizar la producción individual, como pueden ser planteos de tambo o de invernada (engorde) corta. Por ejemplo, las vacas de tambo deberán descartar muchas más especies de inferior calidad forrajera que las de cría y, como consecuencia, la receptividad de un mismo recurso será menor en el primer caso que en el segundo, aun cuando se expresara la densidad de animales en términos energéticos y no en cabezas. La diferencia en receptividad entre distintos sistemas de producción obedece, en primer lugar, a que los requerimientos de los animales y los niveles de producción individual considerados aceptables son distintos para los diferentes objetivos de producción. En segundo lugar, la energía metabólica disponible por unidad de biomasa es diferente para las distintas especies que componen un recurso forrajero. En tercer lugar, el consumo individual diario tiene restricciones impuestas por la fisiología digestiva del animal en cuestión: los animales raramente pueden consumir más materia seca que el 3% de su peso vivo por día. Como consecuencia, para cubrir sus elevados requerimientos energéticos sin consumir más que el máximo diario de 3% de su peso vivo, las vacas de tambo se verán obligadas a elegir sólo aquellas especies de concentración energética alta, mientras que las de cría podrán consumir un espectro mucho mayor de especies.

La densidad de animales que el Hombre le asigna a un recurso forrajero (carga animal) introduce otro elemento que complica el concepto de receptividad ganadera. Ambas variables no deben ser confundidas, porque -en realidad- interactúan y se determinan mutuamente. Por un lado, la evaluación correcta de la receptividad es la garantía de que las cargas animales a asignar en el futuro sean sustentables. Por otro lado, el pastoreo con cargas animales inadecuadas puede provocar cambios drásticos en las comunidades vegetales y en los suelos, que reducen la receptividad ganadera de los ecosistemas. Así, en términos agronómicos, la receptividad ha sido definida específicamente como "la densidad máxima de animales que puede ser mantenida en un área determinada en un cierto nivel de producción sin deteriorar el recurso" (Holechek et al. 1989). En este marco, la receptividad ganadera para una especie animal en un hábitat determinado deja de ser una propiedad intrínseca de ese ambiente, como lo era en el modelo logístico, para ser una propiedad intrínseca del sistema de producción asignado por el hombre a ese ambiente.

Pese a su importancia, no existen técnicas universalmente aceptadas y confiables para estimar la receptividad (Scarnecchia 1990). Es probable que esa carencia obedezca a la conjunción de diversas causas. (1) A lo largo de su experiencia, los productores acuñaron una noción intuitiva de la receptividad de cada potrero mediante el método de "prueba y error": asignan a cada potrero la cantidad de animales que luego de varios años demostró ser capaz de mantener niveles de producción que resultan aceptables en el marco de sus objetivos particulares. (2) La disponibilidad de forraje, asociada a la PPNA, resulta muy variable tanto en el espacio como en el tiempo (Paruelo et al. 2004). (3) Los métodos de evaluación existentes por lo general se adecuan a las características estructurales de las comunidades vegetales para las cuales fueron acuñados, pero se encuentran dificultades operativas cuando se los quiere utilizar en otras (Golluscio et al. 2009).

MARCO CONCEPTUAL PARA EL CÁLCULO DE LA RECEPTIVIDAD GANADERA

El marco conceptual al cual se asocian -en forma explícita o implícita- prácticamente todos los métodos de estimación de receptividad es el modelo del flujo de la energía en los ecosistemas (Odum 1972). Este modelo establece que la energía disponible para los herbívoros es la que está almacenada en los productores primarios, es decir las plantas. Dicha energía es la que está presente en las plantas en un momento dado, más la que fijan en forma de nuevos hidratos de carbono a través de la Fotosíntesis Neta. Pasando del nivel de organización de planta al de ecosistema, este último flujo se conoce como Productividad Primaria Neta (PPN). En un sitio dado, y en una escala de tiempo corta, cuanto mayor sea la carga animal, mayor será la proporción de la PPN que es consumida por los herbívoros. Por su parte, al comparar distintos sitios, a igualdad de PPN y carga, cuanto mayor sea la accesibilidad y el valor nutritivo del forraje, determinados por cambios en el tipo de vegetación, mayor será el Consumo de los herbívoros. A su vez, cuanto mayor sea la digestibilidad del forraje consumido, mayor será la proporción asimilada. Cuanto menores sean las pérdidas por respiración (cuya reducción puede lograrse mediante diversos subsidios de energía, como la provisión de agua, sombra, caminos, tratamientos sanitarios, etc.), mayor será la proporción del forraje asimilado que termina formando parte de la biomasa animal (Producción Secundaria Neta, PSN). Por último, cuanto menor sea la incidencia de parásitos y depredadores, mayor será la proporción de la PSN que se traduce en un rédito económico para el productor, es decir la producción ganadera propiamente dicha (Figura 2).

Figura 2. Fragmento del modelo del flujo de la energía en los ecosistemas, que incluye todos los flujos relevantes para los productores primarios (plantas) y los consumidores primarios (herbívoros). Elaboración propia a partir de Odum (1972) y Sala & Austin (2000).
Figure 2. Fragment of the energy flux model, including all the fluxes related to the primary producers (plants) and primary consumers (herbivores). Adapted from Odum (1972) and Sala & Austin (2000).

¿Qué proporción de la PPN se puede consumir sin deteriorar el sistema? En un primer nivel de análisis, el problema puede comprenderse mejor a través de las analogías entre la biomasa vegetal y el capital depositado en una cuenta bancaria, y entre la PPN y los intereses generados por dicho capital. Si un individuo extrae anualmente todos los intereses producidos por su cuenta bancaria, el capital depositado en ella -y su capacidad de producir renta- se mantendrán intactos. Si extrae más que los intereses producidos, el capital disminuirá y si extrae menos, aumentará. Del mismo modo, en un cierto período los animales pueden consumir toda la PPN de ese período e incluso parte de la energía almacenada en la biomasa vegetal en períodos anteriores. Sin embargo, si esa situación se prolongase en el tiempo conduciría a la desaparición de la componente vegetal (se perdería el "capital vegetal") y, posterior y consecuentemente, desaparecería también la componente animal. Refinando el análisis, los herbívoros no sólo no deberían consumir más que la PPN, sino que deberían limitarse a consumir sólo una porción de ella, ya que si la consumieran toda, el sustrato disponible para la actividad de los descomponedores quedaría restringido al proveniente de las deyecciones y muerte de los animales. Esto afectaría severamente los ciclos de los nutrientes y, en el largo plazo, disminuiría la PPN (Figura 2).

En un nivel de detalle mayor, para dilucidar qué proporción de la PPN se puede consumir en forma sustentable se debe tener en cuenta que la PPN tiene un componente aéreo (PPNA) y otro subterráneo (PPNS). En general, los herbívoros domésticos sólo tienen acceso a la PPNA, mientras que la PPNS es la fuente de energía para diversos herbívoros silvestres subterráneos y, luego de muerta, también es la fuente de energía para los microorganismos involucrados en la descomposición. Como las porciones aéreas de las plantas son esencialmente autótrofas pero las subterráneas son heterótrofas, el mantenimiento de niveles sustentables de PPNS depende de forma marcada del mantenimiento de niveles sustentables de PPNA. Por último, los herbívoros domésticos tienen serias restricciones estructurales para consumir el total de la PPNA, ya que una porción variable de la biomasa aérea es inaccesible o no palatable. Por lo expuesto, generalmente se acepta que la PPNA acumulada a lo largo del año es la que establece el límite máximo de la receptividad promedio anual de un sitio dado (Sala & Austin 2000), y que los herbívoros domésticos deberían consumir sólo una proporción de ella para hacer un uso sustentable del ecosistema. En cambio, es más difícil encontrar consenso acerca de cuál es la proporción de esa PPNA anual que los herbívoros pueden consumir (Índice de Cosecha, IC) sin provocar daños al ecosistema.

Algunas evidencias sugieren que el IC aumentaría a medida que aumenta la PPNA. En una recopilación de información de sistemas ganaderos argentinos (Ministerio de Economía 1974) y uruguayos (Ministerio de Agricultura y Pesca 1980) ubicados en un amplio gradiente ambiental, Oesterheld et al. (1992) encontraron una correlación positiva entre la PPNA y la biomasa de herbívoros, con ambas variables expresadas en unidades energéticas y en escala logarítmica. Asimismo, demostraron que, ante una misma PPNA, los sitios poblados por herbívoros silvestres tienen menos biomasa de herbívoros que los poblados por herbívoros domésticos. Además, la diferencia entre ambas biomasas fue de un orden de magnitud en todo el rango de PPNA explorado, es decir que en cada nivel de PPNA la biomasa de herbívoros silvestres fue 1/10 de la de herbívoros domésticos. Ese hallazgo ha sido la primera cuantificación del efecto de los subsidios extra-forrajeros aportados por el hombre sobre la biomasa de herbívoros: sombreado, aguadas, tratamientos sanitarios, mejoramiento genético, caminos, etc. (Figura 3).


Figura 3
. Relación entre la biomasa de herbívoros y la PPNA expresadas en unidades energéticas y escala logarítmica y medidas en 67 Departamentos de la Argentina y Uruguay dedicados a la ganadería (cuadrados) y en 51 sitios pastoreados por herbívoros silvestres en todo el mundo (cruces, datos originales de McNaughton et al. 1989). Se excluyeron los Departamentos donde el suministro de grano, silo o heno fuera una práctica difundida. Fuente: Oesterheld et al. (1992).
Figure 3. Relationship between herbivore biomass and Aboveground Net Primary Production, both variables expressed in energy units and log-log scale. Data from 67 political departments from Argentina and Uruguay devoted to commercial animal production (squares) and 51 sites grazed by wild herbivores all around the world (crosses, data from McNaughton et al. 1989). Departments where grain, silo and/or hay were used to feed animals were excluded. Source: Oesterheld et al. (1992).

A partir de esa información, Golluscio et al. (1998) calcularon cómo variaba el Índice de Cosecha en el amplio gradiente de PPNA explorado por Oesterheld et al. (1992). A tal efecto expresaron la PPNA y la biomasa de herbívoros en kg de materia seca y en kg vivos, respectivamente, y luego calcularon el consumo anual de biomasa vegetal suponiendo que los herbívoros consumen diariamente una cantidad de materia seca vegetal (MS) equivalente a 3% de su peso vivo. Esa aproximación sugirió que el Índice de Cosecha aumenta a medida que aumenta la PPNA, lo cual explica que, a medida que aumenta la PPNA, la biomasa de herbívoros aumente más que la PPNA. Sin embargo, la tasa de aumento del IC respecto a la PPNA disminuye a medida que aumenta la PPNA (Figura 4).


Figura 4
. Índice de Cosecha (IC, Consumo de los herbívoros domésticos, en porcentaje de la PPNA) en función de la PPNA: IC (%)= -5.71+0.7154 x (PPNA (kg MS.ha-1.año-1))0.5. Curva y ecuación construidas a partir de Oesterheld et al. (1992), quienes estimaron la PPNA sobre la base de la precipitación media anual con el modelo espacial de Sala et al. (1988): PPNA [g MS.m-2.año-1] = -36+0.6 x precipitación [mm]. Fuente: Golluscio et al. (1998).
Figure 4. Harvest Index (HI, Consumption of domestic herbivores, as percent of Aboveground Net Primary Production; ANPP) as a function of ANPP: HI (%)= -5.71+0.7154 x (ANPP (kg DM ha-1year-1))0.5. Curve and equation constructed from Oesterheld et al. (1992), who estimated ANPP from mean annual precipitation (MAP) using the spatial model of Sala et al. (1988): ANPP [g DM.m-2.year-1]= -36+0.6 x MAP [mm]. Source: Golluscio et al. (1998).

La información presentada sugiere que la receptividad ganadera de un sitio determinado podría calcularse de manera sencilla como el producto entre la PPNA y el Índice de Cosecha considerado como sustentable, producto equivalente a la cantidad de forraje disponible o consumible, dividido por el consumo individual anual (Ecuaciones 1, 2 y 3). Una aproximación muy difundida consiste en dividir la PPNA por una Asignación de Forraje, que representa los kg de materia seca ofrecidos diariamente a cada animal (Ecuación 4). Dicha Asignación de Forraje aumenta a medida que se requiere un pastoreo más selectivo, ya sea porque la calidad global de la vegetación es muy pobre (e.g., estepas áridas) o porque el sistema de producción requiere altos niveles de producción individual (e.g., tambos). En realidad, la Asignación de Forraje no es otra cosa que el cociente entre el Consumo Individual Anual y el Índice de Cosecha (Ecuación 5).

R = FD/CIA (1)

D = PPNA.IC (2)

R = PPNA.IC/CIA (3)

R = PPNA/AF (4)

AF = CIA/IC (5)

Donde:

R = Receptividad (cabezas.ha-1)

FD = Forraje Disponible (kg MS.ha-1.año-1)

CIA = Consumo individual anual (kg MS consumidos.cabezas-1.año-1)

PPNA = Productividad Primaria Neta Aérea (kg MS.ha-1.año-1)

IC = Índice de Cosecha (kg consumidos.kg producidos-1)

AF = Asignación de Forraje (kg MS ofrecidos.cabezas-1.año-1)

Para calcular la Receptividad bastaría entonces con (a) estimar la PPNA, ya sea a partir de cortes de biomasa (Sala & Austin 2000), de las precipitaciones medias anuales (Sala et al. 1988, ver función en leyenda de Figura 4) o de diferentes aproximaciones basadas sobre información satelital (Piñeiro et al. 2006); (b) calcular el IC que se puede considerar sustentable, ya sea a partir de mediciones de consumo"in situ" (Vecchio et al. 2008) o a partir de la PPNA, por ejemplo utilizando la función representada en la Figura 4; y (c) asignar a los animales un nivel de consumo individual anual acorde con los objetivos ganaderos del productor. Esa aproximación constituye una sobresimplificación del problema, que puede ser útil como primera aproximación al cálculo de la receptividad ganadera promedio para un sitio determinado o para realizar comparaciones regionales. Sin embargo, presenta varias limitaciones a la hora de hacer comparaciones entre potreros de un mismo establecimiento (dada la heterogeneidad interna de los recursos forrajeros de cada uno), entre años para un mismo potrero, o entre épocas del año para un año y potrero dados.

LIMITACIONES DEL CÁLCULO DE LA RECEPTIVIDAD

En primer lugar, si bien el patrón de incremento del IC a medida que aumenta la PPNA tiene un fundamento biológico sólido, su extrapolación debe realizarse con extrema prudencia. Por ejemplo, el uso del modelo presentado en la Figura 4 para estimar valores de IC sustentables, exige aceptar que los sistemas ganaderos incluidos en el trabajo de Oesterheld et al. (1992) se hallaban en equilibrio con el ambiente (ver Caja 2). En segundo lugar, la estimación de la receptividad para distintos años presenta una serie de complicaciones adicionales a las consignadas en la Caja 2, ya que tanto la PPNA como, consecuentemente, el IC varían entre años. Por un lado, la variabilidad interanual de la PPNA es mayor a medida que disminuyen las precipitaciones (Paruelo & Lauenroth 1998). Esa extrema variabilidad interanual ha conducido a que en algunas zonas áridas se cuestione el concepto mismo de receptividad: en los años secos ocurren mortalidades catastróficas de las cuales las poblaciones naturales pueden no llegar a recuperarse antes del siguiente año seco (Ellis & Swift 1988, pero ver también Illius & Connor 1999). Por otro lado, para un sitio dado la PPNA varía linealmente de un año a otro de acuerdo a las precipitaciones anuales, patrón conocido como modelo temporal (Lauenroth & Sala 1992). Sin embargo, la pendiente de ese modelo temporal (Figura 5) difiere de la del modelo espacial de Sala et al. (1988), y esa diferencia, a su vez, parece no ser constante a lo largo del gradiente de PPNA media (Caja 3).


Figura 5
. Variación de la PPNA en función de las precipitaciones para varios sitios de Norteamérica (modelo espacial basado en los datos promedio de PPNA y precipitaciones, Sala et al. 1988) y para un sitio en particular de Colorado, EEUU (modelo temporal basado en los datos anuales de PPNA y precipitaciones). Fuente: Lauenroth & Sala (1992).
Figure 5. Variation of ANPP as a function of precipitation for several North-American sites (spatial model based on mean ANPP and mean precipitation values, Sala et al. 1988), and for a particular site of Colorado, USA (temporal model based on annual values of ANPP and precipitation). Source: Lauenroth & Sala (1992).

En tercer lugar, cuando se agrega la dimensión intraanual al cálculo de la receptividad, las complicaciones se incrementan aún más. En efecto, la PPNA presenta una variabilidad marcada entre estaciones dentro del año y, además, esa variabilidad cambia de un año a otro. Justamente, uno de los supuestos del manejo racional de recursos forrajeros es que el manejo debería provocar una mejora de la "salud" de los recursos en el tiempo. Tal mejora se debería reflejar en un aumento de la disponibilidad forrajera global, que debería ser mayor en las épocas del año en que el forraje es más limitante y, por lo tanto, debería reflejarse en una disminución de la variabilidad estacional. Por otro lado, como a lo largo del año por lo general la PPNA varía mucho más que la carga -y por ende que el consumo- animal, en las comparaciones intraanuales la relación entre el IC (a la sazón Consumo/PPNA) y la PPNA resulta negativa, contrariamente a lo que ocurría con las comparaciones espaciales.

El análisis precedente demuestra que la receptividad de un recurso forrajero resulta de una red compleja de factores ambientales vinculados a la disponibilidad de forraje (precipitaciones, textura edáfica, fertilidad del suelo, composición florística, requerimientos de cada especie y categoría animal, etc.), factores ambientales extraforrajeros (disponibilidad de agua de bebida, incidencia de depredadores, frío o calor extremos, inundaciones, nevadas, etc.) y factores de manejo (presión de pastoreo instantánea, método de pastoreo, subsidios de energía). Todos esos factores interactúan, a su vez, con las decisiones del productor, que reflejan sus objetivos empresariales y los niveles de riesgo que asume. Finalmente, la carga animal y el sistema de pastoreo (decididos por el productor) y la receptividad (independiente de la voluntad del productor) no son independientes entre sí sino que se determinan mutuamente (Deregibus & Garbulsky 2001). La receptividad en un momento dado define el espectro de cargas animales posibles en un ecosistema, pero las cargas utilizadas en un ecosistema determinan su receptividad futura. El uso de cargas y/o de sistemas de pastoreo inadecuados a la receptividad suele generar círculos viciosos que conducen a una caída de la receptividad. La comprensión de la interacción entre ambas variables puede transformar esos círculos viciosos en espirales virtuosas de aumento de la receptividad (Deregibus, comunicación personal), asociados al uso de cargas y/o de sistemas de pastoreo adecuados a esa receptividad (Figura 6).

Figura 6. Componentes del cálculo de la receptividad (cajas grisadas) y factores determinantes de los mismos a escala de potrero (cajas sin color con borde lleno: factores ambientales vinculados a la disponibilidad y utilización del forraje; cajas sin color con borde punteado: factores ambientales extraforrajeros). Los signos positivos y negativos indican el sentido de la relación entre los distintos factores. La ausencia de signo indica que la relación entre dos factores no es lineal ni linearizable. Cuando un factor incluye dos componentes, uno solo de los cuales tiene una relación definida con otra variable, se lo subraya. Las cajas y flechas dobles representan la influencia de las decisiones empresariales sobre distintos componentes del sistema. Elaboración propia a partir de Deregibus & Garbulsky (2001).
Figure 6. Components of the calculus of carrying capacity (gray boxes) and factors determining each component at the paddock scale (empty boxes with full border: environmental factors linked to forage availability; empty boxes with dotted border: environmental factors unlinked to forage availability). Positive and negative signs indicate the direction of the relationship between factors. The absence of sign indicates that the relationship is not linear or linearizable. When a factor includes several components, we highlighted those with a definite relationship with other factors. Double boxes and double arrows represent the influence of the producer decisions on the different components of the system. Developed from Deregibus & Garbulsky (2001).

En síntesis, el problema de la estimación de la receptividad se enmarca en modelos conceptuales robustos, pero una serie de problemas teóricos y prácticos ha impedido, hasta el momento, el desarrollo de una metodología de cálculo para estimarla que sea de aceptación universal. El análisis anterior permite destacar, entre dichos problemas, a (1) la ausencia de modelos confiables que permitan predecir el Índice de Cosecha en sitios con distintas condiciones ambientales y tipos de vegetación, en distintos años y en distintos momentos del año, y (2) la multiplicidad de factores que determinan la receptividad y las interacciones existentes entre ellos. En consecuencia, al definir la receptividad ganadera de un ecosistema dado se deben observar varias precauciones: (a) una cuidadosa selección de los mejores métodos para cada objetivo particular y región (ver Caja 4), (b) una actitud conservadora, (c) un monitoreo continuo del estado de la vegetación y de la producción individual de los animales en relación a los objetivos productivos (ningún cálculo que afecte de manera negativa a alguna de esas variables puede considerarse sustentable), y (d) una actitud flexible para modificar la densidad ganadera bajo condiciones climáticas particulares, de manera de promover los procesos regenerativos o prevenir transiciones a estados más degradados (Westoby et al. 1989). A modo de conclusión, los modelos matemáticos permiten mejorar nuestra comprensión de los determinantes de la receptividad ganadera.Sin embargo, y en cierta forma felizmente, no permiten reemplazar el ejercicio del juicio crítico a partir de la observación a campo de la vegetación y los animales.

Caja 1

Caja 2

Caja 3

Caja 4

AGRADECIMIENTOS

Estas ideas se gestaron a partir de 1987 en el curso de acaloradas discusiones con encargados de campos de la Patagonia y con numerosos colegas y alumnos -tanto de grado como de postgrado- de la Facultad de Agronomía (UBA) y del INTA. La enumeración de todos ellos sería muy larga y seguramente excluiría injustamente a algunos, por eso me limitaré a agradecer a dos maestros ya fallecidos: Alberto Soriano, del "mundo" académico, y Don Miguel Weaver, del "mundo" productivo. Ambos fueron decisivos en los comienzos del desarrollo de estas ideas. Este trabajo se llevó a cabo con apoyo económico de los subsidios PICT 32415 y 00463.

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