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La trama de la comunicación

versión impresa ISSN 1668-5628

Trama comun. vol.26 no.1 Rosario jun. 2022

 

ARTÍCULOS

El discurso intelectual de Carta Abierta: la hegemonía y lo nacional-popular

The intellectual discourse of Carta Abierta: hegemony and the national-popular

 

Por Guido Montali

montaliguido@gmail.com / Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

Guido Montali
Argentino.
Doctor en Estudios Sociales de Latinoamérica por la Universidad Nacional de Córdoba. Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires.
Afiliación Institucional: Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS, CONICET- Universidad Nacional de Córdoba).
Área de especialidad: imaginarios sociales y políticos en América Latina.
e- mail: montaliguido@gmail.com
ORCID: 0000-0002-4538-711X


Resumen:

El artículo presenta una lectura interpretativa de las producciones de la formación intelectual Carta Abierta (2008-2019), cuya emergencia se asoció con un clima agonal en la coyuntura política argentina. Sostendremos que es posible identificar en sus textos regularidades discursivas a lo largo de los años. El objetivo del escrito será mostrarlas y, luego, vincularlas con la tradición nacional-popular. Para ello transitamos cuatro momentos: i- la escenificación del surgimiento del espacio; ii- una revisión transversal en sus cartas del problema de la hegemonía; iii- la identificación de sus regularidades discursivas; iv- la relación de esas regularidades con la tradición nacional-popular. En las reflexiones finales retomamos la discusión, emergente de los análisis previos, sobre el uso del concepto de hegemonía en el discurso de Carta Abierta.

Descriptores: Carta Abierta; Intelectuales; Discurso; Hegemonía; Nacional-Popular

Summary:

The article presents an interpretative reading of the productions of the intellectual formation Carta Abierta (2008-2019), whose emergence was associated with an agonal climate in the argentine political situation. We will argue that it is possible to identify discursive regularities in their texts over the years. The aim of the writing will be to show it and then link them with the national-popular tradition. For this, we propose four moments: i- the emergence of the space; ii- a transversal review in his letters of the problem of hegemony; iii- the identification of their discursive regularities; iv- the relationship of these regularities with the national-popular tradition. In the final reflections, we propose a discussion, emerging from the previous analyzes, on the use of the concept of hegemony in Carta Abierta.

Describers: Carta Abierta; Intellectuals; Discourse; Hegemony; National-Popular


Introducción

Carta Abierta surgió en abril de 2008, en el marco del conflicto que el gobierno de Cristina Fernández tuvo al comienzo de su segundo mandato con entidades agropecuarias (Sociedad Rural, Coninagro, Federación Agraria y Confederaciones Rurales Argentinas) nucleadas en la entonces conocida “Mesa de enlace”. La tensión fue producto de la resolución 125 del Ministerio de Economía que establecía retenciones móviles a una serie de exportaciones agrarias1.
Nos proponemos realizar una lectura interpretativa de la intervención intelectual del espacio tomando como referencia a las sucesivas cartas que, producto de sus asambleas, publicaron en el diario Página/12. El objetivo de este ejercicio será identificar lo que postulamos como sus principales regularidades discursivas (donde señalaremos cinco) para, luego, mostrar cómo estas se relacionan con la tradición nacional-popular2.
Para abordar lo nacional-popular recurrimos al concepto de “tradición” del materialismo cultural de Raymond Williams (2009). Toda tradición, para el autor, es selectiva: se constituye de las elecciones sobre lo que es el pasado significativo, los hitos y memorias que resultan configurativos del presente, dando un sentido de continuidad histórica. Cuando pensamos lo nacional-popular como una tradición, hacemos referencia entonces a una identificación política que se configura a partir de tópicas y regularidades discursivas asentadas en esa construcción selectiva (Montali, 2021). Sus dimensiones son: i- un espacio de lo social y lo político, la “nación”, donde se construye el sentido de comunidad; ii- un sujeto colectivo hegemonizado bajo la noción de “pueblo”, que tiende a unificar heterogeneidades estructurales de clase; iii- la relevancia de la figura del/ la “líder”, que como la máxima autoridad nominativa efectúa operaciones narrativas y ritos de institución de fronteras; iv-  una dinámica de la inclusión social que se resuelve en dos direcciones: la inclusión vía mercado laboral (“pleno empleo” como objetivo) que facilita el crecimiento de la demanda y el desarrollo del mercado interno, y la inclusión vía inserción en la comunidad política (constitución de ciudadanías y ampliación de derechos); v- la asunción de la primacía de la política en la definición de los órdenes sociales y, con ello, su postulación como contradicción de polos antagónicos que se redefinen a lo largo de la historia pero que tienen las características de agruparse en dos: el bloque popular y el representante de los intereses de los sectores de poder; vi- la construcción de una memoria política nacional-popular instituida a partir de acontecimientos fundamentales desde mediados del siglo XX: el primer peronismo, la proscripción y el exilio de Perón, las juventudes militantes de los setenta.
Pues bien, las discusiones sobre la capacidad de estas tópicas de articularse como identificación política se vitalizaron en la primera década y media del siglo XXI, cuando los nacionalismos populares de la región se presentaron como alternativas hegemónicas al régimen neoliberal. En esos debates se produjo la emergencia y la intervención intelectual de Carta Abierta. En un primer momento propondremos una definición del espacio, seguidamente escudriñamos en sus cartas cómo fue tematizada la hegemonía en la coyuntura y pasamos después a consignar las regularidades discursivas en la dimensión de sus enunciados. Partimos del supuesto de que su intervención intelectual estuvo directamente asociada a la tensión agonal de la coyuntura argentina. Interpretada por Carta Abierta como una disputa hegemónica, que daba a su formación la posibilidad de ser parte de una “batalla cultural”, esa coyuntura funcionó como condición de producción de su discurso.
En estudios que se han hecho sobre Carta Abierta (Pulleiro, 2013; Waiman, 2016) dos preguntas suelen ser las más recurrentes: ¿cómo y por qué se produjo su emergencia? y ¿qué relaciones ideológicas, orgánicas e institucionales tuvo con los gobiernos de Cristina Fernández? Sin desconocer la relevancia de esas cuestiones, consideramos que esos trabajos no atienden a la dimensión discursiva de las producciones del espacio. Por eso aquí priorizamos la tarea de un abordaje de ese material significante producido, poniendo el foco en el análisis de su discurso intelectual y calibrando la pregunta en torno a cuáles fueron sus regularidades discursivas. Tomamos para ello principios teóricos de la pragmática sociohistórica (Angenot, 2010), de la hermenéutica (Ricoeur, 2008) y del análisis del discurso (Verón, 1987, 1993).
De modo que vamos a entender lo discursivo como práctica social significante vinculada a procesos de producción de sentido: “una relación dialéctica entre un suceso discursivo particular y las situaciones, instituciones y estructuras sociales que lo enmarcan” (Narvaja de Arnoux, 2006: 15). Inscribimos la indagación de los discursos sociales como parte del estudio sobre la dimensión significante de los fenómenos sociales.
En la comprensión de los textos no pueden disociarse los medios semióticos de las funciones que desempeñan: “el sentido de un texto es inseparable del hecho de que tenga una función social y de que sea el vector de fuerzas sociales” (Angenot, 2010: 74). Es decir, es necesario considerar lo que se dice con la “manera” en que se lo dice, el “lugar” desde el que se lo dice, los “fines” que persigue y los “públicos” a los que se dirige. Por eso, junto a las instituciones, los campos de producción, los tipos de agentes y los públicos destinatarios que permiten comprender las “maneras del decir”, hay que considerar también la “energía” que los participantes de esta redes de comunicación invierten en ellas o, de otro modo, “los placeres y beneficios” que obtienen.
Con Ricoeur nos acercamos a la hermenéutica para la interpretación de textos escritos. Comprenderemos a ese discurso fijado por la escritura como acciones significativas, es decir, como acciones que dejan marcas o huellas que se convierten en sus documentos. Todo texto es un acto comunicativo que tiene como intención significar, transmitir sentidos. El intento de registrar en esos documentos las huellas o marcas significativas deviene parte de la labor de interpretación, siendo conscientes de que como lectores/as atribuimos significados que podrán tener una dosis posible de arbitrariedad dentro de un campo limitado de interpretaciones. Es a lo que Ricoeur denomina “plurivocidad específica”. En ese sentido, la “semántica profunda” del texto no es reconstruir lo que se proponía decir el o la autor/a, sino aquello sobre lo cual versa o trata. Así lo que se quiere comprender no es algo “oculto” detrás del texto, sino algo expuesto: “la comprensión quiere captar las proposiciones de mundo abiertas por las referencias del texto” (2008:78).
De modo que nos proponemos situar esta indagación en ese escurridizo espacio entre los/as actores con sus compromisos políticos, sus posiciones institucionales y las discursividades a partir de las que organizan sus prácticas intelectuales. Resulta evidente que el campo intelectual no se circunscribe a aquellos/as que se comprometen con alguna forma de intervención pública en instituciones de la sociedad civil, siendo sus territorios más heterogéneos. Las labores intelectuales participan de distintas formas en la configuración conflictiva de sentidos, labores cuyas expectativas de expansión variarán de acuerdo al modo en que logren hacer circular e interactuar sus producciones con los diversos discursos sociales. Por eso, tomando como referencia a Silvia Sigal (1991), preferimos focalizar con el adjetivo “intelectual” no sólo a una posición en el espacio social en términos bourdieanos o a funciones en perspectiva gramsciana, sino a un posicionamiento ético-político: la labor intelectual pondera el compromiso de intervención pública como uno de los valores centrales de su hacer. Esa fue la principal dimensión de la intervención pública de Carta Abierta3, cuyo discurso intelectual pasamos a interpretar.

El discurso intelectual de Carta Abierta

Subraya Martín Retamozo (2012) que, desde el comienzo de sus gestiones nacionales, el gobierno de Néstor Kirchner generó una superficie de inscripción nacional-popular que favoreció el encuentro entre intelectuales tanto de orígenes peronistas como provenientes de tradiciones de izquierda, convocados por enunciados como la política de derechos humanos o la integración latinoamericana. Se consolidaron así, para el autor, tres espacios de discursividad intelectual en torno al kirchnerismo: 1- aquel que destacó positivamente las rupturas del kirchnerismo respecto al neoliberalismo, 2- el que señaló las continuidades e incluso profundizaciones del orden neoliberal, 3- quienes postularon una configuración de populismo autoritario en el nuevo gobierno.
En un escenario que Héctor Pavón (2013) describe como el del “regreso de los intelectuales públicos”, es notable que luego de la coyuntura del 2008 y la “crisis con el campo” se produjo la proliferación de la intervención intelectual a partir de colectivos: Carta Abierta, Club Político Argentino, Aurora, Plataforma 2012. De acuerdo con Retamozo:

La irrupción del kirchnerismo como proceso político trastocó, entre otros ámbitos, el campo intelectual. La reemergencia del espectro de lo nacional y popular, la matriz plebeya del peronismo, los tiempos latinoamericanos y un conjunto de decisiones tomadas en torno a las demandas sociales despertaron imaginarios aletargados y activaron esa máquina de hacer mitos que es el peronismo, ahora en clave kirchnerista. La agudización del conflicto en la coyuntura del 2008, y la persistencia del kirchnerismo como fenómeno (como gobierno, movimiento e ¿identidad?), requirieron de la palabra. Allí los intelectuales se posicionaron, más allá de la coyuntura, como una respuesta a los tiempos que corren (2012: 18)

Así el revitalizado tejido de la narrativa nacional-popular fue parte de un nuevo clima ideológico en los años de  gobiernos kirchneristas (Altamirano, 2011). Si la crisis de 2001 había derivado en reflexiones sobre las posibilidades de un variopinto espectro de alternativas políticas, su resolución por la más clásica de las vías institucionales no fue sin embargo la disolución de los debates sobre los legados político-ideológicos. Lo que vendrá es, al menos, un tiempo que abrirá las discusiones sobre sus posibilidades de ser en términos de “posneoliberalismo” de la mano del flexible peronismo, que nutrirá una nueva etapa de la vida política argentina. El peronismo, otra vez, en disputa, ahora bajo el matiz de una conducción gubernamental que irá progresivamente construyéndose desde una narrativa identitaria que se pretendía más abarcativa: la de lo nacional-popular oxigenada con nuevas vertientes.
En torno a esas discusiones realizará sus intervenciones Carta Abierta. Comencemos entonces con una aproximación: definimos al espacio como grupo de intelectuales organizados/as en una formación emergente en el clima de tensión política de 2008, con el objetivo de intervenir públicamente en los debates coyunturales. Con “grupo” hacemos referencia a la periodicidad de sus reuniones y publicaciones, lo que les irá dando progresivamente una marca identificatoria. Con “formación” pensamos en grupalidades que surgen en un contexto específico con el objetivo consciente de dialogar con los elementos que subrayan como los más relevantes de su época (Williams, 2009).
Precisamente la intervención pública define un tipo de estrategia que recurre al posicionamiento intelectual, es decir, una estrategia que supone valerse del reconocimiento y puesta en juego de sus capitales simbólicos para dar legitimidad al tipo de discurso que producen. Por esas cualidades, el espacio Carta Abierta será progresivamente identificado como el grupo de intelectuales oficialistas.
Las condiciones de producción de sus textos estarán signadas principalmente por los temas de discusión de la agenda política coyuntural, siendo posible observar esas huellas en sus escrituras. En la intersección entre esas condiciones de producción y el tipo de material significante que elabora Carta Abierta (sus cartas) se avizora la dimensión ideológica de su discurso intelectual4. La dimensión ideológica de su discurso puede identificarse precisamente al analizar cómo las condiciones coyunturales nutren sus regularidades discursivas. Esas regularidades se organizan en torno a la identificación de las relaciones de fuerza en la política como un mecanismo de base del funcionamiento de la sociedad argentina. Esto es, Carta Abierta solía partir de acontecimientos puntuales para luego construir análisis de carácter más general y abstracto, lo que la alejaba de otros géneros (como podría ser la crónica periodística) y la posicionaba dentro de lo que entendemos como un discurso de tipo intelectual argumentativo.
Podemos de este modo contextualizar las posiciones, los marcos de acción y la práctica de esta formación. Adrián Pulleiro (2013) sostuvo que Carta Abierta se inscribió en la tradición intelectual de lo que Carlos Altamirano llamaba de carácter “normativo”. Se presentó así como alternativa a los modelos de intelectual “experto” o “especialista” y al del “opinólogo mediático”. Si bien algunos de sus miembros fueron funcionarios públicos, sus sucesivas cartas se indicaron como expresión del resultado de asambleas democráticas, horizontales y sin cómputo de votos, realizadas mayoritariamente en la Biblioteca Nacional, dirigida por Horacio González entre 2005 y 20155. Dirá González que Carta Abierta Intentó vincular lo político a actos de escritura desde el afluente de tradiciones nacional-populares, progresistas y de izquierda democrática: 

Todo momento político de gran conmoción precisa asimilar o convocar el término intelectuales (…) Carta Abierta, con su nombre evocativo de Walsh, hizo las veces de novedad intelectual con la que el kirchnerismo podía encontrar su sustancia de crítica y autocrítica (2011: 88)

De acuerdo a lo esgrimido por Nicolás Casullo (2007) en textos previos a la constitución del espacio, el kirchnerismo habiendo llegado al gobierno sin apoyo de una masa cultural crítica, propiciaba sin embargo un realineamiento intelectual que parecía abandonado tiempo atrás: el de un peronismo de centro-izquierda, que remitió como parte de su fondo histórico a la juventud peronista de los setenta. En términos generacionales, algunos/as integrantes de Carta Abierta habían sido parte de la configuración del campo peronista de izquierda en los sesenta y setenta, lo que hizo posible observar la persistencia de algunas de sus preocupaciones e identificar los trazos principales de su alineamiento con el gobierno nacional (Waiman, 2016)6
El modo de comunicación de las intervenciones de Carta Abierta fueron las cartas publicadas tanto en su página de internet como en el diario Página/12. Durante más de once de años, el espacio publicó veintiocho cartas. Desde abril de 2008, cuando publican su primer comunicado, hasta septiembre de 2015, último con el gobierno de Cristina Fernández, publicarán veinte, siete de las cuales son entre ese abril de 2008 y diciembre de 2009. La periodicidad luego de este primer momento promediará las dos cartas anuales. La comunicación final se produce una vez que el “Frente de Todxs” triunfa en las elecciones nacionales de 2019. De acuerdo a lo que nos trazáramos como objetivo, vamos a centrarnos prioritariamente en las veinte publicadas hasta 2015, haciendo breves menciones a las que se publican durante el mandato presidencial de Mauricio Macri. A continuación haremos una revisión transversal de las cartas con el objetivo de marcar, luego, cuáles identificamos como sus principales regularidades discursivas.

Las cartas: el problema de la hegemonía

Nos interesa mostrar que Carta Abierta inscribió su interpretación de coyuntura y, más aún, el análisis de la historia contemporánea argentina como una lucha de proyectos hegemónicos. Esto es, entre los sectores concentrados de la economía (que desde las patronales agropecuarias, pasando por los capitales extranjeros, el capital financiero y medios de comunicación van nutriendo uno de los polos del antagonismo, generalmente asociados a las clases dominantes y/o propietarias), y el proyecto nacional-popular, que tiene un pilar central en el peronismo pero que lo trasvasa. Carta Abierta analizó la coyuntura de 2008 a 2015 como la actualización de esa disputa histórica entre bloques antagónicos. En ella, la “batalla cultural”, dimensión de sentido de la producción de hegemonía, se presentó como uno de sus ejes y, al mismo tiempo, el sitio donde radicó la trinchera de su tarea intelectual. Tomaremos entonces algunas referencias de sus textos para mostrar estos aspectos.
La primera carta data del 19 de abril de 2008. El espacio es presentado poco menos de un mes después en Buenos Aires en la librería Gandhi, en una mesa conformada por Ricardo Forster, Horacio Verbitsky, Nicolás Casullo y Jaime Sorín. Las firmas y adhesiones superaban los setecientos nombres. El texto sería publicado en el diario Página/12. El primer párrafo de la carta comienza aludiendo a una disputa histórica entre sectores en la historia nacional y la delimitación de ese campo de antagonismos:

Como en otras circunstancias de nuestra crónica contemporánea, hoy asistimos en nuestro país a una dura confrontación entre sectores económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes y un gobierno democrático que intenta determinadas formas en la distribución de la renta y estrategias de intervención en la economía (CA/1:1)

Un “clima destituyente” se instalaba en la sociedad argentina, sostenían, no bajo las formas tradicionales del golpismo de otras ocasiones de la historia. La preocupación emergía de los intentos por erosionar a un gobierno que había “reabierto las relaciones entre política, Estado, democracia y conflicto como núcleo definitorio de la sociedad”. Era necesaria una nueva toma de la palabra crítica, en un contexto dominado por la “retórica inmediatista y fragmentada de los medios de comunicación y la derecha ideológica de mercado”, para rearticular los mundos sociales e intelectuales.
Esa era la primera tarea emprendida por el espacio, que situaba la necesidad de que el trabajo intelectual sea parte de los debates públicos: contribuir con nuevos lenguajes y aportar a la constitución de un también nuevo sujeto político popular contra la lógica hegemónica del neoliberalismo. La participación del mundo intelectual en esa tarea, aseveraba esta carta, no había sido particularmente fomentada por el gobierno nacional. Era una tarea que se asumía necesaria en el contexto latinoamericano de “excepcionalidades” a comienzos del siglo XXI. Las “ausencias de mediaciones imprescindibles”eran los intersticios donde Carta Abierta pretendía insertarse, definiendo a los años hasta allí transcurridos como una “nueva época democrática, nacional y popular”.
En la tercera carta, del 10 de junio, trabajan con lo que denominaron “La nueva derecha Argentina”. Caracterización bajo la que agrupaban al sector agrario enfrentado al gobierno y el complejo mediático hegemónico. Así el “clima destituyente” era ahora completado con esta “nueva derecha”, su principal promotora. La reflexión general versaba sobre cómo la apropiación y uso de ciertos lenguajes y símbolos de la historia nacional eran puestos en movimiento por sectores conservadores, deshistorizándolos (el “Grito de Alcorta”, por ejemplo) e incorporándolos a una narrativa que instituía el renovado “estado moral de la derecha”.
La cuarta carta, del 21 de septiembre se tituló “El laberinto argentino. La excepcionalidad”. La excepcionalidad, invención de Ricardo Forster, había emergido de la crisis de principios de siglo pero el espacio sugería al gobierno explicaciones sobre las medidas que se tomaban, sobre los proyectos de ley (como la estatización de Aerolíneas Argentinas o del sistema previsional). Carta Abierta enfatizaba así la falta de una narrativa, “la elaboración de bases más permanentes de acción y lenguaje en cuanto a las transformaciones que se le adeudan al pueblo argentino” (CA/4: 2). No enunciarlas, no disponer de ese articulado, era perderse en un laberinto de medidas que diluían su capacidad de producir nuevos consensos. Por otro lado, subrayaba:

La izquierda real, aunque no tenga generalmente ese nombre, que actúa en gran medida con sus claves nacional-populares y sus legados humanísticos y sociales, está en los filamentos realmente existentes del movimiento social democrático, expresado en infinidad de variantes de lenguaje y militancia (CA/4: 4)

Esa “izquierda real” era la que Carta Abierta demandaba al gobierno constituir con una “genuina base de sustentación popular”. Precisar una narrativa nacional-popular era parte de esa tarea, lo que suponía un aspecto conflictivo en relación a los lenguajes contemporáneos de la política, según esgrimieron en la “Restauración conservadora o profundización del cambio”, quinta “carta” en marzo de 2009. Allí señalaron que la caída de las grandes ideas sobre el cambio social había aparejado la decadencia de los lenguajes políticos, mimetizados ahora con la fragmentación de los discursos mediáticos. Al respecto, sostenían en su séptimo texto, del 22 de diciembre:

(…) han logrado capturar los imaginarios de un amplio sector social, allí donde no se han desplegado recursos culturales capaces de dar cuenta del presente, aglutinar una voluntad colectiva y dar para esa voluntad una épica (CA/7: 2)

El 29 de diciembre de 2011 publicaron “Carta de la igualdad”. Interpretaron allí la victoria electoral de Cristina Fernández como resultado de la década que había transcurrido desde la crisis de 2001, dándole al kirchnerismo el carácter de un movimiento político popular y un acontecimiento inesperado. Si 2001 era una fecha clave, 2008 sería otra, en el marco del enfrentamiento con el “bloque de poder” que operaba como agente del proyecto neoliberal. Para Carta Abierta el significante que mejor describía al oficialismo era el de “igualdad”, expresado en políticas que remitían a la igualdad en la diferencia y el reconocimiento de las diversidades. El trazo que delimitaba el espacio político argentino era entre un bloque de reacción y un movimiento que apostaba por la igualdad.
En la tensión suscitada por la experiencia regional aparecía una incógnita para Carta Abierta: ¿qué nombre podía dársele a estos procesos? No recurrir al lastre semántico de experiencias pasadas era importante, pero también lo era recuperar las gestas colectivas de la segunda posguerra por sus voluntades de cambio social.
Octubre de 2013, Carta Abierta/14: “Vivimos tiempos de urgencia y esperanza”. El gobierno que había puesto en escena la disputa por la “redistribución de la renta material y simbólica”, argüían, se enfrentaba a la ofensiva del capital neoliberal en su versión vernácula. Si bien los argumentos volvían a versar sobre las bondades del proyecto iniciado en 2003, y en esto Carta Abierta era reiterativa, había en esta carta un pasaje que nos gustaría subrayar:

Lejos de las capturas ideológicas de largo aliento, más lejos aún de identidades fijas y permanentes, parte de la ciudadanía de esta época mediatizada no suele permanecer adherida a solidaridades cristalizadas. La fluidez, lo efímero, la fetichización del cambio y de la última novedad, la lógica de la sociedad de la mercancía y del espectáculo les exige a los lenguajes políticos y a la propia democracia que aprendan a lidiar con esa persistente fragilidad de las identidades contemporáneas. La fugacidad de lo vivido pende como una amenaza recurrente en el interior de una vida social que mide su satisfacción a cada instante y de acuerdo con las narrativas que de esa misma vida social se hace desde las grandes usinas comunicacionales que constituyen la avanzada de los poderes corporativos y el laboratorio desde el que se despliegan las formas hegemónicas que articulan el estado de las conciencias (CA/14: 2)

La hegemonía es tematizada como una forma de “articulación del estado de las conciencias” en épocas de solidaridades colectivas erosionadas, de las lógicas de la mercancía como el principio que recorre las relaciones sociales, de la fragilidad de las identificaciones ante el inmediatismo, emergentes tanto de los modos de producción y circulación de noticias como de la financiarización del capital. Tendencias estructurales que se expresan en las formas de vida y existencias cotidianas, en los sentidos adscriptos en el devenir de las sociedades. Este texto estaba teñido de una descripción sobre el capitalismo neoliberal, que no era el capitalismo “humano” de su “edad de oro” con el Estado de Bienestar sino lo que, citando a Cristina Fernández en la reunión del G-20 de ese mismo año, llamaban “anarco-capitalismo”. Los procesos de América Latina, a contramarcha, estaban apostando a la forma de Estado que había permitido una movilidad social ascendente. Lo que ponían en juego, sostenía el texto, no era el éxito de esos gobiernos sino el “sentido de una época”.
La Carta Abierta/17, de septiembre de 2014, se denominó “Buitres y Halcones: crítica de la economía política del capitalismo de la globalización”. Algo que la formación venía enunciando en escritos previos va a ser trabajado en este con mayor detenimiento: la globalización capitalista hegemonizada por la lógica de la valorización financiera.

La dependencia, como la articulación en una estructura única entre países desarrollados y subdesarrollados (…), ahora incluye mayores sumisiones superestructurales como la subsunción jurídica en una legalidad global manejada por los centros imperiales y la integración financiera (CA/17:1-2)

La apelación a la dependencia y el reforzamiento superestructural del modo de valorización financiera que opera como “ataque jurídico a naciones soberanas”, es el marco en el que el espacio reclamaba mayor presencia estatal en materia de comercio exterior y regulación financiera. Al mismo tiempo, apostaba a sostener la movilización popular porque “desmovilizar es caer en la lógica del fin de ciclo”, cuando el escenario internacional mostraba la urgencia de la comunión de las “institucionalidades rebeldes” y de los movimientos sociales. Esta “carta”trataba en paralelo la hegemonía financiera internacional y la movilización popular. Dos planos de análisis donde se jugaba un diagnóstico que ponía a las relaciones de fuerza como los elementos nodales para la definición de los órdenes sociales.
Carta Abierta/19, “Con convicciones, sin pantomimas”, de mayo 2015. El texto resaltaba tres conceptos que habían sido puestos en valor en los doce años de kirchnerismo: “democracia, pueblo, igualdad”. En definitiva, argumentaban, lo que se había vivido en esos años expresaba:

Esta tensión por la hegemonía entre el poder devenido de los derechos de propiedad del capital concentrado y el poder popular en crecimiento gracias al recuperado valor de la autonomía de la política (CA/19: 4)

Nuevamente aquí encontramos los ecos del campo político polarizado entre dos bloques antagónicos y la constitución del bloque popular vía delimitación de su adversario. También la idea de la tensión hegemónica. Estaba claro cuáles eran los “adversarios”, lo que siempre fue más difuso era el quiénes componían el “nosotros/as”. Pregunta a la que Carta Abierta hizo eje de sus reflexiones en varias oportunidades, vía referencia a la voluntad popular colectiva, vía llamado a un frentismo heterogéneo, vía las discusiones en torno a las tradiciones que nutrían a la experiencia del kirchnerismo. “Choque de proyectos, tensión de la hegemonía y autonomía de la política” eran entonces las claves de la lectura de Carta Abierta.
La última carta con el kirchnerismo en el gobierno sería la 20, en septiembre de 2015, “Las urnas y el fuego: el trabajo de los símbolos”. El texto discurre exclusivamente sobre los comicios de octubre, refiriéndose a una “derecha continental” dispuesta a terminar con los procesos populares en la región.
Hasta su cierre como formación intelectual, Carta Abierta publicó ocho textos más, dos por año desde 2016 hasta 2019. Entre ellas, reparamos en tres. La primera,Carta Abierta/23: “La degradación de la democracia”, de mayo de 2017. Es un texto que toma como punto de partida la idea de que la Argentina experimenta desde la última dictadura militar un proceso de “Acelerado Crecimiento de la Desigualdad”. La derrota del proyecto kirchnerista, que había intentado revertir la tendencia, volvía a poner al país en ese sendero internacional. Es un escrito que, a diferencia de los anteriores, recurre a estadísticas para sustentar la afirmación de la presencia de una “restauración neoliberal en su formato periférico-dependiente”. Y otra vez, el llamado a la constitución de una alternativa política que:

Exponga la real contradicción entre proyecto emancipador o neoliberalismo dependiente en lugar de la falsa opción entre populismo o república proclamada por la derecha (…) Históricamente han sido las tradiciones nacional-democrático-populares las que han avanzado en alcanzar esta síntesis, y lo han hecho en sus presentaciones menos conciliadoras (CA/23: 23)

La segunda es la “carta” número 26, de 2018, donde retoma el problema de las identidades políticas y, en particular, la reflexión sobre la relación entre peronismo y kirchnerismo:

La carencia de un contorno definido, le permitió (al kirchnerismo) considerarse raíz y a su vez capítulo nuevo en el peronismo. Este movimiento nacional -el peronismo-, si por un lado parecía aceptar una nueva transformación, por otro lado recelaba de los aprestos autonomistas de un kirchnerismo donde se integraban numerosos militantes o ciudadanos que habían pasado por experiencias del alfonsinismo, de las izquierdas, socialismos y progresismos diversos, por lo que la nave kirchnerista no parecía ser una etapa más de lo conocido, ni dejaba de reconocer un pasado en el peronismo, reconocimiento que al mismo tiempo debía ser lo suficientemente poroso para que cupieran en él las memorias también pasadas de aquellos que habían sido miembros de distintas expresiones de la izquierda o del alfonsinismo (CA/26: 10)

Carta Abierta/28, la última, fue publicada en diciembre de 2019 y titulada “Por un nuevo latinoamericanismo”, luego de la victoria en las elecciones nacionales de la fórmula del “Frente de Todxs”. Finalizan la experiencia del espacio reconociendo su agotamiento en la intervención pública.

Regularidades discursivas en el discurso intelectual de Carta Abierta

Pretendemos identificar las regularidades del discurso intelectual de Carta Abierta. Nuestra lectura, que “postula a título de conjetura” una interpretación sobre este tipo de material significante (Ynoub: 2013), parte de dos principios. El primero es lo que Ricoeur (2008) denominó la “plurivocidad específica” de los textos, esto es, la posibilidad de registrar en esos documentos huellas significativas dentro de un campo limitado pero posible de interpretaciones. Ese campo lo constituimos apelando a una pragmática (Angenot, 2010): reconstruyendo las situaciones, los contextos, las maneras del decir, los lugares desde los que se dice. El segundo principio de nuestra lectura es una operación: partimos de mostrar ciertos elementos de las cartas en términos diacrónicos, pero ahora vamos a trabajarlas en términos sincrónicos, intentando desde allí construir sus regularidades discursivas.
En conjunto, creemos posible rastrear una serie de regularidades en su discurso intelectual. Postular esas regularidades como las huellas presentes de las condiciones de producción, tal como sostuvimos previamente, nos acerca a su dimensión ideológica. En ese sentido, Carta Abierta se inscribe como parte del campo intelectual (su campo discursivo) y construye sus mecanismos de enunciación presentando el objetivo explícito de intervención pública. Sus modos de manifestación, sus soportes significantes, esas cartas publicadas, van a identificar los mecanismos de funcionamiento de base de la política nacional partiendo de las circunstancias específicas de la coyuntura.
En este marco, desde el plano de los enunciados7 que produjeron, es donde nos parece más relevante situar su reflexión en torno a lo que llamaron la “batalla cultural”, en tanto allí sus diagnósticos sobre una época se articulaban con lo que el kirchnerismo venía a tensionar de aquella. Es decir, el discurso intelectual que en las sucesivas cartas intentaba explicar las condiciones en las que, en épocas del capitalismo financiero y comunicacional, se producen los procesos de construcción de sentidos y significaciones hegemónicas es, de acuerdo a nuestra lectura, el que permite comprender su adhesión al entonces oficialismo. A partir de la tensión político-cultural emergida en 2008, sostenían, fue posible articular los signos identificatorios del kirchnerismo, lo que supuso un campo de discusión en torno a los lenguajes políticos, a las tradiciones en las que se reconocía, a las memorias con las que construía sus narrativas. Alrededor suyo elaboran una serie de enunciados donde se incluyen también las que señalan como tareas pendientes.
Valga mencionar que las regularidades que identificamos no son las únicas ni necesariamente las más relevantes del espacio. Sin embargo sí son las que nos permiten comprender su irrupción y su posicionamiento político e intelectual. Nuestra lectura de sus documentos es parte de un campo limitado de opciones posibles: no es única, pero tampoco arbitraria. Nos acerca al sentido de sus textos de acuerdo a una interpretación que recurre a la “función social” que pretenden tener, al “lugar”, la “manera”, los “fines” que persiguen. Vamos a consignar al nivel de los enunciados cinco ejes de regularidades:

  • Diagnóstico de época sobre los lenguajes políticos
  • Carácter identitario del kirchnerismo
  • Análisis de las relaciones de fuerza en la coyuntura
  • Tareas pendientes de un proyecto emancipatorio
  • El rol de su espacio intelectual
Diagnóstico de época sobre los lenguajes políticos

El lanzamiento de Carta Abierta surge con su reconocido “clima destituyente” y continúa con el análisis de la coyuntura política argentina. Desde allí van a ir construyendo, sin pretensión sistemática, los que podemos identificar como sus principales diagnósticos respecto a los lenguajes y las identidades políticas. “Decadencia de los lenguajes políticos”, “caída de los grandes relatos sobre el cambio social”, “fragmentación” de las solidaridades, “fragilidad de las identidades”, “hegemonía del discurso neoliberal” apoyado en los grandes conglomerados comunicacionales, “reforzamiento superestructural” de la dependencia económica, son algunas de las formas en la que Carta Abierta recupera un diagnóstico de época: el debilitamiento de las narrativas emancipatorias de la modernidad.

Carácter identitario del kirchnerismo

En base a ese diagnóstico sobre los lenguajes políticos, Carta Abierta enfocó la “novedad”, la “excepcionalidad” del kirchnerismo. Surgido ese proyecto de la crisis de 2001, habría traído luego no sólo la posibilidad de recomponer parte de los daños del neoliberalismo en términos socioeconómicos sino a reverdecer el clima ideológico luego de la tensión del 2008. Allí podemos encontrar otras de las regularidades de su discurso, que en reiteradas ocasiones recurrió a la búsqueda de distintos significantes que describieran los principios axiológicos del kirchnerismo: la “redistribución”, la “igualdad”, lo “democrático”, lo “justo”. Esas características habilitaban las condiciones para que fuese rearticulada una narrativa emancipatoria que, tomando la pertenencia latinoamericana como referencia regional, se postulase como “nacional, popular y democrática”. En conjunto, esa era la “voluntad colectiva” que Carta Abierta preconizaba y que fue subrayada, luego, como un déficit del gobierno: su identidad porosa en algún momento dejo de articular “tareas pendientes” que constituían la noción de “pueblo”. El debate hacia el 2015 sobre los/as candidatos/as se situaban en esa disyuntiva pensada como la continuación de la “anomalía” o el camino de la “normalización”. La tarea de definición del “nosotros/as” fue un campo donde Carta Abierta pretendió tensionar.

Análisis de las relaciones de fuerza en la coyuntura

Si el “nosotros/as” era un campo de discusión, menos lo era el de los/as “otros/as”. Desde la primera comunicación el espacio identifica la confrontación entre “sectores concentrados de la economía” y el gobierno. Sectores a los que en la tercera “carta” pensarán como una “nueva derecha”, donde a la tradicional “oligarquía” agraria se adosaban el capital financiero y los conglomerados mediáticos. En el plano de la construcción hegemónica de las significaciones, esa relación de fuerzas había que escudriñarla en su formulación desde la última dictadura militar y, particularmente, de las sensibilidades sociales que fueron constituyéndose desde la recuperación democrática. El kirchnerismo, en virtud de las características que señalamos en la regularidad anterior, habría posibilitado discutir ese “estado moral de la derecha” y el sentido común que propendía a instituir. En esta regularidad del discurso de Carta Abierta se inscriben la “restauración conservadora o profundización del cambio”, el “bloque de reacción neoliberal” contra el “bloque de la igualdad”, la “tensión por la hegemonía entre los derechos de propiedad del capital concentrado y el poder popular con autonomía de la política”. Carta Abierta elaboraba así una lectura del agonismo político en Argentina pensado en dos bloques de intereses contrapuestos disputándose el sentido del capitalismo. Pero la tentativa de disputar esa relación de fuerzas estaba dada por la capacidad del kirchnerismo de seguir ampliando sus bases de sustentación popular.

Tareas pendientes de un proyecto emancipatorio

No detenerse en la apertura hacia nuevas demandas que diesen mayor legitimidad a su apoyo popular, ampliar sus articulaciones políticas, no suturarse sólo en el peronismo, incorporar las memorias de otras tradiciones emancipatorias, era una tarea que el espacio regularmente señalaba en relación a la narrativa del kirchnerismo. Su “excepcionalidad” y “novedad” dependía de esa ampliación identitaria, que no podía prescindir de la heterogeneidad de sectores que confluyeran en el campo “nacional, popular y democrático”. Desde la primera comunicación el espacio va a identificar una falencia narrativa del kirchnerismo ante lo “destituyente”, reclamando una “épica” que cimiente a la “voluntad colectiva”. Ese plano del debate no era menos relevante, sostenían, cuando la evidencia mostraba que las medidas de crecimiento económico no se correspondían con legitimidades más extendidas en los sectores populares. Dentro de las distintas críticas hechas a las políticas del gobierno, la principal se perfiló en torno al modelo de producción basado en la explotación y ampliación de las fronteras sojeras y, con ellas, al sometimiento de los derechos de pueblos originarios, indígenas y campesinos. Incluir esas demandas no podía reducirse a reconocerlas, sino también a que formasen parte de un nuevo “frentismo”. Otro aspecto regular en sus críticas fue la falta de controles más firmes al capital especulativo y, en paralelo, a haberse topado con las cíclicas restricciones de divisas que todos los proyectos de desarrollo industrial por sustitución de importaciones enfrentaban en Argentina.

El rol de su espacio intelectual

Si el 2008 había sido el momento bisagra del kirchnerismo, ese momento en que “encontró su nombre y su potencia”, si desde allí fue posible la rearticulación de una nueva narrativa, si los bloques del enfrentamiento político comenzaban a delinearse con mayor nitidez, esa coyuntura fue también la que asignaba a esta formación intelectual sus tareas, principalmente elaboradas en las primeras “cartas”. Una “toma de la palabra crítica” significaba tensionar la “retórica inmediatista y fragmentada de los medios de comunicación y la derecha ideológica de mercado” para “rearticular los mundos sociales e intelectuales”. Donde se señaló un déficit narrativo se insinuaba una potencialidad. En el espacio abierto entre la crítica a la fragmentación de los lenguajes políticos y en la expectativa que el proceso latinoamericano había despertado por rehabilitar las condiciones para que esos lenguajes pudieran recomponerse, creemos, está el punto más insistente del rol intelectual que el espacio asumió. De tomar la palabra crítica pero positiva sobre el gobierno nacional, de que sus cartas comiencen a tener repercusión mediática a la participación de Néstor Kirchner en una de sus asambleas, de la confrontación de ideas con otros espacios intelectuales a la asunción de cargos públicos, Carta Abierta asumió y reivindicó la figura del “intelectual comprometido”.

Relaciones del discurso de Carta Abierta con la tradición nacional-popular

Hemos delimitado algunas regularidades en los documentos de Carta Abierta que pueden ser analizadas, a nivel del enunciado, como las principales huellas de las condiciones de producción de su discurso intelectual. Son esas huellas, junto a la posición intelectual que asumen, las que nos remiten a la dimensión ideológica de su discurso. Pero diremos algo más: esa dimensión permite identificar también sus relaciones con la tradición nacional-popular. Vamos a marcar tres puntos donde observamos esto.
Primero, Carta Abierta recurrió en sus enunciados a lo que Eliseo Verón denominó (1987) “entidades” y “componentes” de los imaginarios políticos. En cuanto a las “entidades”, referenció a colectivos de identificación (“peronistas”, “socialistas”, “izquierdas”, “autonomistas”), a colectivos más amplios que aquellas tradiciones podrían robustecer (la “voluntad colectiva”, los “proyectos emancipatorios”), y a metacolectivos singulares (el “país”, la “nación”, “el pueblo”). También encontramos “componentes” particulares allí. Por ejemplo, utilizó como operación argumentativa la constatación de que el kirchnerismo irrumpió como “novedad” tanto como que en torno suyo podían recomponerse las expectativas de un lenguaje político. Al mismo tiempo, elaboró enunciados programáticos sobre las faltas o debilidades de aquel. Estas dimensiones permiten comprender por qué optaron por posicionarse como intelectuales que apoyaron al proyecto oficialista. Así, esas “entidades” y “componentes” de su discurso definieron las modalidades a través de las cuales construyeron sus relaciones con la tradición nacional-popular.
Segundo, el discurso de Carta Abierta fue construido apelando a tópicas (conjunto de supuestos implícitos) de la tradición nacional-popular. Esas tópicas aparecían como un conjunto articulado: i- la “nación” como una memoria histórica en disputa (algo que puede leerse por ejemplo en las interpretaciones sobre la apropiación de simbologías de luchas históricas de parte de la “nueva derecha”); ii- la constitución abierta y porosa de la noción de “pueblo”, marcada por la dinámica del conflicto social (el pueblo como conjunto de “tareas pendientes”, entre las que se enfatiza el movimiento campesino e indígena); iii- la importancia del liderazgo político en los movimientos populares (la ponderación sobre la figura de Cristina Fernández fue el eje de todos sus llamados a la construcción de una “voluntad nacional-popular” o  a un nuevo “frentismo”)  iv- la inclusión como horizonte de la práctica política (inclusión que, por un lado, ponía el énfasis en la herramienta estatal en términos de ampliación de derechos y, por otro, se articulaba con un conjunto de valores a los que el espacio dedicó reflexiones: la “igualdad”, lo “justo”); v- la discusión sobre las formas del desarrollo y la industrialización por sustitución de importaciones (sobre el primer punto Carta Abierta construyó críticas, sobre el segundo reclamó mayores controles).
Podemos indicar que, en estos dos puntos, tres de las regularidades discursivas que señalamos, articuladas entre sí (diagnóstico de época sobre los lenguajes políticos, carácter identitario del kirchnerismo y tareas pendientes de un proyecto emancipatorio), se hilan como tejido argumental nacional-popular. 
Tercero, “entidades”, “componentes” y “tópicas” fueron parte de la interpretación de un conflicto en la historia argentina que, como consignamos previamente, se actualizó en el contexto de kirchnerismo. Aquí vemos otra regularidad (análisis de las relaciones de fuera en la coyuntura): la escenificación de polos enfrentados y organizados en torno a distintos proyectos hegemónicos, el “bloque de poder” (que agrega o desagrega sectores de acuerdo a los contextos) y el “bloque popular” (del cual “históricamente han sido las tradiciones nacional-democrático-populares las que han avanzado en alcanzar esta síntesis”). Carta Abierta replica esa escenificación fundamentalmente desde el conflicto del 2008 (cuando el kirchnerismo “encontró su verdadero nombre”).

Las regularidades discursivas en las intervenciones de Carta Abierta permiten observar elementos de su relación con la tradición nacional-popular. Elegimos así una forma de presentar el material de la formación que priorizó una interpretación de sus enunciados. La comprensión de la posición de enunciación como intelectuales “comprometidos” no puede ser pensada al margen de su intención de participar en los debates que se fueron suscitando coyunturalmente. El propio nombre Carta Abierta y la producción del formato carta escogido para esa tarea, además de remitir al texto de Rodolfo Walsh, indicaron una estrategia particular para esas intervenciones. La trama central en ellas fue aquella misma que permitió su propia emergencia: la discusión sobre las tensiones hegemónicas en la sociedad argentina. Al respecto, la noción de hegemonía desde una perspectiva principalmente cultural fue asumida por el espacio. Quisiéramos, última parada de este recorrido, detenernos aquí.

Reflexiones finales: sobre el uso del concepto de hegemonía en Carta Abierta

De acuerdo a lo que hemos interpretado sobre la producción de Carta Abierta, nos parece posible como cierre preguntarnos por el uso del concepto de hegemonía presente en ella. Javier Waiman (2015) presenta una lectura crítica sobre el concepto de hegemonía contenido en Carta Abierta. Este sería en sí mismo un producto discursivo hegemónico, en tanto pareciera hacer alusión a una “hegemonía sin dominio”, a un proceso puramente simbólico de absorción cultural de actores, de minorías activas, de sectores subordinados que se suman al proceso representado por el kirchnerismo. Olvidadas así las clases, la hegemonía es una construcción por agregación de formas puramente culturales:
(…) aceptar el centro de la batalla como simplemente cultural implica un rasgo hegemónico en tanto actúa como límite para pensar el conflicto y las batallas efectivas entre clases sociales que no se agotan en (aunque incluyen) lo simbólico. Se autonomiza la cultura de las relaciones de lucha entre las clases, y se monta sobre esta esfera autónoma el centro del conflicto. La operación de “culturalizar” la hegemonía funciona como elemento hegemónico en tanto en el plano cultural la dominación puede asumir una multiplicidad de formas, y al limitarse el debate político a un enfrentamiento entre las mismas sin referirlas a las relaciones sociales de dominación de las que son producto, se niega la posibilidad de pensar más allá de las correlaciones de fuerza dadas (Waiman, 2015:25)

La lectura de Waiman creemos que es, en parte, acertada. Lo es respecto a que el foco de los análisis de Carta Abierta estuvo centrado en la dimensión cultural de la hegemonía. Haciéndolo explícitamente, lo que puede discutirse es la idea de que calibrar la mirada en ese análisis sea en sí mismo un producto hegemónico.
Uno de los aspectos más importantes de la hegemonía en términos culturales, siguiendo a Raymond Williams (2009), es hacer sentir los límites de las prácticas, fundar un principio de realidad o una conciencia posible más allá de la cual cualquier alternativa podría ser pensada por la práctica política, por ejemplo, como utópica o falta de realismo. Salvemos a Carta Abierta de esta posible demarcación de límites para pensar el conflicto, cuando la mayor parte de sus esfuerzos fueron tendientes a subrayar la necesidad de ampliar las bases de sustentación popular del proyecto al que apoyaban. El reconocimiento de esas demandas, mencionamos, no podía ser de tipo puramente simbólico sino que surgía del análisis de realidades materiales e históricas específicas. No es entonces en los límites a las prácticas posibles donde mirar el producto hegemónico de culturizar la hegemonía, sino en autonomizar la discusión en el plano cultural con ausencia de referencias a las relaciones sociales de dominación entre clases.
      Sobre este aspecto Carta Abierta hizo una tentativa de autocrítica en su “carta” veintidós, donde reconocía haber restado importancia a la cuestión de la “clase trabajadora”. Mirado en perspectiva, era un reconocimiento dado en el marco del avasallamiento sobre los sectores trabajadores que, interpretaban, estaba produciendo el gobierno de Cambiemos. Nos parece entonces necesario focalizar la pregunta por la concepción cultural de la hegemonía presente en Carta Abierta en torno a las tareas que como formación intelectual se daban y a las trayectorias intelectuales de algunos/as de sus miembros.
Respecto a la segunda cuestión, Horacio González, Ricardo Forster o María Pía López realizaron su labor intelectual en el marco del análisis cultural. Sus objetos, sus temas, sus preocupaciones están explícitamente inscriptos en ese campo de estudios. Lo cual no significa que necesariamente reducen la explicación del mundo social a los sentidos, los significados, las representaciones. En Carta Abierta esa perspectiva fue la privilegiada, pero advertimos más un objetivo que una reducción: desde la Carta/1 posicionaron su tarea como la de participar en la configuración de los lenguajes con los que una época era narrada. Indudablemente ese el camino trazado en sus veintiocho cartas relegando, salvo excepciones, a las tentativas de explicaciones de corte estructural-económico.
Digamos entonces que es cierto que la perspectiva cultural de análisis primó en Carta Abierta, que sus textos apuntaron más al plano de construcción de sentidos y consensos, tal como identificamos en sus regularidades discursivas, que a la constitución de clases sociales por las relaciones de producción económicas. Ese es su aspecto menos desarrollado. Incluso podríamos sostener que su lectura más política de la hegemonía entendida como la constitución y articulación de bloques antagónicos, el “nacional, popular y democrático” y el de la “nueva derecha/ restauración conservadora” tampoco es de sus mejores elaboraciones. Su apuesta, afirmaban en la cuarta carta, era un “nuevo humanismo de horizontes críticos” (CA/4: 8). Carta Abierta preconizó un discurso que recuperase fragmentos de experiencias y proyectos nacional-populares, de variantes de izquierdas, autonomistas, desarticulados por una política que pretendió darles fin.
Por ello, la preferencia cultural fue tanto reflejo de la trayectoria de sus principales integrantes como del propio rol que asumían como formación de intelectuales. La época, aseveran, demandaba una contribución en la reflexión sobre los lenguajes sociales y políticos, problema al que el proyecto kirchnerista no había priorizado y que, según Carta Abierta, era parte de sus debilidades. Este punto, señalado fundamentalmente en la primera etapa del espacio entre 2008 y 2009, luego fue perdiendo peso. En esos primeros años fueron donde también mayormente recurrieron a la fórmula de la “batalla cultural”, al “clima destituyente”, a la “nueva derecha”. Con referencias teóricas, escrituras y posicionamientos políticos calibrándose respectivamente en la dimensión cultural, en la tradición ensayística y en la tarea crítica y de intervención pública del intelectual, Carta Abierta no escatimó sus apoyos al proyecto kirchnerista aunque se reservó el señalamiento de los principales puntos donde persistía en él la lógica hegemónica del neoliberalismo.
Por su contexto de surgimiento, por la postulación de su rol intelectual, por las regularidades discursivas que sostuvieron y por su relación con la tradición nacional-popular, el agonismo hegemónico en el que Carta Abierta se inscribió fue de carácter cultural. El espacio apuntó al realismo capitalista como uno de sus principales objetivos de desmonte simbólico y leyó en la coyuntura post 2008 la posibilidad de una “batalla cultural”. No tanto por lo que los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, sobre todo, se auto adjudicaron como emergentes disruptivos en el orden hegemónico, sino por las oportunidades que sus gestos provocaron en la apertura de discusiones políticas en la sociedad argentina.

Notas:

1 Para una análisis minucioso de los meses de conflicto puede consultarse el artículo de Alfredo Pucciarrelli (2017) “El conflicto por ‘la 125’ y la configuración de dos proyectos pre-hegemónicos”.

2 Dentro de la profusa producción en torno a la problemática de los nacionalismos populares en América Latina, Aldao y Damin (2013) sostienen que es posible consignar tres enfoques principales: a- el teoría estructural funcionalista (con nombres de referencia como Di Tella o Germani), b- el estructural “economicista” (referenciando aquí a la teoría de la dependencia y al marxismo: Cardozo y Faletto, Ianni, Wefort, Torre, Portantiero, entre otros), c- la teoría del discurso (con Sigal-Verón, De Ípola o Laclau como algunos/as de sus exponentes).

3 Sabemos que desde esas intervenciones pueden surgir contribuciones que en determinadas circunstancias coadyuven a la formación de las visiones del mundo que luego podrán ser parte de las “conciencias prácticas” de actores sociales o, en otros términos, a la formación de “sentido común”. Ese aspecto, que se vincula principalmente con las condiciones de reconocimiento de los discursos, no es aquí el que trabajaremos.

4 Eliseo Verón (1993) establece una distinción entre la ideología como sustantivo y lo ideológico como adjetivo. El primer término relativo a un objeto, el segundo a una dimensión. Es esa dimensión ideológica en el discurso la que nos interesa, en tanto designa la relación entre el discurso y sus condiciones sociales de producción. De esa relación es que surge la posibilidad de hablar de “tipos” de discursos, donde pueden analizarse los discursos políticos específicamente.

5 Este nombre, más los de Ricardo Forster (a cargo de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, creada en 2014), Eduardo Jozami (director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti), María Pía López (directora del Museo del Libro y de la Lengua), entre otros/as, son parte de aquellos/as que siendo funcionarios/as públicos participaron activamente de Carta Abierta. Es evidente que no resulta un dato a soslayar esta doble pertenencia, pero también creemos que una relación mecánica y simplificada entre sus compromisos intelectuales y sus cargos (muchos de los cuales son consecuencia y no causa de la existencia de Carta Abierta) en poco contribuye a la comprensión del espacio.

6 No obstante este alineamiento, subraya Waiman, (…) “es interesante destacar que dentro de aquellos que conformaron la nueva izquierda desde la intelectualidad no todos tuvieron exactamente la misma posición frente al kirchnerismo. Los intelectuales vinculados a la revista Contorno, David Viñas y León Rozitchner (nacidos en la década del 20), mantuvieron una posición de apoyo más moderada y distanciada que aquella sostenida por Carta Abierta. Si bien ambos participan de alguna de las reuniones y adhieren a las primeras cartas, ninguno de los dos forma parte del núcleo dirigente del espacio. Podríamos decir, por lo tanto, que si bien Carta Abierta está formada por esta generación intelectual argentina, son más importantes dentro de ella los setentistas que los sesentistas (aquellos formados durante los 50). Parecería que aquellos pioneros en la crítica sobre la relación entre peronismo e izquierda (Contorno) mantienen, del mismo modo que lo harán durante los 70, una relación más ambigua con el peronismo y con el kirchnerismo. Por el otro lado se encuentran aquellos que ingresan a la vida intelectual y política en los setenta, influidos por el clima revisionista de la nueva izquierda, pero que adoptan una posición de mayor alineamiento con el peronismo, siendo la militancia en las organizaciones peronistas de izquierda su principal experiencia política. Son estos intelectuales los que dirigen y expresan más cabalmente el espíritu y el proyecto de Carta Abierta, aquellos nacidos entre los primeros años 40 y los primeros 50: Casullo, González, Verbitsky, Jozami, Calleti, Wierzba, Toer, Narvaja, Kaufman” (Waiman, 2016: 18)

7 Tomamos de Eliseo Verón la distinción analítica entre “enunciador” y “enunciado”. El primero refiere a una “modelización abstracta que permite el anclaje de las operaciones discursivas a través de las cuales se construye, en el discurso, la ‘imagen’ del que habla. Para designar el acontecimiento singular que es la producción de un enunciado o una sucesión de enunciados, hablaremos de acto de enunciación” (Verón, 1987: 16). Las operaciones discursivas de Carta Abierta construyen precisamente la imagen del intelectual público que apoya, críticamente, al proyecto que gobierna. Según nuestra interpretación, podemos comprender ese posicionamiento en relación a las regularidades discursivas presentes en sus documentos, es decir, en el plano de los enunciados.

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Fecha de recepción: 26-06-2021.
Fecha de aceptación: 15-03-2022.

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