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Ecología austral

versión On-line ISSN 1667-782X

Ecol. austral vol.20 no.3 Córdoba sep./dic. 2010

 

DEBATE

Causas de la insustentabilidad

Hugo von Bernard1* & Martha Gorbarán2

1 Médico Veterinario. CONICET. Departamento de Zootecnia. Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos, Buenos Aires, Argentina.
2 Abogada. Actividad privada. Dirección postal: José M. Paz 2430, (1636) Olivos, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.

* CONICET. Departamento de Zootecnia. Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos Aires. Av. San Martín 4453, C1417DSE, Buenos Aires, Argentina
Email: vonberna@agro.uba.ar

Recibido: 1 de junio de 2010;
Fin de arbitraje: 24 de julio de 2010;
Revisión recibida: 26 de agosto de 2010;
Aceptado: 30 de agosto de 2010

RESUMEN. En este trabajo se discuten las razones por las cuales el accionar de los seres humanos no es sustentable. Entendemos que los deseos y/o necesidades del ser humano le impiden serlo. Pocos de los trabajos sobre sustentabilidad consideran los deseos de consumo del ser humano ni el hecho que reducir la emisión de sustancias al ambiente requiere el rediseño de toda la economía hacia un modelo de bajo uso energético y consumo. Tampoco se conoce una sociedad que haya vivido, o viva, sustentablemente.

Palabras clave: Sustentabilidad; Razones para no aplicarse.

ABSTRACT. Causes for unsustainability: In this article we discuss the reasons that prevent societies from achieving an environmental, economical or social sustainability. Our conclusions are that human needs and desires do not allow them to reach this sustainability. Few works on sustainability consider the desire for consumption or the fact that reducing emissions to the environment requires re-designing the whole economy based on a model of low energy use and consumption. To our knowledge, there has not been a society that has survived in a sustainable fashion.

Keywords: Sustainability; Causes for unsustainability.

El abordaje antropológico del concepto de sustentabilidad, incluyendo los aspectos culturales, filosóficos, éticos y de la naturaleza humana ha sido abundantemente tratado en las últimas décadas. Se ha utilizado con tan diferentes sentidos que pronto no significará nada. Posiblemente, por no existir una visión holística de los valores económicos, ambientales y sociales que representa, y a pesar de todo el conocimiento agregado al acerbo humano, nada cambió y el accionar humano sigue sin ser sustentable (Meadows et al. 1972; Waltner-Toews et al. 2003). Los países en desarrollo, con limitada capacidad de mitigar los cambios ambientales, son los que soportarán los mayores efectos ya que es improbable que el crecimiento económico sea lo suficientemente rápido o equitativo, para contrarrestar sus amenazas (World Development Report 2010).

Cada humano cuenta con innumerables razones para justificar su accionar no sustentable y no serán tratadas aquí (Russell 1939; Huxley 1960; Hardin 1968; Meadows et al. 1972; Schumacher 1978; Viglizzo 1999; Camarasa 2001; Gray 2003; Sain & Calvo 2009; Lammers et al. 2009; Janssen et al. 2010; World Development Report 2010; Carta de Sao Paulo 2010). En las últimas décadas la cuestión ambiental se tornó mucho más importante que la económica o la social, posiblemente como una reacción al soslayamiento que había recibido durante el siglo XIX como integrante de los factores de la producción, tierra, trabajo y capital, donde la tierra involucraba a los recursos naturales y el ambiente físico (Hamrin 1983).

En general, quienes describen los daños ambientales, fundamentalmente habitantes de las ciudades (Webster 1997), ubican esos problemas fuera de su esfera de actuación, desconocen la problemática de otras realidades y no viven sustentablemente. Quienes se benefician del subsidio económico que la degradación ambiental genera (consumidores, políticos, empresarios y trabajadores) difícilmente cambiarán su actitud para legarles un mundo sustentable a las futuras generaciones (Joyce 2010).

La acción humana sobre el ambiente se juzga como "huella ambiental" (World Development Report 2010) y para quienes describen la situación actual, se sobrepasó el máximo número de individuos que la tierra puede soportar. Sin embargo, no todos los individuos compartimos los mismos patrones de consumo. Existen los sobreconsumidores, los sostenedores y los marginales (Max-Neef et al. 1986). Los sobreconsumidores constituyen el 20% de la población mundial y consumen dos tercios de los recursos mundiales. Los sostenedores, constituyen el 60% de la población mundial y son el objetivo de todas las campañas publicitarias por su capacidad de consumo. Finalmente, los marginales constituyen el 20% restante y viven con una ínfima cantidad diaria de dinero. Si todas las personas consumieran como los sobreconsumidores, se necesitarían más del triple de los recursos actuales para cubrir sus necesidades mientras que si consumieran como los marginales, posiblemente bastante menos. La propuesta de reducir el crecimiento poblacional (Ehrlich & Ehrlich 1993) no es aceptada en la práctica, quizás porque quienes la hacen no abandonan ninguno de los privilegios de los que gozan (Hardin 1968).

El hambre crónica de los marginales no deriva de la falta de producción de alimentos sino de la mala distribución, consecuencia de guerras, revoluciones o políticas económicas equivocadas (Clark 1970; Sorman 1989). Entre las políticas económicas equivocadas están los subsidios pagados a los sectores agrícolas de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico por más de 324.000 millones de dólares por año, o un tercio del valor global de los productos agrícolas en el 2000. Estos, promovieron un uso excesivo de fertilizantes y pesticidas en esos países y redujeron la rentabilidad de la agricultura en los países en desarrollo (Reid et al. 2005).

En momentos de paz y correctas políticas económicas, el balance entre la producción y los requerimientos de alimentos de la población humana alcanza para que todos consuman las calorías necesarias (Swift 1727). Sin embargo, la focalización periodística, junto con la especulación económica, desvían el foco de atención hacia una presunta falta de producto. Si quienes gobiernan creen que el hambre es por falta de producción, se promueve el crecimiento de la superficie cultivada y la intensificación de la producción (MacNeill 1989). Así el ambiente subsidia los alimentos y estos a los bajos salarios. Si el hambre se debe a las guerras, las revoluciones y/o las políticas económicas equivocadas, la solución está en evitar estos hechos. Naturalmente, esto último es más fácil decirlo que hacerlo.

La actitud humana resulta particularmente curiosa. En su rol de consumidores, los individuos hacen un culto de la compra al menor precio posible, denuncian los daños ambientales generados por los demás, pretenden servicios ambientales impolutos sin pagar por ellos y no desean focos contaminantes cerca de sus hogares. Las externalidades positivas no son incentivadas y tampoco reducen las propias externalidades negativas. En casos extremos, se envían las secciones contaminantes de sus empresas, o sus residuos, a países con políticas ambientales deficientes. Como productores, se les dificulta incluir dentro de sus costos todo lo que a la sustentabilidad respecta.

Todo lo anterior no impide que en pro de la sustentabilidad se escriban infinidad de artículos de prensa, se haga lobby sobre los gobiernos y organismos internacionales, se coloquen barreras para-arancelarias para proteger a los empresarios locales de empresas ubicadas en otros países, que producen con leyes ambientales más laxas (Sinner 1994), tierras y aguas más baratas o menores salarios, y se manipulen las estadísticas.

En la actualidad se discuten dos medidas para alcanzar la sustentabilidad "in toto": la disposición a pagar y la compensación exigida. La primera determina cuanto se estaría dispuesto a pagar para tener una mejor calidad de vida y la segunda, lo que se demandaría por aceptar una situación peor (Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano 1992). En ambos casos, se encarecerán los productos, porque se pagan todos los costos (Alper 1993; Mearns 1997) o porque se reduce la oferta. Como los países desarrollados han contribuido enormemente al daño ambiental (World Development Report 2010), la clase dirigente de los países en desarrollo pretende recibir una compensación anual millonaria para desarrollar y proteger el ambiente de sus países (Lomborg 2010). Restaría comprobar si ese dinero llega a quienes protegen el ambiente o queda en manos de políticos, investigadores, inversores, organizaciones ambientalistas o a grupos de presión que obtienen ganancias fuera del mercado y gracias a su posición ante el Estado (rent seekers). En el caso que se impusiera la protección ambiental top-down sin resarcimiento, podría aumentar la pobreza en los países en desarrollo (Ahmed et al. 2009).

La Unión Europea se propuso restringir su emisión de equivalentes dióxido de carbono al nivel de 1990, antes del año 2000. Como esa disminución está ligada a una menor actividad económica y la consecuente reducción de puestos de trabajo, las medidas nunca se implementaron. Al no alcanzarse la meta, en la Cumbre de Kyoto, se postergó su entrada en vigencia hasta el año 2012. Los mandatarios de los países signatarios de la propuesta original ya son parte de la historia y otros tendrán que hacerse cargo de ella. Como en el año 2012 tampoco se será sustentable ya se habla del post 2012.

Si se usaran metáforas con respecto a la sustentabilidad, un ecológo diría que esto "es la tragedia de los comunes"; un economista denunciaría que "es el problema del free rider" y un biólogo sostendría que "es el dilema del prisionero" (May 2010). En cualquier caso, ninguno de ellos la daría por lograda. Hasta ahora, quienes pagarían por proteger el ambiente, se quejan de los rent seekers y quienes no reciben dinero por protegerlo se quejan de la actitud de quienes no pagan. En conclusión, para asegurar una gestión sostenible de los ecosistemas se requieren cambios en las instituciones y en la gobernanza, en las políticas económicas e incentivos, en los factores sociales y el comportamiento, en la tecnología y los conocimientos (Reid et al. 2005). Lamentablemente, estos aspectos aún no se han materializado, posiblemente porque tanto la derecha como la izquierda política coinciden en no considerar el decrecimiento futuro (Pardo Silva 2010) y los actualmente vivos prefieren que este tema lo solucionen las próximas generaciones.

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