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La trama de la comunicación

versión impresa ISSN 1668-5628

Trama comun. vol.23 no.2 Rosario dic. 2019

 

ARTÍCULOS

La producción temprana de Eliseo Verón. De la Revista CENTRO a LENGUAjes

 

Por Ricardo Diviani

ricardodiviani@hotmail.com / Universidad Nacional de Rosario, Universidad Nacional de Rafaela y Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina

Ricardo Diviani
Argentina
Doctor en Comunicación Social. Licenciado en Comunicación Social. Docente de la Cátedra Epistemología de la Comunicación en Escuela de Comunicación Social, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. Profesor titular en la Licenciatura en Medios Audiovisuales y Digitales de la Universidad Nacional de Rafaela y Profesor Adjunto a cargo en Investigación en Comunicación de la carrera Comunicación Social en la Universidad Nacional de Entre Ríos.
Afiliación Institucional: Universidad Nacional de Rosario; Universidad Nacional de Entre Ríos; Universidad Nacional de Rafaela.
Área de especialidad: mediatizaciones, comunicación, epistemología de la comunicación
E-mail: ricardodiviani@hotmail.com


Sumario:

Presentamos una lectura de la trayectoria teórica de Eliseo Verón, desde mediados de los años cincuenta, cuando siendo muy joven participa de la Revista Centro, hasta su rol destacado en la emblemática revista LENGUAjes. Particularmente, nos detendremos en una cantidad de trabajos que entre los años sesenta y setenta van trazando su propuesta teórica epistemológica a partir de la articulación de una variedad de perspectivas, como el estructuralismo de Lévi-Strauss, la semiología de orientación saussureana, la teoría de la comunicación de Palo Alto, y otros estudios sobre los procesos sociales de significación, que fueron, en cierta forma, la plataforma sobre la que se montó su teoría de la discursividad social. Este recorrido estuvo plagado de corrimientos, rupturas y ajustes, pero también de continuidades que sellaron un estilo propio de producción de conocimiento que lo convirtió en uno de los más destacados cientistas sociales argentinos contemporáneos.

Descriptores: Verón; Semiología; Estructuralismo; Revista LENGUAajes; Comunicación

Summary:

In this paper we present a review of Eliseo Veron’s theoretical path, starting in the mid ‘50s, when he participatd in Centro journal, up to his outstanding role in the emblematic journal LENGUAjes. Particularly, we will focus in the papers that between the sixties and seventies are setting his theoretical and epistemological proposal based on the articulation of a variety of perspectives, such as Lévi-Strauss’s structuralism, the Saussurean semiology, Palo Alto's communication theory, and other studies about signification as social processes. Those papers can somehow be assumed as the foundations for his Social Discursiveness Theory. This path was full of changes, breaks and adjustments, but also of continuities that identified his own particular style of intellectual production which made him one of the most prominent contemporary Argentine social scientists.

Describers: Verón; Semiology; Structuralism; LENGUAjes journal; Communication


Introducción

Los primeros escritos del joven Eliseo Verón, dentro del campo cultural, se remontan a mediados de los años 50. Como estudiante de Filosofía (en aquel momento firmaba con el nombre de Ernesto Verón Thirion), escribe una serie de artículos en la revista Centro, publicación del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Allí, a pesar de la distancia que aún lo separa de la perspectiva por la que será reconocido, se comienzan a esbozar algunas de las características que lo convertirán en una figura destacada del campo intelectual contemporáneo, no sólo en Argentina y Latinoamérica, sino también en Francia. Se puede apreciar, por un lado, el intento de reflexionar sobre problemáticas “actuales”, propias de su tiempo, con detalle y rigurosidad, en donde la exposición precisa y fundamentada no se da de boca con lo irreverente y, por el otro, el carácter siempre controversial de sus intervenciones. Es claro que esto último fue una “marca” de época que identificó a toda una generación, la de los “sesenta”, que ha sido definida como rupturista y hasta “parricida”, en donde la irrupción de la crítica, como ha planteado Cella, se define por el “surgimiento impetuoso y simultáneo de actitudes cuestionadoras que avanzaron sobre las distintas áreas de los saberes y de la sociedad en un movimiento acelerado y envolvente” (Cella, 1999, p.7). Pero también es cierto que la figura de Verón ha tenido sus particularidades; entre otras, la de ser unos de los pocos intelectuales que perseveró a lo largo de toda su carrera en el intento de construir una teoría social, en el sentido epistemológico fuerte del término, más allá de las diferentes posturas que puedan existir frente a su resultado.
  Cuando apenas tiene 20 años, produce una serie de textos en clave filosófica para la mencionada revista, que van desde cuestiones vinculadas a la “Historia de la filosofía como problema” (1955a) –en la que la relación entre historia y filosofía es abordada a partir de la lectura de dos trabajos de Ortega y Hartmann– hasta “La circunstancia universitaria” (1955b), en donde arremete contra los modos de ser y estar en la vida académica de la época, en la que la distinción entre “hablar” y “conversar” le permite evidenciar el tipo de comunicación entre maestros y discípulos: “¿No se nos ocurrió nunca poner en cuestión esta división entre transmisores y receptores?”, se pregunta Verón (1955b, p. 81), influenciado probablemente por las lecturas vitalistas y las de Ortega y Gasset, muy en boga en aquellos años cincuenta. 
Pronto, en el último número de Centro, en 1959, entablará la primera “discusión” con Masotta1 en “Nota sobre la conciencia del yo en la fenomenología de Sartre” (Verón, 1959), a propósito de la figura del autor del Ser y la nada y su relación con Merleau Ponty, dentro de un horizonte común, que caracterizó a la época, de problematización sobre la conciencia. Este gesto polemista será una marca distintiva de sus modos de intervenir en el campo intelectual y académico.
Pero esta primera etapa de quien luego sería el introductor de la semiología en Argentina quedará en el pasado cuando en un gesto rupturista –y que lo irá perfilando como alguien siempre a la vanguardia de las “revoluciones teóricas”, como ha planteado Beatriz Sarlo (2017)– deje de lado las preocupaciones filosóficas próximas a las orientaciones fenomenológicas2 para centrar su atención en las condiciones psicosociales de la conducta en los años sesenta (su tesis de grado “Cuerpo y experiencia. Psicología social de la imagen del cuerpo”, escrita en 1961, estaba inspirada en la teoría de Merleau Ponty), y a partir de allí en las problemáticas de los lenguajes sociales en los años setenta.
En este trabajo pretendemos dar cuenta, de modo amplio, cómo se fue trazando el pensamiento de Eliseo Verón desde sus producciones tempranas hasta bien entrado los años setenta, para entender el proceso de conformación de lo que luego será su teoría sobre los discursos sociales en el sentido sociosemiótico.

Conducta, acción y comunicación Un estructuralismo “ensanchado”

Es indudable que la creación de la carrera de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, en 1957, marcó a fuego la forma de producción de conocimiento de Eliseo Verón. Desde el año 1956, fue ayudante en el Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires bajo la dirección de Gino Germani, quien lo invitó a integrarse a diferentes proyectos de investigación. Al repasar su itinerario se advierte la influencia del sociólogo italiano en su atención constante por el uso de una metodología pertinente para garantizar la obtención de resultados fiables. Como sabemos, parte de los objetivos de Gino Germani fue la formación de cientistas sociales en métodos y técnicas modernas de investigación con el fin de superar los saberes especulativos, lo que se entendía como un problema fundamental a resolver en el ámbito académico en aquel entonces (Blanco, 2006).
Entre los años 1961 y 1963 fue becario del CONICET en el Laboratoire d'Anthropologie Sociale du Collège de France, bajo la dirección de Claude Lévi Strauss, lo cual le permitió entrar en contacto con el estructuralismo que comenzaba a ganar trascendencia por aquellos años. Asimismo, toma un seminario con Roland Barthes que lo introduce en la semiología saussureana.
Entre 1964 y 1968, en el marco de su trabajo en el Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires y del Instituto Di Tella, realizó una investigación, junto al psiquiatra Carlos Sluzki, en el Servicio de Psiquiatría del Policlínico de Lanús sobre trastornos neuróticos. La misma fue registrada en el libro Comunicación y Neurosis, de 1970. Como parte de esa experiencia incorpora a su perspectiva los modelos de la comunicación humana de Palo Alto, inspirados en la obra de Gregory Bateson, como así también referencias a las teorías de la información de Shannon y Weaver y la cibernética de Wiener, perspectivas con las que ya se había topado al ser el primer traductor al español de la Antropología Estructural, en 1961.
En todo este proceso, Verón fue construyendo un cuerpo sólido de objetos de estudio y de teorías, provenientes de diferentes áreas del conocimiento –psicología social, lingüística, antropología y sociología, vinculadas al análisis de la acción y la conducta, como así también, a fines de los años sesenta, de los discursos ideológicos mediáticos–, sobre el cual delineó una producción intelectual y científica que mostró una serie de ideas constantes3. Así, la insistencia en la necesidad de una metodología claramente definida y explicitada, entendida como una condición determinante para el trabajo científico, fue una invariable a lo largo de su trayectoria, independientemente de los cambios y rupturas teóricas.
Es sintomático que dos de las polémicas más conocidas que sostuvo por aquellas décadas pongan justamente el acento en esta cuestión. En los años sesenta, entabla un fuerte contrapunto con Juan José Sebreli, a partir de dos libros publicado por este autor y que en aquel tiempo tuvieron gran trascendencia mediática y éxito editorial: Buenos Aires, vida cotidiana y alienación y Eva Perón ¿Aventurera o militante? En ellos, el escritor argentino se planteaba, a modo de ensayo, el objetivo de “desmitificar”, desde una perspectiva marxista, tanto aspectos singulares de la vida cotidiana de Buenos Aires como el fenómeno de Eva Perón. Verón, en su análisis, considera que ambos libros se inscriben en una tendencia propia de la época: el pasaje del “análisis marxista” –un cuerpo teórico y metodológico que en ese entonces considera válido– al “mito del análisis marxista”– que se expresaba en diversas formas del sentido común, “anécdotas y recuerdos” y “metáforas poetizantes” (Verón, 1968 [1966], p.242).

La cultura dominante de un país capitalista acepta y absorbe en su universalidad abstracta todas las tradiciones culturales, todas las formas del desarrollo intelectual; aun aquellas que, como el marxismo, ponen objetivamente en cuestión las raíces de esa cultura: la única condición que exige es su mitologización, la mutación de las operaciones reales del método en gestos de un mito. (Verón, 1968 [1966], p.243)

En los años setenta, polemiza también con el libro de Dorfman y Mattelart, Para leer el Pato Donald, publicado en Chile en el marco del proceso político transformador de Salvador Allende, por medio de un artículo en la revista LENGUAjes: “Acerca de la producción social del conocimiento: el estructuralismo y la semiología en Argentina y Chile” (1974). Verón cuestiona la falta de rigurosidad de este trabajo y sostiene que la demanda política e ideológica que convocaba en ese momento a los autores a la intervención práctica conspiraba contra la producción científica. La debilidad fundamental, y que minaba las bases de sustentación de esta investigación, era la falta de un método científico:
 
La contradicción entre demanda práctica (política) y las condiciones de la investigación es aún más clara en el estudio de Mattelart y Dorfman sobre el Pato Donald. En este trabajo, no sólo se aplica como método el comentario intuitivo e interpretativo del material (de una manera que es, dicho sea de paso, sumamente dudosa); el caso me parece más grave: el problema del método ha desaparecido completamente como problema. (Verón, 1974a, p.123)

Esta recurrencia a valorizar las cuestiones metodológicas, heredara de su trabajo con Germani, no suponía una concordancia con las teorías del intelectual italiano, sino más bien un distanciamiento con los postulados sociológicos de impronta funcionalista y positivista que lo inspiraban y que dominaban, a su vez, la escena académica de la época. La experiencia del intelectual argentino junto a Lévi-Strauss en Francia lo lleva a incorporar el modelo de análisis estructuralista sin quedar anclado al horizonte puramente antropológico; más bien,  lo perfila en un sentido sociológico, a pesar de que su mentor “nunca vio con buenos ojos los intentos de hacer ‘estructuralismo’ en sociología” (Verón, 1971, p.19). Como ya hemos mencionado en otro trabajo, el gran sostén del andamiaje teórico veroniano en los años sesenta fue el estructuralismo, aunque uno de tipo ensanchado (Diviani, 2019). El programa estructuralista, como es sabido, tuvo como centro de gravedad la lingüística de Saussure, de la cual Lévi-Strauss partió en un intento por construir una ciencia positiva para el estudio de los signos (la semiología según el lingüista suizo). En Verón, ese estructuralismo ensanchado al que nos referimos está acompañado por el modelo pragmático de los teóricos de Palo Alto, particularmente Bateson, las teorías de la información, y los aportes de intelectuales como Barthes y Greimas que fueron fuentes centrales de inspiración para el proyecto de construcción de una ciencia que se ocupara del estudio de los signos en el seno de la vida social. Ir más allá del estructuralismo lévistraussiano le permitía considerar los diversos fenómenos sociales y culturales atendiendo a las condiciones históricas y sociales de producción, algo que aparecía como un límite en la obra del etnógrafo:

La insistencia en los modelos que Lévi-Strauss ha llamado “mecánicos” (por oposición a los modelos estadísticos, compuestos por variables continuas) deriva de un acento exagerado puesto en el estudio sintáctico-semántico de las estructuras y un descuido de la pragmática, vale decir, del análisis de las situaciones concretas de la comunicación entre personas y entre grupos que “hacen uso” de esas estructuras. (Verón, 1971, p.22)

Pero Verón no solo se desmarca del funcionalismo positivista de aquellos tempranos sesenta, sino también de las tradiciones hermenéuticas y fenomenológicas sobre la acción social. Una invariable de su pensamiento ha sido también su “lucha” contra los análisis subjetivistas que se ubican desde el punto de vista de la acción orientada y de la conciencia intencional del actor. En este sentido, la problemática del “lugar del observador” y de los niveles de análisis fueron una preocupación recurrente del teórico argentino. Al respecto, un texto emblemático es “El sentido de la acción social” (1968 [1965 -1967]), una crítica a la concepción comprensivista weberiana realizada desde los aportes de Bateson, quien consideraba fundamental para el análisis de cualquier “fenómeno” definir el lugar que ocupa el observador:

Si tomamos en cuenta esta propiedad (la polivalencia semántica de la acción), las consecuencias son muchas e importantes. En primer lugar, dado que una acción no tiene un sentido sino muchos, la determinación del sentido de la acción dependerá del nivel de descripción en que se coloque el observador; dicho de otro modo, dependerá de cuál sea el cuerpo de reglas o normas con el cual el observador vincule la acción para “comprenderla” y dar cuenta de su organización. En segundo lugar, se confirma claramente que la determinación del motivo y el fin de acción “desde el punto de vista del actor” carece de toda importancia. (Verón, 1968 [1965 -1967], p.127)

En el marco de una serie de investigaciones y producciones que abordan la relación entre lo individual y lo social, tanto desde el punto de vista psico-sociológico como desde la teoría de la conducta y la interacción social, Verón se plantea la necesidad y posibilidad de elaborar una teoría de la comunicación social: una mirada científica sobre los fenómenos de la significación, que implica concebir la conducta como mensajes sometidos a reglas de producción y recepción. Si bien utiliza un lenguaje comunicológico, la noción de comunicación es retomada en un sentido amplio, vinculada a la “conducta”, muy afín al modelo de los teóricos de Palo Alto. No se trata solo de medios masivos (aunque los incluye), sino de una concepción orientada a pensar los diversos fenómenos de la “vida social” y de la construcción de un modelo epistemológico que tienda a explicarlos. Este es el sentido que le otorga el autor, retrospectivamente, a la diversidad de textos producidos durante la década del sesenta y que compila en su libro de 1968, Conducta, estructura y comunicación:

Visto en conjunto, diría que estos trabajos giran (tal vez obsesivamente) en torno de distintos aspectos de una misma preocupación (o de un mismo supuesto) acerca de la necesidad y posibilidad de elaborar las bases de una teoría de la comunicación social. Puede hablarse, si se prefiere, de semiología, pero entonces debería entenderse como un nombre cómodo para abarcar muchos resultados, útiles para las ciencias sociales, de una gran cantidad de desarrollos teóricos, metodológicos y empíricos bastante heterogéneos: lingüística, teoría de la información, cibernética, el llamado estructuralismo y numerosas contribuciones derivadas de lo que los científicos de habla inglesa prefieren denominar semiótica. (Verón, 1968, p.11)

Un artículo que quizás sintetice el modo en que se fueron articulando las diversas posiciones y perspectivas teóricas y que expresa un momento bisagra en el recorrido del autor es “Introducción: Hacia una ciencia de la comunicación”, publicado en Lenguaje y comunicación social, de 1971. En el texto introductorio de este libro, que compila trabajos presentados en un simposio denominado “Teorías de la comunicación y modelos lingüísticos en ciencias sociales”, realizado en 1967 –del que participaron Luis Prieto, Paul Ekman, Wallace Friesen, Carlos Sluzki y Oscar Masotta– Verón condensa de manera implícita buena parte de su recorrido intelectual en un intento por recuperar y, al mismo tiempo, superar aquellos modelos teóricos con los que había trabajado. Allí plantea:

A mi juicio el impulso para el desarrollo fecundo de la ciencia de la comunicación en el futuro ha de provenir de una voluntad más profunda de transformación teórica, por la cual los procesos mismos de la personalidad, la sociedad y la cultura sean vistos como procesos de comunicación. (Verón, 1971, p. 26-27)

Decíamos que era un momento bisagra para el autor, en el cual comienza a reflexionar sobre problemáticas vinculadas a los medios masivos de comunicación. Produce textos representativos de este corrimiento que reseñan investigaciones de carácter empírico como “Los códigos en acción” (1968), aparecido en Estructura, conducta y comunicación, e “Ideología y comunicación de masas: La semantización de la violencia política” (1971b), que se publicó en Lenguaje y Comunicación social. En ambos intenta analizar las operaciones ideológicas que se evidencian en la construcción de los mensajes, uno publicitario y el otro periodístico, con un afán de formalización metodológica, en donde nuevamente el estructuralismo saussureano, la pragmática de Bateson y hasta el modelo de Greimas aparecen referidos en sus potencialidades y limitaciones.
Esta preocupación por los objetos mediáticos es producto de las transformaciones estructurales en la producción social de la significación que Verón trae a colación a raíz de la necesidad de pensar lo “ideológico” en relación con los medios de comunicación de masas.  En función de esto, buena parte de sus reflexiones en los años setenta estarán destinadas a los lenguajes mediáticos.

De la lengua a los LENGUAjes

En 1970, a instancia de Verón, se crea la Asociación Argentina de Semiótica y, en abril de 1974, aparece la revista LENGUAjes. Junto a Oscar Traversa, Oscar Steimberg y Juan Carlos Indart, Verón integra el comité editorial de la publicación, que sacará cuatro números hasta los años 80. La revista expresa el viraje conceptual emprendido por el semiólogo no solo en la elección del nombre (el corrimiento de la lengua a los lenguajes), sino también en una serie de artículos que produjo y otros que editó junto a sus colegas. En un trabajo anterior, hemos analizado a LENGUAjes en función de confrontarla con otra revista emblemática de la época, Comunicación y Cultura, y atendiendo el modo en que intervino en un momento histórico de fuerte convulsión política, en el que la relación entre lo teórico y lo político era tema de gran preocupación y controversias. Allí afirmábamos, entre otras cosas, que su carácter “moderno” residía en la posibilidad de leer en la actualidad sus artículos (de impronta claramente teórica) sin necesidad de situarlos en relación con las editoriales (en donde la referencia a lo político e ideológico –en un horizonte trazado por el marxismo, pero también por la teoría de la dependencia- solía aparecer de modo explícito; Diviani, 2019).
En este breve apartado nos centraremos en los tres primeros números, en función de una periodización un tanto arbitraria. La tercera edición, publicada en 1976, marca el fin de un “década”, en consonancia con el golpe de estado que sacude a la Argentina y que da inicio a la última dictadura cívico-militar. Si bien entre estos primeros números y el cuarto, que es del año 80, hay ciertas continuidades teóricas y de estilo que trascienden las discontinuidades presentes en otras esferas de la vida política, social y cultural, entendemos que en ellos se evidencia, además, un claro desplazamiento del pensamiento veroniano que tendrá, en los ochenta, otras fundaciones. Un ejemplo de esto último es la referencia al modelo tríadico de Peirce en el artículo “Relato televisivo e imaginario social”, publicado en la última revista.
En el número 2 de LENGUAjes, aparece un texto clásico de Verón a través del cual se puede visualizar una serie de transformaciones de su perspectiva: “Para una semiología de las operaciones translingüísticas” (Verón, 1974b). Se observa el abandono de la línea estructuralista, que había caracterizado a la semiología de los años sesenta basada en el modelo del signo saussureano, y su interés por indagar la producción de sentido de los discursos sociales. Veamos esta larga cita del autor:

Como lo acabo de señalar, es la noción de signo la que debe ser sometida a una crítica radical. Esta noción ubicada en el corazón mismo de la semiología, plantea sin dudas problemas muy complejos de los que no nos podemos desembarazar en unas pocas líneas. Sin embargo, esas pocas líneas tal vez sean útiles, no a título de argumentación, sino solo para completar, de la manera más explícita posible, la caracterización del punto de vista en la que me coloco en este trabajo. Me limitaré a una sola observación: la complejidad de los objetos discursivos muestra bien la imposibilidad de echar mano de la noción de signo para dar cuenta de los fenómenos de la significación. Esto quiere decir simplemente que no existen operaciones de producción de sentido que puedan ser reducidas a un modelo biunívoco significante/significado. Toda operación de producción de sentido (y correlativamente, todo efecto de sentido) es una operación que pone en juego un número n de términos y n  no es nunca igual a dos. En esto reside, como se sabe, el núcleo de verdad contenido en la noción saussureana del valor, a pesar de que ella haya sido definida en el Curso en plano de la “lengua”: es necesario ahora transferir este núcleo de verdad a una teoría de la producción de sentido en el seno del discurso. (Verón, 1974b, p.25-26)

Y luego afirma: “Los discursos sociales son objetos semióticamente heterogéneos o ‘mixtos’ en los cuales intervienen varias materias significantes y varios códigos a la vez” (Verón, 1974b, p.26). El llamado séptimo arte fue la gran vedette de ese número. A pesar de la diversidad de enfoques que exhibían los autores que participaron de esa edición –Christian Metz4, Jean Lous Braudry, Julia Kristeva y Oscar Traversa–, en todos los casos el cine fue entendido como un lenguaje complejo que permitía poner en la superficie problemas relacionados a una teoría general de los discursos sociales. Como diría Verón, tiempo después la semiología del cine, particularmente la llevada adelante por Metz, fue “quien ilustró ejemplarmente el rumbo a adoptar” (Verón, 1997) en el terreno de los análisis de la significación. Es en función de estas consideraciones que comienza a abandonar las nociones más comunicológicas, que parten de la concepción de un sujeto dispuesto a transmitir un mensaje. En cambio, lo que le interesa son las operaciones “por medio de las cuales el sentido es investido en las materias significantes”, entendidas como prácticas sociales en la que el sujeto productor no es más que el “soporte de las operaciones que definen la producción de cierto tipo de discursos” (Verón, 1974b).
Así como durante los años sesenta en la Argentina la semiología de tipo estructuralista había tenido como objeto de estudio preferido a la historieta (y en este sentido las producciones de Masotta y Steimberg fueron destacadas), la adopción de una perspectiva semiológica de nuevo tipo encontraba en el cine las condiciones específicas para fundarse. Como ya hemos señalado, el paso del interés de un tipo de objeto a otro -del mundo de las viñetas al del cine- no era solo producto de las características de cada una de las perspectivas, sino probablemente un desplazamiento vinculado al modo en que llegaron al país algunas corrientes teóricas. Pero también es cierto que la historieta, debido a su materialidad significante, compuesta de imágenes y palabras escritas en soporte papel, parecía un texto adecuado para poner en funcionamiento el modelo estructuralista. En cambio, el cine involucraba una diversidad de materialidades que requería de operaciones diferentes en su proceso de producción. Verón, por ejemplo, retomaba de Metz la concepción de cine como lenguaje, distanciándose de la noción de lengua, entre otras cosa por la imposibilidad de distinguir en él unidades mínimas y porque las imágenes en movimiento y el sonido entablan una relación analógica con lo que representan (Diviani, 2019).
Pero Verón no restringía dicha concepción a un objeto en particular sino que la orientaba hacia la configuración de una teoría general de las operaciones de producción de sentido. En el número 3 de LENGUAjes, de abril de 1976, aparecen algunos artículos que refieren al concepto de operaciones, que será fundamental en la teoría veroniana de la semiosis social. En función de ocuparse de problemas “que en otros tiempos hubiesen sido considerados no relevantes para el lingüista por pertenecer al campo de la pragmática, en la medida que se interesa en el funcionamiento real del lenguaje en su utilización concreta” (LENGUAjes, 1976), se presentan trabajos de Culioli, Bacri y Fisher y Vignaux, entre otros. Al respecto, se destaca el texto de Culioli (tal vez la primera vez que este autor era traducido al español), en el que aparece de algún modo su teoría de las operaciones enunciativas; como así también un artículo de Nicole Bacri y Sofía Fisher (“Problemas planteados por la utilización de un metalenguaje en psicolingüística”), en el que se plantean algunos aspectos de la teoría lingüística de la enunciación. En ambos se preanunciaban los caminos que luego trazaría el estudio sobre los discursos de raíz veroniana.
En el último de los textos, las autoras, que retoman algunas consideraciones de la teoría de Culioli, parten de dos hipótesis. Primero, que todo enunciado está construido sobre una relación inicial capaz de ser modalizada; y segundo, que los enunciados llevan los rastros, o marcas, de las operaciones que lo constituyeron. Como más tarde afirmará Verón: “analizando productos, apuntamos a procesos”5:

Las dos hipótesis principales se refieren entonces a la existencia, en un nivel pre-lexical, de relaciones primitivas, orientadas y no simétricas, y a la interpretación de los observables como productos de operaciones que consisten en construir los enunciados a partir de las relaciones iniciales, operaciones cuyas marcas se hallan en la superficie. (Bacri y Fisher, 1976, p.50)

En síntesis, se podría decir que en LENGUAjes se expresaron tensiones que fueron perfilando algunos desplazamientos y fundaciones ya presentes en el propio diseño gráfico de su nombre. El paso de los problemas de la lengua en sentido saussureano, propio de los años sesenta, al estudio de los lenguajes desde una orientación pragmática, focalizada en los usos y, sobre todo, en el interés por los procesos de producción de sentido de los discursos sociales (Diviani, 2019). 

Consideraciones finales

Más allá de los sucesivos cambios de su orientación teórica a lo largo de su amplia trayectoria, se constata en los escritos de Eliseo Verón un conjunto de postulados que ya estará presente en sus producciones tempranas, de los años sesenta y setenta. Podemos sintetizarlos en tres posicionamientos teóricos conceptuales, a los que habría que agregar otro de tipo estilístico:
1) Su constante reclamo de la necesidad de una metodología rigurosa y fundamentada para la construcción del conocimiento científico, que ubica a este autor en un lugar destacado del campo cultural e intelectual contemporáneo. El paso, en sus inicios, de preocupaciones de tipo filosóficas al interés por cuestiones sociológicas, como así también su tránsito por la naciente carrera de Sociología y su experiencia en los nuevos centros de investigación como el Di Tella –en el marco del proceso de modernización social y cultural que vivió la Argentina en aquel período–, permitieron a Verón estar siempre a la vanguardia de las problemáticas epistemológicas de su tiempo, congeniando el trabajo de producción teórica con la investigación empírica.
2) La consideración epistemológica respecto a la importancia de definir claramente los niveles descriptivos, explicativos y de abstracción vinculados al lugar que ocupa el observador para el análisis teórico de los fenómenos, siempre teniendo presente la complejidad no determinista de la relación entre actores diversos (por ejemplo, entre individuo y sociedad).
3) Vinculado con lo anterior, la disputa con las teorías subjetivistas de la acción orientada e intencional propia de la filosofías fenomenológica y hermenéutica, como así también los modelos objetivistas vinculados al funcionalismo, positivismo y conductismo de la sociología norteamericana. 
4) El carácter siempre polémico de sus intervenciones referidas a las tres cuestiones antes mencionadas.

Notas:

1 Primera porque a fines de los años 60 se producirá una nueva controversia entre Verón y Masotta a propósito del texto de Verón “Los códigos en acción” de 1968 –el análisis de un afiche publicitario de la marca Van Heusen-, al que Masotta le dedicará críticamente un texto denominado “Reflexiones transemióticas sobre un proyecto de bosquejo semiótica translingüística” en 1970.

2 En el año 1962 Verón dirigirá una revista que se llamó Cuestiones de Filosofía, una especie de continuación de lo que había sido Centro, y que editó tres números. En el 2/3 se publicó una de las primeras entrevistas a Lévi-Strauss en Argentina, que Verón envió desde Francia. Ver la entrevista que Carlos Scolari realizó a Verón en 2006: “La televisión, ese fenómeno “masivo” que conocimos, está condenada a desaparecer” (2010).

3 En los años sesenta la relación entre ciencia e ideología será un tema recurrente en Verón, obviamente como consecuencia de las condiciones de producción del autor en aquel momento. En ese sentido, el eco del marxismo también fue una referencia en el intento de la construcción de una teoría científica de lo social, que ya a mediados de los años setenta abandonará totalmente.

4 En 1972 había aparecido en Argentina el destacado libro de Metz Ensayos sobre la significación en el cine, como parte de la colección Signos, que dirigía Verón y llevaba el sello de la Editorial Tiempo Contemporáneo. Además, en 1973 ese autor visitó el país para dictar una serie de conferencias y brindar un seminario sobre cine.

5 En “Diccionario de lugares no comunes” Verón refiere a este concepto, retomado de Culioli, diciendo: “Cuando se analizan los discursos se describen operaciones (este principio nos aproxima a cierta lingüística; véanse los trabajos de Antoine Culioli). Una superficie textual está compuesta por marcas. Esas marcas pueden interpretarse como las huellas de operaciones discursivas subyacentes que remiten a condiciones de producción del discurso y cuya economía de conjunto definió el marco de las lecturas posibles, el marco de los efectos de  sentido de ese discurso. De modo que las operaciones mismas no son visibles en la superficie textual: deben reconstruirse (o postularse) partiendo de las marcas de la superficie” (Verón, 2004 [1979], p.51).

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Fecha de recepción: 30-05-2019.
Fecha de aceptación: 14-06-2019.

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