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La trama de la comunicación

versão impressa ISSN 1668-5628

Trama comun. vol.18 no.2 Rosario dez. 2014

 

ARTÍCULOS

Instituciones, medios y socialización: aportes para una discusión

 

Por Romina Andrea Barboza

rabarboza@outlook.com / Universidad Nacional de Cuyo, Argentina

Romina Andrea Barboza
Argentina. Licenciada en Comunicación Social por la Univer-sidad Nacional de Cuyo. Maestranda en Comunicaciòn en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Sede Ecuador.
Area de especialidad: Cultura mediática.
E-mail: rabarboza@outlook.com


Sumario:

Con frecuencia, autores dedicados al estudio de los medios de comunicación se refieren a éstos como instituciones (Silverstone, 2004) o mencionan su faceta institucional (Orozco Gómez en Rincón, 2001). Contextualizando los aportes de los autores entendemos que comprenden a los medios como "instituciones" o con una faceta "institucional" dando cuenta de una organización o de un conjunto de organizaciones, de una "cosa establecida o fundada", según una de las acepciones de la Real Academia Española.
Sin embargo, esta forma de denominar a los medios, al tornarse de uso relativamente común, despierta un disparador, una pregunta: ¿acaso los medios son instituciones? ¿funcionan como tales? Consecuentemente, se impone una necesidad de aclaración de términos.
Desde una visión moderna, entendemos que se incurre en un error o en un descuido falsamente inocuo que olvida o traiciona una visión del mundo. La siguiente fundamentación intenta aportar una perspectiva que llame la atención de lo que observamos como un oxímoron al referirnos a los medios como instituciones y que pretende dar un punto de vista sobre la discusión del papel y relevancia de los medios de comunicación en la actualidad.

Descriptores: Medios de comunicación; Socialización; Instituciones; Sujeto; Televisión

Summary:

Often authors who study the media refer to these as institutions (Silverstone, 2004) or mention its institutional aspect (Orozco Gomez in Rincon, 2001). Contextualizing the contributions of the authors who understand the media as "institution" or with an "institutional" side, like an organization or organizations, of a "thing established or founded" as one of the meanings of the Royal Spanish Academy.
However, this way of referring to the media to become relatively common use, awakens a trigger, a question, does the media are institutions? Do they work as such? And, consequently, a need for clarification of terms.
We understand that, from a modern perspective, it incurs falsely innocuous misconduct forgotten, neglected or betrays a worldview. The next foundation tries to provide a perspective that draws attention to what we see as an oxymoron to refer to the media as institutions and aims to give a perspective on the discussion of the role and relevance of the media today.

Describers: Media; Socialization; Institutions; Subject; Television


1 - Los medios ¿instituciones o empresas?

Orozco Gómez (2001) señala cuatro dimensiones respecto de la televisión, una de las cuales es la institucionalidad. En esta dimensión menciona que la televisión posee una historia, objetivos y visiones particulares del mundo y aclara que, en América Latina en particular, su génesis está marcada por un régimen mercantil que entiende a la televisión como una empresa.
Por su parte, Roger Silverstone también marca el poder de las "instituciones dominantes de los medios globales" (Silverstone, 2004: 18) que se expresa en el alcance e impacto cultural en la textura de la experiencia cotidiana, y que entra en disputa con los Estados Naciones. Este enfrentamiento -para el autor y para nosotros- expresa un rasgo de la cultura mediática contemporánea y entraña el meollo de nuestro ensayo.
Lo que tienen en común ambos autores -pese a la diversidad de sus enfoques-1 es que, por un lado, comprenden la complejidad de la relación entre medios y audiencias o públicos, estableciendo una relación desigual de poder entre ambos actores, y por otro, explicitan la lógica mercantil subyacente a la cultura mediática, es decir, no sólo de los medios sino de los procesos de producción, circulación y consumo. Pese a no ofrecer miradas ingenuas en sus análisis, ninguno de los autores realiza una profundización en las consecuencias que esta lógica mediática-mercantil tiene en el actual escenario de declive institucional y en la disputa entre las instituciones y los medios.
Visualizar más específicamente este funcionamiento mercantil nos permitirá posteriormente entender por qué y en qué sentido los medios parecen funcionar como instituciones y en qué sentido no; qué problemas se juegan en el fondo de la disputa entre medios e instituciones, y qué consecuencias puede traer aparejada para quienes estudiamos e investigamos sobre medios y comunicación no advertir estos puntos.
Desde una perspectiva filosófica y de la teoría psicoanalítica, y preocupado por el surgimiento de un nuevo modelo de sujeto -el sujeto "posmoderno"- Dany-Robert Dufour (2007) entiende que la televisión cumple un papel central en la transformación del individuo porque interviene al nivel del lenguaje, "por esto mismo, no es irrazonable pensar que las nuevas tecnologías de la comunicación, como se las llama ahora, tienen ya consecuencias en la función simbólica y en las formas de simbolización" (Dufour, 2007: 136).
Dufour menciona que los niños, antes de entrar a la escuela -e incluso antes de empezar a hablar- han pasado una gran cantidad de horas frente a la televisión, lo que podríamos extender a otras pantallas habituales en los hogares: celulares y computadoras (137).
Antes de que existiera la televisión, la práctica simbólica "partía de los textos y de ahí se inferían las imágenes" (141). El autor marca la importancia del texto y, paralelamente, las limitaciones de la imagen para representar lo ausente -función que no puede cumplir- y para producir ficciones -irreductibles a imágenes-. Sin embargo, reconoce la potencia de la imagen, su capacidad para suspender el texto, condición dada por su incapacidad de articulación: "aparentemente, ese carácter no articulado está en el origen del poder de suspensión que posee la imagen en relación con el texto: una sola imagen puede poner en tela de juicio una red muy densa de sentidos y significaciones debidamente organizados en el texto" (143).
Ahora bien, ¿cuál es la relación entre la imagen, el texto y el sujeto? Tanto para Dufour, como para Alain Supiot (2007), la lengua es una norma heterónoma  necesaria para la autonomía del sujeto. Es decir que, para que haya una separación de la norma, primero se deben aceptar las reglas del juego. Debe existir una etapa de alienación que está dada por la incorporación del sujeto a la cultura utilizando como puerta el lenguaje. Este proceso es el que permite, a posteriori, la crítica.

"Planteada esta relación texto-imagen, articulémosla ahora con la cuestión de la función simbólica: ¿cómo se transmite y adquiere? También aquí nos encontramos con la supremacía del texto, pues esta función se transmite esencialmente por intermedio del discurso que lleva consigo todo un universo imaginario. Sabemos hasta qué punto, en todas las épocas, la transmisión de relatos fue un medio utilizado por la generación de los padres para formar la generación siguiente. Transmitir un relato es, en efecto, transmitir contenidos, creencias, nombres propios, genealogías, ritos, obligaciones, saberes, relaciones sociales, pero también, y sobre todo, es transmitir el don de la palabra. Es hacer que pase la aptitud humana del habla de una generación a otra, de manera tal que el destinatario del relato pueda, a su vez, identificarse como sujeto y, partiendo de ese punto, situar a los demás alrededor de sí, antes de sí y después de sí. Es indispensable instituir al sujeto hablante; si esta antropoinstauración no se da, la función simbólica sencillamente no se transmite" (Dufour, 2007: 145-6).

La simbolización, entonces, se instaura por medio del habla, de la palabra; porque, entendido de otro modo, el sujeto puede convertirse en tal mediante la aceptación de reglas ajenas e independientes a él, aceptando la heteronomía de la lengua. El acceso al universo simbólico está dado por el progresivo ingreso al sistema (lengua) y, por medio de la transmisión generacional, se instala la función simbólica.
Es esta transmisión la que, según el autor, se ve en peligro con la televisión porque, como cualquier medio telemático, no puede fijar las referencias simbólicas como transmisor de la cultura. Porque lo que hacen las tecnologías o prótesis sensoriales (radio, televisión, computadora, teléfono, celular, cine, internet) es jugar con las referencias simbólicas del "aquí", "ahora", "yo", "antes", "después", etc.
Cuando las categorías simbólicas no están instauradas en el niño o lo están débilmente pueden surgir problemas (entre los que Dufour menciona los problemas de identidad derivados de la negación de la diferencia generacional y la negación de la diferencia sexual. No habría ya antecedentes históricos fuertes; el Padre se desvanece y con él las prohibiciones, los límites temporales y la culpa). En este sentido y contexto se puede comprender que "…el uso de la televisión es sumamente pernicioso porque sólo puede alejar aún más al sujeto del dominio de las categorías simbólicas de espacio, tiempo y persona. (…) Lo que está, pues, en juego es nada menos que la capacidad discursiva y simbólica del sujeto" (Dufour, 2007: 149-50). En definitiva, Dufour marca que la televisión es uno de los instrumentos del mercado mediante el cual se pretende terminar con el sujeto crítico (kantiano) y con el sujeto neurótico (freudiano), propios de la modernidad, para disponer de  sujetos "blandos, precarios, móviles, abiertos a todos los modos y todas las variaciones del mercado" (217-218).
Desde el psicoanálisis se visualiza el trasfondo de la disputa entre el mercado (que actúa no sólo a través de herramientas mediáticas) y las diversas instancias colectivas o instituciones como la familia, el Estado-nación, la escuela. En el medio, o mejor dicho, al final de esa confrontación se encuentra el sujeto.
Ahora que dejamos planteado el marco de nuestra propuesta nos dedicaremos, en primer lugar, a explorar el concepto de institución desde la perspectiva de Francois Dubet y, en segundo, a analizar qué acciones o estrategias de los medios pueden ser vistas como propias de un funcionamiento institucional.

2 - El Programa Institucional

El sociólogo Francois Dubet (2006) elabora el concepto de programa institucional entendiéndolo como un modo de socialización o un modo de relación con el otro2. Este programa considera la mediación entre valores universales -válidos para todos y ajenos a la experiencia de todos los días, "fuera" del mundo - y la experiencia individual. Entiende el "trabajo sobre los otros" de la socialización como una vocación fundada en valores y dedicada a la inculcación de normas para el desarrollo de un individuo autónomo y libre (Dubet, 2006: 22). Estos principios, valores, dogmas y mitos se presentan como un cuerpo coherente, homogéneo y "extrasocial", en otras palabras, situados por encima de los particularismos e intereses privados. Estas características le otorgan carácter universal y sagrado.
Siguiendo el planteo de Dubet (considerado como heredero de Alain Touraine y estudioso del proceso de desmantelamiento de la institución) y de Marcel Gauchet, (con un pensamiento propio de la filosofía y con aportes del psicoanálisis) intentaremos relevar sintéticamente qué son las instituciones y cómo funcionan, cuál es su rol en la sociedad moderna, cómo han cambiado, qué se espera de ellas y cuáles son los escenarios posibles frente a la mutación que transitan. Se analizará, por tanto, el "programa institucional" como concepto teórico que da forma a una concepción general de la socialización y la situación de la institución tradicional por excelencia: la familia.
La fortaleza de las instituciones en la modernidad forma parte de un escenario histórico que, pese a sus críticas, contradicciones y debilidades, merece ser puesto  en valor por el modo de socialización y subjetivación que encarna. Entendemos que sirve como modelo para contrastar y analizar los discursos -técnico, mercantil, cientificista- que intentan deslegitimarlo e imponer otro tipo de socialización.
El programa institucional servirá de modelo para analizar la situación entre instituciones y medios. Alternativamente nos referiremos a institución y programa institucional como sinónimos dado que:

"La institución es definida por su capacidad de hacer advenir a un orden simbólico y de formar un tipo de sujeto ligado a ese orden, de instituirlo. En este sentido, la Iglesia, la Escuela, la Familia o la Justicia son instituciones porque inscriben un orden simbólico y una cultura en la subjetividad de los individuos, porque <<institucionalizan>> valores, símbolos, porque <<instituyen>> una naturaleza social en la <<naturaleza>> natural de los individuos" (Dubet, 2006: 39-40).

La función y el sentido de la institución será, entonces, instituir y socializar de un modo específico, inscribir al individuo en una dimensión simbólica para convertirlo en sujeto (algo también advertido por Dufour). Los pilares del programa institucional son: un conjunto de valores sagrados y universales (ligados a un Tercero), el trabajo sobre el otro como vocación y, por último, una forma específica de socialización intrínsecamente asociada a la subjetivación, es decir, a la formación de un sujeto (sub-jectum) libre.
Los valores y principios universales inculcados a partir del trabajo sobre los otros entendido como una vocación, generan un proceso de socialización que conlleva el desarrollo de la subjetivación en el individuo.
La conceptualización de Dubet (2006) sobre el programa institucional se asienta en la afirmación de la creencia en la continuidad entre socialización y subjetivación como parte del mismo movimiento:
"El programa institucional reposa sobre la resolución de una paradoja fundamental. En un mismo movimiento, socializa al individuo y pretende constituirlo en sujeto. La creencia en la continuidad de dicho proceso reside en el núcleo íntimo del programa institucional. Por una parte, la institución socializa al individuo tal cual es, le inculca un habitus y una identidad conforme a los requisitos de la vida social. Por otra parte, como apela a valores y principios universales, el programa institucional arranca al individuo de su naturaleza, de su 'pequeña sociedad' y permite la construcción de un sujeto capaz de dominar y ejercer su libertad por gracia de la fe o de la Razón" (Dubet, 2006: 44).
Mediante la socialización el sujeto entra a formar parte de un mundo social común, de una sociedad que lo trasciende. La libertad del sujeto surge a partir de la sumisión a los principios universales custodiados por las instituciones. Esa es la magia del programa institucional. La reflexividad, criticidad y autonomía es posible a partir de la aprehensión e interiorización de valores trascendentales que tienen la fuerza de Ley.  Las reglas y normas que socializan al individuo, al ser interiorizadas, pueden ser luego cuestionadas, lo que demuestra el grado de autonomía alcanzado por el individuo.
Es la interiorización de normas y valores lo que permite al individuo, posteriormente, criticar, para cambiar, a las mismas instituciones que lo socializaron, brindar nuevas respuestas a escenarios inéditos, asumir su libertad.
En cuanto a cómo y dónde se desarrolla la socialización, el autor francés señala las instituciones clásicas, principalmente la familia, a la que agrega la Iglesia y la escuela, pero aclara que toda actividad, especialmente todo trabajo, participa en nuestra socialización, formación e identidad. En especial, Dubet (2006) se centra más específicamente en aquellas instituciones explícitamente dedicadas al trabajo sobre los otros, cuyo ejemplo más típico es la escuela.
Una de las características fundamentales para entender la trascendencia del programa institucional es que se "sitúa <<antes>> de las instituciones políticas y no enfrenta a iguales" (Dubet, 2006: 24). Es decir, que no supone la preexistencia de sujetos ya formados ni libres -como sí lo hace el discurso neoliberal y técnico-  sino que mediante la socialización -la interiorización de límites y normas-  el individuo podrá alcanzar la libertad y autonomía.
Podríamos decir que los valores que sustentan a las instituciones modernas se sintetizan en libertad y autonomía. El programa institucional "permite creer en los valores y principios, aun cuando no se llevan a cabo casi nunca" (58) y la apropiación de éstos valores permite la instancia crítica. La institución entonces, de acuerdo con la visión del programa institucional propuesto por Dubet, será entendida con la función de instituir y socializar. Pero, ¿qué vigencia tienen las instituciones?
Detrás de las instituciones y de los valores y principios que representan se alzan, según Dufour, los Terceros que han marcado la historia: el Padre, la Naturaleza, Dios, la Nación. Son estos Grandes Sujetos, encarnados por las instituciones, los que definen al sujeto, dado que "el hombre es una sustancia cuya existencia no depende de sí mismo sino de otro ser" (Dufour, 2009: 35).
La importancia de nuestro abordaje sobre las instituciones reside entonces en las consecuencias del declive institucional y la función socializadora de los medios para la formación de individuos autónomos y libres.

2.1 - El declive de la institución.

El declive de la institución es propio de la Modernidad. Asistimos a la secularización de la secularización del programa institucional, es decir, la pérdida de la sacralidad de los valores y, al mismo tiempo, una diversificación y dispersión de valores que entran en contradicción (Dubet, 2006). El programa institucional habíamos dicho que resuelve una paradoja fundamental: socializa al individuo de acuerdo a valores universales, pero al mismo tiempo lo convierte en sujeto, le permite alcanzar la autonomía, ejercer su libertad a partir de aquellos valores sociales. Ahora bien, Dubet afirma que el programa institucional pierde la fuerza para resolverla porque se produce una exacerbación de las contradicciones latentes en el mismo. La pérdida de la fuerza del programa institucional radica en la dispersión y heterogeneidad creciente de los valores y principios que daban sustento y cuerpo al monopolio de las instituciones. Se pierde la homogeneidad que legitima la autoridad y con ella los ritos, es decir, los modelos de orden que dan sentido a la experiencia. En consecuencia, la concepción de sociedad se transforma porque el conjunto de valores comunes se debilita.
Dubet (2006) señala la vinculación entre crisis de la sociedad y declive institucional; la integración social promovida por las instituciones se debilita. El final de los monopolios institucionales se presenta en un escenario donde los individuos pueden acceder a otras formas de cultura externas a las que proveen las instituciones. Los valores universales y sagrados son reemplazados por criterios de eficacia y eficiencia. La decadencia del monopolio es precipitada por la deslegitimación de los principios y de las representaciones construidas por las instituciones. La secularización consiste en la pérdida de aquello que se consideraba sagrado por las instituciones y el reemplazo por criterios pretendidamente objetivos en un nuevo modelo de sociedad flexible. El dogma deja su lugar a la mensurabilidad y a criterios objetivos impuestos por la ciencia.
El principal cambio sufrido a partir del declive institucional, entre otras circunstancias, radica en el paso de la disciplina al control social, de la reglamentación a la regulación. Mientras la primera proviene desde el "exterior" de los sujetos y se les impone en base a un sistema de valores que otorgan sentido a la vida de los sujetos y a la vida social, la segunda asegura simplemente un funcionamiento homeostático del sistema, sin posibilidad ponerlo en cuestión (Supiot, 2007). La reglamentación ya no encuentra fundamento, carece de legitimación: "la autoridad dejó de ser natural y sagrada" (Dubet, 2006: 89). Por lo tanto, requiere de un trabajo de justificación constante. En este marco, se fractura la relación entre el sujeto y el sistema social, hay una pérdida de motivación y de apego a los valores que revela una grave falta de compromiso con los mismos.  Asistimos al desencantamiento del mundo, a la utopía del individuo deificado y de la sociedad autorregulada y en red, sin advertir los peligros que conlleva la idea de regulación:

"Ya sea que se exprese en tecnología o en derecho, la idea de regulación, si se la lleva al extremo, da lugar a la utopía de un mundo enteramente libre de conflictos y capaz de prescindir de la figura del Tercero (…) Evidentemente, ninguna sociedad humana podría funcionar sobre tales bases y es preciso recordar que no existe una regulación sin un regulador" (Supiot, 2007: 190).

La decadencia de las instituciones, como parte del proceso moderno, no es una simple crisis pasajera producida unidireccionalmente por el desarrollo y fortalecimiento del capitalismo (Dubet, 2006: 420), aunque el discurso neoliberal favorezca convergentemente la devaluación de las instituciones. Los valores propuestos por las instituciones entran en contradicción cuando la crítica propia y deseable producto del programa institucional se vuelve contra sus fundamentos, cuando ya no pueden sostenerse los principios homogéneos, universales y sagrados que sustentan el programa institucional.
A la decadencia inscripta como parte de la historia particular de las propias instituciones modernas hay que agregarle otros factores que complejizan aún más el análisis. Dos de los principales son el capitalismo neoliberal imperante y los discursos cientificistas. Este reconocimiento no significa simplificar los problemas de la institución remitiéndolos simplemente a causas exteriores; significa que, aun aceptando el declive institucional como un proceso, las instituciones no permanecen ajenas a las dimensiones sociales, culturales, políticas y económicas donde están inscriptas.
Tampoco queremos caer, como advierte Dubet, en críticas anticapitalistas catastróficas. Explicamos cómo el programa institucional favorece la crítica de las instituciones. Pero también debemos ubicar el rol del capitalismo en la transformación de aquellas, enmarcando al neoliberalismo en la cultura urbano-mediática con la mirada atenta en la dinámica de la institución. No vamos a defender las instituciones en su expresión idealizada del siglo XIX, sin aceptar las causas endógenas que generan su declive, pero intentaremos circunscribir lo que la participación que le cabe al neoliberalismo en este proceso. El análisis complementario de factores endógenos y exógenos a la institución nos dará la posibilidad de comprender la compleja realidad de la que formamos parte.
Los cambios endógenos sospechados por el funcionamiento institucional y las circunstancias externas a ellas introducen modificaciones que dificultan continuar con el  programa institucional. Todo esto trae aparejado consecuencias en las formas de socialización y subjetivación. Podemos avizorar que en el presente urbano-mediático convergente con el declive institucional, en el auge de relatos cientificistas y el predominio neoliberal, la socialización se separa de la subjetivación y, en consecuencia, la concepción de sujeto moderna, fundada en una Referencia, se ve cualitativamente modificada.
Parte de la acción neoliberal consiste en reconocer la demanda de liberalización de las instituciones, lo que claramente se observa en el caso escolar, que se transforma progresivamente en una mera prestadora de servicios (Dubet, 2006).
Al mismo tiempo, Supiot observa el cambio institucional en términos de flexibilización, dentro de un marco de autorregulación general, en el que ya nada debe ser reglamentado y en el que, paradójicamente, las instituciones ya no deben instituir al sujeto:

"Las instituciones deben entonces ceder su lugar a sistemas flexibles de comunicación que le permiten a los hombres reaccionar unos frente a otros y ajustar mutuamente sus comportamientos dentro de un conjunto reticular que se autorregula. El problema es entonces conectar y ya no instituir, comunicar y ya no ordenar, regular y ya no reglamentar. De ese modo se espera construir un mundo donde el hombre y la sociedad se habrían vuelto transparentes en sí mismos y habrían quedado libres de los últimos estigmas de la metafísica" (Supiot, 2007: 175-6).

En el mismo sentido, pero haciendo hincapié en la familia, Marcel Gauchet asegura que asistimos a un proceso de desinstitucionalización de la familia porque ésta ya no socializa o, más precisamente, cambia su forma de socialización. Hay un pasaje desde la producción de un ser para la sociedad -que implica por parte del individuo el "aprendizaje de la abstracción de sí mismo que crea el sentido de lo público, de la objetividad, de la universalidad" (Gauchet, 2007: 111)- a la socialización de los individuos como un mero aprendizaje adaptativo. En el camino se comprende que la debilidad de la familia como engranaje del orden social permite el aumento de la adherencia a sí mismo por parte del individuo (Gauchet, 2007).
No podemos perder de vista que los cambios descriptos modifican la concepción de la relación entre individuos, de una relación social según los parámetros del programa institucional, a una relación económica o instrumental en la decadencia de las instituciones y en el predominio de criterios pretendidamente objetivos. Esta mutación de las instituciones trae aparejado problemas precisos que nos permitirán entender cómo se quiebra la continuidad entre socialización y subjetivación, cuyos alcances son negados por el discurso neoliberal, que se basa en una concepción sesgada del sujeto. Tal como lo expone Dubet, "una de las aporías del pensamiento liberal (…) que pone en escena a un sujeto ya formado, ya socializado, ya poseedor de recursos sociales y de orientaciones culturales (Dubet, 2006: 438).
En síntesis, lo que podemos relevar como el principal problema para Dubet sobre la nueva concepción del sujeto -que se deja traslucir en estos cambios institucionales mencionados-, es "una de las aporías del pensamiento liberal (…) que pone en escena a un sujeto ya formado, ya socializado, ya poseedor de recursos sociales y de orientaciones culturales (Dubet, 2006: 438).
Si a esto sumamos algunos de los valores que sostiene la sociedad urbano-mediática, a saber: el individualismo, el poderío y el racionalismo instrumental (Dubet, 2006), el mayor peligro que encarna el liberalismo, en el contexto de decadencia institucional, es la posibilidad de que sea naturalizado sin crítica como modo de funcionamiento de la sociedad y de las relaciones que los individuos establecen entre sí.

3 - ¿Socialización mediática?

Hay que marcar la diferencia entre la socialización (y subjetivación) tal cual las entiende Dubet y a la socialización llevada a cabo por los medios o mediatización.
Como señalamos, el programa institucional marca la continuidad entre socialización y subjetivación, en el marco del Estado moderno, donde el trabajo de socialización está orientado hacia el autocontrol y la autonomía, que "engendra la producción de una fuerte conciencia de sí, de un Yo constituido para que cada uno construya su vida personal" (Dubet, 2006). Mediante la imposición de valores universales, de reglas y hábitos que  implican el abandono del sujeto de sí mismo en pos de esos valores, el sujeto puede encontrar formas de libertad y autonomía. "El programa institucional es de índole mágica porque transforma valores y principios abstractos, fuera del mundo, en prácticas y disciplinas que son además ritos (Dubet, 2006: 57). La  sujeción del individuo es paradójicamente lo que libera, el control social se desplaza desde el exterior hacia la interiorización de las normas para lograr el autocontrol del sujeto.
Como ya dijimos, el sociólogo francés establece que la socialización "es un proceso continuo y que toda actividad social -especialmente todo trabajo- participa activamente en nuestra socialización, en la formación y transformación de nuestros juicios, de nuestras maneras de actuar, de nuestra identidad y, en última instancia, de lo que cada uno de nosotros considera su yo más profundo" (Dubet, 2006: 17). Dada la intervención de la mediatización, como "proceso fundamentalmente dialéctico (…) mediante el cual los medios de comunicación institucionalizados forman parte de la circulación general de símbolos dentro de la vida social" (Silverstone, 2010: 168-9), en la "textura general de la experiencia" (Silverstone, 2004), podríamos preguntarnos si es posible hablar de socialización por parte de los medios.
Roberto Igarza (2009) menciona que, en las ciudades, la segunda actividad más importante después del trabajo es el consumo de medios de comunicación y, en el hogar, la actividad predominante. Más allá de las discusiones que puede generar tal afirmación, lo que comparten varios autores es que la "tecnicidad" de los medios y nuevas tecnologías (Huergo, 2008, y Orozco Gómez, 2001) organiza la percepción e interviene en la cotidianidad hasta formar una "realidad de segundo orden" (Silverstone, 2010), que se ve atravesada por procesos de mediatización. En pocas palabras, los medios y tecnologías, además de procurar un modelo perceptivo, son formadores y reproductores de símbolos en las sociedades. La vida cotidiana y la Polis de los medios se transforman en un entretejido imposible de diferenciar; los medios se constituyen en fuentes de seguridad, orden y continuidad (Silverstone, 2010).
Por lo tanto, podemos deducir que la cultura mediática es la cultura de las poblaciones urbanas y que, más interesante aún, los medios, en consecuencia, entretejiéndose con la vida cotidiana se están transformando en algo ambiental (Silverstone, 2010). Señalar la formación de un ambiente mediático (Barboza, 2012) implica considerar una presencia continua, diversa y aunque con apariencia efímera de los medios en la rutina diaria y en distintas actividades (trabajo, escolarización, entretenimiento).
En este contexto, Guillermo Orozco Gómez, indica las modificaciones que sufren las instituciones clásicas (familia, iglesia y política) en tensión con la institución televisiva: la política está cambiando para volverse más televisiva, publicitaria y mercantil (y lo televisivo se vuelve más político); en el ámbito familiar, en tanto, se existen conflictos y descontento por "la pérdida del control de la socialización que antes había residido en la familia y ahora la televisión usurpa, trastoca y transgrede" (Orozco Gómez, 2001: 222).
Si los medios pasan a disputar la función socializadora de las instituciones tradicionales y a éstos le subyace una lógica mercantil, nos preguntamos de qué tipo de socialización se trata y qué diferencias se pueden marcar entre una socialización mediática y mercantil con la socialización tal cual es descripta por Dubet.
La socialización que propone el mercado reside en la aceptación de un universal no social, es decir, criterios pretendidamente objetivos y autónomos -no ligados a valores que representan una Terceridad- que no tienen por fin último liberar al sujeto sino cosificarlo. La libertad impuesta al sujeto, la aceptación de criterios de eficacia y eficiencia y del discurso técnico devela, en resumen, la fuerza del capitalismo neoliberal y de la técnica misma.
Es importante destacar otra diferencia entre los dos modos de socialización: la temporalidad del desarrollo de la socialización y subjetivación. En el modelo propuesto por Dubet es un proceso que no se da por terminado sino que involucra un transcurrir del sujeto a lo largo de toda la vida. Esto supone un trabajo institucional e individual en constante devenir, no supone la preexistencia de un individuo ya formado como en el caso de los discursos neoliberales.
En contraposición a la socialización llevada a cabo por el programa institucional, el segundo tipo de socialización mediático-mercantil no configura al individuo para la autonomía y la libertad (Dubet, 2006). En primer lugar, esta socialización no está fundada en valores universales sino más bien en estándares del mercado y criterios supuestamente objetivos y mensurables; en segundo lugar, no existe un trabajo sobre el otro como una vocación, es más, el otro en los medios generalmente se presenta como una representación fugaz, banal y sustituible; por último, las únicas normas que se pretende inculcar al individuo son las que se relacionan con lo que Supiot define como la ideología del no-límite y lo que Dufour describe como la búsqueda de satisfacción inmediata de los deseos con objetos disponibles en el mercado.
Estos cambios permiten identificar este posible tipo de socialización mediática más alejado del modelo de socialización-subjetivación de Dubet, y más cercano al simple aprendizaje adaptativo mencionado por Gauchet.
Frente al declive institucional y el papel que juegan los medios en esta nueva tensión con las instituciones, aparecen tanto problemas como caminos sin salida por afrontar. Los abordaremos sintéticamente para mostrar los obstáculos y escenarios que plantea Dubet. El primer problema es la falta de reconocimiento y legitimación de la autoridad, que necesita justificar sus acciones porque no cuenta con adhesión de los sujetos a un sentido común representado por esa autoridad (Supiot, 2007: 209). Eso genera la posibilida de concebir su poder como arbitrario y provocar el consecuente rechazo a la  autoridad. La falta de legitimación del representante de los valores sagrados genera un segundo problema. Aumenta el riesgo de relaciones no mediadas, es decir, que prescindan de "un tercero independiente y superior a los protagonistas" (Dubet, 2006: 428). A su vez, un tercer problema se plantea por la falta de homogeneidad y la diversificación de valores carentes de orden y prioridad. Cada uno actuaría en función de sus propios valores particulares y "a falta de una Referencia común que le garantice a cada cual un sentido y un lugar, cada uno cae en la trampa de la autorreferencia y no tiene más opción que escoger entre la soledad y la violencia (Supiot, 2007: 16).
Algunos de estos problemas creemos que pueden ser reparados desde una apuesta por el fortalecimiento de la institución y la búsqueda comprometida de iniciativas para lograrlo. La reiteración de la necesaria referencia a un Tercero (Estado, Razón, Nación, Iglesia), para la constitución simbólica del sujet y la crítica fundamentada contra los portavoces de los supuestamente objetivos y naturalizados del mercado y el cientificismo como ley suprema, que intentan desvincular las instituciones (y sus valores) del sujeto, son pasos necesarios para defender las instituciones mientras se indagan otras posibles salidas. En cuanto a los caminos sin salida que nombra Dubet, el regreso a una idea de autoridad incuestionable sería imposible y, por lo demás, no deseable porque, en base al ideal de la sociedad identificada con el Estado-Nación fuerte y homogéneo, necesita recurrir a la violencia institucional. El retorno al pasado de las instituciones implicaría un retroceso de los derechos y libertades trabajosamente adquiridas. Sin embargo, la Referencia y, por ende, la legitimidad de la autoridad, debe ser nuevamente puesta en valor para que los límites y normas recuperen su sentido.
Además, dentro de la dinámica mediática debe existir una apuesta por la toma de responsabilidad de productores, representados y audiencias y usuarios tal como propone Silverstone (2010), reflexionando y cuestionando la participación y representación que los medios hacen del otro, de la distancia que toman respecto a los representados y de la confianza en los medios:

"nuestra complicidad y nuestra connivencia se sitúan en un nivel más profundo aún, pues están en el centro mismo de la mediatización de las realidades del mundo y en el <<como si>> de las prácticas de representación mediática. Lo simbólico mediatizado no se nos impone como un espacio sin escapatoria. Es un espacio que hemos elegido históricamente y que seguimos eligiendo todos los días, decisión que hemos optado por negar" (Silverstone, 2010: 201)

Siguiendo a Dubet, repetimos que el programa institucional vigente ha entrado en crisis, con cambios que no son homogéneos ni totales y que para entenderlos no debemos reducir las explicaciones a la simple influencia del capitalismo. Sin embargo, este declive ha permitido que emerjan nuevas formas de dominación y control como las que acabamos de mencionar. El programa institucional, indispensable para la constitución de individuos críticos y autónomos, entró en crisis en la misma modernidad, pese a ello, se mantiene vivo.

4- Conclusiones

Tras este breve recorrido queremos marcar que hablar de los medios como instituciones sin mediar algún tipo de aclaración tiende a negar (por desconocimiento, negligencia o por "astucia")  algunos de los fundamentos de la modernidad. Pese a que ninguno de los autores aquí mencionados lo hace, señalamos el riesgo principal que puede traer aparejado referirse a los medios como instituciones: asimilar a la institución como empresa y a la empresa como institución, descuidando la función central de estas últimas en la construcción de la subjetividad.
Los medios nos acercan y facilitan un posible modo de socialización, pero no se puede equiparar a la socialización de las instituciones tradicionales propias de la modernidad en cuanto no producen -ni quieren producir- un sujeto crítico y neurótico.
Pese a la imposibilidad de volver a un estado anterior de las instituciones, debemos rescatar su función y revalorizar su papel -advirtiendo críticas válidas- apoyándonos en los valores universales que las sostienen. Es necesario rescatar la figura del Otro, independiente y superior, que media las relaciones sociales; Referencia donde encuentra legitimidad la autoridad de las instituciones; fuente de seguridad de los individuos; figura que, mediante modelos de orden, subjetiva al hombre. El compromiso de los individuos entre sí se asienta en la creencia de esa figura trascendental que carga de sentido la experiencia. Si el Tercero desaparece, entonces el sujeto vacilará en el sinsentido.
Tras la descripción del programa institucional, la función de las instituciones, la explicación del declive institucional inscripto en la modernidad, y la profundas implicancias de las instituciones para la constitución de los sujeto es que, como Dubet3, ponemos sobre la mesa la discusión sobre la socialización en la sociedad actual, sabiendo la imposibilidad de volver a un estado anterior idealizado. Las instituciones deben entonces continuar sosteniendo valores trascendentales. Si la secularización de la secularización es un proceso que se está transitando, entonces estamos a tiempo de resistir ciertos cambios para evitar profundizar el declive institucional y la consecuente  desimbolización del sujeto.
No asistimos al fin de las instituciones sino a un estadio crítico pero no definitivo donde es posible que las instituciones se fortalezcan en el proceso de mutación manteniendo su función y sus características definitorias, delimitando el alcance de los medios en la familia, en la escuela, en la política y en la religión. Las instituciones como modo de relación mediada por valores entre los individuos siguen siendo el marco simbólico que reviste de sentido la experiencia humana.
El programa institucional presenta fortalezas. Éstas serán la justificación de nuestra postura en defensa de las instituciones, del programa institucional y de la acción política en su favor. El programa se caracteriza por la fuerza y plasticidad que facilita su permanencia en el tiempo. Estas características podrían ser potenciadas para devolver la firmeza de las instituciones adecuándose al nuevo escenario. La plasticidad permite cambiar los valores de la institución sin alterar su forma, siempre y cuando esos valores hagan referencia a una Terceridad.
Por último, y como aspecto destacado, la mayor fortaleza del programa institucional es la función simbólica que cumple. La continuidad de la socialización y subjetivación en un mismo movimiento:

"El declive del programa institucional no significa que salgamos de las instituciones, que éstas se hayan vuelto inútiles o que sólo puedan ser concebidas salvo como sistemas de regulación de la acción tal como se habla hoy en día de las instituciones económicas que regulan el mercado. Es difícil imaginar que las organizaciones y los profesionales que intervienen sobre el otro, que forman la subjetividad de los individuos, no puedan mantener algo de las instituciones y en particular la adhesión a principios fundamentales percibidos como "superiores" a los individuos y capaces de dar sentido a la acción" (Dubet, 2006: 60-1).
           
He aquí el límite de la socialización de los medios y de la necesidad de abogar no por un mero aprendizaje adaptativo sino por la creación de un ser para la sociedad, responsable, autónomo y crítico. Señalar algunos de los problemas que genera la tensión entre las instituciones clásicas, con su proceso de declive por causas endógenas, y la construcción de un ambiente mediático omnipresente en la cultura urbana se convierte en un punto de partida para comprender el alcance, responsabilidad y perspectivas de futuro a la hora de discutir el rol de los medios, sus limitaciones y funciones en las sociedades actuales.
Definitivamente abogamos por la defensa de las instituciones y de su necesaria adaptación acorde a los derechos adquiridos por los sujetos, a la democratización y, sobre todo, a la defensa de su propia dinámica. La opción que propone Dubet sobre la reconstrucción de las instituciones a nivel intermedio, pese a su acotada exposición, es una opción válida como punto de partida para seguir reflexionando en el camino de búsqueda de alternativas políticas para el fortalecimiento de la institución. Sin embargo, nos acercamos más a la alternativa planteada por Supiot de recurrir a los Derechos Humanos para vincular y fortalecer los lazos sociales. El Derecho entendido desde una perspectiva política puede convertirse en aliado de las instituciones. Frente a las demandas científicas, técnicas o económicas, las instituciones no pueden convertirse en organizaciones prestadoras de servicios ni ignorar la función antropológica que cumplen en la constitución del individuo4.
Para que el declive institucional no se transforme en la desaparición de las instituciones es necesario un cambio. Y para ello, como para resistir la instrumentalización del derecho, es indispensable la acción política. La dificultad mayor aparece al comprender que la política -donde Supiot, Dubet y nosotros ponemos la esperanza- también está atravesada por la cultura urbano-mediática, donde impera el capitalismo neoliberal y los mecanismos de autorregulación del sistema.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que, para que el sujeto alcance las condiciones de autonomía y libertad será indispensable el ejercicio el funcionamiento de las instituciones en el proceso de socialización y subjetivación.
Ahora estamos en condiciones de entender más profundamente las implicaciones del relato cientificista, técnico y neoliberal. Discursos que sostienen una concepción objetiva del sujeto.  Esto nos lleva a considerar el modelo de sujeto que se perfila desde  tendencias paralelas y convergentes: la mediatización, el capitalismo neoliberal y el discurso tecno-científico. Es necesario entonces preguntarnos sobre las transiciones entre los modelos de sujetos, y sobre los riesgos de la cultura urbano-mediática en el amplio marco planteado. El debilitamiento de la heteronomía trae consecuencias para la autonomía y libertad del sujeto, como para la abstracción y cosificación del mismo. En resumidas cuentas, lo que está en jaque es "la creencia en una continuidad entre socialización y subjetivación [que] ya no resulta evidente. Ya no se cree, como antaño, que el dogma se transforma en disciplinas y en ritos generadores de conformismo y libertad" (Dubet, 2006: 23).
Proponemos continuar debatiendo las relaciones entre medios e instituciones atendiendo especialmente las posibles consecuencias para el sujeto.

Notas:

1 Roger Silverstone aborda los fenómenos de la comunicación desde una perspectiva etnográfica que sus inicios (1996) giró en torno al fenómeno de la recepción televisiva. Posteriormente amplió su trabajo -más allá de la cuestión de la televisión- a la idea de Polis de los medios, donde también interviene el abordaje psicoanalítico inglés (2004, 2010). Guillermo Orozco Gómez, por su parte, centra su línea de investigación en los estudios de la recepción y la alfabetización audiovisual (2001).

2 Dubet menciona que el programa institucional es un modo de socialización, esto deja el margen de pensar que existen otros, que el autor no profundiza. Nuestra duda surge en situar a la mediatización como posible modo de socialización. Sobre este punto volveremos más adelante.

3 Dubet propone que las instituciones deben reconstruirse a un nivel intermedio. Aunque no explicita cómo, llama a no "reconstruir órdenes totales en los que cada individuo está ligado al gran todo sino órdenes más limitados, más autónomos, más ajustados a los problemas tratados"(453).

4 La noción "Función antropológica" es mencionada por Alain Supiot, refiere a la autonomía lograda en el sujeto a partir de la ley heterónoma, particularmente se refiere al Derecho.

Bibliografía:

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2. Dubet, F. (2006) El declive de la institución. Barcelona, Gedisa.         [ Links ]

3. Dubet, F. (2006) "El declive y las mutaciones de la institución" en Revista de Antropología Social N° 16. París, Université de Bordeaux 2, p 39-66.         [ Links ]

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Registro bibliográfico:

Barboza, Romina Andrea. "Instituciones, medios y social-ización: apor tes para una discusión" en La Trama de la Comunicación, Volumen 18, Anuario del Departamento de Ciencias de la Comunicación. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. Rosario, Argentina. UNR Editora, enero a diciembre de 2014, p. 173-186. ISSN 1668-5628 - ISSN digital 2314-2634.

Fecha de recepción: 30-06-2013.
Fecha de aceptación: 27-10-2013.

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