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La trama de la comunicación

versión impresa ISSN 1668-5628

Trama comun. vol.22 no.2 Rosario dic. 2018

 

ARTÍCULOS

"Que se vayan". La revista peronista Línea frente a la dictadura militar a través de sus tapas y contratapas (1980-1982)

 

Por Marcelo Borrelli y Eduardo Raices

marcebor@yahoo.com / Universidad de Buenos Aires, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina

e_raices@hotmail.com / Universidad de Buenos Aires. Argentina

Marcelo Borrelli
Argentino
Doctor en Ciencias Sociales y Magíster en Comunicación y Cultura por la Universidad de Buenos Aires. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires. Investigador Adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani. Docente en la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires en la materia "Historia General de los Medios y Sistemas de Comunicación".
Areas de especialidad: historia de la prensa argentina, historia de los medios de comunicación, análisis del discurso.
E-mail: marcebor@yahoo.com

Eduardo Raíces
Argentino
Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Magister en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de General Sarmiento. Doctorando en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires.
Areas de especialidad: política y cultura; historia de la prensa argentina.
E-mail: e_raices@hotmail.com


Sumario:

En este artículo se analizan las tapas y contratapas de la revista peronista Línea desde mediados del año 1980 a inicios de 1982, durante la última dictadura militar argentina (1976-1983). Línea se publicó por primera vez en junio de 1980 en un contexto de pérdida de capital político del gobierno militar y se destacó por su discurso fuertemente opositor que reivindicaba su pertenencia al peronismo y al “campo nacional”. Las tapas y contratapas analizadas son las que explicitaron una crítica hacia la dictadura y una denuncia sobre lo que la revista consideraba como los efectos nocivos de sus políticas para el país. A los fines del análisis hemos dividido esas expresiones entre las que apuntaban a una crítica política y a una crítica económica.

Descriptores: Revista Línea; Peronismo; Dictadura militar argentina

Summary:

This article analyzes the covers and back covers of the Peronist magazine Línea from the mid 1980s to the beginning of 1982, during the last Argentine military dictatorship (1976-1983). Línea was published for the first time in June 1980 in a context of loss of political capital of the military government and was highlighted by its strongly opposed speech that claimed its membership in Peronism and the “national field”. The covers and back covers analyzed are the ones that made explicit a criticism towards the dictatorship and a denunciation about what the magazine considered as the harmful effects of its policies for the country. For the purposes of the analysis we have divided those expressions between those that pointed to a political criticism and an economic critique.

Describers: Línea magazine; Peronism; Argentine military dictatorship


Introducción

La revista política Línea publicó su primer número en junio de 1980 y rápidamente se instaló como un medio categóricamente opositor a la dictadura militar (1976-1983), reivindicando su pertenencia como medio al “campo nacional” y a la tradición política peronista. Su aparición se enmarcó dentro del progresivo desgaste político que venía sufriendo la dictadura por su cerrazón autoritaria y por los problemas económicos que hicieron particular eclosión desde la crisis financiera de marzo de 1980. En ese marco, y dentro del declive del sistema represivo clandestino, entre 1979 y 1980 se verificará la reemergencia de voces disidentes hasta entonces marginadas de la expresión pública, como fueron el movimiento de los derechos humanos, el sindicalismo más combativo, algunas expresiones culturales o los sectores de sesgo más opositor dentro de los partidos mayoritarios.
Es en este aspecto que en el presente artículo se analizarán las tapas y contratapas de la revista durante el periodo 1980-1982, que se caracterizaron por su contenido opositor y de denun
cia, apelando de manera destacada a la ironía como forma de visibilizar el autoritarismo y la inviabilidad del gobierno militar, como también los efectos perniciosos de sus políticas para el conjunto de la sociedad.

Línea: entre la interrogación sobre el peronismo y una oposición frontal a la dictadura

Línea lanzó su primer número en junio de 1980 y se publicó hasta principios de la década siguiente1. Hasta mediados de los años ochenta fue dirigida por el conocido historiador revisionista José María “Pepe” Rosa. Se trataba de una publicación de actualidad política con periodicidad mensual durante el periodo de estudio, comercial o “de quiosco” y con distribución nacional. Estaba destinada a un público amplio, pero politizado, y seguía el patrón de las publicaciones surgidas en la década del sesenta que enfatizaban el tratamiento de la actualidad política, aunque en su caso se distinguía por un mensaje de tipo militante ligado a un sector del peronismo.
Si bien interpelaba al público lector desde esta identificación peronista, se asumía como un órgano que trascendía esa filiación al asumirse como representante del “pensamiento nacional” y de los postulados revisionistas2. La influencia de la corriente historiográfica revisionista estaba encarnada en la figura de su director y materializada en la presencia de notas alusivas con intención de enlazar de modo crítico el pasado con la situación contemporánea. Asimismo, cada número incluía información y pequeños avisos sobre actividades y otras acciones de difusión de referentes del discurso revisionista. Y desde mayo de 1981 se presentó en su tapa con el eslogan “La voz de los que no tienen voz”, que ponía de manifiesto su intención de representar a los sectores excluidos durante la dictadura y su identificación con la doctrina social de la iglesia católica, que se encontraba en proceso de distanciamiento del régimen militar3.
Desde su aparición Línea se orientó a interrogar la identidad peronista, en una coyuntura en la cual su expresión partidaria, el Partido Justicialista (PJ), se encontraba en un estado de recomposición conflictiva entre quienes buscaban un acercamiento a las autoridades militares y quienes comenzaban a oponerse a la dictadura. Ubicándose en esta última posición, Línea rechazó tajantemente entablar negociaciones con el gobierno militar, a tono con el sector “verticalista” del PJ4. Y, como analizaremos, se destacó por expresarse en términos particularmente duros contra la dictadura -e inusuales para la época, aún en un momento de mayor flexibilización política-, sus jefes militares y la conducción económica liderada por el ministro del área José Martínez de Hoz.
En la etapa que abarca este trabajo su extensión fue de 50 páginas, con la tapa y contratapa impresas a color y sus páginas interiores en blanco y negro. Se organizaba en distintas secciones, entre las que se contaban “Editorial” o “Del Director”, que abría cada edición y estaba firmada por Rosa (solía publicarse su imagen y en algunos casos su firma personal); “Argentina”, de análisis coyuntural local; “Mundo”, que se abocaba al plano político internacional y los apartados permanentes “Economía”, “Cultura” y “Medios”. Otras secciones que se publicaban con intermitencia eran: “Libros”, “Psicología”, “Deportes”, “Juventud”, “Iglesia”, “Trabajo”, “Sindicalismo”, “Zonceras” (que retomaba el pensamiento de Arturo Jauretche) y aquellas que trataban temas históricos como “Informe” o “Historia contemporánea”.
El director era acompañado por un equipo editorial que incluía a periodistas profesionales, escritores, intelectuales y humoristas gráficos, destacándose la rotación constante entre los miembros editores y colaboradores. Para los artículos de actualidad política aparecen las firmas de César Seoane Cabral, Héctor Oscar Sena, Rodolfo Audi, Oscar Cardoso, Roberto González y Carlos Campolongo -Rubén Contesti también escribía, pero sin firma-; Osvaldo Granados y Claudio Bazán se encargaban del análisis económico; Luis Alberto Murray, Diana Ferraro y otros colaboradores escribían con regularidad en las secciones culturales, de juventud y otras afines, mientras que Pascual Albanese lo hacía sobre temas internacionales y Osvaldo Pepe sobre Deportes. A ellos se sumaban distintos colaboradores provenientes de la prensa gráfica y de la práctica historiográfica como Salvador Ferla, Mario Wainfeld, Carlos Bazán o Osvaldo Guglielmino, entre otros. El historietista Caloi, reconocido popularmente por su tira “Clemente” publicada en el diario Clarín desde mediados de los años setenta, publicaba cartoons de crítica social en la página final de la revista5. Algunos de los colaboradores eran militantes justicialistas y habían integrado organismos gubernamentales con anterioridad a 1976.
Con respecto a su financiación, el primer número se sustentó con aportes particulares y otros relativos a una trama de contactos y relaciones preexistente a su aparición, consistentes en ventas de bienes personales, suscripciones anticipadas e ingresos generados por su director a partir de sus charlas de divulgación (Manson, 2008: 337-338 y Moncalvillo, 1982: 142). Durante la etapa bajo estudio basó su estructura financiera en la venta de ejemplares, incluso mediante suscripciones anuales anticipadas (Manson, 2008: 338). El aporte publicitario fue sumamente escaso y se limitó a anuncios de profesionales y de editoriales con un fondo temático, autoral e ideológico afín (como Arturo Peña Lillo editor o El Cid editor). Sin embargo, hacia fines de 1981 el éxito de ventas de la revista atrajo algunos avisadores comerciales, como agencias de turismo e inmobiliarias.

Las tapas como objeto de estudio. Aspectos teóricos y metodológicos.

La primera página o “tapa” en la prensa moderna suele ser la vía inicial para la lectura posterior del medio y es lo que atrae a primera vista la atención del eventual lector. Como señala Laiño (1986: 119), quien fuera Secretario General de Redacción del diario La Razón, para el caso de la prensa diaria: “La primera página es la gran vidriera de un diario. Su presentación muestra la categoría del diario al lector, quien con solo mirarla podrá descifrar su naturaleza seria o frívola, su carácter templado o turbulento y hasta percibirá su orientación política”.
Para el caso específico de las tapas de revista, según Traversa (2009: 3) pueden definirse como “un componente gráfico que se da a ver -en sitios diversos, kiosko o conjunto de revistas en el revistero de una peluquería- para dar cuenta (…) [de] la existencia de otros no inmediatamente visibles, aquello que se presenta en las páginas llamadas precisamente ‘interiores’”. En consecuencia, las tapas tienen una autonomía y una singularidad que permite analizarlas como objetos en sí mismos: “Una tapa llega a ser tal porque se aplican ciertos procedimientos técnicos y operaciones de organización que culminan en la existencia material de todo aquello que finalmente vemos en el kiosko. Estos procedimientos (…) no son semejantes a los que se cumplen para dar lugar a las páginas de una revista o un diario; los lectores solemos distinguir una página interior de una tapa, autonomía para nada ociosa, pues unas y otras no cumplen papeles similares.” (Traversa, 2009: 2).
Con respecto al tipo de tapas que podemos hallar en las revistas, recuperaremos la distinción que realiza Cingolani (2009a, 2009b) entre tapas “ciegas” y tapas “signo”. Según Cingolani, la función de las tapas de revistas (en su caso estudia los semanarios) puede ser comparada con la de una puerta. Así, la tapa puede ser tanto un dispositivo de clausura, como materialidad que divide dos espacios, o de apertura e interconexión entre ambos espacios, en tanto son el punto que permite el paso de uno a otro. Esas “puertas” tienen tres modos de ser: la “ciega”, que no aporta instrucciones sobre lo que hay del otro lado; la “signo”, cuyos carteles dan pistas indicadoras sobre lo que hay del otro lado (como por ejemplo “caballeros” en la puerta de un baño) y las que dejan entrever algo de lo que hay detrás, al estilo de una puerta de trasluz. Para el análisis de las tapas recupera las dos primeras distinciones; la “ciega” se refiere a aquellas tapas que no indican ni anticipan en nada qué hay en el interior de la revista y las “signo” sí ofrecen esas indicaciones. En relación a los semanarios, desde inicios del siglo XX y hasta la década del sesenta las tapas que dominaron fueron las de tipo “ciegas”. Ello, desde ya, en términos relativos y forzando un tanto la metáfora, ya que a lo que se refiere el autor es que no había un remisión directa y explícita en tapa a los contenidos de la edición (por ejemplo, no había títulos anticipadores sobre lo que el lector se encontraría en las páginas interiores). Por el contrario, desde inicio de la década del sesenta, las tapas de las revistas -incluidas las de actualidad política e interés general- variaron su formulación hacia las de tipo “signo” en tanto incluyeron de manera permanente textos lingüísticos o imágenes que anticipaban el contenido del volumen y remitían directamente a él.
Una distinción conexa de interés para nuestro análisis de Línea, es que las tapas “ciegas” estaban más orientadas a la visión del “transeúnte” que a la del “lector”, es decir, a una lectura “al paso” frente al kiosko, justamente por la ausencia de remisiones lingüísticas más específicas. La distinción nos resulta útil porque encontraremos que algunas de las tapas de Línea reproducirán una lógica similar a las de tipo “ciega”, que desde nuestro punto de vista replicarán la lógica del afiche callejero para llamar la atención del eventual lector6.
Para el caso específico de Línea las tapas se destacaban por su formato a color, con un tema principal -que luego era retomado en la nota principal de la edición-, acompañado generalmente por imágenes (fotográficas o dibujos) y un tipo de diseño que buscaba causar impacto a partir de titulares destacados y un cromatismo primario de gran visibilidad. En relación a sus titulares, para su análisis retomamos la distinción propuesta por de Fontcuberta (2011: 155) (retomada de Alarcos Llorach, 1977: 144), quien señala que según su referencia los titulares son objetivos (resumen el contenido de la noticia) o subjetivos (buscan llamar la atención), y según su amplitud son amplios o concentrados. En Línea la mayoría de sus titulares de tapa eran subjetivos y concentrados, como por ejemplo: “Perón o la oligarquía” (diciembre de 1980), “Diálogo: la dictadura agoniza” (julio de 1981) o “Que se vayan” (en referencia a las Juntas Militares, septiembre de 1981). La tipografía elegida era habitualmente la imprenta mayúscula, cuyo tamaño oscilaba de mediano a grande, según la ocasión. Por su parte, las contratapas contenían un rasgo bastante particular. Eran un espacio reservado para dar a conocer una opinión política, destacándose la apelación lúdica al género publicitario para ironizar o realizar una crítica mordaz sobre la realidad. Su realización estaba a cargo del grupo de especialistas en comunicación política“Equipos de difusión”, conformado por publicitarios ligados al peronismo que habían participado de la campaña presidencial justicialista de 1973 -lo harían también en la de 1983 y continuarían sus actividades bajo el mismo sello hasta nuestros días-7. Pese a la relevancia de estas contratapas, debe considerarse que el lector suele llegar allí por una “segunda mirada”; es decir, se trata de un lector que muestra un interés específico en la revista -por ser habitual comprador o porque ha sido atraído por la información en tapa-, de modo que interpela a un público menor que el de las portadas, por lo general exhibidas en el punto de venta. Téngase en cuenta adicionalmente que algunas de las contratapas de Línea solían tener mucho texto y exigían una lectura atenta.
Debido a la clara apuesta editorial que Línea evidenció en sus tapas y contratapas, nuestro análisis entiende que su contenido puede ser interpretado de forma similar al de una sección editorial, en tanto voz institucional del medio, dado que constituyó un espacio en el que se resumió el posicionamiento de la publicación y se explicitó su línea política e ideológica (Borrat, 1989; Sidicaro, 1993).
Por último, hemos realizado un recorte temático, analizando principalmente las tapas y contratapas que contuvieron una crítica hacia la dictadura y una denuncia sobre los efectos de sus políticas para el país. A los fines del análisis hemos dividido esas expresiones entre las que apuntaban a una crítica política y a una crítica económica. Dentro del primer campo, hemos subdivido entre aquellas dirigidas a la denuncia del autoritarismo y del accionar del gobierno en general y aquellas que señalaban en particular las dilaciones del gobierno para retrasar la institucionalización del país. En el ámbito de la crítica económica, hemos distinguido aquella destinada a objetar la figura del ministro de Economía Martínez de Hoz y a su equipo, la que se dirigía a denunciar la magra situación de la industria nacional y la que tuvo como objeto hacer lo propio con la crisis socioeconómica que con claridad afectó al país desde 1980.

Sobre el período de estudio

El inicio del periodo de estudio está dado por la primera edición de Línea en junio de 1980 y hemos decidido realizar el recorte del corpus hasta antes del conflicto por las Islas Malvinas iniciado el 2 de abril de 1982, dentro de la etapa que Quiroga denomina como de “agotamiento” de la dictadura, que va de 1980 a 1982 (Quiroga, 2004: 55). Nos interesa particularmente dar cuenta de la posición de Línea en estas instancias ya que en la etapa post derrota en Malvinas -que Quiroga menciona como de “descomposición” del gobierno entre 1982 y 1983- las actitudes de denuncia y oposición a la dictadura fueron más abiertas y provinieron explícitamente desde diversos sectores, incluyendo a la gran prensa diaria que anteriormente había acompañado a las Fuerzas Armadas o había sido muy cautelosa en sus observaciones críticas (Otro y Autor, 2011). De manera que la elección busca poner en valor que el posicionamiento de la revista, si bien se dio en ese marco de pérdida de capital político de la dictadura y de aparición de voces críticas, se elevaba en un contexto donde aún la permanencia en el poder de las Fuerzas Armadas no era cuestionada y los dirigentes civiles buscaban negociar con los militares el futuro político-institucional del país (Canelo, 2008, 2016; Quiroga, 2004; Yannuzzi, 1996).

La dictadura en su laberinto (1980-1982)

Al despuntar el año 1980, la dictadura militar en el poder había conseguido algunos de los principales objetivos que habían guiado la intervención militar tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Las organizaciones político-armadas habían sido anuladas en su operatividad a través de la represión clandestina, el movimiento sindical había mermado en su capacidad de presión, se habían doblegado la mayor parte de las expresiones políticas, sociales y culturales de la oposición y se estaba implementando la política de liberalización económica, valorización financiera y apertura importadora desde el Ministerio de Economía. Sin embargo, no existía un proyecto político claro que definiera aspectos claves como el futuro institucional del país, el rol de las Fuerzas Armadas, los partidos políticos y las asociaciones profesionales o la participación de los dirigentes civiles. La falta de cohesión castrense al respecto dilataba las definiciones y hacía crecer la incertidumbre en la ciudadanía sobre la prometida “democracia madura” que el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” decía que iba a legar a la sociedad civil. Paralelamente, la economía acarreaba gravosas contradicciones que eclosionarán con todo su vigor hacia marzo de 1980 con la quiebra de varias entidades financieras.
Ante ese panorama, desde mediados de 1978 la dictadura estaba encarando la difícil tarea de recrear las bases de legitimación que habían dado sustento al golpe militar, tratando de evitar la situación de “inmovilismo” en que estaba ingresando para muchos analistas y dirigentes. Por su parte, los partidos políticos tradicionales -cuya actividad fue oficialmente “suspendida”, no prohibida, desde 1976 (Yannuzi, 1996)-, iban saliendo lentamente de su letargo y pujaban por algún tipo de convergencia con los militares o una definición sobre la salida institucional. La finalización de la etapa de represión más dura y el intento dictatorial de construir un consenso civil tutelado, hacía pensar a los dirigentes de los partidos mayoritarios en el comienzo de una etapa con mayor participación en el gobierno o algún proceso gradual de traspaso del poder.
A fines de marzo de 1981 el general Roberto Viola, el nuevo presidente militar que suplantó al general Jorge Videla -quien ejercía la presidencia desde marzo de 1976-, abrió un efímero horizonte de expectativa en los partidos por su voluntad aparente de modificar el rumbo económico y de expandir los marcos de actuación de los partidos. Se incluyeron dirigentes partidarios afines en el gabinete y en algunas gobernaciones provinciales, se ampliaron los contactos con dirigentes de la Unión Cívica Radical (UCR) y peronistas -el PJ fue reconocido como “interlocutor válido” por primera vez desde 1976-, al tiempo que se anunció una ronda de diálogo político y la elaboración del Estatuto de los Partidos Políticos (Novaro y Palermo, 2003: 359). Pero los efectos de la indetenible crisis económica iniciada en marzo de 1980, la oposición de los sectores más intransigentes de las Fuerzas Armadas a otorgarle mayor espacio a los partidos y a los sindicatos, como la ambición política del jefe del Ejército Leopoldo Galtieri por llegar a la presidencia de la Nación, frustrarán el intento de convergencia con los civiles. Y, paralelamente, el gobierno y el presidente Viola en particular sufrirán un acelerado desgaste durante 1981 (Babini, 1991: 8-42). En ese contexto, el año 1981 marcó la reactivación definitiva de la vida cultural y asociativa, las actitudes desafiantes hacia el poder y las movilizaciones de diversos sectores frente a un régimen percibido como asfixiante e ineficiente.  
La débil situación de Viola obligó a la Junta a removerlo del poder a fines de ese año y la llegada a la presidencia de un “duro” como Galtieri a fines de diciembre de 1981 hizo creer que nuevamente la dictadura podía manejar el ritmo político. Sin embargo, su intento de articulación con civiles conservadores y la designación del liberal Roberto Alemann como ministro de Economía -en una clara señal de retorno a la tónica impuesta por Martínez de Hoz- robusteció a la oposición civil. Entre febrero y marzo de 1982 el rápido desgaste de la administración Galtieri fue elocuente, tanto por el endurecimiento de la oposición y las movilizaciones políticas, por las protestas obreras -en febrero el sindicalismo anunció el plan de movilización que desembocará en la gran marcha del 30 de marzo-, como por la gravosa situación económica (Quiroga, 2004: 289).

Línea contra la dictadura a través de sus tapas y contratapas

La crítica política
El autoritarismo y el ejercicio represivo del poder dictatorial

Uno de los aspectos que hicieron al discurso de Línea particularmente destacable fue su crítica integral al gobierno militar, enfocando en su carácter excluyente, represivo y autoritario. En términos cronológicos, una de las primeras observaciones en este sentido se halla en la contratapa de noviembre de 1980 (Figura 1), que retomaba con mordacidad la publicidad oficial sobre el censo nacional realizado ese año (la imagen oficial era la de un lápiz sonriente y en una de sus afirmaciones decía “Censo 80. –Yo respondí”). Tras la afirmación “Los que no pudieron responder” -y la imagen del lápiz llorando- la revista publicaba un listado de aquellos que habían sido víctimas directas de la dictadura, incluyendo a “los desaparecidos”8. En el listado aparecían, entre otros, “los prohibidos”, “los emigrados”, “los presos políticos y sindicales”, “los incluidos en ‘actas institucionales” y otra serie de afectados, también, por la política económica (“desocupados”, “sub-empleados”, etc.). Lo destacable de su interpretación es el sentido profundamente excluyente que Línea le asignaba a la dictadura, develando así la trama política que se ocultaba tras las imágenes patriotas y nacionalistas tan caras al imaginario militar. Por otra parte, al mencionar explícitamente a las víctimas del terrorismo de Estado, de la política autoritaria en general y a los perjudicados por las políticas socioeconómicas, evocaba sentidos y palabras que muy escasamente eran mencionadas en la gran prensa nacional, y menos aún con la impronta de denuncia que le daba la revista, dando cuenta que había una realidad dura y densa que contradecía el relato oficial y su repercusión edulcorada en la prensa nacional9. En definitiva, la contratapa representaba un claro ejemplo de la posición enunciativa que la revista pretendía tomar y que se resumía en el eslogan “La voz de los que no tienen voz”, que en este caso se traducía en su intención de dar a conocer quiénes eran los que “no pudieron responder”.


Figura 1. Línea, contratapa, noviembre de 1980.

Esta denuncia de los atropellos autoritarios del gobierno caracterizó otras tapas y contratapas. En noviembre de 1981, Línea apelaba a la ironía -de un modo similar al empleado en la contemporánea revista de humor y sátira política Humor Registrado (Autor, 2010; Burkart, 2017)- para referirse a un supuesto comunicado medieval “De sus majestades, los reyes de la Junta” donde se informaba a todos los “súbditos de la corona” que se prohibía la entonación de la marcha “’Los Muchachos Peronistas” y se le recordaba al “populacho” que se reprimirían “las avalanchas salidas con bombos y todas esas cosas” (y a los que incumplieran esas órdenes se le infringirán una serie de castigos que se detallaban) (Figura 2). Advertía también que “sus majestades” hacían saber su “desagrado” por el uso “cada vez más frecuente” de términos como “bombo, compañero, volveremos, aumento, sindicato, crisis, pueblo, voto, peronismo, hambre, etc…”. Se trataba sin duda de una apelación irónica al Decreto-Ley nº 4161, del 5 de marzo de 1956, por el cual la “Revolución Libertadora” (1955-1958) había prohibido la utilización de “las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas artículos y obras artísticas” vinculadas al peronismo, incluido desde ya el nombre de Perón y, explícitamente, la “Marcha de los muchachos peronistas”10. Por lo tanto, Línea no solo ponía de relieve el carácter ampliamente excluyente de la dictadura, sino que enfatizaba su impronta antiperonista observada en la aversión a los símbolos más representativos de ese movimiento político.
En diciembre de 1981, la contratapa anunciaba “Navidad sin presos políticos. Por la reconciliación de la familia argentina”, con una imagen bastante cruda de un preso arrodillado, con su rostro hacia arriba y los ojos cerrados, en una posición que podía entenderse como de sufrimiento y pedido de clemencia (su imagen aparecía dentro de una figura de un árbol de navidad atravesado por líneas que simulaban barrotes carcelarios) (Figura 3)11. Si bien había un alto nivel de explicitación que se diferenciaba de la manera en que la prensa nacional hacía referencia a la situación represiva (Schindel, 2012), y que contenía una demanda para que finalizaran las persecuciones y restricciones políticas, el llamado a la “reconciliación” era afín a la postura equilibrada de la Iglesia Católica Argentina donde convivían la condena a la “subversión” a la vez que a los “excesos” represivos12. Por otra parte, la idea de “reconciliar” a una “familia” que supuestamente había estado unida en un pasado indeterminado, era en algún punto solidaria de su visión comunitaria de fuerte impronta popular y peronista, pero coexistente de manera contradictoria con otros posicionamientos de la revista que resaltaban las divisiones políticas argentinas como un fuerte elemento identitario que atravesaba al menos la historia reciente (como por ejemplo en el caso de la contratapa analizada anteriormente, véase Figura 2).


Figura 2. Línea, contratapa, noviembre de 1981


Figura 3. Línea, contratapa, diciembre de 1981

Otro tópico de denuncia en relación a la impronta autoritaria de la dictadura fue el de la censura. Debido a que su edición de mayo de 1981 fue secuestrada temporalmente, en su portada de junio de 1981 anunciaba, en tipografía color roja y con fondo blanco: “Tapa aprobada por la censura” (Figura 4), apelando nuevamente a la ironía, ya que la supuesta aprobación era sobre una tapa en blanco, sin ninguna información13. En este caso, la apelación a un tipo de tapa “ciega” estaba ostensiblemente orientada a captar la atención de los transeúntes, llamados así a convertirse en lectores. Por lo mismo, y lejos de cualquier sutileza gráfica o textual, esta portada representaba una explícita recusación de la actividad censoria del estado nacional.


Figura 4. Línea, tapa, junio de 1981

Particularmente duras por su contenido fueron aquellas tapas que exigieron directamente que los militares dejaran el poder, o que hicieron hincapié en el carácter violento y coactivo de su gobierno. Entre 1980 y 1981 esta denuncia y esta demanda se daban en un contexto donde, por contraste, aún los principales dirigentes políticos -incluidos muchos justicialistas-, planteaban que era necesario negociar con las Fuerzas Armadas el futuro institucional del país, aunque coincidían en el objetivo del pronto retorno al Estado de derecho (Novaro y Palermo, 2003; Quiroga, 2004; Yannuzzi, 1996). Es en ese contexto donde Línea se erigirá como sostén de una corriente política de oposición intransigente para tallar así, más que en el escenario político general, dentro de la interna peronista, donde había sectores minoritarios que proponían el acercamiento con el gobierno militar (y que fueron duramente fustigados por Línea ya al momento del “diálogo político” entre civiles y militares durante 1980) (Autor2 y Autor1, 2016: 453-487).
Las tapas de septiembre, octubre, noviembre de 1981 y la de enero de 1982, a tono con la aceleración de las manifestaciones gremiales, ciudadanas y del movimiento de derechos humanos, evidencian la ubicación de Línea entre los sectores más intransigentes de la oposición. En septiembre de 1981, su titular principal sentenciaba contundente “Que se vayan”, en medio de dos fotografías de las dos primeras juntas militares de la dictadura y el presidente Viola (Figura 5). En octubre la imagen de fondo era la de Viola -centrada en su torso con la banda presidencial y el uniforme militar- acompañada del titular “No hay mal que dure 100 años. Ni pueblo que lo resista” (Figura 6). Con el mismo énfasis fue recibido el presidente Galtieri, designado por la Junta el 22 de diciembre de 1981. La tapa de enero de 1982 sentenciaba, con un juego de palabras lacónico: “Galtieri presidente y el pueblo que reviente”  (Figura 7), con imágenes que reforzaban el sentido del titular (sobre una imagen en primer plano del presidente con su uniforme militar se imprimían dos recuadros, en uno se veía la fotografía de soldados reprimiendo a un civil y en la otra la de un niño carenciado en lo que parece ser la tradicional cola de los fieles de San Cayetano para pedir trabajo14).
En la revisión de estas tapas verificamos cómo el mensaje lingüístico -a través de las frases mencionadas- instrumenta la función de “anclaje” que destaca Barthes (2009: 37-38) en la relación de lo lingüístico con la imagen. Según Barthes, como toda imagen es polisémica y da lugar a una interrogación sobre su sentido, el mensaje lingüístico cumple una función de “anclaje” sobre el significado y la interpretación de la imagen, que en este caso se orienta taxativamente hacia la descalificación del gobierno militar.
En noviembre de 1981, la revista apelaba a una sinécdoque para apuntar al carácter violento del poder militar gobernante (Figura 8). El dibujo de una bota castrense aplastando el titular “Argentina ocupada” complementaba la demanda de septiembre sobre “que se vayan”, en tanto se trataba de un gobierno no elegido, impuesto en forma autoritaria al estilo de los gobiernos extranjeros de “ocupación”15. Desde ya, esta perspectiva omitía algunas de las razones que habían llevado al golpe militar, entre las que se encontraban la aquiescencia -pasiva o activa- de sectores de la ciudadanía que en 1976 habían demandado la intervención militar como manera drástica de resolver la crisis en que se había sumido el gobierno peronista de Isabel Perón. Y también que las Fuerzas Armadas habían sido parte activa del escenario político argentino, apareciendo como legítimas defensoras de la nacionalidad y el estilo de vida “occidental”. Es decir, lejos de un sentido de actor externo a lo nacional, los militares se autoarrogaban como sus defensores incontaminados y eran reconocidos por amplios sectores ciudadanos como tales. Pero en 1981 esos sentidos habían quedado solapados por lo que ya se percibía como una nueva frustración política y económica a partir de su experiencia concreta en el poder desde 1976.


Figura 5. Línea, tapa, septiembre de 1981


Figura 6. Línea, tapa, octubre de 1981


Figura 7. Línea, tapa, enero de 1982


Figura 8. Línea, tapa, noviembre de 1981

Por otra parte, en estas tapas puede observarse claramente una de las antinomias que estructuró el discurso de Línea, el de pueblo versus gobierno militar, que quedará refrendada para la revista en las movilizaciones políticas de febrero y marzo de 1982 que tendrán como punto álgido la movilización convocada el 30 de marzo por la Confederación General del Trabajo (CGT) a la Plaza de Mayo, que será reprimida por el gobierno. La tapa de marzo de 1982 (edición publicada antes de la movilización) retoma ese espíritu, al titular “Movilización contra la dictadura” con el fondo de una muchedumbre en las calles y la frase enmarcada en una figura estrellada que, bajo una suerte de eslogan, pretendía condensar el impacto de lo que estaba ocurriendo (Figura 9). En ella se advierte, además de una caracterización explícita del gobierno como “dictadura”, no imitada en el resto de la prensa de la etapa previa al conflicto de Malvinas, el rol promotor del activismo político-social que se autoasignaba al conferir a la portada, contundente en su uniformidad visual, una función incitante de la participación social. La revista, pensada dentro el espacio de exhibición del kiosco, resultaba así un equivalente a los afiches callejeros.


Figura 9. Línea, tapa, marzo de 1982

Las dilaciones del gobierno militar para abrir el juego político

El 26 de marzo de 1980 se inició el llamado “diálogo político”, por el cual durante ese año el gobierno mantuvo una serie de reuniones con dirigentes políticos y ciudadanos considerados “representativos”. Sin embargo, para los partidos mayoritarios la nueva convocatoria pronto se mostrará estéril al advertir que se trataba de una estrategia dilatoria del gobierno para disminuir la presión política que comenzaba a asediarlo y ganar tiempo para cumplir con los plazos de su política económica (González Bombal, 1991: 31; Novaro y Palermo, 2003: 332; Quiroga, 2004: 199-205).
La primera edición de la revista, en junio de 1980, llevó justamente este tema a su portada desnudando al diálogo como un “juego solitario”, según la imagen que dominaba la tapa (Figura 10). La mención a que se trataba de un “entretenimiento de moda” resumía la posición de Línea de absoluto escepticismo sobre estas conversaciones, a las que no les asignaba ningún rédito para las fuerzas partidarias (Autor2 y Autor1, 2016: 453-487).


Figura 10. Línea, tapa, junio de 1980

En septiembre de 1980 y agosto de 1981expresará con mayor elocuencia aún que el gobierno obstaculizaba la pronta institucionalización del país, apelando como era su costumbre al humor y la ironía. En la tapa de septiembre los votos eran ingresados por tres manos anónimas con guantes blancos a una urna mortuoria, acompañada de la frase inicial del preámbulo constitucional argentino “Nos, los representantes” (Figura 11). En agosto de 1981, en su contratapa presentaba una suerte de juego de mesa de partida y llegada denominado “El juego de la urna”, junto con la, ya en ese momento, célebre frase que había lanzado Galtieri el 27 de marzo de 1980, días antes del inicio del diálogo político, cuando había afirmado que “Las urnas están bien guardadas” para resaltar que el diálogo no implicaba ningún retorno perentorio de las elecciones democráticas (Línea se mofaba del jefe del Ejército al designarlo como “filósofo contemporáneo” por su “frase célebre”) (Figura 12). Las “fichas” para el juego eran los principales partidos políticos: “MID”16, “Justicialismo”, “UCR”, “P. Intransigente”17, “D. Cristiana”18. En las instrucciones proponía arrojar los dados e ir avanzando según las “indicaciones políticas” de los casilleros. En ellos se podían leer, entre otros: “Por ser amigo del proceso, avance hasta el casillero del Diálogo”; “Queda detenido en este casillero por 3 turnos, a disposición del Poder Ejecutivo”; “Casillero aniversario. Deténgase un turno. Tenga memoria y recapacite sobre estos 5 años”; “Casillero de los desaparecidos. Debe desaparecer inmediatamente del juego”; “Casillero del Diálogo. Salga de este casillero, no ha sido invitado”; “Usted es un interlocutor válido, avance 5 casilleros”; “Usted está incluido en un ‘Acta Institucional’, queda excluido del juego”; “Usted es un corrupto, retroceda 5 casilleros y espere 2 turnos”; “Casillero del golpe. Todos los participantes vuelven al punto de partida”. La utilización de varios términos oficiales u oficiosos en el marco de la ironía del “juego” ponía de relieve el desgaste y la erosión de legitimidad que estaba sufriendo el poder militar.


Figura 11. Línea, tapa, septiembre de 1980


Figura 12. Línea, contratapa, agosto de 1981

En una tónica similar, la contratapa de marzo de 1982 se mofaba de los intentos del entonces presidente Galtieri de ganarse el favor de algunos partidos políticos provinciales de impronta conservadora. Aludiendo al asado que había auspiciado Galtieri en la ciudad pampeana de Victorica para 13 mil comensales, anunciaba el estreno televisivo del programa “Almorfando con Leopoldo” -jugando con la referencia a los almuerzos televisivos de la conductora Mirtha Legrand-. Además del dibujo irónico de un Galtieri sonriente en la mesa y con cubiertos en la mano, se leía una referencia a los espacios políticos que estaban auspiciando el acercamiento: “no se MOFEA19 si se queda sin chori-MON”20, “Todos los manteles bordados a mano por la señora Cristina Guzmán” y “una realización de FUFEPO producciones”21 (Figura 13).


Figura 13. Línea, contratapa, marzo de 1982

La crítica económica

Al calor de las reformas financieras del gobierno había ido creciendo un sistema de corto plazo altamente especulativo que comenzó a derrumbarse con la quiebra del Banco de Intercambio Regional (BIR) el 28 de marzo de 1980, uno de los bancos privados más importantes del país según el volumen de sus depósitos. Esta caída inició una serie de “corridas” hacia el dólar -azuzadas por la convicción de que el tipo de cambio estaba retrasado y habría una devaluación inminente-, fuga de capitales y un vertiginoso traspaso de depósitos de bancos privados nacionales hacia bancos oficiales o extranjeros. Frente a la crisis, las autoridades económicas destinaron ingentes reservas monetarias para la ayuda de las entidades al borde de la bancarrota e indujeron activamente el alza de las tasas de interés pasivas para retener a los capitales extranjeros, lo cual logró mantener una precaria estabilidad del sistema durante el año 1980. Esta estabilidad a corto plazo tenía un objetivo político para Martínez de Hoz: lograr influir en el poder militar para que en el mandato presidencial del general Viola que se iniciaría en marzo de 1981 se designara a un hombre de su equipo en el Palacio de Hacienda y así mantener el rumbo económico. Más allá de estas especulaciones, lo concreto fue que la crisis iniciada en marzo de 1980 golpeó duramente a los asalariados y a los sectores productivos ligados al mercado interno, muchos de ellos altamente endeudados y que terminaron en la bancarrota ya que tampoco habían podido resistir la competencia de los productos importados (Schvarzer, 1986).
Línea, en tanto medio referenciado en estos últimos sectores por su identificación peronista, hizo de la crítica a la política económica y de la denuncia sobre sus efectos negativos sobre la sociedad uno de los pilares de su discurso editorial. La revista no estaba sola en estas objeciones, ya que hacia 1980 la economía se había convertido en el espacio privilegiado de la crítica hacia la dictadura por parte de los partidos políticos mayoritarios y de diferentes sectores organizados de la sociedad civil (Yannuzzi, 1996: 303), un verdadero “frente informal” (Quiroga, 2004: 164) que incluso abarcaba a sectores que en términos generales apoyaban la gestión autoritaria de la dictadura y los postulados públicos de la orientación económica liberal. Por su parte, una franja muy importante de la ciudadanía comenzó a verse representada por este discurso al sentirse acuciada por la situación económica.

Las imputaciones hacia Martínez de Hoz y su equipo

Una de las estrategias empleadas para objetar la política económica fue dirigir la mirada irónica sobre la propia figura de Martínez de Hoz y su equipo. Una perspectiva que no era novedosa para la opinión pública, ya que desde el mismo inicio de la dictadura en marzo de 1976 las críticas sobre el ministro provenían de diversos sectores públicos, habilitadas por las propias diferencias internas en las Fuerzas Armadas sobre el rumbo económico. Y hacia 1980, además, la satirización de su figura era un elemento recurrente en la prensa diaria.
En agosto de 1980 Línea sindicaba a Martínez de Hoz como “El doble estratega”22, bajo una imagen de su rostro con tonos verdosos y ataviado con una parodia de uniforme militar  (los galones eran representados por un fajo de dólares y la gorra militar llevaba como escudo la moneda de un dólar estadounidense). La expresión del rostro y la coloración de la tapa permitían comparar a Martínez de Hoz con un vampiro (con la consabida metáfora que lo asocia a un “chupa sangre”, en este caso de un país), mientras que el atuendo recordaba la íntima vinculación de las políticas económicas con la gestión castrense y con los intereses extranjeros estadounidenses, objeto de crítica persistente en la sección internacional de la revista (Figura 14).


Figura 14. Línea, tapa, agosto de 1980


Figura 15. Línea, contratapa, abril 1981

En abril de 1981 apelaba nuevamente al recurso publicitario para profundizar su crítica. Remedando un afiche de publicidad cinematográfica, alusivo a la película “Apocalypse Now” estrenada en abril de 198023, presentaba “Argentine Now” como “La obra maestra del cine catástrofe”, adicionando: “Solo a fuerza de violencia, brutalidad e insensibilidad social se pudo llegar a este infierno de horror”. Las referencias al equipo económico eran varias: a una estatuilla del premio Oscar con el rostro de Martínez de Hoz le seguía la afirmación “premiada con el Hozcar” o “agradecemos la importante colaboración de Juan Alemann, Adolfo Diz, Guillermo Walter Klein, Alejandro Estrada, Alejandro Reinal (…) sin los cuales no hubiera sido posible la realización de esta memorable película”; todos ellos, miembros importantes del equipo económico (Figura 15).
En julio de ese año, Línea redoblaba la apuesta y directamente les asignaba un rol delictivo al ministro y sus colaboradores. En la contratapa titulaba “Buscados. Joe y su banda” e incluía la imagen del ministro y miembros de su equipo, a quienes les asignaba un alias como en las bandas criminales y les adjudicaba diversos roles (Figura 16). De Martínez de Hoz aseguraba: “conocido como ‘Hood Robin’24, es un peligroso delincuente internacional y el cerebro de la banda”. Debajo completaba: “Para ser juzgados por los siguientes delitos”, a lo cual seguía una enumeración que no se podía leer ya que estaba atravesada por varias franjas de “censurado”.


Figura 16. Línea, contratapa, julio de 1981

En este mismo tono, que combinaba denuncia y mordacidad, la contratapa de octubre de 1981 publicitaba un safari al país imaginario de “Malaria”, aludiendo a las expediciones de caza que Martínez de Hoz y el ministro del Interior durante el periodo 1976-1981, general Albano Harguindeguy, habían realizado de vacaciones en el continente africano y -lunfardo mediante- a la mala situación económica del país. Allí podía leerse que para el “día 5” el guía “Joe” daría una charla donde explicaría “cómo realizó la hazaña de matar a 27 millones de presas sin disparar un solo tiro”25 (Figura 17).


Figura 17. Línea, contratapa, octubre 1981

Las otras referencias a Martínez de Hoz otorgaron verosimilitud a una de las hipótesis que circularon durante 1980: que aunque Martínez de Hoz dejara el gobierno en marzo de 1981 su impronta liberal continuaría en la nueva etapa presidencial del “Proceso”. En el segundo semestre de 1980 el debate sobre si la presidencia de Viola suponía “cambio o continuidad” de la política económica estuvo extendido entre analistas y dirigentes (Autor, 2016: 215-220). Pese a que Viola intentó dar algunas señales tenues de “cambio”, Martínez de Hoz insistía sobre la necesaria “continuidad” de su política lo que suponía forzar a los militares para que designaran a su segundo, Klein, en el Palacio de Hacienda. Para Línea los escarceos de Viola no eran más que gestos que ocultaban la omnipresencia de Martínez de Hoz y así lo hizo saber en la tapa de marzo de 1981 -contemporánea con el recambio presidencial de Videla a Viola- donde atrás de la imagen de Viola (quien aparecía en color) se observaba a un sonriente Martínez de Hoz (en blanco y negro, lo cual acentuaba el contraste) junto al titular -como refuerzo de la connotación “gatopardista”-: “Cambiar algo…Para que todo siga igual” (Figura 18).


Figura 18. Línea, tapa, marzo 1981.

En febrero de 1982, la reciente asunción del ministro de Economía Roberto Alemann, de pública extracción liberal, no dejaba resquicio a duda: la contratapa mostraba una fotografía de Martínez de Hoz y Alemann abrazados con una amplia sonrisa -dentro de una suerte de portarretrato familiar-, a lo que Línea acotaba la frase: “Cuando un amigo se va deja un espacio vacío que solo puede llenar la llegada de otro amigo” (Figura 19)26.


Figura 19. Línea, contratapa, febrero 1982

La situación de la industria nacional

Un tópico que Línea trató con insistencia fue el de los perjuicios que la política económica estaba generando sobre la industria nacional. Ya para 1980 los sectores industriales se encontraban en una posición abiertamente crítica a la gestión de Martínez de Hoz, perjudicados por la suba de las tasas de interés, la caída del salario real y el poder de consumo de los trabajadores, la revaluación cambiaria y la apertura importadora, entre algunos de los principales factores. Cabe destacar que toda la industria no fue afectada de la misma manera por la política económica, sino que el Estado tuvo un rol primordial como asignador de recursos, subsidios y prerrogativas que beneficiaron a los sectores más concentrados del capital (Castellani, 2009) y, en contraposición, se perjudicó estratégicamente a las pequeñas y medianas empresas, con una política que Rougier y Fiszbein (2006: 10) han denominado como “desindustrialización selectiva”. De esta manera, el Estado militar se transformará en un gran interventor a favor de los sectores privilegiados de la economía, consolidando un “liberalismo corporativo” que combinó un discurso liberal con prácticas intervencionistas (Pucciarelli, 2004).
En el segundo semestre de 1980, en medio de la crisis económico-financiera ya descripta, tres contratapas seguidas de Línea se enfocaron en la situación industrial. Las de agosto y septiembre (Figura 20 y 21) aludían directamente al carácter nocivo de la competencia extranjera para la industria, mientras que la de octubre (Figura 22) hacía una referencia irónica general sobre la situación de la industria al mostrar un casco protector de operario industrial como si fuera un elemento arqueológico junto a un texto que “definía”, con un estilo enciclopedista, de qué se trataba ese elemento. En el texto podía leerse: “Elemento muy difundido durante la etapa industrial en la Argentina. Utilizado por trabajadores y técnicos ligados a ese campo, su función era proteger a los mismos de posibles accidentes. Introducido a inicios de la década del 50’, su desaparición coincide con la dinastía Martínez de Hoz (1976-?). (…)”. Dentro de este mismo campo semántico, en septiembre de 1981, mes del día de la industria que se conmemora el 2, emulaba en su contratapa la sección funeraria de un diario con saludos de diversos sectores vinculados a la industria nacional -CGT, empresarios, ingenieros, agrarios, etc.- a la que se describía como fallecida en “pleno proceso” (Figura 23). En el apartado “Agradecimientos” aparecían como beneficiados por la política económica “los industriales japoneses”, “los inversores extranjeros”, “los importadores y despachante de Aduanas” y “La Trilateral Comisión”27.


Figura 20. Línea, contratapa, agosto 1980


Figura 21. Línea, contratapa, septiembre 1980


Figura 22. Línea, contratapa, octubre 1980


Figura 23. Línea, contratapa, septiembre 1981

La situación económica y social

Durante 1980 Línea denunció la precarización de la situación socio-económica como consecuencia directa de la aplicación de la política económica de extracción liberal. La desigualdad social era apuntada en su tapa de octubre de 1980 (Figura 24), donde mencionaba que había argentinos de “1º y 2º categoría”, con un montaje de una pirámide con muñecos de tipo “Playmobil”, en alusión a la metáfora de la “pirámide social”, para representar una sociedad coronada por una elite minoritaria.


Figura 24. Línea, tapa, octubre 1980

También en la contratapa alusiva al Censo de 1980 de noviembre de 1980, ya analizada, se aludía a los que no podían responder por sufrir la situación económica, como “los desocupados” o “los que trabajaron toda su vida, y no pueden vivir de su jubilación” (Figura 1). Y en marzo de 1981 su contratapa apelaba nuevamente al discurso publicitario para realizar un balance del quinquenio de gobierno: “Liquidación total por fin de temporada”, titulaba, a lo que continuaba un “collage” de imágenes que referían a la situación crítica. Luego enumeraba una serie de datos “duros” de la economía que daban cuenta de la situación crítica tras el subtítulo: “Para que ud. sepa porqué (sic) estamos liquidados” (Figura 25).


Figura 25. Línea, contratapa, marzo 1981

Conclusiones

Hemos observado que Línea se destacó por un discurso fuertemente opositor a la dictadura militar, que sin duda fue enfatizándose a medida que creció el desgaste del gobierno durante 1980 y 1981. El tono y los recursos utilizados para dar cuenta de su posición, le otorgaron a Línea cierto rasgo distintivo dentro del ámbito de la prensa política de circulación comercial, mucho más cauta, cuando no condescendiente aún, con el poder militar (Autor, 2018). Como factores explicativos inciden, desde ya, su filiación con el campo nacional y popular, y dentro de él su adhesión a los sectores peronistas más refractarios a las negociaciones con la dictadura; pero también debe tenerse en cuenta el cambio de las circunstancias históricas dentro de este periodo de “agotamiento” de la dictadura, que otorgó cierta laxitud en el control autoritario y que la revista supo explotar con precisión en su afán opositor. En este sentido, la continuidad y regularidad de estas portadas -con su crudeza discursiva y su inequívoca adscripción peronista, por demás irritante para gran parte de los sectores políticos integrantes del “Proceso”- y su mera exhibición pública, pone de manifiesto la ampliación de ciertos límites en la expresión opositora y acaso uno de los extremos a que se podía llegar en la época, al menos en el campo de la prensa gráfica.
En relación a cómo se utilizaron las tapas con este fin opositor, hemos dado cuenta de la utilización del recurso gráfico en términos de impacto visual en el kiosco, apuntándose al empleo para su confección de colores llamativos, de un intento de concisión expresiva y de la búsqueda de la contundencia en el mensaje transmitido. La experiencia de “Equipos de difusión” en la práctica electoral previa no debe subestimarse a este respecto. El lenguaje irónico y satírico empleado, por momentos similar al de revistas como Humor, pero más emparentado con la prensa política a la que pertenecía por su “seriedad” documental -por ejemplo, usualmente se empleaban fotos y “collages” de imágenes antes que caricaturas- cobra un rol fundamental en la transmisión semántica. No obstante, este discurso más elaborado cedió paso en ocasiones a la consigna efectista (“Que se vayan”; “Movilización contra la dictadura”) en la tradición de las formas de propaganda de la movilización política, apelando a portadas “ciegas”, en tanto verdaderos “afiches” de kiosco cuasi independientes de los contenidos de la edición.
 Por último, antes que una eventual sorpresa retrospectiva, el abierto discurso opositor de Línea puede ser un elemento para avanzar en la comprensión de los cambios en las actitudes ciudadanas hacia la dictadura a partir de 1980. Si bien desde una posición militante que representaba a una facción en particular, su prédica se dio en un contexto donde la dictadura había agotado su legitimidad de origen -en torno a la “lucha antisubversiva” y el regreso del “orden” público- y se veía asediada por su propia incapacidad política, lo cual la revista se encargará de señalar con acidez en cada una de sus ediciones.

Notas:

1 La tirada de su primer número fue de 10 mil ejemplares, la del segundo fue de 12 mil (Manson, 2008: 339). No existen datos fehacientes para periodos posteriores ya que no estaba inscripta en el Instituto Verificador de Circulaciones, si bien la revista afirmó a mediados de 1983 que tiraba 55 mil ejemplares quincenales (Línea, julio de 1983, p. 2)

2 El revisionismo entendía que lo nacional-popular confrontaba con los intereses foráneos-coloniales que conspiraban contra el desarrollo del país. Sus tesis leían la historia argentina a través de ciertas antinomias: la dicotomía entre las masas y las minorías ilustradas, la de los beneficiados y los perjudicados por la dominación económica extranjera o la de una nación de las élites -artificial- frente a la del pueblo -real, pero negada y oculta- (Barbero y Devoto, 1983: 56; Neiburg, 1998: 101).

3 El eslogan, de tradición cristiana, era mencionado en el documento “Evangelio, diálogo y sociedad” de la Comisión Episcopal de la Iglesia argentina, dado a publicidad en mayo de 1980. Documento disponible en: http://www.episcopado.org/portal/index.php?option=com_docman&task=doc_details&gid=84&Itemid=53.

4 La división entre “verticalistas” y “antiverticalistas” se había producido dentro de la bancada parlamentaria del PJ durante los últimos meses de 1975, entre los legisladores dispuestos a sostener las medidas económicas de ajuste del gobierno de María Estela “Isabel” Martínez de Perón (1974-1976) y la disciplina partidaria y aquellos que se habían distanciado del Poder Ejecutivo porque el ajuste perjudicaba a su base representativa. Durante la dictadura desde el “verticalismo” surgieron las críticas más sostenidas al programa económico de corte liberal conducido por el ministro de Economía José Martínez de Hoz, a la proscripción de la actividad partidaria, al confinamiento de la ex presidente, considerada líder natural del PJ, y a las violaciones a los derechos humanos. En cambio, los “antiverticalistas”, sin dejar de compartir algunos planteos de los anteriores, se mostraban dispuestos a negociar con las autoridades militares y a adaptar el funcionamiento partidario a las nuevas condiciones creadas por la irrupción de la dictadura (González Bombal, 1991: 53). De todas formas, dentro de cada una de estas facciones existieron grupos que se plantearon estrategias diferentes en torno al gobierno militar y a la relación con las Fuerzas Armadas, situación que se reflejó en la atomización que sufrió el peronismo durante el periodo (Yannuzzi, 1996: 280).

5 Varios de los colaboradores de la revista trabajaban para el diario Clarín (Cardoso, Granados, Caloi, Juan Sasturain), uno de los diarios que muy tempranamente se opondrá a la política económica de Martínez de Hoz (Autor, 2016), postura editorial que también será un aspecto sobresaliente en la editorialización de Línea.

6 Debe advertirse que las portadas “ciegas” de Línea fueron publicadas en un contexto donde el sistema de tapas de las revistas ya funcionaba como “signos” de los temas que se encontrarían en su interior. Por lo tanto, las tapas “ciegas” para la época de publicación de Línea funcionan de manera diferente a cómo se interpretaban en la primera parte del siglo XX, cuando las tapas de las revistas eran en su totalidad de esta manera. El lector que se encuentra con una tapa “ciega” en los años ochenta sabe que el tema de tapa reaparecerá en el interior de la revista, ya que: “La fuerza del sistema tapas hace que cualquier objeto de referencia, como cualquier marca textual en tapa, remita necesariamente a un reencuentro en el interior” (Cingolani, 2009b: 12).

7 Su más conocido referente es Enrique “Pepe” Albistur, quien fuera secretario de Medios de la Nación durante la presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007) y durante los primeros años del primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2011), hasta su renuncia en 2009.

8 Debe aclararse que en la orientación editorial de Línea no se registró una demanda sistemática por los desparecidos o una atención en particular sobre la cuestión de los derechos humanos. Su discurso sobre este tema se alineaba más con la orientación de la Iglesia Católica argentina en torno al llamado a una “reconciliación” de los argentinos por los conflictos políticos del pasado, que fue expresado por la Conferencia Episcopal de la Iglesia en el documento “Iglesia y Comunidad Nacional” de mayo de 1981, al que nos referiremos más adelante. Línea, además, manifestó una inequívoca condena hacia los sectores revolucionarios del peronismo y hacia la lucha armada como vía de acción política, por considerarlos ideológicamente exógenos al  movimiento peronista y por haber contribuido a una inestabilidad institucional que colaboró con el golpe de Estado de 1976.

9 Téngase en cuenta, colateralmente, que la tapa de esa edición de noviembre de 1980 llevaba la imagen de Eva Perón (con el título “Evita: opera o historia”) que reponía –a propósito del estreno del musical “Evita” de Andrew Lloyd Weber en España- un retrato suprimido de la iconografía pública de la época, una imagen de por sí irritante para muchos sectores castrenses y cuya publicación en tapa puede articularse con la explicitación de los términos que en la contratapa desafiaban al discurso oficial.

10 Boletín Oficial de la República Argentina, 9 de marzo de 1956: 1.

11 El lema “Por una Navidad y Año Nuevo sin presos políticos”  había sido enarbolado por los presos políticos y sus familiares durante la huelga de hambre de alcance nacional realizada entre diciembre de 1972  y enero de 1973, hacia el final del gobierno militar de la “Revolución Argentina” (1966-1973) (Eidelman, 2009: 29-30).

12 La revista recibió con beneplácito el documento episcopal de mayo de 1981 ya mencionado -“Iglesia y Comunidad Nacional”-,  donde se demandaba por la “reconciliación nacional” y se aseguraba que “se debe discernir entre la justificación de la lucha contra la guerrilla y la de los métodos empleados en esa lucha”. El articulista de Línea que lo comentaba, al tiempo que afirmaba que “la guerrilla enlutó a la patria [y] hubo una necesaria represión”, señalaba glosando el documento que la “reconciliación” debía entenderse a partir de la “Vuelta al estado de derecho, gobierno estable, acatamiento de todos a la ley, pleno ejercicio de los derechos ciudadanos, diálogo entre los sectores, justicia social prioritaria en el campo económico”. Alberca, M, “Iglesia y Comunidad”, Línea, agosto de 1981, pp. 6-7. Versión completa del texto eclesiástico en http://www.cea.org.ar/07-prensa/iglesia_y_comunidad_nacional_1.htm. Consultado el 12/12/2017.

13 No fue el único episodio sufrido por Línea, ya que en julio de ese año volvió a ser clausurada temporalmente, su director Rosa fue procesado en septiembre de 1981 por la Justicia Federal por una denuncia de la Corte Suprema de la Nación y el 4 de noviembre de 1982 fue prohibida y clausurada transitoriamente por un decreto del Poder Ejecutivo -en esa ocasión fue sustituida por la efímera revista Compañero-.

14 El 7 de agosto se celebra en Argentina el día de San Cayetano, conocido como el patrono del trabajo para los fieles de la Iglesia católica. Ese día en el barrio de Liniers de la ciudad de Buenos Aires sus fieles hacen largas filas frente a la parroquia homónima para pedir por paz, pan y trabajo. Cabe agregar que el 7 de noviembre de 1981, dos meses antes de la tapa analizada, el ala más opositora del sindicalismo, representada por la CGT-Brasil, había convocado una marcha a San Cayetano bajo la consigna “Paz, pan y trabajo”, que fue acompañada por cerca de 10.000 personas (Abós, 1984: 80; Novaro y Palermo, 2003: 392).

15 Aquí el anclaje del mensaje lingüístico se da tanto por lo expresado en el titular como por su “deformación” gráfica, que se hace eco del efecto de la pisada de la bota.

16 Por los desarrollistas del Movimiento de Integración y Desarrollo liderados por Rogelio Frigero y Arturo Frondizi.

17 En relación al Partido Intransigente liderado por Oscar Alende.

18 Por la Democracia Cristiana.

19 En relación al Movimiento Federalista Pampeano (MOFEPA) de Israel Amit, que había organizado el asado en Victorica.

20 En relación al Movimiento de Opinión Nacional, impulsado infructuosamente por distintos jerarcas militares y que supuestamente debía heredar al “Proceso”.

21 La Fuerza Federalista Popular (FUFEPO) se había creado en 1974 y reunía a partidos provinciales de orientación conservadora; Guzmán era una de sus dirigentes más conocidas.

22 Según la revista la doble estrategia era la que había implementado el ministro para seducir a un sector de la sociedad argentina -embelesado por poder viajar a Miami o por la apertura importadora- y para convencer al “conglomerado militar-empresarial” sobre que su plan sería beneficioso para el país (Línea, agosto de 1980, p. 40).

23 Un drama bélico ambientado durante la guerra de Vietnam (1964-1975), dirigido por Francis Ford Coppola e inspirado en la novela “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad,

24 En relación al popular personaje del folklore medieval inglés Robin Hood, quien robaba a los ricos para distribuir a los pobres.

25 27.947.446 era el total de la población argentina, según los datos censales de la época. Disponible en: http://www.mininterior.gov.ar/poblacion/archivos_estadisticas/EvolucionPoblacionProvincias1914.pdf. Consultado el 10/11/2017.

26 El plan de Alemann incluía ajuste fiscal, aumento de tarifas e impuestos, congelamiento salarial, liberalización y unificación del mercado de cambios y la promesa de privatización masiva de las empresas públicas (Novaro y Palermo, 2003: 402). Tanto este plan como la presidencia Galtieri quedarán truncos luego de la derrota argentina en la guerra por las Islas Malvinas el 14 de junio de 1982. Por otra parte, la frase que ancla la imagen replica la primera estrofa de la canción “Cuando un amigo se va”, compuesta por Alberto Cortez y publicada en 1969.

27 La Trilateral Commission fue una organización internacional privada fundada en 1973 por iniciativa de David Rockefeller, reconocido banquero y empresario estadounidense de pública amistad con Martínez de Hoz y que visitó la Argentina en estos años como muestra de apoyo al ministro. El objetivo de la Comisión era fomentar una mayor cooperación entre los Estados Unidos, Europa y Japón y estuvo integrada por representantes de empresas multinacionales y ligadas al poder financiero internacional.

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Fecha de recepción: 20-12-2017.
Fecha de aceptación: 18-01-2018.

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