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Interdisciplinaria

versión On-line ISSN 1668-7027

Interdisciplinaria v.23 n.1 Buenos Aires ene./jul. 2006

 

Un nuevo instrumento de evaluacion psicologica: El Cuestionario de Inseguridad Urbana (CIU) *

Roxana Vuanello **

* El presente trabajo forma parte de la Tesis Doctoral en Psicología de la autora, dirigida por la Lic. Juana M. Loizo y la Dra. Claribel M. de Barbenza.
** Magister en Psicología Clínica con Orientación Cognitivo-Integrativa. Doctoranda en Psicología. Profesora Adjunta de la cátedra Psicología Jurídica en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis, República Argentina.
E-Mail: grvuan@unsl.gov.ar

Resumen

Los cambios estructurales profundos de las últimas décadas que han caracterizado la realidad argentina y la de varios países latinoamericanos, se observan en la actualidad a través de la profundización de desigualdades sociales, económicas y políticas.
En este espacio social se introduce la violencia como fenómeno que impresiona por sus diferentes manifestaciones y ámbitos de desarrollo. Esta creciente vulnerabilidad social crea el ambiente oportuno para el aumento de la delincuencia y la crisis de seguridad como su principal efecto.
La relevancia, hoy ampliamente reconocida que tiene el tema de la seguridad en el campo de los fenómenos sociales y jurídicos, exige una respuesta desde los organismos gubernamentales y las organizaciones civiles, por atentar contra todo desarrollo democrático. Los efectos producidos en la reducción del bienestar social y su alcance masivo, fundamentan la pertinencia de su integración en las agendas científicas donde se logre articular la investigación y las estrategias de intervención.
Hablar de inseguridad urbana refiere un problema que tiene altos costos en el orden humano, político y económico, y que cuestiona la capacidad del gobierno y de los organismos de control en cuanto a su eficacia en la preservación de los derechos humanos. De tal manera, este fenómeno tiene una doble incidencia: en lo individual por el grado en que afecta la calidad de vida y en lo colectivo en cuanto influye en los procesos de desarrollo comunitario por el impacto político y económico que produce.
A fin de crear un instrumento de evaluación psicológica para la medición específica de la inseguridad, como fenómeno actual que compromete la salud de los habitantes de la ciudad de San Luis (Argentina), se presenta el Cuestionario de Inseguridad Urbana (CIU).
Se explicitan los fundamentos teóricos y las características psicométricas del inventario, con la construcción de baremos obtenidos a través de su administración a una muestra importante de jóvenes discriminados por haber sido víctimas de delitos o no.
Desde el punto de vista estadístico se ha estudiado y demostrado la fiabilidad del cuestionario desde la perspectiva de su consistencia interna, utilizando para ello el coeficiente alpha. Además se ha llevado a cabo el análisis factorial de las respuestas para estudiar su estabilidad y validez estructural, como así también el poder de discriminación entre grupos, a través del análisis de diferencias de medias, presentando en este trabajo, la influencia de la variable sexo.
El CIU representa una herramienta adecuada para poder conocer y/o prevenir las consecuencias del estrés que puede suscitar la violencia, al posibilitar la intervención psicológica sobre el impacto producido por la experiencia directa o la amenaza de la criminalidad.
Como es de notable relevancia los resultados han sido satisfactorios, mostrando al CIU como un instrumento fiable, válido y preciso que será de importante ayuda en la práctica clínica y en la investigación psicosocial, aspirando resultar de importancia al momento de establecer políticas específicas destinadas a generar mayor protección en los jóvenes.

Palabras clave: Estrés; Sentimiento de inseguridad; Evaluación psicológica; Jóvenes.

Abstract

A new instrument for psychological evaluation: Unsafe City Life Questionnaire. The profound structural changes in society over recent years are reflected in the deepening of social, economic and political inequalities, which have characterized our reality and that of several Latin American countries.
In this social setting, violence appears as a disturbing phenomenon due to its varied expressions and environments of development. This growing social vulnerability fosters delinquency resulting in a safety crisis as its major effect.
The widely accepted relevance of current insecurity in the field of social and legal phenomena requires a response from government as well as social organizations. Its effects on the restriction of social well being and its massive implications deserve to be included in research agendas with the objective of integrating research and intervention strategies.
Unsafe city life is a problem with great incidence in human beings, politics and economics, and it questions the capacity of government and control entities to preserve human rights. Therefore, the incidence of this phenomenon is twofold: it affects the quality of life at an individual level and the processes of community development at a collective level due to their political and economic impact.
In this paper, the final version of the Unsafe City Life Questionnaire (Cuestionario de Inseguridad Urbana - CIU) is described. It attempts to be a specific psychological instrument which measures insecurity, considering insecurity as the current phenomenon that affects the health of urban inhabitants in the city of San Luis (Argentina).
This paper deals with theoretical foundations and psychometric characteristics of the inventory, and it provides the scales resulting from the administration of the CIU to a large sample of young people divided into two groups: crime victims and non-crime victims.
From the statistics viewpoint, the reliability of the questionnaire, i.e. its internal consistency, has been studied and demonstrated using the alpha coefficient. To examine its stability and structure validity, we factor analyzed the answers. Also, the degree of discrimination between the groups was studied by the analysis of mean differences taking into account, in this research, the influence of gender.
The CIU is a tool meant to discover and/or prevent the consequences of stress caused by violence. Thus, it will be possible to make psychological interventions on the impact produced by the direct experience or by the threat of crime.
The results have been highly satisfactory showing that CIU is a reliable, valid and precise instrument for clinical practice and psychosocial research. We hope the CIU is taken into account when specific policies for protecting the young are laid down.

Key words: Stress; Feeling of insecurity; Psychological assessment; Young people.

Fundamentos teóricos

El advenimiento del nuevo siglo ha provocado una serie de cambios estructurales profundos en las sociedades latinoamericanas, entre ellas, la argentina. El proceso de globalización, el cambio del modelo de acumulación, las transformaciones en la función del Estado y la descentralización, entre otros factores, son aspectos de alto impacto social y personal que han producido cambios en el acontecer de las comunidades. Entre ellos se destaca el aumento de la criminalidad violenta y sus consecuencias de victimización, conocidas a través de estadísticas que brindan información al respecto. No obstante y superando la frialdad de los números (que, además, no expresan la dimensión exacta del crecimiento del crimen y la violencia en cada país) las consecuencias de esta situación se reflejan en la percepción de la gente a través del malestar que suelen producir.
La actualidad, marcada por la profundización de desigualdades sociales, económicas y políticas, ha ido despojando a la seguridad de sus antiguas aliadas, la libertad, la vida digna, la solidaridad, que versan como un todo en múltiples escritos sobre derechos humanos (Pierini, 1997), quedando hoy reducida a la protección de la ciudadanía frente a la criminalidad.
La Criminología establece diferencias entre los delitos producidos (volumen real de la criminalidad y sus consecuencias) y el temor al delito (percepción de la criminalidad y el riesgo de ser victimizado). Del mismo modo es preciso distinguir dos tipos de inseguridad: la inseguridad objetiva, es decir, la probabilidad de ser víctima de un delito que depende de variables tales como edad, género, rutinas personales, vivienda, trabajo, pertenencia a una clase o sector social y la inseguridad subjetiva, producto de la construcción social del miedo asociada a diversos factores y, en especial, la alarma y pánico social que producen las noticias escritas o visuales que recogen los medios de comunicación (Pegoraro, 2002).
De esta manera se conforman dos espacios de análisis que emergen de las investigaciones criminológicas, distinguiendo una dimensión subjetiva: sentimiento de inseguridad, diferenciable de la criminalidad real u objetiva que se denomina inseguridad personal (Dominguez Lostaló, 1999).
La sensación de desprotección que genera esta perspectiva subjetiva, se traduce en un estado físico y mental particular en el orden individual. Este es el sentimiento de inseguridad, que afecta a los habitantes de modo distinto a cualquier otro hecho traumático. El factor diferencial está dado por la repetición de los eventos y la difusión en la sociedad del mensaje traumatizante, donde se advierte el papel privilegiado de los medios en el mantenimiento de un estado de revictimización constante, que actúa como refuerzo de los síntomas negativos al naturalizar las situaciones y definírselas como normales por sus manifestaciones frecuentes.
Los síntomas más recurrentes de este estado son en general, alteración del sueño, falta de energía, cansancio generalizado, relaciones sociales dificultosas, ideas negativas especialmente sobre el futuro, ansiedad, problemas de concentración y memoria. La reacción concomitante es la de evitar hacer cosas, provocando retraimiento y encierro individual, caracterizado por el predominio del miedo y el recuerdo de imágenes de situaciones que se presenciaron, fueron relatadas por otros o se trasmitieron por algún medio de comunicación. Estos síntomas son consecuencia de una respuesta de alteración generalizada que da cuenta de la instalación de un trauma psíquico, provocado por aquellos acontecimientos y/o situaciones en que los individuos sienten su integridad amenazada.
Desde esta perspectiva interesa estudiar si el miedo es mayor que la probabilidad real de ser víctima. Debido a que las personas transmiten sus experiencias de victimización delictual a otras, se generaliza el miedo con un alcance amplio por la elaboración vicaria de este sentimiento que les lleva a reconocerse como víctimas potenciales.
Un amplio conjunto de conductas que las personas muestran son aprendidas por observación, sea deliberada o inadvertidamente, a través de la influencia del ejemplo:

"…observando la conducta de los demás, puede uno aprender estrategias generales que proporcionan guías para acciones que trasciendan los ejemplos concretos modelados" (Bandura, 1982, p. 38).

El miedo y la desprotección también se transmiten por este mecanismo. La tensión entre la realidad criminal y la percepción de la gente deviene del hecho de que la población se forma una opinión de la criminalidad a partir de las experiencias que van aconteciendo, donde los medios de comunicación juegan un importante papel aumentando la sensación de malestar general.
El horror de la violencia urbana, descripta y mostrada en detalles más escabrosos, produce indignación moral, alimenta el sentimiento de inseguridad de los habitantes y provoca la demanda de castigos más crueles para los victimarios.
Para la mayoría de las personas vivir una experiencia delictiva (directa o indirectamente) tiene diversas consecuencias que provocan daño físico y psicológico. No es necesario padecer personalmente eventos tales como robos, accidentes, violaciones; solo ser testigos de estos hechos puede resultar tan traumático como protagonizarlos. Los estados psicológicos que se presentan son los propios del estrés, definido como el resultado de una relación particular entre el sujeto y el entorno, que se produce cuando éste es evaluado por la persona como amenazante o desbordante de sus recursos y que por ello pone en peligro su bienestar (Lazarus, 1966; Lazarus & Folkman, 1984, 1986).
Si bien es una problemática que afecta a todos los individuos, impacta diferencialmente. En este sentido, se observa que el imaginario social identifica a la población juvenil con la condición de autores potenciales de los hechos delictivos constituyendo, por su condición etaria, un segmento de población percibido como peligroso. Esta lectura generalizada deja de lado su condición de víctimas vulnerables desde esta misma variable.
Especial interés suscita la realidad de los jóvenes porque van transitando un camino que significa salir de un espacio endogámico como es la familia, sin haber logrado el dominio del espacio urbano, al menos en las edades adolescentes. La adaptación al contexto social urbano les significa un esfuerzo extra con relación a las habilidades que exige poner en juego, resultando contradictorias sus ansias de libertad con la necesidad de apoyo social, en un marco de violencia urbana como el actual.

Inseguridad y estrés

El tema del estrés cobró interés a partir de los primeros estudios de Selye, quien desde que publicó su artículo sobre el Síndrome General de Adaptación en la revista británica Nature en 1936 plantea que incluso en la prehistoria se podrían encontrar elementos del esfuerzo y el agotamiento propios de las condiciones duras de vida, presentando sus investigaciones posteriores en su obra Stress of life (1956).
Pero sólo en el último siglo se conceptualiza y sistematiza el estrés en las disciplinas sociales y médicas, investigando su papel como factor etiológico en el desarrollo de conductas somáticas y psicológicas.
Si el estrés se conceptualiza en términos de percepción de amenaza y se expresa biológicamente a través de un estado general de activación, es evidente que se plantea el problema de su definición como factor de riesgo de enfermedad.
En líneas generales puede plantearse que los modelos psicológicos más actuales conceptualizan el estrés destacando que:

a.- es un modelo de interacción persona-ambiente,
b.- tiene un carácter dinámico,
c.- existen variables mediadoras entre estímulo y respuesta en las cuales se ubican las estrategias de afrontamiento, evaluaciones cognitivas, problemas de comunicación interpersonal, controlabilidad, etc.,
d.- las emociones intervienen en el proceso de estrés, especialmente la depresión y ansiedad y
e.- se buscan procedimientos de intervención para su reducción.

Está comprobado que las condiciones ambientales representan estrés para todos y depende, en parte de cómo se interprete la situación (Kessler, Price & Wortman, 1985).
Al analizar las influencias del entorno en cuanto evocadoras de la respuesta estresante, la variabilidad se presenta ante las situaciones cotidianas y es cuando surgen los estresantes vitales más regulares que podrán elicitar tales reacciones en las personas.
En esta investigación se parte desde la contextualización del escenario que nos preocupa, definiendo como ciudad a la capital de la Provincia de San Luis (Argentina), donde la implementación de determinados modelos sociopolíticos ha ido profundizando los desequilibrios sociales y ganan terreno fenómenos tales como la delincuencia, la droga y la violencia. De tal manera se hace visible el fenómeno de la inseguridad como correlato de las condiciones sociales que explican la vida cotidiana, en la cual la violencia aparece como un recurso generalizado que legitima la fuerza como medio para la resolución de frustraciones y conflictos, tanto en el mundo de lo privado como de lo público, generando sus propios mecanismos de reproducción que promueven símbolos y pautas de comportamiento por experiencias directas o a través de la información brindada por los medios.

Descripción del Cuestionario de Inseguridad Urbana (CIU)

El CIU es un cuestionario con formato S-R, es decir que incluye tanto situaciones como respuestas. La tarea de la persona que responde consiste en evaluar la frecuencia con que en ella se manifiesta una serie de respuestas o conductas asociadas a la inseguridad ante diferentes situaciones. Recoge respuestas o reacciones pertenecientes a los sistemas: afectivo, cognitivo, fisiológico y conductual, por lo que se puede obtener una puntuación para cada uno de ellos. La obtención de estas puntuaciones por sistemas diferenciados permite la evaluación parcial de aquellos espacios de mayor debilidad que pueden presentar las personas en su afrontamiento a los estresores cotidianos a los que están expuestos, facilitando la planificación terapéutica hacia los constituyentes de cada sistema o bien de su totalidad, si resulta necesario.
Este instrumento ha sido diseñado en base a una versión del Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad (ISRA) de Miguel Tobal y Cano Vindel (1997).
Para su construcción se han creado situaciones y respuestas relativas al tema de la inseguridad urbana. Se redactó un elevado número de las mismas, sometiendo esta primera versión a la evaluación de jueces, elegidos por su formación específica en áreas sociales y jurídicas.
Como consecuencia de las observaciones y aportes de los especialistas se consideró que:

1.- Los efectos de las diferencias culturales no debían ser obstáculos para la administración, prestando especial atención a las diferencias lingüísticas que debían ser correctamente interpretadas en el sentido que se persigue, por todos aquellos individuos a quienes se les aplicara el instrumento.
2.- El formato de los ítem debía resultar familiar a la población a la que iba dirigida la prueba.
3.- Aportara evidencia de que las técnicas de evaluación elegidas, la construcción de las variables, las reglas de aplicación y los procedimientos fueran entendidos por todos a quienes se dirigía.
4.- Se redujera el tamaño del cuestionario (que en principio resultaba demasiado extenso y dificultoso para su administración).

Con respecto a la construcción de las situaciones, se seleccionaron las que:

1.- Fueran susceptibles de generar el sentimiento de inseguridad teniendo en cuenta que estuvieran representadas aquellas más directamente relacionadas con la realidad de los jóvenes como población seleccionada.
2.- Estuvieran presentadas de forma tal que describieran conductas concretas que no dieran lugar a interpretaciones erróneas.

Con relación a las reacciones o respuestas se procuró que la representación de las variables a consignar reseñara las diferentes estrategias de afrontamiento del estrés que produce la inseguridad, sobre la base de los sistemas afectivo, cognitivo, fisiológico y conductual.
La versión final del cuestionario (ver Anexo 1) quedó conformada por 15 situaciones y 15 reacciones discriminadas de acuerdo a los sistemas de referencia, resultando tres de ellas pertenecientes al afectivo (inseguro, miedo, preocupo), cuatro al cognitivo (ignoro, pienso, negativo, capacidad) tres al fisiológico (estómago, corazón, tensión) y cinco al conductual (evitar, rezo, seguridad, ayuda, policía).

Descripción de las escalas según su pertenencia a los diferentes sistemas a evaluar

El CIU consta de cuatro escalas que no están definidas directamente en su presentación, sino a través de la conformación de los ítem que refieren estrategias de afrontamiento que evalúan las reacciones estresantes en los diferentes sistemas: afectivo, cognitivo, fisiológico y conductual.
Las respuestas de la escala afectiva se refieren a sentimientos y emociones de inseguridad, miedo y preocupación, que promueven un estado de tensión y alerta que alimenta la amenaza constante de caer bajo los efectos de la delincuencia.
En la escala cognitiva se presentan las posibilidades de evitación de esta amenaza, así como la opción de posicionarse a nivel de pensamiento en una mirada negativa del problema o bien sintiendo que se poseen los recursos necesarios para afrontar las situaciones estresantes del acontecer cotidiano, como otra de las alternativas a nivel de los contenidos del pensamiento.
Se definen en la escala fisiológica algunas manifestaciones propias de la activación orgánica que acompañan al estrés, producido como consecuencia de haber sufrido el delito o el miedo y la probabilidad de que ocurra.
Para la escala conductual se pensó en algunas opciones que estén al alcance de la población a la que va dirigido el cuestionario, seleccionándose la huida real de la situación estresora y las posibilidades de búsqueda de apoyos humanos, espirituales e institucionales.

Aplicación y evaluación

El tiempo de aplicación del cuestionario oscila entre los 20 y 30 minutos, sin que se exija alguna limitación temporal.
La administración puede ser individual o grupal, lo que permite la aplicación de un diagnóstico individual o bien el relevamiento del estado de un conjunto de personas.
La valoración de la prueba se realiza sumando las puntuaciones dadas por la persona a cada ítem de cada escala.
Así se obtienen cuatro puntuaciones: Afectivo, Cognitivo, Fisiológico y Conductual, que representan las puntuaciones de cada uno de los sistemas de respuesta. La puntuación total (PT) se obtiene sumando las cuatro anteriores, o sea:

PT = A + Cog + F + Ctual

Estas puntuaciones directas se convierten en percentiles para conocer la posición que ocupa un individuo concreto comparado con el grupo normativo correspondiente.
Si se desea un análisis más detallado, se deberá centrar el estudio en las puntuaciones de cada reacción y de cada situación en cada escala o sistema en evaluación. De tal modo, se obtendrá información sobre las respuestas más desajustadas y las situaciones más estresantes para este individuo, que puede ser de utilidad para la elaboración de un programa de intervención terapéutica, cuando, por ejemplo: el individuo atraviesa un estrés postraumático a consecuencia de los hechos delictivos sufridos, o para la evaluación detallada de los efectos de la terapia cuando se utilice el CIU como prueba de control y seguimiento terapéutico. Así como también resulta una herramienta adecuada para conocer el impacto del sentimiento de inseguridad urbana en las personas y las limitaciones que provoca.

Elaboración e interpretación del perfil

Una vez finalizada la aplicación y valoración del CIU a fin de alcanzar una visión gráfica y específica de las características del individuo, se puede realizar un perfil de sus resultados en base a los baremos obtenidos a través de su administración a una muestra importante de jóvenes caracterizados por haber sido víctima de delitos contra la propiedad o no. A tal efecto, se deberá proceder de la siguiente forma:

1.- La puntuación directa se convertirá en centil utilizando el baremo del grupo víctima o no víctima de acuerdo a su pertenencia.
2.- Las cinco puntuaciones centiles obtenidas (Afectivo, Cognitivo, Fisiológico, Conductual y Total) se ubican en el gráfico a su altura correspondiente realizando una marca en ese punto.
3.- Se obtiene el perfil al unir los puntos ubicados en las distintas escalas sin la puntuación total.

Para la interpretación del perfil se han delimitado cuatro niveles de estrés (o ansiedad):

1.- Ausencia de estrés o estrés normal para la activación: si los resultados caen en los centiles 5 y 25.
2.- Estrés moderado: en este nivel están incluidas las personas que alcanzan el centil 50.
3.- Estrés severo: si se superan los resultados llegando a valores dentro del centil 75.
4.- Estrés extremo o postraumático: los resultados ocupan los centiles 80 al 99.
Es aconsejable que cuando las puntuaciones de un sujeto se sitúen en el nivel de estrés severo y extremo, se lleve a cabo una intervención terapéutica, a modo de salvar los efectos producidos por la situación delictiva.

Objetivos

El objetivo de este estudio era conocer cómo afectan los hechos delictivos a la población de jóvenes, por su alta probabilidad de ser víctimas. A nadie escapa la dura realidad que deben afrontar y la desprotección que por naturaleza poseen. Estas fueron algunas de las razones que promovieron una nueva administración del CIU en la búsqueda de su validación, tanto como un elemento definitorio de los efectos de la victimización, como por su condición referencial de la presencia del sentimiento de inseguridad en jóvenes que no han sufrido delitos de manera directa.
En una segunda etapa se estableció como objetivo validar este instrumento, por lo que se efectuó una segunda administración a una muestra total de 922 jóvenes de la ciudad de San Luis (Argentina) agrupados en dos submuestras, de acuerdo a su condición de víctima o no víctima de delitos, previo a la administración de la prueba.
El período analizado abarca los hechos delictivos acontecidos durante los años 2000-2003, seleccionados en virtud de que representan una etapa de aumento en la tasa de criminalidad en Argentina (al menos como delitos denunciados) con relación a las situaciones de crisis sociopolítica desarrolladas a partir de esa época.

Método

Muestra y procedimiento

Conformado el instrumento bajo estas condiciones, fue administrado en calidad de estudio piloto a un conjunto de 110 jóvenes (67 mujeres y 43 varones), residentes de la ciudad de San Luis, cuyas edades estaban comprendidas entre 16 y 24 años, que hubiesen sido víctimas de delitos durante el año 1999 y principios del 2000. El grupo control estaba conformado por 125 jóvenes que no habían padecido delito alguno en el período en estudio.
En esta ocasión, el objetivo era conocer el funcionamiento del cuestionario que estaba en su etapa de creación y definición y por lo tanto se consideró que debía aplicarse a personas que hubieran sido víctimas de delitos contra la propiedad, para conocer el alcance del instrumento.
Las conclusiones obtenidas en esa oportunidad permitieron definir los elementos constituyentes del sentimiento de inseguridad urbana, cuyos indicadores resultaron ser: (1) el carácter limitante y (2) la potencialidad de saberse afectado en necesidades fundamentales: por características externas (medio peligroso, ambiguo, amenazante) y por la interpretación individual (vulnerabilidad). Sus elementos constitutivos se definen así:

a.- Caracterización clínica: predominio de inquietud motora o bloqueo de conducta y estado de alerta sostenido por síntomas orgánicos tales como dolores generalizados en el cuerpo, trastornos en la alimentación y sueño, trastornos gastrointestinales, aumento de la frecuencia cardíaca.

b.- Estructura vivencial: miedo como predominio, acompañado de desconfianza, inquietud, desconcierto, incertidumbre, disforia, desesperanza y sentimientos de soledad, opresión, de pérdida de la libertad.

c.- Repercusión en los procesos psíquicos: influencia selectiva de la percepción, memoria y pensamientos repetitivos con contenidos directamente vinculados a las situaciones vividas o con posibilidad de serlo, pensamientos intrusivos, problemas en la concentración y atención, pérdida de la confianza en sí mismo, culpa.

d.- Repercusión en la personalidad: alteración en el autocontrol, sensación de vulnerabilidad que facilita las reacciones de ansiedad y/o depresión, preocupación por nuevos ataques que exige cambios de hábitos conductuales, alteraciones en las actividades cotidianas: trabajo, educación, recreación.

El impacto de las consecuencias individuales y sociales de la delincuencia y la violencia en sus distintas manifestaciones ha promovido la realización de numerosas estadísticas que versan sobre la ubicación del crimen, las características de los autores y de las víctimas (aunque en menor grado para las últimas), etc., a fin de elaborar explicaciones plausibles que permitan comprender las dimensiones que involucra la criminalidad.
La distribución muestral según la condición de víctima y no víctima y por sexo quedó conformada así: 370 víctimas (169 mujeres y 201 varones) y 552 no víctimas (345 mujeres y 207 varones).
Las edades comprendidas entre 14 y 21 años se agruparon según criterios de la OMS (Organización Mundial de la Salud & Organización Panamericana de la Salud, 1995), que define a la adolescencia como el período de la vida en el cual el individuo adquiere la capacidad reproductiva, transita los patrones psicológicos de la niñez a la adultez y consolida la independencia socioeconómica, fijando sus límites entre los 10 y 19 años (límites oscilantes según los individuos y sus circunstancias).
La adolescencia se divide en etapas, y se trabajó en esta oportunidad con sujetos que pertenecen a la adolescencia media (14 a 16 años), adolescencia tardía (17 a 19 años) y jóvenes adultos (20 a 21 años). De acuerdo a las etapas establecidas la muestra queda conformada por 201 mujeres y 179 varones pertenecientes a la adolescencia media, 207 mujeres y 159 varones de la adolescencia final y 106 mujeres y 70 varones jóvenes adultos.
A los fines de conformar una muestra que fuera representativa con relación a la población existente en la ciudad de San Luis, se adoptó como criterio que cada unidad muestral definida por su ubicación etaria, representara más del 5% de la población total de jóvenes comprendidos entre las edades estudiadas.
Es necesario consignar que se consideró la variable educativa porque la administración de la prueba fue realizada en los diferentes ámbitos educativos públicos en que se encontraban los jóvenes.
A fin de cubrir el mayor espacio geográfico en que se encuentran y viven los sujetos de la muestra total, además de poder investigar la situación de victimización con relación a la procedencia social de acuerdo al lugar de residencia de cada escuela o establecimiento educacional, la administración del CIU se llevó a cabo en ámbitos escolares ubicados en diferentes sectores de la ciudad, para asegurar la mayor heterogeneidad de la muestra.

Resultados parciales1

A modo de síntesis y a los efectos de informar con respecto al perfil que demuestran los individuos a quienes se administró el CIU, se concluye que:

- Los grupos de jóvenes víctimas de ambos sexos alcanzaron en mayor número, los niveles de estrés severo y postraumático. Mientras que esto se invierte, si se evalúa la categoría Ausencia de Estrés en la que los puntajes mayores corresponden a quienes no han sufrido delitos. Este dato explicaría las reacciones exacerbadas en todos los sistemas evaluados como consecuencia del acontecimiento traumático vivido.

- No obstante, el grupo no víctima alcanzó en una alta proporción (entre un 18 y 20%) valores propios de estrés severo y extremo. Debido a que las variables que conforman el CIU están referidas a situaciones y reacciones frente a la criminalidad (no sólo vivenciadas sino también temidas), esta información representa la incidencia del sentimiento de inseguridad que esta generación presenta en muchos de sus integrantes, y que alcanza niveles de estrés cercanos a quienes han sido víctimas directas.

- Tanto los varones como las mujeres víctimas o no, demostraron mayor impacto en los sistemas cognitivo y conductual cuando alcanzan los valores propios del estrés moderado y severo. Sin embargo, cuando sus puntajes corresponden al estrés extremo o postraumático sus reacciones mayores son de carácter afectivo y fisiológico. Ello podría estar marcando una diferencia de cómo los sistemas, que si bien actúan integradamente, a niveles extremos presentan consecuencias diferenciales con relación a que las mayores afecciones se presentan en el orden de lo orgánico y lo emocional.

- Resulta difícil marcar un límite entre los dos grupos muestrales por esta razón. De modo tal que se explica cómo el temor al delito provoca reacciones en todas las escalas estudiadas por la observación y el aprendizaje vicario de otras situaciones que afectan a los individuos, aún cuando ello no resulte propio de los contextos en que se habita.

Análisis de diferencias de medias

Se informan los resultados de la aplicación del análisis de diferencias de medias para los grupos víctima y no víctima (ver Tabla 1) realizado sobre las reacciones que presentan los individuos en virtud de las cuatro escalas en estudio para los dos grupos.

Tabla 1
Diferencias de medias entre los grupos víctimas y no víctimas según las variables de cada sistema

Presentan diferencias significativas las variables anticipo las cosas negativas que pueden ocurrirme y pienso en mis capacidades de resolución para el grupo víctima. En la primera variable se observa que la presencia de contenidos cognitivos en el orden de una presunción de algún daño, alimentan el sentimiento de inseguridad. Mientras que la segunda es un elemento que define una acción de defensa.
El grupo no víctima presenta una diferencia significativa con sus pares con respecto a la variable confío en la policía. En tal sentido, es significativo que presenten mayor confianza quienes no han tenido que recurrir a su función por haber sufrido delitos. Este aspecto puede interpretarse, por las observaciones que han transmitido las personas victimizadas al analizar el papel de la policía, como ausente o negativo, lo que no promueve las denuncias de los hechos por el descrédito que este organismo de control social presenta para la comunidad.
Se han obtenido resultados que explican la influencia de la variable edad que no se desarrollan en esta oportunidad por razones de espacio. Sólo se adelanta el dato más relevante que delimita el grupo de jóvenes de 17 a 19 años con mayor vulnerabilidad que el resto de las categorías estudiadas.
Se analizó a posteriori la influencia de la variable sexo (ver Tabla 2) en la cual es notable cómo la condición de víctima exacerba las reacciones de estrés manifestadas frente al delito.

Tabla 2

Diferencias de medias entre los grupos víctima y no víctima según sexo

Tabla 2 (Continuación)

Diferencias de medias entre los grupos víctima y no víctima según sexo

En la evaluación de la pertenencia de género es significativo observar que las mujeres, tanto en su condición de víctimas como no, presentan mayores valores en la mayoría de las reacciones al estrés en estudio. Esto quiere decir que se concluye la existencia de un aprendizaje directo como vicario en la conformación del sentimiento de inferioridad.
Sólo superan estas puntuaciones los grupos de varones víctimas y no víctimas, cuando se indagan estrategias de afrontamiento relacionadas con ignorar el problema, lo que puede referir una estrategia de preservación para que la experiencia vivida o el miedo al delito no se instale en sus sistemas cognitivos. Así como también, pensar en las propias capacidades de resolución para el grupo masculino no victimizado, resulta un medio de protección ante la posible repetición de la experiencia traumática vivida y por eso denuncian utilizar en mayor medida esta estrategia.
Restan las manifestaciones afectivas, cognitivas, fisiológicas y conductuales para las mujeres, que se definen como grupo más vulnerable de acuerdo a estos resultados.
En la escala conductual las mujeres victimizadas tratan de evitar nuevas situaciones más frecuentemente que los varones, diferencia que no se encuentra en el grupo no victimizado, observando cómo afecta el hecho acontecido al promover un afrontamiento evitativo.
Con respecto a la espera de ayuda apoyada en creencias religiosas, ambos grupos presentan diferencias significativas, siendo una práctica más utilizada por las mujeres.
Es interesante que las mujeres del grupo victimizado entiendan que aumentando las medidas de seguridad pueden enfrentar otras experiencias delictivas, lo cual define alguno de los recursos a los cuales apelan para favorecer su seguridad.
Los dos grupos buscan ayuda en otros, como medios defensivos con diferencias favorables en las mujeres, quienes en su condición de víctimas y no víctimas confían más en la policía.
Es importante consignar que las diferencias significativas a favor del grupo de mujeres victimizadas, se tornan especialmente válidas al considerar que la cantidad de ellas es mucho menor que la de los varones que respondieron al CIU, debido a que la muestra se conformó al azar sobre la totalidad de jóvenes asistentes a cada contexto educativo.
De allí que si se observa el número de mujeres (que es mayor en el grupo total que el de varones), es inversamente proporcional cuando se explica su condición de víctima. Por lo que es importante rescatar que aun siendo menos victimizadas que ellos, se encuentran y se sienten más influenciadas por estímulos que perciben como peligrosos y por lo tanto presentan mayor sentimiento de inseguridad, como también afecciones en su integridad por los efectos del delito.

Análisis de fiabilidad

El análisis de fiabilidad permite estudiar las propiedades de las escalas de medición y de los elementos que las constituyen.
Para hallar la fiabilidad del cuestionario y de cada una de sus partes se utilizó el método alpha de Cronbach, que es un modelo de consistencia interna, siendo los valores para cada escala los que se citan a continuación: Escala Afectiva .94, Escala Cognitiva .77, Escala Fisiológica .89, Escala Conductual .70, con un alpha total que resulta satisfactorio por alcanzar un valor de .82.

Análisis factorial de las reacciones

Validez estructural

A partir de las puntuaciones de todos los sujetos de la muestra (N= 922) para cada una de las 15 reacciones de afrontamiento al estrés por la inseguridad que incluye el CIU, se realizó un análisis factorial por el Método PCA (Análisis de Componentes Principales) con el Método de Rotación: Normalización Quartimax con Kaiser. Los resultados se presentan en la Tabla 3.

Tabla 3
Análisis factorial de las reacciones incluidas en el CIU
Matriz de componentes rotados

Se han obtenido cuatro factores con un Valor propio (Vp) superior a 1 que explican el 68.18% de la variancia total. El primero explica el 34.17%, el segundo el 13.73, el tercero el 11.26 y el cuarto el 9.025% de la variancia total. El resultado obtenido con KMO es .871. Se definen los factores de la siguiente forma:

Factor 1 - Componentes afectivos y activación fisiológica: Este factor está caracterizado por las reacciones que señalan elementos afectivos tales como preocupación, miedo, sentimientos de inseguridad, acompañados por las repercusiones orgánicas, propias de una respuesta estresante como molestias digestivas, tensión corporal, aumento de frecuencia cardíaca, todas ellas relacionadas con una alta actividad autonómica.
Por la vulnerabilidad que acompaña a los sujetos en estudio, algunos por su condición etaria y otros por su género, se promueve la alternativa de encontrar soluciones de orden superior a través de manifestar creencias y conductas de fe, posiblemente por sentir que las alternativas terrenales se ven limitadas en lo que significa el escape absoluto a no ser victimizado bajo las condiciones sociales e institucionales actuales.

Factor 2 - Procesamiento cognitivo de afrontamiento: Agrupa dos de las variables cognitivas relacionadas con opciones de respuestas referidas a pensar en las capacidades personales o aumentar las medidas de seguridad, debido a la preocupación que resta como experiencia por haber pasado por situaciones anteriores de victimización u observar que esto acontece en el contexto, lo que refuerza la anticipación de las consecuencias negativas que se pueden producir ante el delito, o bien la evitación cognitiva o conductual de aquella agresión.

Factor 3 - Procesamiento cognitivo de negación: Este factor reúne las restantes variables cognitivas, que se refieren a pensar en otra cosa o ignorar las dificultades propias de una situación peligrosa como lo representa una experiencia delictiva.

Factor 4 - Promoción conductual: Este factor está definido por las respuestas de tipo motor, donde obtienen más altas saturaciones la búsqueda de ayuda como apoyo social y la confianza en la policía como protección institucional.
Estos resultados apoyan la teoría de los cuatro sistemas de respuestas que responden al modelo teórico integrativo de los paradigmas biológico, ambiental, cognitivo y afectivo, en el cual el sistema psicológico opera en torno al self como principio organizador e integrador de los subsistemas y de la experiencia (Opazo, 1992) confirmando este análisis factorial dicha taxonomía.

Ventajas y limitaciones del CIU

Entre las características que exigen especial mención están las de tipo estructural, ya que el CIU en su totalidad, así como en cada una de sus escalas constituyentes, ha demostrado ser un cuestionario con capacidad de discriminación factorial que apoya los presupuestos teóricos de base en su construcción.
La ventaja principal radica en que es un instrumento original y actualizado a las necesidades que presentan las personas frente a las nuevas problemáticas sociales propias del nuevo siglo que comienza. Ello significa poder conocer y/o prevenir las consecuencias del estrés postraumático, ofreciendo la posibilidad de intervenir rápidamente y evitar un deterioro mayor en la salud mental de las personas que sufren alguna victimización. Permite conocer el impacto que causa el sentimiento de inseguridad en las personas, de modo tal que resulta una herramienta útil para trabajar sobre sus efectos.
No obstante, se debe consignar que para la selección de respuestas de esta versión del CIU se siguió un criterio racional. Sería aconsejable que después de su validación, se promoviera un criterio más empírico en base a la discriminación entre los ítem, producto de los procedimientos estadísticos aplicados.
Así como también se podría pensar que, en la presentación de situaciones, no sólo se tienda a situaciones de peligro con respecto a la posibilidad de ser víctima de delito, sino a otras situaciones de riesgo por las que atraviesan los jóvenes para poseer elementos comparativos que aporten nueva información.

Areas de aplicación del CIU

En el ámbito de la investigación facilita la elaboración y puesta a prueba de nuevas hipótesis en la búsqueda de conocimientos más amplios sobre este tema.
En el campo de la Psicología Social permitirá conocer los cambios de hábitos que la inseguridad exige a las personas con sus consecuencias en la pérdida de vinculaciones interpersonales, así como también en el autocontrol impuesto con relación a las limitaciones de prácticas cotidianas que se ven totalmente atravesadas por la posibilidad de ser víctima.
En el ámbito clínico mostrará su funcionalidad tanto para la evaluación o diagnóstico como en el tratamiento a través de la discriminación de los diferentes sistemas que se ven afectados por el estrés.
Dentro del campo de la Psicología Jurídica alcanzará vital importancia al aportar informes certeros sobre el impacto individual y grupal de la criminalidad y sus efectos.
El aporte que puede brindar este instrumento en el ámbito de la Victimología es interesante por constituirse en un nuevo medio de análisis que permite tener un alcance eficaz sobre el sufrimiento de las personas de modo tal que signifique el eje conductor de toda ayuda y asistencia factible tanto individual como colectiva.
Finalmente, en el ámbito educativo podrá desempeñar un rol preventivo en cuanto la necesidad de incorporar estas temáticas en los planes educacionales de las poblaciones en riesgo.

Anexo 1

Anexo 1A

Anexo 1b

 

Notas

1 Estos resultados representan un análisis reducido de la totalidad alcanzada por razones de espacio. La información que resta puede ser solicitada a la autora.

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Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de San Luis. Ejército de los Andes 950. (5700) San Luis – Argentina.

Fecha de recepción: 3 de agosto de 2004
Fecha de aceptación: 21 de noviembre de 2005

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