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La trama de la comunicación

versão impressa ISSN 1668-5628

Trama comun. vol.24 no.2 Rosario dez. 2020

 

ARTÍCULOS

La observación participante en una redacción. Un caso de estudio

Participant observation in a newsroom. A case study

 

Por Lorena Marisol Retegui

retegui.lorena@gmail.com / Universidad Nacional de Quilmes - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Lorena Marisol Retegui
Argentina.
Doctora en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes. Licenciada en Comunicación Social (orientación Periodismo) por la Universidad Nacional de La Plata. Becaria Postdoctoral en Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Afiliación institucional: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Universidad Nacional de Quilmes.
Área de especialidad: Procesos de Producción, Medios y Digitalización.
E-mail: retegui.lorena@gmail.com


Sumario:

Este artículo describe y reflexiona sobre diferentes momentos del investigador, durante la etapa de observación participante en espacios de trabajo de periodistas. Se hace hincapié en las dificultades y desafíos, desde una perspectiva reflexiva. Desde un estudio de caso en la sala de redacción de un diario, se indagó en los principales cambios en la organización productiva y del trabajo, en el contexto digital, y en las percepciones de redactores, editores, diseñadores y fotógrafos sobre ese proceso.

Descriptores: Observación Participante; Investigador; Procesos de Trabajo; Periodistas

Summary:

This article describes and reflects on different moments of the researcher in the stage of participant observation, in journalist’s workspaces. Emphasis is placed on the difficulties and challenges, from a reflexive perspective. Starting with a newspaper newsroom case study, we inquired on the main changes in the productive organization and work, in the digital context, and the perceptions of journalists, graphic designers and photographers about this process.

Describers: Participant observation; Researcher; Work Process; Journalists


Introducción

¿Qué alcances y desafíos presenta el enfoque etnográfico cuando el escenario de estudio es una sala de redacción? ¿Qué rol ocupa el investigador o la investigadora que circula en los espacios de trabajo de los periodistas? Son interrogantes que guían el artículo, a partir de mi experiencia al interior del diario argentino La Nación1. En consecuencia, propongo describir diferentes situaciones que atravesé durante el proceso de la observación participante y reflexionar sobre los límites que encierra observar in situ las rutinas productivas en un medio de comunicación, con rasgos específicos en su organización productiva: centralidad del trabajo creativo, estrechas economías de tiempo y una relación especial de los periodistas con sus fuentes informativas y de exclusividad respecto a su materia prima (la información). Todo ello irá acompañado de mis impresiones, dudas y significados atribuidos a las diferentes circunstancias y al encuentro entre investigador y sujetos de estudio.
La estructura del presente artículo es la siguiente: en primer lugar, brindo una descripción introductoria del tema de investigación y la propuesta teórico-metodológica, en diálogo con estudios antecedentes de corte etnográfico. Luego abro paso al análisis de las jornadas de observación participante: qué problemas o avatares surgieron durante el proceso y qué decisiones tomé al respecto, desde un abordaje crítico del rol del investigador, y a partir de las sensaciones que experimenté en la redacción de La Nación. Por último, más allá de considerar que el trabajo de campo fue limitado, esbozo sus aportes, en relación a los objetivos de estudio propuestos, y desde una mirada que procura ser reflexiva.

1. Apuntes sobre el tema y antecedentes

En la investigación analicé los procesos de organización productiva y del trabajo en la redacción de La Nación durante el período 1995-2013, en el contexto de una fuerte introducción de tecnologías que atravesó sus modos de producción, distribución y consumo. También fue propósito indagar en la mirada de los periodistas, diseñadores y fotógrafos, y del personal jerárquico (secretarios de redacción y pro-secretarios) acerca de las transformaciones en sus procesos de trabajo.
Las principales preguntas de investigación fueron las siguientes: ¿Qué transformaciones emergieron en la organización del trabajo de una redacción de diario, respecto a la división de tareas y las economías de tiempo? ¿Cómo fue la reconversión de los trabajadores en el contexto de la digitalización? Las tecnologías introducidas por la empresa, ¿afectaron al trabajo creativo de periodistas, diseñadores y fotógrafos? ¿Qué tipo de mecanismos de cooperación y control se desplegaron en la organización del trabajo? ¿De qué modo fueron afectadas las condiciones laborales de periodistas, diseñadores y fotógrafos en el contexto de la digitalización?
A nivel conceptual, la investigación partió de la Economía Política de la Comunicación (EPC), que reconoce como objeto de estudio el doble carácter (simbólico y económico) que concentran los bienes y servicios de la cultura. Se ha distinguido por su interés en describir y analizar el significado de las formas estructurales responsables de la producción, distribución e intercambio de las mercancías de la comunicación, entre ellos los medios públicos y comerciales. Para evitar el reduccionismo económico, la EPC debe configurarse como una puerta de entrada a la comprensión de los fenómenos comunicacionales, pero de ninguna manera dar cuenta de forma acabada el análisis de sus procesos. Es decir, requiere situarse como perspectiva multidisciplinar e inclusiva (Mosco, 2009). Sin intención de abrir un debate sobre la tradición de la EPC, puesto que no es propósito de este artículo, se entiende que en términos generales la economía política se ha concentrado en el análisis a nivel macro económico y social (Mastrini, 2014). En ese sentido, el trabajo de campo que aquí presento se articuló con otras miradas teóricas, a nivel micro-social de la producción: por un lado, se recuperaron dimensiones de análisis desde la Sociología crítica del Trabajo, aplicadas por Martha Roldán (2010, 2011 y 2012). Para comprender cómo el contexto digital condicionó el trabajo creativo en las industrias culturales, la autora eligió combinar entrevistas y observación participante en los sectores de la televisión y empresas de software2. Por otro lado, mi trabajo de campo se enriqueció de estudios que se enmarcan en la teoría de la construcción de la noticia (en adelante Newsmaking), tanto a nivel conceptual como en la estrategia de aplicar etnografía.
La sistematización académica sobre los valores noticiables y las rutinas periodísticas resultaron base teórica para el análisis de los procesos de trabajo al interior de La Nación. Mientras que los estudios de corte etnográfico no han sido prolíficos dentro de la mirada de la EPC (Mosco, 2009), sí tienen un vigoroso recorrido dentro de los estudios de Newsmaking y han permitido visibilizar y comprender el proceso, tradicionalmente implícito, del trabajo de los periodistas. En consecuencia, parto de considerar que la presencia del investigador en el ámbito de las dinámicas de trabajo permite no sólo el acceso a una descripción detallada de las fases de producción, economías de tiempo, aplicación de tecnologías y observación de los diferentes puestos de trabajo, sino el registro de las motivaciones, valores profesionales e interacciones entre los productores.
Los procedimientos establecidos para recopilar, procesar y publicar cierta información y no otra, según el enfoque de Newsmaking, tienen consecuencias en el contenido y en la forma de los mensajes. Para esta mirada no se trata de periodistas sagaces, con olfato o dotados de astucia para encontrar la noticia. O sí, en algunos casos, pero sugiere que los periodistas, más que “cazadores” de noticias, son constructores, y que las rutinas productivas son factores relevantes al permitir analizar las noticias como un producto social y organizacional en las diferentes fases de producción y no como un “espejo” de la realidad (autor, 2017).
Consciente de la arbitrariedad que implica mencionar sólo algunos autores, destaco etnografías clásicas3, referentes para el trabajo que aquí presento. Una de las primeras investigaciones etnográficas desde los estudios del emisor es la de Sigal (1973), quien a través de observaciones en los diarios The New York Times y The Washington Post destacó la manera en que los periodistas actuaban en relación con la información y con las fuentes, es decir, los valores noticiosos. Durante su trabajo de campo, Sigal demostró, entre otros hallazgos, que los “canales de rutina” (fuentes como conferencias de prensa y gacetillas) superaban en más del doble a los “canales extraordinarios” (entrevistas y material de investigación).
Otros estudios con observación como método emergente en salas de redacción y estudios de radio y televisión llegaron de la mano de autores como Schlensinger (1978), Gans (1979), Golding y Elliott (1979), Fishman (1980) y Tuchman (1983). Por su parte, Wolf (1987) también destaca las contribuciones de Warner (1971), Epstein (1973), Altheide (1984), Alvarado y Bunscombe (1978).
Es destacable el trabajo pionero de Fishman (1980), al registrarse en 1976 como reportero de un periódico local de California, Record, convencido de que estudiar los métodos rutinarios de los periodistas le permitiría comprender cómo se fabrica la noticia. Gans (1979) también se distinguió por su etnografía al interior de las redacciones, método que combinó con un análisis de contenido de diarios norteamericanos para demostrar la (no) objetividad en la producción de las noticias.
La obra de Tuchman (1983) es fruto de una minuciosa investigación en la que realizó extensas observaciones en dos medios de Estados Unidos (se destaca el periódico de Seabord City) y en la sala de prensa del Municipio de Nueva York, a fines de la década del sesenta, para demostrar que las noticias no son un reflejo de la realidad, sino “un marco que delinea el mundo” (1983: 13). La socióloga demostró que los hechos se convierten en noticia a través del proceso rutinario y los procesos de trabajo que siguen los periodistas, en el marco de decisiones que provienen de una organización informativa. Esa organización incide en tres campos concretos (el espacio, el tiempo y las fuentes) e influye en el temario de un medio (autor, 2017).
Los desarrollos actuales de esta perspectiva recurren al enfoque etnográfico, propio de los estudios pioneros. Pero se diferencian especialmente por el análisis de la aplicación de tecnologías y su afectación a las tradicionales rutinas periodísticas (Anderson, 2011; Boczkowski, 2006); el impacto en los periodistas y sus valores profesionales (Bunce, 2017; Usher, 2012) y la influencia de métricas de consumo y big data en las etapas de producción de las noticias (Lee y Tandcon, 2017; Petre, 2015).
En Argentina, las primeras preocupaciones por entender y sistematizar cómo trabaja el periodista y en qué condiciones aparecieron en la década de 1990. Sin embargo, el enfoque etnográfico no ha sido preponderante en los estudios al interior de los medios de comunicación. De los autores que se ubicaron en la base conceptual del Newsmaking, se destaca Martini (2000), quien se abocó a estudiar las rutinas de producción y diferenciarse de los estudios centrados, exclusivamente, en el mensaje y sus efectos. Martini y Luchessi (2004) implementaron la técnica de la observación participante para abordar la “cocina” de las redacciones. En la investigación, también ponen el foco en las condiciones laborales en el contexto digital.
Arrueta (2010) analizó dos diarios de San Salvador de Jujuy para entender las rutinas de producción en “contextos de periferia”. Para ello acudió a una triangulación metodológica: jornadas de observación participante, entrevistas en profundidad y análisis de contenido. Boczkowski (2010) publicó una investigación en los diarios Clarín y La Nación y sus respectivas cabeceras digitales para analizar cómo incide el cambio tecnológico (principalmente la utilización de la Web) en la composición de la agenda temática y en el rol de las prácticas tecnológicas de los periodistas, para lo cual realizó más de 40 entrevistas en profundidad y observación directa en las redacciones.
También se destaca el estudio de Rosenberg (2017) en su análisis del proceso de socialización laboral en dos diarios nacionales (Página/12 y Tiempo Argentino). A partir de técnicas de trabajo etnográfico ahondó las distintas problemáticas y los aprendizajes de los jóvenes en el transcurso de las primeras etapas de su carrera periodística. El trabajo fue motivado en gran medida por la propuesta de los estudios pioneros de Newsmaking. Desde la perspectiva teórica de la Sociología crítica del Trabajo, los estudios ya mencionados de Roldán (2010, 2011 y 2012) constituyen un importante antecedente de observación participante al interior de medios televisivos.

2. Apuntes metodológicos

Teniendo en cuenta que el periodo de estudio de la investigación que aquí presento abarca casi veinte años, trabajé con una estrategia metodológica de corte cualitativa, a partir de una triangulación de técnicas que permitieran arribar a una imagen más completa del objeto: combiné entrevistas en profundidad y observación participante (fuentes primarias), además de una revisión bibliográfica y documental (fuentes secundarias) para identificar cómo ese ambiente –la redacción de La Nación- fue mutando con los años.  Valles (1999), basándose en Sanmartín (1989), señala que hacer investigación de campo, desde un enfoque etnográfico, implica mucho más que acudir a la técnica de la observación participante. En ese sentido, previo al análisis de la observación in situ, haré un breve repaso sobre la planificación y desarrollo de las entrevistas realizadas.

2.1 Las entrevistas

Para reconstruir el panorama de las principales incorporaciones de tecnologías y, especialmente, para comprender las expectativas y miradas de los sujetos de estudio, opté por realizar entrevistas semi-estructuradas y en profundidad. En total fueron 48 entrevistas a redactores, editores, diseñadores y fotógrafos, tanto del sector papel como del online. También incluí actores con perfil técnico y especialistas en mercado de trabajo. De ese modo, el recorte temporal, la experticia o el rol profesional y el nivel de jerarquía en la cadena de mando fueron los principales criterios para seleccionar las fuentes, como también el vínculo generado durante mi participación en la sala de redacción, teniendo en cuenta que las entrevistas se realizaron antes, durante y post observaciones.
Las entrevistas no fueron dirigidas o guiadas con preguntas cerradas, en tanto elaboré una guía temática, orientativa y abierta, que permitiera el diálogo en profundidad y teniendo en cuenta los objetivos del estudio, la variedad de roles/puestos en la redacción y las distintas fases de producción, como así también la triangulación teórico-metodológica propuesta. De ese modo, las preguntas o ejes elaborados tuvieron el propósito de identificar etiquetas/temas que me sirvieran de itinerario. Registré todas las entrevistas con grabaciones y anotaciones; duraron en promedio una hora y media, fueron individuales y personales (cara a cara), excepto en dos casos (Skype y correo electrónico). Vale mencionar que utilicé seudónimos para resguardar la fuente laboral de quienes trabajaban en el diario al momento del estudio, y preservar los lazos profesionales de quienes ya no formaban parte de la empresa, pero seguían vinculados al periodismo.
Algunos de esos entrevistados se convirtieron en la principal fuente de información. Guber (2008: 140) señala que “son las características particulares de la relación mantenida por el investigador con algunos individuos lo que torna centrales o claves a unos y ocasionales a otros”.  La diferencia radica en que con nuestras fuentes clave generamos una “interacción dialógica” (Restrepo, 2016), es decir, un diálogo en profundidad y reflexivo. A esas personas volví cada vez que necesité disipar dudas, solicitar aclaraciones y detalles, como también compartir nuestras interpretaciones. La diferencia no es, por tanto, simplemente cuantitativa, sino cualitativa.
En esta “interacción dialógica”, propia de la técnica etnográfica, es necesario tener en cuenta que “los informantes también son sujetos de reflexividad en la medida en que orientan su acción de acuerdo con diversos factores y con las circunstancias concretas que les toca enfrentar” (Guber 2005: 133). Es decir, están atravesados por marcos de percepción al momento de posicionarse frente a un investigador. En consecuencia, el material documental y hemerográfico resultó relevante para recolectar información del pasado y para contrastar con los testimonios y las entrevistas.

2.2. La observación participante

La observación como método posibilita conocer el terreno donde se desarrolla el objeto de estudio; contactar fuentes primarias, que en una primera instancia quedan fuera del muestreo seleccionado; como respaldo de los datos aportados por los entrevistados y para sumar nuevos interrogantes y aspectos no contemplados en la búsqueda inicial. En palabras de Guber (2008), consiste en observar de modo continuo y sistemático la población a estudiar desde adentro; no como mero espectador, porque “la ‘participación’ pone el énfasis en la experiencia vivida por el investigador apuntando su objetivo a ‘estar adentro’ de la sociedad estudiada” (Guber, 2008: 109).
La observación participante es una técnica propia de los estudios de corte etnográfico, que se interesan tanto por las prácticas (lo que la gente hace) como por los significados que estas prácticas adquieren para quienes las realizan (la perspectiva de la gente sobre estas prácticas). Esa autopercepción de lo que se hace y cómo se ve al otro (al colega, al jefe, en nuestro caso) “es una fuente importante de investigación sobre los sentidos de la vida social para esas personas” (Restrepo, 2016: 30). En ese sentido, la etnografía es más que una técnica, es “una concepción y práctica de conocimiento que busca comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de sus miembros” (Guber, 2005: 12-13).
Ahora bien, la etnografía también implica lidiar con lo que Guber (1995) describe como “incidentes de campo” y comprender que los investigadores sociales pueden transformar esas vicisitudes, en apariencia “anecdóticas y personales”, en instancia de conocimiento, lo cual revela cuánto comparte el investigador con la realidad que estudia. La consideración de los “problemas preliminares” se encuentra asociada al terreno donde observar, el cual “lejos de constituir un elemento más, constituye una instancia clave de replanteos” (Ameigueiras, 2013: 123). De esta manera, el enfoque etnográfico no se basa solamente en decisiones teórico-metodológicas, sino también en aspectos prácticos vinculados con la factibilidad de la investigación.
En este caso que presento afloraron dudas respecto a la factibilidad de concretar la observación participante en La Nación. Desde que tramité el permiso para ingresar, hasta que efectivamente pude hacer observación in situ, pasó más de un año. Teniendo en cuenta que la tesis se desarrolló en el marco de una beca de investigación, con plazos de entrega precisos, hubo una instancia de replanteo metodológico. ¿Valía la pena seguir esperando a obtener el permiso?; ¿se desechaba la técnica? o ¿se optaba por incrementar el número de entrevistas y de revisión bibliográfica mientras aguardaba la “apertura” a nuestro escenario? Decidí, finalmente, esta última opción. En caso de no poder ingresar al terreno, contaría con una buena cantidad de información primaria a través de los entrevistados.
En un primer momento, apuntaba a ingresar al menos diez veces para repetir observaciones en diferentes áreas y secciones. Sin embargo, sólo pude concretar cinco jornadas intensivas, de 12 horas promedio por jornada4. A partir de esa limitación, procuré asegurar que la mayor cantidad de entrevistas no se superpusiera con la observación participante. Por lo tanto, acordé con los periodistas realizar la entrevista formal en otro momento y, de ser posible, fuera del escenario de estudio. Sólo tres entrevistados rechazaron esa propuesta “por cuestiones de tiempo” y las entrevistas se realizaron en la redacción.
Respecto a qué observar, decidí que era apropiado concentrarme en la zona “caliente” de la redacción, donde conviven trabajadores y personal jerárquico dedicados a la elaboración del cuerpo principal del diario y del contenido digital. Ello me permitió observar los procesos de trabajo a lo largo de una misma jornada, en forma más integral que en la llamada zona “fría” (suplementos, revistas), cuya periodicidad es semanal.
No accedí con actividades estrictamente planificadas, pero ingresé con guías y premisas, a partir de mis objetivos de estudio, del análisis bibliográfico y de las entrevistas realizadas previamente. Hice, además, una exploración del terreno antes de conseguir el permiso formal. Ese acceso fue posible a través de una delegada gremial (ingresé como “su invitada”) y me sirvió para elaborar un croquis del escenario, observar la disposición espacial de los lugares de trabajo, espacios de ocio y disposición de tecnologías.
Respecto a qué observaría en cada jornada, además de las visitas previas, tuve una reunión con quien ofició de “portero”, es decir, la primera referencia en el lugar, quien facilita los primeros contactos y presentaciones (Ameigueiras, 2013). Pero aquí surge una segunda barrera: el pro secretario de redacción, que oficiaba de gatekeeper, diseñó de antemano la distribución de las jornadas de observación, con qué editores tener charlas informales o coordinar entrevistas; incluso el desplazamiento en el campo. Nuevamente, las dudas surgieron: ¿convenía seguir de modo estricto lo que me pedían, a riesgo de no satisfacer mis objetivos de investigación?, ¿Me movía según mis criterios a riesgo de que me expulsaran? Sólo en la primera jornada opté por seguir esa “hoja de ruta” propuesta por el gatekeeper, que no incluía, por ejemplo, la observación del sector de la web que para mi estudio consideraba esencial. De todos modos, aquel “portero” fue relevante para el ingreso al campo, por tratarse de un integrante con trayectoria, jerarquía en la cadena de mando y fluidas relaciones al interior de la redacción. En las jornadas que siguieron, me basé en las circunstancias de las rutinas laborales, propias de un medio de comunicación; en los vínculos creados con los actores sociales y en la subjetividad y los límites como investigadora.
Una de las primeras cuestiones cuando se planifica el ingreso a campo es analizar qué tipo de participación será. En el primer día de trabajo de campo advertí la imposibilidad de no tener ningún grado de involucramiento. El contexto puede habilitar al investigador a adoptar roles que lo ubiquen como observador puro, como en el registro de clases de una escuela. Pero su presencia afecta el comportamiento de la clase –alumnos y maestro-. Por eso, el observador puro es más un tipo ideal que una conducta practicable (Guber, 2001). “La participación pone el énfasis en la experiencia vivida por el investigador apuntando su objetivo a ‘estar adentro’ de la sociedad estudiada” (Guber, 2001: 57). En otras palabras, el
En ese sentido, la diferencia entre observar y participar radica en el tipo de relación que el investigador construye con los sujetos/informantes y el nivel de involucramiento que resulta de ese proceso. Es cierto que la observación no es del todo neutral o externa pues incide en los sujetos observados y, al mismo tiempo, la participación nunca es total excepto que el investigador adopte como campo un espacio de su cotidianeidad; aun así, el hecho de que un miembro se transforme en investigador introduce diferencias en la forma de participar y de observar (Guber, 2001).
En esa participación, se torna necesario mantener una actitud de apertura, de sensibilidad ante los distintos escenarios (Carrera, 2015; Restrepo, 2016) y entender que los vínculos con los actores sociales nunca serán lineales. Es prioridad la ubicación en el lugar como los primeros contactos con los individuos, en general, y los informantes, en particular. Sin embargo, el investigador puede aprovechar esa buena predisposición de sus fuentes, el rapport, sin perder el sentido crítico hacia ellas, de otro modo, “sufriría aquello de quedar atrapado dentro de un cerco de “gente macanuda” (Guber, 2008: 87).
Desde el primer momento, la observación fue no encubierta, en tanto les notifiqué a los jefes de sección el trabajo que iba a realizar, al igual que a los redactores que consultaron el motivo de mi presencia. “La revelación de su identidad se da al menos ante los porteros que regulan el acceso a ciertos espacios observacionales y están en condiciones de conceder el permiso para que el investigador realice allí su tarea” (Marradi y et al., 2007: 197). De todos modos, eso no implicó que todos los periodistas hayan sido plenamente conscientes de ser observados por una investigadora como así tampoco informé sobre las hipótesis del estudio para que el comportamiento de los actores resultara lo más natural posible.
Como industria cultural, el diario y la prensa online presentan algunas características comunes: una imperiosa necesidad de renovación constante (especialmente en la industria online que es de flujo continuo); la centralidad del trabajo creativo5; la producción de una mercancía compleja, con múltiple información y temáticas; un proceso de producción que puede ser muy distinto para cada sección, como así también un proceso para las ediciones de los días laborables y otro para las dominicales. Por tratarse de una industria con una altísima rotación del ciclo productivo, la relación tiempo de ocio y tiempo de trabajo fue un eje de suma importancia en mis anotaciones. Además de cumplir con los plazos de producción y comercialización, como toda industria, en el diario se ha de procurar una organización no excesivamente rígida en cuanto a la supervisión de los periodistas para conseguir la información, materia prima variable, poco previsible y poco almacenable (De Mateo y et al., 2009).
Tuve en cuenta estos rasgos al momento de desplazarme en el campo y participar de las observaciones. En consecuencia, integré actividades de distinta magnitud y con distintos grados de involucramiento. “El investigador, en tanto un extraño, puede darse ciertas licencias; pero sin convertirse en una fuerte traba o ruido en la dinámica de la vida social de las personas con las que se trabaja” (Restrepo, 2016: 22). Interrumpí el trabajo sólo cuando lo consideré necesario, por ejemplo, para obtener una aclaración sobre una fase específica de su actividad o tecnología utilizada. En esos casos, le solicité a redactores y editores que me explicaran cómo eran técnicamente los sistemas de publicación (posibilidades y limitaciones) y la percepción que de ello tenían (ventajas, desventajas), entre otras consultas que se hicieron, porque entendí que la mera observación no hubiera alcanzado para comprender la aplicación y apropiación de esos dispositivos.
Hubo de ese modo un nivel variable de participación en la redacción, mientras que en reuniones “de temario”6 mi participación se limitó a escuchar y tomar nota, en el trabajo diario de los periodistas hubo mayor involucramiento. No obstante, dependió de diversos factores: la fase de producción, las economías de tiempo, es decir, rasgos que concentra el trabajo en un medio de comunicación, y el vínculo generado con los diversos actores.
Parte de las desventajas que tiene la observación directa como técnica es que presenta límites respecto a los contenidos observables (Valles, 1999). En este caso, es lógico –y considero pertinente- que toda reunión o conversación privada quedara fuera de mi alcance como investigadora, a menos que me invitaran a participar, como ocurrió en una reunión de editores de la sección política: allí el jefe editor me propuso involucrarme en el armado del temario especial sobre las elecciones primarias de cargos legislativos que se desarrollarían al mes siguiente. Respondí al pedido y el tema propuesto se sumó al temario “de parrilla”. Al terminar la reunión, el periodista me preguntó: “¿No querés venir el 11 a cubrir un bunker?”7. Previamente, me había comentado lo complejo que era organizar las coberturas para las elecciones (“siempre falta gente”, “siempre llegas con poco resto”), pero tomé con gracia esa invitación y no recogí el guante para trabajar en el rol de periodista. Luego me pidieron opinión sobre el esbozo de la tapa del diario; me mostraron la maqueta y brindé mis impresiones sobre la foto elegida para la portada. Más allá de estas dos situaciones, no volví a participar en actividades vinculadas con la selección de contenidos.
En otra oportunidad, cuando me dispuse a observar a los periodistas del online, un editor del turno mañana me invitó a ubicarme a su lado, y a poca distancia de los redactores. “Preguntame lo que quieras”, dijo mientras abría el publicador8 y observábamos juntos la jerarquización y publicación de notas en tiempo real. Estuve varias horas sentada allí, observándolo a él, y en su vínculo con los redactores. Sólo me moví para ir al baño. Aquí había una cuestión que diferenciaba mis observaciones respecto a los procesos de trabajo en papel: poco se desplazaban los periodistas de sus puestos de trabajo, concentrados en actualizar la web y con poco espacio para la recreación, incluso, también para ir al baño o hacerse un té. Ello implicó que mis interrupciones fueran menos frecuentes que con sus pares del print. Sí interrumpí al editor, en varias ocasiones, porque entendí que, aún en sus estrechas economías de tiempo, su predisposición habilitó ese espacio para el diálogo.
Aunque el estudio no incluyó análisis de contenido, en la redacción papel decidí privilegiar la observación de la sección política. En primer lugar, porque es una de las secciones consideradas “fuertes”, con mayor número de notas en la tapa, y los tiempos del cierre del diario suelen estar condicionados por esta sección más que por otras. En segundo lugar, porque su jefe de sección demostró interés por la investigación y apertura, incluso permitiéndome participar de diálogos entre periodistas y editores en la “cocina” de cada nota. En esas situaciones, surgieron dudas sobre mi posición como investigadora. ¿Era ético escuchar conversaciones con temas que concentran rasgos de exclusividad y una relación especial de los periodistas con sus fuentes? Mi postura fue evitar la toma de apuntes en esas ocasiones para generar confianza y no dejar registro que pudiera exponer tanto al editor como a los redactores. En definitiva, la participación supone desempeñar ciertos roles que imprimen de tensión el trabajo de campo etnográfico, entre participar y observar, mantener la distancia o involucrarse.

3. Observar es también ser objeto de burlas

Reconocer límites es parte del proceso de campo etnográfico. Y en ese punto, surgieron situaciones incómodas, rótulos inesperados, dudas sobre cómo afectaba mi presencia directa en la redacción. Hubo pedidos explícitos de periodistas que no quisieron ser observados y, por supuesto, decidí respetarlos. “No quiero que me observes porque voy a hablar por teléfono”, fue el comentario que me hizo un redactor de Política. En otro momento esa misma persona aludió (en tono de broma) a sus sospechas de que yo era una “informante K”9. En consecuencia, le recordé a ese periodista que mi interés estaba puesto en la aplicación de TIC y en los cambios en las prácticas laborales, en el contexto digital, y que no estaba allí para hacer un análisis de contenido. Sin embargo, nunca se generó un vínculo de confianza como sí ocurrió con otros actores.
La situación de mayor incomodidad ocurrió en la tercera jornada, cuando se acercó el secretario general del diario, y en voz alta y frente a editores y redactores, me dijo: ¿Vos seguís acá? ¿No nos exprimiste lo suficiente ya? (risas)”. Para entonces, el lazo con varios periodistas se encontraba más maduro, pero ese comentario no resultó inocuo y me generó incertidumbre y replanteos porque todavía restaban dos jornadas más de observación.
¿Por qué me había afectado tanto esa reacción, incluso más que el rótulo de ser una “espía”? Al volver a lecturas de etnógrafos que han experimentado situaciones incómodas en sus trabajos de campo, pude reflexionar sobre esa escena. Esa actitud hostil, aunque haya sido en tono de chiste, provenía de la máxima autoridad en la redacción, después del director, y ponía en la superficie cómo se construyen sentidos jerárquicos al interior de un medio tradicional como La Nación. Quizás, el reto no era para mí, sino para los secretarios de redacción y editores que me abrían las puertas.
Esto nos permite reflexionar sobre otra de las preguntas que hicimos al inicio del artículo. ¿Qué lugar como observador ocupaba en el campo? ¿Era nativa o extranjera? Por un lado, el acercamiento a las principales rutinas productivas propias de las redacciones de diario, los contornos de la libertad de expresión y los valores profesionales de los periodistas daban cuenta de una posición nativa. A su vez, las sospechas sobre mi presencia, la necesidad de conocer cómo aplicaban cierta tecnología y, fundamentalmente, “el no pertenecer” al mundo La Nación marcaban una condición de extranjera. Un síntoma de ello fueron las bromas recurrentes: “nos estás espiando”, “ojo con lo que anotás”, “¿hasta cuándo te vas a quedar?”. Estas circunstancias permitieron comprender que el hecho de haber pasado por una redacción de diario, como periodista, no implicaba que como investigador “ya estaba en el campo” (Guber, 2008). Tampoco implicaba asimilar como extraños a los periodistas, diseñadores y fotógrafos y desconocer su trabajo. En suma, “las categorías de `nativo´ y `extranjero´ no están dadas a priori: su sentido proviene del contexto histórico y cultural específico de cada investigación” (Guber, 1995: 30). Para quienes estaban siendo observados claramente no se trataba de una nativa porque no hubo presentación como ex periodista y, por otro lado, la forma de moverme, de tomar nota, de “saltar” de un espacio a otro, indicaban que había un extraño.
El momento de mayor empatía se dio durante las observaciones en el área de diseño: al margen de las subjetividades que se ponen en juego entre investigador y sujetos de estudio, considero que hay una cuestión vinculada con el tipo de trabajo en la redacción. En contraste, los periodistas (redactores y editores) suelen ser celosos de su trabajo por la información que manejan, por las fuentes a las que acceden y su rasgo de exclusividad “que imprime a los testimonios de reticencias” (Martini y Luchessi, 2004: 145). Cabe señalar también el contexto en el que se hicieron las observaciones, en un momento de cuestionamiento público hacia los medios de comunicación y hacia los periodistas que habitan esos medios. Como resume Martín Becerra (2018, párr. 8), “los medios de comunicación no son pulcras vestales. Tienen, como el resto de las instituciones públicas o privadas, intereses parciales”. Si a eso se suma que las observaciones se hicieron en momentos de cierre de lista de candidatos, a dos meses de las elecciones primarias en Argentina, la recepción de los periodistas podría haberse visto afectada, sobre todo entre los redactores y editores de la sección política.

4. Cómo se repartieron las jornadas. Notas de campo

Las jornadas tuvieron duración variable y ello dependió fundamentalmente del horario de ingreso, negociado siempre con un periodista, debido a las medidas de seguridad del edificio donde funcionaba La Nación. La primera vez que ingresé me tomaron una foto y me solicitaron información personal (DNI, institución de pertenencia, teléfono de contacto). También me consultaron si ingresaba con celular, cámara y/o computadora. En las primeras dos ocasiones fue el pro secretario quien me esperó en la puerta de acceso, porque la tarjeta de invitada sólo me permitía subir desde la planta baja del edificio al tercer piso, donde se encontraba la sala de redacción. Aunque nunca me impusieron horario de salida y pude movilizarme por toda la redacción, ello no implicó tener “pase libre” o mot de passe para ingresar cuando quisiera. Mis horarios eran los de ellos.
Antes de describir cómo fueron distribuidas las jornadas de observación, es preciso recordar el principal objetivo del estudio: analizar los procesos de organización productiva y del trabajo en el contexto de la digitalización en la redacción de La Nación (1995-2013); como objetivos específicos apunté a identificar las principales innovaciones tecnológicas; analizar las economías de tiempo asociadas a los procesos de trabajo en la redacción y en qué medida la aplicación de TIC afectó al trabajo creativo de periodistas, diseñadores gráficos y fotógrafos; identificar qué tipo de coordinación y controles laborales se pusieron en práctica y reflexionar sobre aspectos centrales de las condiciones trabajo.
Día I. Hice una observación general del espacio arquitectónico y de las diferentes fases de producción en el área “caliente” de la redacción del diario, donde compartían espacio físico los periodistas y editores de las secciones de política, economía, internacionales y sociedad, junto a la redacción online del diario, como así también el sector de diagramación, el de fotografía y las oficinas de los secretarios de redacción.
En esa primera jornada también pude observar la reunión de temario o “de blanco” y la reunión de tapa, y accedí al sector del archivo del diario para recoger material hemerográfico que fue muy importante para construir los cambios e incorporación de tecnologías en épocas pasadas en La Nación. Ese día estuvo dominado por las presentaciones. Si bien recorrí toda la redacción, mi mayor permanencia estuvo en la sección deportiva de lanacion.com, por encontrar allí un lugar estratégico desde la ubicación, pero sobre todo por la recepción de los periodistas.  “Acá no te vamos a hacer bullying”, me dijo uno de los periodistas, en referencia al otro sector de la web, el área de breaking news.
El principal interés en esa jornada estuvo en observar las diferentes fases de la cadena productiva tanto en papel como en online y en los vínculos que se establecían entre los sujetos, cómo se posicionaban y veían al otro, teniendo en cuenta que una de las premisas de las que partía era la (no) convergencia en los procesos laborales entre el sector del diario impreso y la web.
Día II. En la segunda jornada focalicé en la observación del área de diseño y diagramación, lo cual no sólo permitió analizar cómo es el proceso de organización del trabajo de los diseñadores, sino también el trabajo de los jefes editores de todas las secciones que circulaban por esa área, incluyendo a los editores fotográficos. Es importante destacar que no permanecí en el área de fotografía por las siguientes razones: a) una cuestión material del trabajo de campo. Ante la limitación de jornadas, decidí privilegiar otros sectores y b) porque durante la etapa de observación comenzó a evidenciarse la tercerización del sector, a través de una firma privada que impactó notoriamente en el número de fotógrafos propios, de planta permanente, que comenzaban a ser desplazados por fotógrafos ocasionales y sin vínculo con el diario. El “estar ahí”, en la redacción, me hizo notar la ausencia de reporteros gráficos.
En esa jornada pude observar la aplicación del software de edición de los diseñadores, así como el publicador utilizado por toda la redacción papel. Ese día hubo mayor involucramiento con los diferentes actores para disipar dudas sobre los programas utilizados, la división del trabajo y economías de tiempo del área de diseño.
Día III. Observé todo el proceso de creación de redactores de la sección política del print, como así también la fase de edición de contenidos (incluyendo las reuniones de temario), diseño y diagramación. La jornada duró hasta el cierre de sección. Recogí apuntes sobre informantes clave de la sección política, luego de haber pasado con ellos una jornada completa, intercambiar opiniones y dialogar, por ejemplo, de las similitudes y diferencias entre hacer periodismo y hacer investigación en ciencias sociales.
Día IV. Permanecí en la redacción online, durante el primer turno (7 a 15 horas). Presencié el trabajo de redactores, editores web y fotógrafo editor y en sus modos de (no) relacionarse con la redacción papel. Como no hubo interlocutor para acceder a observar el turno tarde, que cuenta con otros editores a cargo, es que decidí ubicarme nuevamente en el área de diseño, desde donde podía observar en forma integral la redacción “caliente”.
Día V. Por último, en la quinta jornada volví a ubicarme en la sección de política; desde allí observé no sólo las reuniones de los editores en el armado de las páginas y el trabajo de los periodistas, sino también presencié el cierre de edición del diario que ese día (por ser el vencimiento del plazo para las listas en las elecciones) se extendió pasada la medianoche. Esa jornada, que se inició temprano y terminó a la madrugada siguiente, me permitió hacer una observación general de todo el proceso de producción del diario, tanto en papel como en online, ya que pude observar (sin participar) la organización del turno noche de la web. Esa jornada estuvo dominada, también, por las despedidas. Les avisé a los periodistas, con mayor cercanía, que ése era mi último día de observación. “¿Vas a volver?”, “¿Te llevas algo que te sirva?”, “Quiero leer la tesis”, fueron algunas frases repetidas.
Todos los apuntes o registros de campo de esas jornadas distinguieron dos universos: por un lado, la información brindada en charlas informales con los sujetos/informantes y la descripción de objetos (por ejemplo, tecnologías utilizadas); por otro lado, las percepciones, sentimientos e interpretaciones que surgieron en el curso de mi observación. Es que uno de los intereses del estudio fue indagar en la cultura de los periodistas de La Nación: los vínculos entre pares y a nivel jerárquico, las lecturas que ellos hacían sobre las tecnologías incorporadas por la empresa y cómo afectaban sus rutinas, el significado que le atribuían al concepto de trabajo creativo, entre otras cuestiones. Marcar esas diferencias en las anotaciones fue importante para el grillado y posterior análisis. Como sostiene Valles (1999), basado en Schatzman y Strauss (1973), las notas de campo no son solo una ayuda de memoria, no cumplen la única función de “recoger datos”, sino que ayudan a crearlos y analizarlos porque el investigador puede descubrir nuevas propiedades en escena, que no había advertido, pero sí registrado. Por otro lado, esas percepciones se vinculan, como señala Ameigueiras, con los ‘sensores’ del propio investigador, “sus apreciaciones en el campo” que le han “impresionado” pero también “con aquellas observaciones de la realidad que considera relevantes a partir, precisamente, del posicionamiento etnográfico” (2013: 131). De todos modos, ese registro no fue exhaustivo, y mucho menos incuestionable, y en ocasiones recurrí a nuevas entrevistas o consultas informales ante dudas surgidas sobre mis propias anotaciones.

A modo de cierre

Las jornadas de observación resultaron un desafío metodológico por la histórica reticencia que las empresas de comunicación tienen a ser objeto de observación, e incluso los propios periodistas a que su trabajo sea observado. A esto se agrega un rasgo particular, vinculado con las estrechas economías de tiempo que caracterizan a las rutinas periodísticas, escenario cada vez más acentuado en el contexto digital. De hecho, uno de los ejes de análisis denominado “meta de 0 Stock de Tiempo” se convirtió en uno de los hallazgos de nuestro estudio y, a su vez, una limitación durante todo mi trabajo de campo como investigadora.
Más allá de considerarla imperfecta, limitada en su permanencia y en su espacio (la dinámica periodística no se circunscribe sólo al espacio físico de la redacción), la observación participante tuvo un múltiple provecho para mi estudio. Como método permitió validar las interpretaciones y el procesamiento de la información obtenida en las entrevistas en profundidad con actores clave del proceso productivo; sumar preguntas que no habían sido plasmadas de antemano; contactar otras fuentes; conocer el terreno de primera mano y, muy especialmente, percibir rupturas, significaciones en torno a los diversos perfiles que convivieron en La Nación, en un contexto de fuertes transformaciones de naturaleza tecnológica y económica, pero también de índole cultural. Percibir “ese clima” fue quizás uno de los mayores aportes de la observación.
Sin poner el acento en los resultados, pues excede a los objetivos de este artículo, aquí sólo mencionaré los principales aportes de este enfoque etnográfico:
*Fue posible observar la aplicación de tecnologías (los softwares de métricas, por ejemplo) y comprender sobre las representaciones que los distintos sujetos hicieron de esas mismas herramientas (creatividad para algunos; control de productividad para otros).
*Haber observado todo el proceso productivo en un diario (y sus diversas fases de producción) permitió corroborar que, si bien hay mucha distancia entre lo que se planifica y finalmente lo que se publica, el producto está cada vez más estandarizado y en ese proceso los redactores pierden parte del control de su producto.
*Pude confirmar aquello que señaló la mayoría de los entrevistados: falló la convergencia de redacciones, anunciada por la empresa en 2009, y que implicaba no sólo la unificación en el mismo espacio físico, sino la sinergia en los procesos de trabajo de periodistas de papel y periodistas del online. Al mismo tiempo, fue posible reparar en la visión del otro (periodistas de la web sobre periodistas del print y viceversa) y captar significados sobre lo que implicaba hacer periodismo en el contexto digital, en uno de los medios más antiguos y tradicionales del país.
*Observé que la rotación del ciclo productivo del online fue cada vez más estrecha, con plazos estrictos y controlados. Hubo un desdibujamiento sobre la díada tiempo de ocio y tiempo de trabajo: aunque el esparcimiento se incluya (por ejemplo, con “la hora” que tienen para el almuerzo y en espacios comunes como la cafetería), no fue reconocido dentro del propio horario de trabajo. “Al final no nos hicimos nunca el té”; “todavía no fui al baño”, “aprendes a trabajar casi alienado”, fueron comentarios recurrentes que apunté en las notas de campo y que me permitieron reflexionar, también, que en muchas situaciones no había mala predisposición de los sujetos ante mi presencia, sino una dinámica laboral que resultaba, para muchos de ellos, asfixiante, estresante y flexibilizadora.
*Otro punto está vinculado con la polivalencia. Aunque en nuestro estudio no hallamos una modalidad clara y sistemática en la redacción, sí pude presenciar situaciones donde prevaleció la multifunción y evaluaciones de cualidades morales más que técnicas. Por ejemplo, editores demandando a sus redactores que saquen foto con sus celulares o que procesen la imagen, ignorando, en esos mensajes explícitos, la experticia del área de fotografía. Entiendo que sí hubo mayor flexibilidad en las relaciones laborales, porque frecuentemente los periodistas del online realizaban varias tareas al mismo tiempo, tareas que, por otro lado, no figuraban en ningún marco legal.
En síntesis, más allá de sus limitaciones, la observación participante resultó significativa para intentar desentrañar ese mundo particular que es una redacción periodística en el contexto digital. La experiencia in situ seguramente no permitió obtener una pintura completa de ese proceso de transformación de las prácticas laborales y culturales que atraviesa un diario tradicional como La Nación, pero sí una visión más profunda. Considero relevante dar cuenta de esas relaciones, en tanto conforman la base productiva en la que se desarrolla, luego, la producción de contenidos que consumen los públicos.
Por otro lado, dar a conocer las dificultades y las decisiones metodológicas que se toman durante la observación participante permite comprender el entramado de estrategias que se implementan en el proceso, así como el análisis de la información recopilada. En definitiva, “no se trata de “ir” a un lugar, sino de una manera de “estar” y, más aun, una forma de “posicionarse” en el campo. Esto, sumado a los vínculos que se generan con los individuos, no son más que “puntos de referencia en un mapa complejo de relaciones sociales” (Ameigueiras, 2013: 127). En ese sentido, entiendo que poner en palabras esas experiencias como investigador/a (con sus aciertos, errores y dudas) forma parte del hacer etnográfico.

Notas:

1 La Nación es una empresa de medios que tiene su origen en la industria del diario. Fundado por el ex presidente Bartolomé Mitre en 1870, es el segundo diario más antiguo que circula en el mercado. Al mismo tiempo, tiene un peso simbólico muy importante, ya que por allí circularon reconocidos e influyentes personajes de la literatura, la historia y la política argentina. Es un diario de carácter masivo, concentrando, detrás del diario Clarín, la mayor circulación neta diaria y es uno de los portales líderes en habla hispana, lanzado en 1995. El Monitoreo de la Propiedad de los Medios, elaborado por Reporteros Sin Fronteras y el diario Tiempo Argentino destaca que las familias Saguier y Mitre se reparten la propiedad a título de dueños individuales (60% y 10%, respectivamente). Disponible en: https://www.tiempoar.com.ar/nota/monitoreo-de-la-propiedad-de-los-medios >

2 La autora trabaja con las categorías de código del trabajo y código laboral que recuperó de conceptos tempranamente abordados por Edwards (1979): control simple (control directo), técnico (mediante tecnologías) y burocrático (por ejemplo, a través de normas propias de la empresa). >

3 La investigación sobre la producción de noticias no se desarrolló en ningún otro país como en los Estados Unidos. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la prensa estadounidense es fuertemente criticada por presentar una cobertura política tendenciosa y trivial. En ese marco surgen los estudios de Newsmaking (Hernández Ramírez, 1997). >

4 La observación participante se llevó a cabo en el edifico ubicado en calle Bouchard (CABA). En septiembre de 2013, La Nación se mudó a un moderno edificio en Vicente López dejando atrás más de cuatro décadas en la zona del teatro Luna Park, en Ciudad de Buenos Aires.>

5 Recupero el concepto de “trabajo creativo” desde la concepción de autores de la EPC (Zallo, 1988, 1992 y 2011; Mosco, 2009; Mastrini, 2014), como un rasgo primordial en las industrias culturales que hace que se diferencien de otros sectores económicos. Es trabajo contenido en la producción cultural […], un tipo de trabajo muy particular porque genera una producción simbólica que remite a los códigos culturales, históricos y presentes de una sociedad dada, contribuyendo a su reproducción ideológica y social” (Zallo, 1988: 51). Se trata de un trabajo predominantemente aleatorio y el prototipo que genera tiene un carácter único (valor de uso), que lo diferencia de otros sectores económicos, donde el prototipo se replica en forma exacta y en serie.>

6 También llamada “reunión de blanco” porque, al momento del estudio, era la primera reunión de la jornada en la que se reunían director del diario, secretarios y pro secretarios de redacción, jefes de secciones de papel y editor del online donde se discuten los temas a trabajar durante el día, las aperturas de sección, los temas que se toman de la web y posibles títulos de tapa. Durante el trabajo de campo, esa reunión se llevaba a cabo a las 13 horas. >

7 En referencia al 11 de agosto de 2013, día de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en Argentina.>

8 En la redacción online, al momento del estudio, utilizaban el sistema de edición y publicación denominado Content Management System (CMS), que se distinguía del publicador utilizado en papel (DTI, del inglés Digital Technology International).>

9 La alusión a “informante k” toma relevancia en una etapa de quiebre en la relación del gobierno nacional, en los mandatos de Cristina Kirchner (2007-2011 y 2011-2015), y las grandes empresas de medios, especialmente con Clarín y La Nación, a partir del conflicto con el campo en 2008 y la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en 2009. Es sintomático que una colega, Laura Rosenberg, describiera una situación similar durante su instancia de observación participante para su tesis (entre octubre de 2001 y agosto de 2012): en su análisis de la sociabilización laboral de jóvenes periodistas de Tiempos y Página/12, medios afines al gobierno, llegaron a rotularla como “espía de Magnetto, en referencia a Héctor Magnetto, director ejecutivo de Clarín” (Rosenberg, 2017: 96).

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Fecha de recepción: 04-10-2019.
Fecha de aceptación: 03-12-2019.

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