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Andes

versión On-line ISSN 1668-8090

Andes  n.17 Salta ene./dic. 2006

 

Graciela Batticuore, Klaus Gallo, Jorge Myers (Compiladores).: Resonancias románticas. Ensayos sobre historia de la cultura argentina (11820-1890). Eudeba, Buenos Aires, 2005, 308 páginas.

Sosa, CH1

1ILES - UNSa

El origen de esta compilación se remonta a un encuentro académico organizado por el Programa de Historia Intelectual (Centro de Estudios e Investigaciones) de la Universidad Nacional de Quilmes y el Departamento de Historia de la Universidad Torcuato Di Tella, instituciones que promovieron, en mayo de 2004, la reunión de distintos especialistas e investigadores en el campo de la historia intelectual en Argentina, con el ánimo de promover el intercambio de los avances de sus investigaciones en curso. La serie de trabajos que integra el volumen pretende recuperar entonces ese diálogo interdisciplinario que estuvo como fundamento de aquellas jornadas de discusión.
El tomo se encuentra dividido en secciones que organizan su lectura: posee una introducción general -a cargo de los compiladores-, un extenso prefacio -elaborado por Jorge Myers- y cuatro apartados que reúnen -por afinidades temáticas, y con la intención de plasmar al mismo tiempo la variedad de enfoques adoptada en un campo de estudio- los trabajos de los dieciséis colaboradores; el volumen incluye, además, una somera presentación informativa sobre la trayectoria académica de cada autor.
La Introducción de los compiladores lleva por título "El 'momento romántico' en la cultura argentina. Apuntes para una nueva historia cultural" y realiza una breve reseña donde se sintetiza el devenir de los estudios de historia intelectual, en las últimas décadas en nuestro país. Efectivamente, luego del auge de los estudios sobre historia política -especialmente interesados por el análisis de los regímenes, las instituciones, las prácticas y los discursos políticos- que estuvieron abonados en buena medida por el humus de la instauración democrática desde 1983, dentro del campo historiográfico actual se habría producido un "corrimiento" que ha colocado a la historia cultural e intelectual como un nuevo centro de discusión disciplinar. A diferencia de los trabajos encuadrados dentro de la historia política, que parecen guardar en el paradigma del análisis histórico sus límites más o menos establecidos, la historia cultural ha promovido una serie de abordajes interdisciplinarios -de contornos difusos y permeables- cuya intervención crítica ha diseminado una numerosa gama de concepciones y de utillajes metodológicos, propiciados desde disciplinas tan variadas como la antropología cultural, la historia y la crítica de la literatura, la sociología cultural, las historias del arte, de la música y de las ideas, etc.
Esta polivalencia de miradas se ve potenciada, naturalmente, por la confluencia de intereses en un mismo objeto tan complejo, poroso -y a veces escurridizo-, como es la propia "cultura". Tal como afirman los responsables del volumen, un recorrido panóptico por este conjunto de trabajos nos lleva a la conclusión de que las dos acepciones clásicas de "cultura" del siglo XIX, a saber: "aquella que entendía por cultura el modo de vida general de un pueblo y aquella otra que veía en ese término una referencia directa a 'la dulzura y la luz', es decir, a lo mejor que haya sido escrito y pensado" (p. 8), han servido como perspectivas complementarias para analizar las dimensiones de la historia cultural en la Argentina. Precisamente, en el caso del siglo XIX, el mayor impacto de los estudios sobre historia cultural se ha producido en torno al movimiento romántico, que ha sido amojonado en un período que tendría sus tempranos inicios en la época rivadaviana y su dilatado declinar hacia las décadas de 1880 y 1890, y cuya trayectoria puede ser evaluada hoy gracias a los aportes de José Luis Romero, Beatriz Sarlo, Susana Zanetti y María Teresa Gramuglio, entre otros. El propósito del tomo es reanudar dinámicamente -en términos de continuidades y rupturas- la tarea de investigación de estos reconocidos especialistas y ofrecer a los lectores un "estado de la cuestión" sobre el denominado "momento romántico": "(es decir, el momento de mayor presencia y/o hegemonía de la corriente romántica en la vida literaria y artística de la Argentina) y sus 'resonancias' en otros ámbitos de la vida colectiva de los argentinos" (p. 9).
"Los universos culturales del romanticismo. Reflexiones en torno a un objeto oscuro" titula Jorge Myers el Prefacio del libro. Este sustancial artículo resulta provechoso por varios motivos: por la calidad y claridad expositiva lograda ante una compleja variedad de aspectos -diversos y al mismo tiempo interdependientes- que hacen a la comprensión del romanticismo; por la actualización bibliográfica, que renueva visiones convencionalizadas sobre este objeto; y por el conjunto de interrogantes y sugerentes propuestas de investigación que generosamente se indican hacia el final. El romanticismo como movimiento cultural, aquel "objeto oscuro", ha sido abordado por varias de las líneas de estudio dedicadas al análisis cultural a lo largo del siglo XX; producto de esta circunstancia perduran muchos presupuestos para seguir pensándolo, por ello el autor condensa dichos aportes atendiendo a las corrientes y figuras más destacadas. Dentro de las visiones renovadoras, Myers destaca las contribuciones de los Cultural Studies, que posibilitaron un encuadre menos dogmático y más crítico frente a la cultura como objeto de estudio; al tiempo que legitimaron la investigación de ámbitos desestimados como la cultura popular y otras prácticas culturales "menores" que habían sido desatendidas. Intentando desbrozar los aportes de otras orientaciones teóricas, el autor pondera la sociología del arte de Pierre Bourdieu, que introdujo conceptos como "capital simbólico", "habitus" o "campo intelectual" que se han institucionalizado hasta volverse imprescindibles al momento de indagar, desde una visión sociológica, los fenómenos culturales. A su vez, la antropología cultural, desde las teorizaciones de Clifford Geertz, acercó también postulaciones definitorias al enfatizar los procesos de significación y el estatus de intérprete -con los cuales opera inevitablemente el investigador, a la hora de encarar su tarea- que continúan siendo útiles para repensar la propia labor y desestabilizar definiciones conceptuales tradicionales como "arte", "literatura" o "religión".
Por otra parte, otro grupo de teóricos ha enfatizado, más directamente, la complejidad del análisis del romanticismo al sacarlo de la esfera de la crítica literaria, trasladarlo a la intersección pluridisciplinar y continuar ofreciendo una hoja de ruta tentativa para su estudio. En primer lugar, debe destacarse las renovaciones desde el "materialismo cultural" inglés, y especialmente desde la obra de uno de sus fundadores: Raymond Williams. Algunas de las categorías de análisis de Williams, como "estructura de sentimiento" y "formación cultural", han servido para redefinir los vínculos entre literatura y sociedad y para enfatizar el carácter inestable y cambiante que adquiere la misma noción de "romanticismo", desde una impronta que repiensa los rígidos esquemas del materialismo marxista "clásico". En segundo lugar, las contribuciones de Henri Martin y Roger Chartier, sobre los nexos existentes entre la literatura y sus soportes materiales, la "cultura de la imprenta" y los procesos de alfabetización, amplían el panorama para comprender el fenómeno romántico y sus derivaciones socioculturales a través de los procesos de lectura y escritura. El último aporte reciente proviene de los estudios de Edward Said, que colocaron al imperialismo como un elemento insoslayable para pensar cualquier representación decimonónica, en tanto que infiltró todas las prácticas culturales asignándoles significados que no pueden desprenderse de la situación de hegemonía gestionada desde los países centrales. Cualquier obra literaria o artística del siglo XIX trasunta, inevitablemente, las relaciones de poder que -desde la directriz del juego metrópoli-periferia- gobernaban en todas las esferas del orden mundial.
En sus consideraciones sobre los rasgos distintivos del romanticismo europeo, Myers realiza un breve repaso por los tópicos reconocidos: la paradoja del sujeto mesiánico, aislado frente a una sociedad que lo rechaza y a la que, sin embargo, debe guiar; su carácter revolucionario, en relación con las nuevas formas de sentir, de mirar y de expresarse; la subordinación estética de la forma al fondo, en materia de elaboración literaria; la invención imaginaria de la nación como resultado de una ecuación que vinculaba la cultura con la sociedad; la concepción de la historia como un proceso de transformación social, teleológico y ascendente; la conflictiva concepción del pueblo, que bascula entre la imagen idealizada del depositario de los rasgos de la identidad nacional y el sector insensible en quien no puede confiarse las riendas de la nación; para llegar, finalmente, a la conclusión de que el romanticismo rioplatense fue decididamente un movimiento cultural que no tuvo rasgos propios y/o diferenciales respecto de los postulados para Europa.
Ante este nutrido panorama, Myers menciona los puntos relativos al romanticismo que merecen todavía una nueva reflexión: las vinculaciones entre la producción cultural del siglo XIX y la estructura del público, las formas del gusto y los condicionamientos del mercado; la revisión de los nexos entre campo cultural y campo político, desde un posicionamiento que supere los restringidos aportes que han ofrecido los diferentes revisionismos de nuestro país; y por último, una reinserción más amplia de los estudios de los procesos culturales -vinculados al romanticismo- en América Latina y en los espacios culturales "europeo" y "atlántico".
El primer apartado, "Una cultura literaria. El público, los escritores y la crítica", reúne cuatro trabajos. El artículo de Claudia A. Román "Caricatura y política en El Grito Argentino (1839) y ¡Muera Rosas! (1841-1842)", analiza los modos en que la apropiación de la caricatura, ensayada por dos periódicos antirrosistas gestados en el exilio montevideano, colabora decididamente como elemento apuntalador del discurso político de denuncia. El cruce entre leer, oír y gritar, situación representativa de un momento en el cual los fenómenos de la oralidad son preeminentes, define un ámbito de producción gráfica donde se entrecruzan variaciones de la estética romántica: el didactismo, el gótico, el humor. El aporte de Elías J. Palti, "Rosas como enigma. La génesis de la fórmula 'civilización-barbarie'", también indaga sobre las imágenes, pero esta vez en su vertiente de construcción discursiva capaz de regir los imaginarios sociales. La hipótesis innovadora de Palti, al estudiar la fórmula civilización-barbarie, consiste en plantearla como resultado de una crisis conceptual operada en el seno de la generación del 37. La concepción histórica compartida, que interpretaba a Rosas como un sujeto de transición, se tornó incompetente para comprender su permanencia en el poder y obligó a replantear el sistema de ideas imperante. Sarmiento se habría atrevido a afrontar este dilema y sus vacilaciones, al proponer una superación en su lectura de la fórmula, mediante la introspección y una búsqueda racional que re-explicara la coyuntura de esa "nueva era".
Los dos restantes artículos de la sección se aproximan en su interés por los procesos de lectura. El texto de Álvaro Fernández Bravo, "Un museo literario. Latinoamericanismo, archivo colonial y sujeto colectivo en la crítica de Juan María Gutiérrez (1846-1875)", revisa los procesos implicados en la labor de antólogo de Gutiérrez, desde un cruce de funciones operados entre el museo y la antología. El autor subraya los factores implicados en la tarea de selección textual de Gutiérrez (la conformación de un canon continental y la preservación del patrimonio cultural) como un modo de intervención crítica en los debates culturales contemporáneos. Analiza, además, las ambivalencias comprobables en torno a la revisión del pasado colonial, en términos de "ruptura" y "sutura", al momento de fundar una identidad americana, de "americanizar" las obras coloniales e invertir la idea de influencia española, durante la reedición de dichos textos. El artículo de Graciela Batticuore, "La lectura, los escritores y el público. 1830-1850", propone un mapa sobre los modos de leer y los tipos de lectores que pueden ubicarse durante el período recortado. La lectura libre, la lectura de oídas, la lectura programada fueron modalidades de aproximación a los textos que funcionaban como elementos preparatorios para el paso a la escritura. Este tránsito, ejemplificado con Alberdi y Echeverría, conduce al planteo de un nuevo dilema que nos muestra la incidencia de la sensibilidad y los modos de pensamiento románticos, en las formas de sociabilidad vinculadas a los procesos de lectura y escritura. Esta nueva aporía surge en relación con las dos facetas del público quien, en su versión concreta, debe ser guiado por el didactismo de la escritura del genio romántico -al tiempo que anula su libertad creadora- y en su versión de lectores elegidos, construida discursivamente, concreta el deseo del autor por alcanzar una comunión sensible con sus destinatarios arquetípicos.
El segundo apartado también agrupa cuatro trabajos, hermanados por el estudio de los modos de sociabilidad del período romántico; lleva por título "Escenarios porteños. Teatro y sociabilidad". La colaboración de Klaus Gallo, "Un escenario para la 'feliz experiencia'. Teatro, política y vida en Buenos Aires. 1820-1827", estudia la función desempeñada por el teatro durante el período rivadaviano. Siguiendo el modelo de algunos antecedentes europeos, de fines del siglo XVIII, el teatro porteño podría interpretarse como un ámbito de intersección entre el escenario político y el escenario dramático; es decir, entre los intereses propagandísticos de un programa político y las utilidades de difusión del espectáculo. La tesis de Gallo sostiene que el teatro se convirtió en un "órgano público" para la divulgación de los valores ilustrados que promovían políticamente las reformas del grupo rivadaviano. Por ello, la pretensión didáctica, la hispanofobia, las polémicas domésticas en torno a los actores y la promoción de autores dramáticos "nacionales" -como el neoclásico Juan Cruz Varela- deben significarse dentro de la modernización de las costumbres encarada por el gobierno. Por su parte, Martín Rodríguez también indaga en su artículo sobre los alcances del teatro. "Rosas y el teatro rioplatense (1835-1852)" analiza tres aspectos vinculados al drama. En primer lugar, presenta la producción del período, tanto la escrita por lo exiliados como la de los rosistas porteños, desde la hipótesis de que estos textos dramáticos articulan la posición intelectual de sus autores. Rodríguez recupera, a su vez, la labor de los cronistas como Alberdi, Mitre y Sarmiento quienes, desde el rol de críticos no especializados, ensayaron lecturas sobre la actuación y el sainete desde las gafas de sus propios proyectos sobre la cultural nacional. Por último, el autor subraya la valoración social peyorativa que el actor recibió durante el período, puesto que su condición no podía articularse con la figura del ciudadano exigida por la elite romántica; la caída de Rosas habría de funcionar entonces como coyuntura que, por diversos factores, significó la ruina de las compañías nacionales y la apertura para las extranjeras.
El artículo de Eugenia Molina "Civilizar la sociabilidad en los proyectos editoriales del grupo romántico al comienzo de su trayectoria (1837-1839)", toma a La Moda y El Iniciador como banco de pruebas donde indagar la manera en que dos categorías multirrelacionadas, como "sociabilidad" y "civilización", articularon conceptualmente un sistema modelizador subyacente en los periódicos. El mismo funcionó como una empresa que debía depurar las formas de civilidad en la sociedad rioplatense y -simultáneamente y por ese medio- debía encauzarla hacia su proceso general de modernización; el tratamiento de la moda, las costumbres y el arte cobraron, en aquellas publicaciones, el cariz adecuado para sustentar discursivamente el propósito de allanar el camino hacia una emancipación cultural. Relativamente próximo, en varios sentidos, a estos intereses de investigación, el texto de Beatriz Dávilo "La élite de Buenos Aires y los comerciantes ingleses: espacios de sociabilidad compartidos. 1810-1825" vehiculiza un interrogante: cómo Inglaterra logró imponerse como modelo de nación adelantada en la generación precedente a la romántica. Su estudio sobre los lazos de sociabilidad entre la élite porteña y los británicos -residentes u ocasionales viajeros- es útil para complementar la tradicional lectura respecto de las vinculaciones comerciales como interés primordial de la comunidad inglesa en Buenos Aires. Ciertamente, la importante presencia de los británicos en la vida privada y pública de los porteños dejaba sus huellas en las costumbres y en la moda -difundidas a través de la importación de periódicos, revistas y literatura ingleses- y también en los valores políticos defendidos -como la tolerancia y la libertad de expresión- pregonados con fervor por la prensa local. Esta firme aproximación con propósitos imitativos sólo sería superada cuando la generación romántica descentrara la importancia del modelo inglés y redireccionara la mirada hacia la autoindagación.
El viaje como instancia narrativa propicia para la confrontación es el eje temático que organiza la tercera sección del volumen: "Travesías románticas. El viajero argentino y sus relatos". El primer trabajo: "Brasil: el Oriente de América", a cargo de Adriana Amante, analiza el modo en que un conjunto de hipotextos -las obras de Byron y Hugo, las guías de turismo, la plástica- contribuyó en la consolidación de tópicos románticos como el peregrinaje y la relación yo-naturaleza-mundo. Perfila además las aristas del proceso de "exotización" del Brasil -notorio en la obra de Mármol, Alberdi, Manso, Guido- y lo enmarca en la recreación orientalista del trópico donde se había fundado como el Oriente de América; esta semblanza del Brasil, como ámbito paradisíaco pero a la vez impropio, habría de servirle también al exiliado argentino para precisar los matices de lo intrínseco. Como sugestiva correlatividad, Amante propone que Brasil jugó, en relación con América, el mismo rol que discursivamente se le asignaría a Tucumán en Argentina -a partir de la autobiográfica Memoria descriptiva de Alberdi- como el internal other nacional, es decir nuestro no menos tropical y exótico jardín de la República. El aporte de Darío Roldán "Sarmiento y el viaje a Argelia. Entre el inmovilismo y la utopía social", estudia las impresiones de Sarmiento en sus Viajes. La percepción proto-etnográfica de Argelia, focalizada en la función social de la religión como forma de resistencia y anulación de vínculos políticos institucionalizados, la presenta como prototipo del atraso cultural de la colonia. Estableciendo contactos y disidencias con los planteos de Tocqueville, quien casualmente visitó la región también a fines del año 1846, Roldán describe el programa sarmientino para la superación de estas falencias retardatarias del progreso, a partir de la noción de transplante -en término de población europea y, por ósmosis, de su cultura- como única salida posible. El último artículo de este apartado es el que escribe Beatriz Colombi, "Sarmiento: orientalismo, españolada y prisma europeo". La autora detiene su mirada sobre las consideraciones ambivalentes que Sarmiento vierte sobre "la madre patria". La novedad de este trabajo consiste en contraponer a la indiscutible hispanofobia del escritor una razonada defensa tácita de lo español. El sanjuanino, también en las consideraciones pasajeras de sus Viajes, debatió abiertamente con la imagen de España que habían creado los escritores y plásticos viajeros franceses, y que se difundía a través de la literatura, la prensa y las guías de turismo. Frente al decorativo retrato de la península ensalzado por estos viajeros fabuladores, pintoresca y con reminiscencias orientales, Sarmiento confrontó la versión propia del viajero fastidiado, que develaba las limitaciones en la representación superficial de sus precursores y alentaba una lectura más incisiva, sin escatimar una mayor comprensión y cierto acercamiento identitario que incluso redefinirían sus visiones condenatorias del reciente Facundo.
El último capítulo de la obra se titula "La patria figurada. Perspectivas y paisajes" y reúne cinco trabajos que superponen perspectivas sobre los modos en que ha sido representado -diseñado, medido, imaginado, inventado- el territorio de la nación. El primer trabajo de Graciela Silvestri, "Errante en torno de los objetos miro. Relaciones entre artes y ciencias de descripción territorial en el siglo XIX rioplatense", organiza una compleja revisión de aquellas imágenes de la Argentina, incuestionadas por su "descripción objetiva", que habrían de tramar el territorio de la nación, en un dilatado proceso cuyas raíces más lejanas la autora recupera de los registros gráficos producidos desde fines del siglo XVIII. Conciente de las limitaciones que ofrece una lectura secuencial de estas representaciones, Silvestri realiza una estudio "cruzado" donde complementa interpretaciones de las cartas costeras de Malaspina, las versiones paisajísticas de Humboldt, Rugendas y Blanes, los libros de viaje de Darwin y Parish, la cartografía de Arrowsmith y Petermann. Tras dicho panorama, se impone como una de las conclusiones más relevantes la impresión paradójica sobre la autonomía relativa y la indiscutible interdependencia de miradas que, operativizadas por la especificidad disciplinar, promovieron -fundaron- representaciones prescriptivas sobre el espacio nacional.
Interesado también por las contribuciones del material topográfico para interpretar derivaciones de orden económico y social, el artículo de Fernando Aliata "La acción del Departamento Topográfico y las Comisiones de Solares en la consolidación de los poblados bonaerenses. Dolores entre 1831 y 1838", analiza el proceso de construcción material de la sociedad a través de la lectura del espacio territorial y la planificación urbana. La fundación de poblados como estrategia de ocupación territorial heredada de la colonia, continuaba vigente en la primera mitad del siglo XIX y constituyó uno de los factores para promover la creación de organismos bonaerense, como el Departamento Topográfico y las Comisiones de Solares, con el fin de implementar el trazado de pueblos. El estudio del caso de Dolores, cuyo trazado fue realizado en 1826, ofrece la posibilidad de realizar una lectura diacrónica a partir de datos aportados por fuentes posteriores, censales y gráficas, que arrojan conclusiones parciales. Entre ellas se subraya el decisivo papel del trazado urbano como elemento de organización civil y electoral, como así también los matices resultantes que obligan a revisar los motivos del otorgamiento de tierras que, como comprueba este estudio puntual, no benefició exclusivamente a la clase ganadera. El último trabajo de la sección preocupado por cuestiones vinculadas a la topografía es "¿Muralla o boulevard? Formas para una futura capital. (1853-1888)" de Claudia Shmidt. El estudio realiza un seguimiento de los diferentes proyectos encarados para diagramar el plano de la ciudad de Buenos Aires. Enmarcados en los sostenidos avatares de la "cuestión capital", especialmente las tensiones ocasionadas por problemas jurisdiccionales, los diversos proyectos que entre los años 1820 y 1888 postularon fisonomías urbanas para Buenos Aires, se circunscribieron a edificaciones paradigmáticas concebidas desde lógicas defensivas o militares, como las murallas y los ensanches, o percepciones modernizantes y embellecedoras como el boulevard. Estas alternativas de diseño urbanístico finalmente decantarían en la fórmula de la "gran capital" de América del Sud, que parece sustentar el plano oficial de Buenos Aires que Pablo Blot y Luis Silveyra trazaron en el año 1888.
Los dos artículos restantes comparten el interés por la representación artística del desierto. "Literatura y documentalismo en la narrativa expedicionaria del desierto", de Claudia Torre, organiza una revisión de la heterogénea "narrativa expedicionaria del desierto". Destaca la diversidad de acciones que caracterizó la Conquista -operaciones militares, pactos y acuerdos políticos, sanciones reglamentarias, etc.-, como una situación concreta polifacética que tendría su correlato en la diversidad y la fragmentación de textos acompañantes del proceso -crónicas militares, relatos científicos, artículos de prensa, discurso, leyes, etc.- que se hicieron cargo de fijar una versión de los acontecimientos. De dicha amalgama discursiva, la autora recupera un juego de tensiones entre la pretensión literaria de los textos -evidente en el cuidado retórico, la construcción autobiográfica, la utilización de modelos literarios románticos- y el gesto documentalista -perseguido a través del rigor en las descripciones, el tono "aséptico" documental, etc. El aporte de Laura Malosetti Costa, "¿Un paisaje abstracto? Transformaciones en la percepción y representación visual del desierto argentino", construye sus reflexiones en torno a una constatación sintomática: hasta la década de 1880 prácticamente no se pintaron paisajes de la llanura argentina. Entre los factores que impidieron que la plástica avalara la existencia de un "paisaje nacional" -frente a la copiosa participación de la literatura en ese punto- la autora enfatiza los problemas de percepción de la pampa como objeto de representación pictórica. En este sentido, las dificultades de perspectiva derivadas de la horizontalidad de la llanura obstaculizaron su apropiación temática; en sintonía con lo anterior, y a diferencia de lo que ocurría con un paisaje similar como la pradera norteamericana, no hubo pintores en las expediciones militares argentinas al desierto, y tampoco las utilidades del ferrocarril se mostraron aptas para facilitar el "descubrimiento" de lo propio, para ver el paisaje "nacional".
Con abordajes medulares o periféricos a su "oscuro" objeto de estudio, el conjunto de trabajos del volumen contribuye al replanteo de concepciones establecidas sobre el romanticismo, a la enriquecedora intersección de miradas disciplinares -que en una primera aproximación parcial pueden resultar foráneas- y lo que quizás resulte más importante, en su conjunto el tomo escenifica la magia de volver a descubrir en los contornos de un antiguo objeto -que creíamos tan familiar- las aristas de la novedad y, en consecuencia, las seducciones ante embrionarios y futuros trabajos por venir.

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