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La trama de la comunicación

versión impresa ISSN 1668-5628

Trama comun. vol.20 no.2 Rosario dic. 2016

 

ARTÍCULOS

Asambleas, chismes y rumores. Comunicación y política en un barrio de migrantes de la ciudad de Córdoba

 

Por Denise Zenklusen y María Victoria Perissinotti

denisezenklusen@gmail.com / Universidad Nacional de Córdoba. Argentina
vperissinotti@gmail.com / Universidad Nacional de Córdoba. Argentina

Denise Zenklusen
Argentina
Becaria Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con lugar de trabajo en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS-CONICET/UNC). Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba. Doctoranda con mención en Antropología de la Universidad de Buenos Aires y Maestranda en Antropología Social de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. En la actualidad es integrante del Programa de Investigación "Multiculturalismo, migraciones y desigualdad en América Latina" (CIECS-CONICET/UNC).
Área de especialidad: Género y Migraciones
E-mail: denisezenklusen@gmail.com

María Victoria Perissinotti
Argentina
Becaria Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con lugar de trabajo en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS-CONICET/UNC). Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba. Doctoranda en Ciencias Antropológicas por la Universidad Nacional de Córdoba y Maestranda en Antropología por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. En la actualidad es integrante del Programa de Investigación "Multiculturalismo, migraciones y desigualdad en América Latina" (CIECS-CONICET/UNC).
Área de especialidad: Migraciones y Política
E-mail: vperissinotti@gmail.com


Sumario:

Este artículo busca comprender y analizar las maneras en que se relacionan las prácticas de comunicación interpersonales con el "hacer política" barrial. Basadas en los hallazgos etnográficos a los que llegamos a partir de un trabajo de campo prolongado, buscamos contribuir a la discusión teórica sobre la relación entre comunicación y política indagando en las múltiples maneras en que se vinculan en diferentes espacios anclados en la cotidianidad de los actores sociales. Así, tomando los aportes centrales de las perspectivas teóricas de la comunicación/cultura y de la antropología de la política, buscamos desnaturalizar los sentidos en torno a la participación política en el espacio asambleario, mostrando de qué manera otras prácticas de comunicación como los chismes y los rumores -en principio irrelevantes- resultan en realidad centrales para comprender las maneras en que los sujetos "hacen política". En términos metodológicos, la evidencia empírica que sustenta este trabajo resultó de una investigación que realizamos durante el 2011 y 2012 en un asentamiento construido por migrantes de la ciudad de Córdoba.

Descriptores: Comunicación; Política; Asambleas; Chismes; Migrantes

Summary:

The main interest of this article is to understand and analyze the ways in which interpersonal communication practices are related to how politic is done in neighborhood contexts. Based in the ethnographic findings to which we arrived after a long field work, we seek to contribute to the theoretical discussion on the relationship between communication and politics, exploring into the many ways they are linked in different spaces anchored in everyday actor's social life. Thus, taking the central contributions of the theoretical perspectives of communication/culture and anthropology of politics, we seek to problematize the political participation in the assembly space, showing how other communication practices like gossip and rumors -first thought as irrelevant- are in fact essential to understand the ways in which subjects actually "do politics". Methodologically, the empirical evidence supporting this work resulted from an investigation conducted by the authors during 2011 and 2012 in a Cordoba's settlement built by migrants living there.

Describers: Communication; Politics; Assembly; Gossip; Migrants


Introducción

La preocupación por comprender y abordar las relaciones entre comunicación y política comenzó a vislumbrarse en América Latina durante el siglo XX (Caletti, 2001; Segura, 2008). En este marco, proliferaron los estudios que abordaron dicha relación desde distintas aristas, tales como la articulación entre los medios de comunicación y la política democrática; el marketing político y, en el último tiempo, la relación entre prácticas políticas y redes sociales1. Una característica en común que resalta en estos trabajos es que han abordado la relación en cuestión casi exclusivamente desde su vinculación con los medios de comunicación.
En la década del noventa, la línea de investigación interesada por el cruce entre "comunicación y ciudadanía" inauguró un nuevo esfuerzo por explorar las relaciones entre comunicación y política que buscó superar la mirada mediocéntrica. Tomando como eje central el concepto de "ciudadanía comunicativa", los autores de esta línea teórica –entre otros, Segura, 2009 y 2006; Mata, 2006, 2005; Alfaro, 2002; Entel, 1996- indagaron en las "dimensiones políticas de la comunicación" (Mata. 2006:6). A pesar de este nuevo esfuerzo de problematización, siguiendo a Caletti (2001) y a Bonilla (2007) entendemos que, en términos generales, en la producción académica hegemómica sobre comunicación y política continuó predominando una perspectiva centrada en los medios.
Así, pesar del creciente interés en la temática, son escasos los estudios que abordan esta relación por fuera del escenario mediático. Siguiendo a Caletti (2001), entendemos que esta reducción tiene que ver con una concepción "técnica" de aquello que se entiende tanto por política como por comunicación. Por un lado, la dimensión política se reduce generalmente al "funcionamiento de la maquinaria institucional de la llamada democracia" (Caletti, 2001: 38). Por el otro, la comunicación queda limitada a la "capacidad diseminadora de mensajes propia de unas tecnologías novedosas" (Caletti, 2001: 38).
Nos preguntamos entonces -parafraseando a Bonilla (2007)- qué sucede con aquellas prácticas, sujetos, procesos y conflictos sociales que, por sus características, quedan por fuera de esta discusión. Es decir, ¿qué sucede con aquellas prácticas de comunicación que, aún por fuera del sistema de medios y aún desbordando la política institucionalizada, presentan sin embargo una significación política? Siguiendo a Caletti (2001:41), entendemos que la posibilidad de dar cuenta de estos espacios, prácticas y sentidos otros de la vinculación entre comunicación y política, sólo podrá lograrse a partir de insertarlos "en los marcos de la interacción cotidiana", restituyendo al mismo tiempo al sujeto "en el abordaje de los procesos sociales" (Caletti, 2001:43). Creemos que de este modo se puede ampliar la discusión, dando lugar a los procesos, sujetos, espacios, discursos y conflictos que, por ubicarse por fuera de los márgenes de lo establecido, no son tomados en consideración en los estudios hegemónicos sobre la relación entre comunicación y política (Bonilla, 2007).
Tomando los aportes centrales de las perspectivas teóricas de comunicación/cultura2 y de la antropología de la política3, en este artículo partimos entonces del supuesto de que es posible –y sería fructífero– indagar en las múltiples maneras en que la política y la comunicación se relacionan en diferentes espacios anclados en la cotidianidad de los actores sociales. Sin negar la omnipresencia que los medios de comunicación poseen en nuestras sociedades actuales, creemos que es necesario también indagar en las experiencias en donde su centralidad se encuentra relegada.
Partiendo entonces de considerar que la comunicación no se reduce a los medios y que la política no es equiparable al Estado, en este artículo buscamos realizar una contribución a los estudios de comunicación y política, al poner de manifiesto –a partir de problematizar un caso en particular– la importancia que tienen las prácticas de comunicación interpersonal en el hacer de la política local (Fasano, 2006). Para ello, analizamos las interacciones que se desatan en un barrio de migrantes de la ciudad de Córdoba frente a las dificultades que se les presentan a estos sectores para acceder a una vivienda. En función de este análisis, el objetivo central de este artículo es mostrar que, en contextos de desigualdad social, las prácticas de comunicación hechas a "boca pequeña" (Alasia de Heredia, 2003)4 adquieren una relevancia fundamental en disputas que pueden ser entendidas como políticas.
En términos metodológicos, las reflexiones que aquí desarrollamos surgen de un trabajo de campo etnográfico realizado durante mayo de 2011 y agosto de 2012 en Los Pinos, un barrio de migrantes ubicado en la periferia sur de la ciudad de Córdoba. El trabajo de campo estuvo enmarcado en una investigación en la que problematizamos el vínculo entre prácticas de comunicación y política en contextos atravesados por procesos migratorios. El mismo consistió en la observación participante de diversas actividades y el registro exhaustivo de conversaciones. Siguiendo la perspectiva desarrollada por la pragmática del lenguaje (Austin, 1955), nuestro trabajo de campo estuvo orientado a poder observar las situaciones de interacción, más que la literalidad y la "veracidad" de los mensajes intercambiados. Así, buscamos dar cuenta de los modos de comunicación posibles en dos espacios sociales distintos: el espacio asambleario y el espacio privado. En cada uno de ellos prestamos particular atención a los sujetos, a los modos de participar y al contexto social de enunciación (Favret-Sadaa, 1977). En este sentido, la perspectiva etnográfica (Guber, 2009; Caggiano y Rodríguez, 2008) resultó ser un enfoque especialmente fértil para problematizar la relación en cuestión.
Siguiendo estas premisas, el artículo se estructura en tres apartados. En el primero de ellos, damos cuenta del contexto socio-histórico en el cual se enmarca nuestro análisis. Siguiendo a Bourdieu (1985), esto resulta imprescindible en tanto, las prácticas de comunicación, como toda práctica social, están insertas en un espacio social definido por posiciones desiguales. De allí que, para comprender los procesos de comunicación resulte necesario restituir el contexto en el que se llevan a cabo. En este marco, en el segundo apartado, trabajamos sobre las prácticas de comunicación que se desarrollan en el espacio más formalizado de las asambleas barriales, buscando dar cuenta de las dificultades que allí se presentan a los diferentes sujetos para participar en pie de igualdad. Por último, en el tercer apartado analizamos entonces los modos en que los chismes y rumores aparecen, en este contexto, como prácticas de comunicación tan imprescindibles como la asamblea en el hacer política de estas personas.
Esperamos que, al finalizar este trabajo, el lector acuerde con nosotras en que estas prácticas de comunicación, aunque menos espectaculares y rutilantes que aquellas que acontecen en los medios -aunque no por ello, menos relevantes-, se relacionan estrechamente con la política.

La relocalización en Los Pinos: la contaminación, las facciones y las desconfianzas

Siguiendo a Bourdieu  entendemos que aquellas "relaciones de comunicación por excelencia que son los intercambios lingüísticos son también relaciones de poder simbólico donde se actualizan las relaciones de fuerza entre los locutores" (Bourdieu, 1985:11). Al mismo tiempo, en tanto prácticas sociales, los discursos y sus características "son definidos desde el lugar  y la competencia del agente social que las produce" (Costa y Mozejko, 2007, 9). De este modo, las relaciones entre comunicación y política, así como las posibilidades y limitaciones que tienen los sujetos para desenvolverse a través de ellas, sólo pueden ser comprendidas en su dimensión social e histórica (Bourdieu, 1985). Tomando como punto de partida estos supuestos, en este apartado, buscamos describir la red de relaciones en la que se insertan las prácticas que analizamos.
El barrio Los Pinos es un asentamiento conformado por dieciocho manzanas de veinticuatro lotes cada una, perfectamente diagramadas y separadas entre sí por calles de tierra. Según estimaciones del centro de salud asignado al barrio, viven allí alrededor de 500 familias compuestas por matrimonios jóvenes con dos o tres hijos, en su mayoría provenientes de Perú, Bolivia y Paraguay. Estos migrantes argumentan la decisión de llegarhacia Argentina a partir de la oferta laboral y educacional que ofrecería este país. Además, eligen particularmente la ciudad de Córdoba debido a las redes migratorias, ya que muchos de ellos cuentan allí con familiares que migraron anteriormente5. En términos socioeconómicos se trata de flujos de carácter laboral, que presentan "un alto grado de precariedad y vulnerabilidad" (Falcón Aybar y Bologna 2013: 242). Así, la mayoría de las mujeres se desempeña como empleada doméstica, mientras que los varones están abocados al rubro de la construcción.
Asociado a la fuerte precarización de estas trayectorias laborales, un creciente número de migrantes latinoamericanos comenzó a instalarse en zonas periféricas de la ciudad (Magliano, Perissinotti y Zenklusen, 2014). Fue así que, a finales de 2008, un grupo de migrantes recientes decidió construir sus viviendas en un predio que, hasta la década del sesenta, había funcionado como un basural a cielo abierto. Esas tierras luego de mucho esfuerzo por parte de los vecinos, se convertirían finalmente en Los Pinos.
Sin embargo, arguyendo la existencia de este basural y de la supuesta contaminación que acarrearía para las personas que allí viven, el Concejo Deliberante de la municipalidad de Córdoba firmó un decreto, a fines de 2009, en el que se declaraba la "inhabitabilidad del suelo" sobre el que se encuentra construido Los Pinos. El mismo documento afirmaba además la necesidad de trasladar a los vecinos que allí vivían a un predio "no contaminado" pero no estipulaba ni el lugar, ni el momento, ni la manera en que dicho traslado debía realizarse. Los concejales, los médicos y la trabajadora social del dispensario hicieron eco de esta decisión, afirmando tajantemente que "esa gente no [podía] vivir ahí".
Frente a la posibilidad del traslado, la contaminación adquirió entre los vecinos del barrio diferentes sentidos contrapuestos entre sí y que se pueden agrupar en torno a dos grandes nociones: la contaminación como un verdadero riesgo para los habitantes del barrio y la contaminación como una excusa que utilizan quienes tienen intereses6 en esas tierras, para sacarlos de ahí.Estas posturas se estructuraron en la redefinición de dos "facciones"7: una que quería ser relocalizada y otra que se negaba al traslado. Así, mientras la primera inició negociaciones con los funcionarios del Estado para concretarlo, la segunda facción se opuso a esta posibilidad, protagonizando enfrentamientos con el gobierno municipal, que insistía en que debían abandonar el predio.
Independientemente de las disputas que cada una de las facciones mantuvo con la Municipalidad, al interior del barrio se desataron fuertes luchas entre los vecinos y sus representantes. A través de estas luchas, que buscaban imponer los sentidos de la contaminación, los representantes de cada facción intentaban lograr la adhesión de los vecinos. Como mostramos anteriormente (Perissinotti y Zenklusen, 2014), esta disputa por la clasificación de la categoría de contaminación constituía una lucha política en sí misma y se relacionaba con la posición que cada vecino asumía en relación a las facciones. Si pensamos a la política en términos de una lucha por imponer la propia visión de la realidad social como la visión legítima (Bourdieu 1999), se comprende que la disputa en torno a la definición de la categoría de contaminación pueda pensarse en términos políticos. Además, si lo específico de la política refiere a "su condición de proceso social de definición y redefinición de sentidos, en el cual se produce y despliega una serie de representaciones sociales – valores, reglas, repertorios simbólicos, etc." (Rosato y Balbi 2003: 14), este conflicto es un conflicto político8.
En este marco, la facción que buscaba quedarse habitando el barrio se encontraba encabezada por una organización social oriunda de la ciudad de Córdoba que, por estar conformada por ex presos políticos militantes de los derechos humanos durante la dictadura militar, presentaba una vasta trayectoria en la reivindicación de derechos sociales de los sectores populares. Esta organización, denominada Juntos por los barrios y personificada en las figuras de Juan y Sandra, sostenía abiertamente que la cuestión de la "contaminación" era una mentira impulsada por el Estado municipal a raíz del interés inmobiliario y de urbanización que la zona presentaba para la ciudad de Córdoba. Así pues, quienes pertenecían a esta facción apostaron por permanecer en el barrio, construyendo sus viviendas en material noble, desmalezando los terrenos, trazando las calles y demandando el acceso a los servicios públicos. Todas estas acciones, consideradas por nuestros interlocutores en términos de luchas y reivindicaciones políticas, se organizaron en su mayoría en el marco del espacio asambleario. Sin embargo, veremos más adelante que, aún si la facción que quería quedarse parecía ser homogénea, en su interior había fuertes disputas. Y es que, muchos de los vecinos que abiertamente declaraban querer quedarse habitando Los Pinos, tenían serias diferencias con la metodología que llevaban adelante desde Juntos por los barrios. Es decir, ponían en cuestión el modo de accionar que desplegaban.
En contraposición a esto, la facción que se quería ir del barrio -encabezada por Claudia, una migrante peruana que participaba en otra organización política de la ciudad- dejó de construir sus casas e inició negociaciones con funcionarios municipales para concretar el traslado. Estas negociaciones fueron evaluadas en términos negativos por los miembros de la facción contraria, quienes llegaron a calificar a Claudia como la principal traidora a la causa del barrio.
En el marco de las acciones que estos vecinos desplegaron para manifestar sus posiciones y presentar sus demandas en pos de la lucha por la vivienda, aparecieron algunas prácticas de comunicación fundamentales para comprender los diferentes modos en que estos actores hacían política. Por un lado, atendimos a las prácticas más formales que se daban en el espacio de las asambleas. Por otro lado, recuperamos aquellas que se daban en el marco de la interacción cotidiana y que, en términos de Alasia de Heredia (2003:52), definimos como realizadas "a boca pequeña". Dichos espacios se nos impusieron con relevancia etnográfica durante nuestro trabajo de campo ya que, aunque de maneras contradictorias, nuestros informantes aludían a las prácticas de comunicación que allí se entablaban como fundamentales para comprender las redes de relaciones de Los Pinos.
A primera vista podría parecer que las prácticas más formales que se desarrollaban en las asambleas y aquellas que tenían lugar en la interacción cotidiana eran diferentes, de modo que resultaría contradictorio abordarlas en conjunto. Sin embargo, iremos viendo cómo ambas resultan fundamentales en el hacer política de estos vecinos, especialmente atendiendo a las particularidades que se presentan en este barrio a raíz de la decisión de la Municipalidad de trasladarlo. Así pues, ambas permiten comprender la relación entre las prácticas de comunicación y la política.

De asambleas y disputas

Las asambleas barriales organizadas en Los Pinos surgieron paralelamente a la conformación del barrio como tal, ante una necesidad de organización política de los vecinos frente a las constantes amenazas de desalojo. En un primer momento, las asambleas eran coordinadas por una comisión directiva formada íntegramente por migrantes. Las mismas se realizaban en la plaza principal de Los Pinos, el primer domingo de cada mes. Una vez que llegaron, los miembros de Juntos por los barrios comenzaron a involucrarse en la comisión directiva que organizaba dicha asamblea. Así, colaboraron en la elaboración de un estatuto, participaron en la elección de nuevos directivos y comenzaron a asistir a las asambleas. A fines de 2009, la comisión decidió otorgarle a esta organización un lote para la construcción de un local comunal, que finalmente edificaron a principios de 2010. A partir de la construcción del local, sus miembros asumieron un lugar protagónico en el marco de estas asambleas, consolidándose como una especie de "anfitriones" en este espacio, y como referentes en el marco del barrio.
La aparición de esta organización en la vida de Los Pinos fue evaluada de maneras contradictorias por cada una de las facciones. Mientras que quienes querían quedarse habitando allí le fueron otorgando un espacio central en la vida cotidiana; quienes querían irse consideraban a sus miembros como los principales promotores de aquello que evalúan como una gran irresponsabilidad: el asentamiento de familias en el predio que corresponde al ex basural. Según estas personas, desde Juntos por los barrios le ocultaron a la gente que esos terrenos estaban contaminados y estimularon así la construcción de viviendas.
En el marco de esta disputa, las asambleas realizadas en el local comunalfueron cuestionadas por la facción que se quería ir. Por el contrario, quienes se querían quedar comenzaron a asistir asiduamente a las asambleas puesto que, desde Juntos por los barrios, la postulaban como la manera legítima en que debía organizarse un barrio, a partir de la cual se debían tomar las decisiones relevantes y cuyos sentidos -valorados positivamente por estas personas- se oponían a la "mala" política propia del Estado y de los sistemas de representación de los cuales intentaban separarse.
Según Svampa (2005), la relevancia de las asambleas como una práctica política que no responde a las instituciones estatales cobró impulso en Argentina a partir de la crisis política del 2001. Al respecto, la autora señala que "la crisis generalizada de 2001-2002 (…) [dio origen] a la proliferación de agrupaciones y colectivos sociales independientes de los partidos políticos" como una tendencia a nivel mundial (Svampa, 2005:22). Las asambleas barriales cobraron centralidad entonces en nuestro país como la práctica política colectiva por excelencia (Triguboff, 2008; Dri, 2006; Grimberg et al. 2002). Frente a los duros cuestionamientos que recibía la política partidaria en los sectores populares -desde una asociación casi mecánica entre ésta y el clientelismo-, las asambleas se erigían como la nueva política, libre de los males que acarrearían las formas tradicionales de hacer política. La horizontalidad que las prácticas de comunicación garantizarían en este espacio era la cualidad más celebrada, cristalizada en la noción de democratización a partir de la cual se diferenciaba de la denostada política anterior (Dri, 2006).
En este marco, uno de los elementos más destacados por quienes analizaron las asambleas barriales lo constituía el "cruce social" (Svampa, 2002:23). Es decir, el hecho de que en este espacio participaban personas de diversos estratos sociales, e incluso, con diferentes trayectorias de militancia y participación política. Esto, que en principio fue enuciado como un elemento democratizador en sí mismo, no fue sin embargo problematizado lo suficiente.
A continuación, desde la descripción densa (Geertz, 1987) del caso empírico que analizamos e inspiradas en los planteos de Fraser (1999)9 y Bourdieu (1985)10 ponemos en discusión los supuestos de horizontalidad que supone la comunicación en estos espacios. Particularmente, a partir de prestar atención a los modos de comunicación que efectivamente acontecen en la asamblea analizada, buscamos poner de manifiesto cómo el origen nacional y las diferentes trayectorias políticas condicionan los modos de participación en este espacio.
Como señalamos, a raíz de la edificación del local comunal que construyó Juntos por los barrios, la posición de Juan y Sandra en el marco del barrio y de las asambleas comenzó a cambiar, asumiendo un lugar protagónico. La construcción del local revistió una importancia central en tanto que, como sostiene Svampa, el espacio en donde se realizan las asambleas no refiere únicamente "a una cuestión logística", sino que ayuda también a "delinear cierto imaginario político" (Svampa, 2002:14). Si durante las asambleas que se realizaban en la plaza, todos parecían encontrarse en condiciones de igualdad, en las nuevas asambleas esto cambió. Cabe señalar entonces algunas de las características de este local, entre ellas, el hecho de que los fondos con los que se construyó salieron enteramente de la organización. Además, en la fachada del edificio colocaron un cartel que exhibe su nombre y su logo. Con respecto al acceso, sólo Juan y Sandra tenían llave, de modo que entre algunos vecinos se cuestionaba la definición de "comunal". Otra característica importante remitía al hecho de que, en el mismo espacio en el que se realizaban las asambleas, tenía lugar también una guardería subsidiada por el gobierno provincial a través de un proyecto presentado y desarrollado por Juntos por los barrios.
Las asambleas en el local comunal se realizaban todos los sábados a las cinco de la tarde y los vecinos que concurrían a ellas autoadscribían a la facción que se quería quedar. La gran mayoría de personas que participaban de este espacio eran mujeres migrantes, en especial provenientes de Perú y Bolivia. Muchas de ellas asistían con sus hijos pequeños debido a la imposibilidad de dejarlos a cargo de algún familiar. Según nos explicaron, la menor presencia de hombres se debía a motivos laborales ya que, como la mayoría se desempeñaba en el ámbito de la construcción, cumplían jornadas de trabajo los días sábados.
A pesar de que el horario estaba estipulado a las cinco, los vecinos solían llegar más tarde y la asamblea no comenzaba sino hasta que hubiera un número de personas suficientes. Este número lo definían los miembros de la organización, generalmente entre quince y veinte como mínimo. A medida que llegaban, Sandra los saludaba y los invitaba -a veces cordialmente, a veces imperativamente- a pasar ya que muchos se asomaban por la puerta pero no ingresaban.Mientras se terminaban de sentar las últimas personas, Sandra se paraba en mitad del salón, frente a la mesa, y con algún gesto -aplaudiendo o levantando la voz- pedía silencio y anunciaba los temas a tratar. Resultaba notable cómo, una vez que esto sucedía, la gente comenzaba a silenciarse y Sandra leía los temas que, previamente, ella misma había anotado en un cuaderno como la discutidera del día. A partir de aquí, se abordaban los puntos que ella había propuesto, uno por uno y manteniendo el orden planteado. En algunos casos, esos temas remitían a información que la organización transmitía a los vecinos o a la evaluación de algún suceso relacionado con el traslado. En estas ocasiones, la dinámica no incluía la votación. En caso de que algunos de estos puntos sí requiriese de una decisión, Sandra exponía las propuestas -generalmente suyas- y luego se votaba levantando la mano.
En este contexto, lejos de los postulados normativos de horizontalidad que proponen los autores que abordaron las asambleas en la Argentina post 2001, descubrimos que no todas las personas participaban en el espacio asambleario de las mismas maneras. A lo largo de nuestro trabajo de campo, y prestando particular atención a los diferentes modos en que los actores hacían uso de la palabra durante la asamblea, nos encontramos con que, sólo muy pocos vecinos opinaban durante su desarrollo. Incluso, muchos de los que antes de ingresar al local conversaban, solían permanecer luego en silencio.
La explicación que en general se daba acerca de por qué muchosno hacían uso de la palabra en este espacio, se relacionaba con el modo particular en que se percibía a los vecinos. Tal como sucede en otros espacios sociales, la representación que desde esta organización tenían de los migrantes que habitaban en Los Pinos, se encontraba atravesada por categorías tales como la timidez, la sumisión y la pobreza. Así, la falta de participación y el escaso uso de la palabra de los vecinos migrantes en el espacio asambleario era explicado desde estas nociones. Sin embargo, consideramos que este argumento no resulta suficiente. Por el contrario, entendemos que sólo puede comprenderse porqué la mayoría de los vecinos no hacía uso de la palabra, a partir de dilucidar las condiciones sociales de producción de los discursos en el espacio de comunicación constituido por la asamblea. Como señalamos anteriormente, el origen nacional aparece como un factor ineludible a la hora de explicar estos desiguales modos de participación.
Durante nuestro trabajo de campo observamos que la nacionalidad argentina era constantemente construida desde Juntos por los barrios –pero también desde los vecinos– como una característica que garantizaría su conocimiento, competencia y experticia política para llevar adelante la asamblea. Por el contrario, la condición migratoria de los vecinos funcionaba como una manera de restar legitimidad política, no sólo en este espacio, sino en general en el contexto de destino. Tal como señala Vázquez (2005) en una investigación sobre migrantes bolivianas en el Gran Buenos Aires, el diálogo de estos actores con la sociedad receptora se constituye a partir de una identidad negativizada: su origen migratorio.
Recuperando el planteo de Sayad (2008), la fuerza operativa de estas categorizaciones en el caso particular que estudiamos se explica a partir de comprender que la figura del migrante aparece socialmente construida desde su exclusión de lo político. Como plantea el autor, la relación entre migración y participación se encuentra atravesada por la cuestión de la legitimidad/ilegitimidad de la presencia migrante en función de la articulación problemática entre nacional y no-nacional. Si bien Sayad (2008:111) reconoce que la migración es –sociológicamente– un hecho de "naturaleza esencialmente política", muestra también que la naturalización del orden nacional lleva a naturalizar la idea según la cual los migrantes serían sujetos a-políticos. En tanto no-nacionales del orden nacional en el que viven, los migrantes estarían permanentemente excluidos de derecho del orden político de dicha sociedad: "el inmigrante, que únicamente ha de ser a título provisorio y solamente por razones de trabajo, no puede más que estar excluido de lo político" (Sayad, 2008:104).
La trayectoria de militancia política a la que constantemente referían los miembros de la organización para legitimar su conocimiento aparecía así asociada también al origen nacional. Esta trayectoria les brindaba legitimidad para hacer los reclamos, para interpelar a los políticos, para saber qué decir y de qué manera expresarse frente a los medios de comunicación. Y, fundamentalmente, les otorgaba legitimidad para definir las reglas de participación en la asamblea.
Las representaciones sociales sobre los atributos otorgados a los migrantes y a los nacionales constituyen entonces un motivo que explica por qué los vecinos prácticamente no hacían uso de la palabra en las asambleas que analizamos. Así pues, el ser callado o silencioso no constituye solamente una "manera de ser" sino que, como explica Bourdieu, remite también a una situación particular en la que se produce una relación "intimidante" en la interacción comunicativa (Bourdieu, 1985:25). Es decir, la timidez no puede abordarse solamente como una característica de las personas migrantes, sino que remite en realidad a las condiciones sociales que se ponen en juego en una determinada situación. Quizás, por el modo en que se encuentran definidas las relaciones en el barrio, y particularmente en la asamblea, a muchos vecinos les resultaba intimidante hacer uso de la palabra allí. Y quizás por eso, muchos de ellos quedaban en silencio. Partiendo del supuesto de que los discursos están influidos por las condiciones sociales de producción, que ejercen una doble determinación sobre ellos –por un lado, aquello que puede decirse y por otro, la manera en que debe ser dicho–, entendemos que los vecinos excluían de entrada su participación en ese espacio puesto que las condiciones sociales de producción de los discursos en las asambleas los restringía a un efecto de "censura" (Bourdieu, 1984). 
Asimismo, las diferentes maneras en que los vecinos accedían a la información constituían otro de los elementos que nos permite comprender las diferentes posiciones que estructuraban y se reproducían en la asamblea. Vinculado a su trayectoria de participación política, los miembros de Juntos por los barrios poseían un acceso a la información proveniente de los organismos y funcionarios estatales que los vecinos no poseían. Por el contrario, ellos debían esperar a que la organización retransmitiera la información que obtenían. Esto acentuaba la asimetría de las relaciones que se ponía en juego en las interacciones en el espacio de la asamblea. Y esta asimetría explica también el por qué muchos no hacían uso de la palabra. 
En función de estas consideraciones, entendemos que resulta necesario complejizar el estudio de las relaciones de comunicación que se dan en el espacio asambleario para comprenderlo desde una mirada no idealista ni normativa.Sólo así se logra observar que en general, se trata de espacios de disputa, en los que intervienen relaciones jerárquicas y de poder y en los que no todos se encuentran en condiciones de igualdad para participar. En base a esto, se puede comprender también quequienes allí ocupan posiciones de mayor jerarquía logran imponer las reglas de participación, de modo que interpretan aquello que no sigue estas reglas en términos de "no participación". Por el contrario, veremos en el apartado siguiente que las formas de hacer política en la cotidianidad barrial son diversas. Analizaremos entonces cómo a través de otras prácticas de comunicación, que tienen lugar en el espacio privado, se disputan los significados y las redes de relaciones, alianzas y enfrentamientos que se tejen en la asamblea. Los chismes y rumores constituyen prácticas de comunicación fundamentales en este sentido.

Eso es lo que escuché, eso es lo que me dijeron... Acerca del hacer política en la cotidianidad barrial

Señalábamos que al interior de la facción que se quería quedar existían diferencias y disputas, principalmente porque muchos de ellos no compartían la metodología de trabajo de Juntos por los barrios. Sin embargo, estas diferencias no se expresaban abiertamente en las asambleas, aún si muchos de los que no estaban de acuerdo con la organización asistían a ellas. Por el contrario, como mostramos en el apartado anterior, las críticas, cuestionamientos y discusiones se subsumían, en este espacio, al silencio. Al mismo tiempo, mencionábamos que existía también una fuerte lucha entre los representantes de cada una de las facciones, al punto tal que se presentaban como enemigos. No obstante, las personas que se querían ir, no asistían a la asamblea, de modo que no era allí en donde se daba la discusión. Entonces, ¿a través de qué prácticas y en el marco de qué espacios se disputaban los vecinos la pertenencia a una u otra facción?
Desde nuestros primeros acercamientos al campo una serie de afirmaciones vinculadas a prácticas de comunicación como los chismes y los rumores comenzaron a llamarnos la atención por la preponderancia con la que aparecían cada vez que conversábamos sobre el posible traslado. Frecuentemente, al indagar sobre el conflicto de la contaminación y del desalojo, nuestros interlocutores vertían expresiones tales como: "por rumores, acá se dice cualquier cosa"; "si hay cosas para decirnos, las tenemos que decir de frente. No después, por la espalda, chismoserío"; "estoy cansada de que hablen a mis espaldas"; "no hay que prestar atención a los chismes". Así pues, a pesar de la carga negativa con la que se presentaban estas prácticas desde el sentido común de nuestros interlocutores, una vez que nos dispusimos a observarlas, notamos que todos los vecinos hacían uso de ellas.Con estas categorías nos referimos a "esa amalgama de estrategias discursivas y prácticas cotidianas que, a pesar de ser lo bastante usadas y conocidas, gracias a su comunicabilidad de boca en boca por los escenarios de los dominados, no puede (por la intimidación y represión de que es objeto) ingresar a los contornos públicos de la acción política para disputarle al poder las batallas por la significación" (Bonilla; 2007: 39). Fue a través de estas prácticas que pudimos conocer la heterogeneidad que se presentaba al interior de la facción que se quería ir. Advertimos entonces que la perspectiva de los actores lejos de ser unívoca y estática, estaba conformada por diversas versiones que se iban modificando con el tiempo. Veamos.
Los chismes y rumores que circulaban entre los vecinos de la facción que se quería ir referían principalmente a los integrantes de Juntos por los barrios. El más reiterado de ellos, sostenía que esta organización pertenecía a un partido de izquierda y que, por esto, tenía interés político en construir un barrio. Así, a través de estas prácticas hechas a "boca pequeña" también se afirmaba que los miembros de la organización le vendaban los ojos a la gente para que construyeran casas de material en el barrio con el objetivo de que nadie los saque. Estos chismes los escuchamos también en numerosas oportunidades en boca de aquellos vecinos que, aún perteneciendo a la facción que se quería quedar, mantenían diferencias con dicha organización.
Por su parte, entre quienes querían quedarse viviendo en Los Pinos, el rumor que circulaba con mayor frecuencia a través de estas prácticas refería al interés económico que tanto los funcionarios estatales como Claudia -la representante de la facción que se quería ir- tenían en sus tierras. Según estas afirmaciones, los terrenos sobre los cuales se encontraba construido su barrio poseían un alto valor inmobiliario, motivo por el cual aquello que de verdad estaba ocurriendo era que querían sacarlos de allí para vender los lotes.
Con respecto a las particularidades en las cuales se llevaban a cabo estas interacciones comunicativas nos interesa señalar tres características. En primer lugar, el hecho de que remite a una práctica que se realiza en el espacio privado puesto que, como señalábamos anteriormente, desde el sentido común es una práctica que se encuentra deslegitimada. Así pues, para llevarse a cabo, estas prácticas requieren de un grado de confianza importante entre los interlocutores. Es justamente porque se realiza en el espacio privado que todos los vecinos tienen la posibilidad de participar en ellas, adquiriendo así un carácter más igualitario que las asambleas. Y es que, como explica Bonilla, aún si los chismes y rumores no son visibles en el espacio público, gracias a que escapan "a la fusión ideal emisor-receptor impuesta ‘desde arriba’, pueden hablar ‘otra’ lengua y [poner en escena] otras prácticas culturales de cristalización popular" (Bonilla; 2007: 39).
En segundo lugar, es importante tener en cuenta que, en el marco de las afirmaciones vertidas a través de chismes y rumores, su contenido nunca puede comprobarse fehacientemente. En este sentido, la veracidad de los dichos no es tan importante como el hecho mismo de que se ponga a circular determinada información a través de ellos porque, como veremos a continuación, aquello que buscaban los actores a través de estos intercambios era deslegitimar a sus adversarios. Así pues, vemos que por más que las prácticas aquí analizadas presentan un estatuto ambiguo, habiendo un permanente llamado a decir las cosas de frente, las condiciones sociales y las redes de relaciones en Los Pinos impiden que todos puedan decir siempre las cosas de este modo. Y esto porque, como explica Bourdieu, "lo esencial de lo que ocurre en la comunicación no está en la comunicación (…) lo esencial de lo que ocurre en una comunicación reside en las condiciones sociales de posibilidad de la comunicación" (Bourdieu, 1984:126).
Si son los miembros de Juntos por los barrios quienes comenzaban las asambleas, quienes decidían los temas a tratar en la discutidera y quienes tenían mayor contacto con los agentes del Estado ¿cómo acusarlos en el espacio asambleario de que tiene interesespolíticos? Siendo que los funcionarios tienen el poder de decisión, ¿cómo denunciar de frente a un funcionario de que hace negociados con los terrenos? Siendo que la participación política de los migrantes es permanentemente deslegitimada por su condición de no-nacional ¿cómo introducir el reclamo en el espacio público?Frente a la incertidumbre11 sobre la contaminación de los terrenos, ¿cómo atribuir abiertamente interés económico a la única persona que mantiene negociaciones con el Estado para una posible relocalización?
En tercer lugar, nos interesa mostrar que aún si los chismes y rumores se llevan a cabo en el espacio privado, no constituyen una práctica inocua sino que, a través de ella los enunciadores buscan deliberadamente convencer a su interlocutor para deslegitimar a su adversario. Cuando comenzaban a correr los chismes, se podía lograr entonces que se desconfiara de la persona acerca de la cual se hablaba. Quizás sea por este motivo que aquellas personas afectadas por su contenido, debían realizar un trabajo para deslegitimar la información que circulaba por estas prácticas. En esta dimensión, entendemos, radica una de las características centrales para comprender por qué consideramos que los chismes y rumores juegan un rol importante en las maneras de hacer política en Los Pinos. Es a través de estas prácticas de comunicación informal, "constitutivas de la vida social", que los actores defienden sus posiciones en el espacio social y, al mismo tiempo, definen las posiciones de los demás actores que forman parte de su comunidad (Fasano, 2006:31).
En este marco, la red de relaciones sociales se redefinía permanentemente "a través de ese juego constante de posicionamientos en el espacio social a través del chisme" (Fasano, 2006:143). Y es que, en las luchas políticas en el marco de los sectores populares, estas prácticas constituyen un recurso fundamental del cual se valen los sujetos para disputar las posiciones en el entramado social (Fasano, 2006). En Los Pinos, esto adquirió gran relevancia a partir del conflicto por el posible traslado ya que, como mencionábamos, a raíz de él se desató en el barrio una lucha-definida en términos de política- por resolver el conflicto en función de los intereses de cada facción. En esta lucha, los chismes y rumores entraron en juego como una de las maneras en que los actores definían y redefinían sus posiciones, armaban y desarmaban alianzas, legitimaban y deslegitimaban a sus representantes y diputaban los sentidos por el territorio donde vivían.
En el apartado anterior, al analizar las prácticas de comunicación que se daban en el espacio más formal de la asamblea observamos que la participación en ellas trasncurría en condiciones de desigualdad ya que, dada la asimetría de las posiciones de los actores, no todos tenían la posibilidad de participar en la misma condición. Pero, como vimos, esto no implica que las asambleas fueran la única forma de participación. Por el contrario, buscamos mostrar el modo en que la política se cuece en la cotidianidad, a través de distintas prácticas de comunicación.Según lo que venimos argumentando hasta aquí, podemos observar que las prácticas de comunicación hechas "a boca pequeña" constituyen maneras en que los actores buscaban posicionarse en su comunidad. Continuando con los aportes de Fasano (2006) y leyéndolos a la luz de lo que plantea Bourdieu (1985), sostenemos que la vinculación de estas prácticas con el hacer política, refiere justamente al juego de relaciones, posicionamientos y reposicionamientos que establecen los sujetos en el entramado social del barrio.
Estamos en condiciones entonces de discutir uno de los supuestos que, en general, atraviesa las investigaciones que abordan las asambleas: que la participación en este espacio sería la única legítima. Específicamente, nos interesa discutir el planteo de Dri (2006) en el que contrapone a las asambleas y los chismes, a partir de definir a las primeras como una práctica política, y a los segundos en términos de irrelevancia. El autor sostiene que las asambleas constituyen una "práctica política" porque en ella los sujetos se reúnen en espacios públicos, a lo que agrega: "no simplemente para escuchar y transmitir chimentos, sino para tratar seriamente de los problemas que los aquejan a todos" (Dri, 2006:17). En oposición a esto, hemos podido observar cómo estas prácticas, muchas veces consideradas poco importantes, son en realidad fundamentales para el hacer política. Es decir,  son también, por lo menos en el marco de Los Pinos, una manera de tratar seriamente aquello que les aqueja a los vecinos.

Consideraciones finales

Consideramos que la relación entre comunicación y política se plantea desde gran parte de las teorías de la comunicación en términos utópicos y abstractos, sin atender a las realidades concretas, a las prácticas de actores situados en un contexto y atravesados por relaciones asimétricas. En este artículo buscamos realizar un aporte en este sentido, indagando específicamente en las prácticas de comunicación interpersonales que se despliegan un contexto de lucha política.
A partir de concebir que la legitimidad del discurso se encuentra estrechamente asociada a la del agente que lo enuncia., vimos cómo dada la estructura en la que se insertan las prácticas de comunicación en las asambleas -"situaciones oficiales" en términos de Bourdieu (1984:153)- se tiende a legitimar ciertas formas de participación y no otras, dando como resultado que haya sujetos "condenados al silencio" (Bourdieu, 1984:153). Como mostramos, el origen nacional y la trayectoria política juegan un papel fundamental en el caso analizado.
Las prácticas de comunicación hechas "a boca pequeña" se ponen en juego en este marco, entretejiéndose con aquellas que se dan en el espacio más formal de las asambleas y poniéndolas en discusión. Lo central radica en comprender que toda lucha política es llevada adelante por sujetos situados y que apelan a los recursos a los que pueden acceder. Es en la medida de sus medios, es decir, de las posibilidades que su posición en el espacio social le imprime a los sujetos, que éstos pueden disputar de una u otra manera las clasificaciones del mundo. En este sentido es que, inspiradas en Bourdieu, recuperamos los chismes y rumores como prácticas que intervienen en esta disputa como "el pan nuestro de cada día de los actos solemnes y colectivos de nominación" (Bourdieu, 1985:65).
Encontramos entonces que las prácticas políticas del barrio exceden ampliamente a la asamblea y no pueden comprenderse acabadamente sin abordar la complejidad de las relaciones y prácticas de comunicación en torno al conflicto. Por ello, el aporte de este artículo consiste en analizar simultáneamente las prácticas de comunicación que ocurren en el espacio asambleario y aquellas que aparecen por fuera de dicho espacio, entendiendo que éstas también son significativas para comprender el conflicto y las prácticas políticas que se desataron a raíz de esto.
Atendiendo a la definición que hicimos de política desde Bourdieu como "la lucha por imponer los propios sentidos y visión del mundo como la visión legítima", entendemos que estas prácticas son una manera de participar en dicha lucha. Y son una manera porque, como plantea el autor, cada uno lo hace en la medida de sus posibilidades y, como hemos visto, en Los Pinos no es tan fácil hablar en la asamblea ni que esa participación sea tenida en cuenta. Así, acordamos con Fasano (2006) en afirmar que los "chismes", al igual que las demás prácticas que abordamos, constituyen un recurso fundamental del cual se valen los sujetos para poder participar en las luchas políticas.
Otro de los aportes de este trabajo consiste en mostrar que la ambigüedad de las prácticas hechas "a boca pequeña" permite que las posiciones no se definan de una vez y para siempre sino que pueden ir variando y transformándose. Y esto resulta interesante puesto que, por su situación concreta, estas personas no pueden tomar una decisión absoluta en términos de irse o quedarse, sino que deben evaluar ambas posibilidades a la vez. Así, mostramos cómo estas prácticas, que en principio se encuentran deslegitimadas, permiten sin embargo marcarse y desmarcarse respecto de una posición, definiendo y redefiniendo las facciones.
Podemos afirmar entonces que existen diversas formas de participar. La lucha política es siempre una lucha desigual y por eso mismo no se pueden desechar las prácticas de comunicación que exceden los espacios formales, porque son aquellas que pueden poner en juego quienes ocupan posiciones liminares.

Notas:

1 Sobre la relación entre medios de comunicación y política democrática, ver: Jorge y Miró, 2011; López Mujica, 2011; Goldstein y Comellini, 2012; Jorge, 2012, 2014. Con respecto al marketing político: Ferrandi y Fric, 2013;  Caleri, 2005. En relación con las redes sociales y la política, ver: López, 2014; Re, 2014; Barranquero y Calvo, 2013; Navas, 2013; Montes de Oca Barrera, 2013; Raffaele y Chirino Navas, 2013; Rueda y Fonseca, 2012; Vera, 2010; Bartolucci, 2005.

2 Los estudios de comunicación/cultura, justamente a partir de una crítica radical al mediocentrismo, desarrollaron una nueva y prolífica línea de investigación, anclando los procesos de comunicación de la vida cotidiana a partir de la noción de cultura. Así pues, se dio lugar al estudio de múltiples procesos sociales desde la perspectiva de la comunicación. Entre los más destacados trabajos de esta línea, se encuentran los estudios pioneros de los latinoamericanos Martín-Barbero, 1987; Schmucler, 1984 y García Canclini, 1997.

3 Desde la antropología de la política se abogó por una perspectiva relacional que tome como punto de partida de su indagación las perspectivas nativas de aquello que es entendido como política, en aras a desmitificar su existencia como una esfera preconcebida de la vida social. Por el contrario, esta perspectiva relacional da cuenta de cómo la política constituye un proceso social enmarcado en otros procesos sociales y cuya definición siempre es contextual. Entre otros, ver: NuAP, 1998; Rosato y Balbi, 2003.

4 Con este término, la autora se refiere a prácticas tales como los chismes y los rumores.

5 La presencia de personas provenientes de países del sur de Latinoamérica resulta significativa en Argentina desde mediados del siglo XX, siendo la Ciudad de Córdoba uno de los destinos que atrae mayor cantidad de migrantes. Desde las últimas décadas del siglo XX se profundizaron los niveles de pobreza, exclusión y precariedad laboral en los países de la región. Bajo este escenario, la migración se ha transformado en una estrategia más de subsistencia para un importante número de familias. Así, según datos del último censo nacional de población del año 2010, del total de la población extranjera que vive en la provincia de Córdoba, más del 75 por ciento proviene de la región sudamericana.

6 El uso de cursivas indica que la palabra señalada responde a la utilización que de ella hacen los sujetos de esta investigación, en tanto categoría nativa.

7 Moacir Palmeira entiende a las facciones como "una forma de organización política" definida por "unidades de conflicto, cuyos miembros son agrupados por un líder en base a principios variados". Según este autor, uno de los rasgos que las caracteriza es que no son permanentes. Sin embargo, aclara, esto "no significa que no puedan persistir por un largo período de tiempo" (Palmeira, 2003:33).

8 Para profundizar en los sentidos que adquiere la contaminación y cómo esto se convierte en un objeto de disputas políticas para definir el territorio, ver Perissinotti y Zenklusen (2014).

9 Al revisar el concepto de esfera pública de Habermas, Fraser cuestiona una de las premisas básicas de dicho concepto: "que sea posible que los interlocutores en una esfera pública pongan a un lado sus diferencias de estatus para deliberar como si fuesen iguales" (Fraser, 1999:9). Por el contrario, muestra de qué manera las interacciones al interior de una esfera pública se encuentran condicionadas por las estructuras sociales de los sujetos que allí intervienen.

10 En línea con aquellos postulados que más arriba presentamos de este autor, específicamente nos interesa analizar cómo  "el uso del lenguaje, que implica tanto la manera como la materia del discurso, depende de la posición social del locutor" (Bourdieu, 1985:69).

11 Tal como muestran Auyero y Swistun (2007:140), una de las características centrales del "sufrimiento ambiental" al que se ven expuestos los sectores empobrecidos que habitan espacios contaminados, remite a la "incertidumbre". Ésta se encuentra asociada, según los autores, a los constantes anuncios del Estado prometiendo traslados hacia espacios no contaminados; a las confusas intervenciones de los médicos y a los rumores sobre los diferentes intereses económicos que habría detrás de los terrenos. Sobre el concepto de incenrtidumbre ver también Bartolomé, 1985.  

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Fecha de recepción: 22-07-2015.
Fecha de aceptación: 09-10-2015.

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