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La trama de la comunicación

versión impresa ISSN 1668-5628

Trama comun. vol.17 no.2 Rosario jul./dic. 2013

 

ARTÍCULOS

La identidad en el discurso
Reflexiones teóricas sobre investigaciones empíricas

 

Por Mariana Patricia Busso, Irene Lis Gindín y María Laura Schaufler

mar_busso@hotmail.com / Universidad Nacional de Rosario, Argentina
iregindin@hotmail.com / Universidad Nacional de Rosario, Argentina
mlaura31@gmail.com / Universidad Nacional de Rosario, Argentina

Mariana Patricia Busso
Licenciada en Comunicación Social. Doctoranda en Comunicación Social. Universidad Nacional de Rosario. Argentina.
E-mail: mar_busso@hotmail.com

Irene Lis Gindín
Licenciada en Comunicación Social. Doctoranda en Comunicación Social. Universidad Nacional de Rosario. Argentina.
E-mail: iregindin@hotmail.com

María Laura Schaufler
Licenciada en Comunicación Social. Doctoranda en Comunicación Social. Universidad Nacional de Rosario. Argentina.
E-mail: mlaura31@gmail.com

 


Sumario:

En el presente artículo buscaremos abordar la categoría de identidad, a partir de diferentes corrientes teóricas dentro del análisis del discurso y en relación a trabajos de investigación actualmente en curso. Intentaremos dar cuenta del eje problemático de la identidad pensando a la misma desde su construcción discursiva, que pone en juego diversos tipos de organizaciones textuales y de prácticas sociales; reconociendo que, en el cruce de ambas, se dará lugar a un espacio de significación que permitirá la construcción de subjetividades.
Consideramos la identidad como contingente y producida dentro de un contexto histórico específico, y donde es central la diferenciación simbólica respecto de otros. Las diferentes construcciones identitarias, por su parte, se realizarán a través de la relación entre lenguaje, sentido y vínculo social; construyéndose su significación específica en el entrecruzamiento de estos tres ámbitos. El objetivo de este trabajo será el de realizar, a partir de estas conceptualizaciones, un recorrido teórico que nos permita dar cuenta de las prácticas discursivas que coadyuvan a la construcción de identidades, entre las que nos interesan particularmente la identidad migrante, la identidad política y la de género.

Descriptores: Identidad; Discurso; Migrantes; Identidad política; Género.

Summary:

In this article we aim to deal with the category of identity, according to different theoretical lines of speech analysis, and in relation to our current research projects. We will try to take into consideration the problematic axis of identity, considering its discursive construction, which shows diverse types of textual organizations and social practices; and admitting that we will find in their intertwining, a space of significance that will allow the construction of subjectivities.
We consider identity a contingency, produced in a specific historical context, where the symbolic differentiation against others is crucial. The diverse identity constructions will be carried out through the connection between language, sense and social ties; focusing on the specific significance of the relation between these areas. The aim of this paper is to carry out a theoretical review that let us to report the discursive practices that are involved in the identity construction, particularly migrant, political and genre identities.

Describers: Identity; Discourse; Migrant; Political identity; Genre.


 

I. Introducción

La problemática de la identidad es una temática recurrente en diversos ámbitos académicos y desde distintas posturas teóricas, contando ya con un rico acervo de estudios que intentan abordarla. Nos interesa aquí principalmente recuperar ciertos desarrollos que, específicamente desde el análisis del discurso, se han preocupado por esta cuestión, ya sea preguntándose por el proceso de conformación de identidades, ya sea a través del análisis de éstas, intentando ponerlos en común en relación a preocupaciones específicas de investigación.
El artículo que presentamos apuntará, entonces, a realizar un pasaje por diversas teorías que abordan los problemas del discurso y de la identidad, focalizándonos en los desarrollos relativos a la conformación de tres identidades colectivas particulares: la identidad migrante, la identidad política y la de género. Para ello, intentaremos, en primer lugar dar cuenta del eje problemático de la identidad pensándola desde su construcción discursiva. Entendemos que ésta pone en juego organizaciones textuales y prácticas sociales; dando lugar a un espacio de significación que permite la construcción de subjetividades. Para continuar, proponemos pensar la identidad desde el Análisis Crítico del Discurso (ACD) y principalmente a partir de los trabajos de Teun Van Dijk, tomando como eje la construcción de la identidad migrante. Exploraremos luego los desarrollos de la Teoría de los Discursos Sociales de corte veroniana junto a las conceptualizaciones post-estructuralistas de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, reflexionando sobre la conformación de las identidades políticas. Continuando con esta perspectiva, nos centraremos en el enfoque de lo que Yannis Stavrakakis ha denominado la izquierda lacaniana recuperando, entre otros, los aportes del psicoanálisis para abordar luego el problema de la identidad de género desde la óptica de Judith Butler.

II. A modo de punto de partida: cómo pensar la identidad desde el discurso

Coincidimos con Leonor Arfuch (2005) en la apreciación de que el debate académico actual sobre la identidad (o las identidades) ha adquirido un carácter prioritario bajo el contexto del debate modernidad/posmodernidad y el consecuente replanteo teórico acerca de los grandes colectivos, así como del llamado giro lingüístico y su "atención autorreflexiva sobre el lenguaje, el discurso y la narración" (Arfuch, op.cit.: 22). Así, este abordaje sobre la identidad ha criticado la noción de una identidad originaria, integral y unificada, pensándola más bien como estratégica y posicional. Identidades fragmentadas, "construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes, a menudo cruzados y antagónicos" (Hall, 2003: 17); suponen un proceso de construcción inacabada y contingente, en la que es central la diferencia, la "otredad", en relación a otras identidades.
Es harto conocida la preocupación en este debate por remarcar que las identidades son relacionales: es decir, existe el nosotros porque también existe el ellos, ese otro que nos permite afirmarnos como colectivo. Asimismo, las identidades se reconocen como múltiples: nos estamos refiriendo a sujetos nacionalizados, sexuados, generizados, generacionales, étnicos (Restrepo, 2007); y todo ello simultáneamente; es por esto que se hace necesaria la utilización del término en plural. Por otro lado, es posible pensar a las identidades en términos performativos: las mismas interpelan a los sujetos y los constituyen; resultaría imposible ubicar a un sujeto como una entidad anterior.
Desde este punto de vista, analizar las identidades es analizar una construcción inacabada, afectada por las temporalidades, la contingencia y las diversas posiciones relacionales. La identidad, entonces, sería el resultado de procesos tanto simbólicos como históricos contingentes, en los que intervienen tanto las significaciones como las experiencias sedimentadas en torno a aquéllos1.
Siguiendo a Ernesto Restrepo, podemos pensar a las identidades como constituidas discursivamente (aunque no solo) por el discurso, en el sentido de que "en tanto realidad social e histórica, (…) son producidas, disputadas y transformadas en formaciones discursivas concretas" (Restrepo, ibídem: 27). Consideramos a la dimensión discursiva, por lo tanto, como constituyente de las identidades; esta dimensión será fundamental a la hora de establecer las condiciones de posibilidad mismas de las experiencias, las prácticas y las relaciones que se establezcan desde esas identidades.
Asimismo, creemos importante señalar que las identidades pueden constituirse también como espacios de resistencia, donde "las acciones colectivas que problematizan las relaciones de poder institucionalizadas (de explotación, dominación y sujeción) a menudo son aglutinadas por identidades que perfilan su sujeto político" (Restrepo, ibídem: 28). Entonces, las identidades no preexisten o están por sobre estos conflictos, sino que son producto y se transforman en las acciones colectivas; profundizaremos esta cuestión en nuestro abordaje de las identidades políticas.
En palabras de Stuart Hall, podemos pensar las identidades como puntos de sutura entre "por un lado, los discursos y prácticas que intentan 'interpelarnos', hablarnos o ponernos en nuestro lugar como sujetos sociales de discursos particulares y, por otro, los procesos que producen subjetividades, que nos construyen como sujetos susceptibles de 'decirse'" (Hall, op. cit: 20). Desde esta perspectiva, las identidades pueden entenderse como una articulación de las posiciones subjetivas en el seno de un discurso; adhesión que no deja de ser temporaria y contingente, y propuestas por el discurso mismo.
Así, adoptar el concepto de identidad propuesto implica necesariamente preguntarnos sobre el discurso, para poder dar cuenta tanto de la posición del sujeto (individual o colectivo) como de su lugar en la interdiscursividad social. Analizar la identidad constituida desde el discurso, entonces, significa también relevar los ámbitos específicos en los que se producen, así como las estrategias discursivas puestas en juego. Como sostiene Hall, debemos considerar las identidades en tanto "producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el interior de formaciones y prácticas discursivas específicas, mediante estrategias enunciativas específicas" (Hall, ibídem: 18).
Creemos que el discurso es central para abordar y estudiar las identidades, aunque no es la única dimensión posible. Dicho de otro modo, proponemos aquí que la potencia de esta noción de identidad radica en que nos posibilita pensarla como configuradora del sentido de diversas prácticas y experiencias sedimentadas, discursos que interpelan a distintos sujetos sociales que adhieren a tales posiciones subjetivas.

III. Análisis crítico del discurso e identidad: qué se esconde detrás del otro

A fin de abordar la relación entre análisis crítico del discurso (ACD) e identidad, partiremos por ubicarnos en la perspectiva abierta por Teun Van Dijk, quien destaca como propio de esta corriente el gesto militante del investigador, en lo que respecta a su compromiso de develar y desmontar los mecanismos discursivos de sometimiento y discriminación, y solidarizándose consecuentemente con los grupos sociales marginalizados. Justamente, para Van Dijk, a través del ACD es posible comprender "cómo se legitima, cómo se expresa, se condona o contribuye a la reproducción de la desigualdad" en el discurso (Van Dijk, 2006: 47). En efecto, el ACD se ha preocupado particularmente por las problemáticas del racismo, de género o de discriminación de minorías, como es el caso de los migrantes.
El discurso, desde esta perspectiva, es considerado en función de sus condiciones sociales de producción, que son fundamentalmente institucionales, ideológicas, culturales e histórico-coyunturales. Fairclough y Wodak coinciden con este abordaje al sostener que para el ACD el discurso es una forma de "práctica social", lo que implica que "lo social moldea el discurso pero que éste, a su vez, constituye lo social" (Fairclough y Wodak en Arnoux, 2009: 14). Por su parte, Van Dijk se preocupará por mostrar que el discurso posee un papel central en la "expresión y la (re)producción de las cogniciones sociales" (Van Dijk, 2002: 19) entre las que se ubican las ideologías, las normas y los valores compartidos por los miembros de los distintos grupos. El discurso, así, conforma a las diferentes dimensiones de la sociedad, y al mismo tiempo es constituido por ésta. La identidad y sus relaciones con otras identidades y grupos, de este modo, nos vuelven a aparecer en tanto construidas por el discurso. El ACD se preocupará específicamente por develar el modo en el que esta "dialéctica" puede reproducir o transformar el status quo social.
Un lugar paradigmático para pensar la imbricación discurso - identidad desde el ACD es el de la conformación de la identidad de los migrantes a través de los medios de prensa. Desde esta aproximación, en la presentación del tema que efectúa la prensa es posible reconocer tanto la influencia de los diversos ámbitos o "estructuras" (Van Dijk, ibídem: 19) en la producción, construcción y comprensión de ese discurso, así como la acción de este último en la definición y constitución de los distintos espacios sociales. Entonces, el modo en el que la prensa escribirá sobre los migrantes estará en estrecha relación tanto con la organización misma del periódico en tanto empresa, con las rutinas y las identidades periodísticas, como también con la expresión, construcción y confirmación de prejuicios sobre ese grupo minoritario.
En efecto, podemos dar cuenta de que la presencia de la problemática inmigratoria en los medios de prensa de las sociedades receptoras ha sido constante, en el marco de una reorientación de los flujos globales de migrantes que se ha venido produciendo a lo largo de las últimas décadas, donde cobran peso sociedades de destino que hasta la segunda posguerra presentaban altos índices de emigración (Retis, 2005). Para el ACD, en esta representación mediática acerca del fenómeno inmigratorio, sin embargo, se producen eminentemente discursos etnocéntricos y excluyentes en relación a las identidades representadas, proponiendo además una fuerte caracterización bipolar entre un nosotros y un ellos.
Así, es posible analizar esas representaciones en la prensa desde la forma en que este tema se presenta y en los aspectos que han sido seleccionados u omitidos para hacerlo. Siguiendo a Van Dijk, este autor sostiene que la mayor parte de nuestro conocimiento social y político, junto con nuestras creencias sobre el mundo, provienen de las informaciones proporcionadas por los medios masivos (Van Dijk, 2006). Retomando lo que planteáramos más arriba, estos discursos de la prensa no poseen por ende un significado por sí mismos sino que lo adquieren a través de las estrategias de los propios periodistas en la producción de noticias, y de las representaciones cognitivas colectivas que subyacen a tales formaciones.
Según Retis, la inmigración puede considerarse entonces como un fenómeno social que se construye colectivamente y al que se lo dota de características que no le son propias. En esta construcción simbólica de la realidad "el discurso de los medios es el motor del engranaje sociocognitivo de los pensares y decires sociales, y de entre todos la prensa es el corpus más coherente" (Retis, op cit: 6) por ser congruente internamente y por poseer una visión de la realidad formalmente estructurada, presentándose como un espacio mediador entre diferentes visiones sobre esos mundos. Visión esta última no exenta de ambivalencias: recordemos que esta corriente de análisis
discursivo se preocupa por denunciar esa pretensión de los medios de constituirse como espejo objetivo de la realidad, siendo en realidad lugares estratégicos de poder en lo que respecta a la construcción de discursos sociales.
La prensa, de este modo, se convierte en un "marcador de identidad". Consideramos, recuperando otros desarrollos teóricos afines, que toda acción informativa de los medios estará cargada de "efectos posibles" que corresponden parcialmente a las intenciones de éstos, mientras que otra parte será reconstruida en el contexto de recepción (Charaudeau, 2003). Consecuentemente, podemos afirmar que las representaciones puestas en juego por los medios tienen que ver con los discursos que circulan tanto en las condiciones de producción mediáticas como en el contexto sociocultural de la instancia de interpretación. Así, para analizar el sentido de los discursos sobre la inmigración puestos en acto por los medios, es necesario considerar que esos dos tipos de discursos de representación "alimentan y hacen posible el funcionamiento de la máquina mediática" (Charaudeau, op. cit.: 27) a través de la constitución de identidades colectivas que terminan de elaborarse justamente en la instancia de organización y exhibición de conocimientos y valores que realizan los medios.
La inmigración, en este sentido, puede ser considerada como un fenómeno social elaborado colectiva y discursivamente, con características "que resultan de una construcción simbólica que constituye al 'inmigrante imaginado' (…) en un proceso de constitución de una determinada figura social que tiene un alcance sociopolítico y cognitivo" (Retis, op. cit.: 6). De este modo, es la identidad colectiva misma de los migrantes la que termina de elaborarse en la instancia mediática: como ha sido analizado profusamente por el propio Van Dijk (2003). En ese marco el inmigrante es representado como un actor simbólico, en un espacio fuertemente convencional y donde cobran relevancia aspectos de dicho fenómeno ligados principalmente al conflicto, a la delincuencia, a la precariedad, que representan para los medios un "valor noticioso".
El ACD, en este sentido, se ha preocupado por denunciar las operaciones a través de las cuales se conforman estas "alteridades simbólicas", por ejemplo a través de la definición del inmigrante como un "otro" que no pertenece a una comunidad de referencia y que por ende puede ser concebido o bien como un enemigo o amenaza2, o bien desde su carga más dramática, haciendo hincapié en la pobreza y las dificultades de ese grupo. Como analiza Retis,

"(…) se tiende a presentar el lado negativo de la inmigración: se ignora sistemáticamente la información referida a las culturas y países de origen, las causas sociohistóricas que provocan las migraciones, las relaciones de dependencia entre emisores y receptores; la dimensión global de la migración se supedita a la información sobre las cuestiones personales e inmediatas del inmigrante, su modo fraudulento de llegada, sus dificultades para insertarse en la sociedad" (Retis, op cit: 6).

Desde la perspectiva del ACD, el discurso mediático sobre los migrantes, representados como grupo o como fenómeno social, tendrá entonces funciones en la reproducción social de la dominación a través de la operación de polarización entre un nosotros y un ellos discursivo. La constante representación de los inmigrantes como "figura de la carencia y de la diferencia cultural" (Santamaría Lorenzo, 2005: 128) promoverá su caracterización en tanto encarnación de una cierta alteridad radical que, por ello mismo, resulta exótica y potencialmente peligrosa; ajena y distante en relación a la sociedad en la que se instalan, y en relación a una unidad social que se toma como referencia y que corre peligro de ser desestabilizada por ese otro.

IV. La identidad política en el marco de los estudios sobre discurso político

Como hemos propuesto en la primera parte de este trabajo, exploraremos a continuación el concepto de identidad política que está en la base de dos de las teorías del discurso con las que trabajaremos aquí. En primer lugar, la sociosemiótica de Eliseo Verón; en segundo lugar, los desarrollos post-estructuralistas de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Revisaremos las categorías que nos permiten pensar la identidad política en el marco de los estudios sobre discurso político. No será este el lugar de reflexión acerca de las diferencias entre el ACD -explicitado anteriormente- y la teoría de los discursos sociales de corte veroniana, sino más bien un breve racconto que nos permita rastrear el concepto de identidad desde las perspectivas comunes referidas.
Como hemos dicho ya a lo largo de este trabajo, la posibilidad de una identidad será siempre a través de la afirmación de una diferencia. El lugar del otro, de la alteridad, es complementado en el discurso a partir de la emergencia de un nosotros. La identidad política resulta, por lo tanto, de una operación discursiva que plantea una diferenciación tajante entre un nosotros y un ellos. Entonces, consideramos que estudiar la identidad, y más aún desde el análisis del discurso, se constituye como un terreno ambiguo, pero no por ello menos rico, donde la interpelación y el juego de exclusiones e inclusiones se tornarán el aspecto fundamental.
La presencia de un adversario, en los términos de Verón, será la condición fundamental de existencia de los distintos colectivos de identificación, que posibilitarán la definición de la propia legitimidad. Los colectivos se entienden como entidades semióticas que implican la identificación y categorización de una pluralidad de actores. Del mismo modo, la manera de modalizar el discurso, a través de la utilización de ciertos operadores discursivos, permitirá, en este caso al líder político, definir el nosotros excluyendo al adversario3. Los componentes referidos por Verón no serán trabajados aquí, pero creemos necesario advertir que a través del análisis es posible vislumbrar cómo un contenido semántico es modalizado por el enunciador, creando un vínculo específico y determinado con sus destinatarios; vínculo que, para el caso del discurso político, permitirá fundar una identidad política entre el líder y sus seguidores.
El autor plantea tres maneras de abordaje de los discursos sociales: las gramáticas de producción, de circulación y de reconocimiento (1998)4. Al tiempo que la mayoría de los estudios se centran hoy en un análisis de las gramáticas de producción de determinados discursos, consideramos que, a los fines de desentrañar la construcción de las identidades políticas, el análisis en reconocimiento se convierte en fundamental. Entendiendo que existe una distancia entre la producción y el reconocimiento, creemos que es posible comprender la emergencia de las identidades políticas en tanto hagamos foco no sólo en lo relativo a las condiciones de generación de un discurso determinado sino, fundamentalmente, en el análisis de las lecturas a las que es sometido ese discurso, ya que esto último nos servirá para reconocer las cuestiones relativas a la creencia, la legitimidad, y los imaginarios (tanto políticos como sociales).
Al tiempo que Verón se preocupa por proporcionar elementos que nos ayuden a comprender el funcionamiento de la semiosis social, Laclau y Mouffe centrarán sus reflexiones en comprender los movimientos hegemónicos que posibilitan la emergencia de las identidades populares. Gerardo Aboy Carlés, en el marco de la teoría populista laclauciana, afirma que:

"estudiar identidades políticas es re-crear espacios solidarios que suponen una cierta comunidad de sentido, de significados compartidos que se traslucen en la conformación de asociaciones y disociaciones, pero cuya débil evidencia empírica apenas estará dada por la recurrencia de ciertas orientaciones gregarias de la acción en la esfera pública" (Aboy Carlés, 2011: 9).

Por lo tanto indagar sobre las identidades políticas es cuestionarse sobre el lazo político, es enfrentarse a una recurrente tensión entre lo particular y lo universal. En este sentido, la manera de entender la construcción de la identidad política y, particularmente, de la identidad popular, nos lleva a remitirnos a la distinción fundante de estos interrogantes: aquélla que piensa las diferencias entre lo político y la política. En el primer caso, estaríamos ante la dimensión de antagonismos constitutivos de las sociedades humanas; mientras que, en el segundo, se trataría de aquellas prácticas que pretenden domesticar lo político, "organizar la coexistencia humana en condiciones que son siempre conflictivas, pues están atravesadas por ´lo político´" (Mouffe, 1999: 4). Para Mouffe (ibidem) la tarea, entonces, de la política democrática sería crear instituciones que permitan transformar el antagonismo en agonismo, es decir, poder establecer una discriminación tal entre el nosotros/ellos que sea compatible con el pluralismo. "Esto significa que, en el interior del ´nosotros´ que constituye la comunidad política, no se verá en el oponente un enemigo a abatir, sino un adversario de legítima existencia y al que se debe tolerar." (Mouffe, op.cit: 6)
Para poder comprender la permanencia del antagonismo, Mouffe recurrirá al concepto de exterior constitutivo, partiendo, como hemos dicho más arriba, de la aseveración de que toda identidad es la afirmación de una diferencia. Siempre existe la posibilidad, de acuerdo a la autora, de que la relación nosotros/ellos, se trasforme en una relación amigo/enemigo.
Para Laclau y Mouffe, el éxito de un proyecto hegemónico radica en lo efectivo que sea para articular -en una cadena equivalencial- el conjunto de demandas diferentes, es decir, la posibilidad de articular una serie de luchas particulares que, al tiempo que representan su propio particularismo, defienden un significado suplementario que sea capaz de abordar la totalidad. Es aquí donde podemos reconocer la constante tensión, que referíamos hace un instante, entre la particularidad de una demanda y su posibilidad de inscribirse en una cadena mayor que represente a otras: se reconoce aquí el paso de una demanda democrática a una demanda propiamente popular. Como afirma Laclau:

"A una demanda que, satisfecha o no, permanece aislada, la denominaremos demanda democrática. A la pluralidad de demandas que, a través de su articulación equivalencial, constituyen una subjetividad social más amplia, las denominaremos demandas populares: comienzan así, en un nivel muy incipiente, a constituir al ´pueblo´ como actor histórico potencial" (Laclau, op.cit.: 99).

El autor dirá, entonces, que toda identidad popular emerge de la confluencia de dos lógicas: la lógica de la diferencia y la lógica de la equivalencia:

"Por un lado, tenemos que toda identidad social (es decir, discursiva) es constituida en el punto de encuentro de la diferencia y la equivalencia, del mismo modo que las identidades lingüísticas constituyen la sede de relaciones sintagmáticas de combinación y de relaciones paradigmáticas de sustitución. Sin embargo, por otro lado, existe un desnivel esencial en lo social ya que, como hemos visto, la totalización requiere que un elemento diferencial asuma la representación de una totalidad imposible. Así, una determinada identidad procedente del campo total de las diferencias encarna esta función totalizadora." (Laclau, 2009: 107)

Dentro de la corriente teórica a la que estamos refiriendo, encontramos otras dos categorías que nos resultan útiles para pensar la conformación de las identidades políticas: el significante vacío y la representación. En el primer caso, el concepto describe una operación hegemónica que unifica una multiplicidad de demandas heterogéneas; las demandas se solidarizan a partir de un valor negativo que es el de su insatisfacción. Es, entonces, esta negatividad la que permite la unión de las demandas y posibilita la representación por parte del líder populista. Laclau se pregunta, teorizando acerca de la representación, si las razones por las cuales tiene validez una determinada representación son anteriores o se constituyen mediante la misma; es decir, si el seguimiento al líder se produce porque él representa la voluntad de sus seguidores o viceversa. "Así, la representación constituye un proceso en dos sentidos: un movimiento desde el representado hacia el representante, y un movimiento correlativo del representante hacia el representado. El representado depende del representante para la constitución de su propia identidad" (Laclau, op.cit.: 200).
Las categorías que hemos trabajado en este apartado, ya sea desde la Teoría de los Discursos Sociales como desde la Teoría Populista de Ernesto Laclau, nos son útiles para analizar las identidades políticas en el seno del discurso político. En efecto, ambas corrientes teóricas pueden combinarse aportando elementos que nos permitirán comprender de una manera más acabada la relación entre la instancia de producción y la de reconocimiento. Si bien hemos tomado al discurso político como aquel tipo de discurso pronunciado por un líder político; es necesario recalcar que no restringimos el concepto de lo político a tales tipos de discurso (Mouffe, op.cit.). A continuación trataremos esta dimensión de lo político en relación a otros discursos.

V. Los límites del discurso: la dimensión afectiva en los procesos identificatorios

Pensando en el carácter relacional que adquiere todo proceso identificatorio, consideramos que la diferencia es la precondición de la existencia de la identidad; es decir, un "otro" que se instaura como "exterioridad". Atendiendo a la dimensión política de esta relación, nos interesa hacer hincapié aquí en un punto que, de diferentes maneras, comparten Mouffe y Laclau con otros representantes de la que Yannis Stavrakakis llama "izquierda lacaniana", como Slavoj Žižek, Alain Badiou, Cornelius Castoriadis, Judith Butler, entre otros.
Estos autores se han valido de los aportes del psicoanálisis en relación a la teoría política. Se trata de una mirada teórica que incorpora al concepto de identidad, más allá de los procesos de reconocimiento a los cuales ya hemos hecho referencia, por un lado, la idea de un desconocimiento constitutivo propio del sujeto (lo inconsciente), y por el otro, la dimensión de la falta y del goce. Esto significa que los procesos de identificación sobre los cuales se erige el carácter relacional de la dimensión política suponen no sólo una cierta coherencia discursiva sino también el investimento afectivo, la jouissance, el apego a ciertas identificaciones. ¿De qué se trata este apego? Pues bien, supone tener en cuenta el terreno del deseo, las fantasías, las imágenes de sí mismo y el mundo, esto es, lo imaginario, como un factor insoslayable para pensar las identidades. Esto, claro está, evitando caer en una dicotomía estricta entre el afecto y la razón, entre el plano afectivo y el plano simbólico, o en cualquier forma del esencialismo de las emociones.
La dimensión libidinal puede pensarse a través del concepto de energía psíquica en Freud o el concepto de goce (jouissance) en Lacan, que reformula los postulados freudianos pensando este goce incapaz de representación. En palabras de Mouffe: "lo que permite la persistencia de las formas sociopolíticas de identificación es el hecho de que proporcionan al actor social una forma de jouissance" (Mouffe, 2009: 33). Valiéndonos de esta dimensión es posible reconocer cierto afianzamiento o fijación identitaria. A diferencia de las concepciones que sostienen la fluidez,
liquidez, o tránsito de las identidades (Bauman, 2003), pensar en términos de investimento afectivo permite comprender cómo algunas formas de identificación tienden a la fijación de largo plazo y despiertan la lealtad de numerosos sujetos sociales. Las nuevas identificaciones no surgen automáticamente, no dependen de una permutación instantánea de relaciones entre significantes, sino que suponen cambios lentos en el estrato libidinal/afectivo.
También la noción de falta ocupa un lugar central en las identificaciones políticas: es preciso identificarse con algo, porque hay, justamente, una ausencia de identidad originaria. Esta idea supone el reconocimiento de que el sujeto siempre intenta compensar su falta constitutiva en el nivel de la representación, mediante continuos actos de identificación. Más allá de todos los intentos por eliminarla, ella nunca cesa de resurgir. Es decir, los actos de identificación no pueden producir una identidad plena que elimine la falta.
Entonces, desde este enfoque teórico, en la política los antagonismos no se generan únicamente como efectos de frontera semióticos-discursivos sino que aquí también interviene el juego entre el goce y la falta. El adversario es quien no permite el goce o quien lo ha robado: "la jouissance de la que estamos privados se concentra en el Otro que nos la robó… [Esto] juega un papel decisivo en la perpetuación del deseo humano y la reproducción de la centralidad de las identificaciones". (Stavrakakis, 2010: 225). La falta es lo que hace posible la (parcial) recreación de la identidad (individual o colectiva) mediante nuevos actos de identificación:

"Desde el punto de vista lacaniano, el hecho de que la imposición de lo simbólico nunca es completa sólo puede significar que lo real, dado que en última instancia es inconmensurable con lo simbólico, se resiste a la simbolización y persiste junto a nuestras significaciones sociosimbólicas. De hecho, no sólo persiste sino que también interactúa con el campo sociosimbólico; persiste en el continuo resurgimiento de la negatividad, en la dislocación de las identidades subjetivas y sociales". (Stavrakakis, 2010: 75-76)

Se trata, aquí, de los límites del discurso. Al respecto, Laclau y Mouffe sostienen que afirmar que todos los objetos se constituyen como objetos de discurso no tiene nada que ver con la cuestión de determinar si hay un mundo exterior al pensamiento. Lo que se niega aquí no es la existencia -externa al pensamiento- de dichos objetos, sino la afirmación de que ellos puedan constituirse como objetos, al margen de toda condición discursiva de emergencia. Los límites de toda estructura discursiva, los límites que dividen lo discursivo de lo extradiscursivo, sólo pueden manifestarse en relación con esa misma estructura discursiva mediante la subversión de su significado.
Esta cuestión de los límites discursivos es trabajada por Butler (2010), desde un enfoque psicoanalítico -entre otros5-, para pensar el problema de la identidad en relación al género. Específicamente, su preocupación tiene que ver con los límites discursivos del sexo. Entendiendo que el sujeto y la identidad son construidos discursivamente, Butler sostiene una teoría performativa del discurso. Pero aquí lo performativo está despojado de su asociación con la elección y la intencionalidad. Se trata, en cambio, siguiendo la línea trazada por Foucault (1980), del poder reiterativo del discurso para producir el fenómeno que regula y restringe: "(…) la performatividad no es un acto único, sino una repetición y un ritual que consigue su efecto a través de su naturalización en el contexto de un cuerpo, entendido, hasta cierto punto, como una duración temporal sostenida culturalmente." (Butler, 2010: 17)
La cuestión de la identificación es pensada aquí en el proceso de 'asumir' un determinado sexo y se relaciona con los medios discursivos a través de los cuales el imperativo heterosexual permite ciertas identificaciones sexuadas, y excluye y/o desaprueba otras identificaciones. Las identidades para Butler, operan a través de la exclusión, es decir, de la construcción discursiva de un afuera constitutivo. No obstante esta simbolización o representación en términos amplios, esta pretendida completud discursiva o semiótica, es siempre complicada y desestabilizada en sus límites, y fracasa justamente por ese mismo afuera.
¿De qué se trata este fracaso de la completud discursiva? Pues bien, por un lado, en relación al problema del género, lo instituido en tanto norma sexual demarca y regula, y esto sucede discursivamente, de manera performativa. Butler utiliza el concepto de lo normativo para describir la violencia mundana que ejercen ciertos tipos de ideales de género, como la complementariedad heterosexual de los cuerpos y los comportamientos adecuados e inadecuados de la masculinidad y la feminidad. Por otro lado, tales versiones socialmente normativizadas de la sexualidad son figuras de género coherente y de sexualidad bien regulada, estructuradas por fantasías dominantes o imaginarios que, sin embargo, incitan aquellas formas de deseo que aparentan controlar. La inflexión psicoanalítica de la autora acerca de esta teoría de la regulación muestra no sólo cómo funcionan las leyes regulatorias sino, asimismo, cómo fracasan, ya que el deseo no logra ser completamente organizado por esa normativa (Butler, 2011).
El deseo, por tanto, no sólo escapa a las leyes regulatorias, sino que, además, participa activamente en los procesos de identificación. Continuando con el planteo de Butler, la repetida puesta en acto de normas genéricas interpela y performa a los sujetos; no obstante da lugar a que, bajo ciertas condiciones, hallen maneras de resistir o resignificar esas normas. Aquí se hace visible la dimensión política de la norma. De esta manera, las prácticas sexuales no normativas cuestionan la estabilidad del género, por ejemplo exigiendo la pregunta por: ¿qué es una mujer?, ¿qué es un hombre?; cuestionando así la adecuación a una política representacional cuya base es la supuesta universalidad y unidad de su sujeto -una categoría sin fisuras de mujer y de varón.
El fracaso de la norma genérica supone la lucha por la significación de la identidad; en este caso, por la significación del género. Este conflicto, esta "disputa", en términos de Butler, vislumbra la politicidad de estas categorías de género, es decir, el cuestionamiento de las identidades sexuales como naturales u originarias.

Reflexiones finales

El objetivo general de este trabajo fue la exploración teórica del concepto de identidad, específicamente en relación a ciertas teorías que trabajan desde el análisis del discurso. Esta reflexión es parte de la indagación preliminar correspondiente a tres proyectos de investigación6 que se encuentran en una etapa inicial. Por un lado, la construcción de la identidad migrante argentina en los medios de prensa. En segundo lugar, la conformación de las identidades políticas en el marco de los estudios sobre discurso político. En tercer lugar, las representaciones de la sexualidad y las identidades de género en medios masivos.
Creemos que lo que nos permite emparentar estas investigaciones es considerar a la identidad como un proceso construido discursivamente. Por supuesto, no desconocemos que cada uno de estos abordajes tiene sus propias aristas; sin embargo, creemos que aquello que los une es, justamente, el reconocimiento de la diferencia como condición ineludible para la afirmación de una identidad.
Desde el Análisis Crítico del Discurso, la preocupación fundamental en relación a la identidad ha sido develar sus significados subyacentes, principalmente en lo que respecta a la reproducción o modificación de un determinado statu quo. En ese marco, la prensa, a través de sus mecanismos específicos de producción
de noticias, ofrece una visión del mundo en la que, a pesar de su pretendida referencialidad, se define un lugar estratégico de constitución del discurso social y de las creencias en relación a aquél.
Del recorrido que hemos realizado, entonces, resulta que la representación de una determinada identidad -en nuestro caso, la identidad de los migrantes- resulta de un proceso de construcción simbólica no ajeno a esos mecanismos. Así, hemos relevado como una de sus características centrales la conformación de una polarización entre un nosotros y un ellos discursivo. En esa configuración se adjudican al inmigrante valores negativos, relacionados principalmente con un pequeño número de temas estereotípicos ligados a la criminalidad y a los problemas de integración cultural; por ende, se enfatiza a través de esta representación la diferencia y amenaza representada por este otro.
En el caso de la identidad política que surge del análisis del discurso político, el otro, entendido éste en términos negativos (el contradestinatario, en las conceptualizaciones veronianas) adquiere singular importancia ya que se transforma en la contracara necesaria para la conformación del nosotros. El uso de los apelativos y de otras marcas discursivas que funcionan interpelando a los destinatarios, cobran singular importancia a la hora de poder desentrañar la emergencia de las identidades políticas. Por lo tanto, tanto un estudio en producción como uno en reconocimiento serán útiles al analista con el fin de poder comprender los dos polos de las producciones significantes; aportando elementos que no sólo den cuenta de las condiciones de generación de un determinado discurso sino, del mismo modo, del campo de efectos posibles que se despliegan de ese discurso.
Por último, atendiendo a la dimensión política de la construcción discursiva de las identidades, es posible pensar estas operaciones de identificación en sus límites simbólicos; límites que son siempre traspasados. Los aportes del psicoanálisis aquí nos permiten pensar la dimensión del deseo, la falta y el goce que sostiene las identificaciones. Además, reflexionar acerca de los límites del discurso nos lleva a comprender que las fronteras discursivas que demarcan las diferencias entre una identidad y otra (por ejemplo, las identidades de género heterosexuales: varón y mujer) son excedidas y resignificadas.
Recapitulando, la reflexión que hemos realizado acerca de la construcción discursiva de las identidades nos ha permitido reconocer la complejidad de la relación entre discurso e identidad, a partir de diversas matrices teóricas. Además de la importancia que ello reviste en tanto establecimiento de un marco conceptual para las investigaciones referidas, creemos que puede representar un punto de partida para una posible articulación de tales perspectivas, lo que nos permitirá enriquecer indagaciones futuras sobre el tema.

Notas

1Realizamos esta aclaración a fines de no caer en lo que Dardo Scavino denomina "una suerte de constructivismo radical" (Scavino, 2010, p.13) en el cual nada existe por fuera de los lenguajes humanos. Uno de los autores que con más énfasis ha denunciado los límites del pensar a la identidad meramente como el resultado de un proceso simbólico complejo es Alejandro Grimson, quien pone el énfasis en la experiencia compartida de los grupos y sostiene que la identidad es el "resultado de un proceso histórico, contingente como tal", aunque no se refiere sólo a "procesos simbólicos resultado de fuerzas simbólicas, sino de lo vivido históricamente en el 'proceso social total'" (Grimson, 2004: 181), sino que son el resultado de la sedimentación y elaboración de experiencias históricas.

2En su análisis acerca de la expresión de las ideologías en la prensa, Van Dijk (1996) ha analizado la diferenciación discursiva entre un "nosotros" y un "otros" a través de la conformación de una "estructura valorativa abstracta" (ibídem, p.14) consistente en intensificar la representación positiva del "nosotros" y mitigar la información negativa al respecto, realizando a la vez la operación contraria sobre el "otros".

3El caso paradigmático que fue objeto de estudio por Verón y Sigal en el ya clásico "Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista" (2008), nos da ejemplos claves que permiten comprender la manera en que Perón construyó al otro como el anti-Patria, quitándole entidad como sujeto político.

4Verón entiende a la producción y el reconocimiento como los dos polos del sistema productivo: "el analista del discurso puede interesarse ya sea por las condiciones de generación de un discurso o un tipo de discurso, ya sea por las lecturas de que ha sido objeto el discurso, es decir por sus efectos. Decimos entonces que se interesa en el primer caso por la gramática de producción y en el segundo por una (o varias) gramáticas de reconocimiento. Por supuesto, puede interesarse por ambas, es decir, interesarse en realidad por un proceso de circulación" (Verón, 2004, pp.40-41).

5La teoría de Butler se nutre de improntas diversas como la foucaultiana, la althusseriana, derrideana y lacaniana.

6Las investigaciones a las cuales nos referimos son las siguientes: "La construcción discursiva de la identidad emigratoria argentina en el período 2001-2003: un análisis comparativo de la prensa gráfica nacional y de las publicaciones web", Mariana Busso; "La construcción de la identidad política de Cristina Fernández de Kirchner, en su discurso y en el discurso de la prensa (2007-2009), Irene Gindin; "Institución mediática del erotismo femenino. Las revistas para la mujer en los años ´60 en Argentina", María Laura Schaufler.

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BUSSO, Mariana Patricia, GINDÍN, Irene Lis y SCHAUFLER, María Laura, "La identidad en el discurso. Reflexiones teóricas sobre investigaciones empíricas" en La Trama de la Comunicación, Volumen 17, Anuario del Departamento de Ciencias de la Comunicación. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. Rosario, Argentina. UNR Editora, enero a diciembre de 2013, p. 345-358. ISSN 1668-5628 - ISSN digital 2314-2634.

Fecha de recepción: 30-07-2012
Fecha de aceptación: 03-09-2012

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